Nueva Alforno

Decidí responder de atrás para adelante, para no hacerme un lío.

—Veamos, Arlo Rivers se va a reunir con la Delegación de Nueva Alforno para discutir y negociar los últimos puntos de la sucursal, y conseguir las licencias respectivas. Tengo que cuidar que no se meta en algún problema o pueda comenzar un dilema que lo haga llegar tarde a las reuniones o directamente no llegar. No sería la primera vez que le pasa.

>>En segundo lugar, me llamó la secretaria de la empresa y luego de asegurarle tener experiencia en lo que necesitaba hizo el adelanto del pago que precisaba. Realmente no suelo hacer algo tan banal, y puedo decir que estiré un poco el precio para que se negaran, pero al final parece que les ganó la desesperación. Cuando hicieron el pago del adelanto y compraron los pasajes ya no pude rehusarme.

Mientras intentaba mantener la voz neutral, no podía dejar de maldecir para mis adentros. Se me acababan los datos sobre Arlo que podía usar como excusa para mi propio contexto, y no iba a poder seguir alargando la mentira mucho rato sin equivocarme en algún momento. Si no pasaba pronto estaría en problemas.

 

Los trucos de cartas seguían siendo mi especialidad, y conseguí, a duras penas, llamar su atención y mantenerlo lo suficientemente entretenido para que no despegara sus de mí, y no notara a Gimmighoul. Hablando del bicho, el cabrón se entretuvo a la mitad con mi propio truco de magia. De verdad que...

Por suerte todo salió bien al final, y el tipo me dio 50 monedas. No era la gran cosa, pero lo verdaderamente importante era la parte de gimmighoul. Cuando el pequeño se me acercó, se mostró orgulloso con su botín: Una tarjeta dorada. Tenía sentido que le hubiese llamado la atención; sabía que la tarjeta había sido rechazada por alguna irregularidad, pero de algo podía servirme. La guardé en mi bolsillo, por si acaso, y volví con el mercader, con una sonrisa confiada en mi rostro.

—Espero que disfrutases el espectáculo, heh. Bueno, como estabas diciendo, ¿Dijiste que tenías un buen trato, no es así? Seguro que podemos hacer algún negocio que nos beneficie a ambos, uh.

Gimmighoul estaba bastante animado, señalando en dirección al puente de donde había venido, y de donde probablemente había encontrado a aquel sujeto. Tendría que ir a echarle un ojo antes de que el sinvergüenza volviese a escaparse para allá por su cuenta.

 

El guardia te miró con detenimiento mientras hablaba, su gesto sin terminar de mostrar un cien por ciento de convencimiento. Sin embargo, lanzó una mirada a Arlo antes de volver a centrarse en su pantalla, y pareció teclear algo.

—... sí, tenemos constancia de dicha reunión. Había entendido que era usted el que se reuniría finalmente. Debí... entenderle mal.

Te volvió a mirar, con un aire de sospecha en su rostro, pero pronto empezó a relajarse la expresión, y terminó suspirando. Con sus ojos ahora centrados en el pokémon que te acompañaba, el pequeño Varoom que flotaba a tu lado, se encogió de hombros.

—En fin, buena suerte con su tarea. Sigo considerando absurdo que contraten a un agente especial para algo tan nimio, pero no soy quien para juzgar su trabajo. Todo está en orden: su tarjeta, su profesión y el pokémon que le acompaña. Tenga cuidado de no armar demasiado escándalo en las calles; no puedo rechazarlo si tiene una reunión con la Delegación, por muy problemático que pueda ser —alzó la mirada por encima de tu hombro, mirándolo nuevamente—. Aunque me aseguraré de cuestionarle a fondo. Gracias por el aviso.

>> Como le dije, siete días de estancia es su máximo. Asegúrese de acercarse cada día a algún Ferroguía para que le tome su reporte diario. Tenga una buena estancia.

Y, sin más, la puerta de la cúpula se abrió y la barrera que te separaba de ella se alzó, y... pudiste, por fin, cruzar. Entrar en Nueva Alforno como tal.

Por fin.

Tan pronto como cruzaste, fue como sentir... que habías cambiado de mundo por completo. De repente, el enorme bullicio de la ciudad se hizo patente. Era como estar en Ciudad Jubileo, pero como si aquella zona de las afueras fuese el puro centro de la ciudad de Sinnoh. Gente caminaba en todas direcciones, de un lado a otro, y podías observar cómo la estructura de la ciudad era similar, al menos hasta donde alcanzabas a ver, a lo que sabías de la famosa Ciudad Luminalia de Kalos: estabas en una periferia con una enorme calle curva alrededor de un eje, pero en cuyo centro, esta vez, había un gigantesco árbol que ya daba algo de sombra incluso desde donde estabas. Luego, calles entraban y se extendían en líneas rectas desde aquella... y podías ver cómo otras "cúpulas" se divisaban en el contorno de aquel círculo, como si hubiese otros múltiples puntos de acceso... o quizá de salida.

Algo llamó tu atención entre tanta gente, eso, sí. Un pokémon, o un robot quizá... que permanecía estático mirando en todas direcciones con un gesto amable dibujado en su rostro. Contrastaba mucho con aquellos Archaludon o con el Volcarona metálico que viste antes, desde luego. Este, al menos, era más... amigable en aspecto. Aunque siguiese teniendo cierto aire inquietante.

Contenido oculto

Muy bien. La pregunta ahora era, ¿qué harías? Habías entrado, pero eso se suponía que era lo más fácil. Ahora, una vez dentro, te tocaba la parte complicada de verdad: empezar tu misión en condiciones.



***

El hombre rio al escuchar aquel comentario, y te miró mientras daba un par de aplausos que parecieron algo sarcásticos.

—Fue una demostración interesante, desde luego. Tienes potencial, tienes potencial. Pero vamos a los negocios que nos interesan, ¿no crees?

>> Puedo darte una tarjeta de bronce con tu cara y tu nombre perfectamente válida y con la que podrás entrar a las calles exteriores de Alforno. Y te la daré gratis, completamente gratis. Eso sí: a cambio de algunos... favores.

Esbozó una sonrisa algo malévola o, quizá, simplemente ladina, y se te acercó para susurrarte en qué consistían esos "favores".

—Quiero una cosa muy específica: una bobina de un Ferropolilla. Uno de los trastos que llevan por dentro esas máquinas. Por supuesto, no estoy tan loco como para pedirte que te cargues uno y sobrevivas al encuentro... hay otras formas. Y creo que alguien con recursos como tú igual se las apaña, ¿eh?

>> En la parte de atrás de la ciudad hay un vertedero, cruzando un puente que lleva a otra plataforma. Está bien vigilado, pero ahí confío que te las apañarás, ¿o no? Hehehe... la cuestión es que a veces tiran a los Ferropolillas que quedan completamente inservibles allí, hasta que pasen a recoger los restos para reusarlos. Si tienes suerte, igual puedes conseguir una de esas bobinas. Tráemela... y quizá te doy una tarjeta mejor que esa, incluso. Quién sabe. Heh.

Extendió la tarjeta de bronce delante de ti, sonriente.

—... en caso de que te dé la tarjeta, necesitaré un nombre para ti y sacarte... una pequeña fotito, claro. Luego yo me encargo del resto. Pero si tengo esos datos tuyos, como comprenderás, traicionarme te saldrá caro. Eso servirá como "pago por adelantado", de momento. Un trato más que justo, ¿no, amigo? ¿Qué me dices? Heh...

 

Ian Lockhart

Lo escuché con atención; imaginé que me pediría que terminase robando algo o infiltrándome en algún sitio. Tomar basura parecía más sencillo, lo que significaba que sería indudablemente más difícil.

—No me parece un mal trato, pero primero quiero saber más sobre todas esas ferrocosas que mencionas, el ferropaladín y la ferropolilla, ¿Qué se supone que son esas cosas? ¿Robots? No me sirve de nada ocultar que no estoy familiarizado con ellos.

Con respecto a la tarjeta, necesitaba una foto y nombre. Era peligroso mostrar mi rostro a cualquier organización dominada por Chance, pero confiaba en que tras 15 años, no sería tan sencillo reconocerme. El nombre era otro asunto; no podía usar el mío, claramente, ni tampoco con el que había escapado a Sinnoh, en caso de que pudieran rastrearme. Tendría que inventar algo nuevo.

—En cuanto al nombre, es —el de tarjeta no era muy bueno, así que asumí que cualquiera valdría— Ceydan Dumb, sí.

 

El tipo quedó impactado ante tu pregunta, completamente extrañado.

—¿Cómo que "qué son esas cosas"? ¿De dónde has-?

Y entonces, sus ojos se abrieron mucho, y empezó a reírse para sí mismo, con la expresión más satisfecha que podía esbozar. Dio una palmada, y se frotó las manos.

—¡Jo, jo, jo! ¡No eres de aquí! Solo alguien que no es de aquí no conocería a los Ferropokémon. Heh... no he visto a nadie de fuera de Paldea aparecer por aquí desde hace años, chaval. O, al menos, no a alguien a quien se le notase tanto que efectivamente no es de aquí. A Valthyria le encantaría tener constancia de esto, seguro. Tu foto va a valer más de lo que pensaba... espero que esas bobinas estén en buen estado.

Y en ese momento, mirando a ambos lados para revisar que nadie le mirase, sacó una especie de teléfono, y este flotó en el aire. Se vieron dos... ojos en él. Te eran familiares, desde luego. ¿Era un Rotom? Ah, los Rotófonos, sí... te constaba que se usaban desde hacía años, en algunas regiones.

El flash te deslumbró de repente, y en cuanto terminó la foto, el teléfono se deslizó solo al regazo del hombre. Este extrajo una tarjeta, y la colocó bajo la mira del mismo.

—Bien... Ceydan Dumb, sí —Tecleó algo en el teléfono, y entonces... una luz se proyectó, de forma precisa, desde este hasta la tarjeta. Cuando te fijaste, viste que tu foto y ese nombre que diste empezó a escribirse sobre la misma—. Ahora solo hay que dejarle a Rotom que haga... lo suyo en el sistema digital de los guardias. Dale unos quince minutos, y estará.

Te entregó la tarjeta, mostrando los dientes amarillentos con su eterna sonrisa pícara.

—La tarjeta es de un "agente de servicios". Supongo que te tendría que explicar también qué es eso... aunque bueno. Te bastará con que sepas que a ti te he registrado concretamente como obrero. Cuéntale a los guardias que vienes como autónomo, a buscar trabajo. Será suficiente. Heh, aunque no tienes mucho cuerpo para ello, pero —se encogió de hombros— es lo más fácil de hackear para Rotom.

>> Ahora, sobre los Ferropokémon, bueno. Son... quienes controlan la ciudad. Robots, pokémon, qué sé yo qué son, parecen una mezcla de ambos. Y los Ferropolilla son básicamente drones de vigilancia. Te cruzarás con alguno, más tarde o más temprano: patrullan por todas partes. Si no estás en su sistema, bueno. Habrá consecuencias. Los reconocerás porque son similares a Volcarona. Eso es todo cuanto necesitas saber, compañero.

Volvió a reírse, esta vez de forma más... "completa", digamos. Estaba disfrutando de lo lindo.

—Ten suerte, "Ceydan". ¿Sabes? Te iba a dar tres días para la "misión", pero, ¿con lo jugoso que es venderte a la Delegación? Dos. De lo contrario me empezará a salir más rentable dicha venta...

Qué hijo de puta.


Obtiene una tarjeta de agente de servicios.

 

Y por fin, me permitieron el acceso.

La ciudad era enorme. Calles rectas hacia el centro, donde se podía apreciar un enorme árbol, y desde allí varias intersecciones que terminaban en otras cúpulas.

Me sentía abrumado. Solo tenía siete días para llevar a cabo la misión -y probablemente era por eso que Moura mandaría a recogerme en ese tiempo- y además tenía que reunirme con un ferroguía diariamente para hacer el reporte de que seguía por la zona.

¿Cómo podían controlar a tanta gente? Un sistema tan estricto que se sentía como si midieran tus movimientos.

Solté un bufido. El sentimiento de opresión en mi pecho ante un sistema tan estricto e invasivo me hacía sentir lo mismo que casi veinte años antes, cuando había vivido por primera vez en la mansión de Moura. Y era igual de insoportable.

En primer lugar, decidí mantenerme cerca de la puerta, fingiendo revisar algo en la cabeza de Varoom. Había un doble propósito para esto: quería que el control viera que efectivamente estaba esperando a que Arlo pasara como dije que haría, y a la vez sentía que me sentiría más aliviado si Arlo pasaba sin problemas. Lo había puesto bajo el foco de la vigilancia sin que fuera su culpa de ninguna forma, y sin embargo él pensaría que lo había ayudado.

Usar a las personas no era lo mío. Aunque había sido necesario, lo que le había hecho a Arlo se sentía muy parecido a lo que Moura había hecho conmigo. Antes y ahora.

"Si no hacemos esto, nuestra familia estará en peligro", había dicho. Intrínsecamente sabía en quién yo estaba pensando.

Sabía que todo lo que había hecho todos estos años era solo para mantener a salvo a sus hijas. Y lo usaba a su favor.

 

Traté de mantener mi rostro lo más neutral posible mientras le escuchaba hablar. Este tipo iba a ser un verdadero problema, tarde o temprano. Iba a tener que deshacerme de él, o por lo menos, arrebatarle esa RotomDex. No solo tenía mi foto allí, sino que era un aparato tremendamente útil.

Aún así, no terminaba ade convencerme. ¿Ser capaz de hackear los sistemas de Chance con algo como eso, y continuamente? Había dicho que los dioses no ponían atención a las hormigas, pero una brecha de seguridad como esta me parecía imposible creer. Tenía pinta de ser una trampa puesta apropósito. Estaba caminando en una cuerda increíblemente floja ahora mismo. Pero por el momento, sólo podía permitirme avanzar.

Me marché de allí tras recibir la tarjeta y las explicaciones. Tenía que ir a buscar aquellas bombillas, y tenía que hacerlo con sumo cuidado. Por lo que sabía, el tipo podría estarme reportando en este preciso instante. Me acerqué al puente que había visto desde que llegué, sabiendo que Gimmighoul estaba tan insistente en que fuera para el sitio, a ver qué era lo que llamaba tanto la atención.

—Bueno enano, veamos qué era eso que estuviste haciendo hasta ahora y por lo que me hiciste pasar tantos problemas.

Mientras caminaba, miré a los alrededores en búsqueda de Ferropolillas u otros bichos patrullando por la zona, quería tratar de evitarlos en la medida de lo posible.

 

Esperaste pacientemente a que Arlo terminase de hacer la fila. Desde fuera a penas podías ver lo que sucedía dentro de aquella cúpula, que, pese a ser incolora, era sorprendentemente translúcida, casi como un cristal empañado por completo. Esperaste por unos tantos minutos, viendo cómo diversas personas, la mayoría trajeadas, iban pasando. Hasta que, en una de esas veces, observaste cómo, al salir otro tipo más y abrirse la puerta, Arlo era el siguiente en cruzar el control.

Pasó tiempo, casi cinco minutos desde que Arlo estuvo en la fila. La noche cada vez se acercaba más, y ya notabas cómo el cielo se empezaba a tornar rosado, el atardecer avecinándose sobre ti. Buscar alojamiento sería otra cuestión, claro... pero primero ibas a esperar a Arlo. Y, finalmente, cruzó, blanco, pálido por completo. Te buscó con la mirada nerviosa, y cuando te encontró, correteó a tu lado, inseguro.

—Y-Ya he cruzado, agente Orestes. —Miró a ambos lados, nervioso—. Me han... hecho muchas preguntas, y me han mirado de forma muy rara. Por un momento pensaba que iban a pensar que yo era el impostor, o que me la había jugado y usted se había hecho pasar por mí al cruzar, ¡algo así, pero empecé a pensar que acabaría en la Prisión Rostiz!

Miró a ambos lados, asustadizo, una vez más.

—M-Mi problema ahora es, señor Orestes, ¿cómo procedo? Porque si hay otro Arlo Rivers rondando con una identificación falsa y un Ferropolilla o un Ferrodron ubican a dos "yoes" a la vez... —Tragó saliva. No terminó la frase, pero era fácil intuir por dónde iban los tiros. Sus ojos, luego, se dirigieron hacia el robot similar al Indeedee que había apostado allí—. ¿Y qué hago para reportarme ante los Ferroguía, agente? Ah, me estoy agobiando, esto se suponía que iba a ser una visita importante a Alforno, pero por una razón completamente distinta a esta.

El pobre hombre estaba bastante agobiado, a decir verdad...


***

Conforme cruzabas el puente, el ruido de algo desplazarse en tu dirección se hizo cada vez más patente. No era un sonido fácil de definir, era como si algo "cortase el aire", por decirlo de alguna forma... y no tardaste en identificar qué era. Una especie de Volcarona metálico avanzaba hacia ti a gran velocidad, desplazándose sin abatir sus alas en ningún momento, como levitando. Sin embargo, lograste ser rápido, agachándote en aquella pasarela conforme el "pokémon" pasaba cerca. Viste que se detuvo sobre ti, y se quedó quieto ahí, girando sobre sí mismo, como si buscase a alguien. Aprovechaste para desplazarte agachado rápidamente, tratando por todos los medios de no ser visto... y, aparentemente, lo lograste, porque pudiste llegar al final del puente y ocultarte hasta que el Ferropolilla se marchó.

De momento, la "infiltración" iba bien, ¿no?

En esas viste que estabas justo frente a aquella cúpula translúcida, y una puerta automática de cristal se abría conforme te acercabas un poco. Fuera de la misma había una papelera... y Gimmighoul saltó y correteó hacia ella, señalándola con ahínco. Subió, trepando por la misma, y sacó entonces de allí una pequeña bolsita. ¡Ah, no se había comido las monedas! ¡Las había escondido para poder seguir robando más cosas! S-Sería avaro, el pequeñajo...

Ganas 200 poké.

Bueno. Aparentemente, el pokémon te estaba ofreciendo la bolsita como si se sintiese orgulloso por haber logrado encontrar dinero y otras cosas "brillantes" para ti, y sus ojos dorados estaban también brillantes, emocionado ante todas las posibilidades que ofrecía la ciudad que había al otro lado. Solo te quedaba cruzar y pasar el control... que ya desde fuera podías intuir que era bastante estricto, si no por los guardias que iban llamando uno a uno a los que estaban en cola, por los dos pokémon que hacían guardia, imponentes, uno en cada esquina.

Si pasabas por el control, descubrirías rápido si el tipo realmente te había estafado o no, posiblemente.

 

Ian Lockhart

Aquella ferropolilla de la que me habían hablado terminó apareciendo, surcando el aire con rapidez. Me oculté de esta inmediatamente lo mejor que pude; ¿Era si quiera una decisión con sentido? No tenía idea, pero prefería mantenerme alejado de esas cosas lo más posible.

Terminamos de cruzar el puente, y Gimmighoul me llevó a una papelera donde sorprendentemente estaba el dinero que había robado. Me había sorprendido esta vez, estaba seguro de que se lo había comido.

—Je, pequeño bastardo —dije, tomando la bolsa y acariciándole la cabeza suavemente—, buen trabajo, nunca dejas de sorprenderme.

Con el caso del dinero solucionado, el siguiente problema era pasar el control. Según el comerciante no iba ser difícil, pero no le creía en lo absoluto. Por si acaso, saqué ambas tarjetas que tenía, y me puse a comparar la información en cada una. Quizá pudiese encontrar el problema que tenía la tarjeta dorada, y ver si la mía tenía el mismo fallo.

No quería entrar sin estar preparado.

 

Te detuviste un instante a comparar las tarjetas, pretendiendo encontrar algo que revelase si la tuya, la supuestamente válida, estaba en orden o el tipo te había timado antes de tiempo.

A ver... las dos tarjetas tenían, aparentemente, los mismos datos: un nombre, un número identificador, una foto, y una profesión bien destacada, ambas con el sobrenombre "agente". Además, ambas tarjetas, con una tipografía distinta y no impresa encima de la misma, sino más bien como si fuese parte de la propia tarjeta, con relieves en esta, llevaban un título, probablemente el tipo de tarjeta que era:

"Permiso de visitante".

Bueno, claramente no eran tarjetas identificativas como tal, no eran como un documento de identidad. Más bien parecía una tarjeta hecha específicamente para autorizar la entrada a la ciudad, o a las "ciudades": no decía nada de que fuese exclusiva de Alforno, ¿no?

Analizaste con más detalle ambas tarjetas...

Nombre: Mario Carter; Nombre: Ceydan Dumb.
ID: A- 20201131; ID: A-33190778.
Agente comercial; Agente de Servicios.

Aunque en principio no notabas nada que saltase a la vista, te fijaste también al ver las dos tarjetas que no estaban hechas de plástico ni nada parecido: al girarlas se veían reflejos holográficos, y ambas tarjetas los tenían: no era extraño, entonces, que un Rotom pudiese "escribir" en ella, parecía tener una parte digitalizada en la propia tarjeta, desde luego.

¿Quizá la pega que tenía la dorada era que la tarjeta no era de Alforno, sino de otra ciudad? No, pero eso no tenía sentido... sería un fallo muy obvio como para que el tal Mario no se hubiese dado cuenta. Además, quizá era casualidad, pero, ¿no podía ser la "A" delante del ID señal de que era la tarjeta de Alforno?

Y justo cuando te fijaste en eso, viste algo más. Algo que sí que era difícil de notar a primera vista, que podía deberse perfectamente a un mero error humano lo bastante imperceptible como para que Mario no se hubiese fijado.

A- 20201131. Había un espacio. Un pequeño espacio justo detrás del guion. Una tontería, una minucia... pero lo suficiente como para que un control estricto lo rechazase, si la forma correcta de expresar el ID era sin el mismo. Y tu tarjeta no tenía ningún espacio: si ese era el fallo, desde luego tu tarjeta no lo tenía. Y no detectabas nada más que llamase la atención, desde luego.

Gracias a tu análisis, además, te diste cuenta de una cosa más: esas no eran tarjetas identificativas, y seguramente había humanos detrás de su concesión, de ahí el error al escribir el número. Si era el caso, si esas tarjetas se creaban de forma tan mecanizada y para visitas temporales, quizá era sustancialmente más sencillo "hackear" el sistema; el principal problema, seguramente, era hacerse con el soporte físico de la propia tarjeta, inscribir los datos después era lo de menos.

Lo cual hacía que te preguntases cómo había conseguido ese tipo tantas tarjetas vacías. Pero bueno, el punto era... que no tenías motivos para pensar que no fuese real. Y algo más, algo quizá interesante: el "fallito" de la tarjeta dorada era tan, tan mínimo si era ese que pensabas, que dudabas que alguien se diese cuenta si no la analizaba de forma tremendamente minuciosa.

Esa última información... ¿quién sabe? Podía serte útil.

 

Ian Lockhart

Observé cuidadosamente ambas tarjetas, tratando de discernir cualquier diferencia entre ellas, más allá de los datos generales. Aún así, no había garantías de que fuese a encontrar nada. Si ambas tenían el mismo error, sería imposible saber que aquello era un error. Sólo me quedaba confiar en que la mía estuviese bien, y pudiese encontrar la diferencia.

Y lo logré; o al menos esa fue la impresión que me dió. Había un pequeño espacio en el guión después de la A, que sólo estaba presente en la tarjeta dorada. ¿Podía ser eso? No estaba seguro, pero era una buena posibilidad. Y si era eso... significaba que podría hacer buen uso de la tarjeta dorada una vez pasado el control. Aunque la foto seguía siendo un inconveniente.

Bueno, ya era hora de intentar pasar de una buena vez. Decidí guardar la tarjeta en mi zapato, en caso de que me hicieran una revisión de bolsillos, y entré al edificio.

 

Cómo había imaginado, toda la cuestión había aumentado la presión sobre Arlo al final. Parecía bastante preocupado.

Arlo Rivers sin saberlo me había dado una historia para contar y así poder colarme en la ciudad. Lo menos que podía hacer por él era tranquilizarlo.

—Lo más difícil ya está hecho—le expliqué entonces, buscando aparentar control de la situación.— ¿Olvida que yo estoy aquí precisamente para eso? Tengo información sobre dónde exactamente se va a alojar ese bastardo esta noche.

>>En lo que a usted respecta, necesito que se vaya a hacer sus cosas con total normalidad y se reporte ante el ferroguía a primera hora de la mañana cada día que se vaya a quedar aquí. Para mañana el impostor ya se encontrará en la Prisión Rostiz, sin ninguna duda.

Con la facilidad en que Arlo solía creer mis palabras, esperaba que aquello fuera suficiente. Tendí mi mano hacia él para despedirme.

—Con algo de suerte usted no volverá a verme, y se olvidará de este asunto. De nuevo, lo mejor será que parezca que usted no estuvo nunca enterado de nada.

 

Cruzaste la puerta translúcida ahora con algo de dinero encima y con un par de tarjetas, una de las cuales fuiste lo bastante inteligente como para ocultar bien del alcance de los guardias. Conforme entraste en la zona, en todo caso, pudiste al fin ver qué había dentro con claridad, y observaste varios asientos a ambos lados de un pequeño hueco que se creaba entre estos, para dar paso a una cola que se formaría, técnicamente, desde el mostrador que había al fondo. Y digo "técnicamente" porque en esos momentos lo cierto es que el lugar estaba bastante más despejado que cuando cruzó Drake: solo tres tipos aguardaban la cola, y había otros tres haciendo llamadas y revisando papeles en los asientos, en puntos dispersos de los mismos.

Observaste a los dos pokémon parecidos a torres o puentes plegados, vigilantes, uno en cada esquina... y viste el gesto exasperado de los dos guardias humanos, que parecían hartos de su jornada laboral.

Curiosamente, algo en lo que reparaste era en que casi nadie llevaba pokémon a la vista: de hecho, solo uno de los hombres a la cola, el último de estos, llevaba a su vera un gran Gurdurr que no portaba ningún tipo de viga, un hombre que hasta hacía poco no se había puesto a la cola y que no iba vestido tan formal como la mayoría de allí.

Bueno, parecía que tendrías que cruzar en algún momento, ¿no?


***

Aunque al inicio Arlo no parecía muy convencido, pronto asintió, resignado, y rebuscó entre su chaqueta.

—Está bien, confiaré en usted... no me queda más remedio, de todas formas, aparentemente. Tenga, en cualquier caso: es mi tarjeta de contacto. Creo que es pertinente que se la entregue, así podrá contactar conmigo para cualquier cosa relativa a este impostor. Si no interifere con sus funciones... me gustaría que me comunicase cuando lo arreste, si es tan amable.

Hizo una leve reverencia, y dijo, mirando su reloj:

—Ah, es muy tarde. Tengo que ir corriendo al hotel. ¡Gracias por todo, señor Orestes! R-Realmente espero que me haya librado de problemas...

Y con esas, lo viste acercarse al extraño robot sonriente, el que se parecía a Indeedee. Entre la muchedumbre, te costó escuchar lo que dijo, aunque igual si agudizabas el oído oías algo más... pero lo que sí que oíste fue que le preguntó algo específico, aunque solo oíste muy poco de su pregunta:

"¿Cómo llego al hotel...?"

Tras eso, escuchaste al robot decir algo en un tono artificial, y Arlo se perdió entre la gente, andando con rapidez.

¿Qué dijeron, exactamente? Habías agudizado tu oído para escuchar las palabras de ambos, y escuchaste alguna cosa más... por ejemplo, que Arlo preguntó específicamente por el Hotel Flamigo, y que el robot le respondió con una voz que emulaba bastante bien la de una persona, y dijo algo como...

"Por supuesto~. Se encuentra yendo hacia el fondo de la calle y girando en la tercera... luego... —Agh, no pudiste oírlo todo—. ¿Quieres que te lo muestre?"

¿Que se lo muestre? ¿Qué querría decir eso? Viste que Arlo se marchó sin que el robot dijese nada más, así que quizá simplemente negó el ofrecimiento, quién sabe.

Al menos sabías que ese robot no parecía escanearte ni preguntarte nada; de hecho, parecía únicamente dedicarse a ayudarte, ¿no? ¿Era ese un Ferroguía de los que hablaban...?