Pasillo (Segunda planta)

Tema en 'Segunda planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Bruno TDF

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    Annita salió al pasillo en el transcurso de medio minuto o menos, ¡eso sí que era eficiencia y lealtad! Me sonreí con una diversión para nada disimulada al verla, pues noté que algunas puntas de su pelo estaban desordenadas, además de otros mechones sueltos que se le mezclaban azarosamente. Estaba prolija, ¡no nos confundamos!, sólo me hizo gracia imaginar que mis mensajes la habían sacado de un más que comprensible soponcio, con lo pesado que era tener clases tan temprano. Yo conseguí mantenerme despierto de puro andar maquinando el plan que ahora tenía colgando de mis manos, en las tres bolsas.

    Mi fantástica amiguita soltó una risa al verme, con este porte de señora que acaba de hacer las compras de la semana. Me alcanzó correteando y realizó un saludo militar, como una soldado digna de la misión que se avecinaba. Ya por haber leído los mensajes y venir tan rápido, se merecía una medallita.

    —No te devuelvo el saludo militar porque, bueno, ya ves lo ocupadas que están mis manos —me reí, y Annita justo preguntó por las bolsas a las que acababa de hacer referencia— ¡Ah! ¿Esto? ¡Es el arsenal que vamos a necesitar para la batalla, soldado Hiradaira!

    Estiré las manos para que pudiera husmear un poco su contenido. Las seis botellas de bebida en una bolsa; el cotillón que había en la otra, mezclado con paquetes de snacks (algunos argentinos, por cierto); y la caja que había en la tercera, con la clara forma de un pastel… el cual además venía acompañado por el paquete de una vela colorida.

    —Tenemos que ir al tercer piso y atrapar a Gaspy —dije con liviandad, mi frase sonando a tremenda cacería—. Te acuerdas de él, ¿no? El que tocó la trompeta el día que bailamos. ¡Bueno! Pues resulta que hoy es su cumple —fruncí el ceño, repentinamente disgustado; mi expresión fue más chistosa que otra cosa— ¿Puedes creer que me enteré ayer? Y fue porque justo se me ocurrió preguntarle. Si hubiera dependido de él, no me habría dicho nada. ¡Es un boludo! —suspiré— Qué inaudito, Annita, ¡qué inaudito! Debemos darle su merecido… festejo de cumple.

    Le sonreí y, con un movimiento de cabeza, la invité a ir perfilando para las escaleras.

    —Así que eso, querida. Estás formalmente invitada al cumple de Gaspy, ¡con mi patrocinio! —hubiera levantado el pulgar para reafirmar mis palabras, pero las bolsas no me dejaban— También andaba pensando en decirle a Abby que venga, el problema es que no me acuerdo a qué clase va. De suerte reconozco la mía.

    >>Por cierto, ¿me ayudarías a llevar una bolsa, porfa? Elije la que quieras.

    Podés ir arrastrándolos al pasillo de tercero uvu (no lo hice yo, porque ya hay un post mío ahí)

    También te doy libertad para inventar el contenido de las bolsas, jajaj
     
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    Zireael

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    —No será la primera vez, pero nunca pensé el asunto como una competencia del más fuerte —contesté junto a una risa—, encima ahora no puedo dejar de verlo, ¿te parece bien? Hasta lo de subirnos un piso parece hecho con maldad, todo lo empezamos con una desventaja de tiempo.

    Lo que vino después fue la afirmación a mi suposición y dejé salir el aire por la nariz, entre divertida y resignada, aunque al menos lo había intentado a pesar de que sabía cuál sería el desenlace. De todas formas habíamos continuado la marcha a la otra clase y allí él llamó al castaño, que atendió a nuestra escolta y le sonreí desde mi posición, al menos hasta que noté a Yuta que pronto estuvo saliendo de la clase. El desconcierto por sus pintas se me debió notar, no pude apañarlo a tiempo y solo creí poder disiparlo un poco para poder sonreírle cuando se inclinó frente a mí.

    —Hattori-kun —lo llamé con suavidad, correspondiendo a su saludo, y repliqué la inclinación solo que sin el dejo teatral. Lo otro lo dije sin pensar al verlo retirarse—. Nos vemos.

    Cuando volví la atención a lo que me concernía inicialmente ya Shinomiya estaba con nosotros, pero a mí algunas neuronas se me quedaron aferradas a la imagen de Yuta. El muchacho dijo que tenía todo listo, deslicé la vista a la bolsa que traía en la mano y luego regresé para intercambiar la mirada entre ambos, a la espera de que el castaño aprobara el plan del patio o diera otra opción si le parecía mejor.

    Accedió, se coló entre nosotros y lideró la marcha, ante lo que no pude hacer otra cosa que sonreír. Le di un toquecito a Kakeru en el brazo aunque no hacía falta en realidad y me dispuse a seguir a su amigo.

    —Íbamos a pasar a la expendedora de abajo, ¿quieres algo, Shinomiya-kun? —Busqué saber unos segundos después.

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    Cuando Sasha me soltó que dejara de quejarme y le hiciera caso a la oficial guapa alcé las cejas como si de repente hubiese tenido un momento de iluminación divina y asentí con la cabeza, convencido con su argumento. ¿En qué momento se me había ocurrido discutirle algo a la oficial de por sí? Un fallo de mi parte, sin duda.

    Como fuese, me dejó tomar los almuerzos y yo parloteé, no fui del todo consciente de la cantidad si no de que había sonado un poco a asociación libre. Igual nadie podía culparme, ¿cierto? Hacía un buen día, pasaba a buscarme una chica tan bonita y me arrestaba por el crimen accidental de almorzar solo. Bromas a parte, sabía que el almuerzo seguía pendiente y ella no lo olvidaba, pero verla llegar fue una bonita sorpresa... Aunque por no avisar no tenía el postrecito, así que tendría que traerlo otro día.

    La fui escuchando, tranquilo, y sonreí al escuchar que mencionaba la piscina mientras íbamos caminando. Luego accedió a dejarse invitar algo de tomar por mi honor de criminal, ante lo que solté la risa.

    —La piscina suena bien, cariño, me gusta. Agradezco que me ayudes a mantener mi honor además.

    Había alzado las manos, luego usó el movimiento para enredarse a mi brazo y ajusté el ángulo de la extremidad para que le fuese más cómodo, cuando volvió a hablar arrimó el cuerpo. Volví a reír por lo del lunchie más esperado del continente, que teníamos que hacerlo en grande o irnos a casa y toda la cosa, bueno, en eso tenía razón. Una parte del asunto era un poco jodida, yo había agendado el primer almuerzo con una segunda intención y ya no estaba seguro de poseer el mismo impulso de entonces.

    —Ni la temporadas deportivas en Estados Unidos se esperan tanto como este almuerzo, that's for sure —confirmé mientras guiaba nuestros pasos a las escaleras y luego sugerí algo, solo me alcanzó la cabeza de repente—. Deberíamos tomarnos una foto.
     
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    Bruno TDF

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    Disfruté de la nueva risita que brotó de su pecho, tan transparente que, a mis oídos, se oyó igual de melodiosa que su canto previo. Lo de que me había cautivado con sus notas lo había dicho en un tono de broma pero, como siempre sucedía, existía una buena cantidad de verdad en lo que expresaba. Mi lady me reverenció en respuesta, diciéndome que era un placer dedicarme unas estrofas. Entre esto y que me llamó “señorita”, no pude menos que llevarme una mano a la mejilla, visiblemente encantada.

    Lo de las artes marciales la tomó por sorpresa, lo cual me confirmó que, en efecto, era algo que no le había dicho. ¡Ups…! Ilana terminó de confirmar con una negación que el tema no había surgido entre nosotras, ante lo cual no me quedé más remedio que soltar una risita por mi despiste. Cuando preguntó qué tal me había ido en el examen de judo, una enorme alegría inundó mi carita: seguía demasiado feliz por mi logro, pues suponía un paso importantísimo en el camino que me quería forjar.

    —Mi carita lo dice todo, ¿no? —me reí, jovial— Promocioné a cinturón marrón, que es el que están antes del cinturón negro. Dentro de un año (o año y medio) podré presentarme al siguiente examen; mientras, tengo por delante una nueva etapa de trabajo duro y constante —afirmé con emoción, dándome un golpecito suave al pecho.

    La invité a dirigirnos a la escalera, me puse a la par de ella en cuanto me esperó y, así, nos dispusimos a bajar. ¡Pero…! Ante nosotras se apareció, nada más y nada menos, que Katrina Akaisa. Me quedé observándola con una sonrisita de curiosidad. Hasta hoy no había hablado con mi compañera de clases; ganas de conocerla no me faltaban, por supuesto. Me hacía un poquitito de gracia reparar en el parecido que tenía con Beauty, con el pelito corto y negro enmarcándoles las caritas y, más que nada, por sus ojos llamativos. Los de Kat eran mucho más felinos si me lo preguntaban, y en ese momento estaban puestos en Ilanita. Me pareció notar, de reojo, que se mi lady se ponía tensa, aunque no estuve del todo segura si mi percepción fue correcta.

    Además, lo que dijo Kat me removió aún más la curiosidad. Primero, porque dio indicio de que conocía a Ilanita y, segundo, por el significado misterioso de sus palabras. Hubo allí alguna suerte de mensaje interno que sólo ellas debían de comprender. Admito que me puso un poco chismosa, mas no quise meterme por no incomodar a mi lady.

    Y pensar que ambas estaban pensando en mi leoncito.

    Kat me concedió una mirada breve antes de retirarse, la cual le sostuve con una sonrisa de dulzura y curiosidad. Hasta me permití alzar una mano a modo de saludo.

    —Ten un lindo día, Kat —el nombre recortado le quedaba perfecto: sonaba a “Cat” y ella, pues, tenía esa mirada felina tan atractiva.

    Bajamos al segundo piso tras este particular episodio. Mi lady Ilana remarcó mi apunte de que era una buena oportunidad para conocernos mejor, pasando por alto lo anterior. Me pareció perfecto que tomara su derecho a no darme explicaciones. No estaba completamente segura de si antes se había sentido incómoda o no, e igualmente opté por ayudarla, ¡por si acaso...!

    —Entonces, vamos desde el principio —dije mientras atravesábamos la segunda planta; carraspeé y la miré— Mi nombre completo es Verónica Elizabeth Maxwell. Soy oriunda de Estados Unidos, pero viví casi todos mis añitos en Canadá; Vancouver, para ser exactas. Cumpliré dieciocho en diciembre. Practico dos artes marciales desde muy chiquita: soy cinturón negro 2º Dan en Kyokushinkai (que es un potente estilo de karate) y actual cinturón marrón en judo. Me apasiona entrenar, como verás. También adoro los postrecitos, soy la personita más dulcera que podrás encontrar —bromeé.

    Omití con intención a Copito, con la idea de presentárselo durante el almuerzo. Mientras, miré a mi lady, invitándola con una sonrisa a compartirme un par de cositas de ella.

    Mi honesta reacción a la aparición estelar de Kat:
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    La realidad era que no había esperado para nada que mi conversación con Sugawara fuese tan... entretenida. Quería decir, él era una senpai muy serio que por regla general me daba algo de miedo, además de también haberme llegado a sentir algo incómoda después de lo que había visto aquella vez, y aun así... me estaba empezando a dar algo de ternura. Se había tomado en serio prácticamente todo lo que le había preguntado o contado hasta el momento, pero lo más divertido era notar la evidente confusión que se le plantaba en el rostro con según qué comentarios le hacía.

    Preguntarle si me consideraba especial solo era una broma y, más que una respuesta, lo que busqué me lo concedió con su reacción silenciosa. De todos modos, la diversión de aquel momento no me duró mucho, pues tras prometerle que le traería un postre al día siguiente, él me hizo saber que nunca traía comida preparada de casa y que, por lo tanto, compraba la misma de la cafetería. La información en cuestión me hizo parar en seco, clavándole la mirada con absoluto horror durante el par de segundos que me quedé quieta, justo antes de retomar el trayecto sin dejar de mirarlo con un inevitable deje de sorpresa.

    —¡Senpai, eso no puede ser! Olvídate de lo que he dicho, ¡mañana te voy a preparar un almuerzo completo! —sentencié, tan convencida que sabía que sería imposible hacerme cambiar de opinión—. Te lo traeré al aula en cuanto empiece el receso, ¡así que me tienes que esperar! Ah, me tienes que decir si tienes alguna alergia o si hay alguna comida que no te guste para nada, para poder tenerlo en cuenta~

    Solo Dios sabría cómo había acabado de ponerme nerviosa ante su presencia a básicamente obligarle que se comiera un bento preparado por mí sin ninguna clase de vergüenza; era ese tipo de cosas que no podía evitar. Por suerte, la seguridad de que iba a arreglar su problema alimenticio (al menos por un día) me permitió tomarme con más calma el resto de la subida hacia las aulas, hasta el punto de hacer una nueva broma con respecto al batido que me regaló. Su respuesta no me ofendió en lo más mínimo, mucho menos cuando sonó tan genuino a la hora de tomarse en serio algo que no tenía por qué serlo, y recibí su pregunta posterior una vez alcanzamos el segundo piso. Me paré, alzando la vista para poder mirarlo a los ojos, y le sonreí con suavidad mientras asentía con la cabeza.

    >>Sí, para mí lo son. Supongo que no todo el mundo pensará igual que yo, pero hacerle un regalo a alguien me parece una de las formas más evidentes de demostrar una amistad. Quiero decir... si esa persona te importa lo suficiente como para que hayas pensado en darle algo y si has dedicado tiempo para pensar un regalo acorde, ¿no significa eso que ya sois amigos? Por regla general, no me tomaría tantas molestias por un desconocido —argumenté, encogiéndome apenas de hombros al final—. ¡De todos modos! Hasta aquí llego yo. ¡Gracias por acompañarme, senpai! Y no te olvides de esperarme mañana, ¿sí? ¡Qué tengas un buen día!

    voy a llamar personalmente a Frank para exigirle que le prepare el almuerzo a Haru-kun :<

    also, mañana voy a estar bastante ocupada y no creo que vaya a poder postear más, así que cierro por aquí con la niña uwu like always, i had a lot of fun, si es que adoro rolear contigo incluso cuando tenemos que recurrir telegram u///u
     
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    Gigi Blanche

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    No esperé que mi inocente corrección fuese a desviar sus pensamientos en absolutamente ninguna dirección, de hecho me tomó un segundo extra notar que se había detenido. Me giré, buscándola con la mirada, y al ver su expresión alcé las cejas en una pregunta silenciosa. ¿Y ahora qué había dicho de raro? Hodges retomó el andar, y así como en su rostro se mantuvo la sorpresa, el mío conservó la confusión. No quería clavarle los ojos encima, le echaba vistazos rápidos para comprobar que me seguía mirando cual mono extraviado del circo.

    "¿Por qué no puede ser?", quise replicarle al instante, pero Hodges siguió hablando y cambió el menú a uno completo. La recordé trayéndole cosas a Kohaku al aula, así como aquel almuerzo que habíamos compartido, e inevitablemente pensé en Aya. El escaso tiempo que habíamos podido volver a compartir se sentía lejano y perdido en el tiempo, diluido entre cientos de fragmentos oscuros. Tan, tan negros, que apenas conservaba rastro de su brillo dorado. Comía de la cafetería porque ella se había ido y hoy me molestaría el asiento vacío.

    No lo justifico.

    Mis propias palabras resonaron con la claridad del día.

    Pero si le doy la importancia que merece temo que el dolor se vuelva insoportable.

    —No, nada —negué, tanto a lo de las alergias como a las comidas de la lista negra.

    No había aceptado su oferta, tampoco la había rechazado. No sabía cómo me sentía ante la idea de que alguien cocinara para mí y una parte de mi atención se distrajo en los recuerdos, tanto distantes como cercanos. Alcanzamos el segundo piso y giré el cuerpo hacia ella tras notar que se detenía y me miraba directamente. Su respuesta correspondió a la vida ordinaria de una niña de su edad y no logré evitar preguntarme si Aya diría lo mismo. Probablemente sí. Eran dulces e ingenuas.

    Y había algo que dolía.

    No encontré nada que agregar a sus argumentos. Hodges aprovechó el impulso para despedirse, agradecerme también, y asentí tras recibir su petición de que mañana aguardara por ella. ¿Quería que me cocinara? Tal vez sí. Tal vez una parte de mí, la más recóndita y silenciosa, llevara tiempo esperando un gesto de ese estilo.

    —Tú también, Hodges —alcé levemente el tono para que me oyera, y me aseguré de acompañarlo con una pequeña sonrisa.


    algo me dice que las cooking skills de Frank son nulas JAJAJA

    gracias por caerme, bebita, lo disfruté un montón <33 dale que ablandamos a haru lets goooo
     
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    Gigi Blanche

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    —Barbenheimmer —me acordé del meme, riéndome—. Tienes razón, no lo había pensado.

    Al final mi suerte de berrinche derivó en una pequeña fracción de honestidad que no había esperado, o al menos así me lo pareció. No me moví de sus ojos al oírlo decir que no lo había olvidado, que había sido la primera muestra de confianza que deposité en él, y por un momento no supe qué responder. Él agregó una réplica, una que me permitió destrabar mi cerebro, y alcé las cejas con indignación renovada. Siquiera me di cuenta que me tomaba el pelo.

    Las neuronas se me habían chamuscado un poco.

    —¿Con las vueltas que le di, las veces que la volví a empezar y las veinte traducciones paralelas que probé? —repliqué, y se me aflojó una risa nasal—. Lo que me sorprende es que tú lo recuerdes.

    ¿Era verdad? No realmente, no creía que Al pasara por alto esa clase de detalles. Lo solté en un momento de imprudencia para no sentirme tan expuesta, tal vez, o para regresarle la jugada. En cualquier caso reanudé la caminata, que si seguíamos con la tontería no llegaríamos a tiempo a clases.


    esto ni siquiera fue un intento de cierre JAJAJA
     
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    Zireael

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    Lo del meme de Barbenheimmer también me hizo reír, era incluso más específico y acertado. La chica era un vómito de arcoíris, mientras que si yo tenía cuatro camisas de color en el armario era casi un milagro. Debíamos ser la representación absoluta del meme, tanto que quizás hasta debería darnos vergüenza. Igual no nos quedamos allí mucho más, al desviar el tema acabamos en un episodio de sinceridad que quizás no estaba en los planes y medio que noté que le freí el cerebro en consecuencia.

    Logró acoplarse con cierta fluidez y su réplica me hizo soltar una risa por la nariz, a la pobre le había costado un mundo y eso nunca lo negaría. Para el caso, me soltó que le sorprendía que yo lo recordara y otra vez arrugué las facciones, esta vez le seguí los pasos algo enfurruñado. No lo decía en serio, eso supuse, pero igual por la tontería.

    Caminé un paso tras ella mientras subíamos, me acordé que no le había regresado los cascos nunca y me los quité de la cabeza. Una vez arriba busqué su brazo con la otra mano, esperé a recibir su atención y le puse los cascos en el cuello, todavía tenía los rasgos algo comprimidos por su comentario de antes, pero al mirarla los relajé.

    Dudé un momento, pues porque era parte de la cosa, pero apenas tuve las manos libres busqué su cuerpo y ajusté la postura para abrazarla. La estreché con algo de fuerza y sin saber si era prudente o no elegí de nuevo del camino de la sinceridad. El abrazo medio me sirvió de escudo.

    —No lo olvido —repetí en voz baja—. La tengo siempre a la vista para eso, para no olvidar.

    Guardé silencio unos segundos donde me limité a respirar.

    —Gracias por haber hecho algo así para mí. Gracias por todo lo que haces por mí en realidad.

    Antes de soltarla procuré regular la vergüenza, podría haberle quitado más tiempo, pero en verdad acabaríamos llegando tarde y sería muy tonto siendo que estábamos en su pasillo incluso.


    ponele que es un cierre JAJAJAJ lo di todo por mis bebés
     
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    Gigi Blanche

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    La mezcla de broma y reclamo se lo había soltado justo antes de empezar a caminar y, contrario a mis predicciones, él guardó silencio; no sólo eso, sino que avanzó ligeramente detrás mío. No quise detenerme ni girar, preguntándome a toda velocidad si me estaría regresando la jugada o habría pisado algún cable incorrecto, y acabé haciendo todo el tramo hasta el segundo piso acumulando una mini bomba de nervios repentina.

    Ya estaba por encararlo, incapaz de seguir aguantando la incertidumbre, cuando sentí el toque en mi brazo. Me detuve, medio giré el cuerpo y permanecí quieta mientras acomodaba los cascos en mi cuello. Repasé su semblante, noté que aún parecía molesto y el bichito de la preocupación me mordió de nuevo. Había abierto la boca dispuesta a disculparme cuando sus manos me alcanzaron y lo próximo que supe fue que me estaba abrazando. Parpadeé, procesando la situación, y mi corazón se sosegó aún antes de comprenderlo. Envolví su espalda como mis pequeños brazos me lo permitieron sin soltar los bolígrafos, me arrimé a su torso y su respuesta por fin me alcanzó en voz baja.

    Cedí a apoyar la frente en su pecho, primero, inhalé hondo y entonces giré el rostro, aplastando la mejilla contra su camisa. Murmuré un sonido afirmativo y me limité a seguir el vaivén de su respiración, el sutil retumbar de sus latidos. Podría decirle que no necesitaba agradecerme, de hecho lo pensaba, pero ¿a qué propósito serviría eso? ¿El suyo, el mío? ¿Ninguno?

    —Todas las tonterías que hago sólo son para mantenerte cerca —respondí, me supo a confesión y al mismo tiempo no, y lo abracé con un poco más de fuerza—. Para que me conozcas, porque quiero conocerte y que sigas en mi vida. Eso es todo.

    Al notar sus intenciones de retroceder fui deslizando los brazos poco a poco. Antes de soltarlo, sin embargo, aproveché el espacio entre nosotros para ponerme de puntillas y envolver su cuello; o colgarme de él, más bien. Teniéndolo al alcance presioné los labios contra su mejilla y permanecí allí un par de segundos. Me separé apenas, sonreí y, al parpadear, noté que mis pestañas también acariciaron su piel. Mi sonrisa se ensanchó.

    —Beso de mariposa, le llaman —murmuré, divertida, y finalmente le regresé su espacio—. Gracias por los bolígrafos, Al. Nos vemos.

    Una mezcla de nervios, emoción y vergüenza se me había empezado a acumular en la boca del estómago. Al girarme e ingresar a mi aula sentí las mejillas tibias y me reí en voz baja. Dios, no podía parar de sonreír. Me sentía tan tonta.

    Pero... era lindo. Muy lindo, también.


    ahora sí cerré JAJAJA gracias por caerme <3
     
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    Gigi Blanche

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    La pregunta de si era para él me hizo mirarlo a consciencia y reparé en el dejo de emoción que cargó; se me asemejó a un niño frente a sus regalos de Navidad o ni siquiera, pues recibir obsequios navideños era precisamente lo que los críos esperaban que ocurriera. Cayden se ubicaba en el opuesto de esa escala, como si no se creyera que fuera capaz de tener un gesto así con él, y la idea me revolvió un poco las emociones. No me ofendía, era el hecho de que probablemente tuviera razón en pensar así de mí.

    Desvió la conversación al instante, cosa que agradecí, y me colgué de la tontería para fingir demencia igual que él.

    —Claro, ¿por quién me tomas? —repliqué, exagerando la ofensa, y no supe hasta dónde hablaba en serio—. No seré una mente maestra pero de vez en cuando me ilumino, calla y disfruta.

    Le propuse comer en el invernadero, pareció sopesar la posibilidad y acabó por aceptar. Recibí el pellizco de mejilla sin inmutarme, habituado a este tipo de aproximaciones de su parte, y mi sonrisa se estiró tras el beso. Aproveché la breve cercanía para pescar el borde inferior de su camisa sin motivo aparente, sólo lo agarré entre el dorso de dos dedos y lo mecí ligeramente de lado a lado, distraído en su respuesta.

    —Una vez —inicié, se me coló la risa y solté su camisa para hacer lo mismo con algunos de sus dedos, omitiendo el ofrecimiento de su brazo; empecé a caminar—. Una vez sacamos mantas de la enfermería al patio, ya ni recuerdo por qué. Creo que estábamos An, Altan, Emi y yo. Las tiramos en el césped y, no sé, nos montamos unas carpas porque sí. —Fruncí el ceño—. Tampoco sé bien qué asociación hice para recordarlo, pero sí estaba pensando que si llegamos a mojarnos seguro conseguimos algo para secarnos. Y si los profes nos echan la bronca les decimos que las plantas se morían y era una emergencia.

    Mecí su mano de la misma forma que había hecho con su camisa, sin concederle relevancia alguna. Íbamos bajando cuando preguntó por el contenido de la bolsa y lo miré de soslayo, impostándome la inocencia usual.

    —Ahora tendrás que esperar~ —murmuré, divertido, y decidí explicarle la situación un poco mejor—. Mi idea original era hablarlo contigo a la mañana, preguntarte qué querías comer y eso, pero cuando te vi desapareciste y luego no te pude encontrar en ninguna parte.

    Eso era una exageración, si sólo lo había buscado dentro de su clase, pero detalles.

    —¿Dónde te habías metido? —pregunté junto a una risa, genuinamente curioso—. Fue como si un agujero negro te tragase en algún punto de las escaleras.
     
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