Los caprichos de mi guardaespaldas (josei)

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por CandyCandy, 12 Febrero 2013.

  1.  
    CandyCandy

    CandyCandy Iniciado

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    Título:
    Los caprichos de mi guardaespaldas (josei)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    2036
    Aquí os traigo el primer capítulo de uno historia romántica y pasional ahora que llega san valentin ^^

    Capítulo 1.

    Erik Ó Conaill se encendió uno de sus cigarrillos y se sentó en uno de los sillones del despacho. A su jefe realmente le gustaba hacerle esperar. Se abrió uno de los botones de la camisa, esos días hacía mucho calor y llevar el uniforme de trabajo era realmente sofocante.
    Le habían llamado a altas horas de la noche al móvil del trabajo. La secretaria decía que era un asunto importante, así que Erik se había puesto los pantalones negros de pinza y la americana a toda prisa, sabía que el señor T realmente odiaba los tardones. Para colmo, era él el que no aparecía.
    -No quiero que fumes en mi despacho.-Dijo el señor T cuando finalmente entró por la puerta.-Me canso siempre de repetírtelo.-Erik bufó y apagó el cigarrillo con la suela de sus zapatos.
    -¿Se puede saber que ocurre a estas horas?
    -Deberás ir al motel Sirena. Ahí encontrarás una mujer, EmilyScheidemann, en la habitación 26.Tu trabajo consistirá básicamente en escoltarla hasta aquí.
    Erik asintió poniéndose otro cigarrillo en sus labios. Salió al exterior y se desperezó. Los pájaros comenzaban a cantar y poco a poco amanecía. Se metió en su coche y se pasó una mano por su pelo rubio y se palpó el pantalón para asegurarse de que llevaba su pistola. De camino al motel, Erik pensó en el encargo. Más de una vez, el señor T le había pedido que fuera a por sus putas, pero nunca a altas horas de la noche. Eso debía ser algo más que un simple calentón.

    El motel sirena era un antro de mala muerte donde las prostitutas ejercían y donde los adictos alquilaban habitaciones para colocarse. Erik temió por dejar su audi en un lugar como aquel, estaba seguro de que le romperían los cristales para robárselo. Aparcó en un callejón algo alejado y escondido y deambuló entre vagabundos para llegar al motel.
    Tocó a la puerta de la habitación durante casi tres minutos. No obtuvo respuesta.
    Forzó la puerta con una tarjeta de crédito inservible que tenía para ocasiones como aquella. Como temía, la mujer estaba tirada en una butaca, dormida o inconsciente.
    El lugar olía a alcohol y a sudor.
    Ella llevaba un vestido fino de tirantes de color azul rasgado y subido lleno de vómito, alcohol y seguramente más cosas que Erik no deseaba saber. Lo peor de todo, fue darse cuenta de que era mucho menor que él. Seguramente no llegaría a los veinticinco.
    -Emily.-La zarandeó.- EmilyScheidemann.
    La mujer se quejó, pero finalmente abrió los ojos.
    -Me duele la cabeza.-Dijo ella.
    -Levántate, tengo que sacarte de aquí. El señor T te busca.-La chica reaccionó a aquel nombre. Estaba claro que lo conocía. Se levantó con gran esfuerzo, le temblaban las piernas.-Joder, no puedo llevarte con estas pintas.-Dijo el chico encendiéndose un cigarrillo. Y quitándose la americana.-Quítate esa ropa, no quiero que te subas así a mi coche.-Dijo sacándose su americana.-Ponte esto.

    Erik abandonó la habitación y se apoyó contra la pared. Estaba realmente preocupado por su audi y mentalmente le daba prisas a la chica.
    Finalmente esta salió por la puerta con la americana negra. Era menuda, así que le tapaba lo justo.
    Ambos caminaron en dirección al audi, Erik caminaba con prisas, pero la chica apenas podía seguirle.
    Erik inspiró con tranquilidad en cuanto vio que su coche estaba ileso. La chica se colocó ante el asiento del copiloto.
    -Fumas mucho.-Le dijo ella con una queja.
    -Déjame en paz.-contestó mientras conducía hacia su apartamento. Ella frunció el ceño pero calló.

    El apartamento de Erik se encontraba en el centro de la ciudad, gracias a las tempranas horas, los vecinos no pudieron ver a aquella chica con aspecto de prostituta entrando en su casa.
    -La ducha está ahí. Dame tu ropa y la lavaré.
    Ella obedeció y le sacó la ropa tras envolverse en una toalla.
    El chico rubio se preparó un café bien cargado y se lo tomó prácticamente de un sorbo.
    El trabajo que realizaba para el señor T le daba la ventaja de recibir dinero en negro, así que podía permitirse algunos caprichos como televisión de plasma y ducha con hidromasaje, siempre y cuando viviera en un apartamento mediocre para no levantar sospechas.
    A juzgar por lo que tardaba aquella mujer, estaría empleando a fondo su hidromasaje. Seguramente haría días que no se duchaba.
    -Hazme café.-Exigió en cuanto hubo acabado, metida dentro de uno de los albornoces que tenía.
    El aspecto de esa tía había cambiado realmente. Tenía el pelo negro, grueso y largo. Con tirabuzones en las puntas. Su cutis estaba prácticamente perfecto, salvo por las pecas que le asomaban por la nariz. Además, tenía unos ojos de un azul electrizante. Aquel hermoso rostro le habría costado más de una pelea, era sorprendente que conservara todos los dientes.
    -No, debemos irnos.
    -He dicho que quiero café.-Erik bufó, comenzaba a odiar a aquella mujer, y apenas la conocía. Tragó su orgullo y preparó un poco más de café. La chica se sentó de forma erguida, algo raro en una puta borracha.
    El chico rubio le puso una taza de café cargado, sin azúcar.
    -¿Tienes ginebra?-Erik frunció el ceño y negó con la cabeza.
    -Mi trabajo es llevarte, no ofrecerte mi minibar.
    -Has sido tú quien me ha traído y ha puesto mi ropa a lavar, lo mínimo que podrías hacer es ofrecerme algo para beber.
    -Te he dado café, así que déjalo ya.
    La chica sujetó la cucharilla con gracia y la removió dentro de la taza. Eso llamó la atención a Erik. Bebió con gracia y dejó un cuarto en la taza. La observó mientras apuraba su cigarrillo. La chica se levantó y se tumbó en su sofá. De pronto sonó su móvil.
    -¿Diga?-respondió este.-Oye, tenía trabajo y si quiero irme a la hora que me dé la gana, lo haré.-le dio una calada al cigarrillo.-Si quisiera una puta la pagaría. Haz lo que quieras.-Colgó.
    -¿Tú novia?-preguntó ella desde el sofá.
    -No te importa.

    Erik pasó la ropa a la secadora y aprovechó que ella se había quedado dormida para buscar una americana. No pensaba ponerse la que le había prestado a Emily, y menos aún si se había sentado sobre ella en el coche.
    Se fue hasta el baño, como imaginaba se lo había dejado todo tirado y lleno de jabón. Se miró en el espejo, unos ojos verdes le devolvieron la mirada y se toqueteó el pendiente de plata con forma de aro y suspiró.

    El camino de vuelta fue silencioso. Erik se acercó a la secretaria mientras Emily entraba al despacho de su jefe.
    -Mis honorarios.-Pidió él, apoyándose en la estantería.
    -Hola, Erik.-Dijo la chica con timidez.
    -Joana, tengo prisa.
    La chica asintió avergonzada y comenzó a buscar en el ordenador. Al poco sonó el telefono.
    -¿Señor T?-preguntó ella con educación.-Entiendo. Bien, se lo diré.-Colgó. Erik se dio cuenta de que algo no iba bien.
    -Oh, no.
    -Erik.-El señor T dice que el trabajo no ha acabado, dice que no te pague aún. Quiere que pases.-le señaló la puerta del despacho, pero él sabía perfectamente donde estaba.
    La chica estaba sentada con pomposidad en uno de los sillones y el señor T tenía los dedos cruzados bajo su barbilla.
    -¿Qué diablos pasa, jefe? El paquete está entregado. Dile a Joana que me pague.
    -No. No está acabado. Emily tiene que asistir a algunas fiestas. Hace tiempo que no la ven por la alta sociedad, no quiero que se preocupen. Necesita una escolta.-Erik abrió la boca.- Y antes de protestar, es un trabajo. No te lo estoy pidiendo.
    Erik salió a paso decidido hasta el exterior del edificio. Se sentó en las escaleras de la entrada y se encendió un cigarrillo.
    -Hay que ganarse el pan.-se dijo. Por desgracia, Erik no era muy bueno en nada, pero por suerte, el señor T le había enseñado un oficio. Le sonó el móvil de nuevo.
    -¿Diga?-Era su jefe.
    -Erik, la chica está bajando. Quiero que la acompañes a las fiestas, necesito que ella identifique a un hombre. Le he dado una tarjeta de crédito, para que vista un poco más a su altura. Quiero que te pegues a ella como a su sombra, ¿lo entiendes?
    Erik permaneció en silencio.
    -Entiendo.-dijo al fin. El señor T colgó.
    Miró hacia el cielo despejado y dio una calada. Realmente iba a odiar este trabajo.
     
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  2.  
    Ziello B

    Ziello B Entusiasta

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    Hola...

    El tema es muy intersante al igual que los personajes en esta historia, ya tengo una ligera idea en mi mente con respecto a cada uno de ellos; a pesar de que solo describes a dos de cuatro.

    Me pregunto: ¿qué tipo de relación hay entre el señor T y Emily?. Sin duda creo que sera interesante descubrirlo.

    Y ¿Qué tal le irá a Erik en la fiesta?


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    Con lo que no me llevo es con tu estilo para narrar, es un poco soso y sin descripciones del entorno en que se desenvuelven los personajes.
    Los dialogos parecen forzados, la unica con dialigo creible fue Joana (la secretaria)...

    _______________________________

    En mi opinión basta con un poco mas de practica y lograras sacarme un "like" (porque aunque algunos escritores no lo admitan a todos les gustan)
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    Listo... chao!
     
  3.  
    CandyCandy

    CandyCandy Iniciado

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    Escritora
    Título:
    Los caprichos de mi guardaespaldas (josei)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    2173
    Capítulo 2.

    Emily tendió la tarjeta de crédito que el señor T le había dado. La cajera sonrió de forma cortés.
    -¿Se lo lleva puesto?-preguntó.
    -Sí.-respondió ella.
    Se había ataviado con un vestido de color amarillo y unos zapatos verdes, además de una pamela para protegerse del sol.
    Había estado en aquel motel durante casi dos meses. En el momento en el que aquel hombre la sacó, decidió volver a su estilo de vida que había tenido antes de que su mundo se derrumbara.
    Encontró a su escolta sentado en un banco fumando. El cabello rubio le brillaba de forma intensa por el sol y se había protegido los ojos con unas wayfarer negras, todo un icono de Ray.Ban. ¿Alguien con esa clase de empleo sabía de estilo? Su uniforme, camisa y traje decían lo contrario.
    -¿Cómo me ves?-Emily hizo poses jugando con su pamela y su vestido. El chico se encogió de hombros y se llevó el cigarrillo a la boca.
    -¿Te falta mucho?-ella frunció el ceño y le sacó la lengua.
    -El señor T ha dicho que debes acompañarme de compras.
    -Acompañarte como escolta, no como amiga.
    -Quiero un helado.-protestó ella dejándose caer con las bolsas en el banco.-Tráemelo.
    -Déja de darme ordenes. Cómpralo tú.-El chico se llevó las manos a la nuca y se acomodó de nuevo.
    Emily descansó finalmente con un helado de chocolate. Hacía mucho que no comía uno de esos. Lo lamió con ganas mientras su escolta miraba al cielo. No supo decir si estaba dormido.
    -Ya casi lo has terminado. Supongo que tienes práctica con la lengua.-Dijo el chico riendo.
    Emily paró de pronto y entendió a que se refería. De pronto sintió como una rabia le inundaba y se le transformaba en lágrimas que cayeron por sus mejillas. El chico la miró y ella le plantó el cucurucho en la cabeza.
    -¡Joder!-masculló. Ella recogió sus compras y corrió a grandes zancadas sin dirección.

    Realmente no comprendía porqué se enfadaba. Había pasado dos meses bebiendo y dejando que cualquiera se le metiera en la cama. La mayoría de las veces, se despertaba de la resaca llena de sudor y con el vestido subido. Pero en esos momentos ya nada le importaba. Realmente había querido morir ahí dentro. ¿Porqué le dolía ahora la verdad?
    Sin darse cuenta, uno de sus tacones se rompió cuando pisó una alcantarilla.
    -¡No!-bramó. Ahora ya no podría ir muy lejos.
    Se sentó en un escalón. Al poco, un borracho que pasaba por ahí se le acercó.
    -Hola guapa, ¿que haces tan sola?-Quizás debería haber huido, pero la única compañía que había tenido en el motel habían sido tipos como él.-Yo te doy un poco de mi vino si me dejas darte un beso.
    Emily se lo pensó, le apetecía mucho beber alcohol. Estuvo a punto de acceder cuando alguien tiró del hombre hacia atrás y empujó su cara contra la pared.
    -¿A que estás jugando?-le preguntó la voz de su escolta que sujetaba con una mano la camiseta del borracho.
    -¿Cómo que a que....? ella quiere un trago y yo le he...-El chico volvió a empotrarlo contra la pared y se lo acercó a la cara de nuevo.
    -Ni se te ocurra ponerle la mano encima.-Dijo con indiferencia. Le dio un puñetazo en la barriga y el borracho se encogió. Finalmente aprovechó para darle un rodillazo en la nariz.
    El vagabundo quedó tendido en el suelo sangrando y llorando. Emily se levantó y se llevó las manos a la boca. El chico rubio la miró por encima de sus gafas de sol.
    Ella dio unos pasos hacia atrás hasta que su espalda chocó contra la pared. De pronto sintió miedo.
    -Yo... yo no.-Balbuceó. Se dio cuenta de que aun conservaba la botella de vino barato que le había tendido el borracho. No le duró mucho, el chico la agarró y la tiró al suelo.
    -Cállate. Vamos.-Le ordenó.
    -Mi zapato...-Señaló su tacón roto.
    El chico la cogió a caballito. Después cogió las bolsas y comenzó a caminar.
    Emily no se atrevió a protestar. Se había quitado gran parte del cucurucho de la cabeza, pero desde aquella altura, la chica aun podía ver restos de chocolate en su rubio cabello despeinado, podía oler su aroma, Café, tabaco y perfume de mujer, además pudo ver su clavícula. Era un chico nervudo y musculoso.

    Se metieron en un tren que iba hacia uno de los barrios ricos de la ciudad. Erik pensaba que era mejor idea viajar sin su coche. La fiesta tendría lugar la noche siguiente y Emily debía estar ahí.
    Se sentaron uno frente al otro, la chica morena miraba por la ventana y daba golpecitos con su uña en la mesa. El chico tenía las manos metidas en el bolsillo del pantalón y los ojos cerrados.
    -¿No vas a decirme nada?-preguntó ella para cortar el silencio.
    -Prefiero no hacerlo.-Claramente estaba molesto. Ella torció los labios y se llevó la mano a la cara, para apoyarla.
    Siguieron en silencio. Finalmente el chico se levantó.
    -¿Dónde vas?-preguntó ella.
    -Al lavabo.
    -Tráeme algo del bar. Un wisky.-ordenó ella.
    -Tráetelo tú.-Dijo finalmente y se marchó.
    Pasó largo rato sola mirando el paisaje que el tren dejaba atrás. Tenía ganas de tomar un trago, desde que había empezado a beber, pocas veces quedaba mucho tiempo sobria. El tiempo pasaba más deprisa cuando bebía.
    Fue hasta el bar y se trajo un vaso con wisky. Seguramente así se calmaría.
    En poco rato se hubo acabado el vaso entero. Quería ir a por otro, pero temía que si el chico no la encontraba en su asiento se liara a puñetazos con todo el mundo, ella incluída.
    Comenzó a tararear una canción que le traía muchos recuerdos de su niñez. Su madre le había comprado un joyero musical que interpretaba esa melodía.
    -¿Eres alemana no?-El chico rubio se acababa de sentar, tenía el pelo mojado. Había ido a quitarse los restos del helado. Ella asintió rápidamente.
    -De Brandeburgo. ¿Reconoces la melodía? Es una nana que me cantaba mi madre.-El asintió cruzando sus brazos y mirando por gran ventana.-Aún no se tu nombre.
    -Erik Ó Conaill.-Respondió con voz seca. Había notado que la chica estaba achispada por el modo en el que arrastraba las palabras. Ella rió.
    -¡Vaya! ¿De Noruega? ¿Eres vikingo?-él la miró extrañado y se encogió de hombros.-Tienes cuerpo de vikingo, quizás un poco más delgado. Deberías dejarte la barba larga y hacerte trenzas.-Se rió.
    -Bah, cállate ya. Por mi parte mejor si no hablamos.-respondió cruzando sus piernas y apoyando un hombro en el cristal.
    -Deberías sentarte erguido.-dijo ella mirando su vaso.-debes acompañarme a las fiestas y mi acompañante no puede comportarse así.
    Erik la miró. De nuevo se sentaba como una dama.
    -¿Qué sabrás tú?-dijo finalmente y se recostó para dormir.-Haz el favor de no moverte, no quiero irte a buscar.

    El barrio de clase alta de la ciudad se componía sobretodo de hoteles y pubs. Las fiestas se organizaban en esos lugares de cinco estrellas. Las calles estaban llenas de árboles frutales y flores, además de estar empedradas.
    Salieron hacia el hotel Castle, situado frente a unas montañas, de las que se habían hecho jardínes privados.
    Reservaron dos habitaciones, una al lado de la otra. Eran grandes, de cama doble. Con un baño con jacuzzy, minibar y pantalla de plasma con sofá. Erik sonrió. Por fin le sonreía la suerte. Las habitaciones estaban en la segunda planta, y tenían terradas amplias una al lado de la otra, con dos hamacas cada una, una mesa con sombrilla y cuatro sillas de jardín. Erik comprobó que se tocaban por la balaustrada, así podría acceder a su habitación si algo no iba bien.
    Aquella tarde la pasaron cada uno en su habitación acomodándose. Al llegar la tarde, Erik salió a la hamaca de la terraza y se encendió un cigarrillo.
    Sus vistas daban al jardín interior, era el más grande que Erik había visto jamás. Era extraño pensar que un pequeño paraíso tan verde y frondoso se podía esconder en aquella ciudad.
    -¿Es bonito, no?-Emily se sentó en una de las sillas de su terraza, con un camisón de seda del color de la uva. Se había recogido el largo pelo negro en un moño y apenas parecía ella, salvo por una botella que había sacado del minibar de bourbon.-Cuando vivía con mis padres, teníamos uno parecido. Me encantaba pasear y recoger plantas.-De pronto se rió.-Una de ellas me causó una alergia en la piel y tuve granos por el cuerpo durante toda una semana. Madre prohibió las visitas “una señorita no debe verse en este estado” dijo.
    -¿Una señorita? No le salió muy bien, entonces.-Respondió él. Se agachó para evitar el golpe que le propinaría ella por insultarla, pero no le tiró nada. Se levantó y la miró, ella había perdido su mirada en algún punto en los jardines. Su expresión era de tristeza.
     
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    CandyCandy

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    Título:
    Los caprichos de mi guardaespaldas (josei)
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    2180
    Capítulo 3.

    -¿Cenarás conmigo? No me gusta estar sola.
    Erik se llevó la mano al pelo y se lo echó hacia detrás, después apagó su cigarrillo.
    -No.-entró en la habitación y cerró la puerta corredera, dejándola sola.
    Erik se quitó la americana y se tiró encima del sofá. En la televisión apenas hacían nada que valiera la pena.
    Se echó una siesta hasta la hora de cenar.
    Emily se sentó en su cama.
    -¿Debería insistirle?-se preguntó.-¡No!No pienso ir tras un chico como ese.-Se cruzó de brazos enfadada.-No pienso salir de aquí, tendrá que venir él.-se dijo con una sonrisa. Le entraron ganas de beber algo, se acercó al minibar y cogió una pequeña botella.
    Se tumbó en la cama y bebió un largo trago.
    -Erik, estúpido Erik. Quiero otro escolta. Uno de pelo castaño, más musculoso.-Bebió un trago.-No se parece nada a ti, Gerard- Sonrió.-Gerard...Te echo tanto de menos.-Unas lágrimas corrieron por sus mejillas.-¡No! No lloraré. Ya te he llorado durante dos meses. Ya no te echo de menos, en realidad ¡te odio!-se dio cuenta de que estaba llorando con más intensidad. Miró la botella medio vacía y la lanzó lejos con un grito. Se rodeó las piernas con sus brazos y metió la cabeza entre las rodillas.-Te odio Gerard, ¿porqué me prometiste que no me dejarías nunca?

    Erik despertó cuando ya había oscurecido. No sabía que hora era, pero sus tripas sonaban sin cesar.
    Bajó hasta el restaurante, como se imaginaba, llamaba mucho la atención. Los hombres vestían frac y las mujeres vestido de coctel.
    Cenó ignorando las miradas de los comensales. Buscó a Emily durante unos minutos a través de las mesas, pero como imaginaba, estaría en su habitación emborrachándose.
    ¿Para qué querría su jefe que una mujerzuela como aquella fuese a fiestas de lujo? Bebería como una cosaca y se aprovecharía de ellos. Al fin y al cabo, una mujer salida de los barrios más bajos de la ciudad ni soñaría con ponerse un vestido de fiesta.
    Acabó su bistec y salió a la terraza para fumar. Esta tenía unas escaleras que bajaban al jardín que habían visto desde sus habitaciones. Ahí, las parejas paseaban bajo la luz de las farolas. Erik se apoyó en la repisa y soltó lentamente el humo que había inhalado.
    -¿Tienes fuego?-La voz provenía de una mujer pelirroja de su edad. Con un vestido verde esmeralda. Era la mujer más sexy que el rubio había visto jamás. Éste le tendió su zippo plateado.-¿Regalo de alguna novia?-Erik emitió una risa en silencio.
    La mujer le dio una calada a su cigarrillo con sus carnosos labios de color carmín. Ambos estuvieron en silencio apoyados en la repisa.
    -Tu no eres de por aquí, ¿me equivoco?-Erik no respondió, no hacía falta.-¿me harías compañía? Mi padre ha organizado una cita a ciegas y no va demasiado bien.-Dijo ella riendo.
    Deambularon por el jardín en silencio. Claramente, aquella mujer era un plato que ningún hombre podría haber rechazado.

    Erik miró hacia el lado derecho de su cama. La pelirroja dormía plácidamente. Se levantó y buscó a tientas su ropa interior y sus pantalones. Salió hasta la terraza y se encendió un cigarrillo. Miró hacia la terraza de su lado. ¿Emily estaría dormida? Seguramente sí. Cuando llegó con la chica de la fiesta no oyó su televisor encendido ni signos de actividad. Suspiró, no estaba del todo tranquilo. Se llevó el cigarro a los labios y saltó hasta la otra terraza. Todo estaba en silencio.
    Apagó la colilla con el suelo y la tiró al vacío.
    Abrió la puerta de cristal corredera y pasó a la habitación. Dio un puntapié a una botella de cristal vacía que había tirada en el suelo. Como temía, debía haber caído redonda de la borrachera.
    Se acercó a la mesilla de noche y encendió la pequeña lámpara.
    Emily dormía tirada de mala manera sobre la cama. Erik suspiro de alivio. Seguía vestida igual que en su último encuentro aquella tarde.
    -Ge...rard- susurró ella en sueños. ¿Gerard? Erik se acercó un poco más.-Gerard...-Repitió, su rostro reflejaba preocupación. Parecía estar teniendo un sueño desagradable.
    El chico apagó la luz y se sentó unos minutos en un sillón estilo victoriano al lado de la cama cruzando sus piernas.
    Después de unos minutos, se levantó y volvió a su habitación. La cama estaba vacía. La mujer pelirroja había recogido sus cosas y se había ido. Erik sonrió, ¿era posible encontrar a alguien tan semejante de casualidad?
    Se tumbó en la cama y sin darse cuenta cayó dormido.

    Emily despertó pronto. Su barriga rugía con fuerza, se vistió con una camisa y una falda azul. Decidió ponerse tacones, no era muy alta y sabía que unos buenos tacones la estilizaban. Escojió unos Louboutin que había comprado el día anterior. Se miró en el espejo mientras se cepillaba el pelo. Hacía mucho que no podía mirarse al espejo, era como si hubiese estado recluida durante dos meses y ahora se examinara para saber en qué había cambiado.
    Jugueteó con sus tirabuzones durante un rato. Poco a poco, se iba pareciendo de nuevo a la Emily que ella conocía.
    De pronto, alguien tocó a la puerta. Su corazón dio una fuerte palpitación. ¿Erik? Abrió la puerta, un hombre con gafas de sol, de aspecto mayor, y cara seria la miró por encima del hombro.
    -¿Emily Sheidemann?-La chica mio como se colocaba unos guantes blancos de látex. De pronto tuvo miedo y se precipitó a cerrar la puerta. Pero era demasiado tarde.
    El hombre misterioso abrió con un golpe la puerta, Emily cayó de espaldas. Él sacó una pistola con un silenciador del bolsillo de la chaqueta, mientras, ella se escondió detrás de la cama esquivando un disparo que sonó como un fuerte trueno.
    Emily gritó y gateó debajo de la cama. Otro disparo atravesó el colchón y interceptó a pocos centímetros en el suelo. De pronto, otro disparo. Esta vez diferente.
    Todo pasó muy deprisa. A su lado cayó el cuerpo inerte de su atacante. La chica volvió a gritar. Su corazón palpitaba con fuerza y sus dientes tiritaban. ¿Iba a morir? Una segunda persona levantó la sábana del suelo, Emily no esperó para ver de quien se trataba y desde el suelo le propinó una patada al pecho.
    -Joder.-Era la voz de Erik. La chica siguió ahí, encogida y temblando de terror. Erik se agachó dolorido y la miró.-Sal de ahí.
    Ella obedeció y gateó fuera de la cama. Encontró al hombre que había caído muerto al otro lado de la cama con el suelo encharcado de sangre. Emily se llevó las manos a la boca y ahogó un grito, que fue transformado en lágrima.
    -Vamos.-Ordenó el chico metiéndose la pistola en el cinturón.
    Emily siguió llorando y sollozando, ignorando a Erik.
    -Hay que irse.-repitió.-¡Hey!-El rubio se acercó a Emily y la sacudió de los hombros. Bufó y tiró de ella para sacarla de su habitación.
    Sin darse cuenta se vio corriendo arrastrada por su escolta a otro hotel de la ciudad.
    Erik los registró con nombres distintos y la instaló en una habitación con dos camas.
    -Hasta que pase el peligro dormiré aquí.-Dijo él. Ella se encogió de hombros. Él se encendió un cigarrillo y lo tomo con calma. Se sentó con sus brazos apoyados sobre las piernas y se echó hacia delante.
    -Tengo hambre.-dijo ella. -¿Hoy comerás conmigo? Por favor.- Erik la miró, sonreía.
    Emily bebió dos copas de vino antes de empezar la comida y estuvo bebiendo sin probar el plato.Erik la miraba mientras comía un bistec.
    -¿No bebes tú?-le preguntó ella. Este dejó los cubiertos a un lado.
    -No.
    -Eres adulto, es extraño ver a un hombre como tú beber zumo de naranja para comer.
    -No bebo alcohol.-Repitió. Ella asintió.
    -Yo no puedo estar mucho rato sin beber. Supongo que te pasa igual con el tabaco.
    Él no contestó. Su cabeza estaba en otra parte, ¿porqué la perseguían? Querían matarla, pero habían enviado a un matón cualquiera que ni siquiera había sido capaz de acertar con el blanco. Estaba claro que esperaban que estuviera sola y quizás, borracha o dormida. Estaba claro que la conocían.
    -¿No tienes novia o familia?-él negó en silencio mientras la examinaba. Ya iba achispada, pero mantenía una postura recta y se había colocado la servilleta como una dama.-Yo estaba prometida, ¿sabes?.-Erik paró atención.
    -¿Prometida?-ella sonrió tristemente.
    -Si. Era guapo, rico y joven. Y estábamos muy enamorados.-El chico la miró. ¿Sería su prometido el asesino? ¿O alguna mujer celosa? Si contratabas a alguien para hacer el trabajo sucio, era porque tenías dinero.-Pero murió.-concluyó mientras le daba vueltas a su copa y sus ojos derramaban unas lágrimas.
     
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    Total de capítulos:
    4
     
    Palabras:
    1545
    Capítulo 4.

    Emily apenas probó bocado, por lo que la bebida le subió con facilidad. Intentaba emborracharse rápido cuando su cabeza comenzaba a pensar en Gerard.
    -Voy a ir al bar.-anunció cuando Erik acabó su plato.
    -Deberías ir a dormir.-dijo él. Parecía más una orden que una sugerencia.
    -He dicho que iré al bar. Ven conmigo o ves a la cama, yo vendré después.-Erik la dejó marcharse. Esa niña era idiota, y él no quería hacer de canguro, pero si la mataban, no cobraría. Eso era lo que le interesaba.
    La siguió a regañadientes y se sentó en un taburete a su lado.
    -Un martini.-Pidió ella. Erik le hizo un gesto al barman para decirle que no quería nada.-¿Has tenido novia? Deberías tratar mejor a las mujeres.-Emily se apoyó contra la barra.
    -He tenido novia.-Ella sonrió ampliamente. Le divertía aquella situación.
    -¿Muchas?
    -Una.
    -¡Vaya! Me sorprende. No pareces un tipo que le gusten las parejas. ¿Cómo terminasteis? Seguro que te dejó cuando supo la clase de trabajo que tenías. Dudo que alguna mujer quiera estar con alguien que mata a personas por dinero.
    Erik miró un punto perdido en la barra. Tenía una expresión inescrutable.
    -La maté.
    Emily sintió como su corazón palpitaba con fuerza y abrió los ojos de par en par. De pronto sintió miedo y su cuerpo se paralizó.
    -La encontré en la cama con otro y les disparé hasta que me quedé sin balas.-se llevó una mano al cabello y se lo echó hacia atrás.-después de los gritos todo quedó en silencio, y ya solo olía a sudor y a sangre.
    Erik se quedó sentado, mientras Emily se levantaba y corría fuera del bar.
    Quería huir lejos, pero no ¿dónde iba a ir?. Alguien quería matarla, eso lo tenía claro. Había visto algo que no debería. Para colmo, su padre le había mandado un grupo de mercenarios para protegerla. Quería volver a casa, ¿su madre la perdonaría? Seguramente no. No querría que una borracha diera que hablar en la sociedad.
    Entró en el hotel. Tenía miedo de esconderse. ¿Y si la encontraban aquellos asesinos de nuevo? Erik la había protegido, era su trabajo. Pero había matado a la persona que amaba.

    El chico rubio miró la copa que Emily había dejado al huir de él. Estaba llena. Se levantó y pagó la cuenta.
    Encontró a Emily en la habitación, dentro de las sábanas. Quizás estuviera dormida.
    -Oye, recuerda que esta noche debemos ir a la fiesta. No duermas muchas horas.
    La chica solo contestó encogiéndose en su sábana. Erik se desvistió y se metió en la ducha.

    Emily escuchó el sonido del agua en la habitación contigua. Volteó y miró la cama a su lado. Erik había dejado su ropa tirada de cualquier forma. Se acercó a la ropa y la examinó. Había una cartera, que contenía su pasaporte, con nombres falsos. Erik Smith, Johan Smith, Johan Reed... ¿El nombre que le había dado era el verdadero? Realmente era un extraño ahora. Un simple asesino a sueldo, como los que querían matarla.
    Examinó la americana negra. Era realmente simple. Como los uniformes de la película pulp fiction, al igual que la camisa y los pantalones. ¿Había dejado los pantalones ahí tirados y se había ido desnudo al baño? Emily se sonrojó. Buscó dentro de los bolsillos, había un teléfono. ¡Un teléfono! Marcó sin pensar el número de su casa. ¿Sus padres querrían oír que estaba bien? Quizás no querían saber nada de ella.
    Cuando era pequeña, solía llamar a su padre al trabajo. HeinrichScheidemann era el director del Memorial Solzman, uno de los hospitales privados más importantes de Brandeburgo. Pero siempre tenía tiempo para estar con su hija. Lo que más le gustaba era llamarla para contarle que iba a comer, hasta el punto de que se había transformado en una tradición.
    Marcó el número de su padre. Aún lo recordaba, aunque hubiera pasado tiempo.
    -¿Diga?-Emily sonrió y aguantó unas lágrimas al oír la voz de su padre.
    -Papá. Soy yo.-Respondió ella. Hubo un silencio, Emily se puso a llorar al oír la respiración de su padre.
    -¿Porqué me llamas, Emily? No voy a darte más dinero para que lo desperdicies en moteles y bebida.-La chica se quedó en silencio de pronto. ¿No la echaba de menos?
    -Yo...Pensé que querrías saber de mí. Papá, quiero volver a casa. Por favor.
    -Eso no puede ser y lo sabes. Te ingresé en el banco algo de dinero para que pudieras empezar de nuevo. No me sacarás nada más.
    -Papá.-Emily ya no se contuvo más y estalló en llanto.-Por favor, lo siento. Lo siento. Perdoname, quiero volver a casa.
    -Debiste haberlo pensado antes, Emily. A todos nos afectó la muerte de Gerard, pero tú te metiste de todo en cualquier esquina, con cualquier hombre. Ahora toda la família lo sabe. Me defraudaste. Ya no puedes volver. No me vuelvas a llamar más.-Colgó.
    La chica tiró el teléfono y se envolvió en las mantas de la cama de Erik.

    El chico rubio se encendió un cigarrillo en el baño. Había escuchado la conversación de la chica con su padre. Cuando oyó el nombre de Scheidemann sospechó que se trataba de ella, la hija del director del hospital Memorial Solzman. Había echo anteriormente algún trabajo para él. Nunca lo había visto en persona, siempre era el señor T quien contactaba con los clientes.
    Aquello no lo aliviaba, si Scheidemann no lo había contratado, ¿quién era el cliente del señor T? Inspiró el humo de su tabaco y esperó un tiempo. ¿Cómo debería salir del cuarto de baño si ella no paraba de llorar? No le gustaban las mujeres lloronas, nunca sabía que decirles.
    Salió envuelto en una toalla por la cintura, decidió ignorarla y buscar su ropa. No había podido comprar nada, ni siquiera ropa interior. ¡Vaya fastidio! Buscó su teléfono en el pantalón, pero no lo encontró. La chica se había quedado en su cama, boca abajo. Vio el teléfono tirado en el suelo. Había usado su teléfono para hablar con Scheidemann. Eso era malo.
    Erik se acercó y llamó a John, un viejo amigo que trabajaba también para el señor T.
    -John. Necesito ropa nueva. El hotel...no se como se llama, está cerca de las montañas, en el barrio alto. En una hora aquí. Ok.

    Emily lo miró. El chico tenía el pelo aun mojado y iba enrollado en una toalla que dejaba ver su torso desnudo. En su omoplato izquierdo tenía tatuado un trival negro que se extendía hacia el hombro, parecía simular una ala.
    -Vístete, las mujeres tardáis demasiado. En tres horas tenemos que estar en la fiesta.-El chico salió a la terraza. No era tan lujosa como la anterior, pero era amplia y con sillas cómodas.
    Emily salió al poco y se colocó en frente de la silla, en cuclillas.
    -Erik...-ella se ruborizó.-Yo...¿Puedes abrazarme, por favor?-El chico la miró sin comprender. Ella seguía llorando.
    -¿Qué?
    -Me siento triste...necesito un abrazo. Por favor, solo un rato.
    -No.-Erik se llevó el cigarro a los labios y se levantó. Dejándola sola en la terraza.
    Ella permaneció en cuclillas, rodeándose las rodillas con los brazos. Se daba lástima. Había vendido su cariño durante dos meses al que pudiera pagarle una botella de wisky y creía que a parte de su Gerard, todos los hombres caían ante una mujer fácil. Ahora se sentía sucia y usada.

    Erik encendió el televisor, y se tumbó en su cama. Al poco, dieron unos golpes en la puerta.
    -¡Abre, hijo de Odin!-Erik miró hacia la puerta, esa voz y aquella frase...John. Por fin. Abrió la puerta y un chico de aspecto infantil le lanzó una bolsa de ropa.-¡¿Cómo se te ocurre venir a trabajar sin ropa?! ¡Vas solo con esa toalla!-Erik cogió la bolsa y se metió en el baño.

    Emily escuchó los gritos de un hombre en la habitación. ¿Sería al que había llamado Erik? Se levantó y se asomó.
    Un chico bastante guapo, de fino cabello castaño corto y ojos verdes le sonrió. Llevaba el mismo traje que Erik. ¿Compañeros de trabajo?
    -Buenas tardes, soy John Reed. ¿La señorita Scheidemann no?-la chica se sorprendió, a primera vista, parecía un chico de su edad, pero al hablar con aquella formalidad, era como si de pronto fuera hasta más mayor que Erik.
    -S-Si.
    -Trabajo para el señor T. Vengo a traer algunos pedidos.-Le sonrió.
    Erik salió del baño con la corbata en la mano, vestido con el traje negro y la camisa blanca desabrochada hasta el pecho.
    Emily se dio cuenta de que volvía a tener aquel horrible aspecto de mercenario. Se sentía avergonzada de sí misma. ¿cómo debía mirarlo? Lo había obligado a comportarse de forma poco profesional.
    -Dúchate y vístete de una vez.-Le dijo él interrumpiendo sus pensamientos. Ella asintió sin rechistar y se metió en el cuarto de baño.
    -Ojala a mi me tocara un trabajo así.-dijoJohn cogiendo una botella de bourbon y sentándose en uno de las sillas exteriores. Erik se encendió un cigarrillo y acompañó a su amigo.
     
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