CAPÍTULO 9: EL FUEGO CONTRA EL METAL —Venga, atacame si tan confiado estás. Ni siquiera podrás tocarme, ¡estás ante el gran general Reptilian! —le dice el general con una sonrisa en la boca. Y el joven no pierde el tiempo y se lanza a por su rival. Su primer intento de puñetazo es bloqueado con facilidad por el general con su parte reptil, y Reptilian contraataca con una patada directa a las costillas del joven Pricot, que se duele del golpe mientras el general sigue con su odiosa sonrisa. Pricot no ha dicho su última palabra y vuelve a atacar a su rival, pero de nuevo, Reptilian bloquea sus puños antes de que puedan llegar a impactarle, y seguidamente le da un golpe con la cola que lo manda unos metros hacia atrás, pero sin perder la verticalidad, Pricot se recupera, y entonces el saiyajin sonríe. — Realmente has mejorado desde la batalla de hace 20 años. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que durante estos años he conseguido superar el nivel de mi padre del día de vuestro enfrentamiento. —explica el joven saiyajin. —¡Ja! ¿Y qué esperabas? Si te soy sincero, no estoy luchando a mi nivel máximo, te estoy usando de calentamiento para mi próximo enfrentamiento ante ese tal Knick. —Espero que lo que dices sea cierto, porque si esto fuera tu máximo poder, no me darías ni un minuto de trabajo. Porque yo tampoco estoy peleando con todas mis fuerzas. —le dice el joven mientras se quita poco a poco su gorro, su capa, sus muñequeras y sus botas. —¿Entrenamiento con pesos? No me impresiona lo más minímo. —¡Pues a ver si te impresiona más esto! Y en un abrir y cerrar de ojos, Pricot se planta justo delante de su rival, y le suelta un tremendo patadón directo a la zona de la cara no metálica. Del golpe, Reptilian da unos cuantos pasos hacia atrás sin perder la verticalidad, mientras un hilillo de sangre le sale de la boca. No le da tiempo a reaccionar de ninguna forma, porque Pricot no pierde el tiempo y ya vuelve a por su rival, esta vez para darle un golpe con la mano, aunque esta vez Reptilian rectifica a tiempo, y gira la cabeza haciendo que el impacto suceda en la parte metálica de su rostro. —¡Aaaaah! —grita el joven Pricot mientras salta hacia atrás apartándose de su enemigo y doliéndose de su mano. —Jejeje, me has pillado por sorpresa en ese primer golpe, pero ya no vas a tener más suerte. Este metal es uno de los más duros del universo, forjado por el mismisimo Doctor Low, nadie ha podido romperlo nunca. —Siempre tiene que haber una primera vez, ¿no? —le dice Pricot en tono chulesco, mientras todavía se duele de su mano derecha. —Jajaja, no sé yo si podrás volver a usar esa mano en la pelea, chico. —Tengo la otra. Y mientras le dice esto, el joven saiyajin empieza a reunir toda su energía en su mano izquierda, la cual empieza a tomar un color rojizo, fruto de la gran cantidad de energía que desprende. —Tengo que atacarle con toda mi energía de un solo golpe, puede que sea la única forma de vencerle. —se dice Pricot en voz baja. De nuevo, Pricot se lanza al ataque a por su enemigo, quien se prepara para detener su golpe. El saiyajin ataca con su mano izquierda, pegándole un golpe con toda su energia concentrada, y el golpe lo bloquea Reptilian con su brazo metálico, el cual resiste en primera instancia el choque. Los dos luchadores se quedan estáticos en esa posición. Pricot sigue presionando con todas sus fuerzas, insistiendo en su ataque, mientras que Reptilian se protege con su brazo metálico, deteniendo el puño del saiyajin. Y entonces, el brazo del general empieza a derretirse poco a poco. —¿Qué pasa? —se extraña el general. —Lección de química: ¿qué pasa cuando calientas el metal a altas temperaturas? —¡Aaaaaaaaaaaah! Y en ese momento, Reptilian se aparta unos metros de su rival mientras observa, atónito, como parte de su brazo, desde el antebrazo hasta toda la mano, ha desaparecido, se ha fundido, se ha derretido y ya no queda nada. —¡No es posible! ¡Low! ¿Que es esta chapuza que me hiciste? El doctor sale corriendo de dentro de la Nave 2 y observa la situación. —Señor... esto es algo que yo no puedo controlar. —se excusa Low. —¡Serás inútil! ¡Arreglamelo! —le ordena Reptilian. Pero en ese momento, Pricot lanza un rayo de energía hacia la posición del doctor Low, quien consigue esquivar el ataque por poco apartándose unos metros hacia atrás. — ¡No te dejaré! Esta pelea es entre tú y yo. — dice Pricot en tono serio. — Y no va a durar mucho más. ¡Me has cabreado! Ahora comprobarás lo que sucede cuando enfureces al general Reptilian. — dice el general preparándose para atacarle de nuevo. La situación ha dado un giro inesperado. El saiyajin Pricot ha sido capaz de rebanarle un brazo al general Reptilian, y la pelea parece que pasará a mayores. Continuará...
CAPÍTULO 10: UNA LUZ DE ESPERANZA —¡No dejaré que te reparen otra vez! -le dice Pricot volviendo al ataque, preparando su mano para volver a realizar la misma técnica. Pero entonces Reptilian desaparece, y al cabo de medio segundo, aparece justo delante del joven saiyajin para clavarle una potente patada a la cara que lo manda a estrellarse contra el suelo. El golpe parece haberle afectado mucho, ya que a Pricot parece costarle levantarse, pero no se da todavía por vencido y se pone en pie. —¿Como puede ser? De un solo golpe y casi acaba conmigo... —Ya te he dicho que hasta ahora solo estaba calentando. Pero me has hecho perder una mano, y esto no te lo perdonaré. Lo pagarás con la muerte. Reptilian es ahora quien se lanza al ataque con un puñetazo, que Pricot es capaz de esquivar por los pelos, y el puñetazo se lo acaba llevando una parte del suelo, que se resquebraja. Pricot esquiva el golpe con un salto hacia el cielo, pero Reptilian va a por él, y sin muchos problemas lo atrapa y lo agarra del cuello con su otra mano, con la que le agarra con todas sus fuerzas. Pricot pierde aire poco a poco. El saiyajin trata de defenderse con puñetazos y patadas pero le son inútiles, ya que su rival no le suelta y le sigue estrangulando y dejándolo sin aire. En un último intento de supervivencia, Pricot saca de dentro de su boca una ráfaga de energía, que impacta en la cara de su rival, quien lo suelta, y el saiyajin cae redondo al suelo, casi sin energías para nada más. El último ataque provoca una humareda alrededor de la cara del monstruo. Cuando el humo se disipa, se puede ver que esta vez, Reptilian no ha sufrido ningún daño y su cara está intacta. —¡No puede ser! —exclama un incrédulo Pricot. —¡Bien, jefe! —celebra el Doctor Low. —¡Eh tú, vuelve aquí a terminar de curarme! —le grita el capitán Light desde dentro de la nave. Reptilian sigue en el aire mientras Pricot vuelve a sacar fuerzas de flaqueza y se levanta de nuevo del suelo. Pricot todavía tiene autoestima para apuntarlo con su mano abierta. —Mi último ataque... no servirá de nada, pero moriré peleando. Espero que Knick llegue de un momento a otro. —suspira Pricot antes de lanzar el ataque. —Tse... idiota. —¡Muereeeee! Lo dice Pricot mientras lanza su último ataque, usando todas las energías que le quedan para tratar de lastimar de alguna forma a su enemigo, quien ve llegar la bola de energía y en primera instancia no parece inmutarse. Finalmente se decide a actuar y con su mano abierta apunta al ataque que se le acerca cada vez más. Reptilian utiliza una especie de barrera energética, que no sólo contiene el ataque enviado por Pricot, sinó que se lo devuelve con todavía más fuerza. Pricot ve como su ataque se dirige hacia él precipitadamente, y trata de escapar corriendo, que es lo único que puede hacer ahora que ya no le quedan fuerzas. Se aleja unos metros, lo suficiente como para no recibir el ataque directamente, pero no lo suficiente como para no ser afectado por la onda expansiva. La onda de energía finalmente explota, y Pricot sale despedido del lugar unos cuantos metros, y queda tendido en el suelo, inmóvil, y sin sentido. —Solo me queda terminar el trabajo... —dice el general Reptilian mientras se dirige al lugar donde ha caído el joven saiyajin. El general coloca el pie encima de la cabeza de Pricot y se dispone a pisarlo para dejarlo sin vida. Pero una luz de esperanza regresa al lugar. Reptilian sale despedido lejos del lugar fruto de un puntapié que recibe en su rostro, precisamente impactado sobre la parte metálica de su cara. Al cabo de un segundo, cuando Reptilian se da cuenta de lo que ha pasado y fija su mirada en el lugar. Su expresión cambia radicalmente a una sonrisa. —Te estaba esperando. El famoso Knick. He venido a matarte. Knick de momento hace caso omiso a Reptilian y tan solo se fija en el estado de Pricot, se le ve visiblemente preocupado por el joven saiyajin. —Todavía eres joven, chico. No deberías haberte enfrentado a un rival tan fuerte. He llegado lo más rápido que he podido, me alegro que todavía sigas vivo. Cuando mate a este engendro, te llevaré a la ciudad, para que mi hermana te cure. Dentro de la Nave 2, el doctor Low sigue reparando los miembros del capitán Light, y éste se fija en la pantalla que muestra lo que está pasando en el exterior. —Es ése, el famoso saiyajin que tanto quería matar nuestro jefe. —dice Light. —¿Ya está aquí? Mierda, ahora ya no da tiempo de repararle la mano, espero que pueda vencer con este hándicap. —comenta Low. De vuelta al exterior, Knick aparta el cuerpo de Pricot para que no sea dañado durante la batalla, y luego se acerca andando poco a poco hacia su rival. —Llevo 20 años esperandote. Mataste a mi padre, y luego escapaste como un cobarde. Pero ya te ha llegado la hora. —le dice Knick poniendose en posición de combate. Continuará...
CAPÍTULO 11: LA HORA DE LA VENGANZA “Lo recuerdo todo como si fuera ayer. Perdí el control, perdí el juicio. Cuando vi cómo asesinabas a mi padre, en lo único en lo que pensaba era en matarte para vengarlos, y me lancé a por ti. La rabia me hizo sacar un poder desproporcionado para la edad que tenía, apenas unos 10 años, y si hubiese sido capaz de controlarlo, tú ya no estarías vivo. Perdí el conocimiento, no estaba acostumbrado a ese descomunal poder, y de algún modo, tú conseguiste escapar. No tardaron mucho en llegar muchas personas, gente que se había escondido por la ciudad y que había sobrevivido. Mi hermana trataba de hacerme volver en sí, mientras Pricot lloraba la muerte de su padre. Toda esa gente nos empezó a aclamar. Agradecieron a nuestros padres su esfuerzo para defender el planeta, y nos señalaron a nosotros como los futuros defensores del mismo. Pricot no quiso saber nada de eso, y siguió los consejos de su padre: entrenarse recorriendo el mundo en busca de retos y aventuras. Sin embargo, mi hermana y yo somos descendientes de la família Brief, y siempre hemos estado relacionados con la ciudad Capsule. Con tan solo 10 años, quisieron nombrarme rey de la Tierra, pero yo no estoy hecho para un puesto así. Mi hermana tomó el cargo, y siguió con las investigaciones de nuestra madre, a ella siempre le ha gustado la tecnología, y ahora quería avanzar un poco más para que nos ayudara a defendernos en el futuro. También diseñó una sala de entrenamiento, con gravedad aumentada, que me sirvió para hacerme cada vez más fuerte. Las ansias de venganza y la ira me hacían continuar, no había día en que no tuviera pesadillas por lo que le hiciste a mi padre y a mi madre. Y ahora por fin me siento preparado. Preparado para defender el planeta como hicieron nuestros padres. Preparado para matarte.” —Qué historia tan conmovedora. Si quieres te cuento la mía. ¡Me destrozaste medio cuerpo, y vengo a matarte de una vez por todas! —gritó enfurecido el general Reptilian. —Pues no perdamos más el tiempo. Ambos se pusieron en posición de combate, preparados para la pelea. Casi se lanzaron al ataque a la vez, empezando un sinfín de golpes en el que ninguno de los dos parecía tomar la iniciativa. Knick empezó a tomar la iniciativa con puñetazos y más puñetazos. Reptilian no podía pararlos todos porque le faltaba un brazo, que había perdido en la pelea frente a Pricot. Pero pronto se supo reponer el general, usando su cola para defenderse. Este añadido no se lo esperaba Knick, que pagó la distracción recibiendo un fuerte puñetazo en la cara por parte de Reptilian. Knick quiso contraatacar rápido con una patada hacia la zona abdominal de su rival, pero el general pudo parar el golpe con su rodilla metálica. Una mueca de dolor apareció en la cara del saiyajin, que se había dado de pleno en la espinilla contra el metal. Reptilian parecía tomar el control, y lo demostró agarrando el cuello de Knick con su cola, y estrujándolo sin parar. —¡Aaaaaaaaaaah! —Jajaja, qué fácil. Te has dejado agarrar, y ahora te dejaré sin aire. —sonríe Reptilian. El general cada vez estrujaba con más fuerza el cuello de su rival, quien trataba de quitarse la cola de encima con sus manos, pero el esfuerzo parecía inútil. Reptilian sonreía viendo la victoria cerca, cuando Knick dejó de hacer fuerza con sus brazos. Parecía el final. Y en ese momento, Knick empezó a reírse a carcajadas. —¡Jajajaja! ¡Jajajaja! —¿Eh? ¿Qué te hace tanta gracia? —se enfurece Reptilian. —¿De verdad pensabas que te iba a ser tan fácil deshacerte de mi? —Grrr... —Te tengo una sorpresa reservada. —puntualizó Knick. — ¡¡YYYIAAAAAAAAAA!! Knick estaba acumulando fuerza sin parar, y una aura aparecía a su alrededor. Reptilian se negaba a soltarlo, y seguía agarrándolo con su cola por el cuello. Knick estaba aumentando su fuerza de una forma desmesurada. Y también estaba cambiando. Sus ojos se volvieron verdes, y el aura que le rodeaba tomaba un color amarillento. Su pelo empezó a cambiar, y se volvía amarillo de manera intermitente. —No es posible... —comentó Reptilian, visiblemente preocupado. Finalmente la transformación se completó. Su pelo se había vuelto rubio, al igual que su aura, y sus ojos completamente verdes. Se había transformado en Super Saiyajin. — ¿Asustado? — se mofa Knick con una sonrisa en su boca, mientras Reptilian tiembla de miedo. Continuará...
CAPÍTULO 12: EL LEGENDARIO SUPERSAIYAJIN Knick se acababa de transformar, ante la atónita mirada de su rival. —Esa transformación... creía que solo aparecía en los libros de historia! —dice Reptilian mirando incrédulo al nuevo Knick, mientras le sigue agarrando del cuello con su cola. “Y yo también lo pensaba. De niños nos lo explicaban como historias que habían pasado hace más de 1000 años. Sonaban como leyendas, como historias imposibles. De unos monstruos que atacaban la Tierra, y unos héroes que la defendían transformándose y volviéndose cada vez más y más fuertes hasta niveles insospechados. Nunca me lo había tomado muy en serio hasta que llegaste tú y provocaste el infierno en la Tierra. Un día, mi hermana encontró información sobre nosotros dos, sobre nuestra familia. Desde siempre nuestra familia ha sido heredera del imperio Capsule. Monopolizamos el mercado de cápsulas y somos muy ricos. Pero Brace buscó información de nuestros antepasados. Buscó y rebuscó. Llegó muy lejos, y encontró unas fotos de un hombre, con el pelo rubio, un aura amarilla y los ojos verdes: un supersaiyajin. Se llamaba... Trunks. Y su madre era Bulma, la científica más importante en la historia de Capsule Corporation. En homenaje a ella, le pusimos ese nombre a nuestra hija. Yo mismo desciendo de una familia de supersaiyajins, y esas imágenes me demostraron que no era una leyenda, que era posible. Y me esforcé todo lo que pude, siempre pensando en el odio que te tenía. Y al final lo conseguí, y me transformé en super saiyajin. No tienes ninguna posibilidad de vencerme.” —Eso ya lo veremos. —dice Reptilian enfurecido y estrujando con todavía más fuerza el cuello de Knick. —Bah, no me haces ni cosquillas... Y tras decir esto, Knick agarra con sus dos manos la cola de su rival y empieza a hacer fuerza hacia lados opuestos con cada mano, hasta que finalmente no solo se quita de encima la cola, si no que la parte en dos trozos distintos. —¡Aaaaaaah, mi cola! —se queja el general Reptilian, dolorido. Pero no tiene más tiempo para lamentaciones, porque Knick, de un patadón directo a la cara, envía a su rival hacia la posición donde se encontraba la Nave 2, estrellándolo contra la pared de la nave, que al recibir el impacto, se rompe y el general termina dentro de la nave. El impacto no pasa desapercibido por los ayudantes del general, que estaban siguiendo la pelea. —Oh, no... se lo va a cargar si no hacemos nada. —lamenta el doctor Low. —¡Ve a repararlo! —le dice el capitán Light. —¿Qué? —Yo distraeré al saiyajin, tú ve a reparar al jefe para que esté en condiciones de ganar el combate. —Pero... todavía no estás acabado, ¡todavía te falta un brazo! —No lo necesitaré. —asegura Light, marchándose del lugar. De mientras, Knick se encuentra en el cielo, elevado, buscando el lugar donde ha caído su rival tras el golpe. El saiyajin finalmente lo encuentra y se dirige hacia él, cuando entonces aparece Light, saliendo de la nave. —¡Tu rival soy yo! —grita Light desde la distancia. Knick se frena al oír eso, y se queda mirando a Light mientras sonríe. —No me hagas reír. Vete de este planeta si no quieres que te mate, idiota. Knick parece hacer caso omiso a Light, y sigue hacercándose a la zona donde había caído Reptilian, cuando entonces observa cómo el doctor Low lo recoge y se lo lleva de esa zona. —¿Qué intentáis hacer? —¡Lightning storm! —grita Light en ese momento, con los ojos completamente enrojecidos. Del resultado, aparecen en el cielo varios nubarrones encima de la posición donde se encuentra Knick, y de una de esas nubes, cae un potente rayo directamente hacia el saiyajin. Knick se da cuenta a tiempo y consigue esquivarlo por los pelos. —¿Qué demonios ha sido eso? ¡Hasta hace un momento estaba soleado! —eso es lo que cree Knick hasta que se fija en la mirada de Light, con los ojos completamente rojos. —Soy una caja de sorpresas. —sonríe el capitán. Y en ese momento, muchos más rayos caen de nuevo del cielo dirigiéndose al saiyajin. Knick sigue siendo capaz de esquivarlos, y al parecer, con relativa facilidad. —Creo que has subestimado el poder de un Super Saiyajin. —Y yo creo que me subestimas tú a mi. —sonríe Light. En ese momento, los rayos dejan de caer pero las nubes siguen haciendo movimientos extraños, parece que se preparan para una tormenta todavía mayor. —Veo que no tienes muchos problemas en esquivar los rayos. Pero esto no vas a poder esquivarlo. Preparate... ¡para la lluvia ácida! Continuará...
CAPÍTULO 13: LA FURIA DEL SUPERSAIYAJIN —Preparate... ¡para la lluvia ácida! —dijo sonriendo el capitán Light mientras sus ojos volvían a enrojecerse. Y justo en ese momento, el nubarrón que estaba justo encima de donde se encontraba el super saiyajin Knick, cambió de color a uno más oscuro, y empezó a llover. Knick trató de esquivar las gotas de lluvia ácida, y al principio lo consiguió, pero en cuanto la lluvia se hizo más y más intensa, se le hacía imposible seguir esquivando, y algunas gotas impactaban en su cuerpo, quemando algunas zonas de sus piernas y de su espalda. —¡Aaah!... tengo que cambiar de estrategia. —dijo Knick bajando al suelo. —Jajaja, ¿qué vas a hacer ahora, idiota? Ya has perdido el combate. Knick entonces empezó a concentrar energía y una aura amarilla rodeaba su cuerpo, y en ese momento le hacía de escudo ante la lluvia ácida, que ahora no le afectaba. Knick extendió sus brazos y abrió sus dos manos. Además de eso, encaró su cuerpo hacia el cielo mientras seguía acumulando energía. —¿Qué hace? —se extrañaba Light. —¡Final!... ¡FLAAAAAAAAAAAASH! Y con las manos juntas, Knick lanzó esta brutal ráfaga de energía directamente hacia el nubarrón, haciéndolo desaparecer inmediatamente junto con la lluvia ácida. El ataque no se frenó tras eliminar el nubarrón y siguió avanzando hacia el cielo y hacia el espacio exterior, hasta que una gran explosión ocurrió lejos de la Tierra, dando fin al ataque. —Ah... ah... ah... —jadeaba Knick tras el enorme despliegue de energía. —Ahora es mi momento. Debe estar muy agotado tras realizar ese ataque. —se decía en voz baja el capitán Light. No perdió el tiempo Light, y ya estaba delante de su rival atacándole con un puñetazo, que Knick bloqueó con su brazo derecho antes de que pudiera impactar en su cara. —Ya te he dicho que no eres rival para mi. —concluye Knick. Y tras decir estas palabras, Knick golpea con un codazo la zona abdominal de su rival, provocando que suelte algo de sangre por la boca tras el golpe. Seguidamente, desplaza el cuerpo de su rival bien lejos de allí tras una fuerte patada directa al rostro. Light cae al suelo, casi inconsciente, cerca de la zona de la Nave 4. —Ya no me harás perder más el tiempo. ¿Donde se ha escondido tu jefe? —se pregunta Knick mientras rodea por el aire la Nave 2. Frustrado por no encontrarlo, Knick bombardea la nave a base de ondas de energía creando agujeros por todas partes de la nave, hasta que finalmente encuentra la sala donde Low está reparando las heridas de su general. Knick no pierde el tiempo y en pocos segundos ya se encuentra dentro de dicha sala junto a sus rivales. Allí, Low ya casi había reparado la mano cercenada de Reptilian. —Así que éste era tu secreto, ahora ya lo entiendo. De pequeño te destrocé medio cuerpo, y pudiste sobrevivir gracias a este gusano. Al ver a su rival, Reptilian se quita los cables que tenía conectados a su nueva mano y se encara a Knick. —Venga, sigamos lo que habíamos empezado. Ahora ya estamos en igualdad de condiciones. —le dice Reptilian. —Antes tengo que encargarme de algo. Y en cuestión de un segundo, apunta con un dedo hacia el doctor Low y dispara un pequeño rayo que le atraviesa el pecho al ayudante de Reptilian, que cae al suelo, al parecer sin vida y sangrando sin parar por la herida sufrida en el pecho. —¡No! ¡Low! —se lamenta Reptilian. —Ahora ya podemos continuar... aunque me da a mí que me vas a dar poco trabajo. —Grrr... -se enfada Reptilian mientras se aparta lentamente hacia atrás. —De nada te servirá intentar escapar. Y justo en ese momento, eso es lo que intenta hacer Reptilian ya que se marcha corriendo de esa sala cerrando la puerta tras su paso. Reptilian corre por los pasillos de la nave hasta que llega a la sala de mandos, donde empieza a tocar botones sin parar. Entonces, una gran explosión resuena por la nave, y en la sala de mandos termina por aparecer Knick. —El sistema de seguridad de esta nave es patético, ahora deja de hacer el inútil. No podrás escapar. —le dice Knick. Y en ese momento, Knick apunta con su dedo a la computadora que estaba preparando el despegue, y la destroza por completo, frustrando el intento de escape del general Reptilian. —No tienes escapatoria, ¡te ha llegado la hora, desgraciado! —le dice un Knick enfurecido. Continuará...
CAPÍTULO 14: LA VICTORIA NO SERÁ TAN FÁCIL El general Reptilian. Un monstruo sin escrúpulos, nacido para matar y que hasta entonces no se había frenado ante nada. Ahora mismo este general temblaba de miedo ante el temible poder de un Super Saiyajin. Era Knick, el chaval a quien juró matar, quien ahora parecía que iba a acabar con él sin muchos problemas. —Se te ha acabado la suerte. —le dice Knick acercándose a él lentamente. Knick se disponía a pegarle con un golpe de derecha, pero algo le sucedió. Un escalofrío recorría su cuerpo, y se vio incapaz de mover algún músculo. Estaba completamente paralizado. —¿Qué... qué me pasa? —se extraña Knick de la situación. La explicación la tiene detrás. Justo en este momento, acababa de entrar a la sala, donde se encontraban los dos, el doctor Low. Con un agujero en el pecho y sangrando por la herida tras el ataque sufrido antes por Knick. A penas puede mantenerse en pie, pero tiene sus dos brazos extendidos apuntando hacia Knick, y lo está paralizando con sus poderes mentales. —¡Low! No pensé que siguieras vivo... —se sorprende Reptilian. —General, no pierda el tiempo y acabe con el saiyajin... no sé cuánto tiempo más podré aguantar. Cof... cof... —le dice Low, quien parece muy afectado del ataque de antes. Puede que no le quede mucho tiempo de vida. —Tienes razón. —sonríe Reptilian. El general se abalanza hacia su rival, quien no puede mover ni un dedo, y le pega una fuerte patada en el rostro con la que lo manda contra la pared, la cual destroza, y el saiyajin cae fuera de la nave arrastrándose por el suelo. Reptilian sale también de la nave y vuelve al ataque preparándose para rematar el cuerpo del saiyajin de un rodillazo. Pero el saiyajin es capaz de esquivarlo a tiempo, y Reptilian estampa su rodilla contra el suelo. —¿Qué pasa ahora? —dice un enfurecido Reptilian mirando hacia la nave. Allí, Low todavía ha sido incapaz de salir de ella para seguir paralizando a Knick, quien ya puede moverse normalmente. El propio saiyajin aprovecha el momento y vuelve a la carga a por su rival, quien además sigue distraído, y Knick es capaz de endosarle un patadón directo al cuello. Reptilian cae al suelo, y al parecer tiene el cuello dislocado tras ese golpe. Knick sonríe viéndose vencedor del combate, cuando en ese momento vuelve a ser paralizado por Low, quien ya ha vuelto a la escena del combate. —Es inútil que me paralices, tu amigo ya no se levantará. —le dice Knick al doctor. —No puede ser... ¡general! ¡general, conteste! —Jajaja —se sonríe Knick viendo la victoria muy cerca. —Estamos perdidos... ¡o puede que no!¿dónde está el capitán Light? Debería andar por aquí —exclama Low desesperado. En ese momento, los motores de la Nave 4 arrancan, y empiezan a generar mucho polvo a su alrededor. El altavoz de la nave se conecta. —¡Conmigo no cuentes! Me marcho de aquí, ¡no pienso morir inútilmente! —dice Light desde el altavoz de su nave. La nave se eleva del suelo y poco a poco se va alejando del lugar, hasta desaparecer del planeta. —¡Nooo!¡Traídor! —grita Low, quien cada vez tiene menos fuerzas, y le empieza a costar mantener la paralización sobre Knick. —Jajajaja... mira, por lo menos hay uno que es listo en vuestro ejército. —se mofa Knick. —¡No te rías tanto! Si hace falta te mataré yo mismo. —dice Low mientras camina lentamente hacia el lugar en el que se encuentra Knick. —¿Tú? Pero si a penas puedes andar... —¡Detente! —exclama Reptilian desde el suelo. —Vaya, ¿todavía sigues vivo? —dice Knick. —Low... agh... agh... solo necesito... que lo mantengas paralizado un minuto más, ¿puedes hacerlo? —le dice Reptilian mientras escupe sangre por la boca. —Sí, general. Creo que podré resistir un poco más, ¿cuál es su plan? —Acabaré con el saiyajin. Y acabaré con el planeta entero. No estoy en condiciones de seguir peleando, ni tampoco tengo opciones de vencer a este saiyajin. Mi única opción... es... ¡la autodestrucción! Continuará...
CAPÍTULO 15: LA TIERRA EN PELIGRO —¡Mi única opción es autodestruirme! —gritó el general Reptilian. —¿Qué? —se sorprende Knick, quien todavía no puede moverse por culpa de la paralización a la que está sometido. —Eso quiere decir... que yo también moriré, ¿verdad? —dice el doctor Low con cara de preocupación, pero sin bajar los brazos. —¿Qué prefieres? ¿Que te mate el saiyajin? —le dice Reptilian a su ayudante. —No... claro que no... pero sigo sin verlo claro... —se sincera Low. —Ya no hay vuelta atrás, doctor. Terminaremos la faena, aunque sea dejando la vida. —Grrrr... ¡no le hagas caso! ¡Sueltame y te dejaré vivir! —le grita Knick al doctor. Esas palabras hacen reflexionar al doctor. ¿Puede creer al que hasta ahora ha sido su enemigo? ¿Debe realmente confiar en su general, quien se ha vuelto loco y quiere suicidarse?. Realmente no sabía qué hacer, sólo sabía una cosa, y esa era que quería conservar la vida. Debería decidirse rápido porque el general Reptilian ya había empezado a preparar su técnica de la autodestrucción. Su cuerpo se volvía de color rojo, preparándose para estallar. No le quedaba mucho tiempo más para decidirse. —¡Está bien! ¡Te soltaré! —¿Qué dices? —dice un enfurecido Reptilian, quien cada vez está más cerca de la autodestrucción. Knick sonríe mientras el doctor Low baja los brazos lentamente, dejando de aplicar sus poderes mentales sobre el saiyajin, el cuál cada vez se siente más liberado. Low estaba a punto de liberarlo del todo, cuando de repente se frenó. Sus brazos quedaron inmóviles... y su cabeza cayó al suelo, desprendiéndose del cuerpo del doctor. Tras él apareció su ejecutor. Con una espada le había cortado la cabeza, era Wolf, el alumno del maestro tortuga. —¡¡NOOOO!! ¿Qué has hecho? —dijo un enfurecido Knick. —¿Qué te pasa? ¡Pero si acabo de salvarte! ¿Qué más quieres? —le respondió Wolf. —¡No, no, no! No era necesario matarlo, ¡estaba de nuestra parte! —¿Qué? Pero si lleva el uniforme de... —¡Mierda! Hay que sacar a este monstruo de aquí, ¡va a estallar! —dice Knick mientras agarra de la mano a Reptilian llevándose su cuerpo hacia el cielo. —Jajaja... gracias por agarrarme de esta mano. —sonríe Reptilian. Y sonríe porque era la mano que le habían cercenado en su pelea frente a Pricot. La mano que hace pocos instantes, el doctor Low había tratado de reparar... pero que todavía no estaba del todo soldada. Y la mano se desprendió del cuerpo del general. El cuerpo de Reptilian volvía a caer hacia el suelo de la Tierra mientras Knick tuvo que rectificar y volvió a buscarlo. Knick consiguió agarrarlo al aire, y quiso llevárselo de nuevo hacia el cielo para evitar que la explosión dañase al planeta Tierra. —Boom. —dijo Reptilian con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Nooooooo! Y estalló. Una gran explosión invadió el cielo de la Tierra, sin llegar a dañar el planeta, tal y como había querido el saiyajin Knick. Pero él no tuvo tanta suerte como la Tierra. Un cuerpo cayó del cielo tras la explosión. Era el cuerpo de Knick, que se había sacrificado para salvar el planeta, no tuvo tiempo de alejarse del cuerpo de Reptilian. El joven Wolf se acercó corriendo hacia el cuerpo del saiyajin. Knick todavía seguía con un ojo abierto, seguía vivo, pero no por mucho tiempo. —Lo siento, lo siento. —se lamentaba Wolf, con lágrimas en los ojos. —Tranquilo chico... agh... por lo menos la Tierra está a salvo... agh... —le dijo Knick mientras expulsaba sangre por la boca. El saiyajin no podía moverse, tenía el resto del cuerpo completamente magullado. Era un milagro que todavía siguiera vivo. —Espera aquí, ¡te traeré semillas senzu! —Déjalo estar... no me queda mucho tiempo... agh... escúchame.... cof, cof... tengo que decirte algo. —Sí, díme. —Uno de esos soldados... escapó... estoy seguro de que volverá a atacar la Tierra en un futuro... agh... seguid entrenando... salvad el planeta cuando yo no esté. —Sí, señor. Lo haremos. Y tras estas palabras, a Knick se le cerraron los ojos por completo. Había perdido la vida, pero había ganado mucho más. Gracias a él, el planeta por fin estaba a salvo... ...o no? Continuará...
CAPÍTULO 16: LAS CONSECUENCIAS DE LA BATALLA Tras la feroz batalla que decidió el futuro de la Tierra, el lugar ha quedado devastado. Donde antes estaba ubicada la base del Ejército de la Tierra, ahora solo hay cráteres, montañas destruidas y cadáveres. Ahí yacen los cuerpos de los soldados rasos del ejército del Imperio. También yace el cuerpo del doctor Low, con la cabeza cercenada y el pecho agujereado. Y por supuesto, está el cuerpo del nuevo héroe de la Tierra. Un hombre que se ha sacrificado para salvar el planeta de los invasores. Su cuerpo yace en el suelo sin vida, tras haber recibido una potente explosión de su rival, quien como última arma se autodestruyó para matar a su rival. Y consiguió su propósito. Junto al cuerpo del saiyajin Knick, se encuentra el joven alumno de la escuela tortuga, Wolf. El chico sigue lamentándose de lo ocurrido. Mató a Low cuando éste se disponía a ayudar a Knick, y luego no pudo hacer nada para evitar la muerte del saiyajin. No muy lejos de allí, se encuentra el cuerpo inconsciente de Pricot, otro saiyajin que también se sumó a la batalla contra Reptilian, y que quedó sin conocimiento tras la pelea contra el villano. En el lugar también quedan tres naves del ejército imperial, dos de ellas completamente destrozadas. La cuarta la usó el capitán Light para escapar. En ese momento, el ruido de unos motores corta el silencio que había hasta entonces. Se trata de un pequeño avión, de la marca Capsule, que se acerca al lugar de los hechos, y acaba aterrizando. Wolf se acerca a la avioneta para recibir a quien sea que llegue. De dentro de la nave sale Brace, la hermana de Knick. —¡Majestad! —dice Wolf haciendo una reverencia. —Vaya, veo que los sensores no se equivocaban. No hay rastro de los invasores, ¡hemos ganado! —dice Brace, contenta. —Sí... pero hemos tenido bajas... y al parecer uno de ellos consiguió escapar. —le cuenta Wolf. —¿Dónde está mi hermano? — pregunta la reina. —Su... ¿hermano? ¿No será...? —¡¡Knick!! —grita Brace cuando ve el cuerpo desde la distancia. Brace se marcha corriendo hacia el lugar donde yace su hermano, mientras Wolf la sigue lentamente, cabizbajo. Brace llega al lugar y no puede creer lo que está viendo. La chica se abraza al cuerpo inerte de su hermano mientras llora desconsoladamente y se repite la misma frase. —No, por favor, ¡no! —Siento mucho tu pérdida. No pude... —le decía Wolf antes de ser interrumpido por la propia Brace, quien le agarra de la camiseta enfurecida. —¿Qué? ¿No pudiste ayudarlo? ¡Inútil! ¡Ahora está muerto! —le gritaba la chica mientras le sacudía la ropa violentamente. —Lo... lo siento... Y entonces Brace le soltó, y se volvió hacia el cuerpo de su hermano, mientras seguía llorando. Wolf, en ese momento, se percató del cuerpo del otro saiyajin, Pricot, que estaba unos metros alejado. —Voy... a buscar semillas senzu. Ahora vuelvo. — dijo Wolf marchándose del lugar. En ese lapso de tiempo en el que Wolf estuvo fuera, Brace finalmente dejó de llorar y se levantó. Se dirigió a su avioneta, de donde sacó una cápsula. De allí dentro salió un recipiente donde guardaría el cuerpo de su hermano. Pero en ese momento, el cuerpo empezó a desaparecier lentamente. —¿Eh? ¿Qué pasa? ¿Donde ha ido? —se preguntaba Brace, consternada. Al cabo de unos segundos apareció alguien de la nada. Subido en una alfombra voladora, era un hombre de color negro y ojos saltones. Sin duda era Mr. Popo. —¿Y tú quién eres? ¿Dónde está mi hermano? —preguntó Brace. —Me he llevado el cuerpo de tu hermano al más allá, para que reciba un entrenamiento. Nos será muy útil para el futuro de la Tierra. —le cuenta Popo. —¿Qué dices? ¿A entrenarse al más allá? ¿Qué tontería es esa? —Tengo que contarte muchas cosas, Reina de la Tierra. Empezaré por el principio. Mi nombre es Popo y soy el Kami Sama de la Tierra. Continuará...
CAPÍTULO 17: ESTO NO HA HECHO MÁS QUE EMPEZAR Popo acababa de aparecer frente a Brace justo cuando el cuerpo de su hermano difunto Knick había desaparecido. Y se había presentado como Kami Sama de la Tierra. — ¿Kami Sama? He leído historias sobre la figura del Kami Sama, y nunca llegué a creermelo... — comenta Brace. — En un momento os lo cuento todo. El joven tortuga está a punto de llegar. — dice Popo. Y en efecto, Wolf hacía aparición en breve llevando consigo una bolsa llena de semillas senzu. Con una de ellas, Wolf se acercó al inconsciente Pricot, y consiguió que se la pudiera tragar. Al cabo de un segundo, Pricot despertó y todas las heridas le desaparecieron. El saiyajin se levantó. — Gracias chico. — dijo Pricot. — ¿Qué magia es esta? ¡Pero si estaba al borde de la muerte! — grita Brace, que no entiende nada. — Se llaman semillas senzu, y van muy bien para recuperarse de cualquier tipo de herida. Me alegro de verte Brace, hace años que no sabía nada de ti. — le dijo Pricot a la chica. — Claro que no... de pequeño te marchaste y nunca supimos más de ti. — Me marché a entrenar por el mundo. ¿Y tu hermano? Sentí su energía acercándose, pero no llegué a verlo porque ese monstruo me noqueó. — Está muerto, se sacrificó para salvar el planeta. — le explica Wolf. — Mierda... lo siento... siento mucho tu pérdida. — Por eso lo he mandado al más allá a entrenarse. Todavía podemos resucitarle. — explica Popo, acercándose a ellos. — ¡Sr. Popo! ¿Qué hace usted aquí? — exclama Pricot. — ¿Le conoces? — le pregunta Brace. — Sí, hace unos años subí la torre sagrada para seguir con mi entrenamiento. Me hizo mejorar muchísimo. — ¿Y cómo se supone que vamos a resucitarle? — interrumpió Wolf. — Con las esferas del dragón. Aquí en la Tierra ya no existen, desaparecieron junto al anterior Kami Sama. Pero sé de un planeta donde seguro que encontraréis las esferas del dragón. — dice Popo. — También he leído muchas historias sobre las Dragon Balls. Incluso en nuestra empresa existen una especie de radares que se dice que detectan las esferas. — dice Brace. — Entonces... nos estás diciendo que tenemos que viajar a otro planeta para encontrar las Dragon Balls, y con ellas revivir a Knick. — resume Pricot. — Exacto. Solo con su ayuda podremos vencer a los malvados hombres del Imperio. — dice Popo. — Pero... yo creía que el más peligroso era el monstruo que nos ha atacado hoy. — dice Wolf. — Pues estabas muy equivocado. Mucho me temo que él solo es un peón en este ejército. — explica Popo. — ¡Está bien! ¡Reviviremos a mi hermano! — exclama Brace, con una mirada diferente en sus ojos. Ya no estaba tan triste por la muerte de su hermano, ahora tenía la esperanza de poder verlo de nuevo. — Muy bien. Nos reuniremos mañana por la mañana en Capsule City para preparar el viaje. Todos los que quieran sumarse al viaje, serán bienvenidos. — dice Popo. Y tras estas palabras, Popo se sube en su alfombra y se despide. Y en un segundo, su figura desaparece por completo junto con su alfombra. — Cuenta conmigo Brace. Ahora mismo debo ser el luchador más fuerte del planeta, necesitarás mi ayuda si viajas por el espacio. — le dice Pricot poniéndole su mano en el hombro. — Por mi culpa murió tu hermano... me siento responsable, y por eso también trataré de compensarlo como pueda. Vendré con vosotros. — les dice Wolf. — De acuerdo, nos vemos mañana. — y tras estas palabras de Brace se despidieron todos hasta el día siguiente. Mientras tanto, en el otro mundo... Knick está al final de una larga cola de gente, todos ellos llevan una auréola, que les define como muertos, al igual que el propio Knick. La cola finaliza al llegar a una gran mesa que preside un hombre gigante, el juez Enma. — ¡Al infierno! ¡Al cielo! ¡Al cielo! ¡Al infierno!... Maldita sea, ya está otra vez la Tierra dándome trabajo... — se queja el juez Enma. En ese momento, Popo hace su aparición en el lugar y se coloca junto a Knick. — Mire juez, este es el chico del que le hablaba. Querría que cruzara el camino de la serpiente para que vaya a entrenarse con el dios Kaioh Sama. — le explica Popo. — Mmmm... está bien. Acompañalo hacia el principio del camino. Hace años que nadie visita al viejo Kaioh Sama, estará contento de tener visita. — explica Enma. Y Popo se despide del juez antes de acompañar al saiyajin. Una nueva aventura se acerca, Knick irá a entrenarse con Kaioh Sama mientras que en la Tierra ya se preparan para partir hacia más allá de la Tierra en busca de las esferas del dragón. Muchos peligros les acechan, pero ellos todavía no lo saben. Continuará...
CAPÍTULO 18: EL PRIMER DESPEGUE Popo y Knick finalmente llegaron al inicio del camino de la serpiente. El camino empezaba con la figura de la cabeza de una serpiente con la boca abierta, y a partir de allí salía un largo camino en lo que representaba el cuerpo de la serpiente. A su alrededor, estaba lleno de pequeñas nubes amarillas. — Aquí nos despedimos. A partir de este punto debes continuar solo por el camino de la serpiente. Cuando llegues al final, te encontrarás al gran maestro Kaioh Sama. — le dice Popo. — No veo muy claro eso de que me van a poder resucitar... pero tengo que agarrarme a esta posibilidad, por pequeña que sea. ¡Adiós! Y gracias. — le dice Knick antes de marcharse. El saiyajin pega un fuerte salto, y una vez en el aire, se marcha volando del lugar, siguiendo el camino de la serpiente a una velocidad endiablada. — ¡Impresionante! ¡Con esta velocidad llegará antes de lo que me imaginaba! — dice un ilusionado Popo. Nos vamos de vuelta a la Tierra, donde ya oscurece. Hoy ha sido un día importante para el planeta, y gracias a sus valientes guerreros, el planeta no ha sufrido graves consecuencias. En ese momento, Brace aterriza en Capsule City con su avioneta. La ciudad ya ha sido devuelta a la normalidad, después de haber “desaparecido” en el momento de la invasión. Brace llega a su casa, un palacio real que se encuentra en medio de la ciudad. Es un palacio alto y de color blanco, con muchas ventanas, y unos pinchos en determinadas zonas que le sirven de adorno. Por encima del edificio, destaca el logotipo de la empresa Capsule. La hermana de Knick ya sale de la pequeña avioneta, y su ayudante más fiel, un híbrido entre humano y perdiz, llamado Tridge, va a recibir la llegada de su reina. — Bienvenida de nuevo, majestad. ¿Qué ha sucedido? — La Tierra está a salvo... por lo menos de momento. Mi hermano... ha muerto en la batalla. — dice Brace con la cara entristecida y con el puño cerrado en signo de rabia. — Lo... lo siento mucho señora... — ¿Puedes hacerme un favor? Quiero que vayas a la zona donde se produjo la batalla. Allí hay algunas naves espaciales con las que vinieron nuestros enemigos, quiero que me las traigas, puede que alguna todavía funcione. — le ordena Brace a su ayudante. — En seguida voy a buscarlo. ¿Pretende marcharse, señora? — Sí. — Pero... ¿y la Tierra? ¡Una reina no puede abandonar a su pueblo! — Si no me voy, puede que dentro de poco ya no exista nuestro pueblo. Te dejaré a ti al mando durante mi ausencia. — le dice Brace. Finalmente, el ayudante Tridge se marcha con algunos trabajadores del reino para cumplir las órdenes de Brace de ir a buscar las naves del imperio. Brace, por su parte, entra en su palacio y se dirige hacia su habitación para hacerse la maleta. Mientras lo está haciendo, la pequeña Bulma entra en su habitación. — ¿Te vas, tía Brace? — ¿Eh?... ¡Ah, hola Bulma! Sí, hija... tengo que hacer algo importante y estaré fuera unos días. No te preocupes, Tridge cuidará de ti, ¿vale? — Le prometiste a papá que me cuidarías tú, ese Tridge me da miedo, tiene la cara muy rara. — se queja la niña. — Ja, ja... no te preocupes, es muy simpático. — ¿Y papá? ¿Por qué no ha vuelto todavía? — Eh... ¿papá?... Papá también se ha ido unos días, cielo. Pronto estará con nosotros, te lo prometo. — le dice Brace mientras se le escapa una pequeña lagrimilla. — ¿Estás llorando? — No... no, hija... hoy hace mucho viento y me lloran los ojos, eso es todo. — y tras decirle eso le da un abrazo a la pequeña Bulma. Y pasó el día. Ya era día 8 de mayo, y eran las 8 de la mañana. Brace se levantó muy temprano. Ya tenía toda la maleta preparada y estaba lista para partir. Durante la noche, su ayudante, Tridge le había llevado dos de las naves del imperio. Según Tridge, una de ellas estaba intacta y lista para partir, la otra tenía algunos desperfectos y necesitaba un pequeño arreglillo. Brace se subió a la que estaba en perfectas condiciones. Se trata de la Nave 3. La chica se sentó en una silla en la sala de mandos para habituarse a los controles de la nave, que estaban en un idioma que no entendía. Mientras estaba allí estudiando la nave, la pequeña Bulma entró también. — ¿Te vas hoy? — Sí, dentro de unas horas, cuando lleguen mis compañeros de viaje. — Este botón... ¿por qué parpadea? — dice la niña, y en ese momento lo pulsa. — ¡No! ¿Qué haces? ¡Todavía no sé para qué sirve! — dice Brace desesperada. En ese momento la nave empieza a mostrar unas luces extrañas, intermitentes, de color rojo y amarillo, pero al cabo de unos segundos, se apagan todas las luces de golpe y parece que el motor de la nave también se para. — Ufff... parece que le falla algo a la nave. Voy a buscar algunas piezas de la otra nave. — dice Brace mientras se seca el sudor de la frente. La joven se baja de la Nave 3 y se sube a la Nave 4, de donde inspecciona algunos elementos y finalmente parece dar con lo que buscaba. Se ayuda de una llave inglesa para sacar el trozo de motor que necesita, que con esfuerzo, por fin consigue sacar. — ¡Mira qué bien, Bulma! — exclama Brace, feliz por haber encontrado lo que buscaba. Pero Bulma no está allí. Y en ese momento se oye un ruido estremecedor que corresponde al del arranque de un motor. — ¿Bulma? ¿¡BULMAAAA!? — grita Brace desesperada, saliendo de la Nave 4 lo más rápido que puede. Al salir al patio, lo que encuentra es la Nave 3 despegando. Dicha nave ya está unos metros elevada. El ayudante de Brace, Tridge, también ha llegado al lugar, fruto del ruido, y está observando el despegue. — ¡Tridge! ¿Has visto a Bulma? — le pregunta Brace. — ¿Qué? No, no la he visto... — ¡Tía Braaaaaaaace! — grita la pequeña niña, que asoma la cabeza por una de las pequeñas ventanas de la Nave 3, mientras dicha nave se aleja cada vez más de la superficie. — ¡Nooooooo! ¡Bulma! ¿Qué has hecho? ¡Pulsa algún botón! ¡Vuelve! — grita Brace desesperadamente. Pero la nave ya está demasiado lejos, los gritos de Brace son inútiles. La nave se aleja cada vez más, y la pequeña niña se queda acurrucada en una esquina de su interior, llorando. Mientras tanto, Brace se desespera y se queda de rodillas en el suelo lamentándose por lo que ha pasado y pegando puñetazos contra el suelo, fruto de la rabia y la impotencia. Continuará...
CAPÍTULO 19: LA INFANCIA DE BULMA “Brace estaba desolada. En cuestión de dos días su vida se había desmoronado. Antes de la batalla, le prometió a su hermano Knick, que ella cuidaría de su hija, Bulma, si algo malo le pasara. Nunca hubiera imaginado la situación en la que se encontraba ahora. Knick murió en el combate. Y un error infantil por parte de la pequeña Bulma, había provocado que la niña se marchara del planeta junto a una nave que nadie podía imaginar hacia dónde se dirigía. Brace estaba en el suelo, arrodillada, impotente. Y lo único que podía hacer era pensar. Y empezó a recordar. A recordar la infancia de la pequeña Bulma. No fue una infancia fácil. Bulma, hija de Knick, y por tanto descendiente de la raza saiyajin, había nacido con un potencial y un poder inimaginables para su edad. Los mejores pronósticos indicaban que la niña sería capaz de superar a su padre fácilmente en cuanto a poder. Pero no fue tan bonito lo que pasó. Su madre era una humana llamada Bowel. Esta chica vio por televisión imágenes que colocaban a Knick como el futuro defensor de la Tierra, y nada más verlo supo que terminarían juntos. Era una chica constante, que nunca se cansó de ir a por Knick, aún cuando el joven saiyajin pensaba más en entrenarse para vengar a sus difuntos padres. Pero la desinteresada ayuda de Bowel en ciertos momentos finalmente hizo abrir los ojos a Knick, y comenzaron una relación. Al cabo de dos años se quedó embarazada, y la madre ya sentía que el bebé no era nada normal. Cada noche se despertaba llena de dolor, presentía que algo malo iba a suceder. Los médicos no tenían ni idea de por qué esos dolores. Y ni en las peores pesadillas se imaginaban lo que iba a suceder. La niña nació con un poder tan bestial, que la madre fue incapaz de soportar. Bowel murió en el parto. Desde ese momento, Knick nunca llegó a ser el mismo. Se culpaba de lo que había sucedido, y no podía dormir por las noches pensando en su difunta esposa. Tuvo que ser su hermana Brace quien cuidara a la pequeña Bulma, porque Knick no estaba en condiciones de ejercer de padre en esos momentos. Pasaron cinco años en los que Knick evitó cualquier contacto con su hija. El hecho de verla le recordaba a Bowel, y no podía soportarlo. La niña había sido criada por su tía Brace. Pero al pasar esos cinco años, Knick cambió de parecer. Dijo que tenía una idea. Que todo no tenía por qué ser negativo. Si Bulma había nacido con tanto poder, ¿por qué no deberían aprovecharlo?. Knick quiso entrenar a su hija para que le ayudara a combatir contra los futuros invasores del planeta. Brace quiso negarse alegando que era demasiado pequeña para luchar, pero su hermano no le hizo caso. Knick se pasó unos días entrenando al límite con su hija. Quería comprobar hasta dónde podía llegar, cuánto poder era capaz de almacenar ese pequeño cuerpo. Y era mucho, muchísimo. Cuando Bulma sacaba todo su poder, perdía el control por completo y no era consciente de lo que era capaz. Pero sus destellos de poder duraban muy poco, segundos quizá. En cuanto llegaba al máximo de su poder, a los pocos segundos se desmayaba. Brace quiso avisar a su hermano de que eso no podía ser bueno para la niña, de que dejara de entrenarla, pero de nuevo Knick la ignoró. Y se acabó arrepintiendo. Un día más de duro entrenamiento entre Knick, y su hija, que tenía apenas cinco años, la niña volvió a perder el control. Volvió a aumentar su poder hasta límites insospechados. Incluso superaba a su padre. Knick no se lo podía creer, veía como su hija se iba a convertir en la gran defensora del planeta. Pero de nuevo se desmayó. Y ésta vez no fue como las demás veces. No se despertó al día siguiente. Ni al otro. Ni tampoco al otro... Estuvo dos años sin despertar, en un coma que parecía interminable. Knick por fin se daba cuenta del error que había cometido, y tan solo quería morirse. No podía soportarlo. El apoyo de su hermana fue vital, recordándole el por qué llevaba tantos años entrenando. No podía dejarlo ahora y dejar la Tierra a su suerte. Debía seguir entrenando para vengar a sus padres y proteger el planeta. Y sus súplicas se cumplieron. La niña al fin despertó, después de dos largos años. No recordaba nada de su infancia, pero eso a su padre no le importó. Aprovechó la oportunidad que le brindaba la vida, y cuidó a su hija como debía haberlo hecho desde un principio, con amor. Nunca más se le pasó por la cabeza volverla a entrenar, y hasta el día de hoy, vivieron felices padre e hija.” — ¡Majestad! ¿Majestad, me oye? — le decía Tridge, su ayudante. Brace despertó de sus pensamientos. No era momento de seguir perdiendo el tiempo. Bulma se había marchado por un error, y ahora tenía que arreglarlo. Se lo debía a su hermano. Se lo debía a la pequeña Bulma. Se lo debía a sí misma. — Antes has dicho que la otra nave necesitaba algún arreglo, ¿verdad? — le preguntó Brace a su ayudante, mirándolo seriamente. — Sí. — Pues manos a la obra. Tenemos que arreglarla en tiempo record. Traeré a Bulma de vuelta. Continuará...
Pobre Bulma, que infancia tan dura. Me pregunto hacia donde irá y cómo hará Brace para traerla de vuelta. Y no te preocupes, la historia la sigo aunque le ponga "Me gusta" sucede que a veces no tenía tiempo y solamente llegaba a poner eso.
CAPÍTULO 20: EL TIEMPO CORRE Brace y su ayudante, Tridge, se pusieron manos a la obra para reparar cuanto antes la Nave 2 del ejército imperial, con el objetivo de devolver a casa a la pequeña Bulma, que había despegado por error con la Nave 3. Pero antes nos trasladamos a un lugar muy lejano de allí. En una pequeña sala con las paredes de color blanco, al parecer estamos en un hospital. Hay una camilla en el centro de la habitación y alguien tumbado encima mientras un doctor parece estar retocando algo del brazo del paciente. — Ya está. Ya tienes el brazo reparado. — le dice el doctor. Se trata de un doctor de una raza extraterrestre, muy parecido físicamente al difunto doctor Low, con la única diferencia de que su color de piel es el morado. — Gracias doctor Sow. — le responde el paciente. Dicho paciente no es otro que el capitán Light, el hombre que escapó de la Tierra salvando así su vida. Light ahora se muestra satisfecho de su nuevo brazo y lanza unos puñetazos al aire para habituarse al brazo. El silencio lo rompe un soldado, entrando en la sala. — ¡Capitán Light! Traigo noticias importantes, la Nave 3 se dirige directamente hacia aquí. — ¿La Nave 3? — se extraña Light. — ¿Es posible que mi hermano siga vivo? — le pregunta el doctor Sow. — No lo sé... ¿cuando llegará la nave? — pregunta Light al soldado. — En apenas unas horas, mi capitán. — Bien. Yo mismo lo recibiré. Ahora, dejadme solo. — les dice Light. Tanto el soldado como el doctor Sow abandonan la habitación, y Light se levanta de la camilla. Lo primero que hace el capitán es dar un patadón a la camilla, tirándola al suelo del golpe. — ¡Mierda! ¿Cómo puede haber sobrevivido alguien? Si alguien cuenta que les traicioné y me fugué, estoy perdido... tendré que encargarme personalmente de él, sea quien sea. Lo tengo todo a mi favor, porque seguro que llega herido. Solo tendré que darle el golpe de gracia. De mientras, en Capsule City, en el patio del palacio de la reina, ella sigue trabajando a toda prisa para reparar la nave averiada. En ese momento, Pricot hace su aparición en el lugar. Vestido con su capa y su gorro, además de su atuendo lila, y con una mochila en su mano donde debe llevar la maleta. En cuanto ve la nave preparada en el patio, se acerca al lugar y finalmente ve desde la distancia a Brace. — ¡Hey, hola Brace! Veo que te has levantado muy temprano... — comenta Pricot. Pero no obtiene respuesta. La chica sigue en su mundo, tratando de reparar la nave lo más rápido posible. Pricot ve que está pasando algo extraño y se acerca a la chica. — ¿Qué... qué ha pasado? — le pregunta Pricot, sin obtener respuesta de nuevo. En ese momento hace su aparición, subido en Kinton, el joven Wolf. El joven alumno de la escuela tortuga viste una camisa playera, unas bermudas y unas chanclas. Todo eso combinado con unas gafas de sol muy horteras, y un caparazón de tortuga en la espalda. En su mano lleva una bolsa, que lleva su nombre, donde debe llevar sus cosas. Brace sigue a lo suyo, pero Pricot sí que se da cuenta de su llegada. — Madre mía... ¡no podías escoger una combinación más ridícula! Iremos al espacio, no a la playa. — se mofa Pricot. — ¿Eh? Pues yo no le veo nada de malo... — responde Wolf. — ¡Majestad! ¡Ya arranca! ¡La nave ya funciona! — interrumpe Tridge dirigiéndose a Brace. — Bien, pues entonces nos vamos ya. — dice Brace con seriedad. Pero en ese instante la alfombra voladora vuelve a aparecer, llevando encima a dos personas. Una de ellas es Popo, y la otra es una cara conocida. Se trata del joven alumno de la escuela grulla, que el día anterior se enfrentó a uno de los capitanes del ejército imperial, y lo venció. — No tan deprisa. Todavía te tengo que indicar hacia donde está Nuevo Namek, el planeta donde debéis encontrar las esferas del dragón. Además, este joven luchador quiere acompañaros. — explica Popo. — Mi maestro, Chaoz, murió por culpa de uno de esos monstruos. Quiero venir con vosotros, para hacérselo pagar. — dice el joven Mizard con la cabeza bajada. — Venga pues, explícame cómo se va a ese planeta porque saldremos ya mismo. No hay tiempo que perder. — dice Brace, que está impaciente por salir. Continuará...
CAPÍTULO 21: EL SEGUNDO DESPEGUE Popo le explicó a Brace todo lo que tenía que contarle sobre su viaje hacia Nuevo Nuevo Namek, aunque las intenciones de la chica eran muy diferentes de las que imaginaba el Kami Sama de la Tierra. Irían a Namek, claro, de alguna forma tenían que revivir a su hermano Knick, pero la prioridad ahora era recuperar a la pequeña Bulma. — Eso es todo. Qué tengáis buen viaje, os deseo lo mejor. — finaliza Popo. — ¿No viene con nosotros, maestro? — le pregunta Pricot. — No, no... yo no os serviría de nada. Además, alguien debe cuidar la Tierra en este periodo. — dice Popo. — Venga, todo el mundo a bordo. No perdamos más el tiempo. — ordena Brace ya desde dentro de la nave. Los tres luchadores se suben a la nave espacial, y dejan sus mochilas en una esquina nada más entrar. Brace está ya en la sala de mandos tocando algunos botones, con los que enciende la nave, que empieza a producir un ruido estremecedor. Pricot se le acerca y algo le llama la atención en la pantalla principal. — Mira, ¿qué es esto? La pantalla señala un punto que cada vez se aleja más de nosotros. — dice Pricot. — ¿Cómo? Dejame ver — dice Brace acercándose a la pantalla. — Hay algo escrito al lado del punto... “Nave 3”. — le informa Pricot. — ¿Qué? ¿Nave 3?... ¡Sí! ¡Perfecto! ¡Gracias! — exclama Brace esbozando una sonrisa en su cara mientras arranca la nave a toda prisa. La nave se empieza a elevar en el cielo y rápidamente sale de la atmósfera terrestre. Popo y el ayudante de Brace, Tridge, los despiden desde la distancia. En la pantalla de la nave, se puede ver un pequeño elemento al que parece acercarse el punto que corresponde a la Nave 3. — ¿Qué es eso? — se extraña Pricot al verlo. Brace pasa el dedo por encima de la imágen, y una pequeña descripción del sitio aparece al lado de la imágen. — Planeta Apotheke. La Nave 3 se dirige hacia allí y llegará en 2 horas. Nosotros llegaremos dentro de 6 horas. Espero que lleguemos a tiempo... — dice Brace. — ¿Cómo?... no lo entiendo. ¿Por qué seguimos a esa nave? ¿No deberíamos ir hacia Nuevo Nuevo Namek? — pregunta Pricot. — Es por mi sobrina Bulma. Tiene tan solo 11 años, y se la ha llevado la Nave 3 por error esta mañana. No puedo permitir que le pase nada. Tengo que devolverla a casa. Las esferas del dragón pueden esperar. — ¿Qué dices? ¡Qué tragedia! Tienes razón, hay que salvarla. No te preocupes, cuenta conmigo para recuperarla. Luego se lo cuento a los chicos. — le asegura Pricot mientras le coloca su mano en el hombro para consolarla. — Gracias Pricot. Mientras tanto, en el otro lado de la nave. Los jóvenes Wolf y Mizard están desempaquetando su maleta en su habitación, al parecer tendrán que compartir dicha habitación durante el viaje. — Así que tú eres alumno del gran maestro Tortuga. Mi maestro me ha hablado mucho de él, cuenta maravillas de él. Seguro que es muy bueno. — explica Mizard. — Sí, mi maestro también me habló de la Escuela Grulla... oh mierda... ¡oh no, oh no, oh no! — se interrumpe Wolf al encontrar algo raro en su maleta. — ¿Qué te pasa? — ¡Me he dejado las pastillas! — dice Wolf con cara de desesperación. — ¿Qué dices? ¿Qué pastillas? — Sí... ¡joder! ¿como me las he podido dejar? — se lamenta Wolf. — Pero... ¿cuál es el problema? ¿Tienes una enfermedad muy grave? — le pregunta Mizard. — Ah.... ah.... ah..... ¡atchis! — estornuda Wolf. Y como consecuencia del estornudo, el color del pelo le cambia completamente, volviéndose rubio. Además, su expresión facial de bonachón, pega un gran cambio pasando a tener una mirada mucho más pícara. — Jajaja, ahora empezará lo bueno de verdad, el mejor Wolf ya está aquí. — Este cambio... me suena... es muy poco común pero he escuchado historias que decían que al estornudar, la personalidad de la persona afectada cambia completamente. — cuenta Mizard. — Sí, sí que cambia. A mejor. Pero un patán de la escuela grulla no creo que lo entienda. Esos soldaditos imperiales se van a enterar de quien soy yo. Los cuatro enviados por el Sr.Popo ya han abandonado la Tierra en busca de las esferas del dragón, pero su primera misión será salvar a la pequeña Bulma. Nadie puede avisarlos de los peligros que se encontrarán por el camino... Continuará...
CAPÍTULO 22: ATERRIZAJE FORTUITO En el planeta Apotheke, el capitán Light está cambiándose las botas en frente del radar que le indica que la Nave 2 se acerca al planeta. Ya queda menos de media hora para que llegue la nave, y Light se prepara para lo peor. De repente, otro punto aparece en el radar, éste está más alejado, y llegará en unas 4 horas y media. — ¿Què? ¿La nave 2 también? Mierda, esto se pone feo... — dice un serio Light. En esa segunda nave viajan los que deben ser los nuevos héroes de la Tierra: Brace (reina de la Tierra), Pricot (alumno de Popo), Wolf (alumno del Duende Tortuga) y Mizard (alumno del Duende Grulla). Allí dentro, en la nave, el renovado Wolf y Mizard entran en la sala principal después de cambiarse y desempaquetar las maletas. Wolf ahora ya luce el típico atuendo de la escuela tortuga. — ¡Eh, carcamal! ¿Cuánto falta para llegar? Tengo ganas de acción. — le grita Wolf a Pricot. — ¿Qué me has llamado, criajo? — responde un enfurecido Pricot, que ya prepara su puño. — No, no, ¡alto! ¡Se trata de una enfermedad! — dice Mizard deteniendo el puño de Pricot. — ¿Una enfermedad? — pregunta Brace. — Sí, muñeca, pero esta enfermedad me hace mejor. ¿Quiéres comprobarlo de primera mano? — le dice Wolf mientras le guiña el ojo a la chica. — ¿Qué dices? Para mí no eres más que un crio, idiota. — Bueno, será mejor que dejemos el tema. Al parecer tendremos que convivir con esta faceta de Wolf. — concluye Mizard. — Espero que sepas pelear. En menos de cinco horas aterrizaremos en un planeta hostil, tenemos una misión de gran importancia antes de ir a buscar las esferas del dragón. — les explica Pricot. Y Pricot les explicó a los dos jóvenes luchadores lo sucedido con la sobrina de Brace, y el por qué se dirigen hacia el planeta Apotheke. — Entiendo. Pues tenemos cuatro horas para prepararnos. ¿Podemos entrenarnos aquí en la nave? — pregunta Mizard. — Sí, mientras no destrocéis nada. — dice Brace. — Bien. Vamos Wolf, enséñame como de buena es la escuela tortuga. — Tsé... pobrecito... — le responde un prepotente Wolf mientras ambos abandonan la sala. — ¿No vas a entrenarte con ellos? — le pregunta Brace a Pricot. — Mi entrenamiento será la meditación. Esta vez no puedo fallar, yo soy el más fuerte del grupo ahora y como tal debo responder. Y casi en un abrir y cerrar de ojos pasó media hora más. Brace observaba la pantalla deseando que no le pasara nada a la pequeña Bulma, mientras Pricot se mantenía inmóvil, meditando. En otra sala de la nave, los jóvenes chicos se entrenaban contrastando los diferentes estilos de lucha. Ambos estaban muy igualados, era difícil saber cuál de los dos era el más fuerte. Y en el planeta Apotheke la situación era bien distinta. Light había ordenado a todos los soldados que se mantuvieran al márgen, y él ya estaba esperando la llegada de la Nave 3, la cuál tenía que llegar de un momento a otro. Y llegó el momento. La nave entraba en la atmósfera del planeta y ya se divisaba desde el suelo su llegada. Aterrizó bruscamente un tanto lejos del sitio donde se suponía que debía aterrizar, y provocó una gran explosión al caer. Light no perdió el tiempo, y se dirigió volando hacia el lugar en que había caído la nave. Al cabo de pocos segundos, llegó al sitio y se encontró la nave estampada contra unas rocas, y bastante destrozada por los costados de la nave. Sin embargo, la zona de la sala de mandos parecía intacta. Y la puerta se abrió. Light se puso en posición de combate esperando a su rival, pero nadie salió de la nave. Así que Light decidió inspeccionarlo por su cuenta, y se decidió a entrar a la nave. Allí se encontró un panorama muy distinto del que se esperaba. Donde se esperaba encontrar alguno de sus ex-compañeros malherido, encontró a una pequeña niña de pelo lila, que yacía en el suelo inconsciente, probablemente debido a algún fuerte golpe en la cabeza tras el brusco aterrizaje. — ¿Qué? ¿Una niña? ¿Se están riendo de mí o qué? — dijo sorprendido al ver el panorama. Continuará...
CAPÍTULO 23: UN DESCUBRIMIENTO DESAFORTUNADO Nos encontramos dentro de la sala de curación del planeta Apotheke, donde el Doctor Sow está conversando con un soldado imperial. — Espero que sea mi hermano, y que se encuentre bien. — comenta Sow. Y en ese momento se abre la puerta principal y quien llega no es otro que el capitán Light, con cara de decepción, y sosteniendo a la pequeña Bulma agarrada por el brazo de mala manera. Lo primero que hace el capitán es tirarle la pequeña niña al doctor Sow, quien puede agarrarla al aire con sus dos brazos evitando así que la pobre niña caiga al suelo. — Esto es lo que había en la nave... tsé... trata de recuperarla para que pueda interrogarla más tarde. — le ordena Light al doctor. — Sí, señor. — ¿Y la otra nave, capitán? Faltan menos de 4 horas para que llegue. — le comenta el soldado. — Debe ser otra cría... parece que se están cachondeando de nosotros. Las horas pasaban muy rápido, y la Nave 2 cada vez estaba más cerca de llegar a su destino, al planeta Apotheke. Brace no dejaba de mirar la pantalla mientras trataba de comer alguna cosa para coger fuerzas para más tarde. El saiyajin Pricot seguía inmóvil, elevado unos metros en el aire y levitando. Llevaba más de una hora así, y desprendía una gran energía. En otra sala de la nave, Wolf le pegaba una patada directa a la cara a su compañero de entrenamiento, Mizard, y lo tiraba al suelo. — ¡Baaaah! ¡Qué pena das! La escuela grulla debía ser la peor. Tu maestro parece que no sabe enseñar. — se mofa Wolf. Mizard se puso a pensar en su maestro. El gran maestro Chaoz, que fue asesinado por un soldado del Imperio el día anterior. El joven Mizard cambió la expresión de su cara a una de mucho más enfurecida, y se levantó del suelo. — ¡No te atrevas a meterte con mi maestro! — gritaba mientras se volvía a lanzar al ataque. En la sala principal, la pantalla que observaba Brace ya marcaba que tan solo faltaban 3 horas para llegar a destino. Brace se mordía las uñas, esta vez no podían fallar. Tenían que recuperar a la pequeña Bulma. Se lo debía a su difunto hermano. Ya en el planeta Apotheke, el capitán Light se estaba cambiando de ropa. Dejando a un lado su uniforme de combate creyendo que hoy ya no tendría que actuar. Una llamada en su scouter le llamó la atención. Light pulsó un botón de su dispositivo, con el que consiguió pasar la imagen a gran pantalla, proyectándose en la pared. En la imagen apareció el doctor Sow. — Señor, hemos hecho un descubrimiento sobre la niña que creo que le parecerá interesante. — le dice Sow. — ¿De qué se trata? — Tiene sangre saiyajin. Es un híbrido entre humano y saiyajin. — ¿Saiyajin? ¿En serio? ¡Qué gran notícia! Nuestro Emperador estará orgulloso. ¿Está preparado el teletransportador? — pregunta Light, con una sonrisa en la boca. — En menos de cinco minutos podemos tenerlo preparado. — asegura el doctor. — Perfecto. Iré a ver a nuestro jefe. Y tras decir esto, Light corta la transmisión, y vuelve a vestir su uniforme de combate, con la insígnia del imperio grabada en el pecho. Pasados los cinco minutos, Light se planta en frente de la màquina teletransportadora, la cuál está formada de una pequeña porción de suelo elevada unos metros en el aire, y una luz azul que rodea el lugar. Light lleva agarrada de su brazo a la pequeña Bulma, quien todavía no ha recuperado el conocimiento. De mientras, en la pantalla se sigue viendo el punto que representa a la Nave 2, que sigue acercándose al planeta. — Hmm... supongo que la niña habrá acabado aquí por error, y que vienen a rescatarla. No os preocupéis, le pediré al Emperador que mande a alguien para enfrentar a ese saiyajin que mató a Reptilian. Yo me llevo a la niña. El Emperador estará orgulloso de mi. Eso dijo Light mientras estaba subido en el teletransportador, con Bulma agarrada de su mano. Y en breves segundos, desapareció completamente del lugar. Continuará...
Acabo de leer toda la historia de Sopeton. Esta bueno ese mundo caotico. Donde esta Knich que presenta la ultima esperanza de la humanidad por su sangre Saiyajin, cosa que finalmente lo demostro destrozando a Reptillian y sacrificandose por ello para salvar a la tierra. Esta bueno la intervencion de Pricot, el otro Saiyajin, Wolf alumno de la escuela tortuga manejada por Kame Krillin y Mizard de la escuela grulla por parte de Chaoz. Ahora el panorama y la tension se alargara ya que Brace aun no podra rescatar a su sobrina. Ahi seguire leyendo los capitulos, saludos.
CAPÍTULO 24: EL EMPERADOR, UN MISTERIOSO PERSONAJE Light apareció en una plataforma idéntica a la anterior, pero ésta vez llegó a una pequeña sala que estaba en frente de una gran puerta donde se indicaba el despacho del gran Emperador. Alguien estaba allí antes que él, se trataba de un ser de piel de color rojo, que tenía dos oberturas en la cabeza. Iba vestido con una capa que le cubría medio pecho y toda la espalda, y con la típica armadura del imperio debajo de la capa. Era un ser alto y fuerte. — Vaya, vaya... uno de los penosos secuaces de Reptilian. Tendrás que esperar tu turno para ver al Emperador, antes voy yo. — le dijo el ser. — Grrr... Wyneg, menudo idiota... — murmura Light. — ¡Podéis pasar los dos! — se oye una voz por un interfono. La orden proviene de dentro del despacho del Emperador. Y en ese momento, la enorme puerta se abre de par en par. Wyneg no se lo piensa ni un segundo antes de entrar, mientras que el capitán Light no las lleva todas consigo, ya que nunca ha visto en persona al Emperador. Finalmente, los dos entran en el despacho, y la puerta se cierra sola. Se trata de un despacho muy oscuro, sin nada de iluminación. Solo la luz de una gran pantalla colocada justo detrás de la silla del Emperador hace que no se esté completamente a oscuras. Dicho hombre, el Emperador, está sentado en una pequeña silla voladora, y no muestra ni su cuerpo ni su cara, ya que está cubierto por una túnica y una capucha, con lo que no se puede adivinar ningún rasgo del susodicho Emperador. — Señor, vengo aquí para... — empieza a explicar el general Wyneg con una sonrisa en la boca. — Lo sé, Wyneg. Vienes para decirme que has cumplido con tu misión y que eres mejor que nadie. Me sé tu discursito de sobra. Puedes retirarte. — le interrumpe el Emperador. — ¿Qué...? — Lo que me interesa es lo que me contará este chico que me suena mucho haberlo visto en algun lugar. ¿Light, te llamas? — le pregunta el Emperador. — Sí, señor, soy uno de los ayudantes del general Reptilian. O lo era, más bien dicho, porque tanto Reptilian como el resto de nuestro ejército ha sido derrotado en nuestra misión a la Tierra. — Lo sé. — Pero vengo a encontrarme con usted porque tengo algo en mis manos que tengo la sensación que le parecerá interesante. Es una niña, de unos 10 años como mucho. No parece gran cosa, pero hemos descubierto que tiene sangre saiyajin. — ¿Saiyajin dices? ¿De dónde la has sacado? — se interesa el Emperador. — Creo que llegó por accidente. Vino desde la Tierra, y se estrelló en el planeta Apotheke. — Bien... excelente... tráeme a la niña. Estoy muy orgulloso de ti, Light. Creo que mereces un cambio de rango. Te subiré a general, ¿qué te parece? Tú cubrirás la pérdida de Reptilian. — le dice mientras avanza hacia él y agarra a la pequeña niña. — Oh... muchas gracias señor, es un gran honor. — Pero te daré otra función. Quiero que viajes por el universo, y que reclutes a grandes guerreros. Una gran batalla está cerca y tenemos que estar preparados. — ¿Éste idiota lo pones a mi nivel? — se queja Wyneg, quien todavía sigue en la sala. — Ah... otra cosa que se me olvidaba. Hay otra nave acercándose a nuestro planeta, creemos que el saiyajin que mató a Reptilian vuelve para recuperar a la niña. — le comenta Light al Emperador. — No... ese saiyajin ya debe estar muerto. Deben ser su hermana y sus amigos, que quieren revivirlo. No quiero que intervengas. Ni tú ni nadie, dejad que sigan con su camino. — ¿Como que no? Déjeme ir a cargarme a esos idiotas. — exclama Wyneg. — No quiero que mueran todavía, ya les llegará su hora. Primero hay que dejarles que resuciten al saiyajin. — dice el Emperador. — ¿Se ha vuelto loco? Ese saiyajin es el único que puede plantarnos cara en un futuro, ¡ha sido capaz de vencer a Reptilian! — grita Wyneg. — No me discutas, Wyneg. Ya sabes quién manda aquí. Quiero que evacuéis el planeta Apotheke antes de que lleguen los terrestres, ¿está claro? — termina el Emperador. — ¡Sí! — responden Light y Wyneg antes de abandonar la sala. Una vez fuera, el general Wyneg se acerca a Light. — Oye, deja que sea yo quien vaya a evacuar el planeta. Tú debes estar muy cansado, ¿verdad? — ¿Eh? Como quieras... — responde Light, y luego se aleja del lugar mientras el general Wyneg esboza una sonrisa. — Je, je... ¿dejarlos vivos? Ese no es mi estilo. — murmura Wyneg mientras se sube al teletransportador para dirigirse hacia el planeta Apotheke. Continuará...
CAPÍTULO 25: WOLF CONTRA EL MUNDO Y finalmente llegó el momento esperado. Brace manejaba la nave para conseguir un perfecto aterrizaje sobre el planeta Apotheke, en el que ya estaban llegando. Se trataba de un planeta muy caluroso, con el cielo de color rojizo, y el terreno era totalmente desierto. La nave finalmente aterrizó, y en ese momento Pricot dejó de levitar para volver en sí. La nave había aterrizado bastante lejos de la base del Imperio. — ¡Ya era hora! Estoy impaciente por empezar a cortar cabezas. — dijo Wolf desenfundando su espada, y saliendo de la nave. Y sin decir más, Wolf se marchó volando del lugar, con ganas de guerra. — ¿Qué hace este? ¡Nos va a joder el plan! — exclama Brace, preocupada. — No te preocupes... puede que nos haga un favor. Si Wolf mantiene distraídos a los soldados del Imperio, nosotros podemos actuar con sigilo para recuperar a Bulma. Mizard, ve con Wolf y vigila que no se meta en demasiados líos. — dice Pricot. — Sí, voy. — y Mizard se marcha también de la nave. — ¿Cuál es tu plan? — le pregunta Brace a Pricot. — Entrené durante muchos años con el Sr. Popo. Él me enseñó a detectar energías, y a ocultar mi propio ki. Súbete a mi espalda, iremos a buscar a tu sobrina sin ser detectados. — Está bien. Espero que salga bien. — dice Brace subiéndose a la espalda de Pricot. Y en ese instante, ambos desaparecen de la nave. Pricot se mueve con gran velocidad, pero no vuela, lo hace a base de saltos para no ser detectado. Mientras tanto, lejos de allí, en la base del Imperio en el planeta, el doctor Sow mira a su pantalla preocupado, ya que ve cómo el joven Wolf se acerca hacia ellos, espada en mano. — Mierda... Light no se equivocó... vienen a atacarnos. Espero que lleguen pronto los refuerzos. — murmura Sow, visiblemente preocupado. — ¿Qué hacemos, señor? — le pregunta un soldado. — Defended la base, ¡no le dejéis pasar! Y eso es lo que hacen los soldados. Hay decenas, son muchísimos, y todos ellos se quedan en frente de la base para defenderla en el momento que llegue Wolf. Y ese momento no se hace esperar. Wolf llega en cuestión de segundos frente a la base comandada por el doctor Sow. Allí le salen al paso unos cuantos soldados, que caen como moscas ante el joven, quien los corta a pedacitos con su espada sin demasiados problemas. — Mierda... no... no... esto no me gusta... ¡un momento! ¡Hay movimiento en la cabina de teletransporte! — exclama Sow ilusionado, viendo que por fin llegan los refuerzos que tanto espera. Y efectivamente, alguien aparece por la cabina, un ser de color rojo. Es el general Wyneg. — ¡Oh! ¡General Wyneg! No esperaba que fuese usted! — se sorprende Sow, quién rápidamente se arrodilla ante su superior. — Es una misión especial. Me lo he tomado como algo personal. Deberíais marcharos, yo me encargo de esos palurdos. — ¿Marcharnos? Ya no quedamos muchos, mire la pantalla. Desde ahí se podía comprobar lo que decía Sow. La pantalla mostraba un panorama aterrador para los soldados del Imperio, que cada vez más llenaban el suelo de cadáveres, todos ellos derrotados por un solo hombre, el joven Wolf. Mizard se lo miraba desde la distancia, controlando los movimientos de Wolf. — Vaya... veo que llego un poco tarde, pero de todas formas estos soldados inútiles no suponen ninguna gran pérdida para nuestro ejército. En fin, creo que me toca actuar. Me divertiré machacando a estos críos. — dice un sonriente y confiado Wyneg, quien velozmente desaparece del lugar. Y en menos de diez segundos, el general Wyneg se planta justo delante de Wolf, quien acababa de matar a otro soldado con su espada. — Venga chico, ¿a qué esperas? Mátame como has hecho con todos los otros. Si puedes, claro. — le desafía Wyneg, sonriendo. Continuará...
CAPÍTULO 26: UN RIVAL DIFERENTE — No te preocupes, eres el siguiente en caer. — le dijo un confiado Wolf al general Wyneg. Y tras estas palabras, Wolf no se lo pensó dos veces y atacó con su espada, tal y como había hecho con todos sus anteriores rivales. Pero esta vez fue diferente. Wolf no sabía contra quién se enfrentaba, él creía que se trataba de un soldado más. Wyneg permaneció inmóvil, dejando atacar a Wolf, pero el golpe con la espada tuvo un resultado inesperado para el joven tortuga. La espada se rompió en dos trozos justo al rozar la piel del general. — ¿¡Qué!? — exclamó Wolf, incrédulo. — Je, je, je. ¿Eso es lo mejor que puedes hacer? — Wyneg dibujó una sonrisa en su cara. Mizard observaba la batalla desde la distancia, subido en un pequeño montículo. El joven grulla se dio cuenta de que este rival no era como los demás, y rápidamente hizo acto de presencia en medio del combate para ayudar a Wolf. — Wolf, ten cuidado con este. Yo te ayudaré, pelearemos juntos. — dijo Mizard. — ¿Juntos? ¿Estás de broma? Yo solo me lo cargaré. Solo me ha cogido desprevenido, pensaba que sería otro soldado inútil. — Vamos, chico. Te dejo atacar de nuevo. A ver si es verdad que me puedes matar tu solito. — le dice Wyneg. — No le escuches, será mejor que ataquemos juntos. — advierte Mizard. — ¡Cállate! ¡He dicho que me lo cargaré yo! Y sin dar tiempo a más explicaciones, Wolf vuelve a la carga. El joven esta vez se decide a atacar con los puños. Pero sus golpes son inútiles, ya que Wyneg no se inmuta por muchos puñetazos que reciba. — ¡Se hace así! — exclama Wyneg, clavándole un fuerte derechazo directo al rostro. Wolf empieza a sangrar por la nariz tras el tremendo golpe que se ha llevado. El joven cada vez está más furioso, y Mizard le sigue repitiendo que recapacite y que lo mejor será trabajar en equipo. Pero Wolf no quiere ni escucharle, y se centra en su pelea. Wyneg sigue con su odiosa sonrisa. — ¡No te burles de mí! Ahora verás de qué es capaz un alumno de la escuela tortuga. — Hace rato que espero algún ataque decente... En ese momento, el joven Wolf se prepara, haciendo una postura que ya se había visto antes. Dejando una pierna muy avanzada hacia delante, y tumbando su cuerpo hacia atrás. — ¡El golpe de los colmillos del lobo! Entonces Wolf se lanza al ataque a por su rival. Sus movimientos recuerdan a los de un lobo, y en menos de un segundo se planta frente a Wyneg, que estaba con la guardia baja creyendo que ese ataque sería como los otros. Pero Wolf sorprendió. Amagó con darle un derechazo a la cara, con el que captó la atención de Wyneg, y en el último momento engañó a su rival dándole un golpe con la mano zurda directamente al estómago. Sin todavía tiempo para responder, Wyneg recibió otro golpe, esta vez era un rodillazo directo a la cara. Wolf terminó su arsenal de golpes con un tremendo impacto con las dos manos juntas, con el que consiguió enviar a su rival hacia el suelo. — Je... — ¡Wow! ¡Qué ataque! — dice un sorprendido Mizard, sonriendo. — Ya te he dicho que lo ganaría yo solito... — ¡No te confies! ¡Todavía está vivo! Siento su energía. — ¿Qué dic...? Pero Wolf es incapaz de acabar la frase. Un recuperado Wyneg ha aparecido por sorpresa detrás del joven, y con un sutil gesto de manos, ha conseguido dislocarle el cuello al pobre Wolf. El joven tortuga cae fulminado al suelo tras lo sucedido, y Mizard no se lo puede creer. — Grrrr..... ¡Wooolf! ¡Desgraciado! — dice un Mizard enfadado, mirando de forma desafiante a Wyneg. — Jajaja... pobre imbécil, me da un par de golpes y ya se cree que me ha ganado. Wolf yacía en el suelo, inconsciente, totalmente fulminado, pero todavía estaba vivo. Mientras, Mizard empieza a incrementar su poder y parece que va a ser el próximo en vérselas con Wyneg. Continuará...