Un dolor punzante en la sien hace que te remuevas en el lugar, zozobrando de forma intermitente entre el sueño y la vigilia. Al abrir los ojos con lentitud, como si los párpados te pesasen de más, te cuesta un par de segundos acostumbrarte a la luz de la habitación, a pesar de ser realmente tenue. Te recibe un techo blanco y aséptico, y unas paredes que te resultan... más curvas de lo normal. El olor de la habitación te transmite una mezcla de humedad, metal, goma y... cierto toque a agua salada. El lugar, completamente insonorizado, impide que ningún ruido llegue a ti. Y, por si fuera poco, no estabas solo. Una mujer de cabello rubio y finas facciones aún dormitaba en la cama contraria, ajena a que habías recobrado la consciencia. ¿Siquiera... sabías quién era ella, en primer lugar? Contenido oculto Al incorporarte, tu primer pensamiento es tratar de recordar dónde se supone que te metiste. Pero decenas de lagunas negras te responden con un silencio pesado y frustrante. Al mirarte los brazos, notas un reloj extraño, que no recuerdas tener ahí anteriormente. Green Pair... ¿Qué significaba eso? En esas te encuentras, reflexivo y desorientado sobre la incómoda cama donde dormías hasta hace un instante, cuando la tímida caricia del agua te lame los pies. La realización te golpea con contundencia en ese preciso instante. Tenías que salir de allí. Y rápido.
Frank "Buitre" Dubois Muy bien, ¿qué demonios era esto? ¿Por qué parecía el camarote de una nave espacial? Según yo no recordaba haberme licenciado nunca como astronauta, aunque, ahora que lo pensaba... ¿recordaba algo, para empezar? Chasqueé la lengua, frustrado, y me puse en pie. Miré alrededor mientras me acercaba a la otra cama, el agua chapoteando bajo mis suelas, y sacudí del hombro a la bella dama. No fue ni particularmente brusco ni delicado. —Ma chérie —musité, sin siquiera detenerme a pensar si aquel idioma me resultaba propio o desconocido—. Hora de despertar, ma chérie. Tenemos una situación acuciante entre manos. Quizás ella pudiera darme alguna respuesta o tuviera una mejor idea de lo que ocurría aquí, por qué estábamos encerrados, o qué eran estos relojes tan extraños. Aunque, siendo honestos, mi instinto me decía que... no. La pobre criatura despertaría subida al mismo barco que yo.
La mujer despertó con el zarandeo de Frank. Dibujó una ligera mueca de dolor en su semblante, probablemente producto de la migraña que le había asaltado cuando abrió los ojos. Miró al joven, la mirada aún nublada por las brumas de la somnoliencia, hasta que reparó en la extraña habitación en la que se encontraban. Fue como si todos sus sentidos se pusiesen a trabajar de golpe. —¿Qué es esto? —cuestionó, pero algo le decía que quedaría en una simple pregunta al aire. El chico parecía tan perdido como ella, pero al menos estaba consciente. Necesitarían toda la ayuda necesaria para resolver esa situación—. Ya tendremos momento de presentaciones. ¿Llevas mucho tiempo despierto? No quería bombardearlo a preguntas sobre cosas en las que probablemente estaban igual. De modo que fue concisa, buscando la mayor cantidad de información en el menor tiempo posible. Bajó de la cama, sintiendo el agua mojándole los calcetines, y se dirigió rauda hacia la puerta. La mujer pareció toparse con algo inesperado. La puerta no tenía un pomo como tal, si no que parecía controlado por un sistema eléctrico. Había unas curiosas hendiduras circulares en la pared en las que parecía encajar algo. ¿Pero... el qué? >>¿Crees que haya algo por aquí que pueda encajar bien en esos orificios? Algo circular en apariencia. Frank no lo sabía con certeza, pero tenía bastante donde empezar a buscar. >>Examinar camas >>Examinar paredes >>Examinar esquinas
Frank "Buite" Dubois La dama despertó tras unos pocos segundos y la realidad pareció caerle encima de golpe. Le regresé su espacio apenas abrió los ojos y aguardé, tranquilo, a su primer cuestionamiento. ¿Que qué era esto? Bajé la vista a mis pies y levanté uno un par de centímetros. —¿Una broma de mal gusto? —arriesgué, esbozando una sonrisa algo ácida, y arrugué el semblante al ver cómo se mojaban sus calcetines; uy, qué horror—. No sé más de lo que tú, mi querida. Agradezco que despertaras rápido, no me apetecía echarte agua del piso en la cara. Mientras hablaba seguí sus movimientos de soslayo y detallé con especial énfasis el reloj anclado a su muñeca. Su estructura era igual a la del mío y rezaba la misma inscripción extraña: green pair. Solté el aire por la nariz e incliné el torso, husmeando lo que había captado su atención: la puerta era... peculiar. Recorrí el resto de la habitación con la vista y un sonido meditabundo vibró en mi garganta. —Habrá que empezar a buscar~ —Me acerqué a las paredes y comencé a revisarlas minuciosa, pero despreocupadamente—. Entonces... ¿no tienes idea qué es todo esto? ¿Recuerdas cómo llegamos aquí?
Frank decidió explorar detenidamente las paredes de la habitación. El chico notó varias tabletas repartidas por el espacio; estas, en su mayoría, indicaban la presión del agua, los niveles de oxígeno y demás parámetros importantes. No obstante, dos de ellas se mostraban distintas a las demás: ambas estaban conectadas a un compartimento cerrado por una serie de cables, y en la pantalla rezaban cosas completamente distintas a lo que había estado observando hasta ahora. Una de ellas rezaba un "Play", la otra contenía una pregunta que parecía que debía ser respondida para... algo. ¿Por cuál empezaría? La mujer, que le daba la espalda en esos momentos, respondió a sus preguntas tras unos segundos en silencio. Parecía haberse rendido con la puerta, y giró sus pasos para ayudar con la búsqueda en el resto de la habitación. No tenía caso obcecarse con un mismo punto cuando estaban en medio de una cuenta atrás. —No recuerdo nada relacionado a cómo terminamos aquí. Tengo una... imagen extraña en la cabeza, aún así. Pero creí que había sido producto del tiempo que estuve inconsciente —La mujer se agachó, repasando dos trajes de buzo que se encontraban colgados en una de las esquinas, junto a unos tanques de oxígeno de proporciones medias—. Una persona vestida de negro, con una máscara de gas. Suena muy arbitrario, pero si por algún casual tú también lo recuerdas, podemos descartar que haya sido producto de un sueño. Poco tiempo después, tras hurgar en uno de los bolsillos de los trajes, sin ninguna suerte hasta entonces, su acompañante sacó una bola roja que se había mantenido oculta en el interior de este. La repasó bajo la tenue luz de la sala, intrigada, y se dirigió a la puerta. Tal y como sospechaba, tenía las mismas medidas que los orificios de esta. >>Parece que encaja perfectamente. Obtenido: Bola roja
Frank "Buitre" Dubois Estaba ocupándome de inspeccionar el compartimento con mayor detalle cuando la voz de la mujer me alcanzó desde mi costado. Le eché un vistazo sobre el hombro, notando que ella se abocaba a los trajes de buzo, y pensé que, en el peor de los casos, podríamos meternos adentro de esas cosas para respirar un rato más. De momento nos entorpecerían los movimientos, sin embargo, así que quedaría como un plan de respaldo. —Esto de aquí parece estar asociado a... lo que sea que esté ocurriendo —le avisé, señalando el compartimento. Play, ponía la pantalla. A decir verdad, sí que se parecía más y más a un juego conforme lo pensaba. —Muy bien, ya tenemos una —anuncié, refiriéndome a la bola roja—. Supongo que tendremos que encontrar las que faltan, y para eso... Volví a enfocarme en la pantalla y presioné sobre Play, sintiendo, quizá contra mi voluntad, una breve descarga de adrenalina.
Frank pudo comprobar que, tras una transición breve, aparecía en la pantalla una especie de minijuego que debía resolver. En ella se mostraba una balanza y ocho pesas idénticas, enumeradas del uno al ocho. El minijuego consistía en descubrir cual de esas pesas era más ligera, pero solo con dos movimientos disponibles. ¿Cómo podría dar con el resultado?
Frank "Buitre" Dubois Una sonrisa danzó en mis labios apenas ver que, efectivamente, se trataba de un juego lo que apareció en la pantalla. El mundo a mi alrededor, la habitación extraña, el agua y la mujer se borronearon, y me absorbí por completo en la consigna y los elementos del desafío. Una balanza, ocho pesas y sólo dos movimientos, ¿eh? Me crucé de brazos y llevé una mano a mi barbilla, adquiriendo una postura reflexiva sin siquiera darme cuenta. Esto se trataba de efectivizar los descartes, y la dificultad recaía en la imposibilidad de trabajar con grupos de pares. De pesar cuatro y cuatro, y entonces dos y dos, sería necesario un tercer movimiento para alcanzar el resultado correcto con plena seguridad. Aquí no había espacio para apuestas ni golpes de suerte, la estrategia debía ser limpia y manejar una probabilidad de éxito del 100%. Una cosa estaba clara: necesitaba quedarme con menos de cuatro pesas tras el primer movimiento. Dos sonaba improbable, entonces ¿tres? Tres pesas, tres pesas... Si ponía seis pesas en la balanza en grupos equitativos, y dejaba dos pesas fuera, podría conseguir... Alcé las cejas, creyendo haber alcanzado una pieza de información interesante, y sonreí con un dejo de emoción. La adrenalina me corría por el cuerpo, brindándome completa claridad de pensamiento. Con seis pesas en la balanza había un resultado extra posible, uno que utilizando todas las pesas sería imposible: que la balanza permaneciera equilibrada. Esta información adicional tenía pinta de ser la clave. Coloqué, entonces, las primeras tres pesas en una balanza y las próximas tres en la otra, dejando la 7 y la 8 fuera. Si la balanza quedaba equilibrada, significaba que la más liviana estaba entre la 7 y la 8, y sólo tendría que consumir el segundo movimiento pesando esas dos. Si la balanza se desequilibraba, habría descartado todas las pesas exceptuando las tres del grupo más liviano. En ese caso, repetiría la estrategia: pondría dos pesas en la balanza y dejaría una fuera. Si se equilibraba, la ligera sería la que quedó afuera. Y si se desequilibraba, el resultado saltaría a la vista.