Long-fic de Pokémon - ¡Detective Handsome 3!: Diez Pokémitos

Tema en 'Fanfics Terminados Pokémon' iniciado por MrJake, 4 Noviembre 2012.

  1.  
    MrJake

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    Título:
    ¡Detective Handsome 3!: Diez Pokémitos
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    2438
    Para mí es un verdadero honor escribir este fic, basándome en la que para mí es la más grande escritora, Agatha Christie. Más concretamente en la novela de "Diez Negritos" de la británica.
    Antes de nada, por supuesto decir que ni "Diez Negritos" ni Pokémon me pertenecen bajo ningún concepto, así como tampoco me pertenecen sus tramas y personajes. Este fic no es más que una versión pokémon que por supuesto sólo se basará en la novela, y para nada la seguirá al pie de la letra.
    Deseo que la disfruen tanto como yo disfrutaré escribiendo sobre pokémon, haciendo un claro guiño a la reina del crimen.

    [​IMG]

    Han pasado unos 7 meses desde aquella aventura con el alto mando de Sinnoh. Mi vida se hizo monótona, ya no había casos interesantes, sólo vulgares hurtos y cosas similares. Mi vida hubiese sido sumamente aburrida… de no haber aceptado a aquel chico como mi ayudante.

    Para mí fue una gran sorpresa que ese inquieto chico, tras el caso del alto mando, me pidiese tan continuamente que quería ser mi ayudante, que estaba dispuesto a dejar su proyecto de ser campeón pokémon con tal de venir conmigo y ayudarme en mis casos. Se ve que el chico de nombre Barry quedó fascinado con mi actuación en aquella liga pokémon, con mi maestría resolviendo ese enrevesado caso. Como decía, si por algo no se me hicieron esos meses eternos, fue por la compañía del chico nervioso, que aunque a veces consigue alterarme, es un soplo de energía que siempre conviene tener a tu lado.



    Mi monotonía acabó cuando recibí aquel paquete.

    —¡Haaaaaaaaandsooooome! —gritó enérgicamente Barry, entrando en mi despacho arrasando con todo, portando en sus manos un pequeño paquete de correos—. ¡Paquete, paquete, paquete para ti, desde Kanto!

    ¿Un paquete?, me pregunté. No tenía ni idea de que aquel pequeño objeto sería la llave hacia un terrible suceso.

    En cualquier caso, mi mente es privilegiada, pero no soy adivino; por lo que no sabía en ese momento a donde me llevaría el paquete. Simplemente lo abrí, y descubrí una pequeña grabadora, con una cinta y una caja. Extrañado, coloqué la cinta, y una música calmada me sorprendió. Una maternal voz cantaba en tono de nana una canción ciertamente peculiar.

    Diez pokémitos se fueron de copas.

    El pequeño Growlithe se emborrachó,

    Y quedaron nueve.



    Nueve pokémitos fueron a nadar.

    El fuerte Machop se ahogó,

    y quedaron ocho.



    Ocho pokémitos bailaron mientras llovía.

    Un granizo golpeó a Tangela,

    Y quedaron siete.



    Siete pokémitos jugaron al escondite.

    Nadie encontró a Gastly,

    Y quedaron seis.



    Seis pokémitos jugaban a los ninjas.

    Zubat se cortó con una espada,

    Y quedaron cinco.



    Cinco pokémitos usaran lanzallamas.

    Quemaron a Jynx,

    Y quedaron cuatro.



    Cuatro pokémitos molestaron a un Golem.

    Enfadado, golpeó a Venomoth

    Y quedaron tres.



    Tres pokémitos podaron el jardín.

    Scyther se cortó con su cuchilla,

    Y quedaron dos.



    Dos pokémitos pensaron mucho.

    La cabeza de Abra explotó,

    Y sólo quedó uno.



    Un pokémito se encontraba sólo.

    Raichu se volvió loco, se desmayó

    y no quedó… ¡ninguno!



    La cinta dejó de sonar, y los dos presentes quedamos callados. Barry me miró y finalmente me dijo:

    —Es una canción de cuna. A mí me la cantaba mi madre cuando era pequeño.

    —A mí me parece una cancioncilla muy siniestra —comenté.

    Entonces abrí la carta que venía junto con la cinta, la abrí, y recorrí aquellas líneas escritas a máquina:

    “Estimado señor Handsome.

    Tras una reforma que he llevado a cabo en la mansión pokémon de Isla Canela, en Kanto, me complace invitarle a usted a visitarla. Llevaremos a cabo, usted, yo y otras personas célebres, una gran cena. Además, tengo algo importante que decirle. Le ruego que asista el día y la hora indicada en la parte trasera del sobre. Su presencia será ciertamente agradable para mí. Le ruego también que no traiga a nadie más consigo, ya que la cena será de personas célebres exclusivamente.

    Atte.: Blaine, líder de gimnasio de Pueblo Canela”.

    ¿Blaine? No comprendía el porqué de todo aquello. ¿Y que relación había entre la canción y la carta? Extrañas circunstancias, las de aquel paquete. Supuse enseguida que había algo raro, pero jamás llegué a pensar que lo que realmente se escondía tras esa petición era algo tan horrible.



    En cualquier caso, ese día estuve en Isla Canela, a la hora indicada, mostrando mis inmaculados modales al llegar a la hora punta. Lógicamente, no pude llevar conmigo a mi fiel ayudante Barry, ya que según la carta del tal Bline, quien me consta es líder del gimnasio de esa ciudad.

    Me sorprendió mucho ver que allí había muchísima gente aguardando frente a la se notaba recién reformada mansión. Como mínimo quince personas. ¡Y lo curioso es que conocía más de una de ellas! Eran personas célebres, claro que sí.

    Los líderes de Kanto, desde Briok hasta Sabina, pasando por Mistia, Eruka, Sorge, y Kuga. Y también el alto mando de la región, ¡Brunus, Agathina, Loreneil, y, como no, Lancé! Todo un elenco de personas famosas. Además también estaban allí el mismísimo profesor Uak, su nieto Gery, un chico con cintillo cuyo nombre no conocía (ni iba a recordar bien de conocerlo). La hija del tal Kuga también estaba allí, esa niña con aspecto de ninja. Por último, una pareja con pintorescos trajes blancos, cuyas caras, a pesar de jurar no haberlas visto nunca, me resultaban tremendamente familiares.

    Me acerqué lentamente, con mi gabardina y mi sombrero. Todos me miraron extrañados, dudando, creí, de quien demonios era ese hombre con pintas de detective. Posiblemente no supusieron que era detective realmente.

    —¿No entran ustedes? —dije al ver que todos estaban fuera.

    —No parece haber nadie dentro —contestó una mujer pelirroja con una curiosísima coleta a un lado. Ella era Mistia, la líder de ciudad Celeste.

    Incliné mi cabeza a un lado, extrañado. ¿Tanta exactitud con la hora, y no había nadie?



    Aguardamos allí durante algún tiempo; tal vez Bline se retrasaba por algún motivo. Durante la espera, compartí algunas palabras con Mistia y Briok, así como con aquel muchacho de cintillo, de nombre Treecy, o algo por el estilo. Por lo visto, eran amigos, y en su momento viajaron juntos.

    Noté con avidez que estos tres miraban con recelo a los dos individuos que tan familiares me eran, apartados del resto. Obvio pregunté, ¡el gran Handsome necesita conocer toda la información!

    Me contaron que eran miembros de una especie de organización criminal, miembros patéticos del “Team Crocket”. Jersy y Jeill, o algo similar se llamaban. ¿Pero por qué me eran tan familiares?

    En fin, que por fin apareció Blaine, y todos los presentes nos alegramos bastante. Lo que nadie se esperaba era el sobresalto de todos al ver que no sabía de nuestra venida.

    —Me halaga ver que todos estáis aquí, pero, ¿puedo preguntar por qué? —dijo algo desconcertado el dueño de la mansión.

    Lo miramos extrañados. ¡Él mismo nos había reunido allí! El hombre de la capa, el líder del alto mando, fue quien le explicó:

    —Señor Blaine, soy Lance, mucho gusto —se presentó primero, muy educadamente—. Mire esto —le mostró la carta—. Usted nos mandó una carta a cada uno de nosotros citándonos en su mansión hoy, a esta hora, ¿lo recuerda? Quería decirnos algo importante.

    Blaine leyó la carta, y después negó con la cabeza.

    —No, no, yo no he escrito nada de esto.

    Un revuelo se produjo entre todos los presentes. La muchedumbre se alteró, se preguntaba uno a otro porqué les habían hecho venir.

    —Bueno, en cualquier caso —dijo Blaine con una sonrisa—. Pasad, pasad, ¡si venís a comer, comeremos!

    La amabilidad de Blaine hizo que todos se tranquilizasen, y tras abrir la puerta de la casa, todos entramos.

    —¿Vosotros estáis invitados? —le pregunté al tal Team Crocket, sospechando que pretendían colarse.

    La del pelo rosa y extraño mostró una carta

    —Léala usted mismo —me propuso.

    Sonreí, y rechacé la oferta. Confiaba en ellos… pero cada vez tenía más claro que aquello era completamente inverosímil. ¿El Team Crocket, personas célebres? No; algo extraño sucedía. ¿Quién nos invitó a la mansión de Bline, si no fue el mismo Bline?

    En cualquier caso, nos sentamos en la inmensa mesa, dispuestos a disfrutar de una improvisada comida.

    —Bueno, esta situación es particular —dijo Blaine—. Precisamente hoy no dispongo de servicio. Pero no se preocupen, yo mismo les serviré algo. ¿Unas copas, para empezar?

    Un escalofrío recorrió mi cuerpo al oír la palabra “copas”.

    El de los ojos rasgados, Briock, líder de Ciudad Plateada, se ofreció para cocinar, y Eruka, Treecy, Mistia y la niña ninja se levantaron para ayudar al hombre a colocar la mesa y servir las copas.

    Cuando todos estaban sentados, yo incluido, con mi copa en mano, mientras que Briock cocinaba, me fijé en el centro de la mesa. Me quedé completamente mudo al verlo, y tuvo que ser Sabina quien comentó:

    —Bonito centro de mesa. Una especie de bandejita con figuras de pokémon.

    Blaine miró el mencionado objeto alarmado.

    —Yo no… no sabía de la existencia de tal centro de mesa —dio un trago a su copa.

    —Qué cosa más rara, todo esto —opinó el líder de Carmín—. Una carta y unas figuritas que aparecen de la nada. ¿Fantasmas? —dijo irónico.

    —No te burles de los fantasmas —comentó en voz baja la anciana de la élite.

    Mi respiración se agitó poco a poco, ¿qué quería decir todo aquello? Esas estatuas representaban a diez pokémons: un Growlithe, un Machop, un Tangela, un Gastly, un Zubat, un Jynx, un Venomoth, un Scyther, un Abra y un Raichu.

    Quería expresar mis temores, quería comentar que algo raro había en todo esto. Pero no conseguía que mi voz saliese.

    —Voy a… —dijo Bline, algo enrojecido— comprobar que la comida marcha bien.

    Se levantó, caminando patosamente, mientras se tambaleaba de un lado a otro.

    —Je, je, míralo —le murmuró Gery a su abuelo, entre risas—. ¡A penas una copa y ya está borracho!

    ¿Borracho? Miré el avance torpe de Bline, temiéndome algo malo. De repente, un impulso me hizo levantarme y grité:

    —¡Bline!

    El hombre se giró, mostrando una cara enrojecida, demasiado para tratarse de una borrachera. Acto seguido, cayó al suelo, y comenzó a sufir convulsiones.

    Nos levantamos todos, alterados. El profesor Uak le tomó el pulso y alzó la cabeza, tiritando.

    —Ha… muerto.

    El pánico se extendió por la sala, todos gritaron y se alarmaron. Yo quedé inmóvil completamente. Entre el revuelo, me acerqué a su copa, colocada en la mesa, y la observé atentamente. Luego, mi vista se centró en las estatuillas del centro de la mesa, y comprobé que el Growlithe no estaba. Bajo mis pies, cerca del cadáver, fragmentos de la estatuilla podían apreciarse, pero sólo yo me percaté de ese detalle. O eso creí.

    En cualquier caso, por mi cabeza solo pasaba una estrofa que se repetía continuamente…

    “Diez pokémitos se fueron de copas.

    El pequeño Growlithe se emborrachó,

    Y quedaron nueve”.
     
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    Lelouch

    Lelouch Rey del colmillo

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    Debo admitir que me dió algo de miedo, además es la primera vez que veo en tus escritos que Handsome se queda bastante asustado, espero la continuación, aunque el miedo no me deje leerla jejeje.
     
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    MrJake

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    Y aquí está la segunda parte. Prometo que este fic será mucho más largo que las anteriores dos entregas.
    ADVERTENCIA: a partir de este capítulo en adelante, es posible quese produzcan muertes violentas con escenas sangrientas, llámese "un poco gore".

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    Estaba convencido de que nosotros, todos los allí presentes, éramos unos vulgares “experimentos” de un loco psicópata que quiere comprobar cómo nos desenvolvemos en una situación de extremo terror y nerviosismo.

    Al ver el cadáver de Bline en el suelo, la gente se alarmó tanto que empezó a gritar y a alarmarse. Aunque sospechaba que no era así, traté de tranquilizar a la gente diciendo en tono alto:

    —Tranquilícense, señores. No es más que un infarto. Ahora debemos mantener la calma y pensar con sangre fría; lo primero es avisar a una ambulancia.

    —De acuerdo —afirmó Mistia con un nudo en la garganta. La pelinaranja buscó en su pantalón y se alarmó al no encontrar lo que pretendía.

    Yo ya lo sospechaba.

    —No… no encuentro mi teléfono móvil —afirmó preocupada.

    Todos los presentes, como por inercia, miramos en nuestros bolsillos para comprobar si nuestros teléfonos seguían en su sitio.

    —¡El mío también ha desaparecido! —se alarmó Gery.

    —Y el mío —dijo con cierta sangre fría Sabina.

    Un cúmulo de “y el mío también” bañó la sala, ¡el teléfono de todos los presentes había desaparecido! Era subrealista; juraría haber tenido mi aparatejo entre las manos hacía a penas unas horas, y ahora no estaba. Sólo quedaba una opción, aunque de seguro no funcionaría:

    —Que alguno de nosotros salga entonces y avise a la ambulancia —propuse.

    —Iré yo —dijo con entereza Gery, que se dirigió a la puerta.

    Mientras sucedía esto, volví a acercarme al vaso de Bline.

    Sabía que había sido envenenado, eso lo tenía muy claro, llámese intuición. El caso es que, ¿cómo se puede envenenar a alguien con una bebida que todos los demás también han tomado? Envenenando el vaso.

    Me fijé en que el vaso no tenía nada de especial, era igual que los otros. Eso quiere decir que el veneno no pudo estar ahí desde antes de la cena, puesto que nadie le garantiza al asesino que Bline cogiese ese vaso. Entonces…

    —¡La puerta no se abre! —advirtió a lo lejos Gery, que interrumpió con brusquedad mis pensamientos.

    De nuevo, la poca calma que había conseguido se deshizo. El más grandote y fuerte de los presentes, Brunus, del alto mando, aporreó y placó la puerta un par de veces. Yo hablé alto de nuevo, sugiriendo usar la cabeza más que los músculos.

    —A ver, pensemos, quizá tenga alguna llave Bline en el cadáver.

    Todos retrocedieron hasta el cadáver. Aquello parecía una manada de patos cambiando de dirección en su migración. Era complicado encontrarse a uno mismo entre tanta gente y tanto movimiento.

    —¡No hay nada! —gritó el Lt. Surgy, tras rebuscar en los bolsillos del calvo cadáver.

    Otra vez revuelo y gritos de auxilio.

    La pareja de “criminales” lloraba en una esquina, lamentándose de haber picado en lo que ellos calificaban de anzuelo. Gery, su abuelo, Mistia, Treecy, la niña ninja de raro nombre (Chashiko, algo así) y Briock cuchicheaban cerca de mí sobre qué demonios significaba todo esto. El resto de líderes se consolaban unos a otros, mientras que el alto mando examinaba las ventanas de la casa, en lo que me pareció una gran idea. Así pues, decidí seguir a los cuatro.

    —¿Esa también? —preguntó Lancy.

    —Así es —dijo Lolerley, la de las gafas.

    —No cede —trataba de forzar Brunus.

    Gruesas contraventanas tapaban el acceso a la calle. Nadie del pueblo podría vernos. Nadie podría entrar ni salir; se necesitaba de una llave para abrir también las contraventanas. Entonces fue cuando Agathina sugirió una idea que me pareció horrenda, pero sólo yo comprendía el porqué; y nadie más tenía que saberlo, por ahora.

    —Separémonos entre todos y busquemos por la casa. Vamos a decírselo a los demás; quizá encontremos por ahí las llaves de la puerta o de las ventanas.

    Quise gritar: ¡ni se os ocurra vagar individualmente por la casa!, pero no pude. Revelar mis sospechas de que un sádico asesino loco nos controlaba desde algún punto de la casa, esperando el momento justo para matarnos a cada uno de nosotros haría que todos se alterasen muchísimo más, y eso sería ciertamente perjudicial, por el momento.

    —¡A ver, damas y caballeros! —dijo autoritario Lance, dirigiéndose a todos los presentes—. Todas y cada una de las ventanas de esta casa permanecen cerradas y protegidas con una contraventana que nos impide salir. Puesto que Blaine no llevaba consigo ningún tipo de llave, propongo separarnos para buscar por toda la mansión. Si encontramos la llave de algo, puede ser la única manera de salir de aquí.

    Afirmaron, todos, ignorando lo que podría suceder.

    Yo no supe qué hacer; todos se marcharon por libre en direcciones diferentes. En mi cabeza se repetía la malévola canción de cuna que me enviaron en una cinta. Sospeché, acertadamente, que esa cinta solamente me la mandaron a mí. De lo contrario, todos sospecharían que algún psicópata estaba detrás de esto. Era obvio:

    Diez pokémitos se fueron de copas.



    El pequeño Growlithe se emborrachó,



    Y quedaron nueve.

    Quienquiera que matase, había seguido, en cierto modo, la letra de la canción para cobrarse a su víctima víctima. Pero eso me hacía pensar… ¿habría entonces nueve asesinatos más? ¿Por qué diez? Y, si morirán diez… ¿por qué somos más, unos 17?

    Todos los pensamientos se aglomeraron en mi cabeza mientras caminaba dando vueltas a la mesa. Entonces fijé mi mirada en el centro de la misma, y vi las estatuillas de pokémons. ¿Parte del juego, también? Cada una representaba a cada pokémon de la canción. Y, precisamente cuando la parte de Growlithe se cumple y Bline muere, aparece en el suelo, rota, la estatuilla del mismo pokémon. ¿Un simple juego psicológico, para acabar con nuestros nervios y nuestra cordura?

    Ahí estaban las estatuillas, las que quedaban: la de Raichu, la de Tangela, la de Zubat, la de Venomoth, la de Gastly, la de Jynx, Scyther, Abra y…

    La sangre se me heló. ¡¡No estaba la estatuilla de Machop!!

    Corrí y corrí, escaleras arriba. ¿Cómo diantres decía la canción?

    Nueve pokémitos fueron a nadar.

    El fuerte Machop se ahogó,

    Y quedaron ocho.

    ¿Nadar, se ahogó? ¿Iba alguien a morir ahogado? El corazón me latía, ¡el crimen se veía venir, parecía hecho a conciencia para ponernos nerviosos! Parecía un juego, un juego macabro.

    Dejé de correr al llegar a la planta de arriba, y me encontré con el profesor Uak.

    —¿Qué sucede? —me preguntó al verme tan alterado.

    No le contesté, simplemente me tranquilicé y pensé fríamente.

    Handsome, Handsome, ¡nadar y ahogarse! Aquí no hay ninguna piscina. ¿Dónde, dónde? Y la bombillita se encendió. Cogí a Uak suavemente por su bata blanca y le pregunté, sospechando que podría pillar al asesino con las manos en la masa.

    —¿Dónde hay un cuarto de baño, lo sabe usted?

    Uak me indicó dónde, pero fue demasiado tarde; a donde me indicó, tras doblar la esquina de aquel pasillo, se oyó un grito, un grito de mujer.

    Temí por la vida de la dama, y corrí allí. Cuando alcancé la puerta del cuarto de baño, había varios de los ahora inquilinos a la fuerza de la mansión en la puerta. Gery abrazaba a la joven Erika, quien fue la que gritó. Llorelei estaba pálida e inmóvil. Briock vomitó violentamente.

    —¿Qué ha pasado aquí? —dije, irrumpiendo en la sala con brusquedad. Dentro del baño, pegado a la pared, estaba Lance, con la mano en el corazón y las lágrimas a punto de caer. Miré a la bañera, y me sorprendió verla llena de agua teñida de un color rojo intensísimo, y un brazo moreno colgando por su borde.

    Avancé cautelosamente, y me asomé por encima de la repugnante escena. Miré a los presentes, que se taparon los ojos: ya suponían, por el tono de piel, quien era el que yacía bajo esas aguas rojas. Tiré con fuerza del brazo y conseguí hacer que el robusto cuerpo de Brunus emergiese, inerte, del agua, mostrando su cabeza inclinada hacia atrás y un severo corte de lado a lado en el cuello, del que aún brotaban hilos de sangre. Acongojado, solté el cuerpo bruscamente, quedando esta vez la cabeza del alto mando algo fuera del agua.

    Miré a mis pies, y aprecié fragmentos de una estatuilla rota; la de Machop. Agarré el brazo de la destruida representación en miniatura del pokémon y me dije par mí mismo, mientras lo observaba:

    “Nueve pokémitos fueron a nadar.



    El fuerte Machop se ahogó,



    y quedaron ocho”.
     
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    Little Princess

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    EStá supermegainmejorablemente genial!! La trama está bien, y por lo menos a mí esta no es una muerte brutal. La verdad es que tenía la intuición que 'el fuerte Machop' era Bruno. Y acerte! ^^ sigue escribiendo así.
    Posdata: me parece que ya sé quién son los demás muñecos... ahí lo dejo.
     
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    MrJake

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    No sabes cuanto me halaga tu comentario, celebro que te guste ^^
    En cierto modo, la idea es que se deduzca quien y como va a morir, ahi reside la gracia, en la tensión que provoca saber de antemano lo que va a pasar.
    Una cosa sí, quiero dejar claro, como ya he dicho, que esto es una versión pokémon de "Diez Negritod", obra de Agatha Christie. Por ello la trama se asemeja muchisimo a la novela (obviamente con sus diferencias) Recalco esto porque no quiero atribuirme méritos que no son míos del todo. La genialidad, es de Agatha, yo pongo mi granito de arena.
    Igualmente, gracias mil por comentar y sobre todo leer :)
     
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    MrJake

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    “¿Se ahogó?” “¡¿Se ahogó?!”. ¿Ese lunático llama “ahogarse” a rebanarle a alguien el cuello y meterlo en una bañera? Sin duda es un juego, está jugando con nosotros. Y no sé por qué me da la sensación de que es conmigo con quien más está jugando.

    Quizá el asesino no ahogó literalmente a Brunus porque no podía hacerlo. Brunus es alguien muy robusto y fuerte, difícilmente una persona normal podría mantener su cabeza bajo agua hasta ahogarle. Por eso, es lógico pensar que le cortaran el cuello sin más, por sorpresa, y ya después lo metiesen en la bañera, para que el crimen siguiese la canción.

    Otra de mis brillantes deducciones fue: ¿cómo puede alguien que se esconde en alguna parte de la casa ir hasta Brunus, matarle y luego salir como si nada y regresar a su escondite sin que nadie le viese? Es algo casi imposible. Además, si recordamos el asesinato de Bline, concluí que tuvo que echarse el veneno en el vaso, y que tuvo que ser durante la cena o justo antes de ella, ya que el vaso de Bline no era especial, y pudo ser el de cualquiera. Por eso, como estuve apunto de concluir antes, ¡el asesino no es nadie de fuera; es uno de nosotros!

    Estaba claro. Pero debía seguir manteniéndolo en secreto. Aunque, ¿cómo mantener en secreto que se están cometiendo crímenes cuando todos han visto el cadáver de Brunus, degollado? Traté de usar la mayor argucia que se me ocurrió.

    —¿Pudo ser un suicidio? —le pregunté al pálido Lancy, que tiritaba de la impresión.

    —N-No lo sé, señor Handsome.

    Agathina intervino, entrando en el sangriento baño con paso firme, sin achantarse.

    —Bruno era alguien con una mente serena. Tenía un gran sentido de la justicia, era optimista y decidido. Pero en el fondo, ¿por qué no decirlo? Podría tener sus motivos para querer morir —me sobresalté ante tal afirmación grotesca—. Ju, ju, ju, una se entera de muchas cosas… y supongo que sus pocas ganas de vivir se acentuaron cuando se dio cuenta de que estábamos aquí encerrados, y pensó que moriríamos de hambre, o algo peor… ju, ju, ju —rió siniestra la escalofriante mujer.

    Pese a su fantasmal actitud, el comentario de la mujer me salvó de un aprieto. Brunus se suicidó, todos lo creyeron. Y a mí, me vino de perlas.

    La conmoción de la extraña situación hizo que apenas se preocupasen los presentes de Brunus, temiendo más por cómo saldrían de esa casa.

    Decidimos vaciar la bañera de agua y dejar ahí el gran cuerpo ensangrentado de Brunus. Con una manta, lo cubrimos y cerramos con fuerza el cuarto de baño que juramos no sería usado. Para eso, estaba el de la planta inferior.

    En cualquier caso, decidimos relajarnos de la inevitable tensión y Briock terminó la cena que dejó a medias. Comimos unos suculentos platos y nos retiramos a las múltiples habitaciones.

    A tres de nosotros les tocaría compartir, con otros tres, camas de matrimonio, por la falta de habitaciones, que eran siete. Mistia dormiría con su por lo visto conocida Eruka, Treecy decidió dormir con el cocinero, y luego se decidió a suertes. Mi mala fortuna en el azar se vio reflejada cuando me tocó a mí, cómo no, compartir cama con ese hombre rubio tan… particular.

    Un hombre arrogante, malcriado y muy, muy pesado que no me dejó en paz en toda la noche con sus historias de combates y más combates. Como para olvidar su nombre, ahora, después de escucharle decir unas treinta y cinco veces “el gran lugarteniente Surge”. ¿Por qué me recuerda a alguien esa manía de mencionarse a sí mismo en tercera persona y con un adjetivo de majestuosidad?

    En fin, el brillante Handsome y su cerebro privilegiado se puso a pensar. ¿Por qué alguno de los líderes o el alto mando iba a querer matar a diez personas (entre las cuales sus compañeros) siguiendo la letra de una canción de cuna y rompiendo una figurita cada vez que comete un crimen? ¿Tendría algún motivo el profesor, su nieto o el muchacho del cintillo? No, no, lo más lógico era pensar que fueron esos dos criminales, pero… francamente, no veo que sean lo suficientemente ingeniosos como para planear crímenes de tal calibre.

    Pero, ¡alguien tuvo que ser! ¿O hay alguna manera viable de que realmente algún loco estuviese escondido en alguna parte, vigilando, y nos matase utilizando algo como entradas secretas para salir y entrar en su escondite, como un ninja asesino?

    Dejé las conjeturas por un tiempo. Por fin el “gran Lt. Surge” se había dormido. Pensé que mi paz y tranquilidad regresaría, pero ¡nada de eso! Brutales ronquidos, oh, ese hombre tenía todo lo que me desagrada.

    Puesto que el sueño era algo inviable, visto lo visto, volví a reflexionar. ¿Atacaría mañana el asesino? No podemos salir, puesto que nadie ha encontrado la dichosa llave de las contraventanas. Así que, como el asesino fantasma quería, estaríamos aquí hasta que a él le de la gana. O hasta que nos mate. O hasta que le descubra. Yo me decantaría por la tercera opción.

    Divago, divago, mis pensamientos no fluyen con normalidad ante las toscas “respiraciones” del lugarteniente. Como estaba pensando, ¿cómo será el siguiente ataque? Recordé la canción, mi única pista:

    Ocho pokémitos bailaron mientras llovía.



    Un granizo golpeó a Tangela,



    Y quedaron siete.

    Eso es lo que iba a pasar. “Tangela” va a morir de alguna manera relacionada con un baile bajo la lluvia y un granizo. Algo totalmente imposible, literalmente hablando, primero porque estamos en estación impropia de lluvia y segundo porque estamos bajo techo, y es imposible que la lluvia nos toque. Por tanto, el crimen solo tendrá una relación simbólica con la canción. Por lo que expandí mi imaginación.

    ¿Un granizo le golpeó? Supuse que algo con forma similar será el arma del crimen, que caerá golpeando a la pobre víctima. ¿La lluvia? Quizá la ducha… si con “nadar” el asesino se refería a una bañera, con la lluvia, puede que a una ducha. Lo único que no cuadraba era lo de “bailaban”.

    Tanto esfuerzo mental no podía ser bueno, así que aproveché un breve espacio de tiempo en que Surge no roncó para conciliar el sueño, y me dormí.



    Al día siguiente, hubo cierta tensión en el ambiente. Desayunamos todos en aquella mesa enorme, el cuerpo de Bline ya no estaba allí tirado, lo dejamos en el baño con el de Brunus. Pero las miradas casi inexpresivas de los presentes mostraban su miedo y su preocupación; comenzaban a entender que no saldríamos de allí, al menos por ahora, que no había manera de hacerlo. Comenzaban a asimilar que Bline y Brunus estaban muertos, y posiblemente algunos pensaban (acertadamente) que ellos no serían los únicos.

    Decidí que era hora de comenzar mi investigación de incógnito, y comencé por lo más obvio, los “criminales”. Sentándome al lado del peliazul en la mesa, entablé una conversación.

    —¿Así que Bline también les invitó a ustedes?

    El peliazul, algo preocupado, asintió.

    Los miré analítico, y dije:

    —¿Temen no salir de aquí?`

    La pareja me miró repentinamente. Al momento, la pelirrosa dijo:

    —¡Claro que saldremos! En cuanto Meowth vea que no regresamos vendrá a buscarnos… ¿no? —miró preocupada a su compañero, que suspiró hondamente antes de decir:

    —Eso si no se olvida de nosotros.

    No quise hacer preguntas acerca de por qué hablaban de un pokémon como si fuese una persona, no me interesaba. Iba a seguir obteniendo información, cuando me fijé en que faltaba gente en la mesa, que se había marchado mientras estaba distraído. ¡¿Por qué?! No debemos separarnos, ¡nunca!

    —¿Dónde están los que faltan? —pregunté a Mistia.

    —Eh, no lo sé —dijo ella sonriendo forzadamente.

    Miré a los presentes. Me faltaba el de la capa, Lancy; Eruka; el profesor Uak y su nieto; y mi queridísimo compañero de alcoba.

    Apresuradamente, me levanté y recorrí cada estancia de la casa. Mi querido compañero estaba en el cuarto de baño de abajo, sólo, pero me faltaba la familia Uak. Seguí buscando por la planta de arriba, hasta que escuché una voz de un chaval susurrando. Me acerqué y encontré a los Uak charlando en secreto.

    —Oh, señor Handsome —me dijo el mayor—. Por casualidad subíamos a organizar algunas cosas cuando encontramos esta escena —me dijo señalándome la zona que había bajo nuestros pies.

    Estábamos en una especie de balcón, sobre un inmenso salón de baile. Abajo, en el salón, una pareja que nunca imaginé bailaba, sin música, a paso lento, agarrados y sonrientes.

    —¿Lancy y Eruka?

    Uak se rió.

    —Se llaman Lance y Erika, pero sí, están juntos. Bonita escena, ¿verdad? —sonrió.

    —A mí me parecen aún más bellas esas lámparas. ¿Las habéis visto? —señaló las tres grandes lámparas del techo.

    Eran auténticas obras de arte. Una roja, con bombillas que parecían llamas, apuntando hacia arriba como si fuesen alas. La parte de abajo tenía un afilado pico y parecía un pico de ave. Realmente, se parecía mucho a un ave cayendo en picado. Las otras dos eran iguales, cada una parecía un ave distinta, una azul y otra amarilla.

    —¿Simulan a las tres aves legendarias? —supuse.

    Oak asintió.

    —Sí señor. Son obras de arte. El pájaro del fuego, del trueno y del hielo; Moltres, Zapdos y Articuno.

    Sonreí. Pero mi leve dicha duró poco; relacioné conceptos en mi mente, ¿hielo…?

    Vi que la pareja se detenía en el centro de la pista de baile, y comenzaron a besarse. Pero entonces, al fondo de la habitación, una luz comenzó a brillar; ¡fuego! Algo se había prendido, sin motivo aparente. Y de repente, una especie de alarma comenzó a sonar y del techo cayeron pequeñas gotas.

    La sangre se me heló. No podía ser verdad; ¿estaba “lloviendo”?

    Lancy corrió por inercia, antes de que el sistema antincendios se activase, para apagar el fuego, separándose de una preocupada Eruka, que seguía en el centro de la pista… justo bajo la lámpara de Articuno. El pájaro helado, helado como un granizo.

    —¡Cuidado, la lámpara! —grité bruscamente, al ver que la mencionada lámpara temblaba.

    Erika miró sobre su cabeza y Lance hizo lo propio. Pareció que sucedió a cámara lenta: la lámpara se precipitó sobre Eruka, pero el hombre de la capa llegó justo en el segundo adecuado, empujándola y salvándola.

    Pero no acabó con final feliz.

    —¡¡Lance!! —gritó desgarradamente Eruka, entre lágrimas.

    Uak y Gery estaban paralizados. Yo, conmocionado.

    El pico del Articuno-lámpara había caído directo sobre el centro de la cabellera roja de Lance. La atravesó bruscamente hasta llegar a rebanar su cuello, quedando el “ala” de la lámpara cortando en dos su cara, manchada de sangre.

    Durante unos segundos, Lance quedó de pie, con la lámpara incrustada en su cabeza, arrebatándole la vida de una forma horrible, rebanando en dos su cabeza con su afilado pico y sus cortantes alas. Poco a poco, cayó hacia atrás, escuchándose el sonido del cristal resquebrajado al tocar el suelo la lámpara. Una vomitiva escena en la pista de baile, mientras las gotas de la artificial lluvia creaban ondas al caer sobre el gran charco de sangre que rodeaba a Lance, completamente exterminado.

    Cerca del cadáver, Erika yacía desmayada por la impresión.

    Tal y como me advirtió el asesino.

    Ocho pokémitos bailaron mientras llovía.



    Un granizo golpeó a Tangela,



    Y quedaron siete.

    Pero esta vez, la víctima no era quien pretendía.
     
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    Ante aquella desagradable imagen, la respiración se trabó y las palabras se ahogaron. Gery quedó tan mudo como su abuelo, y yo acudí presto a la parte de abajo, donde había ocurrido todo.

    La pobre Eruka yacía desmayada, la impresión fue demasiado honda. Su túnica comenzaba a mancharse con la abundante sangre de Lancy, que corría veloz por el suelo.

    ¿Cómo camuflar los crímenes así? El asesino no me lo estaba poniendo nada fácil. Y eso que parece querer darme las pistas para saber en todo momento quien y como va a morir. Pero había cometido un fallo, estaba casi seguro. Su objetivo no era Lancy, era Eruka. ¿Cómo lo sabía? Simple: las figuritas y los pokémon de la canción no son simples representaciones aleatorias de las víctimas, sino que guardan una estrecha relación con la persona a la que representan. Vamos, es obvio, Growlithe es Bline, representando ambos el fuego; Machop y Brunus, ambos el cuerpo a cuerpo; y Eruka, quien era la verdadera víctima, representada por Tangela, el tipo planta. Era fácil descifrar quien sería el siguiente. ¿Cómo decía la “preciosa” nana…?

    Siete pokémitos jugaron al escondite.



    Nadie encontró a Gastly,



    Y quedaron seis.

    Más que simple averiguar quien era el siguiente. Pero eso no era lo importante: lo importante es saber como va a morir. Poco a poco, voy formándome una idea del modus operandi de este peculiar asesino (o asesina, sea tenido en cuenta como posibilidad) lunático. Nos da la verdad en la canción, sí, pero la “camufla” con metáforas. Como “nadar” para designar la bañera, o el “granizo”, que se refería a la lámpara.

    Lógicamente, no jugaremos al escondite, así que el crimen tiene otra lógica; tal vez, y es una posibilidad, de alguna forma u otra todos “desparezcan”, y cuando nos volvamos a reunir uno de nosotros no estaría. Y no la encontraríamos más… porque estaría seguro muerta.

    Mi misión como detective era evitar esa muerte. Pero algo me escamaba: ¿por qué tantas molestias en darme pistas? Parece como si quisiese que le descubriese. Puede, y solo puede, que el asesino quiera probar sus dotes para pasar desapercibido a un detective, o puede que quiera ponerme a prueba. Pero, ¿quién de todos nosotros querría alguna de las dos cosas?

    Otra idea que se me vino a la cabeza: por descabellado que resulte, ¿hay, quizás, algún tipo de motivo por el cual el asesino mata a toda esta gente? ¿Tal vez no mata por pura locura, satisfacción personal o algo similar, sino por alguna especie de motivo que le hace desear la muerte de esas diez personas? Aunque, ¿qué motivos puede haber para querer eso? No, no, es una posibilidad casi nula.

    Aun así, es lo único a lo que aferrarme. Tendría que indagar en las vidas personales de cada uno de los presentes. Y un buen punto de partida sería esta relación recién descubierta de Eruka y el ahora difunto Lancy.

    Pero la gente no es tonta, ya no va a ser tan fácil hacer creer que no hay ningún asesino. Tras oír el grito de Eruka, la mayoría de los que estábamos encerrados allí acudieron prestos a la sangrienta escena. Alarmados por el estado asqueroso del cadáver, unos vomitaron, otros sufrieron bajadas de tensión, y sus compañeras del alto mando simplemente permanecieron mudas.

    —Oh, dios mío —suspiró Mistia—. ¿Q-qué ha sucedido? —preguntó tapándose los ojos. Entonces llegaron los Uak con una manta que pusieron sobre el cuerpo, tiñéndose rápidamente de rojo la blanca tela.

    —La lámpara le cayó en la cabeza… estuvo a punto de darle a Erika, él la salvó —explicó Uak, el anciano, acongojado.

    La muchacha pelirroja con gafas temblaba, en silencio. Agarró del brazo a su compañera anciana, que tenía su mirada clavada en el suelo, mientras usaba su bastón de apoyo.

    —¡Agatha, vámonos de aquí! Las siguientes en caer seremos nosotras —dijo con voz temblorosa Lollereil. Su compañera asintió.

    —Primero Bruno, ahora Lance. No hay duda de que algo realmente malo está pasando.

    Oh, no, la palabra asesino estaba a punto de salir de la boca de aquella anciana. Aún no podían saberlo, ¡era muy pronto! De nuevo usé mi mejor baza:

    —Calma, señores, que no cunda el pánico. Ha sido un desafortunado accidente.

    —¿Ahora, un accidente? —reprochó la mujer pelirrosa. Era la primera vez que la veía dar su opinión públicamente—. ¡Un infarto, luego un suicidio, y ahora, un accidente! Han muerto tres personas en poco tiempo, y si…

    La palabra, la palabra iba a surgir.

    —…¿un asesino? —terminó la frase su compañero Jameson.

    Fatal, simplemente fatal. Era justo lo que no quería que pasase. Un bullicio se extendió rápidamente por todos los presentes.

    —Pero —intervino Uak— yo mismo vi como la lámpara se cayó sobre Lance, y todos vimos a Blaine caer de repente, no pudieron matarlo.

    ¡Que alivio sentí cuando Uak dijo aquello! De verdad deseé que se lo creyesen.

    —Es todo muy extraño —dijo Sabrinia—. Pero bueno, creo que es una locura pensar que estas muertes fueron provocadas. Somos muchos; alguien se habría dado cuenta, ¿no?

    —Eso supongo —afirmé. Miré la manta que cubría el cuerpo—. Deberíamos… llevar a Lance con los otros dos. ¿Alguien me ayuda a hacerlo?

    —Yo iré contigo —dijo mi pesado compañero de alcoba, rascándose su nariz con aires pensativos, mientras se acercaba.

    Sin darme cuenta, yo mismo estaba adoptando la postura de líder de los allí presentes.

    —Que alguien lleve a Eruka al sofá, y que otros limpien esto. Debemos colaborar entre todos.

    Miré a Surge. Íbamos a tener que hacer algo realmente desagradable, mientras los demás se movían para llevar a Eruka e iban a buscar utensilios de limpieza. Tragué saliva mientras dije:

    —Hay que… quitarle la lámpara de la cabeza.

    A Surge se le revolvió todo, pero asintió, aun así. Los dos tiramos de la lámpara y la sacamos rápidamente de su cabeza. La sangre brotó de manera más repentina al desincrustar el arma homicida. El pico de “Articuno” estaba teñido en sangre.

    —L-Levémosle al baño lo antes posible —propuse, tratando de evitar mirar al inerte hombre cubierto por aquella sábana rojiza.

    Mi camarada asintió, y cargamos el cuerpo hasta arrojarlo dentro del baño, dónde dos cuerpos más estaban tapados con otras dos sábanas.

    Exhalé y me sacudí las manos tras soltar el cuerpo. Miré a mi rubio compañero, robusto y alto; pensativo.

    —¿Sucede algo? —adiviné.

    Me dirigió una mirada fulminante.

    —No fue un accidente, ¿verdad? Ni un infarto lo de Blaine, ni un suicidio lo de Bruno. Alguien está matando a la gente.

    Me sorprendí mucho, y no supe que contestar. Él sonrió.

    —¡Habla usted en sueños, señor Handsome! —rió. Inmediatamente volvió a ponerse serio—. Mencionó cosas aparentemente sin sentido: “¡El Growlithe se emborrachó, Bline murió! Un-un Macho… ¡se ahogó! ¡Brunus murió!”, algo así. Pero esos pokémon que usted mencionaba, me sonaban mucho. ¡Los del centro de la mesa! Para más inri, me fijé en que las estatuillas de Growlithe y Machop, que antes estaban, ya no lo estaban, ¿me comprende?

    Vaya, el ceporro lugar teniente resulta tener cerebro. Confié en él, no tenía otra alternativa. Después de todo algo de ayuda me vendría bien.

    —Nadie debe saber aún que están matando. Pero el asesino es… totalmente psicópata. Recibí junto con la carta una grabadora con una cancioncilla de cuna que narraba como unos pequeños pokémons iban desapareciendo uno a uno, bien porque uno se ahogaba, otro se cortaba, otro se volvía loco… y al final, ninguno quedaba. Pues bien, ese asesino reproduce una a una las estrofas de la canción, matando de forma que la letra se “cumpla”. Y, cuando mata a su víctima, destroza la figurita que lo representaba.

    Lt Surge asintió.

    —¿Y por qué hace todo esto? —quiso saber.

    —No lo sé. Debo suponer que por pura psicopatía. Está como un cencerro, vaya.

    —Para estar loco, es muy ingenioso, ¿no cree?

    —Sí, ciertamente —me rasqué la barbilla—. Pero no se me ocurren motivos para que alguien pueda querer matar a diez personas, ¡y de manera tan sádica!

    Surge se rascó la cabeza.

    —Bueno, por ahora lo mejor será tratar de evitar el siguiente crimen —propuso—. Si, como usted dice, sigue la letra de una canción, sería fácil saber cual será el próximo golpe.

    Asentí. Sí, debería. Pero no lo era.

    Bajamos al salón principal para reunirnos con todos. Pero nos reunimos con nadie.

    —¿Y la gente? —se preguntó mirando a ambos lados mi camarada.

    Oh, no. No podía ser verdad. Han desaparecido, y ahora toca encontrarlos. Jugar al escondite…

    —¡Busquemos por todas partes, no pueden andar lejos! —exclamé, mientras cada uno corría en una dirección.

    Corrí y corrí, buscando por todos lados algún signo de vida. Vi como, tranquila y serenamente, aunque algo asqueadas, Mistia y Lollerleil fregaban el suelo del salón de baile.

    —¿Y los demás? —pregunté alterado. La pelinaranja levantó la vista.

    —No lo sé, señor Handsome. Supongo que en el salón, ¿no?

    No, en el salón no.

    —¿Saben a dónde han llevado a Eruka? —quise saber.

    Me indicaron que a su cuarto, a su cama. Subí de inmediato, e iba a irrumpir en su habitación cuando escuché una conversación dentro de la misma.

    Ella, Eruka, sollozaba desconsolada.

    —Tranquila, Erika —decía una voz masculina. Adiviné que era Kuga, el ninja. Mirando a través del hueco comprobé que eran los dos que creía.

    —¡Koga, yo…!

    Él la abrazó, y la mujer rompió en llanto.

    Me aparté de la puerta poco a poco. He encontrado a cuatro, pero aún faltan muchos. Y me daba miedo que el asesino dijese “por mí, por todos mis compañeros”, ganando el macabro escondite que realmente ya sabía como acabaría.

    Seguí recorriendo la casa, mirando distraído cada recoveco, cuando me choqué de frente con Surge.

    —¡Menos mal que te encuentro, Handsome! —dijo él, jadeante—. ¡He descubierto algo!

    Lo seguí, y me llevó hasta el final del pasillo de abajo, un pasillo sin salida. Allí, me indicó la pared y yo coloqué ahí mi oreja.

    Golpes, escuché golpes. Entonces golpeé yo, y descubrí lo que imaginaba, ¡sonaba hueco! Miré a Surge.

    —Seguro que hay alguna especie de sala oculta —se sentía orgulloso de su hallazgo, como un perrito que recogía el palo que su dueño le lanzaba.

    Analicé la superficie de la pared. Aquel candelabro que colgaba tenía todas las papeletas de…

    —Vóila —exclamé, mientras tiraba del candelabro. La puerta se abrió, y un alterado Briock se encontraba al otro lado, al pie de unas escaleras.

    —¡Menos mal que abren esto! —exclamó Briock secándose el sudor de la frente.

    ¿Qué estaba pasando? ¿Una sala secreta? ¿Una especie de sótano?

    —¿Qué haces aquí?

    —Oh, Sachiko abrió por accidente esta sala, y todos los que estábamos con ella nos aventuramos. Pero se cerró repentinamente, y no sabíamos como abrirla. Abajo está muy oscuro, ¡no se ve nada!

    Ciertamente extraño. Sin preguntar nada, bajé por aquellas escaleras. Me detuve a mitad del camino, viendo que la oscuridad aumentaba.

    —¡Vamos, Surge! Saca algún pokémon que use destello.

    —Oh, claro —dijo él, que se sintió algo presionado. Sacó un Magnemite que iluminó con su ataque destello el lugar.

    Bajamos los tres, poco a poco, por las largas escaleras. Y abajo nos aguardaban todos, la mayoría de ellos inmóviles por miedo a perderse, supuse. Yo no me centré en que estuviesen bien, ensimismado por lo que tras la puerta oculta se encontraba. ¡Un gran lugar, que parecía un laboratorio! Un laboratorio abandonado y desaliñado.

    El resto se sorprendió también al ver el lugar donde se encontraban. No se esperaban ese gran laboratorio.

    —Un laboratorio —suspiró Uak.

    —Tiene toda la pinta —corroboró Gery.

    —¿Qué hace un laboratorio aquí abajo? — preguntó Sachiko.

    Volví en mí, de repente. Me olvidé del laboratorio, por un momento, y miré uno a uno a los presentes. Efectivamente, faltaba alguien.

    Siete pokémitos jugaron al escondite.



    Nadie encontró a Gastly,



    Y quedaron seis.

    Sí, jugamos al escondite. Y ha ganado el asesino; Agatha sigue “escondida”. Y no creo que la vaya a encontrar por mucho que busque. No la voy a encontrar… al menos no con vida.
     
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    En ese laboratorio, descubrimos cosas que quizá nunca deberíamos haber sabido. Se creó un clon, una abominación pokémon, a raíz de los genes del pequeño legendario Mew. El engendro, acaso sería posible llamarlo “Pokémon”, recibió el muy poco original nombre de “Mewtwo”, es decir, Mew dos. El quid de la cuestión reside en que el pokémon experimento se reveló contra sus creadores y destruyó el laboratorio y luego, la mansión. Lo destrozó todo, en un alarde de ira, y huyó a quién sabe dónde.

    Tras el incidente, Blaine dejó la mansión de lado… hasta el día de hoy, en que la reconstruyó, olvidándose, eso sí, de reconstruir el laboratorio. Posiblemente, para olvidar el pasado; porque es un hecho casi seguro que Blaine, dueño de la mansión, participó e incluso apostaría que fue la cabeza maquinadora, en toda la operación. Pero bueno, no creo que podamos preguntarle, al menos no en esta vida.

    ¿Cómo sabíamos todo esto? Pues por escritos múltiples que allí se encontraban, escritos tales como diarios de investigación y demás.

    En fin, en cualquier caso, lo importante era que, tal y como sabíamos mi camarada y yo, Agatha había desaparecido. Y no la íbamos a encontrar, no.

    El próximo golpe del asesino era para mí ambiguo; no sabía muy bien a quien hacía referencia la estrofa, puesto que dos personas encajaban con su representante pokémon: Zubat.

    Seis pokémitos jugaban a los ninjas.



    Zubat se cortó con una espada,



    Y quedaron cinco.

    Sí, a ese (o a esa, recalco mi duda sobre su identidad) pobre desgraciado o desgraciada le esperaba una muerte seguramente horrenda… “se cortó con una espeda”, a saber que barbaridad tenía preparada.

    Ya nada me sorprendía.

    Lo importante, realmente, es que estaba perdiendo mucho tiempo en aquel juego de intentos inútiles de prevenir crímenes. Debía dejar de perder el tiempo y centrarme en indagar en los sospechosos. Quizá hubiese, después de todo, algún disparatado móvil para matar, o más probable, algún hecho que sea la causa de la locura y la del hipotético psicópata. O las dos cosas.

    Varias cosas debía tener en claro… primero, la relación de Lancy y Eruka. ¿Cuándo surgió? ¿Cómo? ¿Lo sabía alguien de los presentes?; segundo, esas palabras de Agatha: “Bruno tenía motivos para querer suicidarse”. Quizá Loreleil, única superviviente del Alto Mando, sepa contestarme: ¿cuál es ese motivo, con lo (afirmaba Agatha) decidido y optimista que era?; y tercero y último… debía quitar o solucionar mis sospechas sobre tres personas. Sospechas motivadas porque uno de ellos averiguó algo con demasiada facilidad, otro porque estaba siempre merodeando por donde sucedía el crimen, y un último por ser más “avispado” de lo que esperaba; oportunamente, justo ahora muestra darse cuenta de todo.

    En fin, la alarma iba a saltar pronto. En cuanto se diesen cuenta mis poco ávidos compañeros de “casa” de que Agatha había, ¡oh! ¡Desaparecido!, caerán en la cuenta de que algo raro está pasando. Ya era demasiado, vaya: primero un “infarto”, luego un “suicidio”, ¡y un desafortunado y sangriento “accidente! En serio serían muy tontos si, al percatarse de la ausencia de Agatha, no empiezan a pensar que algo falla. Pero, mi querido asesino (o asesina, no soy machista, no señor), ¡si vas a hacer que todos sepan que hay un asesino, ya me encargaré yo, el gran Handsome, de que lo sepan con anterioridad! Y todo con el inigualable toque dramático y sencillamente fantástico de Handsome. Oh, sí, me las arreglaré para que no cunda el pánico, o simplemente para que cunda poco.

    Divago, divago mucho. ¿La cuestión? Que las lentes de Lolereleil brillaban mientras me miraban. Yo la había llamado expresamente, después de que acabase de limpiar la sangre del salón de baile, para hablar con ella en privado.

    Y mi primera actuación comenzó.

    —Señorita, esto, ¿Lloreleil? —los padres de los sospechosos y su manía de poner extraños e impronunciables nombres a sus hijos.

    Ella no me corrigió, y simplemente asintió. La reciente muerte de su compañero y jefe la había dejado muy afligida.

    —Me gustaría preguntarle —dije—. ¿Recuerda la muerte de su compañero Brunus, cierto? —o tenía tiempo para andarme con “tacto”, que la ausencia de la anciana se notase era cuestión de tiempo, y asimismo lo era que muriese el siguiente. O la siguiente—. Pudo querer suicidarse por alguna razón, me consta. ¿Sabe por qué?

    Ella asintió lentamente. Una información muy fácil. Demasiado fácil.

    —Él… —dudó un momento— mire, mejor pregúntele a Agatha. Ella podrá darle más detalles que yo.

    Claro, en seguida me corto las venas y voy a verla al más allá, allí le preguntaré. Nótese la brusca ironía, mi paciencia y mis nervios estaban aquella por los suelos y estos por las nubes.

    —Prefiero que me cuente usted su versión —dije. Aún no podía contar lo de Agatha. Primero, la información.

    Lorelleil se encogió de hombros y comenzó a hablar, no muy decidida a ello.

    —Tampoco se nada concreto. Bruno era muy reservado con su vida privada. Pero sí que es cierto que él estaba muy ilusionado con una novia que se había echado por ahí, ya sabe usted… y bueno, un buen día llegó diciendo que pronto no la volvería a ver, que su chica se “iba”, y que quería… ehm, morirse, eso dijo, textualmente. Desde aquello, no hace más de una semana, estuvo muy triste y decaído.

    Medité un momento. Lancé entonces la pregunta evidente:

    —¿Quién era ella?

    Llorerlei negó con la cabeza.

    —No lo sé —afirmó— Nunca me lo dijo —ella cayó también en la pregunta lógica—. ¿A qué viene todo esto?

    Pensativo, no la escuché. Mi mente daba vueltas a algo que me ponía el vello de punta. ¿Y si todo estaba planificado? ¿Y si Brunus lo sabía, sabía que su amada iba a morir? ¿Y si, sintiéndose impotente, sin poder hacer nada por salvar a su hermana, fue realmente él el que…?

    —Escúcheme un momento, señorita Lorerlei —dije algo alarmado, pero camuflando el nerviosismo con una bella máscara de sosiego—. ¿Cuándo empezó Lance su relación con Erika?

    Ella agachó la cabeza. Le había recordado ahora a su otro compañero fallecido trágicamente, ¡oh! ¡Qué despiste! Sí, otra ironía. La verdad, no tenía tiempo para sentimentalismos. La presioné para que me contestase.

    —Diría que hace una semana, aproximadamente, también. Lo llevó muy en secreto, y únicamente yo me enteré de esa relación, y mira que fue un simple error… vi por accidente lo que no debería.

    —Ya —dije, sonriente, pero algo exaltado por la noticia que por mi mente pasaba. Macabra información—. ¡Cómo iba a contarlo, claro! Imagino la cara del pobre Brunus al enterarse… —sonreí.

    Ella pareció comprenderme, y se extrañó un poco de mi idea.

    —Está usted pensando que Erika era la novia de Bruno, y que lo dejó por Lance… ¿no?

    Asentí.

    —Entonces, espera un momento, ¿y lo de que su novia se “iba”, que no la volvería a ver? —dudó. Estaba alterada.

    Sonreí otra vez. Ahora sí, era el momento para dar a conocer los crímenes.

    —Señorita Lorelei, esto que voy a decirle debe permanecer entre tú y yo. No debe extenderse el rumor puesto que cundiría el pánico, y poco a poco la cordura empezará a desvanecerse —inspiré, tomando aire para hablar—. Verá, tengo serias sospechas de que hay un asesino entre nosotros. Un asesino que aprovecha la letra de una canción, matando a su víctima de forma que “siga” sus estrofas. Sus víctimas, señorita, somos nosotros. Y sólo yo se el contenido de la canción, además de que es fácil averiguar quien será el siguiente en morir, y en cierto modo se puede intentar “averiguar” como vamos a morir.

    Ella estaba blanca.

    —E-Entonces, ¿e-era mentira todo aquello del suicidio, el accidente, el infarto…?

    —No corra tanto, señorita —respondí sosegado—. Hemos supuesto que el asesino es uno de los aquí presentes. Es posible que sea alguien relativamente cercano a Bruno. Es, por tanto, una posibilidad que, de algún modo, Bruno se enterase de sus intenciones. Tal vez supo que Erika era una de las víctimas del asesino. Posiblemente, planease algo para evitarlo. Pero sus planes se frustraron cuando nos encontramos en esta situación, encerrados sin vía de escape, y, al morir Blaine, comprendió que pronto su querida moriría. Y acabó con su vida para no tener que ver como ella, la chica, moría.

    —Pero, ¿Erika va a morir? No comprendo, ¿yo… y-yo moriré? —la pelirroja estaba acongojada.

    —Erika iba a morir —expliqué—. La lámpara iba a caer sobre ella, fue Lance quien ofreció su vida justo a tiempo para evitar que el asesino se saliese con la suya. También mató a Blaine, echando veneno en el vaso del que tomó el vino cuando no mirábamos. Únicamente no mató a Bruno, porque sabía de sobra que él mismo iba a darse muerte —callé—. Y… no sé si usted morirá, señorita Loreleil. Pero le juro que haré lo que esté en mi mano para impedirlo si ese fuera el objetivo del asesino —obviamente, sí sabía si ella iba a morir o no. Pero por si acaso, no podía fiarme de nada ni de nadie.

    —¿Y Agatha? —preguntó ella aún pálida.

    Agaché la cabeza.

    —Su parte de la canción se cumplió hace escasos minutos. “Jugaron al escondite, y nadie encontró al pequeño Gastly”. Y ahora, el pequeño Gastly, Agatha, está desaparecido. Muerta, apuesto, en cualquier parte de la casa.

    —Oh, dios mío —comenzó a llorar, empañándose sus gafas— Pero, ¿por qué todo esto?

    No tenía, aún, la respuesta a esto.

    Había avanzado bastante. Aunque todo eran meras conjeturas que para nada tenían porque ser ciertas. Sin embargo, por ahora lo mejor era aferrarse a una idea y desarrollarla, hasta que se llegue o bien a un desenlace, y por lo tanto la idea era correcta, o bien a un callejón sin salida, lo que quiere decir que algo falla.



    Caminaba yo en busca de Erika, la única que podía darme respuestas a mis dudas. Pero al caminar hacia su cuarto, donde ella estaba anteriormente, me crucé con un hombre que iba al otro lado del pasillo. Un hombre que me saludó gentilmente. Pero un hombre sobre el cual vertía varias sospechas. Y por tanto, lo seguí.

    Lo perseguí desde lejos, evitando que me viese. Podría ser que ese hombre fuese el asesino, tenía sospechas, sí. Por eso, cuando le vi allí, acercándose a aquella niña ninja, Chashiko, temí por su vida. Pero, para mi sorpresa, ella estaba sonriente, hablando con él, sin preocupaciones.
    ¿Me equivocaba? Podía ser.

    Retrocedí sobre mis pasos, algo más tranquilo, y me percaté de que la puerta de la habitación de Erika estaba entreabierta. Llamé a la misma, y no hubo respuesta. Entonces, como haría cualquiera, abrí lentamente la puerta, y me escandalicé con lo que había dentro. Di un paso atrás y mis manos se fueron a mi cabeza. Otra vez… la canción

    Seis pokémitos jugaban a los ninjas.



    Zubat se cortó con una espada,



    Y quedaron cinco.

    Del techo, colgaba una bufanda que se enganchaba en la lámpara. La misma bufanda, enredaba la boca y el cuello de Kuga, con los ojos blancos, inertes. La forma en que estaba colocado el pañuelo-bufanda simulaba a los ninjas que se tapan medio rostro. Solo que este ninja colgaba del techo… cortado por la mitad. Sólo colgaba la mitad superior, desde el centro del estómago hacia arriba, dejando ver sangre abundante que goteaba y varios hilos de tripas y venas destrozadas colgando. Abajo en el suelo, la parte inferior, rodeada de un charco de sangre. Y, en una esquina de la habitación, una Katana, manchada de sangre.

    Parte de las tripas del hombre colgaban, mientras fragmentos de sus órganos cortados en dos permanecían en el suelo, en una imagen realmente horrible. El pobre ninja había recibido un tajo verdaderamente mortal que lo cortó en dos mitades.

    Sangre… cada vez más sangre. Horrible, todo era horrible. El asesino, cada vez lo tenía más claro, era un maniático enfermo mental. ¿Qué motivo es tan fuerte como para hacer esto…? No hay perdón para aquel que mata a tanta gente de forma tan sádica.

    De repente, la lámpara se soltó y cayó al suelo, por el peso del medio cuerpo, que también cayó. El impacto hizo que las tripas que aún permanecían dentro de la mitad superior, deslizándose poco a poco hacia abajo, saliesen bruscamente, extendiendo la sangre, que salpicó con brusquedad, manchando mis pantalones y zapatos. El ruido de la lámpara al caer posiblemente atraería a la gente. Y, esta vez sí, no podría hacer nada por ocultar los crímenes. Es más, si yo mismo fuese alguno de los presentes, y al ir a la escena del crimen me encontrase con un hombre allí parado, con zapatos y pantalones manchados de la sangre de la víctima, ¿qué pensarían?

    Resignado, oí pasos que se acercaban. Di media vuelta para recibirles, sabiendo de antemano la reacción que tendrían.


    ------------

    ¿Tal vez fui demasiado gráfico? (?) La verdad, me parece que di muy pocos detalles, me hubiese gustado retratar mejor la violenta imagen, pero bueno… en cualquier caso, gracias por leer, esta historia es para mí la mejor de todas las de Handsome que llevo hasta ahora y posiblemente la mejor que haré. Al menos, eso creo y espero.

    Sus comentarios son siempre bien recibidos.
     
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    Buenas Señor Don Detective!! Es un honor contestar todos sus fics y tambien comentar todo lo referente a esta saga (porque va camino de ser eso). Así que sin más preámbulos, inicio:

    Me gusta, me encanta, me enamora. Los misterios son geniales, y tú sabes cómo darles vida aquí, y juntando además Pokémon. Eres un artista. COMO LA COPA DE UN PINO. Recalco lo de ''artista''.
    Aún no entiendo porqué se lo contó a Lorelei. ¿No debería mantenerlo en secreto por si es ella? Pero bueno, es tu manera y no me entrometo.
    Faltas? La verdad es que no he visto. Absorta como estaba, leyéndo como si se acabase mañana, no me he fijado. A lo mejor una tilde que se ha escapado...
    ¡Pobre Koga! Era el que mejor me caía del alto Mando (porque en Soulsilver me fue facilísimo eliminarle xD). Y pobre de su niña...
    Y como no tengo más que comentar, y todo está perfecto, solo puedo decir:
    Sigue así!! ;)
     
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    MrJake

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    De verdad, de verdad de la buena, no sabes la TREMENDA ilusión que siento al leer estas palabras. Comentarios como el este consiguen alegrarme el día y siento ganas de escribir cuanto antes la continuación. De verdad, gracias :)

    Solo te responderé que Handsome no hace las cosas porque sí. Por supuesto, eso quiere decir que yo no hago las cosas porque sí; con esto quiero decir que si se lo contó a Lorelei será porque le interesa contárselo a Lorelei... solo recuerda la canción y esta frase de Handsome:

    Oh, y sí, ojalá se convierta en una saga, por lo pronto adelanto que habrá, más tarde o más temprano, una 4ª y 5ª entrega de Handsome. La idea está; falta el tiempo.

    Gracias por leer, eso siempre. Y por comentar, el doble de gracias. Y ya con ese halago, multiplica las gracias por infinito (?) xD
     
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    Ryuheist

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    ¡Jeje que buen fic! Ja, todo está bien escrito y para mí, sabes como hacer para describir las escenas en las qué suceden los asesinatos, no sé como le haces, pero MUY BIEN :'D

    El Fic, está bien planteado para mí y...ese Handsome, vaya, ojalá hubieran detectives como él, es el mejor que he visto. Tú y Handsome hacen un equipo muy original y muy bueno. Espero poder seguír leyendo más casos de Handsome y tú.

    Lamento que mi comentario esté muy corto pero es que no sé comentar pero...!me encanta este fic y no puedo aguantar las ganas de comentar! D:

    Por Cierto...este fic se me parece a Destino Final, todos van muriendo en su orden... ¡eso hace que el fic sea mucho mejor! ¡Tal véz se sepa como va a morír el próximo y quién será pero no se sabe si alguien lo salvará como Lance salvó a Erika, además, Koga no sólo fue cortado por la mitad, sino que también parece...que fue ¿ahogado?! Bueno., mejor me callo porque no termino nunca.

    Espero qué sigas con el Fic y hagas más casos tuyos y de Handsome que con mucho gusto los leeré :'D
    ¡SUERTE! ^^
     
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  12.  
    MrJake

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    Título:
    ¡Detective Handsome 3!: Diez Pokémitos
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    3084
    —¿Qué sucedió, compañero? —era, para mi alivio, ese engominado que tenía por compañero, Surge, quien se acercaba a mí. Perfecto, él no sospecharía de mí, pensé. Y si lo hacía, ya no sería lo suficientemente listo como para pensar que todas las excusas que le daría serían mentira.

    Aunque, realmente, éstas serían verdaderas, ya que no maté a Koga. Así que, ¿un tonto pensaría lo contrario?

    —Amigo, otra víctima —dije, tragando saliva, y mi compañero de alcoba centró su mirada en la parte baja de mis pantalones, centrándose en la sangre que me salpicó. Yo enseguida me remangué los mismos.

    La situación no era asunto de risas, pero he de decir que la cara de Surge al ver aquella imagen situación era ciertamente cómica.

    —Perdona que te pida esto, camarada, pero, ¿puedes limpiar un poco esto y esconder el cuerpo? —sin duda, pensó que estaba loco, quizás pensó que yo era el asesino—. No te confundas, yo no le hice daño —como un telépata, me anticipé a su atrasado cerebro—, simplemente quiero ganar algo de tiempo, y no puedo arriesgarme a que se sepa que hay crímenes aún. Por favor —insistí. Él asintió, temeroso.

    —¿No querrás echarme el muerto a mí…? —dijo, aun dudando de que yo fuese el asesino.

    Yo sonreí macabramente. Oh, disfrutaba con aquello, era tan cómico.

    —Surge —dije con voz calmada—, ahora mismo no hay nadie aquí arriba. Solos tú y yo… ¿no crees que si fuese el asesino, lo más práctico sería matarte aquí y ahora, en lugar de molestarme en inculparte?

    Él se estremeció y me dio la razón. Una vez más, demostrando la falta de inteligencia que tenía; si yo fuese el asesino, no lo mataría, vaya que no. Porque sigo la letra de una canción, detalle que ha pasado por algo. Y ahora no le toca a él…

    Cinco pokémitos usaran lanzallamas.



    Quemaron a Jynx,



    Y quedaron cuatro.

    ¿Hace falta que mencione que Jynx es, necesariamente, una mujer? ¿Y hace falta especificar cual? Creo que no.

    En cualquier caso, me apresuré a hablar con quienes me interesaba hacerlo. En primer lugar, debía hablar con los más sospechosos para mí. Y dos de los tres se encontraban hablando, al otro lado del pasillo que acababa de cruzar.

    —Buenas tardes, señor y señorita —saludé a Uak y Chachiko, que seguían donde los vi la última vez.

    El anciano me miró con sonrisa “jovial”.

    —Buenas, señor Handsome —interesante la vitalidad del profesor para la situación en que se encontraba. Encerrado, viendo morir “de forma natural” una persona tras otra, sin posibilidad de salir de aquella infernal mansión de lujo. Ciertamente, sospechoso e interesante.

    Creo que con mi mirada se sobrentendía que la chica sobraba allí, pero por si acaso se lo hice notar:

    —Señorita, ¿puede dejarnos a solas?

    Ella asintió y comenzó a partir, pero se paró de repente, diciéndome:

    —¿Sabe dónde está mi padre, Koga? ¿Sigue con Erika en su cuarto?

    —Eh, no. Ciertamente no —hice notar, nervioso—. Juraría haberle visto abajo, en el salón de bailes, hace no más de cinco minutos —el salón de bailes era el lugar que más lejos quedaba de allí; sólo necesitaba alejarla del cuarto de Erika, por un tiempo. Unos minutos. Entonces, caí en la cuenta de otro inconveniente, que debía solucionar—. Ah, y, si no es molestia, ¿podría decirle a Erika que espere en el comedor? Más tarde bajaré a hablar con ella, solo dígale que espere allí —y así, mataba otro pájaro. Aunque quizá matar no es el verbo adecuado en este caso… divago.



    En cuanto quedamos solos, mi mirada severa se encontró con una analítica mirada de científico. Mi plan estaba trazado, y ese hombre podía ser un elemento clave. Primero, contarle todo, eso hice. Al igual que con la mujer pelirroja de anteojos ovalados, le conté toda la historia de la canción y los asesinatos, omitiendo, eso sí, la reciente muerte de Koga.

    —¿Qué me está…? —dijo, llevándose la mano al pecho. No sé si es que se olía algo, o si, efectivamente, mis sospechas eran ciertas. Pero ese hombre sabía algo, porque era muy mal actor. Pésimo.

    —Lo que oye —me hice el ignorante, simulé no haberme percatado de su actuación forzada—. Y me gustaría preguntarle, ¿no podría usted facilitarme datos acerca de los aquí encerrados? De Erika, por ejemplo. ¿Sabía usted de su relación con Lance? ¿De su antigua relación con Bruno? —los nombres me salían a la primera. Un hecho sobrenatural. Fantástica, la magia de la convivencia—. ¿De su amistad evidente con Koga? —¿por qué de repente, al repasar los hechos, me percaté de que muchas cosas iban a parar a Erika?

    Ciertamente, ella estaba relacionada, mínimo, con tres de los muertos, que eran cinco. ¿Casualidad que ella se salvase? Me daba la impresión de que quizá Erika nunca fue el blanco del asesino, y que en realidad, Lance, la víctima que se cobró, era la que pretendía cobrarse. Suposiciones, todo.

    —No sé en que puede beneficiarle todo eso, señor —contestó él—. No creo que haya ningún motivo en esos crímenes; sin duda quien los cometió está loco, no necesita de algún motivo.

    —Es una enorme posibilidad, que duda cabe. Pero no olvidemos que un buen investigador debe valorar toda posibilidad, hasta que quede demostrada su falsedad.

    —Está bien —accedió—. Realmente no sé mucho de ellos. A Erika la conozco de pasada, simplemente. En más de una ocasión la he visto y he compartido palabras con ella. A Agatha, oh pobre, la conocía muy bien —su mirada mostró tristeza, y esta vez parecía ser verdadera—. Fue una rival muy dura en la juventud y en la actualidad.

    —¿Sólo rivalidad? —dije, alzando una ceja.

    —Bueno, algo de amistad, pero nuestra rivalidad era muy superior a ésta

    —No hablo de amistad, señor Oak —sonreí. Él tuvo que agachar la cabeza.

    —Si usted se refiere a algo más… íntimo… —dijo él aún con la cabeza gacha— debo decir que nunca fui correspondido. Ella sentía hacia mí una especie de, digamos, “odio afectivo”.

    —Y ese amor no correspondido, ¿era porque había alguien más en la vida de Agatha?

    Él dejó caer una lágrima, al pensar que ella ya se había ido.

    —Preferiría hablar de otro tema —cortó bruscamente.

    Yo, por una vez, decidí mostrar humanismo en estado puro, y afirmé que no me importaba cambiar de tema.

    —¿Qué hay de los dos “delincuentes”? —quise saber.

    —Oh, ¿esos dos? —él rió—. Jessie y James, no son más que unos pobres infelices del Team Rocket, pero no son un problema serio.

    Asentí.

    —¿Qué hay de los ninjas? —debo confesar que el nombre de “Chachiko” aún era muy difícil como para decirlo con exactitud.

    Se encogió de hombros.

    —Nunca tuve el gusto de hablar con ellos, hasta ahora con esa pequeña ninja, Sachiko.

    Suspiré. No creí que fuese a sacar mucho de aquel hombre, pero debía seguir intentándolo.

    —¿No sabrá algo acerca de Surge o Lorelei? —pregunté. Él solo negó con la cabeza. Tampoco los conocía hasta la llegada a este lugar—. Bien —llegaba mi parte favorita—, ¿y su nieto?

    Él pareció sobresaltarse.

    —¿Qué quiere que le diga de mi nieto? Él es un chico algo presumido, pero tiene un corazón de oro. No tolera una injusticia, es alguien muy íntegro, me consta. Una vez viajó con sus pokémons.

    Anoté todo eso en mi cabeza, aunque realmente, ¿serviría de algo?

    —¿No tiene usted más nietos?

    Esa pregunta sí que hizo callar a Oak. Tuvo que ser cuando mi mirada terminó por incomodarle cuando se decidió a confesar que:

    —Tengo otra nieta, nada más.

    ¿Algo raro? Esa sensación tuve al oírle mencionar a su nieta. Pero decidí que no era el momento; mejor aclararía las cosas de su nieta con su otro nieto. Ahora, sólo me quedaba por aclarar:

    —Me falta por preguntarle sobre Misty, Brock y su ayudante.

    Él volvió a sonreír.

    —Sí, los tres preciosas personas. Acompañaron en su época a un joven de nombre Ash que ahora calculo estará en Teselia, con imagino nuevos amigos. Ese chico es toda una estrella del entrenamiento pokémon… Y los tres por los que me pregunta fueron y son buenos amigos de éste.

    Yo sonreí y le di las gracias por contestar. Animado, me dispuse a irme, antes diciendo:

    —Tranquilo, daré con el criminal. Aquellos que hacen daño a otros deben ser castigados, más alguien como éste criminal. Y, recuerde: no se lo cuente a nadie, por favor.

    Y comencé a andar. Seguro estoy de que Oak pensaba que no le escuchaba, pero mi agudo oído logró escuchar el susurro que murmuró el profesor al yo concluir mis palabras:

    —¿Todo el que le haga daño a otro…? Supongo que así es… —murmuró con un desdén y tristeza enormes.



    Dejé a un lado a Oak y me apresuré a bajar las escaleras. Me crucé de bruces con Cha, Sha o como-se-llame-Chiko. Iba a la habitación de Erika, seguro. Suerte que fui más rápido que ella.

    En una situación así, cualquier escenario era ideal para un interrogatorio. Hasta una escalera.

    Me sequé el sudor de mi frente, fruto de el apresuramiento con el que me movía y del estrés sufrido, y repetí el mismo proceso. Contarle todo, menos la muerte de su papá.

    Sospecho de Oak porque, casualmente, suelo encontrármelo cada vez que me acerco a un crimen. Y también de Sia(o Sha, tal vez,)chiko porque me da la sensación de que descubrió muy “afortunadamente” la entrada secreta al laboratorio subterráneo.

    Laboratorio que por cierto debería investigar.

    —¿¡Cómo!? —exclamó la chica alarmada al enterarse de aquello. Su fachada de dura no era más que eso, una fachada—. Y… ¿quién es el siguiente? —dijo con el miedo que suponía saber aquello y a la vez el morbo que lo mismo conllevaba.

    Yo me encogí de hombros.

    —Ni yo mismo lo sé, señorita. La canción no deja claro quien será el siguiente —mentí—. En cualquier caso, ¿qué puede contarme acerca de Oak?

    —Es un señor simpático —confirmó—. Pero no lo conocía de nada, hasta ahora.

    —Bien —dije, quería ir rápido—. ¿Y Erika?

    —Una buena amiga de mi padre. Ellos dos se llevan muy bien…

    Oh, otra brillante idea se pasaba por mi cabeza. Me daba a mí que el asunto de los crímenes estaba rodeado de relaciones…

    —¿Qué hay de su madre?

    Ella agachó la cabeza; murió con el parto, eso me dijo. Lo cual dejaba vía libre a mi teoría.

    —Le gustaría que Erika fuese su nueva madre, ¿verdad? —pregunté, intuitivamente—. Y seguro que a su padre también, ¿no es así?

    Ella se sorprendió sobremanera.

    —Pues puede ser… —dijo algo colorada—. ¡Bueno, señor Handsome, un placer hablar con usted! —dijo, tratando de irse, ya que se veía a kilómetros que la situación en la que acababa de descubrir que se encontraba la aterrorizaba, así que ardía en deseos de ver a su papá.

    —¡Un segundo! —dije, agarrándola del brazo—. Sólo dígame, ¿qué hacía usted cuando descubrió la entrada al laboratorio, si es que realmente fue usted quien descubrió dicha entrada?

    Sa-Cha-Cia-Chiko, o como sea, me miró algo dubitativa.

    —Fue casualidad, señor Handsome. Pura casualidad, yo me apoyé en la pared y… pasó al darle sin querer a aquel candelabro. Simplemente.

    —¿Y qué hacías en la pared de un pasillo sin salida? —dije, sospechando que mentía.

    —Si se lo dijese, creería que estoy loca —me confesó, con cabeza agachada.

    —Descuida, seguro que he oído cosas peores —contesté con una sonrisa forzada.

    Finalmente, confesó:

    —Noté como una presencia me seguía. Corrí asustada y… me encontré en aquel callejón sin salida, aquel pasillo.

    Asentí, meditativo. Realmente no pensaba que estuviese loca, y tampoco parecía mentir. ¿Una presencia…?

    —Eso es todo señorita. Oh, y si buscas a tu padre, se fue directo a su habitación justo ahora —volví a mentir—. Y recuerde no contar esto a nadie.

    Ella suspiró con insistencia. Aún debía darle tiempo a mi camarada.

    —Vale, gracias, Handsome. ¡Parece que mi padre me rehúye, ¿no cree?!

    Sonreí, y ambos separamos nuestros caminos.



    Al fin llegué a la mesa principal, la del comedor, allá donde murió el primero, el dueño de la casa.

    El reflexionar sobre Bline me hizo pensar que tal vez el orden de muertes de los individuos seguía algún patrón. Quizá no morían al azar, sino que morirían en un orden determinado. Suposiciones, nada más que suposiciones.

    El caso es que también me había olvidado de las figuritas. Pero fijándome en las figuras que había en aquel centro de mesa, observé que quedaban cinco… justo las personas que ahora quedan.

    Allí en la mesa se sentaba Erika, aún con lágrimas en los ojos. Repetí el reiterado proceso, contarle la verdad.

    —No puede ser, no puede ser —dijo con la mirada vacía, ocultando su siempre viva imagen feliz tras un inmenso pozo de tristeza; la muerte de Lance le afectó mucho, y si supiese que murió también Koga, su pena aumentaría. Al menos, su pena fingida—. ¡Es el fin!

    —Señorita Erika —dije en tono comprensivo. Aunque ella me comenzaba a dar muy mala espina—, relájese y cuénteme las cosas con tranquilidad. Quiero que me ayude a descubrir cual puede ser el motivo de las muertes de nuestros compañeros, y para eso necesito saber, ¿qué relación tenía usted con Blaine?

    Erika agachó la cabeza.

    —Si va a preguntarme uno por uno la relación que tengo con cada uno de los muertos, se lo diré directamente —adivinó, de modo perspicaz—. Lance era mi pareja; Bruno, un viejo… conocido; Blaine, era amigo de mi padre; y Agatha fue mi tutora y maestra pokémon cuando era pequeña.

    Me sorprendí, aunque en cierto modo me lo esperaba. ¿Todo giraba en torno a Erika? Podría ser.

    —¿Qué hay del resto de personas?

    —La mayoría no son más que conocidos —sugirió—. Excepto a…

    Comenzó a hablarme, pero mi atención entonces no estaba puesta en ellos. Me percaté de que, efectivamente, quedaban cinco figuritas. Pero no me percaté hasta entonces de que la de Tangela seguía ahí… por lo tanto, la quinta que faltaba era:

    —¡Jynx! —grité de repente, levantándome y saliendo presto a la búsqueda de la inminente víctima, con objeto de pillar in fraganti al asesino.

    Corrí y corrí, buscando encontrar a la persono quien yo suponía (obvio acertadamente) la víctima. Me la encontré arriba, andando tranquilamente por los pasillos.

    —¿Sucede algo? —me preguntó. En su voz quedaban rescoldos de tristeza, pero poco a poco Lorelei iba asimilando las muertes de todo su equipo—. Le noto alterado, señor Handsome.

    Yo la miré extrañado, y sonreí mientras me quitaba de nuevo el sudor de la frente. ¿Me había equivocado, no era ella la víctima? “Usaron lanzallamas”. Eso dice la canción. ¿Fuego, ese es el arma del crimen? Tal vez la chimenea.

    Bajé de nuevo corriendo hacia la chimenea, la cual estaba apagada completamente. Todo eso me extrañó todavía más; si el muñeco de Jynx había sido robado era porque la víctima que lo representa iba a morir pronto.

    Entonces decidí vagar tranquilamente por la planta superior, siguiendo de cerca a Lorelei, temiendo por su vida. Si la seguía de cerca, de seguro el asesino no podría tocarla… pero esa deducción mía se desvaneció por completo cuando vi un recorrido de pólvora en el suelo. Un largo recorrido. Alterado, lo seguí, y al doblar la esquina pude ver a Lorelei a lo lejos del pasillo, y mi aguda vista visualizó en su espalda, colgando con un hilo de su camisa, la figurita de Jynx colocada bocabajo, que dejaba caer pólvora por su boca conforme ella andaba.

    Un ruido de una llama me alertó. Me aparté del camino de pólvora y vi como las llamas corrían veloces, en dirección a su víctima. Alguien había prendido el otro extremo del camino.

    —¡Lorelei! —grité, en un acto inútil de intentar salvarla. Ella se giró, pero cuando lo hizo, era demasiado tarde… el fuego la alcanzó, sus ropas comenzaron a arder, y ella comenzó a gritar. Y yo sabía que ir a ayudarla sería inútil, pues, en cuanto llegase la pólvora a la figurita…

    Me agaché, en una esquina del pasillo, y de repente una pequeña explosión, no muy intensa pero lo suficiente para quemar gravemente a una persona que estuviese muy cerca se produjo.

    Luego, silencio. Únicamente a los pocos segundos los que estaban abajo vieron alertados por el ruido, mientras en mi cabeza se repetía la maldita canción, y el sonido del fuego chisporroteante hacía que mi vello se me erizase.
     
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    MrJake

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    ¡Detective Handsome 3!: Diez Pokémitos
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Misterio/Suspenso
    Total de capítulos:
    12
     
    Palabras:
    5585
    Aquí va un capítulo muuuuuy largo y escrito expresamente para que formuléis vuestras hipótesis y le deis vueltas a la cabeza hasta acabar mareados. De nada (?)
    ------------------------------------------------------

    El caos cundió en la sala. Gritos emanaban de todas partes, gritos de horror. Fue entonces cuando mi compañero surge salió de la habitación de Erika, habiendo, supuse, terminado su trabajo de limpieza. Había escuchado la explosión como todos los demás, y me ayudó, junto con Brock y Gary, a apagar las llamas.

    A pocos pasos, el cuerpo calcinado de Lorelei miraba inerte al techo, con su cara casi derretida y desfigurada.

    Lo había vuelto a hacer. Lo había hecho otra vez, ese asesino. Y ahora, estaba allí, entre nosotros, tan tranquilo, “horrorizándose” de su propia obra. Pero, ¿quién podría ser, y que motivo o locura es tan fuerte como para trazar toda esta parafernalia?

    —Vamos, cálmense —le dije a mi público, sentado en los cómodos y lujosos sofás del salón, ya acabado de apagar el fuego y llevado el cuerpo de Lorelei junto a los otros tres, en aquel cuarto de baño que nadie osaba pisar.

    —¿Qué nos calmemos? —dijo bruscamente la líder de ciudad Celeste. Qué carácter, por Arceus. Reconozco que me intimidó un poco—. ¡¡Cómo demonios pretende usted que nos calmemos, si han quemado a Lorelei viva, y seguramente también hayan matado a Bruno, y a Lance, y quien sabe a cuanta gente más. Porque… porque… ¿¡Dónde están Koga y Agatha!?

    Callé. Los que sabían de la situación no se alarmaron tanto, mas sí lo hicieron por el detalle de Koga, detalle que alteró a Sachiko (me aprendí su nombre, por fin)

    —¡Mi padre! ¿Está… muerto?

    Yo negué con la cabeza, en una descarada mentira ideada para no herir sus sentimientos.

    —No lo sé, Sachiko. Simplemente, desapareció. Como Agatha.

    Total, ¿para qué horrorizar a aquella niña con la brusca muerte de su padre… si ella iba a reunirse con él en muy poco tiempo? Porque, ¡vamos! Está claro quien es la siguiente:

    Cuatro pokémitos molestaron a un Golem.



    Enfadado, golpeó a Venomoth



    Y quedaron tres.



    ¿Puede que un brutal golpe en la cabeza? Y ese Golem, ¿se identificaba con una gran piedra? ¿Tal vez en alguna parte de la casa hay un gran martillo con aspecto de Golem que iba a caer, casualmente y en el momento exacto, sobre la cabeza de la víctima deseada? ¡Oh, vamos, a estas alturas, uno se espera cualquier cosa! Temo que la gente, ahora que es completamente público que se comenten crímenes, pierda la cordura. Porque mi plan al contarle todo a los demás individualmente era que el miedo corriese por sus venas, y, cuando llegase al asesino, que supiese éste también que yo conocía sus actos. Así, en silencio, todos sospecharán y tendrán miedo de todos, y crearía el ambiente perfecto: todos estarán atemorizados sabiendo que pueden morir, pero creerían ser los únicos que tendrían conocimiento del asesino. Y eso les haría estar alerta, observar… y al propio asesino, le haría tener miedo de ser descubierto. Eso me beneficiaría a la hora de investigar, que duda cabe. Pero, ¿ahora? Ahora, todo sería un completísimo caos. El pánico cundiría, y con él, la paranoia, la locura. En poco tiempo, todos serían siervos del miedo, de la inseguridad y de la sospecha.



    Nos fuimos a dormir, todos temiendo que en la noche se cumpliese el próximo asesinato.

    —¿Handsome? —me preguntó indirectamente si estaba dormido mi compañero de alcoba. Obvio no era el mejor momento para dormir, ni para parar de darle vueltas a la cabeza.

    —¿Qué sucede?

    —¿Descubriste algo?

    Reí suavemente.

    —Más quisiera —contesté firmemente—. Verás, sospechas, tengo, pero siempre hay algo que me falla. Comienzo a creer que todo gira en torno a Erika.

    —Pero, ¿ella no era el verdadero blanco del asesino, puesto que ocupó Lance?

    —Ciertamente, eso se supone. Pero nadie nos niega que el asesino no hubiese pensado originariamente en matar a Lance; quizá solo “dijo” en la canción que iba a matar a Erika para despistar. Además, que todo gire en torno a la líder no quiere decir que ella no pueda morir.

    Surge se estremeció, noté como la cama tembló ligeramente.

    —¿Yo… yo muero en algún momento? —oh, comprometida pregunta la que me hizo Surge.

    —No lo sé, no siempre es fácil adivinar quien es el siguiente —mentí descaradamente; conocer la canción sólo yo era una gran ventaja que el asesino me había concedido porque le apetecía, me daba la sensación. Como una pista, exclusiva para mí. Una pieza del “juego”.

    Entonces pensé.

    —¿Y por qué te cuento mis deducciones? ¿y si tú eres el asesino? —sugerí.

    —Si lo fuese, ¿no crees que te mataría aquí y ahora? —bromeó, imitándome a mí y a mis palabras de ese mismo día.

    Reí.

    —Claro que no lo harás. Debes de seguir la letra de una canción para hacerlo, ¿acaso lo olvidabas… asesino? ¿O es que no recuerdas cómo mataste al pequeño “Growlithe” “emborrachándolo”, al fuerte “Machop” “ahogándolo”, a Tangela, que resultó ser un “Dratini” tirándole “un granizo”, a “Gastly” haciéndolo “esconderse”, y a “Zubat” cortándolo con una espada mientras “jugaba a los ninjas”? ¿Acaso no estás esperando el momento en que me duerma para acabar con “Venomoth” de un golpe mortal en su cabeza con algún tipo de “Golem”? —finalmente dejé mis acusaciones, para pasar a un silencio y a una vibración continua de la cama.

    —¿Q-Qué sandeces dices? —él temblaba—. ¿Me crees capaz de haber hecho todo eso? ¿En serio sospechas de mí?

    —¿Quién sino? Te acercaste a mí tan ricamente, para enterarte de lo que sabía y de lo que no. Aprovechaste la confianza que deposité en ti para hacer mejor tu jugada. Brillante.

    —Pero, Handsome, ¿¡sabes lo que estás diciendo!? —se alarmó, incorporándose de la cama.

    —Perfectamente —no me retracté.

    —¡Oh, vamos! ¡Yo… como…. Iba yo a hacer eso!

    —Simplemente haciéndolo —respondí, sonriente.

    —¡Qué no! —me reprochó como un niño pequeño—. ¡¡Nunca hubiese sido capaz de ingeniar algo así!!

    —¿Y eso por qué? —pregunté.

    —¡Porque no sería capaz de idear una trama tan ingeniosa! ¡Oh, vamos, si soy… medio zoquete!

    Reí a carcajadas.

    —Lo conseguí —seguía riendo mientras dije aquello. Él se extrañó—. Conseguí que reconocieses que eres un zoquete.

    Él no lo entendía, aún. ¿Por qué no? Porque era un zoquete, ¡ya está confesado! Qué simpático me pareció todo aquello.

    —Claro que no fuiste tú. Eres demasiado… ¿cómo era, cómo decías…?

    Él se irritó.

    —No ha tenido gracia.

    —¡Ah, sí! Zoquete, zoquete, esa era la palabra, sí. Zoquete.

    —Vas a enfadarme, Handsome.

    Sí, mejor no enfadarle, pensé. La broma pesada había llegado ya al final, se acabó el sentido del humor. Ahora, seriedad.

    Puede que Surge fuese un cerebro casi vacío, un simplón, pero en ese momento era la persona con la que podía desahogarme. Aunque no creí que me aportase grandes ideas.

    —Sospecho de Erika, ya que como te dije, parece girar casi todo en torno a ella —dije, cambiando bruscamente de tema—. Pero la actitud de Oak no me parece muy común, parece olerse algo, parece saber algo. Solo parece. Luego, el dúo de delincuentes, el Team Rocket. Me han dicho de ellos que son unos “zoquetes” —la palabra enervó a mi compañero—, pero son criminales, después de todo. No podemos descartarlos como sospechosos. Y por último, lo que dijo Sachiko. Ella notó una… presencia, o eso me dijo. Y creo que ésta puede provenir del laboratorio; por eso mañana mi primer objetivo será investigar éste. Después, quiero interrogar a Misty, Brock, Tracey y Gary, como mínimo; estaría bien disponer de tiempo para acabar el interrogatorio con la pareja delictiva. También debería buscar el cuerpo de Agatha, si es que está muerta.

    —¿Ah, que no lo está? —nunca se le pasó por la cabeza, claro.

    —Puede ser que no. Dime, ¿qué puede ser mejor para un asesino que hacerse pasar por víctima, que todos crean que están muertos, y seguir matando así desde la sombra?

    El militar dijo un gracioso “ajá”, y entonces recordé algo:

    —¿Qué hiciste con Koga, a todo esto? Con su cuerpo, ¿dónde lo guardaste?

    Él se revolvió en la cama.

    —Nunca jamás haré algo así otra vez, ¡nunca! Casi vomito recogiendo a ese pobre hombre, ¡qué asco! Pero bueno, limpié toda esa sangre y… también cambié las sábanas de la cama manchadas de sangre y escondí el cuerpo.

    —¿Dónde?

    —En una parte que descubrí por casualidad del armario de Erika. Una especie de caja fuerte enorme que había algo camuflada. Estaba vacío, y ahí dentro lo escondí.

    Eso era curioso. Dije:

    —Así que un hueco secreto. Interesante. ¿Estará en el resto de armarios?

    —No lo sé —me contestó.

    —Obvio —dije, algo molesto por la lentitud mental de Surge—. Vamos, por favor, ¡compruébalo! ¿Serías capaz de mirar si en el armario de esta habitación hay el mismo hueco? Tu lo descubriste, ¿no?

    Se levantó de cierta mala gana y se aproximó al empotrado armario. Tras rebuscar en él y trastear un poco, previamente habiendo encendido la luz, dijo:

    —¡Aquí está!

    Y se oyó el deslizar de una puerta. Me incorporé, y miré como un hueco del tamaño de una persona estaba, efectivamente, en el trasfondo oculto del armario, con, tal y como dijo Surge, probables funciones de caja fuerte o algo similar.

    Pero el quid de la cuestión es que si en dos armarios hay una “caja fuerte” secreta, probablemente la habría en el resto. Y quizá en uno de ellos, casi seguro en el del asesino, estaba escondida una pista interesante.

    Apagamos la luz dispuestos a dormir; el día que a mí me esperaba sería largo.



    Abrí los ojos, mi compañero no yacía al lado de mí. Lentamente, me incorporé y me estiré. Si no hubiese un asesino campando a sus anchas, sin duda habría optado por quedarme a dormir una, dos horas más. O la mañana entera, si se terciase.

    Pero el deber me llamaba.



    Cuando nos sentamos todos en aquella mesa desayunando, la tensión podía cortarse con un cuchillo. Sin duda el miedo y la sospecha hacía ya mella en ellos. Únicamente los más cercanos entre sí se hablaban, y lo hacían susurrando, a veces. No confiaban en casi nadie; y hacían bien, pues si algo he aprendido de este oficio que tengo es que nunca puedes fiarte de nadie. “Nadie es inocente hasta que se demuestre lo contrario”, solía decir quien me enseñó el oficio, completando la frase con “aunque a veces, ni demostrando lo contrario es inocente”. Y vaya si tenía razón. Porque a veces se demuestra la inocencia de alguien, pero, ¿son esas pruebas de su inocencia las auténticas? ¿No se nos escapa nada?

    Sí, mi trabajo es complicado. Tengo que analizar cada hecho, cada testimonio, cada prueba, y pensar, ¿qué pasaría si el testimonio X del sospechoso Y es falso? ¿Qué me hace pensar que es verdadero? ¿Hay pruebas en contra de Y? ¿Y a favor? ¿Se complementa su testimonio con el del resto de sospechosos? E infinidad de preguntas más.

    Poco a poco se fueron levantando todos los que estaban en la mesa, satisfechos ya con la primera y más importante comida del día. El cocinero salió de la cocina, aquel hombre tan amable, que hacía siempre con total pulcritud todo tipo de delicias culinarias para otros, siempre esperaba a que terminasen de comer, atendiendo mientras en cocina a cualquier petición, como si de un chef de restaurante se tratara. Siempre, cuando no quedaba nadie en la mesa, se sentaba él a comer su plato, ya terminada su labor. Quizá por eso se extrañó tanto al verme allí, sin haber dado un bocado a mi desayuno, sentado en la mesa, sonriéndole.

    —¿No come usted? ¿Quiere otra cosa? En un momento le cocino lo que le apetezca, mientras quede de eso, claro—me ofreció amablemente, con sus ojos rasgados mirándome. Yo negué con la cabeza.

    —Si me he quedado es para esperarle a usted. Quiero hablar contigo, y, ¡qué mejor momento para hablar que en la mesa!

    Él rió, mientras soltaba su plato de huevos con bacon en la mesa.

    —Técnicamente en la mesa se come, no se habla —me dijo sonriendo— pero siempre se agradece la compañía y la charla —se sentó frente a mí.

    Yo lo miré de arriba abajo. Moreno de piel, ojos casi inexistentes, muy cerrados y rasgados, pelo oscuro en punta. El líder de Ciudad Plateada, Brock.

    —Bueno, le veo centrado y serio, Brock.

    —Suelo estarlo —se sonrojó un poco al decir—. Mi único descontrol son las chicas.

    —Las mujeres, las mujeres, mueven el mundo, aunque no lo crean —reflexioné en voz alta—. Pero lo que quería decirle es, ¿qué opina de todo esto?

    —¿Se refiere a quien considero sospechoso de ser el asesino? —se agradece esa agilidad mental. Ahorrarse explicaciones innecesarias es cómodo en mi trabajo. A Surge se le podría pegar algo de éste líder—. Ciertamente, no. Pero mi deducción se basa en el hecho de que no hay nadie, aparentemente, que esté loco entre nosotros.

    —Entonces, ¿deduces que el asesino no está cuerdo?

    —No debe estarlo.

    —¿Mata por pura locura, eso crees?

    —Sí —afirmó con rotundidez.

    —Bien, es una hipótesis válida —y de hecho lo era—. Pero mi deber es buscar un posible motivo que mueva al criminal a matar, y a partir del motivo lograré deducir quien es la mano ejecutora. Por eso, Brock, quiero que me ayudes. ¿Qué puedes decirme de los otros? Empecemos con Misty, por ejemplo.

    Él sonrió.

    —¿Misty? Ella fue una de las tres chicas con las que viajé, además de con Ash, claro. Y ella fue la que más tiempo estuvo con nosotros. Ash, ella y yo viajamos por todo Kanto y Johto. Y, bueno, ella es algo brusca, irritable, y acostumbra a tirarme de la oreja —se acarició el mencionado lugar—; pero en el fondo todo es una fachada que ella misma ha creado como “mecanismo de defensa”, o algo así. Una cubierta que oculta lo dulce que es en realidad.

    —¿Y Tracey?

    —Otro compañero de aventuras, ayudante del profesor Oak. Viajó por las Islas Naranja con Ash y conmigo. Es muy metódico, quizá, como un buen ayudante. Gran dibujante, apasionado de la investigación pokémon. También le gusta la fotografía.

    —Sigue, sigue —le animé.

    —Erika —siguió él—. No la conozco de mucho, pero como líder de Kanto que es tengo una mínima relación con ella. Además tuve la oportunidad de verla de cerca y tal cuando Ash la desafió a un combate de gimnasio.

    —Un segundo —interrumpí. Un dato me resultaba curioso—. ¿Ese Ash —por cierto me sonaba mucho ese nombre, no sé de que. Parecía conocerlo… serían imaginaciones mías— ganó las medallas de gimnasio de Kanto?

    —Cierto es.

    —¿Todas?

    —Todas.

    —Luego conoció a todos los líderes —deduje.

    —Así es —confirmó.

    —Y eso implica que usted y Misty también los conocieron —espeluznante dato.

    —Claro, es lógico —no parecía comprender a dónde quería llegar.

    —¿También conocían ustedes dos y ese Ash a Oak? —pregunté.

    —Claro está que sí —confirmó—. Él fue quien le entregó a Ash su primer pokémon, Pikachu —Pikachu, ¿algún caso mió…? Me sonaba mucho, serían imaginaciones—. Y claro está, nosotros lo conocimos también.

    —Supongo que a esa pareja…

    —¿El Team Rocket? Nuestros antagonistas durante el viaje, llámelo así. Los pesados estaban obsesionados con raptar a Pikachu. No son más que dos granujas, ellos y Meowth, ese gato parlanchín.

    ¿¡Pero por qué me sonaba tanto ese chico, Brock!? Y también ese “Pikachu”, Ash y “Meowth”, todos me sonaban como si hubiese llevado un caso en el que estaban todos implicados.

    —Bueno, dígame por último qué hay de Gary —concluí.

    —Pues Gary es bastante presuntuoso, sí. El rival más rival de Ash, desde la infancia. Y sí, también lo conocíamos Misty y yo. Y… quedan Sabrina y Sachiko, por si lo quiere saber. A ninguna las conozco en calidad de persona, pero debo decir que a la primera la vi cuando Ash la desafió, y de la segunda he oído hablar mucho, pero no he tenido el gusto de conocerla tampoco en persona. Y Ash creo que tampoco, por si le interesa.

    Que no conozcan a Sachiko directamente no importa nada; con que tengan relación con su padre es suficiente para implicarla a ella.

    La cuestión es que he pasado de tener una persona relacionada con casi todos, como lo era Erika, a tener tres relacionadas con todos a excepción de Sachiko, que se relaciona indirectamente a través de su padre. Porque…

    —¿Conocieron al alto mando Misty, Ash y usted?

    Él meditó.

    —No sabría decírselo con certeza. Exactamente no sabría decirle si Misty conoció a todos o yo mismo los conocí a todos, no lo sé. Pero lo que es seguro es que Ash los conoció a los cuatro. Descansen en paz —dijo al recordar que los cuatro estaban muertos.

    Así que tenemos un joven externo a nosotros que parece presentar un vínculo con todos los presentes, si bien Brock y Msity también podrían ser ese núcleo de vínculos.

    Sin más que decir, me levanté tras un cordial saludo y me dirigí ante la siguiente interrogada.



    El relato de Misty se complementaba a la perfección con el de su colega Brock. Tanto, que casi era la misma declaración.

    —Dígame —dije, con esperanza de obtener algo nuevo de aquella pelinaranja—,¿no puede aportar nada nuevo a la investigación?

    —En realidad no lo sé, Handsome —estaba muy afectada. Su “fachada” de ruda, esa de la que me habló Brock, parecía haberse transformado en una de tristeza. Y es que para ninguna persona, menos aún para una jovencita, era agradable esa situación—. Es que… resulta tan absurdo siquiera plantearse que exista algún motivo.

    —Pero si lo hubiese —dije—, debe de haber alguna relación entre todos ustedes, ¿me comprende? De algún modo las personas que deben morir y han muerto han de tener una relación, un motivo común por el que el asesino los quiere muertos.

    —Puede ser quizás más de uno —brillante idea, pedí que me la expusiese mejor—, quiero decir, ¿por qué el vínculo ha de ser uno? Es posible que el vínculo sea múltiple; o sea, que a lo mejor algunos de los que han muerto han muerto por un motivo, y otros han muerto por otro motivo distinto. No sé si me explico.

    —La entiendo, la entiendo —asentí—. Reconozco que es una posibilidad; posibilidades hay infinitas, señorita, pero verdad solo hay una. Ruego me cuente algún detalle. ¿No le han comentado, por ejemplo, algo sospechoso durante la estancia en esta condenada mansión? ¿Nadie le ha revelado nada…?

    —Pues sí, pero no sé que relación puede tener con el caso… Sachiko me contó que tenía un gran… conflicto interior, por así decirlo. Resulta que una se enfadó por una tontería con una persona muy importante para ella, y ahora dice que puede que nunca pueda pedirle perdón por lo tonta que fue. Supongo que lo dijo porque tenía miedo a no salir de aquí.

    Quedé callado.

    —Sí, sé que es una información inútil —dijo algo decepcionada—. Pero es lo único relevante que he hablado aquí.

    —No diga que es irrelevante —la animé—, por tonto que parezca, podría ser importante —dije, aunque realmente no me parecía especialmente importante.



    Bueno, supuestamente no saqué mucho de ella, solo la interesante idea del múltiple motivo, aunque no dejaba de ser eso, una idea.

    Me dirigí presto al siguiente muchacho: ahora tocaba el por ya varios declarantes descrito como “presumido, presuntuoso”. Iba a comprobar personalmente que así era.

    Desde luego, ya la primera impresión podía considerarse una afirmación a mi duda de si era realmente presumido. Con su tupé puntiagudo y pelo moreno, se apoyaba de forma relajada en el sofá, mientras yo tomaba asiento en el sillón justo a su lado. Miraba fijamente una de las columnas de la casa.

    —¿Está usted ocupado? —pregunté.

    —Oh, no —me dijo—. Solo admiraba la belleza de esa columna.

    —Yo la veo una columna bastante corriente, mediocre.

    —Pues no lo es, es una columna de estilo corintio bella a la par de elegante —sonrió. Con mirada arrogante, me dijo—. ¿Quería algo?

    —Sí; hablar con usted sobre la situación.

    —Oh —se estremeció—. ¿Somos mi abuelo o yo los siguientes…? Usted conoce la canción esa, ¿no?

    Vaya, parecía temer por su vida y por la de su abuelo.

    —No lo sé, no lo sé —mentí—. De lo que quería hablarle era acerca de la identidad del asesino.

    —¿Se sabe ya quien es ese loco? —aventuró.

    —No, no, trato de averiguarlo, por eso hablo con usted. ¿Tiene alguna sospecha?

    —¿Qué clase de sospecha puedo tener? —dijo en tono arrogante. Sí, sí, era muy presumido, no me cabía la menor duda de ello—. El asesino ese es un loco, y la verdad, no me imagino quien puede estar tan loco de los que estamos aquí como para montar todo esto.

    —¿No concibe la posibilidad de que exista un motivo lógico?

    —¿Un motivo? ¿Para matar a más de cinco personas?

    Cierto, tenía razón, era muy descabellado. ¿Y si realmente el asesino está loco?

    —Además, ¿por qué tantas molestias en ser tan metódico, con ese rollo de la canción y todo? —meditó—. No, el asesino es un loco. Alguien con doble personalidad, o algo así.

    —Interesante posibilidad —doble personalidad, no lo había pensado. Alguien con dos caras; la cara de persona noble y la cara psicópata. Interesante, interesante—. Una cosa —dije, recordando la charla con Oak—, ¿tiene usted alguna prima?¿Otra nieta de Oak?

    —No, no, prima no; la otra nieta de Oak es mi hermana.

    —Ah, ya veo —asentí—. Verá, al hablar con su abuelo sospeché que había algo raro con tu hermana, al mencionarla él se estremeció, fue una actitud extraña —toda la actitud de Oak era particularmente extraña—. ¿Sucede algo con su hermana?

    Me miró apenado.

    —No hace mucho que mi hermana cayó en coma, tras volver de un viaje —soltó de golpe, hablando lentamente, con gran pesadez emocional—. No es agradable hablar de esto…

    —Lo siento, de verdad —me sentí algo culpable—. Únicamente, dígame, ¿cómo cayó en ese coma?

    —Tropezó y se dio un golpe en la cabeza. Nada particularmente extraño —agachó la cabeza—. No sabemos si se recuperará…

    —De verdad deseo que así sea.

    Él sonrió amablemente.



    Sólo debía hablar con Tracey, la pareja criminal y Sabrina. Pero antes, quería analizar el laboratorio. Era algo importante.

    Entré poco a poco al lugar, con sigilo. Todo estaba destrozado, en un estado lamentable. La luz que me proporcionaba la vela que había cogido previamente era muy poca, pero al menos me permitía ver.

    Recordé todos los escritos de Blaine, los escritos sobre ese clon de Mew que se fabricó tiempo atrás en el citado laboratorio. Teniendo en cuenta que los crímenes están relacionados con objetos de la casa llegué a una importantísima deducción que, tonto de mí, no deduje antes, con lo simple que era: y es que, pensemos; el que planeó todo el crimen era alguien que conocía varios elementos de la casa, como las figuritas del centro de la mesa o la lámpara de Articuno. Para cometer los crímenes necesitaba de esa información, así que o bien el criminal había estado previamente en la casa, o bien era el propio dueño de la misma el asesino.

    Blaine.

    Sí, Blaine podría ser el asesino. Y sí, sé que fue el primero en morir, pero todo encajaría se Blaine fue el que ideó este plan: él se haría el muerto, y su compinche (porque necesitaba de un cómplice para su labor), sería quien daría la voz de alarma: ¡Blaine ha muerto! Entonces, Blaine, desde el lugar en el que se encontraba, llevaría a cabo su plan, volviendo sigilosamente al cuarto de baño de los cadáveres cada vez que mataba… pero lo que no sabía es que su compinche tomó su plan y lo mató, convirtiéndose él en la implacable mano asesina.

    De ser como pensaba, todo encajaba. Ese cómplice, ese compinche, si era quien yo creía que era, quedaría casi todo aclarado, únicamente faltaba el motivo.

    Motivo que podía estar relacionado con el clon, Mewtwo, de alguna forma. Algún asunto de negocios sucios… no lo sé, debía profundizar en eso. Por eso estaba en aquel laboratorio, investigando cada rincón.

    Y mi atención se despertó cuando vi un armario empotrado parecido a los de las habitaciones, pero más deteriorado. Pensé que si había un compartimento secreto en los otros, en este…

    —¡Bingo! —exclamé al descubrir que se podía deslizar el trasfondo del armario, como una puerta. A diferencia del resto de huecos, este no era algo más grande. Y dentro, una pila de móviles, todos destrozados: ¡eran los móviles que desaparecieron, los nuestros! Además, todo estaba lleno de polvo, pero había una marca en la pared, una parte limpia donde se podía apreciar la silueta de una katana (seguramente, con la que cortaron en dos a Koga) y la silueta de un gran martillo… el Golem.

    Así que ese lugar era el escondite del asesino, donde él guardaba las armas que iba a necesitar, y donde metió los móviles. Pensé entonces, ¿cómo hizo para quitar los móviles sin que nos diésemos cuenta? Y, así, de repente noté una especie de presencia muy cerca de mí. Aquella presencia de la que me habló Sachiko.

    —¿Quién anda ahí? — dije en voz alta. ¿Un Fantasma? Si es un fantasma, entonces: —¡Zigzagoon, rastreo! —saqué a mi pokémon, que enseguida comenzó a analizar con su ataque a mi alrededor. Y entonces, se materializó el “espíritu”, la “presencia”

    —¡Haunter! —gritó el pokémon, que se dejó ver. Y entonces, una pokéball en la oscuridad lo regresó.

    —¡¿Quién eres?! —así que con la ayuda de ese Haunter el asesino cogió los móviles. Todo encajaba: la presencia que notó Sachiko era aquel Haunter. Y el asesino estaba allí, donde estaba yo, entre la oscuridad. Grité varias veces que se dejase ver, pero un fuerte golpe en mi cabeza hizo que me cayese al suelo.



    Desperté allí tirado, en el laboratorio. La vela se había apagado. Desconocía el tiempo que había estado inconsciente por el golpe, pero algo era seguro, y es que el asesino no estaba allí. Aun así mi “olfato” me decía que allí, en la oscuridad donde me encontraba, había algo raro.

    Busqué un cerillo que llevaba en mi bolsillo para la ocasión y encendí la vela que se apagó. Alumbré la pared que había frente a mí, y de la impresión dejé caer al suelo la vela.

    Frente a mí, Sachiko estaba sentada, apoyada en la pared, pero con su pecho completamente aplastado y sangriento. Alguna costilla sobresalía rota por el pecho destrozado de la mujer. La sangre apenas brotaba; llevaba algún tiempo muerta. Sus ojos, blancos, y su expresión de horror mostraban que probablemente vio al asesino antes de recibir el primer golpe fatal. A sus pies, el martillo ensangrentado, y en la pared, escrito con sangre, un mensaje para mí. Reí, reí paranoicamente. ¿A qué jugaba el asesino? Esa escritura en sangre… esas líneas… era escalofriante leerlas, era extrañamente atemorizante:

    Cuatro pokémitos molestaron a un Golem. Enfadado, golpeó a Venomoth, y quedaron tres.

    Siga así, señor Handsome, se está acercando.
     
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    Little Princess

    Little Princess Entusiasta

    Tauro
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    Hola G.L.!! Aquí estoy, comentando a mi jefe favorito ;o; Ok, no xD:

    En primer lugar... no me gusta! El mundo da vueltas (no me gusta tu comentario). Ya no sé si la mano con la que escribo es la derecha o la izquierda.* mode HECHA UN LÍO on*

    Cada vez intriga más. A veces siento frío por la espalda. Guau, ¡han capturado a Handsome! Creo que quieren volverle loco. No sé quién es, y tampoco me arriesgo a leerme el libro. Quitaría emocion. Guau x 2... no recuerda a mi ¡Ashi! Increible.

    No he visto faltas. (Guau x 3)

    Sigue así! Tengo ganas... (de tí no) de leer más xD.

    Au revoir!
     
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    piscologia

    piscologia Iniciado

    Cáncer
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    Investigaciones, hipótesis, muertes...

    Apoyo la idea de que el asesino es alguien que tenga una relación con todo los presentes, pero he encontrado a un personaje que no es Ash, y que posee una relación, tanto directa como indirectamente, con todos ellos, a pesar de no estar presente hasta ahora.

    Cuatro pokémitos molestaron a un Golem.
    Enfadado, golpeó a Venomoth
    Y quedaron tres.

    Si seguimos la tesis de que cada pokémon del poema es un personaje, nos encontramos con el Golem que golpeó a Venomoth (Sachiko) hasta la muerte. Como todos saben, Golem es un tipo Roca/Tierra, por lo que que puede representar tanto a un entrenador o líder que use pokémon de tipo roca (Brock), o uno de tipo tierra (?).

    Precisamente, existe un entrenador de tipo tierra, con un pasado como el líder de gimnasio mas poderoso (resentimiento contra los lideres de gimnasio), presidente de una organización criminal (conflicto contra el alto mando que hipotéticamente defiende la región) (conflicto, ademas, con sus dos subordinados mas incompetentes) (conflicto contra Tracey, profesor Oak y Gary por entorpecer, consciente o inconscientemente sus planes). A esto hay que sumarle el lugar donde se encuentran, una mansión sobre el laboratorio donde se creó a Mewtwo, su mas grande creación, por lo que conocería hipotéticamente el sitio.

    Para finalizar, el tema de incluir a Handsome, ya que el ya ha descubierto dos casos complicados anteriormente, al no poder solucionar este caso en particular, le da al asesino una sensación de poder estar por sobre los mejores, revalorizando su labor criminal.

    Sin mas que decir, para mi, el asesino es Giovanni, ex líder de gimnasio y líder del Team Rocket
     
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    MrJake

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    Tu deducción es más que razonable, no cabe duda; que sea acertada o no no te lo revelaré, pero creo que aclaré ya en el capítulo que con ese "Golem" se refería el asesino a un arma contundente, a un objeto "duro" tal y como lo es una piedra, o como lo es un Golem. O bien, un martillo. Recuerda que nlos pokémon únicamente representan a las víctimas; ese Golem simplemente representa el arma del crimen, ese objeto que propinó el golpe mortal.
    Que tu hipótesis sea válida en muchos aspectos, no lo niego. Pero tampoco lo afirmo. Habrá que esperar para conocer la verdad.
    Un saludo, y gracias mil por leer y comentar :)
     
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    Cubo

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    wow al terminar de leerlo me siento mariado de tantas conclusiones que quieria hacer mientras lei jajaja excelente capitulo y una gran pista el asesino o entrenador tiene un haunter(creo que era un haunter la verdad estoy muy mariado y no recuerdo jajaja) asi que la asesina puede ser agatha pero si mal no recuerdo ella tiene gengar que se oculkta en las sombras quizas se ella y que tenga un haunter o algun entraenador psiquico o fantasma jajajajaja hipotesis hipotesis nada mas.. Me despido espero con ansias el proximo episodio
     
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    MrJake

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    ¡Detective Handsome 3!: Diez Pokémitos
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    12
     
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    Como supuse, estaba encerrado. Ese condenado había atascado de algún modo el laboratorio, y la puerta no cedía.

    El cadáver de Sachiko y la escritura con sangre en la pared hacía que tuviese escalofríos. Quería salir de ahí ya, cuanto antes, pero, ¿cómo?

    Empecé a pensar. Haunter es el “cómplice” del asesino, pero por muy fantasma que sea, no puede pasar desapercibido si carga con un martillo o una katana. Así que tenía que ser el propio asesino quien acudía a cogerlos aquí abajo. Y si venía, ¿saldría por la puerta principal, atravesando todo el salón y subiendo las escaleras hasta su víctima? Una locura, eso está claro; por lo tanto, ¡debía haber una salida más directa hacia el exterior, una salida secreta.

    Teniendo en cuenta que nos encontramos en un sótano, la hipotética salida secreta estaría seguramente en el techo.

    Examiné el entorno rápidamente, y me fijé en un relieve de la pared. ¿Sería esa la columna que atravesaba el salón? Probablemente, puesto que su ubicación estaba más o menos debajo del salón donde se encontraba. Pensé, ¿era esa columna la columna vertebral de la mansión? Y recordé que en el pasillo de la planta de arriba también había un relieve similar justo sobre la columna, un semicírculo que sobresalía.

    Sí… ahí debía estar.

    Palpé la columna. Como lo imaginaba, había una especie de abertura de la que parecía poder tirar. Como una puerta, abrí la columna, y entré en ella.

    El espacio era ciertamente reducido, pero había espacio justo para una persona común. Unos escalones de mano, como aquellos que utilizan en espectáculos de acrobacias para subir a lo más alto, me indicaban que podía subir; así que me puse a ello, y comencé a subir, poco a poco.

    Reconozco que estoy algo mayor para esos trotes, y es que me cansé a mitad de camino. Pero acumulé energías y seguí subiendo, cada vez más, cada vez más… hasta que se empezaban a acabar los escalones.

    Estaba realmente a mucha altura; una mala pisada me haría caer. Así que, agarrándome con pies y una mano a la escalera, palpé la pared curvada de la columna por donde había entrado, opuesta a la escalera. Encontré un pequeño saliente que parecía hacer las veces de pomo. Logré abrir la falsa puerta, y salí…

    Allí estaba, en la planta de arriba, habiendo salido de la columna, en pleno pasillo.

    Así que así se movía el asesino cuando necesitaba coger un arma, o cuando tenía que salir rápidamente de una planta de la casa. Interesante… pero, ¿cómo conocía tal secreto el asesino? Debía conocer muy bien el edificio.

    Cerré la “puerta” de la columna y miré a mi alrededor. Nadie transitaba por allí. Y entonces, pensé: el asesino quiere, de algún modo o por alguna razón, ser descubierto, o al menos eso parece. Por eso estoy yo aquí, esa es mi función, desenmascararle. El asesino no pretende matar ni hacer daño a nadie que no esté incluido dentro de su canción. Por tanto, ¿por qué dejarme encerrado? Lo hizo, sin duda, para que encontrase la otra salida. Pero, ¿él mismo me está ayudando a desenmascararse? Es absurdo. Completamente absurdo, parece querer darme pistas. “No hay mayor satisfacción para un psicópata que ser reconocido por su “obra””, eso decía mi maestro. ¿Puede ser eso, quiere ser descubierto para que se reconozca el “mérito” de haber cometido los crímenes con tanta pulcritud? Jamás entenderé la mente de los psicópatas.



    Bueno, ¡era hora de seguir con mi trabajo! Así que, como si nada, olvidé el cadáver de la pobre Sachiko y continué mi investigación. Todos ignoraban sin duda que había muerto, y también ignorarían con total seguridad que yo había desaparecido momentáneamente.



    —¿Ocupado, señor Tracey? —le pregunté, al verle sentado con una libreta en la mano. Parecía estar dibujando.

    Él alzó la vista y sonrió.

    —No importa, es solo un entretenimiento.

    —Quería preguntarle acerca del asesino —fui al grano. Él se estremeció, y tragó saliva.

    —¿Qué quiere saber… no sé en qué puedo ayudarle? —agachó la cabeza.

    —Puede ayudarme contándome cosas de los presentes.

    Discurso vano, el que me dio el muchacho de cintillo en la frente. Un discurso vacío, sin detalles concretos, pérdida de tiempo. Así que, como poco sabía del resto, que me contase cosas sobre él, eso fue lo que le pedí.

    —Dígame, ¿lleva mucho tiempo trabajando para el profesor Oak? ¿Cómo su ayudante?

    —No tanto, en realidad, pero ahora ya me he ganado un hueco en ese puesto. Puedo afirmar que el profesor Oak me tiene en alta estima, y no me remplazaría por nadie —dijo con una sonrisa.

    —¿Me dice esto porque ya ha habido una situación en la que pudo ser suplantado… pero el profesor lo escogió a usted?

    Su cara mostró sorpresa.

    —Sí, así es. ¿Cómo lo ha sabido? La verdad es que por culpa de ese incidente el profesor pasó por una discusión, pero bueno —volvió a sonreír—, ahora sé más que nunca que soy importante para su trabajo.

    Interesante. Muy interesante. Creo, y me siento profundamente orgulloso de ello, que comienzo a hacerme una idea de una posibilidad convincente, no necesariamente la verdadera.

    ¿Qué que demonios aporta el detalle de que Tracey no fue suplantado? Más de lo que uno puede imaginar…

    En cualquier caso, era muy pronto para dar un veredicto. Demasiado pronto.



    Así que me dirigí a una chica que me había pasado totalmente desapercibida, tanto, que apenas la vi en todo el tiempo que estuve allí en esa casa. Porque era sigilosa, sí, sigilosa y, ahora que la miraba a los ojos fijamente, fría. Sí, era una mujer fría.

    —No hemos hablado mucho en el tiempo que hemos estado aquí, Sabrina —le dije, mirándola fijamente.

    Ella se acarició su pelo oscuro. El flequillo recto que tenía en la frente y esos ojos le daban un verdadero aire oscuro y malévolo.

    —No, la verdad es que no —contestó.

    —Pues más vale tarde que nunca —respondí—. Las muertes, los crímenes, aumentan por momentos, señorita. Y tanto usted, como yo, como todos, sabemos que el asesino puede ser en un altísimo porcentaje uno de nosotros. Pero el motivo por el que mata, ¿cuál es, cuál puede ser? Posiblemente, algo externo. Por eso quiero encontrar un vínculo entre todos ustedes. Y créame que ya tengo al menos cuatro vínculos que los unen, cuatro personas relacionadas con todos o casi todos los presentes. Así que dígame, ¿puede arrojar algo de luz a esta cuestión? ¿Sabe de alguna relación entre los presentes?

    Ella se encogió de hombros.

    —Si quiere que le diga la verdad, señor Handsome —empezó ella—, opino, al igual que usted, que quien mata, mata por algún motivo. No creo, como algunos dicen, que este asesino sea un simple loco. Hay algo que lo mueve. Pero si me pregunta qué es ese algo, yo no sabría responderle.

    Interesante, ¡la primera persona que afirma con rotundidez creer que el asesino actúa no por locura, sino por algún motivo!

    —Pero, ¿sabe qué? —inquirió de repente—. Creo que, si no he entendido mal su interpretación, hay algo en lo que usted está equivocado.

    ¡Vaya! ¡Semejante descaro…! Esas palabras me hirieron, no suelen decirme en la cara que me he equivocado, mucho menos un sospechoso. En fin.

    —¿Busca usted una relación con todos los aquí presentes? —expuso ella—. Eso no debe ser así, todos no tienen porqué estar relacionados —gesticulaba mucho, tratando de hacerse entender—. Según nos explicó, morirán diez personas —empleó la tercera persona, ¿no se incluye entre los muertos…?—, por esa extraña canción. Pero aquí somos más… ¿no ha pensado usted que esto es como una obra de teatro? Cada cual tiene su papel. Los diez correspondientes son las víctimas. Luego, los otros líderes de gimnasio sobrantes, por ejemplo, tienen el papel de relleno, y es que sería muy sospechoso que trajesen a unos pocos líderes de gimnasio y no a todos, es por eso que todos fuimos convocados aquí — ¿todos? Que yo sepa, los líderes son ocho, y yo cuento siete—. Luego, usted, que tiene el papel de investigador. Y otros tienen el papel de falsos sospechosos; probablemente esos dos tontos del Team Rocket, que no son traídos por nada especial, si no para complicarle a usted su trabajo. Por eso, pienso que la relación, el vínculo, debe existir sólo entre las víctimas.

    Teoría completa y absolutamente formidable. No solo me valió para darme cuenta de que, tal y como dijo Sabrina, estaba mirando en la dirección equivocada, sino que también me sirvió para percatarme de que falta uno de los líderes de gimnasio.

    Pero volviendo al tema de los roles, ¡es cierto lo que dice! Hay roles de víctima, de investigador (yo, vaya), de falsas víctimas, como lo son los líderes de gimnasio que no morirán y falsos sospechosos. Luego, alguno debe ser el asesino y… ¿me falta algún papel? Esa sensación, tenía la sensación de que me faltaba por encasillar a alguien en su rol.

    Divagaciones.

    —Señorita Sabrina —dije—, acabo de percatarme de que ¡falta un líder de gimnasio! ¿Quién es él?

    Sabrina dudó un momento.

    —El gimnasio del líder que falta fue, hace bastante poco, abandonado. Y si le digo la verdad, nunca he visto a su líder, ni yo ni ninguno de los líderes. Era alguien que no solía hablar con el resto de compañeros. De hecho, no solía estar en su gimnasio.

    ¿Un líder fantasma? Algo me decía que iba a encontrar pronto otro vínculo con las víctimas.



    En cualquier caso, ya solo me quedaba la parejita, esos del Team Rocket. Y ya por fin podría esclarecer todo; no sin antes buscar en las enormes “cajas fuertes” de los armarios alguna pista, posiblemente, el cuerpo de Agatha (si es que está muerta, cosa aún no clara).

    —¿Jessie y James, se llamaban? —les pregunté.

    Ellos dos asintieron.

    Durante toda la estancia en la maldita mansión, ellos dos no hablaron mucho, posiblemente por miedo, ya que eran, por defecto, los culpables más probables. Y la solución más sencilla para ahorrarse problemas es no hablar. “En boca cerrada no entran moscas”, dicen.

    En fin, la conversación fue muy común; me contaron lo que ya sabía, que ellos eran los rivales declarados de ese Ash, de uno de los vínculos. Pero lo más curioso era que mencionaron a un “jefe”, por el que obviamente pregunté.

    Y, obviamente, la información no fue regalada, pero, ¡diantres! Esos dos eran unos zoquetes como Surge, no tardé en sacarles las palabras.

    —O sea, que vuestro líder era el líder de gimnasio que falta. Giovanni.

    Ellos estaban algo atemorizados; les daba miedo que las represalias que podían recibir del tal Giovanni si éste se enterase de que dos discípulos han contado información secreta sobre su líder a un detective.

    No, pero me daba igual, no estaba investigando al Team Rocket, sino a algo mucho más serio. Estaba investigando a un criminal de élite, a un psicópata en toda regla.

    Acabada por fin mi labor de interrogatorio, tenía otro vínculo: Giovanni. Giovanni, como líder del Team Rocket, se relacionaría con sus soldados, con Misty, Brock e incluso ese Ash, además de Tracey, Gary y su abuelo; y como líder de gimnasio, podía relacionarse con los otros líderes y el difunto alto mando. Así que he ahí otra posibilidad, otro posible motivo, alguien que se relaciona con todos. Interesante.

    Pero lo que debía hacer a continuación era informarme de la teoría que empezaba a tomar forma, aquella que se alimentó de las palabras de Tracey, palabras que hicieron despertar una sospecha en mi cerebro, sospecha que, si fuese cierta, por muy hipotético que fuese, cuadraría con todo.

    Oh, todo este tiempo habría mirado en muchas ocasiones en la dirección equivocada.



    Así que nuevamente me dirigí al salón donde Tracey pintaba felizmente, y lo vi allí, de espaldas a mí, sentado en el sillón.

    —Tracey —dije, poniéndome frente a él, y llevándome, como no, una desagradable sorpresa—. Oh, ¡genial! —lamenté, al ver a Tracey con la boca abierta, echado hacia atrás. Su cuello, rajado de lado a lado, y en su frente incrustado un lápiz, el mismo lápiz con el que dibujaba. La sangre goteaba hasta llegar a manchar su dibujo. ¿Y qué dibujaba?

    ¡Oh, vamos! No podía ser cierto, la locura estaba llegando demasiado lejos.

    Tres pokémitos podaron el jardín.



    Scyther se cortó con su cuchilla,



    Y quedaron dos.

    Había dibujado las flores que había en la mesa frente a la que se encontraba. ¡Es ridículo: el asesino interpretó “podar un jardín” como dibujar unas flores…! Y, claro, la herramienta, la cuchilla con la que “podaba”, era su lápiz. Lápiz que ahora tenía incrustado en su cerebro. “Se cortó con su cuchilla”. Realmente infantil y absurdo. Pero, aunque suene macabro, comenzaba a hacerme gracia la manera de pensar del asesino.

    Pero he aquí el quid de la cuestión: ¿cómo sabía el asesino que Tracey iba a dibujar esas flores en el preciso momento en que debía morir? O, mejor, planteemos así la pregunta: ¿Cómo se las arregló el asesino para que Tracey pintase esas flores justo en el momento en el que la canción lo designaba a él como el siguiente?
     
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    Oh, querido y gran maestro GalladeLucario, tengo que comentar esta obra:

    Es la primera vez que veo faltas. Oh, ¿why? Mira, como soy buena persona [:D] te las pongo:
    Y, claro, yo pienso que será cansancio, falta de tiempo, lo que sea que tenga una explicación lógica.

    La historia me ha encantado.

    La verdad es que lo de Sabrina tiene lógica... Jum, tengo que ir a pensar.

    Y como tengo que ir a pensar... Sigue así y

    Au revoir!
     
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    MrJake

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    Perfecto. Al asesino solo le quedaban dos: Abra y Raichu.

    Con el cadáver de ese pobre ayudante, Tracey, frente a mí, ya era el octavo asesinato. En la mano del muchacho, fragmentos de la figurita del Scyther.

    El tiempo se acababa; y por alguna razón, sentía que pronto saldríamos de allí, posiblemente cuando el asesino quisiese. O sea, cuando terminase su trabajo.

    ¿Cómo continuaba la canción?

    Dos pokémitos pensaron mucho.

    La cabeza de Abra explotó,

    Y sólo quedó uno.

    Pero, ¡vamos a ver! ¿De qué manera humana se puede hacer “explotar” una cabeza? Y pobre de la próxima muerta, su muerte con seguridad tiene que ser horrible.

    No me quedaba nada más que hacer: la información estaba ahí, y la verdad, el culpable también: guardada en mi cabeza, solo quedaba estructurarla. Por eso, cuando metí el cadáver de Tracey en el cuarto de baño que hizo las veces de cementerio, me reuní con mi compañero el zoquete, el recipiente vacío con el que me desahogaría.

    —Lo tengo delante de mis narices —le dije. Entonces mi concentración era tal que no me percaté de que su rostro comenzaba a mostrar miedo y desesperación; temía no salir de allí—. Ya sé todo lo que tengo que saber, solo me queda interpretarlo. Veamos —y comencé a exponer la información.

    >> Tenemos ocho muertos, aparentemente, algunos relacionados y otros no. El primero en caer fue Blaine. Curioso que el dueño sea el primero en morir; es posible que él, que con seguridad tendría una llave de la casa guardada que le arrebató de su cadáver el asesino , muriese solo por eso, para quitarse al dueño de encima. Pero nos encontramos con otro problema si Blaine no fue el asesino, y es que quien mata debe conocer la casa como anillo al dedo. La cosa es que no me explico como puede eso ser posible, ¿quién puede conocer tan bien la casa a excepción de su dueño?

    >>Luego murió Bruno. Aparentemente, pudo querer suicidarse, según Agatha, cuyo cuerpo, por cierto, no hemos descubierto aún. Y estas pocas ganas de vivir se debían a que probablemente no volvería a ver a alguna chica de la que estaba muy enamorado. ¿Erika es esa chica? Muy posible, pero entonces, ¿por qué no la iba a volver a ver? Tal vez sabía, de alguna manera, que un asesino quería matarlos, y Erika era una de sus víctimas. Y se suicidó para no tener que ver morir a su amada, al ver que, efectivamente, Blaine había muerto y poco a poco caerían más. Luego podría ser cierto que se suicidó. O puede que yo esté equivocado completamente en este punto.

    >>A continuación cayó Lance, aparentemente sustituyendo a Erika, la verdadera víctima. Aunque pensemos: ¿con la eficiencia del asesino, con lo astuto y ágil que ha demostrado ser, realmente se permitiría fallar? No; con seguridad planeaba realmente matar a Lance. ¿Pero por qué hacerme creer (sí, solo a mí, ya que soy el único conocedor de la canción) que la muerta iba a ser Erika? Se me ocurren dos explicaciones: una, para desviar mi atención de su persona y pensar que Erika es la criminal, ya que “sobrevivió” misteriosamente; o dos, la radicalmente opuesta, que Erika fuese realmente la asesina e hizo aquello para quitarse el muerto (nunca mejor dicho) de encima y alejar responsabilidades, ya que ella sería entendida como la “verdadera víctima”.

    >>Más tarde desaparece Agatha. ¿Otra distracción? La situación es similar a la anterior: el asesino pudo matar a Agatha y esconder su cadáver para hacerme creer que ella misma era la asesina y desviar las sospechas de su persona, o bien la asesina pudo ser la misma Agatha, que simuló ser asesinada y escondida, cuando realmente se escondía en las sombras para seguir aplicando su mano asesina implacable.

    >>Ahora bien, luego Koga es brutalmente cortado en dos. Es curioso algo que me dijo Misty: Sachiko, hija del líder de gimnasio, decía estar profundamente disgustada porque ella había discutido fuertemente con “alguien especial”. Y tal vez no lo volvería a ver y no podría pedirle perdón. Ese alguien especial, ¿tal vez era su padre? Una posibilidad: de ser así, ella ya sabía que su padre estaba muerto, ¿pero como? Claro que también puede ser otra persona…

    >>La siguiente fue Lorelei. Me resulta curioso algo, ¿no te has percatado? Los del alto mando… murieron, de alguna forma, con su debilidad. El asesino es un “poeta”, un “metafórico”. Fíjate en que mató a Lorelei, cuya especialidad es el hielo, con fuego. Mató a Lance, experto en dragones, con “Articuno”, o mejor dicho, la lámpara de éste, “el granizo” de la canción, simbolizando al hielo. Agatha, por su parte, desapareció, “escondiéndose”. Quien se esconde aguarda desde las sombras… y las sombras representan el tipo siniestro y fantasma, fuertes contra los fantasmitas de Agatha. Por último, y algo más difícil de interpretar, Bruno, que murió con el cuello desgarrado, con un corte en éste. Al tipo lucha, tipo de Bruno, lo vence el tipo volador, y muchos de sus ataques, y ojo afirmo no ser un experto en los combates pokémon, si no me equivoco son cortantes, ya que se basan en el viento, igualmente cortante; y con un corte murió Bruno. Además, fíjate en que cortó su cuello, donde está la tráquea, lugar por donde pasa el aire que respiramos; y como he mencionado, hablamos del tipo volador, relacionado con el viento.

    La cara de asombro de Surge era un verdadero poema. Reí.

    —¿Y esa cara?

    —¿Cómo demonios has deducido eso? —su asombro era mayúsculo. Yo volví a reír.

    —Es fácil, solo tienes que analizar con detalle cada hecho —expliqué y seguí hablando—. Lo curioso es, ¿por qué? Estas metáforas las hace el asesino por un motivo, sea cual sea. Entonces, ¿cuál es el motivo? Debe de tener un profundo resentimiento con el alto mando, el asesino. ¿Puede que un resentimiento relacionado con los combates pokémon?

    >>Pasemos a Sachiko. El asesino la mató de un martillazo. Pensé que Sachiko era solo un daño colateral. Tal vez la mataron simplemente por estar relacionada con su padre. O no, quizá ella está relacionada directamente con el móvil del crimen.

    >>Seguimos; el último en caer ha sido Tracey. Este chico se relaciona directamente con el profesor Oak y con Gary. Pero descubrí, gracias al testimonio de Brock y Misty, que ellos dos también viajaron con Tracey… acompañados de un chico de nombre Ash. ¡Aquí llega lo bueno, amigo! Tú conoces a este Ash, ¿verdad? Te ganó en un combate de gimnasio. Él llevaba un Pikachu.

    Surge sonrió.

    —Normalmente tengo mala memoria para los retantes. Pero ese chico y su Pikachu… nunca los olvidaré, sí. Me venció, me venció y me dio una buena lección, sí.

    —Ahí está la clave —dije—. Ash venció a todos los líderes de gimnasio, era amigo de Gary, Oak, Tracey, y así también conoció a los cuatro del alto mando. Como he dicho, Sachiko es colateral. ¡Vóila, un hombre relacionado con todos! Un chico que de algún modo conoce a todos, un entrenador. Alguien aparte de Erika que parece relacionarse con todos.

    >>Pasemos a continuación a los aún no asesinados, el resto de personas aquí presentes. Para empezar, Oak. El profesor me parece un buen hombre, no lo discuto, pero su actitud es realmente extraña. Parece saber algo, parece saber lo que está pasando. Además, parece tener algo que ocultar, posiblemente relacionado con su nieta, hermana de Gary, la cual, según me ha revelado éste, está en coma por una desafortunada caída que le propinó un fuerte golpe en la cabeza, poco después de regresar de un viaje… lo que más me llamó la atención fue cuando dije que todo el que hiciese daño a otra persona merecía ser castigado, y él murmuró: “¿Todo el que le haga daño a otro…? Supongo que así es…”. Curiosa frase…

    >>Gary, como ya mencioné, me aportó la información del coma de su hermana, aparte de mencionar uno o dos detalles interesantes. Por su parte, ese dúo de delincuentes no tiene nada importante que decir. No, ellos no son nada especial.

    >>¿Cosas que reseñar? Oak amaba a Agatha en la juventud, y su amor no era correspondido; Lance y Erika eran pareja. Pero Koga amaba a Erika, y su hija lo sabía, y la quería de madre. Erika fue, también, enseñada a combatir por Agatha; Tracey dijo algo que llamó mi atención completamente: Oak sustituyó a su viejo ayudante por él, y por lo visto fue una elección que le generó una importante discusión; por último, destaco la existencia del octavo líder de gimnasio, Giovanni, quien resulta ser el líder del Team Rocket, relacionado también con ese Ash y con prácticamente todos los que aquí estamos.

    Él me miró, pensativo.

    —¿Y bien? —dije—. ¿No sacas nada en claro con todo esto? ¿Nada absolutamente?

    —Creo que ahora estoy más perdido que antes —no podía ser otra la respuesta, claro. Recordemos que estaba hablando con un zoquete integral. Pero al que al final se le cogía cariño, me consta.

    De repente hubo algo de silencio. Silencio que él rompió:

    —Dígame, ¿yo soy uno de los dos que quedan?

    Lo miré apenado. Oh, la dura realidad. ¿Contársela? No sé si serviría de algo, al fin y al cabo, el asesino iba a hacer su trabajo…si antes no conseguía yo detenerle.

    ¡Oh, me olvidaba de algo! Cambiando bruscamente el incómodo tema, pregunté:

    —Sé que no eres muy bueno para recordar a tus aspirantes, pero, dime, ¿cómo sueles tratar a los aspirantes? ¿Eres muy severo con ellos? Me consta que muchos de los líderes de Kanto son bastante duros y humillan a sus aspirantes, no sé si eres la excepción.

    —Lamento decir que no lo soy —confesó, algo apenado, y olvidándose por un momento del tema de su posiblemente cercana muerte—. Reconozco que a veces me explayo durante los combates, quizá me paso de duro. Y bueno, ¿a qué viene todo esto?

    —Simple curiosidad —me levanté de la silla sobre la que estaba sentado y caminé hacia el exterior—. Vamos, el asesino actuará pronto, y deberíamos buscar en los armaritos secretos —entonces recordé otra cosa. ¡Oh, mi cabeza estaba muy saturada entonces! Se me olvidaban las cosas, ¿me hacía viejo? —. ¡Una cosa, Surge! ¿Quién de los presentes, que tú sepas, tiene un Haunter?

    —Agatha, y creo que ya está. Pero eso no es problema, después de todo, capturar un Haunter es fácil, de hecho hasta hace poco había de estos pokémon en esta misma mansión cuando estaba en ruinas.

    —Es decir —supuse—, que alguien que estuviese aquí antes de la reforma posiblemente pudiese capturar un Haunter.

    —Sí —dijo—, eso creo. Pero, ¿qué más da?

    Iba a reir, pero un grito entrecortado interrumpió mi risa. Un grito femenino.

    —¡El asesino! —exclamó Surge, con ojos bien abiertos.

    —La víctima número nueve —dije, dirigiéndonos prestos hacia el origen del chillido.

    Y allí estaba: el cuerpo de Sabrina tirado en el suelo, sin cabeza. La sangre chorreaba por todos lados, aquel pasillo era un mar rojo. Cerca del cuerpo, la cabeza horrorizada de la líder de gimnasio, independiente del cuerpo, también chorreando sangre. La pobre había sido decapitada con un corte limpio, un fuerte tajo… proporcionado con la misma katana con la que se cortó a Koga, la misma que estaba allí tirada, junto al cuerpo, manchada de la sangre de Sabrina.

    Pero entonces me dije, ¿y la cabeza que explota? Mi duda se aclaró enseguida cuando me percaté de que la boca de la cabeza sangrienta de Sabrina estaba abierta, y dentro de esta estaba la figurita de Abra. La figurita con, ¿una mecha? Sí, una mecha de bomba encendida que bajaba poco a poco.

    —¡Atrás! —grité, y Surge y yo saltamos hacia atrás, al tiempo que una pequeña explosión extendió todos los sesos de la entrenadora psíquica por doquier, desfigurando su inerte cabeza y manchando con la sangre extendida todas las paredes.

    Una de las escenas, sino la más horrible que había visto en toda mi carrera.

    Y con ésta… solo quedaba un pokémito: Raichu.



    ¡Quedan 3 capítulos para el FINAL! No duden en decir sus hipótesis. Si por cualquier circunstancia, no quieren decirla públicamente, me gustaría que me contasen sus teorías por MP o en mi perfil.
     
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