One-shot Chocolates

N/A: Cannon para el 23 de Julio - Jueves en la noche
Personaje: Orn Paimon, mención a Ilana Rockefeller y Suiren Craig.
Palabras: 734
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Contenido oculto

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Chocolates
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Evidentemente no era de esos que andaban por ahí regalando cosas, de ningún tipo, me parecía innecesario ese tipo de escenarios, y en ocasiones no dejaba de parecerme algo tonto, y se me hizo más ridícula la idea con lo del tablón de anuncios... Valentine´s Week. Encendí el aire acondicionado de la sala, quitándome la camisa escolar para dejarla sobre el respaldar del mueble, medianemente doblada, mirando por los ventanales del comedor, la luz del sol comenzaba a esconderse y mañana sería viernes.

No era como si me importara en realidad.

Había recibido varias cajas de chocolate esta semana, de chicas de otros cursos, sin embargo cuando llegaba a casa los dejaba sobre el comedor para mi padre o la empleada de servicio, hasta al jardinero terminé diciéndole si quería comer dulce. En sí no representaban nada para mí, ni su esfuerzo, ni su tiempo o su dinero. Me parecía una tradición absurda.

Encendí la luz de la cocina, comencé a recogerme el cabello e hice uso de mi delantal. Saqué de la nevera una crema de avellana que utilizaba ocasionalmente mi padre para preparar postres en casa, arándanos, frambuesas, maní y nueces. Estaba en automático, no es como si estuviese ignorando la sensación de desconcierto de que Craig estuviese regalando cosas por aquí y por allá, ni que ella le hubiese enviado ese ridículo sticker de un gato con corazón.

No estaba haciendo esto por ella.

Mantuve el cuidado intacto sobre la temperatura, evitando que se cortara, se amargara o se quemara; revolví suavemente con la cuchara de madera, considerando que estaban en su punto por lo que probé primero, confirmándolo. Mi padre siempre hablaba de productos de calidad, y en la cocina eran escenciales. Me alejé de la olla para dejar que el calor bajase de intensidad al apagar el fuego, sujetando los moldes —de esos que usaba mi hermana cuando venía de vacaciones—, y en lo que comencé a untarlos con suavidad de aceite de coco para evitar que se pegase el dulce recordé, sin querer, lo que me había preguntado en el Dojo "¿Me prepararías algo alguna vez?" Su cabello rubio pálido la hacía suavizar aún más las facciones, y su voz -dulce de por sí- causaba algo de eco desde que la conocí.

Piqué en trozos finos las nueces, al igual que el maní sin sal. Realicé un proceso similar pero con trozos más gruesos en la frambuesa, y los arándanos los trituré para después hervirlos a fuego lento con algo de azúcar orgánica, revolviendo hasta conseguir la consistencia adecuada. Regresé al chocolate, cubrí mis manos con los guantes para sujetar la olla y comencé a depositar el dulce sobre un plato hondo, palpé la temperatura con el termómetro digital, al ver que ya podía pasarlo a los moldes me centré un poco en las formas.

No quería que se viese mucho esfuerzo, nisiquiera sabía si notaría que los hice yo, o si los compré... aunque da lo mismo, de nuevo, esto no tenía significado alguno. Separé partes del chocolate y apliqué diferentes tipos de colorantes, en sí porque -sin darme cuenta- quería que se asemejaran a ella. Ya después, los introduje a la nevera, fue entonces que mi padre llegó, avisó como de costumbre, dejó el sombrero sobre el perchero y quitándose el reloj de mano entró a la cocina.

—Huele bien, ¿prácticas los postres?

—Algo así.

—Bien, cuando estén listos me dices para darte mi punto.

—No. Es decir, los practico pero no son para tí.

Alzó las cejas, algo confuso por mis palabras, por mi parte continué con la eterna indiferencia a lo que acababa de decirle. El silencio abarcó el espacio en lo que me disponía a limpiar lo que había ensuciado, parecía que mi viejo comenzaba a atar cabos entre tanto.

—¿Quién los probará entonces? A ti no te gusta el dulce, y a Suiren es un problema para que le des algo.

—Es solo un intercambio, algo que pusieron en la escuela, una actividad ridícula —pestañó y ahora fue el que se encogió de hombros, saliendo de nuevo por el marco en lo que mencionaba que entonces le diese de los que me compartiría a cambio a mí.

Fue entonces que la incomodida se acomodó en mis costillas en lo que abría la llave del agua. Era probable que ella no me diese nada, y no sabría como me sentiría al respecto.