Interior Salón de actos

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    La niña se había girado para determinar la identidad del recién llegado, aunque no me quedó del todo claro si me reconoció o no. De todas formas me aceptó en su espacio con sencillez y me hizo un poco de gracia percibir ciertos patrones repetitivos. Sabía que no lucía agresiva ni intimidante, no era lo que de por sí quería transmitir, aún así... Ilana, Kashya, Melinda, Riamu, Catherine en su momento. Se relajaban de una forma casi absurda en mi presencia. ¿Debería alegrarme u ofenderme?

    Oh, well.

    Había apoyado mi almuerzo en el piso antes de alcanzar sus hombros, entonces me dediqué a cepillar su cabello con todo el gusto del mundo. No sabía si se trataba de una contradicción dadas mis propias elecciones, pero siempre me había encantado el pelo largo en las chicas. Les daba un aire femenino y principesco, más delicado en tonalidades claras, y más sensual en las oscuras.

    Su cuestionamiento me vino en gracia y le respondí con calma, en voz baja.

    —Me gustan las peculiaridades, y diría que una muchacha almorzando sola, a oscuras, en este enorme recinto, podría calificar como una.

    Negó sentirse decaída y ladeé la cabeza, sin desatender su cabello. Seguí sus movimientos en silencio, percibí sus intenciones y cedí, brindándole una de mis manos; la otra acabó suspendida momentáneamente en el borde de su espaldar. Tuve la sensación de que seguiría hablando y aguardé. Se me ocurrió que estas sillas debían ser bastante incómodas para dormir y supuse que no era del todo honesta conmigo. No tenía por qué serlo desde un principio.

    —Te vi entrar y me dio curiosidad —admití sin problema.

    Me deslicé fuera de su agarre un poco de repente, me agaché para recoger mi almuerzo y recorrí la hilera de butacas hasta poder colarme en ella. Volví a consumir la distancia, me detuve a su lado y apoyé la comida frente a mí, por un lado, y las caderas en el espaldar de la silla de adelante, por el otro. La observé desde arriba un par de segundos, en silencio, y una sonrisa asomó en mis labios.

    —¿La somnolencia te hace querer sostener manos ajenas? —indagué en un tono algo ambiguo, y le extendí mi mano con la palma hacia abajo—. What a curious thing.
     
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    Zireael

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    Tal vez debía ser más cautelosa, de hecho la experiencia me lo exigía, pero al haber cambiado de espacio me sentía capaz de permitirme ciertas libertades o quizás la palabra correcta fuese caprichos. No importaba tanto y la verdad era que no tenía un motivo para evitar o rechazar las aproximaciones de Morgan, así que sólo las dejaba ocurrir. Porque sí, porque me apetecía, porque yo también era, de cierta forma, inconstante con lo que quería un día y lo que quería al siguiente.

    Como fuese, ella me cepilló el cabello y si ya tenía sueño de por sí, tener a alguien haciendo eso no ayudó mucho a la fuerza de voluntad que me quedaba para luchar contra la idea de pegarme una siesta en cualquier lugar. Respiré despacio, me limité a sentir la manera en que sus manos corrían por las hebras y a escucharla.

    ¿Peculiaridades?

    —Has aparecido y te has quedado conmigo ya un par de veces, incluso habiendo otras personas en el espacio —apunté sin que hiciera falta que alzara mucho la voz y reí por lo bajo—. Almuerzo a solas, salón a oscuras o no... ¿Debería entender eso como que soy lo suficientemente perculiar para mantener tu atención?

    Lo dije como si nada, hasta pudo pasar por broma, pero la duda (o suposición) tenía algo de genuina. Luego de haber hecho la observación fue que busqué su mano, ella cedió y le brindé una caricia ligera sobre el dorso, apenas un roce con el pulgar. No había contemplado lo incómodo que debía ser dormirse aquí en realidad, tampoco mi elección final de decantarme por el inmenso cuarto oscuro en vez de la enfermería o de sólo comer en la cafetería, ni que pudiera parecer que era deshonesta aunque estuviese en mi derecho.

    En verdad siquiera me había detenido a pesar en verdad qué era lo que sentía, por eso no podía decir que estaba decaída. Puede que sólo estuviera, sin más, como estaba desde hace años. Ahora no tenía un bosque al que ir a esconderme para simplemente existir, ¿la oscuridad del salón suplía entonces ese propósito inconsciente de un refugio poco accesible? Ni idea.

    En todo caso, Morgan admitió haber sentido curiosidad al verme entrar, no vi nada que decir al respecto y cuando se soltó de mi agarre dejé mi mano sobre el regazo. Lo siguiente que supe fue se colaba en la hilera de butacas hasta llegar a mi lado, allí se detuvo y la vi apoyar lo que debía ser su almuerzo al frente, luego las caderas en el espaldar y me miró. Mantuve la vista en ella, en su silueta recortada por la poca luz que se filtraba por los bordes de las cortinas, y su pregunta me estiró una sonrisa ligeramente divertida en los labios.

    That would be such an unnecessary excuse —me lamenté, vi su mano extendida frente a mí y volví a tomarla. El contacto fue suave, casi cuidadoso—. No hace falta la somnolencia para que quiera hacer eso, aunque quizás deberíamos ser más específicas con la categorización o suena como que voy por la calle sosteniendo manos al azar.

    Por demás puede que fuese ridículamente sencillo, me gustaba el contacto físico y si lo limitaba era porque sabía que no siempre era una idea prudente. La gente se aprovechaba o se incomodaba, por eso había que jugar con los límites.

    —¿Debería asumir que vas a quedarte aquí conmigo ya que desperté tu curiosidad?
     
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    Gigi Blanche

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    La forma en que resaltó los puntos interesantes de mi confesión y arrojó la pregunta se me antojó delicada y atrevida. Solté el aire por la nariz, jocosa, y suspendí un breve silencio mientras distraía la vista en el movimiento de su cabello, los reflejos tan pálidos y sutiles que lograba arrancarle la iluminación ambiente. A ver, si me permitía hacer memoria... Estaba la vez del observatorio con Mason, la sala de arte con Kenneth y Akaisa, y ahora esta, ¿cierto? Las dos primeras, meras casualidades. La tercera, premeditada. ¿De qué forma le satisfacería que responda? ¿Cómo podría cosquillear su ego? Las posibilidades se acumulaban en mi mente y esbocé una sonrisa sedosa, a gusto. ¿Era lo importante, para empezar? Tal vez no.

    Era lo que me divertía.

    Bonnie lasses tend to catch my attention —concedí, serena—. Peculiar lasses tend to catch my soul. Ye may see the difference someday.

    Or not.

    Al llegar a su lado y ofrecerle mi mano, ella la aceptó sin complicaciones y su broma me hizo cierta gracia. Era probable que no se tratara del sueño sino de sus inclinaciones a secas; después de todo, no era la primera vez que me permitía tocarla según me apeteciera. Bajé la mirada a nuestras manos y las giré con suavidad, dejando la suya arriba. La atraje hacia mí y deposité un beso delicado, apenas una caricia sobre su piel. Peculiar o no, era bonita y parecía inocente.

    —¿Qué ameritaría la excusa? ¿Esto, quizá? —inquirí tras erguirme, fue más bien un planteo retórico o una mera reflexión, y acaricié su mano con el pulgar, absorbida en la imagen—. Such a fair skin...

    Su siguiente pregunta me arrancó de mi breve ensimismamiento. Subí a sus ojos bastante de repente, permanecí en ellos y, también sin anuncio previo, sonreí.

    —O podrías venir conmigo.

    Me colé en el espacio frente a ella, con una pierna a cada lado de las suyas, y busqué su otra mano para jalar de sus brazos hacia mí suavemente, instándola a incorporarse.
     
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    Zireael

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    Solía tentar los límites con cierta intencionalidad, en un espacio con un montón de tablas aparecía y buscaba las que crujían para, tal vez, avanzar con algo más de fluidez. Algunas personas eran más permisivas, otras más reservadas y algunas parecían más complicadas de leer, actuaban según impulsos de energía que a veces ni siquiera parecían tener una carga negativa o positiva. Puede que Morgan encajara en esa categoría.

    I hope I do —concedí con sencillez a lo que me dijo y me permití una sonrisa algo más amplia.

    ¿Puede que fuese yo quien estaba siendo atraída por la peculiaridad? La idea no sonaba tan extraña, tampoco tenía interés en retroceder por haber pensando en esa posibilidad y por ello sólo dejé el pensamiento existir de una manera similar a como simplemente había tomado su mano. Ella giró nuestras manos de forma que la mía quedó arriba, la atrajo hacia sí y depositó un beso allí, delicado, pero la sensación me cosquilleó en la piel.

    Regresé la espalda a la butaca, pues me había quedado en la posición de antes, y usé la mano libre para dejar la comida en el asiento de al lado, sólo por no tenerlo encima. Lo que preguntó consiguió sacarme una risa liviana, no sonó como algo que requiriera una respuesta y luego el apunte a mi piel me hizo deslizar la mirada a nuestras manos.

    —Creo que la pregunta es si necesitamos la excusa para empezar —acoté de todas maneras.

    Lo que pregunté después hizo que me mirara de forma un poco repentina, recibí su mirada y esperé. Reflejé su sonrisa antes de darme cuenta en realidad y luego me dijo que podría ir con ella, se coló en el espacio, una pierna a cada lado de la mía, y buscó mi otra mano. Cedí como hasta ahora, me incorporé y una vez de pie la miré sin deshacer la sonrisa.

    —Puedo, ¿pero a dónde vamos?
     
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    Gigi Blanche

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    Su respuesta consiguió dejarme contenta. En líneas generales me parecía una chica fácil de llevar y que se adaptaba con sencillez a lo que se me ocurriera, cosa que tendía a agradarme. No creía que hubiese ingenuidad o ilusión en sus supuestas esperanzas, tal vez sí un chispazo de curiosidad. En cualquier caso, me bastaba mantener su atención sobre mí. A veces me divertía pasar tan inadvertida como un fantasma y a veces se me antojaba irresistible absorber por completo los sentidos de alguien más. Era mi propia vanidad, tal vez, mi propio capricho egoísta.

    Aceptó el beso sin inmutarse como venía aceptando todo lo demás, la pequeña certeza se apiló con las otras y su apunte me arrancó una risa nasal, liviana y jocosa.

    —Yo no necesito excusas para nada —rebatí, tranquila, y agregué aún sin mirarla—: Do ye, love?

    Me dediqué unos sólidos diez segundos a admirar su mano como si fuese la cosa más maravillosa del universo y entonces le extendí la invitación. La idea se me había ocurrido desde que me detuve a su lado, luego me distraje brevemente con otras cosas y su acotación me ayudó a retomar el cauce. Que siguiera adaptándose a mis tonterías no hacía más que aumentar mi satisfacción. Sentí un gusto ridículo al verla erguirse, no disimulé lo encantada que me encontraba y paseé la vista por sus facciones, ahora que el acotado espacio la había dejado apenas a centímetros de mí. Ella era un poco más alta que yo.

    Solté una suerte de suspiro por la nariz y me liberé una mano, extendiendo mi mirada un poco más allá. Su cabello, la línea de su mandíbula, su cuello.

    —Se me ocurrió invitarte a un pequeño sitio escondido que descubrimos el otro día —murmuré, distraída en mi tarea, y con la misma liviandad rocé su cuello con movimientos ascendentes—. Tenemos que salir afuera, pero tengo un paraguas en los casilleros. Eso si no te molesta compartirlo conmigo, claro.

    Mi sonrisa se estiró fugazmente y mis yemas continuaron su recorrido. Tracé la línea de su mandíbula y me entretuve en su barbilla, aprovechando el disimulo de la excusa para mirar sus labios. De regreso, acomodé la mano hasta acunar su mejilla. Alcancé las raíces de su cabello y acaricié su piel con el pulgar, disfrutando de cada gota de contacto. Regresé a sus ojos.

    —¿Qué dices, linda? ¿Te gustaría venir?
     
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    Zireael

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    Oírla decir que no necesitaba excusas para nada me ensanchó la sonrisa un poco más y ante la pregunta me encogí de hombros; sí y no. Cuando los límites eran difusos acudía a las excusas, cuando podía leerlos con claridad no eran necesarias en realidad. Era una cuestión de percepción, digamos, un poco de vibras tal vez.

    Se quedó viendo mi mano y yo permanecí quieta, el sueño se me había espantado, pero sentía algo de aturdimiento que bien podía asociar a la oscuridad del espacio. Con todo, al decidir levantarme seguí recuperando algo de funciones por decirlo de alguna manera, la distancia que consumí al quedar de pie me permitió verla mejor y volví a sonreírle, satisfecha con la cercanía.

    La escuché respirar, fue una suerte de suspiro, y dejó ir una de mis manos. Sentí su mirada encima, pero yo me distraje en los bordes de su melena corta en tanto la oía. El roce en el cuello me distrajo, me cosquilleó en el cuerpo como una proyección de electricidad, no fue brusca, pero sin duda la sentí y respiré con cierta pesadez.

    Noté su sonrisa, su tacto continuó el recorrido hacia la mandíbula y la sonrisa se me tiñó de un dejo de diversión. Me había valido de una excusa para hacer una tontería parecida hace no mucho y me hizo gracia que se solapara de esta manera, pero más allá de la gracia... No cuestioné nada de lo que estaba pasando en esta sala.

    Era un poco codiciosa a fin de cuentas.

    En el camino de regreso acunó mi mejilla, volví a inhalar con lentitud y al soltar el aire lo hice de la misma forma. Relajé en rostro en su dirección, eso acentuó el contacto posterior en las raíces del cabello y parpadeé despacio una vez más. Sostuve su mirada después cuando me preguntó si quería ir y colé la mano en el espacio entre nosotras, alcancé a correr algo de su cabello tras su oreja, en el retroceso delineé su mejilla con el pulgar y me sonreí como si nada.

    —No tengo problema en compartir el paraguas —contesté un par de segundos después, por la pura tontería, y dejé caer el brazo sobre su hombro—. Llévame contigo.

    Deslicé apenas los dedos por el cuello del uniforme, como si pretendiera acomodárselo aunque no hacía falta y la miré con cierta intensidad de la que fui consciente con algo de retraso y no me molesté en filtrar. A saber dónde iba a terminar metida por acceder a irme con alguien, pero no sería la primera vez. Era la misma que iba a meterse a un bosque con doce años, ¿qué diferencia había?

    —¿Te parece si me vas contando sobre este lugar mientras tanto o vas a dejar que el sitio hable por sí mismo?


    el zukulemtho fue por el tremendo GAY PANIC que estoy viviendo ahora mismo mientras Ilana está tan tranquila, there's no fucking way

    te la puedes llevar, ella acepta su destino (???
     
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    Amane

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    ¡Aquel definitivamente iba a ser el día! A lo largo de aquellas semanas habías estado apuntando en mi libreta especial varias ideas, así que lo único que me quedaba era juntarlas en una escena que tuviera sentido, ¡y eso no parecía ser tan difícil! Y sí, era cierto que había pensado lo mismo nada más ponerme con toda la tarea y me había estampado de lleno en un bloqueo creativo a los minutos de empezar, ¡pero esta vez iba a ser muy diferente! Era probable que hubiera acabado inspirándome un poco en mí misma, quizás también un poquito en cierto Kouchii, y solo quizás había acudido a la hipotética reserva de escenarios que había creado en mi cabeza.

    Entré al salón de actos muy decidida en cumplir mi misión, pues, pero todo mi ímpetu se vio interrumpido en el momento en el que vi el bulto que había en el centro de la sala. Tuve que entrecerrar un poco los ojos para ver mejor, aunque a medida que me fui acercando, la identidad de la silueta misteriosa se volvió cada vez más evidente. Era el pelo rubio desparramado por todo el suelo, claro, y también... bueno, otro par de propiedades que la hacían destacar con facilidad.

    —¿Ali? —aventuré al alcanzarla, inclinándome apenas para poder verla desde arriba—. ¿Qué haces ahí tirada? ¿No te duele la espalda?

    —No, no. Actually, esto es bueno para la espalda, ¿sabías?

    —Estoy bastante segura que mi fisioterapeuta estaría muy en desacuerdo contigo —repliqué con una evidente nota de diversión en el tono de voz.

    Well then, I'll reveal you my secret...

    La chica había mantenido los ojos cerrados hasta ese momento, en el que por fin abrió uno para mirarme con lo que parecía ser una chispa de curiosidad. Capté al instante que no pretendía revelar su gran secreto en voz alta, por temor a que alguien indebido lo escuchara también, por supuesto, así que me tumbé a su lado tras mirar a mi alrededor para asegurarme de que estábamos solas.

    >>El aire está más frío aquí abajo —confesó una vez estuve acomodada, y la seriedad con la que lo dijo fue tal que me fue imposible reprimir la risa que me provocó.

    —¿En serio? —cuestioné, haciéndome la sorprendida—. No tenía ni idea.

    I know, es una información que los servicios secretos de Estados Unidos han mantenido a muy buen recaudo durante muchos años. No quieras saber lo que hice para poder aprenderla...

    La chica estaba tan metida en el teatro que hasta logró fingir un escalofrío reprimido al rememorar tales recuerdos, y aunque tuve intenciones de concentrarme para seguirle el asunto, la diversión fue más fuerte que yo y acabé fallando de manera estrepitosa.

    —Eres muy graciosa.

    Why, thank you, lovely~

    well, dejo por aquí a estas solo porque me apetecía rolearlas a ambas y pensé que la mejor solución era juntarlas JAJAJ pero si alguien quisiera caerle a alguna de las dos pues puede asumir sin problema que la otra se fue :D
     
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    Zireael

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    Después del fin de semana no me habían dado las energías para levantarme el lunes para llegar a las putas ocho de la mañana a la escuela, ni de coña. El despertador sonó, lo apagué y dormí algunas horas más, escuchando como Izu y Sei se iban a la escuela en algún punto. Para cuando reviví y me levanté noté que me habían dejado algo de pan y una caja de jugo de naranja, también arroz por si se me antojaba almorzar en vez de desayunar. La verdad fue que a duras penas mordisqué el pan, estaba demasiado atontado y quizás nervioso también, algo que de por sí no era propio de mí.

    Mientras me prepara para ir a la academia le di vueltas como imbécil al asunto de los chocolates, Cayden me había ayudado con una paciencia infinita que no lo había visto usar casi nunca en la vida y ahora me tocaba a mí tomar decisiones, pues él tampoco había querido impulsarme a hacer una cosa o la otra, dándome tiempo a procesar qué quería hacer yo en verdad. A medio vestir me dediqué unos sólidos diez minutos solo a ver la caja rosada con los bombones, pensando y pensando a qué respondía el asunto, si a darme paz mental a mí, a tener decencia una vez en la vida o a solo Dios sabría qué.

    Sinceramente en este tiempo la cabeza no me había funcionado para casi nada más que pretender sobrevivir. Que Shinomiya que era el que había convocado a Shiori en la azotea, la cagada con Sasha, el viejo muerto, el dinero y las medicinas psiquiátricas que Sei había sacado de quién sabe dónde. Sabía que nada era excusa, que habría podido sacar cinco minutos de mi vida, pero me sentía tan quemado hace meses que, por fuerza de hábito, elegí lo más sencillo que era no hacer nada. Me había empezado a joder más el asunto cuando se la mencioné a Fanny y luego cayó esto del White Week que no sabía si sería el último clavo de mi tumba o qué.

    En fin, que con dilema moral o no guardé la caja de chocolates con cuidado de no hacerla mierda en el trayecto a la escuela y me fui de casa cuando por fin estuve listo, calculando que iría llegando cuando el receso tendría un poco de haber comenzado y así fue. Aparqué la moto, entré para cambiarme los zapatos y seguí dando vueltas respecto a la caja que traía en la mochila. ¿Qué coño pasaba? ¿Tenía doce años ahora? No recordaba la última vez que había pensado tanto, ¡a voluntad!

    Al caer al pasillo me distrajo el destello rosado al colarse al salón de actos y me quedé estático allí, con las facciones comprimidas, tratando de tomar una nueva decisión. No fui capaz de ordenar ideas, así que acabé desviándome al baño un momento, me mojé la cara y me fumé medio cigarro a las prisas, tirando el resto al inodoro y tirando la cadena. Para cuando volví a salir mandé todo a la mierda y corté la distancia hacia el salón, colándome en el espacio con la ansiedad repicándome en el cuerpo.

    Avancé algunos pasos, pero me quedé a cierta distancia y puse la mochila en una de las butacas. Suponía que ella ya se habría dado cuenta de que alguien había entrado y aunque el cuadro general era entre chistoso y cuestionable, me quedé plantado en esa suerte de espacio muerto antes de atreverme a abrir la boca.

    —Ri-chan —la llamé con una calma que seguro me saqué del culo—. ¿Puedo molestarte unos minutos?

    its me, hi, im the problem its me

    asumí que Ali se fue como dijiste en el spoiler, porque imagina que encima del embrollo 1 meta el embrollo 2 al mismo tiempo (???
     
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    Amane

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    Aquello no había estado para nada entre mis planes para el receso, pero no podía negar que me lo estaba pasando demasiado bien como para importarme. La cosa era que Alisha había empezado a contarme toda clase de chismes sobre los alumnos de la escuela y, claro, yo estaba encantada escuchándola. Que si uno había engañado a su novia con otro chico y ella no lo sabía, que si la tutora de su clase tenía Tinder y una vez le salió de fiesta en Roppongi, que si cierta pareja bien conservadora le había propuesto un trío y que, al parecer, alguien había visto a Patterson-sensei hablando con alguien bastante sospechoso. Honestamente, papá podría crear una serie entera solo con lo que pasaba en un año dentro de esta academia...

    Oh, shit.

    —¿Qué pasa?

    —Acabo de acordarme que había quedado con alguien para almorzar hoy... Perdona, bonita, pero voy a tener que dejarte sola. No me eches mucho de menos, ¿sí~?

    —Sí, sí.

    Me despedí de ella sin perder la sonrisa divertida en ningún momento, sobre todo al seguir sus movimientos apresurados con la vista, y levanté una mano para despedirme de ella mientras veía como se alejaba hacia la puerta. Suspiré con suavidad una vez me quedé sola y saqué mi cuaderno, centrándome en hacer lo que había venido a hacer en un principio. Escuché la puerta volviéndose a abrir al poco rato, pero asumí que era Ali volviendo porque se había olvidado de algo y no le hice mucho caso; por ello mismo, me sorprendí cuando lo que escuché después fue una voz masculina.

    >>Oh... —murmuré, sin poder esconder el tono de sorpresa, y tardé unos segundos extras en ponerme en pie, mirándolo fijamente tras pestañear con rapidez un par de veces—. Ah, sí... claro, claro. ¿Qué necesitas, Aratín?

    La verdad, no tenía ni idea de que esperar.

    JAJAJAJA of course, no hay problema
     
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    Zireael

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    La falta de reacción en la silueta de Riamu al notar a alguien entrando me llamó la atención, pero no le di demasiadas vueltas y lo dejé correr. Desde el lugar que había elegido ocupar, con la distancia que no me atreví a romper, la noté escribiendo y eso me distrajo unos segundos, aunque finalmente la llamé. No me pasó por alto el tono de sorpresa en su voz y siquiera pude culparla, la verdad. Entre que era yo y sin dudas había interrumpido, pues era esperable.

    Se levantó y me miró, incluso con la distancia que había mantenido sostuve sus ojos y cuando accedió pensé que, de hecho, la echaba de menos y no había hecho nada por ese sentimiento ni siquiera cuando tenía a la criatura en el salón de clase todos los putos días, aunque tampoco era que hiciera nada por casi ninguna de mis emociones en general. Su pregunta me puso a trepar los pensamientos de nuevo y en vez de contestarle de inmediato, abrí la mochila para sacar la cajita. La traía envuelta en una bolsa de la tienda, para que al menos algo de la sorpresa se disimulara.

    Tomé aire y entonces corté distancia hacia ella, hasta que la alcancé y le extendí la bolsa con delicadeza. Debía parecer salido de la putísima nada, en parte lo era, ¿pero si no hacía nada ahora, lo haría alguna vez? Aún pensando en ello solté el nudo de la bolsa de la tienda y extraje la caja de bombones, era del tono de rosado de su cabello y el lazo era blanco. La otra bolsa la hice una bola y la zambullí en el bolsillo.

    —¿Viste el letrero ese en el tablón? —comencé y me llevé la mano libre a la nuca, rascándome la parte rapada del cabello ya de paso.

    Me di cuenta que así como cuando la cagada de Sasha estaba esperando el peor desenlace, siquiera estaba dándole tiempo a ella para... Ni idea, ¿pensar? Al caer en ello tomé un montón de aire, lo solté despacio y busqué sus ojos, pues al haber llegado delante suyo sin querer había evitado su mirada.

    —¿Sabes lo difícil que es cocinar? Casi le prendo fuego al agua —bromeé junto a una risa floja porque un poco era lo único que sabía hacer, pero unos segundos más tarde intenté poner mis neuronas en fila—. Lo siento, Ri. Digo, porque sé que pongo distancia sin dar motivos y todo y siquiera me paro a pensar en lo que causa y al ver el letrero ese pensé en ti y en que quería poder traerte algo, porque me sentía bien contigo y tal.

    ¿Por qué esto de repente sonaba tan vergonzoso?

    >>¡Puede que tampoco sea yo tan importante, pero no sé! Dios, qué desastre. En fin, eso, que quería traerte un regalo y poder disculparme si te hice sentir mal.


    Si Ri acepta y abre la caja va a encontrar seis bombones, la mitad son de chocolate con leche y la otra de chocolate blanco. Están rellenos de caramelo, fresa y unos tienen licor
     
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  11.  
    Amane

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    Seguí con la mirada todos los movimientos de Arata, sin poder disimular la curiosidad que sentí con cada uno de ellos. En lugar de responderme a la pregunta, pude ver como sacaba algo de su mochila, y tras acercarse a mi posición, distinguí que se trataba de una simple bolsa de mercado. Era evidente que traía algo dentro de ella, así que me quedé esperando pacientemente a que revelara el contenido, y cuando lo hizo, mis cejas se alzaron presa de la sorpresa.

    Separé la vista de la caja cuando me habló, levantándola para poder mirarlo al asentir una vez con la cabeza, y al rato continué escuchándolo mientras intercalaba miradas entre la caja rosada y su rostro. Eso era lo que yo creía que era, ¿cierto? Tenía que serlo. La caja tenía un lazo y me estaba hablando del cartel de la White Week, así que debía serlo. Pero... ¿por qué? Fruncí el ceño cuando alcancé sus ojos por última vez, en una expresión que seguía siendo de pura confusión. No pretendía ser maleducada con él al actuar de esa manera, era solo que... ¿acaso lo había convocado con la mente? Quizás solo fuera casualidad, claro, ¡pero prefería pensar que era psíquica!

    Extendí los brazos para coger la caja cuando terminó de hablar, pues me daba mucha curiosidad lo que hubiera en su interior; sobre todo si había hecho que Arata se comportara como un pobre niño avergonzado. La giré un par de veces para mirarla desde ambos lados y al final, tras unos segundos, levanté la tapa con cuidado. ¡Lo sabía! ¡Sí que eran chocolates! Cogí uno de los blancos y lo miré con... bueno, valga la redundancia, pero seguía dándome curiosidad todo el asunto.

    —¿Los has preparado tú? —le pregunté por fin, aparentemente tranquila—. Esto... no me has hecho sentir mal. ¡Quiero decir! No tienes ninguna obligación conmigo, así que no deberías tener que disculparte por nada... ¡pero gracias, eh! Me gustan mucho los chocolates, así que te lo agradezco~
     
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    Zireael

    Zireael kingslayer Comentarista empedernido

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    La evidente sorpresa de Riamu quería hacerme gracia, pero a la vez estaba poniéndome más nervioso, aunque la verdad no podía culparla por ello. Incluso si no me hubiese ido a la mierda, lo cierto es que no era la clase de persona que hacía estas cosas, que compraba los implementos y hacía el intento de preparar algo casero. Había tirado el orgullo para pedirle ayuda a Mason y luego, ante su negativa, le pedí auxilio al siguiente en fila aunque temía ser rechazado también por los eventos recientes.

    No era una buena persona, había hecho de todo para sobrevivir y olvidar, para mantenerme en pie, pero ahora también quería de alguna forma enmendar parte de mis errores, al menos algunos de ellos. No significaba que fuese a volverme perfecto en algunas semanas ni nada, pero quizás si escuchaba mis propios consejos y dejaba de resistirme pudiera fingir ser un chico de diecinueve años por una vez en la vida.

    En vez de mencionarle a Fanny una lista de amigos que a veces no sabía si podía seguir llamando tales.

    Pues les fallaba a todos.

    Ri tomó la caja, la giró para mirarla y entonces me quedé callado, sin encontrar ninguna tontería que decir al respecto. Cuando levantó la tapa busqué sus ojos, quizás para medir su reacción, lo que seguía presente en sus facciones seguía siendo curiosidad y algo de los nervios quiso dar paso a la ternura. No dije nada, eso sí, y cuando preguntó asentí con la cabeza. Me pregunté, también, hasta donde sus palabras eran verdad, pero no me atreví a cuestionarla por mucho que para ciertas cosas tuviera el ego desbordado. No creía ser tan importante en la vida de nadie.

    —Me ayudó un amigo porque yo soy una bestia cocinando y no había intentado hacer un postre en mi vida —expliqué cambiando el peso de una pierna a la otra—. Además, habría sido muy vergonzoso traerle a la chica que le gustan los dulces unos chocolates todos feos, ¿no crees? Probé unos, así que al menos soy la prueba viviente de que no vas a terminar intoxicada.

    Al hablar había dejado la vista suspendida en la caja nuevamente, pero volví a buscar su mirada y le dediqué una pequeña sonrisa. Luego miré el salón de actos, las butacas vacías.

    —¿Puedo quedarme contigo? Está muy raro solo dejarte los chocolates y desaparecerme como repartidor de Uber —arriesgué en voz baja, sin poder evitar decir una estupidez—. Aunque estabas haciendo algo, ¿te corté la inspiración?
     
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