Misery Future

Capítulo 1: "¿Rendirse? Ni soñando."

Si me lo preguntan, aún no entiendo como los humanos llegamos hasta este punto. Bueno, es porque, claro está, la estupidez propia de nuestra raza no tiene límite alguno. Es que, Dios, debimos despertar un milenio atrás, cuando aún teníamos posibilidad de renacer, de salir adelante… de arrepentirnos.
Pero no…
Como dije, la estupidez humana no tiene límites.
De seguro han de estarse preguntando de que estoy hablando, quién soy en primer lugar. Os contestaré ambas cosas, comenzando por quién soy.
Mi nombre es Zoila Reid, soy una humana de diecisiete años, y sí, es necesario que aclare que soy humana. Es el año 3017, se han librado las tercera y cuarta guerras mundiales, y producto de eso todo cambió.
En la tercera guerra mundial, se lanzaron las —en ese entonces—famosas bombas atómicas. Según lo que me contaron, fue horrible, como ambas alianzas enfrentadas tenían un muy nutrido arsenal de armas atómicas y de uso bélico, la guerra parecía no tener fin.
Pero lo tuvo… con la extinción de uno de los países contrincantes.
Estoy segura de que se están preguntando: ¿Cómo un país entero puede desaparecer?
Pues es posible, mediante la más poderosa y detestable arma creada por el humano: Scar 515.
Esta arma tenía tal potencia que podía aniquilar sin dejar rastro fácilmente a un país mediano y un par de países pequeños.
Claro que todo tiene su consecuencia: El país ganador se creyó supremo, comenzaron a inventar más y más armas, a subir cada vez más el nivel tecnológico del mundo hasta que pasó: Crearon la primera computadora con inteligencia humana.
Y ese fue su primer error.
Maravillados, siguieron y siguieron creándolas, dejándoles el trabajo, la labor a esas maquinas. Y como todo amante de ciencia-ficción siempre predijo, las maquinas se revelaron.
Y en ese mismo momento, en un país neutral estaba experimentando con el ADN humano y sus variantes, tratando de extender la vida humana. Lo estaban logrando, hasta que surgió el primer Swak.
¿Qué es un Swak? Es un… ni idea. Es un humano mutado, perfecto. Sus características físicas son muy similares: Cabello largo y negro, alto y delgado —mucho más que un humano, ellos se acercan a los 2 m—, de extremidades más largas a lo normal y de piel tostada. Pero sus ojos son lo que los diferencian definitivamente, pueden ser de tres colores: verde, miel o azul/celeste. Pero de un color tan vívido que te hipnotiza.
Se me olvida comentar de sus… ‘habilidades’ especiales: Ellos pueden teletransportarse, hipnotizar y tienen una velocidad y fuerza superior.
Pero a estos Swak’s se les subió la perfección a la cabeza, se revelaron y querían dominar la tierra.
Y así se produjo la cuarta guerra mundial, es decir, robots y Swak’s versus los humanos.
Como era de esperarse, los humanos perdimos y hemos estado obligados a vivir escondidos desde entonces.
Esto pasó hace aproximadamente 50 años.
Nuestra amada Tierra también cambió, el antiguo continente americano se volvió pura selva, ni siquiera un lugar de descanso. Europa se transformó en un continente nevado, Asia era más tranquila mientras que África se ha vuelto un desierto completo. Oceanía no lo sé, dicen que ahí está la resistencia pero no tengo la menor idea.
En este momento yo estoy en América, junto a un pequeño grupo de resistencia.
Somos 5: Valerie, Grey, Álex, Kevin y yo.
Grey es el mayor, tiene 20 años y es como nuestro líder. Valerie le sigue con 19 años, Kevin tiene 18 y Álex y yo tenemos 17. Por cierto, Álex es mi gemelo.
Llevamos huyendo cinco meses, desde que nos separamos en el mar con nuestros padres.
Estamos asustados. Bueno, menos Grey, él parece más tranquilo que nadie. Y Valerie.
Yo tengo miedo. Mucho miedo.
—Hey, Zoe —me llamó Álex. Lo miré—. Vamos, deja de pensar en cosas deprimentes y avanza, o sino el jefe se enfadará.
Le sonreí y asentí.
Miré hacia adelante y choqué con la penetrante mirada marrón de Grey. Esa mirada me hiela el alma como nadie, siento como si pudiera leerme entera, como si nada se ocultara a sus ojos.
—Vamos —fue lo único que dijo antes de voltear y seguir avanzando entre las ramas.
Cada uno carga dos machetes, un par de pistolas y una daga. Mera precaución.
Sentí una mano en mi brazo antes de ver la rubia y corta cabellera de Val frente a mí.
Suspiré y seguí caminando.
[…]
—Acamparemos aquí —anunció Grey, cuando llegamos a un lugar amplio pero escondido por altos arboles, que impedirían que los bots* nos vieran desde el aire— debemos apresurarnos antes de que oscurezca.
Todos asentimos y comenzamos a reunir nuestros implementos necesarios.
Kevin y Álex fueron por leña, Grey fue a vigilar los alrededores, Val y yo armamos las dos tiendas.
— ¿Val…? —comencé, dudosa.
— ¿Mmm…?
— ¿Alguna vez tú…? Olvídalo —suspiré—, no vale la pena.
Valerie se irguió cuan alta era y me miró con seriedad. Esa mirada de madre que solo le nace cuando está realmente interesada o preocupada.
—Escúpelo.
Sonreí nerviosamente.
— ¿Has sentido que todo esto no tiene sentido, que igualmente nos encontrarán y moriremos?
Valerie frunció el ceño al instante y sacó un cigarrillo.
—Que el líder no te escuche decir eso —respondió—. Lo he sentido, Zoila, pero me di cuenta de que mi vida vale la pena como para luchar por ella, que no me sirve de nada tirarme al suelo a lloriquear y esperar que me maten. Voy a luchar.
Y me acarició el cabello maternalmente, pero rápidamente retiró la mano y se alejó. La miré sin comprender hasta que sentí unos pasos tras de mí y mi nuca quemarse.
—Zoila —esa voz… estoy jodida—.
Me giré violentamente. La severa mirada de Grey me llegó de lleno y tragué saliva.
—G-Grey…
Se acercó a mí, con ese andar firme que le caracteriza.
— ¿Cuándo se fue la valiente Zoila para dar paso a esta cobarde? —escupió con enojo. Yo no podía mirarlo a la cara. Sé que eso le decepciona. Es obvio—.
No respondí y seguí mirando al suelo.
Oí sus pasos acercarse hasta que sentí su aliento en mi frente.
— ¿Cuándo?
Me voy a derretir…
Supongo que no les mencioné que estoy total y profundamente enamorada de Grey, ¿verdad?
—Nunca —respondí, sacando fuerzas de flaqueza y alzando la cabeza. Nuestros ojos se encontraron—. Nunca se ha movido de aquí.
Él frunció el ceño y se alejó repentinamente.
—Pues hazlo notar.
Y se fue.
¿Por qué los hombres son tan complicados? ¿Por qué Grey es tan complicado?
[…]
— ¿Te he dicho antes que tu cabello es hermoso? —susurró Valerie.
Estábamos en nuestra tienda, yo estaba sentada con las piernas entrecruzadas y ella estaba detrás de mí cepillando con suavidad y delicadeza mi pelo.
—Es rosa —repliqué—, el rosa no es hermoso.
Sí, mi cabello es rosa. Todo porque mi madre tenía el cabello de un rojo furioso y mi padre tenía el cabello claro. Y así salí yo: Rosa. Un color exótico, causado por la falta de pigmento en mi cabello, curioso, ¿no?
Odio el rosa.
Val rió suavemente y continuó.
Físicamente no soy una persona común, mi cabello es largo y rosa, mis ojos son castaños, pero se ven de un tono rojo carmesí y mi tez es blanca. Soy de estatura mediana, mi figura es esbelta y mis piernas largas.
Valerie, en cambio, es alta y voluptuosa, tiene grandes senos y un gran trasero, pero es de abdomen plano, es de piel blanca, ojos azul turquesa y cabello corto y ondulado de color rubio.
—Ámate y los demás te amarán —soltó como única respuesta—. Y dentro del ‘demás’ está el jefe.
La observé por el rabillo del ojo. Tenía plasmada en el rostro una sonrisa maliciosa.
—Jódete.
[…]
Han pasado las horas, estoy frente a la fogata, atizando el fuego. Es tiempo de mi turno, primero fue Valerie, luego Kevin, después Álex, luego Grey y finalmente yo. Supongo que por ser la menor me ponen el turno más corto y fácil.
Me estiré y levanté. Entre los arboles ya están asomándose los primeros rayos de sol, supongo que Grey querrá que los despierte.
Me dispuse a hacerlo cuando una sombra se extendió sobre mí. Volteé sobresaltada y sacando el machete rápidamente, para encontrarme con Grey.
Llevé una mano a mi pecho mientras trataba de regular mi respiración errática.
— ¡Grey! ¡Dios Santo! —gimoteé bajo la mirada levemente divertida de él—. ¡No vuelvas a hacer eso! Pensé que era un Swak…
Sonrió de medio lado.
—Ve a despertar a los demás.
—Ve a despertar a los demás, ve a despertar a los demás —mascullaba mientras caminaba hacia las tiendas—, casi me provoca un infarto y es lo único que me dice…
—Y Zoila —dijo tras de mí—, siento haberte asustado.
Sentí una suave ‘caricia’ a mi cabello y después el frío.
Vaya… repentinamente, el día está más lindo.