Mini-rol Samurai Senso | Orgullo y Valor

Tema en 'Salas de rol' iniciado por rapuma, 31 Diciembre 2023.

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    rapuma

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    Kenzaburo caminaba por las calles de Shizuoka con la frente en alto, siempre con una mano bien firme sobre la empuñadura de su katana. Y aunque sabía que estaban entre aliados, era un instinto que le perseguiría por siempre. Era un guerrero y había sido educado para ello; el ceño fruncido para desmoralizar a cualquier bromista, más acentuado desde la muerte de Mao. Se detuvo entonces cerca del puerto, donde le llegaba el olor a pescado cocinado y la fresca brisa del mar de las cercanías.

    Caminó hasta el muelle, donde los barcos ya estaban alistados para la batalla del siguiente día; las embarcaciones se mecían suavemente al vaivén de la marea. Kenzaburo no sabía cuánto tiempo ya se había incubado en su alma el silencio. El es el rostro inescrutable, pétreo, un rostro que es como un cerrojo de roca ocultando sentimientos, deseos. Su rostro es como su katana. Sus pasos lo detuvieron justo a orillas del mar, que golpea suavemente la arena y la espuma se engloba y se cuece sobre el filo de las olas. A cada golpe llega un poco más cerca.

    La luna reflejaba una fuente de plata sobre el horizonte negro, la quietud y el arrullo de la espuma obligaban a uno a quedarse hipnotizado por el hechizo del momento.

    "¿Tu alma está vieja y sin ilusiones, Kenzaburo? Aún conservas la risa y puedes regocijarte con el mar... pero tu soledad... allí es donde algo se ha roto. Has perdido de una manera u otra a todos los que querías. Y en realidad no sabrías qué hacer con ellos si los recuperarás. Te has vuelto ajeno y ya no puedes compartir tu vida. Cuándo te rodeas de amigos sólo sueñas con tu soledad y tu nostalgia..."

    El agua ya mojaba sus pies, humedeciendo sus sandalias y el viento moviendo poco a poco su kimono, el cual no se encontraba desgastado ni sucio, ni emparchado ni olvidado; era uno de los nuevos que le habían ofrecido luego de que Takeda sentenciará al señor de Shizuoka y se coronara comandante de las tropas ante el inminente conflicto que se desataría el siguiente día, a unas cuantas horas. Era la primer batalla a gran escala de él y de casi todos allí. Nadie de los nuevos miembros que seguían al joven Minamoto habían experimentado una guerra en todas sus dimensiones, al menos no la batalla, pero sí la miseria que la rodeaba.

    Y aunque todos ya se encontraban durmiendo para recuperar energías, aquella noche le ardieron los viejos recuerdos como hogueras. Recuerdos que le mantuvieron con los ojos abiertos y los sentimientos sangrando...

    Estaba tan concentrado en el horizonte infinito que nunca escuchó los pasos sigilosos que se acercaban por su retaguardia.

    Monpoke a darle átomos!
     
    Última edición: 31 Diciembre 2023
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    Los pasos de Riku eran pesados al andar, solo, habiendo octado por separarse de su clan en las horas previas al conflicto.

    Sea la casualidad, o su corazón que lo guiaba a aquel sitio, se acabó dirigiendo al puerto donde aquell que me ha llamado hermano se hallaba descansando...

    Arena en los pies, húmeda al acercarse al océano, y el viento frío de la noche apenas eran un sentimiento en su piel. Nada tenía color, ni las estrellas a las luna, a sus ojos.

    Se hallaba cansado y con demaciado temor. Un cuerpo y mente estirado al límite solo por voluntad. El dolor en una cicatriz en su cuello lo movía hacia adelante, recordándole su deber.

    Su andar lo acabo llevando hacía la orilla del puerto, el agua llegando hasta cubrir sus pies antes de darse cuenta.

    Se acabó hubicando al lado de otro hombre, ambos mirando hacia adelante y sus sentidos bloqueados a los alrededores.

    Con las cargas de su historia y la expectación del día por venir, bien podrían ser dos viejos amigos que comparten un último tiempo juntos antes de separarse.

    Pero no era así...

    En el silencio de la noche, codo con codo, se daría un primer encuentro entre estás dos personas. Guerreros ambos, samurais, dispuestos a morir este día por lealtad.

    ...

    Finalmente, mientras Riku permanecía mirando hacia el horizonte, esperando y deseando que en la legania ver el inicio del amanecer. Rompió el silencio.

    "Muchos buenos hombres y mujeres morirán este día, en la obscuridad de la noche y sin volver a ver el amanecer". No tenía demaciado emoción en su palabra, pero a un así era un peso que cargaba consigo de una realidad que le será imposible alterar. "Y por querer apoyar a alguien a quien quiero, acompañarla, guiaré a todo un escuadrón hacía su muerte".

    "No me arrepentiré de nada". Había verdad y convicción en sus palabras, de aceptar el fallo que estaría por venir, y a un así con el valor de enfrentarlo.
     
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    rapuma

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    No recibió la presencia de Riku como una intromisión; su presencia no lo alteraba ni quebraba el hechizo del momento, el vacío que se había creado en su mente se había disipado poco a poco como la niebla matutina mientras volvía a abrir sus ojos, mirando al frente, hacia aquél horizonte infinito y oscuro, un futuro incierto para todos ellos. Sin voltear a verle escuchó con atención sus palabras. Ambos compartían la dolorosa carga de perder a alguien cercano, muy reciente y bajo circunstancias que a ninguno de los dos hubiera querido.

    Ni Taiyo había muerto con honor ni Mao con orgullo. Les fueron arrancados con violencia, de la mano de mentes retorcidas que hacían caer a niñas inocentes y a torturadores que se mofaban de guerreros fuertes.

    El puerto estaba sumido en el silencio, invadido por la penumbra del anochecer. Los últimos jirones del calor diurno se diluían ante el avance creciente de la noche. En el exterior, una mujer cantaba. Durante un largo instante, Kenzaburo escuchó el canto e incluso siguió el ritmo durante un momento con la cabeza, tal vez recordando otras voces de mujeres en la noche. Tal vez pensando que su vida era ahora un atardecer.

    Pero de pronto se arrancó el embrujo y volvió los ojos afilados a Riku, a su lado, casi invisible en las tinieblas.

    —La muerte es el único lujo que tenemos. Y sólo somos los pobres y patéticos granjeros y gente de provincia que tratamos de morir como héroes, pero no tenemos público. A nadie le interesa nuestras excelentes muertes... sólo nos tenemos a nosotros mismos para aplaudirnos...

    Marchan sin nunca cansarse y mueren sin dejar de existir. Los samuráis olvidados, los que nunca hallarán otro final que una cruz de palo y la paz del alma junto al exterminio del cuerpo. El bosque los cobija y la muerte los acecha.

    —Te di esa katana porque reconozco en ti un guerrero fuerte, con mucho que aprender aún pero recorriendo el camino correcto. Pero sobre todo... —bajó la vista hacia la katana de Mao, la que Riku ahora cargaba en su cintura. —Pero sobre todas las cosas, te la entregué porque eres leal a los tuyos. Eres un Fujiwara, reconoces tu lugar y lo aceptas como uno. Quizá no estás bajo el estandarte Minamoto pero sí lo estás en un aliado valeroso. Y esa katana no podría ir en mejores manos, porque buscas la justicia que Mao siempre quiso para Japón.

    Sus ojos se deslizaron suavemente hacia el mar.

    —Sé que darás con la serpiente que manipuló su mente, porque en tu camino se encuentra ese objetivo. Esta deuda no existe en mi corazón, se encuentra saldada. Porque creo en tu determinación y sé que llevarás esa katana en nombre de Taiyo, Mao y todas las personas que no verán el amanecer de mañana. —se giró para mirarlo de frente, descubriendo el rostro entre las penumbras. —Y aunque te escuché muchas veces renegar de tu honor, veo en ti un samurái que no dudaría un segundo en entregar su vida por los tuyos. Es un honor cabalgar a la guerra a tu lado; saber qué tipo de hombre eres. Quizá no te guste, quizá aún sientes demonios que te hagan escupir al verte llamado samurái. Pero tus acciones hablan por sí solas. —hizo una pequeña reverencia ante él, aceptándolo en su mundo bélico.
     
    Última edición: 7 Enero 2024
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    Riku termino por ir bajando la mirada, siguiendo la vista de Kenzaburo. Aunque también lo estaba haciendo por tal avalancha de palabras, de una perseccion del mundo que tal vez no ha llegado a considerar tanto.

    Llevo la mano hacia la katana de la niña, pero siempre ha sentido ha estado en su cintura como un algo extranjero que no es fácil de reconocer como suyo.

    Suspiro, y con un redoble de ánimos levanto la mirada, de nuevo dirigiéndose hacía el desconocido horizonte. "No puedo afirmar te equivoques en algo". Sonrío con una pequeña risita en los labios.

    Siguiendo con tanta gracia le permitiera su desgastado cuerpo, respondió en cortesía en igualdad a su referencia.

    Terminado el saludo se volvió a enderezar. Cómo si un simple momento ha sido dejado atrás, solo una pequeña acción que nos había regresado al mundo y, terminado, se debía de volver a dónde estábamos antes.

    "No puedo decir te equivoques". Se repetio nuevamente lo dicho anteriormente. "Pero tal vez esperas demaciado de mí... Y quizás seas el primero que me lo dice de tal manera".

    "No creo tener tantos valores. Consideración por los demás, seguro, pero eso es un algo por hacer del que espero nunca desviarme y no hay mucho más del porque que eso".

    Es lo que es, bien hubiera querido decir, tan simple elegir andar por ese camino. A la vez tan difícil y doloroso andar por el.

    "No soy de palabras o grandes consideraciones, solo camino por un determinado rumbo que preferiría no desearle a los demás. Pero del cual estaría feliz si más personas llegan a apreciar el final que yo deseo".

    Miro Kenzaburo por unos instantes. "Me hasta descrito a tus ojos, quizás sea lo correcto hacer lo mismo".

    Se encogió de hombros, como quien recuerda algo que generó molestia y que ha está escala dejo de importar tanto. "No tuvimos la mejor primer interacción, seguro lo recuerdas, ahí en la mazmorra en Kamakura". La mañana después del interrogatorio. Los dos solos por primera vez, y bien podríamos estar preparándonos para apuñalarnos uno al otro. Reí. "Todavía podría recordar la bronca me echo la niña apenas chocamos".

    "De seguro tienes mucho coraje. Pero haces lo correcto tanto se pueda, aunque seas brusco al hacer que los demás vean o sigan tus palabras".

    "Eres un buen hombre en lo que realmente importa. Solo puedo afirmar lo hayas sido en el pasado. Pero, como todos, una persona que se ha trayado límites entre lo correcto e incorrecto. Límites que deciden, si al menos para ti mismo, sigues siendo un humano o no eres más que una bestia".
     
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    rapuma

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    Kenzaburo observó a Riku en silencio durante unos momentos, como si cada palabra que había dicho se estuviera masticando aún en el aire. Apenas si asintió con los ojos cerrados, en reconocimiento. A su manera, Riku había hablado más de sí mismo de lo que quizás creía haber dicho. Fue Kenzaburo quien rompió el silencio, con la voz grave por tener la garganta seca. Riku le devolvía la mirada; un recordatorio de las cicatrices invisibles que ambos compartían y eso los unía más de que cualquier otra cosa.

    —Es curioso. —dijo, mirando a Riku. —Esperar mucho de alguien… no siempre es una elección. A veces, uno ve algo en otro que no puede ignorar, aunque esa persona aun no lo vea en si misma. Puedo ver que tus palabras vienen del fondo de tu alma y te agradezco por ello. Eres honesto contigo mismo y eso es... algo raro de encontrar. Me recuerdas a Takeda; a veces uno no elige cómo caminar, uno sigue por terquedad o por la memoria de algo que dolió lo suficiente como para no querer que se repita. —el rostro de Mao se dibujó como un fogonazo por su mente, atravesando viejos dolores en su cuerpo. Un látigo de dolor por su espina dorsal, recordándole por lo que luchaba.

    Tomó un respiro antes de continuar, reflexionando sobre las palabras de Riku mientras su vista se perdía también en ese horizonte lejano que ambos compartían. Respiró hondo. Se notaba que cada palabra la pensaba antes de soltarla, se sentía extraño al tomar aquella confianza con alguien a quién las memorias de Kamakura aún resonaban en su mente.

    Observó la katana en la cintura de Riku y luego lo miró a sus ojos, como si dictara un veredicto:
    —No dudé en darte esa katana. Jamás dudaría de alguien que nunca se detiene aunque el camino no le devuelva nada, aunque le duele. Aunque no haya nadie mirando. —cerró sus ojos por unos momentos, sintiendo el frío viento marino remover su haori. —Lo único que vale la pena en este mundo es caminar por un camino difícil sabiendo que no quieres que otros lo repitan. Eso te hace mas que un portador de katana, Riku... te hace un hombre. —sus ojos se nublaron levemente, porque aún en esa katana residía el espíritu de su niña, el alma que había perdido por el deber y la lealtad. —A veces nos toca cargar con cosas que no son nuestras, cosas que quizá nunca pedimos o maldecimos. Pero lo hacemos, nos hacemos cargo. Como si con ello encontráramos algo de propósito. No importa si esa espada te parece ajena. Todos cargamos algo que no sentimos nuestro. Una promesa. Una culpa. Un deber que nadie nos pidió. Pero lo llevamos igual. Porque alguien tiene que hacerlo. —le posó la mano en el hombro y apretó con fuerza, no en demostración de poder, sino de amistad. Kenzaburo es una persona brusca que elogia con la fuerza.

    Volvió a mirar el horizonte, dudoso y misterioso como el futuro mismo. La expresión de Kenzaburo era más serena, más humana. Dejando ver una vulnerabilidad que rara vez salía a flote.

    —Solo intento evitar convertirme en aquello que juré destruir. Y sí, he cruzado límites. Algunos necesarios, otros… muy diíficles de justificar. Me esfuerzo cada día por no olvidar que sigo siendo un hombre y no una bestia. A veces lo logro, a veces no.

    Sonrió de pronto, una sonrisa quebrada, pero real.

    —Recuerdo Kamakura. Me acuerdo de tus ojos en la oscuridad de la celda, y sí... también recuerdo la bronca de la niña, era buena para echar broncas. Pero no lo hacía con cualquiera. Solo con los que esperaba algo. —guardó silencio unos momentos en memoria de su Mao, recordando que la niña siempre buscaba provocaciones hacia los que respetaba. —Me pregunté si tendría que matarte antes de que tú lo intentaras. No lo hice y tú tampoco. Quizá eso fue suficiente para iniciar algo distinto. No me da alegría recordar cómo empezó, pero me reconforta lo que ha crecido desde entonces. Las raíces más fuertes nacen de los encuentros más ásperos.

    Bajó la voz, le costaba echar a un lado su armadura que había creado a través de los años, alimentada con temores y horrores, era difil decir lo que quería decir.

    —Tal vez no seas un homrbe de grandes palabras pero si hay algo que respeto más que la fuerza y el honor de la batalla. Y es la lealtad Y tú, Riku… eres leal. En tu camino, en tu dolor, incluso en tu forma de ver las cosas. Eso vale más que cualquier gesto o palabra. No es virtud lo que define a un hombre, aunque Takeda lo crea así. Ni siquiera es la fuerza, aunque para mí esa es la ley. Es lo que decide cargar... sabiendo que no le pertenece del todo. Por eso eres portador de esa katana y de tus ideales, tan inamovibles como las piedras de un río... pero siempre marcando el camino del cauce. Los valores no se gritan como todos creen. Es fácil decirlos a voz de cuello, pero los valores se caminan, Riku, y tú , sin quererlo, los has caminado incluso cuando creíste no tenerlos.

    El viento sopló entre ellos, como un tercer invitado a esa reunión que se había concretado sin ellos quererlo ni estar listos.

    —No busco héroes, Takeda no es uno. Pero Takeda Minamoto me dio una causa. Porque él es la gente que busco. Gente que no se rinde del todo. Gente que un sabiendo que el camino es doloroso, no lo abandona. Eso basta para mí. Y tú... ya lo estás haciendo. —volvió a mirarlo a los ojos, con la firmeza que da el respeto ganado entre pares. —Así que no, no espero demasiado de ti. Solo espero que sigas caminando. Porque si un día llegamos al final de este sendero, quiero saber que alguien como tú estuvo allí para ver lo que quedó en pie.

    La mirada de Kenzaburo cambió, con una expresión que ya no era la del guerrero ni la del comandante que sería a la mañana siguiente, sino la de un hombre cualquiera, cansado pero aún de pie.
    —Gracias por decirme lo que ves en mí. Supongo que ninguno de los dos ha sido fácil de leer, ni de tratar. Pero eso nunca fue lo importante. Lo importante es que, al final, aún estamos aquí, hablando... sin miedo.

    El viento pasó entre ambos con la delicadeza de una despedida no anunciada.

    —Quizás no elegiste este camino. Pero lo estás haciendo tuyo, paso a paso. Y te diré algo, Riku... si alguna vez logras llegar a ese final que deseas, aunque yo no esté ahí para verlo, sabré que valió la pena creer en ti.

    No había nada más en su voz que solo sinceridad. Como quien, sin saberlo, ha dicho sus últimas palabras más verdaderas.
     
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