Demolition Lovers [Amantes Demolidos]

Re: Demolition Lovers [Amantes Demolidos]

Capitulo II:
Dulce Error. [Segunda parte]


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Corría entre sus sueños, queriendo escapar de aquel ángel de sus pesadillas. No había luz en aquel lugar… estaba solo. Sus ojos se nublaron y sus manos comenzaron a sudar; bañado en desesperación quiso gritar, y lo hizo, mas nadie respondió. A nadie le importaba.

‘Es difícil ver el sol… cuando ya has estado mucho tiempo en la oscuridad’

Una voz familiar corría por su interior, paralizando sus sentidos, deteniendo su respiración; comenzó a temblar. Sentía que en cualquier momento todo se volvería a negro, y no habría luz en ninguna parte. Se sentía perdido sin nadie que lo ayudara. Pero entonces… una silueta desconocida, que pisaba caminos de luz, cogió su mano y antes de ver el sol… Escuchó un grito que fue callado en un instante…

Despertó.

Abrió sus ojos debido al alto volumen de la televisión, en la sala. Seguramente Kikyô había regresado. InuYasha llegó pasado del medio día, y no había nadie en casa, ¿a dónde habría ido la chica? No se le ocurrió nada más que ir a recostarse un rato a la cama, pues ya el sueño invadía sus ojos, era el cansancio.

Sintió su estómago rugir, ¿ya tenía hambre? Quiso salir a ver a Kikyô, se sentó en la cama, pero la puerta de la habitación se abrió dejando entrar a la misma. Su rostro estaba lleno de confusión y tristeza.
—¿Tienes hambre, Inu? — Preguntó en un hilo de voz, intentando esbozar una sonrisa.

El peliplateado no pudo evitar sonrosarse ante aquel tierno sobrenombre, sólo se limito a asentir. Kikyô miró el suelo alfombrado de la habitación, encontrando las zapatillas que Inuyasha se había descalzado antes de acostarse. El chico, por su parte, no contuvo sus ganas de mirar los ojos achocolatados de Kikyô; aquellos espejos reflejaban cierta angustia.

Sin saber qué hacer, se levantó de la cama y se acercó a Kikyô, ella le miró a la cara, se sintió débil ante esa mirada ambarina, aquella que siempre degustó mirar, aquella que siempre la miró con dulzura, y que ahora la miraba como una extraña, una desconocida. Simplemente eso rompía su ser.

En un tacto dulce, Inuyasha atrajo por los hombros a Kikyô hacia sí, en un abrazo cálido. Quiso protegerla de todo y de todos, pero… ¿acaso no sabía que ése todos era él?

Kikyô, por su parte, se limitó a sonreír y correspondió su abrazo. Se quedaron así por minutos, que parecieron siglos, pero a ninguno de los dos pareció importarle.

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En la televisión no había nada interesante que ver. El muchacho buscaba entre la sintonía sin encontrar nada. Suspiró fastidiado escuchando a su estómago volver a rugir.
—¿Le falta mucho al almuerzo? — Preguntó mientras dejaba una película que parecía interesante.

Escuchó el fuego de la estufa apagarse, y la tapa de la olla levantarse, mas no escuchó respuesta alguna por parte de Kikyô. Sonrió para sus adentros.
—¿Es pasta? — Dijo impaciente.

—Tú sólo espera, ¿sí?

La voz de Kikyô le parecía dulce en el tono divertido que estaba usando, esbozó una sonrisa al oírla de ésta manera.

Kikyô era una muchacha muy dulce, en las pocas horas que tenía la conciencia de conocerla se pudo dar cuenta de que tenía un gran corazón, ¡claro! El debió haberlo sabido de hace años, pero todo esto que le estaba pasando… el tema le era cada vez más confuso. Observó su argolla de matrimonio preguntándose si debiera estar en el dedo de él. ‘¿De verdad ésta es mi vida?’, pensó. Volvió a exhalar un suspiro sonoro que Kikyô pudo escuchar.
—¿Te sucede algo, InuYasha?

El rostro de Kikyô apareció tras la pared de la cocina, a espaldas de InuYasha, él no la miró, simplemente negó tranquilamente, cerrando su puño. No volvió a escuchar la voz de Kikyô, pero sintió una presión contra su mejilla, era un beso depositado por Kikyô, uno dulce y lleno de amor. InuYasha se sonrojó como nunca lo había echo, aquel tacto le pareció infinito. Parpadeó un par de veces, atónito.
—Está listo — Dijo finalmente la muchacha, quien, antes de caminar a la cocina, despeinó al muchacho como se le hace a un niño.

—¡Já! — Bufó el ambarino al levantarse para seguir a la chica.

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‘Kagome…’
—¿Crees en Dios?

—Sí, ¿tú no?

El por qué esas palabras le sonaban tan exquisitas era un echo que nunca comprendería. Nunca se centró en dejarle sus problemas a un ser que no conocía, tampoco confiaba. Siempre pensó que él mismo era el único que podía ayudarlo, era él, sólo él. Mas si ella…, Kagome. Aquel nombre también le sonaba exquisito, y ella… ¿Por qué le gustaba tanto? ¡Era una completa extraña! Pero un aire familiar recorría entre ellos, como si ya se conocieran… como un cuento de hadas… como…

Entonces se detuvo ahí. Se vio a sí mismo pensando en ella, en Kagome. ¿Por qué lo hacía? ¡No! Se sintió mal, observó a Kikyô recostada en su pecho, sentada sobre el sofá, al igual que él. Kikyô dormitaba tranquilamente con un aire de paz contagioso.

En la televisión seguían rodando aquella película a la que no le había prestado atención. Observó de casualidad y miró al chico besarse con la chica, la pantalla se iba a negro y aparecían los créditos.
¿Era ése el final para todas las historias?

‘¿Dulces errores?’ , pensó cerrando sus ojos.
Kikyô se movió en sus sueños y susurró palabras incomprensibles para InuYasha, él sonrió viendo el lado tierno del acto. Decidió ir a dejar a Kikyô a la cama para que pudiera dormir más cómoda, él también aprovecharía de salir unos momentos para despejar la mente.

Cuando dejó despacio a la chica sobre el cobertor, la observó con cuidado, cada rasgo de su rostro: Kikyô era bella, realmente muy bella. Miró sus labios, sintió la tentación de besarlos, mas no se atrevió, pues… ¿era por amor? No lo sabía, no lo sabría. Supuso que Kikyô tendría la misma duda que él.

Camino despacio hacia la puerta, intentando no hacer ruido para no despertar a Kikyô. Cerró la puerta muy suave, pero no se percató que antes de cerrarla por completo, los ojos de Kikyô le observaban desde la cama, mas la pelinegra no dijo nada, sólo se encerró en sus pensamientos, cerrando sus ojos, se volvió a dormir. InuYasha, en cambio, se encontraba apoyado sobre la puerta de la habitación, fuera de ella. Tenía las manos en los bolsillos de sus jeans; una manga rebelde de su camisa se desdobló del codo, pero él volvió a subirla.

Quiso golpear su cabeza contra la pared, sin ningún motivo alguno; quiso gritarle al mundo mil maldiciones, pero no se atrevió, quiso…

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Quiso volver a verla… ¡Maldición! No había pasado ni un día entero y tenía la necesidad de volver a verla a ella. ¿Por qué le sucedía esto?

Con su mano sobre la perilla, se adentraba a sus frías penas. Decidido a abrir la puerta para salir, movió la perilla de la puerta y ésta se abrió, dejándole el paso libre para salir, mas se quedó ahí, quieto… sin saber el porqué no salía corriendo a buscar a Kagome.

Entonces se preguntó ¿qué le sucedía?
Cerró la puerta, y se volteó. Observó a Kikyô mirándolo de pie frente a él, con una mirada perdida. Él sostuvo su mirada, levantó una mano para acariciar su mejilla, ella se dejó hacer. Miró su anillo de matrimonio en la mano que sostenía la mejilla de la chica. Y ahora se sentía raro…

Casarse con Kikyô… ¿había sido su dulce error?

Continuará…

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Lamento demasiado la demora. ¡Dos semanas! Hasta yo me enojé conmigo misma. (?) Bueno, espero que les haya gustado, está un poco corto, el tiempo no me alcanzó mucho. Ya pasé la semana de exámenes, así que creo que podré poner el capitulo dentro de la próxima semana. =)

Espero que les haya gustado y que me dejen sus opiniones, y... por Kagome no se preocupes, que aparece en el tercer capitulo. Con ésta segunda parte se cierra el capitulo 'Dulce error'.

So long! :musica:
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