En prueba Entrada principal [Summer Camp Roleplay]

Tema en '¡Más partidas en curso!' iniciado por Andysaster, 20 Junio 2025.

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    Andysaster

    Andysaster Game Master

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    Sora Inuoe


    Abrí la puerta del coche y me recargué contra él al salir, ajustando las gafas de sol sobre mi cabello. La camisa de vivos colores ondeó junto a la brisa de la mañana y respiré hondo, llenando mis pulmones de aire y sintiéndome en completa sintonía con el mood del verano. Había escogido traer puestas unas bermudas y mis fieles chanclas de todos los años, inclusive. Ya sabéis, por si encontraba una masa de agua donde sacudirme el calor de encima.

    El ambiente a mi alrededor se sentía algo más animado de lo que recordaba, y como un efecto espejo recargó mis energías en consecuencia. Llevaba varios años acudiendo a Whispering Pines sin falta, pero la noticia de su cierre había atraído a una cantidad exorbitada de personas. Las recorrí con la mirada, reconociendo a varios de otros años con un saludo animado en la distancia, y sentí asentarse en mi pecho una mezcla de nostalgia y de tristeza, que terminó por empequeñecer mi sonrisa.

    Iba... Iba a echar de menos ese sitio, ¿cierto? Por más viejo que fuese a esas alturas.

    El hombre que hizo las veces de conductor me plantó con brusquedad mi equipaje a mis pies. Decirlo así era la manera suavizada; prácticamente lo lanzó sin tener en consideración mis pobres pertenencias. Abrí los ojos con pavor.

    —¡Eh! ¡Más respeto con el equipaje que llevas! —le reclamé, abrazando la mochila y entrecerrando los ojos—. Que tú no te molestes en vestir algo que no sean un par de vaqueros de hace veinte años y una camisa básica llena de pelotillas no quiere decir que tengas que despreciar la ropa de los demás.

    —La ropa no se va a romper —se justificó el hombre con un suspiro. Abrí la boca, indignado. ¿Qué tenía que ver? ¡Era un respeto simbólico!—. Verte con esa cara larga me hizo querer lanzarte la mochila al rostro a ver si te la quitaba a golpes. Opté por la vía pacifista, deberías estarme agradecido.

    El sentido del humor de Hideki era... bastante suyo. Pero siempre lograba animarme, a su brusca y extraña manera. La incredulidad mutó en una sonrisa resignada y palmeé su espalda con vehemencia, recuperando mi buen humor de siempre.

    —Debería ir junto al resto. Tengo... una pelirroja que encontrar, antes de que le gruña a algún campista nuevo o algo así —Avancé un par de pasos, rebasando al hombre que había sido mi mentor desde que papá no estaba. Me detuve durante unos segundos, observándole de reojo con cierto aire bromista. El humor siempre había sido mi método de defensa. Me sentía menos expuesto ocultando mis emociones de esa forma—. ¿Qué? ¿Vas a echarme de menos, grandullón?

    Hideki soltó una risa baja, ronca. Me dio un empujoncito, animándome a reunirme con los demás, y permaneció allí, de brazos cruzados. En sus ojos descubrí cierto brillo que reconocí al instante. Era orgullo y nostalgia, como quien veía la sombra de quien ya no estaba entre nosotros en alguien más.

    —Tu madre va a matarme cuando se entere de que te traje aquí —dijo y destensó los brazos, volviendo a entrar al coche—. Espero que encuentres una forma de recompensarme.

    —¡Noche de cervezas y maratón de esas películas viejas, anotado!

    Despedí a mi mentor entre risas, y ajusté las correas de mi mochila, avanzando hacia el resto de campistas. Los grupos ya se estaban formando, y fue así que me seleccionaron para participar en la cabaña Willow. Me alcé un poco sobre mis talones. No, ni rastro de Enya. ¿Dónde se había metido esa cabezota? ¡Como no se hubiese apuntado este año, iba a...!

    Decidí no seguir ideas catastrofistas por el momento e hice algo de tiempo, observando a la gente que se iba arremolinando en mi grupo. El monitor se veía bastante joven e inexperto, pero me daba unas vibras muy suavecitas. No parecía ser capaz de matar ni a una mosca con esa carita, ¿verdad?

    —Tio, ese ojo rojo mola que flipas —saludé, vivaracho, esbozando una sonrisa de dientes descubiertos cuando descubrí al tipo albino a mi lado—. Es una lentilla, ¿no?


    Aren Brown

    El verano era una época sin más para mí. Probablemente, si hiciese un ranking, estaría de los últimos. Mentira, el verano era la época de los mosquitos. Se iba al último puesto de cabeza.

    No obstante, aunque yo lo detestaba, mi tío amaba esta época del año en concreto. Según él era la época del sol, del bronceado y de historias de amor intensas pero fugaces. A juzgar por lo mal que le había ido en los últimos años encontrando pareja, esa última parte me hacía mirarlo siempre con una expresión de circunstancias cada vez que lo mencionaba, aguantándome apenas la sonrisa que me bailaba en los labios.

    Qué hombre tan incansable y optimista. Suponía que ese era parte de su encanto, aunque no se lo dijese a menudo.

    No... solía decirle lo mucho que apreciaba su compañía, en realidad.

    Para alguien como yo, al cual su vida social apestaba y su mejor amigo era el único familiar con el que vivía, el verano era una época aburrida más. Pero mi tío aprovechaba todos los años para sacarme de casa y viajar a donde fuese. No teníamos mucho dinero, así que la distancia no solía ser demasiada. Y aunque protestaba y solía ponerle mala cara, los viajes que compartía con él eran algo que de verdad apreciaba. Por eso, en aquella ocasión, no fue muy diferente.

    O quizás sí.

    Cuando descubrí que aquel no era un viaje más, si no que mi tío se había gastado sus ahorros de las vacaciones para traerme a un... ¿Campamento de verano?, quise matarle con todas mis fuerzas. No podía estar hablando en serio. La ansiedad se me disparó al ver que en el maletero yacía mi mochila ya preparada, y que aquello iba totalmente en serio.

    Me negué, vaya que si lo hice. Pero no tuvo caso. Aunque las intenciones de mi tío estaban suscitadas por la preocupación y el profundo cariño que sentía hacia mí, me sentí vilmente traicionado por la única persona por la cual pondría mi mano en el fuego. Apenas recordaba su sonrisa y su mirada cristalizada, solo tomé mis cosas y me fui de allí, con mi expresión ensombrecida, los ojos ocultos bajo mi cabello.

    No necesitaba algo así. No necesitaba amigos, ¿acaso no lo entendía? Pasar rato con él era suficiente para mí. Pero quizás eso también amenazaba con cambiar ahora.

    Me dirigi hacia mi grupo cuando fui llamado y me senté en el suelo, de piernas cruzadas. Apoyé la mejilla en la palma de mi mano, siguiendo al resto de los alumnos con la mente muy lejos de allí. El monitor asignado fue dando la bienvenida a su forma a los campistas de la cabaña Cedar, e incluso un tipo con una cámara saludó a una chica castaña y a mí, los que nos encontrábamos más cerca de él en ese instante.

    Pero yo no me sentía con ganas de eso, de modo que aparté la mirada, sin apenas fuerzas. Solo quería irme de allí.

    —Su nombre es Aren —Le dijo entonces Hunter a Itsuki, quien se había acercado a él tras el saludo fallido por mi parte. Negó con tranquilidad su agradecimiento por lo del tip de supervivencia y prosiguió—. Parece que no está especialmente animado por estar aquí. A veces sucede. ¿Crees que puedas echarme una mano con eso? —No alcancé a escuchar su conversación, pero no necesitaba saber que hablaban de mí al reparar con desinterés en sus ojos, volviéndose en mi dirección de vez en cuando—. La guardería ya está lo suficientemente atestada como para lidiar con alumnos difíciles. Y no me pagan lo suficiente para hacer ese esfuerzo.

    Por si acaso no quedó claro, recuerdo que hay que imaginar las cabañas con más gente de las jugables, osea que no sois tres solo. Imaginad puro npc pululando por ahí como relleno (??)
     
    Última edición: 5 Julio 2025
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    KingBishoujo

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    Me acerqué al chico con paso tranquilo, como si no acabara de ver en su cara exactamente lo que yo había sentido nada más llegar aquí. Estaba claro que lo de “emocionado por el campamento” no era lo suyo. Me recordaba a mí mismo cuando mi tío me dijo “te va a venir bien socializar”, como si eso fuese a curar algo.

    — Venga, levanta —le dije, tendiéndole la mano con una ceja alzada — No vamos a formar un grupo de autoayuda tumbados en la hierba como si fuéramos raíces profundas. Eso es para los de la otra cabaña.

    Justo en ese momento, alguien pasó corriendo detrás de mí. Tropezó. Me desequilibré un poco y la bolsa larga que llevaba colgando del hombro cayó al suelo con un sonido metálico, seguido de un click seco. Silencio. Un par de campistas nos miraron como si acabara de empezar la tercera guerra mundial.

    Me agaché con calma, recogí el arma, eché un vistazo al percutor y suspiré.

    — Relajaos, no está cargada. El único tiroteo que vais a ver este verano es el de mi cámara. Aunque no prometo nada si alguien me vuelve a despertar antes de las ocho.

    Volví a mirar al chico sentado, aún indeciso, y le tendí la mano por segunda vez.

    —Vamos, chico melancolía. Si te quedas ahí tirado en el suelo, Hunter va a pensar que está a cargo de nosotros como si fuéramos críos, y encima va a tener que cuidarnos, alimentarnos, etc. y no creo que el prepuesto cubra eso.

    Antes de que pudiera decir nada más, me giré hacia Hunter con una expresión neutra y, sin que los demás se dieran cuenta, saqué de unos de los bolsillos de mi pantalón una hoja doblada y se la pasé con discreción.

    — Certificado oficial del ejército — murmuré — Tengo permiso para llevarla siempre conmigo. Copias para los otros monitores dentro. Por si a alguno le da por hacer de CSI sin preguntar.

    Le guiñé un ojo sin dejar de disimular el gesto, como si aquello fuera lo más normal del mundo. Luego me giré hacia el grupo con una sonrisa leve, como si todo lo anterior no hubiera pasado.
     
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    Andysaster

    Andysaster Game Master

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    Aren Brown

    Dejé de prestar atención al intercambio y desvié mi atención hacia cualquier otra cosa. El sol comenzaba a molestar, pero bajo la sombra de aquel frondoso árbol no se estaba tan mal. Me distraje con el canto de un ave, posada casualmente en la rama sobre mí. Reparé en los haces de luz que se filtraban entre el follaje y el suave aroma a césped recién mojado, estando sin estar realmente allí.

    Entonces apareció una mano en mi campo de visión. Volví de forma un tanto brusca a la realidad y reparé en el tipo que me tendía su mano. Era el mismo que había buscado saludarme y al que ignoré en respuesta, bastante desganado como para esforzarme en actuar tal y como se esperaba de mí. Y aunque Hunter no nos estaba mirando, no había que ser un lince para entender por qué ese insistente chico seguía allí.

    Compartí una mirada rápida y la desvié, sintiéndome demasiado expuesto y presionado por la situación. Incómodo, también, tras haberme comportado como un completo idiota con él. Estuve por separar los labios y decirle que estaba bien allí abajo, esperando en la sombra hasta que nos moviésemos, pero mi indecisión dio margen a que sucediese todo lo que se desarrolló a continuación.

    Un campista con prisas chocó contra el chico, haciendo que parte de sus pertenencias cayeran al suelo con un ruido seco. Gran parte del grupo que manejaba Hunter soltó una exclamación ahogada, tras unos segundos en completo silencio. No entendí el origen de la conmoción hasta que enfoqué el arma que yacía ahora en el suelo.

    Palidecí al instante.

    —¡Tiene una puta pistola! —exclamó uno de los chicos a su lado, fascinado—. ¡Qué locura!

    Los más temerarios se acuclillaron cerca, llenos de curiosidad.

    —¿Puedo cogerla?

    —¡No la toquéis, vais a agujerear a alguien con eso! —aquella joven alarmista y los que le siguieron después incrementaron la ansiedad que de por sí sentía en cien. Tal vez mil y probablemente me estaba quedando corto.

    —Todo el mundo a su sitio —La voz de Hunter no daba espacio a réplicas. Ante la indecisión en la mirada de algunos repitió, ejerciendo así su autoridad—. ¡Ya!

    Itsuki guardó el arma, recibiendo la mirada afilada e inquisidora del hombre a su lado. Los otros campistas murmuraban cosas de lo más variadas, pero se veía que el monitor no tenía ni tiempo ni ganas de aguantar corrillos de parvulario.

    —Con o sin certificado, mantén eso fuera de mi vista y la del resto de campistas —Su orden fue inmediata. No alcancé a escucharlos hablar, de todos modos. Estaba demasiado perplejo como para reaccionar—. Solo me faltaba meter armas a la ecuación para agitar más el avispero. Lo que me faltaba ya.

    >>Todos los que pertenezcan a la cabaña Cedar, ¡andando! —Bueno, parecía que habíamos colmado su paciencia. Empezábamos bien. Pareció mascullar algo entre dientes mientras se alejaba con el resto, probablemente descontento con el martirio que le esperaba en los sucesivos días.

    Los campistas fueron pasando a nuestro lado, prestando especial atención al castaño, y me encogí un poco cuando el tipo de la pistola volvió a centrarse en mí. Parpadeé, sintiendo un nudo en la garganta. Pedí ayuda con la mirada pero nadie vino a socorrerme. E-esperaba que no le diese por tomarme de rehén o algo.

    —¿De verdad que... no está cargada? —cuestioné, suspicaz, tomando su mano finalmente y poniéndome en pie. Ambos caminamos siguiendo al grupo entonces. Aún sentía el sudor frío recorrer mi frente, presa de un miedo visceral y repentino. Actúa con calma, Aren. Ellos pueden oler tu miedo—. ¿Cómo has conseguido que te dejen quedarte con eso, de todas formas? ¿Le has... sobornado o algo?

    Cedar se moviliza hacia la cabaña que les pertenece, postearé el tema en la noche!
     
    Última edición: 8 Julio 2025
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    KingBishoujo

    KingBishoujo Iniciado

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    Me giré hacia Aren, que parecía haber sudado más en los últimos cinco minutos que yo en todo el entrenamiento de infantería. Noté la tensión en su voz y asentí con la cabeza, con un leve suspiro, me agaché para estar a su altura.

    — No, no está cargada. Lo último que quiero es disparar algo que no sea mi cámara en este sitio.

    Metí la mano en el bolsillo interior de la chaqueta mientras caminábamos y saqué un pequeño sobre de plástico con cierre. Dentro, el certificado oficial, con sello, firma y hasta el dichoso membrete en relieve que tanto les gusta poner a los del alto mando. Lo saqué con cuidado y se lo tendí.

    — Puedes leerlo. Es un permiso especial — dije con tono tranquilo, lo bastante bajo como para que solo Aren y quizás la chica castaña que venía cerca pudieran oírme— Estoy de permiso, sí, pero soy parte de una unidad de respuesta rápida. Si ocurre algo grave y me necesitan, tengo que estar listo para salir.

    Me encogí de hombros.

    — No es algo que me guste alardear, ni mucho menos, pero... no soy un chiflado que ha traído un arma por capricho. Está registrada, no está cargada, y está supervisada. Lo juro por lo que quieras.

    — Ah, por cierto. Sí, esa firma es real. El comandante lo firmó en persona. No me preguntes cómo, pero le caí bien. A menos que no le exploté nada en la cara. Ya sabes, cosas que se valoran en el ejército.

    Volví a guardar el papel con cuidado y le lancé una media sonrisa.

    — Si te hace sentir mejor, también soy un fotógrafo horrible. No todo son armas en mi vida.

    Bajé un poco la voz, ahora casi en confidencia.

    — Y tranquilo, no te voy a tomar de rehén. A menos que haya karaoke esta noche, entonces puede que necesite un escudo humano.
     
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    Rojo FireRed

    Rojo FireRed Orientador

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    Escritor
    Sakuya Izayoi

    Pues... Había llegado al lugar del campamento, la verdad había sido toda una travesía, cruzar el pacífico en un avión, las horas de viaje tirada en un asiento relativamente incómodo, el espacio cerrado considerando mi estatura así como el clima más caluroso y húmedo estaban haciendo que reconsiderara si el viaje fue una buena idea... Pero... ¡Pero!

    Ya estaba en el otro lado del charco, así que no valían arrepentimientos. No después de al menos unas doce horas de viaje, y en el medio de la nada en... ¿Carolina del Norte, se llamaba el lugar?

    Digo, lo más cercano que había tenido a estar en un lugar natural era una visita al Monte Akagi, y la verdad mi experiencia como senderista dejó mucho que desear.

    Además, esto era un bosque... Sumamente diferente, así que tal vez la experiencia sería diferente.

    Eso sí, la idea de pensar en los mosquitos me ponía los pelos de punta, era pálida, y de paso el calor con humedad eran un imán para lo que eran tal vez los insectos más innecesarios de la naturaleza.

    Pero suficiente de buscarle las cinco patas al gato, el lugar en realidad estaba bonito para ser su cierre, y pues tenía conmigo un papelito con el nombre de la cabaña.

    Que esperaba reconocer, mi inglés no era... Ilustre, por así decirlo.
     
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