Justice Means Future. ¿Tienes alguna habilidad especial? ¿Quisieras convertirte en una persona importante, respetable, y por supuesto, tener un buen sueldo e incontables beneficios? ¿Siempre quisiste tener la oportunidad de proteger a la humanidad, a tus amigos, a tu familia? En J.M.F. necesitamos personas como tú. No lo dudes y anímate a cambiar el futuro de nuestra ciudad~ Así se promociona actualmente la asociación Justice Means Future, la empresa de seguridad especial de Edelstein City. El fundador, Emilio Wright, creó esta asociación luego de que su hijo fuera asesinado por un ladrón con poderes especiales, y que la policía no pudiera hacer nada al respecto para evitarlo ni detenerlo. —Esto no puede seguir así, debemos buscar una forma de controlarlos —dijo a un entrevistador el mismo día en que presentó el proyecto ante el gobierno y sus respectivas cabezas—, y no hay mejor forma de hacerlo que con su mismo poder. Desde entonces, J.M.F. ha reclutado a cientos de jóvenes, y los ha convertido en Agentes Generadores de Justicia, o como ellos prefieren llamarse, simplemente Agentes. Su objetivo principal es proteger a las personas. Enfrentar el poder con más poder, eliminando el miedo que generó en los ciudadanos el nacimiento de seres con habilidades especiales y el mal uso de éstas. Actualmente, casi la mitad de la población posee alguna de éstas habilidades, y de ellos, al menos el 30% la posee en un nivel de moderado a alto. J.M.F trata de reclutar a esas personas, ayudarlas a desarrollar su potencial y enseñarles que pueden hacer el bien y, además, tener un próspero porvenir. El día de hoy, 20 de junio de 2035, es la decimoquinta Selección. Hay grandes expectativas puestas en ella, miles de chicos de todo el país esperan conseguir un lugar en el cuerpo de J.M.F. y convertirse en alguien no sólo respetado, sino también amado, algo así como un Héroe. Como cada año, los cupos son limitados, pero eso no desalienta a los jóvenes que ansían la gloria, sino que les da un objetivo en sus vidas para esforzarse, entrenar, y superarse.
Capítulo 1 Todos los presentes estaban asombrados, maravillados, pero ella mucho más. Por alguna razón aquello le encantaba. No podía creer que en el mundo hubiera tantas habilidades; tan diferentes, extrañas, únicas y poderosas. Deseaba con todas sus fuerzas ser parte de todo eso, sentía que ese era su lugar, que había nacido para ello. Miraba una por una a las personas que iban pasando, como una niña, maravillada y completamente extasiada con el espectáculo frente a ella. Algunas habilidades le sorprendían, otras le causaban intriga, y otras simplemente entraban en el rango de las “comunes”, y sólo les prestaba una mínima atención. Como esa última persona en pasar, que su único poder era hacer brillar cualquier objeto que tocara. Claro, era útil si te perdías en medio del bosque por la noche, o en una caverna sin una linterna, pero más allá de eso era una más del montón, no servía en batalla, y, por ende, era seguro que no quedaría seleccionado. Un rival menos, pensaba cada vez que alguien así se presentaba. —El siguiente, por favor… —oyó decir, sabiendo perfectamente que al fin era su turno. La pantallita en el centro del lugar, justo por encima de los evaluadores, indicaba el mismo número que tenía la placa de plástico que había enganchado en su blusa al entrar al recinto. Mordió su labio sintiendo nervios por primera vez en el día. No era por el miedo, sino por la emoción, la adrenalina de la situación. Su piel se erizó de sólo pensar que los próximos diez minutos definirían cómo sería el resto de su vida. Pasaron personas realmente imponentes, como aquel muchacho que podía controlar el fuego a su antojo, incluso crear aliados a partir de él. El dragón que presentó fue realmente impresionante, y mucho más que incluso pudiera montarse sobre él, sin siquiera quemar su ropa. Luego estaba el otro chico, quien podía utilizar el viento para cortar lo que sea. No sostenía nada en sus manos, pero cada movimiento creaba una ráfaga tan filosa que valía más que cualquier espada. Nadie podría sospechar de él, podría entrar a cualquier lugar completamente limpio, aunque en realidad llevase un arsenal consigo. Esas eran habilidades dignas de un campo de batalla. ¿Estaría ella a la altura? Sí, no tenía dudas de ello. Llevaba mucho tiempo esperando ese momento, esperando tener la oportunidad de presentarse, y no lo iba a desperdiciar. Ya hacía un par de años que trataba de entrenar su poder, y finalmente sentía que tenía un nivel lo suficientemente aceptable como para que se fijaran en ella, por eso estaba allí, y no iba a echarse atrás, no ahora. —¿Señorita Price? —le apuró la voz, y un murmullo se hizo presente—, ¿Rebecca? —Sí, sí… —suspiró, levantándose de su asiento, acomodando su falda y caminando lentamente hasta colocarse justo en el centro de aquél enorme gimnasio. El lugar no era muy distinto al gimnasio de su instituto, gradas a ambos lados -repletas de gente-, suelo de madera lustrado y resplandeciente, y paredes de cemento pintadas de un verde agua de bastante mal gusto. Distribuidas sin orden alguno, varias mesas, muebles, sostenedores y baúles, llenaban el predio. Cada una con objetos particulares, que estaban al alcance de todos para usarlos libremente en sus presentaciones. Armas de fuego, variedad de espadas, dagas y cuchillas, distintas probetas con químicos y sustancias que no lograba reconocer, y también distintos animales; esas eran sólo algunas de las cosas que allí se podían observar. Miró a su alrededor y no pudo evitar sonreír. La adrenalina estaba a flor de piel y miles de ideas revoloteaban por su cabeza, sólo bastaba elegir alguna de ellas. Caminó parsimoniosamente por las mesas, dejando que sus manos recorran los distintos objetos, pensando en cuál sería el indicado para dejar una buena impresión. Si bien el murmullo iba creciendo, ninguna voz volvió a apurarla. Sabía muy bien que los evaluadores analizaban cada uno de sus movimientos, y que al menos por ahora no se atreverían a interrumpirla. No era sólo la habilidad en sí, sino también la actitud, la condición física; cada detalle importaba en aquél examen. Siguió así, hasta que finalmente lo encontró, el objeto perfecto para comenzar con el show. Tomó con una de sus manos una katana que estaba elegantemente acomodada en su soporte y juguetonamente dio unas cortadas al aire para acostumbrarse a su peso. La analizó, cada detalle, el color de la empuñadura, del acero; debía recordar y procesar cada característica que ésta presentaba. Luego, se tomó unos segundos para mirar bien a cada una de las personas que le rodeaba. Podía notar una cierta intriga en la gran mayoría, y en cierta forma le encantaba, esperaba ansiosa ver cómo reaccionarían ante la pequeña sorpresa que acaba de planear. —Mi nombre es Rebecca Price, tengo 17 años y vengo a postularme como Agente de la J.M.S. —comenzó a decir con un tono tranquilo, mirando hacia la muchedumbre. Luego, se giró hasta los cinco escritorios en donde los evaluadores le observaban y prosiguió—. Sería un honor para mí que me tomen en cuenta para su proyecto, y espero disfruten de mi pequeña y humilde presentación~ —dijo con una pizca de picardía, y tras eso chocó la punta de la katana contra el suelo suelo. Al instante, un leve temblor se sintió. Fuera, el cielo se había comenzado a nublar, y en cuestión de segundos una lluvia cuasi torrencial se había liberado. Sonoros estallidos causados por los truenos hicieron a más de uno de los presentes sentirse incómodo en aquél lugar. Se podía ver desde las ventanas como el cielo soleado había desaparecido dejando un gris oscuro en su lugar. Dentro, una ventisca se levantó casi al instante, haciendo que los largos y ondulados cabellos negros de la muchacha ondearan juguetonamente en el aire. Luego, el suelo volvió a temblar, pero esta vez con un poco más de fuerza. Las enormes lámparas que iluminaban el estadio, ahora estaban parpadeando, dejando por segundos completamente oscuro el lugar. La muchacha tenía una sonrisa de satisfacción es su rostro, las cosas iban bien hasta el momento, y estaban a punto de ponerse mejor. Nadie decía nada, un nerviosismo contagioso inundó el lugar, y Rebecca pudo notar que todos los ojos se dirigían a ella. —Ahora que tengo su atención… —dijo volteando hacia su derecha, quedando de frente a una de las tribunas. Extendió lentamente su brazo con el arma apuntando hacia ellos. Al instante, el duro metal de la hoja comenzó a sisear como si de una serpiente se tratase, y para sorpresa de todos, comenzó a extenderse hasta llegar justo frente la multitud. Tal y como si tuviera vida propia, se deslizaba tranquilamente en el aire frente a ellos, como si el reptil estuviera eligiendo a su presa. Un grito se escuchó en cuanto ésta, sin darle tiempo a reaccionar, se clavó en uno de los chicos que estaba allí observando. La espada quedó enterrada exactamente en medio de su pecho, dejando salir una corriente de sangre que rápidamente cubrió al chico y cayó en cascada por los escalones de las gradas. El joven estaba pálido, su boca abierta queriendo gritar, pero sin emitir sonido, mostraba claramente el terror que el pobre sentía. La muchacha que estaba a su lado, quien sí había gritado de la impresión, ahora estaba desmayada sobre él. La espada había dejado el cuerpo del muchacho, y ahora zigzagueaba peligrosamente por entre las personas, cortándolos y atravesándolos como si de simples papeles se tratasen. Finalmente, otro grito se escuchó, y luego muchos más; el caos se hizo presente en todo su esplendor. Varios de los atacados yacían en el piso, otros corrían como locos mientras regaban de sangre todo el lugar. Los de la tribuna de en frente quedaron atónitos ante aquella escena, y sin dudarlo se levantaron y corrieron hacia la salida intentando huir. Pero era inútil, los que alcanzaron la puerta por la que antes habían entrado se dieron cuenta que ésta no cedería ante ellos. No había escapatoria. —Hey, maleducados. Yo tuve que esperar a que cada uno de ustedes pasara, ¿no pueden hacer lo mismo conmigo? —dijo Rebecca fingiendo sentirse ofendida y dando un leve golpe con el tacón de su zapato en el suelo, haciendo que éste temblara de nuevo, pero esta vez sin detenerse. La construcción que parecía tan sólida comenzó a desmoronarse poco a poco. Pedazos de escombro caían sobre la multitud desesperada, que no podía hacer más que gritar e intentar esquivarlos. Aún así la mayoría no lo lograba y quedaban atrapados bajo los pedazos de cemento. Rebecca suspiró, y con un leve movimiento retrajo el filo de la katana hasta su tamaño original. Satisfecha, miró a su alrededor, disfrutando de su buen trabajo. Pero hubo algo que le hizo flaquear su orgullo, un joven para ser exactos. Sus ojos azules estaban fijos en ella, con una expresión un tanto severa. Cuándo ella le miró, el movió lentamente su cabeza en signo de negación. —Pero qué se cree… —pensó frunciendo el entrecejo, mientras volvía nuevamente a su lugar en el centro del gimnasio. Tratando de no perder la calma, siguió observando pasivamente el resto de las tribunas, y para su sorpresa, pudo notar que, así como ese muchacho había otros más. No eran demasiados, pero para ella eran más de los que esperaba ver. Rebecca sabía que aquello no era bueno, no esperaba ver tantos Espers con niveles más altos que los de ella. Rogaba que su presencia no afectara a su presentación, después de todo, el resto de los cientos de chicos estaban desesperados buscando una manera de huir de aquél infierno, aquello debía ser suficiente para los evaluadores. Se paró frente a ellos e hizo una leve reverencia. La mujer que la había invitado a pasar estaba sonriendo, y pudo notar que el resto de los jurados tenían también buena cara, eso la dejaba más tranquila. —Espero se hayan entretenido, creo que mi tiempo de presentación ya ha acabado —dijo devolviéndoles una bella e inocente sonrisa, tras dar un rápido vistazo al reloj justo al lado de la pantallita con su número en ella. Al instante, todo a su alrededor se normalizó. El cielo fuera volvía a estar del mismo azul que antes, las paredes verdosas estaban intactas al igual que el suelo. Miró a su público y pudo ver que todos, o casi todos, estaban paralizados en sus lugares sin llegar a entender qué había pasado. El chico que había sido atacado al comienzo se tocaba incrédulo el lugar donde segundos antes había tenido clavada una espada que por poco acababa con su vida. Se escucharon algunos llantos, unas maldiciones y notó que varios se levantaban de su lugar y salían de allí sin decir ni una palabra. —Oh, ten por seguro que sí lo hicimos—dijo la mujer mientras hacía unas anotaciones en la libreta que tenía en sus manos. Rebecca sonrió satisfecha, y como si nada volvió a su lugar. —¿El siguiente? —Dijo nuevamente, pero para su sorpresa, ya no había más voluntarios. Esperó al menos un minuto antes de continuar, por si alguien más cobraba algo de valor, pero nada. —Si no hay nadie más daré por finalizada esta Selección —comenzó a decir mientras se levantaba de su asiento—. En los próximos días estarán recibiendo una carta en las que se le indicaran si siguen en el proceso, o no. Esperamos hayan tenido una experiencia tan agradable como nosotros, y como ya saben estamos agradecidos de que desean ayudarnos a hacer de esta una mejor ciudad para todos. Dicho esto, el resto del jurado se levantó y los cinco se encaminaron hacia una pequeña puerta a un costado del gimnasio. El resto de los chicos que aún permanecían allí, no más de veinte, esperaron de pie hasta que los superiores hayan desaparecido de su vista, y luego se dirigieron hacia la salida. —¡Hey, tú! —sintió que le llamaban al poco tiempo de salir del edificio. Suspiró algo molesta ante la idea de que perdería el autobús, pero aún así se giró a ver quién solicitaba su atención. —¿Sí? —dijo, observando al chico frente a ella. Cabello rojizo un tanto largo y rebelde, y unos ojos que respetaban la misma tonalidad sólo que un poco más claros. Medía apenas unos centímetros más que ella, y vestía el uniforme de una prestigiosa escuela que conocía bastante bien. Su rostro era algo aniñado, y su sonrisa encantadora, aún así no demostró simpatía pues le recordaba como una de las personas que no cayó ante su ilusión, y, por ende, un posible rival— Estoy algo retrasada —dijo secamente. —Lo siento, lo siento —se disculpó con una torpe reverencia—. Sólo quería decirte que estuviste genial, tienes una habilidad súper impresionante —dijo eufóricamente, con sincera admiración. Aún así, la otra no cedió en su postura. —Tan impresionante no debe ser si no logré afectarte, ¿no crees? —Díselo a los otros cientos de chicos que no dormirán por unas cuantas noches. —Rebecca no pudo evitar sonreír ante el comentario, y asintió con un leve movimiento de cabeza. —Supongo que tienes razón… —dijo finalmente relajándose un poco— Fue divertido al menos, ¿no? —Oh, por supuesto que sí, creo que más de uno se orinó en su asiento —ambos rieron—. Por cierto, mi nombre es Lucas —se presentó el chico extendiendo su mano. —Rebecca Price —contestó ella amablemente correspondiendo su saludo. —Creo que has sido quien ha decido el futuro de nosotros, lo sabes, ¿no? —comentó el joven dando una rápida mirada a los chicos que les rodeaban, muchos de ellos con un notable trauma. —¿A qué te refieres? —preguntó, a pesar de que creía entender a qué se refería. —En el fondo lo sabes, Rebecca. Los que pudimos ver a través de todo el engaño, es obvio que seremos los primeros en la mira de la J.M.F. El resto de por sí no tienen oportunidad. Ceder tan fácil… Es obvio que su nivel aún es muy bajo como para pensar siquiera en ser tomado en cuenta por una asociación tan prestigiosa como ésta, muchos incluso quedarían mejor en un circo. Lucas estaba en lo correcto. Era más que lógico que si lograron evitar su engaño es porque su nivel de habilidad era igual o superior al de ella. Hasta ese momento sólo una persona lo había hecho, y no era nadie de los presentes aquél día, el resto siempre caía como niños. A ella le encantaba molestar a sus compañeros en primaria, e incluso actualmente en secundaria lo seguía haciendo de vez en cuando. Le divertía verlos engañados, pero lo que más la satisfacía era sentir que ella podía controlarlos con sólo una pizca de esfuerzo. —Es bueno saber que me saqué el 95% de la competencia de encima, ¿no? —Pues sí, pero aún nos tienes a nosotros, no te olvides —contestó el pelirrojo con una sonrisa algo pícara—. ¿O acaso crees que eres mejor que todos los que te evitamos, Rebecca? —Eso lo veremos en la siguiente prueba —contestó devolviéndole la misma sonrisa. No sabía en que momento la conversación había dejado de ser amistosa, pero obviamente no cedería ante sus provocaciones—. Por cierto, Lucas, ¿no crees que romper todo es algo… anticuado? —Mmm… ¿Tu sí lo crees? —Preguntó ya sin una sonrisa, mirándola con una pizca de arrogancia—. Fue un placer conocerte, Rebecca, creo que ya debo irme. Veremos en el siguiente examen qué tan anticuado te parezco cuando seamos uno contra el otro, ¿te parece? Dicho aquello, se fue por el lado contrario al que tenía planeado ir la joven, moviendo ligeramente la mano derecha en alto, en señal de saludo. *** —¿Y? ¿Qué te pareció? —Engreída —respondió el pelirrojo cruzándose de brazos, con un gesto de enfado en su rostro. —Sabes de que hablo, Lucas, sé objetivo. —No es sobresaliente, pero tiene potencial —respondió encogiéndose de hombros—. Con algo de entrenamiento puede volverse una gran ilusionista, estoy seguro que la J.M.F. estará interesada en ella. Ese tipo de habilidades escasea, o, mejor dicho, escasean las personas que quieran hacer un buen uso ellas, pues en el bando de los malos los ilusionistas son nuestro mayor problema… —Enfrentarse a un buen ilusionista es una molestia, nadie quiere tenerlos como enemigos. Seguramente quedará, y la entrenarán como es debido… —el moreno suspiró— ¿Algún otro que te haya llamado la atención? —Me gusto mucho el chico de los rayos, no puedes negar que su presentación no fue original —comentó con el dedo índice en su barbilla, pensativo— ¿Tú lo conoces, verdad? Es el hermano de Jacob. —Sí, desgraciadamente él también es bueno en lo que hace… Supongo que este es el mejor ejemplo de que las habilidades no sólo se heredan, sino que evolucionan constantemente con las generaciones… —¿Crees que la organización se arriesgue? —Sería un desperdicio no intentarlo, ¿no? J.M.F. no está en una posición de rechazar un diamante en bruto como él, por cada uno de ellos que consiguen, tres iguales se unen al otro lado. No pueden seguir permitiéndose quedar en desventaja, todo el país tiene los ojos en ellos. —Es bueno que hayas decidido volver, Jeff —dijo completamente de la nada, apoyando su diestra sobre el hombro del pelinegro, con una suave sonrisa. —Es difícil dejarlo una vez que estás dentro, o más bien al revés, no puedes resistirte a lo que llevas dentro… Todos nosotros lo hemos sentido alguna vez, esa necesidad de mostrarnos, de hacer uso del don que se nos ha dado. No es fácil tener una vida normal cuando ya has probado la “otra vida”… —Pero tampoco es fácil abandonar esa vida normal de la que hablas, tarde o temprano extrañas esos pequeños detalles que te hacen sentir… humano —el pelirrojo suspiró con cierta melancolía, en su mente varios recuerdos pasaban, así como en la del otro que lo miraba con empatía—. El desafío está en encontrar un equilibrio, y aunque nos ha costado, creo que lo hemos logrado bastante bien, ¿cierto? Jefferson no dijo nada más, simplemente asintió en silencio. Que su amigo pensara así en cierta forma era bueno, si a él le servía, pues qué suerte. Pero la verdad era que el desafío no era el equilibrio del que hablaba, pues eso era imposible cuando estás ya tan metido en la Organización. La gran prueba que un esper debía sortear era entender que su vida como un simple humano había llegado a su fin, por más que fueran al instituto, tuvieran amistades, o fingieran interés en cosas banales como la moda, las salidas y demás, su mente y alma ya no eran las mismas, ambas estaban completamente concentradas en su deber, y en lo principal: mantenerse con vida y proteger a los que eran inferiores a ellos, los verdaderos humanos.
Hola :3 Realmente me ha gustado mucho esta historia. Está bien narrada, se me hizo fácil leer y muy entretenido ^^ No encontré faltas ni nada, pero la verdad es que no estuve fijándome en eso C: El argumento es de verdad interesante y se nota que se pondrá aún mejor a medida que vaya avanzando n.n Quedé muy sorprendida con la ilusión que creo Rebecca *-* al principio no podía creer lo que estaba haciendo, no entendía, porque yo la veía muy ilusionada con entrar y después empezó a lastimar gente y romper todo xD jajaja Me dejó intrigada el final, muero por saber la historia detrás de Jeff, y de Lucas también :3 Oh, y donde dice: "Hasta ese momento sólo una persona lo había hecho, y no era nadie de los presentes aquél día" me encantaría saber quién fue esa persona e.e Espero que actualices pronto, ansío mucho seguir leyendo sobre esta historia ^^ Si no es mucha molestia te pido que me avises cuando subas el siguiente capítulo (: ¡Saludos!
Capítulo 2 El instituto Zuversicht es uno de los mejores en la ciudad, y a diferencia de la gran mayoría, es mixto. Esto no se refiere precisamente a que permite el ingreso de hombres y mujeres, sino que permite a Espers y Gois –humanos sin habilidades especiales- estudiar juntos en un ambiente controlado y ameno, sin hacer diferencia alguna entre ambos. Por lo general, los institutos de la ciudad se especializan en una única clase de alumnos, alegando que es la mejor manera de desarrollar al cien por ciento su capacidad cognitiva y física. Por ejemplo, un instituto promedio que se especializa en Espers, tiene como ramas principales Técnicas de combate, o Control de la ira, y otras especializadas en Gois se centran en Técnicas defensivas contra habilidades, y por supuesto, las comunes como son la matemática y la biología, por ejemplo. En Zuversicht se busca el equilibrio entre ambos mundos, y pese a que cualquiera pudiese creer que allí habría un sinfín de casos de abuso de Espers contra Gois, la realidad es que congeniaban extrañamente bien. Después de todo, no cualquier Esper ni cualquier Gois era aceptado, si estabas allí era porque sobresales de alguna manera. Ya eran casi las ocho en punto de la mañana, las clases estaban a punto de comenzar y la mayoría de los estudiantes se encontraban en su salón aguardando la llegada de sus profesores, charlando sobre lo sucedido el día anterior, o simplemente leyendo, e incluso durmiendo algunos minutos más. —¡¿Que hiciste qué?! —exclamó cierta muchacha a su amiga, completamente consternada por lo que acaba de oír. —No grites, Jo—le regañó la otra, mientras con un gesto se disculpaba con el resto de sus compañeros—. Y agradece que el profesor no esté, sino seguramente nos darían un par de horas de castigo… —No me cambies el tema, Rebecca, ¿cómo se te ocurre presentarte a la prueba de fenómenos del estado sin siquiera avisarme? —el tono de su voz era duro, severo, pero se contradecía con su mirada, que denotaba cierto temor y preocupación. —¡Hey, no seas cruel! Soy uno de esos fenómenos después de todo, ¿recuerdas? —Claro que sí, y yo también, gracias a que mi amada madre se metiera con mi amado, pero extraño, padre y me concibieran. Pero no por eso me viste allí presentando un show de circo para esos. —Quería hacerlo, Johanna. Sabes lo que pienso: si puedo ayudar en algo a esta ciudad, ¿por qué no intentarlo? —Porque perderás tu tiempo, tu libertad. Y obviamente, pondrás en peligro tu vida cada día. ¿Sabes cuantos agentes mueren al año? No quiero ir a tu funeral, amiga… El negro no me sienta bien, para nada. Soy demasiado pálida —si bien intentaba pasar aquello como una simple broma, lo cierto es que esta charla ya la habían tenido infinidad de veces, y si bien Johanna siempre había logrado contener a su amiga en las anteriores Selecciones, esta vez se le había escapado de sus manos. —No tendrás que ir a ningún funeral, tenlo por seguro. Soy bastante buena, y lo sabes —agregó con una sonrisa de autosuficiencia. —En peleas escolares, en el parque, o en pequeños lugares, pero nunca has usado tus poderes luchando contra el crimen, con tu vida en riesgo… Eres muy buena con tu habilidad, sí, pero ser un Agente es un tema aparte. —Si soy seleccionada, es porque tengo potencial, ¿no? Me entrenarán, me haré más fuerte, útil —sus ojos brillaban, ya podía imaginarse a sí misma vistiendo su uniforme, en reuniones secretas con sus compañeros y luchando contra los malos, pero la mirada de súplica de la otra le hizo dejar esas fantasías y volver mínimamente a la realidad—. De acuerdo, no diré más… Mejor esperemos a ver si fui aceptada al menos, ¿sí? —concluyó dándose por vencida. —Prométeme que cuando llegue la carta, la abriremos juntas. Sabía que moriría de nervios cuando recibiera el bendito sobre, pero era lo menos que podía hacer por su amiga, después de todo lo único que hacía era preocuparse por ella. Asintió, tomando una de sus manos para sellar el trato. —Lo haremos juntas, lo prometo. —Ahora dime… —siguió la joven de cabello rubio ceniza, acercándose a su amiga buscando algo más de privacidad— ¿Había gente “interesante”? —inquirió con algo de picardía, dejando atrás los malos pensamientos al menos por ese entonces. Ya no había más vuelta que darle, su amiga se había postulado y lo único que podía hacer por ahora era esperar. La otra, encogió los hombros y suspiró. —Si te refieres a personas con poderes fuera de lo común, oh, sí que los había. Si hablas de chicos “sensuales”, no presté atención realmente… —ambas rieron por unos segundos, hasta que finalmente el profesor llegó y su clase aburrida de Historia dio comienzo. Como de costumbre, ninguna prestó atención realmente. Historia era de esas materias que con leer un poco la noche anterior al examen lo pasabas sin problemas, así que en general nadie siquiera tomaba notas, y el profesor mucho menos se esforzaba en que lo hagan. Era un pacto entre ambos lados, ninguno molestaba al otro y de esa forma pasaban un año tranquilo sin ningún disgustos. —No olviden para la clase que viene tener lista la exposición sobre el tema que se les asignó, es una parte importante de la nota —les recordó a todos antes de dejarlos salir, y fue lo único que Becca escuchó en todo lo que duró la clase. —¿El domingo en mi casa? —le preguntó a su amiga y compañera de todo grupo que no sea elegido por algún profesor o una lista azarosa. —Como siempre —afirmó la rubia. —Para ese entonces ya debería tener el sobre en mi poder, creo que es el día perfecto para abrirlo, ¿no crees? Johana suspiró, alzando su mano para que el autobús que se aproximaba parara por ella. —Ningún plan sonaría mejor que ese…—comentó sin ni una pizca de entusiasmo, viendo como el vehículo poco a poco iba acortando la distancia con ella— Nos vemos mañana, Becca —se despidió con una frágil sonrisa, pero antes de que pudiera voltear hacia el bus que estaba estacionándose a su lado, se vio envuelta por los brazos de la pelinegra y estúpidamente cautivada por el dulce aroma de su perfume. —Todo saldrá bien, amiga… —sintió murmurar en su oído, sin poder controlar el rubor que poco a poco iba cubriendo sus mejillas. —Lo sé, lo sé —dijo zafándose de su agarre y subiendo rápidamente al transporte—. Ten cuidado al volver a casa —le advirtió, tratando de sonar lo más tranquila posible, y tras un movimiento leve de su mano y una sonrisa un tanto forzada, la puerta se cerró y el vehículo emprendió su viaje. Rebecca se quedó unos cuantos minutos más parada allí esperando al autobús que la acercara a ella a su propio hogar, pero la impaciencia pudo más y terminó dejando el lugar para volver a pie. El día estaba lindo, era plena primavera y nunca le había molestado caminar a casa, no era muy lejos después de todo. Más que nada lo hacía por su madre, que luego del accidente de su padre había quedado algo paranoica y le obligaba a tomar siempre algunas precauciones extras. ¿Y quién no lo haría? Que de la nada le caiga un florero desde el cielo a tu marido, lo golpee en la cabeza y lo deje en coma por los siguientes cuatro años es algo que traumaría a cualquier persona. Y más cuando se enteró cuatro días después de que sucediese, porque justo había salido sin sus documentos y nadie pudo identificarlo antes. Era un claro ejemplo de que, si algo malo puede suceder, sucederá. Ella misma se sorprendía a veces caminando justo en el borde de la acera, lejos de cualquier ventana o balcón de la cual pudiera caerle algo, y se reprendía mentalmente obligándose a caminar como corresponde. Si bien se sentía triste con todo eso, y realmente extrañaba a su padre, había aprendido a vivir con ello y seguir adelante. Los médicos le dijeron que era más probable que despertara a que sucediera algo peor, estaba perfectamente estable, como si se hubiera echado una siesta y se hubiera olvidado de encender el despertador. Lo visitaba bastante seguido, turnándose con su madre para hablar con él, cambiarle las flores y ver que todo estuviera bien. Para su suerte, los gastos médicos los cubría la empresa para la que él solía trabajar antes de accidentarse, y el dinero en casa no era problema, con el sueldo de su madre alcanzaba para ambas. En general la vida era llevadera, salvo por esos minutos en que duraba la cena, y el asiento vacío les recordaba su ausencia. —Creo que hoy es un buen día para visitarlo… —pensó doblando por una calle que le llevaría hacia la clínica, y escribiéndole un texto a su madre para que no se preocupara por si le llamaba a casa y no estaba. Ya le había sucedido una vez, su madre llamó a la policía porque esa noche no había vuelto a su casa, y todo por creer que presionó “enviar” al mensaje en donde le explicaba todo, lo cual por distraída no había hecho. Compró unos bonitos claveles blancos con tintes violáceos en las puntas de los pétalos en la tienda que estaba justo frente al sanatorio y fue directo a la habitación en donde su padre dormía. Las enfermeras le saludaron, lo mismo la recepcionista y el encargado de la limpieza. Ya prácticamente conocía a todos allí, y todos la conocían a ella y a su madre— ¿Ha habido algún cambio? —fue lo primero que preguntó a la muchacha que acomodaba la almohada bajo el hombre, y luego las sábanas de la cama. —¿Disculpa? —le preguntó esta, volteando a verla algo confundida. —Oh, lo siento, pensé que eras Carmen… Mi nombre es Rebecca y soy la hija de James, es un placer —explicó extendiendo su mano a la enfermera con una sonrisa. —No hay problema —dijo tomando su mano, observándola rápidamente de pies a cabezas, como investigándola—. Soy Sophie —dijo al fin—, y es mi primer día por aquí. Pero ya he terminado, así que los dejaré solos para que se pongan al día, de seguro has de tener mucho que contarle —dicho aquello, simplemente salió del cuarto. Becca no le dio mayor importancia, no era la primera enfermera nueva que conocía, aunque sí la más joven, no parecía mucho mayor a ella, a decir verdad. Acomodó los claveles en un florero, tirando en el cesto los que ya estaban marchitos, y luego se sentó en un pequeño banquito al lado de la cama. Le contó su última gran noticia, con lujo de detalles. Cómo había sido su presentación, lo que había visto, incluso la charla con su primer rival verdadero. Estaba muy entusiasmada, y en el fondo sabía que su padre de alguna manera se alegraba de escucharle, él siempre la había apoyado en todo y jamás dejaba de alentarla y darle ánimos para que no se rindiera. Cuando descubrió su habilidad fue el primero en felicitarla, a diferencia de su madre que tardó un poco en procesar aquella noticia, aunque también con el paso del tiempo lo aceptó. Su única condición era no usar la habilidad en casa ni con ninguno de ellos, pues como toda madre, no quería que su propia hija le mintiese, porque eso eran las “ilusiones” para ella, una manera más realista de mentir, y más peligrosa. Sabía que fuera de la casa Becca haría lo que quisiera, pero confiaba en que su hija se controlaría y así era, nunca abusó de su poder más que para bromear y divertirse, y mucho menos luego de conocer a Johanna, quien aparte de volverse su mejor amiga, resultó ser también algo así como su mentora y consciencia. Aparte de su padre, era la única que siempre la felicitaba por sus progresos en el manejo de su habilidad, haciéndola sentir orgullosa de sí misma y, por sobretodo, segura. —Cuando despiertes, verás a la mejor Agente de Edelstein, papá. Estarás orgulloso de mí, ya lo verás —fue lo último que dijo antes de levantarse de su asiento. Miró por la ventana y notó que ya el sol se estaba poniendo; era tiempo de volver. Besó a su padre en la frente, y se tomó unos segundos para mirarle. Se veía tan tranquilo y ajeno a todo. Tomó su mano una vez más, estaba cálida, y eso la reconfortaba— Se que cuando amas a alguien, no necesitas pruebas, pero… Realmente me gustaría que me dijeras que todo va a estar bien, papá —murmuró viéndole con nostalgia. Y fue en el segundo en que soltó su mano y se giró para irse, cuando un leve temblor se sintió bajo sus pies. ¿Un terremoto?, fue lo primero que pensó, pero nada más ocurrió— Sólo fue un pequeño… —no llegó a terminar la frase cuando sintió una suave presión en su mano que le heló el cuerpo— ¿Papá? —preguntó ilusionada, volteando nuevamente hacia él, y allí estaban, ese par de ojos miel casi idénticos a los suyos, mirándole fijamente— ¡Papá! ¡Estas…! —pero la, al principio suave, presión en su mano había crecido siendo ya molesta— Me estás haciendo doler… —dijo en un vano intento de detenerlo. Porque el hombre realmente parecía no entenderle, y esa mirada vacía no le estaba gustando para nada. Sus ojos se llenaron de lágrimas al instante, y aunque trataba de zafarse, el agarre era demasiado fuerte. Y no podía gritar por ayuda a las enfermeras, por más que quería su cuerpo no se lo permitía. Estaba paralizada, realmente tenía miedo. —¡Suéltame, papá! —le pedía, pero era inútil, el otro no le escuchaba, o no le importaba lo que decía realmente porque en lugar de liberarla, jalaba lentamente de ella para acercarla más a él. Una leve sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro, y la mirada vacía ahora daba una clara muestra de odio— ¿Por qué huyes de mí, mi querida Rebecca? —preguntó el hombre. Ella no respondió, sólo miraba a su alrededor buscando alguna forma de escapar, pero no había nada. La puerta estaba cerrada por lo que nadie en el hospital podía verlos, y sus cuerdas vocales aún no se dignaban a hacerle caso— Sólo te diré esto una vez, mi pequeña, así que escúchame bien: Abandona tus ideas locas de ser un Agente, no sirves para ello y nunca lo harás, mírate, eres patética. ¿Dónde está tu seguridad ahora, ese “seré la mejor” que acabas de decir? —Su padre la soltó, y por la fuerza que ella hacía para zafarse, terminó perdiendo el equilibrio y cayendo al suelo. —¡Basta! —Exclamó finalmente logrando hablar, y en cierta forma aquello le dio una mínima seguridad— ¿Qué diablos eres tú? No eres mi padre, el jamás diría algo así, ¡jamás me haría daño! Una risa gutural se escuchó, y a su alrededor la luz propia del día y del sol disminuyó poco a poco, hasta dejar la habitación completamente a oscuras— ¿Qué tu padre no te haría daño? Oh, claro que no, eres su preciada hija, ¿no es cierto? —el tono de voz era severo y denotaba odio. Cada palabra salía como una daga que intentaba dar en su cuerpo, dañarla. —¿Realmente piensas que eso es así? Este egoísta, cegado por el poder, no le importaba nadie más que él mismo. Si cuidó tanto de ti, fue sólo para su propio beneficio, no te confundas. Deberías agradecerme de que lo dejé en este estado, te he hecho el gran favor de tu vida, Becca. —¿Que tú lo hiciste? ¿A qué te refieres? ¡¿Quién eres?! —la impotencia por no poder hacer nada, por no saber quién demonios le estaba hablando, le molestaba. Ni siquiera podía moverse libremente, a su alrededor todo era igual de negro, como si sus ojos estuvieran cerrados y por sus párpados no pasara ni el más mínimo brillo de luz— ¡Cúralo! —exclamó, más en súplica que como una orden— No sé qué te ha sucedido para que pienses así, pero estoy segura que es un mal entendido. Mi padre es una buena persona, un simple abogado que lo único que ha hecho toda su vida es cuidar de su familia. —¿Acaso no me escuchas, estúpida? —reprochó nuevamente la voz. — Te ha mentido, Rebecca. A ti, a tu pobre madre, y todo mi plan iría bien si no hubieras tenido la brillante idea de unirte a la J.M.S., te hubieras podido salir del horrible destino al que tu padre te estaba encaminando. ¿O piensas que él simplemente era un padre orgulloso porque su hijita era una prodigio? ¡Claro que no! Sólo quería usarte, verte crecer lo suficiente como para luego poder experimentar contigo, es lo que él hace, su verdadero trabajo. —¡Mientes! Mi padre no es nada de lo que tú dices, es imposible —se levantó con ayuda de sus manos contra el suelo, y si bien no veía nada, se quedó allí plantada como si de alguna forma supiera que la otra persona sí le podía observar— Digas lo que digas, no cambiarás lo que siento —intentaba sonar segura, y si bien sentía a sus piernas temblar bajo ella, y el palpitar de su corazón completamente acelerado, trataba de no ser dominada por el miedo y recuperar la calma—. Mi padre jamás dañaría a su familia, él nos ama —fue lo último que dijo, y la luz volvió al fin. Abrió sus ojos lentamente, y pasaron varios segundos antes de darse cuenta que aún estaba en el cuarto del hospital, sentada en el banquito en el que siempre se sentaba, apoyado su torso sobre la camilla de James. Al parecer se había quedado dormida, y todo aquello no había sido más que un mal sueño, o al menos eso intentaba creer. Sabía que todo aquello no había sido una simple creación de su mente, pero no se le ocurría quién podría haberlo hecho y pensar en eso sólo la alteraba más. Miró a su padre, aún dormido. Sus ojos bajaron a su mano, aquella mano que en su pesadilla le había agarrado tan fuerte que incluso ahora una vez despierta, aún le dolía. Se acarició con su otra mano la muñeca, y con el tacto el dolor se acrecentó. Se subió la manga preocupada, quedando boquiabierta ante lo que sus ojos encontraron frente a ellos. Allí, unas pequeñas marcas moradas se dibujaban en su blanca piel, desconcertándola aún más. ¿Acaso no había sido sólo un sueño? Miró nuevamente a su padre, descartando completamente la idea de que él había sido el culpable, luego miró a su alrededor, en busca de alguna señal, pero nada, no había rastros de que alguien hubiera estado allí con ella. —Discúlpame, pero debo irme… —le dijo a James, besando su frente y saliendo del cuarto rápidamente. Lo único que quería era irse de ese lugar lo más pronto posible. Jamás en su vida había experimentado en carne propia lo que era vivir una ilusión de ese tipo, las había hecho, sí, muchas veces, pero jamás siquiera tuvo una idea de lo que se siente que tu realidad se distorsione de tal manera. Sentir algo que es imposible, posible, que tu propia razón sea flaqueada. Y lo peor, la marca en su piel, una clara muestra de que había algo más en todo aquello. Sabía de personas capaces de hacer lo que ella hacía, pero desde el subconsciente, hipnotizándolas o directamente metiéndose en sus sueños, pero jamás había oído sobre secuelas físicas de todo aquello. Estaba alterada, y sumando lo que esa voz le había dicho sobre su padre, su mente era un completo caos. No lo creía en absoluto, pero que le diera esa horrible sensación era algo inevitable. Aunque por ahora lo que debía hacer era llegar a casa y ahí tratar de calmarse y pensar fríamente en todo. Debía haber alguna explicación lógica para ello, sólo necesitaba calma para pensarla. —¡Hey, detente! —sintió gritar a una voz que jamás había escuchado, y luego un fuerte tirón en una de sus manos le hizo parar en seco y perder un poco el equilibrio, pero sin caer. Una bocina de un auto se escuchó, un insulto que no terminó de entender, y ahí recién miró la calle frente a ella con el semáforo en verde para los autos, y en rojo para los peatones. —Deberías tener más cuidado, Rebecca —sintió a sus espaldas, esta vez de una voz que sí había oído hacía poco. Se volteó enseguida, encontrando sus ojos al joven pelirrojo que había conocido precisamente la tarde anterior, y luego a otro muchacho que aún manteniendo su agarre le miraba con ojos severos, tal y como lo hizo en su presentación. El chico sólo la miraba, reprendiéndola sin decir nada, y soltándola finalmente sólo para así poder guardar su mano en el bolsillo de su chaqueta— Vamos, Lucas, o se nos escapará otra vez —le indicó a su compañero desviando la mirada de ella, y centrándose únicamente en él, como si la pelinegra ya no fuera parte de su mundo. —Lo siento… —fue lo único que pudo decir, antes de que el llanto se escapara de sus ojos. El pelinegro bufó, mirando a Lucas para que hiciera algo, aunque lo único que obtuvo de él es un contoneo de hombros, ya que tampoco sabía exactamente qué hacer. Se volvió una última vez a la chica, observándola en aquél estado y sintiendo algo de pena por ella. Si bien nunca lo diría abiertamente, no le gustaba ver a las mujeres llorar, de ninguna edad y bajo ninguna circunstancia. —Ya cálmate, Rebecca. Si quieres ser realmente un Agente, la concentración es lo último que debes perder, sino ya de por si eres mujer muerta —dijo con sinceridad, intentando a su manera de tranquilizarla. —Siempre tan delicado… —suspiró el pelirrojo, acercándose a la chica, apoyando su diestra sobre uno de sus hombros— ¿Qué sucedió, Rebecca? ¿Necesitas ayuda con algo? Casi te tiras a las ruedas de un carro, ¿crees que puedas volver bien a tu casa? La chica aún entre sollozos, asintió con su cabeza levemente. —Disculpa, sólo… Tuve un mal sueño. —¿Un mal sueño? ¿A qué te refieres? —preguntó preocupado Jefferson— ¿Te encontraste con ella? La chica le miró sin entender realmente a qué se refería el muchacho. —Sólo visitaba a mi padre, y me quedé dormida… Tuve una pesadilla, y luego… —extendió su muñeca sin pensarlo, dejando ver las marcas que allí había. Los chicos se miraron y no dijeron mucho más. —Te acompañaré a tu casa, no es buena idea que andes por ahí tú sola si acabas de ser atacada —le dijo Lucas tomando de su mano y mirando hacia la calle en busca de algún taxi—. Jeff, adelántate, quizás logres dar con ella. El chico sólo asintió, y siguió su camino, el mismo que minutos antes Rebecca había recorrido a toda prisa para alejarse lo más rápido posible del hospital. —¿De quién hablan? —preguntó ya un poco más tranquila— ¿Quién es “ella”? —No podemos decir mucho realmente, son las normas… Sólo te diré que es alguien peligrosa, y que debemos dar con ella lo antes posible. ¿Tú la has visto, cierto? Su habilidad es meterse en tus sueños, como ya creo que has experimentado, es realmente molesta cuando se lo propone… Y escurridiza, llevamos varias semanas siguiéndole el rastro, pero siempre va un par de pasos delante de nosotros. —Ella me ha dicho cosas horribles de mi padre… Sé que son mentiras, pero no entiendo sus razones, ¿por qué se metió conmigo? ¿Acaso lo está haciendo con todos los postulantes para que abandonen? Lucas negó con la cabeza, y Becca pudo notar que en sus ojos había algo de lástima hacia ella— Como dije antes, no puedo hablar mucho sobre el tema, pero realmente no se ha comunicado contigo por simple casualidad. Si logras llegar a ser un Agente, te contaré todo lo que sé, pero hasta entonces, lo mejor será que hagas como que no has visto ni oído nada. Créeme, es por tu bien. *** —¡¿Cómo que no puedes?! —exclamó la rubia exasperada, ¿cuánto llevaban ya discutiendo lo mismo? —¡Claro que puedes! Tú eres la encargada este año, puedes hacer lo que te plazca, Vivian. —¿Tú crees que es así como funciona esto? ¿Que con mi dedo señalo a cualquiera en la calle y le digo, “Hey, tú, entras”? Te dije que vayas a la prueba y no quisiste, ya perdiste tu oportunidad. ¿Y se puede saber por qué demonios estás tan insistente? —Eso no te importa —replicó—. Me debes una Viv, y lo sabes. Hazme entrar, inventa algo, pero en la próxima etapa tengo que estar presente. La mayor la escrudiñó con la mirada, analizando sus gestos, sus movimientos, la rapidez de su respirar, y finalmente sonrió. —¿Así que la pequeña Johanna quiere proteger a su princesa? —Inquirió con burla, riendo al terminar la pregunta— Ay, hermanita, ¿aún sigues deslumbrada por esa muchacha, cierto? ¿Tanto te importa que te tragarás tu orgullo y te harás Agente así como así, siendo una de las cosas que más aborreces? —Ya hemos hablado de esto, no te metas conmigo, Vivian. Deja esa empatía para tus jefes, para seguir arrastrándote hacia tu propio éxito como has venido haciendo desde que tengo memoria. —No necesito observarte demasiado para saber tus motivos, hermana. Y si bien me parecen una estupidez y siento que me estás faltando el respeto con esos comentarios, te complaceré. Después de todo, tener a alguien de tu nivel en mi grupo hablará más que bien de mí. Hay varios que aún no me ven capaz, debo demostrarles lo equivocados que están. —Eres despreciable, no puedo creer que hayamos sido educadas por los mismos padres. —¿Yo despreciable? Mírate a ti por favor, Johanna. Mendigando un poco de amor, fingiendo ser la mejor amiga cuando tus intenciones son claramente distintas. Me da un poco de lástima la pobre Rebecca, que su bonita amistad sea en realidad una mentira… Quizás incluso debería alertarla sobre eso, ¿no crees? Quizás debería… —pero no pudo continuar alardeando, una sensación que ya había conocido antes la puso en alerta, aunque ya demasiado tarde. Comenzó a toser, y sintió como el aire poco a poco le empezó a faltar. Sentía su garganta seca y rasposa, y sus fosas nasales casi completamente tapadas. Miró a su hermana con desesperación, suplicándole con la mirada que se detuviera, pero no parecía querer hacerlo. Sentía que con cada bocanada piedras ingresaban por sus ductos, tapando sus pulmones e impidiéndole inhalar y exhalar sin lastimarse. Al tiempo la falta de aire le mareó, y se encontró a sí misma tirada en el suelo intentando con sus pocas fuerzas llegar hacia ella, gateando sobre la alfombra de su propio apartamento. —¿Qué sucede, hermanita? No es eso lo que haces siempre, ¿arrastrarte? No deberías tener mucho problema con ello. Quiso contestar pero sólo pudo toser, viendo el suelo salpicarse por rojas gotas de sangre que salieron de su boca. —No me interesa lo que hagas con tu vida, Vivian, pero no te atrevas a meterte conmigo o con Rebecca, que puedo llegar a olvidarme que tenemos la misma sangre, ¿de acuerdo? —inquirió mirando con desprecio a su moribunda hermana— Mantenme informada de cómo avanza todo, y cuándo es la próxima reunión —finalizó, volteando hacia la puerta—. Por cierto, mamá quiere verte, dice que hace tiempo no la visitas y se está preocupando —agregó, colocando su chaqueta y dándole un último vistazo a la mayor, que se retorcía en el suelo— Patética… —murmuró antes de salir, y de que el aire puro finalmente llegara a los pulmones de la mujer.
@Clary Winslow Hola! Antes que nada muchas gracias por leer, me ha puesto muy feliz el ver tu comentario <3 Me alegra de que te haya gustado, y espero que me acompañes hasta el final con este proyecto. Por ahora las historias de Jeff y Lu no serán contadas, así que te quedarás con la duda un poco más (? Y sobre quién es esa persona que no cae en sus ilusiones, creo que ya te das una idea de quién es xD Espero este capi te guste también, y me esforzaré por subir pronto el siguiente, que finalmente dará a conocer bastantes cosas dignas de tener en cuenta. En fin, gracias de nuevo y que tengas un buen día <3!
Oh, ¡por Dios! Aún no asimilo todo lo que sucedió, fue todo tan extraño D: Realmente me sorprendes con tus ideas ^^ Ya me dejaste sumamente intrigada por saber quién es "ella" y qué es lo que quiere ¬¬ Y... ¡Becca casi es arrollada por un vehículo! Qué suerte que Lucas y Jeff estaban ahí *-* Yo no sé ella, pero yo estoy muy confundida con la actitud de Lucas, primero es bueno con ella, luego es un competidor más y luego vuelve a ser amable xD jajaja pero bueno, es parte de lo que hace genial e impredecible a esta historia. En cuanto a Jeff, bueno, él me preció un poco tierno al querer animarla para que no llorara por más que ni la conocía, aunque se ve que no es muy bueno consolando a la gente xD Y el final... ¿Johana hermana de Vivian? ¡Es genial! Los poderes de Johana son realmente increíbles, bueno eso me pareció, por más que haya sido una "pequeña" demostración e.e Además sus sentimientos por Becca le agregan mucho a la trama, que es muy buena, no es simplemente una "historia vacía", todo está perfectamente planeado :3 Y pues, supongo que ella era la persona a la que Becca se refería en el primer capítulo con "Hasta ese momento sólo una persona lo había hecho, y no era nadie de los presentes aquél día" n.n Escribes muy bien, todo con un toque de misterio que me deja queriendo saber más ^^ Espero muy ansiosa el próximo capítulo C:
Capítulo 3 El sonido insistente del timbre la despertó, y si bien en otro momento hubiera estado molesta por ello, ese día lo agradecía más que nunca. Estaba teniendo otra pesadilla, la tercera luego de aquél incidente en el hospital; una por cada día que había pasado desde entonces. Y por más que estuviera aterrada, por más que en el sueño estuviera consciente de lo que era, no podía despertar, nunca podía. Tenía que vivirlo hasta el final. Y ya no sólo era su padre volvía para atacarla, sino que eran hechos tan normales que asustaban incluso más. Situaciones en el colegio, donde sus amigos sufrían, su madre… Ella misma. Ni siquiera despertando podía quitarse esa desoladora sensación que esos episodios le dejaban. Secó el sudor de su rostro y se miró al espejo, las ojeras delataban la mala noche que había pasado, y sus ojos rojos el llanto que seguramente derramó en plena pesadilla. Era un asco, pero no había como disimularlo y tenía que atender a quien sea que tocara de aquella forma. — ¿Lu-Lucas? —preguntó sorprendida al ver al joven pelirrojo frente a ella tras abrir la puerta, con una impecable sonrisa y un impecable traje azul oscuro, ajustado a su menuda figura. —¡Becca, hola! —exclamó con alegría, extendiéndole un sobre para que tomase— La última vez que nos vimos no pude aclararlo, pero creo que te habrás dado cuenta que ni yo ni Jeff somos precisamente “postulantes”, ¿cierto? —Sí, sí, lo supuse aquella tarde, aunque no era el momento para cuestionárselos ni nada —respondió con una leve sonrisa, tomando aquella carta e inspeccionándola. No lo sabía a ciencia cierta, pero sí tenía una ligera sospecha sobre qué podría ser aquello. El logo de J.M.F estaba en una esquina, y la palabra “Confidencial” estaba impresa a lo largo del blanco papel, no había que ser un genio para adivinar su contenido. —Cada año, mandan a algunos agentes para que tomen una opinión sobre todos en general, y bueno, este año nos tocó a nosotros. Si vemos a alguien que nos llame la atención, tenemos autorización de “investigar” un poco más afondo lo que creamos necesario, así les facilitamos la decisión al Selector —le explicó, mirando expectante el sobre que aún tenía cerrado en sus manos la muchacha— ¿No vas a abrirlo? —le preguntó con curiosidad el pelirrojo, pero ésta negó con la cabeza. —Le prometí a una amiga que lo abriría con ella, así que tendrá que esperar… —suspiró— Pero gracias de todas formas. El chico bufó molesto, pero luego asintió— Es una pena, necesitaba hablar de algunas cosas contigo pero no puedo hacerlo hasta saber si puedes o no escucharlas. La chica mordió su labio, ella también estaba ansiosa por saber cosas que el otro había insinuado, pero una promesa era una promesa. —Será para la próxima en que nos veamos —dijo al fin, sin dar lugar a alguna objeción. No cedería a la tentación, su curiosidad no era excusa para romper con su palabra. —Si así lo prefieres… —Rodó los ojos decepcionado, realmente esperaba poder hablar con ella. Sabía perfectamente que había sido aceptada, y si había ido hasta allí él mismo a entregarle la carta era porque habían cosas importantes que tratar y sólo podía hacerlo con miembros oficiales de J.M.F. La idea era llevarla al edificio de la organización, y que allí pueda enterarse de varias cosas que claramente desconoce, principalmente referido a James. —Por cierto, Becca… ¿Cómo te has estado sintiendo? —Eh… ¿Tienes tiempo para un café? —preguntó haciéndose a un lado en señal de invitación, su respuesta era mucho más larga que un simple “bien” o “mal”. El chico asintió. Le contó sobre sus sueños, que cada vez eran más largos y dolorosos, que los moretones en lugar de ir desapareciendo se volvían cada vez más grandes y oscuros, y que no podía despertar hasta que éstos acabaran. —Hoy no fui al instituto, anoche me desvelé en un estúpido intento por no dormir, pero a la madrugada terminé cediendo… De no haber sido por ti seguramente aún estaría en cama atrapada en uno. —Te ha marcado —explicó sereno, corroborando así una de sus sospechas—. Como no ha podido disuadirte, planea directamente dejarte en un estado físico deplorable. Para que tu cuerpo esté saludable no sólo necesitas dormir, sino que necesitas hacerlo “bien”, y es lo que ella te quiere quitar, tu descanso. —¿Y cómo puedo “curarme” de esto? ¿Hay alguna forma? —la idea de quedar destruida por la falta de sueño era impensable, además de que hoy lo pudo ocultar, pero si su madre se enterara no sólo no la dejaría seguir con su sueño, sino que también volvería a su estado de depresión, y era algo que quería evitar a toda costa. —Imagino que un par de pastillas para el sueño no son una opción. —Uhm… —el joven dio un sorbo a su taza de café, frunciendo un poco en ceño al sentirlo algo amargo para su gusto— Una forma es esperar a que acabe por sí sólo, pero eso dependerá de cuándo quiera liberarte. Y en general, los casos que conozco, la mayoría terminan cediendo a la desesperación antes… —dijo deslizando su índice por su garganta, por si no había entendido a qué se refería con “ceder”— La otra opción es ir con un curandero, pero son en extremo costosos… A menos que seas un Agente como yo, claro, donde te proveen la atención de los mejores especialistas de Edelstein —sonrió con picardía antes de agregar: —Aunque claro, eso no lo podemos saber aún… ¿Cierto, Rebecca? Una vez más sus dientes presionaron fuerte contra su labio inferior, dudando. Finalmente sus manos se movieron, y de un rápido tirón, cortó perfectamente uno de los lados del sobre. Sacó la carta y la dejó extendida sobre la mesa, entre ella y el otro chico. Leyó por encima buscando sólo una única palabra, “seleccionada”, y cuando sus ojos finalmente dieron con ella, miró con reproche al pelirrojo y ordenó: —Habla. *** Iba a pagarlas, una por una todas las que ya le había hecho. ¿Quién demonios se pensaba que era para tratarla así? Su garganta aún dolía y tenía permanentemente en su boca el sabor a la sangre proveniente de esas heridas internas que aún no cerraban. Hablar también era molesto, por lo que estaba tratando de no hacerlo demasiado, pero su reciente petición de incorporarla al grupo de candidatos sin un examen previo, le obligaba a dar una y otra vez explicaciones e inventar excusas. —Si algo sale mal serás la primera culpable, ¿lo entiendes, cierto? —Asintió. —¿Estás segura que está al nivel? Mientras menos muertes innecesarias afrontemos, es mejor para nosotros, Vivian. —Créeme, la maldita es de las mejores novatas que he visto en mucho tiempo —no era necesario ocultar su desagrado ante el de pelo negro,. Él ya bien la conocía desde hace bastante tiempo y sabía de esa extraña relación que tenían ambas hermanas en las que buscaban formas sutiles –y no tanto- de lastimarse constantemente—. Una dichosa prodigio, como tú, como Jacob, como Sophie… Como tantos otros que ahora son de la elite de aquí, o simplemente los criminales más buscados. —Sabía que tu hermana era buena, pero no pensé que tanto. —Nuestras familias son de buen linaje, prácticamente fuimos concebidas para ser buena. Yo no seré la mejor en el campo de batalla, pero en misiones de infiltración puedo ser una molestia. Y ella… Bueno, todo lo contrario, puede ser una buena guerrera —la mujer detestaba alabar a su malcriada hermanita, pero no mentiría sobre su naturaleza, además, podía sacarle provecho al tenerla en su equipo. Por lo general, los primeros logros de los novatos se comparte con su Selector, y este grupo prometía muchas flores para sí misma. —No te estreses demasiado, Vivian. Recuerdo cuando te tuve de compañera, cómo te ponías nerviosa al comienzo, te hacía cometer errores de novata… —Gracias por recordarlo, Jeff… —Ya no eres una novata. Y tampoco estás por debajo del nivel, ni hoy ni antes, deja de exigirte tanto y sé tu misma. —Oh… —No se esperaba que su comentario tomara esa dirección, y por un segundo se quedó sin palabras. —Eres bueno complaciendo a una chica, Jeff, aunque digas que relacionarte con otros no es tu fuerte. —¿Complaciendo? Yo sólo- —Déjalo así mejor, no cortes la ilusión —la mujer hizo un gesto con la mano para que deje el tema. Sabía perfectamente que no había su intención sonar de esa forma, lo conocía desde hace años, cuando ambos entraron a J.M.F. No es el tipo de chicos que se preocupe por coquetear con una mujer, por más que a veces sus palabras suenen encantadoras, y lo había aprendido de una mala manera. Suspiró, quitándose los recuerdos de aquella muchacha ingenua de la mente, y volvió al presente, y a la exposición que estaba a punto de iniciar. —Deberíamos ir a tomar algo luego, ¿no crees? Como en los viejos tiempos… Llámalo a Lucas también, ¿vale? Pero Jefferson no llegó a contestar, ya que la puerta de la sala se abrió, haciendo que ya no fueran más los únicos allí. El lugar era uno de los principales puntos de reunión dentro de la enorme construcción en la que la Organización tenía su base principal. Una habitación amplia de paredes azuladas combinadas con un gris oscuro. Una mesa con forma de arco en un extremo de ella, y una pantalla blanca justo enfrente que se usaba cada vez que fuera necesario para proyectar videos, mostrar gráficas, o simplemente escribir allí con un lápiz digital. La mesa estaba destinada a exactamente 10 personas, 5 de las cuales eran las cabezas administrativas y manos derechas del fundador, una destinada a cuando el señor Wrigth presenciaba la reunión -lo cual no sucedía en un 99% de las veces- y el resto para invitados varios que según el motivo del asunto estaban presentes o no, en este caso, eran Jefferson y un hombre de unos cuarenta y tantos, quien fue el último en llegar excusándose de que el tráfico fue el culpable. Vivian por su parte estaba en el frente, preparando todo para dar la presentación formal de su grupo a la Organización, abriendo algunos archivos en su laptop y conectándola a la pantalla gigante para que todos pudieran ver. Ese año habían sido cinco los elegidos, un grupo pequeño pero que prometía ser realmente bueno, y sumando a la sexta persona que se unió a último momento, dichas expectativas aumentaban mucho mas. De todas formas a lo largo del año el grupo solía sufrir algún cambio, ya sea agregando a alguien que quedó en supervisión y seguimiento ya que aún no se estaban seguro de sus habilidades, o por una baja de algún miembro, lo cual era lo más común. Pero la rubia estaba ilusionada, y tenía realmente la esperanza de que eso no sucediera, no con el grupo tan equilibrado que había formado en el que cada aspecto estaba cuidadosamente evaluado y cuidado. Tanto el ataque como la defensa, el soporte… El grupo era perfecto a nivel técnico, y estaba más que orgullosa de ello. Se acomodó su saco y luego su cabello antes de comenzar a hablar. Las primeras palabras dolieron un poco al salir, pero se mentalizó a sí misma que aquello no le afectaría y al cabo de poco tiempo eso sucedió. Nadie dijo nada hasta que la muchacha terminó su disertación, la cual consistió primeramente en una presentación detallada de cada uno de los novatos, tanto de su vida privada como de sus habilidades. Se había encargado personalmente de que los investigadores no pasaran nada por alto e investigaran hasta el más mínimo detalle. Aunque algunos murmullos se escucharon cuando la historia de Rebecca fue puesta en evidencia, generando un ligero malestar en algunos de los presentes. ¿Y cómo no habría de suceder aquello si estaban a punto de contratar a la hija de uno de sus mayores Investigadores, el cual lleva ya cuatro años en coma y no tienen idea de cómo despertar? Porque algo era cierto, realmente querían vivo a aquél hombre, sabía muchas cosas que jamás había llegado a contar, información que ellos necesitaban para finalizar unos cuantos asuntos pendientes que tenían en marcha. Pero nadie dijo nada, no era necesario charlar de esas cosas tan abiertamente. Ya luego podrían debatir en un ambiente más privado con el mismo Wrigth si fuese necesario. Además, Becca se había ganado su lugar allí, y luego de ver el informe que había hecho de su presentación de aquél día, y las posibilidades de poder entrenarla, a una verdadera Ilusionista, era algo que no podían dejar pasar. Tampoco objetaron cuando el hermano menor de Jacob apareció entre los seis elegidos, aún sabiendo lo que el mayor había hecho un par de años atrás, y el riesgo que corrían si el chico quisiera seguir con su mismo camino. No fue hace mucho tiempo, pero ellos quieren pensar de que sí. Tan sólo tres años y un par de meses, sólo eso, pero todos hablaban de aquél incidente como si fuera algo muy lejano que ya todos habían olvidado, un rumor, una leyenda, no el fracaso que fue en realidad para JMF. Jacob D. Smith era un prodigio como tantos, pero muy diferente al resto. Tenía una manera de pensar un tanto peculiar, demasiados cuestionamientos, inquietudes, ideas sobre la realidad que todos en la Organización habían tratado de acallar. Porque para ellos Jacob era un revolucionario en potencia, y nadie quería que se saliera de control, que quizás por cosas del destino sea manipulado por el otro bando. Pero eso que tanto temían fue exactamente lo que pasó, y Jacob dejó su puesto en los peores términos posibles, abandonando también a sus compañeros que ya lo consideraban un verdadero amigo. Entre ellos, Jefferson. Él fue quien más sufrió su ausencia, pues a la vez era quien más le admiraba. Desde que llegó a J.M.F. y lo conoció, supo que esa persona sería alguien vital en su vida. Le seguía a todos lados como un niño a su hermano mayor, aprendiendo de él, debatiendo con él sobre temas sin sentido, o con demasiado sentido en algunos casos. Por eso el que de un día para otro él se fuera, haciendo un verdadero desastre en el lugar que durante tanto tiempo fue como su segundo hogar, fue algo que impactó mucho en él. Es la principal causa de que en su momento haya dimitido, ausentándose por casi dos años y volviendo precisamente para esta nueva selección. Regresando mucho más distante, sin intenciones de recuperar a sus amistades que durante todo ese tiempo ni siquiera se interesó en contactar. Algo había cambiado en él, dentro de él; claramente no era el mismo chico con ilusiones que fue cuando fue elegido entre cientos en aquél entonces. —¿Alguien desea de hacer algún comentario? —preguntó la rubia una vez finalizada su presentación, volviendo a traer a aquella sala a varias mentes que se habían perdido en sus propios pensamientos. Aún así nadie dijo nada, quizás porque estaban realmente de acuerdo con la elección de candidatos de la muchacha, o tal vez porque las cosas que deseaban expresar eran para otra ocasión, en otro ambiente— ¿Sr. Miller? —volvió a insistir, fijando su vista en el hombre que estaba a un lado de Jefferson, el cual miraba la pantalla fijamente, con ambos codos sobre la mesa y su mentón apoyado en el soporte que formó al juntar ambas manos. Todos la imitaron, mirando al mayor, esperando que dijera lo que todos querían decir sobre la joven que estaba aún en la pantalla, mirándolos con una dulce sonrisa. El mayor se aclaró la garganta, luego de notar que todos los ojos estaban en él, esbozando una sonrisa por esto y apareciendo en sus mejillas un ligero colorete— Si me lo piden así… Creo que no tengo opción —rascó su cabeza nervioso, realmente no le apetecía hablar en aquél momento, pero ya no podía escapar de ello. Suspiró, haciendo un poco de tiempo para pensar bien en cómo sería la mejor manera de decirlo sin sonar rudo o maleducado, ni ofender a nadie— ¿Rebecca Price de… “ese” Price? La muchacha no pudo evitar sonreír, asintiendo con un leve movimiento en su cabeza. —La pequeña hija de James Price, exacto. Aunque ya no es tan pequeña, y que sus poderes se han desarrollado de manera impecable en todos estos años. Es nuestra primera Ilusionista en mucho tiempo, tengan por seguro que le sacaré el mayor provecho posible a sus habilidades —aseguró con una amplia sonrisa. Y el ver las caras de los presentes asentir a sus palabras también con sonrisas en sus bocas, sólo afirmaba que iba por el buen camino; no necesitaba siquiera de su empatía para adivinar lo que todos allí estaban pensando. *** —¿Estás seguro que vamos bien? —Preguntó Becca un tanto desconfiada de las callejuelas por las que el pelirrojo le estaba haciendo caminar. —Cuando dijiste que era un servicio especial de la Organización, supuse que iríamos como mínimo a un bonito edificio… —El chico rio. —Yo también preferiría ir a un lugar menos… —Miró a su alrededor con repugnancia. No sólo las calles estaban rotas, repletas de desperdicios, sino que las personas que le rodeaban tenían cara de pocos amigos, e incluso muchos parecían debatir entre saltarles encima con un cuchillo o simplemente ahorcarlos con sus manos. Lucas prefirió no seguir con su comentario, limitándose a negar con la cabeza en clara desaprobación. —Ella prefiere quedarse aquí, y no hemos conseguido convencerla de lo contrario. Rebecca no hizo más comentarios al respecto, siguiéndole bien de cerca, y mirando casi siempre al suelo para no pisar nada que pudiera ensuciarle de más sus zapatos. Así fue hasta que el pelirrojo se detuvo frente a una pequeña herboristería, a simple vista una común y corriente. Por dentro tampoco lucía demasiado extraña, no es que la chica haya estado en demasiadas tiendas como aquella, pero sí tenía una idea mental de cómo debía lucir, y dentro de todo el lugar cumplía con sus expectativas. El olor asfixiante de las hierbas estaba presente, y al menos hasta que su nariz y ojos se acostumbraran a ello, algunas lágrimas amenazaban con salir junto con una pequeña tos de vez en cuando. —Esto apesta —murmuró al pelirrojo que parecía realmente no sentir aquella mezcla de olores nauseabundas como ella. Seguramente ahora mismo estuviese pensando que era una niña delicada, de esas que hacen comentarios como “esto quebrará mis uñas” o “hay demasiado polvo y mi ropa se arruinará”. Y no es que no fuera a veces así, pero sabía cómo comportarse en determinados lugares, y más en temas relacionados con su trabajo. No sería débil ni dejaría ninguna duda plantada de que podría llegar a serlo. Así que se mentalizó y se las ingenió de alguna manera para que su cuerpo hiciera caso omiso a lo que le rodeaba. Jaló de la chaqueta del pelirrojo mientras le miraba con cara de “¿Y…?’”. Desde que habían entrado, a pesar de las campanadas que sonaron cuando la puerta se abrió, nadie había ido a recibirlos. Uno de los defectos de Becca era la impaciencia, y ésta aumentaba cuando estaba en lugares que no le pintaban nada bien. —Unas raíces de Valeriana calmaran tu ansiedad, pequeña —escuchó decir a la vez que una mujer atravesaba una colorida cortina de pendientes de colores que estaba justamente atrás del mostrador del local. Las pequeñas gotitas de plástico sonaron cuando ella pasó y los apartó con su mano, cayendo cuando finalmente atravesó el umbral y quedando balanceándose algunos segundos más. La mujer era más joven de lo que se esperaba, no mucho más de cuarenta. Una larga cabellera negra azabache, apenas rizada, que sostenía en un prolijo rodete sobre su cabeza, adornado con un broche en forma de flor. —Aleena, un gusto verte, como siempre —dijo el pelirrojo cuando la mujer finalmente se sentó en el banquillo tras el mostrador. —Me encantaría decir que el gusto es mío, pero sabes que tenerlos a ustedes rondando por aquí no es de mis cosas favoritas. Cada visita que me dan resulta en algo perjudicial para el negocio, que aunque sé que no te interesa, te comento que no va tan bien como antes. Becca observaba a ambos, cómo mantenían esa sonrisa de cortesía, aunque ninguno estuviese a gusto con el otro. Era casi admirable. A veces ella se dejaba llevar demasiado por lo que pensaba, y ante cualquier agresión solía ir directo al enfrentamiento, eso era algo que Jo llevaba ya tiempo trabajando con ella: su control de temperamento. —Ésta vez no te verás afectada en lo absoluto, te lo aseguro. Vengo simplemente a pedirte uno de tus tés milagrosos. Ésta adorable niña que nos acompaña tuvo un encuentro no grato con una Ensoñadora, y a menos que le saquemos la marca a la fuerza, perderemos a una novata antes de que pueda siquiera intentarlo. —Ja, mal no estaría… —murmuró, lo suficientemente fuerte para que llegasen a escucharlo. Aún así Lucas no se inmuto, y Becca lo imitó, quedándose serena. —Milagros sabes que no hago, ni tampoco creo que existan, pero sé perfectamente lo que podría ayudarla. Eso sí, la cura puede llegar a ser peor que la enfermedad, y de más está decir que no me hago responsable del resultado. Becca intento disimularlo, pero sus ojos se desviaron casi inmediatamente al pelirrojo exigiendo una explicación. —Lo que tienes ahora es como una droga, Becca. Quitar esta toxina de tu cuerpo te dejará como un adicto sin su dosis… La idea de aquello la perturbaba un poco. Era fuerte, no tenía dudas de ello, pero lo que estuvo experimentando esas últimas noches iba más allá de lo que jamás llegó a sentir, y pensar en algo “peor” a eso no la alentaba demasiado. —Entiendo… —suspiró resignada. Si Lucas la había llevado allí era porque esa era la mejor manera de salir de su situación, no se perdería la oportunidad de su vida por cobarde. —¿Qué debería tomar? La mujer sonrió, y sin contestar volvió a desaparecer tras la cortina por la que había salido. Se llegaba a escuchar cómo cajones se abrían y cerraban, algunos golpes, la voz de la mujer hablando sola… Así por al menos unos 15 minutos hasta que volvió a salir. —Les preparé esta mezcla. Agua a punto de hervor, lo dejas reposar 3 minutos, y luego te lo bebes como a cualquier té —dijo, y le entregó una pequeña bolsita de papel a la joven. —Gracias, Aleena —el chico le sonrió, pero la mujer no pareció tan complacida por eso. —¿Sabes qué pueden hacer tú y tus superiores como agradecimiento, Lucas? Dejarme ejercer mi profesión más libremente, sin que acaben persiguiendo al 90% de mis clientes, ¿sería posible? El joven Agente suspiró, y negó con la cabeza. —No tenemos la culpa que tu clientela sea en su mayoría sabandijas. Suficiente con que te tienes el permiso de seguir aquí, lo correcto sería forzarte a ir a nuestras instalaciones y que trabajes bajo la supervisión de la J.M.F., pero han sido bastante complacientes en ese sentido. Yo creo que mejor me ahorraría las quejas o acabarás con incluso menos libertades. —Agradezco tu consejo —contestó la mujer ya sin ninguna sonrisa siquiera fingida. A diferencia del pelirrojo, que jamás borró de sus labios la suya. —Por cierto, mándale mis saludos a Jeff, dile que no sea malagradecido y venga a visitar a una vieja amiga. —Claro, se lo diré —-contestó, y tras hacer media reverencia volteó hacia la puerta. Rebecca le imitó, agradeciendo y saliendo de allí tras de él. Se guardó sus comentarios al menos hasta haber salido de ese barrio, y estar en una zona visiblemente más “segura”. —¿Qué ha sido todo eso? —¿Aleena? —preguntó haciéndose el desentendido, pero dejó la broma al ver que la chica parecía no querer desistir de ellos. —Ha sido informante para nosotros desde hace años, pese a revelarse un poco, atrapamos a varios objetivos importantes gracias a ella. Si no fuera por eso, ya estaría tras las rejas, más habiendo jugado de doble espía en un par de ocasiones. El día en que nuestra ganancia con ella sea menor que lo que perdemos las veces que se nos cruza de bando, vendremos por ella, pero por mientras la dejamos ser. —Ten a tus amigos cerca… —Pero a tus enemigos aún más, es bueno que lo entiendas —afirmó el muchacho, desactivando la alarma del coche para que pudiesen subir. —Te llevaré a tu casa, descansa lo más que puedas, prepara tu pijama y osito de dormir, y cuando estés lista paso por ti. ¿Vale? —Uhm… —No era algo de ella dudar tanto de las cosas, pero aquella situación era muy ajena a su rutina. —¿Qué le digo a mi madre? —¿Que vas a donde una amiga como cualquier adolescente haría? —Debo hablar con mi amiga primero, mi madre tiene la costumbre de llamar para confirmar que estoy allí… —Y Johanna no se quedará muy conforme sin una buena explicación al respecto para cubrirla. ¿Sería buena idea contarle toda la verdad?— ¿Puede venir alguien conmigo? Lucas dudó ante su pregunta, pero acabó asintiendo. —¿Cuántos años tienes? ¿Siete? —se burló, logrando una mirada de desaprobación de la chica. —Por cierto… En la clínica me dijiste que una vez que consiguiera mi licencia me darías más detalles sobre todo ese asunto. El chico encendió el coche y aceleró. No respondió enseguida, no creía que ese fuera el mejor momento para hablar de esos temas. Y menos sin Jeff para ayudarle. —No puedo contarte todo sólo, apenas sé una parte. Lo mejor para ti será esperar a estar adentro, y que te cuenten todo las personas que sí saben al respecto, incluso mi amigo sabe mucho más que yo. Lo que sí te vuelvo a decir, que estés pasando por esto no es casualidad, por lo que te pido que una vez que logremos quitarte la marca, cuides tus espaldas. Dudo que te dejen en paz sin más. La joven asintió, y por el resto del viaje no preguntó acerca de nada serio, para mantener el buen ambiente en el coche. Además, nada ganaría, el pelirrojo dijo aquello con sinceridad, pudo notarlo. Llegó a su casa y corrió a darse una ducha. Sentía que el aroma a hierbas y flores le había quedado impregnado y quería quitárselo. Además, si esa noche iba a ir a donde sea que Lucas la llevase, quería ir bien presentable. Su madre siempre se lo había dicho desde pequeña, si vas a salir, procura siempre tener ropa interior limpia, tus documentos y dinero suficiente para tomar un taxi por cualquier cosa que pase. Y de tanto oírlo, lo había adoptado como costumbre. Ya duchada, y con ropa cómoda, se tiró a la cama y se dispuso a llamar a su amiga. Mientras estaba en la ducha, pensó todas las formas posibles de explicarle la situación, pero no consiguió ninguna que le convenciera. —¿Becca? —¡Jo! ¿Qué tal? ¿Qué haces? —Sí, sí, estoy bien, ¿tú? Es raro que llames tan de la nada. ¿Pasó algo? —No… O sí, depende de cómo lo veas. ¿Tienes la noche libre? Necesito quedarme en tu casa… sin hacerlo —agregó aquello último con miedo. Su amiga tenía una habilidad increíble para saber si mentía, por lo que mucho no podía disimular. —¿En qué estás metida ahora, Rebecca Price? —inquirió la rubia. La ilusionista suspiró una vez antes de comenzar. —Ponte cómoda.