de Inuyasha - El cantar de las cigarras

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Clhoe, 6 Octubre 2009.

  1.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    El cantar de las cigarras
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    El cantar de las cigarras

    Hola lectores! Aquí dejo este one-shot con el cual participé en un concuro que al final, por falta de participantes, se canceló:(
    Es una historia sencilla, aunque tiene muchos cambios temporales. Cualquier duda no se corten a la hora de preguntar.
    Nada más que decir, espero que les guste!





    El cantar de las cigarras

    Su mano le acarició la mejilla con dulzura y sus miradas se encontraron. Un beso. El sabor era dulce, más de lo que podía haber imaginado nunca; la suavidad de sus manos la embriagaba en una nube de sueños y fantasías, el olor de su pelo la consumía en pasión y el brillo de sus ojos alimentaba la lujuria de los suyos. Otro beso. Una nueva caricia y una otra sensación de deseo.

    El destino parecía estar riéndose de ellos en aquel momento, pero a ninguno de los dos le importaba. Todos sus sufrimientos se veían recompensados con aquellos sentimientos que afloraban esa noche de luna llena. Sus dolores y penas comenzaban a perderse en la espesura de la noche y la melancolía era ahora, un recuerdo lejano en algún recoveco de sus mentes.


    Se habían descubierto y ahora eran felices, no necesitaban nada más, nada.
    Ella tan solo podía pensar en él, y en la mente de él no había cabida para nada más que no fuera ella.

    Inuyasha y Sango se abandonaron a sus sentimientos dejándose amar bajo el cantar de las cigarras.


    ×××

    Hacía calor, mucho calor. La llegada del verano había sido inminente y ninguno recordaba haber vivido alguna vez una estación tan calurosa. Pero, a pesar de ello, sentían frío; un frío congelante, casi imposible de soportar. Y, de todos los que quedaban, la castaña en especial, parecía consumida por una gélida bruma.


    Hacía ya, ¿cuántas semanas? Ninguno lo sabía. Ni tampoco se molestaban en descubrirlo, porque, si el monje lo había decidido así, no había nada que hacer. Ni si quiera la castaña pudo hacer nada. Aquel impresentable había decidido desaparecer, así, sin más; sin ni si quiera despedirse de ella.


    La rabia y el enojo se retorcían en su interior cuando aquellos pensamientos afloraban en su mente y, aquel hielo gélido que parecía no se derretiría nunca, desaparecía en cuestión de segundos. Pero, no necesitaba más que un minuto para calmar su ira y dejar pie, de nuevo, a la ventisca de nieve.


    Estaba sola y lo que era peor, se sentía sola. Soledad que contrarrestaba a ratos gracias a Kirara, que siempre permanecía a su lado.


    Miroku no podía haber elegido peor momento para marcharse, las cosas estaban peor de lo que nunca hubieran imaginado.


    Inuyasha dejaba pasar los días sin hacer nada, tan solo se subía a un árbol a contemplar el horizonte. Su mirada ambarina se perdía en el fulgor de los rayos de sol. Recorría aquellos prados y bosques con la luz de su mirada inexpresiva y, lo que era peor, hacía días, incluso semanas, que no hablaba con nadie.
    Kagome también dejaba pasar los días. Se dedicaba a realizar tareas banales en la aldea o tan solo se sentaba en la pradera y miraba el bosque, siempre el bosque. Parecía casi, como si temiera que algo ocurriera.

    Todo aquello era inconcebible, pero a Sango no le importaba, y aunque le importara, no podría decir nada, puesto que hacía prácticamente lo mismo. Solo deseaba que pasaran los días. Enojo y rabia, y, de nuevo, frío.


    Era noche profunda y oscura, pero, a la vez deliciosa y especial. Aquella noche, no tenía luna.

    Un llanto en la lejanía y unos pasos precipitados por el pasillo despertaron a la castaña de aquel sueño ligero. Kagome corría entre lágrimas. Se precipitó en su cuarto y como si de un rayo se tratase, salió disparada hacia el pozo con su abultada mochila a la espalda. Sus sollozos se perdieron en la embriagadora esencia de la noche, quedando así, aquellos grandes ojos chocolates cargados de lágrimas, como un mal sueño.

    La mañana llegó rápida y una fuerte sacudida sacó a la castaña se sus pensamientos.


    -¡Sango! ¿Dónde está Kagome? –La mirada ambarina se clavo en su ser y fue cuando recordó a la joven de cabellos azabaches introducirse en el pozo.


    -Habrá vuelto a casa –Musitó ella.


    El medio-demonio empezó a dar vueltas por la habitación en tono de preocupación. La castaña nunca lo había visto tan perdido. Sus ojos desprendían el tedioso aroma de la angustia, en sus manos se reflejaba el nerviosismo y en su semblante la impotencia.


    El chico se perdió en sus pensamientos y por un momento pareció dejar caer una lágrima por su mejilla que
    se evaporó al instante. Su rostro se tornó sombrío y sus ojos perdieron su particular brillo dorado.


    -Sango, ahora estamos solos. Kagome no volverá –Dicho aquello salió de la habitación sin dar explicación alguna.


    ×××

    Una lágrima. Otra más. El dolor de las ramas clavándose en su piel rosada, los desgarres de sus ropas, la torcedura del tobillo y un hombro dislocado no eran mínimamente comparables al dolor que albergaba su corazón. Había caído por un barranco, se había tropezado entre las rocas, corrió entre la maleza procurándose con ello heridas en todo su cuerpo; y aún a pesar de todo continuó. Más lágrimas. Su coraje y predisposición eran admirables, incluso parecían divinas, lástima que su cuerpo solo fuera humano.


    Cayó al suelo. Quería continuar pero su cuerpo se lo impedía, deseaba gritar pero no tenía fuerzas para ello, en realidad, ya no le quedaban fuerzas para nada; entonces la castaña dejó de luchar y se abandonó a su suerte.


    Una mirada almendrada recorrió la habitación lentamente con intención de reconocerla, pero, enseguida se vio acorralada por unos ojos chocolates que amenazaban con llanto.
    La azabache se lanzó sobre su mascullada amiga y la enjauló entre sus brazos apretándola con fuerza para sí.

    -Jamás, óyeme bien, jamás vuelvas a hacer algo así –Ordenó Kagome entre sollozos.


    Sango se empotró contra la realidad y acompaño al llanto de su amiga. Miroku se había marchado. La había abandonado. Y, como si su mente quisiera martirizarla, comenzaron a llegar nominalmente todos aquellos recuerdos compartidos. Algunos suaves, otros cálidos, apagados, encendidos, ardientes, soñadores, juguetones…


    -Debe tener una buena razón –Agregó la azabache a fin de tranquilizar el llanto embravecido de Sango.


    ×××

    Despertó entre las sombras de la noche con el rostro empapado en sudor. El fuego aún estaba encendido e Inuyasha, como de costumbre, estaba sentado frente a él con la mirada perdida en algún punto.


    Hacía cosa de dos semanas que Kagome se había marchado, y fue entonces cuando decidieron continuar con la búsqueda de su archienemigo, Naraku.


    Sango aún no tenía claro el porqué de la marcha de su amiga, pero estaba segura de que no volvería; algo en ella se lo decía.


    Shippo se había quedado en la aldea. Ambos decidieron que sería lo mejor. Con la azabache y el monje ausentes les iba a ser muy difícil proteger al pequeño zorro, además, se aseguraron de su seguridad dejando a Kirara con él.


    No podía dormir y aunque lo intentara solo conseguiría tener más pesadillas. La castaña decidió unirse a Inuyasha. Ambos contemplaban el fuego, inmóviles, inexpresivos.


    -Deberías dormir –Añadió el chico.


    -No puedo, tengo pesadillas.


    El albino tan solo se encogió de hombros.


    De nuevo reinó el silencio.

    Hacía frío, un frío proveniente de sus corazones. Habían perdido a sus seres queridos y ahora estaban solos, como almas en pena. Lo único que les quedaba era finalizar aquella batalla épica que poco a poco les acabó arrebatando todo lo que querían. Ahora, vencer a Naraku era su razón de ser.

    El viento sopló y el fuego se movió a su merced. Los ojos almendrados de Sango se reencontraron un segundo con los inexpresivos dorados de Inuyasha, y esta, no pudo evitar iniciar una conversación que tenían pendiente.


    -¿Por qué se marchó Kagome? –Las almendras no se apartaron del fuego.


    -La obligué -Respondió con voz quebrada después de un rato.


    Sango disimuló su asombro a la perfección.


    -¿Con qué fin? La noche que se marchó estaba bañada en lágrimas.


    Hizo una mueca y soltó unos leves gruñidos. Jamás reconocería todo el dolor que le causó la marcha de la joven, él era así. Cabezón, borde, celoso, mandón, insensible… Su persona constituía una larga lista de malos adjetivos, en la que los buenos podían contarse con la palma de la mano; que de algún modo eran su gran virtud.


    La duda se sembró en la cabeza de Sango. Conocía lo suficiente a la azabache como para asegurar que, si se había marchado, tenía que ser por algo realmente importante.


    Kagome era de aquellas personas que a priori parecen débiles, pero una vez las conoces, descubres una fuerza abrumadora. Y no solo era por que tenía que viajar constantemente en el tiempo, ni porque tuviera que enfrentarse a demonios, ni porque la muerte la hubiera rondado en varias ocasiones. Su determinación, su valentía y sobre todo, su amor, hacían de ella una persona fuerte de corazón y pensamiento; lo cual era más importante que cualquier otra cosa.


    -¿Por qué lo hiciste? –Se quedó un segundo pensativa, pero decidió añadir algo más –Pensaba que se había convertido en alguien insustituible en tu vida.


    Aquellas palabras le dolieron profundamente. No se atrevió a contestar enseguida e inhaló aire unas cuantas veces -más de las necesarias-.


    -No tenía otra alternativa, ella… tenía miedos - Quería dejar el tema, pero estaba seguro que la castaña no lo permitiría.


    Sango no se molestó en disimular su asombro esta vez y centró toda su atención en el muchacho, que no despegaba sus ojos del fuego.


    -Me di cuenta poco antes de la marcha de Miroku, lo había estado ocultado demasiado tiempo y al final acabó explotado –Gruñó ante un doloroso recuerdo que cruzó su mente –Nunca la había visto así, por eso tuve que pensar muy detenidamente que era lo que debía hacer, tardé semanas.


    El recuerdo del Inuyasha sentado en aquel árbol contemplando el horizonte recorrió la mente de Sango como un rayo. Aquel comportamiento inusual que ambos adoptaron no era, después de todo, por Miroku.


    Inuyasha se detuvo. Le estaba costando mantener aquella charla, pero ahora era demasiado tarde, la curiosidad y la preocupación de la castaña se retorcían en su cabeza. La sola idea de que Kagome tuviera miedos la desconcertaba por completo, no era algo propio en ella.


    -Continua –Replicó a modo de súplica.


    La almendrada mirada de Sango se clavó en la dorada de Inuyasha, que no tuvo más remedio que proseguir.


    -Sentía amenazada la seguridad de su familia. El mero hecho de que Naraku descubriera el secreto del pozo y pudiera llegar a causar estragos en su mundo…


    Sango le interrumpió bruscamente.


    -Pero, ¿no sois los únicos que podéis viajar en el tiempo? –Estaba desconcertada, se podría haber esperado muchas cosas, pero aquella no.


    -No, cualquier medio-demonio con un fragmento de la esfera podría hacerlo –Inhaló aire varias veces de nuevo -Así que le quite los fragmentos de la esfera. La amenacé con tirarla por el pozo si no se iba por su propio pie, aunque reconozco que su marcha me tomó por sorpresa.


    Aquella triste expresión en el rostro de Kagome, sus ojos fijos en algún punto del bosque, su manera de actuar; indudablemente, aquello, era lo que temía que ocurriera.


    La castaña estaba dubitativa.


    -Pero… –Había algo que no cuadraba –Tu aún puedes volver, y si Naraku lo descubriera, también podría; no entiendo porque era necesario que Kagome…


    -Lo sé, por eso decidí destruir el pozo la mañana que Kagome ya no estaba.


    Y el silencio se formó de nuevo, dando por acabada la conversación.


    ×××

    La luna llena inundaba la noche y su tono rojo denotaba un ambiente sádico. Dolor y muerte se regocijaban entre la penumbra mezclándose con el sabor de la sangre. Una risa estridente rompió el silencio de la oscuridad y un estruendo actuó a modo de coro.


    Una nueva sacudida de poder lo estampó contra el suelo abriendo una brecha. Inuyasha no podía hacer nada, tan solo protegerla. Otra sacudida los amenazo y, de nuevo, Inuyasha, intercepto el golpe.


    Era una extraña sensación. Un revoltijo de sentimientos, ideas, sensaciones, deseos…; se acumularon en sus mentes. Algo había cambiado en aquellos meses y, otra vez, recuerdos de los tiempos pasados comenzaron a llegar nominalmente.


    ×××

    Uno, dos, tres y un cuarto como último ejemplar. La aldea podía sentirse segura de nuevo, ya no había ningún demonio acechando.


    El medio-demonio y la exterminadora dejaron rápidamente aquel pueblo y se dirigieron hacia el siguiente. La repentina falta de presencia por parte de su enemigo había hecho mucho daño, pues los demonios menores que permanecían escondidos por miedo a ser absorbidos, no paraban de aparecer en masa.


    El verano dio paso al otoño, este, al invierno, y la primavera se dejó ver antes de lo normal. Los meses pasaban deprisa y el tiempo corría a una velocidad de vértigo. Todo su empeño por encontrar a Naraku se desvanecía día a día. Caminaban, corrían, luchaban… pero estaban vacíos; pareciera como si la verdadera batalla se librara en sus mentes.


    El fuego era cálido. El hielo había comenzado a derretirse y la ventisca de nieve había aminorado notablemente.


    Allí estaban, una vez más, frente al fuego sin poder dormir. Se miraron y estudiaron mutuamente. Todos aquellos meses juntos les habían servido para encontrarse con ellos mismos y con el otro.


    Las almendras se quedaron inmóviles frente al albino. Inuyasha era bruto, terco, exigente, mandón… pero todo aquello tenía su fundamento, el amor. Descubrir sus virtudes no fue demasiado difícil; era cuidadoso, valiente, protector, generoso… Kagome no se había enamorado de él por nada. Era el prototipo de héroe, buscaba justicia castigando a los malvados; aunque esa era una idea que él negaría.
    Él, sin embargo, también se percató de valores que Sango escondía. Era valiente, fuerte, decidida, piadosa; pero aún así, necesitaba el cariño de otros, era sensible y… realmente hermosa.

    Sus miradas se encontraron a través de aquella barrera llameante que formaba el fuego. De repente lo supieron, no necesitaban palabras ni explicaciones, sencillamente lo sabían; se amaban.


    Aquella noche fue el comienzo. Una nueva vida alejada de hielo y nieve se abría ante sus ojos, y cualquier batalla épica del pasado era ahora, un deseo pasajero.


    ×××

    Jamás sabría el porqué de su acción, pero la castaña se lo agradecería eternamente, los había salvado. Sesshoumaru había aparecido para ayudarles, “llévatelo” se limitó a decir. Impasible e inexpresivo y, con elegantes y señoriales movimientos, se hizo cargo de la situación; como siempre.


    Inuyasha tenía bastantes heridas, pero no eran demasiado profundas. Saldría de esta sin mucho esfuerzo, tan solo necesitaría unos días.


    El viento azotó con crueldad las contraventanas de la recatada cabaña. La madera crujía con cada movimiento y las gotitas de lluvia se colaban de entre las rendijas. Una tormenta primaveral arremetía contra todo lo que tenía al alcance. Un trueno se perdió en la tormenta.


    Sango temblaba como una niña asustada ante aquellos estruendos de la noche, que eran una de sus mayores fobias: los truenos. Se estremeció de nuevo, pero esta vez no fue a causa de un trueno, Inuyasha le había tomado la mano.


    -No tengas miedo, yo estoy aquí –Carraspeó débilmente con un hilo de voz.


    El corazón de la castaña se desbocó y rápidamente la sangre subió a sus mejillas. Inuyasha le estaba sonriendo y tenía la mirada más dulce que el caramelo. Su cuerpo hablo por ella y precipitó un suave y dulce beso en los labios secos del albino, el cual, correspondió apasionadamente.


    No se reconocieron a sí mismos. Se dejaron llevar por los deseos, la pasión, el amor…


    Un sentimiento de arrepentimiento cruzó veloz en sus mentes, pero desapareció al instante. La nieve se había derretido por completo dejando paso a la primavera. Por fin habían encontrado sus corazones perdidos.


    Habían amado una vez y por miedo, se quedaron solos. Aquel fatídico error no volvería a cometerse, ahora estaban juntos y se amaban. Solo importaba eso, vivir cada día como si fuera el último.


    ×××

    El verano había regresado nuevamente. Los campos comenzaron a tornarse amarillentos, los árboles estaban más secos y los girasoles relucían en su mayor magnitud; denotando un paisaje sencillo, acogedor y bello. La profundidad de los rayos de sol era notable en gran medida y, de nuevo, el canto de las cigarras comenzó a alegrar las noches.


    La cabaña se había transformado por completo, ahora reunía todos los requisitos necesarios para denominarse hogar. No supuso demasiado esfuerzo adaptar el sitio, que ahora parecía una escena de cuento de fantasía; rodeada de montañas, un río, bosques y hermosos campos de girasoles y flores silvestres.


    -¡Mamá lo he conseguido! ¡He dado en el centro! –Dijo una niña mientras correteaba de un lado a otro.


    -Muy bien, Saya. Pronto serás una verdadera exterminadora.


    Una suave brisa emergió del bosque y la figura de Inuyasha junto a un muchacho de no más de doce años, aparecieron de la nada.


    -Mamá conseguí derrotarlo yo solo, papa no tuvo que ayudarme –Decía el niño con una sonrisa de satisfacción.


    Sango tan solo se limitó a corresponder la alegría de su hijo.


    La noche se hizo de rogar. No había luna y las estrellas brillaban con una fuerza especial, mágica. El calor disminuyó quedando así, una temperatura tenue e ideal. El viento soplaba vagamente aquí y allá trayendo consigo brisas cálidas. Y, por fin, las cigarras comenzaron a cantar.


    Una noche más se encontraban allí, observando el cielo, juntos y tomados de la mano.


    -A veces pienso que sería de Naraku –Dijo Inuyasha mientras jugaba con el cabello de Sango.


    Las facciones del Albino habían cambiado. Ahora era todo un adulto, voz más grave y facciones más marcadas. Un poco más alto y corpulento. En estos trece años, se había convertido en el padre perfecto.


    -Yo también lo hago, aunque no me importa, es más, me alegra -La castaña se abrazo a su marido –Gracias a eso te encontré –Y le regaló un beso corto.


    Se miraron. Era una de muchas miradas ya pasadas en las cuales todo quedaba dicho. Se amaban, eran felices y no necesitaban nada más.


    En incontables ocasiones habían recordado sus amores perdidos, sus heridas, el hielo… Pero eran recuerdos vagos y pasajeros. Sintieron algo hermoso y verdadero por personas diferentes, lo cual, a día de hoy, agradecían. Gracias a aquellos amores se habían encontrado, que era el regalo más grande que podían haber deseado. Amar, ser amados, vivir juntos, tener niños, ser felices… Una vida perfecta.


    Dichoso sea el destino. Pareciera que todas aquellas penurias pasadas eran una mera prueba, que, indudablemente, habían aprobado, pues al final del camino hallaron su recompensa.


    El beso de Sango fue correspondido gratamente y este dio paso a otro más, y a otro, y otro más.

    La belleza de sango aumentaba con el tiempo. Su rostro de niña se torno fino y delicado, tenue y suave.

    La luz de las estrellas iluminaba sus cuerpos enlazados en pasión, sus oscuros cabellos se confundían con el alquitrán por la oscuridad de la noche, sus labios se deseaban tanto como el primer día, las manos realizaban un intercambio de caricias y sus ojos brillaban con el fulgor de las estrellas.


    -Desde siempre y para siempre… -Dijeron ambos en un susurro.


    Las cigarras puntuales a la noche prosiguieron con su canto, entonando el himno de los amantes en aquella estrellada noche de verano, que carecía de luna.
     
  2.  
    Miharu Rokujo

    Miharu Rokujo Entusiasta

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    Re: El cantar de las cigarras

    Doy mis críticas (?)
    Está muy bonito, sólo que los tiempos en los que separas confunden un poco. En la trama está bien, aunque no supe del porqué Miroku se había marchado y sin despedirse. El final, estuvo más o menos para mi gusto, es que no me agrada del todo cuando los personajes tienen hijos jeje. Pero para otras personas estaría lindo y bueno. Puntuación 8.5(???)

    :).
     
  3.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    El cantar de las cigarras
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    Re: El cantar de las cigarras

    La verdad es que lo de Miroku es una escusa para que Sango e Inuyasha se acaben quedando solos, es algo que dejo a la imaginación del lector.
    Lo de los cambios temporales lo pensé, aunque si te fijas, tan solo es un vaiván de futuro y pasado, no hay un tiempo concreto en la historia. Es como contar un trozo del pasado, luego otro del futuro y así, una enredadera hasta el final.
     
  4.  
    Shion Sonozaki

    Shion Sonozaki Usuario popular

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    Re: El cantar de las cigarras

    ¡Por fin un fic InuSan! Una pena que el concurso se haya cancelado.
    Me gustó mucho el fic en general, la idea que tuviste, asi como tu forma de narrar. Los cambios temporales, aunque al principio resultan un poco confusos, le dan agilidad a la historia, y eso me gusta.
    Ese final no me lo esperaba xD, que tuvieran hijos. Me pasa como a Gheraldine, no me agrada demasiado que acaben con hijos, pero lo hiciste de una forma bonita.
    Amé la oración final.
     
  5.  
    Clhoe

    Clhoe Entusiasta

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    El cantar de las cigarras
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    Re: El cantar de las cigarras


    No creas que a mi me gustan los finales así, tan solo que me pareció la mejor manera de acabarlo, es decir, lo le veía otro final.

    jajaj entiendo el jaleo que se traen con los cambios de tiempo. Yo lo veo la mar de sencillo, pero ello es porque yo lo ecribí.

    En fin, me alegra que te gustara en general.;)
     

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