Two-Shot Darling, we knew this fire wouldn't make it [Gakkou Roleplay]

Tema en 'Mesa de Fanfics' iniciado por Zireael, 11 Septiembre 2025.

Cargando...
  1. Threadmarks: I. it's okay to let me go if you need
     
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,247
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Darling, we knew this fire wouldn't make it [Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    5903
    Canon para la tarde del día 79 aka miércoles 22 de julio.

    Me pasó lo mismo que con Altan en su momento, habían cuestiones que ya venía desarrollando y escribiendo y luego pasaron cositas JAJAJA *llora AGAIN* anyways esa es la vida rolera, es el poder del delirio colectivo

    ENCIMA en paralelo había salido Specter y LUEGO vino Impose y ya no puedo más, así que sea lo que está destinado a ser gracias a Bad Omens (?) Ya venía desarrollando en fics y en el rol la cuestión Liam-Nozomu-Cayden, lo disfruto mucho aunque es tremendo cagadero. Desde que comencé a desarrollar más a Nozomu le empecé a tomar cariño y luego está Liam que debe haberse titulado como hijo de puta, pero lo amo y lo odio por lo que me permite hacer su personaje.

    Preliminarmente es un two-shot donde también voy a abordar algunas cosillas más, pero dependiendo de lo que decida en estos días o lo que pase podría mutar a three-shot o long-fic (a falta de una categoría de cuatro capítulos). Voy a usar los arquetipos porque me da tremenda pereza buscarle una carta del tarot a Nozomu ahora mismo.

    Estoy cansada jefe, iba a postearlo ayer y no me dio la energía *hoy tampoco tengo energía*

    El título sale de .beenherebefore. de Dead Poet Society que es tremenda rola, también hay una línea de esta canción al final de los lyrics de Impose. En fin, adentro fic. Narra Nozomu, Cay as The Neglector me rompe mucho, pero es cine (?)



    I

    and their echoes sit alone in a prison made of bone
    I hate it, but it's home for me

    in every place I'm on my toes, and still I feel like I impose
    it's okay to let me go if you need

    .
    what's it say about me if I run away

    without you when I fall asleep
    and in your head I'm always gonna stay?

    what's it say about me if I never change
    and I push everyone away

    on borrowed time you know I can't repay?
    .
    and I tried to sever it, walked to the precipice
    to the sound of applause
    God, it feels like I've been here before


    .
    .

    .

    The Neglector
    | Cayden Dunn |
    &


    The Mocker
    | Nozomu Mad Wolf Horrigan |


    .
    .
    .



    Por lo general no me metía en los asuntos personales de Liam porque era un caso perdido, el tipo era testarudo y frío a pesar de lo inteligente que había demostrado ser toda su vida. Sin embargo, justo porque lo conocía casi desde que podía recordar, también sabía lo cruel que podía ser con las personas las quisiera o no; lo llevaba en la sangre, imposible de separar de la de Flanagan en ciertos momentos. Por eso cuando apareció contando que sería padre sabía que nada en eso saldría bien. Este hombre no estaba diseñado para criar un niño, porque a él todavía lo perseguía la sombra del primer cuerpo que no había podido amarlo.

    Estaba maldito desde que poseía memoria de él, como mejor amigo de mi hermano mayor. Uno de los recuerdos más antiguos que guardaba de Liam era de cuando él tenía dieciséis años como mucho, una tarde apareció en nuestra casa después de la escuela y tenía el rostro convertido en una galaxia. El pómulo, el ojo y el labio roto estaban manchados de violeta, un violeta enfermizo y doloroso. Mi hermano era quien venía con él y dudé mucho que le preguntara algo, pero yo que tenía si acaso doce años me quedé mirando al cabrón como si fuese un demonio. El ámbar de su mirada lucía opaco bajo la inflamación del ojo y aún así parecía cargado de furia; sus facciones eran delicadas, siempre parecía más joven de lo que era, pero la llama que había vibrado en su mirada desde ese día era destructiva.

    Delataba el frenesí de un fuego que no perdonaría nada.

    Estaba cubierto de escamas desde que era un niño.

    Mi amistad con él empezó a formarse más tarde, cuando yo estaba por cumplir los diecisiete y mi hermano regresó a Irlanda con nuestro padre luego de haber firmado el divorcio con mamá y yo elegí quedarme aquí con ella. Liam me aceptó, seguía pendiente de mí y de mi madre, como si se lo debiera a mi hermano. Más cerca de él pude entenderlo mejor, la distancia de su carácter y el resentimiento hacia sus padres; aborrecía al viejo Flanagan porque lo había golpeado durante años y resentía a su madre por nunca haberlo defendido, quería diferenciarse de él, pero no podía. Con cada día se veía a sí mismo adquirir parecido físico y psicológico con él en pequeños detalles y en grandes cosas y cada día lo vi rendirse a ello, incapaz de luchar en contra. También lo vi enamorarse de la chica Keane, que era una maldita fortaleza con patas al haberse movido de Irlanda sola con sus hermanos, y creí…

    Que esa clase de amor podía cambiarlo.

    Me equivoqué.

    Neve quedó embarazada, Liam entró en pánico y cuando el niño nació lo que temía empezó a suceder. La distancia entre su hogar, entre la mujer que amaba y el niño recién nacido que era idéntico a él, creció sin control y entonces tres años después la jodida muralla de los Keane se alzó, cargada de furia, y exigió justicia para su niño. Liam con su maldito fuego frenético se cagó encima, se aterró demasiado y decidió renunciar a ella con tal de no tener nada que ver con la noción de ser un padre más allá de pagar cuentas, enviar regalos y protegerlo con su maldita sombra. Se negó a dar nada más de sí y se alejó, se alejó esperando así diferenciarse de su fantasma y prácticamente vi cómo a la cadena se le sumaban eslabones. No se estaba liberando a sí mismo ni liberaría al niño, ambos estaban condenados a repetir la historia.

    La maldición continuaba y la sangre seguía envenenándose.

    Lo haría por muchos años más.

    Posterior al divorcio Liam me encargó convertirme en la sombra de los Keane y del mocoso, así vi al chico crecer a la distancia y miré las fotos que Neve le hacía llegar; vi mensajes, pedidos y errores, vi al niño ser cobijado por Chiyoda y luego la caída del imperio. El temor real comenzó a alcanzarme a los quince años del chico, en el epítome de su fase de rebeldía luego de la muerte de Kurosawa, y deseé que nunca se le ocurriera buscar a su viejo, porque sabía que no podría detenerlo. Que ninguno de los dos me dejaría, pero aquí estábamos. Había ocurrido y seguía ocurriendo.

    ¿No era esta una forma de autodestrucción?

    ¿No moriría uno en las manos del otro?

    Conocía esta historia.


    Cuando el teléfono sonó y el nombre que apareció fue de Cayden aunque se suponía que estaba en la escuela no pude hacer más que contestar y preguntarme qué mierda había sucedido ahora. Su voz sonaba gangosa y cuando le pregunté qué pasaba escuché su llanto, por más silencioso que pretendió que fuese. Así como el resto del mundo no sabía nada, no tenía idea de qué pasaba con este mocoso y me había limitado a mantenerlo alejado de Reaper tanto como me fuese posible luego de la firma de los papeles, para evitarle más fiascos, por eso no entendía. Dejaba fuera a todo el mundo y en su vorágine de fuego se condenaba a sí mismo a morir solo.

    Justo como hacía Liam.

    ¿Qué buscaban? ¿La evitación del dolor y la responsabilidad? ¿Era acaso una manifestación absurda de hedonismo o de miedo? No terminaba de tenerlo claro nunca. Puede que sencillamente fuesen ambas cosas a la vez y ya, que esa dicotomía era todo lo que había por entender y aceptar.

    Me suplicó que lo sacara de la escuela entre sus lágrimas y no me dio la vida para dejarlo allí, no podía; se me aplastó el corazón en las costillas y no pude evitar pensar en que estaba llamándome a mí en vez de a su madre, que me pedía que no lo llevara a su casa. Era todo igual, Dios, y era abrumador y angustiante. Sin embargo, en su silueta también se fundía la de Liam y sabía que debía acceder a lo que me pedía ya no solo por preocupación, era que si por una negativa mía este chico espiralaba aún peor y algo le pasaba, entonces Reaper se encargaría de recordarme mi lugar. No había amistad que valiera cuando se trataba de la protección de este mocoso.

    Una protección que nunca contaría como amor.

    Sabía que Liam habría llamado a la escuela posterior a su transferencia y me habría dejado agendado como uno de los contactos de confianza, solo por si algún día pasaba algo, por eso le di indicaciones claras para que no hubiese problemas y le pedí que me esperara afuera. Para su fortuna no estaba muy lejos de la academia, no me tomaría más que unos quince o veinte minutos llegar, al menos si aceleraba tanto como me lo permitiera el tráfico.

    En el momento en que aparqué el coche delante de la academia Cayden navegó el espacio con una lentitud casi dolorosa, tenía los ojos enrojecidos en una mezcla de llanto y María, los labios amoratados y lucía… Daba pena, la verdad. Abrió la puerta trasera, arrojó la mochila dentro e hizo lo mismo con una bolsa que cargaba, como si no quisiera verla, y luego subió al asiento delantero. No había puesto en marcha el auto cuando ya había sacado un porro para encenderlo y se llenó los pulmones hasta el hartazgo mientras conducía hacia el Triángulo del Dragón; cuando la hierba desapareció también lo hizo él. Creí notarlo mirar por la ventana como si buscara algo, quizás siluetas producidas por su delirio de fumador, o quizás…

    Perdón, murmuró para sí.

    Algunos minutos más tarde se apiñó en el asiento, sostenido a duras penas por el cinturón de seguridad, y su cabeza golpeó el cristal de la ventana. Estaba sedado, noqueado, y se hizo todo el camino así hasta mi apartamento en Shibuya. En una de las luces rojas aproveché para revisarlo, volteé su cabeza en mi dirección y le despegué el cabello que tenía pegado a la cara en una mezcla de sudor y llanto, ya que había elegido dejar mi ventana abierta para sacar el terrible humarascal que había causado y estábamos en verano ya. Sus facciones se comprimieron como si fuese a echarse a llorar otra vez y me apartó sin fuerza, atrapado en el estupor de la marihuana, el sueño y el evidente agotamiento.

    I'll take care of you, kid —murmuré, acomodándolo como estaba antes—. I’ll take care of you, I swear.

    Aunque no sabía cómo cuidar de un niño.

    En el apartamento prácticamente lo arrastré, él reaccionó lo suficiente para dar algunos pasos y soportar algo de peso, pero al final tuve que echármelo a la espalda para hacerlo entrar. Allí lo dejé en el sofá, casi lo tiré porque ya estaba del tamaño de Liam y ambos me sacaban al menos media cabeza aunque eran terriblemente flacos. Este mocoso… ¿No estaba más delgado cada semana? Había estado perdiendo peso desde mayo, desde que le dieron la hostia en la cara y después, cuando buscó a Liam la primera y segunda vez. Lo pensé mientras lo acomodaba en el sillón, poniéndole una almohada bajo la cabeza y quitándole los zapatos.

    Sus hombros lucían flacos, la camisa parecía irle ancha y el cinturón del pantalón enrollaba parte de la prenda que sostenía, aunque era muy sutil, solo lo noté porque lo tenía demasiado cerca y porque estaba manipulando su cuerpo para dejarlo en el sillón. Llevaba semanas en este estado, ¿acaso comía? ¿Dormía siquiera? Ahora no lo sabía. Según lo que Neve le contaba a Reaper el chico tenía problemas con el peso y habría tenido episodios de anemia de vez en cuando, tampoco le sentaba bien el cambio de estación y su peso, ya un poco cuestionable, fluctuaba por épocas aunque se comiera la mitad de la nevera. No sabía qué tanto debía preocuparme, pero era tan delgado y tan volátil que daba la sensación de que desaparecería en cualquier momento de cualquier forma posible y no lograba entender cómo a Liam le daba igual todo esto. Cómo era que el cabrón no sentía nada.

    Tampoco sabía en qué momento había memorizado tantas cosas sobre este mocoso.

    Las primeras horas de su sueño lo vigilé, preocupado por la cantidad de droga que se había metido, pero en algún punto sacó la almohada bajo su cabeza y la abrazó con un brazo. Tener algo que sujetar pareció calmar lo que sea que lo estaba alterando en sueños, pues sus facciones se relajaron y continuó durmiendo. No sabía si más bien había caído inconsciente, pero al menos parecía algo más en paz y pude desentenderme de él un rato para atender algunas cosas por teléfono. A pesar de ello lo revisé cada cierto tiempo, para quedarme tranquilo yo también, y no me atreví a llamar a Liam ni de coña. Si tanto se aborrecían el uno al otro…

    ¿Debía separarlos a la fuerza? No tenía idea.

    Para cuando el chiquillo despertó lucía desorientado que te cagas, se levantó del sillón y navegó el apartamento como un fantasma, tratando de averiguar dónde mierda estaba. Yo estaba en la habitación, así que lo oí rondar en silencio y unos diez minutos más tarde abrir el grifo de la cocina para beber agua, pues la hierba seguramente le tenía la boca convertida en un desierto. Tosió, siguió bebiendo y yo fui abriendo la aplicación para hacer un pedido al McDonald’s. No tenía idea de qué le gustaba comer a este crío, pero no se podía fallar con el McDonald’s, ¿o sí? Necesitaba que le echara algo al estómago o se iba a transparentar, eso y que no tenía control o conocimiento alguno de si seguiría arrojándose al vicio de la índole que fuese y olvidándose de las comidas o haciéndolas a deshoras.

    Lo dejé rondar algunos minutos más antes de aparecer para preguntarle si quería comer (aunque no tenía opción) y cuando llegó el pedido dejé todo sobre la mesa. Entre las cosas que traía en la bolsa de la escuela había notado una caja de regalo un poco maltrecha y también el bento, así que le dije que me lo comería para no desperdiciar porque los mafiosos no tirábamos comida. No fue que me dijera nada, tomé su silencio como el permiso para disponer del bento y él simplemente se puso a comer unos nuggets en piloto automático, luego una hamburguesa y después las papas. También básicamente absorbió las dos latas de cerveza que le puse delante y aunque seguía teniendo el mismo aspecto penoso de temprano, al menos tenía algo de color en la piel porque cuando lo recogí estaba como un papel.

    El error fue mío, porque mientras comía estuve todo el rato mirándolo como si eso me fuese a responder qué habría sucedido y cuando el mocoso tenía la última patata frita en la boca todas las facciones se le deformaron y rompió a llorar. Fue patético, no hubo otra manera de describirlo, siquiera pudo luchar contra la marejada. No fue particularmente ruidoso, no hubo sollozos intensos ni nada, pero lloraba, lloraba y lloraba. Atajó el llanto con las manos los primeros minutos y en algún punto se limpió los mocos con la manga del uniforme como si tuviera cinco años. Hombre, en serio lloraba como un bebé… ¿De verdad este mocoso era hijo de Liam? ¿Los Keane eran así de llorones o cómo estaba el asunto?

    No supe qué coño hacer, así que me levanté, saqué la botella de Coca-Cola de la nevera y se la dejé delante sin decirle nada. No le pregunté qué pasaba, no le dije que dejara de llorar como un tonto, sencillamente me quedé sentado frente a él y lo dejé ser mientras yo terminaba de comer. Entendía ahora con más claridad que no quisiera ir a su casa, Neve seguramente preguntaría y él no quería hablar al respecto o no quería hablarlo con ella, ni idea, pero quizás debía. Igual ahora no lo juzgaría por sus métodos, tenía apenas dieciocho años cumplidos a principio de año. A esa edad cualquier cosa se volvía inmensa y él parecía bastante propenso a excesos de toda clase, incluso emocionales. Todo lo que sentía lucía desproporcionado y eso, sin duda, era muy distinto a Liam.

    Navegaba ambos extremos sin pertenecer a ninguno.

    —Tuve una… discusión con Kohaku por primera vez en la vida. Mi mejor amigo, I mean, o al menos lo era, ya no sé nada —murmuró con un hilo de voz cuando creí que no diría ni una palabra luego de haber estado llorando varios minutos. Tomó una pausa para soplarse la nariz en una servilleta de las que venía con la comida y la tiró en una bolsa vacía—. Ko nunca me había reclamado nada, nunca había discutido con él y de repente estábamos en un ir y venir de lo más extraño, fue rarísimo. Que si tengo nuevos amigos, que Vero, que no cuento nada. No me di cuenta de que no le estaba diciendo mis cosas, ¿sabes? I just… no hablo mucho de mí mismo ya de por sí. Le conté de Liam, de cuando me llevaste con él, pero luego nada más. No lo hice a posta, solo empecé a retroceder cuando comencé a sentirme mal y no me di cuenta de qué tanto lo hice hasta que fue muy tarde y ayer pasó algo y Arata me dio más detalles de la cuenta y de la nada yo quedé como el loco que lo vigila o yo qué coño sé. No entiendo la mitad de lo que pasó todavía.

    Tomó otra servilleta y volvió a limpiarse, echando todo en la misma bolsa vacía del McDonald's. En sí el cuadro completo era de lo más anormal y no sabía por qué me lo estaba contando a mí de toda la gente posible, pero tampoco lo detuve si era lo que quería hacer, pues que lo hiciera. Puesto en perspectiva era mejor esto a que se lo siguiera callando y que sus sistemas continuaran sobrecargándose. No tenía por qué decirle nada específico, podía solo escucharlo, ¿no?

    Entonces la bomba cayó.

    —Estoy enamorado de él —admitió entre un nuevo montón de lágrimas.

    Fue todo junto, una salida del closet, una confesión de pecados y una rendición absoluta. Lo había visto con Maxwell estos días, así que tuve que disimular la sorpresa y guardarme el juicio moral porque viniendo de mí era un sinsentido. El niño empuñó una servilleta limpia y la arrugó de todas las formas posibles mientras hablaba en un susurro.

    —Me gustaba desde que éramos mocosos, lo veía en los pasillos y tal. Era… Ko siempre ha sido muy bonito, de aspecto y personalidad, quiero decir. Es calmado, paciente, puede que un poco cabrón con su carita de niño bueno, pero cariñoso a su manera; conmigo siempre lo fue y me siento en paz cuando estoy a su lado aunque no hablemos de nada importante, me gusta mucho pasar el tiempo con él. —No reaccioné en ninguna dirección por temor a ofenderlo, me limité a quedarme como una estatua—. Nos gustaban cosas similares, you know, ñoñerías como videojuegos y tal, pero entonces yo apenas empezaba a entender, ¿sabes? A procesar que sentía cosas por otros chicos, que me parecían… yo qué sé, lindos o dulces o atractivos a secas, me sentía raro y era muy tímido al respecto, porque me habían molestado ya varias veces por ello. Después cuando Yako murió todo colapsó y nunca tuve que enfrentarme a aceptar lo que sentía o terminar de entenderlo, porque tuve que procesar otras emociones a la vez. Ko se esfumó, no lo seguí y en su momento me dolió un mundo, pero no lo lloré… No lloré haberme separado de él la primera vez ni la culpa que sentía por no ir a buscarlo a pesar de que sabía dónde encontrarlo.

    Estaba llorando todo ahora, por eso no podía parar. Lloraba al chiquillo, lloraba a Liam y solo Dios sabría qué más, ¿cierto?

    >>Y entonces caí en el Sakura, nos reencontramos y nos liamos en una fiesta en abril porque yo estaba borrachísimo y acabamos en un cuarto a oscuras. Man, I'm not a mastermind of any kind and men in suits are handsome as fuck, you know? I folded like a beach chair, like I always did with him anyway. Todo se siguió yendo a la mierda porque no pude dejar de liarme con él, porque… —Frunció el ceño, compungido, y al hablar de nuevo bajó más el volumen por vergüenza, quizás, repentinamente consciente de que me estaba diciendo que se había comido a su amigo no una ni dos veces, a saber cuántas. Arrugó más el papel en sus manos y el rostro se le tiñó por un bochorno—. Se sentía bien, era divertido y calmaba lo que sentía de fondo, incluso si no definía qué era todavía o evitaba definirlo a conciencia, no sé. Luego apareció Haru, me lo presentó, después pasó lo de Alisha y Arata se peleó conmigo y me soltó que Haru era codicioso y solo pude asumir que pasaban cosas a los ojos de todo el puto mundo y empecé a sentirme muy mal. Ya venía sintiéndome mal desde antes, estaban las mierdas de Liam pasando en paralelo, y él se fue detrás de Haru un día que hubo una actividad en la escuela, ¿pero por qué no debería hacerlo? Follen todas las semanas o no, también es su amigo y es normal que vaya tras él si le ocurre algo, eso puedo entenderlo sin problema, ¿pero entonces qué, debo asumir que folla con todos sus amigos además de los que siquiera son sus amigos? Shit makes no fucking sense, debe haber un límite en algún maldito lugar de la clase que sea, me da igual. Un estándar al menos, but what the fuck do I know, right? Si necesito confiar en alguien para follar y todo un step by step. A fucking waste of time for everyone, myself included.

    Lo que escuchaba era que el niño tenía complejo de conejo, pero cada loco con su tema. Cayden tampoco era santo de la devoción de nadie de por sí y no me atrevería a defenderlo ni una vez en la vida, como no defendería a su padre, pues volvía a lo mismo, ¿no estaba liado con Maxwell mientras admitía estar enamorado del otro? Comprendía su punto de todas formas, para él era necesaria la sensación de confianza y seguridad, pero justo porque con Verónica tenía eso… Se la había llevado en una pseudo-cita apenas unos días atrás, se había subido a mi auto luego de habérsela comido entre dos panes la noche del Maharaja y ahora estábamos aquí. Qué destrozo, por amor a Dios. Los adolescentes siempre se mandaban estas cagadas monumentales y luego andaban llorando.

    Igual, bueno, hasta cierta medida entendía el desorden. No hasta su extremo más grave, claro, pero algo de empatía sentía. Yo le guardaba afecto a Liam, ¿por qué? A veces no lo sabía, no cuando el tipo era así de indiferente. Si un día me mataban a tiros seguro no batiría una pestaña ni me lloraría, pues no había llorado a nadie en su vida ni siquiera a Neve.

    Pero había tenido la misma cara que tenía este chico hace algunos días.

    Reconocía los corazones rotos de los Dunn.

    —Cuando empecé a sentir celos de verdad tuve que sentarme y aceptar por qué los sentía, fue un viajecito de mierda. ¿De qué servía darme cuenta? Solo sirvió para arruinarnos… habríamos seguido como si nada de no ser porque yo tuve un putísimo insight una eternidad después. Y entonces la semana pasada nos vimos porque se había desaparecido y digamos que Ko tiene esa tendencia a irse a la mierda cuando algo se le desbarata y yo quería ver cómo estaba. Todo el cuadro fue raro, que mi amor parecía sencillo, que el suyo era diferente… —Se limpió la nariz de nuevo y siguió lloriqueando—. En fin, se tiró un speech de que su amor era distinto al mío y que si estaba bien con eso y nos estábamos liando al mismo tiempo y yo ya no daba más de mi alma, Nozomu, ¿acaso tengo cara de ser un iluminado? Se me atraviesa una calentura y me voy a la mierda, siento lo mismo que cualquier imbécil si me calientas la polla, por Dios. Me lo preguntó dos veces y le mentí porque no quería perder el derecho a dejar de tocarlo de esa manera, a darle un beso si me da la gana, porque no quería tener la puta conversación que tuvimos de todas maneras hoy pues sé que lo que siento no tiene caso y fue una estupidez porque entonces ahora voy a perder todo.

    Reflexionaba y entendía, era lógico y metódico, pero nada de eso tenía que ver con sus emociones a las que estaba enredado como si fuese un bicho en una telaraña. Reflexionaba y entendía, ¿pero entonces qué? Era tan cuadrado de mente que quería borrar su dolor, no sentirlo, porque trataba de meterse en la cabeza la versión menos emocional de la historia y funcionar con ella como base.

    —Ya no va a confiar en mí como antes, ni siquiera sé si va a querer hablarme de nuevo cuando ordene ideas. Lloré tanto que siquiera le di tiempo a él a sentir… nada, fui un ingrato, pero no podía dejar de llorar, te lo juro. Tampoco entiendo… No puedo entender por qué todos se empeñan en diferenciar mi amor cuando no es sencillo, no es siempre dulce ni comprensivo y mucho menos racional. No es para nada como ellos lo perciben y me agota muchísimo amar de la manera en que lo hago.

    ¿No estaba siendo demasiado trágico al respecto? ¿El niño no lo quería también y por eso, no sé, había elegido pelearse con él en vez de largarse sin explicación o dejarlo seguir a su bola eternamente? Quizás solo necesitaba tiempo, enfriar ideas, procesar todo fuera del foco del caos que Cayden manejaba porque no dudaba que hubiese sido una hecatombe. Las emociones de esta criatura eran abrumadoras para todos, incluso yo me sentía un poco ahogado aquí, con este mar de tristeza. El caso era que en ese espacio quizás este tonto debía aprovechar para llorar todo lo necesario y luego, si de verdad lo quería tanto como afirmaba, empezar otra vez. Ser sincero, abierto y realmente confiable.

    Y arrancarse del pecho la emoción que lo estaba devorando en vida.

    Era complejo pues parecía seguir la lógica de una profecía autocumplida, lo entendía, pero Cayden parecía capaz de reflexionar sobre sus emociones y las ajenas de una forma más amplia que la de Reaper. Era horriblemente sensible, ahora lo entendía, pero eso le otorgaba otras herramientas y era necesario que aprendiera cómo usarlas.

    —¿Es el mocoso castaño de cuando todavía existían los Jackals? El que tiene los ojos del mismo color que tú. —Quise confirmar y él asintió con la cabeza.

    Me dieron ganas de preguntarle si, de alguna forma, el otro chiquillo no estaba también idealizando la forma en que él amaba o si, de hecho, no lo hacían varios de sus amigos sin querer. Estaba bien ser consciente de que Cayden parecía amar de una forma profunda e intensa, era innegable y saltaba a la luz apenas uno podía verlo interactuar con ciertas personas como su familia, Verónica o el dichoso Kohaku, pero eso no volvía el sentimiento puro, sencillo ni libre de errores como él bien estaba diciendo, pues nadie más que sí mismo conocía bien la otra cara de la moneda. Para nada era siempre sincero y confiable, si acaso todo lo contrario. En la intensidad de sus emociones tropezaba de forma constante y batallaba contra la idea de admitir que su amor estaba parchado por tintes de posesión, deseo y muchísima confusión. Estaba el amor filial, dulce, maduro y comprensivo que había aprendido de los Keane, el que seguramente sus amigos podían ver, y estaba el amor teñido por el deseo más… quizás carnal, donde ansiaba intimidad, contacto y exclusividad, era más caótico e irracional. Mucho más arrollador.

    Sucedía que a pesar de anhelar eso también era demasiado independiente para algunas cosas, era reservado, convulso y distante en medio de sus demandas. Una mezcla bastante desafortunada del carácter de Liam y el de Neve, lo que causaba que en su proximidad también creara brechas y no sabía cómo solucionarlas. Parecía necesitar de soledad para procesar todo lo que sentía, pero a la vez en ese aislamiento voluntario y necesario el dolor se proyectaba sin control bajo ciertas circunstancias.

    A pesar de ello, no era tan descabellado lo que Cayden parecía querer, pero suponía que el problema nuclear surgía de a quién quería pedírselo, además de su propia personalidad, y por eso su deseo se había transformado en silencio, en una primera mentira y en un efecto dominó. La tendencia al encierro era herencia de los Dunn, desde Flanagan hasta Liam y cada uno había muerto condenado por ello; Flanagan existió desligado de Muirgel y odiando a Liam, Liam había perdido a Neve y no sentía prácticamente nada por Cayden.

    Este niño debía sortear el obstáculo.

    A falta de algo bueno que decir mejor guardé silencio y me levanté para tirar la basura, pero el niño seguía llorando sin hacer ruido y no podía solo dejarlo así, no era tampoco tan hijo de puta ni tan indiferente. Por ello rodeé la mesa y me acerqué a él para encajar la mano en su hombro y estrecharlo en un remedo de abrazo que de primera entrada pareció tensarlo, pero luego lo sentí relajarse. Al soltarlo le di una palmada sin fuerza en la espalda y lo dejé sentado en la mesa, que se tomara el tiempo necesario para calmarse o lo que fuese. No supe si siguió llorando, solo que casi una hora después me pidió que lo fuese a dejar a Shinjuku y así lo hice, sin chistar.

    El viaje de regreso lo hizo en un silencio abrumador que yo no me atreví a romper, no hasta que estuvimos frente a su casa y se quedó dentro del auto algunos minutos, mirando la oscuridad en que estaba sumida. Neve debía haberse ido a dormir hace un par de horas y como no podía predecir a su hijo había bajado los interruptores. No había ni un bombillo en la entrada o en el salón ni en el piso de arriba, no había luces esperándolo, pues ella asumió que no volvería esa noche. Que permanecería en la trinchera que había creado.

    —Los obligué a apagar las luces —murmuró Cayden con la vista suspendida en la fachada de su hogar, sus manos estrecharon la bolsa en su regazo—. En mi afán por no sentir dolor alguno hice que las personas que más amo… me soltaran. Mamá, mis tíos, Yuzu y ahora Ko. ¿Tengo derecho a llorar por algo que yo mismo causé?

    —Al menos lloras —rescaté en el mismo tono, apagando el motor—. Que llores no arreglará nada mágicamente, pero quiero pensar que cambia algo. Te cambia respecto a Flanagan y Liam y si de verdad quieres conservar a tus personas, Cay, entonces demuéstralo cuando te den luz verde para volver. Acaba con esta maldición y enséñale a tu viejo y a ti mismo quién eres en realidad.

    Otro silencio. No me di cuenta de que había acortado su nombre.

    —¿Tienes hijos, Nozomu?

    —No.

    —¿Qué haces aquí conmigo?

    —Tratar de entender.

    —¿El qué?

    —Por qué Liam no siente nada en absoluto al verte —confesé sin mirarlo, él pareció hacerse pequeño en el asiento—. O descifrar qué siento desde que supe del embarazo de tu madre y que no había fuerza en este mundo que pudiese convertir al hombre en un padre.

    Yo, el que había sugerido que interrumpieran el embarazo, dieciocho años después estaba aquí. Estaba cuidando de un niño que no llevaba mi sangre y al que no entendía, pero que removía mis propias emociones.

    —Si mi padre no fue capaz de amarme, si nunca fui deseado en su vida —susurró, desconectado, y su siguiente pregunta rebotó contra la imagen de su padre a su edad con la cara golpeada y los nudillos hechos mierda por pelearse con Flanagan—, ¿por qué lo haría alguien más que no fuese mi propia madre?

    Liam había tomado a este cachorro desde que lanzó el primer alarido, el que anunciaba que respiraba en este mundo, y lo había metido en una jaula. El pequeño lobo se había desarrollado en confinamiento, encarcelado, y allí solo sus cuidadores y ciertas personas habían podido tocarlo, pero seguía siendo un animal salvaje y como tal sus instintos, heredados de su padre, seguían vigentes. Era capaz de negarse a ser tocado y con ello se privaba de las necesidades básicas, de afecto, sueño y abrigo, aunque las anhelara pues había crecido siendo amado profundamente y a la vez siendo extraído como un tumor. No sabía existir en el mundo, pero tampoco era feliz dentro de sus barrotes.

    ¿Entonces qué pasaría?

    Si estaba aterrado de dar un paso fuera.

    —¿Y por qué no?

    —¿Has visto lo abrumador que es existir a mi lado?

    Un suspiro pesado le vació los pulmones, no me dio tiempo a responder y bajó del auto cargando la mochila y la bolsa. En la puerta lo vi escarbar por las llaves y finalmente desapareció entre las sombras que lo esperaban. La oscuridad de la casa absorbió el rojo de sangre de su cabello como si no fuese nada y me atravesó el pensamiento de que aunque pudiera mejorar, acabar esta maldición, antes navegaría los extremos porque era esa clase de imbécil. Porque era una máquina de acting out, porque a pesar de todo seguía siendo hijo de su padre y había cosas con las que peleábamos toda nuestra vida.

    No habría alma capaz de detener la caída de Ícaro.
     
    Última edición: 16 Septiembre 2025
    • Sad Sad x 1
  2. Threadmarks: II. 'cause I've kept my distance, it just made it worse
     
    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

    Leo
    Miembro desde:
    27 Agosto 2011
    Mensajes:
    11,247
    Pluma de

    Inventory:

    Escritora
    Título:
    Darling, we knew this fire wouldn't make it [Gakkou Roleplay]
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Drama
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    8203
    Canon para noche-madrugada del día 81 aka viernes 24 de julio y madrugada del sábado 25 de julio.

    Como ya fue lo que fue, acá queda :D quedó inmenso porque lo escribí durante varios días sin darme cuenta de qué tanto escribía cada ratito que me sentaba con esto. Iba a usar otra canción, pero honestly pa qué si llevo llorando con specter DOS MESES??? oh damn

    Bruno TDF tu niño sale sobre el final del mambo (tú lo metiste aquí, a mí no me mires)

    Narra Hikari ofcourse y creo que solo eso tengo que decir (??) Al final creo que serán tres capítulos, porque hay otros eventos que quiero encadenar acá but we'll see



    II

    I can't leave, but I can't be in this place
    this must all be an illusion skipping frames
    years of living with a cold and empty space
    and it haunts me every time I think I'm safe

    .
    like a frenzy, like an ocean overflowed
    this must all be just an accident at most
    I'm changing, and I feel more like a ghost
    like a specter in your headlights on the road

    .

    something you're missing made you who you were
    'cause I've kept my distance, it just made it worse
    but I've learned to live with the way that it hurts

    .
    do you feel love?
    I know I don't


    .

    .

    .
    The Incarcerator
    | Hikari Sugino |
    &


    The Sage
    | Hubert Mattsson |

    .
    .
    .



    El suspiro de absoluto fastidio que dejó salir Fumi mientras me tocaba sacar el culo de Cayden del salón debió escucharlo hasta mi madre en el más allá. Había llegado en algún punto de la noche, cuando ya el chiquillo había aparecido de nuevo y habíamos estado bebiendo y fumando desde entonces, aunque él desde que llegó estaba un poco ido, debía haber estado consumiendo hierba y a saber qué más. Independientemente de ello, pasaba que el mocoso había estado tragando alcohol mucho más rápido que yo y también había seguido fumando, por más pausado que fuese. Si debía ser honesto me sorprendía que no hubiese caído antes.

    Incluso en su sedación habíamos estado conversando de todo y de nada a la vez. De mi trabajo, los clientes de mierda, que debía llevar el auto al mecánico y que el barrio estaba tranquilo. No mencioné a Arata, él tampoco y de su boca no salió ningún nombre; me contó que en la escuela había una actividad en curso, que habían tenido un proyecto que le sacó canas de todos los colores y algunas otras cosas sin importancia. Rememoramos algunos viejos tiempos y en algún punto la hierba y el alcohol empezaron a patearlo, porque dejó de hablar durante un buen rato. Se limitó a comer papitas de las bolsas que había traído, seguir bebiendo y levantarse a velocidad de caracol para ir a mear. Debía sentir que estaba fundido con el suelo.

    Fumi había llegado ya cuando Cayden estaba perdido, pero todavía digamos que había recuperado la facultad del habla, y aunque lucía molesta porque seguramente había aparecido para pegarse el polvo de turno, se puso a beber ella también. Habíamos mandado a traer un montón de cervezas y varias botellas de licores de sabores, ella se apropió de una de durazno, la única que había de hecho, y participó entre poco y nada en la conversación. Ella se había bajado tres cervezas y la mitad del licor cuando el mocoso ya no pudo levantarse, pero tenía algunos minutos de estar balbuceando cosas al aire. No le presté atención, porque yo estaba muy cerca de ver doble, pero incluso las veces que fui al baño había seguido hablando.

    Hizo el intento de incorporarse, se fue de costado y tuve que ayudarlo sentarse en el piso. Murmuró algo que no pude entender ya que arrastraba demasiado las palabras y maldije al colarme en su espacio para ayudarlo a ponerse de pie, alzar toda su altura aunque fuese flaco como un palo demostró ser una misión. Mi intención era llevarlo a la habitación, acostarlo y que durmiera la borrachera, sin más, en unas horas se despertaría y ya, como siempre, pero no fue posible.

    —Hikkun —llamó con un hilo de voz—. Se me llena de saliva la boc-

    Ni lo dejé terminar, desvié mis pasos al baño arrastrándolo conmigo con toda la rapidez que me fue posible. Allí fue cuando la chica, pasando por un costado para ir a la cocina a buscar algo, suspiró con evidente hastío. Manipulé su estatura con dificultad, justo como con Arata, logré dejarlo sobre el retrete y entonces el mocoso devolvió hasta el alma, sujetándose al inodoro.

    No pude hacer más que quedarme en la puerta, procesando mi propia borrachera y cuestionándome cómo podía pasar esto otra vez, cómo era que yo tenía a otro imbécil intoxicado en mi casa, pero sobre todo por qué este niño estaba aquí de todos los lugares posibles. Era cierto que llevaba algunas semanas apareciéndose de forma intermitente, se quedaba a dormir y se iba por la mañana como si nada, pero… algo era diferente. Estaba en el agotamiento de su cuerpo, lo opaco de sus ojos y el silencio en que se había sumido. ¿Por qué no estaba donde Yuzu? ¿Con Arata o con Kohaku?

    Estaba aquí con su Judas.

    —Tu amigo no sabe manejar su alcohol, Hikkun, es un incordio —dijo Fumi a mi espalda con un vaso de agua y un porro recién encendido—. ¿Debería haber bebido tanto? ¿Cuántos años tiene? ¿Dieciséis? Tiene uniforme de preparatoria.

    —Dieciocho —respondí y Cayden vomitó una vez más.

    Ya había comenzado a llorar como un desgraciado y yo no sentí nada en lo absoluto, no como cuando Arata estuvo por ahogarse en mis brazos. Lucía delgado, frágil y patético. En cosa de segundos el cabello, con los rizos ya bastante maltrechos desde el inicio, esponjados o estirados, había comenzado a pegarse a su frente pues había empezado a sudar. La argolla en su oreja hizo un sonido cristalino al golpear un costado del retrete.

    —Hmh. Su hierba es buena, ¿dónde la consigue? —dijo ella observando el porro encendido.

    —Puedes llamarlo menudeo, quien la cultiva es otro y él la distribuye aunque imagino que con el tiempo le ha estado ayudando al cabrón a cuidar de las plantas incluso —contesté pendiente del estúpido que se había quedado aferrado a la taza del baño—. Era un contacto de un viejo amigo.

    Era demasiado hipócrita que llamara a Kaoru amigo.

    El olor a alcohol y vómito me dio náuseas, de forma que me colé para bajar la cadena, pero no me atreví a mover a Cayden porque seguramente todavía le faltaba seguir volteando el estómago. A tientas alcanzó a limpiarse el rostro con la manga del uniforme, tuvo una nueva arcada y si bien el vómito no le subió por la garganta, sí que sollozó de forma audible y comenzó a decir puras mierdas otra vez, ahora sonaba angustiado y desesperado. No entendí más de la mitad.

    —Parece una chica. Quiero decir, tiene un poco cara de chica, pero también su actitud es como de una —murmuró Fumi, por completo indiferente al espectáculo—. Ya sabes, se ve como mis amigas cuando se toman medio bar y después empiezan a llorar por un tipo que no vale la pena por el motivo que sea. Lloran, lloran y lloran sin saber ni qué dicen.

    —¿De qué coño hablas? —interrumpí y estiré la mano para quitarle el vaso de agua, pues estaba viendo que tendría que vigilar a este idiota y más me valía empezar a ponerme sobrio.

    —Estaba murmurando un nombre antes, cuando viniste al baño —dijo entonces pegándole una calada al porro—. ¿No sabes qué le pasó? Hikkun, beber con los del corazón roto siempre es una mierda, se meten alcohol esperando morirse casi sin darse cuenta y le arruinan la fiesta a todo el mundo.

    —¿Por qué sabría? —mascullé.

    La manera en que se encogió de hombros fue como si dijera “No lo sé, tú dime” y comencé a sentirme incómodo dentro de mi propio cuerpo. A mi memoria acudió el recuerdo del Shimizudani, la forma en que Cayden había llorado luego de que uno de los muchachos le estampara la hostia después de que él le escupiera encima. Había llamado a su madre, a su familia, allí hecho un ovillo contra un árbol… Y seguro otro nombre se le habría atorado en la garganta.

    —¿Puedes traerme sus cosas, Fumi?

    —¿Para?

    —Por si tengo que llamar a alguien que venga a buscarlo.

    La chica bufó de nuevo y me dejó el porro aunque no hice más que apagarlo para dejarlo en el borde del lavamanos. Ella se fue de mala gana a hacer lo que le había pedido. Lo que trajo consigo de regreso fue una de las chaquetas que Yako le había heredado, la del dragón dorado, y me la extendió de forma que pude tomarla y notar el peso, a la vez le regresé el vaso de agua. Cayden seguía abrazado al inodoro vomitando hasta su apellido mientras yo me dedicaba a escarbar. Saqué la billetera del bolsillo interno que contenía algo de efectivo, una tarjeta de débito, varias facturas y unas boletas un poco hechas mierda, pero que sin duda todavía servían para algo. En uno de los espacios encontré otra cosa.

    Un dragón dorado.

    La luz del baño le arrancó un destello frío, pues era blanca, y giré despacio la moneda solo para dar con una dirección en Toshima. Arrugué las facciones sin darme cuenta y me enjuagué los ojos, ya que tenía la vista un poco chueca por el alcohol, pero me pregunté por qué Cayden tenía esto… y de dónde lo había sacado. Sentí a Fumi mirándome, pero me importó un carajo y saqué el móvil para tomarle fotos a la moneda salida de solo Dios sabría dónde antes de devolverla a su lugar y guardar la billetera del mocoso.

    Lo que encontré después fue su móvil, así que dejé la chaqueta en el suelo del pasillo y entré al baño de nuevo. Cayden tuvo una nueva arcada que no regresó nada y tomé su mano derecha para desbloquear el aparato con su huella, sin importarme en lo absoluto su privacidad o lo que fuese. Me metí a los chats de inmediato, habían varios nombres que no identificaba, de chicas de hecho, y asumí que serían compañeras de su escuela. Un don de los amantes de las pollas era tener cierta proximidad con las mujeres, eso había que decirlo.

    De todas formas, seguí bajando, di con el chat de un tal Hubert y el de Arata. El del primero era… bueno, ojalá el involucrado se diera cuenta de lo homosexual que sonaba de a cachos, aunque igual no era importante. A ninguno de nosotros le importaba mucho a si Cayden le gustaban más los bates que los coños, la verdad, pero verlo suceder en vivo era un poco gracioso, siempre lo había sido. Era obvio para nosotros, a saber si lo habría sido para él en su momento, aunque lo ponía en duda. Era bueno para negar sus propias emociones a costa de su estabilidad.

    El punto de todas formas era que el chat con Shimizu era raro; Fujiwara, Shinomiya, Kohaku y una chica de nombre extranjero, asumí. Cayden le puso un escueto “Cuídalo” que debió referirse a Ko sin espacio a dudas y luego Arata cerró la gracia con que se iba, por la hora debió ser durante el receso. Dunn no había respondido más y fue extraño en sí mismo. Por curiosidad me puse a buscar el chat con Kohaku, era de hace ya una semana y resto, y el intercambio fue raro también. Había una serie de audios y me dio… por alguna razón eso sí me dio algo de pudor, ni idea, pero de todas formas me puse a escucharlos, acercándome el teléfono al oído. Llegué a cuestionarme por qué ambos parecían no querer ofender al otro o algo así, hicieron muchos malabares por un almuerzo. De todas formas oír la voz de Kohaku me removió algo, porque si bien Cayden me había contado que se habían reencontrado, no estimé tener que estar oyendo su voz de nuevo.

    Me negaba a atender a los reflejos que estos dos me regresaban.

    Lo que activó fue algo que ni el llanto ni las arcadas ajenas habían despertado. Me sentí ansioso, culpable e incluso contaminado; me puse a pensar en cómo reaccionaría Dunn si por la mañana, luego de su tremenda borrachera, encontraba el cuchillo de Arata que todavía no había podido vender, el que le sacó de encima mi fantasma esa noche de mayo, o si algún cabrón me llamaba esta noche y nos pedía un encargo y debía dejarlo aquí, esperando que no se ahogara en su vómito. Recordé a Kao y a Yuzu, las risas de Ko y Cay, me recordé a mí mismo con Arata y todo lo que alguna vez habíamos tenido. Pensé en lo que estaba haciéndoles.

    A ellos y a mí.

    A Arata.

    No supe si era efecto de la hierba, el alcohol o todo junto, pero sentí que tenía que sacar a Cayden de aquí, que no podía permitirle esconderse en mi apartamento de nuevo porque en cualquier momento algo iba a salir mal o a destaparse y entonces estaría muerto. Yuzu me cazaría, Arata se volvería loco y Ko… ¿Qué diablos pensaría si supiera que, si me lo pedían, Cayden se habría llevado más que una hostia en la cara? Dios mío, esto era terrible. Se salía de control a una velocidad estrepitosa, pero yo lo había elegido porque me permitía sobrevivir.

    Tenía que sacarlo de aquí.

    Tenía que alejarme de ellos.

    Más allá de eso, tuve una corazonada y luego de escuchar el último audio le mostré el chat a Fumi que seguía bebiendo agua recostada en la pared frente a la puerta del baño. Lo hice para preguntarle si ese era el nombre que el borracho aquí presente había dicho y su respuesta, por supuesto, fue afirmativa. No me sorprendí tanto como me habría gustado y lo que sea que sentía comenzó a aumentar de volumen dentro de mi cabeza. Había atacado a este chico y él seguía confiando en mí, seguía viniendo a ocultarse aquí y ahora tenía problemas con su mejor amigo por… Debía ser la primera vez en la vida en que ocurría esto de forma así de ruidosa y caótica. ¿A dónde mierda regresaba este idiota si estaba en medio de un meltdown con él y a esta hora Shimizu debía estar ocupado que te cagas? Ni siquiera sabía cómo mirar a Arata a la cara, no cuando al atraco del Shimizudani se sumaba la intoxicación suya y ahora la de Cayden.

    Todo era un desastre, ¿por qué terminaban aquí?

    —¿Y bien? —Tanteó la chica mirando el vaso con desinterés y la pregunta que le siguió tuvo un tono peyorativo, sonó ofensivo—. ¿Tu amigo el okama está lloriqueando por esto?

    —No lo llames así —dije sin darme cuenta de que sonó a regañoe ella me miró con evidente hastío.

    —Sí, como sea —replicó, ácida, y se despegó de la pared—. Me iré a casa, ya que me jodió el polvo. Diviértete con María Magdalena, Hikkun.

    —Deja su hierba aquí, Fumi —ordené.

    —Eres terriblemente aburrido, ¿lo sab-

    —Déjala aquí —repetí y ella, harta, sacó unos gramos de su bolsillo y los arrojó sobre la chaqueta en el piso.

    —Vete a la mierda, Hikari —siseó.

    Recorrió el pasillo pisando con fuerza, al azul de sus ojos estaba parchado de desdén y su cabello castaño pintado de rosa en algunas partes se perdió en dirección a la cocina. Dejó el vaso con brusquedad y luego la escuché tomar sus cosas antes de irse del apartamento dando un portazo que debió escucharse en todo el piso. No reaccioné, no hice nada más que mirar la bolsa de hierba sobre la chaqueta, sujetar el teléfono ajeno y consumir aire. Cayden seguía doblado sobre el retrete y la nueva arcada sí que lo hizo regresar las tripas, así que de nuevo tuve que bajar el agua. Respiraba con muchísima dificultad, como si tuviera los pulmones atrofiados, y todavía sudaba. Tampoco era capaz de detener sus lágrimas.

    —Perdón —murmuró en un hilo de voz y si iba a seguir hablando una nueva arcada le interrumpió las palabras junto al llanto—. Perdón, Hikkun, perdona. Todo es una mierda, es una cagada inmensa y ya no sé qué más hacer, no tengo idea. Perdóname.

    —No beberte todo el alcohol de Japón sería un comienzo —apañé con indiferencia, dudaba que mañana recordara nada.

    —Ya no quiero sentir esto ni nada más, bueno o malo, da igual. No puedo manejarlo —lloriqueó, de milagro le entendí algo. Eso a un lado, ¿a qué diablos se refería con “esto"?—. ¿De qué sirve? Los abrumo a todos, ¿por qué deberían soportarme? Hago y deshago y me largo por donde vine y luego me pongo a exigir cosas que ni siquiera podría sostener. Soy demasiado, no vale la pena. No tendría que haber buscado a Liam tampoco, ¿acaso cambiaría algo?

    No me di cuenta de que abrí bastante los ojos al escuchar semejante cosa, porque no podía creer lo estúpido que era, ¿por qué buscaba al padre que no quería ni verlo? Era el equivalente de que yo buscara a mi hermana, que me aborrecía de forma clara y abierta, esperando que eso cambiara algo. Hasta donde sabía el viejo Dunn no guardaba relación con él, lo mantenía y le prestaba su sombra, pero eso era todo y lo poco que hablaba Cayden de él dejaba claro el asunto. La conexión era material, caprichosa y de mera conveniencia, ¿entonces por qué?

    A eso le sumaba la mierda de pedir de más, cuando a veces la verdad era que Cayden no pedía una carajo, al menos a mí solo me pedía quedarse aquí y me daba igual hasta que pasó lo del Shimizudani. Sus pedidos eran casi simplistas, pero incluso así existir a su lado podía tornarse agotador. Era dramático, era demasiado amable o demasiado insufrible, con pocos puntos intermedios. Se quedaba atorado en sus pensamientos y daba vueltas como un putísimo Beyblade, eso sin mencionar que ya habíamos tenido una conversación parecida a esta la otra vez, cuando no pudo conciliar el sueño hasta que recostó la frente a mi espalda.

    Lo dejé irse, había dicho él.

    Es lo que haces, ¿no? Fue mi respuesta.​

    Yo... le había dado la razón.

    Las manos de Cayden pocas veces se aferraban a nada, no se aferraron a mí, a Ratel y no se aferraron a Kohaku, en su lugar se sacó el corazón del pecho y por años sangró como un imbécil, día tras día hasta que creyó olvidar lo mucho que le dolía. Le di la razón, afirmando que dejaba que nos fuéramos, pero también le dije que si quería zafarse de esa espiral debía hacer algo diferente. Algo debía cambiar.

    Pero él se negaba, ¿cierto? Estaba paralizado de miedo.

    Otra arcada, más vómito y más llanto. La espiral no terminaba, giraba y giraba perdiéndose en las profundidades a las que lo arrastraba sin poder frenar la velocidad de su caída. Como todas las mariposas, sus alas eran de papel y ardían a una velocidad ridícula. El bicho desalado resultante no era más que una aberración, un gusano al que le habían crecido patas y parecía incapaz de usarlas habiendo perdido el peso del papel que sus pequeñas venas sostenían. Había belleza y fealdad en la criatura, surcaba el cielo, pero estaba condenado a morir en el suelo… o a permanecer por siempre clavado con alfileres en un marco justamente por su primer cualidad. ¿Quizás debiera considerarlo afortunado? Por haber escapado del destino de residir detrás de un cristal, inmovilizado.

    Aunque pensándolo bien, ¿no era así cómo existía para el viejo Reaper?

    Inalterable, cautivo y precioso, pero incapaz de ser objeto de su amor.

    —No importa cuánto llore nada va a cambiar —dijo ya sin siquiera esperar una respuesta de mi parte—. Ni siquiera sé si yo pueda cambiar. ¿Puedo hacer algo diferente? No sé, no tengo ni puta idea. Tengo miedo, Hikkun, miedo de quedarme solo y perderlos para siempre, pero… ¿Es en verdad tan malo haber querido más? ¿Haber querido…? ¿Qué quería para empezar?

    Su llanto fue doloroso, desbordado y patético.

    >>Es una idiotez. Soy un imbécil —soltó una risa amarga, ahogada por sus lágrimas. Fue anticlimática viniendo de él—. ¿No lo perdimos todo ya una vez? Todos nosotros en diferente forma perdimos y seguimos perdiendo. No es el fin del mundo, porque hemos vivido esto ya una vez y peor. Porque ya sabemos cómo duele, ¿entonces qué importa? ¿Qué debería importar? Además, fue culpa mía, como siempre. No debería estar llorando nada de esto.

    Sin embargo, no dejaba de hacerlo.

    Mi propia borrachera me daba algo de vueltas, pero arrojé el teléfono junto a la hierba sobre la chaqueta y regresé al interior del baño. Busqué una toalla de las de secarse las manos, la humedecí en el lavabo y me agaché para limpiarle el rostro a Cayden. Se resistió, el maldito hijo de puta siempre se resistía a cualquier cosa y era por eso que todo le salía mal, por eso le habían dejado ir un golpe en la cara y por eso estaba aquí llorando como imbécil, por resistirse a sentir sus emociones sobrio.

    Bufé mientras le encajaba una mano en la nuca, inmovilizándolo para que me dejara limpiarlo, y hecho eso arrojé la toalla al lavamanos y bajé la cadena una vez más aunque el mocoso no había vomitado de nuevo. Me humedecí las manos, le aparté la mata de pelo del rostro, algo larga e indomable en la zona del fleco. Sus rizos, en general bien cuidados, lucían secos y echados a perder, ya lo había notado desde el principio. Todo él en general parecía descuidado y consumido. No pude hacer más que seguir pensando en lo patético y frágil que lucía, como un pedazo de vidrio agrietado.

    Si no fuese tan delicado, tan sensible, esta fuerza indómita podría arrasar con todo como había hecho su viejo, pero era un inútil, moría por su propia mano una y otra vez. Me enfurecía porque lo tenía todo para llegar lejos, para vivir mejor que tantos de nosotros, y seguía empeñado en lamerse heridas que ya deberían haber cicatrizado hace mucho. No usaba el fuego que poseía para cauterizar los tajos en su cuerpo y detener el sangrado, era un maldito estúpido.

    —¿Cómo sientes el viaje? —pregunté aunque él estaba apartándose de nuevo, enfurruñado—. La hierba, Cay, ¿cómo va?

    —Estoy pegado a este baño, siento la sangre en las venas y todo da vueltas —murmuró, lento y con dificultad–. No me toques. Ya no me toques.

    —Maldito insolente —susurré y lo dejé abrazado al inodoro—. Siempre fuiste así.

    Sollozó, al tomar aire éste le rasgó la garganta y yo suspiré. Sin duda me lo estaba pasando bomba con Magdalena, vaya puta mierda, y encima Fumi se echaría una semana molesta como si no follara con toda la comarca cada que se peleaba con su novio. ¿Por qué diablos toda la gente que conocía era tan problemática?

    —¿Llamo a tu casa para que te vengan a buscar?

    Negó con tal fuerza que de milagro no se torció la nuca.

    —¿Yuzu? —Negó de nuevo con más vehemencia—. ¿Arata?

    Don't.

    Joder.

    —¿Ko?

    Don't! —repitió, agresivo esta vez, y un nuevo sollozo le sacudió el cuerpo.

    Un último intento. Uno solo, debía sacarlo de aquí.

    —¿Hubert?

    No contestó de inmediato, siguió llorando, tuvo otra arcada más sin regresar nada y casi pude ver el momento en que se rindió. Asintió, el gesto fue casi imperceptible, pero dijo que sí con la cabeza y vi como sus gestos se descompusieron en un intento burdo por detener su caos sin éxito. No parecía que fuese a vomitar más, pero no me atreví a moverlo y salí del baño para ir a la cocina, allí me bebí dos vasos de agua casi sin pausa y regresé con Magdalena, que para este punto dudaba que supiera por qué estaba llorando en plena borrachera, como dudaba que Arata recordara nada de su propia intoxicación.

    Daba igual al final del día, yo solo debía sacar a Cayden de aquí. No tenía derecho a tocarlo o el deber de cuidarlo, no luego del Shimizudani. Este niño no tenía que volver a respirar el mismo aire que yo, nunca más, ¿pero cómo podía quitármelo de encima cuando estaba acostumbrado a huir con Yuzu o conmigo desde que regresé con ellos?

    De la nada mis pensamientos trepaban por las paredes, así que tomé el teléfono del mocoso otra vez, usé su mano para desbloquearlo y esculqué en sus contactos hasta dar con el del dichoso Hubert. Miré el número varios segundos, lo miré y lo miré, a sabiendas de que seguramente Cayden, cuando recuperara conciencia de sí, querría romperse la cabeza al ver dónde, cómo y con quién estaba, además de la forma en que yo me deshacía de él. Por un lado el maldito idiota nunca pedía ayuda, por el otro era leal al punto del masoquismo y confluirían ambas cosas cuando despertara.

    No era mi puto problema

    Tenía que madurar de una vez.

    Marqué al número por fin, lo hice desde el móvil de Dunn, y me llevé el aparato a la oreja. Timbró una, timbró dos, timbró tres veces y cuando creí que al final tendría que hacerme a la idea de cuidar un borracho el chico al otro lado atendió por fin. El pobre diablo sonaba adormilado, tenía la voz, grave de por sí, pastosa, pero de inmediato noté la cuota de preocupación en su tono.

    —¿Cay? —No tardó mucho en coordinar algunos pensamientos más—. ¿Te encuentras bien?

    —Habla un amigo suyo, Sugino. A Cay se le fue la mano con el alcohol en mi casa en Taitō, no está muy bien ahora mismo y la borrachera se le revolvió con alguna tragedia emocional, así que lleva un rato algo descompuesto, pero accedió a que te llamara a ti —expliqué sin detenerme mucho en nada, tampoco le di tiempo a procesar el asunto—. Creo que estar contigo lo ayudaría más, yo no podré cuidarlo más que algunas horas, tengo asuntos que atender en la madrugada, ¿crees p-

    —¿Podrías asegurarte de estar pendiente de él durante unos veinte minutos, Sugino-san? —El honorífico quiso hacerme gracia, pero en la forma en que me interrumpió a pesar de su formalidad reconocí el chispazo de angustia por Cayden. El infeliz tenía la puntería de un francotirador, ¿cierto? Siempre amables, pacientes y comprensivos con sus arrebatos, ¿pero hasta cuándo?—. Si me haces llegar la ubicación estaré allí tan pronto como me sea posible.

    —Sí, claro.

    Me quité el móvil de la oreja, le envié la ubicación al chat, también el número de apartamento y le dije que si necesitaba dinero yo aquí le pagaba el Uber. El muchacho, extremadamente correcto en su forma de hablar, declinó la oferta y entonces colgué, dispuesto a esperarlo. Cayden, hasta ahora doblado en el inodoro, se enderezó a velocidad de caracol y buscó recostar la espalda en la bañera. Una vez lo consiguió flexionó las rodillas, apoyó los brazos en ellas y dejó caer la cabeza en medio. Lo vi pasar saliva, el estómago se le contorsionó, pero no pasó nada más y solo eructó. Creí percibir que arrugaba las facciones, asqueado consigo mismo.

    —Ya viene tu amigo, Cay.

    Yeah —murmuró, ido, sorbiendo por la nariz.

    Pasaron cinco minutos cuando estaba vomitando otra vez. Ya no hablaba, pero no paraba de llorar y tuve que dejarlo quieto un rato para evitar un potencial muladar en mi baño. Cuando volvió un poco en sí de nuevo yo ya había encontrado una camiseta limpia y me encargué de desabotonarle la del uniforme. El cabrón siguió resistiéndose, se cagó en mis muertos y al desvestirlo vi lo delgado que esta estaba, pero en verdad siempre había sido un poco así. No dije nada, qué va, le puse la camiseta negra, lo dejé otra vez contra el inodoro y busqué una bolsa donde meter la camisa de su uniforme antes de zambullirla en su mochila. Al abrir el salveque vi dos cajas de chocolates, pero de todas maneras metí allí la bolsa con su camisa, luego la chaqueta con la hierba y la billetera.

    Al volver al baño Cayden estaba desplomado contra un costado de la bañera, con la conciencia titilando como una vela, y me acerqué para palpar sus bolsillos. Ya no se resistió. Creí sentir la forma de un encendedor, también de una caja metálica y algunas monedas. El vicioso tenía el hábito de cargar porros liados previamente, supuse que los tenía allí, pero yo no era su madre ni Arata para decirle que no se drogara. Lo que hice fue más confirmar una sospecha, pero entonces algo sonó, un empaque plástico y metí la mano para sacar una bolsa con un paquete de pastillas. Era… ¿Quién le había dado esto? ¿El que cultivaba la hierba? Eran cuatro y quedaban dos, el nombre que leí no era distinto a lo que se había metido Arata hace cuatro años. Sedantes… tres sedantes distintos, porque la cepa de marihuana que fumaba con frecuencia también lo era en comparación a otras. Este niño era un estúpido, en su afán por acelerar hasta noquearse bien podría haberse provocado un paro.

    Maldije por lo bajo a sabiendas de que entonces por las pastillas había llegado aquí ya desconectado y había seguido metiéndole a su sistema. Este chico no estaba acostumbrado a consumir algo que no fuese hierba a cantidades industriales y alcohol, por Dios, ¿qué hacía con fármacos? Ni siquiera le habían interesado nunca. Abrí las pastillas, las arrojé al inodoro y entonces pesqué a Cayden por debajo de los hombros, arrastrando todo su cuerpo de regreso a la taza del baño y lo obligué a abrir la boca; no quería, pero tenía que sacar todo lo que tenía en el estómago, lo que quedaba de alcohol al menos. Introduje los dedos y lo forcé a vomitar una vez más; porque no podía dejarle este marrón a otro y porque… ¿Por qué, si lo habría reventado a palos si me lo pedían? ¿Si lo habría matado si eso significaba que yo viviría?

    ¿Los quería todavía?

    ¿Podía quererlos si actuaba a sus espaldas y los usaba para sobrevivir?

    Iba a volverme loco.


    Me apartó, de la nada usó fuerza real a pesar de ser un puto palo de dientes y me hizo a un lado casi tirándome al suelo en el proceso, pero pronto estuvo botando las tripas en el retrete y creí oírlo decirme que podía irme a la mierda, que estaba loco, que no quería una mano en la campanilla y llegué a preguntarme si habría preferido una polla entonces, pero entendí que la idea surgió de mi molestia hacia él en ese momento y supe callarme. Incluso si no recordaba una mierda luego no era algo con lo que quisiera ofenderlo, como nunca había ofendido a Arata al respecto ni a nadie.

    De cualquier manera, haber forzado el reflejo lo puso a voltear el estómago hasta que, ahora sí, no quedó nada más que sus mocos y sus lágrimas, entonces bajé la cadena otra vez. Toda la porquería, pastillas incluidas, desaparecieron y me lavé las manos una y otra vez. Dunn seguía llorando y temblaba como un perro mojado, pero gradualmente recuperaba un mínimo de conciencia. Solo recién pensaba en lo frío que estaba su cuerpo al tacto, las sustancias no le permitían regular su temperatura.

    Le limpié el rostro de nuevo, lo forcé a levantarse y le pedí que se enjuagara la boca con pasta de dientes. Lo hizo con mucha dificultad, sujetándose a mí como si fuera un salvavidas, en verdad sus dedos se aferraban como garras y me sentí atrapado por él, encarcelado. Bebió algo de agua del grifo y lo frené porque si tomaba demasiada acabaría vomitándola también.

    —¿Dónde vive tu amigo?

    —¿Quién? —balbuceó mientras lo ayudaba a sentarse en el piso otra vez y sorbió por la nariz.

    —Hubert.

    —Hubby —murmuró, perdido en el vicio, pero su voz se suavizó aunque se le quebró con el nombre que dijo al final—. Es de Bunkyō igual que Vero.

    Todavía temblaba, así que fui por su chaqueta y se la puse aunque me costó un poco, porque a él la coordinación se le había ido de vacaciones. Le cerré la cremallera y el abrazo de Yako, pues era herencia suya, pareció calmarlo y se hizo pequeño dentro de la prenda, dejando las manos dentro de las mangas. Muchas veces olvidaba de dónde provenía la sangre de este muchacho pues su aspecto era frágil, delicado, y lo hacía lucir pequeño a pesar del estirón que había pegado y, según me parecía, seguía pegando. Cosas pequeñas lo derribaban y él cedía al peso del mundo, entonces de nada valía de quién fuese hijo.

    Pasó un rato y empezó a cabecear, pero intentó no quedar inconsciente, se esforzó por ello y lo escuché murmurar una canción para sí mismo. Algo sobre un halcón. Eso pareció regularlo un poco más en combinación con la chaqueta y, sobre todo, con el hecho de que su sistema ya no batallaba tanto con el intento de procesar la cantidad de veneno que se había metido en el transcurso de la salida de la escuela a su llegada a mi apartamento, pero estaba débil y deshidratado. Tendría que darle indicaciones a su amigo.

    —Cay Cay —lo llamé sin reparar en el apodo, fue solo para que siguiera despierto.

    —¿Qué? —susurró con brusquedad y cortando la canción de tajo, adormilado. Al menos parecía que lo que quedaba del fármaco no había hecho tanto destrozo como el montón de alcohol y la hierba, reaccionaba con lentitud, pero lo hacía—. Tengo frío.

    —No te duermas, si te duermes va a ser una cagada. Quédate despierto.

    —Una cagada ya es. I'm sleepy, dizzy and cold —dijo en un hilo de voz, sorbió por la nariz de nuevo y se limpió las lágrimas con la manga de la sukajan—. Quiero un abrazo.

    No dije nada… No podía. No debía tocarlo, no podía pretender consolarlo porque yo lo había usado para probar mi valor y que haría cualquier cosa con tal de sobrevivir. Cayden podría recibir un tiro entre las cejas por mí, por cualquiera de nosotros, pero yo había fallado a esa lealtad ciega. Les fallaba una y otra vez, por eso era mejor que no hiciera nada, que no le diera algo que a la larga solo le haría más daño.

    No merecía su amor.

    Por eso debía sacarlo de aquí.

    .
    .
    .
    .
    .

    No supe cuánto tiempo pasó en realidad, me ocupé en mantener a Cayden despierto y reaccionando para estar seguro de que no tenía que llevarlo a emergencias o alguna mierda así. Estaba descompuesto, sí, pero al menos había dejado de quejarse del frío y por rebote ya no temblaba como perro mojado. Había seguido balbuceando mierdas, eso sí, y lloriqueando de forma bastante resignada y menos aparatosa. No eran más que lágrimas intermitentes en medio de los nombres: Kohaku, Verónica, Ilana, sus tíos y su madre, decía que no sabía cómo ser honesto porque no quería que doliera, pero que seguía doliendo a pesar de eso y que no sabía qué hacer. Que le daba miedo admitir lo frágil que era y que otros se dieran cuenta, que era mejor cualquier cosa que llevar tres putos días llorando, pero le daba miedo que sus emociones ahogaran a los demás, que nadie elegiría eso a voluntad y que él no quería forzar a nadie a soportarlo.

    Que quería apagarse.

    Dejar de sentir todo.

    Cuando consideré que parecía tener algo más de fuerza y movilidad coherente lo levanté por fin, me costó lo suyo, pero él pudo usar las piernas una vez estuvo estirado y lo saqué del baño para llevarlo al salón. Hace algunos días había comprado un sillón, era de segunda, sencillo que te cagas y de una sola plaza, pero lo dejé allí. Se hundió en el asiento, dejó caer la cabeza hacia atrás en el respaldo y respiró con dificultad, lo vi parpadear, seguramente haciendo un esfuerzo monumental por enfocar el techo sobre su cabeza.. Yo me había quedado de pie frente a él, respirando por el esfuerzo, y sentí una gota de sudor bajarme por la nuca. Mis ideas seguían colisionando y lo que sentía desde que Arata había estado por palmarla en mis brazos me punzaba hasta los huesos. ¿Por qué?

    ¿Por qué aquí?

    ¿Por qué conmigo?

    Tocaron a la puerta, deteniendo mi tren de pensamientos, y dejé a Cayden para ir a abrir, a sabiendas de que se trataba de su amigo. Quien apareció fue un muchacho de cabello y ojos oscuros, pero rostro amable y entonces comprendí todo incluso más que antes. Si bien Cayden se juntaba con personas como Arata y yo, como Ratel y algunos de los demás y nos quería, había algo que podía más con él. Violentaba todas sus resistencias y, de vez en cuando, incluso sus miedos: la amabilidad y paciencia. Por eso le brillaban los ojos al ver a Kaoru y por eso quería tanto a Kohaku, por eso, también, quería ser mejor y amar a los otros a plenitud… Quería y tropezaba constantemente en su anhelo.

    El caso era que se notaba que lo había sacado de la cama a la fuerza, lucía algo adormilado, pero en su rostro vibró algo que bien pudo ser disonancia a secas. Lo sentí mirarme, tenía la misma forma de ver que Cayden o eso creí, era… Te atravesaba el cuerpo. Debía estar uniendo puntos también, pues sus ojos repararon en mis tatuajes y mi aspecto en general, ¿este chico sabía de las amistades que tenía? Arata, por ejemplo. No dije nada, en su lugar volví a presentarme y él hizo lo mismo, dándome su nombre completo esta vez: Hubert Mattsson. De esa forma lo invité a pasar, diciéndole que me siguiera, y caminamos hacia el salón.

    —¿Qué fue lo que ocurrió con Cay? —interrogó.

    ¿Qué tanto debía decir?

    —Al parecer tuvo problemas con un amigo en común y seguramente algunas cosas más —comencé a decir en voz baja, a mí se me había bajado la borrachera de sopetón—. Llegó aquí hace algunas horas y estuvo bebiendo mucho. Lo golpeó todo el alcohol de repente, lleva un buen rato llorando, como no puedo quedarme le pregunté a quién podía llamar y aceptó que te marcara a ti.

    Si el mocoso quiso decir algo o sabía más que yo se lo reservó pues entramos a la sala. Alcé la voz para anunciar que Hubert había llegado y Cayden, en su delirio de ebrio, se enderezó muy lento y se puso de pie. El chiquillo se le puso al corte, para cuando el pelirrojo estaba acercándose ya lo había interceptado, pero de todas formas Dunn lo abrazó, prácticamente se le fue encima y lloró otra vez, ahora en silencio, nada de sollozos dramáticos ni ahogos.

    Hubert lo sostuvo con una paciencia infinita, por más angustiado que estuviese, y el destrozo de Cayden empezó a regularse apenas estuvo en unos brazos que sí pudieron sujetarlo de verdad. Se hizo pequeño allí, contra el cuerpo de su amigo, quien le hizo un mimo entre el cabello y gradualmente se fue acuclillando hasta que hincó las rodillas en el suelo. No soltó al pelirrojo en ningún momento, aunque de por sí casi fue él quien lo llevó al suelo, pero así pudo sujetarlo mejor. Las manos de Dunn empuñaron la ropa ajena y creí notar que los ojos oscuros del niño detallaban el bordado del dragón dorado en su espalda, en medio de aquel abrazo tan caótico.

    Era, a fin de cuentas, la marca de una antigua bestia.

    —Hubby —lo llamó, sonó como un niño mimado, la voz la tenía afectada por la llorería. ¿Cuánto llevaba así? ¿Una hora y pico? Perdí el sentido del transcurso del tiempo—. Thank you. Gracias por venir por mí, gracias, perdona por molestarte así.

    —Te hice saber que podías despertarme —murmuró el chico, la caricia había pasado a su espalda—. Es un alivio saber que pudiste escuchar mis palabras entonces. Estoy aquí, Cay, estoy contigo.

    No te paralizaste, dijo Cayden.

    Viniste por mí.

    Viniste por mí.


    Sonaba como un mantra, tenía algo de ritual, pero era usual en este chico, en su ansiedad e impulsividad. Observé el cuadro en silencio, las ideas de ebrio de Dunn seguían derrapando, chocando entre sí y revolviéndose. Al decir aquellas palabras creí vislumbrar la manera en que cada problema colisionaba, las líneas se cruzaban volviéndose una sola, y el corazón de Cayden sangraba; su viejo, Ko, ¿qué más pasaba? Solo Dios sabría, pero la línea conectora… Ser elegido, ¿cierto? Por eso se había pegado a Kaoru, a Kohaku, por eso seguía robando y se revolcaba en la atención de aquellos que querían ser igual de buenos con las manos, dobles sentidos a un lado. Siempre había sido así, necesitado de atención. Por eso sonaba aliviado al ver a Hubert aquí, aunque por la mañana sufriría al ver que el niño había sido arrastrado al vórtice de su remolino.

    Lo dejaría manchado de sangre y hollín.

    Durante algunos minutos el moreno se centró en solo escuchar los desvaríos de su amigo, le respondió cada uno, conciliador, y por cada disculpa le hizo saber que para eso estaban los amigos. En algún punto le traje algunas servilletas, se las extendí al más joven y le alcancé un vaso de agua a Cayden, que lo tomó con manos temblorosas y lo bebió a velocidad. Iba a frenarlo, pero lo hizo Hubert y le limpió el rostro empapado de lágrimas con una de las toallas de papel.

    —Bebe sorbos pequeños, Cay —le pidió en voz baja—. Te ayudará a tranquilizarte.

    Dunn, quien se mostraba grosero y altanero cuando alguien intentaba darle órdenes, era ridículamente sumiso bajo las manos correctas, lo sabíamos todos, y cedió al chico con una facilidad absurda cuando a mí había estado a punto de pegarme por tocarlo para ayudarlo. Respiró con cierta dificultad, saltándose un par de inhalaciones al tomar aire, pero bebió despacio, en sorbos pequeños y se quedó mortalmente quieto al sentir las manos de Hubert sobre él otra vez. El muchacho lo sostuvo por los hombros, frotándolos suavemente, y al pelirrojo se le aguaron los ojos de nuevo.

    —¿Te gustaría que te ayude a regresar a tu hogar? —le preguntó, recibiendo el vaso de agua y alcanzándomelo a mí para volver a hacerle el mimo en los hombros.

    Dudó, me di cuenta que si este chico le decía que lo llevaría a su casa posiblemente lo dejaría, pero como fue una pregunta trastabilló y pudo escapar por una rendija, incluso así de ebrio y drogado. Al parpadear un par de lágrimas se derramaron de sus ojos y negó con la cabeza.

    —No quiero que mamá se preocupe —dijo en un murmuro—. No quiero que se preocupe. Ya debe estar dormida, es mejor que descanse, que no se preocupe. Sabe que si no he llegado a cierta hora no tiene que esperarme. Estoy bien, estoy bien.

    —Eso dicen siempre los borrachos —atajé, desganado, y a Cayden se le escapó una risa ahogada bastante sin gracia.

    Hubert no dijo nada, pero intercambiamos miradas de una forma un poco críptica. La mentira que le había zampado por teléfono no me pesaba en la conciencia, me importaba tan poco que siquiera había atisbo alguno de culpa en mis facciones, así que incluso si pretendía leer algo, no había nada. Lo que sí supuse fue que el chico estaba barajando cómo resolver eso, el tema de sacar a Dunn de aquí. Era su problema, le pasaba por elegir estas amistades de mierda, justo como a mí.

    —¿Preferirías quedarte conmigo?

    Otra duda, pero Cay asintió con la cabeza y le temblaron los labios, pues estaba conteniendo el llanto, ya algo más consciente. A este paso comenzaría a guardar recuerdos entrecortados. El alcohol le impedía filtrar sus decisiones y emociones, era un caos absoluto, pero desinhibido como estaba era mortalmente honesto aunque todo sonara como una estupidez o una locura.

    —Me iré por la mañana —susurró—. I promise.

    Le dimos algo más de tiempo a Cayden para refrescarse y aún así hacer que se metiera al Uber probó ser una tarea algo complicada, al final le dijimos que se acostara en el asiento de atrás. Mattsson se quedó en la acera unos segundos, mirándome, y tuve la sensación de que había algo que quería decir o preguntar. Bajo los faros de la calle sus ojos lucían más oscuros que antes y a pesar de ello no perdía la amabilidad inherente en sus facciones, era extraño. Se parecía a mí, a Sonnen también, y a la vez era tan diferente. Hasta entonces no se me había ocurrido que figuras así de oscuras pudieran, de alguna manera, reflejar los colores de otros. Si este muchacho estaba aquí era porque Cayden lo quería y ese afecto era recíproco, era genuino.

    No se parecía en nada a lo que existía ahora entre los chacales y yo.

    —Vigila su sueño durante algunas horas, dale agua si necesita y puede que se levante al baño algunas veces, pero ya debería poder ir solo, como mucho guíalo para que no se pierda en una casa ajena —empecé, pues porque dudaba mucho que este niño se hubiese embrochado así alguna vez—. Cuando despierte quizás siga un poco ebrio y la resaca no empiece a patearlo de inmediato, le vendrá bien algo para el dolor de cabeza y para la acidez en el estómago. Es poco probable que quiera comer hasta bien entrada la tarde, tendrá náuseas un rato, pero si puedes haz que coma algo liviano, un caldo de cualquier clase y que se hidrate. Dudo que haya estado comiendo bien en… Ni idea, semanas seguramente.

    Ese fragmento de verdad pareció desajustarle las emociones al niño, algo parecido a la incredulidad le pasó por las facciones y se mezcló con la preocupación que ya de por sí tenía grabada en la cara desde que abrí la puerta. Dudaba que conociera realmente los excesos a los que podía llegar Cayden, desde lo muchísimo que fumaba, lo poco que comía y sus ansias por ser el centro de atención. De hecho, ni siquiera creía que alguien además de Yuzu, Arata y yo lo supiéramos en verdad o que alguien supiera hasta dónde era capaz de llegar, ardiendo. Había una parte de él que ansiaba parecer siempre bueno, siempre compuesto y amable, siempre accesible y dulce, al menos era así con ciertas personas. Era así con su madre, Kohaku y quizás con este muchacho, pero la fachada estaba cayendo. Ya no soportaba más.

    El espejo se quebraba.

    Y era su momento de ver si quienes amaba estaban dispuestos a aceptarlo así.

    Defectuoso, herido y caótico.


    Mattsson me agradeció por las indicaciones, dijo que iría a una farmacia cuando estuviera seguro de que dejarlo solo unos minutos no fuese peligroso y que cuidaría de él. Al mirar hacia el coche, donde el chofer esperaba pacientemente y Cayden ya estaba guardado, como un secreto en un ropero familiar, en sus ojos vibró una chispa de algo que no fue confusión del todo, fue pura y simple incapacidad de comprender a su amigo. Lo que sabía jamás incluía la posibilidad de venir a buscar a Cayden intoxicado y convertido en un mar de lágrimas, lo que sabía seguramente era tan abstracto como lo que sabíamos los demás, pues este chico no se dejaba tocar. Vivía su vida entre barrotes, pues era allí donde había nacido y a veces parecía que sería allí donde moriría.

    Como un lobo en cautiverio.
     
    • Ganador Ganador x 1
Cargando...

Comparte esta página

  1. This site uses cookies to help personalise content, tailor your experience and to keep you logged in if you register.
    By continuing to use this site, you are consenting to our use of cookies.
    Descartar aviso