Yo solo... quería cambiar el mundo.

La presente canción es: Ven de Kudai.

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Yo solo... quería cambiar el mundo.

Cuando los indígenas salen a la plaza, los miras con odio y despreció mientras te acaricias la barbilla tratando de sentirse campante, pensante estas sí, por lo que está a punto de suceder. Porque sabes que el reciente experimento fue tan fallido que no quieres que se vuelva repetir, no quiere otro traspié más. Esto no era una especie de curación o consagración para algún dios, simplemente, era tu trabajo, un trabajo que decidiste hacer desde el día que pensaste que el mundo estaba en tu contra y ellos contra la tuya. Estas maldito… ¿Sabes? Parece mentira que sea tu hijo, no sé si me escucharas o si sabrás lo que pienso tal vez como todas las veces que me has tildado de inmaduro solo por retar tus ideologías.

Eres un gran capitalista del mundo, otro egoísta de mierda. Por eso no importa crear una cura para la enfermedad que está a punto de ocurrir en el mundo, no te importa, porque siempre serás tú el que tenga el dinero, la vara. Nadie te interesa, más que tú, ni yo, aunque me lo digas como un disco rayado. No te creo.

Tu estrategia esta vez es la entrega de productos para el consumo humano, indispensable en un pequeño pueblo de la altura. Nadie llega ahí a menudo, así que el simple hecho que te encuentres ahí como el salvador de los demás es casi inhóspito. La gente grita con furor, claro, escogiste este poblado porque tienen diversas enfermedades que su gobierno no es capaz de controlar. Sabes que nadie te va a decir algo, porque tienes plata, porque eres el buen vecino que quiero lo mejor para la humanidad.

Me da rabia, me da cólera, pensar que yo por mi parte me esfuerzo pero tú, lo único que quieres es terminar con este mundo ¿Por qué? Ellos nunca te han hecho nada, tu siempre atropellándolos, tu siempre… siendo cruel y vil…

Pero aunque me duela, ver como destruyes cosas a las que tengo respeto y responsabilidad social, porque sí, me siento mal al ver cómo nos destruyes ¿Es que no lo entiendes papa? Te lo grito con mi mirada ¡Tú eres parte de este mundo!

— Hoy podemos tener éxito Claudio. —dijo mientras miraba desde una casa que estaba resguardada.— Tenemos cinco niños que sufren de hepatitis, con diferentes etapas y tipos… así que será interesante. Aparte de que estamos usando un niño con síndrome de Down.

— ¿Pero eso no es algo innecesario?—pregunte evocando lo anterior.

— Lo sé, pero tal vez y sea divertido.

Me quede mirándolo esta vez profundamente para después mirar mis manos, la culpa carcomió mi inocencia, mis pensamientos se transgredieron y sin paz quise salir de ahí. Recuerdo que la primera vez que lo propicié, tenia doce años, la sepa de la enfermedad era agresiva, la persona que la tenia moría al instante por hemorragias. Aparte del hecho de que morían por golpes en la cabeza, golpes que ellos mismos se daban. A papá no le convenía. Prefería que se siguieran mordiendo, así que la sepa desapareció. Fue por eso que el primer intento fue frustrante, todos murieron, además de que las pocas infecciones que tenían los pobladores no servían. Fue por lo que comenzaron a infectarlos con otras enfermedades antes de hacer el programa, cada campaña tenía una duración de tres meses, la elaboración de tal cosa tenía que ser bien estudiada, ellos decían: “Hay que desaparecer cualquier rastro de comunicación” Escogían entre países tercermundistas, de los cuales ni el gobierno estaba enterado de la existencia de pequeñas comunidades. Muchos niños, mujeres y hombres eran infectados para ver su reacción con distintas enfermedades, al final nadie quedaba, todos morían.

Mi padre realmente se esforzaba en su trabajo, había estudiado en una universidad prestigiosa, haciendo un posterior posgrado, solo para poder entender como actuaba la enfermedad. Y como en cada campaña, estudio tan bien la enfermedad que solo le quedo terminar con lo que restaba.


— Díganle a Mauro que saquen a los infectados.—dijo esto, cuando vio reunidos a los pobladores en la plaza, la gente que repartía los productos se alejaron lentamente mientras los pobladores estaban más interesados en saquearlos.

— Señor, nuestros agentes especiales ya están evacuando el lugar. Usted no mas diga y nosotros sacaremos a los infectados.


Mi padre me miro mientras yo, solo pude desviar la mirada y hacerme incomprendido. Resulto bien poco, me toco el hombro e hizo que voltease.


— Sabes que tus estudios me cuestan mucho, así como me cuestan ahora quiero que me pagues Claudio.


Siempre así, egoísta con el mundo, egoísta hasta conmigo, quisiera poder tener el poder, para que entiendas que las cosas no se consiguen así, pero… ¿Puedo? ¿Me pregunto si puedo rebelarme? Mi cabeza duele, por el momento, por pensar tanto, más de lo que lo hace. El nunca piensa en el sentimiento, ni el de mi, ni el de ellos. Simplemente lo hace siguiendo su propio plan, es como un robot. Tal vez si me niego, me grité, tal vez si le digo que sí, me volveré parte de él, soñando cada noche la muerte de estos inocentes. Realmente no lo sé… pero lo que sí sé, es que no seré el. Ni ahora ni nunca.


— No lo haré, no diré la orden, hazlo tú, ¿No dices que eres más valiente? Pues hazlo, dile a Mauro que suelten a los infectados. Dígale.— mi padre me miro algo sorprendido, yo siempre escapaba de sus mandatos. Fue entonces… que entro en mí un sentimiento fuerte, como cuando en la universidad hablamos sobre nuestros derechos.


Me fui de ahí antes de ver algo mas, solo camine por el pasillo mientras yo sabía que en quince minutos matarían a todos los que estaban en la plaza. Una llamada hizo que dejase de pensar en ello. Era Irene, era mi musa, era mi mujer perfecta, era la chica que había conocido en la universidad, que era mi amiga y una activista por los derechos humanos. Ella no sabía mucho de mí, así que jamás conoció el trabajo de mi padre. Era adorable, cada forma de hablar de ella, me hacia olvidar muchas cosas. Y cuando ella hablo, pude sentir su alegría entremezclada con el desconcierto.


— Claudio soy yo, Irene.—dijo con un tono jovial.—Tengo muchas cosas que contarte querido amigo.

— ¿En serio? Pues dime.

— Claudio, estoy algo preocupada… de hecho, no sé que pasara conmigo, con mi futuro, no lo sé realmente, lo que si se es que seguiré luchando por nuestros derechos, por eso para mí es importante contártelo. Claudio, yo estoy embarazada.

— ¿Qué?—pregunto atónito.

— Que estoy esperando un niño Claudio. Y ya sabes de quien es, así que no preguntes…

— Y ¿Se hará cargo?—pregunte como estúpido.

— No. Tampoco pienso decírselo, solo te quería llamar por eso Claudio para contártelo, de hecho, a él o ella le espera un gran futuro, porque yo luchare por ese futuro, después de todo soy su madre de ese pequeño que espero.

— …-las palabras se quedaron al aire en mi mente, me nuble de pensamientos y quise decírselo, lo mucho que la amaba y me hacia feliz sentirla, escucharla hasta oír su respiración. —Sabes.— dije mientras dejaba de suspirar.— Yo también luchare por nuestro futuro.

— ¿De verdad? Pues, adelante Claudio, te espero en Viena.

— En Viena estaré.


Y corte. Me dirigí a la puerta de contención, me di cuenta que ya nada importaba realmente, nada era cierto ni incierto, todo podía suceder en el momento menos indicado. Tome mi arma de mi cinturón y comencé a disparar a quemarropa a los guardias. Salí de esa casa bien resguardada, sin ningún rasguño, mientras pedían explicaciones de porque me portaba así, preguntaban si debían dispararme o dejarme ir.

Me dejaron llegar a la plaza donde la gente aún reunida me miro con desconcierto. Mi papa me miro, junto con otros hombres por la ventana, sonriente, pensante, como siempre. Hice todo lo contrario que el haría.


— Lárguense…—dije en un susurro.

— ¿Qué está diciendo este joven?

— ¡Que se vayan…! ¡por favor!—comencé a gritar.— ¡Esto es una trampa!


En ese momento soltaron a los infectados, ellos vinieron como perros hambrientos, se abalanzaron contra todos, contra a las mujeres, contra los niños. Contra un pueblo. Los que corrían eran perseguidos, por infectados coléricos, llenos de sangre, llenos de espumarajo, como la rabia. Yo me quede, mirando a la nada, pensando que había tomado una mala decisión. Que moriría cobardemente, que mi padre nunca me amo. Me lo llegué a creer, todas sus palabras. Creo que ya no importa nada.

Una mujer, luego un hombre y por ultimo un niño, se abalanzaron contra mi cuerpo, me mordieron como viles animales hambrientos. Se comieron una parte de mi alma, una parte de mi esperanza, todo mi ingenuidad se la llevaron. Me dejaron tranquilo cuando muchas balas les dispararon en la cabeza. Pensé entonces ¿Si morir realmente era esto? Una palabra vacía donde poco a poco pierdes el conocimiento y tendrás un sueño eterno. Un sueño que termino ahí, ¿Para qué vivir entonces? ¿Para ser cobarde? Le prometí a Irene construir un nuevo mundo. Pero me estoy desangrando, me está infectando, toda la suciedad de esta porquería corrupta.


— Hijo…—decía mi padre entre líneas, me llamaba por mi nombre.— ¡Carajo… alguien venga pronto!— nadie iba a venir, porque yo estaba infectado, porque todos les importaba muy poco mi vida.— ¡Por favor vengan! Por favor… Claudio, resiste, te lo pido.

Yo solo quería cambiar el mundo, quería que Irene tuviera un lindo niño sin ningún problema. Yo solo quería… que hubiera justicia.


— Perdón… perdóname Claudio, no lo volveré hacer.— sonreí, abrace a mi padre por una última vez y cuando sentí que el cambio de mi cuerpo me hacia victima de la rabia incontenible de la enfermedad. Un disparo se escuchó resonar por mi cabeza. Yo solo…quería cambiar el mundo y mi mundo mudo se quedó.