Pasillo (Tercera planta)

No diría que el paisaje me había calmado, pero al menos me había permitido encauzar mis pensamientos. Había mitigado el ruido excesivo con sutileza y precisión, la suficiente para ahorrarme la consciencia del proceso. Convertido en una frecuencia neutra, quizá, se hundió bajo el piso y guardó silencio. Era aquello que algunos consideraban una cualidad noble y otros, un defecto. ¿En verdad era tan malo escindirse de lo que nos hacía daño? Nos permitía funcionar con normalidad.

Tal vez demasiada.

Perdí pista del pasillo, de la gente que discurría y todo aquello que me rodeaba, lo hice hasta que alguien se detuvo a mi lado. Por mi posición lo que noté primero fue su uniforme femenino; y, al girar el rostro, vinieron las puntas celestes y rosadas acariciándole los hombros. Sonreí incluso antes de escucharla, el gesto cargó una mezcla indefinida de emociones y regresé la vista a la ventana sin alcanzar sus ojos en ningún momento.

—Según recuerdo, mi clase está justo ahí —contesté, en un tono de voz sereno e inmutable, y exhalé—. El aire sienta bien, está más agradable que ayer.

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bebita ;;

 

Parecía que había pillado a Kou bastante pensativo, aunque su atención no tardó ni dos segundos en centrarse en mí una vez me sintió a su lado. No llegó a mirarme a los ojos a pesar de haber girado la cabeza en mi dirección, pero sí que fui capaz de ver su sonrisa y mis labios, casi de manera instintiva, se curvaron al imitar su gesto. Aproveché que volvió a centrar su mirada en el exterior de la ventana para repasar su perfil con la vista, sin poder evitar que todo el semblante se me suavizara al hacerlo. ¿No era un poco tonto que le hubiera pillado tanto cariño de la nada...?

—¡No me digas! Mi clase también está justo ahí. ¿Será que el destino quiso hacernos vecinos...? —divagué, echando una vistazo rápido al techo antes de volver a mirarlo con una sonrisa animada.

Me giré por completo en un gesto bastante amplio, pues en el movimiento me coloqué a su lado frente a la ventana. Como todo en el Sakura, los ventanales no eran precisamente pequeños y ambos teníamos espacio de sobra para mirar; aun así, no tuve ningún reparo a la hora de invadir su espacio, apretándome un par de segundos contra él para fingir que estaba intentando hacerme espacio en un lugar apretujado. Mantuve la mirada en el exterior durante un segundo de nada, antes de levantar la mano que se me había quedado libre para colocarla sobre su frente, frunciendo el ceño con evidente confusión en su dirección.

>>¿Acaso tienes fiebre, Kouchii? —cuestioné, acercándome a su rostro para poder inspeccionarlo a consciencia—. Si te encuentras mal, deberías descansar en la enfermería...

 

Su comentario me vino un poco en gracia y debatí conmigo mismo si debía amoldarme a su liviandad como siempre hacía o podía concederme el capricho de no ceder. Por lo general me resultaba sencillo adaptarme, no se traducía a un notorio gasto de energía, pero ahora... Suspiré, no fue muy pesado, y lo clasifiqué en la línea del capricho.

—Si creyera en el destino y lo dejara a cargo, tal vez me metería en menos líos —reflexioné al aire—. Pero siempre quiero... ganar. Siempre quiero anticiparme a los demás. Una cosa así es bastante arrogante, ¿no crees, Ri-chan?

Busqué sus ojos al pedir su opinión directamente, lo hice por primera vez y con una sonrisa muy ligera en los labios. Al girar el rostro noté que detrás de Riamu pasaban las nuevas amigas de Kakeru y me doblé un poco más, echándole un vistazo a las escalinatas que daban a la azotea. Había permanecido aquí como un necio o un perro guardián, ni yo lo sabía, el caso era que el pobre infeliz seguía ahí arriba, solo y probablemente quemándose las ideas con el sol. La ironía del asunto era bastante amarga y me quiso dar algo de gracia. El niño sí parecía tener mucha mala suerte.

Igual se las veía tan a gusto, ¿para qué arruinarles el receso?

Me forcé a salir de ahí y, cuando Riamu arrimó su cuerpo al mío, regresé la atención a ella. La estaba mirando en el momento que alzó la mano y la deslizó bajo el cabello que me caía sobre la frente, como si... ¿comprobara mi temperatura? Me quedé quieto, a la expectativa de qué tontería se le ocurriría ahora, y efectivamente se inventó que andaba enfermo. Sonreí.

—¿Sabes una cosa? No recuerdo la última vez que me enfermé —le conté, sin alzar la voz—. Mi cuerpo es como... super resistente. No sé el último resfrío, ni hablar la última fiebre que tuve.

Y me detuve ahí, pues los vómitos los recordaba con claridad.

—¿Tú, Ri-chan? ¿Cuándo fue la última vez que te enfermaste?

 

No pude evitar fruncir un poco el ceño al recibir la respuesta de Ko a mi intento de ligoteo desvergonzado, no porque me molestaba de alguna manera que no me siguiera el rollo, si no porque más bien me preocupaba; recordaba perfectamente su opinión sobre el destino o la reacción que había tenido cuando le empecé a hablar de astrología. La confusión abandonó rápidamente mi rostro, de todos modos, y recibí su mirada con la atención que merecía; incluso si, a decir verdad, gran parte de la preocupación seguía presente en mi cuerpo.

—¿Te acuerdas lo que me dijiste la primera vez que fuimos al club? —pregunté en voz algo baja, dirigiendo la vista hacia el exterior tras haberle aguantado la mirada en silencio durante unos segundos—. Que no creías en el destino y por eso te esforzabas todos los días, porque autocompadecerse sería una pesadilla. Ser ambicioso y querer adelantarte a los demás para ganar siempre es lo que te hace ser el Kou que tanto me gusta. ¿Te hace eso arrogante? Bueno... supongo que bastante, sí —contesté junto a una sonrisilla divertida, mirándole de reojo solo al decir aquello último—. Pero también te hace un persona que sabe lo que quiere y que está dispuesta a asumir ciertas consecuencias con tal de conseguir su objetivo. A mí eso también me parece bastante valiente —giré la cabeza para dedicarle una nueva sonrisa, sincera, y me incliné apenas para dejarle un beso sobre la mejilla—. Y, ¿sabes? De vez en cuando podrías aprovechar que tienes una amiga tan maravillosa como yo y pedirle consejo, que igual también puedo evitar que te metas en líos...

No me había enterado de nada de lo que había pasado a mi espalda, aunque la realidad era que no me importaba en lo más mínimo. Lo que sí me importaba era asegurarme de que Kou estuviera bien, y por ello hubo una cuota de genuina preocupación cuando busqué tomarle la fiebre, incluso si mayormente lo pinté como una broma más. Él me dejó hacer, claro, aunque justo después me dijo que ni siquiera recordaba la última vez que se había puesto enfermo; me reí un poco y dejé caer la cabeza sobre su hombro.

>>¡Qué envidia, Kouchii! Yo estas últimas navidades. Fuimos a esquiar y pillé un resfriado nada más salir a la nieve... —confesé, dejando salir otra risilla de nada—. Thi y yo íbamos a almorzar en el patio, ¿quieres venir?

 

La atención que Riamu me correspondió, pese a su silencio, no se sintió incómoda o pesada, tampoco me devané los sesos intentando comprender su significado. Fue un instante claro y sereno donde la luz bañaba sus facciones y pensé, como una irrupción involuntaria en medio del desastre, que de hecho me parecía muy bonita. Que sus ojos ya me habían mirado así incontables veces y tal vez existiera de antes, sólo que hasta ahora lo notaba. No, sentía era la palabra. Un instante claro y sereno.

Un momento de... conexión.

Cuando desvió la vista al paisaje parpadeé y permanecí en su perfil. Honestamente ni yo recordaba con claridad haberle hablado del destino antes, pero sus memorias parcharon las mías y esbocé una sonrisa resignada. Me pregunté, quizá por primera vez, qué clase de Kou existía a sus ojos. Me había empeñado en ser este muchacho soberbio y estirado que disfrutaba consintiéndola, de gustos refinados y límites estrictos. Le preparaba regalos ostentosos, la llevaba en citas que la sorprendieran. La desvestía y besaba de pies a cabeza. Pero ¿ese era yo? ¿O sólo el fragmento que había seleccionado para ella?

¿Le hablaría algún día de cuando asfixié a un niño de trece años? ¿De cuando acosé a la novia de mi mejor amigo, o cuando envié al hospital a uno de sus amigos? ¿Le hablaría del miedo que sentí la primera vez que vomité y ardió de verdad? ¿Cuando alguien murió frente a mis ojos y no sentí nada en absoluto? O cuando estuve a un pelo de perder a mi mejor amigo, a mi hermano.

Y de repente nada tuvo sentido.

Le presté una atención estúpida y se me ocurrió pensar que no era un consuelo vacío, que no pretendía hacer oídos sordos y disimular mis defectos. Quizá no le hubiese dicho toda la verdad pero tampoco le había mentido nunca. Valiente. La idea me hizo sonreír con cierta incredulidad, no me atreví a restarle crédito y la miré, detallé su propia sonrisa. Recibí el beso en la mejilla con calma, parpadeé y regresé a sus ojos apenas se me permitió. La última tontería que soltó me relajó el semblante, ligeramente divertido.

—¿Dices que la gran Ri-chan me prestará su inmensa sabiduría? —bromeé, sin intenciones de burlarme de ella.

Luego me tomó la fiebre, se acomodó en mi hombro y me contó de su viaje a la nieve. El peso de su cabeza fue en cierta forma reconfortante, exhalé lentamente y el paisaje, si se quiere, se dibujó un poco más luminoso a mis ojos. Giré el rostro, presioné los labios entre su cabello y me quedé allí un par de segundos.

—¿Estabas desabrigada? —arriesgué, y al recibir su invitación asentí con la cabeza—. No tengo mucha hambre, pero puedo hacerles compañía.

No tenía sentido que me quedara clavado aquí, no resolvería ni prevendría nada. Como tantas otras veces en la vida, ya había hecho mi jugada y ahora sólo podía esperar.

 

Salir cinco minutos antes de la clase fue increíblemente sencillo, tanto, que me picó la tentación de abusar más seguido del... ¿privilegio? No me pondría a pasear por los pasillos, no era idiota, pero quizá me sirviera para escaparme a la azotea o meterme a la enfermería a dormir cuando estuviera adormilado. No era mi culpa, las clases daban mucho sueño. Así, pues, alcancé la cafetería en el preciso instante que la campana sonó. La señora me miró confundida y yo sólo me empeñé en sonreírle como si nada pasara, lo cual, al parecer, le quitó las ganas de hacer preguntas. Me tomé mi tiempo eligiendo la comida, aproveché para que ella me agregara las bebidas y, con todo listo, pillé el ascensor.

Me sonreí, divertido, pensando en el almuerzo enorme que Emily le había preparado a Haru mientras el elevador subía. Lo había visto a la mañana, o más bien le demandé verlo, mientras él permanecía de brazos cruzados y con cara de perro como gorila de discoteca.

—No seas así, Haru, seguro está todo delicioso —lo piqué, en tono risueño, con la cara metida en la bolsa.

—No me molesta la comida, me molestas tú —replicó, tajante.

Me reí, le pedí que me guardara un cachito de brownie aunque sea y lo dejé en paz cuando la campana sonó. La mañana transcurrió pacientemente y la sonrisa de siempre me ganó los cinco minutos extra que había anticipado necesitar. Bah, en sí no era una necesidad, en realidad sólo me había apetecido hacerlo. El ascensor se detuvo, salí al pasillo de nuestro piso y navegué el espacio sin prisa, sintiendo la bolsa rebotar suavemente contra el costado de mi pierna. Fui tarareando una melodía y, al plantarme bajo el umbral de la 3-2, busqué a Cayden con la mirada donde sabía que se ubicaba su asiento. Tomé aire y...

—¡Cay Cay! —exclamé con fuerza, alzando la mano libre sobre mi cabeza y sonriendo como si nada.

El gesto llegó a cerrarme los ojos y, habiéndome asegurado de captar su atención, relajé el cuerpo. En los casilleros había pretendido mencionarle este asunto, puesto que se me había ocurrido en la casa de Haru, pero él se fue con prisas y no logré detenerlo. Subí y lo busqué en su clase, entonces, asumiendo que quizá debiera acabar alguna tarea, sin embargo tampoco estaba allí. Al final no lo encontré en ninguna parte y me resigné a la improvisación. Podría haberle escrito, claro, pero a mitad de mañana supuse que, perdido por perdido, podía sorprenderlo y ya.

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Zireael wenas wenas

 

Mi pequeña travesura pareció dar resultado, pues vi claramente el respingo que dio Cay y la tontería me dejó de lo más satisfecho. Buscó confirmar que se trataba de mí, empezó a guardar sus cosas y yo me balanceé sobre los talones. Altan pasó a mi lado, lo saludé con una sonrisa un poco más amplia de las usuales y entonces seguí el recorrido de Cayden desde su mesa hasta mi posición. Sentí una pizca de curiosidad al notar que se desviaba y viré el cuerpo para enfrentarlo, permaneciendo quieto y obediente mientras recibía el escaneo de rutina. Mi sonrisa revoloteó con marcada diversión, sin embargo, aún me hacía gracia que se empeñara en esta clase de hábitos como si... como si un día un dragón fuera a comerme un brazo o algo. Aguardé pacientemente a que regresara a mis ojos, entonces, y estiré el brazo libre hacia el costado en una clara invitación, ladeando también la cabeza.

Se acercó y lo abracé también, presionándolo contra mí al instante. Una risa de nada me vibró en el pecho y recorrí su espalda ampliamente con la palma abierta, hasta detenerme entre sus omóplatos y volver a afirmar el contacto. Noté la forma en que su pecho se desinfló de repente y relajé la barbilla en su hombro, con una pequeña sonrisa instalada en los labios. Me daba la sensación de que la criatura se volvía un manojo de nervios pasado un cierto tiempo de ausencia y eso me apenaba un poco, pero ¿qué podía hacer al respecto?

No vi necesario decir nada y relajé el agarre conforme noté sus intenciones de retroceder. Encontró mis ojos, me sonrió y le piqué la punta de la nariz con aire risueño. Me tragué la broma estúpida que habría hecho cualquier otro día sobre si me había extrañado, pues algo vibraba suavemente en una frecuencia desconocida y preferí no tentar a la suerte.

Bajé la vista a la bolsa cuando preguntó por ella y la alcé sólo un par de centímetros en lo que regresaba a los ojos de Cayden.

—Un picnic —resolví con sencillez en un murmullo, y se me coló una risa breve en la voz—. Comprado de la cafetería, eso sí, que no soy ninguna mente maestra de la cocina.

Y ni siquiera había estado en casa, para empezar.

—Creo que cubrí prácticamente todo lo que puedas tener ganas de comer —rumié, echándole otro vistazo a la bolsa, y entonces le sonreí, inclinándome en su dirección para agregar—: Postre incluído~

Otra broma que me tragué y regresé a mi espacio. Miré por la ventana.

—Había pensado que podemos ir al invernadero. Está lloviendo un poco, pero si corremos no deberíamos mojarnos mucho. Eso considerando que luego podamos volver, claro. —La idea me ensanchó la sonrisa y lo miré—. ¿Qué opinas, Cay Cay? ¿Nos arriesgamos~?

 

Aquel había sido un fin de semana... bueno, cuanto menos movidito. Suponía que el destino había decidido hacerme pagar por todos los años que había estado sin ver a Aiden con una dosis extra de su cara and, more annoyingly, su actitud de mierda. Así pues, aquella podría oficialmente considerarse como la primera vez en mi vida que me alegraba de que fuera lunes; sobre todo cuando me di cuenta que iba a poder hacer el camino de ida en soledad.

La emoción se fue al instante de empezar las clases, por supuesto, pero ese era otro asunto por completo diferente.

Se me escapó un bostezo en cuanto empezó el receso, sin pretender esconder el aburrimiento que sentía, y me levanté apenas un segundo después de cerrar la boca. A ver, a ver... tenía que encontrarme alguna clase de entretenimiento para esa hora o me iba a marchitar, y dado que de momento prefería seguir evitando un poco a Joey... ¡pues no me quedaban muchas opciones! Salí al pasillo, pues, muy decidida en cumplir aquella repentina misión autoimpuesta, y como siempre era tan buena haciendo todo lo que me proponía, encontré mi objetivo apenas terminé de repasar el espacio con la mirada.

Abby estaba parada a un lado del pasillo, desde atrás me pareció notar que estaba centrada en algo que tenía entre las manos, y por supuesto me acerqué a ella con paso sigiloso, hasta que quedé a una distancia prudencial y pude soplarle sobre la oreja.

—Espero que no te hayas olvidado de mí tan pronto~ —le murmuré cerca del oído, aprovechando la posición en la que me había quedado.

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Gigi Blanche holitas u///u

 

Empujé los auriculares en mis orejas mientras cruzaba el umbral de la clase y, scrolleando en busca de alguna canción que me apeteciera, la notificación de Akira me distrajo. La mera visualización previa del link de YouTube bastó para hacerme sonreír de oreja a oreja y crucé el pasillo, apoyando la espalda contra las ventanas sin prestarle atención al entorno; abrí el chat al instante, siquiera esperé a los demás mensajes que seguía escribiendo, y me metí al video.

Trabajaba inquietantemente rápido cuando quería, el demente. Giré el móvil, le subí la calidad al máximo y empecé a mecer los hombros con suavidad al ritmo de la canción. De por sí su habitación era bastante aesthetic con los instrumentos, su computadora llena de luces, las lámparas de lava, los carteles neón y las impresiones psicodélicas colgadas de las paredes. Tuvimos que trabajar poco en la ambientación, si acaso agregamos un par de hileras de focos aquí y allá, y trajimos reflectores que alternaran los colores para suavizar y emparejar la iluminación. Eso y las banquetas, claro, que nos dimos cuenta demasiado tarde nos harían falta. ¡Ah, y el vestuario! De eso me había encargado yo, por supuestísimo, y estaba muy contenta con el resultado.

Tan, tan abstraída estaba en el video musical que noté la presencia de Alisha incluso después de que me habló. Alcé la vista, me detuve para pausar la reproducción y me quité un AirPod de la oreja, con la sonrisa aún plantada en los labios.

—Sorry, peach, wasn't hearin' you —me disculpé, aunque no se me notara en absoluto compungida, y ladeé la cabeza con cierta curiosidad—. Say it again?

 

Pensé que mi presencia no le pasaría tan desapercibida a la chica, sobre todo considerando la manera en la que había invadido su espacio personal, pero... qué va, estaba por completo absorbida en su móvil y no fue hasta un buen rato después que pareció darse cuenta de mi existencia.

Hice un mohín con los labios al recibir su atención por fin, frunciendo apenas el ceño al mismo tiempo, y me incliné hacia delante con la vista bajada. Intenté curiosear qué era lo que había conseguido abstraerla de esa manera, pero no logré distinguir gran cosa y acabé desistiendo, por lo que volví a mi espacio mientras me llevaba las manos tras la espalda.

—I said... espero que no te hayas olvidado de mí tan rápido —contesté, recuperando la sonrisa sedosa como si nada—. ¡No hemos vuelto a hablar desde que te di el tour especial de Ali-chan! I wonder... ¿acaso conociste a alguien más interesante que yo~? I can totally win you over again, if needed.

 

No logré comprender el motivo de su expresión, esa que parecía entre ofendida y molesta. ¿Me habría estado hablando de hacía mucho, quizá? Como... ¿haberme visto de lejos, llamarme, tener que acercarse un poco, volver a llamarme, volver a acercarse, volver a llamarme? Eso sí podía llegar a irritar a alguien, ¿verdad? Especialmente a la gente mayor del edificio, cuando me cruzaban en los pasillos o me pedían que retuviera el elevador y yo nunca los oía por echarme la vida escuchando música. Ah, pobrecillos. Gracias debía dar por que aún no me odiaran.

Pese a ello, no quería saltar a conclusiones y por eso me mantuve más curiosa que otra cosa. Al percibir sus intenciones de husmear, giré el móvil levemente en su dirección, pero Alisha pronto regresó a su posición original y esta vez fui yo quien frunció un poco el ceño. ¿No me había reconocido, sentada ahí en medio? ¿Estaba frente al Síndrome de Grumpy otra vez? ¡Vaya suerte la mía! ¿Acaso era Hannah Montana? Pero si ni peluca usaba.

De una u otra forma, poco le duró el mini berrinche. Sus palabras se afianzaron junto al recuerdo repentino y tan nítido de aquel... tour escolar, y mi sonrisa adquirió una chispa de diversión. Había que verla solamente, tan guapa y llena de self confidence.

—How could I ever forget you? —repliqué, paseando la mirada por su silueta, y solté una risa liviana, despreocupada—. Perdona, sólo estaba muy compenetrada. Un amigo acaba de pasarme el video de una grabación que hicimos el finde y me emocioné mucho.

No venía mucho a cuento de nada, pero ya me había divertido de sobra con la clumsiness de Alek. No me apetecía jugar a lo mismo con Alisha, además de que ni de coña me daría el mismo resultado, ¿verdad?

—Wanna watch it together~? —ofrecí, extendiendo el AirPod que me había quitado en su dirección.

 

Contrario a lo que cualquier persona en su sano juicio haría, Abby giró su móvil en mi dirección para permitirme ver mejor lo que estaba intentando cotillear. Me alejé sin haberle prestado especial atención, sin embargo, pues no necesité demasiado tiempo para descubrir que solo se trataba de un vídeo (y con personas fully clothed, mind you). Mi gesto pareció creerle la misma contrariedad que yo había sentido segundos antes y, al final, todo el asunto me empezó a hacer bastante gracia.

Mi posterior sonrisa se ensanchó de manera evidente al ser consciente del recorrido que me dio con la mirada y, más por la tontería que otra cosa, inflé el pecho con algo de orgullo cuando afirmó que no podía olvidarse de mí. ¡Por supuesto! ¡Ali-chan es inolvidable, después de todo! Sea como fuere, mi expresión no tardó en mutar a una de sorpresa al recibir por fin la explicación de por qué había estado tan distraída, haciéndome alzar un poco las cejas por ello.

—Sure —murmuré en respuesta a su ofrecimiento, aceptando el auricular que me estaba extendiendo.

Me lo coloqué en la oreja que correspondía, y como la desvergonzada que siempre había sido, colé los brazos alrededor de su cintura al colocarme detrás de ella, apoyando la barbilla sobre su hombro para poder ver la pantalla desde su altura. Me dio genuina curiosidad que mencionara la grabación como una que ellos habían hecho, así que le dediqué gran parte de mi atención al vídeo y canción... por lo menos durante buen par de segundos completos.

>>¿Esos son amigos tuyos? —cuestioné, alzando una sola mano para señalar con el dedo índice a los dos chicos—. No estudian aquí, ¿cierto?

 

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Alisha aceptó mi ofrecimiento y, al sentirla ubicándose tras mi espalda, la acepté con tal naturalidad que siquiera le dediqué una gota de pensamiento. Sus brazos rodearon mi cintura y recargué mi peso contra ella, a sabiendas de que la pared nos sostendría a ambas. Fui un poquito más consciente de los puntos de contacto aquí y allá, y los dejé correr como si nada. Confirmé de soslayo que se hubiera colocado ya el auricular y le di a play luego de regresar la reproducción al minuto cero.

Me entretuve golpeteando el pie al ritmo de la canción y disfrutando de la cercanía de la chica que tan rico olía, hasta que alzó el índice y preguntó por los muchachos. Le respondí sin pausar el video.

—Yeap~ Cory y Susu, o, bueno, Akira y Suzaku para los mortales —bromeé con liviandad—. Ya ni van a la prepa, de hecho. Tenemos una banda juntos y me gusta porque la fase de covers nos duró muy pocas semanas. Componemos y mezclamos las canciones entre los tres, es muy divertido.

Lo que no significaba que todo fuese siempre amor y felicidad, claro. Muchas veces nos reñíamos y discutíamos por opiniones encontradas o por atorarnos demasiado en nuestras ideas iniciales, pero al final del día siempre lográbamos negociar y acabar con resultados que nos satisficieran a todos. Era consciente de lo afortunada que había sido por dar con dos personas que fuesen tan afines a mí en los procesos creativos.

—¿Te gusta la canción? —le pregunté, mirándola de soslayo.

 

Abby no se inmutó de ninguna manera específica por mi repentina cercanía, simplemente aceptándome en su espacio como si fuéramos amigas de toda la vida y aquello fuese lo más común del mundo. Mentiría si dijese que su reacción me sorprendió, tho, considerando cómo había sido nuestro primer encuentro como completas desconocidas.

Me respondió a la pregunta sin pausar el vídeo, así que la escuché con la atención al partida; aun así, asentí quedo con la cabeza un par de veces, haciéndole saber que la había escuchado a pesar de que mi vista siguió clavada en la pantalla del móvil. Había bajado la mano nada más terminar de hacer la pregunta y, de manera bastante distraída, mis dedos se entretuvieron con uno de los botones de su camisa.

—Ah, older guys... I like that~ —comenté junto una risilla ligera, un poco porque sí.

Hundí algo más la nariz en su cuello, definitivamente sin ninguna motivación más allá de que la chica olía bien, y me centré en prestarle atención a la canción que seguía sonando. Podía ver que aquello era importante para Abby, por lo menos lo suficiente como para preguntar mi opinión al respecto, y como me había puesto de buen humor... pues decidí ser complaciente.

>>Yep, suena muy bien. Tienes una voz muy bonita, goldie~ —murmuré, ladeando un poco la cabeza para poder mostrarle la sonrisa sedosa que había renovado—. ¿Y sois famosos o qué?

 

—No shit.

Mi respuesta, casi inmediata, fue acompañada de una risa nasal bastante floja al oírla decir que le gustaban mayores, y le lancé un vistazo rápido sin ningún motivo concreto. No tenía evidencia que la respaldara, el asunto era que no la veía necesaria. Juzgando nuestro primer intercambio y mi propia forma de vivir la vida, mucho más me habría extrañado que pusiera alguna queja al respecto. More over, ¿a que Cory y Susu sí tenían lo suyo? Eran bastante guapos, ¿no? Cada uno a su manera y, mind you, me había encargado detallada y minuciosamente de su aspecto para que lucieran extra handsome en el video.

Su acercamiento no me pasó desapercibido, todo lo contrario. Sentí cosquillas allí donde había acercado la nariz y contuve el impulso corporal de removerme un poco, concentrándome ahora a consciencia en el video. Luego le pedí opinión y alcé las cejas, divertida, ante el repentino apodo.

—Goldie? That one's new —rebatí, riéndome, y mecí la cabeza mientras guardaba el móvil en el bolsillo—. Nah, aún no. Tenemos cierta popularidad dentro de Shibuya y algunos círculos, hay una disco donde solemos cantar y organizar eventos con otras bandas. Es una comunidad pequeña, but we have tons of fun. Honestamente, no me interesa mucho la fama.

Me deslicé en redondo con cuidado de no romper su abrazo, la enfrenté y le quité el auricular con movimientos delicados. Fui guardando ambos AirPods en su caja, en el pequeño espacio entre nosotras. ¿La excusa me permitió tener un buen cuadro de su escote? Claro~

—¿Dices que tenemos chances de hacernos famosos? ¿Quieres ser nuestra community manager~?

 

Su respuesta tan instantánea a mis propias palabras logró sacarme una carcajada ligera que no fui capaz de disimular. A ver, vergüenza no me daba, pero... ¿acaso era tan evidente? Oh, my... El asunto se quedó ahí, de todos modos, pues después ambas nos centramos en el vídeo en cuestión y, por supuesto, eso significó que al rato nuestro tema de conversación también cambió.

Me sonreí con una pequeña cuota de orgullo cuando anotó que el apodo de turno era nuevo, pero preferí no comentar nada al respecto y solo mantener la atención puesta sobre ella mientras seguía hablando. Me dijo que no eran famosos, pero que algo de reconocimiento sí tenían por Shibuya; también añadió que la fama no le interesaba, pero eso ya no sabía yo si creérmelo del todo. Se giró poco después de terminar de hablar, procurando no romper en ningún momento el contacto conmigo, y no fue hasta que se acomodó y me quitó el auricular que deslicé mis manos hasta dejarlas apoyadas sobre sus caderas.

—Sure, why not? Sois guapos y cantáis bien, ¿qué más hace falta? —contesté, dándole un par de toquecitos rítmicos con los dedos índices, y noté mi sonrisa ensancharse al sopesar su segunda cuestión, haciéndome levantar una mano para hacerme con un mechón de su pelo y juguetear con él entre mis dedos—. Sounds fun~. ¿Debería llevar traje e imponerme sobre la gente para conseguiros las mejores propuestas? I think I could do that very well! Aunque... ¿cómo me pagaríais~?

 

Sus manos viajaron a mis caderas, fingí no llevarle el apunte a la sensación y me sonreí con una mezcla de orgullo y diversión, guardando los auriculares en el bolsillo contrario al que contenía mi móvil. No había nada erróneo en su razonamiento, el problema venía de la mano de dos factores muy importantes: la suerte y los contactos. Eso trazaba la diferencia muchas veces entre la gente popular y la que se echaba la vida en primera base, más allá del talento o la belleza. Ni el dinero te hacía llegar demasiado lejos, si acaso te facilitaba las llaves de algunas puertas.

—Si todos los artistas guapos y talentosos se hicieran famosos... —me lamenté junto a un suspiro, sin sonar realmente entristecida, y la descripción de su rol me arrancó una risilla; la dejé jugar con mi cabello como le apeteciera—. Our manager, then. Si haces eso, definitivamente te llevarías bien con mamá.

Ya se habían conocido durante la entrevista escolar, así que me ahorraba explicaciones. Su última pregunta curvó mis cejas con cierto interés y me limité a mirarla a los ojos un par de segundos, midiendo el alcance de sus intenciones. O intentándolo, al menos.

—Cash? —ofrecí, a sabiendas de que no era lo que pretendía, y me carcajeé al instante, relajando las manos en su cintura al inclinarme en su dirección—. ¿Te parece que esa es una pregunta inteligente en tu primera entrevista laboral, blondie?