Mi lugar secreto

(One-shot)
Bueno, después de mucho tiempo... ya hablo de años... vuelvo a subir alguna de mis historias.
Esta la presenté en un concurso, donde tenía que hablar sobre Aragón, región de España, y por eso, a la gente que no conozca el lugar puede ser un poco difícil ver en qué hay relación. Sin embargo, pueden disfrutarlo igual!! A leer! =)


Mi lugar secreto

Las finas y puntiagudas hierbas sólo conseguían rozar sus pies. No les daban tiempo a clavarse, parecía como si la niña fuera arrastrada por la suave brisa colina abajo. Aún con los ojos entrecerrados por los impactantes rayos de luz solar, sabía muy bien por donde iba; se conocía muy bien todos los recorridos, sin embargo, que hubiera emprendido esta vez una carrera no era por sentirse libre, ni por oler el aire puro de las tierras, ni tampoco para que el viento le peinase la cabellera, la razón era porque había hecho un importante hallazgo.
Estaba acalorada, sonrojada y anonadada, estaba tan sorprendida que ni la más simple de las palabras podía ser vocalizada. Parada frente su padre, intentando acaparar todo el aire que le faltaba, este, con una de sus sonrisas comprensivas, apoyó una mano sobre el hombro de la pequeña Jara:
- A ver, ¿qué ha pasado esta vez?
- No te lo vas a creer... - dijo entre bocanadas enormes de aire- Tienes que verlo, papá, te va a encantar.
- No puedo, pequeña, ahora mismo tengo que irme.
- Pero si aún falta para que llegue el tren...- musitó triste y con la mirada baja.
- Vamos, que volveré muy pronto, te lo prometo.- aseguró el hombre arrodillándose ante ella y obligándola a que sus ojos se encontrasen. - Es una promesa.

En ese momento su madre irrumpió en la entrada de la humilde casita. Mientras se secaba las manos con el delantal, observaba melancólicamente como su marido besaba a su pequeña en la frente. Acto seguido, Antonio se incorporó, cogió la maleta, besó a su mujer y se fue caminando a través del prado que rodeaba la casa. Jara se despedía enérgicamente sacudiendo la mano y cuando su padre se perdió en la lejanía, la niña y su joven madre entraron en la casa.

La mujer y la muchachita se estaban acicalando para ir al pueblo. Jara, con su gentil gracia, se peinaba la larga cabellera castaña mientras su madre se ponía su traje. Cuando se disponían a salir de casa, Jara recordó su descubrimiento, sin embargo, no comentó nada a su madre porque ella no se desviaría del camino que conducía hasta Utrillas. Jara había heredado la valentía, el atrevimiento de su padre, mientras que su madre era más bien cautelosa y serena, por eso, aunque una ventisca se enfrentara a ellas dos, su mamá no se refugiaría en ningún sitio que desconociera.
- Mamá- pronunció Jara-¿papá estará mucho tiempo en Teruel?
- Pues no lo sé hija - dijo con un dejo de tristeza- Supongo que volverá a casa tan pronto como pueda. Ya sabes que te quiere mucho y que un día sin verte le es un gran sufrimiento.- argumentó para animarla
- Yo también le quiero mucho y ya lo echo de menos.

Ya atardecía, los últimos pájaros cantaban al escondite del sol. Jara, con su aire aventurero, se aseguró de que su madre estaba lo suficiente ocupada con la cena para irse rápidamente a su lugar secreto. Y así fue. Otra vez descalza colina arriba, giros a la izquierda, ahora a la derecha... hasta llegar a ese sagrado lugar, donde los altos árboles del bosque impedían el paso a los últimos rayos de luz. Se agachó, buscó con la mirada la señal que había dejado anteriormente. La encontró. Con las manos despejó las piedras y la tierra para descubrir el tesoro. Era bonito, reluciente, y no sólo había uno, sino que había otros por los lados, estaba lleno, repleto de ellos, para Jara era como el mercado del pueblo. Intentó coger uno con prisa, uno de pequeño. Volvió a casa deprisa, antes de que su madre se percatase de su ausencia. Abrió la puerta y respiró aliviada, eso antes de darse cuenta de que su madre la esperaba con una expresión amarga, estaba irritada. Antes de que pudiera regañarla, Jara sacó de su bolso de ropa aquel extraño objeto. La madre, sorprendida y sin palabras, aún se enojó más al sospechar que había ido sola a un lugar seguramente peligroso para una niña de ocho años. Antes bien, le cogió el objeto y lo estudió:
- Es un hueso.- Pronunció al fin la madre.
- ¿Un hueso? ¿Qué animal es tan grandioso, mamá?
- Pues no te lo sabría asegurar, pero mañana lo llevaremos al pueblo, a ver que dicen. Lo que sí que puedo afirmar es que es viejo, está desgastado.- Concluyó .- ¡ Y ahora a dormir, que eso de irte sin decir nada a tu madre está muy mal! ¡Venga, a la cama! -Gritó apuntando con un dedo la habitación.

Jara, no podía cerrar los ojos, pensaba y pensaba, no paraba de dar vueltas al asunto. Se preguntaba qué clase de animal podía ser. Finalmente, el sueño la venció.
Después de informarse, de enseñar la pieza hasta a los mineros, descubrieron que era un hueso de un animal prehistórico. Jara con un gran interrogante en su mente no dejaba de construir e inventar animales insólitos. Al momento en que se disponían a desviarse hacía su casa en las afueras de Utrillas, un hombre joven, con gafas, trajeado y un tanto estrafalario las paró, se presentó como un científico de la ciudad. Les preguntó por los huesos, por el lugar donde los habían encontrado. La niña no desconfiaba de él, al contrario, puede que aquel joven le resolviera las dudas. Por eso, Jara en cabeza, seguida por el joven y cerrando la fila la madre, se dirigían al lugar secreto de Jara. Una vez allí, el joven se quitó las gafas y se frotó los ojos, se veía sorprendido, impactado. Seguidamente se arrodilló y analizó las piezas. Agradeció a la niña tan grande descubrimiento:
- Jara, muchísimas gracias.-agradeció a la niña cogiéndola de la mano como si fuera una adulta.- ¿Sabes? Esto es un gran paso para el mundo de la ciencia.
- ¿Sí? - Dijo con los ojos iluminados-Pues si encuentro más huesos se lo diré, señor. – Finalizó con un tono adulto y orgulloso.

Al fin se despidieron. La niña y la madre volvieron a su casa de piedras y madera cogidas de la mano. Mientras Jara tarareaba una alegre canción y balanceaba el brazo que le quedaba libre. Estaba feliz, impaciente por contarle lo sucedido a su querido papá.

Pasó un mes y medio, Jara recogía flores y creaba bonitas coronas con ellas, después, las repartía a los niños del pueblo en su escondite secreto. En ése preciso instante algo se cayó en su cabeza. Desprendía un aroma familiar, una combinación de flores y melancolía, una fragancia dulce: el cálido olor de su padre. Se giró llena de alegría y enérgicamente se levantó y se abalanzó entre sus brazos. Antonio le devolvió la caricia, le transmitió todo su amor en ese instante.
Cuando llegaron a su casa, Jara y su madre se reunieron en el pequeño comedor; Antonio tenía que enseñarles algo que seguro las sorprendería. Estaban ansiosas, se les escapaban traviesas sonrisas, ¿qué debía ser? Se preguntaban. Entonces, el hombre entró en la sala, llevaba una carpeta, la abrió y les mostró el contenido pieza por pieza. Eran unas fotografías, aunque fueran en blanco y negro, se distinguía perfectamente la imagen. Jara y su madre se miraron atónitas, después sonrieron. El padre, sin embargo, se mostraba confuso, no entendía su reacción. Claro, él no sabía que aquel científico estrafalario y el esqueleto de dinosaurio de atrás, era un descubrimiento de la gran aventurera Jara.


Espero que os haya gustado! sé del cierto que no es típico subir este tipo de histórias aquí, en Fanficslandia, pero alguien insistió mucho en que lo hiciera, y pues... tuve que cumplir! ^^
Opinad por favor! :3

Attm: AkiKo