Fukui Fukui

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 29 Octubre 2021.

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    Amelie

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    [Hachi; Kohaku; Tamura; Kumo]
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    Byakko negó a la pregunta de Kohaku —Aun no; paramos en Gifu dónde el demonio carmesí continuó su camino. Seguramente la guerra ya ha dado inicio.

    Kohaku y Yuzuki explicaron sus misiones y Hashimoto sonrió al verlos reunidos —Quién lo diría —inició — Aquel día en Tateyama ya nos habíamos reunido seis de los que después seríamos los ocho.

    El día después de recuperar a Suzaku; el día en que Inuzuka perdió la vista, en aquel entonces, Inuzuka le había explicado a Kohaku que ser bendecido por un kami a ser seleccionado para cumplir una misión era muy distinto. Ebisu le había otorgado suerte; pero Amanozako le había otorgado una misión.

    —Faltabas tú en Tateyama— mencionó Tamura mirando a Hachi.

    —Y Kato — soltó Hashimoto entre risas, aun en negación de que Kato se convirtiera en uno de ellos —A mi me conocen como Inugami y mi misión es llevar al Jigoku al asesino del Emperador.

    El viento resopló y se llevó parte del tejado, exponiéndolos a la ligera nieve que comenzaba a caer dónde antes hubo ceniza. Pocos cedieron ante la pequeña ventizca que acarició sus rostros. Los emishi se mantuvieron firmes, al igual que Byakko.

    —La ventisca siempre anuncia el cambio— repitió Ukita las palabras dichas por su padre en Aomori, mencionó exponiendo en su mano una perla que ya brillaba dorada — Yo soy Inusaka y mi eterna misión es proteger el Norte.

    —Y no es coincidencia que la gran mayoría de los perros sean del Norte —agregó Byakko — la nieve es un desafío, la muerte blanca —Miró a Kohaku y Hachi — aquellos que crecieron en la nieve y fueron forzados a abandonarla; pero que jamás la olvidaron.

    —Y luego estamos nosotros —
    intervino Hashimoto avanzando hacia Yuzuki, la sostuvo del hombro cómo para indicar que hablaba de ella, Kato y él, los perros que no eran de la nieve per sé. Pero la mano de Hashimoto se sintió distinta; por un momento, Yuzuki sintió que Hashimoto recargó su peso en ella para erguirse y continuar con sus palabras — En una manada siempre hay lobos solitarios ¿No es cierto?


    —Les recitaré un yukar de los antiguos pobladores del Norte —inició Byakko.

    Ukita sonrió.



    El lobo cansado aúlla implorando a la luna,
    pide ser guiado a su manada.
    Horkew Kamui responde,
    el Dios aullante lo guía por la densa noche.
    La manada responde a los Kamui
    los lobos se reúnen.
    La manada aúlla con regocijo,
    Horkew Kamui se une al canto nocturno.


    —El Dios aullante— respondió Ukita ante el yukar — Los lobos siempre han sido venerados en el Norte, siempre han sido los guías de mi familia, mi padre siempre decía que Horkew Kamui rondaba las montañas.

    —Esta nueva manada es Horkew Kamui — respondió Byakko con una sonrisa — los ocho perros que protegen ocho virtudes: Honor; Cortesía; Piedad; Sabiduría; Confianza; Fraternidad; Benevolencia y Lealtad. Todos ustedes están conectados a antepasados que fueron o son considerados como bestias que destruyen; símbolos de desastre.

    —Todos tenemos una misión que representa esas virtudes — Ukita afirmaba — También tenemos una última recompensa si cumplimos la misión, una de la que no se nos habla. Así como también un castigo si fallamos con dicha misión —miró a todos los reunidos — Si toda la manada es el Dios aullante, eso quiere decir que el destino sigue sobre estas manos...

    Inukai
    La perla de la sabiduría

    Kohaku.jpg
    Elegido por Amanozako

    "Tu espíritu es noble y contrasta con el mío; siempre debe de haber un balance ¿No? Tú y yo lo seremos"


    Inumura
    La perla de la lealtad

    Yuzuki.jpg
    Elegida por Inari
    "Tu espíritu es fuerte; tu corazón leal. Es lo que más necesitamos en estos tiempos de oscuridad"



    Inushiro
    La perla de la confianza

    Hachi.jpg
    Elegido por Shinatobe.

    “Los objetivos parecen claros en campo abierto; pero siempre son difusos en la nieve. Tu camino estará lleno de nieve y no te quedará más que confiar en el sendero, o quedarte estancando y morir congelado”



    Inusaka
    La perla del honor

    Ukita.jpg
    Elegido por Amatsu-Mikaboshi

    “El destino siempre es cruel; a pesar de ello siempre lo desafiarás”



    Inuzuka

    La perla de la cortesía

    Inuzuka.jpg
    Elegida por Ama no Uzume.

    “Debes diferenciar la verdad al teatro; las máscaras pueden ocultar demasiado"



    Inugami

    La perla de la benevolencia

    Hashimoto.jpg
    Elegido por Enma

    “Con tu benevolencia has demostrado que buscas la justicia sobre todas las cosas”



    Inukawa

    La perla de la piedad
    Inukawa.jpg

    Elegido por Namazu

    “No hagas raíz; aléjalos del desastre”



    Inuta
    La perla de la fraternidad

    Kato.jpg
    Elegido por Hachiman

    “Entiende que debes ser solidario en manada y fuerte en soledad. Pelea las guerras que no quieres que tu manada enfrente, gana y vuelve a ellos"
    Byakko señaló a los emishi y a Yuzuki —Bárbaros — señaló a Kohaku —demonios — señaló a Hashimoto; Hachi; Ukita —Traidores —Pausó brevemente para contemplar la nieve— A cada uno de ustedes se les tachó por aquello que no son.

    Taiki miró a Kohaku y sonrió orgulloso —Detrás de todos los prejuicios siempre han sido protectores. Son los que marcan en sendero en la nieve para los que vienen detrás; son ustedes los que arrastran la nieve y cargan ese peso —Taiki dejó escapar lágrimas.

    —De ahora en adelante somos Utari se acercó Inukawa para mostrar que también su perla resplandecía en dorado —Significa compañeros. Somos parte de una manada.

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    Bruno TDF
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    Capítulo XXIII

    ウタリ
    Utari- Compañero
     
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    Yuzuki Minami

    El comentario de Hashimoto logró hacerme sonreír a pesar del cansancio y de seguir llena de sangre, pues si lo pensábamos los perros llevábamos mucho tiempo dando vueltas unos alrededor de otros sin pretenderlo. Quería decir, al menos unos como yo y como Kato, que habíamos recibido misiones y se nos había arrastrado al asunto espiritual ya bien entrada la guerra.

    Conocía la misión de Inugami por la misiva que me pidió entregar, pues me había dado permiso de leerla, así que al escucharlo no reaccioné la gran cosa. Que le viento se llevara el techo me sobresaltó, pero en sí no reaccioné a la nieve que empezó a caer sobre nosotros. Mantuve la atención en lo que nos concernía, escuchando a los demás.

    La nueva intervención de Hashimoto me hizo soltar una risa sin gracia por la nariz, entendiendo que se refería a Kato, él y yo. A pesar de eso, su mano se sintió diferente y creí notar que me usaba de soporte, fue breve, pero me instauró una nueva inquietud en el pecho. Estaba rodeada de figuras complejas, de personas que habían perdido muchísimo, y también de quienes me habían estado por arrebatar todo. Este hombre existía en un espacio similar al de Murai, pues había atravesado a Takano de lado a lado, pero ahora... Llevábamos siendo mucho más que iguales.

    Las siluetas cubrían la figura que había perdido eran moralmente confusas.

    Asesinos y traidores.

    —No me queda más que darte la razón —convine, ligeramente divertida a pesar del contexto.

    Mientras Byakko recitaba el yukar, con su voz alcanzando mis oídos, dudé un momento pero estiré la mano sana hacia Hashimoto para tomar la suya. No pretendí nada del gesto, no era un llamado de atención, era una mera muestra de afecto y, quizás, también un intento de contención para mí misma. A pesar del favor de Inari, de la fuerza que me había regresado, al final... Una parte de mí seguía siendo joven y frágil. Estaba lejos de mi madre, había perdido a papá, lo que me quedaban eran estas sombras.

    Después del yukar Byakko dijo que éramos el nuevo Horkew Kamui, ocho perros protegiendo ocho virtudes y como eso nos conectaba con antepasados que eran o seguían siendo considerados bestias destructivas, símbolos de desastre. Pensé en cómo mi lealtad me había llevado a seguir la sombra de Murai, a imitar su colmillo y a aprender de él directamente y supuse, bueno, que no era tan difícil de imaginar. Además se lo dije a él, a la serpiente, ¿o no?

    Que algunos debíamos convertirnos en muerte para salvar a los demás.

    Byakko me señaló junto a los emishi, los bárbaros, y continuó así con los demás... Tachados por lo que no éramos. Recordé todos mis encontronazos con Kato, también con tantas otras personas y como luego de todo eso ser una de las manos de Takeda se había convertido en mi condena dentro de las paredes de Kioto. Lo salvaje confluía con nuestros roles de protección.

    Utari.

    Somos parte de una manada.

    —Todos tenemos misiones distintas y algunas siguen pendientes de ser cumplidas —comencé luego de dejar ir la mano de Hashimoto. Busqué a Rengo con la vista, luego a Hayato y después fui pasando los ojos por cada uno, empezando por Ko y continuando con los demás—. Esas misiones no anulan la más básica de todas: las manadas protegen a los suyos. Es esto lo que nos corresponde ahora y seguirá siendo así cuando debamos avanzar hacia la guerra.

    la vida me está apaleando tonces me demoré

    relleno para el desarrollo de personaje antes de enfrentarnos al tablero del horror (?
     
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    Gigi Blanche

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    "Seguramente la guerra ya ha dado inicio."

    Las palabras de Byakko palpitaron, crudas, y me forzaron a pasar saliva. Era una certeza, una realidad y una condena; intentaba comprender este escenario pintado de rojo y negro como el desenlace inevitable de una causa justa, de voluntades nobles y de un sueño benévolo, pero... ¿había manera? ¿Podía aceptar que reconstruir algo implicara destruirlo hasta sus cimientos? La duda permaneció y tomé aire, regresando mi atención a las voces ajenas. Una ventisca sopló sin anuncio y los copos de nieve comenzaron a deslizarse con premura desde la bóveda oscura. Extendí la palma, recibiendo uno en mi mano, y observé cómo se derretía lentamente. Recordaba haber hecho lo mismo en casa, previo a la peregrinación de los shichifukujin. Recordaba aún sus risas rebotando en el espacio y el mechón de nieve contra el cabello azulino, casi azabache. Pensé, también, en el géiser en la cima del monte Tateyama. El cadáver de Byakko. Busqué con la mirada a mi padre.

    Quizá fuera cierto, quizá debiera aceptarlo.

    Destruir para resurgir.

    ¿Yo mismo no había tenido que perderlo todo para llegar aquí? Detallé la perla dorada en manos de Ukita y sostuve la mirada de Byakko al hablar de la nieve. Respiré diferente, más calmado, y la nostalgia se revolvió con una chispa de calidez. Un yukar, ¿eh? Sí, los recordaba de casa. Empezaba a comprender, a discernir nuestras raíces norteñas de las enseñanzas de los Ancianos, y en ellas encontraba una noción de consuelo. Cerré el ojo y disfruté del yukar, evocando el aullido del viento y los campos cubiertos de nieve. Ocho perros, ocho virtudes. La idea de pertenecer a una manada me excedía, pero quizá debiera acostumbrarme.

    Miré a mi padre de soslayo, las lágrimas que fluían por su rostro vaporoso, y mi corazón se conmovió. ¿Podía considerarme un protector? No estaba seguro. Había vivido tan aislado, tan en soledad, que apenas empezaba a conocerme a mí mismo. Sin embargo...

    —Quiero hacerlo, padre —murmuré, casi como una confesión, mientras recorría a los demás con la vista; Hachi, Tamura, Yume, los shijin, Rengo también—. He conocido personas, hecho amigos. Aquí forjé una vida que creía ajena y perdida. Quiero cuidarlos y atesorarlos, como no pude hacer antes. Chiasa, Itsuki, Hinata. Madre. —Volteé a mirarlo—. Tú.

    Esbocé una pequeña sonrisa, y poco después supe que... que debía empezar a moverme. No lograba oír a Mara sin importar cuánto lo intentara, así que el asunto del pincel tendría que esperar. Por ello, fui junto a Rengo.

    —En cierta forma, nuestros objetivos parecen alinearse. Yo debo cazar al enemigo de los Cielos, y Yuzuki debe guiarte para que lo detengas. El enemigo de los Cielos... —Alcé la vista a la bóveda oscura—. No sé quién sea, pero probablemente esté relacionado al eclipse. Puede que se trate del ser que ideó y ejecutó este plan macabro. Hay otra cosa.

    Suspiré y volví a sus ojos.

    —Amanozako me concedió otro don. Puedo detectar un brillo en la persona con la energía suficiente para restaurar a Amaterasu, y ese brillo... Lo vi en ti, Rengo. Cazar al enemigo de los Cielos y devolverle la vida a Amaterasu, puede que no sean misiones muy diferentes. Yo... no sé qué implique, pero sentí que debías saberlo. También... Mara me dijo que ahora había energía luminosa en ti y que quizá debiera hacer lo mismo con la energía oscura de un kitsune. ¿Tendría que... absorber uno, o algo similar? ¿Qué opinas?

     
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    Amelie

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    Taiki bajó la mirada cuando Kohaku lo nombró; aun había vergüenza y arrepentimiento en su alma; pero no era de Kohaku sanar aquellas heridas, él ya había hecho más que suficiente —Yo debí protegerlos aquel día, no tú — su voz se escuchaba tranquila pero su mirada no se elevaba — Me haces sentir tan orgulloso de que portes en nombre de nuestro clan; no dudes de tu potencial.

    Taiki se alejó brevemente cuando Kohaku se acercó a Rengo, no por huir de aquel encuentro, era recuperar un poco su espacio para recomponerse.

    —El enemigo de los Cielos —Rengo repitió las palabras de Kohaku por inercia absoluta. Después lo dejó terminar su oración —Mara no es, si me hablara ahora seguro también me lo confirmaría—defendió al Dios que se mantenía mudo ante Kohaku, y también parecía que ante Rengo —Pasó lo mismo cuando estuve en Nagoya junto a Kuroki y Kibo.

    Kibo. Seiryu. Kohaku tenía buenos recuerdos de aquel shijin. Y fue entonces cuando Kohaku miró a Byakko, algo en su instinto había madurado; podía distinguir ciertos patrones, intuir ciertas cosas. Si Rengo ya había perdido aquel contacto con Mara junto a Kibo y ahora también justo con la llegada de Byakko, parecía que la presencia de un shijin bloqueaba la conexión de Rengo con Mara.

    —¿Debía saberlo? —Se preguntó Rengo ante las palabras de Kohaku sobre aquel brillo —Si, debía —miró a Kohaku y afirmó borrando la duda que había externado —Gracias, Ko —levantó la mirada al cielo, cómo si aquello le ayudara a escuchar a Mara de nuevo —¿Absorber a un yokai? No creo que sea muy buena idea pero —bajó la mirada a sus manos — Los Harima tenemos sangre yokai. Lo acabo de entender cuando mi abuelo Hoshi murió; Takano; Jiin; Shinrin; Kato; el pequeño Yoro, e incluso Takeda la deben tener —volvió la vista a Kuroki — Mi abuelo Hoshi, él era un yokai; un kitsune para ser precisos.— Rengo miró su vendaje, sonrió y negó mientras apretaba su puño con fuerza para volver a hacerlo sangrar, estiró su mano a Kohaku y le sonrió —Has un pacto conmigo. Prométeme que si pierdo el control, tomarás mi vida. Y con esto aceptarás la energía oscura como parte de ti — Rengo no alejó la mano de Kohaku, esperando que él también sellara el pacto con su sangre; pero Rengo si alejó la mirada para ver a Yuzuki —Perdón, arruiné tu trabajo.

    Hachi se interpuso entre ambos, dándole la espalda a Kohaku, el pelo de la piel de lobo revoloteó con el viento. Rengo veía de frente a Hachi, aun cubierto de sangre helada, y por primera vez, Hachi no sabía que decir; sólo se quedó allí entre los dos. Taiki también se colocó junto a Hachi, aquello le causaba intranquilidad.

    —Hoshi siempre amenazaba con su sangre; y tú hiciste un pacto de muerte con Akishino — reclamó Taiki mordiéndose el labio para que sus demás prejuicios no volvieran a aflorar.

    —Hoshi era admirable —agregó Hachi — Confiaba plenamente en él. Pero tú eres distinto.

    —Jamás le haría daño a Ko — alegó Rengo al instante —Tampoco te hubiera lastimado a voluntad— evitó con todas sus fuerzas mirar el cuerpo de Rei, sintiendo la culpa de nuevo fluir por cada rincón de su cuerpo. A pesar de ello se mantuvo firme —Hoshi confió en mí. ¿No es suficiente? —dijo Rengo hacia Hachi para después mirar a Taiki — Y Akishino quería matar a mis amigos, hice ese pacto para salvar sus vidas.

    —Yo confío en Ren-kun—
    se sinceró Byakko —Cuidó de Kibo. Y si somos sinceros —pausó para sonreír ampliamente —Es el que menos ha matado de los aquí presentes.

    —Takeda siempre ha confiado en ti, eres familia de Takano y Yuzuki en los que también tengo confianza plena — agregó Ukita avanzando junto a Rengo — Yo confiaré en ti.

    —Esto no es mi decisión — dijo Hachi apartándose, dejando a Taiki en soledad. Hachi miró a Kohaku —Es tuya.

    —Yuzuki ya lo ha dicho; las manadas protegen a los suyos —la voz de Hashimoto se hizo presente — No es momento de dividirnos. Además, yo puedo asegurarles algo, Rengo no miente.

    Rengo afirmó y miró a Kohaku —Vamos, Ko — dijo aun con el brazo extendido — La sangre se seca.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa

    Mi padre lucía afectado por toda la situación y preferí respetarlo, sus tiempos y espacios. Seguí la silueta de su espalda al alejarse y sus palabras hicieron eco en mis oídos, una y otra vez. Estaba orgulloso de mí, había dicho. ¿Cuántas fueron las ocasiones donde anhelé recibir un elogio semejante de su parte? ¿Cuántas lecciones tomé, cuántas quejas callé, cuánto me enderecé con la esperanza de convertirme en el hijo que esperaba? Al final todo eso dejó de importar, la villa desapareció y con ella mis responsabilidades. Creía que ya no era necesario. Tomé aire por la nariz y, antes de acercarme a Rengo, me limité a mirarlo, rememorando su momento con Kato. Quizá fuera imposible arrancarnos por completo de nuestras raíces más profundas.

    Pero eso no impedía nuestro crecimiento, ¿verdad?

    Al parecer, el bloqueo de Mara poseía alguna clase de conexión con los shijin. Pensé en aquello de lo cual me había hablado antes, de los volcanes y los shijin surgiendo como fuerzas opuestas y complementarias de los shi tenma. ¿Aún durante el eclipse el bloqueo prevalecía? ¿Sería por estar encerrado en una espada? De cualquier forma, hablé con Rengo y le sonreí, asintiendo, al recibir su agradecimiento. Mentiría si dijera que no me generaba cierta inquietud la idea de cargarlo con un nuevo peso, tan denso e incierto, pero al mismo tiempo quería confiar en él, en su crecimiento, madurez y fortaleza. Quería tratarlo como un igual.

    Lo escuché atentamente, y al ver que la sangre empezaba a brotar de su mano comprendí sus intenciones. No me molestaba establecer un pacto, pero al oírlo, su contenido, sentí mi corazón detenerse por un instante. ¿Tomar su vida... si perdía el control? En el tiempo que me llevó procesarlo, Hachi y mi padre aparecieron. Una a una se sumaron las voces de Byakko y los perros, emitiendo sus opiniones. Hacia el final, apoyé la mano en el hombro de Hachi y esperé a recibir sus ojos para sonreírle. Mi gesto pretendió transmitirle gratitud y tranquilidad, también miré a mi padre y entonces volví a recortar la distancia hacia Rengo.

    —Confío en ti, Rengo —afirmé, sin una pizca de duda—. Creo que he confiado en ti desde esa noche en las costas de Shizuoka, ¿lo recuerdas? Luego de la batalla. Por aquel entonces, tú estabas roto y yo, perdido, pero te dije que el blanco te sentaba mejor, y tú a mí, que me veía mejor sin la máscara. Hoy estamos aquí, tú de blanco y yo sin la máscara, y sé con plena confianza que ambos crecimos. Lo sé.

    Llevé una mano al centro de mi pecho, sereno, y al sonreírle emití un leve suspiro. Ya lo había decidido.

    —Si un pacto del calibre te brinda alguna clase de calma, Ren, lo sellaré sin dudarlo. De verdad. —Extendí mi mano hacia él, y en vez de tocar su sangre, simplemente sostuve su mano con suavidad—. Pero, si lo formulaste así por cualquier otro motivo, pues hay una infinidad de pactos que podemos hacer, ¿cierto? El que tú quieras.
     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami

    Me confundió escuchar que Rengo ahora mismo no podía escuchar a Mara, pero me mantuve en silencio observando la conversación con Kohaku, y atendí también a lo que dijo sobre los Harima y su sangre yokai. Algunas cosas habían adquirido otra profundidad debido a la existencia de Hoshi y con ella algunas piezas encastraron, la noción de los demonios, de los dioses y mucho más. Era inconexo e impropio en el contexto, pero llegué a preguntarme qué pasaría con nuestros hijos. Hijos de sangre, quería decir.

    Ni siquiera sabía si sobreviviríamos esta guerra y estaba pensando más allá.

    Suspiré al ver que Rengo hacía sangrar su mano de nuevo, anticipándome a sus palabras, y ofreció un nuevo pacto... Uno terrible, de hecho. Cuando me miró le dediqué una sonrisa un poco amarga, no porque hubiese arruinado mi trabajo, sino porque estaba poniéndole a Ko la responsabilidad de acabar con su vida, de cargar luego con la energía oscura y por rebote obligándome a imaginar el escenario. Negué suavemente con la cabeza a pesar de todo y lo único que dije, antes de dejar espacio a Ko y los perros, fue una cosa simple y casi obvia, la misma que aplicaba para Takano.

    —Lo volveré a hacer las veces que haga falta.

    Tus vendas.

    Y mi guía.

    Hachi y Taiki reaccionaron, por supuesto, pero también los perros intercedieron. Agradecí sus intervenciones a pesar de que no las creía necesarias, si algo veía en Kohaku era su benevolencia, mucho más consistente que la mía y la del propio Takeda. Rengo le ofrecía un pacto de sangre y él no iría a aceptar su mano nada más, ¿cierto? Incluso así, con esa suerte de certeza, cuando Hashimoto habló para confirmar que Rengo no mentía lo miré y gesticulé un "Gracias" silencioso.

    La respuesta de Kohaku vino después, al escucharlo no pude evitar sonreír, sus palabras fueron serenas, compuestas y a su manera comprensivas. Se me ocurrió que si era él quien debía cazar al famoso enemigo de los Cielos, estábamos en buenas manos. Takeda estaría contento, esta clase de actos... respondían a la justicia que, aunque no podíamos permitirnos, queríamos que fuese la ley de una nueva nación.

    —No todo tiene que suceder en extremos, Ren, ni blanco ni negro, pero entiendo que para personas como tú y como yo a veces el mundo sea más fácil de comprender y navegar balanceándolo así —dije desde mi posición él me mirara o no. De alguna forma mi voz seguía ocupando el lugar de hace años o eso quería pensar, le ofrecía a Rengo compasión y libertad de decisión—. Escúchate a ti mismo antes de decidir, está bien que te anticipes, pero no te precipites.

    Tomé aire y lo solté, elevando la vista al cielo. La nieve seguía cayendo sobre nosotros. No encontré las palabras para decirle que no colocara esa responsabilidad sobre Ko, pues estaría interviniendo directamente en su línea de decisiones, y tampoco supe si era oportuno decirle que no me hiciera pensar en ese escenario, pues respondía justo a lo que ya había mencionado: anticiparse. Debía anticiparme incluso a la posibilidad de perderlo todo. Además, no era el momento para girar a Rengo de regreso a mí, esta decisión era suya incluso si me dolía.

    Pues era él quien podría restaurar a Amaterasu.
     
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    Amelie

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    Rengo recordó el sonido de la playa; la primera vez que vio aquellos ojos. La máscara, el color blanco. Ambos habían madurado, ambos recuperaron sus voces. Pensó que Kohaku cortaría rápidamente su mano y sellarían el pacto, siempre los hacía de esa manera; sin pensar en lo más mínimo en las consecuencias, con rapidez como si aquello entre más rápido terminara mejor; para olvidarlo, dejarlo atrás y pretender que nunca había sucedido. Los pactos de sangre le incomodaban, pues eran una obligación que él debía imponer, y se debía cumplir.

    Nuevamente su pacto fue rechazado; pero a diferencia de Kato, Kohaku no lo obligó a cerrar la mano, lo sostuvo proponiendo un cambio.

    —Tal vez deba hacer pactos que no tengan que ver con la muerte ¿Cierto? — dijo algo avergonzado.

    La voz de Yuzuki lo alcanzó y Rengo se sintió aliviado pues le daba un poco más de tiempo para pensar; después se sintió conmovido, pues no sentía la presión que tuvo en Kamakura, dónde también había tomado una decisión acelerada que le había costado sus emociones. Incluso sus acciones contra Daidoji no fueron correctamente controladas.

    "No te precipites"

    Rengo afirmó; nadie lo estaba presionando, sólo tenía que tomar las decisiones con calma, y no en caliente. Incluso entendió por qué Taiki y Hachi intercedieron; ellos también consideraron aquello una medida extrema.

    Sonrió y miró a Kohaku —Promete que no usarás tu sangre en contra mía ¿De acuerdo?

     
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    Gigi Blanche

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    Finalmente fue Yuzuki la que intervino y, con eso, Rengo pudo pensar las cosas un poco más. Su voz cargó un tinte avergonzado al hablar y sonreí, sin romper el contacto con su mano. Bajé la vista a su sangre, pensé en la ropa, negra, que siempre había usado para disimular las manchas carmín, y murmuré un sonido afirmativo. Jamás sería capaz de comprender el sufrimiento al cual había sido sometido, lo sabía. Lo sabía y por eso una parte de mí lo admiraba, que aún fuese capaz de amar y de reír con pureza. Era un muchacho increíblemente fuerte.

    —Tal vez —concedí, riendo apenas—. Al fin y al cabo, hay muchas personas que quieren que vivas.

    Rengo era querido, lo había sido desde que lo conocí, y me alegraba la idea de que finalmente empezara a entenderlo. Aguardé, sereno, a que tomara una decisión, y su sonrisa delató su resolución incluso antes de que la dijera. No expresé el alivio que sentí, pues en parte lo consideraba egoísta, y reflejé su gesto. Después de todo, el muchacho frente a mí era el mismo al cual Ebisu... quería decir, los kitsune, me habían... enviado a matar. La idea me sacudió repentinamente, pensé en Daidoji y creí percibir una pulsación de amenaza, pero de momento lo callé.

    —Ese es un pacto sencillo —acoté, otra vez, riendo levemente.

    Solté su mano, desenvainé mi katana y abrí un pequeño tajo en mi palma. Ignoré la punzada de dolor y estreché la mano de Rengo con fuerza, cubriendo la unión con mi mano restante. Me mantuve en sus ojos y le sonreí.

    —Prometo no usar mi sangre en tu contra, ni hoy ni nunca —pronuncié, por si acaso, y una vez estuvo el pacto sellado le eché un vistazo a nuestras heridas, primero, para mirar a Yuzuki después—. ¿Me enseñarías a limpiar y curar esto? Suena a una buena primera lección.

    la verdad que no sabía que Kohaku tenía que poner de su sangre también, pero lo agregué en el post sólo porque Rengo lo mencionó recién JAJAJA cualquier cosa edito

    Also, no sé si pueda usar mi hab de curación así farmeo exp :D

     
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    Zireael

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    Yuzuki Minami

    La conclusión de Rengo cuando Kohaku no aceptó el pacto me hizo sonreír en una mezcla de gracia y ternura, pues era un asunto complicado. Rodeado de muerte y sangre, vestido de negro para ocultarla de nosotros, no era extraño que todos los... tratos que este niño ofrecía estuvieran vinculados de forma inevitable con eso, pero creía que parte de mi guía y, sobre todo, parte de mi trabajo como su figura materna era hacerlo ver que había cosas más allá. Mi perenne colisión con Kato era por esto. Porque sí, había maldad, a veces debíamos definir las cosas en términos de utilidad, pero no solo eso.

    Lo que dijo Ko me forzó a tragar grueso, arrastrando consigo un nudo de lágrimas que siquiera había notado estaba formándose, y más allá de mí pensé en sus hermanos y en Aki. Ninguno de nosotros quería perder a Ren, mucho menos saber que si algo pasaba era Kohaku quien cargaba semejante responsabilidad, pero con la posterior reformulación del pacto pude respirar con algo más de calma.

    El pacto se selló, yo tomé aire y cuando recibí la mirada de Kohaku me reí por lo bajo, acercándome a ambos ahora sí. Antes de hacer nada estiré la mano para picar a Rengo con el índice en el centro de la frente.

    —No me asustes así —lo reprendí sin una pizca de molestia real, luego miré a Ko y le dediqué una sonrisa suave—. Me parece una muy buena primera lección. Los hijos de Kato, como puedes ver, tienen el hábito de lastimarse varias veces al día. Tengo mucha práctica, podría limpiar y vendar con los ojos cerrados.

    Por la tontería extraje un par de cosas, tomé la mano del muchacho y cerré los ojos un momento antes de empezar a limpiar el corte en su mano. No me quedé así, claro, al final posé la vista en la herida y mientras me encargaba de atenderlo le fui dando indicaciones que a primera vista parecían sencillas, pero fueron meticulosas y detalladas. De todas formas, aunque la tarea era breve, picoteé algunas palabras en medio.

    —Gracias por todo, Ko —murmuré mientras le enseñaba cómo colocar correctamente la venda para que no fuese a soltarse ni incomodara demasiado con el movimiento—. Me alivia poder verte de nuevo, con Hachi y los demás, aunque Amanozako se haya puesto simpática en los intermedios. Me alivia mucho, sobre todo porque en las islas no los vi cuando partieron.

    Al terminar giré con cuidado su mano en varias direcciones, para que pudiera ver el resultado, y volví a sonreírle.

    —Listo, ¿crees poder repetir lo que te expliqué? Puedo guiarte para que te encargues de la herida de Ren —ofrecí sin mucho problema, observando al menor de los Harima un momento—. De ahora en adelante siempre tienes que ver lo que haga, cada herida que atienda, cada revisión, cada limpieza y cambio de vendajes, si estás junto a mí te explicaré todo mientras trabajo y responderé todas las dudas que puedas tener. Intentaré explicarte cosas incluso mientras estemos en movimiento.

    si Ko puede usar la hab ahí le dejé a Renguito de conejillo de indias :D maternidad responsable que llaman
     
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    Amelie

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    Rengo sonrió cuando aquel pacto era recibido con tranquilidad; la sangre de ambos selló aquel pacto ante el silencio absoluto de Taiki y Hachi; quienes de los presentes eran los únicos que mostraban preocupación por lo que aquello pudiera significar.

    Taiki dijo algo hacia Hachi en voz lo suficientemente baja para que sólo él pudiera escucharlo.

    Después de las palabras de Kohaku hacia Yuzuki, Rengo afirmó para sentarse pues se sintió mareado, así que observó como Yuzuki atendía a Kohaku en silencio, para después extender su mano hacia Kohaku.

    —Tamura —mencionó Hachi con tranquilidad — Mientras ellos se recuperan, por favor ayúdame —dijo colocándose a un lado del cuerpo de Rei.

    Tamura afirmó entendiendo que quería hacer Hachi. Ukita y Yato también los ayudaron al ver lo complicado que era mover a alguien de las dimensiones de Rei.

     
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    Gigi Blanche

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    Al sellar el pacto sentí una atípica oleada de energía fluyendo hacia mi cuerpo. No era del tipo que acostumbraba, en cierta forma la percibía más densa, y supuse que la idea de Rengo había funcionado. Llevé una mano a mi pecho, tomé mucho aire y cerré un momento el ojo, concediéndome el tiempo suficiente para asimilar la sensación. Luego, busqué con la mirada tanto a mi padre como a Hachi. Esto debía ser particularmente difícil para Taiki, quien había dedicado su vida a erradicar la energía oscura. Tendría que hablar con él más tarde.

    Le concedí mi entera atención a Yuzuki, tanto sus movimientos como sus indicaciones. Haber estudiado tantos años junto al herborista de la villa me había dado una pequeña base de observación, puesto que su casa y la clínica se encontraban lado a lado, y con frecuencia los heridos y enfermos acudían de una a otra para tratar sus dolores. Hasta ahora había evitado explorar la medicina por la impresión que me causaban la sangre y la carne abierta de otra persona, pero eso ya era historia del pasado. Tenía que serlo.

    La herida escoció y pinchó un poco, pero su trabajo era puntilloso y lo soporté sin mayores problemas. Al oír su agradecimiento, alcé la vista a su rostro y solté el aire despacio, sin encontrar nada que responder de primera mano. Desvié la mirada a Rengo, aunque no busqué sus ojos, y recordé lo que había pensado en las islas, uno de los motivos por los cuales había aceptado la misión de Hachi en Kioto. Era mejor si me movía yo y no él, pues su pérdida arrastraría el dolor de muchas personas. ¿Lo seguía creyendo?

    —No pasa nada —murmuré, y fabriqué una sonrisa que luciera tranquilizadora.

    Una vez hubo terminado su trabajo, alcé la mano frente a mí y la moví, comprobando que la venda me quedaba cómoda y que no me molestaba al rozar la herida. Los dos desviamos la vista a Rengo al mismo tiempo y me reí en voz baja, pues estaba allí, sentadito en el suelo, y de repente me dio ternura. Me acuclillé frente a él.

    —Técnicamente esto es mi culpa, así que... —Sostuve su mano otra vez e inspeccioné la herida—. Muy bien. Dime si te duele, por favor.

    Estaba siguiendo las indicaciones de Yuzuki cuando la voz de Hachi se alzó en segundo plano y no pude más que notarla. Detuve mi labor con cuidado y desvié la mirada, viendo que se reunían en torno a Rei para cargarlo. Apreté los labios, conflictuado, y regresé a la mano de Rengo en silencio. Quería acompañar a Hachi en esto, caminar y permanecer a su lado, pero también era un deseo egoísta, ¿verdad? Había asumido la responsabilidad de atender la herida de Rengo y no podía sencillamente irme y dejarlo a la mitad. Aprender de Yuzuki era más importante que... que estar allí. Más útil. Más eficaz.

    ¿Verdad?

    Transcurridos unos pocos minutos, el conflicto dentro de mi mente se tornó casi insoportable y exhalé por la nariz con pesadez. Ya había limpiado la herida, sólo quedaba vendarla.

    —Lo siento, ¿podrías encargarte de lo que queda? —pedí a Yuzuki, apenado, y le concedí una sonrisa algo tensa a Rengo—. Lo siento.

    Me puse en pie y comencé a andar el camino que habían hecho Hachi, Tamura y los demás.
     
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    Amelie

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    Rengo miró la herida cuando Kohaku mencionó que aquello era su culpa; pensó en que dolería pero consideraba que aquello era mejor a soportar una infección, esas eran peores a largo plazo y más cuando se acompañaban de fiebre — Perdón, ya he hecho esto varias veces y no aprendo. Debería cortar el antebrazo; la cicatrización en la palma de la mano tarda mucho en sanar por los movimientos, y lastima al sostener un arma. Pero siempre se me olvida; pero ya no actuaré sin pensar antes. Lo prometo —dijo para después esperar a que Kohaku terminara —No te disculpes, gracias por el cuidado; ve con ellos, tranquilo — concluyó para después extender su mano hacia Yuzuki para que lo ayudara a vendarse; era algo que él podía hacer, pero le gustaba que Yuzuki lo hiciera, dejaba algo de su olor y aquello le reconfortaba. Sonrió hacia ella —No sé que es lo que se supone que debo hacer con eso del enemigo de los cielos; pero no queda más que seguir ¿No es cierto? Eso es lo que Takeda me dijo una vez, que en este camino sólo hay dos errores: no seguir hasta el final, o no haber comenzado.




    Ukita y Yato cavaban una fosa con un par de madera que habían rebanado para curvearlas un poco, funcionando como grandes cucharillas; Hachi y Tamura preparaban el cuerpo de Rei; separando sus objetos personales, limpiando su rostro y arreglando su cabello.

    Kohaku se acercó a ellos mientras conversaban.

    —... Vas a tener que dejarlo, te va a costar trabajo. Yume te lo advirtió — mencionó Tamura mientras suspiraba al ver a Rei.

    —Tal vez pueda hacerlo después de la guerra — contestó Hachi mientras Tamura iba a quitarle el parche a Rei; pero Hachi lo detuvo —No, déjalo; ya era parte de él.

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    Kohaku Ishikawa

    —Tomaré tu consejo —murmuré hacia Rengo, junto a una risa leve—. Tener una molestia en la palma de la mano es un incordio, y más en estos tiempos. Yo también podría haberlo pensado mejor.

    Les sonreí una última vez antes de retirarme. Comenzaba a alejarme cuando, de repente, Chiasa se trepó a mi hombro y chilló suavemente, aferrándose con firmeza a mi ropa. Una vez los alcancé, vislumbré el escenario desde algunos metros de distancia y me detuve momentáneamente, dubitativo. ¿Me correspondía involucrarme? ¿No había ya la suficiente cantidad de personas? Tomé aire, intenté silenciar mi mente y retomé mi andar, recogiendo otra cucharilla de madera. Más allá de Hachi, yo también quería despedir a Rei. Clavé la pala en la tierra, hice palanca y comencé a cavar junto a Ukita y Yato, en silencio. El movimiento era cíclico, aprendido, y me di cuenta que ya sabía hacer esto. Las tumbas de mi madre, mi padre, mis tres hermanos y mi maestro.

    Las había cavado todas.

    ¿Nos volveríamos inmunes al dolor? Probablemente no, pero sí parecía punzar un poco menos cada vez. Me alcanzaron retazos de la conversación de Tamura y Hachi, aunque siquiera consideré intervenir. Una vez la fosa tuvo la profundidad suficiente, dejé la pala de madera junto al montículo de tierra y me acerqué lentamente a Hachi.

    —Ya está lista —murmuré, mas retrocedí un paso y agaché la mirada.

    Si deseaba otro poco de tiempo para despedirse de Rei, debía permitírselo a sí mismo.

     
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    Yuzuki Minami

    Ko había prestado atención como se lo pedí, también había respondido a mis palabras y yo me enfoqué entonces en hacer todo incluso mejor que lo normal. Así como debía hacerme a la idea de que podría perderlo todo, también tenía que pensar lo que podía pasar conmigo... Si algo me pasaba quería confiar en que los demás podían salir adelante.

    En todo caso, vi el momento de conflicto en Kohaku cuando los demás estaban reuniéndose para mover a Rei y lo dejé pensar, pues también debía hacerlo por sí mismo como Rengo. A mí nada me parecía más importante que estar con mi familia, era por eso que había ingresado en la muralla y por lo que había ido a las islas. ¿Dejar esto a medio camino? Ni siquiera me parecía importante, pero comprendía que para él sí lo fuese.

    —Ve con ellos —murmuré, tranquila, a la vez que le dedicaba una sonrisa ligera y relevaba su trabajo—. Te necesitan.

    Rengo había extendido su mano hacia mí, así que comencé a vendarlo con delicadeza y me tomé más tiempo del que necesitaba, en parte para dejar que los demás tuvieran un momento. En todo caso, las palabras del menor de los Harima me hicieron alzar la vista a él y su mención a Takeda me hizo recordar que ellos estaban allá, librando una batalla.

    —No creo que ninguno de nosotros sepa qué hacer al respecto —respondí mientras revisaba mi trabajo con la venda y luego de un suspiro, decidí hablar de nuevo—. Takeda y yo somos parecidos, por eso elegí quedarme a su lado más allá de... de que fuese lo que se esperaba de mí, de mi clan. Por eso estamos en esto juntos, Ren, porque en efecto en este camino solo hay dos errores y ya no nos permitiremos cometerlos. Seguiremos hasta el final.

    Con la venda lista, lo solté con delicadeza y me incliné en su dirección para tomar su rostro entre mis manos, acunando sus mejillas. Me estiré para dejarle un beso en la frente, suave y cálido, y al retroceder lo miré.

    —Tú y yo, mi niño —susurré sin dejar ir su rostro todavía, confiriéndole caricias delicadas—. Si algo pasa... si algo como esto se repite, me corresponde a mí llegar a ti a tiempo. No olvides que pude llegar a ti ya una vez.

    Lo solté entonces, me puse de pie y lo miré desde arriba. Después desvié la mirada, sentí la nieve de nuevo y respiré con cierta pesadez.

    —Deberíamos acompañarlos —dije hacia él y hacia Hayato—. Por ellos y por Aki. Tanto que lo regañé, a Rei, para que al final esto sucediera así.

    La segunda parte de la frase fue una queja, un lamento, y sentí que se me humedecían los ojos. ¿Cuántas personas veía morir? ¿Cuántos había matado yo? Ya no lo sabía.
     
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    Rengo observó su mano vendada, limpia —Siempre estás conmigo — le aseguró a Yuzuki — No necesito verte para saber que estás aquí — acomodó el cabello de Yuzuki detrás de su oreja — Quisiera no tener que preocuparte; quisiera que todos a los que quiero se apartaran de esta guerra. Sé que no es posible; y por ello sé que debo pelear.

    Afirmó cuando mencionó que debían acompañarlos a dónde Rei; nuevamente su mente le instaba a correr, a salir de allí; pero aquello cada vez era una voz interna bastante molesta, una voz que recordaba que su miedo seguía con él y que nunca lo abandonaría. Avanzó junto a Yuzuki, debía estar allí.

    Cuándo Kohaku pronunció que la fosa estaba lista, Hachi se aferró a la ropa de Rei por crudo instinto. Tamura lo notó —Cuando estés listo — reafirmó la intensión de todos los presentes.

    —No recuerdo el rostro de mi padre — dijo mirando el de Rei —Tengo miedo de también olvidar el tuyo. Irte perdiendo lentamente —soltó la ropa de Rei para guardar algunas de sus cosas entre las suyas. Después miró a Kohaku y afirmó mientras se posicionaba para levantarlo; Tamura, Ukita y Yato lo ayudaron a colocar con cuidado el cuerpo de Rei en la fosa.

    Hachi limpiaba sus lágrimas con rigor; mientras le ayudaban a ir cubriendo a Rei con nieve y tierra. Los puños del arquero temblaban completamente comprimidos, y cuando liberó sus manos de aquella rigidez fue sólo para caer de rodillas. Parecía que iba a lanzarse al pecho de Rei; pero su movimiento fue rápido al alcanzar la flecha la cual retiró del cuerpo para después levantarse y clavar la mirada al cielo oscuro, tomó su arco y recargó la flecha con la sangre de Rei y disparó al horizonte.

    La flecha voló con una nueva fuerza, perdiéndose con gran velocidad entre la nieve y sin saber a dónde alcanzó a llegar.

    2ee7944825e8801740b182addb564d66.jpg

    —Qué sencillo es sólo observar ¿No es cierto?— recriminó Hachi al viento.

    La nieve y la tierra siguieron cayendo sobre de Rei hasta que su cuerpo se cubrió por completo.

    —Nuestra cacería ha terminado— dijo Hachi — Descansa, Rei. Deja todo en mis manos y —pausó cerrando los ojos y llevando su mano al hombro—Gracias.

     
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    Gigi Blanche

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    Kohaku Ishikawa

    Aguardé, quieto y en silencio, detallando el vaivén de ciertos copos de nieve e intentando no verme arrastrado por las corrientes del pasado. La voz de Hachi me alcanzó y pensé en Tateyama, en la silueta vaporosa de su padre al pie del acantilado. La sonrisa gentil, el cabello lacio, oscuro, y la venda ornamentada sobre su ojo derecho. Transcurrido un tiempo, entre los cuatro dispusieron el cuerpo de Rei dentro de la fosa. Mientras tanto, había reparado en un arbusto a cierta distancia o al menos lo que quedaba de él. Me acerqué, despacio, y esbocé una muy pequeña sonrisa.

    Al reunirme con el grupo de nuevo, Hachi había quitado la flecha del pecho de Rei y la disparó, el silbido perdiéndose en el aire. Sus palabras me hicieron regresar la vista a su perfil y me pregunté si se refería a Shinatobe, a la misión divina que lo había forzado a... a matar a su padre. Uno de ellos. El enemigo de los Cielos... Probablemente no ocurriera, pero ¿qué haría si resultaba ser alguien a quien apreciaba?

    Volvimos a echar la tierra en la tumba, luego giré el pequeño ramillete blanco entre mis dedos y, cuando se instauró un silencio, me incliné para apoyarlo sobre el pecho de Rei. Aralia, una de las pocas especies que resistía períodos de oscuridad. Su silueta pronto comenzó a camuflarse entre los copos de nieve y tuve que tomar mucho aire de forma disimulada. Las corrientes del pasado insistían, y yo aún me negaba.

    —Adiós, Rei —susurré.

    Me situé junto a Hachi, y simplemente apoyé una mano en su hombro.
     
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    Zireael

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    Las palabras de Rengo me hicieron dedicarle una nueva sonrisa, lo dejé acomodarme el cabello y traté de no pensar más en los potenciales resultados de todo esto, porque de hacerlo conectaría con el miedo de la forma en que había conectado con la aparición de Daidoji. Si me detenía a pesar podía ceder al peso que cargaba encima y entonces no sabía si podría levantarme.

    Debíamos pelear, no teníamos opción.

    Avanzó junto a mí y en cierto punto, para dejarles algo de espacio, me detuve. Vi la forma en que el muchacho se aferraba a las ropas de Rei y sus palabras me alcanzaron, luego los vi descender el cuerpo a la fosa y parpadeé para disipar las lágrimas. Entendía que este duelo no me pertenecía, pero lo veía en los demás y entendía que Rengo, también, se sintiera responsable por estos resultados. Cargábamos responsabilidades y vidas en nuestras espaldas de mil maneras distintas.

    Hachi extrajo la flecha del cuerpo de Hachi y esta se perdió con un silbido en el horizonte, más allá de la fosa, la destrucción y la nieve. Permanecí en mi lugar, pasé saliva al ver a Ko apoyando la mano en el hombro ajeno y, en silencio, también despedí a Rei. Mantuve la vista en la dirección en que se había perdido la flecha y en el mismo silencio que lo despedí, elevé una plegaria por su vida, la vida que había entregado en manos de uno de sus hijos.

    Por la lealtad que había demostrado.

    Y los errores que había deseado enmendar.
     
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    Amelie

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    El contacto de Kohaku obligó a Hachi a soltar el aire que tenía contenido, relajándose brevemente. Él se quedó allí mientras el tiempo pasaba; los demás iban dispersándose; Hashimoto comenzó una fogata con ayuda de los emishi. Byakko parecía distraer un poco a Hayato con un juego de pelota. Yato recibía nuevamente a Taro entre sus brazos mientras Kumo revisaba la salud del gato.

    Togashi y Ukita comenzaron a explorar aquella ciudad en cenizas en busca de algo que les fuera útil

    Tamura dio una serie de pequeñas palmadas en la espalda de Hachi —Iré a preparar la cena, es importante que comamos —dijo sin estar seguro si era aun día u noche. Hachi afirmó y Tamura se comenzó a alejar dedicándole una sonrisa apagada a Kohaku, simplemente porque la situación en la que estaban no era agradable.

    Rengo permanecía atrás de Hachi y Kohaku, sólo pensaba en disculparse a cada segundo; pero no lo externó porque arruinaría aquel momento. Deseo con todas sus fuerzas que el espíritu de Benkei o Natsu se materializara a su lado para aconsejarle; pero ninguno apareció.

    "No soy capaz de soportarlo, no puedo, no quiero"

    Recordar cuando perdió a Natsu le hizo sentir un frío en la espalda; y sólo deseó que tanto Natsu como Benkei, hubieran trascendido sin siquiera pasar el juicio final. A pesar de ello, debía seguir orando por ellos. Y recordó que a Seikanji también lo consoló cuando perdió a su familia, diciéndole que el cielo no pedía permiso para llover.

    "Al igual que una vela no se puede quemar sin fuego, los hombres no pueden vivir sin una vida espiritual"

    —el camino a nuestro juicio que compete de cuarenta y nueve días; son treinta y cinco lunas los que llevo orando por Natsu para que su espíritu pueda ir al Tengoku y pueda descansar —Dijo acercándose a Kohaku y Hachi — Por Benkei empecé a orar tarde por él porque supe tarde de su partida; pero no creo que Benkei necesite mucha ayuda para justificar su vida —miró a Hachi — Cuando sea el día cuarenta y nueve de cada uno de ellos y estén bajo el juicio del Rey Taizan... yo estaré allí, orando por ellos. Diciendo todas sus cualidades. Hoy, iniciaré mis oraciones por Rei
    —No es momento de hablarme de espiritualidad, agradezco tus palabras y tu acción de oración; pero no es el momento — dijo Hachi hacia Rengo para después alejarse del resto.

    Rengo lo vio marcharse y miró a Kohaku —Lo siento —dijo sinceramente para después volver con Yuzuki, la miró y sonrió — Buscaré a Togashi y Ukita. Volveré pronto —dijo alejándose hacia los escombros.

    —Tu amigo —la voz de Kumo se escuchó baja a un lado de Yuzuki —El que fue envenenado con tetrodotoxina ¿Cómo sigue?

     
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    Si bien yo podía hablar con Rengo desde una posición de madre, era complicado hablarle desde otro lugar. Lo pensé cuando mencionó a Natsu, al animarse por fin a hablarle a Hachi, y suspiré con pesadez algunos pasos detrás de él, habiéndole dejado espacio para actuar como le pareciera correcto. La respuesta del muchacho a sus palabras fue comprensible y esperable, siquiera me concernía meterme, y hasta cierto punto había hecho lo que podía por Ren ahora.

    Cómo lidiaría con esto de aquí en más estaba en sus manos, podía guiarlo y mostrarle diversos caminos, pero la decisión final era suya. Era necesario que sorteara estas cosas por sí mismo, que encontrara formas de convertir errores terribles en motivaciones. Daidoji era el principal culpable, pero había usado a Rengo para sus medios y no podíamos negar lo que eso generaba.

    Al escuchar a Ren disculparse con Kohaku no pude evitar suspirar de nuevo y mis ojos viajaron a la silueta de Hachi, alejándose. No sabía si lo mejor era darle espacio o que Ko fuera con él. Igual ahora... ahora todo dolía en todas direcciones, ¿cierto? Dolería por mucho tiempo.

    El menor de los Harima volvió conmigo, reflejé su sonrisa y afirmé cuando me dijo que buscaría a Togashi y Ukita. Quizás respirar un poco lejos del centro del caos también fuese necesario para él.

    —Ten cuidado, Ren —le dije antes de verlo alejarse—. Si me necesitas, ven a buscarme.

    Mis ojos recorrieron el espacio en búsqueda de algo en qué apoyar a los demás, noté a Hashimoto y los emishi con la fogata, a Byakko distrayendo a Hayato y agradecí este gesto. No lo decía, pero me sentía mal porque de alguna forma debía enfocarme en Rengo y Hayato, a pesar de seguir siendo un niño, debía adaptarse a todo. A la oscuridad que había estado por absorber a Ren en las islas, a los sustos que se llevaba con frecuencia y cómo debía esperar a que ordenara parte de eso antes de ir a su lado y calmarlo. En cómo había tenido que declararse mi protector, porque volví a él débil e incompleta.

    Estaba pensando en ello cuando fui consciente de nuevo de la sangre que me cubría por sectores, sangre ajena, y por un instante estuve por ir con Byakko y Hayato para distraerme también cuando la voz baja de Kumo me alertó de su presencia a mi lado. Lo miré y alcancé a dedicarle una sonrisa cansada.

    —¿Takano? —pregunté y me hizo gracia la noción de "amigo"—. Está vivo y mejor que yo, sin duda.

    La broma fue un poco ácida, pero alcé el brazo izquierdo, donde faltaba mi mano. Al volver a bajar la extremidad solté el aire por la nariz y al hablar de nuevo, otra vez, no caí en la forma en que lo hice.

    —Gracias por preguntar, cariño. En lo que respecta a venenos, estará bien de ahora en más. Digamos que logré lo que pretendía cuando te conocimos en Toyama, aunque... no necesariamente de la manera en que lo planeaba —añadí después y me enjuagué el rostro con la mano derecha, me sentía agotada, pero procuré mantenerme atenta a cualquier cosa extraña que pudiera presentarse—. En las islas esperaba saber algo de ti. Los demás cuidaron muy bien de Fukuro.
     
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    [Hachi; Kohaku; Tamura; Ukita; Yato; Yuzuki; Hayato; Togashi; Rengo; Hashimoto; Kumo; Byakko; Inukawa; Inuzuka]
    [Yurei: Taiki; Kozaemon]


    Kumo miró aquel brazo con una normalidad que se sintió al instante, asintió al saber de los venenos; no acotó nada al respecto, Kumo no solía indagar en respuestas; sólo hacía una que otra pregunta esporádica, era una manera de mejorar socialmente con un grupo con el que debía estar aliado en aquellos momentos; e iba a dejar la conversación en ese instante; pero Yuzuki mencionó a Fukuro y esto lo hizo sonreír involuntariamente.

    —Fukuro siempre ha sido muy fuerte; incluso ahora que está en sus últimos años — Aquella sonrisa se disipó al instante — Cuándo Fukuro perdió uno de sus ojos, pensé que moriría allí; pocos animales sobreviven a heridas tan graves sin cuidado médico. Esa es la ventaja de ser humano, poder hablar para pedir ayuda a un médico. Los animales no tienen eso, una herida grave representa en gran medida a la muerte —dijo para después señalar aquella sangre ajena en su ropa — La sangre ajena en un animal representa su cacería, una victoria; en personas cómo tú representan segundas oportunidades que regalas a alguien más —la miró — Una mujer cómo tu salvó la vida de Fukuro, por eso agradezco que existan personas cómo tu —Kumo concluyó y vendó nuevamente sus ojos para reunirse con Fukuro y Taro, el gato negro de Yato.
     
    • Adorable Adorable x 3
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