Mimi Honda —¿Quieres explicarme cómo le doy una puntuación a algo que no sé cómo es?—repliqué rodando los ojos ante su mohín lastimero—. Nunca he visto uno en persona. Me enteré poco después que Liza no había sido la mejor estudiante. Me sorprendía un poco, la verdad. Era una persona inteligente. Pero a veces la inteligencia no era suficiente para obtener buenas calificaciones: se necesitaba memoria y atención. Y no estaba segura si reunía cualquieras de esas dos cualidades. Por mi parte yo sí había sido una buena estudiante, me exigía mucho a mí misma. Además en la escuela para señoritas en la que estudiaba todas éramos hijas de personas en posiciones privilegiadas, así que la competitividad incluso si estaba bastante enmascarada estaba a la orden del día. Y yo... no era la persona más agradable con la que estar por aquel entonces. Ugh. En cualquier caso era una bonita idea. Ciertamente no habíamos pasado tiempo juntas como tal, casi no teníamos tiempo. Pero no podía evitar pensar que en el contexto en el que nos encontrábamos casi sonaba como... ¿una cita? Es decir, no es como si dos amigas no podían salir juntas por ahí sin más, era algo muy típico. Y habíamos salido a solas a conocer lugares antes, como cuando hicimos turismo por Ciudad Libertad. Pero. Me incorporé para tomar a Dex y se la extendí con curiosidad al volver a sentarme a su lado, intrigada por las imágenes del sitio. ¿Aqua Poképolis? Sonaba como un parque acuático. Y a juzgar por la descripción de su padre no parecía alejado de eso. Nunca había oído de un acuario que permitirse a sus visitantes nadar entre pokémon de agua. Todo estaría bien con la idea si no fuera por un detalle crucial. —Liz—le mencioné en voz baja, algo avergonzada de lo que iba a contarle. Enderecé mi postura y me aclaré la garganta—, no sé nadar.
Liza White Tomé la pokédex que me extendía y le pedí a Dex que nos mostrase imágenes de su página web. En realidad también era mi primera vez viendo el lugar; mi padre solo me había planteado varias opciones, y me lancé a la del acuario de cabeza, sin pensarlo siquiera. ¿Un acuario inmersivo mezclado con un parque acuático? ¡Ya estábamos tardando en ir! El asistente virtual de Mimi fue pasando las fotografías lentamente. Divisamos visitantes caminando bajo un hermoso túnel submarino, embelesados con los Gyarados, Sharpedo y Horseas que nadaban al otro lado del cristal, en un habitat que simulaba el fondo marino. Le siguió una zona adaptada a los climas más fríos, donde Eiscues se deslizaban sobre el hielo y los Sealeos y Spheals animaban a los niños agitando sus aletas. Un laberinto de corales, lugares con las luces apagadas, donde el brillo natural de los pokémon como Chinchou o Lumineon conferían al recinto de un ambiente vibrante y onírico. Después le siguió una amplia explanada, una especie de escenario, donde unas chicas hacían un espectáculo entre Palafins y Wishi Washis. Otra área al aire libre donde unos adolescentes jugaban entre Luvdics y Mantykes... ¡Y alguna que otra piscina de fondo! ¿Eso de allí era un tobogán? Me brillaban los ojos de la emoción para cuando Mimi me llamó, en voz baja y vacilante. Me incliné un poco para poder oírla mejor, intrigada de repente, y su confesión me causó cierta ternura. Me contuve de estrujarla un poco; no podría hacerlo igualmente, tenía las manos ocupadas, pero se entiende el sentimiento. —Tranquila —Le aseguré en voz baja. Le dirigí una sonrisa amplia que buscaba brindarle seguridad y comprensión—. Puedo ayudarte con eso. Y si no te sientes cómoda, nos quedaremos en las zonas donde no cubre. Pinky promise. —Si las cosas no han cambiado mucho desde la última vez que estuvimos, os recomiendo visitar el espectáculo de luces. Es el último espectáculo del día, en el escenario del exterior —Edward nos permitió hablar nuestras cosas sin cuestionarnos. Brindaba demasiado espacio a las personas en ese aspecto, y eso era de agradecer. Le había dado tiempo a entrar en casa y sentarse en el sofá un rato, antes de ponerse con la cena. Scruffy ya se le había abalanzado sobre el regazo para ese entonces—. No os describiré mucho para que sea sorpresa, pero haced caso a este viejo carcamal, que sabe de lo que habla. —Espectáculo de luces: anotado —asentí, aunque dudaba retenerlo en el tiempo. Probablemente escribiría algún itinerario en una servilleta más tarde—. Te agradezco mucho la ayuda. Mi plan iba a ser tan simple como ir a comer por ahí y luego ir al cine o algo así. Soy muy mala con estas cosas —Me volví hacia Mimi, aguantándome la risa al recordar algo—. ¿Te puedes creer que me interrogó si iba a ir con un chico o no? Si ese era el caso, no iba a decirme nada. ¡Nada! —Ya te dije que nada de novios hasta los veinticinco —reafirmó su punto con firmeza, inamovible. —Me dijiste hasta los dieciocho, y te recuerdo que ya los tengo —Alcé una ceja con suspicacia—. ¿En qué momento has aumentado la cifra? Además —Añadí, soltando el aire por la nariz—, ¿no crees que es muy ingenuo de tu parte bajar la guardia con las chicas? ¿Crees que no son una amenaza para tu papel de padre sobreprotector? Edward entrecerró los ojos, valorando la situación. A veces podía llegar a ser tan básico. Le devolví la mirada, con mi mejor cara de niña buena, de no haber roto un plato en mi vida, cuando lo irónico de la situación me estaba dando bastante risa. Sobre todo sabiendo... Bueno. Todo eso que nos rodeaba a ambas. Pero de eso él no tenía idea. Intercambió una mirada entre Mimi y yo, pero recuperó la serenidad bastante pronto. Como si, dentro de ese papel, no hubiese una intención real de cortarme las alas. Solo una preocupación... un tanto llevada al extremo. —¿Debería replantearme mi sugerencia, entonces? —cuestionó, con cierta gracia mezclada con la advertencia intrínseca en su voz. —Nah —Le guiñé un ojo, resuelta—. Solo era un sabio consejo de tu hija. Nada del otro mundo. Nos mantuvimos charlando un poco más, hasta que mi padre nos advirtió de que tendría que salir a comprar algún que otro ingrediente faltante para la cena. Edward se volvió especialmente hacia Mimi: no era difícil adivinar en la animosidad de su expresión que le había agradado la chica. Aunque dudaba que hubiese alguien en este mundo a quien ese hombre bonachón no apreciase. Tenía ese tipo de facilidad. —Bueno, Mimi, ha sido un placer poder hablar contigo al fin —Le aseguró con honestidad—. Tienes una segunda casa aquí para cuando la necesites; cuando nos visites procuraré que pruebes mi afamado plato estrella. Sé que te encantará. Probablemente ambas palidecimos al mismo tiempo. —Oye, ¿tú no eras alérgica a eso? —Le di un ligero empujoncito a la chica para que me siguiese el juego, gesticulando bastante mal para variar—. Ya sabes, eso que se usa para hacer su plato estrella. "Estoy salvándote la vida, sígueme el rollo, idiota".
Mimi Honda Las imágenes del lugar eran preciosas. Las que más me gustaron fueron las que habían sido hechas en zonas a oscuras donde la única luz era la bioluminiscencia procedente de los Pokémon acúaticos detrás del cristal. El ambiente era casi mágico. Me imaginaba caminando por esos pasillos y apreciando la belleza de los escenarios marinos simulados. Y parecía que no saber nadar no sería tanto un problema si Liza estaba dispuesta a enseñarme. Aunque prefería aprender antes de ir, la verdad. Era mucho más fácil flotar en el mar que en un piscina por su densidad, a no ser que esta fuese de agua salada. Udan podía ser un buen lugar donde practicar. Huh. —Trato hecho, Pumpkin—le dije burlonamente y tomé su meñique con el mío para cerrar la promesa. Imaginaba que si a Edward le preocupaban tanto los chicos era porque uno: No sabía que su hija era bisexual; y dos: No sabía de la existencia de Nikolah o al menos de los sentimientos de su hija por éste. De modo que cuando ella mencionó el hecho de que las chicas podían ser una amenaza a su papel de padre protector casi me ahogué con mi propia saliva. ¿E-en serio...? Le dirigí una mirada de soslayo y le di un codazo disimulado a la altura de la costillas. Tuve que recordarme a mí misma que no se refería solo a mí. Aunque la mirada suspicaz que Edward nos dirigió después como si acabara se percatarse de ese detalle me hizo creer que había pensado exactamente lo mismo. El plato estrella de Edward debía ser la lasaña hipercalórica que Liza había mencionado con anterioridad, ¿verdad? No quería tener nada que ver con ese monumento a la grasa, así que cuando me lanzó un salvavidas lo tomé sin preguntar. —Claro que sí, Liz. ¿No te acuerdas?—volví a mirar a la pantalla disimulando como una profesional. Se me daba bien escurrir el bulto—. Lo siento, señor White. Soy extremadamente alérgica a la salsa cajún. Me da urticaria. Mentirosa. Sonreí entonces, genuina. Esto no tenía nada que ver con disimular. >>Pero aprecio el ofrecimiento. Le llevaré algo de sushi cuando nos veamos.
Liza White Mimi manejó la situación con maestría, aunque no esperaba menos de ella. Se disculpó por una alergia que no existía, con una naturalidad envidiable, y yo asentí a su lado con vehemencia. Procuré no agregar nada; hacerlo supondría echar por tierra su excelente papel de chica compungida. —Bueno, eso es una verdadera lástima... —Mi padre suspiró, apesadumbrado. Nos sentimos aliviadas al instante, pero quizas habíamos cantado victoria demasiado rápido. El hombre se repuso no mucho después, con una nueva idea entre manos—. En ese caso prepararé algo especial para ti, algo nuevo. Para compensar que te pierdas esa joya de la corona. También marca Edward, por supuesto. Cerré los ojos, con expresión solemne. Bueno, Mimi, hice lo que pude. Ha sido un placer conocerte. >>Y déjate de formalidades, ¿sí? —Edward le devolvió la sonrisa, tomándonos por sorpresa a ambas—. Los amigos de Liza son parte de nuestra familia. Recuerda llamarme por mi nombre el día que te pases por aquí. La tensión generada por el desconocido plato que se avecinaba remitió al escuchar sus últimas palabras. Intuía que, en el caso de Honda, tendrían cierto peso, pues conocía la situación en su hogar. La realización me hizo sonreír; quizás mi padre lo desconocía, pero agradecí su hospitalidad desde el fondo de mi corazón, porque yo me sentía de la misma forma. Mis amigos también eran parte de mi familia. —See you later, pops —Me despedí de él, agitando mi mano tras la pantalla. Tensé los labios ligeramente por un instante, deseando añadir algo más. Me esforcé por dejar mis emociones convulsas a un lado, esbozando una sonrisa ligera en el último momento, tintada de cierta culpabilidad—. Saluda a mamá de mi parte. Mi padre asintió, si bien adiviné en sus ojos la impotencia sutil que sentía en el fondo, mezclada con su propia y absurda culpabilidad. Él no tenía nada que ver con la tensa relación que manteníamos con mamá. Y, sin embargo, ahí estaba. Esa sombra latente e incansable en cada una de las miradas que nos dedicaba. La llamada finalizó así, con un sentimiento agridulce y repentino estancado en mi pecho. Apagué el teléfono y lo dejé a un lado del colchón, soltando un pequeño suspiro. Me había sentido muy feliz de que mi padre y Mimi se conociesen, así que decidí aferrarme a eso. No había espacio para esa clase de cosas ante una perspectiva tan brillante como lo era la inminente visita al acuario. —Ahh~ —Me dejé caer hacia atrás en el colchón, con las manos tras la nuca y una expresión más relajada encima—. Ya me muero de ganas de ir. El sitio se ve increíble, ¿verdad? Estos días hace algo de calor, así que es la mejor época del año para ir con diferencia. Me quedé mirando el techo, con una sonrisilla liviana bailándome en los labios. Quitando ese pequeño incidente de último minuto, me sentía... feliz. Plena, diría. No iba a permitir que nada ni nadie me alejase de ese sentimiento que durante tanto tiempo se me había escapado de las manos. Mi mirada en determinado momento viró del techo hacia Mimi, y sentí la repentina necesidad de pedirle un abrazo. Ni siquiera supe bien por qué. Recordé su petición y mi propia sugerencia de tumbarnos a charlar de nuestro día, y fue esta la que me impulsó a no desaprovechar la oportunidad. De modo que estiré los brazos en su dirección, tumbada aún sobre el colchón, y aguardé allí hasta que me aceptase el gesto. No faltaron los ojitos de Lillipup degollado, por si acaso la vergüenza que la asoló anteriormente se interponía de nuevo.
Mimi Honda Mencionar solo la salsa cajún había sido un error cuando Edward podría crear cualquier otro plato, quizás peor, con ingredientes completamente distintos. Cuando lo mencionó sentí una gota de sudor frío recorrerme la mejilla y estaba preparada para forzar mi sonrisa e inventarme cualquier otra cosa cuando me sonrió y aseguró que las formalidades no eran necesarias. Mi corazón dio un vuelco y mis ojos se abrieron en su máximo de la impresión al mismo tiempo que las implicaciones calaban en mi cerebro. Una sensación profundamente cálida me embargó. ¿Parte... de la familia? No supe cómo responder. De hecho, quedé tan en shock que por unos instantes simplemente desvié la mirada abrumada por la calidez en mi pecho. Mientras Liza se despedía, apreté ligeramente los labios. ¿Qué implicaba exactamente ser una familia? Yo misma consideraba a los holders una, quizás la única que tenía que podía encajar con la descripción. Pero jamás había pensado que las familias de mis amigos me considerasen parte también. Que el término típico y tradicional de lo que era una familia me considerasen parte del núcleo familiar. Si comparaba la situación con mi padre, Moura jamás consideraría a nadie un Honda solo por acercarse a mí. Y sin embargo era el ejemplo vivo de la hipocresía cuando se había casado con una mujer que había tomado su apellido y tenía un hijo que ni siquiera era suyo usurpando mi vida. Luego estaba Miria, que era la hija en común de los dos. Mi padre era un muro gélido e infranqueable y Edward era cálido, accesible y emocional. Era fácil hablar con él. ¿Era así como se sentía tener una figura paterna? Liza se tumbó entonces y la vi extender sus brazos en mi dirección con ojitos de cachorro. Como si usar Ojitos Tiernos fuese siquiera necesario a estas alturas. Solté un pequeño suspiro de circunstancias pero nadie podría borrarme la sonrisa de los labios ni queriendo. Gateé hasta ella antes de prácticamente arrojarme a sus brazos y apoyar la cabeza sobre su pecho. —Qué remedio. Eso dije pero casi ronroneé cuando me acurruqué. Si realmente fuese un Litten o un Glameow probablemente estuviese enroscando la cola.
Liza White Gateó hasta donde me encontraba y se acurrucó entre mis brazos, descansando sobre mi pecho. La rodeé con mimo, soltando un sonidito ufano. No hacía una temperatura baja en sí, a pesar de ser de madrugada, pero su calor me... ¿reconfortó? Como si todo mi ser hubiese estado insatisfecho con el abrazo interrumpido de antes, y no hubiese sido consciente de eso hasta tenerla de regreso conmigo. Le acaricié la espalda, con movimientos suaves y ascendentes y cerré los ojos, relajando los músculos de por sí cansados tras aquel extenuante día. —¿Qué tal fue el día, entonces? —cuestioné, con un tono de voz sosegado y apacible. Aún quedaban en el aire ciertos misterios que desentrañar, pero no tenía prisa. Por mí como si se tardaba toda la noche en soltar prenda; estaba bien allí—. Dijiste que pasaste el casting, pero que no te quedaste con el papel. ¿Cómo funciona eso?
Mimi Honda Solté un ruidito de satisfacción cuando sentí sus dedos acariciando mi espalda. Incluso sobre la ropa era increíblemente agradable. La atmósfera era de lo más tranquila y mis párpados se cerraron presas de la calma y el sopor. —Mmm. Guardamos silencio durante un tiempo simplemente disfrutando del momento y de la compañía de la otra. Incluso después del día tan largo que había tenido no sentía sueño realmente, solo estaba relajada. Mi cuerpo prácticamente derretido y sin tensión. Entonces oí su pregunta y mis ojos buscaron los suyos. Cierto. Le había dicho que le hablaría sobre eso cuando nos viésemos. —Sentía que me estaría mintiendo a mí misma si aceptaba ser la imagen de una campaña que detesto—le respondí con honestidad—. No estoy de acuerdo con lo que representa Dazzleberry y no quería ser parte. Probablemente dispararía mis índices de popularidad pero no me interesa. Mis ideales no están en venta. Dudaba siquiera que la campaña publicitaria pudiera funcionar cuando Hoffman parecía un masoquista de primer nivel. ¿Qué necesidad tenía de tirar por los suelos las supuestas bondades de su propio producto? Eso no era marketing. Era un desastre. Apoyé mi mentón sobre su pecho de forma que pudiera mirarla a los ojos mientras hablaba. Mi expresión se suavizó. >>¿Y el tuyo? Sé que ganaste en el parque, pero no me has contado nada más.
Liza White —Admiro el gesto de rebeldía, ¿pero no que ese tipo de campañas están a la orden del día en tu profesión? —cuestioné, con genuino interés por entenderla un poco mejor. Mis dedos no dejaron de moverse mientras hablábamos; el vaivén me relajaba de la misma forma—. Si la mayoría de campañas para alguien que está iniciando son productos... cuestionables, digamos, ¿cómo conseguirás popularidad así? —solté una risa ligera—. ¿Qué te dijo tu manager, a todo esto? Podía hacerme una idea de su reacción desmedida, pero preferí que me lo contase ella de primera mano. —La experiencia en el parque fue de lo más entretenida. Desde la fase de capturas y el tiempo que pasé conociendo y entrenando a los chicos hasta la etapa de combate. Tuve rivales muy interesantes —Dirigí mi mirada brevemente hacia el techo, haciendo un conteo de las personas que conocí el día de hoy—. Una chica mejoró mi capturador y ahora tiene una IA incorporada, con otra rival ambas sentimos que nos conocíamos de antes y nos volvimos amigas muy rápido, ¡hasta me enfrenté a la grande del Hielo, Mims! Volví a sus ojos entonces, notando algo de color subirme al rostro. La desvié y regresé a ella, dirigiéndole una sonrisilla nerviosa después. Primero la camarera y luego esto; me iba a llamar degenerada y con razón. >>Y... —inicié, vacilante—. ¿P-Puede que consiguiese una especie de cita, o algo así?
Mimi Honda —Liz, mi profesión es más que una profesión para mí. Es un tipo de arte. No quiero hacer arte de algo que no me gusta—repliqué frunciendo ligeramente el ceño y suspiré, volviendo a acurrucarme sobre su pecho—. Mi agente me dijo que estaba desperdiciado una gran oportunidad, que ser la imagen oficial de una marca era un paso importante por la que los modelos luchaban años y que no me lo estaba tomando en serio. Le dije que se cayera y muriera en una zanja. Después de sugerirme una mamoplastia de aumento su opinión es inválida para mí. Me traía sin cuidado lo que pensase mi agente. Tenía muy claras las cosas, sabía cuál iba a ser mi rumbo profesional y no estaba dispuesta a ceder por nada del mundo. El dinero no era mi prioridad, aunque después de renunciar al de mi padre lo necesitaba. Ese era el mundo en el que vivíamos. Las cosas que eran un derecho no lo eran tanto cuando tenías que pagar por tenerlas. La escuché con atención y sentí verdadera curiosidad cuando mencionó que su capturador ahora era como Dex, y que había conocido a una chica con la que había conectado enseguida. ¿Y luchar contra la Grande de hielo? Eso era increíble. Pero sin duda, lo que más llamó mi atención fue eso último que mencionó. Aún me costaba entender cómo podías salir con alguien que apenas conocías. ¿Cómo funcionaba eso exactamente? Enarqué una ceja. —¿Huh? Contenido oculto are you jealous Mii-chan?
Liza White Suspiré, con una sonrisa de circunstancias. Podía entender sus valores, unos absolutamente loables y que por supuesto respetaba, pero... Uno usualmente no estaba en la posición de decidir esa clase de cosas. Mucho menos en los rangos más bajos de tu profesión. El mundo laboral parecía una jungla insondable y aterradora. A veces era necesario sacrificar un par de cosas en los inicios de tu carrera para alcanzar un rango lo suficientemente elevado e independiente como para vivir de la forma que tú quisieses, sin que nada ni nadie dirigiese tus pasos. Lo descubrí por las malas. En el caso de Mimi, que ella pudiese hacer el arte que de verdad vibraba con ella. En el mío, que dejasen de cortarme las alas y juzgar mi valía por mi escasa experiencia. Pero era una criatura obstinada y terca como un Mudsdale, de modo que dudaba que mis palabras fuesen a hacerle cambiar de idea. Ah~ Qué remedio. —Hagas lo que hagas, sabes que tienes mi apoyo, ¿verdad? —Le recordé, y me erguí para dejarle un beso sobre su sien, volviendo a estrujarla al regresar a mi posición inicial. Parpadeé cuando, tras contarle sobre mi día, su expresión cambió sutilmente. ¿Me estaba mirando con... desconcierto? ¿Me estaba juzgando acaso? Quiero decir, no iba a recriminárselo ni nada así, pero no poder descifrar lo que pensaba me estaba poniendo un poco nerviosa. —Eh... Fue un poco repentino todo, a decir verdad —Opté por darle un poco más de detalles. Así, de paso, me entretenía hablando y no sentía tanto el peso de su mirada encima—. Se llama Ai, es una florista que tiene su negocio en Pueblo Lápiz. Tiene la curiosa costumbre de designarle nombres de plantas a las personas según lo que ve en ellas y de hablar de... ¿forma extrañamente poética? —Aún recordaba el mote que me había puesto; Clematis—. Solo sé que, cuando me quise dar cuenta, el combate se convirtió en una batalla de flirteo sutil y que, al finalizar, me invitó a visitarla pronto.
Mimi Honda La miré durante unos segundos escuchando con atención lo que decía. ¿Ai? Significaba amor. Qué conveniente. Noté un pinchazo hipotético en el pecho y me descubrí a mí misma sintiendo celos de una mujer que ni siquiera conocía. No tenía ningún sentido. Liza podía hacer lo que quisiera y yo no tenía ningún derecho a sentir celos de nadie cuando lógicamente eramos solo amigas sin ningún sentimiento romántico que nos uniese. No había sentido celos de Nikolah, no había sentido celos de la camarera... ¿pero repentinamente sentía celos de esta mujer? Hah. —¿Ponerle nombres de plantas a la gente?—bufé con acidez—. Qué estupidez. Repentinamente su tacto me quemaba, me resultaba abrumador y me separé de ella lo suficiente para incorporarme. ¿Por qué? ¿Por lo que había pasado entre nosotras? Eso sí que era estúpido. Me preguntaba si me había molestado porque yo no podía hacer lo mismo. ¿Era envidia más que celos? ¿Porque yo no podía tener ese tipo de relaciones esporádicas? No. Reconocía ese sentimiento de posesividad y no me gustaba para nada. Me había dicho que tenía su apoyo hiciera lo que hiciese... y yo reaccionaba así. >>... Voy a por un té.
Liza White Lejos de aliviar la situación con mi verborrea su expresión se ensombreció aún más. Soltó un comentario mordaz al que no le concedí mayor importancia y me encogí de hombros, liviana, tratando de aflojar el ambiente enrarecido con un inocente "A mí me pareció original". Por supuesto que mi defensa hacia Ai no fue plato de buen gusto para ella y se apartó de mi abrazo, repentinamente distante, haciendo que la mirase sin comprender. —¿Mimi? —murmuré, insegura, incorporándome mientras la seguía con la mirada—. ¿He dicho algo que...? Me interrumpí a mí misma en ese momento, dejándola ir. Si volvía a apelar a su de por sí reducida honestidad, dudaba lograr una respuesta distinta a la de antes. Me negaba a esforzarme incansablemente por recibir el mínimo de transparencia que merecía. De modo que volví a tumbarme en la cama, resignada, optando por rodar sobre el colchón ahora que tenía todo el espacio para mí, por entretenerme con algo. De vez en cuando le dirigía miradas esporádicas, intrigada por lo que hacía o por cómo se desarrollaban los acontecimientos en sí, para volver a centrarme al poco tiempo en mi propia tontería. ¿Eso de antes habían sido...? Sacudí el pensamiento rápidamente, avergonzada de mí misma. ¿De verdad me creía tan importante como para que sintiese celos de...? ¿De qué, exactamente? No tenía sentido. Definitivamente debía ser idiota por pensar algo así. —Sigues teniendo los mismos tés de ayer, en la estantería de siempre —Le indiqué, cambiando de posición de forma vaga y arbitraria sobre el colchón. Me distraje de más mirándola, a ella y al armario, y eso fue un craso error—. Lo que no queda es lech... >>¡W-Wah! De tanto hacer el tonto rodando en la cama acabé cayendo fuera de esta con un golpe seco. La almohada que había estado abrazando salió a volar de la misma forma, casi como si se hubiese negado a amortiguar el impacto. Tremenda traición.
Mimi Honda Por supuesto que el té era una excusa, pero necesitaba poner mis ideas en orden. Tomé dos tazas: una para ella y otra para mí porque era esa persona considerada. No me gustaba demasiado la idea de calentar el agua en el microondas, pero no había otra opción. Y si no había leche quizás tomar té negro no fuese la mejor idea. Mientras el agua se calentaba mi mente siguió dándole vueltas al asunto. ¿Por qué me había molestado tanto? No éramos nada más allá que amigas con derechos, no éramos exclusivas la una de la otra y no teníamos nada similar a un compromiso. Éramos dos amigas que se sentían físicamente atraídas la una por la otra con una relación cimentaba en la confianza y el apoyo mutuo, de acuerdo, pero hasta ahí. No éramos una pareja, no había sentimientos románticos y los celos estaban fuera de lugar. Pero por mucho que me reprendía a mí misma con pura lógica, no podía evitarlo. No podía contener esos sentimientos egoístas. En ese momento escuché un grito seguido de un golpe seco y me volteé rápidamente, alarmada. Encontré a White tirada en el suelo a un lado de la cama. ¿Se había caído? ¿Cómo...? —¡Liz!—exclamé y me acerqué rápidamente a ver cómo se encontraba—. ¿Estás bien?
Liza White Caí de espaldas contra el suelo, pero por suerte la altura de la cama no era tan elevada como para causarme un daño considerable. El problema era que mi cabeza no eludió el impacto; probablemente ahí sí me saldría un chichón. Mimi se acercó rápidamente hacia donde estaba y me erguí hasta sentarme sobre el suelo, cerrando uno de mis ojos por el ligero pinchazo de dolor. Me acaricié la zona golpeada mientras le dirigía una pequeña sonrisa, un tanto avergonzada por mi propia estupidez, tratando de restarle hierro al asunto. —No ha sido nada, he vivido cosas peores —Una no aprendía a trepar árboles sin caerse varias veces en el proceso. El problema es que ya no era una niña hecha de goma, y una lesión en mi trabajo podía costarme caro. Estuve por levantarme pero el pinchazo pareció intensificarse, de modo que opté por quedarme allí un poco más, disimulando como si fuese por gusto. Justo entonces el microondas emitió un sonido—. El agua ya está lista, Mims. Igual deberías ir a por ella. Agité mi mano como quien espantaba una mosca, fingiendo que todo estaba bajo control. Claro que disimulaba bastante mal.
Mimi Honda Aparentemente parecía estar bien. La cama no era tan alta y un golpe desde esa altura no podía ser grave. Pero no podía evitar preguntarme qué había estado haciendo para caerse cuando la había dejado en el centro de la cama. ¿Había estado rodando de un lado al otro? Era como una niña. Suspiré con cierta resignación porque era evidente que me estaba mintiendo, o al menos trataba de quitarle hierro al asunto. —Deja de hacer tonterías, ¿quieres? Vas a terminar haciéndote daño de verdad—le reprendí pero había cierta simpatía en mi voz mientras le extendía la mano para ayudarla a incorporarse. El microondas sonó en ese momento—. ¿Con qué quieres el té? ¿Tres cucharadas de azúcar?
Liza White —Mínimo seis —exageré el número de cucharadas, tomando su mano cuando me la ofreció. Sentí la espalda protestar al erguirme del todo y trastabillé un poco, acostumbrándome a la sensación. Nada que no remitiese dejando de hacer el imbécil por cinco minutos. La observé marchar hacia donde las tazas y dejé caer los hombros, bajando el tono de mi voz a propósito—. Aunque ya había cumplido mi cuota de tés del día... Recordé a la Roselia de Ai rellenando mi taza unas tres veces y un escalofrío me recorrió la espalda. Pero Mimi me la estaba ofreciendo de muy buena fé... ¿Cómo iba a decirle que no? Si esto no era una verdadera terapia de choque, que baje Arceus y lo vea.
Mimi Honda ¿S-seis? Tres ya me parecía una barbaridad pero seis era un atentado a la salud. Había rechazado ser la imagen de Dazzleberry por mucho menos. Casi rodé los ojos. —Tres serán—respondí como si su exagerado apunte ni siquiera hubiera alcanzado mis oídos. Abrí el microondas y saqué ambas tazas—. ¿Por qué no le pones miel en vez de azúcar? Seguirá estando dulce pero es mucho más natural. En lo personal consideraba que el té ni siquiera debía llevar azúcar en primer lugar. Por eso lo acompañaba con pastas. Eran dulces y contrastaban con el sabor amargo del té... pero no teníamos pastas allí. Me senté en el borde de la cama y le extendí la suya. El tiempo de ir y venir con las tazas me había dado algo de margen para pensar la situación con frialdad. Ahora que estaba más tranquila y que comprendía que mi reacción había sido exagerada, decidí seguir aquella conversación casual. —Entonces... ¿irás?—tomé un sorbo de té—. A visitarla pronto, quiero decir.
Liza White —Solo bebo té en situaciones muy puntuales, no es algo que me haya detenido a pensar mucho —Me encogí de hombros ante su sugerencia—. Cuando lo tomo para estudiar o para conciliar el sueño lo imagino más como una medicina; está asqueroso, pero me ayuda. >>Cuando lo tomo contigo... —Tomé la taza que me ofrecía y me senté a su lado, sopesando mis propios pensamientos. Suavicé mi expresión al poco tiempo—, supongo que lo hago para entenderte mejor —Le guiñé uno de mis ojos entonces, satisfecha con mi propia reflexión—. Así que anotaré la miel para la próxima vez. Le di un ligero sorbo, sin esforzarme mucho en contener mi mueca. Definitivamente había necesitado seis de esas. Al poco tiempo decidió retomar la conversación sobre Ai, y la miré desde detrás de la taza con cautela, intentando entrever por dónde saldría ahora. —¿Sí? Supongo que sí —le aclaré, sin mayores florituras—. No es algo que me corra demasiada prisa. Creí que iría antes porque pensé que no tendría a nadie con quien pasar mis vacaciones, ¿sabes? La sonrisa que le dirigí entonces me cerró los ojos, haciéndome ver como una niña. Era honesta, deshinibida y transparente. Solía sonreír a menudo, todo el tiempo y a todo el mundo. Pero ese tipo de sonrisas las reservaba para unos pocos, y ni siquiera yo era consciente de esto. >>Pero ahora que sé que también te veré a ti, prefiero pasar mi tiempo contigo. Contenido oculto *Gritito*
Mimi Honda Me tomó por sorpresa saber que solo tomaba té conmigo. Es decir, en el sentido de hacerlo solo por compartir algo conmigo porque no le gustaba el té en sí. Una sensación cálida se extendió por mi pecho y sonreí desde detrás de la taza. Era idiota. ¿Cómo iba a beber té aunque no le gustaba solo por entenderme mejor? Yo no estaba tomando refrescos para entenderla a ella. Eran esa clase de pequeños detalles los que me desarmaban. Quizás eran esos, precisamente, los que habían iniciado esta curiosa atracción en primer lugar. El interés, el apoyo y la comprensión genuinos eran cosas a las que no estaba acostumbrada y que hacían tambalear los cimientos de mis murallas. Por supuesto que si mis fans sabían que adoraba el té rojo lo tomarían, pero eso no era cariño, era fanatismo. Y aunque apreciaba genuinamente el apoyo, lo que realmente me llenaba eran cosas pequeñas como estas. Detalles sin aparente importancia de personas importantes para mí. Porque no era admiración o idolatría, no buscaba agradarme. Era simple cariño. Me sonrió con ese tipo de sonrisas honestas que tenían la capacidad de derretirme y mi corazón dio un brinco repentino ante lo genuinas que sonaron sus palabras. ¿Huh? Fue tan inesperado para mí que por un instante no pude procesarlo como si mi cerebro se negara a reaccionar. Parpadeé con lentitud y entonces enrojecí bruscamente, de súbito, todo mi rostro se prendió en llamas. No podía mirarme así y soltar eso de la nada. No podía hacerme sentir tan ridículamente vulnerable. ¿Cuándo le había dado ese poder? El labio inferior me tembló y me apresuré a apartar la mirada de sus ojos incapaz de sostenérsela mucho más. Parpadeé con cierta contrariedad, sintiéndome expuesta y vulnerable. Cuando hablé mi voz fue un murmullo pequeño desde detrás de la taza. —Eres demasiado injusta. Contenido oculto They're so cute i'm gonna cry
Liza White Su reacción, a su propia manera, fue satisfactoriamente cristalina. Enrojeció vivamente, su mirada se tornó esquiva y comprendí, si bien algo tarde, que mis palabras debieron tener un impacto especial en ella. Mi franqueza no había tenido ningún motivo ulterior más que mi necesidad de hablarle desde el corazón y deshacer, quizás, cualquier clase de muro que amenazase con alzarse entre nosotras desde la mención de Ai. Detallé sus facciones, el cómo se ocultaba detrás de la taza con una vulnerabilidad ajena, enmudecida por mi abrumadora honestidad, y la imagen me resultó la más tierna del mundo. Como un manto espejo el rubor me salpicó en las mejillas, sintiéndome repentinamente cálida por dentro, y le di otro sorbo al té, por entretenerme con algo si no quería derretirme allí mismo. Jugueteé con la taza entre mis manos, apoyando la base en mi regazo, y seguí el movimiento con la mirada, con mi mente lejos de allí. Mis labios se curvaron sutilmente en una sonrisa tímida, casi soñadora. —Puede ser, sí —murmuré de la misma forma. Fue todo lo que dije. Nos mantuvimos sumergidas en un silencio extraño, diferente, pero no por ello incómodo. Sentirte en confianza con alguien era saber hallar también paz en los silencios, sin notar la imperiosa necesidad de llenarlos de maneras innecesarias. Alcé la mirada de cualquier punto aleatorio cuando transcurrió un tiempo prudencial, observándola de soslayo. >>¿No tienes sueño?