¡Hola mundo que tiene la facultad de respirar el mismo aire que yo...! Presentamos este pequeño fic, un remix de los videos de Vocaloid: "Servant of Evil" y "The Madness of Duke of Venomania" Salió a la luz cuando me quedé dormida en un viaje de madrugada, viviendo una pesadilla, oyendo los soundtrack de Midnight Society y The Birthday Massacre. ¿Porque esa música triste y tétrica? porque ese será el tono mantenido para este fic: Triste y tétrico (al menos los primeros capítulos) Pairings: Gakupo/Harén. Twincest Rin/Len, Kaito/Meiko y algo de Gakupo/Luka ADVERTENCIAS: + 17. Este fic tendrá categoría T a M por contener escenas crudas y fuertes y por tratar temas muy delicados como la violación, la poligamia, la brujería y el satanismo. Si son débiles de corazón, no lo lean, así evitamos daños posteriores y futuras rencillas Disclaimer: Vocaloid no nos pertenece, sino a Yamaha Corporation. La Saga de Pecados Capitales tampoco es nuestra, sino de Mothy (Como me cae mal este sujeto ¬¬) Dedicado a André Ghellert, quien está donde se ve sol durante la noche, es decir, el Yukón. Servant of VenomaniaCreated by Shadow Shade Phantom Cada vez que sientas que la tristeza llegue, déjala entrar a tu vida, que solo así aprenderás a ser fuerte. Las leves haces de luz del mortecino sol era lo único que más o menos iluminaba aquel desolado paraje; aun a la temprana hora una densa neblina había rodeado el lugar y la temperatura había bajado bastante. Era un día sumamente triste para el pintoresco pueblo de Asmodín, que ya estaba sufriendo las consecuencias del otoño, con las últimas cosechas del verano ya empezando a perderse. Algunas veces se oía, distante, el sonido de los cuervos y urracas sobrevolando los amarillentos campos de trigo, ya convertidos en maleza podrida. El joven Len Kagamine corría por el paraje sin pavimentar del bosquecillo que se alejaba del pueblo y conducía al hogar del señor feudal de esta tierra, y también, su amo: El duque de Venomania, un hombre joven, heredero de un cuarto de millón de libras. Corría tanto como sus piernas se lo permitían. Si llegaba tarde otra vez, su amo podría castigarle y ya había entendido suficiente con los dos puntapiés que le propinó en la espinilla cuando había olvidado echarle azúcar a la taza de té una tarde. Pronto divisó los ventanales de una edificación extremadamente lujosa y bien cuidada, medio oculta entre el bosque y un lago, lo que la hacía difícil de ver, a no ser que lo vieras desde las montañas. Len sacó una llave y abrió la alta verja negra que custodiaba un amplio y elegante jardín lleno de cedros y rododendros, entre los cuales paseaban ufanos pavos reales y faisanes. Subió las escalerillas de piedra y abrió la pesada puerta. Entró al vestíbulo con las suelas de las botas llenas de barro y con flato en un costado, como si tuviera un cuchillo enterrado entre las costillas, pero no podía esperar a que se le pasara. El oscuro vestíbulo, apenas iluminados con velas apostadas en la pared, estaba tapizado de una lujosa tela morada oscura. Finalmente penetró en una enorme sala, también tapizada de la misma tela morada, con una chimenea tan grande como para asar un buey; en las paredes había cientos de objetos bañados en oro y plata, cuadros exquisitos y tapices. En un amplio sillón descansaba Gakupo, con la cabeza apoyada en una mano, con los ojos cerrados, como si aparentara dormir. ―Casi llegas tarde... otra vez. ―Le ruego que me perdone, mi señor―respondió Len haciendo una reverencia― .Tenía que hacer un recado a... ―Sí, sí… Ya sé a dónde estabas, sirviente― le interrumpió Gakupo con aburrimiento―. Pero eso no justifica que llegues tarde… Lo descontaré de tu sueldo― sentenció mientras tomaba una copa de vino a medio llenar y la vació de un solo sorbo―; ¡Ah, sí! Len: prepárame a Luka y a Miku para esta tarde ¿quieres?― le pidió a Len, sonriendo de manera morbosa. Los ojos azules del sirviente se ensombrecieron―. Ya puedes retirarte. ― Si señor…―repuso Len; haciendo otra reverencia y retirándose a otra habitación. Bajó las escalerillas de madera que daban a la parte más baja de la casona, donde estaban las "huéspedes", para traerle a su amo las mujeres que deseaba para hoy. Len Kagamine ya llevaba cuatro años cumplidos sirviendo en esa casa; y en esos mismos años aprendió a obedecer sin rechistar ni hacer preguntas a su amo, aunque siempre se guardó para sí, desde lo más profundo de sus entrañas, una disimulada y muy bien justificada aversión: El Duque Gakupo Kamui bien podría parecer un señor feudal como cualquier otro, pero tenía un oscuro y retorcido secreto que hizo que Len se santiguara muchas veces: En el sótano de su casa albergaba una escalofriante cantidad de mujeres, a las cuales el Duque hechizó de alguna manera, formando así su propio harem, cual Sultán de las Mil y una Noches. Todas las mujeres usaban una vestimenta parecida: un ligero vestido amarrado al cuello, que dejaba al descubierto sus brazos y piernas, decoradas con rosas de diferentes colores, para deleite del señor. Cada día y cada noche, Gakupo escogía a la que se le antojara, llevándose de a una, de a dos, incluso de a cuatro, conforme le gustaran, y para cuando terminaba de poseerlas, la dejaba por otra. Así siguió hasta entonces, con cada semana apareciendo otra mujer inocente para caer en las garras de Gakupo. Nadie sospechaba del él, por supuesto; pues este, astutamente se hizo ver a la vista del pueblo como un justo y agradable señor feudal, carismático y generoso. Que farsa, señores. El trabajo de Len como sirviente incluía preparar a las jóvenes que el Duque apeteciera para ese momento y llevarlas hasta él; y luego, después de que su amo se haya hartado, las devolvía a sus habitaciones. Era un trabajo horrible y desagradable, pero Gakupo logró silenciar a Len, dándole una cantidad extra a su bolsa de libras mensual, o bien empezaba a insinuarle sutiles amenazas de despido. Era en esos casos que Len dejaba de hacer preguntas y callaba. Porque en realidad, Len no tenía ningún lugar a donde ir. Sus padres habían muerto de la pandemia de viruela que azotó Asmodín hace casi cinco años. Casi no recordaba (Ni quería recordar) esa época, en la que se olía y veía por todas partes la enfermedad, y diariamente cinco o seis cadáveres eran arrojados a fosas comunes del ya abarrotado camposanto. En esa misma epidemia su madre y su padre cayeron postrados en cama, cubiertos de horribles pústulas oscuras, teniendo fiebre altísima y finalmente sucumbiendo a la muerte… Nunca puso entender por qué sucedió, pues él no era más que un niño asustado, tratando inútilmente de consolar a Rin, su hermana gemela, quien lloraba tanto como él. Después de un penoso funeral colectivo, los hermanos Kagamine fueron llevados al orfanato del pueblo, donde vivieron con los otros niños y las monjas cerca de un año. Después llegaron noticias: Len fue, por decirlo así, "adoptado" por el Duque Kamui, quien lo apadrinó y le dio trabajo como sirviente en su castillo, mientras que Rin consiguió por la Hermana Kaiko una beca para el Conservatorio de la región de Enbizaka, a 5000 kilómetros de Asmodín. El día de la despedida fue muy triste. Len ignoraba cuanto tiempo duró abrazando a Rin, pero no le importó, pues quería conservar su esencia siempre. Rin lloró acurrucada en su pecho, pidiéndole que jamás la olvidara y que se mantuvieran en contacto. Len se lo prometió con un beso en la frente y dándole el guardapelo que su madre le había dado antes de morir, que tenia dentro una foto diminuta de los gemelos y al costado, en relieve, las palabras: Pro Tua Anima Mea (1) Hoy, cuatro años después, Len sentía la misma sensación de vacío y abandono que en el primer día. Se sentía incompleto sin Rin, sin su hermosa sonrisa y su actitud algo mandona, pero generalmente dulce, su olor a naranjas maduras y su risa de reguero de frutas. Esperaba con ansias la siguiente carta. Desde su partida, Len y Rin se enviaban cartas de una región a otra, contándose como la pasaban y dejando en claro lo mucho que se extrañaban. Esta mañana, aprovechó su salida que su amo le daba una vez por semana de la casa para ir al pueblo, para dejar a la oficina de correos la siguiente carta: Querida Rin: Espero que estés bien. Aquí en Asmodín no se ha acabado el otoño y ya tengo que andar con la chaqueta y la bufanda puestas, porque si no, parezco una estatua de hielo; me muero de envidia: allá en Enbizaka debe de ser más cálido que aquí. ¿Cómo te va en el conservatorio? En tu última carta dijiste que tuvieron una gran presentación de la obra “Story of Evil”. Sé que tuviste el papel estelar como la Hija del Mal. Estoy muy orgulloso de ti. Hubiera dado un brazo para ir a verte, mi princesa. ¿Cuánto hace que no nos vemos? ¿Cuatro años? A mí me parecen cuatro siglos. Cuatro siglos eternos sin verte sonreír ni comerte una naranja, te extraño muchísimo, hermanita. Espero con ansias la promesa del Duque de dejarme tiempo libre esta primavera para ir a visitarte, tanto así que ya tengo ahorrado cerca de 1000 libras para el viaje. ¡No puedo esperar para verte y para divertirnos! Te quiere con toda el alma,Tu hermano Len. Cada vez que Len dejaba la oficina de correos, se le escapaba el mismo gesto triste. Oh, cuanto daría por tomar alguno de esos carruajes y llevarlo a la tierra de mercantes y artistas que era Enbizaka, para entrar al conservatorio, navegar entre las diferentes muchachas, hallar a Rin y estrecharla entre sus -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Hacía un ventoso día. Las mujeres estaban desayunando dulces manjares. Gakupo no había salido aún de su habitación. Len pasaba la escoba por el despacho de su amo, una habitación agradable, llena de libros aquí y allá. Al sirviente le gustaba mucho esa habitación, ya que podía pasarse las horas leyendo alguna obra que le llamase la atención, después de haber limpiado: María de Francia, Guillermo de Aquitania, Juan XXII, Dante y Petrarca… Era de esa manera que pasaba el invierno en la casona, pues cuando era primavera y verano, a Len le encantaba pasearse por la caballeriza del amo, sacar alguno de los corceles (siendo su favorito, uno de color bayo a quien bautizó Innovador) y dar una vuelta por el bosquecillo. Len marcó cuidadosamente la página de una obra del Duque Guillermo IX de Aquitania (2), que extrañamente estaba rayada, y que comenzaba así: Del amor no puedo hablar, Ni siquiera lo conozco, Porque no tengo el que quiero… Me ha pasado siempre igual, De quien amo no gocé, Ni gozo ni gozaré… Esos poemas lo hacían pensar en Rin, sentada en un tronco, cantando una hermosa nana… Lo que incrementaba su nostalgia y sus ganas de estar con ella. Suspirando, pasó el trapo por la mesa de trabajo de su amo, en la que se veía una pila de papeles ordenados. De pronto notó una hoja manuscrita doblada, asomada en una enciclopedia. La sacó, la alisó y la acercó a la vela: Querido Len: ¿Cómo has estado? Yo también te he extrañado, ¡y mucho! ¿Sabes? Cuando presentamos “La Hija del Mal”, logré que la Directora dejara un asiento libre. Cuando salí a cantar, veía a padres, hermanos, tíos y novios de las otras chicas… Yo miraba esa silla vacía y te imaginaba sentado allí, mirándome, sonriéndome y aplaudiéndome. Eso me daba fuerzas y cantaba con mas ahínco, siempre mirando la silla, porque sabía que, aunque no figurabas en esa sala… Estabas allí, mirándome. El conservatorio es extremadamente aburrido. Solo hay reglas, reglas y más reglas. Extraño esos días en que le jugábamos bromas a mamá y a papá disfrazándonos de la misma manera para provocares dolor de cabeza. Aquí ni siquiera puedo deslizarme por las barandillas de las escaleras sin que alguna de las institutrices me regañe. Pero ya no importa. ¿Sabes por qué? ¡Estoy de vacaciones! Aprovecharé estas navidades para ir a verte en ese castillo donde trabajas; ¡Ya quiero ver que tan grande es y ver en que podemos divertirnos! ¡Me muero por verte, hermanito! Te adora con todo su corazón, Rin Kagamine. Len se quedó extrañado. Aunque estaba feliz por tener una carta de su hermana, había algo que no encajaba: "Aprovecharé estas navidades para ir a verte..." ¿Cuando Rin envió esta carta? Revisó la parte superior de la carta y se quedó helado: ¡La carta fue escrita dos semanas antes! Si sus cálculos eran correctos, (y no podía equivocarse, pues era bueno en matemáticas), considerando que el conservatorio estaba a diez días de Asmodín, Rin... ¡debió de haber llegado ayer! ― ¡Rin!― exclamó Len, muerto de alegría―. ¡Rin está aquí! Len corrió por todos los corredores del castillo, abriendo las puertas de cada una de las habitaciones, solo encontrando a las demás amantes del duque, pero no había rastro de Rin; echó un vistazo a los jardines y no había señal de ella. Esperó en la puerta y nada. Después de varias horas, Len empezó a sentirse abatido y desanimado. Quizás se había equivocado de fecha, pensaba mientras se recostaba en la pequeña cama de su habitación, pero entonces… ― ¡Len!― escuchó la voz de su amo, desde el interior de su habitación―. ¡Ven aquí! ¡Necesito un té! "El amo me llama" pensó Len, levantándose de su jergón y abrió la puerta. A continuación fue a la cocina y sirvió una bandeja con tazas de té y una jarra de leche. Subió otra vez las escaleras, pero ya llegando a la mitad, de repente se detuvo, pensando en la carta de Rin… Ahora, si ese sobre era para Len… ¿por qué estaba entre los papeles del despacho del Duque…? Y también, ¿por qué el Duque no ha salido de su habitación desde anoche…? Oh Dios… Le llegó un horrible presentimiento. Un escalofrío le atravesó la espalda. Corrió rápidamente hasta el umbral de una puerta de caoba labrada que estaba cerrada. Con el corazón a mil, Len abrió la puerta... Era una habitación inmensa, con amplios ventanales cubiertos de pesadas cortinas de color malva. La estancia estaba casi oscura, excepto por unos cuantos enormes velones que estaban apostados en la mesa de noche. A un lado estaba una tremendamente enorme cama de colores morado y blanco, con doseles transparentes en el techo al estilo antiguo. En la cama estaban… La bandeja del té cayó al suelo, rompiéndose en pedazos las tazas y la jarra, derramando el líquido por toda la alfombra. Su hermana Rin, una muchacha de catorce años, casi idéntica a Len, de pelo rubio y enormes ojos azules, estaba acostada boca abajo en la cama, completamente desnuda y bañada en sudor, jadeando pesadamente, con los ojos cerrados. Su cabello rubio caía desordenado a un lado de su cara, mientras una mano de largos dedos y uñas moradas le acariciaba: Era Gakupo. Len se quedó clavado en el suelo, completamente tieso, incapaz de creer lo que estaba viendo. Su… su adorada hermanita, a quien juró proteger de todo y de todos, hasta con su vida, ante el lecho de muerte de sus padres… Se había convertido en otra de las adquisiciones del Duque… Y eso lo probaba la sangre presente en las blancas y revueltas sábanas, revelando su antigua condición de virgen… ―Rin…― musitó Len, al borde de la absoluta desesperación―. Rin, no… No… ― ¡Sirviente inútil! ¡Arruinaste mi alfombra Axminster de 60.000 libras!―exclamó Gakupo―. ¿Sabes cuánto costaba, mocoso? ¡Ni vendiéndote al triple de tu cabeza lograrías conseguir suficiente dinero para comprar una! Bueno… ― se pasó la mano por la cara y cambió su expresión de rabia a una sonrisa cruel, al ver la desolada cara del rubio―: Te presento a tu hermanita, Len. Tuve la suerte de leer su última carta. Hace cuatro horas que ha llegado a verte, y… bueno, semejante preciosidad apostada en mi puerta no podía desperdiciarse, ¿sabes…? Ahora retírate, ya que arruinaste mi merienda. ¿Continuamos, Rinny…? ―Sí, amo…―musitó Rin con voz ahogada, mirando a Len, pero él no la reconoció en lo absoluto… Su voz, sus ojos y su mirada ya no eran los mismos: Había caído víctima bajo el hechizo del Duque de Venomania― .Tómeme… tómeme… Len salió corriendo del cuarto, con las lágrimas inundando sus mejillas y cayendo al suelo a lo largo de su despavorida carrera; quería huir, a donde fuera, y morir… Entró en su habitación, cerrándola de un portazo, temblando de pies a cabeza. Aun desde allí se oían, los gemidos amortiguados de Rin y los desagradables jadeos de Gakupo, poniendo sus asquerosas manos en la delicada piel de su gemela, profanándola, manchándola, envileciéndola... Rin ya no es Rin: Se ha convertido en otro de los títeres vivientes del Duque de Venomania solo para su maligno placer... Caminó hasta el manchado y viejo espejo de cuerpo entero que estaba junto al armario. Vio su reflejo en él: Un joven de catorce años, de tez lechosa, ojos azul zafiro y cabello rubio alborotado, largo y recogido en una cola de caballo con una cinta. Usaba un típico traje de criado: una camisa blanca, chaleco y pantalón de color oscuro y una corbata amarilla. Su otro yo onírico le devolvía la misma expresión que él poseía: una mezcla de… horror, estupefacción, espanto, ira, rabia, dolor… y celos. Cerró los ojos un momento, tratando de controlar la pedregosa respiración y los violentos latidos. Al volver a abrirlos, su gemela estaba al otro lado del espejo, donde brillaba el medallón en su cuello, sonriéndole. Len le devolvió brevemente la sonrisa… estiró la mano para posar las yemas de los dedos en la superficie lisa del espejo, a la altura de la blanca mejilla, casi sintiéndolo de verdad… su media sonrisa se transformó en una mueca de conmoción al aparecer Gakupo detrás de Rin, abrazándola por detrás y lamiendo su cuello. La muchacha suspiraba y echaba la cabeza hacia atrás... ― ¡NOOO…!― chilló Len con voz desgarradora, golpeando la superficie del espejo con sus puños, así resquebrajándose y cayéndose a pedazos al suelo, desapareciendo así la horrible imagen, volando fragmentos rotos en todas direcciones. Len cayó de rodillas ante el destrozado espejo, presa de espasmos, temblando violentamente, apretando sus manos que sangraban copiosamente, dejando caer grandes gotas al suelo, entre los pedazos y ahogándose vivo en sollozos... ― Rin... Rin...―pronunciaba su nombre una y otra vez, sin poder creerlo―. ¿Por qué...? ¿Por qué, Dios, por qué...? Len sollozó sin descanso ni consuelo, durante horas, jurando ver que en cada uno de los fragmentos rotos del espejo a su alrededor, se reflejaba la cara de su amo, riéndose de él... To be continued… -o-o-o-o-o-o-o-o-o- Authors' Note: (1) Pro Tua Anima Mea. En latín significa: "Mi alma por la tuya" (2) Guillermo IX de Aquitania es el más antiguo poeta francés que escribió en romance vulgar. Gran señor, gran amador y muy ilustrado para la época, el poema fue sacado del primer tomo de los Reyes Malditos, de Maurice Druon. ¡Lo siento mucho! Lamento hacer sufrir a Len de esta manera tan horrible pero... Se calma) Ya todos sabemos el final de la historia del Duque of Venomania, así que esto no se quedará así, se los juro. Aun así, ¡me fascina esta idea de un Len enloquecido, rozando el umbral de la locura! (?) (Causa: Haber visto "Yaderenka: Psichotic Len's Love Song" "Nazotoki" y "Paradichlorobenzene" de un Len psicologicamente inestable. Aquí Len tendrá otros episodios de demencia momentánea, como en la escena del espejo. Advertencias del próximo capítulo: El siguiente capítulo es extremadamente crudo, además de que esta la presencia de un Len parcialmente desesperado e inestable XDDD así que aquellos que sean débiles de corazón, absténganse de leer. ¡Muchas gracias por leer!
Primera en comentar. Hola, ¿Como estas? Yo no se cual es el final del "Duque of Venomania" pero bueno aun así me encanto y te aseguro que me muero por saber que pasa en el siguiente capitulo pobre de Rin y maldito Gakupo ¡TE MALDIGO! pobre de el resto de las chicas a las que VIOLO pobre de Miku, Luka y asumiré que también están Gumi, Haku, Meiko, Miki entre otras pero ten cuidado en el foro no se permite el Lemon pero aun así me encanto pero ten cuidado de que tu historia no sea borrada o bloqueada por tener contenido prohibido por el foro y sin mas que decir me despido, Bye-Bye
El final del "Duke of Venomania" es que Kaito (el tipo de cabello azul, bufanda azul, idiota y adicto al helado XD) se disfraza de mujer para engañar a Gakupo y acuchillarlo directo al corazón, rompiendo el hechizo de las mujeres. En este fic, sin embargo, no ocurrirá exactamente de la misma manera, pues Len es el protagonista :L Si, están Gumi (la responsable de todo este desmadre, pues FUE ELLA quien se burló de Gakupo y lo hizo hacer esto) Haku, Meiko (otro personaje importante en la trama), Miki, etc. No colocaré el lemon que tiene este fic en los últimos capítulos, pero si colocaré el terrorífico (XD) final. ¡Gracias y sigan comentando!
¡Hola gente! ¿Me extrañaron? ¡Ahora, vamos a darle! Advertencias: Aunque avisé en el capitulo anterior, recuerdo: Este capítulo es crudo por tocar temas delicados como el asesinato, la santería y otras cosas más y cuanta con la aparición de algunos personajes especiales y de un Len desesperado e inestable (*.*). Fueron advertidos. -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- "Polvo son... y al polvo volverán" decía un tétrico fraile tuerto mientras echaba unas gotas de agua bendita a la fosa abarrotada de cadáveres... "¡Oh Len! ¡No quiero irme y dejarte solo...! Prométeme que no te olvidarás de mi, ¿si?" decía una llorosa Rin de 10 años en la entrada del orfanato, ya a punto de partir... "Aprovecharé estas vacaciones para ir a verte en ese castillos donde trabajas..." "¿Continuamos, Rinny?" la voz ronca de su amo tenía que aparecer... "Si amo... tómeme... tómeme..." ― ¡Ahhhghhh…! Len se despertó de golpe y respirando profundamente para recuperarse. Se frotó las manos, aun cubiertas por vendajes tras cortarse las manos por su arranque de desesperación frente al espejo, para ahuyentar el frío. Otra noche igual a las anteriores: Retazos de desagradables recuerdos paseándose por su mente, sin detenerse nunca. Las hojas rojas y amarillas eran barridas de un lado para el otro frente a la alta ventana. Un sol macilento hacía lánguida presencia entre las grises nubes y el viento alborotaba los cabellos y escocía la cara. Desde la horrible tarde que Len se había dado cuenta de que su adorada Rin fue violada impunemente por su amo (pues no había otra definición que darle, sino precisamente esa), la vida de Len, antes difícil, ahora se había vuelto un maldito infierno. Aunque el amo cambiaba constantemente de favorita como de ropa, mas de una vez Len lograba atisbar por la rendija de la puerta del despacho a Gakupo sentado en su sillón, completamente vestido como un alto dignatario, con una Rin muy ligera de ropas sentada en sus rodillas, dejándose agasajar por él. El rubio se moría de la rabia y de los celos al ver esas escenas. Así es, ladies and gentleman: No es solamente la furia de un hermano al ver como su hermana es humillada y vejada, manchándole el honor y la dignidad... si no también estaba presente la rabia de un hombre al que la están arrebatando vilmente lo que era suyo y que le pertenecía solamente a él... Pero claro: Len no podía hacer nada. Esa era la Ley del más Fuerte; la Ley del Señor Feudal: Gakupo era su amo, su señor, su protector... y él no era más que un insignificante sirviente y por eso mismo no podía protestar, sino morderse la lengua y callar. ¿Y luego esos frailes gordos pregonan en la misa que todos los Hijos de Dios son iguales, sean señores o esclavos? Asquerosa mentira, señores. Len suspiró mientras se levantaba de su jergón. Debido a que hacía demasiado frío para asearse afuera como siempre, y también considerando que precisamente estos días su amo tenía por costumbre dormir hasta más allá del mediodía, el sirviente aprovecharía la oportunidad de usar el cuarto de baño. Tomó varias toallas, entró al baño y se deshizo de sus ropas, y dejó que el agua caliente y el vapor acariciaran su cuerpo, de complexión delgada, pero firme. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, dejando que el calor se apoderara de su cuerpo, pues su alma estaba helada y marchita como las mismas hojas muertas del jardín. -o-o-o-o- Era una noche helada. La casona estaba en completo silencio y todas las luces estaban apagadas. Gakupo se retiraba por fin a dormir, después de una orgía con Meiko, Luka y Mike como romanos en bacanal. Len terminó de hacer todos los deberes de la casa y subía las escaleras para ir a su habitación... Pero vio la puerta entreabierta del cuarto de Rin, localizada en el ala izquierda de la casa. Después de dudar por unos momentos, Len entró en la habitación, que era de tamaño grande, amoblada con lujo y buen gusto, con alfombras muy tupidas, muebles con mucho barniz y una amplia cama con doseles. Rin estaba echada sobre su costado. Las sábanas revueltas, el cuello del ligero vestido desecho y la falda subida delataban que el duque había visitado la habitación hacía poco. Apretando las mandíbulas al imaginarlo, Len cerró la puerta, para dedicarse a lo único que podía hacer ahora: Mirarla. Se moría del dolor al haber sido completamente incapaz de protegerla de Gakupo. Haciendo un esfuerzo para no derrumbarse como en el incidente del espejo, Len con suma ternura le arregló las desordenadas ropas y la cubrió con la manta. Después de hacerlo, el Sirviente se recostó junto a su cautiva princesa, acariciando su mejilla, con cuidado de no despertarla. Debía hacer así, cuando Rin estuviera sumida en los brazos de Morfeo, ignorando por completo su situación y el dolor que pasaba su gemelo, pues despierta ella lo trataba fríamente, como si jamás lo hubiera visto. ―Rin... estoy seguro que, si algún día despiertas de esta pesadilla, vas a odiarme por no haberlo evitado. Perdóname por no haberte podido proteger...―musitaba Len pasando los dedos por la dorada cabecita―. Sé que no me reconoces, pero sé que la verdadera tu esta allí... encerrada en esta torre―tomó la mano de Rin y la colocó sobre su pecho, justo en su corazón, colocando la suya propia encima, uniéndolas―: Voy a liberarte de tu prisión, mi princesa, aunque me cueste la vida. Tu caballero vendrá a rescatarte del monstruo... Escapándose una traicionera lagrima por la mejilla, Len acercó los labios a su oído y canturreó: Tú eres mi princesa, sirviente tuyo soy, Destino divido, lamento de gemelos. Para poder protegerte y tu sonrisa siempre ver, Entonces en malvado me convertiré también. El mundo tiene guardadas muchas sorpresas, Y se convirtió en nuestro enemigo. Yo quiero protegerte, Para volver a ver tu dulce sonrisa. Len incorporó la cabeza para mirar el durmiente rostro de su hermana. Se veía tan indefensa y vulnerable, como un pajarito, con la luna cayendo sobre su rostro, dándole un realce para hacerlo aun más bello de lo que es... Ante ese pensamiento Len se sonrojó furiosamente y volteó la cara, creyendo por un momento que Rin lo había visto. El pobre sirviente tenía por un lado el deseo de salir de allí... pero los labios rosados de Rin, entreabiertos, lo atraían fuertemente, como una polilla a la luz. En su mente una voz empezó a gritar: "¿Estás loco? ¡Esa clase de pensamientos no son para una hermana! Mira las cosas impúdicas que estás pensando, bastardo enfermo..." Pero la voz fue enmudeciendo conforme Len se inclinaba en la oscuridad fragante de la habitación, para finalmente posar levemente sus labios con los de Rin y entrelazaba su otra mano con la suya. Len tímidamente deslizó la lengua dentro de su boca, disfrutando por un efímero instante este hermoso pecado, en un intento de borrar el sabor de las berenjenas de su amo. Se separó luego de varios minutos perdido en este éxtasis, al oír gemir suavemente a su hermanita, para luego suspirar, darle un tierno beso en la frente y abandonar el cuarto. -o-o-o-o- Hasta en los jardines se escuchaban las campanas viejas y desafinadas, anunciado la misa del domingo. Sin embargo, Len no volvió a la Iglesia, pues no estaba dispuesto a seguir arrodillándose ante ese Dios tiránico que permitió este calvario en primer lugar y que hacía oídos sordos a su justa súplica de llevarse a Gakupo al infierno. Al contrario: el Harem creció y con ello el continuo sufrimiento del sirviente. Ya había rezado de la mañana a la noche y de noche a la mañana a Dios, a la Virgen María, a todo maldito Santo y dichoso ángel que se sabía, para que Gakupo se muriera, como fuera, ya cayéndose de su caballo y rompiéndose la cabeza o ahogándose con una de sus berenjenas... y todos lo ignoraron olímpicamente. Ahí la paciencia y le fe de Len tuvieron un punto de quiebre con una desagradable visita... -o-o-o-o- ― ¡Sirviente flojo! ¡Date prisa y prepara todo, pues esta casa esta como un chiquero y debe relucir todo!―iba diciendo Gakupo un mediodía, mientras se enrollaba una toalla en el largo y húmedo cabello ― ¿Quienes van a venir, mi señor?―preguntó Len con aparente tranquilidad mientras secaba con un trapo unas copas. ―Eso no es asunto tuyo― replicó Gakupo imperiosamente, de pronto sus ojos brillaron de malicia―O tal vez... si te interesa saberlo, Len: Son viejos camaradas míos, compañeros de armas que no he visto desde hace mucho tiempo... y a los cuales quiero impresionar... ¿entiendes? ―Si señor―contestó Len en una reverencia. Ignoraba si estos estirados tipos sabían del "secretito" de su amo, pero sabía que no iba lograr nada preguntándole; así que se mordió la lengua y puso en su lugar los cubiertos en la larga y ornamentada mesa para terminar lo que se estaba asando en la cocina, que no era poco. Hacía un buen rato que no había visitas en la casa, ya que al estar bastante alejada del camino del pueblo, los habitantes solían evitarla, ya que les provocaba una sensación extraña, como si hubiera una bestia oculta durmiendo en esos terrenos. Hace tiempo alguno que otro enviado del Rey había entrado a la casa por razones reales, pero paulatinamente fueron dejando de aparecer, para terminar Len haciendo de mensajero cuando hacía falta, dejando la casa sola por días. Cada vez que lo hacía, Len lo agradecía mentalmente, pues entonces así no escucharía las estruendosas orgías de varios días con alcohol, comida, berenjenas, caramelos y cantáridas a granel. Para las tres de la tarde ya faltaban unos minutos para que los personajes hicieran su aparición. Len se quitó la vieja camisa manchada de grasa y se la cambió por una que usaba para ocasiones especiales, aunque ya era muy vieja. Gakupo le ordenó que encerrara a las doncellas en sus habitaciones, pues según él: "No quiero llamar demasiado la atención y por ende arruinaría la sorpresa que tengo preparada para mis visitantes". Len se encogió de hombros mientras lo hacía, mientras su amo se desaparecía a su habitación por unos momentos. ― ¡Len, párate en la puerta y recibe las capas de los invitados! ¡Es para hoy, inútil!―ordenó Gakupo desde el vestíbulo. Len asintió y se paró junto a la puerta. Primero entró un hombre joven de pelo verde aguamarina corto y ojos del mismo color, saludó con una cabezada al sirviente, para luego darle su manto bordado, revelando un traje de color verde claro y botas altas. Detrás de él estaban un hombre de rostro atractivo y malicioso, cuyo cabello y ojos de un color rojo intenso. Sonrió con socarronería y se quitó la capa jaspeada, tirándose la encima de la cabeza a Len, quien tenía el brazo extendido para recibirla, para luego pasar a su lado ignorándolo como si fuera un perchero. Len se quitó el saco de la cabeza y le fulminó con la mirada. ― ¡Mikuo! ¡Akaito! Bienvenidos sean―saludó Gakupo extendiéndoles los brazos afablemente. Usaba ese traje ornamentado que solo se ponía en los días de fiesta y su largo pelo estaba recogido en una larga trenza. En ese momento hizo su aparición otro hombre joven de pelo corto color castaño y ojos oscuros― ¡Oh, Meito!, que gusto verte. Siglos sin verlos a los tres. ¡Pasen, pasen! Vamos al comedor. ¡Len! Lleva a estos caballeros a la mesa. ¡Muévete!―exclamó Gakupo chasqueando los dedos al enfurecido sirviente. Len suspiró y se apresuró a obedecer. Iba a ser una larga y tortuosa tarde. Pronto la mesa estaba cubierta de platos y fuentes llenas de verduras, carnes, guisados, frutos secos y copas rebozando de agua y alcohol. Los cubiertos tintineaban mientras cortaban los pasteles de pollos y las lonjas de cerdo guisado. Los 4 duques se la pasaron hablando y riendo de chistes y rumores candentes de la aristocracia e intrigas palaciegas y ya cerca de la hora del postre, a Len le gruñía el estómago al ver como los comensales echaban a un lado pedazos de comida, sobre todo al ver las bananas frescas en el cesto de frutas, pero siguió con su trabajo, es decir abasteciendo de bebidas a los invitados, sobre todo Meito, quien bebía alcohol sin parar. Finalmente cuando se retiraron los platos fuertes y quedaron solo los de los postres, Gakupo se recostó perezosamente sobre su reclinatorio mientras los tres invitados le agradecían la comida. ―Es una cena simplemente soberbia, Gakupo―observó Mikuo con un gesto mientras se limpiaba la boca con la servilleta de tela bordada―Superaste a la cena que me dio el gobernador de Enbizaka la semana pasada. ―De nada―dijo Gakupo lánguidamente―Debo darle un pequeño reconocimiento a Len, mi criado, quien se pasó toda la mañana preparándola para nosotros. ― ¿En serio?―dijo Akaito, quien a continuación murmuró: ―Eso explica porque el cerdo guisado sabía un poquito raro... ―Oye tú―le dijo Meito a Len―Si encuentro una señal de tus sucios dedos en mi manto turco, acabarás de cabeza en la fuente. En ese momento, Gakupo se levantó. ― ¿Están listos para mi sorpresa?―preguntó Gakupo alegremente. Todos asintieron―Esperaba la hora de la cena para darles algo de entretenimiento, así que...―dio unas palmadas― ¡Rin, ven aquí! Lo siguiente que pasó... decir que fue horrible para Len sería quedarse corto. Su hermana entró por una puerta que estaba justo detrás de Gakupo y se plantó frente a la mesa. Lo que tenia puesto hubiera hecho que Len se arrancara los ojos: Debajo del vestido no llevaba nada. Usaba una túnica tejida, ajustada y vaporosa de color blancuzco con la que se podían apreciar todos y cada uno de los juveniles atributos de la muchacha, incluido los pequeños senos, todavía en desarrollo. Iba descalza y en uno de sus desnudos pies tintineaban unos pesados aros de plata. Parecía estar en trance y su cabeza daba vueltas, como las doncellas drogadas del Oráculo de Delfos. La sangre de Len se le heló en un instante. Había creído que no podía haber nada más horrible que haber permitido que su amo desflorara impunemente a su hermanita... y esto era mil veces peor. Mikuo no cambió su expresión, aunque se le notaba una ligera incomodidad... En cambio, Akaito y Meito aplaudieron con morboso entusiasmo, pidiéndole a Gakupo que hiciera que Rin girara para verle su trasero y compararlo con las de sus esposas... Cosa que Gakupo gustosamente cumplió. ― ¡Anda Rin! ¡Baila! ¡Baila para nosotros!―ordenó Gakupo con deleite. La muchacha empezó a danzar graciosamente, una especie de mezcla de Ballet con Polka, entre los movimientos sacudiéndose sus pechos... cosa que los comensales no perdían de vista. Mantenía los brazos en alto y giraba, siempre sonriendo, y para los tres minutos empezó a cantar (1) Anata ga nozomu no nara ba Inu no yoni jujun ni Himo ni nawa ni kusari ni Shibara rete agemasho Arui wa koneko no yoni Ai kuru shiku anta o Yubi de ashi de kuchibiru de Yorokoba sete agemasho Akaito y Meito se levantaron aplaudiendo frenéticamente, arrastrando a Rin a sus sillas para llenarla de "atenciones" ante sonrisa cruel de Gakupo y la mirada horrorizada de Len. Tanto orar... pidiendo un milagro... y le dieron esto. El sirviente no lo soportó mas y corrió a su cuarto, ignorando el llamado de su amo, sin detenerse a mirar hacia atrás. ¡¿Por qué? ¡¿Por qué? ¿¡Por que Dios ha permitido todo eso! En ese momento Len mandó al diablo toda oración, tomando el crucifijo que le dieron las monjas y la rompió en pedazos, pisoteándolo y pateándolo, ahogado en este paroxismo del dolor. Vio todo pasar por su cabeza como una película parpadeante: Sus padres llenos de pústulas siendo arrojados a otros cuerpos descompuestos en el camposanto, como Rin aceptaba el medallón entre sollozos, la primera vez que vio el edificio del duque, la primera vez que descubrió a su amo y a una muchacha, haciendo el amor por el suelo, la carta de Rin, haberla visto en el cuarto de Gakupo, y ahora... verla bailando semi desnuda, dejándose tocar para esa bola de degenerados... Todo repitiéndose en su cabeza una y otra vez, con la misma sensación humillante y espantosa. Podría haber gritado con todas sus fuerzas, desgarrándose por enésima vez la garganta, buscando ahogar con gritos, sollozos, súplicas, blasfemias y maldiciones la multitud de espantosas imágenes que lo asediaban; y a pesar de todo, entre las súplicas, el horrible rostro de su amo clavaba su mirada en su alma. Ya finalmente agotado, enloquecido de dolor, Len perdió la consciencia... Al volver a abrir los ojos estaba tirado sobre el frío suelo sin lijar de su habitación. El viejo reloj cucú de la mesita daba a entender que era medianoche. Len se incorporó lentamente; el dolor de cabeza estaba remitiendo un poco, pero aun sentía los furiosos latidos en las venas, clamando una sola cosa: Vendetta. Ya que no pensaba seguir rezando por que se cumpla el milagro que Gakupo estire la pata, ni tampoco esperar hasta que muera de viejo, Len iba a... adelantar el momento. Sus orbes azules se movieron al desportillado pocillo, lleno de té oscuro... podría envenenarlo... Por un momento, Len se estremeció. Sabía muy bien que asesinar a su amo, por más despreciable que fuese, era atentar contra una vida humana, y por lo tanto, se ganaba un boleto de ida sin retorno al Infierno... Pero al atisbar por la ventana la borrosa silueta de su amo paseando por los jardines, en compañía de Gumi, Luka... y Rin, el miedo a la condenación fue reemplazado por un odio sordo que quemaba toda flaqueza. ¿Que importaba si San Pedro le pateara el trasero apenas pusiera un pie en las puertas celestiales y lo mandara derechito a las cocinas de Satanás, si con eso liberaría a su amada Rin y a las demás mujeres de ese despreciable ser? Sería un malvado menos en el mundo, que estaba saturado de ellos (2) Después de dar muchas vueltas en silencio, lo tenía planeado. Después de regresar del bosque con varios hongos y plantas que tenían la capacidad de fulminar a un hombre en menos de una hora, Len tuvo que tener mucho cuidado de no envenenarse a si mismo, mientras cortabas las oronjas y las amanitas y machacando las hojas de belladona y poinsettia en el mortero, empañado en hacer la cena de Gakupo: Té de hierbas y berenjenas rellenas de champiñones, la última en esta vida... ¿La última? Una hora y media después de haber arrasado con la cena y Gakupo seguía vivito y coleando, llevándose a Rin y a Gumi al cuarto de baño, el rubio sirviente quería arrancarse el cabello, sumido en otro ataque de desesperación... -o-o-o-o-o- Había otra salida... que era prácticamente lo mismo que la anterior, pero sumado a otro elemento que lo hacía más reprobable que lo otro: Brujería. Len suspiró mientras apoyaba su rostro contra el marco de la ventana, donde veía la lluvia caer. La idea de hacer brujería era extremadamente sacrílega, lo asustaba hasta la locura; pero no eran momento de echarse para atrás, más aún cuando se reveló que Akita Neru resultó embarazada del amo. Eso fue el "clic" que empujó a Len a hacerlo. La sola idea de que Rin concibiera un hijo del amo le hacía querer tirarse de la azotea de la casa. De esa manera Len adormeció su consciencia: Lo haría por Rin, y por ella haría lo que sea. Investigó un poco y ya después de 2 semanas tenia lo que quería saber. Se armó de valor y empezó el proceso: En la mañana, Len se cubrió con una capucha negra, montó a Innovador y cabalgó hasta el pueblo, concretamente, al barrio de san Eustaquio y de allí llegó a la calle de los Borboneses (3). Parecería una callejuela como cualquier otra... Pero en algunas trastiendas, a precio de oro y con infinitas precauciones, se vendían los ingredientes necesarios para la brujería: polvo de serpiente, sapos machacados, lenguas de ahorcados, pelos de rameras, así como también toda clase de plantas, cogidas en el momento preciso de la luna, para fabricar filtros de amor o venenos con que "fulminar" al enemigo. La llamaban también "calle de las brujas" a aquella estrecha vía donde el diablo, en derredor de la cera, ejercía su comercio de materia prima de los sortilegios. Para la hora de la tarde, con el pretexto de preparar una cena de pollo con hierbas al horno para esa noche, Len fue discretamente al gallinero de la parte trasera de la casa, donde sacó un ejemplar joven de un gallo, completamente negro y lo llevó a la caballeriza, donde, sofocando los chillidos del animal, lo estranguló y con una navaja le abrió el pecho y le sacó el corazón, para luego prender fuego al cadáver del animal. Acto seguido fue al corral y sacó una cabra del mismo color, para hacerle lo mismo, solo que esta vez le sacó el cerebro, según lo que logró averiguar del libro de Santería de la biblioteca de su amo. Después se deslizó silenciosamente al cuarto de su amo y se apoderó de su cepillo para el pelo (Era una suerte que el amo tenga una melena tan larga, pensaba Len). En esa noche, Len tomó una melancólica vela y se encerró en la cocina. Antes que nada debía atraer a los espíritus y por eso encendió varias varillas de incienso, cirios de iglesia y sacó fuera la Biblia que estaba en una de las vitrinas. Primero se sacó del brazo algo de sangre, que fue a reunirse con los pelos de su amo, las vísceras de la cabra y el gallo, donde las mezcló con tembladera, verbena, muguete y boca de dragón, y sulfato de mercurio, mientras al tiempo Len mascullaba las jerigonzas incomprensibles entre las cuales el nombre de su amo salió tres veces mientras calentaba la diabólica mezcla en un ladrillo nuevo, para obtener una sustancia espesa y acre, de un asqueroso color oscuro. La sonrisa del sirviente se hizo más pronunciada... ― ¿Donde está mi té?―preguntó Gakupo la mañana siguiente, sentado en su sillón de la sala. ―Aquí tiene, mi señor...―musitó Len, tratando de esconder su tono de triunfo, mientras le daba su acostumbrada taza de té... al cual astutamente Len ocultó el terrible olor volátil echando mano a un truco de cocinero. ―Gracias. Ya puedes retirarte. ― ¡Oh! ¿No necesita nada más, señor?―preguntó Len arrastrando las palabras, cruzando los dedos por que este intento de asesinato funcionase esta vez, al ver como su amo bebía un largo sorbo de "té". ―No, no necesito nada―dijo Gakupo. Len hizo una reverencia y se disponía a retirarse cuando...―Por cierto... te felicito: Esté té de vísceras de animal y plantas de brujas te salió muy bien. Simplemente delicioso―dijo de pronto, bebiendo otro largo sorbo. El sirviente palideció de golpe ante esas palabras. ¿¡Como lo supo! ¡Si fue tan cuidadoso en no delatarse en todo lo que hacía! Len se quedó boquiabierto y balbuceó palabras incomprensibles. Su amo le lanzó una sonrisa irónica, mientras le goteaba algo del oscuro líquido por la barbilla. Muerto de miedo, Len se encerró en su cuarto. -o-o-o-o- Las calles tienen un aspecto entristecido. Len caminaba penosamente hacía el mercado, mientras ráfagas de viento le hacía ondear sus rubios cabellos. A su paso, padres y maridos desesperados llamaban a voz en cuello a sus hijas y esposas; los montones de panfletos de mujeres "desaparecidas" ya eran arrancados por la lluvia y el viento, cubriendo el suelo de amarillentos jirones. Desde el segundo intento fallido de deshacerse de su amo, Len había caído en un estado de aplastante desmoralización, hundido en su derrota. Miraba con pena a cada persona que le preguntaba: "¿La has visto?" deseando con toda su alma ayudarles a hallar a sus seres queridos... pero no podía ser posible: Su amo le había demostrado (o más bien, restregado en la nariz), que estaba más allá del alcance del destino... ¡Cuanto daría por que se le presentara una maldita señal, ya fuera bendita o diabólica...! En medio de sus cavilaciones chocó contra una mujer algo encorvada, apretujada en su capucha. ―Discúlpeme― murmuró Len― No me fijé por donde iba... ―No importa, muchacho―musitó la mujer alzando la cabeza para mirarlo, revelando un rostro maduro y grisáceo, de largos cabellos blancos y ojos oscuros. Al mirarlo, los ojos de basset de la mujer se ampliaron―¿Len? ¿Eres tú? ― ¿Como sabe mi nombre?―inquirió Len algo sorprendido. ― Dios mío... ¡Como te ha cambiado la estadía en esa maldita casa! ¡Oh Len! ¿Por qué no has huido? ¿No ha sido suficiente estar un solo día con ese chacal?―Al ver que el sirviente empezaba a retroceder, quizás tomándola por una demente, la mujer se bajó aun más la capucha― ¿No me reconoces? Soy Nana... La antigua cocinera del duque Gakupo. Len se devanó los sesos por un momento, hasta que un recuerdo providencial le llegó a la agotada mente: Recordaba que al llegar por primera vez a la casa, había una cocinera de edad madura. Nana, quien lo recibió con una cansada sonrisa y un barquillo caliente... Pero luego de un mes, puso pies en polvorosa. Aunque Len no tuvo mucho contacto con ella, debido a sus deberes, la echó de menos y le preguntó a su amo, quien le dijo: "Se fue por motivos de salud..." ― ¡Eres tú, Nana!―exclamó Len― ¿Por qué te fuiste? El amo dijo que te fuiste por estar indispuesta de salud... ― Mentira―le interrumpió Nana― Si estoy indispuesta... pero del alma. Hace años...―bajó la voz hasta volverla un susurro―Recibí un golpe, del que nunca me recuperaré. Tú no lo viste, Len. ¡Oh, Dios evitó que vieras eso!―la mujer palideció de golpe y se desplomó en un banquillo. ― No lo entiendo, Nana―dijo Len sentándose a su lado― ¿Que fue lo que viste? ― ¡Ay de mí! ¡Eso me pasó por curiosa! Fue cuando el amo Gakupo regresaba a la casa. Estaba triste y frico a la vez: Al parecer una doncella llamada Gumi lo había dejado en ridículo frente a otras personas. Estaba realmente trastornado: Hablaba consigo mismo y se retorcía las manos (Aunque no me preocupé, pues ya estaba acostumbrada a sus excentricidades...) Y una noche...―la mujer bajó la voz aun más―Oí ruidos extraños en su despacho... yo, que estaba sufriendo de insomnio, me atreví a ver por la puerta: Gakupo estaba en arrodillado en el centro de un pentagrama pintando con sangre de cerdo y cirios, invocando al Diablo... y por lo que alcancé a escuchar... Estaba pidiendo el poder de atraer a toda mujer que lo mirara... Len se puso lívido, asimilando las palabras de la mujer: Así que por eso el amo no muere, pensaba Len, mirando el suelo. Así que por eso no reaccionó a las oraciones ni al veneno y a la misma pócima, llegando a adivinarla en el té: Hizo un pacto con el demonio para hacer que cualquier mujer que lo mirara cayera perdidamente enamorada de él... Incluida Rin... ―Lo siento, no me gusta hablar de esto―musitó Nana―Ahora quiero saber... ¿Por qué no te has ido de la casa, Len? ―Por que simplemente no puedo―respondió Len con la mirada perdida―Antes lo que me retenía de irme de esa casa, era el agradecimiento al amo Gakupo por darme un trabajo y un hogar, en lugar de seguir en ese maldito orfanato... He estado todos estos años guardando los gustos del amo, cumpliendo con la obligación de los siervos de guardar los secretos de sus señores... Pero ahora... el amo ha tomado como concubina a mi propia hermana gemela, Rin...―los ojos de Nana se llenaron de pena y compasión la ver la cara de dolor del rubio―Confieso que he tratado de eliminar al amo de... diversas maneras, y a todas ha sobrevivido campante. No sé qué hacer, Nana... ― En este mundo hay tres justicias, Len―dijo Nana levantándose―La justicia de Dios... la del Diablo... y la propia. Yo también desearía ayudarte en hacer que el maldito perro piojoso reviente... Debo irme... Confía en Dios, Len... y él te ayudará. La mujer se despidió con un gesto y despareció entre los puestos del mercado, dejando a un Len completamente meditabundo, sujetando con fuerza el asa de del cesto lleno de berenjenas. Dejó caer una de las berenjenas más gruesas y la aplastó, imaginándose que era la cabeza de Gakupo y los jugos que se escurría, su sangre. -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Author's Note: ¡Huuuy! ¡La cosa se está poniendo buena! Para el tercer capítulo aparecerá Kaito XDDD. Y Gakupo recibirá su castigo. (1) Iroha Song (2) Caray, Len comparte la doctrina de Kira XDDDDD También yo ¡Al Hall Kira! *Shaw rinde reverencia* (3) La callejuela si existe, (o existía, no estamos seguras... U.U") Localizada en Francia y mencionada en la obra de Maurice Druon, La Saga de los Reyes Malditos.
Primera en comentar. Hola, ¿Como estas? Realmente me esta dando miedo, esta situación justo anoche tuve un sueño (de cierta forma normal para mi) donde vi a lo rápido a un hombre haciendo un pacto con el diablo y a un joven que se desplomaba en suelo tras ver algo impactante (Si esto para mi es normal), pero por desgracia hasta ahora es todo lo que recuerdo, pero cuando leí esto me quede helada aveces pienso que todos tenemos una razón por la cual soñar pero todavía no le encuentro una explicación a mis sueños, la mayoría de las veces sueño con muertes veo como son asesinados, veo como la maldad ha ido evolucionando al pasar los años, también veo como le han vendido su alma al diablo y el simple hecho que tu hayas puesto algo similar a mi sueño o a lo que puedo recordar de este es algo que causa intriga, pero supongo que tendré que quedarme con la duda bueno sin mas que decir me despido. Bye-Bye
Lamento haberte recordado ese sueño u.u a mí me pasó algo parecido, pero luego de ver "666: The number of the Beast" de Iron Maiden. No, la cancion no trata de satanismo, habla de un sueño, exactamente como te pasó a tí. Todo este fic salió de una pesadilla muy fea que tuve en un viaje para estudiantes de Administración. Me dormí a las 4:30 A.M y desperté dos horas después, asustada por una imagen parecida a tu sueño.
Holass :D Veeo que nuestro Fic a surtido efecto Shade :). Gis te comento algo... O,O no eres la unica a la que le pasa eso n.nU lol Despues de todo a mi me ha pasado tambien y es realmente tenebroso..Me he levantado gritando y muuy agitada... Jeje ;) pero afortunadamente son solo sueños...Sigue leyendonos y anyway. :D
Hello, eveybody... Yeah... Shade is back, alright! Bien... Dejen mi lado mi delirio Pop, producto de la resaca de anoche =.= Bueno, aquí les traigo la tercera parte de "Servant of Venomania" la cual, por mótivos de comodidad, dividiré a la mitad. ¡Disfruten! Advertencia: Escenas bastante grotescas. Primera parte: Filosofías de Azufre, Conversiones en el Cementerio. -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Entre las tinieblas empieza a clarear, y desde el este, una tenue franja gris en el horizonte anunciaba que la aurora se pararía muy pronto sobre el castillo. Los macilentos rayos se reflejaban en las almenas de la torre del campanario. En el pueblo, entre la desolación general, los habitantes ya se levantaban a trabajar en el mercado o a recuperar lo poco que quedaba en los campos. En el vestíbulo principal, sentado en su sillón, una figura espigada esperaba la llegada de su "aperitivo matutino" antes del desayuno. "Los sacerdotes y papas de Roma no saben la verdad. No hay un solo Dios, sino dos: El del Bien y el del Mal. El Mal es la nada y es la muerte. Ambos crearon a los hombres, dirigidos por el Mal, pues este es el elemento natural del pueblo de origen. El Mal es el que conquista nuestros vientres y nos empuja a él…" Esta extraña filosofía, que olía a azufre y en la que había restos de maniqueísmo y creencias cátaras mal interpretadas, dominaba la mente de Gakupo. Siempre se habría creído invencible desde esa noche que entregó su alma a Satanás y le había dado este nuevo rostro, hermoso como el de un Rey, remplazando ese horrible rostro del que solo se tenía por testimonio un cuadro de su juventud, quemándose en el fuego de la chimenea; un rostro del cual ninguna mujer, fuera noble o villana, salía airosa. Se sentía todopoderoso, en ese pueblo inmenso e ignorante, lleno de mujeres todavía sin conquistar. Usando su poder del Malpara hacer lo que se le antojara. Sade estaría orgulloso de él, eso era seguro. Bueno, eso fue antes de que Len osara enfrentarle, usando también el Mal. Pensando en su sirviente precisamente... Era verdad que últimamente Len había desarrollado unos extraños trucos. Todo por verlo muerto a cualquier precio. Realmente, otro gran noble en su lugar se habría asustado al ver la furiosa terquedad de un sirviente de verlo enterrado en el camposanto… Pero no el Duque de Venomania. Le dieron risa los patéticos e inútiles intentos de Len, desde la cena envenenada, el té maldecido por él y el vudú. Y aun después de eso, Len no desistió y estúpidamente siguió con su recién descubierto talento brujeril de pacotilla, trayendo pócimas maldecidas cada vez más horribles, conteniendo desde flores machacadas hasta menstrúo de mujer. Si no fuera por la enorme lástima que sentía por él ya lo hubiera entregado a la Inquisición por brujería. Gakupo se divirtió imaginándolo por un momento: Len atado a un poste de la plaza mayor del pueblo, mirándolo con rabia, asándose vivo bajo el calor insoportable de la hoguera como un cerdo entero en día festivo. Hum... No podría esperar esa clase de comportamiento de algún mayordomo de noble cuna, y Len no era más que un pueblerino. Apretándole las clavijas es que te obedecen, pensaba. El Sirviente es un ser intermediario entre el hombre y el animal doméstico. Animal, porque eres su amo y puedes hacer con la vida de este lo que quieras, si le quieres hacer su vida miserable o no, pues te pertenece y depende exclusivamente de ti; hombre, porque puede hablar y responder. Es el símbolo del individuo sometido a otro por naturaleza y del cual se tiene poder casi absoluto. Eso era Lenny el Mezquino (1) para él. Esta noche, aun a esa hora, se estaba divirtiendo con Luka en el corredor del castillo. Aunque era a la hora del alba en que Len solía despertarse, le importó un pimiento que el sirviente los encontrara haciendo el amor en el suelo… Si ya más de una vez había sucedido. Gakupo estaba sentado en uno de las sillas sin respaldo y la tenia sentada sobre sus rodillas. Uno de los blancos pies colgaba sobre la alfombra. El encaje del ligero vestido de rigor del castillo, transparentaba el cremoso muslo donde descansaba, atrayente, una liga de raso color rosa. La besaba en la nuca llena de vello rosado, y la sentía estremecerse bajo sus labios todos sus nervios. La mano de lindos dedos alargados agarraba la suya y hundía las uñas sonrosadas y afiladas en la palma de su mano. ―Ah… Si, amo... más…―suspiraba Luka con expresión acariciadora, mientras se desataba ella misma el cordel que sujetaba su cuello. El corpiño de seda y terciopelo blanco dejaba ver las blancuras túrgidas del seno, que ondulaba por la agitación. ― ¿Te gusta esto, Luka? ―decía Gakupo con voz jadeante y triunfadora― Eres tan adorable y deliciosa… Dulcemente deliciosa…―decía buscando con locura mientras la volteaba para que quedara a horcajadas sobre su regazo, buscaba sus labios primero y luego hundía la cara brutalmente en el seno perfumado y fresco, mientras manoseaba a todo lo largo del muslo firme, terso, cálido... Sus ojos relucían; su cabello rosa danzaba sobre la clavícula de sus hombros. Se levantó, danzante y risueña, Con rápido movimiento descubrió sus hombros y dejó caer al suelo el vestido, hasta quedar completamente desnuda, pues todas las damas del Duque no llevaban ropa interior debajo de sus trajes. Atrajo sobre sus caderas las manos del Duque, quien la aplastó contra la pared… o-o-o-o-o-o-o-o-o La mañana finalmente llegó y el sol sale con las pocas fuerzas que le quedan. Hay cierta agitación en el camino sin pavimentar que delimita con un riachuelo. Los caballos y mulas les tintinean campanillas y cascabeles Al frente de la larga cabalgata de los mercaderes y gitanos que llegaban desde la frontera del Reino de Verde iba un inquieto y ansioso joven de 20 años. Era apuesto, su vestimenta era azul como su cabello y sus ojos. Su jubón estaba bordado en oro al igual que su pantalón de lino fino. Aunque los que iban a su lado se dirigían a él con respeto, y le hacían preguntas, su estado de ánimo, decaído desde hacía semanas, les respondía y contestaba con respuestas secas. De pronto uno de los gitanos cubrió a su mujer con un velo. Kaito le preguntó el motivo de ello: ―Verá señor, si me permite una palabrita, este sitio se dice que está maldecido, pues las mujeres de este reino han desparecido y siguen desapareciendo. Mujeres y niñas, tanto pobres como ricas. Nadie sabía el motivo ni quien lo está haciendo. Es como la historia del Flautista de Hamelín, pero desaparecen mujeres, no chiquillos ni ratones. Como estamos de paso por estos lares, no quisiera que mi mujer corra una suerte parecida ―Muchas gracias por decirme eso―murmuró Kaito, observando las puntas afiladas de los tejados en la lejanía, sintiendo una especie de presagio: ¿Ella estaría allí? Kaito Shion llevaba desde hacia exactamente 6 meses, una larga búsqueda en pos de su prometida, Meiko Sakine, una joven de casi su misma edad. La última vez que la había visto, fue cuando ella hizo a un viaje al Reino de Verde a hacer una visita a su prima, y desde entonces no se le volvió a ver. Kaito al principio no se había preocupado y no tenía noción de que su vida tranquila se vería perturbada: Era famosa la actitud ruda y fuerte de Meiko, yendo a todos los bares y ganándoles a todos. Era realmente una chica muy fuerte y decidida, sabía muy bien cómo defenderse sola. Así que, cuando pasaron ya 5 días, Kaito llegó a la conclusión, (en medio de sus desesperación) que lo que haya detenido a Meiko, fue algo más fuerte y poderoso que ella. A pesar de solo haber pasado seis meses, seis malditos meses registrando todo el Reino de Verde de arriba para abajo, para luego pasarse al Reino Amarillo, sin ningún éxito, pues los lugareños le aseguraron que la joven se encontró con desconocido que usaba sombrero de ala ancha y se esfumó con él, como por arte de magia. "¡No podía ser!, se decía rascándose la cien desesperado, ¡Meiko no puede engañarme ni dejarme por otro! ¡Siempre solía estallar en furiosas escenas de celos cuando hablaba dulcemente con cualquier mujer hermosa que veía!" recordaba en el bamboleo de su caballo una particular escena que le divirtió: Kaito bailaba con la atractiva mujer con la que iba a casarse en verano. Hacia 2 semanas, cuando se lo habían comunicado, el pobre estaba aterrorizado con la perspectiva de unirse en matrimonio a una mujer de la que apenas había ido hablar. Hasta ese momento, el pánico se había apoderado de él. Infantilmente quería decirles que no estaba listo para semejante compromiso, pero sabía que no podía hacer nada. Cuando finalmente esta había llegado, desde su lejana tierra, surgiendo del carruaje y con una enorme botella de sake en su mano, el interés del azulado se acrecentó: Una figura voluptuosa, cabello castaño, que le caían dócilmente en su rostro, ojos ardientes y dulces y una voz melodiosa y fuerte. Esta Meiko resultó ser un verdadero encanto. ―Soy Shion Kaito―se presentó tartamudeando y rojo de vergüenza. Para Meiko fue facilísimo leer sus pensamientos, pues había en él una ingenuidad que le recordó un poco a sus amigos de infancia. Le provocaron unas extrañas ganas de usarlo como bolsa de kickboxing y también de mimarlo… En esa maravillosa noche, Meiko bailaba con su novio con aire extático y no había sentido tanta felicidad desde el día que le regalaron en su fiesta de 16 años una provisión jumbo de sake dulce, único en su especie. Kaito era graciosísimo y estúpidamente lindo. Aunque también era un libidinoso y un completo idiota, llevándose fuertes golpes por parte de la joven Meiko. Mientras danzaban, Kaito suspiraba: ―Esta es la noche más feliz de mi vida. ―Estoy contenta―le decía Meiko con una sonrisita burlona―Porque tu padre me prometió una reserva de licor dulce cuando regresara― Le sonrió con ternura ― Estabas asustado cuando oíste que ibas a casarte conmigo… ¿cierto? Kaito tragó saliva ―No te lo niego, pero fue antes de conocerte. Eres… una mujer realmente bella nunca me imagine conocer a alguien tan especial y también complicada como eres tú, Mei-chan. ―Me halagas, guapo.―dijo Meiko sonriendo― ¿Qué te parece si te doy un anticipo? ― ¿Anticipo? ―Claro. Un pequeño preludio.―Y le besó suavemente y con sensualidad. Su boca estaba olorosa a licor cosa que mareó a Kaito, pensó que esto era demasiado bueno para ser verdad… Impulsado por una fuerza que no creyó que tendría, bailó en círculos con Meiko entre los danzantes ebrios, hasta dar con una puerta que daba a una habitación de servicio. Esa noche Kaito quedó colmado. Y todo temor al matrimonio se esfumó. Kaito alzó la mirada hacia el cartel grande que decía "Bienvenidos a Asmodín el Pueblito de la Alegría y la Virtud. Población: 2300". Todo a su alrededor le dieron la noción de un pueblo medio grande, perdido entre serpentarios y oscuros bosques, amplios arroyos y cielos nublados. Las caras de sus habitantes estaban enjutas por las desapariciones, y sumado a eso, la pronta llegada del hambre y el invierno al umbral de sus puertas. Además de las desapariciones, se decía que por las noches brillaban solitarias fogatas en esos parajes, donde los brujos y gitanos se reunían en los Aquelarres a dar rienda suelta a sus habilidades. Aunque Kaito era devoto creyente, siempre sintió una turbia curiosidad en lo referente a lo oscuro y opuesto. Conocería más de eso con el rubio sirviente. Cuando al vagar desolado por el pueblo, parando en una taberna después de comer un plato jumbo de helado con chispitas, alcanzó a oír la conversación den Len con Nana. El rostro del rubio dejaba ver desesperación y pena. El de la anciana ni se diga. Vio al muchacho aplastar aquella fruta, montar su caballo y salir del mercado. Se quedó pensando en lo que le había dicho el gitano en el trayecto... Eso y el relato del rubio corroboraban la historia. Entonces, si era verdad, ¿Meiko estaría allí? ¿Estaría en este pueblo? También podría estar equivocado, pero su intuición le dijo que lo intentara. Sin que el rubio lo notara, lo siguió… o-o-o-o-o-o-o-o-o La esperanza truncada es funesta para cualquiera. Las últimas semanas causaron más estragos que los años anteriores. Len pasaba por un estado, anteriormente mencionado, que empeoró cuando Rin tuvo una falsa alarma de embarazo. Seguro que solo era cuestión de tiempo para qué la alarma resultara ser cierta, Len dejó de sonreír, perdía color y adelgazaba rápidamente. Su rostro, aunque no perdió su belleza, se estiró y endureció; sus ojos y mejillas se hundieron. Así como su aspecto se deprimía, también su actitud: En ocasiones explotaba, maldiciendo a todos: A sus padres, al destino, al Duque, a Dios... y a sí mismo. Luego de esos furores pasaba a crisis de llanto donde las lágrimas dejaban surcos en las hundidas mejillas. Incapaz de descubrir como vencer un Pacto demoníaco, su vida se volvió indiferente y rutinaria; solo tenía vida por las noches, cuando se recostaba junto a la dormida Rin, le acariciaba los cabellos, cubría de besos sus labios y rostro, le hablaba en voz baja y se quedaba hasta el alba. Era el único consuelo que le quedaba y lo único que podía hacer ahora. No volvió al cementerio, pues era muy humillante para él visitar la tumba de sus padres, debido a todas las faltas de moral, no tenía el valor de ir a sus tumbas sin sentir reproches y culpa por haber permitido todo esto. Además, estaba presente esto: Len estaba enamorado de Rin, y por ella había abrazado las prácticas herejes. Por amor se había vuelto un brujo. Otra razón para ser aborrecido por sus padres, por el Panteón del Cielo, y por Dios mismo. o-o-o-o-o-o-o-o-o Len salió a la parte trasera de la casa a respirar un poco. Aquel era uno de los pocos momentos buenos de la jornada y el único placer natural que le quedaba y quería aprovecharlo lo máximo posible… Solo esperaba que fuera de noche para acostarse en el cuarto de Rin; un nuevo y posiblemente intento fallido de asesinato cruzó su mente. Un murmullo de hojas secas lo hizo agudizar el oído. Al parecer era solo una ardilla que había hecho temblar la rama de esa manera… Len escudriñó el follaje en busca de algún intruso. Otro ruido apagado se escuchó. ― ¿Quién está ahí?―Otro crujido y ni siquiera tuvo tiempo de ponerse en guardia. Una figura, mucho más alta que él, se lanzó en ataque. A pesar de que era más pequeño que el atacante, Len no se intimidó y mordió la mano que lo apresaba. Kaito soltó un chillido de dolor, pero no lo dejó y finalmente lo aplastó contra la pared, una mano empuñaba su espada de Damocles, la otra apretaba la garganta de Len. ― ¡Suéltame! ― ¡Lo haré cuando confieses lo que hay detrás de esos muros! ― ¿Qué? ― ¡Te he escuchado cuando hablabas con esa mujer en el pueblo! ¿Así que es cierto o no? ¿Tu amo ha hecho un pacto con el Maligno y ha secuestrado mujeres, entre las cuales mi amada Meiko? ¡Responde!― Len no lo soportó más y se plantó frente a Kaito, como un perro que enseña los dientes y gritó, con las mejillas encendidas de la pura rabia: ― ¡Si, es cierto! ¡Y para que te enteres, apenas acabo de enterarme! ¡He tratado de deshacerme del Duque de Venomania cientos de veces y nada! ¿Cuál sería la causa, eh? Busca en tu cerebrito: Solo te tomará un par de segundos… ― ¡No me hables así! ―Te hablo como me dé la gana―le espetó Len―. Si no me sueltas llamo a los perros para que te destripen, yo haría otro tanto…―Kaito lo soltó e Len se frotó el cuello―, ¿Quién eres, por cierto? ―Me llamo Kaito Shion, Conde del Reino Azul―se presentó Kaito haciendo una reverencia que Len no correspondió―. He estado desde meses buscando a mi prometida, Meiko, quien desapareció a llegar a esta comarca. ¿Tú eres el…? eh… ¿Escudero? ―Sirviente. ―Ah, ya―musitó Kaito, cauteloso en no faltarle el respeto y con ello, arruinar su misión: "Seguro conoce todos los secretos de aquí. Debo ganarme su confianza, así rescataré a Meiko" pensaba. Sacó una foto de Meiko y se la dio―. ¿Conoces a esta mujer? ―Len observó a la mujer de pelo castaño y vestido ornamentado de color rojo, sentada sobre una gran roca sonriendo y apartándose coquetamente el cabello con una mano, y sosteniendo una botella con la otra. ―Creo que si… ¡Si, ya la recuerdo! Es aquella chica que siempre bebe sake sin parar, es por ella y por la Srta. Haku que estoy obligado a ir al pueblo, todavía me sorprende que no pasemos hambre, con esas fiestas que el Duque hace para tantas… ―Espera un momento―le interrumpió Kaito― ¿Hay... mas mujeres? ¿Cuántas hay? ― ¿Cuantas?―replicó Len soltando una amarga risotada―, ¿cuántas? ¡Hay muchas! Cada semana van llegando… Hay más o menos cien. ― ¿Tantas? ¡¿Pues entonces qué diablos estamos esperando?! ¡Debemos liberarlas!―exclamó Kaito en tono heroico y con espada en ristre, pretendió entrar a la casa… Pero el sirviente lo agarró de la manga. ― ¿Estás loco o qué? ¡No puedes entrar así como así! Mi amo es bueno con las armas y tu solo no podrás contra él. Si te ve eres hombre muerto… si quieres morir estúpidamente, no es mi problema... ― ¿Len? ¿Dónde estás, siervo inútil? ―el rubio palideció al oír esa voz: ¡Su amo! ¡Y venia a donde estaban...! ― ¡Escóndete!―susurró Len a Kaito, empujándolo dentro del cobertizo para guardar grano y echando el cerrojo―. ¡Cierra el pico y no hables!―Kaito quedó atrapado en el estrecho habitáculo y como era medio claustrofóbico, de inmediato le invadió una espantosa sensación, quería gritar, derribar la puerta... pero logró mantenerse callado, mientras la voz de Len se mezclaba con otra voz, grave y más madura: "Debe ser su amo…". Rezaba por que el Duque no se hubiera dado cuenta de su presencia y revisara allí… o que Len no lo delatara. Después de 3 minutos eternos, Len volvió a abrir la puerta. ― ¡Uf! ¡De buena nos libramos! Sal de allí. Ya volvió a entrar, creo que no se dio cuenta de nada. ―Gracias…―resolló Kaito ―Gracias por no delatarme… ―No lo agradezcas―contestó Len con indiferencia―.En este pueblo estamos acostumbrados a ayudarnos entre nosotros… ― ¿En serio? ― replicó Kaito, encantado con tener un argumento para convencer al rubio de ponerlo de su lado―, En ese caso, amigo Len, creo que deberíamos ser aliados…―Aguardó un momento para ver el efecto de sus palabras: los ojos de Len ya no eran hostiles sino curiosos; eso lo animó a continuar: ― Es evidente que no eres feliz con tu amo y quieres ser libre, ¿cierto? Puedo ayudarte. Liberaremos a Meiko, a las mujeres… ―Y a mi hermana Rin… También está ahí… ―murmuró Len―Tengo que sacarla de ese infierno. Quiero sacarla de allí. —Entonces con más razón deberías hacer una alianza conmigo—dijo Kaito—Escucha el proverbio: "Muerto el perro, se acabó la rabia", ¿no? Haremos que el perro reviente y todos felices. Vamos por detrás, antes de que tu amo nos vea. O-o-o-o-o-o-o-o-o-o Len y Kaito caminaron por la parte trasera del corral de las cabras, junto a los depósitos de agua y vino. Detrás de un solitario cerco, había un claro de tierra, en el cual había una sucesión de estacas enterradas, en las cuales había flores marchitas por el otoño, esparcidas junto al huerto de calabazas, con un viejo espantapájaros de tétrica sonrisa cosida. Las estacas parecían marcar algo… pero sea lo que sea, no eran semillas… ― Oye, ¿para qué son esas estacas? ¿Es para un cultivo de uvas o de guisantes?―preguntó Kaito, sintiendo un extraño malestar al ver las solitarias estacas. Len también las veía. Cuando volteó a ver a Kaito, su mirada era extraña, como ausente: ―Cada cierto tiempo, cuando una de las mujeres del Duque quedaba embarazada, el amo se encerraba en su despacho por horas y luego me llamaba. En su mano había una bebida de color oscuro y me decía: "Dale esto a Miku, la pobrecita tiene una horrible digestión." "Amo, ¿y por eso esta inflada como un globo?", decía yo, confundido. "Exacto: Lenny, dáselo, esto la ayudará y en cuestión de horas se irá la hinchazón" me decía .Yo era un niño en ese entonces y aun no comprendía ciertas cosas. Aun así obedecía y se lo daba en la cena. Luego la pobre se encerraba en el baño, soltando unos gritos y llantos que yo escuchaba asustado, pero el Duque no me dejaba entrar, sino que él mismo lo hacía… y luego de varios minutos salía con algo dentro de un saco de lona. Me ordenaba que limpiara todo y cuando entraba, solo veía sangre por todas partes… ―Le tembló un poco la voz. Kaito palideció como la tiza, horrorizado con el relato de Len. Este señaló el ventanal del tercer piso―Desde esa ventana veía al Duque cavar una zanja, tirar el saco y luego taparlo con tierra y marcándolo con una estaca. Pronto el campo se llenó de ellas… La última de estos días, Neru, fue más problemático pues fueron trillizos. Solo miraba las extremidades de las criaturitas enterradas en las zanjas... ― ¡Basta! ¡No sigas!―susurró Kaito, al borde de vomitar todo el helado que había comido del puro espanto― ¡Esto es una casa del horror! ¡Hechiza, retiene y viola mujeres! ¡Y para seguir teniéndolas listas para él las hace abortar! ¡Debemos hacer algo, Len! ¡No podemos permitir que siga saliéndose con la suya! ― ¿Tienes un plan? Te confieso que lo he intentado todo. ―Dime… ¿El Duque tiene en este momento una favorita? ¿Una chica que prefiera últimamente? ―pregunto Kaito viendo directamente a los ojos a Len, el cual bajó un poco la mirada, la respuesta era obvia: ― ¿Tu hermana es la favorita? Bueno… Lo siento Len… Pero la usaremos de cebo. ― ¿De cebo? ¿Qué quieres decir? ¿Usarla de carnada? ―exclamó Len, como si no diera crédito a lo que escuchaba― ¡No! ¡Me niego...! ¡De ninguna manera...! ― ¡Es necesario! ―replicó Kaito, molesto por la terquedad de Len―, ¡Sin eso nuestro plan fracasará! ¡Entiende, Len…! ― ¡No! ¡Tú no lo entiendes! ―chilló Len, casi histérico y fuera de sí. Kaito retrocedió un paso― ¡Tú no has visto durante años…! ¡Años!¡...lo que el Duque hacia a esas mujeres! ¡Tú no has sufrido desde los 10 años de la peste, el abandono y este infierno en esta maldita casa! ¡Tú no has visto a mujeres embarazadas beber de pócimas para abortar y ver como entierran sus bebés bajo tierra! ¡Tú no has soportado ver esas caras de familiares que quieren volver a verlas! Tu no… ―su voz se quebraba cada vez mas― ¡Tú no has visto como toman lo que es tuyo, lo que más amas y te lo destruyen en tu cara! ¡No lo entiendes...! ―Len sentía un deseo de saltar al cuello de Kaito, abofetearlo, tirarlo al suelo y estrangularlo, hacerle sentir algo del infinito horror que sentía él… Kaito lo miraba con pena. Sus ojos mostraban límpidamente cada humillación, cada ultraje recibido desde hacía años. Toda lagrima derramada, todo su dolor, toda su furia contenía y a punto de explotar. Otros adultos pudieron haberse echado abajo ante torturas semejantes, perdido la cordura, suicidarse después de tanto horror visto y vivido... pero allí estaba Len, un verdadero superviviente. Debía admitir que perder a Meiko por cuatro meses no era nada comparado con ver a un ser querido tuyo ser mancillado en tu presencia y tu, atado de manos, incapaz de protestar. Kaito estaba admirado del rubio quien, siendo prácticamente un niño, soportó un verdadero calvario, mil veces peor que el suyo… ―Entiendo lo que sientes, Len―murmuró Kaito, como queriendo disculparse por su arrebato, se paró enfrente de él para verlo directo a la cara―…Sé que estar seis meses sin Meiko no es nada comparado con las deshonras que has vivido… Sé que estas desesperado y harto de esta situación… Pero entiende, Len: Las mujeres de este pueblo siguen despareciendo; madres de familia que trabajan en el mercado y niñas que vienen de la escuela... Seres inocentes que fueron arrancados vilmente para acabar en un puteadero privado para el cerdo del Duque, quedando embarazadas y sus frutos siendo enterrados bajo tierra… ―Len volvió a mirarlo―Mira Len : Te juro, aquí frente a las tumbas de estos niños inocentes... que Rin no sufrirá ningún daño. El Duque se distraerá con ella y tú y yo lo mataremos. Todas esas mujeres serán libres y podrán volver con sus familias. Recuperaré a Meiko y tú serás libre y tendrás a Rin… Todos ganamos ¿no? ―terminó, Kaito, aferrado a esta última esperanza de ganárselo― ¿No quieres recuperarla…? ¿No quieres a Rin…? ―Más que nada en el mundo―musitó Len. ―Entonces… ¿Qué dices Len? ¿Hecho? ―propuso Kaito extendiendo la mano. Len lo miró un instante. Aunque la vida le enseñó cruelmente a no confiar en nadie, ni siquiera en Dios… una parte de su semi destruido corazón le dijo que no podía perder la oportunidad… ―Hecho.
Primera en comentar. Hola, ¿Como estas? Me encanta esta increíble pero que horror pobres niños han muerto en vano TTTTTTTTTTTTTTT-TTTTTTTTTTTTTT maldito Gakupo eres de lo peor bajaste en mi escala (creo que tendría que ponerme hacer mis deberes en lugar de estar aquí =/) y que tengo que decir como es posible que Kaito comiera helado digo que en época están para que haya helado no es por ser mala pero me resulta extraño =/ y como decirte esto el sentimiento de angustia, piedad, dolor, alegría no dejan de invadirme y te dire la razón aveces soy capas de captar los sentimientos de las cosas sean mas personas, animales entre otros y bueno sin mas que decir me despido Bye-Bye
Era lógico: Gakupo ha abusado de todas esas mujeres... Y en el Medioevo no existía los métodos anticonceptivos u.u En el pueblo se darían cuenta de que algo raro pasa tras ver tangtos bebés abandonados. Suena barbarie, pero en esa época los "niñocidios" eran cómunes. ¿Te digo un dato gracioso e interesante? El helado ya existía desde hacia rato. Fue inventado en China, traido por Marco Polo a Europa, por lo que en el Medioevo se comia helado :3
Uf, llego agotada de mi clase de historia del arte, pero no por eso no voy a complacerlos con una nueva entrega de mi fic. :3 Bien ladies and gentleman... Es el final del tercer capítulo de Servant of Venomania. Tomen sus tridentes, pongan a todo volumen su canción de Black metal favorita... Porque lo van a necesitar ^^ ADVERTENCIAS: Escenas MUY grotescas. Desmembramientos y un Len MUY desequilibrado mentalmente + 18. Segunda parte: Sinfonía Sangrienta ―Este lugar sí que es lujoso―decía Kaito muy a su pesar al ver todo el mobiliario desde la ventanita del sótano donde Len lo hizo entrar sigilosamente―Odio admitirlo, pero tiene buen gusto… ―Tiene buen gusto, pero como ya has visto, posee el alma de un cerdo y la lascivia de un caballo―dijo Len con desdén. Examinó a Kaito de arriba abajo. ―Una pregunta: ¿Cuál es tu talla de zapatos? ―40―contestó Kaito, señalándose sus enormes pies― ¿Qué pretendes, Len? ¿Qué….?― De pronto Len empujaba a Kaito en un gran cuarto helado donde guardaban toda la carne de res y comida congelada― ¡¿Qué carajo estás haciendo?! ―Ya verás. Espera aquí.― replicó Len y cerró la puerta. Salió del sótano, simulando llevar una montaña de ropa blanca, esquivando a Haku y a Neru en el camino. Vio a Rin durmiendo en su cama. Alcanzó a ver a Meiko bebiendo de un sake tras otro. Llegó al cuarto de lavandería del duque y cuando llegó al inmenso cesto de mimbre donde Gakupo guardaba toda la ropa confiscada de las mujeres y después de revolver mucho, sacó un vestido de color azul oscuro, decorado con amplios pollerones, perlas y encajes. Cruzó volando el rellano hasta llegar al Ático. Sacando de una abollada caja, sacó entre varios artículos de disfraces una peluca rubia rizada algo polvorienta. Cuando pasó por el cuarto de Luka le quitó con disimulo los zapatos de tacón alto y regresó de nuevo a la cocina. ― ¡Mira Kaito, encontré…!―Len se quedó en seco al ver a Kaito acuclillado contra la esquina del oscuro cuarto, abrazando unos botes de helado felizmente, como si hubiera oro en ellos―¡Kaito! ¿Qué estás haciendo? ― ¡Oh Len! ¿Por qué no me dijiste que tu amo tenía una guarnición jumbo de helado?―preguntó Kaito con los ojitos brillosos de felicidad― ¡Tiene de mi favorito: Vainilla! ―y se llevó una cuchara a la boca. ― ¡Vinimos a hacer reventar al maldito cerdo, no a comer helado! ―exclamó Len abofeteándose la frente― ¡Deja eso y ven aquí! ― ¿Qué es eso? ―preguntó Kaito acercándose y cuando vio el vestido abrió los ojos como platos― ¿¡Que es esto…!? ¡Tú pretendes…! ―El Duque jamás sospecharía de una inocente mujer si se supone que todas caen "hechizadas" ante su poder demoníaco―dijo Len, acariciando vagamente y con aire abstraído la hoja de un cuchillo de carnicero… cosa que inquietó ligeramente a su aliado―Pero antes debo ir a… hacer algo. Pero regresaré antes del amanecer. ―Len, ¿qué estas….?―alcanzó a decir Kaito cuando Len le dejó en el suelo la ropa de mujer y salió disparado por la puerta de trasera― ¡Si tan solo me dijeras que es lo que haces para poder ayudarte…! ¡Te recuerdo que estamos juntos en esto…!― refunfuñó indignado antes de volver a comer otro pote de helado… Pasaron varias horas. Kaito se quedó dormido con el quinto pote vacío y solo se despertó al tercer golpecito que le dio Len en el hombro. El sirviente tenía marcadas ojeras, como si no hubiera dormido, sin embargo sonreía y la carrera le había teñido de rojo sus mejillas. Llevaba un bulto entre sus brazos, cubierto cuidadosamente con una tela oscura. Toda la noche Len había recorrido casi 40 leguas a caballo, a través de los campos, las casas secretas donde solían celebrarse las reuniones del Aquelarre, la cueva donde estaba la Piedra del Oráculo y los Sacrificios y finalmente a la casita junto al río donde vivía "Búho del Pantano", como Len solía respetuosamente llamar al anciano brujo líder del Aquelarre, quien le había enseñado todo lo que sabía. ― ¿Qué es eso y dónde estabas? ―preguntó Kaito bostezando y sentándose en la mesita de roble, bebiendo a grandes tragos la taza de café y mordisqueando un trozo del plato de arenques y tocino ahumados que Len dejó entre ambos. ―Para acabar con alguien que ha hecho el pacto con el Señor del Inframundo, debemos usar estos puñales que hice que un cura bendijera y que luego, durante la Misa Vana (2), volvieran a bendecirlas, esta vez por un cura renegado e impregnándolo con una pócima especial ― susurró Len sin rodeos, tomando otro trozo y llevándoselo de una vez la boca. "Brujería" pensó Kaito con algo de miedo ―que es una mezcla de Agua Bendita y Agua Muerta. "Una navaja en el corazón, cargada del veneno, es suficiente para acabar con la Bestia" ―recitó Len las palabras de su maestro (3) ― ¿Eso es todo? ―murmuró Kaito con pánico― ¿Funcionará? ―Reza a tu Dios por que así sea… Len y Kaito esperaron todo el día para efectuar el asesinato, pues, según Len, era muy peligroso de mañana, ya que así podrían verlos y todo fracasaría. Los dos muchachos la pasaron en la cocina, refinando y aprendiéndose una y mil veces el plan hasta poder decírselos el uno al otro sin equivocación. Aunque en el fondo, Len resentía el detalle de usar a Rin en el plan… ― ¡Len! ―gritó Gakupo― ¡Ven aquí! ―Suerte, Len―susurró Kaito poniéndose la peluca. Len respiró hondo, salió de aquel oscuro sótano y entró a la sala donde su amo estaba sentado, una vez más de espaldas a él. ― ¿Qué desea, señor? ―Dime Len… ―Gakupo ni siquiera lo miraba, sino que veía el fuego arder alegremente ―Ya se acerca tu cumpleaños. ¿Qué te gustaría que te dé? ― ¿Eh? ―Len se quedó perplejo. ¿Su amo dándole un regalo? ¡Si había ignorado los cuatro anteriores! ―No lo entiendo, mi señor. ―Cumples quince. Ya eres un hombre―dijo Gakupo con malicia―A pesar de que eres una maldita oveja descarriada Lenny, yo aun te aprecio. Así que… El día de tu cumpleaños… deberás estrenarte, como es costumbre en los pueblos. Volverte un hombre, montando a una mujer: ¿Qué te parece si te regalo a Rin, por un día?―Len se puso lívido, la presión sanguínea le empezaba a aumentar, la rabia le hacía hervir la cara… El muy maldito tiene que faltarle el respeto una vez más a él y a su hermanita… Pero ya no más. Gakupo lo miró soltando una risita ―No me veas con cara de rana disecada, Len: El incesto es un invento de la religión. ¡Qué vergüenza! ¡No has puesto tu sello en una mujer! Pero podrás hacer con Rin lo que quieras. ¿Qué te parece? ―"Te diré lo que me parece" pensaba Len "¡Te odio! ¡No pararé hasta empujarte al Infierno, donde perteneces, maldito infeliz!"―Tengo hambre: tráeme un pastel. "¡Sí! ¡Un pastel! ¡Atrácate y revienta!" murmuró Len trayéndole el pastel y ver como Gakupo se lo comía― ¿Algo mas, mi señor…? ―Tráeme a Rin―ordenó. Los ojos de Len les llegó el brillo que solo salió cuando estuvo en la Misa Vana. Una sonrisa casi imperceptible se coló por la hundida y pálida cara. Salió de la habitación y le hizo unos gestos a Kaito para que esperara la señal… Comenzó la primera fase del plan… …Solo que Len no iba a permitir ni de chiste que Rin sea violentada otra vez. Todo tiene un límite… y Len ya ha tocado el suyo. Desde hace mucho tiempo. Antes pasó por una vieja recamara y tomó uno de sus paños impregnados con sus pócimas. Respiró hondo. Una, dos veces, tres veces… Las palabras de Gakupo taladraban su cabeza: "¿Qué te parece si te regalo a Rin por un día? (…) Podrás hacer con ella con lo quieras..." Len no podía engañarse: Era una oferta demasiado tentadora. Len amaba a Rin. La quería y la deseaba… Pero no así. No bajo el efecto de un hechizo. En las noches Len soñaba con que Rin, ya libre de la maligna influencia, se echara a sus brazos y le dijera que lo amaba… Todo por su propia voluntad. Entró al cuarto donde estaba su hermana, quien se estaba maquillando frente al espejo, preparándose para ver a su amo: Vio al sirviente pero lo ignoró, como siempre, y volteó otra vez al espejo para terminar de adornarse. Len se acercó lentamente a la muchacha, para no dejar que se le escapara… y justo cuando Rin se levantó y fue a la puerta… Len repentinamente la agarró del antebrazo, atrayéndola hacía si, aplicándole una llave y poniéndole el paño contra la boca. La muchacha forcejeó un momento con el sirviente, tratando de liberarse, llamando a su amo… Finalmente la droga hizo efecto y Rin perdió el sentido y se desmayó en los brazos de Len. Durante unos segundos estuvo consciente de lo que había hecho. Len alzó el desvanecido cuerpo en sus brazos, estrechándolo. Por fin cumpliría la promesa hecha a Rin esa helada noche en su habitación. Estaba a unos momentos de vengar su honor y el de su amada. La recostó en la cama con cuidado, contemplando el dormido rostro de su gemela. Len frunció el ceño: Todo su rostro estaba cubierto de un escabroso maquillaje de cortesana: sombra de ojos y un fuertísimo lápiz labial realmente extravagante digno de una ramera de barrio para atraer hombres. Le limpió el rostro con cuidado usando un pañuelo humedecido. Sus ojos se ensombrecieron al ver la pálida faz revelando tantas atrocidades. Tantas humillaciones… Tantas vejaciones… Se acabarían de una vez por todas. ―Lo siento, pero no pienso permitir que él vuelva a lastimarte―susurró Len acariciando su rostro―. Voy a ahorrarte ese desagradable acto. Lo que estoy a punto de hacer… Quizás Dios en el cielo y nuestros padres lo reprochen, pero también son testigos de lo que hemos sufrido, y verán que lo hago por ti, mi querida hermanita… ―musitó finalmente mientras se jalaba la amarilla cinta que recogía su largo cabello, dejándolo caer. Acto seguido, Len fue al armario y buscando de entre el océano de trajes, sacó un vestido color amarillo con detalles en negro en la falda y pecho. Gracias a que Len había adelgazado mucho por el período de depresión, entró sin dificultad, aun con su traje de criado puesto y el cierre del traje cerró fácilmente. Tomó una hermosa cinta blanca y se la ató en lo alto de su cabeza. Len miró al espejo observando el resultado: En verdad se veía exactamente igual a Rin. Lo que iba a hacer no tenía nada que envidiar a lo que ocurre en el Acto II de Story of Evil: "Servant of Evil", Sonrió satisfecho. Todo el odio que desde el segundo intento fallido estaba apagado y sin vida, despertó con la fuerza de una locomotora a vapor. Finalmente tenía una solución. Al fin Len se desquitaría. Enterraría el cuchillo de descuartizar pollos en el vientre de Gakupo Kamui. Vengaría a su hermana, vengaría a toda la provincia y finalmente se realizaría un acto de justicia. ―Iré a buscarte después de que nos encarguemos del monstruo, princesa―musitó Len volviendo al lecho donde estaba su hermana e inclinándose lo más que los volantes del ceñido vestido le permitían… Le acarició el rostro, con la pasión del marido que acaricia el rostro de su amada antes de partir a la guerra. La besó suavemente, entrelazando sus manos, saboreando este preludio a la venganza tanto como pudiese. Finalmente se separó de ella y salió de la habitación, caminando al vestíbulo. o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o La falda del vestido rozaba delicadamente las losas de piedra. Aunque le apretaba un poco el traje, sobretodo en el área de las caderas, se sorprendió al ver que las faldas eran muy cómodas… Aun así tenía miedo. Aunque ya sabía que era lo que le esperaba, no sabía cómo todo terminaría al final. Al llegar al primer rellano de la casa, vio al portador de todas sus desgracias, sentado en el sillón de la gran sala. El acero de la daga, escondido en el dobladillo de la amplia falda, le pareció temblar por un instante. Kaito tenía que esperar. Aguardar a que el Duque se distrajera con el cebo que le habían puesto para atacar… y finalmente una figura femenina proyectó su sombra en la pared continua. En verdad se parecían mucho, pensó Kaito al verla. Su amarillo vestido soltaba susurros contra el suelo. Sus largos cabellos rubios, algo alborotados, se movía dócilmente al caminar. Su mirada, en cambio, era fría y helada como si de un hielo se tratase. Kaito palideció cuando la chica volteó a mirarlo y le guiñó el ojo… No era ella, ¡era él! ― ¡Len, no! ¿¡Estás demente!?―susurró Kaito moviendo los labios, pero Len lo ignoró olímpicamente. Kaito quedó perplejo, pero no era momento de abortar la misión. "Muy bien… Vamos al plan B. Sacó la daga con manos temblorosas, impregnada del veneno del Aquelarre. Y se acercó mas pero manteniendo una distancia prudente. ―Oh, ya estás aquí... ―Oyó murmurar el bastardo del Duque, al ver a quien creía ver. ―Sí, mi señor... usted me ha llamado. Vengo aquí a satisfacer mi deseo de estar con mi señor―canturreó Len malignamente, imitando pasablemente la voz de su hermana, pasando los brazos alrededor del cuello de su amo, acariciándolo. Gakupo estaba extasiado ante lo que hacía su "bellaca", y más cuando sorpresivamente Len se sentó en su regazo, sonriendo seductoramente, con una destreza de prostituta que dejó a Kaito admirado por ver ese despliegue de cinismo y algo de truhanería. Gakupo lo agarró de las caderas y lo empezó a besar con brutalidad y salvajismo. A Kaito prácticamente su mandíbula cayó al suelo y casi sintió náuseas al ver esa escena. En verdad ese sirviente tiene el pellejo bien curtido como para soportar eso sin vomitar. Miraba a Len con admiración y espanto mientras el criado fingía admirablemente que le encantaba como su amo le devoraba y palmoteaba descaradamente su trasero… Finalmente hizo una señal con los dedos. Kaito asintió y se acercó por detrás, sudando copiosamente, alzando la daga, que brilló bajo la luz mortecina de la cúpula del techo... Una gota de sudor se le escapó del mentón y cayó en el hombro de Gakupo… Todo sucedió muy rápido. Gakupo se había volteado inesperadamente hacia atrás y le había agarrado la muñeca a Kaito, dejándolo paralizado por un momento. Fueron las milésimas de segundo más largas que se vieron jamás. Un segundo más tarde, Gakupo sintió el filo del acero atravesar la carne de espalda, tocando su corazón. Volteó sorprendido. No… Rin no hubiera podido… ¿O sí? La mirada de la muchachase volvió turbia y compuso una sonrisa irónica, mientras se recogía el pelo rubio, haciéndose una cola de caballo… ―Len… Apenas tuvo tiempo de decir eso, pues una segunda daga se enterró en un lado de su costado, arrancándole un grito desgarrador que se escuchó por toda la aldea. Miró su abdomen donde descansaba la hoja del primer puñal, donde una mancha oscura empezaba a extenderse hasta su pecho, mientras palpaba con temblorosos dedos la segunda en su espalda. Su vista se nubló ligeramente, haciéndolo caer de rodillas frente a los dos hombres, apretándose la mano contra la herida, viendo como su sangre cambiaba... Sangre y sudor mezclados juntos se están volviendo al poco tiempo en gotas púrpuras.Como en cámara lenta, Gakupo Kamui se desplomó en el suelo. Pasaron varios segundos donde reinó el silencio. De pronto unos gritos y exclamaciones retumbaron por toda la casona: Todas las mujeres del Duque habían recobrado el sentido y ahora corrían en estampida hacia las puertas. Kaito se sorprendió: Rubias, morenas, castañas, rosas, verdes, azules... mujeres de todos los colores posibles, vistiendo escandalosos trajes con escote y prendedores de flores, descalzas y despavoridas, se acercaban a tropel a ellos. Len corrió hacia la entrada y forzó las cerraduras, para abrir a empujones las pesadas puertas de roble. ― ¡Corran! ¡Huyan de aquí! ¡Son libres! ―vociferaba Kaito, apremiando a las muchachas. Gakupo miraba impotente como todas las muchachas que había conquistado y esclavizado huían por los jardines hacia las puertas principales. Miku, Luka, Haku, Neru, Teto… todas y cada una de ellas huían de sus garras, para llegar al pueblo, entre exclamaciones de sorpresa y congoja de sus familiares, para hacerles ver donde habían estado. ― ¡Gumi! ―logró gritar a la última de las muchachas, que se había detenido para mirarlo. La mujer por la que había hecho todo lo que hizo, la única mujer que verdaderamente había amado... lo miró con la misma socarronería de la infancia, cuando se burló y lo rechazó por su rostro. Se acercó a él, con el viento invernal agitando el cortísimo vestido de seda―Gumi… Gumi… ―la llamó suplicante, pidiéndole ayuda―Ayúdame… ―En verdad eres aun más patético de lo que eras antes, Gakupo…me das lastima―replicó Gumi con desprecio, mirándole por encima del hombro― ¿Creías que reteniéndonos para tus caprichos serías feliz? Yo te quería como un amigo, pero ahora... Eres aun más feo y repugnante que con tu viejo rostro de Cuasimodo... Adiós, Gakupo... te veré en el Infierno, imbécil―y le pateó en el entrepierna, caminando resueltamente hacia la puerta, entre gritos de Gakupo. ― ¡Espera! ¡No te vayas…! ¡Todavía no te he dicho que te amo…! ― ¿…Y tú que sabes de amar a alguien? ―repuso Len cerrando la puerta de un golpe, sorprendiendo a todos: Era la primera vez en años, desde que había llegado a la casa, que tuteaba a Gakupo. Para Len no era nada: Él ya no era su sirviente. Había vuelto a su aspecto de antes: Se había quitado el vestido y su mirada reflejaba el fuego de la ira. Saboreaba su venganza, empeñado en no parpadear para no perderse ningún instante. Su ex amo, el poderoso Duque de Venomania, ahora reducido a lo que siempre había sido: Un infeliz. Gakupo lo miraba asustado: Len… el niño que recogió del Orfanato hacia cuatro años, con la mirada huidiza, el cuerpo pequeño y enclenque, que jamás alzaba la cabeza y lo obedecía por miedo, jamás cuestionándolo... Esta allí, ya casi todo un hombre, plantado en el umbral, encontrándole con sus ojos azules, llenos de odio y desprecio. En sus manos llevaba… ―Len… ¡NO PUEDES HACERME ESTO! ¡Eres mi Sirviente! ¡Mi esclavo! ¡Te ordeno que sueltes ESO! ¡TE LO ADVIERTO...!― chillaba Gakupo asustado al ver que Len traía un cofre lleno de herramientas y sacaba unos largos y oxidados clavos negros― ¡Obedéceme, Len! Si, Gakupo Kamui era como un zorrito acorralado, herido y asustado que gemía por su vida... Y Len Kagamine era el lobo furioso que estaba a punto de destrozarlo con sus mandíbulas. Es algo sangrientamente irónico: El perro se volvió contra su dueño. ―Kaito, ¿te gustaría hacer los honores?―preguntó Len a Kaito, ignorando los gritos del hombre. ―Por supuesto―contestó Kaito cogiendo un mazo, esperando que Len extendiera los brazos de Gakupo, retorciéndose vanamente y con golpe seco, Kaito le enterró los clavos en ambas palmas del Duque, entre gritos desgarradores, dejándolo clavado en el suelo, con la sangre empezando a salir de sus manos, como una mariposa disecada, como una parodia de Cristo crucificado. Len sacó un martillo grande. Una ira homicida hacía brillar y sacar chispas de sus azules ojos; Kaito tomó un martillo igual. Los martillos se abatieron, se oyeron crujir los huesos y el cielo se apagó para el Duque de Venomania. Entre gritos de Gakupo fueron rotos sus piernas y muslos, después los vengadores rodearon a su víctima y los mazos cayeron sobre brazos y antebrazos. Los golpes repercutía tanto en los radios y en los cubitos, las maderas crujían tanto como los huesos rompiéndose. A una señal de Len, Kaito y él le arrancaron el pantalón de lino blanco y le bajaron las bragas, revelando la blanca y asquerosa humanidad del Duque. El miembro ahí tendido, como un miserable gusano blanco que causó tantas desgracias… Len tomó el largo atizador de la chimenea, todavía encendido y se acercó al aterrorizado Gakupo: Había aprendido esto del acto de Duque Maltravers al ejecutar a Eduardo II de Inglaterra (4)―Esto es de parte de todas las mujeres que has vejado, Duque, sobretodo de Rin…―sentenció Len y en un segundo, la larga varilla se enterró en su entrada hasta la próstata y luego el filo de un cuchillo de cocina cruzó el aire; un chorro de sangre salió volando, Gakupo volvió a gritar desgarradoramente, mientras su sexo y sus genitales eran arrojados al fuego. Se expandió un espantoso olor a carne quemada que solo aumentó la ira de los dos hombres, sobretodo en Len… Se supone que debería estar sonriendo, triunfante… ver a su ex-dueño gemir y llorar, pidiendo clemencia, lo enfurecía. Len sacó un pequeño puñal que servía para comer almendras garrapiñadas y le abrió la camisa a Gakupo. Entre la semi inconsciencia, Gakupo sintió el filo del puñal cortar la piel y la carne (5), haciendo unos trazos, para ver finalmente la palabra: CERDO AL MATADERO. Acto seguido, como acto de venganza por lo que le hizo a Meiko, Kaito agarro un tubo algo oxidado y cerrando los ojos con fuerza le introdujo aquel duro y grueso metal por el recto de una forma bien salvaje llegando a tocar sus órganos, provocándole sangrados internos. El Duque de Venomania emitió un grito desgarrador mientras la sangre salía por aquel tubo oxidado, cosa que agradó mucho a Len y lo movió un poco, destrozando algunos de sus órganos. Ahora los ojos de Gakupo eran unas tenues rendijas blancas. Su corazón latía aun con fuerza. Le quedaba un soplo de vida al desgraciado. Cuando Len y Kaito, armados con largos cuchillos de cocina, alzaron sus armas para enterrárselas a la cabeza de Gakupo… Una botella de sake, venida de quien sabe dónde, se estrelló con fuerza contra el cráneo de Gakupo, partiéndose de por la mitad por el impacto, matándolo definitivamente. Len y Kaito se quedaron perplejos por un instante, mientras la sangre salía de la cabeza de Gakupo y se extendía por sus largos cabellos, cubriéndolo de un charco de sangre. Alzaron lentamente la cabeza y vieron a Meiko respirando agitadamente, sosteniendo con fuerza la botella rota, que rezumaba sangre. ― ¡Meiko!― chilló Kaito de felicidad, corriendo hacía su prometida, tontamente esperando lágrimas, abrazos, besos... Pero le llegó un golpe en la cabeza― ¡Ah! ¡Uy! ¡Meiko! ¿Qué te pasa? ― ¿Qué me pasa?―chilló Meiko― ¡¿Donde carajo estabas?!¡He estado aquí desde hace 6 meses, esperando tú llegada como un príncipe azul...! ¡Y mira el momento que llegas! ¿Por qué tardaste tanto eh? ¡Ya se: me dejaste por otra! , ¿Verdad? Eres un mujeriego libidinoso! ― ¡Meiko! ¿Cómo puedes decirme esas cosas? ¡Si yo te amo! ¡He estado siguiéndote las pistas desde que desapareciste! ¿Cómo podría olvidar a la mujer que quiero…? Tú… ¡tú eres mejor que el helado! ¡Ya lo dije! ¿Feliz?―tartamudeó Kaito, esperanzado con que Meiko se calmara… Recibió otro golpe y luego un beso apasionado de Meiko, que dejó al azulado turbado. ―Sabía que algún día dirías eso―dijo Meiko con una sonrisa burlona― ¿Y te digo algo? Te ves bien con vestido, Bakaito.―Kaito sonrió y la apresó en sus brazos, haciéndola girar en el aire. Len solo vio divertido la escena y ahí recordó: ¡Oh, Rin! ¡Debía ir a buscarla! Subió las escaleras, dejando a los enamorados solos junto al cadáver y llegó al vestíbulo de arriba. Volvió a ver la rendija de la puerta abierta de Gakupo… Acababa de acordarse de algo. Algo que había pasado por alto desde hacía semanas… ¿Podía ser posible…? Entró en la habitación de Gakupo y fue directo al enorme cuadro que estaba a un lado de la cama. Era un retrato rodeado de festón dorado donde el Duque hacía un dizque pose heroica, imitando Napoleón. Len hizo una mueca al gracioso cuadro y lo tiró al suelo. Dentro, en un hueco, reposaban dos cajas de hierro. La primera estaba llena de cientos de monedas de oro, plata, pesetas y peniques: Eran los ahorros del Duque, o lo que quedaba, pero al menos había una cantidad considerable. En la segunda caja brillaron rubíes, esmeraldas, anillos y collares de perlas, colgantes de diamante y jade, broches de oro y plata cincelada con Ojos de Turquía y diademas de piedras preciosas y semi preciosas: Todas eran joyas de las desdichadas prisioneras del Duque, quien, cuando llegaba una nueva mujer, este mandaba a ocultar su vestido y se quedaba con sus joyas. Len finalmente halló la que buscaba: Tiró de de la delgadísima cadenilla de oro donde surgió un redondo guardapelo de oro cincelado, oscilando frente a su nariz. Estaba abierta y la foto de ambos, al igual que aquellas palabras grabadas a un costado, se veían claramente a contraluz. "Lo sabía" pensó Len, "Registré toda la habitación de Rin y jamás hallé ahí el guardapelo. Era obvio que el Duque se lo había quitado apenas llegó..." Dudó un momento, mientras su mirada iba de la caja de monedas a la de joyas. Por un lado, sabía que estaba mal robar, Rin y él, después de esto… ¿adónde irían...? Era huérfanos, su humilde hogar junto con muchos otros, había sido destruido después de la pandemia para evitar una re-propagación de la enfermedad. No podían, ni querían volver al Orfanato. Otra cosa... ya había visto varios copos de nieve cayendo al patio hacia días, acompañados de alfilerazos de frío. Incluso antes, hace meses, en el pueblo estaban llegando indicios que la cosecha había sido insuficiente. Len lo sabía, pues cada semana el dinero de los víveres había subido cada vez más: En Asmodín se pasaría invierno de hambre. No: Len no quería que Rin tuviera que seguir sufriendo penas y sinsabores después de esto, sin hogar, pasando frío y hambre. Sacó del armario unas escarcelas (6) de lino y metió ambos contenidos en ellas. Len no estaba robando: estaba cobrando su bien merecida jubilación, ¿no? Se las puso a la cintura y salió de la habitación. Allí, en el vestíbulo, Rin caminaba lentamente fuera de su habitación. Ya había pasado el efecto del narcótico . A Len el corazón le dio un vuelco a la altura de la nuez. La muchacha tenía la cara agotada y una palidez exangüe le cubría el rostro. Parecía confundida, y muy asustada. ― ¿Len…?― murmuró Rin al fin mirándolo. Len se regocijó al ver que su mirada volvió a ser la misma.― ¿Len… eres tú? ―allí el auto control de Len se desplomó: En un solo segundo, Rin era envuelta en los delgados brazos del sirviente, quien estaba cerca de estallar en sollozos de alegría, de rabia y de dolor, todo junto... ― ¡Rin, Rin Rin...!―no pararía de repetir su nombre si eso era posible; la estrechó con más fuerza en sus brazos― ¡Rin, al fin, ya todo terminó...! ¡Estás bien! ―Len, ¿dónde estoy?―preguntó Rin asustándose cada vez mas―Lo último que recuerdo es que entraba a este castillo y ese hombre para el que trabajas, vino a recibirme, me miró... y perdí el sentido. ¿Qué me sucedió...? ¿Qué fue lo que...?―se separó ligeramente de él y notó la blanca camisa de Len empapada en sangre― ¡Len! ¿Por qué estas lleno de sangre?―gimió ahogando un grito― ¿Que sucedió aquí? ¿Por qué tengo este vestido? ¿Por qué no llevo ropa interior? ¿Por que... porque me siento que me han hecho cosas malas, Len? ¡Contéstame!―sollozó Rin, golpeando su pecho con los puños, desesperada. Len le abrazó con más fuerza, sintiendo los ríos de lagrimas correr por sus hundidas mejillas; la mirada de pena que le dio fue la desalentadora respuesta. Rin estalló en llanto, maldiciendo y chillando al tiempo que Len presionaba sus labios contra su frente con fuerza, las manos temblándole al sujetarla. ―Shhhh… ―susurró Len―Todo va a estar bien Rin. Si, es cierto: Hemos pasado por cosas malas aquí... Pero esas cosas malas ya terminaron. ¡Todo terminó, Rin!― acunó el lloroso rostro de su hermanita entre sus manos: ya no gritaba, pero hipaba ligeramente. Le secó las lágrimas con sus propios dedos―No llores Rin, pues ya todo esto se acabó. Aquí estoy... él no volverá a lastimarte nunca más… Rin asintió haciendo grandes aspavamientos y se escondió una vez más en el pecho de Len. El sirviente la abrazó de nuevo, meciéndose ligeramente para calmarla. Len se había imaginado su reencuentro de una manera más… emocionante y feliz, pero esto era triste y cruel, como todo lo que el Duque les había hecho. Sabía que lo que seguía iba a ser duro para ambos... Pero ya todo había terminado y solo restaba seguir adelante... juntos. ― ¡Len!―se oyó desde abajo el grito aterrorizado de Kaito―. ¿Acaso te moriste o qué? ¡Tenemos que irnos! ―Vamos―Len le rodeó los hombros con un brazo y bajaron las largas escaleras. A Rin en todo el trayecto se le aparecían inquietantes fragmentos de lo que habría pasado en esa casa. Su horror no tuvo límites al ver una mano ensangrentada bajo un charco de sangre y con el cuerpo envuelto en una alfombra. Se aterrorizó al ver el cuerpo, al entender las manchas de sangre en el traje de su hermano y volteó la mirada―No mires, Rin ―le aconsejó él llevándola al vestíbulo para que no lo viera. ―Debemos salir de aquí. Se oyen desde aquí gritos de los lugareños. Van a venir aquí a ajustar cuentas con Gakupo. Si nos quedamos aquí puede recaer el linchamiento hacia nosotros. ―urgió Kaito presuroso mientras Meiko chillaba: "¿Una turba? ¡¿Como que una turba, Kaito…?!" ―Saldremos por el cobertizo, allí está el bosque y podemos ocultarnos allí―contestó Len, hurgando entre los cajones de la cocina sacó una lámpara de minero y una navaja. Los cuatro salieron presurosos hacia la puerta de la cocina: Len a la cabeza, guiando al grupo, quien agarraba a Rin, detrás de ella Meiko y por último iba Kaito. Cruzaron el patio hasta llegar a los límites del bosque, pasando por un viejo túnel de ladrillos, para luego adentrarse en el bosque. Estaba completamente oscuro y la luz de la lámpara era lo único que les guiaba el sendero que seguir. No se detuvieron ni miraron hacia atrás, hasta un claro cubierto de brezo. Desde allí, ocultos entre las rocas, vieron llegar a la turba enfurecida. o-o-o-o-o-o-o-o-o-o La llegada de las rehenes a sus hogares trajo la congoja y la felicidad… Después de tantos meses y años sin verlas y allí estaban, sanas y salvas... ya muchos creyeron que no volverían o que habían muerto... y cuando supieron lo que había pasado, que el Duque de Venomania las había secuestrado y retenido para su placer, la conmoción y el espanto cruzaron todos los extremos del pueblo. Todo se transformó en ira. Tomaron sus garrotes, machetes, tridentes y antorchas. Hombres, mujeres y niños salieron en tropel de sus casas. En cuestión de minutos, el pueblo de Asmodín se alzó contra el castillo. Derribaron la verja negra que cerraba el jardín principal. Al echar abajo las puertas enormes principales a punta de hacha, dispuestos a matar al Duque de Venomania allí mismo, hallaron una macabra sorpresa: Envuelto en la carísima alfombra tupida, junto a un tocadiscos que tocaba solo y repetidamente Radetzky March,hallaron el cuerpo roto, sanguinolento, sin cabeza, sin sexo y empalado a lo Vlad Tepes, con la perturbadora inscripción en el pecho y clavos en sus manos; concluyeron, demasiado tarde, que alguien ya lo había hecho y de una manera que insinuaba acto de satanismo. Siguieron inspeccionando toda el área, encontraron en el laboratorio del sótano cientos de libros sobre Pactos Demoníacos y una marca en el piso, en forma de Pentagrama corroboró las sospechas. Miles se santiguaron en ese instante. También hallaron un salón suntuosamente decorado con un armario con hermosos vestidos de mujeres y niñas. Muchas habitaciones estaban lujosamente decoradas para las prisioneras. En otra habitación cerrada con llave encontraron el horror que escondía el Duque: En ella, había unas cincuenta jarras, potes y palanganas con restos humanos en conservación: grasa hecha manteca, sangre coagulada, cabellos de criatura, esqueletos de manos, polvo de hueso... Los perros en el patio desenterraron un total de 150 sacos donde contenían restos de fetos de bebé, casi todos de 5 a 7 meses de gestación. La indignación se expandió a toda la multitud. Después de varias horas de histeria y rabia, el interior del antes majestuoso castillo de Gakupo Kamui mostraba un espectáculo de desolación: de las bodegas corría el vino de las cubas destrozadas, y en lo ladrillos contaban la historia de la reciente carnicería que se había hecho. Desaparecieron todos los objetos de valor del Duque, aunque sus joyas ya se habían esfumado. Solo se veían cortinas de lecho rasgadas, muebles destrozados y tapices arrancados. Sacaron a rastras el cadáver del Duque para dejarlo allí, en medio de la masa furiosa, para arrojarle piedras y escupitajos. Al final, Honne Dell, marido de Yowane Haku, hizo traer del pueblo cientos de galones de gasolina y le prendió fuego al castillo. Toda la turba soltó alaridos de triunfo, gritos y cánticos religiosos al ver la casa maldita desaparecer tras las llamas, un acto de exorcismo masivo. Las torres, las almenas, el patio, el campanario, las casas anexas fueron devoradas con un fuego que llegaba a los casi 5 metros de altura, cuyo humo se veía hasta a 10 kilómetros de distancia… … El fuego infernal se reflejaba en los azules ojos de Kagamine Len, aferrando la mano de su hermana, contemplando el acto hasta el final. -.- Los días siguientes fueron de gran agitación para la comarca. En el pueblo nunca se supo exactamente quien asesinó al Duque de Venomania. Los duques Akaito y Meito, al saber la noticia de la muerte de su amigo, rogaron al Rey que se apresara al sirviente de este, pues estaban seguros que él había sido. ―Es necesario que sepa, noble Sire, que este sirviente fue el causante de la muerte de nuestro amigo. Atentar contra la vida de un miembro de la realeza es un sacrilegio. ¡Apréselo y llévelo a la guillotina! ―decía Akaito con tono afectado. Pero el pueblo, aunque lo hubiera creído, también tenía sus propias teorías: Pudo haber sido otro; ¿quién sabe...? Y si lo del sirviente era cierto, entonces no estaban dispuestos a entregar a alguien de su gente que, sin saber exactamente quién es, había traído justicia a este pueblo maldito. Los pueblerinos se basaron en los testimonios de las mujeres y las pruebas halladas dentro y fuera del castillo, pero los Duques no los tomaron en cuenta. ― ¡Eso no es más que una calumnia! ¡El Duque Gakupo fue un alma gentil y caritativa como ninguna otra! ¡Jamás se hubiera aprovechado de damas y doncellas para su beneficio! ¡Jamás vi una mujer en su castillo! ¡Todo esto es un escándalo!―aullaba Meito. Finalmente el Rey mandó a varios de sus arqueros para buscar al responsable de la muerte del Duque de Venomania y el pueblo estalló. Los burgueses y los campesinos se lanzaron contra la policía y varios de la aristocracia, que se pusieron de lado de los Duques. Asmodín vivió los peores días de su historia desde la epidemia de viruela. Los Duques y la nobleza fueron empujados hasta las ciénagas de Aligues donde a punta de palos fueron apelados, traspasados, hundidos en el fango, ahogados... La tierra se tragaba su propia aristocracia. Las mansiones fueron saqueadas y vaciadas hasta los cimientos donde sus ocupantes quedaron peores que los campesinos más pobres. La histeria de la Iglesia no tuvo límites al ver que en ese lugar había un culto a la brujería con el mismo Duque y se arrojaron contra el pueblo. Aquí ciento quince cadáveres, aquí ciento cincuenta y dos... ni una sola zona de allí se salvó de la hoguera expiatoria. La misma iglesia del pueblo fue consumida por las llamas. No perdonaron a nadie, ni mujeres ni niños. El viento de Asmodín estaba impregnado del atroz olor de las hogueras, haciendo réplicas de la tristemente célebre "Gran Hoguera Morada" donde el castillo de Gakupo fue consumido hasta las cenizas. Al final, después de varios días de caos, el Rey, creyendo la historia de las secuestradas, mandó al Papa a excomulgar a Gakupo y a enterrarlo en su castillo, que quedó maldecido para siempre. Nana subió las nudosas manos a la imagen de la Virgen Negra que estaba sobre el pedestal. Las lágrimas cruzaron su rostro cercado de arrugas donde la historia de la Bestia de Venomania, que sería recordada tristemente hasta nuestros tiempos, aun cuando Matsue desapareciera, se veía claramente… ―Gracias Len… Bendito seas. Bendito sea el Lobo de Venomania… o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o Una semana antes, cuatro figuras encapuchadas salieron del helado patio del hostal para abordar el pequeño carruaje tirado por mulas. Kaito abrió con rapidez las portezuelas y Rin y Meiko entraron, seguidas por Len y él. Azuzó a las mulas y estas partieron a la embarrada carretera que daba a la salida del pueblo. Pueblerinos abrigados hasta las narices los veían pasar. La primera nevada llegó con una larga danza de copos de nieve, cubriendo el frío suelo. Los campos estaban negros y desiertos; los animales de granja berreaban de frío apretujados en redil, el aire olía a fogatas de leña verde. Aunque estaban cubiertos de buenas mantas, dentro del carruaje hacía algo de frió también. Meiko destapó la primera botella de sake de la jornada, entre las protestas de Kaito, argumentando que las necesitaba para soportar el frío. ― ¿Puedo rodearte con mi brazo, Mei-chan?―decía galantemente Kaito, como si quisiera enseñarle a Len lecciones de galantería. Meiko le respondió con un zape en la nuca y acto seguido se acurrucó en su hombro, entre sonrojos de Kaito. ― Está bien, pero no vayas a babear mi vestido cuando te duermas o tu reserva de helado desaparecerá en el río― murmuró Meiko amenazadoramente. Los gemelos miraban divertidos la escena. Esa capacidad de pasar de la casi violencia a la ternura daba risa y enternecía a la vez. Len sintió envidia de Kaito, por tener una mujer que amar y que este fuera correspondido. Notó que Rin los miraba con algo de tristeza y Len le tomó de la mano, sonriéndole para infundirle ánimos. Ella compuso una débil sonrisa de respuesta y se acurrucó en el pecho de Len, cerrando a medias los ojos. En verdad el bamboleo del carruaje y el bombeo rítmico del corazón de su amigo, hicieron que se adormeciera casi enseguida, pero todavía tenía muchas dudas de los últimos acontecimientos, entre ellos uno que la inquietaba particularmente. ―Len, ¿adónde nos quedaremos cuando lleguemos a la cuidad?― musitó Rin mientras una ligera ráfaga de viento le despeinaba. ―Ya veremos Rin, pero no te preocupes, estaremos bien cuando lleguemos―respondió Len besando su frente y acariciando su cabello; detrás de él estaban las escarcelas con la oportunidad de que ambos tuvieran una vida mejor de la que tenían. Rin asintió lánguidamente y dejó que él siguiera acariciando su cabellera y espalda, mientras sucumbía al mundo de los sueños, donde no tenía que temer más al Duque, pues estaba a salvo, lejos de ese castillo y en brazos de Len. Len alzó los azules orbes al viejo madero que, antaño, permitía mostrar al caminante la entrada al camino del bosquecillo; ahora un cerco rodeado de púas flanqueaba la entrada con un cartel en grandes letras góticas que decía: Prohibido Pasar. Sonrió con una extraña mezcla de tristeza y triunfo; se apoyó contra el espaldar, acomodándose mejor para no incomodar a Rin y para dormitar un poco. Miró tiernamente la preciosa carga que reposaba en sus brazos, le apartó un mechón que le impedía ver su rostro. Posó la barbilla en su cabeza y apretó más fuerte el abrazo, para obligar a aquella cabecita a pegarse más estrechamente a su pecho. ¡Oh, como la amaba tanto...! A Len ya no le importaba la que la Iglesia y sus Mandamientos dijeran de ellos, su comentario sobraba. El amor es un barco sin capitán definitivamente, que lo lleva a donde el viento le dé la gana de empujar. Aunque Len se moría por sujetarle de los hombros y decirle toda la verdad, todo lo que había sucedido, todo lo que había hecho para liberarla y que se consumía de amor por ella... Sabía que todavía no: Rin había pasado por una experiencia traumática y él mismo tuvo su buena racha de penas; había que esperar que las heridas de sus corazones, todavía sangrando, terminaran de curarse... Además, no sabía que sentía Rin por él... Pero ya habría tiempo para saberlo. Ahora lo importante para el Lobo de Venomania era dormir. -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Author´s Note: (1) Mezquino. Mesquine o Meschine. Feble, pobre, endeble o miserable: Era el calificativo general que se le daba a sirvientes. (2) Misa Vana: práctica mediaval donde, contraria a la misa cristiana, se reunían adeptos a la magía negra para practicar conjuros y hacer sacrificios a la Diosa Madre. Actualmente estos adeptos se denominan "Wiccanos". Podriamos decir que Len renegó del cristianismo y se convirtió a la Wicca. (3) Frase de la película "Diabólica Tentación" (Jennifer´s Body) con Megan Fox. (4) Eduardo II de Inglaterra murió en 1326 en Berkeley, atravesado analmente por un atizador encendido, simbolizando que su homosexualidad arruinó el país. (5) Escena parecida a "Hannibal: El Origen del Mal" Aunque más se parece a la primera parte de Millenuim: "Los hombres que no amaban a las mujeres" porque Len escribió "Cerdo" al igual que Lisbeth Salander. (6) La Escarcela (scarsella) era una especie de bolsa que se llevaba suspendida del cinto de formas variadas y muy artísticas que estuvo de uso durante los siglos XIV y XV. Finalmente, se utilizó para designar un bolsillo asido al cinto utilizado por trajineros, pastores y gente de campo. Próximo capítulo: Twincest y KaiMei.
Primera en comentar Hola, ¿Como estas? Te juro que tu Fic me deja helada es mas ahora recuerdo una pesadilla que tuve en la cual bueno sabes que mejor no digo nada por que no se que como la vayan a tomar a los que lean el mensaje pero bueno ahora que ya murio Gakupo, Kaito y Meiko estan juntos, ¿Len y Rin estaran juntos pronto? esa es una pregunta que nos atrae muchos a los lectores y bueno realmente me gusta mucho este Fic siempre me dan ganas de leerlo una y otra vez creo que hasta ahora he leido como seis veces cada capitulo y como ya no tengo nada mas que decir me despido. Bye-Bye
Len y Rin estarán juntos, pero luego de una larga y penosa recuperación. Len debe esperar a que Rin se sane de su trauma de Gakupo, antes de aceptar el amor de Len. Será muy especial, lo prometo :3
¡Hola! ¿Milagro, eh? Afortunadamente no tuve clases y me la pasé puliendo este capítulo. ¡Finalmente, lo que la gente estaba esperando desde el principio! Twincest Rin/Len. Completamente hecho bajo las rolas de "The Birthday Massacre" -o-o-o-o-o-o-o- Después de varias semanas, finalmente el invierno llegó con toda su fuerza a toda la región. Esta vez el sol definitivamente se escondió y no volvería por ahora. Un amplio manto blanco cubrió todos los campos y caminos. Copos de nieve cubrían las terrazas y los tejados poseían ahora curiosos sombreros blancos. Remolinos de nieve agitaban las ramas y levantaban los abrigos. Los ríos se congelaron y para sacar agua ya no se podía hacer a cubas sino a golpes de hacha. Un frio que no respetaba ni a las piedras hacia estremecer los miembros del cuerpo aun dentro de las pieles. En Asmodín, tal y como Len había presentido desde hacía mucho, hubo invierno de hambre. Allí, el medio kilogramo de trigo se vendía a sesenta piezas de oro y el medio fardo de leña vieja, a treinta y cinco, precio jamás alcanzado. Las últimas cosechas estaban destruidas y enterradas a 5 metros bajo tierra. El ganado se moría de falta de forraje y la gente se peleaba por los restos. El viejo cementerio de la campiña volvió a abarrotarse y muchas madres desconsoladas enterraban a sus hijos en el paraje, junto a las viejas fosas comunes donde reposaban los huesos de los padres de Rin y Len. La mala cosecha, el escándalo del Duque de Venomania y sus mujeres, su misterioso y violento asesinato y la purga expiatoria posterior a su caída, alimentaban a la trágica imaginación popular. Muchas de las víctimas, entre ellas Miku, Luka y Gumi, tomaron sus cosas y se fueron para siempre del pueblo maldito, rápidamente quedando en el olvido… Dejemos de una vez este pueblo que se hunde y vayámonos unos kilómetros al este… -o-o-o-o-o-o-o-o- Len apartó el largo cortinaje que cubría los ventanales para que entrara algo de claridad a la habitación. Desde el alba estaba despierto, pues se había acostumbrado a levantarse siempre temprano para hacer las tareas domésticas del castillo. Se sobresaltó al darse cuenta que ya no tendría que hacer nada de eso; ya no sería más la "muchacha de servicio"como Gakupo solía decirle a sus espaldas. Hizo crujir los huesos de los hombros y manos. ¿En verdad había pasado todo esto? Se sentía como si todo lo que hacía pasado en el castillo de Asmodín no había pasado no hacía semanas, sino hacia años. Tenía la sensación de haber emprendido un viaje de cientos de kilómetros. La época de la infancia le era ahora ajena y extraña. La vida perdida le parecía tan lejana y palpable a la vez: "Me siento como si tuviera cincuenta años, y ni siquiera tengo quince. Has perdido el juicio, Lenny"se decía meneando la cabeza. Desde la madrugada de pesadilla en la cual se escaparon en el pequeño carruaje para bordear los campos devastados por la tormenta para luego llegar a la frontera Azul, como un hambriento que se harta de comida creyendo nunca saciarse, Len tomaba posesión del universo con la mirada. La perspectiva de ser libre y tener a Rin a salvo con él le provocaba una especie de vértigo. "¿Volveré a acostumbrarme a la libertad?" Se preguntaba. Ateliesta (1), población del Reino Azul, y por lo tanto, feudo de Kaito y de Meiko-nee, parecía unos pueblitos mostrados en los libros ilustrados y en las tarjetas postales. Ese lugar se caracterizaba con eterno aire de mercados, de harina con manteca y leño verde humeante. Las casitas de piedra y de madera, los tejados en forma de aguja y sus muros de más de 500 años de antigüedad, sumados al invierno, le daban un aspecto de aldea navideña… Si, es una exageración, tómenlo como un dato humorístico para relajar el ambiente, señores. Pronto llegaron al hogar de Kaito y Meiko, más pequeño que el castillo de Gakupo, pero sin duda más acogedor según Len, acordándose de las frías y umbrías bóvedas de los sótanos, en las que rezumaban humedad. Meiko, quien de hecho gobernaba la casa (con puño de hierro y botella de Smirnoff a la vez) les designó un cuarto para cada uno. Allí, una residencia entre bosques, los gemelos conocían el invierno de la libertad. Ahora miraba alrededor de su cuarto: Una habitación pequeña, de escaso mobiliario pero agradable, un pequeño escritorio, armario, y librero de madera oscura. Una cama amplia colocada al ala oeste del cuarto, cuyo único adorno era un escudo en la cabecera, puesto en el sitio exacto donde antes había un crucifijo, que Len deliberadamente hizo quitar. En los ventanales en forma de guillotina colgaban unos carámbanos de hielo y había rastros de aguanieve en los cristales. En la esquina más alejada, reposaba un calentador de agua. Habitación sencilla, pero definitivamente mejor que el habitáculo donde antes dormía. Len dejó escapar un pequeño suspiro y se volteó, pues acababan de tocar a su puerta y él corrió a abrir: En el umbral de la habitación estaba su hermana, con pinta de que acaba de levantarse. Llevaba en sus manos una bandeja de bizcochos y dos tazas de té. Aunque el invierno mantenía la misma palidez exhausta de sus mejillas, Rin se veía mejor físicamente. Len también había recuperado vigor en las últimas semanas; en verdad, la fortuna fue amable con ellos. — Buenas días, Rin. ¿Dormiste bien? — Sí, muy bien—respondió ella con voz tenue—. Este… Kaito-nii y Meiko-nee van a salir y me pidieron que te dejara esto, pues debías tener hambre—ni siquiera lo miraba—Bueno… ya… ya me voy—y se levantó para salir de la habitación… cosa que Len evitó, sujetándole de la muñeca suavemente. Ella se estremeció levemente y volteó la cara, rehuyéndole la mirada. Len sabía perfectamente lo que estaba pensando y sintiendo. En ellos no era ajena la famosa "telepatía de gemelos". La hizo girarse hacia él con cuidado y la rodeó con sus brazos cuidadosamente, sin decir ni una palabra. Desde su llegada, Len se deshacía en consuelo para Rin. La adolescente había recuperado la mayoría de sus recuerdos del castillo y eso la había aterrorizado de sobremanera. Lloraba y sollozaba, aterrada con la espantosa idea de haber servido como esclava sexual del Duque de Venomania, sin siquiera saberlo, lo que lo hacía más terrible todavía. Se encerraba y no hablaba con nadie, se podía quedar por horas mirando el vacío. Un día Len a la halló arrodillada en el cuarto de baños, completamente vestida, empapándose con agua caliente, llorando. Esa imagen le partió el corazón. Sin pensarlo, Len se metió dentro, sin importarle mojarse también, para acunarla en su pecho y consolarla, también necesitado de apoyo: —Todo va a estar bien, Rin… Aquí estoy. Deja de llorar, por favor… Nadie volverá a hacerte daño —le había susurrado en aquella ocasión. Len a solo deseaba que su princesa sonriera de nuevo. Estaba todo el tiempo a su lado. La llevaba de paseos por los alrededores de la casona con tal de animarla y distraerla. Le hablaba durante horas, sobre los campos verdes en el verano, sobre curiosas anécdotas de infancia, sobre todo. Cuando la oía gritar por las noches por una pesadilla, las cuales eran frecuentes, corría a su lado y se acurrucaba con ella; La abrazaba y la consolaba; le decía que todo iba a estar bien, que ya nadie volvería a lastimarla más; la mecía y la arrullaba con sus canciones favoritas y se quedaba a su lado hasta la mañana siguiente. En ocasiones, Rin le suplicaba que le contara exactamente todo lo que había ocurrido en el castillo, e Len lo hacía… omitiendo ciertos detalles, para no lastimarla más. Entre eses detalles estaba, por supuesto, la brujería. Len se juró a si mismo que ese aspecto de su vida ya acabado se quedaría secreto hasta que la boca se le llenara de tierra. La estancia se había quedado en silencio. Lo único que se escuchaba, algo audible, era la respiración de la muchacha en el hombro de su amigo. El ex sirviente estaba desesperado. ¿Qué haría para devolver esa mágica sonrisa en su rostro, que tanto deseaba ver? De repente se le ocurrió una idea. Era un regalo de Navidad, pero aun así… —Rin… quiero enseñarte algo. La rubia alzó la cabeza levemente, encontrando que Len había sacado un pequeño paquetito de su bolsillo y lo había colocado en su regazo. Era cuadrado, envuelto en papel satinado y adornado con un sencillo moño. Se quedó mirándolo, sin saber que decir o hacer. Len le sonrió lánguidamente, en un gesto que quería decir: "Ábrelo". Desprendió el moño, rompió la envoltura y abrió la tapita: Un resplandor dorado le dejó momentáneamente boquiabierta. Era… —Len… esto es… —Este… pensaba dártelo en Navidad, pero no resistí el hecho de esperar tanto—dijo Len, rascándose la nuca—. ¿Me dejas ponértelo…? Rin asintió, dejando que Len se colocara detrás de ella, pasando la cadenita de oro en su cuello y la cerrara con el pequeño broche. Al fin el Guardapelo regresó con su dueña. Abrió las doradas portezuelas para ver la diminuta foto de ambos, tomada hacia casi quince años. Quince años que se fueron volando y en la cual vivieron muchas cosas que otros jamás desearían. Se volteó y encaró a su hermano… Len se quedó en aire extático, pues acaba de ocurrir algo maravilloso: De las comisuras de los labios de Rin se asomaba algo que era parecido a una sonrisa, pero luego de semanas sin hacerlo, para Len era mucho más valioso que todo el poder y el oro del mundo; pues para muchas personas, no hay nada más precioso que un gesto de la persona amada. Len extendió los brazos una vez más; como si estuviera sonámbula, la rubia se volvió a acurrucar en su pecho, no por consuelo, sino por el placer de sentir esa calidez que su hermano solía desprender. Era simplemente maravilloso: Len allí, abrazándole con tanta fuerza e infinita ternura, como si no quisiera ir. —Se que ahora no son tiempos fáciles, Rin… Pero quiero que sepas que yo siempre estaré aquí para ti; no importa lo que haya pasado, siempre serás mi hermanita y siempre te amaré. Lograremos superar esto juntos, te lo prometo—musitó Len posando las manos en ambas mejillas, acariciándolas—. Sonríe, mi princesa. Por favor… sonríe para mí. Rin se sintió conmovida por esas palabras y sonrió débilmente, para placer del rubio. Se tomaron de las manos, que ya no calzaban; las de Len eran un poco más largas y fuertes que las de ella. Sus dedos se encontraron, se interrogaron y se entrelazaron, en un tierno gesto que tenía más seguridad que un beso, como si las manos de dos seres se unen en una misma plegaria… Eran ellos contra el mundo. —Te quiero, Len—musitó Rin después de un rato en silencio. —. Gracias… por todo. —Y yo a ti, Rin—respondió Len también en un susurro—. No hay de qué. -o-o-o-o-o-o-o-o- Podríamos decir que ese invierno sirvió justamente para sanar. Encerrados en la casa por la nevada, los jóvenes tuvieron mucho tiempo para hablar, para buscar en el otro apoyo y compañía. Con el paso del tiempo, Rin fue recuperándose del trauma: sonreía más a menudo y era más activa, ya no se sumía en esos inquietantes silencios que llenaban de angustia a su gemelo, se sentía más tranquila; Rin finalmente entendió que no era sano quedarse estancada en el dolor y el odio que lo mejor era seguir adelante. Una violación nunca se supera, esa es la verdad, pero es posible sobrellevarla. Con todo, Rin quería dar el siguiente paso en su rehabilitación y eso era: desprendiéndose de todo el pasado y volver a empezar de nuevo. Con eso en mente, logró convencer a Len de dejarla abandonar el Conservatorio. —Nunca me sentí muy feliz allí, ¿sabes?; era como una especie de club esnobista, exclusivo y discriminatorio. Las chicas me trataban mal porque siempre me tocaba el protagónico, la envidia las corrompía y las viejas de las profesoras ni se digan. ¡Como extrañaba a Len para destrozar cosas! —le decía a Meiko. ¡En verdad como extrañaba esos días! Cada vez que miraba la diminuta foto, Rin volvía ver los campos de lirios y girasoles, en el que ella y Len luchaban en los fangales y luego corrían a revolcarse en el heno del establo. A veces veía en la calle a niños jugar en la nieve y en seguida se imaginaba a sí misma y a Len de pequeños, volviendo a hacer lo mismo que ellos. — ¿Recuerdas, Len, cuando jugábamos en el sótano del orfanato y nos creíamos piratas?—suspiró ella una tarde mientras tomaban el té. Su hermano le sonrió. El hecho de que Rin ya no quisiera hablar del Duque y ahora solo de recuerdos de infancia, era una señal inequívoca de recuperación… y una ventana a esos recuerdos lejanos. —Lo recuerdo. ¿Sabes algo? Kaito me habló del ático de aquí que no ha sido abierto en años. ¿Quieres echarle un vistazo? Rin se mordió el labio. Un ático, sucio y polvoriento se convertía de pronto en una cueva del tesoro, sin embargo…—Pero Len ya no tenemos nueve años—le recordó. — ¿Y eso qué? Ya seremos aburridos cuando tengamos 80 y ni nos podamos mover. ¡Rin, me prometiste en tus cartas que nos divertiríamos! ¡Aprovechemos que ellos no están! —dijo Len levantándose, extendiendo la mano para que ella la sostuviera. Un gesto que más adelante tendría otro significado… El entusiasmo de Len era asombroso comparado con los cuatro años de desesperación que vivió en el castillo. Diríamos que lentamente, Len recuperó las ganas de vivir y apaciguó a los demonios internos que lo empujaron al Mal. El tener a Rin, sana y feliz, contribuyó poderosamente en ello. Para Rin y Len, obligados por las dificultades a madurar demasiado pronto y a dejar las chiquillerías atrás, los días siguientes fueron una válvula de escape a todo sentimiento negativo: Exploraban los terrenos aledaños a la casa y al pueblo, organizaban cabalgatas a campo traviesa y armaban épicas batallas de nieve. Al caer la tarde, cansados y felices, Len y Rin se sentaban, barquillo en mano, a contemplar el atardecer. Diciembre se fue rápido. Como cayó una nevada monumental que literalmente lo enterró todo, Kaito, Meiko, Rin y Len pasaron Navidad, el cumpleaños de los Kagamine y Año Nuevo en la sala de estar. La tragedia y el tiempo transcurrido terminó por unir profundamente a los cuatro, en esos días se reían a carcajadas mientras Kaito gemía de felicidad junto a sus cinco cajas de helado premiun Hagen Daaz, mientras Meiko sopesaba sus quince botellas de coñac, se reía de él y los jóvenes se embutían en la boca del otro cucharadas grandes de flan de caramelo. El día del cumpleaños de los gemelos, mientras devoraban los trozos de su pastel de naranjas con crema de plátano, Rin quedó sorprendida al ver la talla y el brillo de las piedras preciosas en las escarcelas. Boquiabierta, cuando le preguntó a Len de donde las sacó, él se encogió de hombros. —Eso no importa, Rin—contestó alegremente—. Lo importante es que con esto tendremos más que suficiente para tener nuestra propia casa. Kaito-nii y Meiko-nee se casarán muy pronto y necesitarán todo este lugar para tener a su familia. ¿No te gustaría? ¿Vivir en tu propio hogar como una princesa? Rin se sonrojó levemente. A veces recordaba con nostalgia en su pobre casita en el campo, que fue cerrada en la epidemia. Aun así, la idea de vivir con Len, como una familia otra vez, le emocionaba. Sintió mucho agradecimiento por todas las molestias que el rubio se había tomado por ella: "Que buen hermano tengo; siempre piensa en mí" se dijo así misma enternecida. -o-o-o-o-o-o-o-o- Un leño entero, sobre brasas incandescentes, se consumía entero en la chimenea. En la ventana más próxima se levantaba el mediodía de marzo, avaro de luz. Rin estaba sentada hacía horas, tratando de concentrarse en su labor de encaje, terminando por volver a mirar a la ventana. Len no estaba. Había salido con Kaito a… bueno, no le dijo exactamente adonde: "Es una sorpresa" le había dicho. Y por eso lo esperaba, y mientras tanto, trataba de distraerse del mar de pensamientos que rondaban por su mente. En estos últimos tiempos, Rin sintió que había vivido tres vidas, completamente diferentes. Es como si una Rin distinta la una de la otra, ocupase esa vida: La primera empezaba como una niñita alegre y caprichosa, jugando con su hermano en los campos y con sus padres y que terminaba trágicamente con su separación de Len. La segunda era la más confusa, pero también la más horripilante: recordaba subir los escalones al vestíbulo de ese sombrío castillo, ver entre los haces de sombras los penetrantes ojos azules del Duque de Venomania y de allí hundirse en un mundo extraño y difuso, del cual despertó violentamente en brazos de Len, manchado en sangre. Y la ultima de esas vidas, era la de ahora, en la que disfrutando de una calma relativa y serena, estaba esperando la llegada de su hermano. Tres vidas tan diferentes… y la única constante en ellas era la figura, ya fuera ausente o pletórica, de Len. Pensando en Len precisamente… tenía que admitir que últimamente tenía extraños sentimientos por él. En verdad estaba muy agradecida por todo lo que Len había hecho por ella. Desde rescatarla hasta ofrecerle consuelo. Sin embargo… ese agradecimiento metamorfoseó en algo más profundo. Se sonrojaba cuando Len le tomaba de la mano cuando salían a jugar afuera. Aunque ya no tenía pesadillas sobre Venomania, aun no podía resistirse a levantarse de la cama y acurrucarse con Len en la suya, no por miedo, sino por la necesidad de sentir la calidez del pecho de su hermano, la suavidad de sus brazos rodeándole, y esa aura de protección que irradiaba. Actos tan inofensivos que Len le daba como un beso en la frente o una mano acariciando su mejilla, eran gestos que la sonrojaban a más no poder, y le daban un enorme significado. Por otro lado, no dejaban de acosarla las enseñanzas religiosas que le impusieron en el orfanato y en el Conservatorio: El incesto era considerado pecado. Era algo monstruoso, casi animal. Merecedor de 99 pedradas de parte de todos los demás. En ocasiones Rin sentía pánico por tener este cruce de sentimientos por Len y más de una vez la rubia se preguntaba con espanto si lo que sentía por Len era una cruel secuela de sus traumas pasados (2). No sabía qué hacer. No tenía respuestas… y lo que más le atormentaba era que no sabía lo que Len sentía por ella… Internamente, Rin guardaba la insensata esperanza de que Len la mirara no como una hermana, sino como una mujer. —Oye, Rin—Meiko se sentó en el alfeizar de la ventana con ella. —No te vas a quedar esperando a Len toda la tarde, ¿o sí? Conociendo a Bakaito, no dudes que la hará a Len un tourpor todas las heladerías del pueblo—agregó con una venita de la sien hinchada—. Me preguntaba… Si te gustaría salir conmigo a un bar que está cerca de aquí. Te enseñaré a beber y… quien sabe, hasta podrías conocer a algún chico que te guste. ¿Qué me dices? Rin fingió que su propuesta no le interesaba—Gracias, Meiko-nee, pero ahora no tengo ganas de conocer a nadie. — ¡Ah, vamos Rin! ¿No se supone que ya te curaste esa depresión que tenias? ¡No dejes que lo que ocurrió en el pasado arruine tu vida! El pasado es pasado, ¿vale? La virginidad no es "un sello de garantía" como dicen esos vejetes estúpidos de la Iglesia. —Gracias por esas palabras, Meiko. —De nada, querida… ¡Pero aún no me has dicho porque no quieres ir! Es eso, o… ¿O no será que ya te gusta alguien? —Aunque trató de negarlo, el sonrojo de Rin la delató— ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¿Quién es? Rin se quedo callada unos minutos no sabía si decirle a Meiko que quien estaba enamorada. ¿Cómo reaccionaría? ¿Los echaría a ambos de su casa? Aunque Meiko era muy amable con Len y ella, Rin recordaba con miedo el célebre "Rostro de las Consecuencias" de Meiko, donde se cabeza se inflaba límites imaginables. — Anda Rin, no seas mala: Dame una pista… ¿O no será…? —Rin la miro a los ojos temiendo ante lo que diría— ¿…No será que estás enamorada de Kaito, eh? — ¿¡Que!? ¡No! ¡No! —Tranquila, estaba bromeando, je je. Sé que Bakaito está loco por mí. Ay de él si no, ¿eh? Bueno, ¿nunca me dirás quien es, Rinny? —Lo siento, Meiko-nee. Pero es mejor que no lo sepas… todavía. Pues aun no sé si a él le gusto como yo quisiera—con esas palabras, Rin dejaba ver lo que sentía por Len… sin decir su nombre, claro. —Bueno amiga—replicó Meiko sonriendo mientras desataba una botella de sake—. Nunca lo sabrás si no se lo preguntas. Contéstame algo: ¿Él estará en mi boda? —después de pensarlo, Rin asintió— ¡Perfecto! Allí tendrás oportunidad. Solo no seas tan directa y deja que las cosas tomen su curso. Si te rompe el corazón, solo dime quien es, y te aseguro que saldrá de mi fiesta con la nariz rota y cojeando. ¿Qué te parece? Rin no pudo contener la risa. Tal vez la idea de Meiko no era tan mala… Podría intentarlo ¿no? No se pierde nada con ello. Sonriéndole, Rin asintió. —Entonces, que no se diga más. ¡Vamos, Rin! Es mí despedida de soltera y quiero reforzar mis reservas, si entiendes lo que digo —dijo agitando la botella, ya un cuarto vacía—Tal vez con algo de vodka con jugo de naranja aclares las ideas de tu cabezota y se te ocurra un plan con el muchacho misterioso y se te ocurra un plan. -o-o-o-o-o-o-o-o- — ¡Miren al pajarito!—les dijo Gachapoid al oprimir el botón del pesado artefacto de fotografía. En la fotografía lucían muy sonrientes Kaito y Meiko. No era para menos: Era su boda. La habían celebrado en el atardecer de la pequeña capilla del pueblo. Después de soportar durante casi una hora las peroratas del anacoreta del fraile, tan aburridas que Len por poco se durmió en su banca, por fin Kaito y Meiko dijeron el "sí, quiero". Para el momento en que debían decir los votos, a nuestro pobre Kaito, preso de los nervios, se equivocó a menudo y hasta la lengua se le atoró en el paladar; casi al final olvidó la última frase y quedó allí, con una mueca de pánico, ante la mirada amenazadora de su novia. Afortunadamente, Len le había ayudado (obligado, más bien) a aprenderse los parlamentos y le susurró a Kaito lo siguiente, como si fueran dos escolares copiándose en un examen. Después de ello no hubo más problemas y se besaron en medio de una exclamación y aplauso general... y chasquearon los dedos, pues Kaito se quedó colgado de Meiko por un tiempo ridículamente largo. En la foto, Meiko sin esa montaña de velos y abalorios encima, lucia muy bella y compuesta (Sobria por ahora); colgaba del brazo de Kaito, quien tenía su inseparable bufanda azul, a pesar de las amenazas de Meiko y Rin. A su derecha, también cogidos del brazo, estaban los Kagamine. Rin se veía muy bonita (fue dama de honor, por si quieren preguntar), con un vestido blanco con volantes de encaje, y Len se veía muy elegante con llevaba un traje de etiqueta clásico, adornado con una llamativa corbata amarilla. Fueron escogidos como padrinos de boda (La historia fue en realidad así: Cuando Meiko le preguntó a su novio si ya había escogido a los padrinos de boda, la respuesta de Bakaito fue: "Oops… lo olvidé, Meiko") y ellos aceptaron encantados. Ahora sonaba un alegre tema jazzístico; de esos que te hacen levantarte a menear las piernas. Rin estaba sentada donde momentos antes estaba la feliz pareja y Meiko, en el alborozo de la borrachera, arrastró al pobre Kaito a la pista de baile, entre risas de los invitados. La rubia movía los pies al son de la música. Ese gesto no era desapercibido por Len, quien estaba a unos metros de ella. Quería sacarla a bailar, antes de que alguno de los invitados masculinos se fijara en el inocente encanto de su hermanita y la sacaran antes que él. El problema es… que Len no sabía bailar. Gakupo nunca le había enseñado, ni siquiera a hacer el mísero vals, y ahora miraba perplejo los zapateos de los invitados, preguntándose cómo demonios podría imitar eso sin hacer el ridículo. Aun así, lo que deseaba más que nunca en estos momentos en deseos de sacarla a bailar, de rodear su cuerpecito con sus brazos, de aferrar su mano contra la suya y quizás... tan solo quizás, reflejarle sus sentimientos. Aunque también estaba latente el miedo de que ella lo rechazara por enfermo. Len no había vuelto a besarla dormida desde que llegaron allí. Se llevó maquinalmente a la boca la botella medio vacía para atenuar su sonrojo. —Hola... Nos hemos visto antes, ¿verdad? Len levantó la vista a un rostro el pasado, a quien no reconoció en un principio, pero luego lo recordó. El cabello color verde con cortes rectos sobre la frente, del mismo color de sus ojos, ataviado de un hermoso traje color plata y verde, correspondían a uno de los antiguos amigos del Duque. —No esperaba verte aquí—continuó diciendo, sentándose a su lado—.Nos conocimos hace como un año, ¿verdad?—a leguas se le denotaba la incomodidad—. Soy Hatsune Mikuo. —Mucho gusto—repuso él, algo cortante—. Soy Kagamine Len. Len tenía buenas razones para estar tenso. Se habían conocido en la cena del Duque de Venomania. Lo que había ocurrido allí dejó al pobre de Len y al Duque Hatsune, un trauma de por vida. La horrible y perturbadora imagen de esa joven bailando desnuda... Era evidente que ambos muchachos pensaban lo mismo. —Mira… Len—empezó Mikuo mirándolo con seriedad—. Puedo jurarte que yo no tenía ni idea sobre... los gustos del Duque Gakupo. Jamás habría acudido a su cena si hubiera sabido que horrores escondía en su casa... Todo el mundo no dejaba de hablar del escándalo de esas mujeres... Luego, me enteré que el Duque fue asesinado—bajó la voz hasta volverla un murmullo. Aunque su tono no era de censura, Len no dejó de sentirse inquieto. ¿Estaría pensando que fue él? ¿Lo delataría—...Y aunque hubieras sido tu, no te lo reprocho, pues lo que hizo el Duque Gakupo es imperdonable… Len lo miró fijamente. En las verdes pupilas de Mikuo, no dejaban asomo de duda o fingimiento. Era cierto que no tenía conocimiento de los horrores de su ex amo. Le sonrió en apreciación y le dio un apretón de manos. —Gracias. Me imagino que aquí vives con más tranquilidad, ¿verdad…? ¡Oh!, Buenas noches, señorita—le hizo una reverencia a Rin, quien acaba de acercarse a ellos. Mikuo, después de mirarla unos segundos, se turbó de sobremanera: Reconoció en ella a la misma joven de la infame cena del Duque Gakupo. Aunque se sonrojó enormemente, no hizo ningún comentario al respecto. —Me llamo Mikuo, ¿cómo te llamas? —Kagamine Rin, un placer—dijo la muchacha. — ¡Oh! ¿Ustedes son hermanos? —preguntó Mikuo sorprendido, para luego reír —. ¡Aunque no hace falta la pregunta, si son idénticos! Rin y Len se quedaron de piedra al oír esas palabras: "¿Ustedes son hermanos?" "¿…Son hermanos…?" "¿Hermanos?" Hermanos… Esas palabras lanzadas sin malicia e inocentes en apariencia, los hirieron profundamente. Ahí estaba otra vez: La culpa, el remordimiento dándoles una patada al hígado. Len miró el suelo y a Rin le zumbaban los oídos, y casi no escuchó lo que dijo Mikuo a continuación: —Me preguntaba... si le gustaría bailar conmigo, señorita Rin. —Está bien...—musitó como una autómata y se levantó lánguidamente para dejarse llevar, como si estuviera soñando, por la pista de baile. Meiko-nee miraba la escena de cerca desde que empezó la conversación y ya estaba cavilando y reuniendo pedazos de suspicacias. "¿Será él?" se preguntaba al ver a Rin balancearse junto al atractivo caballero. "No puede ser: Acaba de decirle su nombre... Aunque también podría ser una trampa, para no disgustar a Len". Volteó a ver a Len, quien seguía con los ojos a la pareja. Su mirada azulada reflejaba una maraña de sentimientos extraños… "Rin nunca me dijo que quien gustaba ella. ¿Podría ser…?" mascullaba en su fuero interno y volvió la mirada a la pareja. La expresión de Rin era igual a la de hermano: lánguida, casi ausente. —Meiko, ¿porque te ríes?—le preguntó Kaito, sacándola de su nube de pensamientos. —Me río de ti, Bakaito —mintió Meiko rápidamente—. Eres realmente tonto por estar usando esa estúpida bufanda que no combina para nada con tu traje; además, hiciste casi el ridículo al decir los votos… pero aun así me gustas—agregó para evitar más preguntas de su despistado esposo y le besó en las comisuras de los labios. "Lenny y Rinny… "pensó mientras lo besaba. " Allí hay algo raro entre esos dos…" -o-o-o-o-o-o-o-o- Desde ese sitio, la luna en cuarto creciente dibujaba un arco perfecto entre los nubarrones y dibujaba trazos claroscuros en el tapiz que cerraba el ventanal. Algunos alfilerazos de frió hacían estremecer las ramas. Un solitario y lleno de polvo puf era el único mueble de ese escondido rincón. El rubio se pasó las manos por la cara, tratando de disipar el disgusto. Y el hecho de que desde ahí se escuchaba débilmente el estruendo de la fiesta no ayudaba mucho que digamos. ¡Tantas esperanzas al caño! ¡Allí estaba, su oportunidad y la perdió! ¿Por qué no fue valiente y sacó a bailar a Rin antes que Mikuo? Ahora seguramente se había prendado de ella y no la dejaría… La mente de Len, experta en fastidiarlo con jugarretas, volvió a trastornarlo con la imagen de Rin, vestida de blanco, casándose con otro… que no fuera él. Quizás era mejor así, ¿no? Rin se lo merecía: Un hombre de alcurnia, noble y limpio de alma, como era ese Duque… no un ex sirviente de alma podrida y que, para colmo de males, era su propio gemelo. Podría superarlo, ¿no? Len era fuerte; si pudo sobrevivir a ocho años de infierno color púrpura en esa casa, (con trauma psicológico incluido), podría también con esto, ¿no es así…? —Este es mi castigo, ¿verdad, Dios? — musitó Len para sí, mirando el firmamento con desdén—. Me lo merezco por brujo, es verdad, pero no creas que te puedes regodearte, vejete; no me arrepiento para nada en lo que hice: Lo hice por Rin, y si tengo que volver a disfrazarme de mujer para verla libre y feliz, lo haría de nuevo ¿oíste…? –aunque al pronunciar lo ultimo lo dijo algo titubeante y avergonzado — Solo por ver esa hermosa sonrisa que tiene y que no se compara con cualquier otra cosa… Len debería haberse muerto de la vergüenza y cortarse la lengua si hubiera advertido que la persona por la cual estaba justificando todos sus pecados y faltas al Creador, estaba justo detrás de él, medio oculta en el marco de la puerta. —Rin fue lo única razón por la cual mantuve la cordura y me daba fuerzas para seguir. Ella. Solo ella. Si… ya sé que estuvo mal acostarme en su cama y besarla todas las noches; pero no me retracto. Pero… si ella quiere ser feliz con otro… Deberé aceptarlo, ¿no? Quiero que sea feliz. La amo más que a nada, y me importa un cuerno que sea mi hermana y deba asarme en el Purgatorio por eso. La rubia estaba asombrada, manteniendo una mano contra su boca para evitar dejar escapar un gemido, incapaz de creer lo que estaba escuchando de esta protesta divina: En todo este tiempo Len la había amado, no como hermana, sino como mujer. Entonces no era una alucinación: Una vez… Rin había soñado que alguien le cantaba una hermosa canción y luego la besaba; esos labios no sabían a berenjenas… Sino a bananas, ¿Quién no comía mas bananas que un mono, sino Len? Sintió una sensación de felicidad casi infinita, contemplando la espalda de su gemelo. Sonrió con picardía: Se le acababa de ocurrir algo. —Len… El pobre ex sirviente casi se muere de un infarto. Se volteó con tanta brusquedad que casi se lastimó el cuello. Se lo frotó mientras contemplaba con los ojos como platos a la súbita aparición de su hermana. —R-Rin…. —tartamudeó Len, ya con el rostro más rojo que un tomate, afortunadamente la oscuridad lo ocultó— ¿Q-que haces a-aquí? ¿N-no estabas c-con Mikuo? ¿Desde cu-cuando estás aquí? —Hum, hace unos segundos—contestó Rin fingiendo inocencia, divirtiéndose enormemente con hacer enrojecer a su amigo. Recordando los consejos de Meiko: "Solo no seas tan directa y deja que todo siga su curso", acariciaba un proyecto. —No sabía dónde estabas, me tenías preocupada. Que vista tan hermosa, ¿no te parece?—preguntó señalando la luna, rozándose contra Len, provocándole un escalofrió. Internamente sonrió. — ¿Porque te fuiste, Len? —Porque… — "Vamos Len, díselo" dijo una vocecita en su cabeza. "¿Estás loco?" dijo otra voz, parecida a la de Kaito: "No seas estúpido. Inventa una excusa, Lenny. Di que…"—No sé bailar. Anda, ríete. —No me rio, Len—replicó Rin con dulzura. "Bonita excusa" pensó "Aunque podría serme útil…". Adoptó una mirada tierna y compadecida—. Mucha gente no sabe bailar. Pero es muy fácil: ¿Quieres que te enseñe? —Eh, pues… yo… bueno… —Pero Rin ya se había acercado más a él, quedando frente a frente. ¡Como se divertía, y al mismo tiempo, que miedo le daba! Disipó esos malos pensamientos y se concentró en su objetivo. Len volvió a balbucear—Pero Rin… no hay música… —Eso no nos detuvo antes—con esta frase, Rin le recordó esos juegos-bailes de "La Rueda", que jugaban de niños… Pero ya no eran niños. Eran adolescentes: La adolescencia plena, y con ella, los sentimientos a flor de piel… —Rodea mi cintura—le susurró Rin. Nervioso, Len obedeció y rodeó con un brazo la delicada y pequeña cintura de su acompañante. La rubia se estremeció ante ese contacto. Posó la mano en el hombro de su amigo, instándolo a estrecharse más. Entrelazó la mano libre con la otra de Len, ahora con ambos rostros enrojecidos. —Ahora… déjate llevar—y con esto, Rin empezó a balancearse de un lado a otro. Len logró imitarla, al principio algo torpe, por miedo de pisarle accidentalmente un pie. Pronto la timidez fue reemplazada por risas. Ambos se dejaban llevar al compás de una música imaginaria, proveniente del interior de sus corazones. En una parte del baile, Rin se recostó contra el hombro de su compañero, tratando de ocultar una risita nerviosa. Len nunca se había sentido tan feliz. Rodeó aun más con sus brazos el cuerpo de su hermanita, quedando completamente pegados. Tan cerca… tan cerca de hacer a acabo su más grande anhelo: Los labios de Rin, rosas y suaves, a pocos centímetros de él… Era demasiado bueno para ser real. Debía hablar, saber… Por otro lado, volvieron a su mente las palabras de Mikuo "¿Ustedes son hermanos?" Ugh, ahí estaba otra vez… Esto no estaba bien. Rin era su hermana, su familia, la única persona viva que le quedaba. Pareciera como si quisiera aprovecharse de ella, estando acabada de salir de su trauma, ¡Pero no era así! ¿Qué podía hacer? ¿Proteger a Rin de su pecado? ¿Renunciar a ella, después de todo lo gastado y dejarla ir? ¿O más bien mandarlo todo al carajo, besarla de una buena vez y no cederla a nadie? No quería que Rin se contaminara de sus faltas; protegerla… Eso sería lo correcto, ¿no? ¿Por qué siempre es más fácil hacer lo incorrecto? ¿Por quéno puede tomar una puñetera decisión por el bien de Rin…? ¿…Y por qué Rin se estaba acercando de esa forma…? —Rin, yo… Como impulsada por un resorte, Rin tomó el último impulso: Se puso de puntillas unos centímetros y tocó suavemente los labios de su hermano. El corazón y el estómago se volcaron. Sintió explotar en su interior una caja de fuegos artificiales. Cerró con fuerza los ojos, esperando que le correspondiera, ¿O Len la empujaría lejos de él? No podía ser… Acababa de oír sus sentimientos… El pobre Len quedó catatónico al principio, pero luego tiró toda moral y culpa por la borda y la abrazó con todas sus fuerzas, devolviéndole el beso con una pasión que lo arrollaba todo. Era un sueño hecho realidad: Rin, entre sus brazos, entregándose en un beso como ninguno. Era simplemente amor. Natural, humano y real, sin ninguna brujería o pacto satánico que lo secundara. Desbordando felicidad, Rin hundió las manos en los cabellos dorados de su gemelo. Oyó cerrar una puerta… No le importó en lo más mínimo. Definitivamente, este era su primer beso, el mejor, el más especial… Uno que borraba a fuego todos los malos recuerdos, y era el preámbulo de otros mejores… Pero no todo duraba para siempre. Después de durar varios minutos en ese éxtasis, se separaron lentamente. Rin se sonrojó enormemente ante lo que había hecho y volteó la cara, avergonzada por un acto tan atrevido. — Este… yo… —No digas nada—susurró Len posando un dedo sobre sus labios, delineándolos— Después se arruina el momento. — ¿Esto se acerca a lo que estabas hablando solo hace 20 minutos?—musitó Rin burlona. Len se sonrojó y la miró con fingido reproche. — ¿Me estabas espiando? — ¿Quién te obliga a ponerte a hablar en voz alta…? Len se dio cuenta de su cómica actitud, y soltó una carcajada de felicidad. Volvió a estrecharla entre sus brazos y le dio un beso tan largo que ella por poco se ahoga. -o-o-o-o-o-o-o-o-o- —Y bien…—musitó Meiko con malicia al verlos volver, luego de varios minutos—. ¿Dónde estaban? Se perdieron el espectáculo de Bakaito: ¡Comerse tres sundaes de limón a la vez! —Nos… paseábamos—musitó Len con serenidad. — ¡Se paseaban! ¡Bonito lugar y bonita hora para eso! —contestó Meiko jovialmente, palmoteando a Len en la espalda y sonriéndole a Rin. Aunque ella se sonrojó, le devolvió la sonrisa. —. Nee, Rin, por cierto: ¿Tuviste suerte con esemuchacho? — ¿Qué muchacho? —se sorprendió Kaito. Rin le sonrió ampliamente. Había pescado el énfasis que había usado Meiko en "ese" y eso confirmaba una cosa: Meiko-nee los había visto besándose en el barandal. Aunque eso le hizo avergonzarse enormemente por un instante, se sintió aliviada de que no los consideraran unos enfermos, como cualquier otra persona cuerda y sobria: "Dios bendiga a la cerveza" pensó la rubia. —Así es, Meiko-nee—dijo Rin suavemente, dejando al pobre de Kaito aun más confundido que antes y a su gemelo algo turbado—. Me fue muy bien con ese muchacho, así que no hay necesidad de que le rompas la nariz. "¿¡Meiko iba a romperme la nariz!?" pensó Len horrorizado. Y la cara que puso de solo pensarlo hizo que ambas mujeres estallaran a carcajadas. — ¡Oigan! ¡No entiendo el chiste!—exclamó Kaito, inflando las mejillas, sintiéndose fuera de lugar. —No es nada, Kaito-nii. Y ahora discúlpenme, pero me gustaría retirarme a dormir. —Dulces sueños, Rin. —Le deseó la castaña—; Oye Len, ¿no piensas… acompañarla? —agregó usando doble sentido a propósito. Si era verdad que lo que acaba de ver era repulsivo para el cristiano promedio, no para nuestra alcohólica favorita: Por más raro que sea, sabe que en el corazón no se manda y además, Meiko sentía un perverso placer viviendo amores ajenos; y si estos eran prohibidos, mejor. —Pásenla bien ustedes—les deseó Len también a punto de retirarse para acompañar a Rin a su habitación—. No hagan mucho ruido, por favor. —Tampoco ustedes, ¿vale? —le respondió Meiko, jocosa. Len le sonrió en señal de apreciación y con la mirada le dijo: "No creo que suceda esta noche, Onee-san". Se despidieron y desaparecieron por la escalera. Meiko suspiró y se reclinó con una sonrisa de satisfacción. ¡Ah, los jóvenes! Hermosa edad, la verdad… Aunque lo que acababan de hacer sus pequeños y rubios huéspedes era indecoroso, no pensaba decir nada. ¿Mandarlos a la inquisición? Eso sería muy horrible de su parte, y también desagradecido, pues fue prácticamente Len quien la había liberado (Si, Kaito ayudó también…) Se llevó a los labios otra botella de sake: Había escuchado también que beber alcohol era considerado pecado. "Todos nos iremos al infierno por una razón u otra anciano, así que no me jodas" le había dicho al párroco que la confesó en una ocasión. Despertó de su ensoñación al ser sacudida suavemente por su acompañante. —Oye Meiko, ¿de qué me perdí…? — ¡Bah! No es nada, Bakaito—musitó Meiko sensualmente, jalando sugestivamente la bufanda de su esposo hacia ella, dejándolo sonrojado— ¿Por qué no mejor me haces la 'Bufanda desnuda'…? -o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- (1) "Ateliesta" no es una invención; De hecho, hay una canción de Rin y Len llamada "In the Ruined City, Ateliesta" .Link: h t t p : / / w w w . y o u t u b e . c o m / w a t c h ? v = y 6 h w A B H K 4 N s (2) En los traumas causados por una violación, estan: desarrollar parafilias y comportamientos sexuales extremos, desde represión e incluso adicción sexual. ¡Tadán! Eso fue el principio del Rin/Len, en el siguiente cap (el final) les tengo un obsequio muy especial. Au Revoir
Primera en comentar. Hola, ¿Como estas? Bueno perdón por la demora pero es que estaba ocupada, déjame decirte que me tomo dos días terminar de leer este capitulo O.O... xD Lo digo enserio me tomo dos días terminar de leer O.O pero bueno como siempre me encanta en especial la actitud de Len (°P°) es tan lindo... Me salí del tema bueno en bueno vamos con lo importante por fin están junto o al menos saben lo que sienten (Len y Rin xD Len solo puede estar conmigo y con Rin pero con nadie mas ¬¬ y que eso quede claro) me alegra que Meiko lo acepte, y que onda (xD) con Kaito que no se entera de nada digo es mas despistado que yo... Y eso es decir bastante (podría pasar un unicornio al frente de mi y yo ni enterada xD), me alegra que Mikuo no sea como los otros Duques ¬¬ (Maldito Meito) y que pasa con el comentario de Meiko o . O que cosas o.o pero bueno xD usualmente tengo un humor de perros cuando leo este Fic (por las pesadillas D= pero últimamente no las he recordado por lo cual mi humor esta mas sereno ), bueno quiero el siguiente muy pronto o me morire de intriga D= es que te quedas en la mejor parte justo cuando se dicen lo que sienten Meiko los acepta se termina ¬¬ pero bueno solo tengo una cosa mas que decir... xD Es sobre lo que le dijo Meiko a Kaito me quede con una cara O-O xD realmente era para tomar le una foto xD bueno sin mas que decir me despido. Bye-Bye
A mi también me encanta este Len :3 Es tan lindo, dulce y cariñoso con Rin... ¡Y pensar que él fue la misma persona que le arrancó el miembro a Gakupo y lo torturó sin piedad hasta su muerte! No se tú, pero Len me recuerda a Dexter Morgan de "Dexter" XD También soy una completa despistada; mis padres tienen que zarandearme para enterarme de las vainas que pasan (risas) Me pierdo mucho en ensoñaciones (???) Sí, amo demasiado a Mikuo para volverlo un bastardo como Akaito y Meito, quienes pasaron a mejor vida en Asmodín :L Y por ultimo, ¡Adoro el KaiMei! Su química es un buen contrarestante (?) a la ternura del Rin/Len, le aporta algo de comedia. Uno debe reirse de la tragedia, de vez en cuando. Y sin más, ¡chau!
Shade: ¡Hola, hola, hola! ¿Como estan? Traigo el ¿ultimo? capítulo de S. of V. Bueno, queda el epílogo, pero bueno... Ya me confundí yo misma XD XD Dedicado a Marceline, quien para su cumpleaños número 18, me suplicó que pusiera este final. Marce, this is for you. :3 ¡Felices (hip) Pascuas atrasadas! (?) -o-o-o-o-o-o-o-o-o- Final: El Espíritu del joven Lobo. La única razón por la que ellos estaban allí, era porque la Sacristía de Ateliesta quiso dar una ceremonia en honor a los fallecidos por las tragedias de Asmodín, que habían sacudido toda la comarca. La voz del fraile se perdía en las altas bóvedas de la Iglesia, el sol de la mañana arrancaba destellos dorados de las cabezas presentes. Len entornó la vista hacia uno de los bancos, cabeceando levemente, esperando no caer dormido. No ponía ningún esfuerzo en seguir la lectura; y para ser justos con Len, la voz del diácono era tan horripilante, casi de ultratumba, que retumbaba en las paredes, en una larga diatriba sobre el Infierno y como evitarlo… ¡Ja! ¡Como si a Len le importara todo ese rollo de la Vida Eterna! Ya sabía que él y Rin se irían al Infierno algún día, y lo mejor era disfrutar la vida humana lo mejor posible. Dicen además, que el Cielo está lleno de buenos hechos y el Infierno de buenos deseos. El coro se levantó para dar comienzo a los cánticos. Len se puso a contemplar los vitrales de las ventanas, como San Jorge empalando al Dragón, a San Pedro jalando sus innumerables redes; incluso se veía a Santa Zita con el manto de lana, de la que Len fue devoto antaño atrás (1) la mas impresionante de esas imágenes era la de la Virgen, extendiendo su mano a alguna alma necesitada. Cada una de estas imágenes parecía ejercer emociones en los pobres feligreses, como si les hicieran creer que no importa que tanto los apaleen en la vida terrenal, con solo ser bueno, te ganaste un pase el Cielo… ¡Bah! Para Len no eran más que ventabas decorativas. ¿Emoción en su alma? Más bien sentía impaciencia. —Este hombre… ¿No terminará nunca? —Por favor, Len…—susurró Rin mirándolo con fingido reproche—. Cállate. —Lo intento querida, pero es demasiado tedioso para soportarlo—contestó Len con picardía, posando la mano en el vientre de la joven, recibiendo una leve patada. Miró a su hermana y le sonrió ampliamente. Así es: Rin estaba embarazada de Len. Lo supieron cuando la rubia comenzó a tener los mismos síntomas que Meiko-nee, quien tenía varios meses más que ella; Después del primer desconcierto general, siguieron abrazos y lágrimas para los gemelos. La idea de estar juntos y con futuros hijos en camino, era una bendición. Y si Len se dignó a rezar, lo hizo para agradecer este pecado tan maravilloso y para que el bebé naciera bien. Una alegría así de grande solo se vive una vez en la vida. — ¡Len, mira! ¡Fíjate en el fraile que acaba de salir! ¡Tiene una verruga gigante! — ¡Si, ya lo veo! Parece un meteorito o una bomba. ¿Y si explota? Algunos presentes volvieron las cabezas ante esas risas y cuchicheos, y al sentirse observados, Rin y Len dejaron de hablar y adoptaron unas caras de fingida compunción. Observaron como al fraile de la verruga, al hablar, se la tocaba sin parar. Len bajó rápidamente la cabeza para ocultar su hilaridad, mientras Rin trataba con todas sus fuerzas de no estallar en una risa histérica. -o-o-o-o-o-o-o-o- Salieron tomados de la mano, riéndose a carcajada batiente del fraile verrugoso, incluso en la grotesca parte donde logró reventárselo en plena comunión y todo el pus cayó en una anciana que tenia la boca bien abierta. Caminaban pausadamente, por si Rin sintiese alguna molestia, aunque hasta ahora no sentía nada, pues la chica Kagamine era joven y podía sobrellevarlo mejor (2). Se regocijaba al ver la barriga ya empezando a notarse levemente, donde reposaba el fruto de su pecaminosa relación que sobrevivió a todas las adversidades. Disfrutaba tocarlo, hablarle y cantarle, dejar que Len posara la mano y sentir las pataditas, hablar con Meiko-nee sobre cosas como embarazos y mamás y reírse de los ataques de pánico de Kaito, al pronto ser padre primerizo y no tener ni puñetera idea de que hacer. Len era el que la guiaba. El atardecer ya estaba a punto de esconderse y la Luna ya había salido. El cielo estaba ya empezando a tachonarse de estrellas que imitaban al manto de la Santa Virgen. El bosque exhalaba fragancias de humus, helechos y tierra mojada; hasta un arrendajo provocaba un amplio eco con sus trinos. Se detuvieron frente a un viejo roble, medio oculto entre rocas. La pareja quedó en silencio. — ¿Qué estamos esperando? —quiso preguntar Rin. Len no contestó. Le sonrió a su compañera y con la cabeza le indicó que mirara hacia arriba. La joven alzó la cabeza y quedó maravillada: De las ramas del viejo árbol, ya de por si cargado hasta reventar de campanillas y muérdagos, flotaban varias luciérnagas entre ellas, como si fueran faroles vivientes. Era un espectáculo increíble. La rubia rió y estiró la mano, esperando que algunos de los bichos alados se posaran entre sus dedos. Volteó a ver a Len, quien había aprovechado el embeleso de su hermanita, para arrodillarse ante ella, sonriéndole. La rubia quedó confundida y, extrañamente nerviosa, ¿Qué estaba haciendo? — ¿Qué…? ¿Qué estás haciendo, Len? —inquirió Rin con voz nerviosa, sin saber por qué. —Sé que esto es incorrecto y no debería hacerlo… Pero no me importa—besó la mano de su hermana, poniéndola todavía más nerviosa y dijo con voz solemne—: Mi princesa, soy vuestro humilde sirviente. Haría cualquier cosa con tal de verla siempre sonreír… Estaba imitando una frase de un libro de caballería, que Kaito le obligó a aprenderse, con riesgo de estrangulamientos se equivocaba… Rin tenía los ojos como platos y por poco se va al suelo al ver a Len sacar del bolsillo una sortija adornada con un cabujón, tendiéndola frente a ella. El rubio respiró hondo y dijo lo siguiente: —Princesa, ¿Me haría el honor de casarse conmigo? Rin se quedó de una pieza, tratando lentamente de asimilar lo que oyó. Ahogó un grito con una mano, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas, le temblaba la mano que Len estaba aferrando… Era lo más maravilloso que jamás había escuchado, ni por un instante pensó en lo sacrílego que era… Abrió la boca, dispuesta a decir "Si, quiero". —Yo… yo… — ¡Enhorabuena! —gritó una voz desde los arboles. Los gemelos dieron un respingo y escudriñaron los arbustos. De ellos saltó Kaito, usando únicamente su bufanda, otra vez, agitando dos conos de helado—. ¡Felicidades a ambos! —Eh, Kaito… Rin ni siquiera ha dicho "Sí" —dijo Len con una enorme gotita en la nuca. —Oh… Parece que me adelanté un poquito, ¿verdad? —dijo Kaito avergonzado. Los gemelos asintieron a la vez… Momentos después, Rin y Len estallaron a carcajadas—. ¡Oigan! ¿De qué se ríen ustedes dos? —exclamó el azulado inflando las mejillas. — ¡Ja ja ja! ¡Kaito-nii, parece que te sentaste sobre hiedra venenosa! —exclamó Rin entre risas. Kaito bajó la vista: Debajo de la bufanda, en su piel aparecían un montón de ampollas rojas, como si un ejército de abejas le hubiera caído encima, provocándole una picazón infernal. — ¡KYAAA! —chilló Kaito tirándose al suelo y revolcándose como loco— ¡Quítenmela! ¡Quítenmela! Rin y Len se rieron por un buen rato, pero luego se aburrieron y apiadándose de él, lo amarraron con su propia bufanda y lo llevaron arrastrándolo a casa, donde los esperaba Meiko-nee, quien estaba molesta con Bakaito por haberse ido sin decirle adonde, pero luego sonrió al verlo amarrado… Y por los gemelos, quien entre los gritos y retorcidas de Bakaito, Rin le susurró a Len "Si, quiero". -o-o-o-o-o-o-o-o- — ¡Mei-chan! ¡Abre la puerta! —Kaito… ¿Trajiste lo que te pedí? —Eh… Kaito ocultó la cesta donde tenía lo que había comprado para que su querida Meiko no lo viera. La castaña se cruzó de brazos. Estaba algo agotada por el trajín que se armó desde temprano. — ¡Y bien Bakaito! ¿Dónde está? No tenía otra salida. No podía decirle que si había comprado las cosas, pues mentirle a Meiko era equivalente a molestar a un oso Grizzly en plena primavera… Así que lentamente mostró la cesta, sonriendo, esperando estúpidamente que su mujer lo perdonara… Pero no pudo zafarse de que Meiko lo cogiera violentamente por una oreja, como un niño travieso: — ¡Bakaito, te lo repetí cinco veces! "Vas a la farmacia de Rei Kagene, compras varias fórmulas para bebés, luego vas a la tienda y compras una naranja madura y una lata de sake rebajada. ¡Eso era todo! —Kaito lloriqueaba, tratando de soltarse del agarre—Pero Bakaito tenía que pasar justamente por una heladería Hagen Daaz y traer te potes de helado…—Por fin lo soltó y se frotó la cara—Regresas allá y compras todo lo que PEDÍ, ¿entendido? —Kaito asintió asustado y salió disparado como alma que le lleva al diablo. Regresó casi media hora después, temblando y empapado, apestando a agua de alcantarilla; pero esta vez sí traía lo que le pidieron. Meiko volvió a recibirlo. —Bakaito, ¿porqué tardaste tanto? — ¡Buaaaa! ¡Si supieras todo lo que me ha pasado! —chilló Kaito con cara traumada—Compré todo lo que me pediste, pero luego capi sobre una alcantarilla abierta, ¡que ni siquiera tenía un cartel de aviso! Por suerte, no me rompí nada… ¡Pero luego apareció un lagarto monstruoso que quiso comerme! ¡Buaaaa! ¡No quiero volver allí…!—gimió aterrorizado abrazándose a Meiko. La castaña se quedo extrañada, pero le devolvió el abrazo, como si fuera un niño pequeño. Total, estaba acostumbrada a estos actos de Bakaito (3) —Ya, ya. Eso te pasa por andar distraído. Sube y cámbiate: Hay caritas nuevas que debes conocer. -o-o-o-o-o-o-o-o- Kaito entró en la misma habitación donde semanas antes Meiko había dado a luz. Nuestro amado idiota azulado era el feliz padre de una niña llamada Arika (4) Luego de casi diez horas de parto, Meiko-nee expulsó a la criatura y Kaito, al ver la cantidad de sangre, se desmayó de la impresión. Cuando volvió en sí, junto a la cama estaba un bebé de pelo azul y ojos cafés, mirándole fijamente. Bakaito nunca creyó que hubiera algo tan pequeño, pero nada más al verla, se enamoró locamente de ella y torpememente logró cargarla, para mirar con alegría a la mujer de su vida. Ahora volvía a la misma habitación, donde volvían a tapizar el suelo de flores, como es costumbre en los nacimientos: rosas, flores y margaritas que se aplastaban al caminar sobre ellas. Semanas después de Bakaito, a Len le llegó su turno. Se habían quedado en casa de Kaito y Meiko y, en las primeras horas de la madrugada, a Rin le empezaron a dar los primeros dolores. La castaña (quien se volvió buena para estas cosas) actuó de inmediato… Primero que nada, sacando afuera a Kaito para que no estorbase con otro desmayo y encerrándose con Len durante horas. Finalmente todo terminó. Meiko estaba secándose las manos con un trapo, inclinada sobre una cuna de lujo, hablándole en voz baja a lo que estuviera dentro de ella. La joven parturienta, pálida, con los ojos brillantes y el rostro todavía desfigurado, reposaba en la misma cama con doseles, con una vara que se extendía por el suelo. Parecía extremadamente cansada y trataba de mantenerse despierta. Len estaba sentado a su lado en la cabecera de la cama, imponiendo una amable presencia. Su mirada rotaba desde la cuna que estaba a un extremo de la habitación, a su esposa, como si mirara un partido de tenis. Después de pasar muchas horas de tensión, por fin podía respirar tranquilo. Pues en aquellos siglos, dos tercios de los niños morían en la cuna y la mitad de las mujeres, de parto. Kaito no se preocupó demasiado, pues Meiko era robusta, pero Len si se ganó sus buenos sustos, pues Rin era más joven y frágil que la castaña. Sin que Meiko-nee si diera cuenta, Len le había pasado un paño por la frente de Rin, cuando jadeaba por la fiebre, recitando misteriosas plegarias que no tenían sentido ni en latín ni en ninguna otra lengua. Por suerte, todo salió bien, y esos dos bultos en la cunita lo probaban. Habían tenido gemelos. — ¡Mírenlos nada más! ¡Son una copia al carbón de ustedes! Sobre todo, miren a este pequeño, idéntico a su padre, solo que no tan viejo y mas cuerdo, ja ja— musitó Meiko alzando al niño. Algo desagradable, sin embargo enternecedor, como es todo bebé en las primeras horas: Rubicundo, fija la mirada y lleno de babas, con un minúsculo mechón rubio en la cabeza— Oh, Souta (5) quiere comer— dijo viendo los labios del bebé moverse. Sin pensarlo dos veces, Meiko se sentó en la silla más próxima y se abrió el corpiño. — Eh… Meiko-nee, creo que debería hacer eso yo…— alcanzó a decir Rin. — ¡Tsk! Estás muy agotada ahora como para alimentarlos a la vez. Yo tengo suficiente leche para este monstruito—dijo Meiko con deleite mirando a Souta quien, con los ojos cerrados, mamaba con la voracidad de un cachorro. Al ver la cara de desconcierto de Rin, acercó la cuna hacia ellos—Mientras toma a Yuka (6), pues debe estar ronca de tanto llorar. Por unos momentos solo se escuchaba los ruidos de succión de los pequeños. Len no dejaba de contemplar el rostro agotado, pero aun así feliz de su mujer mientras daba de mamar, ver aquel pecho rosado, abundante y dilatado; de admirar, casi por primera vez, una maternidad que siempre fue interrumpida vilmente. — ¿Quieres cargarla? —murmuró Rin, cubriéndose el pecho y extendiendo la pequeña a su esposo. Len asintió y torpemente logró cargarla. Durante unos instantes estudió detenidamente la carita inocente y sonrosada, ya serena porque había comido. Durante cuatro años, Len tuvo bebés en sus brazos… Pero esos no eran más que pedacitos de carne, sanguinolentos y sin vida, concebidos por accidente y por ende, destinados a ser enterrados y escondidos como alimañas en la fría tierra. Si durante ese tiempo le hubieran dicho que años más tarde tendría un niño vivo en sus brazos y que este fuera su hijita, Len no lo hubiera creído. Muchas veces la felicidad parece un mero espejismo, sobre todo si uno no ha conocido otra cosa que el sufrimiento. "La felicidad es un pájaro" le dijeron una vez. Y Len la había atrapado. Estos pequeños no tendrían que sufrir las penas de sus padres; no los perderían tras una epidemia que asole pueblos enteros; no tendrían que vivir desolados y sin apoyo en un frío y deprimente orfanato. No serian separados por una carrera de artista o un trabajo de sirviente. No estarían atrapados en un horrible castillo, donde uno sería esclavo sexual y el otro se limite a mirar. No tendrían que matar y huir para salvar la vida… No tendrían que hacer nada eso. En cambio, podrían jugar y disfrutar la vida sin preocupaciones en los campos, desde la primavera hasta el otoño, para que en invierno armaran batallas de nieve hasta que fuera la hora de la cena, donde se reunirían todos juntos en la chimenea, disfrutando del calor y el amor mutuo. Los días oscuros se quedaron atrás para nunca más volver. —Es… preciosa—musitó Len acariciando la redondeada mejilla con un dedo, maravillándose de su suavidad, ganando una risita de su pequeña. Decir que Len era feliz era quedarse muy corto: Se sentía hombre, se sentía fuerte. Volteó la cabeza donde estaba su adorada gemela y se inclinó para besarla suavemente. Meiko les devolvió a Souta, pues era la hora de comer de la pequeña Arika. Durante el resto de minutos los dos rubios contemplaron con infinita ternura los dos bultitos dormir apaciblemente en sus brazos. Costaba creer que una felicidad, así de grande, llegara a sus vidas, después de tanto sufrimiento. Quizás… El Duque de Venomania, entre toda su maldad, hiciera inconscientemente algo bueno, ¿no? — ¡Oigan! ¡Hay que perpetuar esto para la posteridad! —exclamó Kaito sacando de quien sabe donde una pesada máquina fotográfica manual y la apuntó hacia ellos—Prepárense… Uno… —Kaito, no creo que sea una buena idea…—empezó Len. —Dos… —Eh… ¿Kaito-nii? —inquirió Rin. — ¡Tres! El fuerte flash blanquecino de la cámara los encegueció por un segundo, seguido por un estruendoso sonido de la máquina… Dio como consecuencia unos fuertes llantos te parte de los tres bebés, que se asustaron. — ¡Bakaito! —gritó Meiko. -o-o-o-o-o-o-o-o- Cada primavera, y siempre solo, Len iba a la colina donde estaba la vieja retama. Los bellos recuerdos que le trajo ese lugar siempre lo ayudaban mucho. Se sentaba ante el árbol en silencio, a veces durante una hora, con las manos entrelazadas sobre el regazo. No venía para adorarlo ni para rezar, pero siempre él tenía la sensación de que se trataba de un ritual necesario. (6) Necesitaba aliviar la pesada carga del Mal que aun vivía en su interior, con solo ver las bolitas amarillas y recordar las sonrisas que tuvo allí, apaciguaba a los demonios internos que lo empujaron a torturar a Gakupo hasta su muerte. El odio es parte de todos nosotros; es parte de la condición humana, y Len ya lo tenía claro. Es como le había dicho el Viejo del Aquelarre: "Llegaste al final del rompecabezas imposible que era tu vida; quizás algún día lo desordenes de nuevo para resolverlo, Len; porque la vida nunca se dijo que fuera fácil". Todas las cosas están claras como el cristal, como habría dicho el viejo. Había llegado a puerto; y en esas mañanas de primavera que pasaba junto al árbol, sentado en el claro silencioso y cubierto de maleza que casi no ha cambiado, con las piernas dobladas bajo el cuerpo, a veces experimentaba una gratitud tan plena que tenía la sensación de que el corazón le iba a estallar. Es esa gratitud misma la que impulsaba a Len a veces a cantar. Tenía que cantar. No le quedaba otra opción. Dejó de cantar por un momento, pues escuchó gritos y risas: "¡Tate! ¡Tate!" Seguramente eran Yuka y Souta, jugando al Gato y al Ratón con Arika en el mismo terreno baldío donde él y Rin tuvieron un "encuentro cercano" con el pasado. ¡Como pasaba el tiempo…! Y lo gracioso es que él apenas tenía diecinueve años… ¿Qué no hace cinco años se dedicaba a lustrarle los zapatos a otro? "Un perrito faldero" como le dijo el viejo desdeñosamente hacía mucho tiempo atrás. "He aprendido a no volver a agachar las orejas, ni a esconder la cola" pensaba Len, tanto para su mentor, como para él mismo, con una risita traviesa. -o-o-o-o-o-o-o-o- Han pasado casi 80 años. A Yuka y a Souta los cabellos se han vueltos de rubios a blancos con el paso de los años. Cada año suben a la colina de la Vieja Retama, con los hijos que tuvieron juntos (siguieron la tradición, por decirlo así, familiar, de casarse entre ellos) y los nietos de ellos. Sus padres Rin y Len Kagamine hacía mucho que murieron. Los enterraron allí, bajo la misma retama, ya completamente ennegrecida y seca. Asmodín nunca se recuperó. Todos los sucesos narrados en esta historia, a manera de puñales, lo hicieron desangrar tanto, que ya no quedaba nada. El pueblo quedó completamente desierto; las casas se derrumbaron y solo quedaron las estructuras. Todo, hasta el cementerio de la campiña, quedó cubierto de maleza. Ya nadie, ni siquiera los vagabundos sin hogar, desean quedarse, por su reputación del pueblo del demonio, donde este mismo habitó alguna vez. En las ruinas del viejo castillo del Duque de Venomania, las piedras calcinadas por el incendio, revelaban al desprevenido viajero la historia de lujuria, amor y sangre. Se dice que en el lugar donde Gakupo Kamui fue enterrado, sin mortaja ni oración alguna, brotan rosas de un insólito color púrpura, único en el mundo; otros cuentan que, de vez en cuando, brotan rosas amarillas, pero que no volvían a aparecer hasta el aniversario de aquel fatídico día. ¿Sería una maldición póstuma echada por algún brujo? -.- Sea como fuere, el hecho es que en ese mismo lugar donde ocurrió esa triste leyenda de lascivia y crueldad, el acto de alguien, alguien que según la sociedad y la religión jamás debía alzar la cabeza, decir lo que pensaba y siempre debía callar… Fue la chispa que provocó aquel voraz incendio que lo cambió todo para siempre. Todo por la acción de un sirviente. Len Kagamine… El perrito faldero que se convirtió en lobo. La esperanza es una cosa buena, quizá la mejor de todas, y las cosas buenas nunca mueren. Stephen King The End-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o- Author´s Note: (1) Santa Zita es la patrona de los sirvientes. (2) En la Edad Media era normal ver jóvenes desde los 13 años casadas y embarazadas (aunque la tasa de mortalidad era amplia) Debido a las costumbres de ese período. (3) Nombres de los bebés: *Arika significa "Alegría" *Souta significa literalmente "Valentía". También es un gracioso juego de palabras: Souta = Shota (XD) *Yuka significa "Pequeña flor" (4) Final basado en el epílogo de El Retrato de Rose Madder, de Stephen King. Último capítulo: El epílogo, surrealista, sangriento y extrañamente fumado (?) ¡No se lo pierdan!
Primera en comentar. Hola, ¿Como estas? En serio mis pasadillas se desvanecieron pero es solo por un tiempo =D Me encanto el final me parece... Me parece... Me gusta y punto... Ya no se que mas decir xD, como decir algo de lo que no estamos seguros, pero lo dire no pienso callar de ahora en adelante dire todo lo que pienso y no pienso dejar que nadie me cambie soy como soy y no pienso cambiar solo por no ser aceptada... Me sali del tema, bueno Len y Rin superaron todo lo malo y tuvieron su recompensa pero que paso con Kaito y Meiko, se que la historia trata principalmente de Rin y Len pero aun así Kaito y Meiko también merecen tener su final y aun que sea un fan de los Kagamine exijo el final de Kaito y Meiko, bueno ¿Por donde iba? Asi ya me acorde... Todos merecen su final feliz y eso los incluye a ellos, bueno sin mas que decir me despido esperando leer otra historia tuya... Bye-Bye
Ya lo sé u.u Y es algo que voy a compensarles a Kaito y a Meiko, pero en otro escrito, dedicado enteramente a ellos. Cuesta trabajar con dos parejas a la vez, aun sigo practicando en eso xD Ya lo tengo: Revisa "Riding on the Endless Road" que será 100% Kaito/Meiko ^^