Nada que perder [CCS]

Tema en 'CLAMP' iniciado por Pami, 8 Noviembre 2009.

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    Pami

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    Nada que perder [CCS]

    Hola :D!

    Aquí les traigo una historia que no es mía, es una adaptación de un FanFic de que hizo de Crepúsculo. Yo solamente he cambiado los nombres y algunos detalles respecto a la descripción de los personajes.
    ¿Qué por qué lo hago? Porque la historia bien podría haber sido de CCS, me encanta, adoro a la escritora y no tengo tiempo para escribir nada de mi autoría últimamente :(.
    Todo comentario, yo le diré a Janelle que se pase por aquí xD!


    » Notas de la autora: Quería agradecerle a Jane (GothicCharm) por ayudarme con éste OneShot, que fue nuestra primera cooperación. Y, que sepan, las partes más lindas y poéticas de esta historia las escribió ella, yo sólo tengo poder autoritario sobre la trama. (?)
    Notas mías al final.

    » Recomendación musical:
    -Somewhere in Between & You and me - Lifehouse

    Nada que Perder

    Por Janelle Mindfreak & GothicCharm


    «Porque estoy en algún lugar en medio
    de lo que es real y sólo un sueño»


    Domingo, 1 de Abril.

    Bien, pensó. Y suspiró.

    Si estamos puestos a ser sinceros desde el principio, Sakura debería admitir que no es tan reacia a celebrar su cumpleaños. Siempre ha sido así, la verdad, desde que tiene memoria. Pero ahora, más que no ser «reacia», tiene un grado de repulsión bastante alto respecto al hecho de agregarle años a su licencia de conducir, a su osito de peluche y a ella misma.

    Y si seguimos con ésta cosa de la honestidad, también se debería saber que (vale, tal vez ella no te lo diga, pero en su diario está escrito por todos lados) tiene una razón concreta para querer quedarse sin cumpleaños al menos dos años, porque con uno le queda el gusto a poco. Y tal vez Tomoyo no la comprenda, y le diga que ¿¡Cómo que no quieres nada para tu cumpleaños!?, pero Sakura es firme con sus ideas y no da el brazo a torcer (aunque el regalo de Tomoyo esté colgado en el perchero de la entrada luego de haber sido usado —bonito abrigo—).

    El día no deja de repetírsele en la mente de manera insoportable, y es fastidioso. Así que sólo se dispone a mirar por el ventanal, observando el paisaje reluciente que se deleita tras de esta. Todo está húmedo por la lluvia que azotó la ciudad el día anterior, y es bonito. A Sakura nunca le agradó la lluvia, para nada. Pero debía admitir que le daba un lindo toque al paisaje.

    Y sabe que sólo está tratando de desviarse del tema, intentando que el color de los árboles y el sonido del viento ocupen todo su mente y su pensar. Aunque no lo logra, claro que no. Pero Sakura es lo suficientemente testaruda cómo para negárselo hasta a ella misma.

    Entonces mira su reloj, 6:45pm en punto, y el sonido del cerrojo siendo abierto en la puerta se hace escuchar en todo el salón principal del departamento (como en todos los días, de lunes a viernes). Entonces entra esa razón, con una chaqueta de cuero marrón, una bolsa en la mano, el pelo revuelto y una sonrisa torcida.

    —Buenas tardes —saluda la razón.

    Y sería una ocasión como esa cuando Sakura se cubre los ojos, suspira y se frustra; nada muy fuera de lo normal. Piensa rápidamente en cómo ignorar la galanura inconsciente de la razón. ¡Qué razón más mala!

    —Hola, Syaoran.

    Porque la razón de querer dejar de cumplir años tenía nombre y apellido, y era Syaoran. Más conocido por Sakura como Syaoran “Amor Platónico” Li.

    Lo había conocido como quien ve el periódico frente a su puerta un sábado por la mañana (extraña coincidencia). Ella necesitaba dinero, y él un lugar para vivir. Sus vidas se unían por un cartel pegado a fuera que decía «Se arrienda habitación». Son esa clase de cosas y hechos que te hacen pensar dos veces antes de afirmar que el destino existe y si no son sólo coincidencias.
    Sakura realmente deseaba cubrirse la cabeza con la almohada y gritarse —a ella misma— idiota e imbécil una y otra vez. ¡Pero no era su culpa! ¡No, no lo era! ¿Acaso ella había decidido tener fondos de dinero microscópicos? ¿Acaso ella había decidido que él necesitara lugar para vivir? Suspiró nuevamente, culpando por segunda vez en el día a eso llamado «destino».

    Lo volvió a mirar disimuladamente, cómo siempre, sin que él lo notara, o eso creía ella. Enredó algunos mechones de su corto cabello en sus dedos, intentando atraer su atención a cualquier otra cosa que no sea su compañero de cuarto. Alias, “Amor Platónico”. Suspiró rendida cuando sus ojos, por voluntad propia, se volvieron a posar sobre él. Sobre Syaoran “Amor Platónico” Li. Y la sorpresa le golpeó el interior, mostrándose también por el exterior cuando vio que él también la observaba.

    —¿Cómo ha estado tu día, Sakura? —pregunta amablemente. La misma conversación casual de siempre. La misma cortesía desde el primer día que aquél varonil y perfecto hombre había estado compartiendo el mismo espacio con Sakura.

    Es cuando ella se permite ser un poco buena consigo misma y con él, y le sonríe, no esa sonrisa que le dedica a Mikel Hien para que la deje de molestar en el trabajo, mucho menos esa sonrisa forzada que le da a los clientes de la biblioteca, tampoco esa sonrisa (o mueca) que pone cuando Tomoyo le dice que irán de compras, no; es esa sonrisa reservada sólo para él, que no le pone a nadie más. Claro, muy diferente es que él no lo sepa. Pero que Sakura lo sepa ya le basta a ella misma, y está bien.

    Y es que cuando está con él le es muy difícil no curvar la boca.

    —Nada fuera de lo común —se encoge de hombros, fingiendo indiferencia.

    Y ella reconstruye los pasos de su amigo-que-quiere-que-sea-más-que-eso (porque tampoco es culpa de ella que ya no le vea como el niñato un año y tres meses menor que ella.
    No es su culpa que de repente haya dejado de ser Syaoran “Pequeño” Li para convertirse en el “Amor Platónico”. Tampoco es culpa de ella que el nombre de su compañero de piso esté en su diario. No. Échale la culpa al lápiz).

    Syaoran dejará la bolsa en el perchero, junto al abrigo que Tomoyo le regaló a Sakura. Se quitará la chaqueta y ella se lo comerá con los ojos sin que él se dé cuenta. Entonces, cuando volteé, ella desviará la mirada y será cuando él la mire. Sakura jugará con un mechón de su cabello mientras espera que Syaoran se vaya a sentar con ella en el sofá, y él le pondrá ese mechón con el que jugaba tras su oreja, y su corazón explotará y se le pondrán coloradas las mejillas. Luego Syaoran preguntará detalles sobre su día y ella dirá que Mikel Hien es un baboso, no quiero salir con él. ¿Es que no entiende que ‘no’ es ‘no’?. Y Syaoran se reirá, pero sonará un poco forzado, y a Sakura no le importará, porque no prestará demasiada atención, son más importantes los ojos chocolate de Syaoran y el cómo brillan cuando ríe (forzadamente).

    Porque Syaoran es demasiado predecible para ella.

    (¿O tal vez Sakura lo conoce demasiado bien? Sí, ella cree que es eso.)

    Y en los labios de Sakura se forma esa sonrisita astuta cuando Syaoran hace exactamente lo que ella predijo. Pero, esta vez puede sentir cómo el calor en sus mejillas se intensifica. Quizá porque se encontraba pensando en lo que él iba a hacer o no. O quizá simplemente porque él la toca, y eso cada vez se vuelve más fuerte dentro de ella. Porque su corazón se aceleraba de un instante a otro, y sus pulmones la amenazan con no permitir que el aire llegue a ellos. Pero no es como si Sakura fuese lo suficientemente inteligente como para recordar en ese momento cómo se hacía para exhalar.

    Fija sus ojos verdes en sus pies, en sus medias a rayas. Ya no sentía vergüenza porque Syaoran la viera así: con un ‘pijama’ descuidado, si es que se lo puede llamar pijama a una simple remera vieja de color gris y a unos pantalones holgados y cómodos de color blanco. Syaoran ya estaba acostumbrado a esa Sakura. A la desprolija y adorable mujer que no parecía que fuese mayor que él. Ella era la que él conocía y a la que él apreciaba. Con la que él había entablado la relación de amistad y con la que compartía constantes conversaciones afables.

    Si estamos puestos a ser sinceros desde el principio, Sakura debería admitir que no es tan reacia a celebrar su cumpleaños. Pero si seguimos con ésta cosa de la honestidad, ella ha de admitir que guardó un silencio cómodo para que Syaoran la abrazara, le besara la mejilla (quizá hasta le despeinara el pelo como su corazón comienza a saltar en su pecho), y para que le dijera que ¡Feliz cumpleaños, Sakura! mientras la mira a los ojos y ella se pierde en su mirar.

    Pero nada.

    Y sigue esperando. Pero Syaoran lo único que puede hacer es relatarle lo emocionante que se pone eso de trabajar de arqueólogo. Sakura, que ve lo llena de verdad, que no miente, fuerza esa sonrisa otra vez, intentando mentirse a sí misma que salió bien, que ella miente bien, que sabe actuar. Pero Syaoran no es tonto, y entrecierra los ojos, haciendo una mueca se pregunta si ¿será una buena idea después de todo…?

    Sakura se incomoda al ver esa mirada perspicaz de Syaoran, así que sólo sigue con esa sonrisa mal fingida y le hace preguntas tontas (que ya las ha hecho varias veces, pero les cambia el orden de las palabras, una y otra vez). Y él sólo puede parpadear repetidamente, y disponerse a contestarlas con entusiasmo actuado (pero sí le sale bien, a diferencia de ella). Y Sakura cree que de veras le interesa hablar sobre sus colegas.

    &.

    La puerta sonaba insistentemente, y no era como si a ella le gustara ser despertada así un sábado. Se había quedado dormida sobre las cuentas que habían llegado la semana pasada (tres días después que había colgado el anuncio afuera), y un poco de la tinta se le había quedado grabada en la comisura del labio antes de que la quitara con el dorso de su mano.

    Abrió la puerta casi en el octavo golpe. Y sabe que nunca se arrepentiría de haber abierto esa puerta.

    Un muchacho de unos veintitrés años, más alto que ella y con la mirada más penetrante que ella pudo nunca ver, estaba parado en el umbral, con una mochila al hombro, la respiración agitada y el cabello despeinado. Sonrió, jadeante.

    —Hola —saludó. Acto seguido levantó el cartel que Sakura había colgado afuera hace una semana y tres días (ella contaba incluso las horas, se podría decir)—. ¿Es aquí donde se arrienda la habitación?

    Sakura parpadeó, sorprendida. —Pues… sí.

    —Excelente —el chico sonrió torcidamente y ella quedó deslumbrada por la galanura de su rostro—. La quiero, si es que no está ocupada antes…

    —Oh, ¡no! Para nada, está vacante. Pasa.

    Sakura se hizo a un lado para que el extraño ingresara en el departamento. Ella necesitaba ese dinero urgentemente, la habían despedido de su antiguo empleo hace un par de meses, y desde ahí que seguía buscando otros; pero no había tenido mucha suerte, y ya no podía andar dependiendo de la billetera de Tomoyo (por mucho que a Tomoyo le gustara ayudar a Sakura con estas cosas). ¿Qué mejor solución que arrendar aquella habitación que nunca usaba?

    ¡Y mira! A la semana y tres días ya la tenía ocupada…
    … por un muchacho del que no conocía prácticamente nada.

    Después de cerrar la puerta, Sakura pensó que ella debía presentarse primero. —Soy Sakura —y le extendió la mano al chico, sonriendo, que aún seguía con la mochila al hombro—. Tengo veintidós.

    Él le devolvió con una sonrisa (pero no la misma torcida que había hecho allá fuera, y no es que Sakura se diera cuenta, en realidad…), y alargó su mano hasta la de Sakura. Se la apretó con suavidad, como a una muñeca frágil. —Syaoran —se presentó él—. Veinte.

    La boca de Sakura se abrió de sorpresa. ¿¡Veinte!?

    —Sí —respondió él, sonriente y orgulloso. Sakura no se dio cuenta que había hablado en voz alta, se sonrojó de la vergüenza.
    —Pareces mayor —fue lo único que atinó a decir para hacerle olvidar al muchachito su pensamiento en voz alta.
    —Me lo dicen seguido.

    Y ambos se sonrieron.

    &.

    Y no sabe cuánto tiempo transcurrió en realidad. Quizá pasaron varios minutos, quizá unas pocas horas, no está segura. Pero sí está segura de que no puede soportarlo más. Sólo se apresura a levantarse del sofá, a poner su mejor sonrisa (a ella le gusta llamarla ‘mejor’, no es que de verdad lo sea) y a disculparse con un simple Voy al baño, permiso. Y hacía allí va; sintiendo la mirada de Syaoran en su espalda, quemándola. Se encierra, y apoya su espalda en la puerta. Suspira profundamente, y las comisuras de sus labios se bajan (aunque le agradecen que por fin las deje descansar luego de largo rato con una sonrisa nada creíble).

    Si prolongamos eso de la franqueza, ella debía admitir que los ojos le picaban. Pero ella es testaruda. Así que sólo cierra los párpados, cubriendo sus ojos del color de la esmeralda, sin dejar salir a ese líquido incoloro que deseaba deslizarse por sus mejillas. Vuelve a suspirar, sin moverse ni un solo centímetro. Después de todo, la madera fría de la puerta del cuarto de baño contra su espalda la tranquiliza un poco.

    Es difícil, la verdad (intenta no mentirse demasiado a sí misma). Sí, vale, Syaoran sabe que a ella no le gusta su cumpleaños —no sabe el por qué—, pero tampoco Sakura quería que él lo hiciera pasar por completo. De los dos años que llevaban viviendo juntos, ésta era la primera vez que él olvidaba su cumpleaños. Y dolía, también. No es que ella se hiciera ilusiones, es sólo que quería escuchar ese Feliz cumpleaños, Sakura por parte de Syaoran, solamente para escuchar (otra vez) cómo suena en los labios de Syaoran. Sólo eso. Escuchar cómo suena con su voz.

    Cierra los ojos, e intenta oír su voz en su mente, diciendo esa frase que él no había dicho. Lanza una risita irónica al notar la poca creatividad que tiene. La voz de su mente era una mala imitación que no hace justicia a la voz de mil campanillas que tiene Syaoran. Suspira nuevamente y abre los ojos. Luce tonta y darse cuenta de ello hace que una sonrisa desanimada se le dibuje en los labios.

    —Sakura, ¿estás bien? —escucha que pregunta Syaoran. Ella no se dio cuenta, hasta este momento, que hace ya varios minutos que estaba en el baño.

    Trata, inútilmente, de responder con un , pero nada (si apenas pudo abrir los labios) salió de su boca. Y la respiración se le corta, la voz de Syaoran sólo muestra preocupación (y ella lo sabe), pero no puede responderle. Se pregunta si de veras está bien. Porque quizá, sólo quizá, no podía responderle porque sabe que le mentirá si dice que sí.
    Y así lo hace, le miente (sin la mano en el corazón).

    Sale del baño fingiendo una Jaqueca que me molesta a los mil horrores, Syaoran. Sólo quiero dormir un rato y se va a su habitación después de desearle las buenas noches a las 7:50pm. No le gustó el día, fue un asco. Lanzó directamente al bote de basura el chocolate que Mikel Hien le había regalado por su cumpleaños (se había derretido dentro de su cartera).

    Entonces, antes de dormir —quizás sí tenía un poco de sueño—, Sakura se pregunta que si Mikel pudo recordar su cumpleaños, ¿por qué Syaoran no?

    Vale, sabe que no es una niñita que cree en cuentos de hadas; y a los veinticuatro ya se sabe aceptar una derrota amorosa. Pero, ¡vamos! Que Sakura no se dé cuenta que su príncipe está al otro lado de la puerta, con el oído bien pegado a ésta.

    &.

    —Entonces la cosa iría así —comenzó Sakura—: serán setenta dólares al mes y…
    —¿Setenta dólares al mes? ¿Tan barato? —exclamó Syaoran, sorprendido— Yo venía preparado para pagar al menos ciento veinte y…
    —Syaoran, no necesito tanto…
    —Noventa al mes, y se me permite ver televisión por tiempo ilimitado —ofreció él, cruzándose de brazos. Sakura estuvo a punto de aceptar cuando él agregó:—. Y ayudaré con los víveres.
    —¡No! Tal vez necesite dinero, pero no quiero depender de alguien más. ¿Vale? Puedes comprarte todo lo que quieras, para ti, pero yo no aceptaré ni un peso más del de la renta.
    —Mira y cómo eres testaruda —dijo Syaoran, poniendo los ojos en blanco—. Noventa al mes y cable ilimitado, vale —aceptó casi a regañadientes.
    A Sakura le dieron ganas de reír por eso del cable ilimitado. Tenía que darle puntos de creatividad al chiquillo. —Además —dijo ella— nada de, ¿cómo decirlo…?, acciones raras dentro del departamento, pequeño pillín. Tu novia tendrá que esperar.
    —No tengo novia —dijo Syaoran entre risitas.

    Fue un golpe de sorpresa para Sakura. La verdad, era muy difícil imaginar que alguien como Syaoran Li (sí, ya le había dicho su apellido) no tuviera novia. Es decir, sólo hay que mirarlo para darse cuenta de que es alguien demasiado especial que no debería dejarse pasar.

    —Bien —respondió Sakura—, yo tampoco tengo novio, así que estamos bien.
    Syaoran inclinó la cabeza levemente hacia un lado, y soltó su sonrisa torcida. El brillo de sus ojos provocó en Sakura una extraña sensación en el estómago, como de nervios. Ella volvió la mirada al papel que había bajo sus manos, y escribió el acuerdo al que había llegado con Syaoran.
    —¿Cuántas posibilidades hay que dos personas solteras, de diferente sexo, vivan en la misma casa? —preguntó él con diversión en su tono aterciopelado de voz. Sakura no respondió—. No creo que muchas.
    —¿Cuál es el punto de eso? —preguntó Sakura, fingiendo que seguía anotando, cuando, en realidad, estaba prestando toda su atención al chico y sus palabras.
    —Que esto será interesante.

    Y Sakura no sabía cuánta razón tenía él.

    &.

    Lunes, 2 de Abril.

    Se levantó incluso antes que Syaoran. Sakura tenía la sofocante sensación que no quería ver a nadie. Había aceptado (un poco) que Syaoran pasara por alto su cumpleaños, pero ¿Tomoyo? ¿Y Yukito? Eso era inaudito. ¡Eran sus mejores amigos! Y ni una llamada ni tal, ni siquiera un mensaje. Algo raro estaba pasando, y era demasiado obvio. El segundo nombre de Tomoyo, obviamente, no era “Discreción”. El de Yukito no era, mucho menos, “Olvido”.

    Al menos sus padres sí se habían acordado. Sakura se prometió no borrar los mensajes de texto que le habían enviado por móvil.

    El trabajo fue aburrido, se dedicó la mayor parte del tiempo a releer El Retrato de Dorian Gray, porque era más interesante estar en la mente de Wilde que ver a Mikel Hien intentando flirtear con una chica para sacarle celos; era patético.

    Y no fue mucho mejor cuando salió. Su monovolumen tuvo una pequeña maña y no quiso partir sino después de cuatro intentos. A veces era desesperante trabajar en el centro de New York, a dos cuadras del Central Park, viendo cómo los otros jodidos autos pasaban y el tuyo no arrancaba. Eso es lo que pensaba Sakura en ese momento. Había amanecido muy irritable, y no sabía si echarle la culpa a Syaoran o a que su período se había adelantado. Ella prefería la primera.

    Cuando el auto por fin gruñó, dispuesto a andar, Sakura había estado a punto de gritar. Pero, cuando el auto funcionó, sintió una opresión en el pecho, y deseó que no hubiera arrancado. Tendría que ver a Syaoran en bien llegara a la casa. Así, que para posponer el hecho, había conducido lento (hasta para ella, que siempre respetaba los límites de velocidad).

    Se ganó unos gritos de conductores apurados, unos cuantos ¡Apresúrate! de mala manera, y otras frases que había fingido no oír (aunque de verdad le había importado muy poco). El camino a su casa, aunque estaba segura que tardó el doble de lo que tardaba en llegar diariamente, se le desapareció muy rápido.

    &.

    —¡Syaoran! Syaoran, ¿qué te sucede?

    Sakura se acercó rápidamente a la figura aovillada de Syaoran sobre el sofá. Ella había regresado recién del trabajo, y, apenas abrió la puerta, se encontró con esa visión: él, sobre el sofá, con las piernas en el pecho y el rostro escondido entre las rodillas.
    Estaba llorando, era lo más seguro.

    Sakura se sentó junto a él en el sofá, y le acarició la espalda suavemente, haciendo círculos, antes de hablar. —¿Qué sucede?

    La cabeza de Syaoran negó lentamente. Ella lo interpretó como «No pasa nada».

    No le creyó.

    —No vengas con eso, es obvio que te pasa algo. Dime, por favor, me duele verte así.
    Y era cierto, no estaba mintiendo.

    Llevaban ya un par de meses viviendo juntos, y todo se hacía más llevadero con Syaoran viviendo con Sakura en el departamento. Ella ya no se encontraba con la casa vacía cuando llegaba, y ya no había tanta monotonía. Había más risas, y más insinuaciones de Tomoyo al respecto. Syaoran también decía que Yamazaki hace las mismas insinuaciones que tu amiga. Raro, ¿no?

    Y, aunque Sakura no supiera la historia completa de por qué Syaoran había huido de su casa, ellos se consideraban amigos con todas las letras.

    —Ha pasado algo con tus padres —dijo Sakura, y no fue una pregunta.

    Entonces Syaoran levantó la mirada tristemente. Sus ojos cafés estaban apagados, pero brillaban por lo aguados que estaban; lágrimas corrían por las mejillas pálidas y un poco sonrosadas de Syaoran.

    —Yamazaki… él me ha dicho que mis padres, que mi padre… —se sorbió la nariz— me da como una causa perdida, que soy un fracasado. Ahora más que nunca se niegan a pagarme la escuela; ya que rechazaron la beca que Julliard me ofreció. Me detestan, Sakura.
    —¿¡Pero qué clase de padres son esos!? —exclamó ella, furiosa como una bestia.

    Syaoran parpadeó con los ojos bien abiertos, no se esperaba esa reacción por parte de Sakura.

    —Mi padre quería que siguiera sus pasos —explicó, y volvió a esconder el rostro—, como no quise… él estaba a punto de mandarme a la escuela de leyes contra mi voluntad. Y… entonces yo…
    —Escapaste —completó Sakura.
    Él asintió. —Y ahora me he quedado solo.
    —No estás solo, Syaoran —dijo Sakura, acariciándole el pelo—. Tienes a Yamazaki y a Chiharu, a Tomoyo y Eriol, y a Tôya y Nakuru.
    —¿Tôya y Nakuru? —preguntó Syaoran, mirando a Sakura confuso.
    Ella se encogió de hombros. —Tôya es el hermano mayor de Tomoyo, ocho años mayor, pero es una persona extraordinaria. Él y su mujer siempre me ayudan en todo, y sé que te darán su apoyo también.
    —Oh.
    —Ah. Y, obviamente, me tienes a mí —explicó Sakura, con una sonrisa.
    Syaoran sonrió débilmente. —A ti… Eres como mi hermana mayor, Sakura. Gracias.
    Por un minuto (Syaoran no se dio cuenta) el rostro de Sakura se descompuso. «Hermana mayor» quedó grabado en su mente, y el pecho le dolió un poco. Pero forzó la sonrisa igualmente.

    Fue la primera vez que deseó ser menor.

    &.

    Cuando al fin estuvo frente a su casa, consideró la idea de pasar por el supermercado o simplemente a salir a caminar por ahí; pero se resignó. No podía vivir escapando como una cobarde (aunque estaba segura que lo era). Sacó su juego de llaves del bolsillo y las introdujo en el picaporte y giró. Tiró de la puerta, y la brisa cálida con ese aroma a su hogar la acarició. Pero estaba lo suficientemente nerviosa como para sentir esas caricias como golpes. Cerró la puerta tras de ella, mientras sentía su corazón latir violentamente.

    Cobarde, cobarde, cobarde. Era una buena palabra para describirla en esos momentos. Y hubiera echado mil y un maldiciones más contra ella si su móvil no hubiera sonado en esos momentos.
    Contestó, escuchando la voz de Tomoyo como respuesta.

    —Sakura, ¡tienes que venir! —parecía desesperada.
    —¿Qué sucede? —intentó parecer preocupada, intentó disimular la desilusión de su voz al no recibir ningún saludo atraso por su cumpleaños. ¡Dios! Había cumplido veinticuatro ya, ¿eso no es importante?
    Tomoyo gimió. — Algo le pasa a Eriol, y no sé qué hacer y…
    —Tomoyo, no soy médico y…
    —¿Podrías sólo venir? —la interrumpió—. Estoy muy preocupada.

    Sakura puso los ojos en blanco, y pensando que así no tendría que ver a Syaoran hasta entrada la noche, sólo aceptó hacerle caso a su lado cobarde. Iré. Llego en quince minutos.

    Aunque fueron diecisiete, para ser exactos.

    La casa de Tomoyo estaba a oscuras, sin luz. Sakura levantó una ceja, y suspiró. Algo pasaba, era demasiado obvio. ¿Cómo tan poco disimulo?

    Volviendo al tema de la franqueza, Sakura debería admitir que extraña a Syaoran. Eso se hace cuando se está lejos de la persona de la que uno está enamorado, ¿no? Sakura no lo sabe, en realidad, nunca se enamoró. Hasta ahora. Hasta hace un año; cuando un “pequeño” de veintiún años le acarició el brazo mientras veían Romeo & Julieta, juntos en el sofá.

    Si continuamos con eso, ella podría agregar que se siente menor a su lado, que, en realidad, él es el mayor. Que el tiempo se equivocó, que él debió de nacer primero; para que así ella se ahorrara todos esos problemas de edad. No era justo. Tal vez por eso él no la veía con los ojos que ella deseaba. ¿Era eso, verdad? Los (ahora) dos años de diferencia que los separaban. Debía de ser eso; o simplemente Sakura no era lo demasiado atractiva para Syaoran, o demasiado interesante. O cualquiera de esas cosas que Tomoyo, Rosalie o Ángela tienen y ella no.

    Debe ser eso. Y suspiró.

    —Tomoyo —llamó, golpeando la puerta con los nudillos—, he llegado.
    —¡Pasa! —gritó la voz de Tomoyo desde el interior—. ¡Está abierto!

    La castaña empujó un poco la puerta de la casa antes de que las luces se prendieran y toda la gente al interior quedara al descubierto. A Sakura se le cayó la mandíbula al suelo, literalmente.

    —¡Sorpresa! —gritaron todos al unísono.
    —¿Q-Qué…? —intentó decir Sakura.

    Tomoyo, Eriol, Chiharu, Yamazaki, Yukito, Naoko, Rika, y todos los demás estaban reunidos ahí dentro, sonrientes, algunos con unos ridículos y coloridos gorros en la cabeza.
    Entonces, justo en ese momento, un brazo inconfundible y fuerte le rodeó los hombros. Y unos labios únicos le besaron en la coronilla.

    —¿No creerías que nos olvidaríamos de tu cumpleaños, verdad, Sakura? —habló la inconfundible voz de Syaoran.

    A Sakura se le erizaron los pelos de la nunca al escuchar su voz tan cerca. Incluso, puede jurar, llegó a sentir cómo el cálido aliento de su respiración le chocó en la sien. Fue lo mejor que ella pudo haber sentido nunca.

    Sonrió como una boba. —Gracias —después de todo, nadie había olvidado su cumpleaños. Tuvo el impulso de mirar mal a Tomoyo, pero no pudo; Syaoran la estaba tocando.
    —¡Mi pequeña Sakura de veinticuatro años! —gimió Yamazaki—. ¡Estás tan grande! —y la fundió en un estrecho abrazo.
    —¡Yamazaki! —rió Sakura, a pesar de que había perdido el contacto con Syaoran—. Vale, oso, yo también te quiero.

    El chico rió estridentemente, y se limpió una lágrima imaginaria. Por un momento a Sakura se le había olvidado que no quería seguir cumpliendo años.

    —¡Tú! —apuntó Sakura a Tomoyo, que venía danzando hacia ella—. Sé que todo lo planeaste tú.
    —Obviamente —sonrió la amatista, orgullosa—. ¿Quién más sino?

    Y también la abrazó, suave y cálido; como las dos hermanas que eran. Dos brazos más se agregaron, y Chiharu completó el grupo. Tal vez la rubia no eran tan apegada a Sakura como Tomoyo, pero sí era su amiga, y muy querida a pesar de las discusiones del pasado.

    Después Eriol le acarició la mano, y le deseó muchos años más. Sakura no supo si tomárselo en serio o de cariño; ella no quería cumplir más años. No mientras Syaoran aún estuviera en sus veintidós. Pero fingió su «mejor» sonrisa, otra vez.

    Los pies de Sakura despegaron del suelo cuando un chico alto y fuerte la cogió en sus brazos. Yukito alzó a su mejor amiga y la giró. —¡Sakura! Ahora eres un año mayor que yo, pero espera ya que te alcanzaré… —rió con su jovial voz. Y ella también rió.

    Pasó así, abrazando a todos sus amigos hasta que se dio cuenta de le faltaba un abrazo. Le faltaba Syaoran.
    Lo vio apoyado en el rincón frente al ventanal. Observaba hacia fuera con vital interés, como si se estuviera debatiendo internamente si debía salir o no… Entonces él se fijó que ella lo miraba, y le sonrió. Sakura se ruborizó al ser descubierta, y fijó su vista en la mesa con bocadillos —que ya estaba siendo atacada por Yukito y Yamazaki.

    A los diez minutos a Tomoyo le dieron ganas de bailar, y, a pesar de ser lunes, el ambiente de la reunión se tornó repentinamente a fiesta. Yamazaki cogió a Chiharu de la cintura y la llevó al centro de la sala de estar, y empezaron a bailar rítmicamente al sonido de la música electrónica. Tomoyo rió cuando Yamazaki hizo el paso del robot.

    —¡Eriol, haz el moonwalker! (1) —exclamó Yamazaki, eufórico.
    Syaoran soltó una carcajada.
    —Estás loco —sentenció Eriol, levantando una ceja.
    —¡No seas aguafiestas! —le dijo Yukito—. ¿O es que no puedes hacerlo?
    —Oh, vamos —le insistió Tomoyo a Eriol—. Quiero presumir las cualidades bailarinas de mi novio.

    Ante eso él no pudo. Fue hacia el centro de la sala, suspiró, y comenzó a caminar… en retroceso. Yamazaki le aplaudió mientras él, Eriol, volvía al lado de Tomoyo sin dejar de bailar. Ella le dio un beso como recompensa. Yukito intentó hacerlo, pero sólo lograba retroceder un paso antes de des-coordinarse. Yamazaki aprovechó esa oportunidad para reírse de él.
    Sakura reprimió una sonrisa.

    —Lo sacaré —le dijo al grandote—, entonces querrás ser como yo.
    —¡En tus sueños! —rió Yamazaki.
    —Sakura.

    Ella se sobresaltó cuando la inconfundible voz de Syaoran la distrajo de la pelea de Yamazaki y Yukito.

    —¡Ya verás cómo me aplaudes! —siguió Yukito con la pelea.
    —¿Puedo… hablar contigo? —le preguntó Syaoran a Sakura suavemente, para que nadie más escuchara.
    —Claro —respondió Sakura, con una sonrisa.
    —¡Y los cerdos volarán! —continuó Yamazaki.
    —¡Entonces desprende tus alas…!

    Syaoran y Sakura salieron a la terraza cruzando el ventanal por el que Syaoran había estado observando. Era muy lindo, y tenía una bonita vista hacia la ciudad de abajo. Las luces de los autos pasaban frente a ellos, y el Central Park se podía ver entre los edificios del frente.

    Cuando Sakura cruzó, Syaoran cerró el ventanal, y la condujo hacia un lado más apartado, para que sus amigos no pudieran verlos. Entonces se detuvieron frente al jardín de la casa de Tomoyo y Eriol: un extenso jardín verde con una piscina al medio de todo. Se mantuvieron en silencio por unos minutos; Sakura esperaba que él hablara primero, pues había sido Syaoran quien la mandó a llamar. No tuvo que esperar mucho.

    —Dime algo: ¿de verdad creíste que olvidaría tu cumpleaños? —preguntó Syaoran, con una sonrisa en el rostro (no la torcida).
    —Pues… como no me habías saludado, y no me habías dicho nada, yo…

    Fue interrumpida cuando Syaoran la atrajo hacia sí suavemente, abrazándola. A ella se le disparó el corazón. Y se quedó más o menos petrificada cuando él le susurró en el oído que ¿Cómo se te pudo pasar por la cabeza semejante estupidez? Yo nunca podría olvidar algo que tiene que ver contigo, nunca…

    —Syaoran…

    Entonces él se separó de ella un poco, lo suficiente para poder sacar algo del bolsillo interno de su chaqueta de cuero oscuro.

    —Esto es para ti, Sakura —le dijo, entregándole una caja con forma de corazón. Sakura no pensó más allá de que eran unos simples bombones. Aunque ¿no es un poco pequeña para que quepan bombones…?

    Los recibió de buena manera, pero lo que no esperaba era encontrarse con una antigua y hermosa llave rodeada de una tela platinada que la envolvía con elegancia. A Sakura se le pasaron muchas cosas por la cabeza en ese momento. ¿Era la llave de su habitación? ¿La iba a dejar? ¿Se compró una casa? ¿Le compró un coche?

    —¿Qué es esto? —se decidió por preguntar al final.

    Sakura no supo cómo describir la expresión en el rostro de Syaoran cuando le respondió: —La llave de mi corazón.

    Entonces Syaoran sonrió de manera torcida (esa sonrisa única, encantadora, especial), cogió el rostro de Sakura entre sus manos, y la besó.

    La cabeza de Sakura era una marea que parecía ser indomable en esos momentos. No podía procesar todo lo que necesitaba en un tiempo rápido. Sólo parecía ser capaz de comprender que tenía un paquete en las manos, que Syaoran le había dado, y que él le había dicho que era la llave de su corazón, y que ahora la estaba besando.
    ¡Click!, hizo el cerebro de Sakura.
    La estaba besando… Syaoran la estaba besando a ella (¡y ella no estaba haciendo nada!). Rápidamente, Sakura se intentó controlar a sí misma. Comenzó a cerrar los ojos, lentamente, viendo desvanecerse el atractivo rostro de Syaoran frente a ella, con ojos cerrados y centrándose en el beso que le estaba dando.

    Y comenzó a corresponder.

    Fue como si llamaradas de fuego envolvieran su cuerpo, porque sentía que algo se le escurría por la piel, y la calentaba desde dentro. Era como si los labios de Syaoran pudieran abarcarla completamente, como si fueran uno en vez de dos. Y es suave, delicado y dulce, tierno; es como el beso que siempre soñó tener con él.
    No, espera, miente: es mucho mejor.

    Sakura se obligó a abrazar el cuello de Syaoran, porque, aunque estuviera bien apegada a su figura, no podía sentirla lo suficientemente cerca. Y entreabrió los labios, y el dulce aliento de su compañero de piso le entró en la boca. Era más delicioso que el chocolate, y más adictivo que cualquier otra droga. Respiró un poco por la nariz para impulsarse a continuar el beso, porque Syaoran estaba tan poco dispuesto como ella a separarse.

    Pero (Sakura odia ese «pero») parecía que algo tenía que decir Syaoran, porque, lentamente, comenzó a separar a Sakura de él.

    La miró intensamente, como si no la hubiera visto nunca antes, con esa sonrisa torcida especial adornándole los labios que Sakura había besado hacía segundos. Para ella todo parecía seguir siendo un sueño.

    &.

    —Entonces, ¿no te gusta nadie? —preguntó Syaoran, sentado en la mesa del comedor.
    —Ahora, no —mintió Sakura mientras fregaba los platos. Había alguien que le gustaba, y estaba junto a ella en esa pequeña cocina. Y, si aún no adivina, te doy una pista: es menor que ella.
    —¿Sabes? Aún me sorprende que no tengas novio —admitió Syaoran.
    —¿Por qué?
    —No sé, te considero una chica fabulosa. Aparte que eres muy atractiva e inteligente.

    En ese momento Sakura le agradeció al cielo que le estuviera dando la espalda a Syaoran, para que él no viera los efectos que esas palabras tenían sobre ella. Estaba demasiado sonrojada como para que fuera el efecto de un cumplido ordinario.

    —Gracias, supongo.
    —Descuida, Sakura, ya encontrarás a un hombre que te merezca.
    —Sí, y que sea pronto…

    &.

    —La llave de mi corazón —repitió Syaoran, apretando la cajita que Sakura aún tenía en la mano—. Aunque, en el fondo, siempre fue tuya, pero quería dártela ahora.
    Sakura estaba en blanco. —S-Syaoran…

    Entonces, Syaoran sólo necesitó una corta frase para darle a entender a Sakura lo que su mente no podía comprender:

    —Te quiero, Sakura.

    Ella abrió los ojos tanto que parecían platos. No cabía en sí de la sorpresa, y tampoco sabía qué decir exactamente. —¿Me… me quieres? —preguntó, no muy segura si había escuchado bien.
    Syaoran asintió, decidido, sus ojos chocolate brillaban como dos farolas. —No como a una hermana ni una amiga —susurró—. Te quiero como un hombre puede llegar a querer a una mujer, Sakura.

    Los brazos de Syaoran rodearon la figura de Sakura suavemente, y volvió a atraerla hacia sí.

    —¿No te importa…? —comenzó Sakura—. ¿No te importa que sea mayor, Syaoran?

    Él la miró con el ceño fruncido, de repente parecía bastante enfadado.

    —¿Qué clase de pregunta idiota es esa?
    —Limítate a contestarla, por favor —Sakura estaba nerviosa, pues aquella era la pregunta que más le aterraba.

    Syaoran volvió a mirarla con intensidad, y ella no pudo apartar la mirada.

    —Sakura… —musitó suavemente—. Después de estos dos años me di cuenta de muchas cosas, ¿sabes? Pero puedo reducir todo a cinco palabras: el amor no tiene edad.

    Sakura sentía que se le humedecían los ojos, pero se tragó todas las ganas de llorar. Simplemente se puso de puntillas, abrazó el cuello de Syaoran, y volvió a estrellar sus labios con los de él. Otro beso mágico.

    Y sólo con ese roce de labios se olvidó de que sus amigos la estaban esperando dentro de la casa. Se le olvidó que tenía que ir a trabajar a la biblioteca mañana. Se le olvidó la existencia del baboso de Mikel Hien (aunque ya tenía una buena excusa para que se alejara de una vez: un novio). Se le olvidó la dirección de su casa. Se le olvidó su nombre. Se le olvidó su edad.

    —¿Tú me quieres, entonces? —preguntó Syaoran expectante, cuando se hubieron separado, mientras sus brazos ceñían más la cintura de Sakura, y pudo sentir su pecho contra el de ella.
    Sakura parpadeó, y tuvo deseos de pellizcarse, para comprobar que no estaba confundiendo los sueños con la realidad. Pero cuando sintió la mano de Syaoran acariciándole la mejilla, no tuvo dudas. Todo estaba pasando en realidad, Syaoran la quería y ella a él; no le importaba ese año y tres meses que los separaba. Y, de pronto, a ella tampoco le importó.
    —Con todos los años que tengo, y los que me quedan por cumplir —dijo sinceramente, con las mejillas sonrosadas y el cabello al aire.

    Syaoran sonrió, y se acercó para besar a Sakura. Y, mientras, ella adivinó que él ya no volvería a pasar por alto su cumpleaños.

    Ni siquiera para una fiesta sorpresa.
    &.
    Fin


    Notas finales:
    (1). El Moonwalker es el famoso paso de Michael Jackson, donde sus piernas se mueven como si estuviera caminando normalmente, pero su cuerpo va en retroceso.

    Sé que Yukito es mayor que Sakura, mucho mayor. Y que Eriol y Tomoyo no son nada, Tôya no es el hermano de Tomoyo ni novio de Nakuru pero… ¡eran demasiados en los Cullen y pocos en CCS!
    Tuve que hacer un poco de desorden por ahí.

     
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  2.  
    analie

    analie Iniciado

    Libra
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    Pluma de
    Escritora
    Re: Nada que perder [CCS]

    *.* que genial es adorable
    *.* tan emocionante tan tierno waa es tan pero tan de amor *.* hay algun otro como este? definitivamente lo adoro y leeria cualquiera asi de genial *.* amo a esa parejita *.*
     
  3.  
    Lidia

    Lidia Entusiasta

    Piscis
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    131
    Pluma de
    Escritora
    Re: Nada que perder [CCS]

    O-M-F-G! Como las odio.. a tí y a Jane!!
    Pensando que habían olvidado su cumpleaños.. casi lloro con eso.
    Me quedé en el "casi", porque Syaoran la sacó y lo demás..
    No me importó mucho el orden de los parentescos y edades, siempre me centro en Sakura y Syaoran <3<3
    Okey no, las amo chicas (LL)!!
     
  4.  
    BelAhome

    BelAhome Usuario común

    Aries
    Miembro desde:
    7 Abril 2008
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    Pluma de
    Escritor
    Re: Nada que perder [CCS]

    ¡Que historia más adorable!
    Y el final totalmente enternecedor.
    Lo que más me gustó fue como el presente y el pasado se iban mezclando, permitiendo conocer más de ellos y su "relación".
    Me resultó de lo más hermosa, y ¿qué importa si mezclaste un poco? Quedó perfecta.
     
  5.  
    Arthur

    Arthur Usuario común

    Sagitario
    Miembro desde:
    6 Febrero 2007
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    496
    Pluma de
    Escritora
    Re: Nada que perder [CCS]

    Awww, tenías razón, queda tan linda para CSS :uy: Y esos son mis delirios, porque no puedo opinar mucho sobre mí historia. :xd:
    Gracias por haberla adaptado, Pami. (:

    *hugs*
     
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