Mimi Honda Quizás... quizás se me daba bien la cocina después de todo. Al menos la parte de romper huevos. El truco estaba en golpearlos en el centro con la fuerza necesaria para cascarlos pero no romperlos. Después, solo había que usar los dedos para separar ambas mitades y dejar caer el contenido en el bol. No era lo más trascendental del mundo, probablemente se veía ridículo. Pero me hacía feliz saber que estaba dando pasos en la dirección correcta. Empecé a tararear Heidenrosslein en algún momento sin casi percatarme, sintiéndome liviana y en paz. Presentía que no era mi propio mérito. No hubiera logrado hacerlo bien por mí misma porque me frustraba con demasiada facilidad y la frustración solo complicaba las cosas. Si lo estaba haciendo y además haciéndolo bien, era porque no estaba sola. —Bueno, pues esto ya está—dije con una pequeña risa y me giré, sintiendo el pecho henchido de orgullo—. ¿Ves Liz? Te dije que era pan comido para mí~. Pero Liza... no estaba allí. Supuse que se habría marchado al baño y que volvería después, porque si había ido a por algo de comer seguiría ahí. Estábamos en la cocina. "Sé que vuestra relación es... complicada. yo mejor que nadie os conozco y soy consciente de vuestras semejanzas. Estoy segura de que, si os dais una oportunidad, no puede salir tan mal." Miré de soslayo a Dante. En ese momento me daba la espalda mientras batía la nata. Era una persona tan tranquila, tan... ni siquiera sabía cómo describirlo. Había confundido esa tranquilidad innata con indiferencia y dejadez. —Dante, sobre la última vez...—empecé con un tono bajo, pero lo suficientemente alto para que pudiera escucharme incluso por encima del ruido del batidor. Sentía la culpa presionarme el pecho como una garra helada—. Quería disculparme. Fui una estúpida contigo sin merecerlo.
Dante Miles Montar nata era algo que nunca le había gustado especialmente, había muchas cosas que podían salir mal y si no prestabas atención podías simplemente arruinar todo y terminar con un producto totalmente distinto a lo que querías, así que cada vez que tenía que hacerlo prefería centrarse al cien por ciento en lo que estaba haciendo, batiendo en movimientos circulares y deteniéndose cada tanto para evaluar la consistencia de la nata antes de continuar nuevamente con su tarea hasta que finalmente, luego de unos cuantos (largos para él) minutos consiguió la textura de picos suaves. Desconectó la máquina y con un miserable de cocina comenzó a limpiar las aspas de la batidora, asegurándose de rescatar toda la nata posible y también como una medida para facilitar la limpieza de estas para cuando tuvieran que revolver el azúcar con las yemas de los huevos. Cuando estuvo a punto de girarse para anunciar que ya había acabado, escuchó la voz de Mimi y en cierta forma se quedó allí, esperando a comprobar si la conversación iría al rumbo que su corazón esperaba por los patrones nuevos que la rubia había mostrado desde el momento en que los colocaron en ese encuentro planeado. "Quería disculparme. Fui una estúpida contigo sin merecerlo." Escuchar que estaba en lo correcto lo hizo sonreír un poco y también sentirse un poco aliviado, porque si bien ya había decidido esconder ese tema debajo de una alfombra mental, no creía que fuera malo tratarlo si estaban en un buen lugar. Finalmente se dio la vuelta para poder ver a Mimi y terminó por apoyarse sobre la mesa para estar un poco más cómodo. —Puedo asegurarte que estás más que perdonada por todo y yo también te debo una disculpa —Si bien en su primera pelea él también atacó en cierta forma, en la segunda... las cosas que le había dicho no fue su momento más considerado —, te dije y desee cosas bastante incorrectas solo para tratar de conseguir una reacción de ti y por mucho que estuviéramos peleados no merecías escuchar todo eso, no cuando sabía que estabas lidiando con cosas bastante traumáticas. Realmente lo siento.
Mimi Honda Dante se giró para mirarme y parecía aliviado, como si no lo hubiese estado esperando pero le hubiera quitado un peso de los hombros. No era el único. Llevaba bastante tiempo con esa espina clavada, pero nunca había encontrado el momento. Sus palabras me reconfortaron, aliviándome, pero también me trajeron recuerdos a la mente de nuestra última discusión en Udan. "Si la secuestrada hubieses sido tú, ni siquiera me hubiera molestado en aparecer incluso si hubiera tenido la misma coincidencia, porque solo Arceus sabe que realmente no mereces la misma ayuda, no después de todo lo que has hecho, porque tampoco estás libre de cosas malas, Mimi." No. Por supuesto que no lo estaba. Pero podía reconocerlo. Y por eso estaba allí ahora. —Estaba celosa—admití. Aunque no debía de ser una sorpresa para nadie—. Quería con Emily lo mismo que tú tenías. Cuando rompisteis, solo podía pensar en lo injusto que era que hubieras tirado por la borda una oportunidad que yo jamás tendría. Decidí que eras el malo de la película y me volví en tu contra. >>Pero estaba equivocada, ¿sabes? Porque lo que yo sentía por Emily no era nada ni remotamente parecido al amor. No sé nada de él, pero al menos sí sé que no es posesivo ni egoísta. Y me costó entenderlo. Apoyé la espalda contra la encimera y miré momentáneamente al techo antes de cerrar los ojos. A fin de cuentas, siempre había sido esa princesita mimada. >>Culpa de mi padre y de haberlo tenido siempre todo, supongo. Terminas por creer que tienes derecho sobre todo y todos. No podía cambiar lo que hice ni lo que dije. Las palabras se las llevaba el viento y el tiempo, pero no el dolor, la confusión o la angustia que causaron. Todo lo que podía hacer era tratar de hacer las cosas bien a partir de entonces.
Dante Miles Una pequeña pero evidente sonrisa ladina se formó en sus labios al escuchar aquella primera oración, era algo qué su cabeza realmente nunca iba a aceptar de lo extraño qué era ese concepto. ¿Celos de lo que tenía? Era sumamente extraño, casi imposible y aún así qué lo dijera en voz alta era una realidad que no podía negar y por ende tenía que empezar a aceptarlo. —Encuentro demasiado gracioso que alguien en este mundo pudiera sentir celos de mí —Admitió todavía sin poder deshacerse de aquella sonrisa, en serio le parecía divertido —, no sé, soy como el peor candidato para avivar el fuego de los celos de alguien. Dirigió sus manos a sus mejillas para darse unas cuantas palmaditas y salir en cierta forma de ese estado y deshacerse de aquel delator de sus labios, luego continúo. —Si fui un villano, de igual forma. No estabas equivocada en qué tomé una decisión por Emily en esos momentos, lo hice de manera egoísta pero aún sigo sintiendo que fue lo mejor. —Temas delicados, sí. En cierta forma si había tirado todo por la borda y hasta para sí mismo había sido bastante difícil pero al final del día esa decisión fue la más inteligente —Si para ti fue difícil digerirlo para mí todavía más, pero a como me encontraba en esos momentos y nuestra situación era preferible separarnos en buenos términos a manchar nuestra relación con cosas que no nos harían recordarla de manera bonita. Suspiró y se alzó de hombros como para restarle un poco de importancia al tema, eran cosas ya de un pasado bastante grande. —Creo que si sabes del amor, solo qué ahora sabes cómo dirigirlo un poco más correcta. Probablemente cuándo vuelvas a sentirlo nacerá de nuevo esa pasión y fiereza que tienes, qué no es malo en realidad, y creo que en esos temas es... Lo ideal cuando lo enfocas en la dirección correcta. Tomó el bowl de nata y la batidora para pasarlos a la mesa donde estaba Mimi, en cierta forma para no mantener aquella distancia con esa conversación íntima. —Es extraño decirlo, pero sorprendentemente tengo qué agradecerle al mio de haberme enseñado lo tóxico que puedes llevar una relación si te lo propones lo suficiente, supongo que eso me salvó a mí. Recordaba muchas cosas de su infancia que no tuvieron sentido hasta que pudo razonarlo de adulto, así que tenía el gran ejemplo de que no hacer de su parte y los peligros de querer tanto una relación qué no puedes darte cuenta cuando ya estás en lo profundo de algo horrendo y terminas por cambiar tan drásticamente para vivir en lo que deseabas que fuera.
Mimi Honda No había tenido exactamente celos de él, si no de... la situación en sí. De su relación con Emily y de algo que había sido inalcanzable para mí. Pero su reacción autocrítica y falta de confianza me crispó ligeramente. —¿Qué pasa con esa actitud derrotista?—pregunté enarcando una ceja con escepticismo—. Ah, qué molesto. Eres mucho más de lo que crees ser, Dante. Y lo más importante de todo es que eres una buena persona, así que deja de menospreciarte tanto. No necesitaba ser una mariposa social o el centro de atención del mundo para tener valor. Ya lo tenía solo por ser quien era. Me acerqué a la nevera y la abrí porque empezaba a notar la garganta algo seca y me apetecía tomar algo. Busqué entre las baldas hasta que di con una lata de té helado. Me hizo esbozar una pequeña sonrisa. ¿Podíamos tomarnos tanta confianza, de todos modos? Era un centro público, no la casa de alguno de nosotros. Quizás porque la enfermera de Témpera nos conocía por ser la hermanastra de Effy aquello estaba... ¿bien? Lo ignoraba, pero tal vez fuese buena idea salir los tres a cenar y tomar los profiteroles de postre cuando volviésemos. No quería gastar mi sueldo solo en mí ahora que era genuinamente el dinero de mi propio esfuerzo. >>Tampoco fuiste un villano—afirmé después con un pequeño suspiro de circunstancias. Me apoyé contra la mesa, flexionando mi codo sobre su superficie y apoyando mi mejilla sobre mi puño cerrado—. Hiciste lo que creíste correcto en el momento y con las herramientas que tenías. Nunca supe exactamente que pasó, pero es irrelevante. El punto es que... fuese lo que fuere fue tu decisión, vuestra decisión, y yo no debí inmiscuirme. A veces me preguntaba por qué nadie le había dado una bofetada a mi yo de hacía unos años. Yo misma se la hubiese dado. Era todo lo que odiaba ahora. El materialismo era algo que aún compartíamos, pero me negaba a seguir siendo una completa molestia para el resto del mundo. Quería dejar de echar de mi vida y de forma sistemática a las personas que me importaba por mi propia actitud de mierda. Abrí la lata y tomé un sorbo. Suponía que los padres podían ser una bendición y una maldición y que nosotros no estábamos en el lado afortunado del espectro. Sin embargo, ni Dante ni yo queríamos repetir sus errores. Ser una extensión de Moura Honda no estaba en mis planes. Cuando tuviese hijos en el futuro, les demostraría lo que era el verdadero cariño. Seguiría los pasos de mi madre y no los de él. No puedes comprar el cariño de tus hijos... crecen creyéndose dioses. >>Suficiente autocompasión por un día—sentencié finalmente y me aparté de la mesa para seguir trabajando—. ¿Qué toca ahora? ¿Al final les pondremos café?
Dante Miles —Oh, no, no... no me malinterpretes —Aclaró con cierta gracia —, en cuestiones románticas soy el peor candidato en mi más humilde opinión pero... en cualquier otro aspecto actual de mi vida, aceptaría cualquier clase de celos en realidad. —Estaba en cierta forma bromeando pero una parte de él también sentía que su estabilidad actual podía ser en cierta forma envidiable, llevaba una vida tranquila, tenía un buen trabajo, le iban a dejar a cargo el lugar donde trabajaba, entre muchas cosas más. —Pero gracias, agradezco mucho tus palabras. Mientras Mimi buscaba algo en el refrigerador de la cocina, él se acercó al lavabo para limpiar las aspas de la batidora de mano hasta que no quedara rastro de la nata que había montado, luego con un paño tranquilamente las fue secando todavía atento a las palabras de Mimi, asintiendo para darle la razón en lo que decía. Sí, se había hecho lo que creyó mejor y no era algo que debió haber sido interés de Mimi en ese momento, en eso tenía razón. —Ahora toca mezclar los huevos con el azúcar, primero se revuelve un poco de manera manual ambos para deshacernos de grumos grandes y luego ya enciendes la batidora hasta que se haga homogéneo y de hecho aclara un poco el color de las yemas, lo deja como de un amarillo pastel. —Colocó frente a ella el bowl donde se encargaron de poner las yemas y el que contenía el azúcar ya medida para que ella lo hiciera si se sentía un poco más inspirada de hacer algo ligeramente más completo —Después solo lo incorporaríamos con la nata y a refrigerar hasta que saquemos nuestros profiteroles... en cuanto al café, en caso de ser genuinamente un gran no... ¿quizás podremos cambiarlo por leche con chocolate? De eso si no estoy muy seguro... Con las aspas ya secas las volvió a colocar en la máquina y también la dejó al alcance de la rubia. —A todo esto, ¿Liza también planeó dejarnos un tiempo a solas o decidió huir de nuestro momento de cocina?
Mimi Honda El ambiente se sentía mucho más liviano después de aquella pequeña conversación. Si ya me sentía en paz antes, ahora era como si me hubiera quitado un peso de los hombros. Otro más. Dante explicó que el siguiente paso era batir los huevos y mezclarlos manualmente con el azúcar—primero— y de forma mecánica después, usando el batidor eléctrico para lograr una masa homogénea. Un escalofrío me recorrió la espalda. Me preocupaba no calcular bien la fuerza del batidor y mandar a volar trozos de masa por toda la cocina. Eso sería mucho peor que alguna que otra cáscara no invitada dentro de la masa. Un apocalipsis culinario. —Pero el café es la base del tiramisú—opiné con cierta confusión—. Si le quitamos eso, ¿no serían simplemente profiteroles un poco extraños? El licor es opcional, pero no el café. Podía tolerarlo. No me gustaba su sabor, pero no era alérgica ni tampoco se trataba de un no inamovible. Si el tiramisú era realmente tan bueno como Dante hacía pensar, quería probarlo tal y como era. Sin florituras ni medias tintas. ¿A dónde había ido Liz? Esa era una buena pregunta. Pensé que estaba en el baño y que había desaparecido de escena para que Dante y yo pudiéramos hablar. Ese había sido su plan desde el principio. Pero estaba tardando demasiado. —Quizas pretende que seas tú quien me enseñe sobre el amor—bromeé con cierta gracia antes de dejar la lata de té helado a un lado y girar sobre mis talones—. Dame un segundo. Voy a ir a buscarla.
Liza White Me froté la frente, cerrando uno de mis ojos mientras regresaba al recibidor. El golpe me dejó una leve marca roja que desaparecería en un rato, pero me seguía resultando estúpido cómo sucedió todo. Si algo le hubiese pasado a la cámara no me lo hubiese perdonado, debía ser más precavida. Marché hacia la cocina revisando el reloj en mi muñeca. Había tardado poco más de cinco minutos, me preguntaba si en ese tiempo habrían adelantado algo. El rugido en mi estómago incrementaba con el paso del tiempo, y como me dejasen mucho tiempo ahí dentro iba a acabar con las reservas de dulces. ¿Acaso no eran conscientes de la amenaza que era en un lugar así.... con hambre? —Si Arceus está poniendo a prueba a sus mayores guerreros, yo quiero dejar de ser uno de ell... Las voces desde el interior de la cocina me llegaron cuando estuve a punto de cruzar la puerta. Mis reflejos me hicieron retroceder un paso prudencial, y me oculté de su vista, tratando de comprobar si había escuchado bien. Las palabras me llegaron, inconexas en un principio, y agudicé el oído, conteniendo apenas el aliento. "Cuando rompisteis, solo podía pensar en lo injusto que era que hubieras tirado por la borda una oportunidad que yo jamás tendría. Decidí que eras el malo de la película y me volví en tu contra." ¿Estaban... hablando? La emoción que sentí cuando comprendí la trascendencia de su conversación no tuvo precedentes. Era lo que había querido que sucediese durante mucho tiempo... Y probablemente ellos también. Me llevé las manos a los labios, tratando de evitar cualquier ruido que me delatase, ocultando a su vez la sonrisa de oreja a oreja que tenía en ese momento. La felicidad mutó en vergüenza al poco tiempo, y me sentí mal por estar allí. No quería escuchar realmente, pero no sabía cuánto se tardarían y en algún momento debía volver... ¿No? ¿Quizás debía dar una vuelta por ahí? Al final los minutos pasaron, y mi indecisión me mantuvo clavada en el lugar el suficiente tiempo para que, cuando fui a separarme de la pared para darles finalmente privacidad, Mimi había salido ya a buscarme. Lo inesperado del momento me hizo abrir los ojos, y me quedé estática en el lugar. Ah, mierda. Ahora creería que les estaba espiando. —No es lo que parece, Mims —Traté de excusarme con celeridad, bajando la voz para que Dante no escuchase. Le hice un gesto para que hiciese lo mismo y proseguí—. Te lo prometo.
Mimi Honda No podía estar muy lejos. Si como suponía se había marchado para darnos privacidad, debía seguir en el centro. La opción más obvia parecía ser el baño, no levantaría sospechas y además estaba cerca. Lo que me resultaba más extraño de todo, sin embargo, es que Liza se había marchado de la cocina sin avisar, desapareciendo de escena con el sigilo propio de un ninja. No había dado ninguna excusa como si... genuinamente no quisiera estar ahí. ¿Quizás le aburría la cocina? ¿Debíamos organizar un curso de fotografía o de como aprender a usar un capturador la próxima vez? Nada más empujar la puerta de la cocina para salir, mis ojos se abrieron por la sorpresa al verla con muestras evidentes de haber sido pillada in fraganti. Por unos segundos nos quedamos allí, ambas estáticas. ¿Huh? Enarqué una ceja ante su intento de excusa y lentamente, una sonrisilla traviesa se dibujó en mis labios. —Aha~ ¿Y qué es lo que parece?—dije bajando la voz. Me acerqué a ella, para que ambas pudiéramos estar resguardadas tras la pared—. Ya que me da la impresión de que has estado aquí todo el tiempo... ¿crees que hice bien? Siento que aún quedan cosas por las que quiero disculparme, pero he sido una completa imbécil tantas veces que me cuesta recordarlas todas. Y no solo con Dante. La persona que más había sufrido mi comportamiento había sido Alpha. Desde humillaciones hasta golpes directos... No tenía excusa. Me preguntaba si le gustarían los profiteroles. Podía guardar unos pocos para él y evitar que muriese de hambre en lo que le permitían volver a comer en la cafetería de la Sede. Miré a Liza y sonreí. >>Ven—tomé su mano con una pequeña risita, liviana—. Tienes que ayudarme a batir la masa o la cocina terminará pareciendo aquella película del Spinda asesino que vimos en Ciudad Libertad con masa en lugar de sangre por la pared. Y ni tú ni yo queremos eso.
Liza White El color se me subió al rostro cuando aprovechó la situación para avergonzarme aún más y fruncí el ceño, molesta con la situación y conmigo misma. —No sabía que estabais hablando y no quería interrumpiros, ¿sí? —traté de defenderme sin éxito. Le hice hueco junto a mí y me revolví el cabello ligeramente, tratando de encontrar las palabras. Era una manía que había adquirido desde que lo tenía tan corto y maleable. Suspiré—. ...Disculpa. Si te sirve de consuelo no alcancé a escuchar tanto. Era una conversación íntima y yo no debía haber estado ahí. Sin embargo Mimi no parecía molesta, y en lugar de reprocharme me preguntó si había hecho bien allí dentro. La miré, sorprendida de que me cuestionase algo así. A pesar de que continuó hablando sobre lo que le hubiese o no gustado agregar, no procesé el resto de sus palabras. Era una chica de impulsos, después de todo. Y en ese momento mi impulso fue abrazarla. Noté el desconcierto en la forma en que sus músculos se tensaron, presos de la sorpresa del momento, pero me importó entre poco y nada y la rodeé con algo más de fuerza. A veces un gesto valía más que mil palabras. Creía estar expresando lo suficiente. —Gracias —Fue todo cuanto dije, con el transcurrir de los segundos. Mi voz reflejaba alivio y genuina gratitud. Nunca podría llegar a expresarle con palabras lo importante que había sido aquello para mí. Tampoco fue necesario—. Has hecho más que bien. Estoy segura de que tus sentimientos le llegaron a Dante. Era el primer paso para dejar una huella positiva en alguien más. Cuando me separé de ella desvié la mirada y me sequé el rostro con un movimiento rápido de mi mano. Ahí no había pasado nada. Entonces tomó mi mano y me animó a regresar a la cocina, y sonreí más que encantada. Aunque les hubiese dado una impresión errónea, estaba disfrutando aquella tarde de cocina como una cría. —Mhm, me parece bien —acepté, y estuve por dejarme arrastrar por ella cuando recordé el motivo por el que había regresado a la habitación. La miré con renovada emoción—. ¡Ah, pero antes! Necesito sí o sí estrenar este regalo contigo. Me separé un poco de ella, mostrándole la cámara que llevaba colgada al cuello con evidente orgullo. Los motivos de Oshawott y mi nombre grabado en ella la volvían aún más especial de lo que ya lo era. >>Dante me la regaló hoy por mi cumpleaños. La estrené con él, pero también quiero hacerlo contigo —Le guiñé un ojo y alcé la cámara entre ambas. La idea era hacernos una grupal más tarde, en la cocina, pero en ese instante se me ocurrió ese añadido—. ¿Nos hacemos una foto?
Mimi Honda En un principio me paralizó su repentina muestra de afecto. No porque no estuviese acostumbrada a ese tipo de acercamiento físico, eso ya no era un problema desde hacía bastante tiempo. Si no porque no lo vi venir. Mi cuerpo se tensó ligeramente y por un breve segundo no supe que hacer... como si mi cerebro se hubiera desconectado. Cuando pude razonar la situación, mis músculos se relajaron inmediatamente y la rodeé con mis propios brazos, estrechándola contra mí. —Ya, ya. Sé que lo he hecho bien, ¿pero de verdad es para tanto?—comenté con suavidad, mi voz llena de alivio y genuino orgullo mientras le daba pequeñas palmaditas en la espalda. Me dejé hacer con los ojos cerrados, sintiendo el corazón lleno de una felicidad que solía serme ajena. Bueno, estaba bien. Era un pequeño paso en la dirección correcta. Un pequeño paso para Mimi, un gran paso para, um... ¿Mimi también? Me sentía bien conmigo misma y era... extraño, porque solía fingir estar bien pero no sentirme como tal. ¿Esa era la parte 'dere' del 'tsun'? Jamás lo admitiría en voz alta. Fuese como fuere, lo más importante para mí es que estaba avanzando. Aunque a veces dar el salto daba miedo y podías caerte, eso no era un impedimento para volver a saltar. Fue en ese momento que me fijé en la cámara que colgaba de su cuello. Una pequeña cámara azul con motivos de Oshawott que me embargó de la misma emoción que ella cuando me la mostró. >>¡Mira que cosa más mona! Entonces sí hablabas de una cámara antes—le dirigí una mirada de circunstancias antes de suspirar, aunque mi tono seguía siendo jocoso—. Me siento un poco celosa, no se me ocurre un regalo mejor para una fotógrafa amateur que podría dedicarse profesionalmente a la fotografía si quisiera. Venga White, podrías ser mi fotógrafa. ¿No te interesa eso? Me apoyé sobre su hombro cuando alzó la cámara frente a nosotras. Allí no había focos, sliders, trípodes ni reflectores, pero era la mejor sesión de fotos que podría tener. —¿Bromeas?—resuelta, le guiñé uno de mis ojos—. Liz, es mi trabajo. Pon a saltar ese flash.
Liza White —¿Cuántas veces debo rechazarte hasta que te rindas con eso? —le reprendí, dándole un golpecito con el canto de la mano sobre su sien. El tono jocoso se filtró en mi voz por mucho que intenté ocultarlo. Era un alma indomable y libre. Mi lugar estaba fuera, en la naturaleza, donde nada ni nadie podía frenar la inagotable fuente de energía que llevaba dentro. Reducirme al mundo de la fotografía terminaría por marchitarme, como una flor cuya luz era bloqueada por los árboles más frondosos del bosque. Ahora que me había desecho de mis cadenas y obtuve el ímpetu suficiente para emprender el vuelo, no deseaba cortar mis alas de nuevo. Sin embargo... >>Es posible que me plantee ser tu fotógrafa a tiempo parcial en algún momento —Cuando los ojillos se le iluminaron, esperanzados, corté cualquier rumbo de sus pensamientos de inmediato, alzando mi dedo índice con una expresión que no daba espacio a réplicas—. Pero mis condiciones serán muy estrictas. Si llego a sentirme agobiada en lo más mínimo en ese entorno lo dejaré, ¿entendido? Suponía que podía concederle al menos eso. Aún tenía que estudiar los principios básicos de la fotografía... Después de terminar de estudiar para mi inminente examen de la especialidad ranger que había escogido. Recordar que probablemente me quedase esa noche hasta tarde estudiando amenazó con dejarme sin energías, pero decidí dejarle esa preocupación a la Liza del futuro y opté por disfrutar ese momento todo lo que durase. Lo que iba a ser una sola foto se terminaron convirtiendo en tres, pero no iba a ser yo quien fuera a quejarse. Mimi, acostumbrada a los focos, me aconsejó que habilitase una ráfaga de fotos y cambiamos de postura aquí y allá en los segundos que duró: poses naturales, muecas graciosas, hubo de todo un poco. La abracé de vuelta en una de ellas también, porque la había acostumbrado tanto con mi efusividad usual que en ocasiones me aprovechaba un poco y todo. —Bueno, creo que esto ya está —afirmé mientras iba pasando las fotos. Borré las que se veían borrosas y asentí, satisfecha con el resultado—. Luego tenemos que hacernos una con Dante, cuando terminemos los dulces, y habré cumplido con mi cuota del día. Apagué la cámara y me volví hacia la puerta, lista para seguir donde lo dejamos. >>Andando, ¡que esos dulces no van a terminarse solos!
Mimi Honda —Auch. Bueno, lo tenía merecido... suponía. Ya había rechazado la propuesta varias veces y seguía insistiendo con lo mismo. Empezaba a parecerme al imbécil de Boris. El pensamiento me hizo esbozar una mueca. Pero no podía dejar de pensar en lo increíble que sería. Tener como fotógrafa a mi mejor amiga me haría sentir más cómoda en según que poses, en lugar de fingir naturalidadd por simple amor al arte. Estaba empezando aún, ni siquiera había dado más que los primeros pasos en el mundo del modelaje y todavía había ciertas cosas que me hacían sentir insegura. Era buena disimulando, sin embargo. Quizás se me daba mejor actuar que modelar. —De acuerdo. Lo pillo—suspiré y casi rodé los ojos cuando expuso sus condiciones. Me había ilusionado para nada, pero no podía culparla. Terminaría agobiándose sí o sí entre las cuatro paredes de un estudio y la luz artificial de los focos. Liza no había nacido para eso. Era un mundo demasiado artificial, demasiado... carente de vida. Quizás sí que podía ser fotógrafa profesional pero dedicarse a fotografiar pokémon o la naturaleza y exponer sus fotos en revistas y libros de ciencias. Eso iba mucho más con su espíritu que encadenarse al trípode de un estudio fotográfico. En cualquier caso la sesión de fotos fue divertida. Obviamente no era nada profesional y quizás eso era lo mejor de todo. Posar se había vuelto mi día a día, pero no necesitaba posar en unas fotos que solo serían para nosotras, ¿verdad? No necesitaba instrucciones de ninguna clase, ni cambios de fondo o de exposición de luz. Era por simple... amor al arte. Regresamos a la cocina poco después. Podía imaginarme la expresión de Dante al pensar que lo habíamos abandonado a su suerte, pero la verdad es que lo encontramos tranquilo... como si tuviera completa certeza de que regresaríamos. Bueno, no sé equivocaba en eso. —Chef, ya estamos aquí. Problemas femeninos que no vienen al caso. Dije como si nada. Confiaba que con esa excusa no indagase más al respecto.
Liza White —Hey~ —saludé al entrar, haciendo un saludo militar con dos dedos como si nada. Como si no hubiese desaparecido como por veinte minutos, vaya. Dante avanzó con algunas cosas en nuestra ausencia, quitando los grumos grandes de la mezcla de manera manual para dejarnos rematar con el uso de la batidora. Me explicaron que tan solo quedaba incorporarlo a la nata y dejarlo enfriar y la emoción de que nuestra creación estuviese casi lista me hizo acelerar el paso. Sujeté el recipiente con una mano y la batidora con la otra, sopesando cómo proceder a continuación. Decidí darle la vuelta a la correa de la cámara y me la coloqué en la espalda para evitar accidentes. —Ven aquí, sous-chef —La llamé y le tendí la batidora con una sonrisilla traviesa, usando ambas manos para fijar bien el recipiente a la mesa. Ese sería mi trabajo de aquí en más, heh—. Yo te sujeto esto y tú bates la mezcla, ¿sí? >>Procura no levantarla demasiado para no empaparnos a todos. Tengo el cabello limpito y brillante y no quiero tener que volver a iniciar todo el proceso para mantenerlo de nuevo —Le advertí, poniendo las evidentes prioridades sobre la mesa, claro. Le dirigí una mirada divertida a Dante y me volví hacia ella, expectante. Mis dedos se tensaron ligeramente alrededor del envase. Ya era tarde para dudar de mi división de tareas.
Mimi Honda Ahora que habíamos vuelto era momento de seguir trabajando. Teníamos que batir los huevos y el azúcar —que en esos momentos se veían repugnantes—, pero que tendría un buen sabor una vez estuviese todo listo. Confiar en el proceso era importante. El problema era que el proceso podía ser una hecatombe de proporciones épicas. Levantar el batidor un poco más de la cuenta, darle más fuerza de la necesaria o volcar el bol no eran una posibilidad remota si era yo quien estaba al frente. Crucé los brazos y miré a Liza enarcando una ceja, tratando de comprender si hablaba en serio o no. De verdad, honestamente, ¿quería que yo me encargarse de eso? —Liz, esto va a parecer una de esas películas pervertidas que esconden al fondo del estante en las habitaciones del centro pensando que nadie las va a ver y yo no quiero hacerme responsable. No era como si... hubiera visto alguna ni nada así. Simplemente sabía que estaban ahí, ¿de acuerdo? Íbamos a terminar con masa hasta en los ojos. Solté el aire de golpe y sujeté el batidor, tragando saliva en el proceso como si estuviese por realizar la acción más trascendental del mundo. Un error y se acabó. No iba a seguir en la cocina con el cabello lleno de azúcar y huevos.
Liza White Cerré uno de mis ojos cuando puso la máquina a funcionar, con la misma tensión que ella sentía. Si acabábamos pringadas hasta arriba sería enteramente mi culpa pero la vida era más emocionante cuando se corrían ciertos riesgos. Comenzó con movimientos lentos, insegura de alzarlo demasiado y cometer algún error en el proceso... Pero iba muy bien. Francamente bien, de hecho. —Sube y bájalo un poco —Le indiqué soltando una de mis manos para colocarla sobre la suya, dirigiendo el movimiento—. Así no dejarás grumos en la superficie y tendremos una mezcla homogénea. Vas muy bien. La solté y volví a mi puesto super importante, porque aunque no lo pareciese un error de mi parte también podía pasarnos factura. Poco a poco la mezcla fue adquiriendo un tono pastel cada vez más brillante y la tensión se fue deshaciendo, hasta que parecimos disfrutar verdaderamente de eso. Dante nos dio el visto bueno cuando creyó que ya era suficiente y solté un suspiro de alivio, dejando ir el recipiente. Tenía los dedos agarrotados de la presión que había estado haciendo, Arceus. —¡Lo hicimos! —exclamé y alcé mis palmas hacia Mimi, para chocarlas a modo de celebración. No lo dudé por un instante. Bueno, un poco sí, pero aquí estábamos—. Van a ser los mejores profiteroles que hayamos probado nunca. Aunque sean feos y deformes, pero son nuestros profiteroles feos y deformes. Nuestro chef se encargó de incorporar la mezcla y de dejar todo preparado para introducirlo en la nevera y me llevé las manos a la cintura, satisfecha con el resultado de nuestra tarde de cocina. Ya iba siendo hora de elegir dónde íbamos a cenar. Mientras el chico ultimaba detalles solo nos quedaba esperar, y entonces el recuerdo de algo que había dicho antes y con lo que fingí demencia me vino a la mente de nuevo. Me acerqué a Mimi y le hablé bajito, entretenida con el asunto. >>Con que películas pervertidas, ¿eh? —repetí—. No sabía que te iban esas cosas. ¿Alguna recomendación~?
Mimi Honda Sorprendentemente nada pasó. Activé el batidor tras algunos segundos de preparación con el corazón martilleándome en el pecho y cerré los ojos preparándome para lo peor, tan tensa que mis dedos se pusieron blancos. Sin embargo, no sucedió ninguna catástrofe. Por intervención divina de Arceus la masa se mantuvo en el bol, donde se suponía que debía estar todo el tiempo. ¿E-eh...? Abrí uno de mis ojos lentamente solo para asegurarme de que no lo estaba imaginando. No había trozos de masa por la cocina y mi pelo seguía limpio y cuidado. Mis dedos temblaron de puro nerviosismo y solo pude relajarme al menos en parte cuando White se decidió a ayudarme. Ella tenía más experiencia que yo con eso. El más mínimo de experiencia era ya tener más que yo, así que podría decirse que era profesional en comparación. La calidez de sus manos y su guía me reconfortaron y me permití destensar los hombros. Era agradable saber que no estaba sola en eso. —... No hablé en ningún momento, mis sentidos depositados al cien por ciento en no joderlo todo. Solo... un poco más. Si subía el batidor y volvía a bajarlo, los grumos de la superficie se deshacían y dejaban tras de sí un líquido claro que poco a poco tomaba la forma de una pasta homogénea. Bien, eso era. Lo estaba haciendo bien. Todo era cuestión de práctica. La cocina no era diferente a tocar el piano o a cualquier otra actividad que requiriese concentración y habilidad manual. Era cuestión de empeño y esfuerzo. —¡Lo hicimos!—exclamamos prácticamente a la vez al chocar las manos—. ¡Que tiemblen el resto de pastelerías! ¡Podríamos abrir nuestro propio local! Estaba exultante de alegría y era algo que no me daba la gana disimular. No, en lo absoluto. Iba a disfrutarlo al cien por ciento el tiempo que durase. Dante ultimó los detalles y mientras se alejaba por la cocina para guardar el relleno de los profiteroles en la nevera, Liza decidió que era buen momento para dejar de fingir demencia. Mi corazón dio un vuelco repentino y brusco y me tensé, evidentemente sobresaltada por su observación. Mierda. Bueno, pues ahora era mi turno de fingir demencia. —¿H-huh?—repliqué antes de darle la espalda rápidamente y pasé por su lado para tomar la lata de té—. No sé de lo que hablas. Podía ser buena actriz, salvo cuando mi cuerpo idiota me delataba. Porque no solo mis mejillas estaban rojas—y eso pude disimularlo al darle la espalda—, si no que mis orejas también.
Dante Miles No protestó demasiado luego de que Mimi dijera que el café era la parte escencial del tiramisú, que vaya, estaba en lo correcto pero tampoco quería simplemente que pudiera tener su experiencia arruinada por un ingrediente que no le gustara pero con esa declaración en cierta forma le daba un permiso para usarlo, entonces cuando se excusó para ir a buscar a Liza él se puso a preparar el café. Y esperó. Movió la temperatura del horno cuando pasó su tiempo de esponjar los profiteroles y así pudiera finalizar su cocción, picó un par de frutas para pasar el rato y comer uno que otro trocito para entretenerse, preparó el café para la receta e incluso aprovechó para servirse una pequeña taza hasta que finalmente las chicas regresaron justo cuando estaba sacando la charola de profiteroles para que se enfriaran. "Chef, ya estamos aquí. Problemas femeninos que no vienen al caso." Entrecerró sus ojos bastante sospechoso de toda la situación, pero al ver que Liza había entrado con la cámara colgada lo hizo simplemente alzar sus manos como un gesto anunciado de que no iba a preguntar nada. Se fue a apoyar en una de las mesas y observó todo el avance de las chicas con una gran sonrisa en su rostro, le gustaba ver aquellas interacciones y ver la emoción que les provocaba un trabajo bien hecho. Las felicitó, tomó el bowl y cuando estuvo apunto de guardarlo en la nevera reflexionó un poco los tiempos que estaban manejando —¿Quieren que monte el tiramisú para dejarlo enfriando mientras cenamos algo? Seguro queda bastante bien de postre ya a estas horas —Preguntó en voz alta para que se escuchara donde estaba, aunque todavía les estaba dando la espalda por estar sacando refractarios donde montar el tiramisú en caso de que aceptaran su idea —. También no se que se les antoje cenar... ¿sushi? ¿alguna clase de sopa? ¿pastas?
Liza White Mimi había decidido escoger la opción aburrida a mi pregunta y me encogí de hombros, sin mucho que hacerle. —A mí me parece bien —acepté la propuesta de Dante, cambiando de tema con naturalidad. Decidí aproximarme al chico para hacerle algo de compañía mientras montaba el tiramisú, y de paso curiosear un poco cómo lo hacía. Su siguiente pregunta me arrancó una mueca asqueada, y negué rápidamente con la cabeza—. ¿Pescado crudo con arroz? No, gracias. Lo que sea menos eso. >>Puedo echar un vistazo a los establecimientos que hay por aquí cerca —Ofrecí y saqué mi teléfono—. Dame un segundo. Siendo Témpera la ciudad de la que hablábamos, tenía sentido que encontrase tantas opciones tan cerca de nosotros. Estábamos en el centro, de igual forma. Era la zona donde había mayor vida, tanto turística como nocturna. Cadenas de comida rápida, restaurantes kaloienses, alolianos... Mi tripa rugió como protesta ante mi evidente indecisión. Definitivamente tenía que hacer algo. —Mimi, ¿te has acabado el té helado? —Cuando terminó por apurar lo que le quedaba le hice un gesto con la mano—. Pásame la lata. Escribí en varias servilletas las distintas opciones que teníamos a nuestro alcance (sushi descartado), y coloqué la lata en el centro del círculo improvisado sobre la encimera. Lo había colocado en una zona libre de cacharros, para evitar interrumpir o manchar nada en el proceso. >>Muy bien —alcé la voz, con tono solemne—. Que sea lo que la todopoderosa lata de Mimi decida. Contenido oculto Cómo me ha dolido en el alma escribir que el sushi está malo, diosito
Mimi Honda —No quiero ser la causa de que un pobre Magikarp acabe en un plato de arroz y algas nori. ¿Por qué no vamos a por una pizza? Le di un sorbo a la lata de té, apurando lo que quedaba mientras mi corazón se calmaba. A diferencia de Liza, a mi sí me gustaba el sushi, pero no me apetecía en ese momento. En Sinnoh era gastronomía típica, así como el ramen o el tonkatsu. Alguien de Teselia como ella no podía apreciarlo como se merecía. Teselia era la meca de las patatas fritas, las hamburguesas y los hot dogs. Solo de pensarlo mis arterias se obstruían. >>No, no, demasiado simple—descarté rápidamente e hice una mueca, imaginando una pizzería marginal en una esquina y una lata de refresco light como acompañamiento—. Ni siquiera califica como cena. Se me ocurrió pedirle a Dex que nos ayudara a elegir pero White nuevamente se adelantó a mis movimientos, así que tuve esperar. Pensé en el hambre que tenía ya a aquellas horas y que realmente no me importaba a donde fuéramos en tanto la comida no pareciese una montaña de calorías vacías. Ya tenía bastante de esas con los profiteroles de esa noche y los éclairs que tomaba para merendar con un té cada día. ¿Tendrían buen sabor? Solían decir que la comida estaba mucho más deliciosa cuando tú mismo la preparabas y estaba deseando descubrir si era cierto o no. Incluso si tenía que soportar un poco de sabor a café de nada. Tan centrada estaba en esa idea que cuando me llamó para pedirme la lata solo alcancé a enarcar una ceja. ¿Huh? Le pregunté con la mirada para qué narices quería la lata; mi cuerpo aún sobresaltado por su estúpida idea de preguntarme por las películas prohibidas del centro... pero se la extendí de todos modos. Su idea era usarla de ruleta. La lata giró una y dos veces sobre su propio eje señalando todas las opciones pero no deteniéndose en ninguna. Cuando finalmente lo hizo, solo una de ellas quedó como ganadora. Pasta. Me llevé una mano a la cadera. —Bueno, mi todopoderosa lata ha decidido que es noche de trenette y pansotti. Contenido oculto Me hace mucha gracia que Teselia esté basada en Nueva York porque me permite hacer cosas como esta-