Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

Bueno, bueno!
Acá estoy, perdón por la "demora" -solo cinco días me tarde xD, generalmente tardo una semana - bueno, espero que este capítulo les guste ^^:


Enséñame a besar.

2-.

Toda la hora de matemática estuvo pensando en lo que había sucedido con InuYasha. ¿Por qué tenía que ser justamente él? Inconscientemente, se llevó su mano hacia el lugar que esa boca había presionado con tanta delicadeza, casi como un roce.

Se estremeció, imaginándose como sería un beso. ¿Sería delicado¿Con cuántas chicas se había besado ya? Pregunta tras pregunta y sólo había alguien que podía contestárselas: él. Sí o sí debían verse.

"InuYasha…"

Apoyó el codo contra el pupitre, dejando que el mentón descansara sobre su rostro. Miró la ventana, notando que los miembros del equipo de baloncesto estaban jugando allá afuera. Sin pensarlo dos veces, sus ojos lo buscaron.

Pronto lo encontró.

Usaba esa camiseta tan holgada y grande, de color rojo y blanco, con un gran número ocho. El cabello se lo ató en una coleta baja para que no le molestara y avanzaba con rapidez, picando el balón hasta tomar impulso y encestar.

Ladeó el rostro, de tal modo que sus ojos chocaron. InuYasha pareció por un momento sorprendido, su cabello se agitaba levemente debido a una traviesa brisa y aquellos ojos parecían más azules que nunca.

Hizo la mejor sonrisa arrogante que tenía, cómo demostrando que, sin lugar a dudas, era el único y mejor de todos.

Kagome volvió a sonrojase, frunció el ceño e intentó a poner toda su atención en el aquél profesor calvo y algo regordete.

Una y otra vez, aquella imagen de ese InuYasha arrogante aparecía a su mente. ¿Por qué la puso tan nerviosa? Siempre sonrió de aquella forma, no tenía nada en especial…

"InuYasha no es nada especial", se dijo, "InuYasha no es nada especial…"

¡Mou, pero también era su mejor amigo! En eso lo convertía en alguien especial para ella, era como su hermano mayor. ¡Dios! ¡Entonces…!

–¡Me besaría con mi hermano! –chilló Kagome, abriendo los ojos como platos, levantándose estrepitosamente y golpeando con sus manos el pupitre.

Un silencio de cementerio se extendió por todo el salón. Al profesor casi se le cayeron los anteojos, una risa sonó en el salón y otras empezaron a seguirla.

–Ay, no… –murmuró Kagome, queriéndose poner bajo el pupitre y llorar en silencio -. Lo… hice otra vez…

El profesor avanzó hacia ella, colocándose los anteojos y mirándola con severidad. Él parecía desaprobar los amoríos entre los jóvenes, y más aún que hablaran y/o escribieran de amor en la hora de matemáticas. Típico.

–Higurashi, retírese del salón –dijo con voz calmada y tranquila, casi solemne, volteando y caminando hacia el pizarrón otra vez -. Y entonces, la hipotenusa…

Kagome se levantó casi derrotada, marchándose del salón. Insultó a InuYasha interiormente, apretando sus uñas contra las palmas de sus manos. Era su culpa, él empezó todo. Gracias a él y su estúpido plan, estaba fuera del salón con Hoyo caminando hacia ella…

"¡¿HOYO?!", gritó una voz dentro de su interior.

Miró hacia ambos lados, tratando de escabullirse pero no lo logró. Nada, ninguna columna, ni un baño, ni un bebedero.

Se quedó quieta en el medio del pasillo, con la cabeza gacha. Hoyo iba leyendo muy concentrado su libro, mientras caminaba su flequillo se movía un poco. Era tan ordenado, no había nada fuera de lugar en su uniforme.
No tenía comparación con InuYasha.

"¡Deja de compararlo con él!", se dijo muy confundida, apretando su falda verde entre sus manos y viendo como él pasaba por su lado, sin siquiera saludarla.

Se sintió triste y volteó a verlo.

–Hoyo… –murmuró, parpadeando y pronto los ojos grises se fijaron en ella. Cuando quiso darse cuenta, él estaba frente suyo.

"¿Qué…? ¡¿Qué que?!"

Un sonrojo tiñó sus mejillas.

–Dime, Higurashi –contestó el muchacho con una risa casi tierna.
Mou, qué estúpida…

–Yo… yo… –mejor que se le ocurriera algo, urgente -. Hoyo… yo… ¡Quería decirte buenos días! –exclamó, riéndose con nerviosismo.

"Ya son como las tres de la tarde, tonta", dijo una voz muy parecida a la de InuYasha en su cabeza. Casi por inercia, se rascó la nuca.

Hoyo la miró confundido, pero también rió.

–Es cierto, hoy no nos vimos –exclamó él, y entonces le acarició la cabeza -. ¿Estás en primero no? Deberías regresar con la profesora Tsubaki… –se escuchó el timbre -. Es verdad… Tengo que irme, nos vemos, Higurashi –y se fue, sacudiendo su mano.

Kagome pasó una mano por su cabeza, sintiéndose demasiado vacía. Hoyo ni siquiera sabía en que curso estaba, cuantos años tenía y cuál profesora tenía… La trató como a una chiquilla cualquiera. No la vio como alguien de su edad.

Volvió al salón desolada, guardando los útiles. Escuchó que Ayumi la llamaba, pero siguió caminando. Eri la llamó, preguntándole si estaba bien y sin embargo era oído sordos. Salió del instituto y con los ánimos por el piso, tomó la dirección hacia el templo.

Y sin caminar dos pasos, chocó contra algo de color rojo, suave pero a la vez firme. Elevó el rostro hasta que encontró unos ojos azules mirándola.

Ah, era InuYasha.

Se separó y estuvo pensando seguir su camino, pero la mano de él tomó su muñeca. Volvió a mirarlo, y sin poder evitarlo más; su labio empezó a temblar, unas finas lágrimas aparecieron mojando sus mejillas y corrió a abrazarlo.

Estaba llorando.

InuYasha se sintió algo sorprendido, pero la abrazó con fuerza, dándole suaves caricias en la espalda. ¿Qué pasó? Frunció el ceño, jurando que si se tratara de Bobo iría personalmente a romperle la cara de niño bonito.

–Vámonos, Kagome –le susurró en el oído antes que todos los alumnos empezaran a salir. La llevó hacia el parque que había cerca y por la hora que era, todavía no había ningún niño.

Él la sentó en un columpio y luego se sentó en el otro. Permaneció en silencio, observando como las nubes eran arrastradas con rapidez por el viento. Los pájaros volaron, se escucharon las voces y los autos pasar.

Se escuchaba el llanto de Kagome.

Tensó la mandíbula.

–¿Qué diablos sucedió? –preguntó InuYasha, volteándola a ver.

Kagome sacó del bolsillo de su falda, un pañuelo y se secó las lágrimas. Miró con cierta ironía la tela… Vaya, él la había ayudado a calmarse.

–Hoyo..

InuYasha se levantó. ¡Lo sabía, lo sabía¡Estúpido y maldito Bobo! Apretó los puños, queriendo ir y darle una buena paliza, pero Kagome se encontraba tan… destruida y lastimada. Prefirió quedarse con ella.

Ya le rompería la cara otro día.

–Hoy… lo encontré caminando por el pasillo y… lo saludé… –gimió, sintiendo como las lágrimas nacían otra vez -. Él me preguntó si estaba en primer año y que debía ir… con la profesora Tsubaki.

–¿Por eso? –preguntó InuYasha, frunciendo el ceño.

Sabía que era mucho más que eso.

–¡No, no es…! –las lágrimas volvieron a caer sobre su rostro, hipó y gimoteó tanto como pudo, sacando su rabia y dolor -. ¡No entiendes¡Él no sabe nada sobre mí…¡Piensa que voy a primer año cuando… cuando estamos… estamos en el mismo año! –sonrió con amargura -. Debo dejar de ilusionarme… tengo que admitirlo… nadie querrá besarse… conmigo. Ni siquiera Hoyo…

InuYasha apretó las cadenas del columpio y se levantó. La miró fijamente, casi con seriedad. Se acercó a ella y la tomó por el rostro, obligando a que sus ojos se encontraran. Con los pulgares, le secó las lágrimas y cierta ternura sacudió su corazón.

–InuYasha… yo… yo…

–Shh, no digas nada –murmuró él, acercándose a ella.

Qué importara que fuera su mejor amiga. Ahora ellos no eran nadie, no había nada, sólo… dos chicos que se iban a besar, nada más.

Sus labios se encontraron, primero en un roce, InuYasha tímidamente rozó con la punta de su lengua el labio inferior y ante la tentadora invitación de Kagome profundizó el beso. Rozó los dientes, la lengua, el paladar. Degustó, probó.

Una descarga eléctrica sintió Kagome, percibiendo un gusto suave y dulce, casi como si un caramelo estuviera derritiéndose en su boca. Sin poder evitarlo rodeó por el cuello con sus brazos, casi como si se estuviera aferrándose a algo.

Entreabrió los ojos, que los había cerrado casi por inercia, y observó como InuYasha la estaba besando. Estaba calmado, casi tranquilo, y aquella visión supo que nunca podría borrarla de su mente.

Movió su boca tímidamente, volviendo a cerrar los ojos. Estaba tan asustada, tenía tanto miedo que no le gustara como ella besaba. No estaba segura si InuYasha tenía experiencia, jamás hablaron de estas cosas, pero aparentemente sabía lo que hacia.

¿Quién habrá sido la primera?, se preguntó de pronto, apretándolo más contra ella. Apretó los párpados, borrando aquella estúpida pregunta y dejándose llevar.

Volvió a entreabrir sus ojos, y no encontró con los párpados de InuYasha, tampoco con su cabello negro rozándole. Era otro… castaño, casi rubio. Él no la estaba besando ahora… sino… era Hoyo.

"Hoyo…", pensó Kagome, besándolo con más fuerza y apasionadamente. Movió su lengua, acariciando todo lo que estaba permitido para su corta 'experiencia', sin importarle absolutamente nada ahora.

–Kagome… –murmuró InuYasha, separándola suavemente de su boca, acariciándole las mejillas sonrosadas.

Se veía tan tierna y dulce, se sintió algo culpable de lo que había hecho pero si no… Arg, estúpida conciencia suya.

–Hoyo… –respondió ella en un suave murmullo, casi inaudible pero que el pelinegro pudo escuchar. Rápidamente se tensó. Kagome lo miró arrepentida, .¡la había escuchado! -. Yo… InuYasha… ¡Lo siento!

Él la soltó, sintiendo como la sangre se le congelaba y cierta rabia nacía de su pecho. ¡Maldita sea! .¡Cuando viera a ese Bobo le pegaría tan fuerte que quedaría desfigurado!

–Keh… –soltó InuYasha, sentándose nuevamente en el columpio -. No te preocupes, tú eres la que quieres besártelo.

Ella bajó la cabeza, rozando con los dedos sus labios, sintiendo una descarga eléctrica recordando la expresión serena y tranquila de InuYasha.

Le dirigió una mirada a InuYasha, el corazón le latía tan rápido que en cualquier momento se le saldría del pecho. Entrecerró los ojos, preguntándose si era por él o porque había imaginado que se besaba con Hoyo.

–Pero… ¿Por qué lo hiciste? –preguntó Kagome sin entender, cerrando los ojos -. ¿Por qué me besaste?

InuYasha la miró por el rabillo del ojo, y luego se encogió de hombros.

–Te dije que yo te enseñaría a besar –respondió con cierta indiferencia, mirando el piso donde estaban sus pies.

Ella asintió ausente.

–¿Para cuando la próxima sesión? –dijo InuYasha, mirando hacia el cielo y sonriendo cínicamente.

Ella lo miró sorprendida. ¿Todavía… quería seguir con esto?

–¿Más? –habló con voz chillona, levantándose del columpio y apretando sus manos con nerviosismo.

–¿Y que crees? Con besar una vez no se vuelve una experta –comentó InuYasha con indiferencia, rascándose la nuca -. Se necesita más experiencia, pequeña.

Ella lo miró sonrojada, encontrando tentador volver a besarlo. Pero, .¿por qué? .¿Por qué si cerraba los ojos… tal vez podría volver a besar a Hoyo?

–A la salida del colegio, otra vez aquí –anunció InuYasha, ocultando sus manos en los bolsillos y mirándola con coquetería -. ¿Me vas a dar un beso de despedida?

Kagome puso una mano sobre su pecho, como si quisiera protegerse de aquella mirada. ¡Por todo los cielos! .¡InuYasha era como su hermano!

–Vete… vete… –balbuceó Kagome con los dientes apretados, tratando de decir infierno pero no podía. Ella nunca maldecía -. Tírate a un pozo.

Y, dando la media vuelta, se marchó.

InuYasha observó la espalda de la chica y soltó una carcajada, con un dejo de ironía y a la vez amargada.

"Ya verás, Kagome, ya verás…"

-·-·-·-·-·-·-·-·-

'Discúlpame, otra vez'. Kagome escribió en su móvil (celular) por décima vez en lo que va de la noche, esperando expectante a que llegara la repuesta.

'Te dije que no me interesa! Me importa un cuerno si estabas besándome o besando a Bobo', respondió sin lugar a dudas: InuYasha.

'Pero… No le digas más bobo, tonto! Por favor, de verdad, dime que me perdonas' Pidió la muchacha, moviéndose inquieta en la cama.

'Veo que no me dejarás tranquilo. Maldita sea, quiero dormir, Kagome! Está bien, está bien: Te perdono. Contenta? Ahora… DUÉRMETE, MIERDA!' Y siendo tan sutil como siempre, ahí terminaba la amena conversación con InuYasha.

Kagome se rió levemente, abrazando a su celular. Que bueno era InuYasha, realmente se sacó la lotería con tener un amigo tan amable. Ella recordó, de pronto, al niño que antes una vez fue InuYasha y con rapidez, tomó la fotografía que tenía en la mesa de noche.

Él estaba serio, casi con amargura. Le dirigía una mirada algo recelosa a la chica de cabello corto azabache, que lo abrazaba por el cuello y hacia la señal de 'paz y amor' con la mano. InuYasha tuvo una infancia muy difícil, ella quiso ayudarlo lo mejor que pudo.

Y miren ahora.

¿Quién se iba a imaginar que esos dos pequeños niños estarían besándose ahora?

Continuará…

¡Wow! Muchísimas gracias a todas por sus mensajes! Espero que este capítulo les haya gustado como el anterior.