Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Zireael

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    Tampoco era que anduviera tan de mano suelta con Hubert, siempre atendía por si notaba tensión en su cuerpo o cualquier mensaje que me indicara que debía dejarlo quieto, pero incluso si no se esperaba la gracia no percibí incomodidad lo que venía siendo usual de por sí. Era lo mismo de siempre, había algo en él que transmitía cierta noción de inexperiencia que no se emparejaba, por ejemplo, a la ingenuidad de otras figuras como podían ser Vero o Jezebel. Era entre curioso, divertido y casi tentador.

    La sonrisa que alcanzó su rostro fue más sosegada y por ello, quizás, me tardé un poco más en notar a Copito en su mano. De todas maneras, Sherlock aquí presente dijo lo del banquete y una risa ligera me abandonó el pecho, pude entender que era un remedo de broma inocente y no me lo tomé como un reclamo ni nada parecido, ya le había explicado, así como a Vero, que había hecho planes de previo y tal. Ninguno se molestó, ninguno reclamó ni se quejó.


    —Soy fan acérrimo de los banquetes, qué te digo —concedí sin siquiera pensarlo y la sonrisa estuvo a nada de descubrirme los dientes—. Sobre todo si los prepara cierto muchachito que conozco.

    Fue después que noté a Copito y mi neurona quedó absorbida en cosa de segundos, apartando que me gustaban los animales, lo de Copito era diferente porque el ave me tenía confianza y lo sabía, así que prácticamente nos saludamos entre nosotros. No me molesté en disimular lo suavecito que me ponía ver al gorrión ni nada y me reí por lo bajo al notar que Hubert lo dejaba más a mi alcance. Copito se relajó apenas lo acaricié y continué haciéndolo un rato más, mientras decías las estupideces de turno.

    ¿Estaba tentando demasiado los límites de todo el mundo? Quizás, la idea me alcanzó y la deseché casi en automático. El gorrión había saltado de su mano a la mía y sonreí, tranquilo, mientras usaba el pulgar para seguir dedicándole caricias livianas entre las plumas. El niño me había mirado y yo sostuve sus ojos un momento, me sorprendió un poco que me contestara la estupidez con una del calibre aunque lo disimulé sin mucho problema previo a apoyar la cabeza en la suya.

    Antes de responderle erguí la postura de nuevo, siquiera se me pasó por la cabeza que Anna se hubiera comido el numerito, y entonces me digné a responderle a Hubert. Apoyé la mano en que sostenía a Copito en el borde de la ventana, sólo para no tenerla suspendida en el aire y cansarme, y la que mantenía en los hombros del chico se deslizó con cuidado nuevamente. Tracé la línea de sus hombros, sentí el cabello oscuro hacerme cosquillas en la piel y descendí por su espalda, sin más, fue una suerte de mapeo para ver hasta dónde me dejaba hacer o no.

    —Depende, creo, hablaba por Copito nada más. Yo personalmente prefiero el privilegio de sostener a los príncipes —dije casi en voz baja, entretenido, y la manera en que la tontería se solapaba con otras me quiso hacer más gracia de la que debía—. Si a ti te parece un privilegio ser sostenido por tu caballero ya es otra cosa.

    Me reí, tomé un segundo para instar a Copito a apoyarse en el borde de la ventana y en tanto eso pasaba usé la mano sobre el cuerpo de Hubert como una suerte de ancla. Alcancé su costado, busqué girarlo hacia mí y al hacerlo despegué la mano de allí para echarle ambos brazos encima ahora sí, lo envolví en un abrazo que no tuvo ninguna otra intención. Esperé nuevamente por cualquier seña de incomodidad, la que fuese, pero antes de descubrir si tenía que soltarlo o no le hablé en un murmuro aprovechando la cercanía incluso si era algo que ya le había dicho.

    —Gracias por haber hecho comida para mí también.
     
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    Bruno TDF

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    La respuesta sobre los banquetes dio cuenta de que captó la naturaleza de mi réplica, tal como asumí que pasaría. Observé que el estiramiento de su sonrisa estuvo a punto de revelar su dentadura, poco le faltó para adquirir un tono no visto en nuestros encuentros previos. Aunque esto no aconteció al final, Cayden sí se permitió remarcar que le gustaban los banquetes preparados por mi mano, ante lo cual mi sonrisa se ensanchó ligeramente. Me alegraba saber que había disfrutado el bento que le hice llegar con la inestimable colaboración de Jezebel. Pero me debatí si responderle esto o, en pos de seguir bromeando, decirle que acababa de labrarme una buena fama. La presencia de Copito no dio tiempo a más, el gorrión absorbió por completo sus sentidos y me limité a contemplar el entrañable reencuentro.

    Las acotaciones sobre ser sostenido por un príncipe me tentaron nuevamente hacia el campo de la broma, de modo que en esta ocasión no desaproveché la oportunidad para molestarlo un poco, o eso creí que lograría. Imaginar el cuadro de Cayden en brazos de alguien más me hizo la debida gracia, quizá porque resultaría estrafalario ver en esa situación a alguien que era más alto que yo. Aún así sentí que, probablemente, me estaría sobrepasando con la confianza que establecimos, motivo por el cual me tomé algunos segundos para decidir si soltar el comentario jocoso. Estaba visto que, aunque me permitía ciertos arranques o podía ser permisivo con determinados gestos, mi soltura no era equiparable a la de los extrovertidos.

    Por eso, mi sutil reacción bajo la mano de Cayden dejó a la vista un límite.

    Me había distraído en el blanco y pequeño contorno de Copito cuando su mano se apoyó en la ventana, motivo por el que no noté a Anna pasando detrás de nosotros. Sí fui consciente de los dedos deslizándose con delicadeza sobre mis hombros. Esto en sí mismo no me implicó nada en particular, ya que bien podía tratarse de un simple movimiento para liberar su brazo. Fue en eso que yo, enfocaba como me hallaba en mirar al ave, hice un amague de darle otra caricia… Pero mi mano se detuvo al percibir el contacto en mi cabello, por no mencionar el posterior deslizamiento en la zona de mi espalda. Me quedé muy quieto en mi lugar. Esto duró un instante, pero el tiempo suficiente para que Copito alzara la cabeza hacia mí y para que Cayden seguramente percibiera las señales. Al final retomé mi intención de acariciar la cabeza del gorrión, y fue en eso que me volteé con calma para mirar a Cayden. Mi sonrisa se mantenía tranquila, pero había retrocedido, y en la oscuridad de mis ojos se percibía un aire interrogativo.

    Al mismo tiempo que esto pasaba, Cayden me dijo que prefería el privilegio de sostener a los príncipes y que era asunto mío si lo consideraba mi propio privilegio. Fue una contestación divertida ante la cual me limité a mantener la sonrisa amable por no saber con qué otra cosa responder. Su mano en mi espalda me tenía desconcertado, ya que no lograba darle forma a la intención con la que me había tocado; no lo sentí del mismo modo en que, por ejemplo, acarició mi cabeza como si fuese un niño.

    Todo esto se completó con un abrazo. Más adelante, quizá, sentiría un poco de culpa por la manera en que mi mano libre quedó en aire, en clara muestra de que no me lo había esperado para nada. Necesité algunos segundos para procesar la cercanía, sus brazos envolviéndome y los rizos de intenso rojo rozándome la oreja, la sien. Copito nos miraba desde su lugar en la ventana, como entretenido. Era un poco gracioso pensar que esta misma escena la viví con Verónica las primeras veces que nos vimos, en su momento hasta me había dado una vergüenza que ella, tras notarla, respetó las siguientes veces.

    Como ya estaba dicho, no poseía la soltura suficiente para adaptarme a algunas cosas.

    Aún así, correspondí al abrazo de Cayden. Mi brazo libre, el que no sostenía el bento, se deslizó por su espalda con discreción. Le unas palmadas suaves entre los omóplatos, que pretendieron ser amistosas, y quise creer que también transmitían tanto cariño como respeto. Su agradecimiento me hizo recuperar parte de la sonrisa.

    —Agradezco que hayas podido probarla, y me alegra que lo disfrutaras —respondí—. Se siente bien hacer algo así por las amistades.

    Con mucho cuidado me despegué de él, aunque mantuve mi mano sobre su hombro. Le sonreí.

    —Ahora que recuerdo… La próxima vez podríamos acompañar el almuerzo con las galletas que me regalaste el otro día. Las chicas seguro quedarán doblemente encantadas —comenté con sutil gracia, refiriéndome a Verónica y Jezebel—. Por cierto, ¿ibas a comprarte algo?

    Al decir esto, repasaba con la vista sus manos. Dudaba que planeara almorzar sólo un caja de Pocky.
     
    Última edición: 29 Marzo 2025 a las 8:24 PM
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    ¿Habría preferido que me dijera que lo había incomodado o molestado? No estaba seguro, aunque sin duda habría sido más claro o contundente y a veces, aunque no pareciera, necesitaba que me encajaran una bofetada en la cara para que dejara de hacer mierdas sin pensar. En cualquier caso, noté sus reacciones a mis comentarios que fueron una idiotez detrás de la otra sin pausa, un hábito mal adquirido de Arata, quizás.

    Que el banquete preparado por él, lo de sostener a los príncipes y que quedaba en él si le parecía un privilegio ser sujetado por mí. Lo dicho, lo demás, la averiguación que hice al acariciarlo y tal no pretendió más que eso, un mapeo, y por ello no hizo falta que me valiera de Copito para darme cuenta de nada. Al fin y al cabo temía los ojos de personas como este chico porque yo poseía el mismo don desgraciado. Hubert no habló más, una parte quizás por dudar de hasta dónde llegaba nuestra confianza, y luego su intención de acariciar al gorrión se detuvo en el aire.

    Percibí el instante de congelación, allí en su espalda, también el retroceso y apenas recibí la suerte de confusión o cuestionamiento en su mirada, reajusté apenas la mano para lo del abrazo y allí debió desaparecer cualquier tinte ambiguo de los gestos anteriores. Los borré como borraba mi presencia cuando me convenía, como si nunca hubiese estado allí para empezar, y siquiera me ofendí.

    Había rozado una cuerda y el sonido que brotó de ella no era correcto, nada más.

    Al abrazarlo supuse que de todas formas su cerebro de niño genio se quedó entrampado en los gestos anteriores, más difíciles de leer y categorizar, porque su brazo libre no reaccionó de inmediato y pensé en soltarlo incluso. Daba lo mismo si rechazaba el toque de antes, pero la posibilidad de que rechazara el abrazo que sí era genuino y nacía del cariño que le tenía... No se me apetecía mucho, aunque lo habría entendido.

    Sin embargo, al final su brazo reaccionó y aunque la manera en que lo hizo, con las palmadas entre los omóplatos, le dio un aire un poco gracioso porque me pareció un abrazo un poco tieso, creí entender que era su manera de fundir el respeto y el cariño. Era una tontería, pero me ayudó a borrar el punzón del pecho que la idea del rechazo me había generado. Me separé cuando percibí su intención de hacerlo, su mano se mantuvo en mi hombro y la mía bajó por su brazo, en el que sujetaba su almuerzo, y se quedó suspendida allí cerca de su muñeca. No pretendí nada y el contacto no tuvo ningún tinte extraño, fue más un reflejo con el que mantuve un puente hacia él.

    Good Lord. Si preparas un almuerzo y yo hago galletas podemos matar a Vero de un infarto, quizás debamos dosificar eso de las comidas caseras con tal de no tener que llamar a emergencias —bromeé sin pensarlo mucho y usé el punto de ancla en su brazo para zarandearlo suavemente.

    Su pregunta me hizo consciente de que pretendía bajar para comprarme algo de comer, por lo que asentí con la cabeza.

    —Era mi plan, pero me distraje contigo. ¿Me acompañas? —Ni sabía si el niño tenía más planes, pero lo dudaba en vistas de que estaba aquí en la ventana con Copito—. Luego podemos ir a comer a cualquier otro sitio, si quieres.

    Solté su brazo, giré el rostro un momento para acariciar a Copito y decirle que lo veía otro día, porque estaba un poco raro llevármelo a través de los pasillos hasta la cafetería. Una vez hecho eso, volví la atención a Hubert y estiré la mano para darle una palmadita en la cabeza, entre la mata de cabello negro, ya volviendo a la sintonía usual.

    —Te perdiste muchos días, ya casi ponía una alerta Amber. ¿Te estuviste portando bien, Príncipe?

    En la checklist quedaban aprobados abrazos intermitentes y molestarlo, así que aunque hubiese tachado cosas el pobre no se libraba de mí. ¿Qué estaría pagando este muchacho? Ni idea.


    imagina tener autocontrol

    te los puedes llevar cuando gustes <3
     
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