Mini-rol Arcadia Nova | Pokémon Rol Championship

Tema en 'Salas de rol' iniciado por Andysaster, 4 Septiembre 2025.

  1.  
    Andysaster

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    Miki Chigusa

    Poly nació durante un frío invierno cuando solo tenía cinco años. Nació de un huevo que había sufrido complicaciones; su entrenador tenía una gran urgencia porque eclosionase pronto, y en vistas de que no parecía que eso fuese a suceder, lo abandonó. Mis hermanos mayores quedaron a cargo de sus cuidados, y con el transcurrir de las semanas, el huevo comenzó a emitir sonidos.

    Cuando toda la familia se reunió alrededor de la incubadora, animaron a su pequeña hija a dar un paso al frente. A asomarme frente al cristal. No comprendía nada de lo que sucedía a mi alrededor, pero aquel huevo de vivos colores me llamó desde el primer instante en que lo vi. Fue casi como si pudiese escuchar su voz. Pegué las manos frente al cristal, observando con curiosidad el interior de la vitrina...

    Y entonces el huevo comenzó a brillar.

    Dos ojillos diminutos hicieron contacto con los míos en el lugar donde antes se había encontrado el huevo. Fui la primera persona a la que vio, y el lazo que nos unió se afianzó en ese preciso instante, sin siquiera darnos cuenta.

    —Mira, Miki —Mi madre se acuclilló a mi lado, sonriendo con ternura hacia la criatura que nos observaba tras el cristal. El diminuto Chatot avanzó torpemente hacia mi dirección—. Parece que le gustas.

    —Es muy feo —dije en respuesta. Era diminuto, rosa y no tenía ninguna pluma a la vista. Apenas sí podía sostenerse sobre sus patas. Hice un mohín—. ¿De verdad eso es un pokémon?

    Mi madre no pudo evitar reír ante las ocurrencias de su pequeña hija.

    —Cuando nacemos, todos somos un poco feos, cielo. Rosas; tampoco tenemos apenas pelo —La mujer me tomó en sus brazos. Su mano rozó el cristal con cariño, casi como si quisiese acariciar a través de él a la criatura que acababa de nacer—. Pero también somos completamente frágiles. Ese pequeñín va a necesitar alguien que lo proteja.

    >>¿Te gustaría ser tú?

    Posé mis ojos en la criatura. A pesar de lo particular que era, había algo que me atraía enormemente. Que una cosa tan pequeñita fuese a transformarse en un Chatot pronto... Yo quería que eso sucediese.

    Ser la persona que lo protegiese... ¿Como un caballero de los dibujos de la tele?

    —Mhm —Asentí finalmente, sin apartar mis ojos de él. Poly me miró, casi como si hubiese comprendido lo que sucedía a su alrededor. La imagen me arrancó una pequeña sonrisa—. Yo le protegeré, mamá.

    El tiempo se sucedió así. Poly fue creciendo, y de su pequeño cuerpo en crecimiento fueron brotando plumas. Azules, como el propio firmamento. Eran suaves al tacto, adoraba acariciarlas y que me hiciesen cosquillas en la nariz. Ambos fuimos creciendo, juntos; fue casi como tener un nuevo hermano. Dormíamos en la misma cama en las noches frías, me ayudaba a esconder mis notas cuando suspendía en la escuela, y escuchábamos los relatos de mi abuela con la misma devoción.

    Ambos formábamos una pieza fundamental en el corazón del otro. Casi como si fuésemos siameses. Allí donde estaba uno, estaría siempre cerca el otro.

    Inseparables.

    Esa era la palabra adecuada.

    Cuando Mimi se irguió del asiento la seguí con la mirada, pero mi mente se encontraba lejos aún de allí. Perdida en un mar de recuerdos, de fragmentos de toda una vida.

    —Buñuelos. Con chocolate blanco —Le pedí. Me sorprendió que se ofreciese, habiéndose negado hacía tan poco. ¿Qué le había hecho cambiar de parecer?—. Pide dos tenedores.

    Supuse que esa era mi suerte de agradecimiento silente.

    Cuando se marchó regresé la vista a las hojas de los árboles. Estas se mecían con suavidad, y repentinamente me trajo un nuevo recuerdo. Uno asociado a las ramas de un árbol, y a los infinitos intentos de un polluelo por emprender por primera vez el vuelo.

    El corazón volvió a apretarse en mi pecho cuando lo comprendí. Fue una realización dolorosa, pero a su vez la sentí correcta.

    Porque pensé que, tal vez, era el momento de que emprendiese el vuelo junto a mí. Por última vez.




    Liza White

    En determinado momento sentí una mano gentil apoyarse sobre mi hombro. Giré el rostro, y mis ojos volvieron a encontrarse con aquel bosque de vivos colores. Su gesto de amabilidad me resultó reconfortante y lo agradecí, pues en aquellos momentos de dudas era como una suerte de hoguera en la intemperie. Cálida y conciliadora.

    —Gracias, Ai —murmuré. Apreté ligeramente su mano antes de dejarla ir—. Tal vez me acoja a tu ofrecimiento más tarde.

    El vagón comenzó a desalojarse en ese momento, y tal vez por la cercanía o por haber captado recientemente mi atención, lo noté. La tensión ligera en sus gestos, la forma en la que apretaba a Poly entre sus brazos. La observé disimuladamente durante los siguientes segundos. A pesar de lo compuesta y serena que lucía siempre, Ai no dejaba de ser humana. Con sus miedos, sus inseguridades y sus dudas; olvidar algo tan básico era simplemente estúpido. Que estuviese allí, a punto de subirse a una atracción que le provocaba esa ansiedad me estrujaba en el corazón en el pecho, pero también me llenaba de un enorme sentimiento de admiración.

    "El coraje no es la ausencia de miedos. Significa actuar incluso cuando estás aterrado".

    Era la frase que me recordaba una y otra vez, durante mi labor como Ranger. Cuando las piernas me temblaban y el corazón me golpeaba con fuerza contra mi pecho. No era fácil, nadie dijo nunca que lo fuese. Pero dar el paso, seguir nadando contra corriente y demostrarte a ti misma que puedes hacerlo, incluso cuando todos a tu alrededor se esfuerzan en hacerte creer lo contrario...

    Esa era la clave de todo.

    —"El verdadero significado del coraje es tener miedo y, aun así, con las rodillas temblando y el corazón acelerado, dar el paso de todos modos, incluso cuando ese paso no tenga sentido para nadie más que para ti" —Comencé a recitar, colocándome en ese momento a su lado. Mi mirada se encontraba fija en las personas que bajaban, pero las palabras, sin lugar a dudas, iban para ella—. "Sé que no es fácil. Pero dar un paso audaz es la única manera de avanzar hacia la grandiosa visión que el universo tiene preparado para ti".

    Cuando finalicé busqué sus ojos, y le sonreí. A diferencia del gesto de antes, esta era una sonrisa brillante, cargada de convicción y de valentía. Una muestra de mis propios ideales.

    >>Es una cita de Oprah Winfrey —Me froté la nariz entonces, en un repentino absceso de pudor. Quizás me estaba metiendo donde no me llamaban... Había sido un impulso del momento—. Pensé que podría ayudarte. Conmigo lo hace siempre.

    Jungle Pocket Icon.jpeg

    —Pasen por aquí, por favor.

    Cuando nuestro lugar en la atracción se desalojó por completo, llegó el momento de internarnos en el vagón. La miré por última vez, comprobando su estado y, tal vez, asegurándole con la mirada que podía contar conmigo allí arriba.

    Me sentía más tranquila, aún así, sabiendo que tenía a Poly a su lado.

    Y la atracción comenzó así.
     
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    Mimi Honda

    —¿Con chocolate blanco?—me crucé de brazos y enarqué una ceja con evidente escepticismo—. ¿Sabes que el chocolate blanco ni siquiera es chocolate?

    No llevaba cacao. Solo manteca de cacao, leche y azúcar. No tenía ninguno de los beneficios del cacao puro. Era un sucedáneo grasiento y azucarado.

    Pero no parecía dispuesta a cambiar de opinión ni yo iba a insistirle en la situación en la que nos encontrábamos, así que marché hacia el quiosco. Me venía bien centrar la mente en otros asuntos, mantenerme ocupada me ayudaría a ignorar esa punzada en el pecho.

    Esa voz insidiosa y autocrítica.

    No quería pensar, maldita sea.

    Pero tampoco quería que Miki le diese vueltas de más a la situación.

    Una mujer de mediana edad me saludó mientras vertía masa para crêpes en una crepetera. El aire olía a masa dulce y mantequilla derretida. Había comido hacía poco así que no tenía hambre en realidad... pero seguía apeteciéndome algo dulce.

    También tenían waffles, algodón de azúcar y... el corazón me dio un pequeño vuelco.

    Éclairs.

    Oh, dulces éclairs... ¿había algo que no pudieran solucionar?

    —¿Qué va a ser?

    Esa era una buena pregunta.

    Ah... Los éclairs me estaban haciendo ojitos. ¡No era justo! El glaseado dulce que parecía destellar, la pasta choux suave que se deshacía en el paladar... Pero Miki me había pedido otra cosa.

    Me aclaré tanto la garganta como las ideas. Carraspeé.

    —Ejem. Unos buñuelos con chocolate blanco.

    ***

    Ai Mamiya

    Podía sentir la tensión de Poly entre mis brazos y como una suerte de reacción inmediata, automática, busqué ofrecerle cierto consuelo con mi propia presencia. La admiración ajena no era algo que me era desconocido. Disfrutaba de ese tipo de atenciones, aunque no estaba acostumbrada a la admiración tan directa de un Pokémon.

    Me resultaba adorable.

    No podía adoptarlo como Poly decía, ya tenía una entrenadora. Y en mi equipo solo había Pokémon de tipo planta. Por mucho que pudiera hacer una excepción con él, el lugar de este Chatot tan particular no era a mi lado.

    En ese instante, mientras luchaba por dominar además mi propia tensión y el latido de mi corazón acelerado por los nervios, la voz de Clematis sonó muy cerca. No me estaba mirando pero sus palabras, cargadas de una fuerza que solo los espíritus realmente valientes podían demostrar, estaban dirigidas hacia mí.

    La sensación cálida se extendió desde mi pecho a la punta de mis dedos como las ondas del agua al perturbar ligeramente su superficie.

    Buscaba darme apoyo, calmar mi inseguridad y sosegar mis miedos. Era como una brisa cálida de verano. Como ese murmullo suave entre las hojas de un roble.

    Se me escapó una pequeña risa afable, encantada con sus atenciones. Ah, hablando de cosas adorables...

    >>"El valor es la más importante de todas las virtudes, porque sin coraje, no puedes practicar ninguna otra virtud de forma consistente"—cuando sus ojos se cruzaron con los míos, le sonreí, cómplice. Entendía sus intenciones y las apreciaba—. Esa es de Maya Angelou.

    Me llevé el dedo índice a los labios en un gesto ciertamente entretenido.

    >>O tal vez... ¿"los barcos están más seguros en el puerto pero no se hicieron para eso"? ¿No crees que el barquito se sentiría triste, creado para navegar pero incapaz de alejarse del muelle y surcar las olas?

    Me incliné hacia delante y le hablé cerca del oído cuando se giró, aunque no de forma directa. No quería importunar su espacio personal de forma tan descarada.

    >>... Voy a querer que nuestro encuentro en Edén sea más pronto de lo que debería si sigues preocupándote así por mí.

    Era imposible dilucidar si hablaba o no en serio, o si solo estaba jugando porque me gustaba ver como sus pálidas mejillas tomaban el color de los cerezos en flor. Disfrutaba sus reacciones tanto como disfrutaba el provocarlas. Las emociones humanas eran también algo fascinante para mí.

    Especialmente aquellas relacionadas con los deseos más profundos.

    Como si no hubiera pasado nada, entrecerré los ojos y le sonreí por toda respuesta.

    >>Lo sé, corazón—le dije—. Gracias. Es por eso que estoy aquí. Aunque me asuste, la curiosidad es también motor suficiente para mí.
     
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    Miki Chigusa

    —Si el chocolate blanco no es chocolate, ¿por qué se le dice chocolate entonces? —contraargumenté, creyendo fervientemente en lo que decía aún si sonaba absurdo.

    Mimi se cansó rápido de mis tonterías y se marchó hacia el quiosco sin más. Me golpeé el pecho, victoriosa.

    Heh, otra victoria más de manos de Miki.

    No tardó demasiado tiempo en regresar. Estaba deslizando la pantalla del móvil de manera arbitraria cuando me llegó el olor dulzón de los buñuelos, y mi nariz detectó rápidamente la llegada de la chica como un sabueso antes siquiera de que se sentase. Los ojos me brillaron cuando me extendió la pequeña cajita de cartón y me llevé rápidamente un trozo a la boca, con la misma necesidad que tendría alguien a punto de morir de inanición.

    Me eché el antebrazo a los ojos tras degustar aquel manjar de dioses, imitando la pose de Aika de antes.

    —Incluso a pesar de tu grave enfermedad has ido por mí —dramaticé, fingiendo que sollozaba—. Eres la mejor, Mii-chan.

    Los buñuelos estaban recién hechos, y el chocolate (porque definitivamente era chocolate) se deshacía lentamente con cada mordisco. Prefería lo salado antes que lo dulce, pero sabía apreciar también sus cosas buenas. Sin duda un poco de azúcar animaba a cualquiera.

    Tomé el tenedor de plastico sobrante, diminuto y de color rosa, y pinché uno de los buñuelos para extendérselo. Hice el amago de pensármelo por un momento, reconsiderando mejor la situación.

    Darle un buñuelo significaba que me quedaría uno menos en la caja. Eran matemáticas básicas.

    Hm. Hmmmm.

    Extendí aún más el brazo, pero el contrario detuvo mi movimiento, casi como si luchasen dos lados dentro de mí misma. Hice un esfuerzo considerable por continuar mi cometido, pero la Miki malvada no me lo estaba poniendo fácil.



    Liza White

    Enrojecí, rivalizando con un Darumaka con fiebre cuando Ai se inclinó cerca de mi oído, susurrando precisamente esas palabras. Sabía perfectamente lo que quería, y vaya si tenía sus efectos. Abrí los labios, en un intento por decir algo, hacer uso de mi labia usual aunque fuera, pero nada salió de estos. Tal vez porque en aquella ocasión, por primera vez, me había tomado con la guardia baja.

    Sabía perfectamente con quién estaba tratando, en cualquier caso. No era ingenua, ni mucho menos inocente. Había divisado las fauces de la planta carnívora desde el primer instante y aún así me había lanzado hacia ella sin siquiera pensarlo. Valiente, idiota o tal vez masoquista; quizás una mezcla homogénea de todas. Suponía que era mi propio placer culpable, ¿cierto? Porque no había forma en la que no disfrutase aquellas interacciones.

    La curiosidad mató al Meowth, decían.

    Pero el Meowth murió sabiendo.

    Comenzamos a movernos a través de las vías. Aika y yo íbamos delante, y Ai y Poly detrás. El ascenso era mi parte favorita de todas: sentir el corazón acelerado ante la expectativa, el hormigueo por todo tu cuerpo y la adrenalina tensando tus músculos, preparándose para la inminente caída.

    La brisa nos meció el cabello y ondeó la ropa y me asomé, apreciando las vistas. Se veía toda Témpera en la distancia. ¿Podría encontrar el Centro Pokémon? Con su techo rojo no debería ser tan complicado.

    —Aika, ¿tú ves el Centro Pokémon desde aquí? —le pregunté, usando la mano como visera. Los niños y adultos a nuestro alrededor estaban preocupados por otras cosas y nosotras allí, prácticamente jugando al veo-veo—. Yo diría que tiene que estar por ese lado. Pero no me cuadra. ¿El Mime Donalds no debería estar más lejos?

    Por su parte Poly se aferraba a Ai, olvidando de tanto en tanto que estaba ahí para demostrarle que era un ave valiente y con mucho potencial para acogerle como su mentora en el mundo de los concursos. O, al menos, esa era la película que él se montó en su mente, claro.

    —S-Señorita coordinadora, ¿va bien de momento? —cuestionó, tratando de evitar que le temblase la voz—. Si lo necesita p-puede sujetarse de...

    —¡Poly! —Aika y yo nos asomamos para verle, como dos niñas inquietas—. ¿Tú sí puedes ver el Centro Pokémon desde aquí?

    —¡¡C-Cruaaaaack!!

    Lo inesperado del llamado, y con lo tenso que ya estaba de por sí, hizo que aletease y varias plumas saliesen volando por el estrés.

    Parpadeé, tomada por sorpresa por su exabrupto.

    ¿U-upsie...?
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    —Aquí.

    Le extendí la cajita y volví a sentarme a su lado en el banco. Su expresión de genuina emoción casi me hizo sentir un poco mejor al haber ignorado lo éclairs. ¿Tanto le gustaban los buñuelos? ¿O simplemente tenía hambre? No podía afirmarlo con seguridad por la forma en que devoró uno de ellos como si llevara días sin probar bocado... pero si acababa de comer. ¿Por qué había elegido un algodón de azúcar si sabía que iba a quedarse con hambre?

    Su bromita—o su exagerada reacción, porque ni siquiera podía dilucidar si estaba o no bromeando. Era un misterio para mí—, y el hecho de que para más inri se cubriera el rostro con el antebrazo como había hecho Aika me hizo reclinarme contra el respaldo del banco y suspirar con algo similar a la resignación.

    —La grave enfermedad que te inventaste me impide subir en montañas rusas—le recordé al apoyar mi mano sobre la mejilla y cerrar los ojos—, no ir a un quiosco a comprar buñuelos.

    Miki era un completo misterio. No sabía cuando hablaba en serio y cuando no. Aparentaba ser una persona tranquila, casi monótona, pero al mismo tiempo era la definición de la comedia. Esta discrepancia entre lo que aparentaba ser y lo que realmente era me descolocaba completamente.

    No podía decir que me desagradaba, no se trataba de eso. Simplemente era... extraño. Y se volvió aún más extraño cuando pareció estar por ofrecerme uno de los buñuelos con su mano derecha, pero la izquierda, como si fuera un ente ajeno a su cuerpo, sujetó su brazo y ambos lucharon por un momento en una batalla silenciosa.

    ... Ah.

    Quería darme ese buñuelo, pero al mismo tiempo no. Probablemente pensaba que si me daba uno iba a poder comer menos. Que pensamiento más primitivo.

    Ugh. Definitivamente era rara hasta decir basta. Pero no era mala persona. Y tampoco podía decir que me desagradaba en realidad. No la entendía, éramos completamente diferentes. Pero su actitud, como un soplo de brisa fresca en un día particularmente caluroso, parecía alivianar la pesadez del ambiente a nuestro alrededor.

    >>Cómete tus buñuelos de no chocolate, anda—resolví. Era la solución que probablemente esperaba escuchar. Y de todos modos, el chocolate blanco no era de mi devoción—. No me apetece. Y toma, límpiate la cara.

    Le extendí un pañuelo.

    Quizás Liz tenía razón después de todo. Tal vez esto: conocer personas nuevas y acercarme a ellas no estaba tan mal. No apuntaría tan alto como para decir que consideraba a Miki o a Aika amigas como tal, apenas nos conocíamos desde hacía un día escaso. Pero ese podía ser el camino.

    Tal vez, y solo tal vez, no estaba tan en contra de la idea como aparentaba.

    Aunque...

    Dirigí una mirada al quiosco de soslayo. El aroma a pasta choux dulce recién hecha me hizo suspirar con pesar.

    Lo que hacía una por las amigas.

    Aika Izumi

    Después de enterarme del estado de salud de Mii-chan estuve un poco intranquila. Eso implicaba que no iba a poder venir con nosotras a atracciones así, ¿verdad? No importaba lo emocionada que yo estuviese por pasar un día con amigas, la salud era la salud. Tanto para Michin y su dolor de estómago como para Mii-chan. Quizás Miki se recuperaría pronto, pero no estaba segura de si pasaría lo mismo con Mimi. Aunque quería mantenerme optimista y pensar en que era posible. ¡Seguro podría superar su enfermedad si la apoyábamos! ¿verdad?

    —Tranquilo Poly, respira. Despacio, hazlo conmigo. Esta tensión no puede ser buena para tus plumas.

    La voz de Aichi me llegó desde el asiento de atrás del vagón. No podía llamarla Dio... Dionae... Di- ¡ni siquiera podía pronunciarlo!
    Me había sentado al lado de Lizachi con el corazón acelerado por la adrenalina, inquieta por la propio emoción. La brisa fresquita era de lo más agradable. La sentía en el cabello y las mejillas y también ondeó mi ropa cuando me asomé para ver mejor. No solo se apreciaba toda Arcadia desde la altura, si no también Ciudad Témpera. Y las personas que pasaban eran como puntitos muy pequeñitos... casi me sentía gigante en comparación. Míralos, ¡si parecían de juguete...!

    En ese momento Aichi estaba acariciando con los dedos debajo del pico del Chatot. Poly parecía la mar de contento con todo eso...

    >>Eso es. Buen chico.

    —¡Ah! ¡Allí está la pizzería en la que trabajo!—exclamé— ¡Se ve todo desde aquí!

    Pero no veía el Centro Pokémon por ninguna parte... no había muchos edificios con una techo rojo tan distintivo. Debería ser fácil encontrarlo. En ese momento una idea repentina se me cruzó por la mente. Poly estaba acostumbrado a ver el mundo desde las alturas, seguro el podía localizar el Centro Pokémon en un santiamén. Lizachi y yo parecimos tener la misma idea y nos volteamos a la vez para preguntarle. Pero el pobre no debió esperarse nuestro repentino despliegue de energía porque gritó y plumas volaron por todas partes.

    O-oh.

    Me rasqué la parte posterior de la cabeza con una sonrisa culpable.

    —Ajaja... perdón.

    Aichi suspiró con indulgencia maternal.

    —Oh, cielos...
     
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    "La grave enfermedad que te inventaste me impide subir en montañas rusas, no ir a un quiosco a comprar buñuelos".

    En ese momento dejé de sollozar y levanté el antebrazo de mi rostro, esbozando para su sorpresa una sonrisa ligera. Si Mimi no sabía dilucidar si hablaba en serio o no, distinguió fácilmente en mi expresión, ahora descubierta, que en realidad me estaba quedando con ella.

    —Era para comprobar si estabas atenta —Me encogí de hombros, regresando mi atención a la pequeña cajita sin mayores contratiempos.

    Abrí los ojos cuando me ofreció comerme los buñuelos yo sola, con los orbes brillantes por tan ansiada sugerencia. Ah~ Mii-chan era un alma caritativa. Podía parecer distante la mayor parte del tiempo, pero nos cuidaba a su manera.

    Le había comprado a Aika un dulce y todo.

    En determinado momento, mientras devoraba por el hambre los buñuelos (el algodón de azúcar no me había llenado nada, pero el apetito regresó tras la última atracción en realidad), noté que Mii-chan suspiraba. No sabía interpretar esas cosas, tampoco les prestaba mucha atención en realidad.

    Pero por muy buena intención que tuviese, mi puntería siempre era nefasta.

    —¿Conoces a la mujer del quiosco? —cuestioné. Estaba mirando en su dirección, y había dicho que no tenía hambre. Lógicamente debía tratarse de eso. Mientras hablaba tenía la mirada posada en la cajita en mi regazo, distraída de mi entorno—. Humu. Aunque sería una amiga un tanto mayor para ti. Por las arrugas ligeras sobre los pómulos y la piel tersa diría que debe ser de mediana edad. Pero viste muy moderna para serlo. Esa cazadora vaquera azul con bordados de logotipos de bandas de rock podría llevarla cualquiera de mis hermanos —Me rasqué el mentón con mi mano libre, reflexiva—. ¿Igual es familiar tuyo?

    Mimi me miró entonces, perpleja, y me volví en su dirección sin comprender. Me miraba como si tuviese Grookies en la cara... ¿Es que había acertado, acaso?

    No, me estaba mirando muy intensamente. Fruncí el ceño, apartando la cajita de ella como un pokémon al que ponían en juego la paz de su territorio.

    >>Dijiste que podía comerlo yo sola —Le recordé con un gruñido bajo—. Ahora es mío.

    Parecía no ser consciente de la forma en la que había descrito con extrema precisión a la mujer de en frente sin siquiera mirarla. Y aunque lo fuera, no le concedería especial importancia a algo así.

    Después de todo solo era memoria fotográfica. La había tenido siempre, y era lo que me ayudaba a descifrar tantos misterios en los libros de la abuela con extrema facilidad.


    Liza White

    El misterio de la ubicación del Centro Pokémon se quedó inconcluso después del incidente con el pobre Poly. En cualquier caso estábamos a punto de llegar a lo más alto, de modo que ya no tenía caso.

    El estómago me hormigueó ante el inminente descenso y me sujeté a la barra de seguridad, preparada para el viaje. La gente alrededor comenzaba a soltar exclamaciones ahogadas, pues la lentitud del avance solo prolongaba su sufrimiento y su necesidad porque aquello acabase pronto, y le sonreí a Aika a mi lado con emoción.

    Vamos allá.

    Alcé uno de mis brazos cuando el descenso inició con celeridad. La caída de varios metros fue empinada y el estómago me dio un vuelco por la impresión, pero lo disfrutaba como una estúpida. La brusquedad del viento impactando en mi rostro taponó mis oídos y los chillidos a mi alrededor me llegaron amortiguados. No podía distinguir si Poly se había sumado o no, aunque la respuesta parecía ser evidente.

    El recorrido reinició un ascenso veloz hacia una curva pronunciada, arrancándome el aire de los pulmones. Solté una risa producto de los nervios y de la propia adrenalina, afianzando mi agarre. Cerré los ojos con fuerza y todo mi mundo giró sobre sí, como si el vagón fuera su propio eje.

    —¡Pero qué pasada! —exclamé, presa de la euforia.

    En el asiento de atrás Poly se sujetaba a Ai con desesperación, lanzando a un lado su fachada de tío duro (bastante mal interpretada si me preguntaban) para buscar enteramente su supervivencia. Un mal movimiento y podría salir volando.

    ...Ah, pero si sabía volar.

    ¡Q-Qué más daba!
     
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    Aika Izumi

    Pobre Poly. Quizás debería haberse quedado con Michin y Mii-chan, se notaba que no lo estaba pasando bien. Me asomé de nuevo y busqué a Miki desde allí, pero apenas pude verla sentada en un banco bajo un árbol. Estaba comiendo y una sensación de alivio se extendió desde mi pecho a la punta de mis dedos. Mi abuela decía que el apetito era signo de buena salud, ¡así que debía estar bien!

    Me alegraba que ya no le doliese tanto el estómago.

    En ese momento la montaña rusa había alcanzado la parte más alta de... ¿la vía? ¿el carril? ¡B-bueno, como fuese! El caso es que estábamos sú~per altos, a punto de lanzarnos en una caída casi completamente vertical. Mi corazón se aceleró por la pura emoción y le devolví la sonrisa a Lizachi. Una de esas apremiantes. Estaba muy, muy feliz. No podía creer que este día estuviese ocurriendo de verdad y no fuese algún sueño de esos que solía tener cuando me quedaba dormida sobre la mesa tratando de estudiar.

    Esto iba a ser—

    —¡Woah!

    ¡No esperaba que el descenso fuese tan rápido! Apenas tuve tiempo de agarrarme a la barra de seguridad y cerrar los ojos mientras el viento me agitaba el cabello y silbaba en mis oídos. Pude escuchar gritos y luego risas nerviosas. El vagón había ganado velocidad con la caída y ahora subió más rápido y giró sobre su propio eje. Por un momento estuvimos cabeza abajo, pero el dispositivo de seguridad nos mantenía firmemente sujetos al asiento.

    Contuve un gritito de emoción, exultante, antes de alzar uno de mis brazos al aire con la risa de quien se siente profundamente satisfecho con lo que acaba de vivir.

    —Ah.... ¡Eso ha sido genial!—exclamé—. ¿Visteis cuando se dio la vuelta? ¡Parecía que estábamos en la cabina de pilotaje de un robot gigante!

    Cuando la atracción finalmente se detuvo y pudimos bajarnos, una persona se quedó atrás como si se hubiera quedado paralizada. Estaba estática y tan blanca como una hoja de papel. En todo ese tiempo no le había visto hacer ninguna otra expresión que no fuera esa sonrisa suave y casi maternal y ahora se veía... bueno, tensa. Como... ese tipo de tensión que yo misma tenía cuando llegaba tarde al trabajo de nuevo y sabía que el jefe iba a regañarme por tercera vez en la semana. Varios mechones de cabello rubio se le pegaban a las mejillas.

    Y no era la única. Poly había perdido algunas plumas más. Quizás... esto había sido un poco extremo para ellos. Me sabía un poco mal.

    —Aichi, ¿estás bien?

    —Sí, mi pequeño brote de primavera—esbozó una sonrisa tensa y temblorosa—. Solo... dame unos minutos para que me regrese el alma al cuerpo.

    ***

    Mimi Honda

    La ceja fruncida me tembló y mi cuerpo fue presa de una sensación de leve molestia cuando alzó el antebrazo y me sonrió con la clara intención de quedarse conmigo. Lo había hecho para comprobar si estaba atenta a sus tonterías y yo había caído redonda.

    Ugh.

    Bueno, suponía que me lo merecía.

    Mientras eso sucedía me llegaron los gritos amortiguados desde la montaña rusa y el corazón se me contrajo como si una mano invisible hubiera decidido presionarlo. Me preguntaba que podía tener de divertido algo así... era puro masoquismo. ¿Qué clase de persona se subiría a esa cosa que giraba y descendía en una caída casi completamente vertical por simple placer?

    Probablemente mucha. Por eso cosas como la montaña rusa existían.

    Me ponía los pelos de punta.

    Miki estaba devorando los buñuelos con toda la felicidad del mundo agradecida porque decidí tener compasión con su disyuntiva interna, y de alguna manera, mientras la miraba de soslayo pero ella no me veía, esbocé una pequeña, ligerísima sonrisa. Suponía que había hecho lo correcto después de todo. Me sentía realizada. Aún si seguía queriendo esos éclairs.

    ¿Conoces a la mujer del quiosco?

    Duh, no. Estaba por responderle precisamente eso cuando siguió hablando. Ni siquiera la había mirado, pero me dio una descripción exacta de la encargada del quiosco/crepería/whathever. Ni siquiera yo, que la había tenido justo en frente había prestado atención a ese tipo de cosas.

    Me volví para mirarla en ese momento, anonadada.

    —¿Huh?

    Pero miss voyeur por una pizza malinterpretó mi mirada pensando que había cambiado de idea sobre el chocolate blanco y ahora quería tomar mi parte. ¡No era el caso para nada! Hasta sujetó la cajita con ojos desconfiados como si fuera el bicho feo de esa película sobre un anillo de hacía años.

    "Mío. Mi tesoro~".


    —¡No quiero tus buñuelos!—le recordé rápidamente, exasperada.

    >>Ni siquiera estabas mirando y has descrito a esa mujer a la perfección... ¿tienes algún talento más aparte de tocar el bajo y dedicarte a hacer chanchullos de dudosa legalidad? Porque eso no ha sido solo suerte.
     
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    Andysaster

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    Entrecerré los ojos cuando me aseguró que no quería mis buñuelos, escéptica. Seguí manteniendo en cualquier caso una distancia prudencial entre la cajita y ella. Solo por si acaso.

    —¿Un talento? —repetí, y el ceño fruncido perdió parte de la tensión en un gesto de entendimiento. Volví a dejar la cajita en mi regazo, relajando los hombros en el proceso—. Puedo recordar cosas que otros no, si te refieres a eso. Memoria fotográfica, le dicen.

    Era un término que despertaba asombro a mi alrededor, pero no tanto en mí. Después de todo ese don no me ayudaba a salvar las distancias de mi enorme problema comprendiendo a los seres humanos, solo a memorizar detalles del entorno. Pero sabía aprovecharlo, eso sí, a mi manera.

    Esa era la razon por la que era tan buena en los negocios en primer lugar. Era dificil que alguien pudiese engañarme, podía visualizar escenas completas en mi mente con tan solo cerrar los ojos. Cambios sutiles en el entorno, discordancias con lo que se decía y lo que podía observar. Contaba con una baza que muchos otros no.

    Y el hecho de que todos me subestimasen volvía mi trabajo mucho más sencillo, heh.

    >>¿Quieres comprobarlo de nuevo? —le ofrecí, al notar que quizás era la primera vez que tenía a alguien así frente a ella. Cerré los ojos, masticando lento—. Indícame algo que lleves encima. Te lo describiré.

    Estuvimos así un tiempo, el suficiente para terminarme la cajita y que el grupo regresase donde nosotras. Me giré, pero aunque parte de la tensión regresó al escuchar el nombre de Ai, ya no se sentía tan abrumador como antes.

    Pasar el rato con Mimi me había hecho bien, eso era un hecho indiscutible.

    —¿Mejor? —cuestionó Liza, frotando los hombros de una pálida roba-aves de compañía. La mujer parecía recuperarse de un evento estresante para ella. Hmpf, se lo tenía más que merecido—. Podemos descansar en algún lugar tranquilo.

    >>¿Buscamos algún merendero donde almorzar?

    En ese momento Poly, con las plumas alborotadas y espirales en los ojos, pareció reconocernos en la distancia y aleteó al verme, con ojillos llorosos. Di un paso al frente para atraparlo entre mis brazos.

    —¡M-Miki~! —sollozó—. ¡Creo que he muerto y renacido varias veces! ¡Recuérdame que nunca más vuelva a subirme en esa cosa! ¡Y menos con esas dos, cruaaack!

    Señaló con recelo a Aika y a Liza y la castaña nos dirigió una expresión de circunstancias al llegar.

    —Oh venga ya —suspiró con indulgencia—. Nos hemos disculpado varias veces ya desde que bajamos de la atracción.

    —¡No son suficientes!

    Yoshi, yoshi.

    La castaña, mientras el ave se quejaba entre mis brazos y yo lo acunaba como cuando era un bebé, se dirigió hacia el banco para recuperar tanto su gorra como su mochila. Le sonrió a Mimi al pasar por su lado, pero no se mantuvo demasiado tiempo en sus ojos.

    —Bueno, ¿qué tal ese tiempo de calidad? —inquirió, afable. Alzó las cejas, presa de la intriga y el interés repentino al detectar la caja vacía en el banco—. ¿Y esa cajita de buñuelos? —soltó una exclamación ahogada, indignadísima—. ¡Podríais haberme dejado alguno, ya os vale!
     
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    Yugen

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    Mimi Honda

    Así que memoria fotográfica. Sonaba como una habilidad extremadamente útil en su caso. Jamás olvidaría un solo detalle de aquella chica que la había intentado estafar. Ni tampoco de... mi beso con Liz.

    Ugh. ¿Tenía que pensar en eso justo ahora?

    Algo que llevara encima... ¿Mis gafas de sol? Las llevaba sobre el cabello así que parecía una opción bastante obvia, pero era imposible que solo las hubiera visto una vez. De modo que opté por mi bolso y cuando acertó, fue por Dex, al que solo había podido ver brevemente el día anterior y cuando usé su luz para cegar al Gengar.

    De más está decir que no tuvo ningún error. Era... increíble. Nunca había conocido a nadie así.

    —Clematis, cielo, ahora entiendo por qué las plantas tienen raíces ancladas a la tierra además de para alimentarse. Nunca me he sentido tan feliz de poder pisar suelo firme...

    Mi cuerpo se tensó al escuchar aquella voz y volteé el rostro sin mirarla directamente.

    Hah. Parecía que miss Perfecta había tenido problemas con la montaña rusa. Bueno, pues que no hubiera subido en primer lugar.

    Miki podría haberte dejado alguno—corregí a Liz cuando localizó la caja de buñuelos vacía. Era Chigusa quien tenía las manos manchadas con la sangre de buñuelos inocentes—. Yo no he tenido nada que ver.

    Enredé y desenredé un mechón de cabello en mi índice con fingido desinterés.

    >>Ai, ¿lo disfrutaste?—inquirí—. Estar ahí arriba dando vueltas debió de ser super divertido.

    La pregunta tenía una malicia velada que no pretendía esconder. Pero como si no la notara, Ai suspiró con pesar.

    —Oh, nada más lejos de la realidad—dijo. En su voz no había desafio alguno, era completamente transparente. O demasiado buena ocultando sus emociones—. La experiencia ha sido interesante... pero no tengo intenciones de repetirla. ¿Por qué no subes tú, Paeonia, cariño?

    —¡A-ah! ¡Mii-chan no puede subir! ¡Por favor Aichi, es una cuestión de vida o muerte!

    Oh no. Otra vez esto no.

    Ai nos miró sin comprender.

    —Una... ¿cuestión de vida o muerte?

    Aika me dirigió una mirada cautelosa y se mordió el labio inferior como si dudara entre si contarlo o no. Enarqué una ceja con escepticismo y entonces suspiré con resignación y asentí. Esto no tenía ningún sentido, ¿qué importaba si le daba permiso para contarlo o no? ¡Ni siquiera era verdad!

    —... Michin me contó que tiene una enfermedad que le impide subirse a las montañas rusas.

    ...

    —¿Solo... a las montañas rusas?

    —Sí.

    Hubo un breve silencio. Por un instante nadie dijo nada y pensé que probablemente cualquiera de los presentes creería haber oído mal. Liza sabía de sobra que eso no era cierto. Si tan solo en lugar de una enfermedad hubiera dicho que se trataba de alguna fobia hubiera resultado más plausible.

    Entonces soltó una risa. Era evidente que entendía que era una broma—nadie con dos dedos de frente creería que una enfermedad tan ridículamente específica podía ser real—, y parecía hacerle bastante gracia.

    —Entiendo—respondió con cierta diversión en la voz, suave—. Bueno, entonces no deberíamos pedirle a Paeonia subir a atracciones así.

    —¿Verdad? ¡Es muy, muy peligroso!

    Parecíamos un mal chiste.

    Mamiya extendió su mano y la colocó gentilmente en la mejilla de Aika. Pude ver cómo la otra joven dio un ligero respingo.

    —Oh, Bellis, mi amor... rezo a Arceus para que te conserve esa inocencia tan encantadora.

    Aika enrojeció visiblemente. Su cabello era muy claro, así que su rostro rojo hizo un contraste muy notable.

    —¿E-eh?—titubeó.

    Esta mujer no se cortaba un pelo, ¿verdad? Le daba igual quien estuviera delante. Su absoluta muestra de descaro me ponía los pelos de punta. ¿Qué veía Liza en una persona así?

    Qué desagradable.

    —Entonces, ¿vamos a almorzar?—pregunté solo por traer la conversación a su rumbo original ignorando la escena a un lado. Miki seguía abrazando a un aterrado Poly, la caja de buñuelos estaba vacía y aún nos quedaban muchas cosas por hacer. Ni siquiera había podido comprar aún ese peluche gigante de Shinx—. Aunque supongo que aquí hay alguien que ya no tiene hambre.
     
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    Andysaster

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    Liza White

    Mimi ignoró mi pregunta y señaló con simpleza que lo de los buñuelos no había sido cosa suya, si no de Miki. Señalé a Chigusa con un acusador dedo índice, preguntándole si acaso eso era cierto, pero esta desvió la mirada en respuesta, como si la cosa no fuera con ella.

    ¿Estaba fingiendo inocencia, acaso? ¡Ah, y ahora sonreía disimuladamente, la muy ladina! ¡Definitivamente era una criatura salida del Mundo Distorsión!

    Le estaba tirando de las mejillas en segundo plano cuando el malicioso comentario de Mimi hacia Ai hizo que volcase mi atención en ellas. Jugaba en ese instante con un mechón de cabello, como siempre hacía cuando fingía que algo no le interesaba lo suficiente, pero era evidente que se estaba ensañando con el mal ajeno. La mujer no pareció especialmente molesta con su actitud, pero yo sí. Me sentía molesta por sus comentarios malintencionados, pero sobre todo decepcionada por aquel comportamiento de mierda.

    Liberé a Miki de su prisión, haciendo que esta inflase las mejillas en respuesta, tal vez por la tardanza en liberarla, y me volqué en la tarea de revisar nuevamente el mapa. Tal vez distraerme un poco me ayudase a digerir la frustración que me cosquilleaba en la piel desde hacía rato.

    "...Michin me contó que tiene una enfermedad que le impide subirse a las montañas rusas."

    En determinado momento alcé la mirada del papel, perpleja. De repente la conversación parecía estarse dando en un idioma desconocido, porque todas las interacciones venideras me dejaron aún más confusa, si es que eso era posible.

    Parpadeé con lentitud.

    —¿Una... enfermedad rara, dices? —repetí, cautelosa

    —Mhm —confirmó Miki en su lugar como si nada, con toda la serenidad del mundo.

    ...

    Ai y yo compartimos una risa prácticamente al mismo tiempo. Lo absurdo del momento me hizo la suficiente gracia como para permitirme liberar parte de la tensión que había estado sintiendo en los últimos minutos. Me sequé una lagrimilla del ojo, observando con ternura el grupo tan variopinto que se había formado, y decidí que no iba a dejar que nada ni nadie me arruinase el buen humor de esa forma.

    La pregunta de Honda nos devolvió al punto de partida y pasé un brazo alrededor del hombro de Aika, estrujándola con cariño mientras reiniciaba la marcha.

    —Andando, Caballera Honoraria de Mimi. Ya la has oído —Su nuevo título nobiliario me hizo la suficiente gracia como para guardarlo en algún lugar de mi mente. Saber que genuinamente se preocupaba así por ella, fuese o no real su enfermedad, hacía que el cariño que sentía por esa inocente chiquilla creciese por momentos—. Busquemos un merendero lejos de esta atracción tan peligrosa.

    Miki, habiendo liberado de sus brazos a un Poly algo más tranquilo, se llevó las manos a los bolsillos para seguirnos de cerca, con la gracia disimulada en sus facciones. El hecho de que se estuviese quedando con ella me hizo pescarla del hombro de igual forma cuando pasó por nuestro lado, atrapándola por sorpresa.

    >>¿A dónde crees que vas? —Esbocé una media sonrisa, sirviéndome de la situación para usarla ahora a mi favor. Chigusa me miró sin comprender—. Habríamos hecho que Mimi subiese allí arriba de no ser por ti. La Salvadora de Honda invita a una ronda de refrescos... O eso me ha dicho~.

    Le guiñé un ojo, resuelta.

    Me estaba quedando con ella, pero eso no tenía por qué saberlo.

    —Poly. Socorro. Me están secuestrando —La peliazul lo llamó con urgencia pese a su voz neutra. Bueno, su tono de siempre, vaya—. Piden un rescate. Trae lo que tengas.

    —¡S-Señorita agente, lléveme a mí! —exclamó dramáticamente el ave, revoloteando sobre mi cabeza con celeridad—. ¡Pero déjela a ella, por favor! ¡Aún es muy joven~!

    Las risas se extendieron en el aire, relajando considerablemente el ambiente.


    ***


    El merendero más cercano se encontraba ubicado cerca de uno de esos típicos bosques suspendidos. El recinto estaba cercado por redes, y dentro del perímetro niños y adultos realizaban un recorrido en las alturas con tirolinas, puentes colgantes y una serie de obstáculos varios. La atracción permitía el acceso continuo sin esperas, y era una buena forma de mantener a los niños entretenidos mientras los padres charlaban.

    Nos sentamos en una de las mesas de madera, y abrí la mochila para sacar las dos botellas y los dos bocadillos que llevaba. Mimi estaba tan poco acostumbrada a un plan así que se había despertado tarde, pero por suerte a mí me había dado tiempo de sobra para preparar mi comida y la suya. Ya podría agradecerme.

    —Aika, ¿pudiste comprarte un sándwich al final? —cuestioné. Me habían retenido en la oficina en el momento en el que fueron a por algo de comer, así que esa información se me escapaba. Me volví hacia Ai entonces—. No sé si en tu caso pensaste en traer algo, dado lo precipitado del asunto... Pero ahí en frente hay un puesto que puede hacerte el apaño.

    Por lo que rezaba el cartel del exterior tenían bocadillos y menús del día. Los precios estaban inflados, como todo parque de atracciones... Pero suponía que era algo.

    ¿Quién no compraría una botella de agua en el desierto por cincuenta Pokédolares? Sabían muy bien lo que hacían.

    —¿Qué has traído de almuerzo, Miki? —intrigado, Poly dio un saltito sobre la mesa en su dirección.

    Pero la expresión de su amiga lo dijo todo antes siquiera de que abriese la boca.

    —...Creí que te encargabas tú de eso —respondió. Acto seguido apoyó los brazos en la mesa y enterró la cabeza entre ambos, dispuesta a echarse una siestecita de nada—. Yo no tengo hambre, igual. Pero me queda alpiste en el bolsillo.

    El Chatot batió sus alas con disgusto.

    —¡¡Es el tercer día que me das alpiste...!!

    —¿No es eso lo que comen las aves todo el tiempo?

    Una gota de sudor me recorrió la mejilla mientras discutían tontamente, abriendo lentamente el envoltorio de mi bocadillo.

    Oh, Arceus.

    Te has saltado un par de pasos en esto de querer que aprendamos a cuidar de niños, ¿eh?
     
    Última edición: 11 Octubre 2025
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    Yugen

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    Aika Izumi

    No entendía muy bien que relación tenía mi inocencia con la enfermedad de Mii-chan, pero las manos de Aichi eran la mar de cálidas. Por un instante ni siquiera pude hablar, era como si esos ojos verdes me tuvieran completamente hipnotizada. ¿Qué... qué hacía esta mujer tan bonita tan cerca de mí...? ¡Me iba a dar un infarto o algo!

    —¿Caballera Honoraria?—se me escapó una risa de fingida modestia, mi voz cargada de un tono bobalicón cuando Liza me echó el brazo sobre los hombros—. Exageras, Lizachi... Me vas a poner roja como una baya Zreza...

    Spoiler: Ya lo estaba.

    Caballera honoraria sonaba demasiado bien. Nadie me había llamado nada similar, ni siquiera mis hermanos cuando jugaba con ellos.

    Nos marchamos a almorzar a un merendero en un lugar precioso. No por las vistas, aunque también tenían su allá... si no por las risas de los niños a nuestro alrededor. ¿También había tirolinas y puentes colgantes en los parques de atracciones? ¿Podía ser este el mejor lugar del mundo?

    —Aika, ¿pudiste comprarte un sándwich al final?

    —Ah, no me queda dinero...

    En ese momento Mii-chan suspiró y partiendo su propio bocadillo por la mitad, me extendió una de ellas.

    —Aquí. Eres mi caballera honoraria, ¿verdad?

    No pude creerlo. No porque no creyera que Mii-chan podía hacer eso, ¡no la tenía en tan baja estima!, era simplemente que no esperaba un gesto así de su parte. Probablemente no tenía mucha hambre, pero significó todo un mundo para mí.

    —¿E-en serio?—casi sollocé—. Nunca he sido tan feliz...

    Mimi suspiró con indulgencia.

    —Qué exagerada eres...

    —Yo no tengo hambre, cariño.

    Mi mirada de vez en cuando se desviaba hasta las tirolinas y algo en mi cuerpo me pedía levantarme de la mesa y unirme a aquellos niños que se deslizaban por el aire. Antes de irnos, tenía que probarlas sí o sí. ¡No era solo un capricho, era una necesidad!

    Pero de momento estaba en aquella mesa y quería saber más de mis amigas. Era muy importante, tenía que rellenar mi libreta con más datos. Y ahora a parte también estaba Aichi.

    —Enton~ces...—alargué la palabra a propósito— ¿qué tipo de música os gusta? ¡A mí me encanta el rock-and-roll!

    —Clásica.

    Aichi y Mii-chan respondieron a la vez. Intercambiaron una mirada que no supe interpretar, pero Mii-chan frunció el ceño enseguida y desvió la vista volviendo a hacer ese gesto de jugar con el cabello.

    —¿Qué tipo de música clásica?—inquirió.

    —Sarasate o Paganini—¿El qué? ¿Estaba hablando en un idioma diferente?—. Su virtuosismo inspiró a generaciones completas de violinistas. Y Vivaldi, como mayor representante de la música barroca.

    Ah... era ese tipo de conversaciones intelectuales que yo jamás podría tener. Ya entendía. Le di un mordisco a mi trozo de bocadillo, muy atenta a la conversación que estaba teniendo lugar. Intercambiaba mirada entre ambas como si fuera un partido de tenis.

    Aunque... no me estaba enterando de nada.

    —¿Violinistas?—torció Mii-chan con una risa, adiviné que un tanto sarcástica—. Los pianistas son claramente superiores. No entiendo cómo puedes pensar que el violín es mejor que el piano.

    —Oh, ¿y por qué no?—replicó Ai. Su voz seguía siendo suave. De hecho hasta parecía un poco divertida con la situación. Por lo menos, no daba la impresión de estar tomándose la discusión con la misma seriedad que Mimi—. El violín es precioso, tiene un sonido que llega directo al corazón. Además, posee una calidez que el piano nunca alcanzará. Cada nota vibra en el aire con un timbre único y el intérprete puede moldearla con el arco o el vibrato.

    >>El piano suena bonito, por supuesto, pero es demasiado mecánico. Cada tecla es igual, no tiene vida propia.

    —¡¿Huh?! No puedo creer que hayas dicho eso. El piano es puro sentimiento—Mii-chan dejó caer sus manos sobre la mesa incorporándose de un salto del asiento—. ¿Nunca has escuchado a un buen pianista? Puede hacerte llorar sin necesidad de tocar una sola cuerda con un arco.

    Mii-chan hablaba con pasión. Aunque tenía la impresión de que rara vez no lo hacía. Era ese tipo de personas que defendía sus ideas hasta el final. Hasta le brillaban los ojos y todo.

    Con un arco... ¿se necesitaban flechas para tocar el violín? Intenté imaginarlo. Estaba segura de que era un palito con una cuerda...

    >>Cada nota es pura y equilibrada—parecía muy segura y orgullosa de lo que decía, hasta se llevó la palma de la mano al pecho en un gesto cargado de pasión y convencimiento—. Puedes pasar del susurro más suave a una tormenta sonora con solo variar la presión de los dedos. Es un universo completo en sí mismo.

    Ai suspiró con dramatismo y cerró los ojos como si aquella discusión no tuviera ningún sentido para ella en primer lugar.

    —¿Completo? Yo diría que limitado en emoción—replicó—. El violín tiene alma, se toca directamente con el cuerpo. No hay martillos ni cuerdas escondidas: solo el músico y su instrumento.

    Aichi... tenía una forma muy poética de hablar. Era sencilla pero dulce, me hacía sentir bien escucharla. Su voz era como una caricia suavecita al corazón.

    >>El violín vibra, se siente en el cuerpo. Cuando tocas, la madera responde, respira contigo. Eso el piano no lo tiene. Es frío y lo hace todo por ti. El violín depende de tus manos, de tu alma.

    —¡Por favor!—Mii-chan soltó un bufido. Sí que parecía un Purrloin rabioso—. Lo que depende de tus manos es que suene como un Purugly quejándose. El violín desafina solo con mirarlo.

    Sentía que está conversación se estaba saliendo de control...

    —Bueno, no cualquiera puede tocarlo, eso es verdad. Aún así...

    Ai soltó una pequeña risa y pareció estar cavilando algo en silencio por unos segundos. Entonces clavó sus ojos de bosque en Lizachi.

    >>Clematis, cielo, ¿tú que prefieres? ¿La sobriedad sonora del piano o la viveza poética del violín?

    —¿La... sobriedad sonora del piano...?

    A Mii-chan le tembló una ceja. Me preguntaba por qué repentinamente el ambiente se sentía como estar entre la espada y la pared...

    Qué miedo.

    —¡A... a mí me gusta la guitarra, ajaja...!

    Exclamé con nerviosismo, a la desesperada, solo por calmar un poco la tensión repentina.
     
    Última edición: 11 Octubre 2025
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    Liza White

    Le di un mordisco al bocadillo, apreciando el sabor del embutido con los ojos cerrados. La carpa nos cubría del incansable sol del mediodía, de modo que el entorno se sentía fresco y aislado de las inclemencias del tiempo. Conversaciones entremezcladas fluían alrededor de nuestra mesa, uniéndose armoniosamente a las risas de los niños que se divertían en el bosque suspendido aledaño.

    —Enton~ces... ¿qué tipo de música os gusta? ¡A mí me encanta el rock-and-roll!

    —A mí también —añadió Miki, con la cabeza aún entre los brazos. ¿Estaba medio dormida o estaba atenta a la conversación? ¿Una mezcla de ambas?—. Me gusta el rock alternativo y el indie. Radiohead, Coldplay o Artic Mankeys, por ejemplo.

    Por alguna razón sentía que esa elección le sentaba bien. El rock alternativo tenía una mayor variedad de sonidos, mucho menos agresivos y con una energía, en definitiva, más suave e introspectiva.

    Le tendí a Poly un trocito de mi bocadillo, y el ave soltó un arrullo feliz en respuesta.

    —En mi caso prefiero la música electrónica —Apoyé mi mejilla en la palma de mi mano libre, sintiéndome repentinamente cómoda y en paz. Conocer los gustos musicales de alguien era una buena forma de saber más sobre esa persona. Era impresionante la cantidad de información que una elección, en apariencia tan banal y simple, podía guardar acerca de otra persona—. En concreto el Techno y el Electro House. Música intensa y estimulante, ritmos acelerados, melodías pegadizas... Count me in! —Desvié la mirada hacia arriba poco después, rememorando una pieza de información más—. Aunque, pensándolo bien... en las últimas semanas me estoy adentrando mucho en el mundo del Electro Swing. Por si no lo conocéis, combina la música electrónica con el jazz y el swing de los años treinta. Es una pasada.

    Entonces, contra todo pronóstico, Ai y Mimi respondieron lo mismo al unísono. La ironía del asunto resultaba hasta cómica; ¿de verdad, de entre todas las personas, iban a coincidir en gustos musicales esas dos? Enarqué una ceja con escepticismo, siguiendo su conversación con la cautela de alguien que anticipa lo que está por suceder. Tal vez me estaba inclinando demasiado a un desenlace nefasto y debía confiar más en ellas... ¿Quizás aquello ayudase a acercarlas más, limar asperezas?

    Ah, cómo me gustaría equivocarme alguna vez.

    Lo que inició como una charla inocente por conocernos mejor se convirtió en una batalla por declarar la supremacía de un instrumento. No importaba el contexto; si se trataba de Ai, Mimi necesitaba quedar por encima de ella como el respirar. No comprendía esa animadversión repentina hacia la mujer, ni la necesidad de estropearnos el ambiente distendido una, y otra, y otra vez. Lo único que sabía era que estaba tragándome la decepción y la molestia con esfuerzo, acumulándolas en algún lugar recóndito de mi ser para evitar estropear aquella preciosa tarde de verano que teníamos por delante. Haciendo, tal vez, un uso excesivo de mi paciencia, presumiblemente infinita.

    Pero aquello no tenía intenciones de detenerse pronto.

    Y el espacio para encerrar emociones era finito.


    "Clematis, cielo, ¿tú que prefieres? ¿La sobriedad sonora del piano o la viveza poética del violín?"

    Alcé la mirada, con movimientos ralentizados por lo inesperado que me resultó que recurriese a mí. Me mantuve allí, en el espesor de sus ojos, tratando tal vez de discernir las intenciones en sus palabras. Hasta entonces había respondido a las provocaciones de Mimi con madurez y templanza, pero algo en todo eso me decía que no era casualidad que me hubiese elegido a mí.

    Que sabía perfectamente lo que estaba haciendo, y a quién recurrir.

    ¿De qué lado estás?

    Repentinamente el ambiente se sentía denso, enrarecido. Aika trató inútilmente de relajar las aguas, pero de alguna forma todas las miradas se habían centrado de repente en mí, expectantes. Hasta Miki, quien parecía dormitar hasta ese entonces, levantó la cabeza de entre sus brazos, observándome con intriga.

    —¿S-Señorita agente...? —murmuró Poly con cautela, consternado por la falta de respuesta.

    —...Yo no soy buena tocando ningún instrumento —Inicié. Mantuve la mirada entre mis manos, pero no había nerviosismo ni incomodidad en mi voz. Tampoco timidez. Hablaba con seguridad, con convicción en lo que decía y en lo que creía correcto—. No sé tocar el bajo, ni la guitarra, ni el piano... Mucho menos el violín.

    >>Soy demasiado impaciente, demasiado inquieta para tareas que me pidan estarme quieta en un mismo sitio durante horas, como estudiar o leer una partitura. A diferencia de vosotras, yo no tengo afinidad por ninguno de ellos —Levanté la cabeza, posando una mano en mi pecho y las miré con la determinación brillando en mis orbes. La imagen que les devolví fue muy similar a la de Mimi cuando habló del piano; compartíamos la misma pasión, la misma fuerza para defender nuestros ideales—. Pero todos y cada uno de ellos poseen su propia alma, cada una encerrada en recipientes de tamaños y formas diversas, esperando a que el músico haga de puente para hacer llegar al público todos esos sentimientos que ambos encierran dentro de sí.

    >>No creo que la fuerza del sentimiento recaiga en el recipiente si no en el músico, Ai —La corregí entonces con serenidad—. El piano no está destinado a tener un límite en lo que transmite, pues las posibilidades que se esconden en sus teclas son infinitas. Lo mismo sucede con el violín y sus cuerdas. Es la persona que lo toca la que decide cuánto desea conectar con el instrumento, cuánto desea reflejar su alma y la del instrumento a través de sí mismo. Es una cuestión de simbiosis entre ambas partes la que determina la profundidad de su música.

    En ese momento la miré. Mimi me escuchaba con excesiva atención tal vez porque en el fondo, lejos de absurdas rivalidades, aquello era verdaderamente importante para ella. Ya había dicho lo que pensaba, pero aún quedaba una pregunta que responder, ¿cierto?

    Y yo no era de las que dejaban las cosas a medias.

    —El violín y el piano me transmiten sentimientos distintos, pero igual de intensos en las manos adecuadas —Desvié la mirada entonces hacia ningún punto, notando repentinamente un resquicio de vergüenza escalarme las mejillas—. Pero, si tuviese que decantarme por uno ahora mismo... Escogería el piano sin dudarlo.

    —¿Por qué? —cuestionó Miki, interesada por el rumbo que había tomado la conversación—. Dijiste que todos los instrumentos son igual de valiosos para ti.

    —Ai me dijo que escogiese uno, pero no me pidió que fuese objetiva, ¿cierto? —añadí, mostrando cierta jocosidad en la voz. Mi tono perdió su viveza y adquirió algo más de sobriedad entonces. Se podía adivinar, por la forma en la movía las pupilas por el espacio, cierta timidez repentina—. Digamos que... llevo mucho tiempo queriendo escuchar a alguien en concreto tocarlo. Descubrir de qué forma esa persona, como música, exterioriza sus sentimientos a través del piano —Mi tono de voz disminuyó ligeramente, de forma casi contenida—. Pero, cuando supe de su existencia, ya no lo tocaba... Hasta hace muy poco.

    —Oh-

    Shhh —Poly tapó con sus alas la boca de Miki, francamente interesado por mi relato. Le susurró por lo bajo, apremiante—. ¡Deja que acabe!

    —Deseo que llegue el día en que pueda escucharla tocar en persona —proseguí. Los labios se me curvaron ligeramente en una sonrisa casi soñadora—. Tal vez, en mi caso concreto... el piano tiene un significado mucho más importante para mí precisamente por eso. Me hace sentir ilusionada, emocionada... Esperanzada, quizás, en poder alcanzar ese futuro pronto.

    Suspiré, repentinamente abochornada por todo lo que acababa de decir. Les dirigí una sonrisa de ojos cerrados, apenada. El rubor se mantuvo allí en todo momento, ligero pero persistente.

    —Espero que eso resolviese tu pregunta, Ai.
     
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    Yugen

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    La miré como si la viera por primera vez, con el corazón golpeándome el pecho con tal fuerza que estaba segura de que todos los presentes podían escucharlo.

    Esta estúpida discusión sobre instrumentos no se trataba solo de eso, aunque defendería el piano a capa y espada a como diera lugar solo porque mi madre había sido pianista. Ai sabía muy bien lo que estaba haciendo cuando pidió la opinión de Liz, de eso no me cabía duda alguna.

    Agaché la mirada con el rostro ardiéndome con tal intensidad que incluso mis orejas estaban rojas. Debían destacar entre los mechones dorados como carbones encendidos en la nieve y eso que no era albina como Aika.

    —... Tonta.

    Murmuré con la voz tintada de vulnerabilidad. Fue apenas un murmullo, un soplo casi punitivo, pero también estaba llena de agradecimiento y culpabilidad, porque en esta situación yo era la tonta y no ella.

    Claro que yo era la tonta y la estúpida insegura. Necesitaba ese confort como respirar, necesitaba la seguridad de que no iba a perder lo que tenía por mucho que Ai aparentase ser mejor que yo en todos los sentidos. Mi lugar al lado de Liz era sagrado para mí. Pensar que cualquier podría aparecer y ocuparlo desestabilizaba mi confianza como si se tratara de un castillo de naipes.

    Y aunque había tratado de ocultarlo, no era particularmente disimulada al respecto. No podía hacerlo cuando mis sentimientos eran tan viscerales y transparentes.

    Todo esto tenía un significado mucho más profundo para mí que el simple hecho de declarar la superioridad de un instrumento, era una guerra silenciosa por no quedarme atrás. Y Liza lo sabía, ¿verdad? Lo había sabido desde el principio.

    El gesto de Ai se suavizó, entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa cargada de una ternura que me resultó difícil de describir cuando Liza le preguntó si esa respuesta era suficiente. Parecía... profundamente satisfecha por algún motivo. Como si acabara de confirmar algo que llevaba pensando desde hace tiempo.

    Me preguntaba hasta que punto esta mujer era consciente de las cosas que sucedían a su alrededor.

    —Por supuesto.

    ¿Era... simple sadismo o nos estaba ayudando de alguna forma? Para mí, que solo veía en ella una rival a vencer, pensar que estuviera tratando de ayudarnos me resultaba inconcebible. ¿Ayudarnos cómo? ¿Y por qué?

    >>Estoy segura de que el músico hace más por el instrumento que el instrumento por el músico. Solo se necesita tocar con el corazón y no con el ego—convino con suavidad y temple, sin él más mínimo signo de decepción por haber sido rechazada—. Discúlpame, Paeonia, cariño. El piano es el mayor exponente de la música del Romanticismo y no debería haber hablado así de él.

    ... Huh.

    Desvié la mirada sin saber exactamente qué decir. Me sentía algo abrumada por la situación, incapaz de encontrar las palabras adecuadas después de que Liza hubiera derrumbado todas mis inseguridades como si ni siquiera tuvieran ningún sentido en primer lugar. Había dicho mucho más de lo que necesitaba escuchar, sin dudarlo un solo instante.

    Ahora era el momento de hacer mi parte.

    —Mhm mhm, discúlpame a mí—negué con la cabeza antes de volverme a mirarla—. Paganini era increíble con el violín. Y es cierto que es un instrumento que requiere mucha práctica, más incluso que el piano para que suene bien.

    >>Y juntos se complementan—añadí, aunque era innegable esa nota de ligero orgullo en mi voz—. Al final da igual quien es mejor, ¿verdad? Los dos hacen música.

    Busqué los ojos de Liz en ese momento, con los míos brillando por la cantidad de sentimientos que llevaba dentro. En ese momento todo en lo que pensé es en lo mucho que quería mejorar más y asegurarme de trabajar en mi propia confianza para que ella pudiera escucharme.

    Aún no estaba lista. Pero en algún momento, quería creer que pronto, le abriría las puertas de ese pedazo de mi mundo que había mantenido guardado celosamente para que ella pudiera contemplarlo por sí misma.

    Su belleza y sus sombras por igual. Era fácil para mí transmitir emociones a través de las teclas, como si el propio piano fuese una extensión de mí misma y su música un pedazo más de mi alma. Pero eran emociones que me reservaba solo para mí.

    Al menos hasta ese entonces.

    —Bueno, si alguna vez quieres que toquemos juntas... solo avísame—la voz de Ai se deslizó pausada y vibrante—. Mi violín es más fácil de transportar que tu piano.

    Ni siquiera era mi piano, era un piano de una mansión abandonada en el lago que se había mantenido afinado por el cuidado de los Pokémon fantasma que habitaban sus estancias. Aún si tuviera dinero para comprar uno nuevo, no tenía donde ponerlo... aún. Otra razón más para alquilar ese piso en el centro.

    Solo espera un poco más, Liz. Te aseguro que no te arrepentirás de esa decisión.

    Lo creía firmemente.

    Mimi y Ai tocando juntas como en este short de youtube super cute <3

    https://youtube.com/shorts/dOyKBnrQ0FE?si=MmV8nCANlxHflr2C
     
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    Andysaster

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    Las relaciones humanas eran demasiado complejas y enrevesadas para mí. No tenía caso. Por mucho que intentase desenredar la situación surgían más y más matices por momentos, dificultando el avance y con él mi propio entendimiento.

    Mimi y Ai iniciaron un pseudo-enfrentamiento que me mantuvo en vilo e hizo remitir mi somnoliencia de un plumazo, como si estuviese visualizando un partido de tenis frente a mis ojos. Si estuviese en las gradas, estaría ondeando un cartel que rezase "Tú puedes, Mii-chan".

    Por supuesto que no iba a estar del lado de esa mujer roba-aves de compañía.

    Entonces incluyeron a Liza en la ecuación, esta soltó un conmovedor discurso que dejó a Poly conteniendo el aliento, como si estuviese frente a una de sus telenovelas de la tarde... Y la guerra, inesperadamente, llegó a su fin. No entendí nada. Ai y Mii-chan se disculparon y esta última enrojeció como un Slugma en una sauna. Le dirigió a la castaña una mirada vibrante, tal vez significativa para un ojo agudo, y esta le devolvió una de sus sonrisas encantadoras.

    De esas brillantes y atractivas que la gente pretendía forzar todo el tiempo en las telenovelas de Poly, pero que a ella le salían casi tan naturales como respirar.

    ¿Sería consciente de ese poder? Algo así, en las manos equivocadas... podía ser aterrador. Tal vez lo era incluso más si le salían sin pensarlas. Quizás por eso parecía llamar tanto la atención de las chicas a su alrededor, huh.

    Yo, por mi parte, fruncí ligeramente el ceño, cubriendo mi rostro como quien se alejaba de los molestos rayos del sol.

    Too... Bright...

    —Entonces —Retomé la conversación al pocos tiempo, habiéndole quitado a Mimi las gafas de sol de su cabeza para poder mirar a la castaña sin fundir mis retinas en el proceso—. ¿Todas sabemos tocar un instrumento aquí menos ella?

    —¿Eh? —Liza se volvió en ambas direcciones, con las mejillas llenas como un Dedenne devorando su pokécomida. Desvió su mirada hacia la albina—. Aika tampoco sabe, ¿no?

    Cuando la chica nos confirmó que no solo le gustaban las guitarras, si no que también sabía tocarlas, el alma pareció irse de su cuerpo. Trató inútilmente de aferrarse a un clavo ardiendo, a la respuesta más desesperada.

    >>B-Bueno... Técnicamente Poly tampoco sabe, debería contar.

    —Poly es un pokémon —rebatí su argumento con tranquilidad. Alcé el índice, imitando una pose intelectual con las gafas de sol robadas—. Aunque, actually, sí que sabe tocar uno. Es un ave muy inteligente.

    —¡Miki me enseñó a tocar el xilófono, cruack! —exclamó orgulloso el pokémon, dejando aún más pálida y confusa a la castaña si cabía—. Así no me aburría nunca durante sus ensayos. Además, dijo que un pokémon tocando un instrumento en la calle tendría su caché. Y no mentía.

    —Todo calculado —Me ajusté las gafas, satisfecha con aquella resolución.

    —Uuuurgh... —Liza, rendida, apoyó la frente sobre la mesa, como si repentinamente hubiese perdido sus fuerzas—. Soy la única cabeza de chorlito en una mesa de músicos...

    —No se preocupe, señorita agente —Poly le hizo pat sobre su cabeza, buscando animarla con el gesto—. Seguro que algo se te dará bien. Aparte de su trabajo, por supuesto.

    >>¿Tal vez la pintura?

    La castaña se cubrió con los brazos, abochornada y enrojecida hasta las orejas de repente.

    —...Se me da horrible —confesó, en un murmullo.

    —¿La danza? —cuestioné.

    —Tengo dos pies izquierdos, Miki.

    —Hmmm... —Poly apoyó el ala sobre su pico, reflexivo—. Tal vez debamos descartar las bellas artes por el momento.

    Entonces Liza habló, su voz amortiguada por los brazos que le cubrían el rostro parcialmente.

    —...Dicen que se me da bien la fotografía —añadió finalmente. Poly y yo la miramos, tomados por sorpresa. Yo ya estaba por rendirme con ella, de hecho—. No es algo en lo que haya reparado con anterioridad pero dicen que... ¿tengo talento? ¿Algo así?

    —¡Oh! —Poly pareció encantado con ese detalle. Dio saltitos sobre la mesa hasta acercarse a Ai, volviéndose de nuevo en nuestra dirección—. ¿Y si nos tomamos algunas fotos? Me encantaría recordar este día y que la señorita coordinadora también forme parte del recuerdo.

    >>¿No le parece, querida?

    Solté un bufido y desvié la mirada, refunfuñando por lo bajo.

    Qué innecesario.

    Liza, por su parte, abandonó el refugio entre sus brazos y se irguió de vuelta, procesando la nueva situación con algo de delay. Tal vez se esperaba alguna clase de burla conjunta por su incompetencia musical, pero poder compartir un pedazo de sí misma en su lugar, de lo que realmente se le daba bien y vibraba en su misma sintonía, le devolvió el orgullo y las energías al cuerpo.

    Golpeó su pecho con el puño cerrado con resolución.

    —Por mí bien. Aunque no tengo mi cámara aquí, conmigo —Sacó el teléfono del bolsillo y nos guiñó un ojo, en un gesto cargado de complicidad—. Pero, si confiáis en mí, haré lo que pueda con las herramientas a mi alcance. Eso dadlo por hecho.
     
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    Yugen

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    No había nada que a Lillium pareciese gustarle más que escucharme tocar. A menudo se sentaba en el jardín, en un banco a la sombra y yo dejaba que la melodía se extendiese como un manto sobre el espacio. Era un alma libre pero su corazón salvaje e inquieto parecía sosegarse cuando escuchaba el violín. Acompañada por el aroma de las hortensias y las rosas, la melodía se enaltecía y brillaba con luz propia, como un faro en mitad de la oscuridad que la rodeaba en aquellos momentos tan críticos.

    —Me gustaría hablar su idioma. El de la música, quiero decir.

    —Ya lo haces. Escuchas con el corazón y no con los oídos.

    Cuando se enteró de su enfermedad me pedía que tocara para ella de forma mucho más usual. Decía que la melodía del violín calmaba sus dudas y la ayudaba a conciliar el sueño. Yo por supuesto jamás se lo negué. Apoyaba la cabeza en mi regazo y yo tocaba. Cada nota era una súplica silenciosa al tiempo: que no la tocara todavía. Que la dejara florecer un poco más.

    Lillium no tocaba ningún instrumento, su pasión era la pintura. Le gustaba especialmente dibujar paisajes, pero a menudo plasmaba sus ideas y sus sueños en un cuaderno. En los últimos meses, sin embargo, sus dibujos no tenían ningún sentido para mí. Eran trazos erráticos, furiosos, cargados de impotencia.

    Oir a Clematis hablar con tanta pasión sobre lo mucho que añoraba escucharla tocar el piano me trajo a la memoria esos recuerdos distantes. La ternura y la admiración que desbordaban sus palabras me llenaron el corazón y tuve la certeza, completa y absoluta, de que mi presencia estaba de más allí. Aunque yo no pretendía hacer más de lo que me fuese estrictamente permitido. No buscaba nada en particular. De la misma forma que una Dionaea no perseguía de forma activa a los insectos incautos que devoraba, yo me limitaba a observar y esperar.

    Tal vez era esto lo que le enervaba tanto de mí.

    No me pasaba desapercibido porque no era particularmente disimulada al respecto. En sus gestos había desagrado, tal vez incluso desdén, y sus ojos azules tenían la sombra perpetua de la desconfianza. No era necesario ser excepcionalmente perspicaz para notar que Paeonia me detestaba.

    El motivo no era mi forma de ser o mis palabras, o mi actitud sutil pero deshinibida. La verdadera razón que la mantenía tan tensa como un frágil tallo a punto de quebrarse en dos era la actitud de Clematis hacia mí. Se había mantenido distante, pero como cambios sutiles en la brisa, yo era consciente de esos pequeños detalles pues me gustaba observar el mundo a mi alrededor. Una podía descubrir todo un universo nuevo con tan solo prestar la atención suficiente.

    No me sorprendió la respuesta, era justo lo que esperaba oír. Y era, además, justo lo que quería que Paeonia escuchase. Yo no pretendía quitarle a su mejor amiga, mucho menos ocupar su lugar. En el gran esquema de las cosas, yo era tan solo una desconocida que llamaba su atención y no podía ni pretendía competir contra ella.

    Ese no era mi papel.

    —¡Oye!

    Cuando Dianthus le quitó las gafas de sol, Paeonia protestó y a mí se me escapó una pequeña risa.

    Éramos un grupo curioso.

    La fuerza de Clematis, la obstinación de Paeonia, la inocencia de Bellis y la actitud curiosamente excéntrica de Dianthus. Nunca había pensado que sería parte de algo así.

    —Ehh... en realidad sí—Aika respondió con la mano detrás de la nuca. Cuando Liza palideció, completamente devastada, se apresuró a añadir— ¡P-pero ni siquiera la toco bien, Lizachi...! ¡Llamarme músico es demasiado!

    Me preguntaba si solo el hecho de tocar un instrumento era suficiente para considerarte músico. ¿Era el virtuosismo sobre el mismo o el amor por la música lo que te convertía en tal? Bajo mi punto de vista quizás era una mezcla de ambas.

    —Hmm... ¿el teatro?—inquirió Bellis.

    Paeonia esbozó una pequeña mueca de circunstancias.

    —No, ese sí que no.

    —La fotografía es un arte apasionante—aporté entonces, admirada—. Tener la capacidad de congelar momentos en el tiempo es casi como hacer música.

    Era como cualquier otro arte. No todo el mundo tenía la habilidad o la pasión necesaria para captar en imágenes la esencia de una escena o un paisaje. Era casi como dibujar, pero plasmando la realidad a través de la lente.

    Clematis nos propuso tomarnos una foto y yo acepté, por supuesto. Sonaba encantador tener una fotografía conjunta y un recuerdo de este día tan particular.

    —Pero tienes que salir también, Liz—Mimi declaró con una pequeña risa—. No pienso aceptar algo diferente.

    El alivio había dado paso a la alegría. Parecía feliz.

    Mientras Liza sostenía su teléfono, Mimi le guiñó un ojo a la cámara y Aika le echó los brazos a Miki sobre los hombros. Poly descansaba entre sus brazos. Yo me detuve allí, a un lado, y me limité, deslizando un mechón rubio tras mi oreja, a sonreír al objetivo.

    Cuando las flores del jardín empezaban a florecer me gustaba observarlas y cuidarlas, guiarlas y asegurarme de que alcanzaban su máximo esplendor.

    Después de todo, cuando regabas con cuidado, hasta los brotes más tímidos aprendían a abrirse.
     
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    Miki Chigusa

    Cuando Liza nos mostró la foto que había tomado, comprendí que hablaba en serio. A pesar de que las cámaras frontales tenían peor resolución que las traseras, se las arregló para ajustar los parámetros de la suya de tal forma que la fotografía adquirió su propio encanto.

    El fondo difuminado, haciendo que nuestros rostros cobrasen especial relevancia, destacando como un faro en mitad de una noche sin luna. La forma en la que los ajustes de la saturación de la imagen y de la intensidad de la iluminación favorecieron el brillo en nuestros ojos, o el color de nuestro cabello...

    Asentí, satisfecha con aquella demostración de talento. Palmeé su hombro al verla pasar por mi lado.

    —Bien hecho —La felicité, con ademanes ceremoniosos por la simple tontería—. Podrás quedarte en el grupo por el momento, te lo has ganado.

    —¿Huh?

    Liza parpadeó, visiblemente desconcertada.

    La conversación continuó fluyendo sin mayores contratiempos. O, al menos, hasta que el grupo terminó de almorzar. Para ese entonces, la atracción a nuestras espaldas atrajo la atención lo suficiente de las "fuentes de energía infinita" del grupo como para desaprovechar así la oportunidad.

    —Avisadme cuando hayáis terminado —Fue todo cuanto dije, enterrándome nuevamente entre mis brazos para dormitar.

    —Qué aguafiestas, ¡cruack! —Poly revoloteó hasta posarse en la cabeza de Aika, emocionado con la idea de formar parte de la aventura—. Yo sobrevolaré la zona para poder seguir vuestro recorrido. ¡Seré vuestro Navy!

    Ai y Mimi no parecieron especialmente encantadas con la idea, optando por quedarse en la mesa conmigo en su lugar. O iba a ser así, al menos, de no ser porque teníamos a cierta castaña en la ecuación.

    —¿No quieres venir conmigo? —Me asomé entre mis brazos; fue tal y como lo imaginé: le puso ojitos de cachorro degollado mientras la tomaba de las manos, y eso fue suficiente para hacerla caer.

    Así, sin más.

    Un escalofrío me recorrió la espalda de la impresión. Ahora me quedaba claro: Liza era una domadora de bestias. Una que sabía aprovecharse bien de sus encantos, al parecer.

    Con esas, las tres chicas y Poly se alejaron hacia la atracción y entonces comprendí, demasiado tarde tal vez, lo que esa división de grupos significaba para mí. Me enterré una vez más en mi recoveco, fulminando a aquella mujer a través de un hueco entre mis brazos, con la misma expresión de un Pichu usando gruñido.

    —Tal vez hayas conseguido llevarte a Mimi a tu terreno —aclaré al instante, firme en mi postura—, pero conmigo no lo tendrás tan fácil.

    Sonaba más cool y amenazante en mi cabeza de lo tierno que se veía en el exterior. Tsk.



    Liza White

    —¡Wow! ¡Qué alto está esto!

    El puente colgante se tambaleó sobre la red de seguridad cuando puse un pie en el primer tablón de madera. Me sujeté de la red sintiendo el corazón acelerado, emocionado ante la perspectiva. Pese a la protección que te brindaba la propia atracción, la transparencia de la red hacía que fueses consciente en todo momento de la enorme distancia que había con el suelo. La sensación de inminente peligro se volvía excesivamente realista.

    Aika iba la primera, atravesando el puente con agilidad seguida de varios niños. Yo había decidido reducir el ritmo, para poder asegurarme de que todo marchaba bien con respecto a Mimi, ubicada en ese momento a mi espalda. La pobre había aceptado subir a este sitio por mí, no iba a ser tan desalmada como para abandonarla a su suerte, ¿no?

    La molestia y la frustración que había sentido previamente se diluyeron junto a la tensión que había existido entre Ai y Mimi en primer lugar. En el momento en el que las piezas del puzzle parecieron encajar en su mente, su molesto comportamiento remitió y dio paso al alivio y a una alegría genuinas. Como un manto espejo me hizo sentir de igual forma.

    Nos permitimos, así, celebrarlo como dos crías sin nada más que perder.

    Como solíamos hacerlo siempre, en realidad.

    —¡Señoritas! ¡Hay una bifurcación próxima a donde os encontráis! —Poly, sobrevolando la red sobre nuestras cabezas, nos avisó de la encrucijada antes siquiera de finalizar el puente colgante.

    Y no mentía: ahora teníamos, ante nosotras, dos posibilidades a nuestro alcance: proseguir la subida a través de un camino de obstáculos, directas a la tirolina, o descender de un salto a una enorme colchoneta inflable, a un par de metros de distancia, para acabar en una piscina de bolas que desembocaba en otro camino ascendente.

    Ambos sonaban tentadores... Y no era como si no pudiésemos regresar aquí y seguir el otro camino más tarde. Me detuve unos segundos, reflexiva, analizando la situación y los consiguientes comentarios de mis acompañantes.

    Entonces dejé que fuera mi propio impulso el que hablase por mí, como solía hacer cada vez que la indecisión buscaba ganar la batalla.

    —Sé que hemos subido hasta aquí, pero me muero de ganas de probarlo —Extendí los brazos a ambos lados, de espaldas al vacío y a la colchoneta, y les hice un saludo militar, sintiendo el cosquilleo de la adrenalina recorrerme las venas—. ¡Nos vemos arriba!

    Me dejé caer entonces, conteniendo el aliento. El estómago me dio un vuelco ante el brusco descenso y escuché a algunos niños asomarse, sorprendidos y admirados al ver que me lanzaba de espaldas al vacío. La colchoneta me engulló, repleta de aire en su interior, y solté una risa que me vibró en el pecho, producto de la tensión del momento y de la propia energía que bullía dentro de mí.

    Sacudí la mano en dirección a mis amigas cuando la colchoneta dejó de mecerse como un mar embravecido, sonriente, y me alejé de la colchoneta de un salto para dar paso al siguiente, zambulléndome así en el mar de bolas.

    Mi sorpresa fue mayúscula cuando la siguiente en bajar, después de un par de niños, fue Mimi. Creí que seguiría ascendiendo junto a Aika... Esta chica no dejaba de sorprenderme.

    Me oculté bajo el mar de bolas, habiendo reparado en una idea. Aguardé, paciente, como un sibilino Krokodile esperando por su presa. Cuando la chica salió de la colchoneta, recuperando al fin el resuello, aparecí de debajo para sostenerla en brazos, impidiendo así que escapase.

    —¿Creías que ibas a poder entrar en mi territorio y salirte de rositas? —le advertí, entretenida con aquel repentino papel de villana. Me dejé caer hacia atrás al poco tiempo, entre risas compartidas, mientras ella fingía querer zafarse de mi agarre. Definitivamente parecíamos unas niñas, ¿pero nos importaba algo acaso?—. ¿Ahora qué hará la gran Mimiko Honda? ¿Cómo escapará de su prisión?

    Tenía mas fuerza que ella, así que le iba a ser complicado escapar si así me lo proponía. A no ser que usase mi súper debilidad contra mí...

    Oh, no~.
     
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    Ai Mamiya

    La habilidad de Clematis para la fotografía era digna de admirar. Un encuadre limpio, la luz adecuada... Era evidente que el dispositivo dificultaba la tarea de tomar una buena captura, pero aún así era destacable. Ahora sentía genuina curiosidad por probar su habilidad con una verdadera cámara fotográfica.

    Ansiosas por probar las maravillas del bosque suspendido—que después de la montaña rusa me hacían sentir el estómago mucho más que indispuesto—, el grupo no tardó en separarse. Clematis se marchó con Bellis y arrastró a Paeonia consigo.

    Las despedí con un gesto de la mano. Y en la mesa quedamos tan solo Dianthus y yo.

    No dije nada pues tampoco sentía que esa situación fuesen necesarias las palabras. Miki, al igual que Mimi, también sentía resquemor hacia mí. Era incluso más evidente, transparente como un cristal. Y de un modo muy similar, la razón era el interés de Poly por mis habilidades como coordinadora. Apreciaba sinceramente la admiración pero no pretendía, ni mucho menos, hacer nada al respecto.

    La diferencia entre Poly y Clematis era clara. Clematis despertaba en mí un interés diferente al que podía generarme Poly. Pero a ojos de Miki, nuestra situación no era ni mucho más fácil de solventar.

    Se encogió sobre sí misma, mirándome amenazante desde su refugio seguro entre sus propios brazos. Era tan adorable que no pude contener una ligera risa afable.

    —Tranquila, mi pequeño brote estival—le respondí suavemente, procurando no avasallarla con mi presencia—. No es lo que pretendo.

    >>En realidad, no me he llevado a Paeonia a ningún lugar. Simplemente necesitaba tener la seguridad de que yo no era una amenaza.

    Ese lindo rostro obstinado escondía mucho más de lo que decía pero era transparente para mí como el agua prístina del Lago Veraz.

    Apoyé mi mejilla sobre la palma de mi mano y la observé con interés, con ojos ligeramente entornados.

    Y ella también.

    Pero no materializaría esos pensamientos en voz alta.

    ***

    Mimi Honda

    A veces me preguntaba hasta que punto Liza tenía poder sobre mí. Al parecer, suficiente para hacerme subir a un puente colgante que se mecía precariamente con cada paso y tablones que crujían al pisarlos. Había una red de seguridad debajo, pero era solo eso, una red. Debajo solo estaba el suelo duro e implacable que nos rompería la cabeza si la red no hacía su trabajo.

    —¿No quieres venir conmigo?

    De verdad, qué injusta. No podía usar Ojitos Tiernos contra mí y esperar que me mantuviese inalterable.

    —¡Tened cuidado de donde ponéis los pies!—Aika no nos hablaba a nosotros si no a los niños que cruzaban detrás de ella. Alzó el puño al aire, animándolos—. Go, go go!

    Nada más acercarse a la atracción se le habían acercado un montón de niños. Tenía la vibra de una niña, así que encajaba bastante con ellos como si tuviera alguna especie de imán para infantes. Hasta ese momento eran tres, dos varones y una hembra.

    ¿Cómo podía tener tanta energía y no tambalearse ni un poco mientras cruzaba esta cosa? ¿Tenía superpoderes o qué?

    —¡Vamos a la tirolina! ¡Tirolina!—Aika sonó tan caprichosa y emocionada como una niña más. Le brillaban los ojos y todo.

    —Yo quiero ir a donde tú vayas—uno de los niños declaró con fiereza tomando firmemente la mano de Izumi.

    —Y-yo también.

    Aika se rió, al parecer algo abrumada por la atención ajena. Me resultaba... curioso como los niños me dirigían miradas de soslayo y corrían al lado de Aika como Duckletts tras su madre.

    En ese momento sucedió algo perturbador. O al menos fue aterrador para mí en ese instante. Ahogué una exclamación de angustia pero no pude evitar que Liza saltara a la colchoneta.

    La misma detuvo su caída y nos saludó con una risa nerviosa para demostrar que estaba bien. ¿Bien? ¡Le iba a arrojar una de esas bolas de la piscina a la cabeza! ¡¿Cómo se atrevía a preocuparme así?!

    —¡Ah! ¡Se ha tirado de espaldas!

    —¿Has visto eso, Aika?

    —¡Mhm!—la muchacha asintió, muy ufana— ¡Es que Lizachi es muy valiente! Es Ranger, ¿sabéis?

    —Ha~la, ¿es Ranger de verdad?

    Otro de los niños, que debía rondar unos siete años como mucho, se golpeó el pecho con el puño y cerró los ojos en un gesto cargado de convencimiento y soberbia.

    —Le voy a pedir de salir.

    Hice una mueca.

    Buena suerte con eso.

    El niño tomó impulso y corrió hasta el borde de la plataforma antes de saltar.

    >>¡Gerónimo~!

    No... no podía ser tan difícil. Mi miedo no eran las alturas como parecía ser el de Ai. Mi miedo eran los bichos y ya me había decidido a superarlo, así que esto no era nada para mí.

    —Aika—la llamé con gravedad.

    Izumi que estaba en ese momento palmeando la cabeza de una niña tímida que se había ocultado detrás de su pierna, dándole ánimos en silencio, clavó sus ojos aguamarina en mí.

    —¿Mii-chan?

    La brisa de las alturas me agitó el cabello cuando me acerqué al borde.

    —Si muero, toca Pavana para una princesa difunta en mi funeral.

    —¿¡E-eh!?

    Pareció absolutamente devastada. Pensé que por el hecho de que le había dicho que iba a morir, muy probablemente, pero pronto preguntó, con un tono cargado de contrariedad:

    —¿Cómo se toca eso?—inquirió con evidente nerviosismo—. ¿Se puede en una guitarra eléctrica...?

    No me quedé a explicárselo. Tomé una profunda bocanada de aire llenándome los pulmones de coraje... y salté sin pensar.

    Un salto de fe.

    Fue una caída más corta de lo que esperaba. Repentinamente algo suave y acolchado me detuvo ahogando la fuerza del impacto e impidiendo que me estrellase contra el suelo. No hubo nada que lamentar... solo el persistente susto que me dejó en el cuerpo.

    Con los brazos extendidos y las piernas recogidas, pude ver a Izumi agitando el brazo.

    —¡Buen trabajo!—me saludaba desde la plataforma desde la que acababa de saltar. Estaba usando sus manos como bocina para amplificar el sonido de su voz—. ¿Ves? ¡No te ha pasado nada, exagerada!

    Un profundo suspiro que estremeció el pecho y me destensó los hombros y los músculos entumecidos. Mi estómago aún se sentía algo agarrotado, pero el alivio que me recorrió todo el cuerpo como una ola cálida al saberme a salvo me arrancó una pequeña risa de los labios.

    Ah, qué locura.

    Me levanté al poco tiempo y me acerqué a la piscina de bolas para continuar el ascenso, suponiendo que Liza estaría ya mucho más arriba. Cómo creía esto, el repentino asalto desde mi espalda me arrancó una exclamación de la garganta y el corazón me dio un salto brusco y repentino en el pecho.

    Apenas pude reaccionar antes de que se lanzara hacia atrás arrastrándome a mí consigo a un rincón lejos de la vista.

    —S-suéltame, idiota—protesté entre risas. Sus brazos se aferraban a mi cintura mientras nos hundíamos entre las pelotas de colores—. vamos a ahogarnos en esta piscina de bolas y traumatizar a los niños.

    Eso era una exageración, por supuesto. Podía perfectamente tocar el suelo con los pies y aunque las pelotas casi hacían la suerte de un líquido, seguían siendo sólidas. Pero moverse en ese sitio no era fácil... se hundían las manos y los pies y las bolas de deslizaban entre ellas y te tragaban como arenas movedizas de plástico.

    Desafortudamente para ella, la gran Mimiko Honda siempre tenía un as bajo la manga.

    Sonreí maliciosamente.

    Mis manos estaban libres así que aproveché para deslizarla a sus costados y hacerle cosquillas.

    —Ten cuidado si desatas la ira de una pseudo pianista—le dije picándole los costados con mis índices—. Son tan peligrosas como las modelos en ciernes.
     
    Última edición: 18 Octubre 2025 a las 12:32 AM
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