Mini-rol A Harmonious Rest | Samurai Senso

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Nekita, 9 Noviembre 2025.

  1.  
    Nekita

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    Con todo lo que estaba pasando siempre se agradecía poder tener un tiempo para hacer pausa y descansar, despejar la mente de la guerra, el eclipse y de todos las hilos que se tensaban con cada descubrimiento o nuevo plan para tratar de ganar un conflicto humano y sobrenatural.

    Les habían permitido volver a Gifu por un corto tiempo con la posibilidad de alojarse en el Oyaji de la ciudad gracias al señor Minamoto y vaya que no iba a desperdiciar ese generoso extra que les habían dado.

    Se tomó su tiempo en las aguas termales después de haberse dado un muy cuidadoso baño, extrañaba el agua caliente, extrañaba relajarse dentro del agua y saber que luego de eso podría tomarse todo el tiempo del mundo de dedicar a lo que muchos podrían creer que era vanidad al arreglarse.

    Pero era una parte integral de su persona, lo ayudaba a sentirse bien y como una persona funcional y no como una que estaba lidiando con temas que lo sobrepasaban.

    Cuando finalmente decidió que ya necesario salir, se vistió en un yukata blanco que ofrecía el establecimiento y salió en dirección al pasillo todavía con su cabello algo húmedo acompañado de una pequeña cesta con todas sus cosas.

    —¿También fuiste a disfrutar de las aguas termales, Kohaku? —Preguntó con una sonrisa cuando lo notó también recorriendo la salida de aquella área, le era fácil reconocerlo por sus distintivas características, características que por ejemplo faltaban en él por la falta de su maquillaje o vestuario rojo.
     
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    Gigi Blanche

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    La estadía en la capital de Gifu era la calma que antecede a cualquier tormenta. Me resultaba extraño el privilegio de dormir en un futón mullido o hundirme en las aguas termales cuando la guerra palpitaba, el eclipse no cesaba y la tierra, lentamente, moría. Suponía que esta era la ventaja de los ricos y los nobles, a quienes la desgracia los alcanzaba con retraso. Las reservas de las grandes ciudades comenzarían a agotarse, sin embargo, y no quería pensar en los conflictos sociales que vendrían con ello.

    Se suponía que había venido a esta onsen para relajarme tras los entrenamientos y aquí estaba, pensando en un montón de cosas angustiantes. Me hundí en el agua hasta la mitad de la cara y suspiré, generando burbujitas que estallaron frente a mis ojos. O, mejor dicho, mi ojo. Mi visión ya se había habituado lo suficiente y era extraño recordar la ausencia. En cierto momento alcé las manos, noté que mis dedos se habían arrugado como ciruelas encurtidas y supuse que iba siendo hora de salir. No me apetecía nada, pero aún debía cenar e irme a dormir. Mañana tocaba otra sesión de entrenamiento en el dojo sur y, de por sí, tener que recorrer toda la ciudad era cansador.

    Abandoné el agua, me sequé un poco, regresé el parche a su lugar y anudé sobre mi cuerpo la yukatabira que ofrecía el establecimiento, botando el aire en un suspiro relajado. Con el eclipse, la temperatura seguía descendiendo de forma considerable; calentarse los huesos de esta manera era un auténtico lujo. Ingresé de regreso a la antesala de las onsen y alcé la vista de repente al topar con Akihito, quien parecía haber coincidido conmigo tanto en actividad como en tiempo. Sonreí y me incliné en una breve reverencia a modo de saludo.

    —No debe haber mejor forma para acabar el día que relajando los músculos en un montón de agua caliente —bromeé, junto a una risa breve—. ¿Has disfrutado el baño, Akihito-san?

    Por inercia habíamos comenzado a caminar hacia la próxima puerta fusuma y, en el proceso, no pude evitar echar un vistazo a lo que el muchacho llevaba consigo: una cesta, pequeña pero llena de frascos de diverso tamaño. ¿Qué... era todo esto?

    —¿Estás trabajando en algún antídoto nuevo? —se me ocurrió arriesgar, subiendo a sus ojos, aunque mi teoría no calzaba demasiado bien con el momento ni con el lugar.

     
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    Nekita

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    Le causaba algo de pesar ver un poco más de cerca a Kohaku, no sabía la razón por la cual había perdido un ojo en el poco tiempo en que habían estado separados, pero también, si se lo ponía a pensar de manera cuidadosa con todo lo que estaba pasando era casi de esperarse que tragedias así pasaran. ¿Lo habría perdido en el mismo combate donde habían perdido a Rei? Le daba algo de miedo preguntar y tampoco sabía si era un tema delicado así que no dijo nada y dio por obviado el tema.

    Tenía que centrarse en que dentro de lo que cabía, estaba bien y a salvo.

    —Estoy completamente de acuerdo contigo, acabar el día de esta manera es realmente satisfactorio... —Paso una de sus manos por su cabello para colocarlo todo sobre su hombro derecho —A decir verdad sí, hace mucho que no podía darme un baño con tiempo y cuidado. Lo extrañaba.

    Miró su cesta por unos breves segundos con la pregunta antes de volver a mirar a Kohaku, negando su suavidad su cabeza —No realmente, son cosas que me gusta usar en el baño cuando tengo la oportunidad —Uno a uno fue mostrándole varios de los tubos, unos contenían aceites, otros unas especie de distintos polvos y otros pocos plantas —. Son cosas para exfoliar o aromatizar el cuerpo y el cabello, ¿qué te parece?
     
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    Gigi Blanche

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    Oír a Akihito concordando conmigo me estiró bastante la sonrisa y asentí, reparando brevemente en cómo deslizaba su pelo, tan largo, sobre uno de sus hombros. Tanto él como Rengo lucían extensas cabelleras, ahora en colores opuestos, y ya había pensado un par de veces que se veían bien juntos. También me había preguntado si no les resultaría molesto, o se les dificultaría lavarlo, o les daría calor en verano. Con todo, el movimiento de Akihito alzó un delicado aroma a flores que danzó cerca de mi nariz, haciéndome sonreír.

    —Los pequeños placeres que le dan sentido a la vida —comenté, un poco al aire y para cerrar el tema.

    Aún a sabiendas de que mi teoría era improbable, realmente me sorprendió descubrir que todos aquellos frascos y productos eran dedicados al momento del baño. Nos detuvimos incluso antes de alcanzar la puerta y le dediqué mi entera atención a su pequeña exposición, sin disimular la curiosidad que me había picado y lo mucho que... que no entendía. ¿Exfoliar? ¿Para... los pies, quizá? Recordaba que había piedras volcánicas, y que algunas mujeres de la villa las habían solido utilizar con el propósito de suavizar su piel. Conecté ideas un poco de repente y sonreí, levemente divertido.

    —Con razón hueles tan rico, Akihito-san —murmuré junto a una risa, aún abstraído en su cesta—. Con permiso.

    Me tomé el atrevimiento de agarrar un tubo y lo acerqué a mi nariz, disfrutando del aroma.

    —¿Los destilas tú? —supuse, al tanto de sus conocimientos boticarios, y tras regresar el frasco a su sitio subí a sus ojos con un ligero entusiasmo—. No se me había ocurrido nunca aprovechar lo que sabemos para elaborar aceites aromáticos, al menos no en sentido... ¿estético? ¿Personal? Tú me entiendes.

    Deslicé la puerta y lo invité a pasar primero con un leve movimiento de mano. Parecía un muchacho sofisticado, o al menos lo era a mis ojos, tal y como me ocurría a veces con Hachi. Él estaba aquí, con su largo cabello impecable, la yukata sin una arruga, oliendo a flores y cargando una cesta atiborrada de productos, mientras que yo... pues me había bañado con agua. Me avergonzaba un poco, pero no lo suficiente para mellar mis ánimos o modificar mi comportamiento.

    —¿Eres de la capital, Akihito-san? —pregunté, sereno.

     
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    Una sonrisa se le escapó cuando halagó su aroma y en respuesta decidió dar una breve reverencia para agradecerle, no creía que fuera especialmente disfrutar de esos halagos cuando sabía que había invertido tiempo en causar ese efecto. —Supuse que, con todo lo que esta pasando mínimo podría darme ese confort para que dure un tiempo mientras se va yendo naturalmente el aroma. —También no sabía cuando volverían a encontrarse con unas aguas termales o ese tiempo de paz para realizar toda esa rutina, mínimo quería que le durara la sensación de limpieza.

    Extendió un poco la cesta hacia él para que pudiera ver o agarrar lo que más le llamara la atención y esperó curioso para cualquiera de sus preguntas.

    —Estos personalmente no... me ayudó a hacerlos en su momento el hermano de Rei, y ya no me queda mucho de los aceites, eventualmente tendré que tratar de hacerlo solo, los demás son más sencillos, son plantas aromáticas o cenizas. —Estaba bastante feliz de poder explicar esa clase de cosas, no recordaba realmente si alguna vez había tenido la oportunidad de explicar esa clase de cosas a alguien así que, su emoción era realmente genuina.

    —De Kameoka, así que técnicamente no de la capital pero si de la prefectura de Kioto —Nuevamente agradeció el gesto de dejarlo pasar primero y salió a la área común —. Mi cuarto está en esa dirección, ¿tu también vas por allí? Quizás podamos platicar un poco más~
     
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    Gigi Blanche

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    —Si algo nos enseña estas circunstancias es a valorar, ¿cierto? Hasta las más pequeñas cosas —reflexioné, abstrayéndome apenas un segundo antes de renovar mi sonrisa. Le mostré una de mis manos, riéndome—. Quedarse en el agua hasta parecer ciruela encurtida prueba el punto.

    Mientras husmeaba entre sus frasquitos, me pregunté cómo habría sido su experiencia en las islas siendo un muchacho tan preocupado por su higiene. La mención de Rei me hizo regresar a sus ojos y me forcé a ignorar el pinchazo de culpa que sentí por, en cierta medida, haber obviado que era su hijo. La información existía en mi mente, sólo no terminaba de afianzarla. Por nunca haberlos visto juntos, quizá, y por la ausencia de similitudes físicas. Era poco de su muerte... ¿Cómo lo estaría llevando?

    —¿El hermano de Rei? —puntualicé, pues desconocía el detalle, y al saber que estos aceites no eran de su elaboración asentí, regresando el último frasco a la cesta con delicadeza—. Suena divertido, destilar diferentes flores y ver qué sale.

    Akihito no era de la capital pero sí había crecido cerca de ella, y me pregunté si ese hecho contribuiría a que, frente a mis ojos, fuera un muchacho tan... citadino.

    —Ya veo —murmuré, echando un vistazo por el pasillo—. Yo soy de la prefectura de Akita, bastante al norte, así que todo lo relacionado a la capital es como un mundo completamente diferente para mí. —Lo miré y mi sonrisa se ensanchó—. El mío también, vaya coincidencia. Tendrás que soportarme un rato más, Akihito-san.


    Era una broma, por supuesto.
     
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    Nekita

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    —Y sin lugar a dudas, miras hacia atrás y te das cuenta de todo lo que quizás no valoraste tanto...—Había tantas cosas que sentía que pudo haber aprovechado de mejor manera, más momentos, más pláticas, incluso hubiera preguntado mucho más para conocer más sobre más personas... pero ya nada podía hacer con el pasado, tan solo podía tratar de aprovechar su presente.

    Como valorar quedarse como ciruela por el agua caliente, como decía Kohaku.

    Asintió vagamente ante la pregunta de Kohaku, el tema con él era delicado como todo lo que rodeaba a su familia pero se preguntaba si ahora con el eclipse su espíritu estaría con sus hijos o esposa, tratando de aprovechar cada segundo.

    Miró a su alrededor de manera discreta, comprobando si el fantasma de su padre estaría cerca porque sabía que, hasta el momento, no había tenido el coraje de preguntarle a qué se había referido con su participación para que muriera su hermano —Ya no se encuentra en este plano, lamentablemente, a él lo observaba hacer toda esa clase de cosas y digamos que aprendí lo poco que sabía de herbolaria de hace varios ayeres gracias a él. También tiene una hermana, es médica, muy amable.

    Sonrió al recordarla, nunca se permitió ser cercano a la familia de Rei, su miedo lo había mantenido a una relación muy formal para evitarse problemas que muy probablemente solo existían en su cabeza, pero recordaba todo el esfuerzo que ella había hecho para tratar de que tuvieran un lazo más "normal".

    —¿Qué tan diferente es el norte? —Preguntó curioso, solo por ver a Kohaku sabía que tenían costumbres muy diferentes y eso le causaba curiosidad. Luego, escuchar que él también iba en la misma dirección también sonrió con cierta emoción, ¿era quizás la primera vez que alguien le preguntaba tantas cosas? Sí, bueno, descontando a Rengo.

    —Creo que tú tendrás que soportarme a mi, la verdad. Incluso si sientes que es apropiado podríamos seguir la conversación en mi habitación y acompañar la charla con té.
     
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    Contemplé su perfil al oírlo hablar de aquello que no había valorado en el pasado y me pregunté qué tipo de arrepentimientos estarían surcando su mente. Esbocé una pequeña sonrisa serena, comprensiva, y regresé la vista al frente. Los recuerdos... En nuestra situación, muchas veces mutaban en ilusiones y anhelos. Exacerbábamos lo perdido, revisitábamos lo lejano, y cuestionábamos nuestras decisiones de aquel entonces como si hubiese estado en nuestras manos el poder de un vaticinio absoluto. Pero no era así. Cuando el mundo se rasgaba en heridas profundas y los recuerdos se convertían en armas, apuntarlas hacia nosotros mismos era un error.

    —Las pérdidas son una constante en la guerra —reflexioné, en voz baja—. Supongo que, en la búsqueda de un cambio tan radical, es inevitable que ocurra. Es inevitable que, al jalar con tanta fuerza, la tierra no se rompa. Quienes cargamos las pérdidas asumimos una responsabilidad con ellas, de llevarlas con nosotros al nuevo mundo. —Contemplé el exterior, denso y oscuro, por las ventanas del pasillo—. Creo que incluso del suelo más contaminado puede brotar una pequeña flor. Este eclipse es prueba de ello.

    Decían que el caos crea oportunidades. Este fenómeno era nocivo e insostenible, y al mismo tiempo me obsequiaba una tregua para aprender a conocer mejor a mi padre. Me atreví a suponer, en silencio, que lo mismo le ocurría a Akihito. El día que lográramos restaurar la energía de Amaterasu y el sol brillara en el cielo, me despediría de él con una sonrisa. Me lo había prometido a mí mismo.

    Atendí a la precaución que tuvo antes de hablar sobre su tío y me pregunté si sería, precisamente, por Rei. Había fallecido. Curvé las cejas con un dejo de pena y exhalé por la nariz.

    —Desconozco por completo la historia de su familia —admití, conservando un tono de voz bajo por si acaso—. Lamento su pérdida. Aunque, si me permites el atrevimiento... ¿Un hermano herborista y una hermana médica? —Me reí apenas—. No le pega casi nada, ¿verdad?

    Qué tan diferente era el Norte... Mantuve la vista al frente, pensativo. No quería extenderme demasiado y tampoco sabía por dónde empezar.

    —Supongo que sabes, al menos vagamente, de la cultura de la gente del Norte, a quienes aquí se los llama emishi o... bárbaros a secas. —Sonreí con cierto sarcasmo—. Donde yo crecí había una confluencia de ambas tradiciones. Las costumbres, la religión, todo acabó entremezclado. Había un grupo de viejos amargados, los Ancianos, que se esforzaban por establecer la predominancia del sintoísmo, pero hay hilos que sencillamente permanecen atados al corazón de las personas. Generación tras generación. Por eso crecí rindiéndole culto a dioses como Ebisu o Inari, pero también tengo estos. —Señalé el tatuaje bajo mi ojo sano, sonriendo—. Por eso visto tan diferente, también. La ropa que usan ustedes me resulta bastante incómoda, de hecho. Por fuera de eso, hace mucho frío en invierno y se acumulan colchones de nieve inmensos. A veces era un incordio salir de casa, me la pasaba cavando. También cultivábamos y pescábamos, y teníamos una tradición relacionada a cazar osos y lobos.

    Suponía que era un resumen decente, aunque hubiera recortado muchísimas cosas. Que me invitara a tomar té a su habitación me sorprendió y lo miré sin filtrar la impresión. Al instante, sin embargo, solté una risa animada y asentí. Ya no me quedaba nada por hacer hoy, ¿por qué no aprovechar el tiempo en buena compañía?

    —Sólo si me dejas prepararlo —bromeé. Aunque, si éramos honestos, un poco lo decía en serio—. ¿En qué piso se encuentra tu habitación, Akihito-san?

     
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    Nekita

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    Akihito Shishio

    Escuchó a Kohaku hablar y conforme fue resonando lo que decía fue asintiendo con tranquilidad, ¿qué tanto podía cargar y qué tantas pérdidas podría realmente asumir durante todo este proceso de la guerra y el eclipse? Probablemente mucho más de lo que podía imaginar, y aunque eso le pesaba, esa era su nueva realidad hasta que todo volviera a estar en equilibrio y pudiera bajar la espada, como le había prometido a su padre.

    —Que envidia, cargas más sabiduría que yo siendo incluso más joven. —Dijo deteniendo momentáneamente su andar para mirarlo con una sonrisa agradecida por sus palabras antes de continuar su andar hacia las habitaciones, ¿sería porque Kohaku estaba más cercano a los temas espirituales que podía expresarse de esa forma o simplemente tenía eso de manera innata?

    —Bueno, su hermano rastreaba con él así que... si me lo preguntas a mi, eran el equipo completo, ¿no crees? —Diferentes habilidades que se complementaban, si lo hubieran querido quizás serían su propio equipo completamente funcional para dominar diferen—tes tipos de situaciones.

    El tema del norte le causaba mucha curiosidad, como ya le decía él, genuinamente conocía algo muy vago y poco concreto así que, escuchar sobre el tema de alguien que era esencialmente la fuente más directa que podría tener era bastante interesante para él. Pensar en las diferentes costumbres mezclándose en un solo lugar y resultara en algo que la gente simplemente iba haciendo más y más suyo conforme las generaciones pasaban.

    —¿Qué es lo que dirías que extrañas más del norte estando aquí? Quizás sin contar la ropa, ¿tenemos muchas capas acaso? ¿Qué es en si la parte que te incomoda? —Preguntó con curiosidad, observando al mismo tiempo la ropa que llevaba encima, ¿quizás el peso también de la tela? ¿Los cortes? —En otro tema completamente distinto...¿llegaste a cazar osos o lobos?

    Él, por ejemplo, no había disfrutado mucho tener que estar pescando en la humedad de la isla oki, construyendo o viviendo entre la arena y aunque sabía que no se podía comparar al ambiente donde seguro se había criado Kohaku, ni siquiera podía imaginarse cazando lobos, mucho menos osos para...¿alimento, piel? Cualquier cosa en realidad.

    No le pasó por alto la reacción de sorpresa ante su invitación de continuar la charla en su habitación, por un instante sintió que quizás había sobrepasado alguna especie de límite por realmente no conocerse tanto o era demasiada confianza de su parte preguntar eso y lo había acorralado a simplemente a aceptar, pero por suerte la risa que terminó soltando lo hizo dejar de pensar que había hecho lago malo.

    —Me parece bien, te dejaré la preparación del té a ti~ y está en el primer piso, quería tener una vista a los jardines del lugar —Señaló a una puerta que se encontraba a un par de pasos—, justo es aquí. —Añadió al detenerse, deslizando la puerta para abrirla y hacerle a una seña a Kohaku que podía entrar si así lo deseaba.
     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa

    La apreciación de Akihito me pilló desprevenido y solté una risa breve, rascándome la mejilla con un dejo de vergüenza. En el pasado siquiera me habría atrevido a verbalizar mis pensamientos, considerándolo innecesario o inoportuno. No creía que se tratara de sabiduría, sino, quizá, de cierto grado de introspección. Habían moldeado mi vida en base al silencio y la observación, y en ese inmenso espacio vacío había aprendido a elaborar mis propias reflexiones.

    —He leído demasiados pergaminos —respondí a modo de broma—. Donde crecí, mi rol era exigente y bastante opresivo. Me pasé la vida entera formándome para algo que, al final, jamás vino. —Suspiré levemente—. Pero nada es inútil. Agradezco poseer los conocimientos que fui recolectando, algunos son de mucha utilidad hoy y otros lo serán eventualmente... o al menos prefiero pensarlo así.

    Asentí para demostrar que opinaba como él; ciertamente, las habilidades dentro de la familia de Rei parecían complementarse bien, lo suficiente para darles cierto grado de independencia. Me preguntaba cómo sería su hermana, o qué habría ocurrido con su hermano, pero... ahora, incluso Rei nos había dejado. No vi prudente ni considerado seguir escarbando.

    No recordaba haber mantenido una conversación de este estilo sobre mi tierra natal con nadie. Le había confiado pequeños fragmentos de información a Hachi, Tamura y Yume, sobre todo durante el viaje en barco a las islas, pero no habían preguntado demasiado. Probablemente fuera la primera vez que alguien demostraba interés y me di cuenta que... me hacía feliz. Era agradable reconstruir las memorias, volver a visitar esos sitios enterrados en la nieve. Aquello que en su momento se había tornado odioso y agobiante, hoy me provocaba nostalgia. Entregaría todas las riquezas del mundo a cambio de recuperar tan sólo un día de mi infancia.

    —Era una vida apacible y sencilla —murmuré tras reflexionar un poco—. El apellido de mi familia, Ishikawa, que también era el nombre de la villa, se escribe con los kanji de piedra y río. Vivíamos rodeados por montañas, pantanos, el océano y un río pedregoso que desembocaba en el mar. Si tuviera que elegir algo... sería el suisei, la voz del agua, en otoño. A diferencia de la tradición japonesa, los pueblos ainu creen que todas las cosas que existen en la naturaleza poseen ramat, una suerte de... alma, si se quiere. Varios de los aldeanos hablaban del suisei, decían que la voz del río mutaba conforme la sucesión de estaciones. Recuerdo despertarme y oírlo, con todos los salmones regresando aguas arriba y los pescadores revisando las trampas, dándole gracias a Rep-un-kamuy, algunos, y otros a Fūjin. Mis hermanos, que solían dedicarle su tiempo a coleccionar guijarros, se apresuraban para ir donde los hombres y buscar piedras rosadas. Por algún motivo creían que los salmones teñían el suelo del río.

    Me reí, pues claramente no era así y jamás habían regresado con guijarros rosas. Hasta el final, sin embargo, no se habían rendido. Akihito preguntó por la ropa y volví a reírme, estirando los brazos hacia los costados.

    —¡Las mangas! —respondí—. Las mangas tan anchas me parecen un incordio. Tenía que vestirme con ropa de aquí, sobre todo en presencia de los Ancianos, pero para salir de casa e ir al bosque siempre me la quitaba. Y... no, realmente nunca salí a cazar. No era parte de mis responsabilidades ni obligaciones. A uno de mis hermanos pequeños le interesaba bastante, y se estaba volviendo muy bueno con el arco. Yo sólo iba al bosque a matar el tiempo y recolectar hierbas y flores. ¿Tú qué hacías, Akihito-san? Antes de la guerra.

    Nos detuvimos frente a su habitación, y mientras él deslizaba la puerta yo miré hacia un costado, sorprendido. Solté otra risa animada y señalé la puerta contigua a la suya mientras ingresaba.

    —Ahí me hospedo yo, no puedo creer que hayamos estado al lado todo este tiempo —comenté, entretenido, y miré alrededor; la disposición de la recámara era idéntica a la mía, así que sabía dónde encontrar las cosas—. Las vistas sí son hermosas, ¿verdad? No he dejado de imaginar cómo se lucirían bajo la luz del sol.

    Avancé hacia un costado de la habitación, donde se encontraban los elementos mínimos e indispensables para preparar té.

    este post se atrasó y viene patrocinado por la mini research que tuve que acabar haciendo del ciclo de vida de las especies de salmón que hay en el Mar de Japón JAJAJA

    worth tho, son bichos muy inteligentes wtf
     
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    Nekita

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    Akihito Shishio

    Era ligeramente amargo saber que todo ese conocimiento de Kohaku venía de un trasfondo opresivo, pero le alegraba que en cierta forma eso le hubiera impedido crecer a la amable persona que era ahora, y vaya, por suerte nada de lo que le enseñaron fue inútil si era capaz de expresarse con esa sabiduría y empatía.

    —Estoy seguro que así será, todo lo que uno aprende termina manifestándose en algún momento u otro. —Dijo finalmente para concluir el tema, no parecía ser algo que le trajera a Kohaku recuerdos muy buenos así que tampoco quería picar demás en ese tema y causarle alguna incomodidad, menos cuando tenía otros temas a los que podía preguntar.

    Parpadeó un par de veces un poco incrédulo tan solo con la primera información que escuchó, si su familia tenía el mismo nombre que la villa...¿eso no los terminaría convirtiendo en personas importantes? Quizás no al nivel de obviamente la realeza imperial pero, si quizás familias políticas fuertes, ¿no? Aunque, ¿qué tanto el norte se regía por esos detalles?

    Dejó eso de lado por un momento y el hecho de que no sentía que se estuviera refiriendo a su familia o el lugar en el que vivía en pasado para centrarse en lo genuinamente bonito que se imaginaba todo lo que le decía, inclusive no podía evitar tener una sonrisa en su rostro nostálgica solo por la manera tan personal en la que se lo estaban contando.

    —Suena muy hermoso, Kohaku —Admitió sin poder borrar la sonrisa de su rostro —. Creo que ni siquiera mi imaginación es suficiente para hacerle justicia a las imágenes que viste en esos otoños del pasado, y toda esa creencia suena muy linda. Gracias por compartirlo conmigo, en serio es algo maravilloso.

    ¿Cuándo habría dejado de tener esa oportunidad de ver esos sucesos? ¿Cuándo habría tenido que dejar su casa, su familia, para poder estar aquí presente en esta guerra?

    Luego, con el tema de la ropa bueno, era inevitable reír, tanto que tuvo que cubrirse los labios con precisamente sus mangas para no ser demasiado irrespetuoso. —Pero son muy buenas las mangas, en serio —Dijo todavía entre un par de risas—, te permiten ser bastante dramático, ¿sabes? Y puedes esconder cosas allí... pero, mira, entiendo como podrían ser algo estorbosas y que también se ve que es un estilo que también te favorece. —Asintió sobre la situación de caza y en cierta forma lo comprendía, aunque tenía que admitir que ciertamente iba a estar más impresionado si le decía que también cazaba en su pueblo natal.

    —Vecinos... quién lo diría, esta conversación estaba destinada a pasar —Asintió bastante seguro de si mismo mientras se adentraba a la habitación después de su invitado, cerrando la puerta una vez que ya se encontraba dentro —. Muy hermosas, a decir verdad estoy esperando también la mañana para arreglarme con esas vistas, hace mucho que tampoco tendría un escenario así para esa parte de mi mañana.

    Tomó asiento frente a la mesa que tenían en la habitación luego de dejar su canasta de baño un mueble cercano, no quería entorpecer el proceso de Kohaku con la preparación del té así que quedarse allí le parecía la opción más segura.

    —Y qué hacía yo antes de la guerra... una buena pregunta...—Acomodó un poco su cabello, pensando en que no sabía muy bien si tendría algo tan magnífico que compartir en comparación —Aprendía a bailar con mi madre en los jardines del templo donde vivíamos, trataba de seguir cada uno de sus pasos, de pisar y moverme con la misma gracia con la que ella lo hacía hasta que ella tomaba asiento y me dejaba intentarlo por mi cuenta al ritmo de su flauta.
     
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    Kohaku Ishikawa

    Las palabras de Akihito fueron cálidas y me supieron genuinas, y percibí una sensación dulce y agradable instalándose en mi pecho. Sonreí más amplio y cerré los ojos un instante, mientras asentía con la cabeza a modo de agradecimiento.

    —Gracias a ti por preguntar —respondí, en un tono suave.

    Mi queja sobre las mangas de los kimonos le arrancó una risa, aunque noté que buscó cubrirse la boca y pensé, si la memoria no me fallaba, que quizá fuese mi primera vez conociendo a alguien tan o más formal que yo. No lo parecía por su forma de referirse a mí, aunque también era cierto que me superaba en edad. En aquel gesto, sin embargo, y en la forma que acomodó su cabello, su elegancia al caminar, detectaba retazos de una educación concreta, una que no se asemejaba a la de los guerreros. Me reí al oír que las mangas servían a un efecto dramático y asentí, pues podía imaginarlo.

    —Pero ¿no se caerían? —cuestioné, viendo sus propias mangas e intentando imaginar cómo guardar cosas dentro.

    Ingresé a su habitación y me pregunté, en mi fuero interno, a qué se referiría exactamente con "arreglarse" por la mañana. Lo vi depositar su cesta de productos e intenté atar cabos. ¿Sería algo de peinarse, lavarse la cara, y tal? ¿Yo qué hacía al despertarme? Me levantaba del futón, saludaba a Chiasa, me vestía y... ¿y ya? Comencé a encender el pequeño brasero hibachi y, luego, a verter el agua fría dentro de la tetera de hierro, todo mientras lo escuchaba tras mi espalda. Sonreí sin darme cuenta al imaginarlo bailando con su madre y pensé que la imagen le sentaba.

    —¿Qué flauta tocaba? —pregunté, volviéndome hacia él; en mi rostro se mantenía la sonrisa—. Suena como un hermoso recuerdo, Akihito-san.

    Me acerqué a él y, antes de seguir hablando, decidí zanjar el asunto por adelantado.

    —Antes de seguir conversando, ¿me esperarías un segundo que busco las hojas de té de mi habitación? También... —Dudé un momento antes de agregar—: ¿Te molestaría si traigo a Chiasa?

    Recordaba la forma en que Rei se había encariñado de la pequeña ardilla y pensé que quizá fuese buena idea que pasara tiempo junto a su hijo.
     
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  13.  
    Nekita

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    Akihito Shishio

    Sonrió ante la obvia y justa pregunta que le hizo, sí, en efecto podrían caerse sin los trucos adecuados. Se levantó tranquilamente y abrió un cajón donde había guardado su ropa, movió un par de telas y finalmente sacó dos círculos hechos de listones, muy grandes como para colocarse como accesorios en la muñeca, y definitivamente no tan firmes como para mantener una coleta.

    —Es un pequeño truco, ¿sabes? No se si mi madre lo habrá aprendido de alguien más, pero yo claramente se lo he copiado a ella —Sonrió, levantando el brazo derecho, aquel que no estaba marcado, para que la tela se deslizara y dejara al descubierto su brazo, luego empezó a deslizar esos círculos por su brazo, el primero llegando hasta debajo del hombro y otro que se quedaba justo apenas a la mitad de su antebrazo —. A veces, cuando bailaba, mi madre solía dar pequeñas sorpresas a los clientes de la casa del té o a los visitantes del templo, escondía objetos en su manga de esta manera para sacar en medio de su baile como por arte de magia. La tela se estira lo suficiente para sostener un objeto entre estos anclajes y como los coses a tu medida no se deslizan tan fácil cuando no tiene nada.

    Por último de aquel cajón que había abierto sacó uno de los abanicos que tenía, lo posicionó entre ambos listones para asegurarlo y finalmente bajó su brazo, haciendo que la tela ocultara todo y, como el objeto se encontraba en la parte interior del brazo tampoco se mostraba ninguna clase de bulto en la tela.

    —Entonces... puedes estar tranquilamente haciendo cualquier cosa y... —Su mano izquierda se deslizó dentro de su manga, tomó el abanico y lo sacó de manera dramática —Tara~ aparece. Claramente no llevas algo todo el tiempo aquí, es más fácil tenerlo dentro del kimono pero, suele ser muy útil en los momentos indicados.

    Con su demostración hecha volvió a guardar las cosas en su lugar y después volver a tomar asiento.

    —Una flauta Shinobue Ohayashi, es realmente mágico escucharla tocar o verla bailar, y genuinamente aprendí mucho de ella —Pese al corto tiempo con ella trataba de no olvidarlo y siempre tratar de tener todo presente, no podía dejarse olvidar —, espero realmente poder verla actuar de nuevo. Y claro, no tengo problema con ninguna de las dos cosas, especialmente con Chiasa, genuinamente me da mucha curiosidad conocerle.
     
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  1. rapuma
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