Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Cielo II

Desperté. Era un nuevo día, del año de 1935, en el cual Japón aún intentaba recuperarse del colapso económico estadounidense del ‘29 que arruinó a muchos, no sólo en Estados Unidos sino también en todo el mundo. A pesar de ello y de la tensa relación con China y el inminente acuerdo con Alemania, su gente intentaba vivir con paz y tranquilidad.


Sin embargo, yo todo esto lo ignoraba. Lo único que sabía es día era que había comenzado un nuevo año escolar, yo estaba ansiosa de volver a clases y de ver a mis amigos después de las vacaciones de verano. Dentro del salón me reencontré con Tomoyo, mi mejor amiga.


—¡Atención clase! Hoy tenemos un nuevo alumno que estudiará con nosotros —nos anunció el profesor Terada—. Se llama Syaoran Li y viene de Hong Kong. ¡Quiero que sean amables con él!


Creo que fue ese momento en el que me enamore de él, al menos eso pienso. Me llamo la atención su dura expresión, como si nos dijera con la mirada “mataré al que se me acerqué” o algo así. ¡Y le tocó sentarse detrás de mí! Podía sentir la mirada penetrante de sus ojos de chocolate sobre mi nuca.


El resto del día transcurrió de manera normal para una chica de diez años. Con mis amigas me puse al corriente de los chismes, hablando de nuestras vacaciones, y sobre todo los chicos guapos que conocimos. Pero no pude evitar desviar la mirada hacia ese chico, Syaoran, que lo veía tan solitario.
Por varios días todo siguió igual, pero no tenía el valor de acercarme, por miedo a que me mordiera. Hasta que una tarde, me animé a hablarle.


—Hola… —lo saludé tímidamente—. Soy Sakura… Sakura Kinomoto.
—Hola —me respondió seriamente y sin mirarme.
—Este… así que vienes de Hong Kong. ¿Es muy lindo allí? —intentaba comenzar una conversación.
—Sí...
—¿Y porque viniste a Japón?
—Mis padres… son negociantes de Hong Kong y quieren poner un negocio aquí. —Volvía a responderme tan fríamente.
—Bueno… ya que no conoces a nadie aquí, quiero darte la bienvenida —le dije alegremente y sonriéndole.


No sé qué cara habré puesto pero me observó muy extrañado. Quizá nunca espero que una chica le diera la bienvenida de aquella forma. Solo atinó a darme la espalda y alejarse de mí lo más rápido que podía. Me sentí triste por ello, fue mi primera desilusión. Creo que esa noche me dormí llorando, aunque tarde un poco en entender el porqué. Hasta que un día, algo pasó…


Una tarde después de salir del colegio, un grupo de chicos, los cuales parecían una pandilla, me interceptaron queriendo robar las pocas cosas de valor que tenía. Yo estaba realmente muy asustada y lloraba desconsoladamente, pero, inesperadamente, Syaoran vino a mi rescate. A pesar que eran más que él y más grandes, se deshizo de ellos sin ninguna dificultad. Allí me enteré que había estudiado artes marciales desde pequeño, y me sentí agradecida por ello.


—¿Estás bien? —me preguntó con preocupación.
—Sí… gracias —respondí, aún asustada por lo ocurrido.


Muy amablemente se ofreció a llevarme a mi casa, donde les comentó lo ocurrido a mi padre y mi hermano. Recuerdo la expresión de Touya cuando me vio llegar acompañada por Syaoran. Desde que mi madre murió, siempre cuido de mí y parecía sentir celos de mi nuevo defensor.


Desde ese día nos hicimos más cércanos. Yo ya lo consideraba un amigo aunque él tardo mucho tiempo para admitirlo. Nos volvimos inseparables, tanto que una vez mi hermano lo amenazó, tomándolo del cuello de su camisa. ¿Se imaginan a un joven de diecisiete años amenazando de muerte a un chico de once? Realmente patético. Al recordarlo, no puedo evitar reírme de mi hermano.


Los años pasaron, y nuestra relación parecía evolucionar. Mientras allí afuera, Alemania e Italia declaraban la guerra a Francia y Gran Bretaña, iniciando la Segunda Guerra Mundial. Y Japón aprovechó la situación para formar un eje con aquellos países europeos y expandir sus territorios. Mientras, nosotros ignorábamos todo lo que pasaba en el mundo. Al menos yo lo hacía.
Syaoran me cuidaba demasiado, ocultándome lo que una guerra traería a nuestras tierras. A mí me encantaba ser el centro de su universo, me sentía tan especial cuando me miraba con ternura. Yo sabía que lo hacía sólo conmigo, con nadie más, ya que cuando estábamos con Tomoyo u otro de nuestros amigos, él volvía a su mirada dura.
Aunque afirmábamos y reafirmábamos que éramos amigos, nadie nos creía. ¿Y cómo hacerlo? Nos veían abrazados y mimándonos tan cariñosamente. Yo ya no podía negarlo, estaba completamente enamorada de Syaoran, pero temía decírselo. No quería perder su amistad. Lo que nunca esperé que él diera el primer paso. La noche del festival de la primavera, en el templo y al lado del lago, nos dimos nuestro primer beso.
A partir de ese día, las cosas no fueron fáciles para nosotros. En primer lugar, aunque mi padre estaba muy feliz por la noticia, mi hermano Touya se enfado terriblemente conmigo, llegando a no hablarme por más de un mes. Si no fuese por la intervención de mi amado padre, creo que aun él todavía no me hablaría.
La familia de Syaoran fue el obstáculo más difícil de superar, su madre se negó rotundamente en nuestra relación. Al extremo de comprometer a Syaoran a un matrimonio arreglado con una de sus primas, Meiling.
Con uñas y dientes, mi pequeño lobo luchó contra los deseos de su familia. Tanto que amenazó con renunciar a toda su fortuna y herencia familiar, con tal de que pudiera estar conmigo. Inclusive ya estábamos planeando fugarnos a otro lugar, quizá a Nagasaki, con tal de que no nos separaran. Finalmente su familia terminó por aceptar nuestro amor.
Poco después, en la primavera de 1943, contrajimos matrimonio. Fue una decisión difícil, ya que la guerra en contra de los Estados Unidos había sido declarada en diciembre de 1941, cuando la flota japonesa atacó Pearl Harbor.


Mientras mi amado Syaoran y yo pasábamos los días más felices de nuestras vidas, los efectos de la guerra eran cada vez más evidentes. La situación económica del país se hacía cada día más difícil. También vi con tristeza como mis amigos, quienes fueron al colegio conmigo y los conocía de toda una vida, eran reclutados por el ejército y mandados a combatir. Mucho de ellos jamás los volví a ver. Se me partió el corazón cuando mi amiga Chiharu recibió la noticia que Yamazaki, su esposo, había fallecido en combate. Por más que quise, no pude consolarla.


Les agradecí a los dioses porque Syaoran fuese extranjero, mi alma moriría si fuese enviado a la guerra para nunca más volver. Suena egoísta pero, ¿quién querría dejar ir al hombre al que ama?


La guerra seguía su curso, y la situación de Japón era cada vez más delicada, sin embargo, yo aún estaba viviendo en la felicidad absoluta. Mientras al otro lado del mundo, el presidente estadounidense Harry S. Truman daba luz verde para que se utilizaran unas nuevas y terribles armas, que según él salvarían miles de vidas, yo recibía la noticia que estaba esperando un hijo de mi amado Syaoran.


¡Nunca lo vi tan feliz! Desde ese día mi esposo se desvivía solamente para cuidarme a mí y nuestro bebé. Trabajaba duro y sin quejarse para poder darnos todo lo que necesitáramos. Vivíamos una época difícil pero sabía que mientras estuviéramos juntos, superaríamos todo lo que el destino nos pusiera en frente. Todo.


Ya tenía siete meses de embarazo, y junto con mi mejor amiga Tomoyo, que poseía ya casi los nueve meses, vivíamos en la nueva casa que había alquilado Syaoran. Hace varios días que el esposo de Tomoyo había partido a la guerra, por lo cual le ofrecí a ella habitar con nosotros, ya que con el tiempo que tenía de embarazo, era peligroso que viviera sola. Nos cuidábamos entre nosotras, y nos acompañábamos todas las mañanas en las que Syaoran salía a trabajar.


Aquella era una mañana como muchas otras, sin embargo, era especialmente calurosa. Me había levantado temprano para prepararle el almuerzo a Syaoran, y Tomoyo se había ofrecido a regar el jardín. Todo estaba en calma. Mientras estaba en la cocina, escuché a Syaoran salir de la habitación, completamente listo para partir al trabajo.


Abandoné aquel lugar donde estaba porque observé a través de la ventana que Tomoyo tenía ciertos problemas para desenredar la manguera. Y es que cargando casi tres kilos en su estómago, dificultaba en gran cantidad cualquier labor. Salí y encontré a mi esposo en la sala arreglando su maletín. Se giró para verme, ataviada y sudorosa, dirigirme hacia el jardín. Yo le miré y me brindó una de esas sonrisas que tanto me gustaba. Se la devolví también y al hacerlo, algo en mi corazón se sintió pesado. No sabía por qué. Ignoré aquel hecho y llegué al jardín para ayudar a mi amiga, que ya estaba enredada y completamente mojada. Reímos al vernos batallar con una simple manguera y en ese momento, Syaoran salió de la casa a despedirnos.


—Ya es tarde —dijo—. Tengo que irme.


Yo troté graciosamente hacia donde estaba él. Y era en verdad gracioso. Una delgada mujer con el estómago abultado, y brincando como una niña, debía serlo. Él rió. Me acerqué a él y le di un suave beso en sus labios. Él cerró los ojos y respiró el aroma de mi cabello.


—Mucha suerte, amor —le susurré al oído—. Que tengas un buen día. Te quiero.
—Yo también te quiero, Sakura.

Y lo observé marcharse y desaparecer por la esquina de la calle. Volví al lado de Tomoyo y juntas resolvimos el nudo que poseía la manguera cuando de repente olí algo en la cocina que se quemaba. ¡El pan!

Corrí y encontré unos de los panes, totalmente quemado, y comencé a llorar. Quizá por la sensibilidad que me provocaba el embarazo, o por la impotencia o...
Miré de pronto el paquete que había preparado para Syaoran y, rápidamente sin pensarlo, me dirigí a él y lo tomé. Salí como vendaval de la cocina hacia la puerta de salida y, sin hacer caso de los llamados de Tomoyo, corrí por la acera en busca de mi esposo. Debía entregárselo, sino ¿qué comería?

Y corría y corría hasta que llegué a la esquina por donde lo había visto desaparecer, cuando de pronto me encontré atrapada entre una multitud. Miles de personas que reían y limpiaban. Mujeres, hombres, viejos y niños, todos atareados limpiando las calles. Había olvidado por completo qué día era ese. El día de la limpieza.

Mi ansiedad y mi adrenalina aumentaron. Estaba muy presionada y comencé a llamar a Syaoran, obviamente mis llamados eran mitigados por todo el ruido de la calle. En el río de rostros, trataba de distinguir el de mi esposo. Hasta que de pronto, todo cesó[FONT=&quot].[/FONT]

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Solo me queda agregar que fue un gran placer trabajar con estas dos maravillosas personas como lo son Pami y Fann. También me gusto trabajar en este proyecto, ya que no solo pasamos un nivel de relato, sino también todo lo que descubrimos con el trabajo de investigación, buscando hechos históricos y leyendo relatos de víctimas, solo cuales eran tan crudos y temibles algo que jamás hubiéramos llegado a imaginar.
Gracias.

 

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Este Fan Fic me parece conocido. ¿Por qué será? ò.o

No les diré lo que opino porque sino les quito al sorpresa xD

 

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

He leído unos dos libros donde se relata desde distintos punto de vista todo lo que la gente vivió en esos tiempoa y la verdad me encanta la manera en que lo tradujeron a los personajes de CLAMP aunque solo me he leido "Cielo" y esque tengo falta de tiempo ;x; logran transmitir todas las escenas y situciones muy bien ya quiero leer lo otro.

Ok saludos.

 

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Les quedó excelente la manera en que lograron revivir aquellos crudos y fríos momentos para esas personas que fueron presas del dolor, sufrimiento en épocas de guerra. Su trabajo fue arduo, y uno es capaz de notarlo, y fue bastante interesante que lo hayan aplicado a nuestros personajes favoritos de Clamp.
Felicitaciones por su labor...

 

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Agradecemos sus comentarios (:!
La verdad es que si fue un poco pesado porque lo tuvimos que hacer en la última semana, pobre Fann que beteo todo y ayudo a que mis ideas fluyeran xD!
Disfruté mucho trabajando este fic con ustedes, y me encanto el resultado.

Infierno III

Las nubes eran cortadas por enormes pájaros de metal que provenían del otro lado del mundo. Traían consigo la creación más destructiva de la humanidad. Fue fácil tomar la decisión sobre en qué lugar soltar su contenido, sin embargo, es difícil saber si alguna vez se pensó razonablemente en las consecuencias. Porque justificarse diciendo que aquella acción se realizó por cumplir órdenes, no suena factible.
A las 8:15 am se presionó un botón y, entonces, cayó el enorme objeto. Aquel que cambiaría por completo la vida de miles de personas.

6 de Agosto de 1945, el día en que la primera bomba nuclear fue utilizada.

Una luz cegó a toda una ciudad por unos instantes, la misma que convirtió una apacible mañana en un cruel infierno. La alegría había desaparecido con bastante rapidez. Donde hasta hacia unos momentos el sonido de la risa de unos pequeños se escuchaba ahora reinaba el más doloroso silencio. A los pocos minutos lamentos se levantaban al cielo implorando vivir. La gente caminaba lentamente buscando ayuda, arrastrando consigo jirones de piel cual si fueran trapos, personas desfiguradas completamente. Sombras de lo que alguna vez fueron personas, niños. De lo que habían sido edificios impresionantes. Todo había desaparecido en un instante, y una pesadilla había tomado su lugar.

Despertó. Al abrir los ojos pensó por un momento que había perdido la visión. Sin embargo poco a poco distinguió luces, aunque su vista era borrosa. Sentía su espalda arder más que nada. Débilmente movió la cabeza y esperaba encontrarse entre aquellos matorrales, donde hacía no sabía cuánto rato, ella se había dormido. Pero se equivocó, ya no estaba en aquella colina, sino sobre una manta en una habitación llena de personas, con luces que colgaban siniestramente del frágil techo de madera y que iluminaban todo con luz espectral.

Se incorporó, y miró alrededor. Miles de personas que compartían la misma pesadilla que ella, se presentaron ante sus ojos; también doctores y enfermeros que corrían desesperados entre cama y cama, atendiendo a la mayor cantidad de personas que pudieran. Se levantó y parecía que nadie la notaba, se sentía invisible, como un fantasma. Con lo que quedaba de las plantas de los pies, que antes solían ser pálidas y que ahora eran como deformes muñones carbonizados, caminó entre el piso de tierra de aquel improvisado campamento.
No podía quedarse allí, su meta era otra. Encontrarlo a él. Tenía que entregarle el almuerzo, eso era todo.
Salió por la entrada de lona del campamento y se encontró con aquel paisaje que le pareció sacado de una morbosa pesadilla. Nada la detendría ahora.
Caminó y caminó, con la mirada perdida, ya no reparaba en los alaridos de las personas que pasaban a su alrededor, trasladas en camillas; ya no le importaba el ardor de su espalda ni el dolor de sus pies. Sólo le importaba encontrarlo a él. A su esposo. A su Syaoran.

Tras caminar lo que podía ser una eternidad o unos cuantos minutos, le vio. A él, tirado en el suelo. Se inclinó como autómata para tocar su cabello. Lo que quedaba de aquel castaño cabello. Y aquel rastro de humedad que había sentido antes, volvió a su rostro.
Allí estaba… su Syaoran. A quien le iba a entregar el almuerzo. A quien le había dado un beso de despedida, sobre esos labios suaves que tanto adoraba besar y que ahora no había rastro de ellos en aquel rostro inerte.
Movió desesperadamente su cuerpo intentando hacerlo reaccionar pero sabía que perdía el tiempo, que él no volvería a abrir sus ojos. No sentiría su mirada chocolate admirándola, ni sus labios sobre los suyos. Nunca más escucharía un te amo.

Ellos habían traído el infierno. Aquellas aves de metal. Y ese infierno había consumido la vida de miles de personas, entre ellas, la de su amado. Aquella vida que la cuidó desde siempre, que la salvó de aquella pandilla, que defendió su amor en contra de cualquier cosa. Una vida que era su propia vida, y que ahora se había esfumado, dejando a su alma igual que todo su alrededor. Vacío y muerto.

Volteó el cuerpo de él cuidadosamente para poder besarle por última vez. La frialdad de su cuerpo se transmitió hasta ella congelando su delicado corazón y entonces pidió morir para estar junto con él. Y de pronto, no supo más nada.

 

Re: Limbo, Cielo, Infierno y Purgatorio

Que trágico suceso. Ni yo me podría imaginar el sufrimiento que habrán pasado tanta gente en aquella época, pero su relato hace vivir a uno por medio de la escritura, aquel catastrófico momento.
Les quedó excelente, sigan así...