CAPÍTULO 27: UNA DIFÍCIL DECISIÓN Ajeno a toda la acción que ocurría entre el General Wyneg y los jóvenes luchadores terrestres, seguía los sucesos el doctor Sow desde una gran pantalla, dentro de la base del ejército planeta. Ya no le quedaba nadie para protegerlo, aunque tampoco se podía esperar que el peligro sería tan inminente. Una gran explosión llamó su atención. La puerta principal para acceder a la sala en la que se encontraba el doctor Sow, se había volatilizado. Tras el humo apareció el responsable. Con Brace subida a su espalda, sin duda esto había sido obra de Pricot. Ambos saiyajin se plantaron frente a Sow, quien rápidamente se puso en pose defensiva y trató de agarrar un pequeño comunicador, pero no lo consiguió ya que Pricot lo hizo desaparecer con un rayo con los ojos. — No te dejaremos llamar a tu amigo. Entonces Brace se bajó de la espalda de Pricot y se dispuso a hablar. — ¡Espera Pricot! Esta cara la he visto antes, este monstruo es idéntico a uno de los que atacó la Tierra hace 2 días. — dijo Brace con semblante serio. — ¡Sí! ¡Mi hermano Low! ¿Le matastéis, verdad? ¡Sois unos monstruos! — y Sow se volvió a preparar para la pelea. — ¡Y tú vas a correr la misma suerte! — le desafió Pricot. — ¡No, esperad! Wolf dijo que Low quiso ayudarnos. Dijo que su general había perdido los papeles, y que Low se ofreció para ayudarles. — ¿A dónde quieres llegar? — preguntó Pricot. — Creo que todos tenemos el mismo objetivo. Si conseguimos las esferas del dragón, todos nosotros podremos revivir a nuestros seres queridos. Podemos revivir a tu hermano también. — explica Brace. — ¿Sugieres que me una a vosotros? ¡Estoy seguro de que se trata de una emboscada! — no se fía Sow. — Si de verdad amabas a tu hermano, esta es la forma de demostrarlo. No te puedo asegurar que consigamos reunir las esferas del dragón, pero vamos a intentarlo. Y tu ayuda nos facilitaría el camino. — ¿Estás loca? ¿De verdad confías en este monstruo? — le dijo Pricot, con el ceño fruncido. En ese momento el tiempo se paralizó para el doctor Sow. Se lo estaba pensando, se lo estaba planteando. ¿Qué tenía que perder? Si se oponía a ellos y se enfrentaba a Pricot, lo más probable sería que perdiese el combate y muriese de todas formas. Además, tenía ganas de traer de vuelta a su hermano, pero sabía que ponerse del lado de los humanos significaba ponerse en contra del Imperio. Lo cual era una locura. Sow no se decidía, y seguía pensando. Algo detuvo sus pensamientos. Brace y Pricot seguían hablando sobre la situación, y también se fijaron en la pantalla, en la que vieron como Wolf era derrotado de forma criminal por Wyneg. — ¡Mierda! Esto se pone feo. ¡Tengo que ir a ayudarles! — exclama un preocupado Pricot. — Ve, yo me quedaré con Sow. Todavía tengo que preguntarle dónde está mi sobrina. — le dice Brace. — ¿Estás segura? Si te ataca, te... — Mataría, lo sé. Voy a correr ese riesgo. Ahora vete, Mizard no aguantará mucho tiempo más sin tu ayuda. Y Pricot se marchó del lugar volando, dejando solos a Brace y el doctor Sow. — ¿Tu sobrina dices? ¿No será la niña saiyajin que llegó hace unas horas? — comenta Sow. — ¡Sí! ¡Sí, era ella! ¿Dónde está? — El Capitán Light se la llevó, dijo que al Emperador le parecería interesante. — ¿Qué? ¡Mierda! ¡No puede ser! ¡Dime donde se la ha llevado! — exclama Brace. — Imagino que la llevó al planeta insígnia de nuestro Imperio, el planeta Strefa. Pero no vayáis, no os equivoquéis. Si ni tan solo podéis vencer a Wyneg, enfrentarse al Emperador sería una locura. — No tenemos porqué hacerlo. Sabiendo que Bulma está viva tengo suficiente. Lo único que tenemos que hacer es reunir las esferas del dragón, y pedir que nos devuelva a Bulma. ¿Estás con nosotros o no? Continuará...
CAPÍTULO 28: ¡RESISTE, MIZARD! Seguía la acción en el campo de batalla. Wolf había caído fulminado al suelo, pero todavía seguía con vida ya que se le veía dar algunos espasmos en el suelo. — Mierda... Pricot se llevó las semillas senzu. Espero que Wolf pueda aguantar unos minutos con vida... — susurra Mizard. — Venga, chico. Te estoy esperando. — le dice Wyneg, con una sonrisa en la boca. — Grrr... ¡te arrepentirás de lo que le has hecho a mi amigo! — exclama Mizard lanzándose al ataque. Wyneg sigue inmóvil, ni siquiera se prepara para defenderse del ataque de su nuevo rival. Mizard va a por él con rabia, y trata de darle una ráfaga de golpes, pero estos ni siquiera inmutan a su rival, quién parece estar hecho de acero. Mizard se separa para preparar otra táctica. — ¿Eso es todo? Eres incluso peor que el otro, qué decepción... — ¡Aún no he dicho mi última palabra! Y en ese momento, Mizard apunta hacia su rival con el dedo índice de su mano derecha. — ¡Dodonpa! Un rayo de color amarillo sale disparado del dedo de Mizard y se dirige a su rival a gran velocidad, quien sigue sin mover ni un músculo. Finalmente, cuando el ataque está ya justo enfrente de Wyneg, a pocos centímetros, el general reacciona. — ¡¡Haaaa!! Con solo pegar este potente grito, el ataque se desvanece por completo, sin llegar a alcanzarle. — ¿¡Qué!? ¿Como puede ser? ¡Con un simple grito ha parado mi ataque! — Jajaja, qué pena, ¿verdad? ¿Quieres que te enseñe cómo se hace? Y en ese momento, Wyneg desaparece por completo de la vista de Mizard. El joven cierra los ojos y trata de captar su energía y su aura, pero se mueve a tanta velocidad que le es imposible determinar la posición exacta del general. Finalmente, Wyneg aparece justo delante de Mizard. — ¡Bu! — dice Wyneg mofándose de Mizard. Y tras decirle esto, el general le clava un potente puñetazo directo al estómago. Del daño recibido, Mizard se queda inmóvil, e incluso saca algo de sangre por la boca. Le cuesta mantener el equilibrio, y eso que sólo ha recibido un golpe. Wyneg estira el brazo y apunta con la palma de su mano hacia el cuerpo del joven, y con ese simple movimiento de mano, mueve el suficiente aire para empujar a Mizard unos metros hacia atrás y hacerlo arrastrarse por el suelo. — ¡Qué aburrimiento! Esperaba mucho más de vosotros, no sé como conseguistéis matar a Reptilian... Pero el combate no había finalizado. Mizard se levantó, y se quitó la capa de color blanco, y el pañuelo del mismo color, que le cubría la cabeza. Entonces se le pudo dislumbrar de nuevo el tercer ojo. Mizard se elevó en el aire poco a poco mientras hablaba. — Mi maestro me decía que soy un humano especial, que tengo un potencial increíble. Muy pocos humanos tienen el privilegio de nacer con tres ojos, y yo soy uno de ellos. Tengo que vencer, por mi maestro, por la Tierra. Y tras terminar este breve discurso, Mizard juntó sus manos, formando un rombo y apuntó hacia el cuerpo de Wyneg, que estaba mirándole desde tierra firme. — Puede que no sobreviva a esta técnica, pero es mi única opción... ¡Kiko-...! Pero Mizard se frenó en seco antes de realizar su técnica, había notado algo. El dispositivo de Wyneg lo confirmó, una fuerza se acercaba a gran velocidad. Era alguien más poderoso que Mizard. — ¡Es Pricot! — se alegró Mizard. — Vaya, parece que hoy es tu dia de suerte. Vienen refuerzos... pero no voy a dejar que me superéis en número. Y en ese momento, Wyneg se lanzó a toda velocidad a por Mizard, y dio una tremenda patada al cuello al joven luchador. Mizard no tuvo tiempo de reaccionar, y tras el golpe, perdió el conocimiento y cayó al suelo fulminado, igual que su amigo Wolf. Probablemente, le había fracturado el cuello con ese golpe, si seguía vivo sería un milagro. Los dos jóvenes luchadores yacían en el suelo, a pocos metros de distancia, ambos con el cuello destrozado. Y pocos segundos después, llegó Pricot. — ¡Mierda! ¡Demasiado tarde! — se lamentó Pricot mientras se dirigía hacia los cuerpos de sus compañeros. Pero no llegó a alcanzarles, porque Wyneg se puso en medio de su trayectoria. — ¿Me buscabas? Continuará...
CAPÍTULO 29: LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE VENCER — ¿Me buscabas? — dijo Wyneg poniendose justo en frente de Pricot. — Grrrr... ¡sal de mi camino! Y tras este grito, el saiyajin trató de quitárselo de encima con un puñetazo, pero el cuerpo de su rival desapareció en ese instante, y volvió a aparecer detrás de Pricot para darle una tremenda patada a la espalda, con la que mandó al saiyajin al suelo. — ¿Cómo puede ser? Creía que Reptilian era el ser más poderoso contra el que me había enfrentado... ¡pero este es todavía más fuerte! — Y no estoy utilizando ni la mitad de mi fuerza. — sonríe Wyneg. — ¡No me lo trago! — dijo Pricot volviendo al ataque. El saiyajin arremetió con todas sus fuerzas, con rápidas ráfagas de golpes con brazos y piernas, pero el general Wyneg era capaz de bloquear todos sus golpes sin ningún esfuerzo. — Vaya, por fin un rival digno de verdad... aunque sigues siendo inferior a Reptilian, no sé como pudiste vencerlo. — dice Wyneg antes de darle un puñetazo directo a la cara al saiyajin, con el que lo aleja unos metros en el aire. — Yo no le vencí, lo hizo otra persona que ahora está muerta... ¡y tú no vas a impedirme que le devuelva la vida! ¡¡Onda de poder demoníaca!! — exclama Pricot mientras reúne toda su energía en una sola mano, con la que apunta a su rival. — ¿Qué es eso? Un potente ataque se dirige hacia el rival del saiyajin y lo coge por sorpresa. Sin tiempo de apartarse del lugar, Wyneg pone sus brazos en cruz cubriéndose el torso justo antes de que el ataque impacte en su cuerpo. El choque genera una gran explosión, y a su vez un montón de humo. Pricot mira la escena con cara de preocupación, sabe que su rival lo ha resistido, todavía nota su energía. Tras disiparse el humo, ahí está el general, con tan solo unas pequeñas quemaduras en sus brazos de color rojo, pero sin más heridas. — No hay manera, era uno de mis mejores ataques... — Je, je, je. ¡Qué divertido! No me esperaba un ataque tan potente de un insignificante como tú, puede que no seas tan malo como pensaba. Pero... ahora me toca atacar a mí. — dijo Wyneg con una sonrisa en la cara antes de salir al ataque. Se desplazaba a gran velocidad, y eso que según sus palabras no estaba usando ni la mitad de sus fuerzas. Pricot todavía era capaz de ver sus movimientos y bloqueó los primeros golpes lanzados por Wyneg con sus brazos. — ¡¡Aaaaaaah!! — exclamó Pricot. Gritaba de dolor. Había bloqueado esos dos golpes de su rival, cada uno con un brazo distinto, y ahora sufría las consecuencias. Ambos brazos le provocaban un gran dolor y en ese momento, se veía incapaz de moverlos, cada movimiento que intentaba le provocaba más y más dolor. Seguramente le había roto los huesos. Wyneg se percató de lo que estaba pasando y frenó su ataque. — ¿Ya está? Los humanos sois demasiado frágiles... eres igual que tus compañeros. Míralos, de un golpe les he roto el cuello a cada uno de ellos. Me parece que en pocos segundos correrás la misma suerte. — dijo Wyneg en tono serio. — Yo... no soy... ¡humano! — exclamó Pricot. Y tras estas palabras, Pricot abrió su boca todo lo que pudo, y desde sus entrañas apareció otro ataque de energía, que salió disparado desde su boca y fue dirigido a su contrincante, que se encontraba muy cerca de él, y por tanto fue capaz de esquivarlo. El ataque impactó contra la cara del monstruo, y éste quedó cegado durante un instante. Pricot debía aprovechar esta oportunidad y salió disparado de ahí rumbo al suelo, justo al lugar donde se encontraban los cuerpos de sus amigos, Wolf y Mizard, quienes todavía seguían vivos pero estaban inconscientes. Pricot lanzó un pequeño rayo con sus ojos, consiguiendo así destrozar su bolsillo, y de ahí cayeron las semillas senzu que el saiyajin guardaba. Sin poder usar sus brazos, Pricot se tumbó al suelo para agarrar con la boca la semilla, la cual engulló rápidamente. Y en menos de lo que canta un gallo, Pricot ya volvía a ser capaz de usar sus brazos, todas las heridas se le habían curado. Sin perder más tiempo, agarró dos semillas más del suelo para dárselas a los chicos. — ¿Ahora tienes hambre? Vaya... y se te han curado los brazos, qué casualidad... — dijo Wyneg, quien ya había vuelto al lugar. Lucía algunas pequeñas quemaduras en la cara, pero no era nada serio, su piel rojiza parecía irrompible, ninguno de los ataques que sufría le hacían el mínimo daño. — No soy tonto. Seguramente te has curado gracias a estos chismes, y ahora querías dárselo a tus amigos, ¿verdad? — Grrr.... — se enfureció Pricot al ver que le había descubierto. — No te dejaré de ninguna manera. — y tras decir esto, los ojos azules de Wyneg se volvieron rojos, y como consecuencia, las semillas senzu que Pricot tenía en su mano, se desvanecieron sin más. — Vamos a acabar esto de una vez, me estás empezando a poner nervioso. Continuará...