Detras de la mascara...

Re: Detras de la mascara...

Hola, lamento la gran demora y aparecerme sin conti. Les prometo que para el sabado-domingo les traigo la conti... la haría ahora mismo, pero realmente me duele mucho la cabeza y me siento agotada. Sin contar que tengo que estudiar hoy y mañana ¬¬
Espero me sepan entender, pero verán que para mí es dificil ya que el colegio me está ocupando horas extra, en especial en esta semana que hicieron la semana de las artes.

Kisses!!!

 

Re: Detras de la mascara...

IMPORTANTE LEER

Necesito, para terminar la conti, que vayan a mi blog y voten qué es lo que quieren para el final. Así lo hago acorde a lo que la mayoría quiera. Yo les daré las opciones, pero ustedes pueden optar por proponer una nueva.

Para ingresar clickeen en la B que está al lado de mi avatar. O ingresen al siguiente link:

Blogs - Detrás de la máscara

Una vez terminado eso, voy a publicar la conti sino hasta que la termine, así me lleve ocho páginas

Intentaré terminarla lo antes posible, después de que ustedes contesten.

Gracias!!!


Kisses..!



PD: Para aquellos que quieran contestar acá (no estoy segura de que se pueda) o en caso de hacerlo en mi blog, no sólo dejen la letra. Porque les van a borrar el post.

 

Re: Detras de la mascara...

Cap. 30: ¿Uno es lo que es... o siempre hay algo más?


Se despertó tras el abrir de la puerta. Alguien había entrado a la habitación. Se levantó suavemente, sin despertar a Kagome.

- Buenos días. Necesitamos hablar… - Dijo con voz serena. El peli-plateado sólo le siguió en silencio. Juntos bajaron a desayunar y a aclarar unos asuntos.



El hombre de ojos color sangre, intentaba terminar la última parte de su plan. La reina Izayoi, sólo era un eslabón para llega al verdadero objetivo; por lo tanto, en cuanto no le sirviera más, podría deshacerse de ella. Iba a retomar su reino, “Darkest”; éste se hallaba bordeando la montaña que separaba ambos reinos, sus aguas eran cristalinas, su pueblo vivía tranquilamente, sin notar la ausencia de su rey en los últimos meses, puesto que Bankotsu reinaba en su lugar. Cualquier habitante diría que Naraku podía ser tan diferente de lo que habitualmente era. Muchos le consideraban un gran rey; otros un buen rey, pero mala persona; para otros era buena persona y otros simplemente no opinaban, a falta de algo mejor.

- Señor. – Le llamó un hombre vestido por completo de negro, sumando una capucha del mismo color.

- ¿Qué quieres? – Preguntó fría y distantemente, notablemente molesto.

- Mi señor, la mujer no deja de chillar, se está lastimando las muñecas de tanto forzar las cuerdas, no quiere comer, y no obedece nuestras órdenes.

- ¿Es que no son capaces de mantener viva a una mujer? – Bufó con fastidio, mientras caminaba hacia la celda donde yacía aquella reina. Una vez a su lado, la tomó bruscamente el rostro, y la obligó a mirarlo. – Comerás, beberás y obedecerás. ¿Oíste? Al menos hasta que ya me sirvas.

- No tengo por qué hacer tales cosas. – Replicó.

- No lo hagas si no quieres, serás tú quien muera, a final de cuentas. – Tras dar un par de pasos, se volvió sobre sí mismo, y agregó: - Si no colabora, pueden torturarla. Pero procuren que no sea muy notorio…

- ¿Podemos divertirnos con ella? – Preguntó un hombre.

- Hagan lo que quieran, pero manténganla viva… - Así, se alejó dejando a la reina ya adulta, a merced de aquellos repulsivos hombres, que planeaban jugar con ella hasta el cansancio.


Unos ojos achocolatados se abrían perezosamente, siendo molestados por los rayos del sol. La joven que dormía en su cama, se desperezaba lentamente. Hasta que recordó que no había dormido sola. Se levantó de un brinco. Buscó con la mirada, pero estaba sola en la gran habitación. Finalmente, se resignó y se dirigió al baño.

Una vez bañada, vestida y peinada, decidió que tenía hambre. Por lo fue a la cocina, para tomar su desayuno.


- Kagome, me alegra verte… ¿No has visto a mi madre? – Preguntó el albino preocupado.

- Bueno… - No sabía cómo explicar que se había quedado con Sesshoumaru, en vez de ir en su búsqueda. Y para colmo que nada había sucedido.

- Yo… yo sí la vi. – Comentó entrando al comedor.

- Rin… - Murmuró Inuyasha, casi sorprendido. - ¿Adónde? – Se apresuró a preguntar.

- Ahora… lejos de aquí, es lo más seguro. Pero sé que se la llevó Naraku… No pude hacer nada, lo siento. – Dijo fingiendo estar apenada.

- No lo sientas, no es tu culpa. – La consoló. –Pero… cuéntame lo que sepas, así la iré a buscar.

- Bueno, no sé mucho. Sólo que la tomó y se la llevó; ya que para cuando yo había llegado, nadie quedaba allí.

- Gracias. ¡Papá! ¡Papá, baja pronto! – Exclamó eufórico, pero guardó silencio al ver la figura de su padre aparecer tras las puertas.

- ¿Por qué gritas? ¿Qué es ocurre? – Preguntó extrañado, pero con una esperanza de que sea lo que esperaba.

- Es Naraku, él tiene a mi madre.

- Bien, ya mismo marcho a buscarla. – Dijo con determinación.

Una risa burlona se oyó desde la entrada; todos, al voltear a ver al dueño, se encontraron con unos ojos dorados como el sol, mas no poseían su calor, eran fríos como un témpano de hielo y miraban con un brillo similar a la diversión.

- ¿Sabes algo que nosotros no sepamos? – Preguntó Inuyasha en tono amenazante, mientras se arrimaba a su hermano.

- No es “saber” precisamente, pero podríamos decir que sí… - Hizo una pausa, larga a la vista de la mayoría. – Si es como dicen, y Naraku se llevó a esa mujer, es porque tiene planes y pretende que vayan a buscarle. Ve tranquilo, y espera tu muerte, ve y hazle compañía a esa, tu esposa, a la que llaman reina. Ve tranquilo, que el reino no morirá contigo. – Se burló.

- Sesshoumaru tiene razón. Deberían esperar a que Naraku juegue sus cartas, y luego de analizar la situación, actuar. – Acotó Miroku, que se encontraba al lado de Sango, tomándola de la mano.

- Eres un… - Murmuró Inuyasha totalmente molesto. Odiaba que siempre tuviera la razón.

- Si me permiten opinión, - Kagome logró la atención de los presentes – Naraku no demorará mucho en actuar. Piensen: ¿Qué harían ustedes en su lugar?

- No entiendo… - Se quejó Sango.

- No tenías que entenderlo, tampoco. A aquella persona que necesite el consejo, estoy segura de que sabrá qué hacer. Sólo… deben pensar en qué harían ustedes, con el ingenio de Naraku, en su lugar… Deben dejar de pensar en eso ahora: como dijo Miroku, dejen que él actúe primero.

- Si Izayoi no está… ¿La boda no se lleva a cabo? – Preguntó ilusionada, Rin.



El sol ya comenzaba a caer, el cielo tomaba tonos rojizos, anaranjados, amarillentos y rosados. Frente a una iglesia, un montón de carrozas y carros yacían estacionados. Las personas, dentro, vestidas de blanco o rosa claro, las mujeres, y de negro o marrón, los hombres.

El salón, decorado en tonos claros, las paredes decoradas delicadamente. En las mesas, había floreros por centros de mesa. En una mesa más apartada, detrás de la gran torta, estaban los regalos recibidos. La torta poseía tres pisos, recubierta en tono blanco, con decoraciones en rosa. En la parte más alta, dos figurillas, que representaban a los que estaban por casarse.

En el altar, yacía un Sesshoumaru vestido de traje negro. Camisa blanca y, sobre ésta y debajo del saco, un chaleco a cuadrillé gris. En vez de corbata, un moño negro y el pelo recogido delicadamente, pero sin parecer afeminado. Lucía preocupado, pero no por el casamiento, sino porque no encontraba lo que buscaba, o a quien buscaba.

Pronto se vio entrar a la novia, vestida de blanco. Su vestido, largo hasta el suelo, poseía un corset, ajustado a su busto, con decoraciones en relieve con hilo. Ajustado hasta la cintura, de ahí hacia abajo, era más suelto, aunque dejaba ver su buena figura. En sus brazos, unos guantes blancos, que llegaban hasta antes del codo. En su cabeza, un velo hacia atrás, enganchado por una diadema. Sus zapatos no se veían, por lo largo del vestido, pero se podía apreciar que eran de taco alto. Sumando un ramo de flores, sostenidos por su mano izquierda.


Pronto llegó el momento… El sacerdote comenzó su discurso sobre el significado del matrimonio.

- El matrimonio, no sólo es la unión entre dos personas, es… - El anciano tardó casi quince minutos relatando acerca del tema, de lo que debían o no hacer, cuando dijo: - Si alguien tiene algo que objetar, que hable ahora, o calle para siempre.

Al oír esas palabras, Rin miró aturdida a Sesshoumaru. Las cosas no estaban saliendo como lo habían planeado. El silencio reinaba en el gran salón, nadie se atrevería a detenerlos en ese momento.

- Sesshoumaru Taisho, ¿aceptas a esta mujer, Rin Aikido, como tú legítima esposa? – Preguntó, creyendo que iba a oír una negativa, aunque estuviese a escuchar puros acepto, no estaba demasiado seguro de oírlo de él. Creyó que iba a negar, pero…

- Si tengo la atención de todos los presentes. – Pidió Rin. – Antes de que esto continúe, debemos agradecer a todas aquellas personas que hicieron posible esto. – Dijo intentando hacer tiempo. A todos les pareció correcto el agradecimiento. – Bueno, primero que nada, al Sr. Taisho, a la Sra. Izayoi, a mi madre, padre, a mi hermana, que hubiese querido Dios que esté acá, a Inuyasha y Miroku, a Kikyo y a Sango, al sastre que diseñó mi vestido, al cocinero que preparó la torta. Y en especial… a Kagome. Aunque estoy segura de que es ella quien debería estar aquí, en estos momentos, y no yo. Es por eso, que con todo respeto, le pido que donde quiera que esté, que venga aquí…

La cara de sorpresa no era bien disimulada por nadie, siquiera por los familiares de ambos jóvenes. El silencio no tardó en reinar el salón, mas fue apagado por inmediatos murmullos, al notar que la aludida no aparecía…


- Kagome, ¿estás aquí?

- Lamento informarles que ella nunca llegó… yo creí que había salido, pero desde esta mañana, después del desayuno, cuando la familia Taisho la vio, no la he visto…

- ¿Cómo dice? ¡Eso no es posible! – Exclamaron todos horrorizados.

Las puertas de la iglesia se abrieron, una mujer muy desarreglada entró. La mayoría tardó en reconocerla: mal arreglada, el pelo desacomodado, la ropa sucia y rota, su rostro lastimado, y sin guardaespaldas… no parecía la Izayoi que todos conocían.

- ¡Izayoi! – Exclamó Inu No Taisho, al tiempo que corría a abrazarla. - ¿Estás bien?

- Yo… sí. No detengan la boda continúen.

- No se puede. No sin Kagome. Yo me rehúso a casarme este día, con éste hombre. Yo no le amo, ni él a mí, ¿De qué serviría casarnos así? Ambos infelices. No tendría ningún sentido.

- Bien, ahora… me largo a buscar a Kagome.

- “Kagome”, “Kagome”, ¿es lo único que sabes decir? A esa mocosa se la llevó Naraku… a no sé dónde. Dijo algo de terminar lo que no lo dejaron en un principio…

- Debo irme, ya sé dónde puede estar. No me esperen. – Dijo mientras se encaminaba hacia la puerta, mas nunca las atravesó: se cerraron antes de que él llegue a ellas.

- No irás tras ella. Es un acto suicida, no irás solo, por lo menos. Deja preparar un ejército. Luego, ve a buscarla.

- Creo… que no es un buen momento para decirlo… pero… queremos que todos sepan, que estoy embarazada. Que el padre de mis hijos y amor de mi vida, es Miroku. – Dijo feliz.

- Nos casaremos en cuanto encuentren a Kagome. No nos podemos casar en una situación así…

Kikyo la miró sorprendida. – ¡Felicidades! - Fue la primera. Tras ella, todos la felicitaron. – Dime… ¿Ya sabes de cuánto?

- Creemos que serían como tres meses. – Dijo sonriendo, su rostro destellaba alegría en todos sus gestos.

- Ohhh, ¡y yo que creía que habías comido mucho postre! – Casi gritó, Inuyasha, de la sorpresa.

- ¡Inuyasha! – Le reprocharon todos.

- ¿Qué? Si era cierto.




- ¿Qué es lo que deseas? Dímelo… - Pidió una joven de cabellos oscuros como la noche. - ¿Adónde vamos?

- Shhh. Calma. Sólo quiero darte lo que ese inútil no te supo dar, él no te supo valorar. – Se sorprendió que palabras tan lindas, salieran de un ser tan malvado, como ella lo creía.

- ¿A qué te refieres? – Preguntó aparentando serenidad, sabía que si chillaba y se alteraba sería peor. Que lo mejor era mantener la calma, o aunque sea aparentarlo.

- Verás… te llevaré a mi reino, donde serás la reina y señora. Donde se hará lo que quieras, donde te complaceré en lo que pidas. Ahora, descansa. – Iban en un carruaje. Kagome estaba en brazos de Naraku. Le costaba moverse y no recordaba cómo había llegado allí. Sintió una mano acariciarle la mejilla suavemente. Un escalofrío la recorrió, es que no se imaginaba a tal ser, siendo tan amable.

- ¿Así que ahora eres romántico? – Se burló.

- Ríete si quieres. Pero sabes que no todos somos lo que aparentamos… Que la mayoría se esconde bajo una máscara, y hay que saber ver detrás de ella, para conocer realmente a las personas.

- Tus palabras son muy dulces… Pero ¿Cómo saber yo, que no me harás daño?

- No puedes saberlo… pero descuida, cuando estemos en Darkest te lo haré saber. Ahora estás débil.

- Quiero saber cómo me trajiste aquí. – Kagome intentó pararse, mas Naraku no se lo permitió.

- No te dije que te pares. No fue fácil. No quieres saberlo, créeme.

- Déjame ir. ¿Por qué yo y no otra persona?

- Porque eres diferente. – Las lágrimas comenzaban a salir como lluvia, de sus ojos, ahora, empañados. Le daba tanta impotencia, odiaba no poder hacer algo para volver con Sesshoumaru, y lo odiaba a él, porque pudo cambiar la opinión que tenía suya, en un solo momento.

- Te odio, te odio, te odio… - Murmuraba muy suavemente, no tenía casi energías, no sabía lo que Naraku le había hecho y se odiaba a sí misma, por ser tan débil.

- Aprenderás a quererme, o vivirás con ello… - Le contestó, mientras le acariciaba el pelo, para que se duerma. No tardó en caer en los brazos de Morfeo.

En su sueño, le mostraba la vida que no tendría junto a Sesshoumaru, ya que él se había casado con Rin. O eso creía ella. Y la vida que llevaría junto a Naraku, que no valía la pena huir, que ya todo lo que quería estaba perdido y se había caído. Que no le quedaba más que aceptar lo que Naraku le daba… Después de todo… si había podido cambiar lo que ella opinaba de él en tan poco tiempo, pronto se acostumbraría a él. O de eso se quiso convencer.

Sus ojos se abrieron de golpe, se despertó llorando. Miró asustada a Naraku y lo maldijo una y otra vez. Sabía que eso sólo lo hacía para ganársela, que él no había cambiado, que era el mismo cínico que la había querido matar tantas otras veces.

- Eres… un loco, un cínico, un maldito infeliz que no hace más que arruinar las vidas de las personas. – Su mejilla le comenzó a arder, Naraku le había propinado una cachetada.

- Intenté hacerte las cosas fáciles, pero no las aceptaste. Quieras o no, serás mi mujer. ¡Si no es por las buenas, será por las malas! Sesshoumaru se llevó a mi mujer, yo me llevaré a la suya.

- ¿Así que sólo soy eso? ¿Una venganza? – Gritó con lágrimas en los ojos.

- ¿Qué más sino? ¿Acaso creías que me importabas, que alguien te amaba? Incluso Sesshoumaru te usaba.

- ¡Eso no es cierto! – Naraku la golpeó de nuevo, si no aprendía respeto, se lo impondría.



Una semana había transcurrido ya. Sesshoumaru se encontraba ya en Darkest. Había buscado a Kagome día y noche hasta el cansancio. Pero no la encontraba… En el valle, todo iba mejorando con el pasar de los días.


Kagome, que había sufrido a Naraku, lo odió más que nunca. La había obligado a tantas cosas… No podía ni defenderse, de lo que él le quisiera hacer. Estaba exhausta y débil. Y no conocía el motivo, mas sabía que tenía nombre.

Era viernes, de nuevo. Naraku, paseaba a Kagome como si de una esclava se tratase. Aunque, por lo menos, iba bien vestida.

Le pareció ver algo por la calle, algo extrañamente familiar. Vio unos ojos dorados como el sol, y cabellos plateados como la luna. No pudo contener un grito, llamándolo. Estaba feliz, feliz de verlo, lo extrañaba tanto, le hacía tanta falta, aunque sea verlo, nada más. Él la reconoció enseguida, y también a su opresor. Naraku la golpeó fuerte por eso. Pero estaba acostumbrada, ya.

Al encontrarse cara a cara, ambos sacaron sus espadas, dispuestos a pelear. Ella se quedó del lado de Sesshoumaru, para poder irse con él.

La batalla había comenzado, ese sería el final de alguno los dos. Naraku, en primer instancia, había lastimado el brazo derecho de Sesshoumaru, por lo que le costaba manejar bien su espada. Sesshoumaru no se había quedado atrás, no desaprovechaba cuanta ocasión se le daba, para lastimarlo.

Pronto se formó una muchedumbre a su alrededor, que tan pronto como llegó, tomó distancia, ya que nadie pretendía salir herido.

Finalmente, uno calló. Todos se acercaron a ver, y no dejaron a la pobre Kagome arrimarse. Estaba preocupada, preocupadísima. Temía que algo le haya pasado a su amado… sí, aún lo amaba, aún creyendo que se había casado, aún dando por hecho que debería vivir con Naraku… aún seguía enamorada de él, de su Sesshoumaru.

Pronto se hizo un lugar entre la multitud, y allí lo vio. Tirado en el piso, con una herida en el estómago, y otras menores en brazos, pecho y piernas. Corrió a su lado llorando, no lo pudo evitar. Cuando le vio moverse, y cayó en la cuenta de que aún respiraba suspiró aliviada. Luego miró a Naraku, que se encontraba en situaciones parecidas, pero su pérdida de sangre era mayor.

- Ven, vámonos. – Pidió Kagome.

- No, primero debo matarle. – Era terco, lo sabía, pero le gustaba así, terco y testarudo.

- No vale la pena… Aunque merezca morir, no somos quienes para decidir quién vive o quién muere.

- Esa es la Kagome de la que me enamoré. – Contestó dándole un tierno beso.

- Tú… no te…

- No, te esperaba a ti… Si quieres, llegamos y nos casamos.

- Si, pero primero hay que curarte, ven. Vamos. – Algo le impidió avanzar. Miró hacia abajo y notó la mirada rojiza sobre la suya.

- Quizá yo no sobreviva, pero… siempre habrá algo mío en el mundo…

Recordó sus palabras:
“No todos somos lo que aparentamos… Que la mayoría se esconde bajo una máscara, y hay que saber ver detrás de ella, para conocer realmente a las personas.”

Y se puso a pensar… que ella amaba al hombre que ahora estaba a su lado, por cómo era en verdad. Ella lo amaba después de conocer aquello oculto, aquella calidez que se escondía bajo una máscara de frialdad. Quiso pensar en qué máscara podía estar usando ella, pero decidió que para eso tendría tiempo luego…

Sin darle importancia, tomaron el camino de regreso al valle, donde Sesshoumaru ya era rey. Donde el trono esperaba por la reina…


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Bien, ese es el final. Espero que les haya gustado. Ya luego pondré el epílogo. si?

Quiero aclarar que lo dejé todo junto, para que no tengan que andar leyendo por partes, además les hice esperar por esto, hací que creí que era justo que lo deje todo junto.


Espero, de verdad, que les guste!!

Kisses..!

 

Re: Detras de la mascara...

Creo que el final no agradó a muchos =/, pero bueh.
entre hoy y mañana dejaré el epílogo, y si quieren les dejaré un "final suplementario", para aquellos a los que no les gustó el que yo hice. Pero eso sí, diganme cómo quieren que sea. para que sea de su agrado. Si? Porque con este yo quería dejar conformes a quienes les agrada Naraku.

Kisses..!