Ciencia ficción Los Viajeros Vol. 2: El nuevo imperio

Tema en 'Novelas' iniciado por Manuvalk, 14 Febrero 2025.

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  1. Threadmarks: Una breve historia del futuro
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Escritor
    Título:
    Los Viajeros Vol. 2: El nuevo imperio
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Ciencia Ficción
    Total de capítulos:
    2
     
    Palabras:
    8072
    Bienvenidos/as a la continuación de Los Viajeros, historia que comencé a escribir en 2017 y que el año pasado concluyó tras diez partes y varios capítulos especiales/historias secundarias que engrandecieron de por sí este maravilloso universo ficticio (todas los links e información están en mi blog).

    Para entender al 100% algunas cosas, recomiendo leer la historia principal, pues Los Viajeros Vol. 2 constará de seis partes y habrá muchas cosas que tendrán un enlace directo con su predecesora, más allá de otros detalles que podrían pasar desapercibidos para los lectores que no tengan el trasfondo necesario.

    No obstante, esto también sirve como una bocanada de aire fresco y en cierto modo es un nuevo comienzo, así que tampoco es una obligación imperiosa la lectura de lo previo. Lo primordial es disfrutar de esta nueva historia en el universo de Los Viajeros y estoy seguro que mi querido amigo Agus estresado lo hará encantado, ya que siempre ha sido el primero a la hora de conocer más sobre el futuro de esta continuación.

    Antes de dejaros con la lectura, solo avisar de que la publicación de futuros capítulos no será semanal, sino probablemente mensual, ya que a día de hoy estoy escribiendo el resto de capítulos y como entenderéis, hay muchas más ocupaciones en la vida de un adulto. Pero esto será temporal, ya que una vez tenga toda la parte hecha, la publicación será semanal como lo fue con la historia principal.

    Sin más que añadir, espero que disfrutéis del comienzo de una nueva página de Los Viajeros.




    LOS VIAJEROS VOL. 2: Parte I: El nuevo imperio

    "El universo espera, inagotable, invitador" — José Luis Borges.


    Sinopsis: Cincuenta y cuatro años después, la gran arca llega a su destino: un mundo que alberga a los supervivientes anixis de la guerra milenaria que libraron contra Mente Colmena. Con esa leyenda ahora en el pasado, los colonos de la Alianza empezarán de nuevo junto a sus ‘creadores’. No obstante, la convivencia no será fácil, ya que no todos están dispuestos a ella, especialmente aquellos que culpan a los anixis de todos los males que han sufrido sus especies a lo largo de su existencia. Con la paz como principal objetivo, nuestros jóvenes protagonistas se establecerán, casi forzados por las circunstancias, como los artífices de mantenerla. Sin embargo, ¿podrán huir de la historia que han dejado atrás y mantener el legado de Los Viajeros? ¿O será precisamente esto el detonante de que la historia vuelva a repetirse?







    Una breve historia del futuro




    Nunca conocí a mi padre. Mis primeros recuerdos son con mi madre y mi hermana. Ellas fueron mi única familia hasta que llegaron los Veerham al territorio conocido y mataron a mi madre. Es extraño, volver a sentir ese vacío incluso a años luz de distancia del lugar en el que me sentí así. Pensaba que subirme a bordo del arca y alejarme de mi pasado serviría, pero supongo que no es así; lo llevo conmigo. Cargo con ello. Vuelvo a sentir ese vacío y no comprendo el porqué. Solo sé que hay días donde el silencio me da esa paz que ansío; también las vistas de la colonia desde el acantilado, los entrenamientos con mi bastón, la risa de Karla o los abrazos por la espalda de Echo. En esos instantes me siento en casa, como si nunca me hubiese ido de aquel hogar en la playa que mis padres crearon con esfuerzo y amor. Aún siento el agua del mar acariciando mis pies, la orilla húmeda y mis huellas borrándose conforme el mar las cubre. Entonces ahí, cuando mi mente evoca esa imagen, me siento en paz. Pero de pronto, noto ese vacío. Mis padres no están. Jamás volveré a ver esa playa pero si algo sé seguro, es que honro a ese niño que fui; voy a proteger a aquellos que considero mi familia porque ese siempre fue mí propósito. El mismo que tuvieron mis padres. Y cada vez que sienta ese vacío, me aferraré a mis seres queridos. Si estoy aquí no será por mí, sino por ellos. Esté donde esté, lucharé por los míos.


    El pelo lacio le cubría los ojos mientras caminaba con la mirada perdida en sus pasos.

    Avanzaba a un ritmo moderado, pero los guardias que le sujetaban por ambos brazos quisieron hacerle sentir la deshonra de ser expuesto al público, ralentizando el trayecto. La gente, de pie a los lados pese a tener unos extensos bancos como asiento, formaba un pasillo para que el hombre pudiese dirigirse hacia su destino; le esperaban cinco figuras que determinarían su castigo.

    Los gritos de la multitud, en su mayoría de ciudadanos de la principal colonia del planeta, apenas eran percibidos por el oído del joven, tan sumido en su ciudadela interna que no apreciaba el odio que había germinado incluso en algunos de sus homónimos.

    — ¡Alguien como tú no representa a las especies de la Alianza!

    — ¡No mereces ni ser juzgado! ¡Exigimos condena a muerte para el humano!

    — Deberías haberte quedado en Paraíso.

    Cuando los guardias lo colocaron ante los jueces y uno de ellos se incorporó con parsimonia, el silencio se hizo en la sala. Los demás, a excepción de uno que mostraba un semblante triste al observar al chico, miraban a su principal representante. Los ciudadanos tomaron asiento, recibiendo fugazmente los rayos de sol que se filtraban por la cúpula que era sostenida por diversos pilares en forma de espiral, haciendo que todo el lugar tomase un aura imponente pero majestuosa.

    El humano tenía a sus guardias rodeándole, pero ahora nadie le sujetaba; solo unas esposas magnéticas que impedían que pudiese separar sus muñecas para su libre albedrío.

    — ¡Los juicios en este mundo y esta sociedad siempre son expuestos al público! — Reveló el ser que se incorporó ante todos, siendo un anixis de avanzada edad, el cual vestía con una especie de túnica roja que lo diferenciaba de los otros cuatro que tenía sentados a ambos lados — ¡Pero este juicio en especial no es un juicio cualquiera! ¡Es el primer asesino alienígena en nuestro santuario!

    Los gritos y los abucheos, principalmente por parte de los anixis presentes, no se hicieron esperar.

    Sin embargo, contra todo pronóstico, el resto de los miembros de otras especies que se hallaban ahí, apoyaron los ataques verbales de aquellos que les acogieron hacía exactamente tres años, cuando la gran arca llegó tras más de cincuenta años de viaje entre el territorio conocido —el viejo imperio anixis— y el nuevo imperio.

    — ¡Pero esto no trata sobre las especies de la Alianza, seres que en su mayoría han venido aquí en busca de una vida próspera y pacífica! — Aquel anixis volvió a captar la atención de la gran aglomeración de gente que apenas cabía en aquella extensa sala — ¡Asesinos ha habido siempre, pero nuestra sociedad había purgado esa mancha de nuestro legado! ¡Este ser humano ha traído esa mancha al presente y será castigado por semejante acto malévolo contra uno de los nuestros! ¡Levántense, representantes y gobernantes, conmigo! ¡Levántense, ciudadanos de toda Ibos! ¡El veredicto en base a las leyes de la Casa Superior es claro!

    El humano alzó la vista por primera vez desde que estaba allí, observando como los cinco representantes del Consejo Superior —el organismo gubernamental de la sociedad anixis— se incorporaba ante la petición de aquel que, dado su rango de principal gobernante, tenía la última palabra en la toma de decisiones.

    Aunque en este caso no había decisión tomada, solo la ejecución de una ley estricta basada en la estabilidad y el orden de la sociedad. El veredicto había sido escrito hacía muchísimos siglos pero hacía años que no se veía su imposición en la próspera colonia anixis a la cual fue invitada la Alianza, un mundo jardín llamado Ibos.

    Todos los presentes en la Casa Superior —lugar de residencia de los líderes y templo sagrado donde se tomaban las decisiones para la prosperidad de la sociedad— estaban ya de pie, en completo silencio, pero deseando que el representante principal —o superior, como le llamaban algunos— formulase las palabras descritas en lo que era la Constitución del Orden de los anixis.

    — ¡Jackon Vaalot, por el acto de arrebatarle la vida a uno de nuestros emisarios, símbolo de la unión entre los anixis y las especies aliadas…! — El representante superior lo miró directamente con sus ojos profundos y oscuros, evidenciando la rabia en las arrugas que se formaron en su rostro — ¡…eres condenado al exilio! ¡Jamás podrás regresar ni a este mundo ni a ninguna de las colonias anixis! ¡Desde ahora, eres un exiliado y tu estancia aquí es considerada un insulto a todo lo que hemos construido! ¡Hoy será tu último día bajo el ala de la sociedad que anixis y aliados han creado!

    Las palabras del consejero superior generaron una ola de celebración rabiosa por el veredicto dado.

    La muchedumbre se agolpó contra el altar al que Jackon había sido llevado tras subir unas escaleras y colocarse frente al Consejo Superior. Los guardias volvieron a tomarle de los brazos con una fuerza excesiva, mientras el semblante serio de Vaalot evidenciaba una entereza absoluta.

    Sus seres queridos no estaban felices a escasos metros de él, pero tenían prohibido acercarse hasta que estuviese a punto de partir al exterior del planeta. El hombre se volteó hacia ellos y sin mostrar ningún atisbo de emoción en su rostro, murmuró unas palabras.

    — Cread un nuevo imperio surgido del viejo.

    […]

    Unas semanas antes…


    Jackon abrió los ojos en cuanto el primer rayo de sol que se filtró por la ventana, le acarició el rostro.

    El chico, de veintisiete años de edad, se desperezó en la misma cama durante un largo minuto hasta que decidió incorporarse. Sentado en el borde de esta, el joven Vaalot volteó a ver el otro lado, donde debería estar su pareja. Sin embargo, ese lado de la cama estaba vacío. Pero no era extraño, puesto que Echo tenía una gran responsabilidad diaria debido a su nuevo puesto de trabajo, por lo que Jackon sabía de su ausencia a esas horas tempranas. La mujer no había pasado la noche en casa, pero tampoco era la primera vez que lo hacía.

    El chico se dirigió desde el cuarto hasta el baño, con el objetivo de asearse un poco. Abrió el grifo de la ducha mientras preparaba su ropa para el día, esperando que el agua empezase a salir caliente. Una vez terminó de arreglarse, fue a la cocina para hacerse el desayuno. Un buen café matutino para despertarse del todo junto a unas tostadas sencillas con aguacate y queso. El aguacate no era ello como tal, sino que los humanos lo llamaban así, pero era un fruto cultivado en el planeta por los anixis y dada su similitud tanto en aspecto como en sabor, optaron por darle ese nombre sin ningún miramiento.

    Tras vestirse y desayunar, Jackon emprendió el camino hacia el exterior de su vivienda. Antes de salir, se colocó una chaqueta abrigada de color marrón oscuro y un poco de perfume en el cuello, además de verse en el espejo próximo a la puerta, comprobando que estuviese todo en orden. Ya fuera, el silencio de su hogar dio paso al bullicio que da comienzo al mismo tiempo que lo da el propio día y por ende, los quehaceres de todos los ciudadanos.

    Las lanzaderas le sobrevolaban a toda velocidad, a una altura considerable pero no por ello dejando de ser impresionante, aunque el sonido de sus propulsores era casi imperceptible al oído. Jackon cruzó la pequeña parcela de jardín que contenía su vivienda y así, se unió al flujo de gente que caminaba de un lado a otro por la calle. Él, al igual que la gran mayoría de colonos que llegaron en la gran arca hacía ya casi cuatro años, vivía en un barrio residencial de pequeñas pero acogedoras casas. Estos barrios se replicaban en varios bloques y se hallaban a las afueras de las ciudades que habitaban los anixis, siendo Vianus aquella en la que residía el joven Vaalot.

    Vianus era la primera ciudad que los anixis construyeron a su llegada a Ibos, su mundo colonial. Hogar de aquella única arca que escapó de las garras de Mente Colmena en el viejo imperio, su desarrollo fue gradual y su expansión se dio previa a la llegada de la gran arca de la Alianza. Al ser la ciudad principal del mundo, se convirtió en su capital y por ende, el núcleo urbano con mayor población, además de ser el centro de operaciones de la sociedad y la residencia de la Casa Superior, donde los principales representantes gubernamentales debatían y decidían sobre el porvenir de todo lo construido.

    La segunda ciudad recibía el nombre de Astea, no muy alejada en cuanto a distancia y pese a ser algo más pequeña que Vianus, contaba con muchas áreas verdes y montaña, lo que la convertía en un hábitat más tranquilo y apacible. Tenía menos tránsito de gente y el trabajo en dicha ciudad era menos, aunque los anixis se tomaban extremadamente en serio el mantenimiento y el cuidado de la naturaleza, algo que tuvieron que aprender desde el principio los humanos, neonianos y sylerianos que llegaron en la gran arca.

    Cainia era la tercera y última ciudad construida en el planeta, ya que los anixis no eran un número muy alto cuando llegaron. No se requería de más construcciones ni edificaciones, por lo que esta ciudad fue creada en las proximidades del mar más grande de Ibos y por ello, estaba muy alejada de Vianus y Astea. Obviamente, debido a su lejanía era la ciudad menos habitada del globo aunque también era la más visitada por el turismo, ya masificado por la llegada de las subespecies.

    Jackon esperaba el transporte público, ya que el vehículo personal lo tomaba Echo para irse hasta el cuartel militar de la Alianza, ubicado en una zona más a las afueras de Vianus. Por suerte la espera no duró mucho, algo que agradeció el chico, sintiendo un aire frío que avisaba de la llegada del invierno en Ibos. El clima en el planeta era muy similar al de la Tierra, como el de cualquier mundo jardín, por lo que acostumbrarse a veranos e inviernos no fue un gran problema para ninguna de las especies recién llegadas.

    La lanzadera autobús se llevó consigo al joven Vaalot y a otros muchos más, dejando a cada uno en su correspondiente parada. El vehículo era conducido por una IA, lo que inicialmente sorprendía a algún que otro antiguo que solo veía a las IA’s en situaciones puramente militares. Una vez llegó a su destino, el cual era la entrada a la base militar de los aliados, el hombre se bajó. Ya frente a la puerta de entrada solo tuvo que identificarse, colocándose frente a un sensor facial que confirmaba quién era.

    Jackon Vaalot Tidder, estatus de soldado de la Alianza reconocido. Proceda a acceder al recinto y recuerde las medidas de seguridad implem…

    — Que sí, que sí…

    Vaalot accedió al interior, un extenso lugar que bien podría parecerse al Sector 0 de Neonia o a la propia base militar de Ciudad Anixis en Paraíso. El soldado tuvo que andar más de un minuto en dirección recta para llegar a la entrada del edificio principal.

    Allí, dos de los guardias de turno se acercaron a saludarle en cuanto lo vieron.

    — Buenos días, comand…

    — Ya no tienes que llamarme así, soldado — Le dijo repentinamente Jackon, con cierto tono a reproche — Soy un soldado más, como vosotros.

    — Claro, disculpa, Jackon — El otro de los guardias tomó la iniciativa, viendo que su compañero acababa de meter la pata — Ten un buen día.

    — Igualmente para ambos.

    El joven Vaalot, que se subió a la gran arca como flamante comandante del ejército de la Alianza —ejército a bordo del arca exclusivamente—, llevaba unos pocos meses siendo un simple soldado raso por petición personal. Aunque no había conflictos ni antes ni después de llegar a Ibos, Jackon debía ocuparse durante mucho tiempo en su trabajo, además de ser cien por cien responsable de sus soldados y de lo que pudiesen hacer. Habiendo sido cerca de ocho años el comandante, decidió meses atrás dar un paso al costado. Por rango y veteranía, la propia Echo se convirtió en su sustituta, algo que la ilusionaba enormemente, aunque la apenaba viendo que su chico decidía dejar un cargo que se había ganado con méritos propios en la academia y graduación en Paraíso.

    Pese a su juventud, tenía una personalidad que le hacía parecer más veterano y era muy admirado por los soldados del ejército de la Alianza, incluso por los más mayores que él. Pero a veces, lo que quieres resulta no llenar ese vacío que sientes y eso es justo lo que le ocurría a Vaalot.

    — Jackon, ¿vienes a verla?

    — Sí, ¿está aquí?

    — Acaba de llegar de las pruebas en el bosque que utilizamos para práctica y táctica — Una soldado veterana se aproximó a su ex superior — Avisaré a la comandante Mercer de tu presencia.

    — Muchas gracias.

    Mientras el joven Vaalot aguardaba la llegada a esa sala de su amada, comenzó a ver las fotos colgadas en la pared. Imágenes de los soldados de la Alianza que formaron parte del viaje en la gran arca, pero también imágenes de soldados honorables en la historia de la AIE como el comandante Lill Crane, la comandante Ashley Ripley o el subcomandante Lio Santos, entre otros soldados.

    A excepción de este último, que murió destruyendo definitivamente a la bacteria Veerham en su mundo de origen, Jackon pensó en que personas tan ilustres como Lill o Ash estarían ya muertas.

    Cuando él subió a la gran arca, ellos ya tenían o superaban los cincuenta años de edad, y habiendo pasado más o menos esa cantidad de tiempo con el viaje del arca, daba por supuesto que ya no vivirían. Ese pensamiento le hizo sentir nostálgico, triste, pero al mismo tiempo le hizo ver que el paso del tiempo es inevitable, por mucho que te criogenices o viajes a la otra punta de la galaxia.

    Nada te salva del paso del tiempo. Tienes las horas contadas.

    — Últimamente estás más pensativo que de costumbre.

    Esas palabras trajeron a Jackon de vuelta al presente.

    Echo se acercaba a su novio con una media sonrisa, hasta colocarse ante sus ojos y brindarle un beso, seguido de un cálido y lento abrazo de esos que reconfortan el alma. Él, en ese preciso instante y habiendo rememorado a personas que se quedaron atrás, sintió una mezcla de estar en casa pero ser un completo extraño. Ella sabía que él no estaba en su mejor momento mentalmente, motivo por el cual decidió prescindir del cargo de comandante. Sin embargo, entendía que era normal. Las vidas de ambos no habían sido nada fáciles desde sus infancias y había momentos en el presente en los que esas heridas se abrían más que de costumbre, y había que sentirlas, dejarlas estar y dejarlas ir cuando ellas considerasen.

    — Estaba viendo esas fotos y… ver a Lill, Ash… — El soldado Vaalot parecía mirar hacia el cielo, como si supusiese que había algo ahí — Me pregunto que habrán hecho estos últimos cincuenta y cuatro años, además de haberse muerto, seguramente.

    — Espero que hayan podido tener una vejez tranquila, es lo que se merecían después de todo lo que lucharon por el futuro de nuestra especie y de la Alianza — Expresó la comandante Mercer, quién también apreciaba a todos esos héroes — Seguro que habrán sido felices hasta el final. Y estoy segura de que gente como Gina y Vraco estarán liderando una etapa pacífica y próspera en Paraíso. A veces los echo de menos, a aquellos que conocimos pero se quedaron…

    — Parece que no soy el único nostálgico — Jackon se arrimó a su novia y la agarró de la cintura, sonriendo y decidido a cambiar de tema — ¿Qué tal han ido las pruebas en el bosque?

    — Pesadas y accidentadas — Contestó ella, visiblemente cansada — Algunos heridos con el fuego de cobertura. El plasma de los Flasher ha provocado algunas quemaduras que podrían haber sido peor y nuestros Striker están muy afilados con las últimas balas de ese titanio extraño que nos han dado los anixis. No sé de qué planeta del sistema lo han sacado, pero si te da una bala de esas, entra y sale de la armadura como un cuchillo traspasa un sandwich.

    — Me imagino que el equipo de ingeniería estará buscando un diseño de armadura que pueda resistir esas balas, ¿no? — El joven Vaalot estaba hablando del campo que más le gustaba y eso se evidenciaba en su entusiasmo en la voz — No podemos tener un arma mortífera en nuestras manos sin saber como contrarrestarla nosotros mismos.

    — Claro, amor mío, están en ello — Sonrió Mercer, consciente de que su chico había nacido para servir y proteger como soldado, fuese en el rango que fuese — Deberías venir a las siguientes pruebas.

    — Tal vez lo haga.

    — Agradecería la compañía…

    — Te he echado de menos estos días que has estado fuera de casa — Jackon se veía contento y cabizbajo, algo que lo hacía ver contrariado.

    — Y yo, pero esta noche me voy a quedar sí o sí y vamos a tener una cena especial — Echo sonaba impaciente porque llegase ese momento — Ya sabes que estos meses estamos con estas pruebas por orden del Consejo Superior y tienen a algunos de sus emisarios pendientes, obviamente por el tema de explorar otras potenciales colonias… Pero trataré de estar más en casa, te lo prometo.

    — También quería hablar sobre la exploración de los emisarios — Al decir eso, Vaalot comprobó que el semblante de Mercer se tornó serio — Ya sabes que…

    — Lo hablamos mejor esta noche mientras cenamos, ¿te parece? — La comandante del ejército de la Alianza suponía por donde iba a ir la conversación, así que prefirió dejarla para otro momento, uno más relajado y distendido como el de la cena por la noche.

    — Claro, cariño. Esta noche cenamos y lo hablamos.

    […]

    Tras la llegada de las especies aliadas a Ibos, se mandó construir a las afueras de las ciudades unas áreas de invernaderos en las cuales se cultivaban frutas y verduras con las semillas que la gran arca de la Alianza trajo consigo. El motivo de no plantarlas en el suelo de la colonia anixis radicaba en que estos no querían profanar directamente su tierra con materiales orgánicos provenientes de otros mundos, dejándola exclusivamente para la propia comida que el planeta proveía. Por ello, las especies aliadas tenían sus propias cosechas, aunque eso no significaba que los anixis no comerciasen por probar así algunos de los manjares de la extinta Tierra o de Neonia y los aliados hacían lo mismo, descubriendo que la fruta y verdura que consumían los anixis era, en su mayoría, exquisita y de gran calidad por su aporte calórico.

    La temperatura debía ser la adecuada en los invernaderos para tener la garantía de que lo cultivado —en función de en que estación creciese— se desarrollase en óptimas condiciones. Gracias a la tecnología anixis, de por sí algo más avanzada en la colonia dado el progreso de estos seres, hacer esto no implicaba un gran costo de recursos. En dichos lugares trabajaban humanos, neonianos, sylerianos e incluso anixis colaborativos con la Alianza de la cual ya formaban parte, aunque era un secreto a voces que el Consejo Superior había tomado el mando total del gobierno casi desde el primer día.

    En uno de los invernaderos a las afueras de Astea, la segunda ciudad colonial del planeta, se encontraba trabajando Owen Crane Carver. El segundo hijo de los dos exploradores, gratamente reconocidos por la mayoría de la gente por sus hazañas en el pasado, había escogido un trabajo humilde y desapercibido. Esto no era una casualidad; el joven no quería ser adulado por otras personas por el simple hecho de ser quién era. No era extraño encontrarse gente que le saludaba con afecto, como si le conocieran, rememorando el legado de sus padres. Cansado de oír aquello, Owen prefirió ‘esconderse’ en la segunda ciudad de Ibos, en un trabajo para el cual se formó en Paraíso durante sus años en la academia.

    — Owen — Una voz detrás suya le hizo detenerse por completo en su trabajo — Tienes visita.

    — Voy — Contestó él, dejando a un lado la talla de maizal que estaba llevando a cabo — ¿Quién es?

    — Tu chica — Le dijo el tipo, un capataz humano que por el tono de voz, no parecía feliz de tenerlo en la zona — Recuérdale el horario de visita para la próxima vez, que estamos en jornada laboral…

    — Lo que tu digas — Musitó el joven Crane mientras veía marcharse a su jefe — Capullo.

    Owen dejó las herramientas a un lado y se dirigió a la salida del invernadero, el cual era un lugar extenso.

    Unos grandes focos ubicados en el techo proporcionaban la luz y el calor a las distintas secciones donde se cultivaban diferentes cosas. Tuvo que moverse por varios pasillos casi idénticos, laberínticos, hasta llegar a la compuerta de salida. Allí, cuatro soldados de la Alianza apostillados como guardias —fueron puestos allí tras algún intento de saqueo por parte de algunos ex trabajadores— le abrieron la puerta mediante un código que él desconocía, para acto seguido salir al exterior.

    — Joder, hace frío aquí fuera — Murmuró Owen, encontrándose de bruces con su pareja — En cuanto pasas unas horas ahí dentro, te acostumbras al calor sofocante de esas malditas luces.

    — Amor, estás ahí porque quieres — Le indicó Karla, que tras una pausa en la cual le plantó un dulce beso, retomó la conversación — Tienes otras opciones en las que trabajar, si quieres.

    — No me quejo, si es lo que piensas. No me desagrada esto, es solo que las condiciones podrían ser mejores y el capataz alguien con más cerebro, pero por lo demás, está bien. Ya sabes, gano bastantes alianzas y ya le tengo echado el ojo a una casa en Cainia, a primera línea de playa…

    — ¡Owen…! — La joven Vaalot le golpeó con ternura — Ya te dije que está bien donde vivimos. Yo también gano un dinero considerable y…

    — Te quiero comprar esa casa porque sé que te recuerda a aquella en la que viviste con tu madre — Se sinceró el chico, tomándola de las manos mientras la miraba fijamente a los ojos — Y me haría ilusión ir allí, siempre y cuando accedas.

    — No es solo eso, ¿verdad? — Aunque a la mujer le hacía ilusión una casa así, no era prioridad, y además sabía que había otro motivo más — Te quieres alejar más y más de los demás. De la gente que te para recordándote lo increíbles que fueron tus padres y…

    — Karla… tú viniste con la familia que te quedaba. A mí todos me recuerdan a mi familia, a lo que dejé atrás — Visiblemente algo afligido, Owen agachó la cabeza — Mis padres, mi hermana… ellos lo significaban todo para mí. Y sí, vine porque mis deseos de aventura eran más grandes que mi amor por ellos, aunque no sé si está bien decirlo. Tampoco quería estar bajo el ala de su legado, pero es que incluso aquí, la gente me recuerda como el hijo de Lill y Snow. Y yo solo quiero ser Owen.

    — Y lo eres, cariño, lo eres — Karla lo abrazó en un intento por reconfortarlo — Pero huir de los demás, de nuestros amigos… no es la solución. Porque, ¿acaso yo no te recuerdo también a tu familia?

    — Claro que lo haces, pero contigo es diferente — Owen apartó un mechón del rostro de su pareja mientras la tenía a escasos centímetros — Contigo quiero formar una nueva familia.

    — Y lo haremos, amor mío — La joven Vaalot lo miró detenidamente a los ojos mientras sujetaba su rostro con ambas manos — Te quiero, Owen. Gracias por querer ser parte de mi familia.

    — Siempre lo he querido y siempre hemos sido familia — Añadió él, justo antes de fundirse los dos en un apasionado beso que reflejaba su fuerte vínculo.

    […]

    La Casa Superior abrió sus puertas al último de sus miembros en ser admitido en el Consejo: el representante de la Alianza, llamado Omnius Paokt. Hacía unos pocos años que el syleriano, líder principal de los colonos de la gran arca, obtuvo ese puesto de relevancia en el gobierno anixis, ya instaurado desde hacía muchísimo tiempo.

    Akkor, el consejero más experimentado y principal artífice de que la sociedad anixis funcionase con la precisión de un reloj en todos sus ámbitos, le otorgó a Omnius un sitio a su lado para así demostrar que se le daba voz a la Alianza. Sin embargo, no todos veían ese acto como suficiente muestra de consideración con las subespecies.

    El joven Paokt, ostentando un cargo muy similar al que tendría si se hubiese quedado en Paraíso —pues sería el Elegido syleriano en detrimento de su padre—, entró con paso tranquilo a la Casa Superior.

    Pese a estar muchas veces allí, el lugar le seguía maravillando debido a su esplendida arquitectura, el como la luz del sol se filtraba de manera que brindaba al ambiente de un aura casi mágica e incluso la disposición de los objetos, que daban la sensación de dejar mucho espacio libre. Absorto en su asombro, el representante aliado recibió un llamado que le sacó de ese trance en el presente.

    — Consejero Paokt — Uno de los guardias de la Casa se aproximó a él — El primer consejero Akkor le espera en la sala de reuniones. Sígame.

    — Disculpe, conozco el camino — Omnius asintió, agradecido igualmente.

    — Como desee.

    El trayecto hasta dicha sala de reuniones no era largo, pero en el transcurso de este, Omnius tuvo que avanzar por un extenso pasillo ubicado a la derecha de la Casa Superior, el cual daba directamente a un precioso jardín, milimétricamente cuidado al detalle. En el, el joven syleriano comprobó de primera mano que allí mismo era donde se formaban y entrenaban los mismísimos emisarios; anixis con el rango de exploradores pero sobre todo, con el nivel más alto de operación. Eso quería decir que estaban por encima de la milicia anixis y otras autoridades menores a excepción, obviamente, del Consejo Superior, del cual recibían órdenes directas.

    Ahí mismo era donde un ya veterano Eeron entrenaba a sus discípulos, entre los que se encontraba uno de sus viejos pupilos, llamado Relic. Él ahora era oficialmente un emisario.

    ¡Eeron, hoy he aprendido a controlar mis emociones! — El joven estaba muy feliz por ese logro — ¡Me ha dicho mi maestro que he sido de los más rápidos en conseguirlo!

    Enhorabuena, Relic — Musitó el adulto, acariciando la cabeza del menor — Serás un gran emisario en el futuro.

    ¿Qué hay de ti? ¿Ya te vas a ir?

    En unos días, probablemente.

    Eso significa... ¿que no nos volveremos a ver?

    El joven llamado Relic dejó de caminar junto a Eeron al preguntarle aquello, evidenciando una tristeza considerable por no volver a verlo. El adulto anixis decidió volver tras sus pasos y darle un cálido abrazo que fue rápidamente correspondido por el niño. No tenían ningún tipo de vinculación familiar, pero ambos forjaron una clara relación de hermandad con el tiempo que compartían entre clases, en aquel recinto específico para la formación de exploradores —a quiénes los Anixis preferían llamar 'emisarios'—. Eeron quiso asegurarle a Relic que volvería eventualmente, ya que otros emisarios lo hicieron, una vez completaron la misión para la cual fueron destinados.

    Nos volveremos a ver.

    Es que... he oído que no todos regresan — El pequeño anixis se estremeció un poco — Y tengo miedo.

    Piensa que hacemos esta labor por el bien de nuestra especie y por un futuro en el que sigamos estando a salvo aquí — El nuevo emisario tenía claros sus ideales — Pase lo que pase, nos estamos preparando para decir adiós en el momento más inesperado.

    ¿Qué quieres decir con eso?

    Que somos héroes, Relic. Yo lo seré y tú lo serás, como otros lo han sido. Nos volveremos a ver.

    Cuando Paokt y Eeron cruzaron sus miradas, ambos sonrieron.

    El conocido emisario anixis asintió con afecto al syleriano mientras un joven anixis realizaba una especie de meditación ante su maestro. Esto le sirvió al propio Eeron para aproximarse unos minutos a Omnius y darle un cálido abrazo que demostraba la amistad que tenían tras haber compartido los años previos a entrar en criogenia en la gran arca y los años posteriores al despertar, previa llegada a Ibos.

    — ¿Reunión de consejeros? — El emisario que ayudó a salvar el territorio conocido de Mente Colmena era un tipo ágil no solo mental sino físicamente.

    — En efecto — Contestó Om, asintiendo — Bueno, en realidad, es una reunión exclusiva con Akkor. Aunque se supone que no debería decírtelo...

    — Lo sé, Akkor no está nada de acuerdo con que interfiera en los asuntos que tenéis la Alianza y el Consejo Anixis — Eeron se veía algo molesto sobre eso — Aunque creo que lo que no le gusta es que esté de vuestro lado, defendiendo vuestros intereses y luchando porque tengáis los mismos derechos que los anixis.

    — Tendrá que aceptarlo. Tú eres el único anixis que sabe todo por lo que hemos pasado las especies aliadas — El syleriano le dio bastante crédito al emisario — Deberías incluso formar parte del Consejo, si yo pudiese decidir.

    — Un emisario no puede formar parte del Consejo, está estipulado en la Constitución del Orden — Eeron se volteó para ver que su alumno siguiese enfrascado en el estado meditativo — Pero honestamente, me da igual. Regresé a casa tras mi misión descubriendo el paradero de las subespecies y con la amenaza de Mente Colmena erradicada. Mi estatus como emisario honorífico me da voz ante el pueblo y el Consejo.

    — Y me alegro inmensamente porque eso sea así, amigo — Se sinceró Paokt, que agradecía contar con el apoyo de Eeron.

    — Y a mí — Musitó el emisario, algo apenado repentinamente — Aunque pese a ello, el Consejo me reprocha la ausencia de los thunianos entre los colonos de la gran arca. Entienden la ausencia de los rynarokianos dado su progreso atrasado como civilización, pero han interpretado la decisión de los thunianos como una deslealtad a sus creadores. Tristemente, si algún día recibimos la visita de los thunianos, no creo que puedan quedarse en Ibos.

    — Bueno, espero que les esté yendo bien en Paraíso, entonces — Se sinceró el representante de la Alianza — Vraco tomó la decisión en consenso con su gente y lo conozco lo suficiente como para saber que velará por lo mejor para ellos. Al final, el viaje aquí no era obligado. Si el Consejo los considera desleales, es su problema.

    — En efecto, joven syleriano — Eeron asintió ante las palabras del que, técnicamente, era un superior — Bueno, ha sido un placer tener una breve conversación contigo. Debería volver a la lección y tú marchar a la reunión.

    — Así es, viejo amigo. Espero verte pronto en un ambiente más... distendido, donde podamos hablar más cómodamente y sin prisas.

    — Lo haremos, Omnius. Cuídate.

    — Lo mismo te digo, Eeron.

    Consejero y emisario se despidieron con honor y prosiguieron hacia sus respectivas tareas.

    Omnius avanzó durante unos minutos más por ese extenso pasillo que conectaba con el jardín exterior, hasta llegar a una puerta al final de dicho camino. Esta estaba cerrada y dos guardias anixis la custodiaban, los cuales al ver al syleriano, la abrieron para él. El joven líder dio unos pasos más hasta encontrarse en una especie de habitación amplia que utilizaba Akkor como despacho personal.

    Varias estanterías repletas de libros —todos en un formato lectivo digital— y una mesa rectangular con todo tipo de utensilios sobre ella, adornaban la sala. Parecía casi una especie de biblioteca de arquitectura románica humana, lo que le daba un toque acogedor y misterioso.

    El principal líder de los anixis —y también, ahora, de los aliados— se hallaba de pie frente a una ventana alargada que proyectaba al exterior del recinto, donde se apreciaba un jardín de gran tamaño siendo cuidado por trabajadores específicos.

    Al oír al syleriano, Akkor le indicó con una mano que tomase asiento, sin proferirle palabra alguna.

    Omnius accedió al pedido silencioso del principal consejero anixis, un líder que tomó el control de la sociedad de su especie tras la exitosa huida de las garras de Mente Colmena, debiendo abandonar el viejo y extenso imperio que un día surcaban las naves anixis, en plena expansión y control de los recursos. Una era brillante que tenían la clara intención de recuperar, esta vez, con el apoyo de las subespecies que un día ayudaron a crecer.

    Cuando el representante de la Alianza ya estaba sentado y había pasado apenas un minuto, Akkor se volteó y se dirigió a él con un semblante serio pero tranquilo. Las diversas arrugas en su rostro, cubierto por una capucha que portaba su túnica como vestimenta, evidenciaban su avanzada edad y todo lo que había vivido.

    — Bienvenido de nuevo a la Casa Superior, consejero Paokt.

    Bienvenido a la Casa Superior. Para nosotros siempre es un privilegio tener a un nuevo emisario listo para emprender un viaje que beneficie al futuro de la especie.

    Es un honor, señor — Indicó Eeron, mostrándose muy educado — Estaré encantado de comenzar mi misión en cuanto me revelen la información necesaria.

    En efecto, joven Eeron. Antes que nada, deberás saber que yo seré tu enlace directo — Reveló dicho portavoz, sorprendiendo un poco al emisario — Con ello quiero decir que tendrás un comunicador que conectará directamente conmigo para que me informes sobre el desarrollo de su expedición. Mi nombre es Akkor.

    Entendido, Akkor — El joven emisario asintió sin problema, consciente de que tenía sentido estar en comunicación con alguien de la colonia — Estaré feliz de comentarle mi avance en el transcurso de la misión.

    — Gracias, consejero Akkor — Contestó el syleriano con gran respeto — He oído que quería verme.

    — En efecto, he requerido tu presencia — Dijo el principal líder anixis, ahora sí, sentándose en un cómodo sillón enfrente de su visita — Se debe a las protestas que hubo en la ciudad de Astea.

    — ¿Qué ocurre con esas protestas?

    — Son promovidas por los aliados — Akkor se refería a las subespecies de ese modo — Y como bien sabes, llevan meses ocurriendo.

    — Soy plenamente consciente, tengo a las autoridades de la Alianza con ello — Paokt no comprendía verdaderamente porque eso era un asunto importante como para una reunión personal y exclusiva, sin el resto de miembros del Consejo Superior — Disculpe, consejero Akkor, ¿hay algo que quiera decirme?

    — Eres un ser inteligente, Omnius, lo vi desde el primer momento que interactuamos — El viejo anixis apoyó sus arrugadas manos sobre la mesa, revelando tres únicos dedos alargados — Te he hecho venir porque esas protestas llevan meses ocurriendo y en lugar de mitigarse, se han intensificado. Sé que tú, como principal representante de la Alianza, eres consciente de que tu pueblo pide más derechos de los que ya tiene. Si te cedí un puesto en el Consejo, es para que sepas gestionar a tu gente y contribuyas a que la sociedad mantenga el orden.

    — ¿Insinúa que no lo estoy haciendo? — Por primera vez en la conversación y con Akkor, el syleriano se sentía atacado — La Alianza vino aquí para trabajar en equipo con los anixis, no para ser sus súbditos de nuevo. Pensé que eso quedó claro cuando llegamos. Eeron fue testigo de lo que tuvimos que sufrir y perder para que Mente Colmena, un enemigo al que vuestra especie no pudo derrotar, fuese erradicado de la galaxia. Muchos de los colonos que hemos llegado aquí, vinimos precisamente porque lo perdimos todo. Esto servía como un nuevo comienzo, pero en su lugar, mi pueblo se siente a merced del Consejo y su poder.

    — ¿Y? El Consejo debe tener ese poder. Por mucho que hayáis vivido antes de llegar hasta aquí, tenemos una forma de vivir en sociedad, unas normas infranqueables tanto para los anixis como para los aliados. Compartimos el planeta que nos acogió a los anixis cuando tuvimos que abandonar nuestros hogares tras el sacrificio del Gran General, os hemos hecho espacio y provisto de lo que habéis necesitado. Vuestra población contribuye y tiene una buena vida, mientras los anixis agradecemos la ayuda y prosperamos juntos. ¿Por qué esa ansia de poder?

    — No es ansia de poder, consejero Akkor, es igualdad de poder. No es ningún secreto que lo que mi gente pide son condiciones iguales para anixis y para aliados. ¿Acaso me va a negar que los anixis tienen ciertas ventajas o mejores trabajos en su mayoría que los aliados? ¿Qué el consejo contenga cuatro consejeros anixis y únicamente un aliado, que soy yo? ¿Qué se desoiga al emisario honorífico Eeron cuando él vivió en primera persona el horror de perder parte del territorio conocido ante esa bacteria?

    — Consejero Paokt, no pienso seguir argumentando sobre este tema. Está claro que ambos tenemos una visión y perspectivas diferentes. Lo respeto, pero no va a haber cambios en ese sentido — Akkor sorprendió al syleriano con su repentino levantamiento del sillón para acto seguido darle la espalda — Conoces el trabajo que debes hacer. Eres la voz de los aliados, su principal valedor. Mitiga esas manifestaciones en contra de mi especie antes de que las cosas se te salgan de control. No me gustaría tener que actuar con el brazo de la justicia anixis.

    — Disculpe, ¿es eso una amenaza?

    — Es una advertencia — Especificó el veterano líder anixis, observando de reojo a Omnius — Llevamos casi cuatro años de paz y orden. Pronto llegará el Día de la Unión y no permitiré protestas en ese punto. Tienes hasta entonces para convencer a tu pueblo de que está bien con los derechos y libertades que tiene. Ya sean muchos o pocos que piensen así, en la sociedad anixis si uno de los nuestros actúa, se interpreta como un movimiento de todos. Yo he mantenido en línea a aquellos de mis homónimos que no comparten la idea de un futuro junto a los aliados. De ti espero el mismo ejemplo.

    [...]

    — Aquí no se puede fumar.

    El barman se paró frente al cliente, sentado frente a la barra.

    El resto del bar, un lugar amplio en el cual se apreciaban diferentes zonas —de juegos, de cócteles, de reuniones, etc—, estaba a rebosar de gente. El cliente no emitió sonido por su boca durante unos segundos, impacientando al trabajador del local.

    El problemático, un tipo humano como el mismísimo barman, vestía una chaqueta de cuero, pantalones vaqueros oscuros y zapatillas negras además de portar unas gafas de sol que al quitárselas, reveló pequeños rasgos asiáticos. Su pelo lacio oscuro casi cubría sus ojos, pero eso no le impedía poder ver directamente al camarero.

    — ¿Lo dice quién?

    — El dueño del local.

    — ¿Y dónde está?

    — Lo tienes delante.

    — Entonces, supongo que podrá mostrarme la licencia de apertura, tenencia de armas si tiene y el contrato de esas bailarinas exóticas que tiene en el cabaret.

    El barman, que resultaba ser a su vez el propio dueño de aquel excéntrico bar, frunció el ceño casi al instante de oír esas palabras de la boca del cliente. Éste, por su parte, se limitó a sonreír mientras daba una calada al cigarro indoloro que acababa de encenderse.

    — ¿Eres poli?

    — No soy solo poli — Murmuró el hombre, de aspecto algo joven y fuerte — He sido soldado del ejército de la Alianza y actualmente investigador privado. Pero sí, trabajo para las autoridades, amigo.

    — ¿Qué pasaría si no te enseño nada de lo que me has pedido? — El barman sujetaba una vieja versión de Buster bajo la barra, la conocida escopeta de creación humana que se había quedado obsoleta en la actualidad, aunque no por ello dejase de ser un arma peligrosa.

    — No pasaría nada, siempre y cuando me dejes fumar y de paso me pongas un buen whiskey — El tipo misterioso lanzó literalmente el humo de su última calada al rostro del dueño del bar — Por supuesto, invita la casa, ¿no?

    El barman apartó el humo con una mano, revelando su semblante serio y enfadado, para acto seguido dejar el Buster en su sitio y buscar la botella de whiskey que el cliente odioso había pedido. Mientras esperaba a ser servido, el joven investigador privado recibió un mensaje en el dispositivo que usaba como móvil: ubicado en uno de sus oídos, recibió el aviso y escuchó el mensaje, a modo de audio, enviado por su superior más directo.

    Kendall, soy Omnius — Inició el mensaje, el cual sonaba muy serio — Las cosas están poniéndose tensas. Va a haber una reunión y tienes que acudir; te daré más información en breve. Voy a necesitar tus servicios, amigo.

    [...]

    El joven Vaalot se encontraba sentado en la mesa del comedor de su casa.

    Un pequeño jarrón revelaba un conjunto de varias rosas azuladas —una flor típica de Ibos— junto a dos platos con los utensilios dispuestos para ser usados, una olla con lo que parecía ser pasta recién hecha de la cual salía un poco de humo y dos velas que adornaban el lugar en penumbra, dándole una imagen acogedora y romántica a la escena. Jackon se llevó las manos a la boca, evidenciando un estado pensativo. Cuando Echo salió del baño y tomó asiento frente a su pareja, sus ojos se cruzaron e intercambiaron sensaciones.

    — Cuando me dijiste que querías dejar de ser el comandante del ejército de la Alianza, jamás pensé que después de un largo tiempo me fueras a decir que querías ser un emisario — Echo se sentía contrariada respecto a esa decisión de su amado — Supuse que querías quitarte responsabilidades de encima, estar tranquilo y tener una vida más... civil. Pero esto es justo lo contrario.

    — Amor, sé que quizá es difícil de entender, pero es lo que quiero hacer — Dijo Jackon con total franqueza y determinación — Ya sabes como me siento. Llevo años cargando con un vacío en mi interior, donde pocas veces me siento como en casa. Y algo en mí me anima a salir ahí fuera, explorar otros lugares. Cuando escuché del plan del Consejo Superior sobre enviar emisarios a sistemas cercanos para futuras colonias, recursos y demás, algo me atrajo a esa idea.

    — ¿Y qué hay de nosotros? — La actual comandante del ejército aliado se veía afligida — Esta mañana me decías que me echabas de menos, que querías tenerme más por casa... ¿y ahora quieres marcharte durante meses o años ahí fuera? ¿Qué ha cambiado?

    — Te quiero cerca, Echo, eso no ha cambiado. Sin embargo, sé que desde que asumiste el cargo que yo ostentaba, eso no iba a pasar — Vaalot sabía que su pareja se sentía mal por su decisión, pero él siempre había actuado en base a sus sentimientos y deseos — Y sé que no abandonarás la comandancia del ejército solo para estar aquí conmigo. Y lo respeto, cariño. Sé que por encima de todo, tenemos el mismo propósito: servir a nuestra gente y garantizarles un futuro. Somos así.

    — Lo sé, Jackon, pero esto se me hace extraño. Es casi como si estuviésemos terminando con nuestra relación — Mercer no pudo evitar soltar algunas lágrimas al decir eso — Te comprendo, créeme. Pero no sé si me gusta la idea de no verte en mucho tiempo. Yo no estoy fuera del planeta, pero si tú te haces emisario, lo estarás. Estamos hablando de meses o años sin vernos. ¿Qué clase de relación será esa?

    El hombre vio que la mujer estaba verdaderamente dolida, por lo que se incorporó de su asiento para sentarse a su lado y así, tomarla de las manos. Ambos volvieron a mirarse fijamente durante unos segundos hasta finalmente fundirse en un dulce beso que sabía a despedida.

    — El tiempo que esté fuera no dejaré de quererte — Dijo Jackon, al que se podía ver triste pero a su vez decidido — Y si cuando vuelva tú has tomado otro camino con tu vida, lo aceptaré.

    — Hablas como si te fueras a ir mañana...

    — No es así, pero creo que es mejor que vayamos asimilando ambos la idea.

    — Entonces, ¿esto es el fin? — Echo se quitó las lágrimas que bordeaban sus mejillas y miró fijamente a su pareja — ¿Habrá sido una breve historia del futuro?

    — No le veo el final a un sentimiento eterno — Murmuró él, sujetando las manos de ella con fuerza — Pero por encima de eso está la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos. Tú eres consciente de ello. Necesito esto.
     
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    Agus estresado

    Agus estresado Equipo administrativo Comentarista empedernido

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    Saludos, amigo. Paso a comentar el primer capítulo del volumen 2 de esta gran historia.

    Regreso en el momento justo, ya que el 16 de noviembre tuvimos última leída en simultáneo. Y 3 meses después estamos teniendo la primera del 2025, y la primera en la que participa esta historia.

    Ahora empezaré el comentario diciendo algo... ya sé bien por qué elegiste que leyéramos ahora y no el día despúes de mi cumple, porque en este capítulo me has dado golpe tras golpe. Tal vez haya sido mejor así, pero bueno angrysnake

    El capítulo arranca con una escena tipo flash forward donde vemos a Jackon siendo procesado por asesinato, el primero en el planeta bajo el mando de los Anixis, y esto, cumplen a rajatabla sus leyes y lo exilian. ¿En serio amigo? ¿Así es como empieza la conti? ¿Conviertes a uno de mis angelitos favoritos en un asesino y luego vas y me lo exilias? Más te vale que eso haya sido una trampa y que pronto se descubra la verdad. Porque me niego a que le pase eso a mi bebé :angrycat:

    La siguiente escena nos muestra el tiempo presente, donde vemos la descripción de las tres ciudades del planeta, siendo tres. La capital, la segunda donde hay menos gente y la ciudad costera donde el turismo es más frecuente y la tranquilidad también. Me aprenderé sus nombres con el tiempo, descuida. Es solo que entre el planeta de Ibos y las tres ciudades, más el hecho de que se suman nuevos personajes, cuesta un poco recordarlo todo. Vemos que la vida en el territorio anixis es similar a la que tuvieron algunos en Neonia o Paraíso, y eso hace que algunos se sientan nostálgicos al respecto de sus vidas. Uno de esos es Jackon, quien tras un tiempo siendo comandante, dejó el puesto a su novia, y es Echo ahora quien dirige a los ejércitos. Es algo triste pensar en eso. En una de las últimas escenas de la principal, Jackon demostró ser ideal para el puesto y se lo ganó, pero ahora ya no ejerce más y duele un poco. Hubiera querido más detalles sobre su vida en Ibos, y no que fuera demasiado superficial, pero bueno, sé que tendremos tiempo para eso. Jackon va a ver a Echo, le dice que la extraña, y hablan sobre algo que me preocupa. Las balas de titanio de los anixis son más duras que las armaduras humanas, lo cual solo hace que sean peligrosas para el resto en lo que se desarrollan nuevas. Espero no las usen para lastimar, porque se puede venir algo muy feo para los humanos y las demás especies si eso pasa. :blue:

    Una nueva escena nos muestra a Owen trabajando en un invernadero en una ciudad poco poblada. El pequeño (ya no es tan pequeño, pero para mí lo sigue siendo) eligió ese trabajo para no vivir bajo la sombra de sus padres. Y es que es difícil. Lill fue cartógrafo, comandante y líder de la Alianza, y Snow fue una de las primeras fundadoras y representante humana en medio de la guerra civil de la Resistencia, la de los humanizados Anixis y la de Mente Colmena. Son zapatos muy grandes para llenar para Owen, pero no debería desanimarse. Cuando él nació, sus dos padres estaban retirados, y no fue hasta que él cumplió nueve años que regresaron triunfalmente. Tendrá tiempo para armarse su propia historia y su perfil como uno de los viajeros más importantes en esta nueva generación. Cuando recibe una visita de Karla, su jefe se queja, pero eso no lo detiene. Allí es donde confiesa que él quiere comprarle una casa en la playa para que ella viva algo como lo que tuvo en su infancia :nice: El más tierno de la nueva generación, ya se ganó ese título. Karla lo alienta a que busque su propio camino, y luego le agradece por ser parte de su familia. Escena hermosa, amigo, diría casi la única belleza del capítulo :minku:

    Lo que sigue es una escena entre Omnius y Akkor. El joven syleriano pasa a ver primero a Eeron, quien considera que recibió una especie de relevamiento de su puesto. Casi que, al único anixis que vivió en carne propia el infierno que pasó la alianza para hacer frente a Mente Colmena, fue excluido de los líderes. Eso es algo que no sienta bien, pero da gusto que alguien esté de su lado. Cuando Om y Akkor se reunen, este le dice que tiene que aplacar las revueltas de la alianza antes de que él decida hacerlo por su cuenta. Y a ver, hay puntos y puntos. Por el lado de los Anixis, es cierto que ellos les prestan el planeta, y que estaban lejos de Mente Colmena. Ellos construyeron todo lo que tienen los aliados, y ellos están ayudandoles. No tiene sentido darles todos los privilegios a su punto de vista. Por el lado de la alianza, ellos mataron a Mente Colmena, lo que hace que se puedan expandir sin miedo a revelar su posición. Eso es un conflicto clave, pero Akkor es tajante. No quiere revueltas, y si no las resuelve Om, las resuelve él. Om pide ayuda a Kendall, quien dejó de ser comisario para volverse el típico detective privado que va de rompe huevos. Me vinieron muchas malas vibras cuando se puso a joder a un bartender, pero bueno, eso no significa que haya caído en la corrupción. Om le pide ayuda, y ahora podremos ver como actúa.

    Y la escena final nos muestra a Jackon y Echo teniendo una (última tal vez) cena. Echo es comandante, y Jackon desea ser un emisario. Eso significa que él se marchará y la dejará sola por mucho tiempo, algo que podría afectar bastante a su relación. Echo llora, y Jackon le dice que, pase lo que pase, él la amó y la amará por siempre, y que respetará cada decisión que ella tome a partir de su partida.

    Y bueno amigo, aquí termina todo por hoy. Voy a tener que rezar para que Jackon no aparezca más porque primero no es más comandante, luego se separa de Echo y por último, tengo el spoiler de que lo arrestarán. Te estás propasando con el desarrollo de personaje de mi bebé :humm:

    Okno, es broma. Ha sido una maravilla regresar a las leídas en simultáneo, y sé que no serán semanales, pero eso supongo que las hará más especiales. Nos vemos en la próxima leída. Como siempre, un abrazo y cuídate mucho :cynda:
     
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  3. Threadmarks: El orden establecido (I)
     
    Manuvalk

    Manuvalk el ahora es efímero

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    Los Viajeros Vol. 2: El nuevo imperio
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    Ciencia Ficción
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    Hola a todos, en especial a mi querido amigo y seguidor de esta historia Agus estresado quien me demuestra día a día su pasión por este universo ficticio de mi autoría.

    Comparto con él la ilusión por las actualizaciones de esta historia y obviamente ahora que estamos con el Vol. 2 de Los Viajeros, no iba a ser menos. Dentro de unos días hará un mes exacto que publiqué el comienzo de esta continuación, ambientada medio siglo después de los acontecimientos en la historia principal y en otro escenario completamente diferente, eso sí, con muchas cosas conocidas (las guías de personajes, cronología e información están en mi blog).

    Ahora toca el segundo capítulo y, al igual que el primero, espero que os guste a todos los presentes aquí para leer. Se agradecen los comentarios.







    El orden establecido (I)




    Saliendo de la órbita del planeta — La voz robótica indicaba los pasos que se estaban efectuando a cada momento — Enganche con el muelle de atraque A2 en un minuto. Espere hasta la totalidad de la maniobra.

    Un total de ocho personas se encontraban sentadas en sus respectivos asientos, cuatro frente a cuatro.

    La cabina del piloto de la lanzadera estaba reservada exclusivamente para él mismo y su copiloto, encargado de otras tareas más superfluas.

    Karla, que se hallaba en ese transporte, sabía que el motivo de dirigirse de nuevo a la gran arca —ubicada en órbita con Ibos—, que servía ahora como centro de investigación de la Alianza pero también como prisión y procesamiento de delincuentes, no era otro que analizar todas las novedades a las que humanos, neonianos y sylerianos se habían tenido que adaptar tanto en términos fisiológicos como mentales.

    Enganche exitoso. Por favor, procedan a salir ordenadamente del transbordador.

    — ¿Nerviosa? — Una voz femenina se dirigió a la señorita Vaalot, que se volteó suavemente.

    — En absoluto, ¿y tú?

    — Un poco — Se sinceró la chica, visiblemente más joven — Volver a la gran arca es extraño.

    — Bueno, técnicamente ya no es la gran arca — Dijo Karla, restándole importancia al asunto — Ahora es una gran nave dividida en varias áreas de utilidad.

    — Bonita forma de decir que nuestro hogar de antaño es ahora de todo menos un hogar...

    — Andro, relájate. Serán solo unos meses.

    — Lo sé, pero ya me había acostumbrado este último par de años a la vida en Ibos. Astea es una ciudad preciosa y menos frecuentada por la gente, me sentía bien allí con mi trabajo y ahora venir a esto...

    — Somos científicas, nuestro trabajo nos va a hacer movernos de lugar inevitablemente — Karla vio como un anixis se aproximaba al grupo del que formaba parte, probablemente para recibirles — Hola, somos…

    — El equipo científico de la Alianza, lo veo — Contestó el ser, que sería el encargado de guiarles hasta su ala de ciencias — Y tú debes ser la científica jefe, Karla Vaalot.

    — En efecto.

    — Seguidme, os llevaré a vuestra ala de ciencias. Allí disponéis de todo lo necesario para vuestras comprobaciones por petición del Consejo Superior y por supuesto, tenéis habitáculos donde dormir. Según tengo entendido, esto es una estancia de nueve meses.

    La científica Vaalot asintió, mientras seguía al trabajador anixis por repetitivos pasillos que ya conocía, acompañada de Andrómeda y seis colegas más de profesión.

    Eran, por mucho, los mejores científicos de la Alianza que habitaban la colonia.

    El trayecto hasta el ala de ciencias fue breve y una vez allí, el anixis les dejó a su total libertad. Karla ya conocía el plan de trabajo y por donde debían empezar, pero optó por dar libre ese primer día a todo su equipo. Mientras algunos se marcharon a ver cuanto había cambiado la gran arca respecto a cuando llegaron a Ibos hacía ya casi cuatro años, la científica jefe se fue directa a una diminuta sala en la cual podía comunicarse con quien quisiera en el planeta.

    Su primera llamada fue para Owen, quien contestó rápidamente. Su rostro apareció en la pantalla.

    Hey, cielo. ¿Qué tal está el ala de ciencias?

    — Aún tengo que asegurarme de que está todo lo que pedimos al Consejo Superior, pero bien — Explicó ella, para luego cambiar de tema — ¿Tú cómo estás?

    Echándote de menos... — Respondió él, algo apenado — Sé que puedo ir a visitarte cuando quiera ya que no estás lejos como tal, pero estos días sin tenerte en casa se han sentido raros. No dormir contigo...

    — Podrás quedarte aquí algunos días, si quieres — Karla sonrió al ver que su chico notaba su ausencia en el hogar — Siempre y cuando tengas libre en el trabajo.

    Por supuesto, no dudes en que lo haré — Dijo Owen con cierta efusividad para posteriormente mostrarse serio — Aunque las cosas en el trabajo están un poco tensas.

    — ¿A qué se debe?

    El capataz cree que varios de los que trabajamos en los invernaderos estamos robando la comida. Evidentemente yo no he hecho nada, pero el tipo sospecha de todos...

    — ¿Y crees que pueda darte problemas?

    ¿Ese tipo? Es el jefe, bien podría despedirnos a todos. E imagina que referencias daría a los invernaderos de otras zonas.

    — Joder, Owen, espero que esa situación no escale a mayores. Aunque, sinceramente, ese trabajo te tiene agotado. Si te despiden y buscas otra cosa, quizá hasta sea mejor.

    Karla, esto es lo que mejor se me da — El hombre se veía algo estresado respecto ese tema — No soy un soldado, soy prácticamente un granjero.

    — Seguro que podrías obtener un puesto mejor en algún otro ámbito, al final eres hijo de Lill Crane y Snow Car…

    ¡No quiero utilizar mi nombre para eso!

    De pronto, se hizo el silencio en la videollamada.

    Karla miraba fijamente a la pantalla en la que se veía a un Owen que se mostraba molesto al haber sacado el tema de sus padres, a los cuales amaba, pero no quería tener mejores tratos por ser su hijo. Pese a ello, la expresión en el rostro del hombre volvió a la de siempre, más sosegado y tranquilo. Karla sabía que quizá no debía haber dicho eso y él era consciente de que su reacción no fue la mejor.

    — Perdóname, amor — Dijeron los dos al unísono.

    Lo siento — Owen tomó la palabra primero — No quería gritarte, es solo que...

    — Lo sé, cariño, no debí decirte eso. Sé que quieres ganarte lo tuyo sin que el mérito recaiga en la figura de tus padres. Me he equivocado al proponerte eso.

    No, no, si entiendo a qué te referías... pero no. No quiero hacer eso.

    — Está bien, no pasa nada. Es comprensible.

    Tengo que volver al trabajo antes de que el capataz se queje de nuevo — El joven Crane sonrió a la pantalla antes de cortar la comunicación — Te amo. Te llamaré mañana.

    — Te amo, cielo. Hasta mañana.

    La videollamada se cortó, dando paso a un largo suspiro por parte de la científica.

    Aunque comprendía en cierto aspecto los motivos de Owen para no querer relacionarse con la fama de sus padres, no entendía que no quisiese tomar al menos cierta ventaja de ello para tener una vida más tranquila o cómoda. Respetaba sus deseos de querer forjarse un futuro humilde, pero creía que no aprovechar ciertas cosas era un mal uso de oportunidades.

    Sus pensamientos se difuminaron al instante cuando vio entrar a Andrómeda a la sala.

    — Me imaginaba que estarías aquí — Musitó ella, que entró sonriente pero al ver el rostro de su amiga, se preocupó — ¿Estás bien?

    — Sí… estoy bien, Andro — Musitó la científica jefe, aunque su rostro revelase lo contrario — Dime, ¿qué te apetece hacer hoy? Aprovechando que he decidido que es un día libre para nuestro equipo.

    — Es buena idea darles libre a los demás, parece que el arca ha cambiado mucho desde que llegamos en ella — La joven y talentosa Vermeer se veía algo más entusiasmada que antes — ¿Te parece si damos una vuelta por la zona y vemos que novedades hay?

    — Me apunto a eso. Y a ser posible, tomarnos algo también. Me vendría bien.

    — Nos vendría bien — Corrigió Andrómeda a su amiga, soltando una risa tímida — Venga, pongámonos en marcha.

    […]

    Cuando Owen cortó la videollamada con su chica, sintió que había sido demasiado brusco.

    Empezó a suponer que tenía un serio problema con la idea de ser hijo de dos leyendas como lo eran el comandante Crane y la gobernadora Carver, algo que no podía cambiar, pero que le daba cierta aura especial con la que él no se sentía cómodo. Era un tema que durante todos estos años había arrastrado, prácticamente desde que subió a bordo de la gran arca. Sin ocupar un rol de relevancia entre los suyos, era visto como una prolongación del éxito cosechado por sus padres, héroes para muchos, generándole una presión que él mismo consideraba desmedida.

    — ¿Owen? — La voz de uno de sus compañeros, el cual lo había estado esperando fuera de la sala preparada para las videollamadas, le sacó del trance en el que se hallaba — ¿Todo bien con Karla?

    — Eret — El joven Crane se volteó al instante, un tanto sobresaltado — Mierda, por un momento pensé que eras el capataz.

    — Entonces no habría dicho tu nombre a modo de pregunta, habrías escuchado un berrido en su lugar — El tipo, un neoniano de aspecto delgado llamado Eret, se aproximó al humano y apoyó una de sus manos en él — ¿Todo bien?

    — Sí, no tengo ningún problema con Karla. Soy yo, creo que estoy demasiado obsesionado con la idea de alejarme del recuerdo de mis padres, ya sabes, de lo que representan para todos.

    — Bueno, no te culpo, pero yo también creo que estás demasiado focalizado en ello cuando en realidad deberías centrarte más en ser tú mismo.

    Eret había sido un bálsamo para Owen en el trabajo.

    El resto de compañeros no eran mala gente ni mucho menos, pero era evidente que la mayoría se acercaban a él solo por ser quien era y no por realmente querer conocerle. El neoniano había sido la única persona en estos años trabajando en el invernadero que verdaderamente se mostraba como alguien dispuesto a formar una amistad más allá de que se tratase del hijo de Lill y Snow. Esto había hecho que ambos se hubiesen unido, forjando una verdadera amistad a ojos de los dos.

    — Créeme, no se trata de que seas un Crane, sino de que seas Owen — El neoniano trató de levantar el ánimo de su compañero con esas sabias palabras — Venga, aún nos quedan unas horas de trabajo y…

    De pronto, Eret enmudeció al escuchar un tremendo grito fuera de la sala, que hizo que todos los trabajos que se estaban dando en el invernadero —el cual era amplio y hacía rebotar el eco— se paralizaran y el silencio inundara por un breve instante todo el lugar. Humano y neoniano se miraron fijamente, conscientes de que se trataba del capataz en lo que suponían podía tratarse de otro de sus reproches sobre la ausencia de la cosecha del mes anterior.

    Ambos salieron fuera del habitáculo y se encontraron con otros compañeros, quiénes tenían un semblante preocupado por lo que pudiese ocurrir.

    — Hey, Nosh — El joven Crane se aproximó al primero que vio, otro compañero del ámbito laboral con el cual había interactuado lo suficiente como para saber su nombre — ¿Sabes qué ha pasado?

    — Hola, Owen — El tipo, un humano de la misma edad, asintió con la cabeza mientras se veía preocupado — Es Hecker, dice haber encontrado a los ladrones de la cosecha.

    — ¿En serio? — Eret decidió acercarse al foco del conflicto al escuchar aquello, dejando a Owen con Nosh.

    — ¡Eret! — El joven humano frunció el ceño, conocedor de que su amigo neoniano era un fiel defensor de la justicia — Maldición, se podría meter en problemas…

    Nosh solo pudo observar como Owen iba tras Eret en su intento por frenar ese ímpetu que el neoniano siempre tenía cuando podía darse algún tipo de injusticia.

    No es que no creyera que Hecker, quien era el capataz del invernadero, hubiese encontrado a los ladrones, sino que era consciente de que su mano dura podía generar un conflicto a gran escala. No era la primera vez que había algún altercado entre los trabajadores y su encargado. Al aproximarse al área donde se estaba llevando a cabo todo el alboroto, neoniano y humano vieron como un círculo de gente rodeaba a Hecker y a tres trabajadores, que se veían en una situación más que peliaguda para ellos.

    — ¡...y así es como los he descubierto! — El capataz parecía terminar de relatar cómo había pillado a los ladrones tratando de sustraer parte de la cosecha de los maizales y otras plantaciones del mes pasado — ¡Ya he advertido directamente a los responsables de nuestra labor! ¡Las autoridades anixis vienen en camino a custodiar a estos ladrones!

    Hecker era uno de esos humanos —también los había neonianos y sylerianos— que podrían considerarse literalmente como siervos de los anixis. Siempre accediendo a sus peticiones y acatando cualquiera norma que la especie padre de las demás implementase, era capaz de ponerse hasta de rodillas ante el Consejo Superior si era necesario.

    Una sumisión exagerada que provocaba repulsión en sus símiles y en sus aliados.

    — ¿Acaso los has pillado en pleno acto? — El neoniano no dudó en intervenir, captando la atención del capataz y en especial de sus compañeros — Recuerda que no podemos juzgar a nadie sin pruebas concluyentes y tú llevas estas últimas semanas amenazándonos a todos con el despido y desconfiando de todo el mundo.

    — ¡Sí, eso!

    — ¡Es verdad!

    — ¡Nos culpabas a todos en su momento!

    — Joder, Eret… — El joven Crane estaba viendo como la intensidad subía, cosa que no era nada bueno.

    — ¡¿Acaso eres sordo, neoniano?! — Hecker no se sabía casi ningún nombre de sus trabajadores, a excepción de aquellos como Owen, por su historia y árbol genealógico — ¡Acabo de decir que los he pillado en el almacén, cargando de suministros un transporte de dudosa procedencia!

    — ¡Por favor, creednos, es mentira! — Uno de los tres trabajadores que fue señalado como culpable, una syleriana, le llevaba la contraria a su superior — ¡Él mismo ha decidido inculparnos sin ningún tipo de prueba!

    — ¡Yo creo a Vorta, ella nunca ha demostrado ser una ladrona! — Dijo una trabajadora neoniana, defendiendo a su compañera — ¡Y los otros dos tampoco me lo parecen!

    — ¡El capataz bien podría querer culparnos a todos para que las autoridades tanto aliadas como anixis justifiquen sus medidas restrictivas contra nosotros!

    — ¡Si nos cierran este invernadero y no podemos trabajar en otros porque están todos los puestos ocupados, nos quedaremos sin comer!

    — ¡Dile a tus superiores anixis que dónde está la comida y estabilidad que nos prometieron al llegar! ¡Humano vendido!

    — ¡Tres años malviviendo y trabajando en esto para que luego me tilden de ladrón!

    Owen empezó a ver como la situación estaba por salirse de control cuando observó a un syleriano coger una pequeña pala —usada para arar la tierra y otras necesidades— con fuerza. En el momento en el que vio como éste la levantaba en el aire, el joven Crane trató de llegar a él para evitar que provocase una catástrofe.

    — ¡No lo hagas!

    Sin embargo, entre el bullicio de la multitud y la aglomeración de todos los trabajadores del invernadero en el área, aquel syleriano ni escuchó ni pudo ser detenido por un Owen que apartaba gente sin éxito. La pequeña pala fue lanzada hacia Hecker, el cual no la vio venir y la recibió en la cabeza, abriéndole una brecha y provocando su desmayo inmediato.

    Otros trabajadores, fieles defensores del capataz — o al menos de su mano dura—, se lanzaron contra la gente que estaba en la zona de la cual provenía el lanzamiento de la pequeña pala. Aquello rápidamente se convirtió en una batalla campal, lo que evidenciaba que los ánimos ya estaban revueltos no solo en aquel lugar sino en la propia colonia en sí, con parte de la población de la Alianza muy en contra de que se les tratase como delincuentes sin serlo.

    — ¡Eret! — Gritó el joven Crane, tratando de escabullirse.

    — ¡Owen! — El neoniano también buscaba reunirse con él.

    Los trabajadores comenzaron a pelear entre sí mientras era cuestión de tiempo que la llegada de las autoridades anixis se hiciese efectiva.

    Owen apartaba gente desesperadamente cuando de pronto observó como Vorta y los otros dos trabajadores que fueron culpados por Hecker se escabullían hacia el almacén donde estaban almacenadas todas las provisiones. Intrigado por ello y consciente de que podrían haber mentido —lo que haría que Hecker no tuviese culpa de nada y se hubiese llevado el odio ajeno contra él—, el joven Crane se puso a seguirles.

    Eret tuvo la fortuna de ver como Owen se marchaba por un costado, decidido también a seguirle para no perderle la pista y encontrarse a salvo. Owen empezó a aminorar el paso y a ser más sigiloso cuando se aproximó a la entrada del almacén, empezando a escuchar parte de una conversación.

    — Esto no le va a hacer ni puta gracia, ya sabes que él nos pidió cautela — La voz sonaba masculina y humana, siendo la de uno de los tres que fueron retenidos por el capataz.

    — Yo tampoco contaba con que se daría esto, aunque admitámoslo, el cabrón de Hecker se lo merecía — Comentó un segundo tipo — Si ese idiota de Eret no se hubiese metido...

    — Lo más peligroso es que ahora se van a involucrar las autoridades anixis y eso no es lo que queríamos, al menos, no ahora — La voz era de Vorta, la syleriana que también fue capturada por Hecker — Esta comida es para aquellos que la necesitan y ya hay suficiente tensión entre la población y el Consejo Superior como para que ahora las medidas de los anixis nos asfixien más.

    — Esto solo va a traer más problemas y lo sabes, Vorta. Ya te dije que creer en Ken…

    Eret apareció justo en la puerta, sorprendiendo al propio Owen pero en especial a aquellos que estaban empacando comida para un transporte que no figuraba en las listas de traslados de suministros. El neoniano, sin ser consciente de lo que hacía su amigo, ignoró por completo el sigilo, lo que alertó al trío de ladrones.

    — ¿Qué haces aquí? — Le pregunto Eret al humano, justo antes de percatarse tarde de lo que sucedía — ¡Sí sois los ladrones!

    — ¡Eret, lárgate de aquí antes de que tengas problemas!

    Owen permaneció en silencio, pensando que así tal vez los ladrones solo creerían que únicamente estaba presente el neoniano. Éste se aproximó a sus compañeros en el almacén con las manos en alto, aunque ninguno de ellos portaba armas de fuego ni nada por el estilo.

    — ¿Y bien, qué haréis con toda esa comida?

    — La obtendrán los que la necesitan, ya que los anixis y la Alianza prefieren mirar a otro lado y pensar que todos vivimos plenamente.

    — Os vais a meter en un buen lío si hacéis esto, yo he salido a defenderos, aún estáis a tiempo de…

    — ¡No lo entiendes, Eret! ¡Nos prometieron una vida relativamente cómoda en este mundo! ¡Los anixis y los líderes de la Alianza nos convencieron de venir! ¡Y mira! ¡Hay mucha gente que apenas tiene para comer! ¡¿Qué maldita vida es esta?! ¡Si es la misma que en Paraíso!

    Eret comprendía a qué se referían los tres ladrones de comida, e incluso Owen, que escuchaba escondido, se sentía mal al oír aquello.

    Sin embargo, tal vez no era justificación suficiente para hacer eso, ya que era comida que ya estaba destinada a otros lugares. Cada invernadero proveía a diferentes zonas de las diferentes ciudades de la colonia, pero si faltaban suministros, la gente volvería a salir a las calles y el Consejo Superior quería evitar nuevas revueltas de la ciudadanía aliada, cosa que parecía bien difícil dada la situación precaria de los mismos.

    Hubo un breve periodo de silencio en el almacén, como de reflexión, cuando repentinamente descendió un transporte en la entrada del almacén al mismo tiempo que se escucharon tres disparos en el interior del invernadero.

    — ¡Los cuatro! ¡Al suelo y con las manos sobre la espalda! ¡Rápido!

    Cinco agentes anixis salieron del transporte con varios Flasher en alto, sorprendiendo a los cuatro presentes y tomándolos bajo custodia.

    Owen vio como Eret también era detenido sin poder hacer nada, ya que si aparecía ante las autoridades podría ser detenido también, al creer que formaba parte de ese hurto. Por desgracia para el neoniano, estaba en la escena del delito y le costaría tener que explicarlo todo, mientras el joven Crane se escabullía sigilosamente de vuelta al interior del invernadero, donde esos tres tiros al aire resultaron para frenar la intensa pelea entre trabajadores.

    Cuando Owen regresó, se encontró a Nosh con las manos en alto y a otros siendo atendidos por médicos aliados que habían llegado acompañados de las autoridades anixis. El humano decidió mezclarse entre la multitud que había sido agolpada en el centro del lugar para que estuviesen bajo control policial, mientras veía algunos de sus compañeros tirados en el suelo, yaciendo sin vida. La trifulca había terminado en varios asesinatos, incluyendo el del propio capataz del invernadero.

    Hecker estaba muerto.

    […]

    La gran arca había sufrido un cambio significativo en estos más de tres años desde su llegada a Ibos, pasando de ser un navío sostenible a un puesto espacial de investigación y procesamiento, orbitando sobre el planeta colonial. Diversas funciones se llevaban a cabo allí desde hacía un par de años, con el propósito de darle así una utilidad a la gran arca una vez el viaje había concluido.

    Karla y Andrómeda paseaban por lo que anteriormente era una gran avenida, la cual conectaba por el centro a toda el arca. Ahora estaba igual de transitada debido a los varios equipos científicos, ingenieros y otros trabajadores que se encontraban habitando la estación. Evidentemente, había muchos menos locales abiertos que cuando la nave era totalmente funcional, pero aún así mantenía parte de su esencia.

    — Es raro — Musitó la joven Vermeer mientras observaba todo a su alrededor — Se siente diferente, pero al mismo tiempo familiar.

    — Concuerdo contigo — La científica jefe compartía sus mismas sensaciones — Sentémonos en una de esas cafeterías, a ser posible en la que está atendiendo un camarero humano.

    — Que xenófobo ha sonado eso — Contestó Andrómeda, bromeando, ya que era consciente de que su amiga no lo decía en ese plan.

    — Ya sabes a qué me refiero — Refunfuñó Vaalot, negando con la cabeza — Los neonianos y los sylerianos aún no saben hacer café en condiciones.

    — Lamentablemente, estás en lo cierto.

    Las dos chicas se decidieron entonces por tomar asiento en una cafetería que regentaban en su mayoría humanos. Había varias mesas en el interior del local y otras más fuera, que fue donde optaron ellas por sentarse —aunque desde luego no era por la luz, más artificial que la del propio sol del sistema— .

    A su alrededor había dos mesas ocupadas, próximas a la suya.

    En una de ellas, un numeroso grupo de trabajadores anixis parecía estar debatiendo de forma holgada y a su vez intensa sobre los beneficios y perjuicios del café humano. El camarero las atendió rápidamente y muy pronto tenían los cafés sobre la mesa. Mientras se lo tomaban tranquilamente, las dos científicas casi podían escuchar la conversación que se estaba llevando a cabo debido al alto tono de voz que usaban los curiosos anixis.

    — Personalmente, este brebaje me produce náuseas — Murmuró uno de ellos, apartando su taza hacia el centro de la amplia mesa — ¿Alguien quiere intoxicarse con esto?

    — ¡Oh, vamos! ¡Pero si es una delicia! — Replicó otro, mostrándose realmente efusivo, probablemente por culpa de la cafeína — ¡Sabe mejor que una tarde en las playas de Cainia!

    — No hagáis caso a este tipo, creo que esto que llaman café le ha alterado el sistema nervioso — Dijo un tercero, de brazos cruzados y sin apenas inmutarse.

    — A mí me ha gustado, compañeros — El anixis dio un plácido sorbo a la taza humeante de café — Estoy dispuesto a beberme los cafés que nadie quiera, pero no me dispongo a pagarlos.

    — Yo no me encuentro bien — Añadió un quinto ser, visiblemente agobiado — Creo que… creo que…

    — ¡Lárgate al baño si vas a expulsar ese líquido asqueroso que te has bebido! ¡Maldito impertinente!

    El anixis afectado por la bebida hizo caso a su molesto compañero y se levantó apresuradamente para irse al aseo, mientras Karla y Andrómeda observaban entre atónitas y muertas de risa todo lo que escuchaban. Al voltearse hacia la mesa, la joven Vermeer se percató de que había otra mesa más que estaba ocupada, pero en ella había un hombre y una mujer, ambos humanos.

    El tipo se hallaba de espaldas, pero en cuanto se volteó al oír a los anixis, ella lo reconoció.

    — ¡Brandon!

    Karla no se esperaba esa reacción de su compañera y amiga, pero fijó su mirada en aquel chico que, rápidamente, volvió a voltearse para esta vez centrar su mirada en las dos. Su media sonrisa confirmó que se trataba del mencionado Brandon Gallagher.

    — ¡Andrómeda! ¡Karla! — Alegre por encontrarse con ellas después de tanto tiempo, el hombre hizo aspavientos con la mano para saludar.

    La chica que estaba a su lado era totalmente desconocida para ambas científicas, pero eso era lo de menos. Brandon decidió incorporarse y dirigirse hacia la ubicación de sus viejas amigas, mientras la otra mujer observaba con seriedad ese encuentro amistoso. Él se aproximó y no dudó en abrazar tanto a la joven Vermeer como a la joven Vaalot.

    — ¡Cuánto tiempo! — Exclamó Gallagher tras haberla saludado — No habéis envejecido nada mal pese a haber pasado cincuenta y un años en criogenia.

    — Tú tampoco, Brandon — Musitó Andrómeda con una risa nerviosa.

    — Bueno, al momento de salir de la cápsula hemos empezado a sentir que el tiempo avanza como siempre — Karla fue más seria y lógica al respecto, obviando el pequeño chiste del chico — ¿Qué te trae por aquí?

    — Estoy acabando de formarme como médico general — Indicó Brandon, sintiéndose orgulloso por ello — Como ya sabéis, hoy en día no solo hay que saber como tratar a los nuestros, sino también al resto de especies. Aunque es demasiada información, ahora mismo estoy con la tesis final y es sobre todos los ensayos y aprendizajes que hizo Cinthia Marlow, la primera humana en aprender sobre la fisionomía del resto de especies y…

    — Cierto, hoy en día eso es esencial — Asintió Vaalot, cortándole un poco — Aunque no sabía que el curso se hacía aquí.

    — Sí, bueno, yo también hubiese preferido hacerlo en la superficie. De hecho, me quiero mudar a Astea cuando termine, he oído que es una ciudad rodeada de montañas y se debe respirar un clima de paz… — El joven se percató de que estaba hablando de más, por lo que paró en seco y cambió el foco de la conversación — ¿Y vosotras? ¿Qué tal todo? ¿Cómo es que estáis aquí?

    — Venimos par...

    — Venimos para seguir con diversas investigaciones de la Alianza para poder ser más sostenibles aquí, en Ibos — Andrómeda habló aceleradamente, cortando la intención de Karla de explicar lo mismo — Ámbitos como el de la comida, la calidad del aire y demás… Y bueno, Karla es la científica jefe.

    — Vaya, pues me alegro mucho por ambas — Sonrió Brandon, mostrándose un tanto galán — En fin, debemos vernos para hablar más en otro momento. Ahora debo regresar con mi compañera.

    — Claro, nos veremos por aquí — Contestó la joven Vermeer, que era de fácil cortejo — ¡Hasta pronto!

    — Nos vemos, Brandon — Musitó Karla con normalidad.

    — Adiós, chicas.

    El hombre se fue de regresó a su mesa, donde su compañera tenía un semblante serio hasta que él apareció. Karla y Andrómeda se miraron entre sí, cada una con un pensamiento muy claro que no tardaron en expresar en voz alta.

    — ¿Por qué eres tan seria?

    — ¿Por qué te regalas así?

    — ¡¿Cómo?! — Dijeron ambas al unísono.

    — ¿Sabes qué? No diré nada — Musitó Karla, pidiendo la cuenta — Paguemos y sigamos nuestro camino.

    — Tú eres la jefa…

    Dicho y hecho, una vez los cafés fueron pagados, las dos mujeres emprendieron camino en dirección al frente, ya que querían seguir viendo que tantos cambios había habido en la gran arca. El ambiente que se respiraba en el lugar era prácticamente el de una colonia de trabajadores, cada uno de ellos con una función clara. Ambas científicas humanas siguieron avanzando por la gran avenida central, dirigiéndose a la parte final, donde se hallaba el centro de procesamiento para delincuentes que recibirían el exilio como castigo.

    En los años del viaje de la Alianza hacia Ibos, ese lugar era la pequeña cárcel del arca, controlada por el aquel entonces comisario Kendall Xom y en la cual el joven neoniano Kairos Kent pasó unos meses tras provocar unas revueltas.

    Al margen del centro de procesamiento para exiliados, ya en la zona final del puesto espacial, se encontraba lo que eran los motores de la gran arca. Creados con tecnología híbrida —material anixis y restos de antigua tecnología humana—, ahora eran desvalijados por un numeroso equipo de mecánicos e ingenieros, medida adoptada por el Consejo Superior y la cual no muchos compartían debido a que estaban dejando la gran arca sin la posibilidad de marcharse si tuviese que ser necesario. No obstante, por el momento no había motivos para hacerlo y desde los altos cargos en ingeniería se dejó claro que, de ser necesario, se podrían recolocar motores e incluso de mejor calidad.

    — Fíjate, se están llevando los motores pieza a pieza — Señaló Andrómeda, visiblemente apenada por ver aquello — No me gusta, creo que tener esto con los motores a punto nunca estaría de más. Quien sabe si el día de mañana debemos irnos a toda prisa…

    — Pienso lo mismo que tú — Murmuró Karla, observando como los trabajadores cumplían las órdenes dadas por el Consejo Superior — ¿Crees que los anixis quieran asegurarse de que siempre nos quedemos aquí con ellos?

    — No lo sé, pero hoy en día todo es posible — Dijo la joven Vermeer, casi pensando en voz alta — Espero que esto no sea un error.

    Mientras ambas mujeres observaban desde cierta distancia el trabajo de los ingenieros, observaron como una chica humana se hallaba desmontando una gran pieza. Una vez logró desencajarla, varios de sus compañeros aparecieron para llevársela, mientras la ingeniera se secaba la sudor de su frente pasándose el antebrazo izquierdo por ella. Con una especie de herramienta similar a una llave inglesa en la otra mano, la mujer se volteó para ver como se llevaban la pieza que acababa de desarmar, lo que hizo que su vista terminase por centrarse en las dos chicas que se encontraban de pie a pocos metros, observando todo.

    — ¡Eh! — Gritó la ingeniera, señalando con la herramienta al dúo científico — ¡Vosotras dos! ¡Esto es zona restringida!

    — Vaya, tranquila — Vaalot no dudó en evidenciar que se sintió intimidada por esos gritos — Ya nos íbamos, relájate.

    — Espera… — Andrómeda, que hacía no mucho rato había reconocido al futuro médico Brandon Gallagher, se quedó parada pese a las advertencias de la ingeniera con sus aspavientos, llave inglesa en mano.

    — ¡¿Y tú?! ¡¿Acaso no tienes los oídos que sí tiene tu amiga?!

    La ingeniera dio un salto desde el lugar en el que estaba, que era poco más de medio metro hasta el suelo, para dirigirse rápidamente hacia la joven Vermeer. Cuando se puso a dos escasos metros de su rostro, la científica la miró con asombro para acto seguido girarse hacia Karla y revelarle la identidad de esa chica.

    — ¡Es Mia Yazuke! — Exclamó la joven, captando así la atención de la científica jefe.

    — ¿Y tú quién eres? — Mia no recordaba a Andrómeda, ya que apenas pasaron tiempo juntas en sus años en la academia en Paraíso — A ti no te recuerdo, pero a tu amiga sí. ¡Hola, Karlita!

    — ¿Mia? Sabía que te encargabas del mantenimiento de los motores de la gran arca, pero pensaba que estarías en tierra firme ocupándote de otras cosas.

    — Yo soy Andrómeda Vermeer — Dijo la chica en un tono serio, al sentirse ofendida con el comentario de la ingeniera — ¿Seguro que no me recuerdas?

    — ¡Ah, sí! Bueno, vagamente — Se sinceró Yazuke, que parecía más entusiasmada por ver a Karla que a Andrómeda — Ciertamente, trabajo en mantenimiento tecnológico en Vianus, pero me han enviado aquí junto a un equipo para desvalijar los motores. Una verdadera lástima, les cogí cariño. Me conozco hasta el último tornillo. Hicieron un gran trabajo los ingenieros Bragg y Herswood.

    — Intuyo que es porque esto va a pasar a ser una estación espacial, ¿no? — Karla quería corraborar su pensamiento lógico.

    — Eso es. Órdenes del alto mando… o sea, los anixis del Consejo Superior. Porque según tengo entendido, nuestro querido Omnius está en el consejo pero a la hora de decidir por nosotros, la AIE, está completamente solo.

    — ¿Acaso le puedes culpar? Es su voto contra el de cuatro — Indicó Vermeer, queriendo entrar en la conversación — Dale gracias a que los anixis accedieron a que nuestro representante formase parte de su consejo…

    — Amén a eso, Andromedita — Musitó la ingeniera de rasgos asiáticos, la cual adoraba poner abreviaturas o motes a los nombres de los demás — Y bueno, chicas, ¿qué hacéis vosotras aquí?

    — Estaremos en el ala de ciencias durante nueve meses, tenemos investigaciones que hacer por provecho de la Alianza y bueno, el Consejo Superior lo ha terminado autorizando — Reveló Karla, sin profundizar demasiado.

    — ¡Genial! ¡Entonces nos veremos por aquí!

    — Sí, ¿también sabías que Brandon está aquí? — Preguntó Andrómeda, que ya se imaginaba planes para los cuatro viejos conocidos que eran.

    — ¿El ricachón? Ah, sí… Me encontré con él hace unas semanas — Reconoció Mia, que por su expresión, evidenciaba cierto rechazo — Es un auténtico baboso. Cada día va con una chica diferente a una de las cafeterías de la avenida. Incluso me invitó un día a tomar algo. Dije que no, obviamente. Decidle que no. Es muy presuntuoso y solo pretende ligar con todas.

    — Tú también eras un poco así en Paraíso — Andrómeda, que era obvio que tenía a Brandon como otro tipo de persona, quiso defenderle — No sé si estés para hablar.

    — Es cierto, tuve mi época — Yazuke no se escondió al recibir esa acusación indirecta — Pero por eso mismo lo digo, eso no te lleva a ningún lugar. A mi me gusta conocer gente, pero no al nivel de Brandon. Ese tipo se aprovecha de su dinero y su buen ver para encandilar a cualquiera doncella bonita de conquista fácil. Y parece que tú ya has caído en su encanto.

    Andrómeda frunció el ceño de manera evidente, sintiéndose juzgada por la ingeniera que sin embargo no consideró haber dicho ninguna mentira. Karla vio esa escena y aunque apoyaba a su amiga, comprendía que no podía molestarse si ella antes había juzgado a Mia por su pasado. El silencio incómodo fue cortado rápido de raíz por la misma asiática.

    — ¿Sabéis algo de los demás? Hace mucho que no los veo: tu hermano Jack, Owencito, Ken, Echo…

    — Están los tres en la colonia — Respondió Vaalot, agradecida de que hubiese cambiado el tema de conversación — Aunque a mi hermano hace un par de meses que no le veo, ha estado ocupado con la milicia y Echo igual… De Kendall no sé prácticamente nada, la última vez que le vi fue al año de estar viviendo en la colonia.

    — ¿Y Owen? Ese chico era un encanto, pero no lo volví a ver desde que llegamos. ¿Seguís…?

    — Sí, estamos juntos — Karla fue tajante para evitar que Mia pensase en explorar la posibilidad de buscar a Owen — Incluso tenemos una vivienda comprada en una de las ciudades. Ahora por trabajo estamos distanciados, pero una vez este proyecto en el que estoy termine, me aseguraré de estar siempre en tierra con él. O al menos, allá donde estemos, estar juntos.

    — Que bien, me alegra oír eso — Contestó Mia, consciente de que había tocado algo de fibra sensible en la científica — Bueno, chicas, ha sido un placer veros de nuevo. Siento la bronca del principio, no me fijé que eráis vosotras… En fin, ¡deberíamos vernos pronto ahora que estamos en el mismo lugar!

    — Claro, nos vemos, Mia.

    Ambas científicas se despidieron al mismo tiempo de la ingeniera, que emprendió el rumbo de regreso a su puesto mientras ellas se murmuraban algo entre sí.

    — No quiero quedar con ella — Expresó Andrómeda, muy a disgusto con la actitud de la asiática — Sigue siendo la misma de siempre.

    […]

    El joven Crane fue rápidamente procesado tras lo ocurrido en su invernadero —como Nosh y otros que no actuaron— , a excepción de Eret, Vorta y los otros dos que fueron pillados cargando suministros en un camión particular. Con el capataz Hecker muerto, una vez la investigación resolviese el caso de quién le había asesinado, este sería condenado a algún tipo de castigo, llegando a incluso plantearse la posibilidad del exilio. Sin embargo, aquellos que fueron retenidos podrían pasar un largo tiempo en una de las prisiones de máxima seguridad de la ciudad, debido a que robar víveres estaba considerado como un delito de moderado a grave, debido a la escasez de ciertos alimentos para las especies de la Alianza.

    Una vez en la calle y decidido a que debería llamar próximamente a Karla para contarle todo lo sucedido —además de que estaba sin trabajo debido a que el invernadero quedaba temporalmente clausurado—, Owen optó por hacer algo más. Buscó por internet, en su teléfono personal, la consulta de un viejo conocido suyo. No le fue difícil encontrar su ubicación, por lo que emprendió el camino hacia dicho lugar, llegando con transporte público en cuestión de quince minutos.

    Se trataba de un viejo edificio que por fuera parecía casi en ruinas —los anixis construyeron distritos para los aliados que iban a llegar, pero no se esmeraron mucho en mantener algunos edificios— pero que por dentro se veía algo mejor. Era un bloque de apartamentos para vivir, con la excepción de que la primera planta esos hogares habían sido convertidos en negocios de particulares.

    Sus ojos se posaron en una de las puertas, en la que se podía apreciar, en una plaquita metálica, el nombre de aquel al que había ido a buscar.

    — “Kendall Xom Brume, detective privado”.

    Owen lanzó un suspiro de resignación, consciente de que quizá no era la primera persona a la que acudir en ese caso —pues tenía otros y mejores amigos— pero sí la única que podía ayudarle en ese momento, ya que Jackon o Echo estaban en la milicia de la Alianza y ellos no se solían ocupar de casos así, sino de cosas más serias. Más allá de que las autoridades policiales anixis hubiesen intervenido —y en colaboración con la policía de la Alianza estuviesen investigando—, el joven Crane Carver tenía la sensación de que había algo más en lo sucedido en el invernadero, tras haber oído hablar a Vorta y sus acompañantes.

    — Adelante — Escuchó Owen tras haber golpeado la puerta.

    Cuando este entró, cierto olor a tabaco le echó para atrás, reacción que fue apreciada por el detective que ocupaba ese amplio despacho. Las persianas estaban medio bajadas y se filtraba poca luz en el lugar. Kendall se incorporó de su asiento y levantó algunas persianas para acto seguido abrir un par de ventanas, con el objetivo de que el humo del tabaco terminase por irse.

    Con más luz entrando, ambos viejos conocidos pudieron verse los rostros con mayor claridad.

    El antaño comisario Xom se veía hecho un desastre, con unas ojeras pronunciadas, algo pálido y el pelo largo cubriéndole parte de los ojos. Vestía una gabardina de color beis y unas botas oscuras. Un cigarro medio apagado yacía aún liberando humo en el cenicero, pero el propio Kendall se encargó de terminar de apagarlo y tirarlo a la basura que tenía a un lado del escritorio, donde se apreciaban muchos papeles, objetos y una lámpara sencilla.

    — Vaya, eres la persona que menos esperaba que apareciese por esa puerta — Dijo de pronto el detective, acercándose con la mano tendida y una media sonrisa — Bienvenido, Owen. ¿En qué puedo ayudarte?

    — Ken, no quiero que me malinterpretes, pero te veo hecho mierda — El joven Crane no pudo evitar ser sincero pues pese a que nunca se llevaron del todo bien, le guardaba cierto aprecio — ¿Estás bien?

    — Joder, ¿desde cuando te preocupas tú por mí? — Xom lanzó una carcajada que fue interrumpida por un ataque de tos — Debo dejar de fumar si no quiero morirme más joven.

    — Bueno, en ese caso, hazlo.

    — Ya, claro, es muy fácil decirlo… — Kendall tomó asiento y le indicó a Owen que hiciese lo mismo — En fin, no me pillas en mi mejor momento, viejo amigo. Pero es lo de menos. Tengo una reunión importante en breve, así que el tiempo apremia. ¿Qué necesitas de mi?

    — Está bien, iré directamente al grano — Crane tomó asiento y se inclinó hacia el detective — ¿Te has enterado de lo ocurrido en uno de los invernaderos más próximos?

    — ¿Por quién me tomas? Soy detective, tengo mis contactos. Estoy enterado de todo prácticamente al momento.

    — Perfecto, pues se trata del lugar en el que yo trabajo y la trifulca ha sucedido porque…

    — Porque os roban los víveres cosechados, sí, lo sé, Owen. Tu capataz, ese tal Hecker, que en paz descanse, vino a mi en repetidas ocasiones.

    — ¿Y?

    — Primero quiero saber que quieres de mi antes de decirte nada. Recuerda que en mi trabajo se me pide confidencialidad, no puedo compartir información como si nada.

    — Primero, me gustaría que me ayudes a sacar a mi amigo Eret de la cárcel. Él no es culpable de nada, o al menos eso creo. Lo pillaron hablando con los ladrones y lo consideraron uno más.

    — Yo no puedo hacer eso, Owen — El hombre negó con la cabeza al mismo tiempo que jugaba con un mechero en sus manos — Soy detective, no abogado. Ahí deberás buscarle otro tipo de ayuda a tu compañero.

    — Joder… mierda, vale, lo entiendo — El joven Crane se veía algo frustrado — Lo otro es más que un simple favor.

    — Te escucho.

    — Escuché a esos ladrones y sé que no trabajan solos. Debe haber más gente detrás. Quiero saber quiénes han provocado todo esto y encontrar un modo de ponerle fin.

    — ¿No confías en las autoridades?

    — Las autoridades harán su trabajo, seguro, pero mientras mi amigo esté retenido y no pueda demostrar su inocencia, yo intentaré ayudarle. Y una de las formas es así, encontrando a los culpables y entregándolos a la justicia.

    — ¿Eres consciente de que esa gente solo busca qué comer? — Kendall parecía saber más de lo que decía — ¿Tú, Owen Crane, serías capaz de delatar a personas humildes que solo quieren subsistir como haces tú?

    — No conozco sus verdaderos motivos pero si es simplemente eso, hay otras formas de obtener comida. Robarla no es la solución — Recriminó el joven cosechador, ahora sin trabajo — Me he quedado sin mi puesto gracias a lo que ha ocurrido. Yo y mucha más gente que ahora no tendremos para comer ya que no tenemos ingresos. Hay una persona inocente encerrada y muchos hemos sido procesados sin haber hecho nada. ¿Qué te parece eso, Ken?

    El joven Xom permaneció pensativo durante unos largos segundos mientras su visitante mantenía la mirada fija en él. Poco a poco el olor a tabaco se estaba disipando y el detective recuperaba el color de su piel, aunque sus ojeras pronunciadas eran notables al tener esos característicos rasgos asiáticos de parte de su fallecida madre.

    Sin decir nada más, el tipo abrió uno de los cajones del escritorio y dejó sobre la mesa una pistola Striker, incomodando por un instante al propio Owen.

    — ¿Qué se supone que pretendes con esto?

    — Owen, yo ya investigué el suceso que te ha ocurrido, como te he dicho, Hecker vino a verme — Por primera vez en toda la conversación, Kendall parecía haberse puesto bastante serio — Y sé quien anda detrás de todo, pero estoy atado de manos y pies.

    — ¿A qué te refieres?

    — A que es un grupo numeroso de gente, como lo fue la Resistencia que lideró mi madre en Neonia, tras el Colapso — El detective empujó el arma hacia la posición de Owen, que estaba atónito — Sé que no eres un soldado, pero en la academia nos enseñaron a todos a manejar un arma. Vivimos en un universo en constante peligro. Tómala.

    — Pero, ¿por qué? — Crane no entendía absolutamente a donde estaba yendo la conversación — ¿Quiénes andan tras todos estos robos, Ken?

    — Tendremos que hacerle una visita a un viejo amigo tuyo, Kairos Kent.

    Owen se quedó petrificado al escuchar su nombre.

    Si bien era consciente de que formaba parte del viaje que les llevó a Ibos, le perdió totalmente la pista al momento de habitar la colonia anixis. De hecho, nadie de los que le conocía volvió a saber nada de él, llegando incluso a pensar que podía estar muerto o desaparecido. Si lo que Kendall decía era cierto, el joven neoniano apadrinado por Yak Quetaryan en el pasado, estaba detrás de los hurtos en los invernaderos.

    Aunque su propósito pudiese ser noble, no dejaba de ser un acto criminal que tenía consecuencias para todos.

    — ¿Por qué debo ir armado? — Owen seguía sin comprender porqué llevar un arma consigo.

    — Tú y yo nunca nos hemos llevado bien, pero nos toleramos y respetamos — Contestó Kendall, sacando otra arma idéntica del mismo cajón — Pero tú y él siempre tuvisteis vuestros desencuentros. Kairos es un tipo tranquilo, pero es un soldado bien entrenado. No digo que vayamos a ir a verle para iniciar un conflicto, pero podrás pedirle explicaciones y conocer sus motivos, como hice yo. Eso sí, ten el arma cerca porque no te puedes fiar de él. Por eso te he…

    De pronto, una serie de golpes en la puerta pusieron en alerta al dúo. El detective le indicó a Owen que se guardarse el arma apresuradamente, mientras él hacía lo propio. Acto seguido, dio paso a quien fuera que estuviese tras la puerta, siendo la reunión que Kendall estaba esperando antes de la llegada del joven Crane.

    — ¿Omnius? — Owen no se esperaba por nada del mundo encontrarse al representante de la Alianza allí mismo.

    — Owen, me alegra verte aquí — El joven syleriano no se molestó con su presencia, sino todo lo contrario — ¿Tú le has avisado, Kendall?

    — En absoluto, él ha acudido a mí por otros motivos.

    — Bueno, bien, porque quiero que nos reunamos cuanto antes los de la vieja guardia — El representante Paokt sonaba como un mafioso, aunque no tuviese intenciones ocultas.

    — ¿Cómo que la vieja guardia? — Owen jamás hubiese imaginado que reunirse con Kendall hubiese llevado a todo lo que acababa de ver y oír — ¿Qué diablos está ocurriendo, chicos?

    — Este es un buen sitio para pasar desapercibidos, he avisado a los nuestros de la milicia — Omnius se veía entre entusiasmado y tenso — La vieja guardia es un término humano, Owen, ¿no lo conocías?

    — Sé a lo que se refiere el término, pero no entiendo porqué esto, Om.

    — Lo explicaré cuando estemos todos aquí. Bueno, todos no podrán estar, he oído que Karla está en la gran arca, ¿verdad?

    — Sí, pero, ¿para qué tendría que estar?

    — Owen, ya sé que tú siempre has querido una vida tranquila tras todo lo que hemos vivido en Paraíso. Hicimos este viaje por un motivo — Omnius empezó a pasear por la sala con los brazos en la espalda, mostrando su uniforme de representante cubierto por una gabardina mucho más variopinta que la del detective — Pero las cosas están cambiando. El Consejo Superior juega sus cartas con nosotros, la Alianza, y la población se está poniendo nerviosa. Yo también. Tengo la extraña sensación de que los anixis intentan controlarnos con sutileza, hasta ponernos un yugo del que no podamos librarnos. Y antes de que pase eso, necesitamos pruebas, pero sobre todo, necesitamos jugar nuestras cartas. Y no se me ocurren mejores personas para esto que nosotros. Nos corresponde ser los que cambiemos el orden establecido.
     
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