¡Pobres los Ricos!

Re: ¡Pobres los Ricos!

Cantidad de palabras: 1,299​

Sorry por tardar tanto con el capítulo, pero es que he estado ocupada aquí mismo en el foro, alguna ya saben por qué. ​

Bueno, el capítulo es corto, porque casi siempre llego a las 2000 palabras, pero se merecían un capítulo; de hecho, aquí pasará algo omg. Pensé hacerlo más zarpado, sádico, pero naah, porque sé que luego me servirá para otra, jujuju. Espero que les guste. ​

La niña pecosa de cabellos rojizos se acercó a la pareja de pollo, inclinó un poco sus rodillas y pegó las manos a ésta, agachando su rostro para poder ver con claridad los rostros de ambos jóvenes sonrojados.​

Pobres los Ricos
Capítulo 19 ​

—¿Ustedes son pareja? —preguntó la niña pecosa.​

Inuyasha y Kagome se levantaron como un rayo veloz ante la pregunta de la pequeña. Kagome, sonrojada de la furia y a la vez de la vergüenza, contestó:​

—No, solamente somos amigos.​

—Sí eso mismo —comentó Inuyasha. ​

La niña se encogió de hombros y escondió sus ojos entre el flequillo de su cabellera. ​

—¿Qué te ocurre? —preguntó Kagome agachándose a la altura de la niña; ésta, con los ojos un poco claros la miró directamente. ​

—Es que todos los niños que salen de aquí se van agarrados de la mano de una pareja y juntos forman una linda familia. Pensé que ustedes eran pareja y les iba a pedir que me adoptaran, pero eso no podrá ser. ​

Kagome tragó saliva, giró el rostro para mirar a Inuyasha quien se encontraba mirando a otro lugar. Volvió a girar el rostro para encarar a la niña. ​

—¿Cómo te llamas? ​

—Todos me dicen Chibi —contestó ella.​

—Okey Chibi; verás, te prometo que si llegó a ser feliz y encuentro al hombre de mi sueño, vendré por ti y te adoptaré para que vivas feliz conmigo.​

La niña abrió los ojos como plato y su sonrisa se amplió de oreja a oreja; seguidamente la pequeña se lanzó al pecho de Kagome, con una alegría de inocencia. Kagome la abrazo con fuerza y en esos brazos le demostró cariño, comprensión, dulzura y, amor hacia los niños. ​

—Te lo prometo —volvió a repetir agarrándola con más fuerza. ​

***​

Alrededor de las seis de la mañana del día siguiente, Kagura se levantó y comenzó a caminar por toda la recamara, mientras dejaba a su marido dormir desnudo en la cama. Naraku se encontraba cansada por lo ocurrido la noche anterior, tener sexo con Kagura esa noche le había dejado en ese estado. Por otra parte, el plan de la perversa mujer había salido a la perfección; hacerle el amor, coger su pistola, matar a Sonomi y volver con las manos limpias. Sí, ese era su plan que debía salir al pie de la letra. ​

La mujer abrió el pequeño cajón en donde su marido guardaba la diminuta arma de fuego, pero antes de agarrarla, cubrió sus manos en unos guantes negros. Acto seguido, Kagura guardó el objeto en su cartera, mientras se dirigía al baño a por una buena ducha llena de espuma. ​

Kagome, como cualquier servidumbre de la mansión Taisho, se levantó a tempranas horas de ese día. La joven estiró todo su cuerpo y luego contempló al pequeño Shippo dormir como a un bebé. Sonrió dulcemente para luego dirigirse al baño.
Lavó su rostro mientras pensaba en la fiesta de disfraces que se realizaría esa noche en el colegio pago de los niños. A decir verdad, quería ir, pero no podía ir. ¿Por qué la vida se mostraba tan injusta con ella? Nunca odio a los ricos, porque sabía que a pesar de todo en el fondo eran muy buenas personas; pero, había otros seres que aún teniendo todo el dinero del mundo eran gente desagradable, perversa, sin corazón… y, hablando de corazón; la joven sintió un presentimiento sobre su pecho que aceleró los latidos de su corazón. A su mente se vino rápidamente el nombre de la madre de Sango. ​

Buscó en su armario el uniforme que usaba, se quitó la toalla que cubría su cuerpo y luego se coloco el traje verde. Rió al ver que volvería a usar ese uniforme; ya hasta se había acostumbrado a verse súper fina en los trajes elegantes de Kikyo. ​

La ventaja que tenía Kagome dentro de la casa como a cualquier otra sirvienta, era que ésta poseía las llaves de todas las recamaras y podía entrar cuando ella quisiera, y su escusa siempre sería: Estoy ayudando a Ayame a limpiar. Aunque claro, ella no vivía de eso, pero solía visitar el cuarto de Inuyasha todas las mañanas que le fuese posible.
Hoy, el joven albino se encontraba con la espalda desnuda, el cabello desordenado y una gran sabana que cubría de su cintura para abajo, pero dejaba una pierna al desnudo. La joven se preguntó si estaría desnudo; se sintió pervertida al pensar eso, pero aún más pervertido fue lo que realizo a continuación. ​

Se acercó silenciosamente al costado de la cama y con sus finos dedos tocó la espalda de Inuyasha. Suspiró al ver ese amor tan lejano. Después, se inclinó para apoyar la mejilla sobre la espalda de Inuyasha, permaneció así un momento y luego tocó la piel con los labios para saborearla. Ante el movimiento de Inuyasha, la joven salió rápidamente de la recamara, creyendo que el albino se habría despertado con aquel contacto en su piel. ​

***​

Kagura se encontraba lista; tenía puesto un abrigo de piel de leopardo que le cubría hasta los pies, un abanico que hacia juego con su blusa y la cartera pequeña donde guardaba la pistola. Antes de salir y coger la llave de su auto, Miroku se acercó a ella con un bata azul que cubría su cuerpo desnudo.​

—¡Kagura! —llamó el joven—. Te quería agradecer por dejar que Sango se quedará anoche en la casa. ​

—Yo haría lo que sea por los hijos de mi esposo —decía mientras le colocaba la mano sobre la mejilla—. Hasta luego, debo ir al spa, tengo una cita, no quiero llegar tarde. ​

Miroku sonrió y subió a su recamara para buscar lo necesario y darse una buena ducha en la puerta del lado, fuera de su cuarto. Sango aún dormía en su cama, con la sabana enrollada sobre su cuerpo. ​

El joven la miró y después salió cerrando la puerta para penetrar en e baño, que era enorme y tenía un jacuzzi. Preparo el baño, se quitó la bata y dejó caer el cuerpo desnudo en el agua tibia de la tina, relajándose por completo, mientras la espuma lo envolvía. ​

***​

Kagura se montó en el auto y se dirigió rápidamente a las cabañas que pertenecían a Naraku. Para su suerte, la tonta de Sonomi la estaba esperando. Cuando ésta vio el auto de la mujer, agito la mano al aire para llamar la atención; Kagura estacionó el auto donde pudo y bajó de éste para acercarse cuidadosamente a Sonomi.​

—¡Qué puntual! —exclamó Kagura.​

—Buenos días señora, y Kagome —preguntó Sonomi mirando al fondo del carro.​

—Ella nos está esperando en las cabañas, quedan allá arriba; ¡vamos! ​

Sonomi siguió a Kagura hasta una cabaña enorme, que estaba un poco alejada de la carretera —que de por sí ese lugar estaba alejado de la ciudad— Kagura abrió la puerta y dejó que entrara primero su invitada; cuando ambas penetraron, la mujer cerró la puerta y sacó su abanico abriéndolo. ​

—¿Tiene calor? La verdad es que aquí hace frío, parece que usted lleva a todas partes un abanico —comentó caminando por el pasillo—. Linda cabaña.​

—Es de mi esposo, casi no venimos aquí —contó Kagura—. Y lo del abanico, es para guardar cosas como éstas.​

Con un movimiento ágil y elegante, dobló el abanico y dejó a la vista la pistola, que se escondía detrás del abanico. ​

—¡Sonomi! —llamó Kagura al ver que ésta no había volteado. ​

Cuando la mujer volteó, Kagura no tardó en dispararle en su pecho, que valieron tres disparos para que aquella mujer dejara el mundo. El cuerpo cayó en el suelo y manchó la alfombra con sangre, que no tardó en salir. Kagura se aseguró de que estuviera muerta sin tocarla y, cuando estuviese segura, agarraría los papales que cargaba Sonomi el día anterior. Continuará. ​

¿Cómo se imaginaban la muerte de Sonomi?
¿Descubrirán a Kagura o tendrá un nuevo plan en mente?
¿Por qué Sango se quedó en la casa O. o?
¿Irá Kagome al baile? Jijiji​

 

Re: ¡Pobres los Ricos!

Hola chicas, cómo están después de tanto tiempo. La verdad es que me costó hacer la continuación por todo lo que ha pasado con Fanfic; el traslado, las nuevas reglas. Y bueno, eso. Creo que no podré hacer las cosas como las tenía planeada :(. Pero no importa, aún así continuaré con este gran fic, espero que ustedes me sigan leyendo ;).

Cantidad de palabras: 1,923

Pobres los Ricos
Capítulo 20 ​

Kagura llegó temblando a la mansión; tiró las llaves del auto sobre una mesa y subió a su cuarto. Para su suerte, no estaba Naraku, así que aprovechó el tiempo que tenía para esconder los documentos que le había quitado a la muerta de Sonomi.

—¡Perfecto! Hasta los momentos todo está saliendo al pie de la letra —musitó abriendo un caja, en donde guardó los papeles que para ella eran muy importantes. En ellos estaban en juego su herencia y la de sus hijas.

—¿Dónde estabas? —preguntó Naraku al entrar al cuarto; Kagura se giró rápidamente y trató de mantener la calma.

—En el spa —respondió caminando hacia él—. ¿Tú en donde estabas?

—Estaba recogiendo los trajes que usaremos esta noche para la fiesta —Naraku depositó en la cama la caja que tenía en manos; en ella había dos trajes, uno para él de Drácula y, otro para ella de Bruja. Ambos le quedaban a la perfección, siendo éstos unos secuaces de la maldad.

—¡Cierto! —exclamó la mujer—. Lo había olvidado por completo; sólo faltan cinco horas para la fiesta, iré avisándole a Kikyo.

Kagura se retiró de la recamara para entrar a la de su hija, aunque en una ocasión muy inoportuna, ya que en esos momentos Kikyo se encontraba en sus amoríos secretos con Sesshomaru y, como Kagura tenía llave del cuarto de su hija, se le hizo fácil abrir. El albino dejó de besarla al ver parada en la puerta a su “suegra”

—Ustedes otra vez; no ven que cualquiera podría verlos —bufó Kagura cerrando la puerta tras entrar.

—Madre, no es para tanto.

—Sesshomaru, retírate por favor que necesito hablar con mi hija —ordenó la mujer, Sesshomaru miró a Kikyo y luego se alejó con pasos lentos del cuarto, dejando a madre e hijas solas.

Kikyo se levantó de la cama y se acercó al closet, en donde sacó una hermosa caja alta y la puso en la mesa de noche; allí, abrió la caja y sacó un hermoso vestido de color azul.

—¿Irás de Cenicienta? —preguntó con ironía.

—Sí madre, es el traje perfecto, además está hermoso. Debo aprovechar esta noche para acostarme con Inuyasha… o hacerle creer eso.

—Al fin decís algo coherente. Más te vale que así sea.

***​

Inuyasha y Kagome se dirigían a la mansión caminando, la joven reía abiertamente al recordar al albino vestido de pollo, se veía divino –según ella- Y, como siempre, él refunfuñaba por todo el camino cruzado de brazos, mientras Kagome no paraba de hablar y él contestaba con un “Kef” todo el tiempo.

—¿Por qué no somos una pareja como ellos? Mira cómo son de felices —comentó una joven mujer de cabellos rojos a su pareja que se encontraba al lado; un hombre alto, musculoso y rubio. Ambos caminaban por la misma calle en que lo hacía Inuyasha y Kagome.

—No empieces mujer —respondió el joven—. Por tal razón no me gusta salir contigo a la calle; siempre andas comparando nuestra relación con cualquier pareja que ves caminando.

Mientras ellos seguían peleando, Inuyasha y Kagome se miraban confundidos y un poco avergonzados al pensar que lo estaban confundiendo con que eran parejas, así que apresuraron el paso.

—¿Irás al baile esta noche? —preguntó el albino con los brazos sobre la cabeza, mientras caminaba al lado de Kagome.

—No, no podré ir; tu padre no me ha dejado, y creo que es mejor así. La servidumbre no asiste a esa clase de reuniones o fiestas —respondió agachando un poco la cabeza. Ella sabía que en el fondo quería asistir a esa gran fiesta y, sobretodo, bailar con Inuyasha.

Se sonrojó tan sólo pensar eso.

Luego de un rato de camino y después de que llegaran por fin cansados a la mansión, la niñera se dirigió al playroom para ver qué hacían sus niños. Entró con cuidado sin ser vista por ninguno; se quedó parada antes de decir algo tras escuchar lo que decían…

—Tendremos qué hacer algo para ir a esa fiesta; es nuestro colegio y tenemos derecho —decía Hakudoshi como todo un político que defiende a su pueblo.

—Será nuestro colegio, pero no nuestra fiesta —comentó Kanna—. Recuerden que es organizada por los de último año, e invitaron a los padres de familia, mas no a los niños.

—Siempre tan pesimista Kanna —dijo Rin colocándose frente a todos—. Yo no quiero ir, es mejor quedarnos. Si lo grandes se van a la fiesta nosotros podremos quedarnos solos en la casa y hacer lo que queramos.

—No tan solos, recuerden que Kagome no irá y nos cuidará esta noche —habló Shippo comiendo de una paleta.

—Pero Kagome nos puede cubrir; siempre lo hace, ella es muy buena —aseguró Hakudoshi.

—Eso es cierto, Kagome es la mejor niñera del mundo —remarcó Souta.

—¡Arriba Kagome! —exclamó Rin levantando el brazo derecho y cerrando los ojos con alegría.

—Chicos, no creí que pensaran así de mí. La verdad estoy muy halagada —interrumpió Kagome haciendo acto de presencia—. Tampoco les voy a cubrir todas las mentiras y travesuras que hagan. Y sí, tienen razón, yo me quedaré esta noche con ustedes para cuidarlos, y hasta podremos hacer nuestra propia fiesta.

—Eso estaría de lujo —comentó Kohaku.

—Kagome… —Hakudoshi se acercó a la niñera colocándole una mano en el hombre—. ¿Quieres ir a ese baile?

Kagome se quedó unos instantes en silencio, mientras que la mirada estaba perdida en lo alto del techo; la joven se encontraba sentada en un sofá redondo y con la mano sostenía su mentón, mientras seguía mirando arriba. Por su mente pasaban imágenes de ella e Inuyasha bailando por toda la pista de baile, siendo la envidia de los demás invitados… y, que al final del vals, ambos se besaban. Suspiró.

—Sería un gran sueño hecho realidad… y sí, me gustaría ir a ese baile y estar toda la noche junto a I —se quedó callada al recapacitar las palabras que había dicho—. Bueno, bueno, ¿qué estoy diciendo? Obvio que no quiero ir. Es una fiesta de ricos, en donde sólo va la gente de alta categoría.

Hakudoshi captó las palabras de Kagome y sonrió ampliamente, para luego mirar a sus demás hermanos y levantarle las cejas. Algo se le estaba ocurriendo…

Al playroom llegó otra persona, se trataba de Sango que aún no se había ido de la mansión esperando que su amiga llegase para poder chismosear.

—¡Hola Kagome! ¡Hola chicos!

—¡Hola Sango! —contestaron todos al unísono.

—Anoche se escuchaban mucho ruido en el cuarto de Miroku, ¿verdad Sango? —comentó Hakudoshi con malicia.

—¡Hakudoshi! ¿Qué cosas decís? —exclamó la castaña muy sonrojada.

—No entiendo —dijo Rin rascándose la cabeza.

—Es mejor que no entiendas pequeña —comentó Kagome—. Bueno, cambiemos de tema, y luego tú y yo hablaremos caballero—díjole a Hakudoshi con una mirada asesina.

—¿Por qué no nos cantan algo, chicas? —preguntó Shippo.

—¡Sí! Yo quiero que Kagome y Sango canten —dijo Souta.

—¡Qué canten! ¡Qué canten! ¡Qué canten! —decía Rin aplaudiendo.

Kagome y Sango sonrieron, la primera se levantó del sofá y le susurró algo al oído de Sango, mientras ésta asentía con la cabeza por cada palabra de su amiga. Por otro lado, Kohaku prendió el equipo de sonido en donde se dejó escuchar una melodía suave.

—Todo lo que yo soñé, todo aquello que tuve tan lejos y todo lo que espere. Todo lo siento con vos, con tus manos, con tus abrazos, tus besos, sobre mis labios de sol —cantaba Kagome alegremente mientras bailaba junto a Sango y los niños la seguían en la pequeña coreografía improvisada—. Ding, dong, ding, dong suenan campanas de amor, cuando tú estás cerca. Ding, dong, ding, dong y brilla mi corazón porque estás conmigo.

>>Estás en cada rincón; de mi mundo, mis sueños, en mis deseos, en la señal del amor que me muestra el camino, distinto, dulce y secreto que llega a tu corazón. Ding, dong, ding, dong suenan campanas de amor, cuando tú estás cerca. Ding, dong, ding, dong y brilla mi corazón porque estás conmigo.

Cuando terminó de cantar abrazó a sus niños; ellos eran su amor, su vida y, aunque llevaba poco tiempo trabajando, ya le había agarrado cariño, porque todos y cada uno de ellos eran especiales.

—Chicos, voy hablar con Sango, así que se quedan aquí jugando y no hagan ninguna travesura —advirtió la niñera saliendo del playroom con su amiga.

—Hay un nuevo plan… —informó Hakudoshi a sus hermanos con una sonrisa amplia—. Pero, necesitaremos la ayuda de la abuela Kaede.

—¿Qué plan es? —pregunto Rin curiosa.

Todos se sentaron al suelo, formando un pequeño círculo, pero dejando un espacio en el medio, donde Hakudoshi colocó una gran hoja de papel blanca.

—Todos nos dimos cuenta de que Kagome quiere ir al baile —decía mientras hacía una K de Kagome sobre la hoja de papel—. Pero, tanto mi padre como las brujas no la quieren dejar ir.—Seguidamente escribió “Brujas” y la P de papá.

—Ohhh, interesante —comentó Shippo sin dejar de observar lo que escribía Hakudoshi.

—¿Qué es lo que haremos? —preguntó Kohaku.

—Buena pregunta —afirmó el albino con una sonrisa—. Hay que hacer que Kagome vaya a ese baile sea como sea.

—Suena fácil, pero no lo será —habló Kanna.

—Cierto —dijo Rin—, además donde le conseguiremos un vestido, cómo haremos para que el señor Naraku no se de cuenta de que ella está en la fiesta.

—Calma chicos —Hakudoshi dibujó un vestido largo, un automóvil, un reloj grande, una cara de anciana con un parche sobre el ojo y luego explicó:—Para el vestido, se encargarán Rin y Kanna; ustedes le robaran el vestido que usará la bruja menor para la fiesta.

—Ya sé, ya sé —exclamó Rin—. Irá de Cenicienta. El vestido es azul, muy bonito. Hoy lo vi.

—Ese será el vestido que llevará Kagome al baile; ambas son de la misma medida y no tenemos tiempo para encontrar otro vestido.

—Hakudoshi, y cómo haremos con Kikyo sin que se de cuenta que le hemos robado el vestido.

El niño albino tachó el dibujo del vestido con una gran equis roja.

—Simple; le daremos otro vestido junto con una nota que la citará a un lugar especial, ella pensará que se trata de Inuyasha y se pondrá el vestido e irá al lugar indicado. El vestido lo compraré por internet con la tarjeta de crédito de la bruja mayor, Kagura. Luego, Kanna se encargará de dejar el nuevo vestido en la recamara de Kikyo sin ser vista por nadie; te dejó este trabajo a ti gemela porque sé que lo harás bien.

—De acuerdo —fue lo único que dijo la albina.

Todos seguían atentos a las palabras de Hakudoshi; les informó que usarían uno de los carros de la mansión para poder trasladar a Kagome y que volviera antes de la media noche, para que no la descubrieran, mediante una pequeña alarma que le incorporarían al vestido, indicándole que son quince para las doce, tiempo suficiente para llegar a la casa antes que los demás.
Tachó el automóvil y el reloj grande. La cara de anciana con el parche en el ojo se trataba de la abuela, ya que ella los ayudaría en el final: convencer a Kagome de que fuera al baile.

—Ya saben cómo es el plan. Confío en ustedes —finalizó colocando la mano al frente, con la palma abierta hacia abajo.

Seguidamente Rin colocó su mano, luego Souta, Shippo, Kohaku y por último la mano de Kanna. Continuará.

Espero que lo hayan disfrutado… Y… ¿Creen que el plan de los chicos salga bien? ¿Qué pasará en los próximos capítulos? O. o

La canción que canta Kagome es de Floricienta (obvio) se llama Ding, Dong. Es hermosa.