Long-fic de Inuyasha - Inuyasha Shin Keishō

Tema en 'Inuyasha, Ranma y Rinne' iniciado por Bettle Red, 8 Mayo 2025.

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    Escritora
    Título:
    Inuyasha Shin Keishō
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    1
     
    Palabras:
    1562
    CAPITULO I.



    En una pequeña aldea, la gente corre despavorida.
    El rojo del atardecer se mezcla con las llamas gigantes que devoran todo a su paso, dejando una estela negra.
    Los animales huyen al lago en busca de refugio, mientras los niños ayudan a los ancianos y enfermos a escapar.

    En lo alto de la montaña, dentro del templo, yacen los cuerpos de varias sacerdotisas. Una mujer con el rostro cubierto por una máscara menpō, que resalta sus inquietantes ojos púrpura, apunta con una lanza a Kagome, ahora una alta sacerdotisa.

    —¡Detente! No tienes por qué hacer esto —dice Kagome, con los ojos llorosos y el arco en mano—. Creí que me apreciabas, al menos un poco...

    La mujer responde con decepción en la voz:
    —Precisamente porque te aprecio es que te pido que te detengas. Si vienes conmigo, podremos...

    —¿Qué? —la interrumpe con desesperación—. ¿Ir contigo para que intentes sellarme? ¡Quieres encerrarme en un templo!

    —No es así...

    —¿No? Confié en ti, te di mi amistad, y ¿qué hiciste? ¡Me clavaste una flecha en el corazón a la primera oportunidad! No quieres ayudarme... quieres matarme.

    —No, yo no... —La voz de Kagome se quiebra, y por un momento, la flecha que sostiene parece pesar demasiado—. Ven, te juro que haré todo lo posible por ayudarte.

    —¡Izago!

    Inuyasha irrumpe en la escena montado sobre una bestia demoníaca semejante a un oso colosal. El humo se dispersa ante su llegada, y los últimos rayos del sol iluminan los ojos púrpura de la mujer.

    Las llamas siguen extendiéndose al pie de la montaña, devorando todo a su paso.

    —Inu... Yasha... —murmura la mujer con odio y rabia.

    —Es hora de arreglar cuentas. Solo tú y yo.

    Inuyasha desciende de la bestia. Izago baja la lanza solo para empuñar la espada que cuelga de su cintura. Tras un silencio mortal, cambia las armas de mano: la espada en la izquierda, la lanza en la derecha. El gesto hace tragar saliva a Inuyasha y le oprime el corazón a Kagome.

    —Izago, mírame a mí —suplica Kagome, soltando su arco y extendiendo la mano—. Vayamos a casa. Baja esas armas.

    La mujer duda. Por un instante, sus dedos se relajan, pero al recordar por qué están allí, endurece el gesto y apunta con decisión.

    —Como último acto de amistad, te advierto que te vayas... —Su tono es tan gélido que el viento parece helarse.

    —Hazle caso —interviene Inuyasha, tomando las manos de su esposa—. Ayuda a la gente a evacuar y atiende a los heridos.

    Kagome no quiere irse. Sabe lo que ocurrirá, pero no puede intervenir. No ahora, cuando debe proteger a la criatura que crece en su vientre. Con lágrimas en los ojos, huye, el corazón destrozado.

    Solo quedan Inuyasha e Izago. Se miran fijamente, comunicando sin palabras: odio, nostalgia y tristeza danzan bajo la luz del incendio.

    —Sabes que morirás, ¿verdad? —dice Izago.

    Inuyasha resopla.
    —No. Tú tampoco morirás si sueltas esas armas y vienes conmigo.

    —Tu arrogancia te ciega, Inuyasha. Tantos años luchando contra demonios mediocres te han inflado el ego.

    Inuyasha aprieta Tessaiga y la apunta hacia ella.
    —Veo que no cederás.

    El viento sopla, las nubes cubren el cielo y la luna emerge. Cuando la última hoja deja de mecerse, el choque de sus espadas retumba en la montaña.

    La batalla es feroz. Izago lucha con habilidad y un odio acumulado por años. Las chispas de sus espadas iluminan la noche. De pronto, Izago escucha el llanto de un bebé. Sus ojos se abren, sorprendida. Tras asestar un golpe a Inuyasha, corre hacia el bosque.

    Inuyasha se levanta y, al verla huir, lanza su técnica:
    —¡Kaze no kizu!

    Izago se detiene al encontrar a una discípula moribunda, con un bebé ensangrentado en brazos:
    —Mi señora... la pequeña vive...

    El ataque de Inuyasha impacta en su espalda, matando a la discípula al instante. Izago, gravemente herida, toma al bebé y le ofrece su meñique para calmarlo. Todo lo demás pierde importancia.

    Desde la montaña, Kagome apunta con su arco. Sin ver al bebé, dispara. La flecha atraviesa el corazón de Izago.

    Silencio.

    Inuyasha corre hacia ella. Kagome grita, segura de haber matado a su antigua amiga.

    Izago, furiosa y dolorida, se arranca la flecha. Abraza al bebé, niega las lágrimas y se levanta. Con una mano sostiene a la pequeña; con la otra, lanza su lanza a Inuyasha, clavándolo en el abdomen.

    Kagome ve cómo una figura se acerca a Izago. La mujer gira y mira con confusión y rabia a quien le ofrece una mano. Sin dudar, la toma, pero luego clava una espada en su pecho.

    Un estruendo sacude el bosque. Un viento voraz apaga las llamas. Luego, solo queda silencio.

    Año 2024.

    Una joven de cabello negro y largo asiste a clase en un instituto japonés. Al sonar la campana, su amiga Suki se acerca:

    —Kumiko, como Sota no vino, ¿podrías quedarte a limpiar? Luego iremos por ramen.

    Kumiko sonríe.
    —Claro. ¿Kaori también se queda?

    Ambas miran a la rubia dormida en su pupitre. Kumiko niega con la cabeza y ríe.

    Kaori despierta, molesta.
    —¿De qué se ríen?

    —Otra vez no dormiste —dice Kumiko, ofreciéndole un sándwich—. Come y ayudemos a limpiar.

    —Odio estos emparedados. Demasiada crema —rechaza Kaori.

    Kumiko se inclina hacia ella.
    —Si terminamos rápido, iremos a comer ramen. ¿Vendrás?

    Kaori se ruboriza y se levanta.
    —Los japoneses no entienden el espacio personal.

    —Grosera —dice Suki, cruzando los brazos.

    Kumiko suspira. Suki y Kaori son como el agua y el aceite: una cálida como el verano, la otra fría como el invierno.

    Tras limpiar, salen a comer ramen. La nieve cae mientras caminan.

    —Hace mucho frío —se queja Suki, frotándose las manos.

    Kaori, serena, palidece por el frío.

    —Es normal que no sientas frío: tu alma ya es helada —bromea Suki.

    Kaori se acerca, amenazante, pero Kumiko interviene, tomándole las manos.
    —Estás helada —dice Kaori, calentándolas con su aliento.

    Suki se sonroja ante la escena.
    —¡Miren! El restaurante está vacío. ¡Vamos!

    Dentro, la dueña las saluda. Poco después, entra el Dr. Higurashi. Suki se ruboriza.

    El hombre comienza a charlar con ella y Kaori nota un sonrojo en las mejillas de Suki.

    — Debería darte vergüenza ser tan descarada...

    La cara de Suki se puso roja como un tomate y Kumiko solo se rió. El apuesto doctor se percató de la presencia de las chicas y no dudó en acercarse, ya que se conocían de vista y la hermana menor de Kumiko era un poco enfermiza asi que la habia atendido multiples veces.

    —Señoritas, buenas noches ¿Que tal la escuela?

    — Todo muy bien doctor, su abuelo ¿Cómo sigue? —Kumiko pregunta sonriente y amable.

    —Fuerte como siempre— responde sonriente.

    —No conoce a Kaori ¿Verdad? Llegó hace tres meses.

    Kaori se levanta y le da la mano al doctor.

    — Kaori Von Moltke, un placer.

    Al estrechar la mano de la joven nota que sus dedos se ven ligeramente azules.

    — Igualmente ¿Te sientes bien?—pregunta señalando su mano.

    Kaori asiente— Sí, sí, es por una afección cardíaca pero ya estoy en tratamiento.

    — ¡Ah! Ya veo, bueno, aún así ten cuidado. Cualquier emergencia no dudes en contactarme, Kumiko tiene mi número.

    Kaori asiente y el doctor se despide luego de que la señora les lleva el ramen. Suki permanece sonrojada e inmóvil en la esquina de la mesa.

    — Así que solo se necesita un doctor guapo para mantenerte callada ¿Eh? —dice Kaori con un tono burlón.

    Kumiko no puede evitar reír. Las tres comieron tranquilas y luego se marcharon. Mientras caminaban por las calles Suki se acercó a Kumiko y la tomó del brazo con cariño.

    — ¿Que haremos para tu cumpleaños?

    —No habrá celebración. Mi padre no está, mi madre está triste y Miko sigue enferma —explica Kumiko.

    —Al menos un cheesecake de Rikuro —insiste Suki—. ¿Verdad, Kaori?

    —Nunca he entendido por qué festejan esas cosas —responde Kaori.

    —Palabras frías de un alma fría —replica Suki.

    Después de discutir y caminar un rato mas, cada una se retiró a su casa, siendo Kumiko y Kaori las últimas en despedirse.

    —Mañana iré al bazar de antigüedades cerca del templo de Kagutsuchi. ¿Vienes? —preguntó Kaori con su habitual tono monótono.

    Kumiko sonríe.
    —Claro. Nos vemos allí.

    —Ni siquiera te dije la hora...

    —No es necesario —grita Kumiko, alejándose—. ¡Hasta mañana!

    Kaori sonríe y se marcha.




    Notas:
    Antes que cualquier otra cosa, hola.
    Hace mucho no escribo fanfics y debo decir que me gustaba mucho hacerlo pero, por alguna razón, dejé de escribirlos.
    La intensión es hacer un long, long, looong fic pero puede que las actualizaciones tarden lol.
    Si te gusta el capítulo debes saber que habrá más solo que me tomaré mi tiempo, pero de verdad deseo que sea mi proyecto a largo plazo.
    Aviso que esté fic no tendrá contenido +18 ni nada que diste mucho del tono de la obra original. Incluso es muy probable que no incluya escenas de besos o estás sean totalmente justificadas y muy escasas. Si te gusta ese otro tipo de tono, quizá esté fic te deje con ese vacío.
    Me gustaría mucho leer sus comentarios e interactuar con ustedes, así que, si tienen comentarios o preguntas me gustaría que las comenten y cada capítulo responderé :)
    Sin mucho más que decir solo quiero despedirme diciendo que estoy entusiasmada de regresar a este foro y a escribir fanfics.
    XOXO.
     
    Última edición: 8 Mayo 2025
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