Cielo infernal. He aquí los escritos que envié al Concurso de Cuentos Temáticos. La primera historia, Pasado, se sitúa antes del año 1500 y... Bueno, mejor será que lean, de lo contrario no tendría gracia. Pasado Era el año de 1486 cuando Evans Herzberg salía del Monasterio con una radiante sonrisa cruzando por su juvenil rostro; el Sumo Sacerdote acababa de otorgarle un alto cargo invitándole a formar parte de la Inquisición. El joven católico amaba fervientemente a su religión, no perdiendo oportunidad de cumplir con los divinos designios que el Salvador tenía para la humanidad, transmitiéndolos a través del clero. Si bien no había entrado al seminario una vez terminados sus estudios, ponía a disposición de la Iglesia todo cuanto había logrado conseguir tras una corta vida de exitoso trabajo: dinero y muchas propiedades. Se dirigió a su casa tarareando alegremente, dando gracias a Dios por concederle el honor de trabajar en Su nombre, sin sospechar siquiera qué oscuros designios se ocultaban tras su nueva misión de eliminar paganos y brujas... Catherine observó a su prometido atravesar el umbral del jardín con aire soñador, incluso pasando por alto su presencia. Un amargo presentimiento se anidó en su pecho al oír el suave y alegre cántico religioso que entonaba el joven Herzberg, sofocando en un caluroso abrazo su corazón temeroso... ¿A qué se debía tanta alegría? La joven dejó que su novio siguiese disfrutando de aquella alegría misteriosa mientras ella podaba las rosas del jardín. Los débiles rayos de un sol otoñal besaban suavemente sus hombros, apaciguando el frío que se apoderaba del delicado cuerpo femenino al ser abrazado por las frescas brisas marinas. Pares de ojos curiosos observaban ocultos tras los matorrales a aquella hermosa joven, cuya lozanía y sensualidad brotaban a flor de piel. Poseía largos y ondulados cabellos negros, grandes ojos de felino, brillantes y verdes, mientras una tez tostada suavemente por el sol y una gracia elegante envolvía cuanto movimiento efectuaba. Una vez terminado de arreglar su jardín fue en busca de Evans, quien debería estar esperándola para la cena en celebración de su segundo año de noviazgo. Lo encontró sentado a la orilla del lago, con la mirada perdida en las aguas calmas y el semblante sereno. El joven admiraba en silencio lo que concebía como obra de la perfección de Dios, quien había regalado al hombre la naturaleza como muestra de su infinito amor hacia ellos: un hermoso presente que jamás podría ser igualado por ningún artefacto humano. Cenaron en silencio, cada uno sumidos en pensamientos distintos, pero a la vez unidos por el fuerte lazo de amor que los ataba. Él no dejaba de imaginar cómo podría llevar a cabo su nuevo cargo, pensando en dónde debería comenzar a buscar a aquellos que había desertado de pertenecer al rebaño de Dios y optaban por entablar relación con el Diablo. Ella, en cambio, no podía apartar de su pecho el temor de perder a su amado al sentir un oscuro augurio cernirse sobre ellos como una peste, revelándole que su relación no duraría mucho tiempo. —Y en vista de que han sido declarados culpables de brujería, incitando a los fieles a abandonar el camino de la verdad por medio de artificios diabólicos, han sido condenados a reunirse con su oscuro señor y padecer los castigos del infierno —sentenció un hombre alto y de bigote, con ropas oscuras—. ¡A la horca! El joven Herzberg no pudo evitar estremecerse al observar cómo los tres condenados pataleaban frenéticos en el aire una vez fueron despojados de su apoyo. Los ojos desorbitados de esas personas parecían dirigirse a él, clamando en silencio que detuviese aquellos actos injustos. Evans agachó la mirada. Aquella no era un capricho de los hombres, sino que ellos cumplían Su divino designio. Por el bien de la humanidad. Aquella era la primera ejecución a la que acudía el joven, y hubiese preferido cien azotes antes de haberlo hecho. Pero era Su mandato y debía obedecerlo. —El Señor me está poniendo a prueba —fue la respuesta que le dio a su novio cuando ella lo vio llegar con el semblante pálido y sudoroso—. No puedo tambalear ante la misión que me ha encomendado. —¿Y me dirás cuál es esa? —preguntó Catherine por enésima vez, aunque ya convencida de que era en vano. —Cath, debes entenderme, no puedo decírtelo. La joven clavó una mirada de reproche en los ojos achocolatados de su novio antes de girar sobre sus talones y abandonar el salón. Iba mascullando maldiciones por lo bajo cuando sintió la poderosa mano del joven Herzberg aferrar su muñeca. —No te vayas —pidió él casi en un ronroneo. —Si no quieres decirme qué te ordenan los sacerdotes está bien, pero no quiero estar junto a alguien que no confía en mí —replicó la chica sin voltear. La joven intentó liberarse del agarre de su prometido, pero éste la atrajo hacia sí, rodeando rápidamente su cintura con sus brazos. Hundió el rostro en la melena oscura de Catherine, aspirando profundamente aquel aroma que en una fracción de segundo le hacía perder la cordura. Delicadamente echó hacia atrás los cabellos de la joven y besó dulcemente su cuello, apenas rozándolo con los labios, como si se tratase de un objeto sagrado digno de su admiración. Momentos después se encontraban en medio de un mar de almohadones, amándose entre las cuatro paredes de la habitación con cada parte de su alma. Cada uno de ellos no concebía la vida sin el otro, disfrutando cada segundo en que podían fundir sus esencias en una sola... *** —Sabemos de la presencia de herejes en el pueblo —le anunció el Sumo Sacerdote por medio de una carta al día siguiente. El joven se alejó de su prometida para poder leer todo el contenido de la misiva—. Me han llegado informes de que se trata de una mujer hermosa, junto a un grupo de hombres de aspecto hosco que hablan una jerga extraña. Se les ha visto ejerciendo la brujería, personificando a Satanás para tentar el rebaño de Dios. Debes presentarte cuanto antes en el Monasterio. Evans se vistió rápidamente, bajo la silenciosa mirada de Catherine. Él observó los ojos felinos de la chica, en los cuales brillaba la súplica porque se quedara a su lado. Esbozó una sonrisa apagada, disculpándose, antes de salir presuroso de la casa. El joven Herzberg se preguntaba quién sería ahora acusado de ser brujo, ya sabía de antemano que todo aquel que practicase técnicas medicinales que no fuesen conocidas ni aprobadas por la Iglesia era tratado de hechicero, y sus medicinas eran vistas como pócimas malignas. Esperaba que esta vez no se tratase de gente inocente que trataba de mantener viva la cultura de su pueblo. —Son verdaderos hijos de Satán —declaró el sacerdote cuando el joven llegó al Monasterio—. Debes hacer tus averiguaciones, si quieres, pero Dios me ha dicho en sueños que ellos son semillas del mal. Los hombres practican adoraciones al Diablo por las noches, ofreciéndole sacrificios, y la mujer encarna la tentación de la carne. —¿Conoce usted los nombres? —Sí —contestó, extendiéndole una lista—. Debes ser fuerte, ella te ha estado utilizando... El corazón del joven de ojos achocolatados pareció dejar de latir al observar los trazos que la pluma había dibujado en el pergamino, enseñándole el nombre de Catherine MacBerry..., su prometida. —No... no puede ser posible... —balbuceó. —Lo es. MacBerry ha seducido a medio pueblo con sus encantos demoníacos, no existe hombre alguno que pueda resistir sus atributos carnales. Es la lujuria en persona. —¡Es mentira! —exclamó Evans fuera de sí—. ¡Ella es inocente! El joven Herzberg tenía que admitir que su prometida poseía una belleza perturbadora, de la cual mortal alguna era dueña... mas también sabía que la hermosa chica jamás exhibía su cuerpo, sino que se preocupaba de ocultarlo con un afán casi religioso. —Ella no asiste a misa —comentó el Sumo Sacerdote con frialdad—; es más, ni siquiera es capaz de cruzar el umbral de la casa de Dios. ¿Sabes por qué? —No le agrada orar en público, prefiere entenderse directamente con Nuestro Señor —respondió el joven débilmente. —No creo que sea verdad; los demonios no pueden pisar territorio sagrado porque retornan al infierno en una explosión de llamas y azufre —informó el clérigo con voz profunda—. Ella es una hija de Satán, y está seduciéndote para que abandones el camino de la fe y abraces el pecado... —murmuró a su oído—. Debemos detenerla, debemos proteger el Reino de Dios de sus enemigos. *** La tenue luz de la luna se filtraba débilmente por los barrotes de la celda alumbrando el rostro ceniciento de la joven. Catherine se había agotado ya de gritar y forcejear contra las cadenas que la mantenían atada a la fría pared de piedra. Sus lágrimas habían dibujado senderos por sus mejillas, apartando el polvo que se alojaba en ellas. Maldecía a aquella religión que ahora la tenía presa, tan llena de mentiras y falsos valores... ¿Podía ser buena una persona que se dedica a dictar las muertes de otras? ¿Podía una persona cumplir los mandamientos si estaba jugando el mismo papel que su Dios? Si bien existían personas en verdad bondadosas que seguían al pie de la letra todas las buenas enseñanzas de quien ellos llamaban su Salvador, el Dios al que idolatraban cambiaba poco a poco... —¡Están siguiendo a su propia invención! ¡¿No se dan cuenta de que cada vez su deidad ha sido humanizada y los altos cargos de la Iglesia los manipulan a su antojo?! Pero ninguna de sus acusaciones le sirvió, únicamente consiguió aumentar sus acusaciones, añadiéndole el cargo de blasfemia y estar poseída por el Demonio. Evans oía los gritos de su prometida sintiendo que su corazón cada vez se iba rompiendo en miles de pedazos... ¿Acaso había hecho lo correcto? Quería a toda costa salvar el alma de Catherine, protegerla de las garras de Satanás y mostrarle toda la grandeza de Su Señor para que así juntos alcanzaran la verdadera felicidad. —Ella debe regresar al infierno, donde pertenece —dijo la profunda voz del Sumo Sacerdote a sus espaldas. El joven agachó la mirada para ocultar las lágrimas que se desbordaban por sus ojos, sintiendo que aquellas palabras acababan con lo poco que le quedaba de cordura. Debía aceptarlo por el bien de la humanidad... Al despuntar el alba Catherine fue sacada del calabozo junto a los demás hombres acusados de brujería. Reconoció entonces el rostro de quien le había jurado amor eterno y luego la había entregado a su verdugo. —¡Eres un bastardo, Evans Herzberg! —bramó colérica. —¡Catherine, entiéndeme... es por tu bien! ¡Arrepiéntete de tus pecados y Dios te perdonará! —vociferó él con lágrimas en los ojos. —¡Tu Dios no es más que una invención de los mismos hombres! Te maldigo, a ti y a toda tu descendencia... ¡Ninguno podrá vivir en paz hasta que la verdad sea revelada! —¡Es una blasfemia! ¡Debe morir en la hoguera! —coreó el pueblo. El fuego ardió rápidamente en torno al cuerpo de la joven, cuyos bramidos coléricos llenaron la atmósfera matutina con escalofriantes presagios. Lo último que vieron los ojos de Herzberg antes de que el fuego devorase por completo a su prometida fue el reflejo de la ira en aquel mirar esmeralda, mas no era una malicia demoníaca, sino enojo porque se cometía algo injusto. Miró al Sumo Sacerdote, en cuyos finos labios se dibujaba tenuemente una sonrisa triunfante: ahora todo el pueblo abrazaría la fe al ver cómo eran eliminados los enemigos de la Iglesia. Así ellos reafirmaban su poder. El joven Evans fue el último en retirarse del lugar de la ejecución, habiendo perdido por completo la cordura al haber comprendido el terrible error que había cometido al confundir entre la palabra de Dios y los intereses personales de los hombres que decían actuar en Su nombre. Aquellos no eran cristianos, aquellos eran los verdaderos demonios. Y él les había ayudado a propagar el mal. Así habría de vivir lamentándose hasta que la muerte tocase a su puerta y lo trasladase a reunirse con su infortunada amante, dejando en la tierra la simiente de su estirpe maldita, anhelante de algún día poder pagar por el error de su padre y así poder dar fin al tormento que desde aquel día azotó a los Herzberg y el mundo entero: el inicio del imperialismo religioso. Una mafia que luchaba en nombre de la paz y el amor valiéndose de la destrucción y el miedo.
Re: Cielo infernal. Muy buena la historia. No la volví a releer porque me dio mucha paja, pero recuerdo que me asombré al corregírtela ya que estaba muy bien escrita. La temática estuvo genial. Y pensar que en esa época eran así de bastardos... :porni:. Un puesto bien merecido. Saludos, Domii
Re: Cielo infernal. Siguen siendo igual de bastardos, pero lo disimulan bien. :o Muchas gracias por tu ayuda, One Lenne, y por tus palabras también. :) ¿O prefieres que te diga Domii?
Re: Cielo infernal. Por lo menos ahora los curas no piden sexo con las mujeres cuando éstas se casan xD. De nada, un placer :). Dime Domii, todos me llaman así xD.
Re: Cielo infernal. Bastante interesante, a decir verdad. Me gustó cómo manejaste la trama, el cómo muestras dos puntos de vistas sobre un tema tan delicado como lo es la religión. Y me sorpende incluso que puedas hablar en favor de ella, comprender lo que los cristianos piensan, siendo que tú no compartes aquello. Un muy buen trabajo, espero ver la siguiente parte. Felicidades por el primer lugar. Te lo merecías. ;)
Re: Cielo infernal. Tu historia me dejo boquiabierta. Fue triste el final de la pobre Cath y fue muy estupido de parte de su prometido dejarla morir y entregarla a unos hombres que propagaban el mal. Concuerdo con Ona Lenne, en esa época nadie tenía piedad de nadie. Realmente te felicito, te quedo increíble.
Re: Cielo infernal. Me ha encantadoooo!!!!!! x3 Últimamente no he leído muchas historias del foro y ahora estoy retomando la costumbre. Te diré que fue realmente un agrado leer la tuya porque además de que me gusta el tema, la escribiste muy bien y eso me hace mas fácil la lectura x) me impide perderme y así me concentro en lo que escribes y no en los errores. Nice. De veras que es un tema delicado el de la religión, pero lo tomaste muy bien, porque el que lo lea, tenga la opinión que tenga no tiene por donde sentirse ofendido (bueno, a veces hay algunos que se inventan la ofensa). Eso, felicidades por tu historia y por tu primer lugar. Bye :)
Re: Cielo infernal. Muchas gracias por sus comentarios. :) Aquí les dejo el segundo y último relato. Futuro Sede del Vaticano, año 2686 d.C.; siglo XII luego de la Revelación. El Portavoz salió al balcón de su santa y lujosa mansión para acallar con un sutil gesto de su mano el clamor bullicioso de los fieles que se congregaban en el Vaticano. El máximo exponente, guardián absoluto de la fe en el mundo, era un hombre relativamente joven, en comparación con todos sus antecesores. Giovanni Stronger tenía cuarenta años, el cabello completamente negro, profundos ojos azules, tez clara y un aire solemne que envolvía cuanto movimiento realizaba. Era, sin duda, el hombre más respetado en toda La Unidad, luego de Dios, claro. —Mis queridos fieles —saludó con voz juvenil—, nos hallamos reunidos aquí para conmemorar el décimo segundo siglo desde que la verdadera voluntad de Dios nos fue revelada. Mil doscientos años ya desde que logramos reprimir a los infieles, paganos y brujos, pudiendo así ver con claridad aquello que nuestro Señor quería para nosotros: una vida libre, trabajando en aquello que él nos brindó con la creación del mundo. Hace más de un milenio existían continentes, países y ciudades, separando a los hombres en distintos pueblos, con diversas lenguas y culturas..., hoy todo mortal forma parte de una misma tierra, un mismo mundo: La Unidad. Ya no existen torturas ni sacrificios, vivimos en paz y libertad, bajo la paternal mirada de Dios... ¡Por esto oremos! Giovanni unió sus manos en acto solemne, a la vez que un murmullo general recorría al público: Amado Dios nuestro, que reinas en la unidad del universo, Danos una vez más el placer de trabajar para Ti, De llevar a cabo Tu mandato cualquiera que sea. Nos sentimos honrados de poder ser instrumentos de Tu voluntad, Cumpliendo la palabra que Tú dictas a nuestro Portavoz. Concédenos la gracia de poder ver Tu rostro una vez nos llames a Tu lado Para así poder contemplar toda la bondad que hay en Tus ojos azules. Que la luz de Tus cabellos nos ilumine cada día en forma de Sol, Y que Tu aliento nos dé vida a cada momento en forma de Brisa. No abandones a nuestro Portavoz, único lazo entre los mortales y Tú, A quien obedecemos en Tu nombre sin miramientos ni dudas. Por favor, no nos alejes de Tu mirada y no nos dejes caer en la falta de fe y buen juicio. Amén. El silencio reinó en la Sede del Vaticano, a la vez que era descubierto el lienzo que representaba la imagen de Dios. Los fieles no pudieron evitar ovacionar a su Señor, al verlo registrado en una hermosa pintura, suspirando de emoción al pensar que incluso el mejor pintor era incapaz de retratar toda la hermosura del Salvador. Por supuesto, Dios era perfecto en todos los sentidos. Se sabía que tenía la apariencia de un hombre eternamente joven de rizos dorados, uno de los cuales recortó uno y se los regaló, era lo que ellos llamaban Sol; sus ojos eran del color del cielo, por lo que ellos comprendían entonces que Él nunca los perdía de vista, pendiente de que con su inmenso amor no sufriesen. El mundo era tan pequeño que Dios lo mantenía en su mano y lo ponía a la altura de sus ojos. Sólo un joven de ojos achocolatados no gritaba de júbilo junto al resto de las personas. Si bien amaba a su Señor, había algo que no le parecía bien... Se encogió de hombros, quizás el que Dios hubiese dictado veinte mandamiento y condenado cuatro pecados capitales no fuese tan extraño después de todo. Fue entonces cuando observó a una joven de mirada felina que realizaba una mueca de desprecio hacia la imagen divina, para luego girar sobre sus talones y pasar a su lado. El joven alcanzó a escuchar en un suave murmullo la voz de la chica diciendo: ‘Idolatran a un falso ídolo, a pesar de que sus mandamientos se lo prohíben’. El chico quedó boquiabierto: ¡aquello era blasfemia! Persiguió a la joven por una serie de callejones laberínticos, deseando encontrar en dónde se encontraba el escondite de aquella hereje y poder así descubrir la existencia de más paganos. ¡Decir que Dios era un falso ídolo...! El chico se sentía ofendido, enojado y temeroso... No podía permitir que alguien insultase a quien él amaba, ¡¿cómo se atrevía?! Pero, ¿y si era verdad? Sabía que algo en aquella fascinante religión no estaba bien... ¿Qué pasaría si realmente Dios no existiese? —No existe —oyó una voz femenina a sus espaldas. El joven giró rápidamente sobre sus talones, moviendo la cabeza en ambas direcciones sin poder comprender cómo aquella joven ahora se encontraba tras él... y menos cómo había podido saber lo que pensaba. —Tú debes ser Herzberg, ¿verdad? —preguntó la chica con un aire de misterio. — ¿Cómo...? ¿Cómo sabes mi nombre? —inquirió el joven sin poder disimular su temor. —Porque yo soy descendiente de MacBerry, mi querido Evans. El joven Herzberg sintió cómo una oleada de miedo inundaba su ser. En su mente se formularon imágenes confusas de una gran hoguera y una mujer agonizando dentro de ella, la misma mujer que tenía frente a sí. —Catherine... —susurró incrédulo. La joven le sonrió, Evans se sorprendió al ver que en sus ojos no había rencor, sino una profunda melancolía. —¿Me entregarás otra vez? ¿O ahora vas a escucharme y hacer lo correcto? El chico bajó la mirada, recordando la historia que su madre le contaba cuando era un niño acerca de uno de sus antepasados con el mismo nombre que él, quien recibió una maldición por parte de su prometida bruja al entregarla a la Inquisición. Ahora tenía a la misma joven frente a él y no podía creer que ella no intentara matarlo en ese mismo momento, sino que más encima le hablaba de hacer lo correcto. ¿Por qué su tatarabuelo había actuado mal? ¿Qué era lo que estaba mal con la religión? —Necesito respuestas —balbuceó. Un par de horas más tarde el joven Herzberg se hallaba cabizbajo al comprender cómo la ingenuidad de su antepasado había cambiado drásticamente el mundo, ayudando a que cretinos abusadores como Giovanni Stronger llegaran al poder a punta de mentiras. Comprendió que Dios no tenía la imagen perfecta que ellos veneraban, sino que de esa forma ellos actuaban al igual que paganos. Se enteró de que la lujuria era uno de los pecados más terribles y no un regalo para los altos cargos eclesiásticos como les hacían creer en ese entonces. Descubrió también que las mujeres no tenían por qué pasar la noche de bodas en la cama del Portavoz para que sus hijos naciesen bendecidos por la gracia de Dios, aquella era una costumbre surgida en la Edad Media y la Iglesia la había adoptado encubriéndola con significados divinos. Aquellas y muchas otras verdades fueron reveladas al joven, mientras éste veía cómo se desmoronaban los cimientos de una doctrina que creía perfecta. —Yo... lo siento —balbuceó, mirando los ojos esmeraldas de la chica. —Descuida, luego de mil años el rencor se ha disipado... —respondió Catherine, regalándole una dulce sonrisa—. Además, a pesar de todo... sigo amándote, Evans. El chico se sorprendió al sentir los labios de la gitana posarse en los suyos, mientras oía el tintineo alegre de sus pulseras al levantar los brazos para lanzarlos a su cuello. Se dejó llevar por la sensual invitación de aquella boca, incitándole a revivir el apasionante amor de su vida anterior. *** El Portavoz observaba incrédulo a la pareja que se había presentado en su lujoso despacho sin anunciarse. La joven era sumamente hermosa, y se preguntaba por qué no había sido llevada antes a su presencia para ‘expulsar de aquel cuerpo cualquier semilla que el Diablo hubiese plantado para hacerla motivo de deseo’. El hombre que la acompañaba lo miraba con una furia incontenible, como si desease asesinarlo con sus ojos chocolate. —¿Qué se les ofrece? —preguntó en su acostumbrado tono jovial. —Que diga la verdad —respondió Evans, apretando los puños—. Ya mucho tiempo nos ha tenido viviendo de mentiras. —No sé a qué te refieres —comentó Giovanni, encogiéndose de hombros—. Pero las respuesta a todas las dudas puedes encontrarla en la Sagrada Escritura, donde Dios nos revela Sus misterios... —¡A eso mismo me refiero! —bramó Herzberg, colérico—. ¡A que diga de una vez por todas cuánto a modificado el cristianismo para volver esclavos de su falsa fe a todo el mundo! —Será mejor que te calmes, jovencito... —¡No me calmaré hasta que diga la verdad! —vociferó, golpeando fuertemente el escritorio de caoba sobre el cual el Portavoz estaba apoyado. Al instante ingresaron los guardias del Vaticano, dos robustos sujetos que sacaron a rastras al enfurecido joven hasta dejarlo tirado en la calle. Evans comenzó a promulgar a viva voz todo sobre lo que se había enterado: que mientras ellos estaban obligados a cosechar la tierra, el alimento que se era enviado como ofrenda a Dios iba a parar a las alacenas de los altos funcionarios; que mientras ellos trabajan recibiendo un pago que sólo cubría lo necesario, existía un negocio secreto entre varias naciones; que mientras ellos alababan a La Unidad, el mundo seguía dividido, sólo que nadie lo hacía público; que Dios no tenía forma, sino que... —¡Mis queridos fieles, no escuchen a ese pobre hombre, cuyo cuerpo está poseído por demonios y su lengua es usada por Satanás! —clamó la voz de Stronger desde su balcón —. ¡No se dejen tentar por el Diablo, no abandonen la razón, oren suplicando a Dios que les dé fortaleza y serán recompensados! Los fieles iniciaron un murmullo general dirigiéndose a Dios, mientras el joven Herzberg se entristecía al ver que todos se dirigían a aquella deidad como corderos, esclavos dichosos de ser utilizados. —¡Antes éramos sus hijos...! —exclamó por última vez, con la voz quebrantada por congoja. Sintió los brazos de Catherine rodear sus hombros, mientras su suave voz le susurraba que ya todo pasaría, que no estaba en sus manos abrir los ojos de millones de personas que desde que llegaron al mundo fueron albergados con mentiras, creciendo en un mundo de falsas creencias y justicia tirana. —Pero he fallado, la maldición de mi familia seguirá, como a todo hombre Herzberg desde antaño... —Te equivocas, mi querido Evans —le corrigió la bruja con delicadeza—. Yo te he perdonado, porque has podido ver más allá del amor a la perfección, porque has podido creer en mí, y luego juzgarme. El joven atrajo hacia sí a aquella joven de mirar felino, aspirando el perfume dulce de sus cabellos, mientras unas irresistibles ganas de protegerla lo invadían. Ya no dejaría que ella volviese a sufrir por su causa, y si mientras viviera aún no fuese suficiente para redimir todo el sufrimiento que le causó, seguiría haciéndolo más allá de la muerte. Tan preocupado estaba de disfrutar el tener nuevamente a su prometida que no se percató de los murmullos inquietos que algunos fieles proferían a su alrededor, rumiando lentamente el real significado de las palabras del joven Herzberg. No se dio cuenta de que con aquel discurso los cimientos de la falsa doctrina comenzaban a tambalear, amenazando con poner fin al Imperio de la Fe.
Re: Cielo infernal. ¡Vaya! No pensé que tan pronto sería el final de esta historia. Pero debo felicitarte, es increíble como lograste captar algo tan interesante como la religión y la recreaste a tu manera que en parte, es la verdad (sin ofender, pero esa es mi opinión). Super interesante lo tuyo y muy real para mí. Capte toda mi atención en lo que has escrito y me gusto el final ya que Evans logró mover el tapete de La Unidad y ponerle fin a todo ello. Simplemente... ¡increíble! :) Espero que escribas en breve otra historia. Suerte. Salu2.