Colección de Pokémon - Después del aterrizaje

Tema en 'Fanfics de Pokémon' iniciado por Alli, 17 Septiembre 2025 a las 9:57 PM.

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    Alli

    Alli Rey Cuervo

    Virgo
    Miembro desde:
    5 Agosto 2021
    Mensajes:
    6
    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Después del aterrizaje
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    3008
    Ya que que he visto que el amour está en el aire, me ha dado por revisitar un viejo fic que escribí hace años en este mismo foro, en mi viejo perfil. Le he hecho algunas correcciones de estilo, puntuación y ortografía espero lo disfruten. Es un one shot, pero en el prefijo no apareció.

    1
    La despedida fue dura para Serena. Era cierto: después de aquel beso, el corazón le latió a mil por hora y el mundo se transformó en un paraíso donde todo era posible. Pero la realidad era otra. Y ahora que estaba sola, no podía evitar que la tristeza la embargara. Quizá nunca lo volvería a ver; era momento de afrontarlo. Y aunque había jurado que volvería y que él era su objetivo, solo Arceus sabía cuánto tiempo tardarían ambos en realizar sus sueños, y si el destino sería tan generoso como para reunirlos de nuevo. Serena pensaba en todo aquello mientras miraba, a través de la ventana del avión, el inmenso océano de Hoenn. Apenada y triste, llegó a la conclusión de que era mejor no hacerse ilusiones y dejar que fuera el tiempo quien se llevara aquel sentimiento.

    2
    Él estaba recostado en su asiento del avión, meditabundo y con un atisbo de sonrisa en los labios. Pikachu dormitaba en sus piernas, totalmente ajeno a las preocupaciones y alegrías de su entrenador.

    Ash no sabía exactamente cómo sentirse. Dentro, las emociones eran un vórtice desatado y furioso. Por una parte, se sentía feliz; cerraba los ojos y recordaba el suave tacto de sus labios unidos a los de ella, y la chispa eléctrica que le recorrió el pecho hasta morir como un agradable vértigo en su estómago. Por otra, al abrir los ojos de nuevo y descubrirse solo en el avión, de regreso a casa y sin ella, la tristeza lo abrazaba.

    Jamás había reparado en los detalles mientras estuvo cerca de Serena, y ahora, tristemente tarde, lo había comprendido todo: las mejillas ruborizadas cada vez que él la rozaba casualmente, el tartamudeo y los nervios cuando estaban a solas, las miradas furiosas cada vez que Miette lo tomaba del brazo… toda aquella ceguera estúpida había caído de golpe con el beso. Se llevó las manos a la cabeza y la sonrisa se le borró del rostro.

    —¿Cómo pude ser tan tonto? Yo le gustaba, de verdad le gustaba.

    3
    Serena llegó a Ciudad Malvalona después del ajetreo ineludible del aeropuerto. La espalda le mataba y los pies le dolían horrores. Se sentía sucia y demasiado cansada. Había escuchado que en Malvalona Hills —el lugar en donde Yashio, muy amablemente, le había conseguido un apartamento provisional mientras se inscribía en los concursos de Hoenn— había duchas con bañeras bastante amplias y espectaculares. Fantaseó por un momento con lo delicioso que sería tomar un baño relajante antes de dormir, hasta que fue interrumpida por las sonoras protestas de su estómago hambriento.

    Caminó en busca de un taxi que pudiera llevarla por fin a su lugar de descanso, y se perdió entre la multitud, como uno de los tantos rostros anónimos e ilusionados que escondían sueños gigantes en medio de la cotidianidad.

    4
    El camino de regreso a casa era serpenteante y llano. La luna brillaba llena en un cielo despejado y anegado de estrellas. Ash y Pikachu sintieron la brisa nocturna besándoles el rostro.

    Abajo, las casitas de Pueblo Paleta cintilaban con luces opacas y el viento exhalaba susurros poblados de nostalgia. Cada viaje y cada regreso representaban historias interminables, amigos, metas conquistadas y fracasos que enseñaban. Pero ahora era distinto, porque, a pesar de todas las personas que había dejado atrás y que nunca volvió a ver, ninguno de los tantísimos regresos que había realizado estaba tan lleno de ausencia como aquel. Jamás se había sentido vacío al regresar, y ahora parecía ser la primera vez.

    Ash suspiró profundamente. Sonrió, pero sus ojos relampagueaban con un brillo indescriptible.

    —Estamos en casa, Pikachu —dijo por fin—. ¡Vamos!

    5
    —¡Ya estoy aquí! —gritó Ash, mientras abría la puerta de la casa.

    Una lluvia de confeti y el escándalo de pitorretas festivas lo aturdieron.

    —¡¿Pero qué?!

    —¡Bienvenido! —gritaron al unísono Delia, Misty y Brock.

    —¡Vaya! Hasta que te dignas en aparecer —dijo Gary desde el fondo de la sala. Estaba sentado cómodamente en el sofá junto al profesor Oak.

    —¡Bienvenido, muchacho! —exclamó el profesor.

    En la sala de la casa había un desparpajo de guirnaldas, globos y un gran letrero de lona que rezaba en letras coloridas: “¡BIENVENIDO GRAN SUBCAMPEÓN DE KALOS!”. La palabra “Sub” la habían escrito a la prisa, improvisando con un marcador.

    Ash se quedó inerte por un momento. Aquella reunión de viejos amigos le parecía tan nostálgica e irreal que tardó un par de segundos en procesarlo. Al caer en la cuenta de lo que estaba pasando, sus pupilas se ensancharon con un brillo alegre. Pikachu saltó a los brazos de Misty y él, casi instintivamente, rodeó a todos con ambos brazos.

    —¡Chicos, están aquí!

    Aquello era tan impropio de Ash que ahora los sorprendidos eran ellos.

    —¿Pero qué bicho te ha picado, bobo? —dijo Gary, que ya se había unido al grupo junto con el profesor.

    —¡A ustedes también me alegra verlos! —exclamó Ash, rompiendo el abrazo.

    —Estos muchachotes crecen tan rápido —dijo Brock, revolviéndole el cabello.

    —Y dime, Ketchum, ¿sigues siendo un bobo distraído como siempre? —dijo Misty en tono bromista.

    “Lo sigo siendo”, pensó Ash con amargura. Por un instante, sus pensamientos se desviaron nuevamente hacia Serena. Trató de controlarlos y remató con otro chiste:

    —Puede ser, puede ser. Pero, qué me dices de ti, ¿sigues siendo una gruñona?

    Todos prorrumpieron en risas y, en aquel instante, en medio del ánimo y la fiesta, Ash sintió que los amaba de verdad. Como solo se puede amar a la familia.

    —Pero bueno, basta de cháchara sin sentido, que la cena se enfriará —dijo el profesor Oak.

    Los ojos de Ash y Pikachu brillaron de ansiedad. Habían pasado medio día sin probar bocado, y el olor que venía del comedor incitaba a la gula.

    Todos los convidados se sentaron a la mesa y comenzaron a comer y charlar. Ash les habló de Clemont, de Bonnie y de Serena. Les presentó a Talonflame, Noivern y Hawlucha. También les contó sobre sus maravillosas aventuras en la región de Kalos: desde su lanzamiento en picada desde la Torre Prisma, hasta su combate contra el Equipo Flare. Todos escuchaban fascinados, hacían preguntas, comentaban y lanzaban algún que otro chiste.

    Pero había algo distinto en Ash cada vez que mencionaba a Serena. De ninguna de sus acompañantes en el pasado había hablado con tanta emoción y cariño. Sus ojos centelleaban alegres, y su voz se elevaba cada vez que pronunciaba su nombre. Aquello pudo haber pasado desapercibido para los demás, pero no para Delia ni para Gary. Ambos sonreían con ternura al escucharlo hablar de aquella muchacha tan especial.

    La cena terminó y la noche se volvió fría. El profesor Oak fue el primero en “despedirse” involuntariamente: ahora roncaba como un camión descompuesto sobre el sofá de la sala. Brock, Delia y Misty se ocupaban de limpiar el desorden. Ash y Pikachu habían salido a tomar aire al patio, y Gary no tardó en unírseles.

    —Deliciosa cena, ¿cierto? —dijo Gary.

    —Sí —respondió Ash. Tenía la mirada perdida, sus pensamientos disgregados entre Kalos, Hoenn y los ojos azules de Serena.

    —Este viaje ha sido diferente, te ha cambiado. Y no me refiero a que seas más fuerte, eso es innegable. Te ha cambiado por dentro, es lo que quiero decir.

    Ash lo miró sorprendido. —¿Te parece?

    Gary se encogió de hombros. —Digo lo que veo. En algún momento tenías que crecer. ¿Acaso es por la chica?

    —Supongo —sonrió Ash—. Pero no sé qué hacer. Nunca me había sentido así… O tal vez sí, pero nunca me di cuenta.

    Gary comenzó a reír, dejando a Ash desconcertado. —Estás enamorado, idiota.

    —Lo sé, pero ya es muy tarde.

    —Llámala, dile lo que sientes. Tiene derecho a escucharlo de ti.

    —¿¡Estás loco?! Ni siquiera sé en qué parte de Hoenn está.

    Gary le golpeó con el dedo índice entre las cejas. —Mi abuelo dice que las decisiones no tomadas pesan incluso más que las malas decisiones. Busca el modo. Porque si no lo haces, el remordimiento no te dejará en paz. En fin, creo que ayudaré en la cocina.

    Tras decir aquello, Gary se metió las manos en los bolsillos y regresó a la casa.

    6

    Ahora Ash estaba frente al video transmisor, nervioso.
    —Es ahora o nunca —susurró.

    Marcó con presteza el número del gimnasio de Ciudad Luminalia. Al instante, la imagen del rubio inventor apareció en la pantalla. Clemont parecía distraído, reparando uno de sus extraños artefactos.

    —Ya se lo dije, señor vendedor, no necesito un seguro contra explosiones. Mis inventos son perfectos.

    —Clemont, soy yo —dijo Ash, conteniendo la risa.

    —¡Por Arceus, qué agradable sorpresa! ¿Supongo que ya estás en Kanto?

    —Sí, estoy en casa.

    —¡Me alegro! ¡Oye, Bonnie, Ash está en el video transmisor!

    Un grito de alegría ensordeció a ambos cuando la rubia apareció, ataviada con su característica pijama de Tyrantrum.

    —¡Hola, Ash! —Dedenne se unió al saludo saltando frente a la pantalla. Ash sonrió y agitó la mano. Pikachu, que había seguido a su entrenador, hizo lo mismo.

    —¿A qué debo tu llamada? —preguntó Clemont.

    —¿Has sabido algo de Serena? Es decir… ¿sabes si llegó bien a Hoenn? —Ash trató de disimular su ansiedad.

    —Después de ese besito has quedado extrañándola, ¿cierto? —dijo Bonnie, con una sonrisa pícara y los ojos entrecerrados.

    Ash se ruborizó tanto que parecía que iba a explotar.

    —¡Bonnie! —reprendió Clemont, molesto al ver lo incómodo que se ponía su amigo.

    —Nos vemos, Ash —añadió la pequeña rubia, guiñándole un ojo—. Llámala, estará feliz de escucharte.

    —Ignórala —dijo Clemont, retomando el control.

    —Odio admitirlo, pero tiene razón —agregó, acomodándose las gafas. —Debe estar ahora mismo en Malvalona Hills. Hoy nos encontramos con Grace y nos contó que Yashio le prestó su apartamento en Hoenn. Es un sitio muy exclusivo.

    —¿Tienes el número de ese lugar?

    Clemont sonrió. —Claro, te lo envío enseguida.

    Un ícono emergente en forma de sobre apareció en la pantalla.

    —Ya lo recibí. Muchas gracias, Clemont.

    —Llámala, y suerte con eso —se despidió el inventor con una sonrisa.

    —Gracias, amigo.

    La pantalla se tornó oscura, devolviendo a Ash el reflejo de un rostro contrariado.

    7
    El recibimiento en Malvalona Hills había sido espléndido. Solo bastó con dar su nombre para que la recepcionista le brindara una radiante sonrisa.

    —¡Claro! Yashio nos avisó que vendría. Hemos preparado su recámara. Por supuesto, el servicio a la habitación está disponible para nuestro huésped de honor. Fue un viaje largo, seguro querrá descansar y comer algo.

    Serena dejó sus datos en la recepción y, desde entonces, todo fueron atenciones. Le sirvieron deliciosos platillos tanto a ella como a sus pokémon.

    “Uno podría acostumbrarse a esto” —pensó, mientras observaba la enorme habitación que tendría a su disposición durante algunos días. La ducha con tina era tal y como los rumores decían: amplia y pulcra, digna de un rey… o de una reina. No dudó ni un segundo en llenarla y desvestirse para darse un relajante baño.

    —Este nuevo camino será duro —musitó.

    Ya llevaba unos quince minutos sumergida en la tina y parecía no tener intención de salir. Su cabello, apelmazado y lleno de jabón, flotaba en el agua mientras ella frotaba sus piernas y dejaba que el silencio del lugar la envolviera en un estado de calma único.

    Estaba a punto de cerrar los ojos cuando el sonido de su transmisor portátil la hizo dar un respingo.
    “He olvidado llamar a mamá, seguro está preocupada… y furiosa” —pensó.

    Extendió la mano y tomó el aparato. Presionó el botón de contestar y lo acercó a su oído.

    —Señorita Serena, tiene una videollamada de…

    —Está bien, enlácenla, yo atenderé —interrumpió, pensando erróneamente que se trataba de su madre.

    Colocó el transmisor en el lavamanos, salió de la tina y se cubrió con una toalla. La pequeña pantalla se iluminó y ninguno de los dos pudo prever lo que estaba a punto de ocurrir.

    Las mejillas de Serena se encendieron como un semáforo en rojo.
    En la pantalla estaba Ash, con los ojos abiertos de par en par y la boca entreabierta. Desde Kanto, la impresión no fue menor: Serena aparecía envuelta en una toalla, con el cabello mojado y los hermosos ojos azules brillando con vergonzosa ternura.

    “Genial, tonto” —pensó Ash, bajando la mirada de inmediato, igual de ruborizado que ella.

    —¡Lo siento, lo siento! —se apresuró a decir el entrenador—. Creo que llamé en un mal momento. Te llamo luego.

    —¡No, no! —replicó Serena casi por instinto—. Solo me pondré algo de ropa, espera un segundo.

    Salió del baño como alma que lleva Giratina. Con el corazón desbocado, apoyó la espalda contra el marco de la puerta y sonrió con dulzura. Corrió hacia la cama, revolvió su equipaje ante la atenta mirada de Braixen, Sylveon y Pancham, y se vistió con una camiseta blanca y un pantalón corto.

    Regresó al baño corriendo. Ash seguía ahí, con la mirada desviada y el gesto nervioso.
    “Es lindo” —pensó Serena, sin darse cuenta.

    —Hola —saludó, con un rubor que regresaba en oleadas.

    —Hola —respondió él, frotándose la nuca, muerto de nervios.

    El tiempo pareció detenerse. Cuando Ash la miró a los ojos, todos sus miedos se desvanecieron como bruma al amanecer.
    “Es hermosa” —pensó, maravillado.

    —Te ves muy guapa —atinó a decir. Era la primera vez que se dirigía así a una chica.

    Los ojos de Serena se ensancharon, iluminándose. No podía creerlo: Ash le había dicho que estaba guapa. Bajó la mirada, acariciándose el cabello húmedo.

    —Gracias… aunque creo que me he visto mejor —respondió tímidamente.

    —Sí… es decir, no. Bueno, lo que quiero decir es que siempre te ves guapa —se corrigió él, enredándose con las palabras.

    Ella sonrió con ternura. —¿Cómo has estado?

    —Muy bien. En realidad, estaba preocupado. Quería saber si habías llegado bien a Hoenn.

    —Eso es muy lindo de tu parte. Pero dime… ¿cómo sabías que estaba aquí?

    —Bueno… verás, llamé a Clemont y él me lo dijo.

    —¿¡Llamaste a Clemont solo para saber dónde estaba!? —Serena estaba viviendo un sueño.

    —Sí… ¿está mal que lo hiciera?

    —¡No, para nada! —respondió enseguida. Lo cierto era que le encantaba ver a Ash tan interesado.

    Un silencio incómodo se interpuso entre ambos.

    —Bueno, solo quería saber si estabas bien —dijo Ash, inseguro—. Espero que tengas mucho éxito en los concursos.

    —¡Espera! —casi suplicó ella—. ¿De verdad solo llamabas para eso?

    Ash calló unos segundos. —La verdad no. Quería preguntarte algo.

    Serena tragó saliva. —¿Sí?

    —¿Por qué me besaste?

    Ella bajó la vista. Nunca pensó que él sería tan directo. —¿Estuvo mal que lo hiciera?

    —¿Bromeas? ¡Claro que no! De hecho, se sintió muy bien —dijo Ash, bajando la voz.

    —A mí también me gustó… —murmuró ella, ruborizada.

    —Pero, ¿por qué lo hiciste? ¿Por qué justo en el último momento?

    Serena respiró hondo y cerró los ojos. —¡Porque me gustas! Porque he estado enamorada de ti desde el campamento del profesor Oak, y porque tenía miedo de que tú no sintieras lo mismo.

    Ash sonrió con ternura. —Es muy lindo de tu parte. He sido un tonto… ¿cómo no pude darme cuenta de tus sentimientos? ¿Podrías perdonarme?

    Ella lo miró, sorprendida. Pensó que él cortaría la llamada tras su confesión, pero no. Ash seguía ahí, y parecía feliz.

    —¿Y tú… sientes algo por mí?

    El silencio de Ash se prolongó por segundos eternos para Serena.

    —Seré sincero. Hasta antes del beso no lo había comprendido, pero siempre me pregunté por qué te invité a viajar con nosotros, si nunca lo hice con mis otras compañeras. Luego entendí que había algo en ti que era diferente. Siempre traté de enfocarme en el viaje, sin darme cuenta de lo demás. Ahora lo entiendo: fue un error.

    Se detuvo un instante, buscando las palabras.

    —Lo que siento ahora es confuso… pero fuerte. Me siento feliz de hablar contigo, y no es la misma felicidad que al ganar una batalla o recibir una medalla. Es distinto, más intenso, y me da miedo porque no lo entiendo. Siento tristeza y frustración porque ya no estás conmigo, nervios por haberte llamado, y rabia conmigo mismo por ser tan distraído. Pero también… quisiera volver a besarte. No sé si lo mío es tan fuerte como lo tuyo, pero creo que también me gustas.

    Cuando se atrevió a mirarla, Serena lloraba. Sus ojos azules brillaban bajo las lágrimas más hermosas que él había visto.

    —¡No llores! No quise hacerte sentir mal.

    —¡Son lágrimas de alegría, tonto! —respondió entre risas y sollozos—. Esta es la noche más feliz de mi vida.

    Ash suspiró aliviado y sonrió. —Serena, no sé cuánto tardemos en volver a vernos o en cumplir nuestros objetivos. Pero hagamos una promesa: lucharemos con todo por nuestros sueños, y así volveremos a encontrarnos.

    Ella asintió, frotándose los ojos. —Así será. Después de todo… tú eres mi objetivo.

    Él la observó, ilusionado como nunca. —Bueno, es tarde. Mañana tendrás que inscribirte en los concursos, no te quedes dormida.

    —Me permito recordarte que el dormilón eres tú.

    —¡Sí! —rió Ash—. Hasta pronto, Serena. Espero que cumplas tus sueños. Espero volverte a ver. Te… te quiero.

    —Hasta pronto, Ash —susurró ella, rozando con sus dedos la pantalla como si pudiera tocar su rostro—. También te quiero.

    La pantalla se oscureció y el mensaje de “llamada terminada” apareció.

    Serena corrió hasta la cama y se lanzó sobre sus pokémon, abrazándolos con alegría.
    —Nos esforzaremos para volver a verlo.

    Sylveon, Braixen y Pancham asintieron felices. Esa noche, Serena durmió plácidamente, con una sonrisa en el rostro y sueños dichosos, esperando el día en que pudiera reunirse con él.​
     

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