Umineko no Naku Koro ni Miel venenosa [UnNKn]

Miel venenosa [UnNKn]

¡Hi, hi! La verdad es que casi nunca vengo por aquí xD El fandom es una de las cosas que más me cuesta trabajar, en realidad.

Esta vez me aparecí por algo muy puntual: El concurso Pareja Forzada con el cuál Shiana me hizo sufrir un montón, y de ahí salió este drabble largo/one-shot cortito.

Va dedicado a Beatrice, quién intentó ayudarme lo más que pudo para hacer mi fic... aunque finalmente no realicé ninguna de las ideas xD de todas formas, espero que lo leas, aunque es un crack... fatal.

¡Saludos, nihi~ :rika_love:!

Título: Miel venenosa.
Summary: Se sentía atraída a ella, pero no por su personalidad, sino porque le encantaba sentirse poderosa.
Pareja: Bernkastel... y, se supone que Ange Ushiromiya.
Tipo: Mini one-shot.
Cantidad de palabras: 531 + título (533)
Advertencias: Ehhh... raro. Final basura :3~

<center><center>Miel venenosa:

</center></center> La Bruja de los Milagros miró fijamente su copa de vino durante unos instantes mientras la movía circularmente con su mano. Con el movimiento, éste se arremolinaba lentamente, con su hermoso color rojo oscuro, casi como la sangre.

Bebió un sorbo pequeño mientras lo degustaba a la luz de una vela. Tenía un toque floral en la boca y poseía gran cuerpo, se mencionó a sí misma.

Cerró los ojos mientras disfrutaba la sensación de una helada y oscura noche, acompañada de un vino, la chimenea encendida y pianos suaves… Y pensó en ella.

Por un momento se sintió extrañada al pensar en una humana con esa intensidad… el problema era que ella era especial y por eso no podía controlarse.

Le gustaba cómo sus ojos azules reflejaban la rabia y amargura de su alma y cómo sus palabras llenas de desdén y ponzoña eran dirigidas a cualquiera que se interpusiera en su camino. Le gustaba, también, su personalidad arisca e insociable, muy parecida a la suya. Y le gustaba, por sobre todas las cosas, el cómo podía ejercer su poder sobre ella.

Si había algo que Bernkastel amara era su capacidad de controlar a otros. Para ella, todos eran marionetas en su anfiteatro: desde el ser más poderoso hasta el insecto más ínfimo bailaban al son de sus sentencias. Y ella también.

Se sonrió ligeramente mientras volvía a beber. Era curioso cómo su omnipotencia, al parecer, todo lo podía. Pero ella misma sabía que había cosas que estaban lejos de su alcance, como, por ejemplo, manipular los sentimientos de los humanos a su antojo.

La conoció de pequeña. Ella deseó fervientemente que su familia volviera a casa. La Bruja dictaminó que mientras la pelirroja fuera capaz de mantener una promesa, le aseguraría un milagro inesperado.

Años más tarde, la ahora joven no la recuerda, pero Bernkastel a ella sí. Porque, físicamente, aún era la misma de hace años atrás, pero su alma estaba corrompida por el deseo que conjuró. Le había vendido su alma mortal a la Bruja de los Milagros.

Y ahora, la cruel Bernkastel sentía algo por ella. No, no era amor, de ninguna manera. Quizás sólo era un deseo de poseerla, pero ¿qué estaba diciendo? Ya era suya. Era una pieza más en su juego, era la pieza más querida.

En el tablero dispuesto, ANGE-Beatrice era casi como la Reina: mientras nadie hiciera un movimiento en su contra, Ange podría triunfar… si la Bruja afirmara que así sería.

Y eso era lo que más le gustaba de Ange a Bernkastel: su estupidez. Siempre y cuando estuviera dispuesta a decirle palabras dulces como la miel, la mosca caería en una promesa que la Bruja nunca estaba dispuesta a cumplir.

Porque era eso lo que atraía a la Bruja de los Milagros: el sentirse superior, el sentir que tenía poder sobre otros. ¿Amor? Eso era para los débiles, y definitivamente no era una de ellos.

Bernkastel rió sádicamente, derramando vino sin querer. Si esa era su forma de demostrar que amaba a ANGE-Beatrice, no tenía ni idea cómo podía demostrar su odio… y a la persona a quién le aseguraba su odio, definitivamente, no saldría bien parada. ¿Verdad, Beatrice?