Ciudad Témpera

Dante Miles

Sonrió bastante complacido con que el intercambio de vinos hubiera tenido un final feliz como lo sospechaba, un sabor más amable y fresco al paladar era mucho mejor que un sabor un poco más agresivo y concentrado como lo era su Suavignon Blanc. Tomó la copa, le dio un trago esperando el golpe detrás de su garganta y aunque si hizo una pequeña mueca cuando ese momento llegó, disfrutó del sabor en general que dejaba una vez que pasaba ese primer golpe.

—No es algo que pediría seguido, pero creo que no está del todo mal, quizás me acostumbre mientras más tragos vayan ocurriendo.

"Espera, ¿discutiste con Destiny por mí?"

Contuvo una pequeña risa al recordarlo, si su memoria no le fallaba, habían tenido bastantes roces cuando estaban solos hasta que, de algún modo, lograron simplemente volver a llevarse bien, como si nada hubiera pasado. —Unas cuantas, sí, ¿creo que era porque a veces pasábamos mucho tiempo juntos? Quizás un poco la misma dinámica que tú sentías con Alpha, lo cual es gracioso en cierta forma... pero, eventualmente nos relajamos y logramos hacernos cercanos.

¿Quizás cuando inició su relación con Alpha o cuando su relación con Liza ya era más notoria para los demás como una hermandad? No lo recordaba del todo pero tampoco sentía que fuera demasiado relevante.

Brindó con una sonrisa divertida por los comentarios dados por las chicas y cuando llegó la comida no tardó tampoco demasiado en iniciar a comer para saciar el hambre —Me alegra que te guste, ojalá en alguna recomendación consideres lo del sushi o quizás iniciemos con esta pasta con salmón, sería un buen primer paso~ —Luego dirigió su mirada hacia Mimi —, ¿qué tal tu platillo? ¿Dirías que valió la pena?

Desde su perspectiva se veía bastante bien, incluso suponía que también desde la de Liza para que se animara a pedirle un poco pero, tampoco sabía que tan cercano pudiera estar su platillo a algo que ella estuviera acostumbrada.

 

Liza White

Mimi rechazó tajantemente mi petición y dejé caer mis hombros, derrotada, sin borrar del todo la sonrisilla que me bailaba en los labios. No podía reprochárselo, me había metido con su plato y ahora pretendía hacer que nada había pasado. Aunque todo había empezado por ella y su bocaza, ¡que conste!

Recogí la mano, dispuesta a regresar a mi plato sin nada más que hacer, cuando su voz me alcanzó y me hizo volver a mirarla. Su tono se suavizó de forma considerable y aceptó, siempre y cuando pudiese probar de mi plato de igual forma.

Mi expresión se iluminó y la miré con ojillos brillantes. Si fuese un Lillipup, en ese instante estaría moviendo la cola de un lado al otro.

—¡Gracias! —Le agradecí, animada, y pinché con cuidado uno de los trozos poniendo una mano bajo el tenedor, para evitar manchar la mesa. Soplé un poco y me lo llevé a los labios—. En realidad eres un peluchito en el fondo, lo sabes, ¿verdad?

La forma de la pasta de Mimi era curiosa, sí. Tenía bastante relleno dentro, abultando su aspecto, y la salsa que lo acompañaba se deslizaba por los costados amenazando con caer en cualquier momento. Lo mordí sin darle más vueltas. Al inicio hice una mueca, pues no esperaba ese tipo de sabor. Pero mientras más masticaba y me acostumbraba a la mezcla, podía decir que no estaba taaan mal.

Era... distinto a lo usual, sí. Pero no por ello me desagradaba.

—Esta cosa llena bastante, ¿eh? Está muy cargado —Noté que su plato no poseía una ración exagerada y comprendí el propósito. Asentí ante su mirada curiosa, probablemente aguardando por un veredicto final de mi parte—. No está mal, es comestible. Peeero creo que me quedaría con mi fetunosequé, si tuviera que decidir.

¿Iba a esforzarme por decir el nombre algún día? No en mi guardia. Le tendí a Mimi el plato entonces, a una distancia suficiente para que pudiera alcanzar con su tenedor.

>>Todo tuyo.

 

Mimi Honda

—¿Qué se supone que significa eso?

Pregunté con una risa cuando me dijo que era un peluchito en el fondo. ¿Que era suave y abrazable? Sonaba muy lindo.

Liza probó el pansotti, pero por su expresión podía imaginar claramente lo que pensaba de él. Las verduras en su interior, en especial la borraja, no solían ser del gusto de todo el mundo. A mí me gustaba el toque exótico, era orégano salvaje y eso fue lo que le respondí a Dante. Quizás un poco amargo... pero lo compensaba el vino.

La segunda copa, en este caso.

Su veredicto final no me tomó de sorpresa. El punto del pansotti es que estaba pensado para ser plato único, pero no quería quedarme con hambre o llenarme demasiado y no probar los profiteroles después. Tras todo el esfuerzo conjunto en la cocina sería un desperdicio.

Decidió que su plato de pasta aplastada sabía mejor.

—Fetuccine—la corregí con una risa y extendí la mano para tocarle la mejilla con el índice—. No es tan difícil, ¿verdad? Vamos Liz, puedes hacerlo.

 

Liza White

"¿Qué se supone que significa eso?"

—Que por muy dura que te hagas, eres demasiado blandita en el fondo —solté una risa baja, entretenida con la situación. No era como si no lo supiese desde siempre, pero con el gesto de su plato lo había dejado demasiado claro. Cerré uno de mis ojos, fingiendo una culpabilidad que no sentía en realidad—. Haces que me aproveche un poco y todo~.

Dante le preguntó a Mimi si su plato había cumplido con lo que buscaba, pero era más que evidente que no era la primera vez que lo probaba. Las verduras y yo teníamos una relación complicada, así que no le veía tanto el punto. Pero me alegraba que todos estuviésemos satisfechos con nuestra cena. Se lo haría saber a la camarera más tarde.

Mientras aguardaba a que Mimi probase el plato innombrable, noté que me picaba la mejilla. Me contagió la diversión en sus gestos y negué con la cabeza, aguantándome un poco la risa también. Era evidente que a esas alturas no decía el nombre por la propia tontería más que por la dificultad de la palabra en sí.

—Me niego —dije con rotundidad, cerrando mis ojos—. No permitiré que el nombre de este plato me gane de nuevo. Una retirada a tiempo también se considera una victoria.

La cena se sucedió así con normalidad. Dante me sugirió probar de su plato también, para irme acostumbrando al sabor del salmón y poder adentrarme algún día en el extraño mundo del sushi (ew). Y aunque me mostré algo reticente al principio, terminé por envalentonarme mas tarde.

No había dos sin tres, ¿no?

—Es... raro —Fue lo primero que dije, saboreando el trozo que me llevé a la boca. El salmón tenía un sabor intenso, un tanto salado, pero se acoplaba bien al resto de ingredientes, sorprendentemente—. Hm. Cuanto más lo pruebo, más me gusta —Enarqué una de mis cejas, escéptica—. ¿De verdad que queda bien con arroz y salsa de soja?

Había establecido que no me gustaba el sushi únicamente por prejuicios estúpidos sacados de la nada, pero jamás lo había probado en realidad. Si el salmón me empezaba a gustar... suponía que era un punto de partida.

Pero no iba a ser en un futuro cercano. Suficiente cata de platos diferentes por hoy.

 

Mimi Honda

Entonces... ¿era blandita como un peluche en el fondo? La idea en otro contexto quizás me hubiera molestado o avergonzado, pero en ese momento me hizo gracia. ¿Era así de verdad? Tipo... acero/Hada. No, no, no. Tipo Lucha/Hada. Tipo... ¿Eléctrico/Hada?

—Qué mala~—hice un mohín cuando fingió una culpabilidad que no sentía—. Te quieres aprovechar de una pobre dama como yo. No tienes vergüenza.

Pinché los fetuccine y giré el tenedor, enrollando la pasta alrededor de este. Lo había probado antes, pero suponía que habría diferentes recetas para un mismo plato, así que me dispuse a probar esos. No... estaban mal. La salsa era cremosa y ligeramente dulce. ¿Quizás por eso los prefería a los pansotti?

A medida que pasaban los minutos podía sentir un calor agradable que se extendía desde mi pecho a mis extremidades, mi rostro e incluso la punta de mis dedos. Era una sensación que me hacía sentir liviana, tal vez algo eufórica. Repentinamente todo me resultaba extrañamente gracioso.

Liza probó el salmón del plato de Dante—ese estaba cocinado de todas formas— y pareció encontrarlo no tan repugnante como pensaba. La pregunta que me acudía entonces a la mente era... ¿nunca había comido pescado antes? ¿Pero qué clase de dieta tenía esta chica?

—Mhm-mhm—asentí cuando preguntó si el sushi realmente sabía bien antes de tomar un poco más de vino—. Y algas nori.

 

Dante Miles

Se sorprendió un poco de ver que Liza genuinamente probaba el salmón de su platillo, si bien si lo había dicho, aquel comentario era más hipotético o incluso una broma que no debía ser tomada en serio pero no la detuvo. Solo se quedó mirando expectante a su reacción, casi con sus dedos cruzados para que no fuera realmente negativa y que hubiera, esperanza de que en algún futuro pudiera introducirla a platillos que Mimi como él disfrutaban.

Y...¿fue un éxito?

—Ha decir verdad sí, puede ser bastante rico, algún día cuando te sientas más lista probamos... aunque también hay sushi sin pescado crudo como el futomaki, kappamaki u otros varios que no recuerdo su nombre en este momento —Sonrió bastante feliz de ese avance en ese aspecto —. Aunque quizás también introducirte a platillos con pescado cocinado primero sea una idea un poco más cómoda antes de saltar a los sushi tradicionales para probar.

Continuó comiendo por unos minutos como las demás hasta que finalmente se animó a hablar de nuevo —¿Saben? Nunca me había tocado verlas convivir por un largo periodo de tiempo y ha decir verdad me agrada bastante, agradezco que tengan una amistad así linda y puedan interactuar de la manera en la que lo hacen. Tienen suerte de tenerse una a la otra.

 

Liza White

No era la primera vez que comía pescado, hasta yo tenía límites con mi dieta. Pero sí era la primera vez que probaba el salmón en sí. Y como era muy usado en el sushi, era un paso importante… O eso creí, porque de pescado cocinado a pescado crudo había un trecho importante. Igual preferí creer en las palabras de ánimo de Dante, y en que había sido un pequeño paso en la dirección correcta.

¿Cómo se solía decir?

Un día a la vez.

Mientras la cena continuaba, el chico señaló la relación que tenía con Mimi, haciendo que le escuchase con curiosidad. Aunque nuestra amistad ya tenía su tiempo, era cierto que no habíamos llegado a coincidir con él, ya fuera por actividades de los holders como por nuestra propia cuenta. Esa era una de las razones por las que quise cambiar esa situación hoy.

Intercambié miradas con Mimi, suavizando mis gestos.

—Bueno, realmente o nos queremos o nos matamos, no hay término medio —solté una risa. Era evidente que estaba exagerando y que nuestra relación no solo se reducía a eso—. ¿Tú qué dices, Mims? ¿Confirmas o desmientes?

 

Mimi Honda

¿El futomaki no llevaba pescado crudo? Hice una pequeña mueca. Juraría que sí. Es decir, solo era un rollo de sushi más grande de lo normal, pero seguía siendo un rollo de sushi. A no ser que fuera futomaki tempura o algo así. El kappamaki, sin embargo, era una opción vegana que yo misma solía disfrutar. Ah~ ¿Por qué no habíamos ido a comer sushi? Igual estaría... bebiendo sake en lugar de vino ahora.

Ew, no. No había podido con el Suavignon Blanc, no iba ni a poder oler ese. Ya estaba ligeramente mareada con el Moscato. De hecho... empezaba a sentir más calor que antes. ¿Cuanto había tomado? ¿Dos copas y media?

Huh.

Solté una pequeña risa cuando White me cuestionó y me incliné hacia el lado, apoyando mi cabeza en su hombro. Nuestra relación era... curiosa, por decirlo de alguna forma. Chocábamos constantemente por las cosas más tontas, pero nos apoyábamos de forma incondicional. Sí que me sentía muy afortunada de tenerla a mi lado.

—Yo te quiero mucho, Liz—dije y froté mi rostro contra su hombro—. Mucho. Mucho.

 

Liza White

Había estado tan entretenida durante la cena charlando, compartiendo confesiones varias y probando platos nuevos, que había pasado por alto algo. Algo de vital importancia. Había notado que Mimi llamó a la camarera alguna que otra vez, sí, pero no había asociado sus visitas a la preocupante velocidad con la que había ido acabando su bebida. La copa que tenía ahora mismo a su lado estaba por la mitad, e intuía que ni siquiera era la segunda.

Todo encajó de golpe cuando se apoyó en mi hombro mientras hablábamos, refregándose con la actitud de un Purrloin mimoso. Enarqué una ceja, suspicaz, al escucharle decir lo mucho que me quería, con ese tono cursi que no iba para nada con ella.

Oh, cielos.

—Mimi —La llamé y la sostuve de las mejillas, haciendo que me mirase. Sus mejillas habían adquirido cierto color y solté una risa baja, incrédula—. ¿Cuánto has bebido? ¿Acaso no te enseñaron que el alcohol debe tomarse con más tranquilidad, boba?

Beber demasiado rápido provocaba que te subiese mucho más deprisa… Como le estaba pasando en ese instante. Si seguía así mañana iba a tener una resaca horrible. Solté su rostro y aparté la copa, lejos de su alcance. De repente me sentía como su hermana mayor y era gracioso, porque no dejaba de ser un año más pequeña.

>>Yo también te quiero, pero suficiente Moscato para ti por hoy —sentencié con cierta gracia en la voz. Ver a Mimi ebria no había estado entre mis planes esa noche, y no sabía qué esperar. Esperaba no tener que llevarla a cuestas al Centro Pokémon más tarde.

 

Mimi Honda

No podía contener mis pensamientos. Era como si tuviese algo en la mente e inmediatamente lo saltase por la boca. Tenía la lengua suelta y mis inhibiciones mucho más reducidas de lo normal.

White sujetó de las mejillas para que la mirase y mis ojos conectaron con los suyos. Su pregunta golpeó el orgullo dormido dentro de mí.

—¿A mí que me cuentas?—repliqué con un mohín—. Es la primera vez que bebo. No soy como esos... esos...—mi voz se perdió y apoyé mi mejilla contra su mano como si su calor me resultase reconfortante. Era extraño, porque lo que más sentía era calor—. Es agradable...

Murmuré en voz baja al cerrar los ojos. Aún articulaba correctamente, solo estaba un poco más cariñosa de lo usual, supongo. Podía ser todo lo honesta que quisiera, ni el orgullo ni la vergüenza iban a impedírmelo. Ahora que mis inhibiciones estaban bajas, podía ser... yo.

Y eso podía ser peligroso.

White me quitó la copa y no protesté. Era perfectamente consciente de que más vino podía perjudicarme y ya estaba lo suficientemente "perjudicada" de por sí. ¿Cómo de baja era mi resistencia al alcohol? Era completamente ridículo.

Me aparté de su hombro y enderecé la espalda al regresar a mi lugar en la mesa. El mundo estaba girando muy levemente, pero había algo más girando dentro de mí. Una mezcla de sentimientos confusos en los que no había vuelto a reparar desde aquella noche en Atracadero.

Había algo... que me había estado frustrando desde el comienzo de la noche.

>>Oye, Liz...—hablé tras un breve silencio. No pude cerrar la boca a tiempo, no había nada que me contuviese—. ¿Por qué no te sonrojas? ¿No te pongo ni un poco nerviosa? No es justo. Tú... me pones nerviosa todo el tiempo.

 

Liza White

En el fondo la situación me entretenía y enternecía a partes iguales. No estaba acostumbrada a que fuese tan cariñosa, me daban ganas de estrujarla con cada cosa que salía de su boca, sin filtros de ningún tipo. Si era su primera vez bebiendo alcohol no podía reprocharle tampoco. El hecho de que no protestase cuando le quité la copa me tranquilizó lo suficiente como para simplemente dejarle ser. Al menos conocía sus límites, y tampoco estaba tirando su imagen por la borda ni nada similar.

Todo eran risas hasta que soltó ese comentario de la nada, y me atraganté de inmediato con el vino. Empecé a toser, roja, tanto por la falta de oxígeno como por lo inesperado del asunto.

El hecho de que seguíamos en público también era un detalle importante. De modo que solo se me ocurrió fingir demencia.

—Ya sé que mi actitud a veces te pone nerviosa —admití cuando recuperé mi voz, sintiendo la garganta aún rasposa. Me acaricié la zona, desviando la mirada de sus ojos—, la tuya también me saca de quicio de vez en cuando. ¿Pero por qué sonrojarse por eso?

La cara me ardía y pretendí hacer como que no había escuchado nada, achacando todo a las tonterías que uno soltaba en estado de embriaguez. Pero entonces recordé que los niños y los borrachos eran las personas más honestas, y no supe muy bien qué decir.

Encima, cuando menos lo necesitabas, los recuerdos te jugaban muy malas pasadas. ¿Había alguna necesidad de recordar eso ahora?

¡Ninguna!

—Creo quizás va siendo hora de pedir la cuenta —Busqué la mirada de Dante entonces, intentando cambiar de tema. Hacía no mucho que habíamos terminado nuestros platos, y nos habíamos quedado charlando hasta acabar las bebidas. Quizás a Mimi le viniese bien respirar aire fresco.

 

Mimi Honda

Hice otro mohín, frunciendo ligeramente el ceño cuando hizo esa asunción ridícula.

—No es ese tipo de—

Pero me callé al darme cuenta de un detalle crucial. Al notar su rostro enrojecido y su forma de desviar la mirada lo tuve como certeza. Ella... sabía perfectamente a lo que me refería, ¿verdad? Estaba fingiendo demencia—porque eso era algo que al parecer se nos daba bastante bien—, pero el punto es que lo sabía. Por supuesto que su actitud a veces me sacaba de mis casillas, pero ese no era el punto. Era otro tipo de nerviosismo. Uno que te erizaba la piel y te aceleraba el pulso, calentándote el cuerpo desde dentro.

La realización en un principio me sorprendió haciéndome abrir los ojos con estupefacción, completamente en shock por unos instantes. Pero entonces esbocé una sonrisa... satisfecha. No era tan imperturbable como parecía, ¿huh? Ella también sentía eso, fuera lo que fuese. Esa especie de electricidad extraña, esa chispa sin nombre entre nosotras. Ruborizar a Liza me reafirmó en alguna especie de trono hipotético.

—¿Ya nos vamos? Pero quiero postre... No, no, no. Espera, tenemos postre en el Centro Pokémon~—me reí, como si esa tontería fuese por un momento lo más gracioso del mundo. Descolgué mi bolso de la silla—. Dame un segundo, déjame pagar a mí.

 

Liza White

—De eso nada, bonita.

Me levanté de mi asiento, abriendo la cremallera de mi cartera en el proceso, sin darle espacio a réplicas. Ya había tenido suficiente con que Dante pagase la merienda, ¿y ahora Mimi quería hacer lo mismo con la cena? No, gracias.

>>Esperadme en la puerta. Iré a pagarlo en el mostrador.

Quizás era una clase de excusa en cierta medida, porque yo también necesitaba poner mis ideas en orden. La estupidez de turno me había puesto nerviosa, y ni siquiera sabía bien por qué. Solo era Mimi siendo Mimi. Seguro que mañana no se acordaría de nada.

Me apoyé en el mostrador y, tras unos minutos, la camarera regresó. El número de personas en el restaurante se había reducido considerablemente, y la cercanía de la hora de cierre parecía tenerla esperanzada. Me entregó la cuenta con una sonrisa y contuve el aliento por un instante al ver la cifra. No quise contar qué porcentaje de mi ridículo sueldo era ese, ya era tarde para arrepentirse.

Saqué el dinero y se lo tendí sin pensarlo mucho, esperando el cambio.

—¿Qué tal estuvo la cena?

—Estuvo todo muy bueno —le comenté con honestidad. La chica pareció satisfecha con la respuesta y asintió, calculando las monedas exactas que darme—. Vas a tener que darme la receta de los fetuccine, moriré si no puedo volver a comer eso...

Soltó una risa, y me tendió el cambio y el ticket tras anotar algo que no alcancé a reparar. Guiñó uno de sus ojos, imitando mi gesto de antes.

—Tendrás que venir más veces, entonces.

De acuerdo, ahí me había ganado. Muy smooth, desde luego. Meneé la cabeza, con su risa rebotándome en el pecho como un espejo, y le deseé buena noche y un buen turno. Al menos, lo que le quedaba de este.

—Bueno, ¿vamos a por esos postres?

Dante y Mimi me esperaban en la salida para ese entonces. Eché un último vistazo a la cifra, porque masoquista se nacía, y entonces noté que había algo escrito por detrás, con bolígrafo. ¿Un... número?

Me cubrí el rostro con la mano, adelantándome un par de pasos. La brisa fresca de la noche ayudó a mitigar el calor en mi rostro.

Me iban a matar a este paso, lo juro.

 

Dante Miles

"Bueno, realmente o nos queremos o nos matamos, no hay término medio"

Una pequeña sonrisa entretenida se dibujó en su rostro cuando escuchó ese comentario y asintió —Bueno, quizás por eso dicen que las amistades son una especie de baile, a fin de cuentas, esos sentimientos pueden cambiar con un solo paso. —Bromeó con un pequeño guiño y continuó comiendo con tranquilidad, eran momentos como ese donde en serio recordaba lo bueno de la compañía de personas que apreciabas para pasar el rato.

Y entonces, el alcohol pareció desbloquear diálogos que hicieron que la conversación fuera un poco más interesante.

Prácticamente había activado un modo camuflaje donde poco a poco también iba dando tragos de su bebida que había dejado descuidada cuando a Mimi se le escaba algo que lo sorprendía de buena manera, era como una pequeña telenovela que no sabía que siquiera era una posibilidad y vaya, era tierno.

Le recordaba un poco a cierta amistad suya, pequeños y lindos déjà vu.

Cuando Liza se fue a pagar la cena, terminó su copa de vino, miró a Mimi y con cierto tono juguetón decidió comentar algo rápido —¿Segura que todavía tienes espacio para el postre? Porque parece que ya tenías uno durante la última parte de la comida~ —Soltó una pequeña risa y luego ayudó a Mimi a levantarse para guiarla a la salida para esperar a Liza.

Cuando salió, se puso de cuchillas frente a Mimi y desde esa posición giró su rostro un poco para verla —Vamos, te cargo por si estás muy mareada para caminar, Liza ya nos está dejando un poquito atrás~

 

Mimi Honda

Liza no me dejó pagar e hice una mueca. Sacó la cartera con tal velocidad que no pude detenerla y se marchó en busca de la camarera. Solté un suspiro de circunstancias y me colgué el bolso al hombro. Bueno, como fuese. La próxima vez sería más rápida... ahora mis sentidos estaban un poquito menos agudos de lo que deberían.

Cuando salimos del local, el frío se hizo mucho más presente. Liza salió apresuradamente y nos adelantó, supuestamente, con la idea de ir a por los postres. Pero algo... simplemente no encajaba. Había ido a hablar con la camarera, ¿verdad? Seguro... que era eso.

... Huh.

En ese momento, Dante se ofreció a cargarme. No recordaba la última vez que alguien me cargó... probablemente era muy pequeña.

Mi centro de gravedad se estaba tambaleando un poco pero era muy leve como para ser realmente un problema. Aunque había tomado más alcohol del que debería, podía valerme por mí misma.

—Estoy un poco mareada pero aún puedo caminar sola... creo—trastabillé en ese momento y tuve que buscar apoyo en la pared del restaurante. Dejé escapar una pequeña risa—. ... ¿Sabes qué? Acepto tu ofrecimiento. Solo... procura que nadie nos vea, tengo una imagen que mantener.

Dejé la pared y me acerqué a él, apoyando mis brazos en sus hombros para tener cierta sujeción en el momento en que se incorporó para cargarme. Apoyé la mejilla en su hombro y cerré los ojos.

Ah, era tan cálido.

>>Eres todo un caballero, Dante—murmuré—. Me gustan las personas así.