Explícito Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)

Tema en 'Fanfics de Anime y Manga' iniciado por Faith das Schwarze F, 23 Diciembre 2024.

  1.  
    Faith das Schwarze F

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    Escritora
    Título:
    Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    2010
    Capítulo 1: Eres mía.​

    Han pasado dos años desde que Yuzu y Mei ingresaron a la Universidad. Tal como lo previeron, se habían vuelto días increíblemente ocupados y demandantes. Apenas si había tiempo para compartir un almuerzo en la escuela, pero todo valía la pena. Yuzu estaba dándolo todo en su carrera como pedagoga, pues tenía el firme objetivo de apoyar a Mei en la academia. Mei, por su parte, llevaba la delantera en su carrera de administración. Su capacidad para gestionar tiempos y actividades estaba luciendo totalmente, pues debía estar pendiente de sus estudios, tareas y actividades grupales, todo sin dejar su labor en la academia, si bien Shô había regresado temporalmente para apoyarla.


    Entre tanto ajetreo, había un evento que mantenía en vilo al alumnado: el festival de verano. Era un evento sumamente importante en el cual participaban todos los alumnos, independientemente de su carrera o nacionalidad, pues incluían a los extranjeros en programas especiales que ayudaran además a dar difusión a sus culturas.

    Uno de ellos era un chico de la facultad de artes, muy popular entre las japonesas gracias a su atractivo y dotes en gran variedad de expresiones artísticas. Su popularidad se extendía incluso a otras áreas del campus.

    — ¿Supiste de la propuesta de David san para el festival? — hablaban dos chicas cerca de Yuzu, que repasaba sus apuntes antes de entrar a clase.

    — ¡Sí! ¡Qué nervios! ¿Vas a participar?

    — La verdad no creo… Ese tipo de baile es demasiado provocativo. No creo que muchas alumnas japonesas se apunten, más bien serán las extranjeras.

    — No lo sé, yo sí me estoy animando. Deberías ir y echar un vistazo. Hoy van a comenzar a armar la coreografía.

    — Vaya… ¿Será que todos los americanos son así de atrevidos?

    — Supongo que depende el país.

    — ¿De dónde es David san?

    — No lo sé, nunca le he preguntado.

    Yuzu alzó la mirada. Realmente le intrigaba todo ese tema. ¿Un alumno americano que armaría una coreografía para el festival? ¿Qué clase de coreografía sería para apenar así a las jóvenes?

    — Perdona la intromisión… — se dirigió a una de las chicas. — ¿dónde dices que harán el ensayo?

    — Ah, es en el estadio, en la cancha de básquetbol. ¿Vas a participar?

    — No, solo es curiosidad.

    — Ve, quizá te agrade. Es a las 5:00pm, te darás cuenta de inmediato cuando empiecen.

    — De acuerdo, muchas gracias.

    “Un baile provocativo originario de américa…” Durante la tarde, Yuzu fue al sitio a ver un poco de lo que se hablaba. En efecto, la música era muy llamativa. Tenía un ritmo alegre con percusiones y guitarra. No entendía la letra, pero parecía cantada con cierta coquetería.

    Había un pequeño grupo de jóvenes discutiendo los pasos. Uno de ellos invitó a una chica del grupo para mostrar algunos pasos y fue cuando Yuzu entendió el tema de lo prohibido para muchas de sus compañeras:

    La distancia entre ambos se acortó al máximo cuando el chico tomó de la cintura a la joven y colocó una pierna entre las de ella. Los movimientos eran básicamente un bamboleo de caderas que, por mucho que así no lo quisiera, evocaban situaciones de cama muy sugerentes. La fluidez de los pasos y la actuación de ambos era algo que fácilmente ruborizaba a los japoneses. En cambio, para el grupo de extranjeros parecía todo muy natural.

    — ¿Qué rayos es esto? — preguntó con el rostro totalmente enrojecido, aunque fue más un pensamiento en voz alta.

    — Se llama bachata. — respondió un compañero que no había visto a su lado. — Es muy sensual, ¿no?

    — ¿Sensual? Diría que es muy sexual…

    — Es lo mismo. ¿Vas a participar?

    — ¡¿Qué?! ¿Yo? ¡No, jamás! No podría…

    — Bueno, es una lástima. Es un baile que definitivamente une mucho a las parejas. Diría que ideal para darle un poco de sabor a la rutina. — el joven había visto el anillo en la mano de Yuzu.

    — ¿Darle sabor?

    — Sí. En fin, qué mal que no te apuntes. Yo te enseñaría con gusto.

    — Am… Y aún si no participara en el festival, ¿me enseñarías?

    — Seguro, aunque lo divertido es justo el evento. Mira, hagamos esto: te enseño los pasos básicos. Depende qué tan segura te sientas, podrías animarte a estar en el festival. También podrías traer a tu chico.

    — Ah, sí… Mi chico.

    — Casada, ¿no? Lo digo por tu sortija. Eres muy joven para estar casada, pero quién soy yo para opinar. En fin, si te decides, búscame aquí. Me llamo David.

    — Gracias, un gusto. Me llamo Aihara Yuzu.

    Las cosas habían estado muy frías últimamente con Mei. No que tuvieran problemas, sino que no habían podido estar juntas como habría querido. Las citas eran escasas, las comidas rara vez podían compartirlas… De pronto, la idea de bailar con ella se convirtió en una obsesión que la lleva a fantasear poder hacer una coreografía juntas. Le ruborizaba imaginarse haciendo ese tipo de movimientos, pero valía la pena si Mei bailaba con ella. Es que de solo pensar en ese bamboleo y sentir a Mei tan cerca…

    Sacudió la cabeza y se dio unos golpecitos en las mejillas.

    — ¡Bien! No pierdo nada si la invito.

    Al terminar las clases, fue hasta la facultad de artes y buscó a David. Así, la fueron guiando hasta dar con él.

    — ¡Vaya! Yuzu, ¿verdad? Qué bien, qué te trae por aquí.

    — Yo… estuve pensando y sí quiero aprender.

    — ¡Genial! ¿Empezamos mañana?

    — Sí, me parece bien. ¿Qué necesito?

    — Pues solo disposición. Trae un poco de agua si lo deseas. Por cierto, ¿ya has bailado antes?

    — No este género de música… ¿Es un problema?

    — No, para nada.

    Al día siguiente, Yuzu estuvo puntual en el ensayo. Luego del calentamiento, la música comenzó a sonar.

    — Muy bien, chicos. Recordemos que el baile es una forma de expresión y como tal tenemos que evocar el sentimiento correcto. Algunos de ustedes ya han bailado este u otros géneros, así que les será fácil. Quienes no han bailado antes, descuiden. Siempre podemos aprender y hacerlo bien. Así que, bueno, vamos a comenzar con los pasos básicos. ¿Listos?

    Yuzu se sentía perdida. Los pasos no solo se veían difíciles, sino que lo eran. Coordinar el movimiento de cadera y cintura con los hombros… Sencillamente estaba a otro nivel. Estaba comenzando a dudar si podría lograrlo.

    — ¿Cómo vas, Yuzu?

    — Ah… Soy un desastre.

    — Descuida, vamos de a poco. ¿Puedo? — extendió los brazos hacia ella.

    — Sí, claro…

    — Bien. — estrechó su cintura, ruborizando inmediatamente a la rubia. — Vamos, uno, dos, tres, cuatro. Sígueme.

    Yuzu observaba el movimiento de los pies, aumentando la velocidad a medida que coordinaba con la música.

    — ¿Sabes lo que dice la canción?

    — No, no la entiendo.

    — Bien, te la explico. Es un chico cantando a su amante. Ella está por casarse y él se niega a perderla, así que le advierte que la seguirá buscando. La letra dice: no te asombres si una noche entro a tu cuarto y nuevamente te hago mía. Conoces mis errores, el egoísmo de ser dueño de tu vida.

    Yuzu se detuvo repentinamente, observando a David.

    — ¿Qué pasó?

    — ¡No, nada! ¡Perdón! Lamento mucho haber interrumpido así.

    — Tranquila, empecemos de nuevo.

    — David san… ¿me dirías el nombre de la canción? Quiero buscar su letra y entenderla más.

    — Claro, sin problema.

    Esa noche Yuzu estuvo escuchando una y otra vez aquella canción. David no solo le había pasado el nombre y la letra, sino que la había traducido personalmente para ella.

    — Sí… Creo que yo habría hecho eso mismo si Mei se hubiera casado con Udagawa san.

    — ¿Qué tanto balbuceas? — salió Mei de la ducha secándose el cabello.

    — No, nada. Es la letra de una canción que conocí hoy. Me recuerda mucho a nosotras.

    — ¿Qué es lo que dice?

    — Bueno… Básicamente es alguien que no se rinde, aunque la persona que ama vaya a casarse.

    — Ya veo.

    — Mei… Si te hubieras casado con Udagawa san y yo te propusiera ser amantes… ¿Habrías aceptado?

    — Es una pregunta complicada.

    — Entonces, ¿te habrías resignado? Siempre has sido muy devota a tus obligaciones. ¿No habría sido difícil despertar con él sin conocerlo? Bueno, también tendría un lado lindo: quizá ahora mismo ya tendrías un bebé. ¿Alguna vez quisiste tener uno? Es decir…

    Mei se inclinó sobre ella y le cerró la boca con un beso.

    — Yuzu, te escogí a ti. No sabemos lo que hubiera pasado de otro modo y la verdad es que no tengo interés en saberlo. Mi vida junto a ti es todo lo que necesito. Ahora entra a la cama, mañana hay que levantarse temprano. Descansa.

    Al día siguiente, durante el cambio de clases en la universidad, Mei vio pasar a Matsuri con su guitarra al hombro. Caminaba en sentido opuesto al de su facultad. Evidentemente estaba saltándose las clases.

    — ¿A dónde se supone que vas, Mizusawa? — La interceptó

    Matsuri se bajó los audífonos.

    — Mei san, buenos días.

    — Buenos días. ¿Podrías decirme a dónde se supone que vas?

    — Tranquila, presi. Oye, aquí no es necesario que andes tras el alumnado. No tienes cargos administrativos.

    — Lo sé. Si los tuviera ya estarías suspendida. Matsuri, ¿qué te está pasando? Eres una alumna brillante y además tienes mucho talento en lo que haces. — dijo mirando la guitarra. — Si te esforzaras un poco más…

    — Por favor, Mei san. No te metas en esto. ¿No llegas tarde a tu clase? — continuó su camino dejando a Mei sin tiempo a decir nada más.

    Mei la observó marcharse. Le era difícil entender cómo o qué podía distraer a Matsuri de aquello que amaba tanto: la música. Parecía un trabajo para Taniguchi, sin embargo, cuando se dio el tiempo para buscarla después de las clases, la respuesta fue algo que tampoco esperaba.

    — Presi, eres muy linda, pero no soy su mamá. Me parece que Matsuri es lo suficiente mayor como para hacerse responsable de sus tonterías.

    — ¿No te preocupa?

    — No. Ya no tengo ese problema conmigo, lo lamento.

    — Creí que ustedes estaban saliendo…

    — Pues no te has actualizado, presi. Esa locura insana duró muy poco, gracias a Dios.

    — Taniguchi… ¿Quieres hablar de ello?

    Harumi no la miró, pero sabía que había tristeza en ella. Revolvía las cosas en su bolso como si buscara algo, aunque en realidad solo quería un pretexto para no dar la cara.

    — Quizá más adelante, Aihara. Por ahora no tengo el humor ni el ánimo. — suspiró profundamente. — ¿No le dijiste a Yuzucchi que nos encontraríamos aquí? Ya se está tardando.

    — Últimamente tarda un poco más en salir de sus clases. Imagino que tendrá que ver con el festival.

    — ¿Van a participar?

    — Yo no, pero quizá ella sí lo esté contemplando.

    — Aihara… No es de mi incumbencia, pero… ¿Cómo les está yendo ahora que están casadas y viviendo solas?

    — Muy bien, pese a lo absorbente que ha sido la escuela.

    — Casi no comparten tiempo con todo esto, ¿no? Y aun así parecen amarse mucho.

    — Lo hacemos.

    Yuzu llegó corriendo hasta ellas, disculpándose varias veces por haber estado tarde en el punto de encuentro.

    — Por cierto… — trataba de controlar su respiración tras la carrera que había tenido que hacer para estar ahí — Matsuri me envió un mensaje. Dice que nos adelantemos a la cafetería y ahí nos ve.

    — Yuzucchi… — la miró Harumi. — sé que corriste para llegar aquí, pero estás muy roja.

    Em… Ya les explicaré… Vamos mejor a la cafetería, tengo muchas ganas de una crepa.






    ¡Hola! Les dejo aquí el primer capítulo de lo que supuestamente iba a ser un one shot. Es curioso cómo cosas tan pequeñas nos llevan a veces a dar vuelo a la imaginación con tanta fuerza...
    Cada capítulo llevará el nombre de la canción que me ayudó a desarrollarlo. No es un song fic como tal, según yo, por eso no les dejé el enlace a la canción al principio del escrito, pero se los voy a dejar al final. Ya saben, solo para compartir.
    Por cierto, si bien la historia arranca con Yuzu y Mei, no desesperen. Harumi y Matsuri vendrán antes de lo que creen. Ojalá les guste y puedan dejarme algún comentario.

    Romeo Santos - Eres Mía (Letra)
     
  2.  
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    Título:
    Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
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    Capítulo 2: La mejor.

    — ¿Acaso te has vuelto loca? ¿Bailar? — miró Mei a su esposa con toda incredulidad, pero los ojos de Yuzu reflejaban completa ilusión. Devolvió la atención al libro que leía para disimular su sonrojo.

    — ¡Vamos, Mei! ¡Será divertido!

    — Lo lamento, Yuzu, pero no puedo acompañarte en eso. Busca otra pareja de baile si lo deseas.

    Matsuri y Taniguchi, que las acompañaban aquella tarde en la cafetería, se miraron por un instante. Yuzu se levantó para ir al baño y fue el momento en que Matsuri aprovechó para lanzar su ataque.

    — Mei san, comprendo que tienes una reputación que salvar, pero a veces deberías considerar compartir un poco más de pasatiempos con Yuzu. No sé si lo sepas, pero el matrimonio también requiere atención.

    — Es ridículo. No necesitamos esa clase de exhibicionismo para reafirmar nuestra relación.

    — Bueno, si tú lo dices.

    — ¿A qué te refieres? — bajó su libro un momento para centrar su mirada en ella.

    — Es que… No conoces al chico del que Yuzu habla, ¿verdad?

    — No he tenido el gusto.

    — Bien, déjame describírtelo: alto, moreno, espalda ancha, brazos fuertes, muslos firmes… Pero esa no es la mejor parte. Esas caderas locas… Créeme que te llevan de cero a cien en un segundo. Es muy habilidoso tanto para conquistar como para satisfacer.

    — ¿Qué me estás diciendo? Yuzu jamás caería en algo así.

    — ¿Por qué no? Antes de ti le gustaban los chicos.

    — No me refiero a eso.

    — Si quieres apostar todo a la buena voluntad de Yuzu chan está bien, pero no confiaría tanto en ese tipo. Es un amante diestro y peligroso. Al menos deberías darte el tiempo de ir a conocerlo y evaluar a tu enemigo. Recuerda que una relación es como una hoguera y debes alimentarla para que el fuego no se extinga.

    Mei miró a Taniguchi como si esperara su opinión al respecto.

    — Mira, Aihara, yo solo puedo decir que Yuzucchi ha dado mucho por ti y tú pareces escatimar mucho por ella. Es mejor pasar un pequeño bochorno y darle un gusto, ¿no? ¿Qué harás el día que esta negativa crezca tanto que fragmente su relación?

    Yuzu regresó del baño y la conversación cambió inmediatamente.

    — ¿De qué me perdí?

    — De nada. — respondió Mei regresando a su lectura.

    Terminada su pequeña reunión, las chicas se dispersaron a sus casas.

    — Nosotras nos vamos por este lado — dijo Matsuri despidiéndose.

    En el trayecto, Taniguchi aprovechó para preguntar a Matsuri cuándo conoció al bailarín.

    — ¿Conocerlo? Jamás en mi vida lo he visto. Ni siquiera sé qué baila.

    — ¡¿Qué?! ¿Y la descripción que le diste a Mei san?

    — Conjeturas y deducciones. Es latino, todos los latinos se ven iguales.

    — ¿Es latino?

    — Sí, ¿no? — se encogió de hombros. — ¿América Latina?

    — América se compone de más que solo América Latina. Además, ¿qué son esos estereotipos?

    — No son estereotipos, Senpai. Son guías de identificación rápida para los NPC´s que andan por ahí pululando el basto mundo.

    — Aun así, fuiste muy detallada…

    — Evidentemente tiene que ser moreno y alto. Es bailarín semiprofesional, obvio que tiene un gran físico. Y por supuesto que debe ser un excelente amante, ¿qué bailarín no lo es?

    — Pero, entonces no has estado con él tampoco… ¿Por qué mencionaste eso?

    — Quería ver tu reacción, Senpai. — se giró sobre su talón para quedar de frente a Harumi y detuvo su andar. — Lamentablemente no obtuve nada. Por lo demás, quiero meter esa espina en Mei san para que acceda a darle gusto a Yuzu chan.

    — Eres terrible… — La miró con desaprobación y continuó la caminata dejando detrás a Matsuri. — Ya están casadas, no entiendo qué más quieres empujar en su relación.

    — Mei es muy frívola.

    — Eso no puedes saberlo.

    — Claro que sí. Yuzu chan camina perfectamente bien, eso quiere decir que no le ha hecho ni la mitad de las cosas que le habría hecho yo. Si perdí mi oportunidad con ella, que al menos valga la pena.

    Harumi no respondió más. Ni siquiera volvió la mirada a ella.

    — Y… ¿es todo lo que dirás?

    — ¿Qué querías que dijera?

    — No lo sé. Algo respecto a mi supuesto encuentro con el señor bailarín.

    — No tengo nada que decir sobre eso. Eres libre de acostarte con quien te dé la gana.

    — A Yuzu chan y Mei san les falta fuego en su relación. A ti y a mí nos sobraba. Se sabe que donde hubo fuego, cenizas quedan. — dice abalanzándose sobre su espalda, obligándola a detenerse. Harumi dejó escapar un suspiro con enfado.

    — Nunca tuvimos una relación, no alucines. Y pasé muy bien la aspiradora, así que no encontrarás cenizas de nada.

    — ¿No hubo una relación? ¿Qué fue entonces?

    — Sexo casual, nada más. — se soltó de su abrazo y siguió caminando.

    — ¿Casual? ¿Diecisiete veces? — corrió hasta ponerse a su lado. Se llevó las manos a la espalda y le buscó la mirada.

    — ¡¿Quién cuenta eso?!

    — Yo. Llevo un registro en mi diario. Qué vestíamos, qué días lo hicimos, dónde, cómo, qué me dijiste o qué te dije, cuántas veces te hice llegar…

    — Ya basta. — se sonrojó Taniguchi —Olvídate de eso, Matsuri. No hubo, no hay y no habrá un “nosotras”.

    — ¿En verdad no extrañas perder la cabeza de esa forma?

    — Me hacías perder la cabeza en muchas formas, y no todas eran agradables. Valoro más mi paz mental, así que no. No lo extraño.

    La mirada de Matsuri cambió en un segundo.

    — Si es verdad, ¿por qué no te has mudado?

    — Será porque pagué por adelantado el alquiler. Múdate tú si tan incómoda estás.

    — Sí, claro. Deja que venza el contrato para que ya no esté a mi nombre.

    Matsuri se colocó los audífonos y continuó el camino. En un punto del trayecto se separaron lo suficiente para perderse el rastro mutuamente. Matsuri sentía tristeza e ira. Miró hacia el cielo mientras una lágrima intentaba escapar. Se frotó el rostro con el dorso de la mano de manera violenta como si con eso ahuyentara las ideas y emociones que revoloteaban por su mente. Tantos pensamientos gritando al mismo tiempo… Estaba a punto de arrojar su celular contra la pared (no era la primera vez que echaba a perder un celular por sus ataques de ira) cuando entró una llamada.

    — ¡Ey, Matsuri! ¿Qué hay? ¿Estás ocupada?

    — No, para nada. ¿Qué hay?

    — Pues una fiesta en mi casa. ¿Recuerdas a los chicos que te mencioné? Están aquí y están dispuestos a pagar lo que pidas si les cumples la fantasía. Te hice quedar muy bien con ellos, no vayas a decepcionarme… ¿Aceptas?

    Matsuri guardó silencio por unos segundos. —Sí, pásame la dirección.

    — ¡Fantástico! Oye, ¿comprarías los preservativos de camino acá?

    — Claro que no. ¿De quién es la fantasía? Inviertan un poco, malditos degenerados, consíganlos ustedes. Y lleva suficiente alcohol.

    — ¿Qué pasa? ¿Te falta valor?

    — No, me sobran pensamientos.

    Llegada la noche, Taniguchi comenzó a preocuparse. Matsuri no respondía el celular y no había señales de ella por ningún lado. Tenía un mal presentimiento, así que fue hasta la computadora y se puso a rastrear la ubicación GPS del móvil de la chica. Era un pequeño truco que ella misma le había enseñado en alguna ocasión. Cuando dio con el área aproximada, tomó su abrigo, las llaves del auto y salió a buscarla.

    En algún momento habían intentado una relación y se aventuraron a alquilar un departamento juntas. Eso les serviría además para tener un lugar más cercano a la universidad. Las cosas, a final de cuentas, no habían funcionado. Aun así, Matsuri seguía siendo un tema para Harumi. Se preocupaba constantemente por ella y trataba de apoyarla, aunque debía tener cuidado para que no se notara que lo hacía, como en el caso del alquiler.

    Cuando finalmente llegó al área triangulada, anduvo despacio buscando cualquier indicio. No demoró mucho para dar con el sitio. Era una casa de dos pisos. Había varios autos estacionados afuera y se escuchaba música adentro.

    Harumi bajó del auto, llamó a la puerta y abrieron un par de chicos notoriamente ahogados en alcohol.

    — Buenas noches. Vine a recoger a mi amiga, ¿podrían llamarla?

    — Pasa por ella, muñeca. ¿Quién es tu amiga?

    — Matsuri Mizusawa.

    — ¿Mizusawa? No creo que haya terminado tan pronto. Son varios y no tiene ni media hora que entraron.

    — ¿Terminado? ¿Varios? Ah… ¿Qué rayos haces, Matsuri?

    Se abrió paso entre los muchachos y entró abriendo puerta por puerta hasta encontrar la habitación correcta. Matsuri estaba totalmente inconsciente y acostada en la cama mientras cinco chicos se debatían quién iría primero.

    — Tu amiga cobró demasiado para nada, Nakada.

    — No sé qué le pasa, nunca me había hecho eso…

    — Ni hablar. Ya estamos aquí…

    — ¡Estamos nada! — Intervino Taniguchi empujando al que parecía atacaría primero.

    — Oye, linda, tranquila. ¿Qué pasa?

    — ¡¿Cómo que qué?! ¡Están por abusar de alguien inconsciente!

    — ¿Abusar? El abuso fue de ella. Nos prometió un servicio y solo vino a beber y dormir.

    — Me la voy a llevar de aquí, a un lado.

    — ¡Oye, oye, oye! Pagamos muy buen dinero. Si no va a cumplir, que lo devuelva.

    — ¿Cuánto le dieron?

    — Fueron ocho mil por cada uno.

    — ¡¿Ocho mil yenes?! Maldita sea, Matsuri… Mira, voy a mi auto por mi móvil. Le transfiero el total a uno de ustedes y de ahí se reparte cada quien lo suyo, ¿te parece?

    — Qué más da. Seguro, ve.

    — ¡Ey! — llamó uno de ellos a Taniguchi. — No te creas que somos unos abusones o pervertidos. Todo aquí es legal. Matsuri cobra por un servicio, nosotros pagamos lo que es debido.

    — Sí, claro.

    Tras ir por su celular, Harumi abrió su aplicación bancaria y se dispuso a mandar el dinero.

    — Oye… — interrumpió el mismo joven que se decía inocente. — No transfieras nada, déjalo así.

    — ¡Qué te pasa, hombre! — se quejaron los demás.

    — Mira, sé que esto no se ve bien. Siento cómo me juzgas. La carne es débil, Matsuri es muy linda… Además, es del modo en que se ayuda para llevar sus gastos.

    — ¿Gastos? ¿Cuáles malditos gastos? — Harumi era quien pagaba alquiler, servicios y comidas. Lo único que Matsuri debía pagar por sí misma era la universidad y cosas que le pidieran en la carrera.

    — No lo sé, los gastos que tenga. Yo me arreglo con este grupo de degenerados. Llévate a Matsuri y cuídala.

    Harumi llevó a Matsuri al auto con ayuda de aquel chico. Condujo de vuelta a casa llevando consigo una mezcla de desilusión, dolor, ira y frustración. Bajó como pudo a la chica y la subió igual por las escaleras. La metió a la ducha, la aseó, le colocó la pijama y la acostó en su cama.

    Se dirigió a su habitación, tomó una maleta y se dispuso a guardar sus cosas. Había sido el colmo. La manera en que Matsuri se ponía en peligro así, sin más, era algo que no podía manejar y terminaría explotándole en las manos.

    Antes de salir del departamento, miró a Matsuri dormir. Caminó hasta el estacionamiento. Dormiría en algún hotel hasta encontrar un cuarto para estudiantes.

    Ya había subido la maleta al auto cuando un pensamiento invadió su mente y su corazón: ¿qué será de Matsuri? Lloró un rato en el asiento del chofer y golpeó el volante un par de veces. No podía simplemente abandonarla y ya. Odiándose a sí misma, tomó de nuevo la maleta y regresó al departamento.

    A la mañana siguiente, Matsuri despertó con un terrible dolor de cabeza y el estómago revuelto. Tardó en entender que estaba en su habitación, pues todo le daba vueltas. De pronto, Harumi entró llevando consigo un vaso de agua y unas pastillas.

    — Vaya, despertaste. La verdad creí que dormirías más…

    — ¿Qué haces aquí? — preguntó con la mirada fija al techo llevándose el antebrazo a la frente, como si eso fuera a parar el mundo que le daba vueltas.

    — ¿Perdón? Aquí vivo, si no recuerdas.

    — Bien, no hice la pregunta correcta. ¿Qué hago yo aquí? Estaba en la casa de unos amigos…

    — ¿Amigos? Vaya amiguitos que tienes. Toma, bébelo en cuanto puedas. Se supone que eso te ayudará con la resaca.

    — ¿Qué pasó? Deja de evadir la pregunta.

    — No lo sé, tú dime. Fui a sacarte de un sitio donde iban a violarte, Matsuri. ¿Por qué haces estas cosas?

    — No iban a violarme, ya me habían pagado… ¿Los dejaste terminar?

    — ¡Obviamente no, torpe!

    — Maldita sea, entonces tengo que devolverles el dinero…

    — Después hablamos de eso. Matsuri, una cosa es que enviaras fotografías o videos sacados de Internet, y otra totalmente diferente es que concretes esta clase de encuentros. Es riesgoso por donde lo veas…

    Matsuri simplemente la ignoraba.

    — ¿En qué momento pasó? ¿Cuándo? ¿Por qué empezaste a prostituirte?

    — No me prostituyo, idiota.

    — ¿Dinero a cambio de sexo no es prostitución?

    — Nakada es un amigo de la secundaria. Tiene problemas, muchos problemas, pero el mayor de ellos es no poder lidiar con todos. Él busca un alivio a su pena, yo busco un sustento. Ahí está: oferta y demanda. Obtiene una solución a su problema y yo al mío. Todos ganamos. Me dijo de sus amigos y la verdad nunca me ha molestado experimentar. Ellos tenían un problema, yo tenía la solución. Yo tengo un problema, ellos lo iban a solucionar.

    — Es lo mismo, no le des tanta vuelta.

    — Bueno, ya que es lo mismo, vamos a poner un anuncio en los clasificados.

    — ¿Por qué no dejas de ser tan idiota?

    — ¿Por qué no dejas de enredarte con idiotas? A como yo lo veo, eres tú quien tiene la cura a su dolor.

    Taniguchi luchó por mantener la cordura. Es que nada ahí tenía sentido alguno: la familia de Matsuri no tenía necesidades económicas tan grandes como para orillarla a hacer esta clase de cosas, pero por alguna razón, ella estaba empecinada en no aceptar ningún tipo de ayuda de parte de ellos. Su carrera era bastante costosa, aceptar el apoyo económico de su familia habría sido lo normal.

    Respiró profundo y continuó.

    — ¿Qué problema se supone que tienes?

    — No es de tu incumbencia.

    — Claro que lo es. ¿Fue por la discusión que tuvimos? ¿Ese fue tu berrinche?

    — No tiene nada que ver contigo.

    — Entonces explícame para poder sentirme tranquila, Mizusawa. Estás faltando a clases, vas a reprobar materias… Te esforzaste mucho para entrar a la misma universidad que nosotras y lo estás echando a perder sin más. — estaba a punto de hacerse un nudo en su garganta, pero disimuló. —¿Qué no querías ser famosa?

    — ¿Qué? ¿Eres mi mamá ahora?

    Harumi guardó silencio unos instantes.

    — En su momento… — inició otra conversación. — En su momento… Sí te quise, Matsuri. Y deseaba que las cosas funcionaran.

    — ¿Ahora hablaremos de esto?

    — Sí, lo lamento, pero es ahora o nunca. Matsuri, siempre te cierras a hablar. Créeme que me hacía mucha ilusión vivir esta etapa contigo. Pero… Es que jamás hablas de lo que sientes. Te encierras en tu mundo y sales solo cuando tienes esa necesidad de sexo… Me hacías sentir como si fuera solo una muñeca o un juguete para ti. No pude conectar contigo emocionalmente…

    — ¿Eso fue? ¿Por eso es que me terminaste?

    — Sí. Créeme que si dejaras salir un poco más tus sentimientos sería mejor para ti en todas las formas.

    — No quieres saber mis sentimientos, Taniguchi.

    — Sí quiero. Es por eso que te lo pido. Oye, tienes una vida por vivir, amigas que te aman, un hermanito que te adora. ¿Qué diría tu hermanito si te viera así?

    — Inori… — Se cubrió el rostro en el ángulo del codo intentando ocultar las lágrimas, pero no sirvió.

    — Deja de esconder tus sentimientos. No te hace más fuerte reprimirlos, sino vivirlos y aprender a manejarlos. Aquí estoy para ti. Te ofrezco mi amistad, puedes hablar de lo que sea conmigo, si tú…

    — ¿Quieres que hable? — Interrumpió Matsuri mientras se sentaba en la cama. — Pues bien… Estoy harta, Taniguchi. Nada de lo que hago me sale bien. Me siento muy agotada de todo este circo llamado “vida”. He intentado escapar tantas veces… Y he fallado en todas las maneras posibles. Me pides que piense en Inori, ¡¿qué crees que hago?! Estoy con la farsa de la universidad cuando debería estar generando dinero. ¡¿Crees que es sencillo dejar a mi hermano en un hogar que se cae a pedazos?! — rompió en llanto. — Ya lo viví yo… Estar con alguien que se aferra a una relación absurda, que se pone de tapete para que no la abandonen… Tenía seis cuando los amigos de mi papá casi abusan de mí y todo porque él estaba ahogado en alcohol. Me dejó a expensas de ellos, Taniguchi. Por suerte mi madre tuvo un asomo de cordura e intervino. Si no fuera por eso, lo habría pasado mucho peor. Pese a ser la víctima, me llamaron revoltosa y me culparon de todo. Debí huir de casa, era mi anhelo. Pero tardé tanto en armarme de valor, que cuando quise dar ese paso, resultó que mi madre ya esperaba otro hijo. Le funcionó la treta un tiempo. En verdad parecía que las cosas por fin iban a mejorar, incluso pensé en olvidar todo y perdonarlos porque… siguen siendo mis padres…— sollozó — Los amo a pesar de todo. Pensé que por fin podríamos ser una familia. — secó sus lágrimas con coraje — Me esforcé por estar a la altura de la academia Aihara, por ser un orgullo para ellos. Papá realmente estaba luchando por cambiar. Él es bueno en lo que hace, siempre ha ganado muy bien por ello. Fue un periodo de estabilidad que me engañó. Me hizo creer que lo habíamos logrado, pero… Lo está haciendo de nuevo. Ha empezado a recaer. No quiero que Inori viva eso. Entre semana tiene la escuela para refugiarse, pero no los fines de semana. Me aterra que lo lastimen. Voy con él y nos vamos a algún hotel y a comer fuera desde el viernes hasta el lunes en la mañana que lo llevo a la escuela. Para hacer eso necesito dinero y ningún trabajo de medio tiempo paga tan bien como para hacerlo. ¡Sí pienso en mi hermano, Taniguchi! Perdona por no ser la chica sensible y decente que esperas. No sé hacer eso…

    Harumi escuchaba todo en silencio absoluto. Cuando Matsuri dejó de hablar, la tomó de la mano con firmeza.

    — Vístete y toma la medicina. Iremos por Inori en este momento. ¿Crees que ya tenga lista su maleta?

    — ¿Qué estás diciendo?

    — Que vamos por tu hermano. Si todo pinta tan mal, es mejor que lo traigas contigo. Por lo menos hasta que la situación con tu padre se estabilice un poco. Así que vamos por él y se quedará con nosotras indefinidamente. Date prisa, te espero en el auto.

    — Tus clases…

    — Al demonio las clases, ya las repondré después. Corre.

    Se trataba de un largo camino. Media hora en auto, por lo menos.

    — ¿Quién está en tu casa ahora?

    — Lo más seguro es que mi madre. Sabe que paso por él cada viernes en la tarde, aunque no sé cómo reaccionará cuando se dé cuenta que se lo voy a quitar. No tiene cabeza para nada en este momento, capaz ni se entera.

    — ¿Qué hay de tu padre?

    — No lo ha visto desde el martes. Comienza a beber y no hay poder humano que lo haga entrar en razón.

    Finalmente, llegaron hasta el edificio. El niño ya los esperaba en el lobby.

    — ¡Hermana, llegaste! — corrió hasta ella y la abrazó con fuerza.

    — Claro que sí. Ven, necesito que me esperes con Taniguchi un momento. — dijo llevando al niño de la mano hasta Harumi. Le colocó los audífonos, le sonrió y le pellizcó la Nariz. — No te los quites, ¿sí? Sé un buen niño.

    Matsuri regresó al interior de la casa. Poco tiempo pasó antes que se dejaran escuchar los gritos de su madre insultándola. La llamó de mil maneras que Harumi jamás habría imaginado que una madre llamaría a su hija. Inori comenzó a asustarse y Harumi apretó su mano, dedicándole una sonrisa amable con la pretensión de hacerle sentir que todo estaría bien. El niño subió el volumen, intentando concentrarse en la música.

    — Solo te aviso que Inori se quedará conmigo. Así vas a tener tiempo de calidad con papá. Ojalá les sirva para reflexionar y darse cuenta en lo que han fallado. — salía Matsuri con una aparente tranquilidad llevando los documentos y la mochila de su hermano consigo.

    — ¿Te crees mejor, acaso? ¿Qué se supone que vas a enseñarle a Inori? ¡Su madre soy yo!

    — Te aseguro que lo que le enseñe no incluirá insultos ni atentados contra su dignidad. Da una muestra de amor maternal por una vez en tu vida: no busques al niño. Me voy a quedar con su tutela y tú vas a cooperar si no quieres una demanda por negligencia infantil.

    Subieron los tres al auto y se pusieron en marcha de vuelta al departamento. Ahora, pensando las cosas, la actitud de Matsuri tenía una razón de ser. Harumi no quiso tocar el tema en todo el camino. La conocía demasiado bien como para ver a través de su “imperturbable tranquilidad”. Si Matsuri no iba haciendo bromas o molestando, era porque realmente se sentía abrumada y acorralada.

    Al llegar, Inori entró alegremente al departamento admirando todo cuanto veía.

    — ¿Esta vez no nos quedaremos en un hotel?

    — No, esta vez no. Ni tampoco tienes que regresar con mamá.

    — Ey, Inori — llamó Harumi al niño. — Ven, voy a mostrarte el departamento. Mira, aquí está el comedor, la cocina. Aquí está el refrigerador, puedes tomar lo que quieras. Acá está el baño y la ducha… Esta de aquí es tu habitación.

    — ¿Mi habitación? ¡¿En verdad?!

    — Sí, es verdad.

    — ¿Por qué hay cosas de chica? ¿Era tu habitación?

    — No… Bueno… Es que… — Miró una vieja cartera en forma de rana en su mesa de noche. —Es que Guiru se sentía sola y por eso venía a acompañarla a veces.

    — ¿Guiru?

    — Sí, mira. Vas a cuidarla por mí, ¿cierto? Seguro se pondrá muy feliz.

    — ¡Sí! — abrazó la figura con emoción.

    — Bueno, te dejo para que te instales. Mañana iremos al centro comercial a comprar cosas para que hagas de este sitio tu lugar. ¿Te parece?

    — ¡Sí! ¡Hermana, tu novia es genial! Ahora veo por qué la amas. — entró corriendo y saltó sobre la cama.

    — Te equivocas... — respondió Matsuri desde el umbral de la puerta.

    — No creo que necesite explicaciones. Déjalo disfrutar un rato. — Harumi se dio la vuelta, le dio unas palmadas en el hombro y salió de la habitación.

    — No es solo por eso que la amo tanto… — respondió Matsuri para sí misma.

    TONES AND I - THE GREATEST
     
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    Alecita

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    Me gustó mucho la historia detrás del actuar de Matsuri. Es muy difícil cuando la familia te supone un problema más que una solución, espero que sigas escribiendo me encantó cómo va el fic.
     
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    Kim meg

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    Harumi x Matsuri

    Pero más me gusta MEI × YUZU, me encantó el fic aaa mis mamis
     
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    Te agradezco mucho por tu apoyo, significa demasiado para mí. ¡De verdad, gracias, gracias, gracias!
     
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    Faith das Schwarze F

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    También yo me enganché a Citrus cien por ciento a causa de Yuzu y Mei, las adoro enormemente. De hecho, esto iba a ser un one shot de ellas nada más, pero en esos días leí el último tomo de Citrus+ y me malviajé con todo el misterio que hay en Matsuri. Pasó de ser la que peor me caía a volverse de mis consentidas. Realmente espero que su relación con Taniguchi se vuelva canon.

    Y muchísimas gracias por tomarte el tiempo de leer y comentar, lo valoro enormemente.
     
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    Título:
    Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    2053
    Capítulo 3: Propuesta indecente

    Mei se dio el tiempo de pasar al gimnasio de la escuela antes de ir a casa. No quería ni iba a aceptarlo frente a nadie, pero las cosas que tanto Taniguchi como Mizusawa le dijeron sí habían hecho mella a final de cuentas. Yuzu se demoraría con las actividades de su club y llegaría tarde al ensayo, es por eso que parecía la oportunidad ideal para colarse sin que la rubia se diera cuenta.

    Identificar al famoso bailarín no fue un problema pues, en efecto, se trataba de un joven alto y de buen físico, aunque realmente no tan moreno.

    En la cancha había bastante más gente practicando la coreografía de lo que tenía pensado. Al parecer todavía discutían algunos pasos.
    La música, de ritmos muy alegres y bastante pegadizos, parecía poseer a quienes la escuchaban, aunque no estuviesen involucrados en el proyecto artístico y estuvieran solo de espectadores. El joven que dirigía al grupo mostraba con soltura cada paso, su coordinación y buena cadencia eran innegables.

    De pronto, el chico se percata de su presencia y deja al grupo ensayando para dirigirse hasta ella, tomándola por sorpresa.

    — Hola, buenas tardes. ¿Vienes a ensayo?

    — No, solo venía a ver.

    — Oh, entiendo. Ponte cómoda, por favor.

    Mei sube las gradas y se sienta a ver el resto del ensayo. De pronto, entró Yuzu disculpándose por la demora con el joven instructor.

    Luego de un leve intercambio de palabras, la rubia se integra al grupo.

    — ¡Bien, Yuzu! ¡Lo tienes! Ahora, mueve un poco más la cadera. Recuerda que este baile es muy sensual.

    Mei lo miraba sin apartarle la vista un solo segundo. — ¿Muy sensual? Más bien diría que es muy sexual… — dijo como susurro para sí misma.

    — Siento que no puedo coordinar. — decía Yuzu sumamente apenada.

    — Bien, vamos a ver. — Se para junto a ella y realiza los pasos muy lentamente para que no pierda detalle. — El movimiento en tus piernas le va a dar también la soltura a tus caderas. Ven, hazlo conmigo. Observa.

    El chico sostiene la mano derecha de Yuzu mientras lleva la otra hasta su cintura, lo cual desconcierta totalmente a Mei. Es decir… ¿Ya la llama por su nombre y además la toca así, sin pudor de nada? Los movimientos que practicaban parecían demasiado sugerentes, también. Mei no puede seguir mirando y se retira del lugar.

    Durante la noche, la primera en llegar a casa es Mei. Calienta la comida que Yuzu dejó en la mañana y se sienta a cenar, esperando que su esposa entre en cualquier momento, pero ve antes su plato vacío que la puerta abriéndose.

    Entra a ducharse. Los pensamientos le gritan todos a la vez, pero sobresale el recuerdo de las palabras de Matsuri y Taniguchi. “Deberías compartir más con ella”, “el matrimonio es una hoguera que necesitas alimentar”, “qué pasará cuando tus negativas logren fragmentar su relación y sea muy tarde” …

    Terminó de secar su cabello y entró en la cama. De Yuzu no había señales todavía. Tomó un libro, se puso los lentes y siguió esperando.

    Por fin y casi para rendirse, la puerta se abre y Yuzu entra de puntillas. Cuando llega a la habitación, se sorprende al ver a Mei despierta.

    La chica se quita los lentes y los deja junto con el libro en el buró.

    — Me…Mei… ¿Qué haces despierta?

    — Espero a mi esposa. ¿Por qué tan tarde?

    — ¡Lo lamento! El ensayo se extendió mucho y David san nos invitó a cenar para disculparse…

    — Así que encima de quitarles más tiempo del previsto con su ensayo, les quitó otro tanto con una cena no planeada. Y entonces tampoco vas a cenar aquí.

    — No lo digas de ese modo… Además, David san no es de aquí, su cultura…

    — Su cultura puede ser totalmente opuesta, pero está en un país ajeno. Hay reglas que tendría que conocer y respetar.

    — Mei, no te enojes…

    — No estoy enojada. Es solo que nunca llegas tan tarde y menos sin avisar.

    — Por favor, perdóname.

    — Buenas noches. — dijo luego de un suspiro resignado, dándose la vuelta y cobijándose.

    — Descansa, amor. Voy a ducharme.

    Yuzu se acurrucó junto a Mei casi una hora más tarde, pues todavía había tenido que usar el secador para no dormir con el cabello húmedo.

    Podría jurar que amaneció apenas poner la oreja sobre la almohada. El despertador sonó y se estiró a apagarlo de mala gana. Le había faltado descanso, pero qué podía hacerse. Debía levantarse a preparar los desayunos y almuerzos.

    Hizo las sábanas a un lado, pero cuando sacó la pierna para bajar de la cama, la mano de Mei la detuvo.

    — ¿Eh? Buenos días, Mei…

    — Ven aquí. – tiró de su brazo hacia ella, robándole un beso.

    — Tengo que hacer el desayuno…

    — Comeremos algo en el camino… — se negó a parar y le echó la sábana encima de nuevo, cubriéndola además con el brazo. Sus besos subían la intensidad mientras las muñecas de Yuzu eran aprisionadas a cada lado. Mei se movía ágilmente de sus labios a su cuello, y luego de su cuello hasta su pecho.

    — Oye, oye… Tranquila, no hagas eso…

    — ¿Por qué no?

    — Tendrás que hacerte responsable de… — quiso bromear con ella para aligerar la situación, pero Mei la besó de nuevo, esta vez colocándose sobre ella.
    El reloj avanzó y fue hasta un par de horas después que las chicas volvieron a verlo. Aun así, Mei se aferraba al cuerpo de Yuzu con un abrazo que intentaba alejarla del mundo y sus peligros, todavía queriendo controlar su agitación y el sonrojo de un frenesí que no había experimentado antes.

    — ¿Qué fue eso? — preguntó Yuzu agotada.

    — No lo sé… Solo quería estar contigo.

    — Mei, pero fue como si nos fuéramos a morir mañana… ¿Estás bien?

    — ¿No te gustó? ¿Te lastimé? — la miró con preocupación.

    — No, para nada. Y sí me encantó, solo que… Bueno, no sueles ser tan dominante… Ni tan fiera... — se enrojecían sus mejillas al recordar lo que acababan de hacer. — Eso que hiciste con…

    — Lo vi en una revista. Quería comprobar su efectividad.

    — Pues fue muy efectivo… — se cubrió el rostro con las manos.

    — Sí…

    — Se nos hará tarde, amor… Hay que darnos una ducha y vestirnos. — se sentó sobre la cama buscando la playera con la que había dormido.

    — No quiero.

    — ¿Eh? ¿Por qué? ¿Qué pasa?

    — Nada, solo quiero que nos quedemos un rato más así. — dijo mientras acariciaba la curvatura de su espalda con el dorso de la mano. — Yuzu… ¿me amas?

    — Claro que sí, Mei. Con todo mi ser. Estás preocupándome, ¿segura que está todo bien?

    — Sí. ¿Qué harás hoy después de clases?

    — Tengo el ensayo… — dijo levantándose.

    — ¿No quieres ir a comer algo? Después de todo no llevamos almuerzo.

    — No puedo quedarle mal a David san…

    — Entiendo. — interrumpió regresando de golpe a su normalidad. Salió de la cama en un solo movimiento, recogió sus prendas y se dirigió al baño, cerrando con seguro la puerta.

    — ¿Mei? ¡Espera! ¡Yo también tengo que bañarme!

    La tarde fue un poco pesada. Además de no haber dormido suficiente, su encuentro con Mei la había dejado exhausta. Había sido una forma realmente deliciosa de despertar, pero en definitiva le estaba pasando factura. Además, Mei le había dejado varias marcas en él cuello, pecho y hombros. Ocultarlos era toda una proeza. ¿Qué estaba pasando con ella? Hacía mucho que no actuaba de esa manera. Era como si estuviera…

    — ¿Celosa? No, qué tontería. Celosa de quién. — hablaba Yuzu consigo misma.

    Por su lado, Mei se apresuró a salir una vez terminada la última clase y se dirigió hasta la facultad de artes. Ese sujeto debía recibir un par de advertencias y saber que la base que intentaba ganar ya estaba ocupada.

    El grupo ya estaba reunido y esperando a David, así que Mei aguardó un momento más. Tras algunos minutos, comprobó que el chico no era precisamente fanático de la puntualidad, aunque Yuzu tampoco había hecho su aparición por ninguna parte.

    Por fin, David llegó casi corriendo con la mochila al hombro.

    — ¡Mil disculpas! Tuve un imprevisto. Si ya estamos todos, comiencen con el calentamiento, por favor. En un momento estoy con ustedes. — dejó la mochila en el suelo y se agachó a cambiarse de zapatos.

    — Buenas tardes. — saludó más bien por hacerse notar mientras mantenía una postura de inconformidad con los brazos cruzados.

    — ¡Oh! Buenas tardes, perdón, no te había visto. Eres la chica que vino ayer, ¿no? Olvidé tu nombre.

    — Nunca te lo dije. Me llamo Aihara Mei.

    — ¿Aihara? Tu apellido me suena de algo…

    “Claro que te suena, infeliz”, pensó la chica sin quitarle la vista de encima.

    — Bueno, ya lo recordaré. — se puso de pie sacudiéndose la rodilla del pantalón. Realmente era alto, pero Mei no iba a dejarse intimidar. —Si vas a unirte, Mei, adelante.

    — Prefiero que me llames Aihara, gracias. Y no, no pienso unirme.

    — ¿Ah? ¿No? ¿Entonces a qué debo tu visita?

    — Yo vengo a…

    — ¡Ya llegué! — entró Yuzu corriendo. — ¡Perdón! ¡No calculé mi tiempo y se me hizo tarde de nuevo!

    — Descuida, Yuzu. También yo voy llegando.

    — ¿Mm? ¿Mei? — miró sorprendida a su esposa.

    — ¡Es verdad! — exclamó David. — Me dijiste que tu apellido es Aihara. Con razón me sonaba haberlo escuchado, Mei.

    — Aihara. — corrigió de mala gana.

    — Bueno, es que sería raro porque las dos son Aihara. Entonces venías a buscar a Yuzu, ¿no? ¿Qué son? ¿Hermanas? No se parecen mucho, con perdón suyo.

    — Algo así… — dijo Yuzu nerviosa.

    — Es mi esposa. — respondió Mei tajantemente. Fue cuando David le notó la sortija en el dedo.

    — Oh, lamento la confusión… Espero no haber sido grosero. ¡Yuzu, y yo te pedí que trajeras a tu chico! En verdad, qué pena…

    — No hay problema.

    — ¿Que trajera a su chico? — enrareció Mei mientras relajaba su pose de esposa indignada.

    — Sí, es que vi su sortija y le sugerí que trajera a su esposo.

    — Entonces… ¿no estás intentando…?

    Una joven de larga cabellera oscura se acercó al grupo llamando con acento muy peculiar a David. Incluso los presentes volvieron la mirada a ella con el escándalo que hacía. Algunas palabras se entendían, pero las mezclaba de pronto con otras de su idioma.

    — ¿Bueno, y usted qué se ha creído que podía dejarme plantada?

    — No la dejé plantada, amor. Le dije que ya venía tarde…

    Discutían entre ellos. David intentaba tranquilizarla, pues le sonrojaba ser el centro de atención cuando no era por demostrar alguno de sus talentos.

    Mei miró a Yuzu totalmente confundida. La rubia rio discretamente y se recargó en su hombro.

    — Es su esposa. — le susurró al oído.

    — ¡¿Es casado?!

    — Sí. Mei, ¿estabas celosa?

    — Qué tonterías dices, claro que no.

    — Sí, sí estabas. — acercó su frente hasta ella con una risa enternecida. — Mi celosita, te amo mucho, mucho, mucho.

    — Compórtate, Yuzu… — se acomodó un mechón tras la oreja y volvió a cruzar los brazos-

    — Oye…

    — ¿Qué pasa?

    — Creo que me conviene ponerte celosa de vez en cuando. Lo haces muy rico cuando te sientes en peligro.

    Mei se sonrojó totalmente y la alejó con la mano.

    — Torpe. Te veo en casa, no llegues tarde.



    Romeo Santos - Propuesta Indecente

    3.1

    Mei y Yuzu se preparan para dormir. Cuando Mei llega a la cama, se encuentra con que Yuzu tiene su agenda en la mano.

    — ¿Qué haces?

    — Nada, amor, solo estaba revisando tu agenda para ver a quién hay que confirmarle reunión mañana.

    — No, no tengo reunión con nadie. — dice sentándose a su lado.

    — ¡Oh! Con razón. Pensé que era yo quien no entendía las anotaciones. Entonces, déjame llamar a tu médico.

    — ¿A mi médico? — la miró extrañada.

    — Sí, para tu chequeo de rutina.

    — No tengo cita médica mañana, Yuzu.

    — ¿No? Vaya, juraba que sí. Bien, ¿qué más era…? ¡Ah! Olvidé alistar tu almuerzo de mañana. Iré a prepararlo. — intentó bajar de la cama, pero Mei la detuvo.

    — Yuzu, mañana no voy a salir a la academia.

    — Entiendo… Bueno, déjame programar el despertador para que puedas madrugar y estudiar para tus exámenes.

    — No estoy en periodo de exámenes.

    — Entonces, si no hay pendientes, toma tu pastilla para el dolor de cabeza. Aquí está el agua. — le extendió un vaso y una pastilla.

    — Pero no me duele la cabeza…

    — ¡Ah ja, ja, ja! ¡Entonces hoy no te me escapas, Aihara! ¡Me debes varias!
     
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    Me encanta la historia, la trama te atrapa, no he visto Citrus, pero siento que la historia atrapa, quisiera saber que pasa a continuación!
     
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    ¡Gracias! Oye, qué gusto que pese a no conocerlo te resulte interesante el fic. Me halaga mucho ❤️ Si algún día ves Citrus, te sugiero ir por el manga porque el anime quedó incompleto :(
     
  10.  
    Alecita

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    Jajaja ese truco no me lo esperaba ahora sí se la va a comer viva . Me encantó este capítulo. Sigue asi ❤️
     
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    Título:
    Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    3754
    Capítulo 4: Mi cuerpo es una jaula.​


    Inori no había tardado nada en acostumbrarse a su nueva compañía. Le encantaba estar con su hermana y estaba tomándole cariño muy rápido a Harumi. Si bien ya la conocía de antes, nunca había tratado con ella tan de cerca. Harumi, que no era tanto de niños, también había simpatizado mucho con él, pues era muy educado y cariñoso.

    El niño discutía con su rana-monedero poniéndole voces chistosas y lanzándola de un lado al otro de la habitación. Sencillamente había traído alegría al departamento desde el primer instante. Resultaba difícil pensar que en su casa las cosas no iban tan bien y aun así tenía el ánimo y el amor para entregar su mejor sonrisa a otros.

    Mientras tanto, Matsuri y Harumi hablaban en el cuarto de baño.

    — El único pago que necesito de ti, y con tolerancia cero, es que eleves tus notas en la escuela. — dijo Harumi en tono muy serio mientras terminaba de hacerse el delineado.

    — ¿Eeh? Vamos, estoy ofreciendo una compensación económica, Taniguchi. — permanecía recargada en la puerta del baño, mirando a Harumi por el reflejo del tocador.

    — Te preocupabas por Inori. Ahora está aquí y está a salvo. Deja esa vida tan riesgosa que llevas, no te preocupes por gastos de nada. Es la mejor manera de pagar, lo digo en serio. — guardó el delineador luego de verificar que hubiera quedado perfecto. Sacó su labial.

    — Es muy noble de tu parte, pero las cosas no se pagan con amabilidad, Senpai.

    — Ya me pagarás algún día si tanto te preocupa ese tema. Necesito que te esfuerces y eleves tus notas. No debería ser complicado. Por lo menos en lo académico, no eres tan cabeza hueca.

    Inori soltó una carcajada estruendosa. Había lanzado a Guiru provocando que cayera con la boca atorada en el perchero, deformando totalmente la figura. Esos momentos eran suficientes para tranquilizar a Matsuri, que sin darse cuenta dibujó una sonrisa apacible en sus labios. Luego volvió a mirar por el espejo.

    — Senpai, lo más correcto es que sea yo quien duerma en el sofá.

    — ¿Desde cuándo te preocupa lo correcto? Déjalo así. Además, me gusta la sala. Es más fresca que la habitación y yo me la paso caliente todo el tiempo…

    De inmediato, supo que había usado las palabras incorrectas. Dejó de aplicarse el labial y miró a Matsuri con toda la certeza de que haría algún mal chiste con su descuido, pero, para sorpresa suya, Matsuri lo pasó desapercibido. Algo definitivamente seguía estando mal, aunque desconocía qué podía ser.

    — Por mucho que digas que es cómodo, sabemos que no descansas. No es lo mismo, Senpai. Inori puede dormir conmigo, compartiremos la cama, es pequeño.

    — ¿Te imaginas que un día que no estés se le ocurra abrir tus cajones? No pienso dejar que vea tu colección depravada. Y no creo que quieras deshacerte de ella.

    — He gastado una fortuna en ellos, obviamente no los voy a tirar. Muchos fueron edición limitada, Senpai.

    — Entonces que siga en mi habitación y ya. Se ve feliz, después de todo. Justo ahora, lo que más bien me preocupa, es el tema de la escuela. Ya ha perdido una semana de clases, Matsuri. Tenemos que apresurarnos y decidir qué hacer con eso. — guardó el labial, se echó una última mirada y salió del baño.

    — Creo que lo mejor es cambiarlo de escuela, voy a pedir su traslado a una más cercana.

    — Sí, supongo que es lo más viable. — continuó andando hasta el recibidor.

    La duela crujía en esa zona, así que era evidente cuando alguien entraba o salía de casa, e Inori había detectado ya esa señal. Salió corriendo de la habitación a ver qué pasaba.

    — ¿Vas a salir, Senpai? — estaba colorado y bañado en sudor. Las gotitas caían por las puntas de su cabello.

    — Sí, corazón. Voy a comprar cosas para la comida. ¿Quieres venir?

    — ¡Sí! — regresó a dejar su rana y volvió corriendo hasta Harumi, tomándose de su mano inmediatamente mientras se calzaba los zapatos.

    — Ay, por Dios... mírate cómo estás. Vas a tener que bañarte apenas regresemos, ¿me estás escuchando?

    — ¡Sí, Senpai!

    El celular de Matsuri timbró poco antes de que ambos salieran, llamando la atención de Taniguchi que volvió la mirada hacia ella sin que se percatara, pues estaba absorta mirando la pantalla, simplemente esperando a que dejara de sonar. El móvil no había parado de recibir llamadas a cualquier hora del día desde la noche que fue a sacarla de casa del tal Nakada. A veces estaba en silencio, pero podía notar la pantalla encendiéndose muy frecuentemente con un número no registrado.

    — ¿No vas a responder?

    — Pensé que ya te habías ido. — reaccionó con sobresalto y guardó el móvil — No, es número equivocado.

    — Mmm...— no le creía en absoluto. — Vamos. Necesito ayuda con las compras. — la tomó de la manga de la sudadera y tiró de ella.

    — ¿Qué? Hace dos segundos no la necesitabas. Además, irás en el auto, ¿no?

    — Hace dos segundos no sabía que Inori vendría conmigo. Sí, vamos en el auto, no te vas a agotar. Date prisa, Matsuri.

    — Eres muy mandona, Senpai. — se sentó en la duela a ponerse las botas, generando de nuevo el rechinido de la madera.

    — Esa maldita duela… Hay que cambiarla o me volverá loca. Uno pensaría que el pago adelantado de un año sería suficiente para reparar las fallas del lugar, pero creo que no es así. — refunfuñó Harumi adelantándose a salir con Inori.

    Matsuri llevaba los audífonos puestos. A veces ni siquiera los encendía, solo era su pretexto para ausentarse del mundo y pensar cosas. Revisó el celular: siete llamadas perdidas. En la semana fácilmente sumaban ochenta y ocho. Nakada no se rendía tratando de ubicarla, y Taniguchi tampoco se rendía manteniéndose a su lado en todo momento. Sin duda la intuición de Taniguchi le daba miedo, ya que cuando tenía un mal presentimiento rara vez resultaba en falsa alarma. La octava llamada entró y Matsuri no soportó más.

    — Voy al baño, ustedes sigan buscando lo que van a comprar. Los veo en la sección de mascotas, ¿de acuerdo?

    Se alejó antes que Harumi pudiera decir cualquier cosa. Evidentemente no entró a los cubículos, sino que se siguió de largo al estacionamiento del centro comercial. Marcó el número de Nakada.

    — ¿Qué?

    — ¡Vaya! Ya apareció la niña. Me estabas preocupando, Matsuri. ¿Qué hay? ¿Te sientes mejor?

    — Depende.

    — ¿Cómo que “depende”?

    — De tus intenciones. Si lo que quieres es lo mismo de siempre entonces no, ni estoy mejor ni voy a volver a estar disponible, así que deja de llamar.

    — Me sorprende que te hagas la indignada. Claro, así son los deudores.

    — Diles que les devolveré el dinero.

    — No, déjalo así, ya les pagué yo.

    — ¿Desde cuándo eres tan lindo? — Desconfiaba totalmente de él, Nakada no hacía nada sin un interés de por medio.

    — Bueno, donde algunos ven un problema, otros vemos una oportunidad. Me debes cinco, Matsuri. Más los intereses, serían ocho. Y te lo estoy dejando barato.

    — ¿Ocho qué?

    — Te veo hoy en la gasolinera que está por tu rumbo. Restando esa, me deberías siete.

    — Eres una basura… Acabo de decirte que no estoy de humor para…

    — No me interesa. — la interrumpió con voz grave y sin la tonadita de juego con la que solía hablar. — Me lo debes y yo voy a cobrarme cuando me dé la gana. Te veo en dos horas, verás que no podrás esperar a la siguiente. — colgó la llamada.

    Todavía no guardaba el celular, cuando llegó una imagen por mensaje: alguna de las quién sabe cuántas fotos que Nakada guardaba de ella en estado inconveniente. Ni siquiera se había dado cuenta en qué momento las tomó.

    “¿Recuerdas ese día? ¡Estuvo demencial!” ponía en el mensaje.

    “Es curioso cómo detestas a tu padre por alcohólico y eres igual o peor. ¿Qué dirían tus amigos y conocidos si te vieran así? Estoy seguro de que este ángulo tuyo no lo conocen”

    “También tengo videos, ¿quieres verlos? Sirve que entras en calor”.

    — Maldita sabandija… — se llevó la mano a la frente mientras guardaba el móvil.

    Regresó al interior a buscar a Harumi. Ya estaba terminando de pagar la cuenta e Inori estaba feliz porque le había comprado una rana de peluche.

    — ¡Mira, hermana!

    — No hagas gastar a Taniguchi en eso…

    — Déjalo, yo se lo quise regalar. — intervino Harumi. — ¿Todo bien?

    — Sí… Bueno, no. Como me ausenté el viernes, me faltan unos apuntes. Iré a buscar a una compañera que me los va a prestar.

    — Te llevo…

    — No hace falta, quiero caminar. ¿Puedo dejarte a Inori un rato?

    Harumi la miró con rostro angustiado, pero no podía estar detrás de ella todo el tiempo.

    — Seguro. No llegues tarde, por favor. Y envíame tu ubicación, por si acaso.

    — Qué paranoica eres, solo voy por unos cuadernos.

    Matsuri se alejó caminando con aparente tranquilidad, aunque sentía como si el corazón se le hubiera subido a la garganta. De pronto tenía las manos heladas.

    Sabía que estaba en problemas y detestaba el solo pensar lo que le diría Harumi: te dije que esos no eran amigos.

    Pasó cerca de una farmacia y pensó que era mejor tomar algunas precauciones. Compró un par de cosas: preservativos y una pastilla… Las guardó en la sudadera y siguió adelante. Llegada la hora que Nakada le indicó, el tipo arribó en su camioneta.

    — Qué gusto que aceptaras mi invitación, Matsuri. Sube.

    — Sí, lo que digas. — abordó sin más. — Oye, ¿por qué así? Sabes perfectamente que no hay necesidad de llegar a esto…

    — La última vez que nos vimos, ya sabes, aquella noche en mi casa que quedó arruinada, dijiste que sería la última vez. No puedes dejarme así nada más, Matsuri, tengo demasiadas fantasías que quiero experimentar todavía. Además, deberías ser un poco agradecida. ¿Quién te ha ayudado desde la secundaria? ¿No te enseñé a sacar dinero fácil? Si lo piensas, yo no tendría ni por qué pagarte. Pero eres mi amiga y por eso te ayudo.

    — ¿Qué de todo lo que acabas de decir tiene algún sentido? Además, ¿estás de acuerdo en que no hay nada entre nosotros? No puedes decir que te estoy "dejando" si en realidad no tenemos algo.

    — Sí, lo entiendo perfectamente. No es como que te quiera de novia, ¿sabes? — rio sínicamente — Es solo que, bueno… Debes saber que eres buena. Bastante buena. No encontraría a otra chica que me haga las cosas que haces tú, ¿me entiendes? Es algo así como una adicción a ti, y la verdad es que me niego a perder eso tan pronto.

    — No puedes ser más patético…

    — Hay un hotel a unos minutos de aquí. — la ignoró totalmente mientras doblaba en una esquina.

    — ¿Hotel? Qué original.

    — Planeo ir subiendo la apuesta. Esta vez será en un hotel, pero las siguientes serán mejores. Quiero ir a tu casa, nunca me invitas.

    — Estás idiota si crees que te voy a dejar entrar...

    — También quiero cumplir un par de fantasías… ¿Todavía tienes tu uniforme de la secundaria? Conseguí ayuda de un colega y me va a prestar las llaves de la escuela donde trabaja. Serás una buena alumna, ¿no? — le acarició el muslo por debajo de la falda. — Me encanta cómo te ves con medias. Tus piernas lucen tan delicadas… Es excitante. Y más cuando están sobre mis hombros…

    — Es mejor que te controles o puedo denunciarte…

    — ¿Por qué? No estoy haciendo nada nuevo ni malo. No te estoy acosando, somos amigos. Mucho menos estoy abusando. ¿Vas a meter un alegato por violación, acaso? — la veía burlonamente. — Sabes perfectamente que no va a proceder, Matsuri. No te estoy golpeando, sino que hemos llegado a un acuerdo: tú cooperas y yo no envío todo este material a tus amigos y conocidos.

    Por primera vez, Matsuri sintió un miedo paralizante. Nakada tenía razón, si no había golpes de por medio no podría denunciarlo por violación y tampoco procedería como acoso. Trataba de disimular el temblor de sus manos y quería convencerse de que solo era un encuentro más, pero algo le decía que todo saldría mal…

    Llegaron al hotel, entraron a la habitación…

    — Bien, terminemos con esta mierda. — dijo Matsuri mientras dejaba sus audífonos en una mesa junto a la puerta, queriendo mantener una postura segura —¿Trajiste los preservativos?

    — No me da la gana usarlos hoy. — le sonrió con malicia — ¿Sabes? No se siente igual…

    — Me imaginé. — cerró los ojos. Un escalofrío le corría por toda la espalda, el estómago se le encogió, comenzó a sudar… Su temblor aumentó, pero no iban a terminar si no empezaban, así que comenzó por quitarse la sudadera y desabotonar su blusa.

    — Espera, no te la quites, solo déjala abierta. Quiero verte. — le tomó las manos y caminó llevándola cerca de la cama, donde se sentó sin parar de mirarla. Ella no le daba la cara, pero los dedos de Nakada se deslizaron por su perfil. — ¿Qué pasa? ¿Dónde está mi fiera devoradora de hombres? No me digas que tienes miedo.

    — Solo termina con esto, ¿quieres?

    — Si no te conociera hasta creería que es tu primera vez, pero está bien. Me gusta ese juego… — La acercó a él, sujetándola por la cintura para comenzar a besar sus pechos.

    Casi 6:00pm y no había señales de Matsuri todavía. Harumi continuaba pendiente del celular, sentada junto a la ventana y mirando de vez en cuándo en ansias de verla llegar.

    Una camioneta blanca paró sobre la avenida. Matsuri bajó sin siquiera voltear a ver al conductor, rodeó el vehículo a paso veloz e ingresó al edificio.

    Aunque no vio con claridad al conductor, Harumi estaba segura de quién se trataba y su preocupación se tornó en ira. No pasaron ni tres minutos cuando la puerta del departamento se estaba abriendo.

    — ¿Y ya tienes todos los apuntes o vas a regresar por más? Sin vergüenza… — reclamó Harumi mientras Matsuri pasaba de ella sin siquiera mirarla. Simplemente se encerró en su habitación y colocó el seguro. — ¡Oye, te estoy hablando! — quiso alcanzarla, pero la puerta se lo impidió. Golpeó con fuerza un par de veces — ¡No puedes ser tan irresponsable e idiota, Matsuri! ¡Algún límite debes de tener!

    — ¡Déjame en paz! — sentía el estómago revuelto y mucho dolor. Casi podía jurar que vería sangre si se revisaba. Quería entrar a la ducha y lavarse hasta arrancar su propia piel si era posible, pero eso levantaría sospechas en Harumi y lo último que quería era que se diera cuenta.

    Alcanzó una botella de agua que había cerca de su cama y sacó la pastilla de su abrigo. Las manos le seguían temblando. Usó su playera de dormir para empaparla con el resto de agua y se refregó por todo el cuerpo, enrojeciendo su piel con cada tallón.

    Quería gritar, ansiaba salir corriendo o desaparecer y que nadie le dijera nada. Lágrimas gruesas rodaron por sus mejillas y se tiró en su cama abrazándose a sus piernas, como si con ello se fuera a protegerse del exterior.

    — ¡Matsuri, abre la maldita puerta! — el corazón de Harumi iba a explotar en cualquier momento. Algo no andaba bien y no podía hacer nada si no tenía la certeza de lo ocurrido.

    — ¡Te dije que me dejes en paz! ¡Solo estoy cansada, deja de ser tan asfixiante!

    — ¡¿Es todo lo que vas a decir?! ¡Eres una…!

    Inori se asomó por una leve abertura desde su habitación. Cuando Harumi se percató, supo de inmediato que lo estaba haciendo todo peor. Se tranquilizó tanto como pudo, queriendo cambiar su semblante.

    — Inori, perdón… No te asustes, todo está bien…

    — Así dicen mis papás y luego se golpean… — dijo sollozando.

    — No… No, amor. Aquí nadie va a golpear a nadie. Déjame pasar, tranquilo. — entró a la habitación y cargó al niño, que la abrazó con fuerza mientras temblaba. — Perdóname, ¿sí? Te prometo que no volverá a pasar.

    — ¿Odias a mi hermana, Senpai?

    — No, para nada.

    Matsuri había escuchado parte de lo que sucedía afuera.

    Tenían razón… Todos tenían razón. Ella estaba siendo justo lo que detestaba de sus padres e incluso peor.

    Lloró amargamente tratando de no hacer ruido, mientras seguía lidiando con la sensación de las manos que habían estrujado todo su cuerpo.

    “Te veo el martes. Misma hora, mismo punto”.

    Las cosas que pasaron esos dos días no fueron más que un sopor abrumador del cual no recordaba mucho. Se había estado moviendo por una voluntad ajena que ella misma era incapaz de reconocer. La vida sucedía muy lejos de ella y llegaban las voces y los sonidos como a través de una membrana gruesa que opacaba todo y no la dejaba entender nada. No había hablado con Harumi en absoluto y no había tenido cabeza para estar con su hermano. Si hubo tareas en la escuela, o si tenía alguna reunión pendiente, no tenía idea.

    Llegado el martes, salió de la universidad bastante antes de lo que debía. Aún faltaba un par de horas para ver a Nakada, pero quería pasar por algo dulce a la cafetería. Quizá eso le ayudara a esclarecer levemente sus pensamientos. Para sorpresa suya, se encontró con Mei.

    — Mei san… ¿Qué haces aquí?

    — Mizusawa, hola. Tengo una hora libre y se me ocurrió venir por café y crepas. Hace días que Yuzu tiene ganas de esto.

    — Eres la esposa ideal, ¿no? — sonrió desganada mientras tomaba un poco de crema batida de su frappé.

    — Para nada.

    Guardó silencio, observando su vaso, mientras entregaban el pedido de Mei. Cuando estaba a punto de retirarse con su consumo, Matsuri la llamó de nuevo.

    — Mei san…

    — ¿Sí?

    — ¿Cómo haces para mantenerte firme en tus decisiones? ¿Cómo sabes cuando estás eligiendo lo correcto?

    — Mis decisiones son un resultado de mi convicción. Si sé quién soy, sé lo que quiero. Si sé lo que quiero, lucho hasta conseguirlo. Tus decisiones siempre serán correctas mientras te mantengas fiel a tus convicciones, Matsuri. ¿Por qué la pregunta?

    — Nada especial. Bueno… Es que siempre pareces muy segura de ti misma.

    — Lo soy. — lo normal habría sido que Matsuri hiciera un comentario sarcástico o la pusiera en entredicho, pero no ocurrió. — ¿Te preocupa algo?

    — Sí. Decepcionar a Taniguchi. Soy una idiota sin remedio…

    — Estoy segura de que ya lo sabe.

    — Ah… Gracias, supongo.

    — ¿Confías en Taniguchi, Mizusawa?

    — Totalmente.

    — Entonces no temas, solo fluye. Taniguchi sabe perfectamente lo idiota y sin remedio que puedes ser, y aun así pone todo su juego a tu favor. Eso es porque ve algo bueno en ti, ¿no crees? Quizá ni siquiera tú te has dado cuenta de eso. Dale un voto de confianza. Solo fluye en el sentido de tu convicción y ya.

    — Gracias, Mei san.

    Una vez más, llegó el momento de verse con Nakada. Los recuerdos de lo que había ocurrido hacía apenas tres días seguían atormentándola y el dolor había tardado mucho en desaparecer. De hecho, aún no lo erradicaba por completo. Había ido a hacerse un chequeo médico y hasta el momento todo se reducía a lesiones.

    Este sería el segundo encuentro de ocho y sabía lo depravado que Nakada podía llegar a ser. Era un ávido consumidor de pornografía y varias veces le había rechazado fantasías que incluían golpes o humillaciones. Tenía que terminar con todo esto antes de que fuera más tarde.

    “Mantente firme a tus convicciones” … Si así fuera, sus creencias y conceptos de sí misma dibujaban a una Matsuri que peleaba con firmeza y no se dejaba intimidar. No era ni la sombra de su propia persona y debía despertar ya. ¿Qué haría Matsuri normalmente? ¿Qué haría?

    Su mente comenzó a revolucionar segundo a segundo. Casi podía escuchar el claxon de la camioneta anunciando su llegada.

    ¿Qué haría Matsuri? ¿Qué haría Matsuri? ¿Quién es Matsuri?... Sí... Matsuri es aquella que juega con fuego sin temor a quemarse, porque sabe que lo puede extinguir. Matsuri tiene el control, ella no se acobarda… Matsuri es astuta…

    Le quedaban pocos minutos. Caminó a paso veloz hasta una tienda de conveniencia y compró una botella de sake y pastillas para dormir. Las machacó en el mismo ticket que le habían entregado.

    — Esta es la última, más vale que la disfrutes… — Susurró antes de dar un trago a la botella de sake para después derramar otro tanto y dejarle caer el polvo. Debía hacer pensar a Nakada que había bebido mucho. Regresó al punto de encuentro justo a tiempo, la camioneta estaba orillándose. Subió y emprendieron el camino.

    — ¿Lista? Vamos a tu casa. Está sola, ¿no?

    — Sí.

    — ¡Perfecto! — observó la botella en la mano de Matsuri. — ¿Qué llevas ahí?

    — Nada, me dio sed.

    — ¿Vas a compartir?

    — Ya veremos.

    — Hoy te ves más relajada. La vez anterior terminé sintiéndome un poco mal… Jamás te había visto llorar.

    — Estaba sensible, eso es todo.

    Entraron al departamento. Esta vez, sería por el alcohol, Matsuri estaba más despreocupada. Por fin se sentía despierta.

    Besó al chico mientras caminaban hasta el sofá. Lo empujó contra él para obligarlo a sentarse y arrojó la botella de sake a su lado. Se quitó la playera y la lanzó al otro sillón. Nakada estaba notablemente excitado. Matsuri le sonrió, se sentó sobre él y comenzó a mover su cadera mientras lo sujetaba de la nuca.

    — ¿Tú no vas a entrar en calor? — hizo un gesto señalando la botella, la cual Nakada tomó para beber tanto como pudo en un sorbo.

    — Eres como una sirena… — dijo Nakada acariciando la piel desnuda de la joven, que contaba los segundos para que su plan surtiera efecto. Le costaría entretenerlo un poco más con besos hasta que por fin su acompañante comenzó a perder la fuerza. — Eres…una… sirena… Matsuri…

    — Sí, sí, bastardo infeliz. Ya duérmete, ¿quieres?

    Cuando quedó inconsciente, sacó su celular y le tomó la mano para desbloquearlo. Entró al respaldo de archivos y se encontró con más de un centenar de fotografías y videos no solo suyos, sino de otras chicas.
    Por último, le quitó las llaves de la camioneta.
    — Qué mierda de persona eres. ¿Cuándo pasaste de ser el gordito tímido de secundaria a esto? — eliminó todos los archivos y luego hizo lo mismo con los archivos locales y la lista de contactos. — Ahora sí, ve y chantajea a la más vieja de tu casa. Idiota.

    Recogió su playera para ponérsela de nuevo y arrastró a Nakada hasta la escalera, dejándolo sentado con la botella en la mano. Volvió al departamento y llamó por teléfono.

    — ¿Sí? Quiero reportar a un sujeto en estado de ebriedad que está fuera de mi domicilio. Sí, le paso la dirección, gracias.

    My body is a cage
     
    Última edición: 2 Enero 2025 a las 11:33 AM
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    Título:
    Mil voces (Citrus, Harumi x Matsuri)
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    5
     
    Palabras:
    4504
    Capítulo 5: Insisto.​


    La mente de Matsuri había sido un caos toda la noche. De pronto sacaba su celular y veía o hacía cualquier tontería, pero la verdad es que ya no sabía qué era peor, si el mundo onírico o el mundo real. A final de cuentas, ambos estaban plagados de monstruos.

    Lo que sí sabía era que no podía seguir cometiendo los mismos errores. Comprendía por qué la persona que más había amado prefirió continuar su camino en solitario después de todo, y no podía culparla. A pesar de ello, Taniguchi seguía pendiente de ella. Claro que se daba cuenta, ¿quién no lo habría hecho? La chica buscaba pretextos para apoyarla y luego lo hacía parecer como si no hubiera tenido más opción.

    “A como yo lo veo, eres tú quien tiene la cura a su dolor”

    — Qué idiota eres, Matsuri… — dijo tapándose el rostro con la almohada.

    Llegada la mañana, salió de la habitación todavía en pijama y fue a preparar café. A diferencia suya, Harumi ya estaba muy bien arreglada. Salía del baño luego de aplicarse el maquillaje e iba a tomar su bolso del sofá.


    — Taniguchi, ¿podemos hablar? — comenzó ofreciendo una taza de café, pero Harumi solo pasó de ella. — Senpai…

    — Inori, ¿ya estás listo?

    — ¡Sí, Senpai! — respondió el niño para salir de su habitación con la mochila puesta. Fue cuando Matsuri recordó que no se había estado haciendo cargo de él, cuando se supone que justo había ido a rescatarlo de una cuidadora negligente y demasiado ciega como para darse cuenta de ello. Cerró los ojos y respiró profundo. Sí, estaba haciendo lo mismo que tanto odiaba en sus padres.

    — ¿Solo vas a ignorarme y ya? — puso la taza de café en la barra, manteniendo su tan ya practicada cara de póker.

    — Creo que no tenemos temas pendientes. — tomó la mochila del niño colgándosela al hombro.

    — Te debo una disculpa, Taniguchi, por haber hecho las estupideces que hice.

    — No tengo nada qué perdonarte. Después de todo, las estupideces las hacen los estúpidos, ¿no?

    Harumi dirigió al niño a la salida, deteniéndose ella en el umbral de la puerta.

    — Escucha: haz lo que te venga en gana. Revuélcate con quien te dé la maldita gana, pero déjanos fuera de eso. Inori tiene que lidiar con una hermana ausente que fue a sacarlo de su casa, mientras que yo me he convertido en niñera para que tú puedas ir a darte gusto con tus “amigos”.

    — ¿Qué puedo hacer para que me perdones?

    — Nada, Matsuri, siempre lo empeoras todo, mejor déjalo así.

    — Pídeme lo que sea, Senpai. — el rostro impávido de Matsuri se rompió inmediatamente. Su desesperación le estaba llevando a perder el personaje duro que tantos años había tardado en construir. — Obviamente lo de mi hermano no está a discusión, voy a poner manos a la obra en ese tema, pero… ¿Qué debo hacer… para que me des otra oportunidad?

    — ¿Otra oportunidad?

    — Senpai… me gustas mucho — confesó bajando la mirada — A pesar de todo, no te he olvidado…

    — ¡Ja, ja! ¿A pesar de todo? Lo haces sonar como si hubiera sido yo quien lo echó a perder.

    — No, no es a lo que me refiero, sino…

    —¡Ah! Entonces te refieres a que a pesar de tus múltiples parejas sexuales todavía me extrañas, ¿es eso?

    — Dicho así suena muy mal…

    — Olvídalo, Matsuri. No es un juego que puedas reiniciar cada que lo pierdes. Adiós, se me hace tarde.

    — ¡Taniguchi, puedo hacerlo bien esta vez! — corrió a detener la puerta antes que Harumi la cerrara — Déjame intentarlo. De verdad que haré lo que sea.

    — Me queda claro que sí porque incluso estás suplicando. Ten un poco de dignidad, ¿dónde quedó ese amor propio que tanto presumías?

    — Hagamos algo: te compongo una canción a modo de disculpa — le sonrió mientras juntaba las palmas de sus manos. Quería cambiar los ánimos antes que Taniguchi se marchara. Qué horrible que su última imagen antes de salir de casa para comenzar el día fuera el de una chica derrotada, pensó.

    — Claro… — emprendió el camino. Inori la esperaba saltando de puntillas al final del pasillo. Era como si estuviera lidiando con dos niños, y la mayor era la más malcriada.

    — ¡¿Sí?!

    — ¡No!

    — Bueno, entonces la compongo y la canto para ti, ¿qué dices a eso? — Harumi no respondió ni detuvo su andar. — ¡Ok, ok! Consigo una banda y la cantamos para ti. ¡Un trío! — Harumi volteó a verla con reproche mientras Inori bajaba corriendo la escalera —¡No, no, no, Senpai! — agitó las manos como si con ello fuera a borrar la idea de la cabeza de Harumi. —Esta vez no hablo de eso… Me refiero a tres guitarras…

    — Mira, Matsuri, podrías conseguir cien músicos y hacerlos tocar a la vez, y aun así no cambiaría nada.

    — ¡Entonces haré tocar a mil!

    — Sí, seguro que sí. — bajó por la escalera.

    — ¡Senpai! — corrió hasta el barandal, inclinándose sobre él —Si reúno a mil músicos tocando para ti, ¿me darías otra oportunidad?

    — Por supuesto. — respondió en tono sarcástico y con total desenfado, saliendo del edificio.

    — Pues mil músicos serán. Es una promesa.

    En alguna de los departamentos del primer piso, había dos mujeres hablando. Una de ellas mencionaba acerca del tipo desconocido al que la policía había recogido el día anterior.

    — Pero es raro porque dicen que el sujeto entró con la chica esa, la del cabello rosa. Dicen que llegaron ambos en una camioneta blanca.

    — ¿Y la camioneta?

    — Pues parece que fue la misma muchacha quien la quitó del estacionamiento.

    “Es el colmo, ahora también lo traes a casa…” pensó Harumi con total molestia. Le resultaba increíble que estuviera descuidando al niño por cosas tan absurdas como un novio (o “amigo”, como decía ella). Desde el lunes anterior, a falta de atención de Matsuri, Harumi se había estado levantando dos horas más temprano para alcanzar a arreglarse, hacer los almuerzos para ella e Inori, y conducir por media hora para llevar al niño a la primaria. No solo ella se veía afectada, sino también el pequeño. Le había costado mucho regular la semana de atraso que acumuló con el cambio de casa.

    Aparcó el auto fuera de la escuela y bajó a ayudarlo. Arregló su uniforme, le acomodó el cabello y le sonrió.

    — Listo. Ten un buen día, Inori.

    — Perfecto… — musitó el niño con un dejo de molestia muy reprimido.

    — ¿Qué pasa?

    — Ahora tampoco soy más tu amor… Todo por culpa de mi hermana.

    — Claro que no, eso no es verdad…

    — Senpai, no sé qué le pase a mi hermana, pero te ofrezco una disculpa en su nombre. Te has esforzado muchísimo por nosotros y ella solo hace boberías.

    Harumi lo miró completamente enternecida.

    — Oh, amor… No te preocupes. Este tipo de cosas suelen suceder entre adultos, a veces nos complicamos demasiado.

    — Quizá no entienda muchas cosas, pero sé que mi hermana te quiere mucho. Por favor, Senpai, dale otra oportunidad para demostrarte que no es mala.

    — Sé que no es mala, corazón. No te preocupes. Anda, necesito estar segura de que te quedas adentro.

    — ¡Sí, Senpai! Por favor, regresa con cuidado.

    El camino de vuelta a Bunkyo era tranquilo a esa hora del día. Su mente aprovechó para divagar sin que ella se diera cuenta en qué momento comenzó a dar vueltas a la situación.

    “Sé que no es mala, solo un poco idiota… Quisiera saber qué es lo que piensas, Matsuri. ¿Por qué te hieres y hieres a otros? Y también… me detesto. ¿Por qué no puedo odiarte y ya? Por mucho que lo intente, siento que no debo dejarte. ¿O soy yo quien se convence de ello?”

    Sacudió la cabeza y se dio unas palmaditas en el rostro para salir de esa madeja de conflictos internos.

    — Tantas veces te he mandado a terapia… Y creo que quien la necesita soy yo. — miró su celular en el soporte del tablero, todavía llevaba buen tiempo para llegar a la universidad. — Índigo, llama a Yuzucchi.

    — Llamando a Yuzucchi. — conectó la llamada luego de un par de timbrazos.

    — ¡Hola, Harumin!

    — Yuzucchi, buenos días. ¿Cómo están?

    — Bien, estábamos por salir de casa.

    — ¿Tienen cinco minutos? Puedo pasar por ustedes— comprobó la hora en la pantalla.

    — Sí, seguro. Aquí te vemos, conduce con cuidado.

    Cuando finalmente llegó a recogerlas, Yuzu fue y abrió la puerta trasera para Mei, notando que solo iba Harumi en el auto.

    — ¿Eh? ¿Y Matsuri? Pensé que la habrías recogido también.

    — Am… Es que no respondió el teléfono.

    Yuzu rodeó el auto para subir por la otra puerta, mientras Mei se acomodaba en el asiento buscando la mirada de Harumi por el retrovisor, pero ella la esquivó. Cuando Yuzu estuvo abordo, tomó la mano de Mei entrelazando sus dedos.

    — Listo, vámonos. — le sonrió a su amiga.

    Aunque hablaron de la universidad, del festival y de varios temas sin más trascendencia, Taniguchi no podía evitar mirar furtivamente cómo ambas se tomaban la mano con tanto cariño. Los ojos de Yuzu eran innegablemente los de una persona plena y feliz, e incluso podía notar en Mei cuánto había cambiado desde que se casaron al salir la prepa. Obviamente se sentía feliz por ellas, pero también sentía un vacío que la lastimaba mucho y muy profundamente cuando se daba cuenta que era algo como eso lo que quiso construir y en lo cual no había tenido éxito.

    — ¿Y de verdad vas a atreverte a bailar, Yuzucchi?

    — No lo sé… David san me está enseñando, pero le dije que no era seguro que participara.

    — Entonces no le quites el tiempo. — intervino Mei. — David san está dedicándote una atención que podría darle a alguien más. Lo menos que deberías hacer, ya que te está apoyando, es devolver el favor y apoyar su proyecto.

    — Oh, ¿ya superamos los celos, presi? — dijo Taniguchi divertida.

    — No estaba celosa.

    Cuando llegaron a la universidad, Mei pidió a Yuzu que le diera un momento con Harumi. A la rubia le pareció raro, pero accedió y se adelantó llevando las cosas de su esposa.

    — ¿Qué pasa, presi? No me asustes.

    — Es lo que quiero preguntar también, ¿qué pasa?

    — ¿Es por lo que dije de los celos?

    — No, para nada. Taniguchi, si Mizusawa no responde el teléfono solo puede ser una de dos razones: Matsuri está mal, o estás mal tú y la estás evadiendo. A las dos las estimo y las dos me preocupan. ¿Qué sucede?

    — Bien, me atrapaste… — respiró profundo y dejó caer la careta de normalidad que se había estado forzando a llevar. Le contó todo lo ocurrido, desde el día que terminaron hasta la fecha actual. — Ya no sé cómo hablar con ella. La veo atrapada en ese bucle de malas decisiones y por más que estiro mi brazo no consigo alcanzarla.

    — ¿Por qué sigues con ella? No me digas que es por el adelanto de la renta, ese no es un motivo.

    — No lo sé, Mei san.

    — ¿No lo sabes? ¿O no quieres admitirlo? — Harumi mantuvo la mirada baja, observando sus manos. — Taniguchi, todavía quieres a Matsuri, ¿no? ¿Aunque te lastime del modo en que lo hace?

    — Sé que no quiere herirme, soy más como un daño colateral. A lo que me refiero es que atenta contra sí misma y cualquiera que esté cerca sufre las consecuencias de sus actos.

    — ¿Por qué te gusta?

    — No sé.

    — Vamos, Taniguchi, puedes hacerlo mejor que esto.

    — Matsuri… — respiró profundo. Una sonrisa se pintó levemente en sus labios, aunque la tristeza predominaba en su ceño — Matsuri es una persona sumamente apasionada y tenaz. Escoge su batalla y la lucha hasta el final. Ella es esa llamarada que no se extingue. Claro que a veces ese ímpetu le juega en contra, pero de todos modos lucha con toda su fuerza. — volvió el tono angustiado a su voz — Pero es imposible sostenerse así todos los días. A veces también se derrumba y yo me doy cuenta de eso. Se supone que una pareja está contigo para apoyarte cuando la necesitas, y ella no me permite hacer eso. Me frustra demasiado luchar por sostenerla y que no me deje apoyarla. Simplemente se niega a incluirme en su vida. Es como un gato, ¿sabes? Sube al árbol, se pone en peligro y te araña si intentas ayudarlo. Tratas de mantenerlo a salvo en casa, pero tiene siempre esa necesidad de salir y sabes que algo le va a pasar en cualquier momento.

    Hubo silencio por unos segundos, después continuó Mei.

    — ¿Por qué la gente quiere a los gatos, Taniguchi? Si son fríos y desapegados. Son independientes en su totalidad.

    — No… — lo pensó Harumi — Es una mala fama nada más. Son cariñosos a su manera. Y creo que es justo eso lo que atrapa de ellos, que no te necesitan y aun así te dan su confianza y su cariño.

    — ¿Te enojarías con un gato por actuar como gato?

    — Claro que no.

    — Deja de sobreproteger a Matsuri, no puedes salvarla todo el tiempo. Y no te estreses por las cosas que no puedes controlar. Si ese gato tiene que ir y lastimarse en el árbol, déjalo ir. Muchas personas no pueden lograr un cambio por simple voluntad, sino que tienen que tocar fondo primero. Si la angustia te mata porque no puedes manejarla, entonces haz algo por ti y toma tu distancia.

    Harumi siguió jugando con sus manos, quitando y poniendo los anillos en uno y otro dedo.

    — ¿Hay algo más que te esté lastimando? Puedes hablar conmigo. — sujetó sus manos para sacarla del ensimismamiento.

    — Sé lo que me hiere de Matsuri. Lo que no consigo comprender es… ¿qué está mal conmigo? Sé que fallé en algo. Hui del problema en lugar de afrontarlo a su lado… Es solo que yo misma no me comprendo. Mei san… ¿Es precipitado decir que la amo? — las lágrimas asomaron en sus ojos. — Alguien que ama no abandona… ¿no? Yuzucchi y tú nunca se rindieron, sino que crecieron juntas y vencieron cada obstáculo.

    — ¿Por qué crees que la abandonaste?

    — Porque hasta ahora me doy cuenta de que ha tenido demasiados problemas y yo opté por salir corriendo y no lastimarme antes que abrazarla y decirle que todo estaría bien. Me la he pasado señalándola y diciendo que se equivocó y lo arruinó, cuando yo tampoco hice más que solo quejarme.

    — Te diré lo que creo de todo esto: ambas apresuraron las cosas, Taniguchi. La vida en pareja es el último paso. No se dieron el tiempo suficiente para conocerse y no tuvieron las herramientas para afrontar las dificultades. Se saltaron todo un proceso. Eso no las vuelve malas ni a ti ni a ella. Simplemente son humanas y se equivocaron, pero pueden enmendar sus errores. Ya sea que decidan intentarlo de nuevo o que simplemente se otorguen el perdón y continúen su amistad. A mi parecer, es algo que deberían discutir abiertamente y llegar a un acuerdo. No pueden seguir adivinando lo que una u otra sienten.

    — Tienes razón y te lo agradezco mucho, Mei san. — Tomó un trozo de papel de la guantera y secó sus lágrimas con cuidado de no estropear más el maquillaje.

    — Siempre que necesites hablar, recuerda que cuentas conmigo y con Yuzu. Nos vemos después, ¿de acuerdo?

    La tarde siguió su curso. Aquellas palabras realmente habían llegado mucho a Harumi y no pudo hacer más durante las clases que pensar en ellas. Ciertamente tenía que hablar con Matsuri. Haberla ignorado esa mañana no era otra cosa más que la prueba de que a ella también le faltaba un poco más de humildad y madurez.

    Pensó en esperar a Matsuri afuera de su facultad para llevarla en el auto y aprovechar para aclarar las cosas, pero cuál sería su sorpresa al enterarse que no había asistido a clases. Parecía más de lo mismo. Se pasó las manos por la cabeza con desesperación y puso el auto en marcha. Inori ya estaría esperándola en la estación del tren y había que pasar por él.

    De lo que no tenía idea era de las actividades de Matsuri esa mañana…

    Temía proceder con su corazonada, ya que no era habitual en ella tenerlas ni mucho menos seguirlas. Sería que Harumi le estaba contagiando ese “instinto brujil”, como lo llamaba cada vez que presentía algo y lo acertaba, o sería que simplemente el anhelo de comenzar a remover todas las capas de cochambre hechas a través de los años la hacían ilusionar con la posibilidad de una familia estable, como la que tuvo por aquel breve periodo cuando estudiaba en la Academia Aihara.

    Se encaminó hasta la casa de sus padres, dispuesta a dar todo lo necesario para conseguir hablar, aunque fuera con uno de ellos. Observó el lujoso edificio por un rato antes de entrar al lobby y llamar por el interfono. Por un momento pensó que no le responderían, pero no fue así. Apenas decir su nombre, la puerta se abrió de par en par, asomándose su madre con la mirada llena de asombro.

    — Qué sorpresa tenerte aquí, Matsuri. — la hizo pasar, dirigiéndose ambas a la sala.

    — ¿Está papá?

    — No. Desde antes que te llevaras a Inori no ha estado en casa.

    — ¿Sigue desaparecido?

    — Algo así. Fui a buscarlo y a hablar con él. No parece que sea una gran campaña, estaba totalmente tomado, pero ya le hice saber que te llevaste al niño. ¿Cómo está él?

    — Está bien. De hecho, tengo que pasar a recogerlo a la escuela en un rato.

    — Matsuri… Lamento mucho las cosas que te dije ese día. Sentía la mente hecha un torbellino y no podía pensar con claridad.

    — Lo sé, lo entiendo. Y también comprendo que solo vine a empeorarlo todo.

    — No, Matsuri. Me hiciste reaccionar y tomar una decisión. Tenía los sentimientos y emociones agolpadas y pude dejarlas salir ese día. Lloré como nunca, ¿sabes? Y me hizo mucho bien. Sobre todo, porque supe que ustedes estaban bien. Le puse un ultimátum a tu padre. No sé si sabrá lo que le dije, pero de mi parte ya fue todo. No lo voy a tolerar más, hija. Y voy a luchar muy duro por ti y tu hermano.

    Los ojos de Matsuri se cubrieron de lágrimas.

    — No te lo he dicho hace años, pero… Los amo, mamá. A ambos. Desearía que las cosas fueran mejores…

    — También yo. Pero vamos a dar batalla y a defender lo que tenemos, ¿quieres? Voy a regresar a trabajar y les daré una razón para estar orgullosos de su madre. — dijo abrazando a Matsuri, que se desmoreció ahogando el llanto en su pecho.

    Para cuando llegó la hora en que Taniguchi solía pasar a buscar a Inori, Matsuri y su madre ya habían llegado a un acuerdo. Habían pasado a recogerlo a la escuela para volver con él a casa, lo cual lo hizo sumamente feliz. El trato era que, con excepción de ese día, Inori regresaría todas las tardes a casa de su madre y esperaría ahí a que Matsuri fuera por él. Esto con la intención de darle espacio a la señora para buscar un empleo y estabilizarse, al mismo tiempo que el niño no peligraría yendo él solo en el metro ni esperando en la estación.

    Matsuri subía las escaleras del subterráneo para tomar la avenida hacia la parada del bus. Llevaba sus audífonos, como siempre, mientras veía su celular.

    — ¿Matsuri? — se sorprendió Harumi al verla caminando por la avenida. Puso las intermitentes y bajó la velocidad cerca de ella, que reaccionó bajándose la diadema — Sube al auto.

    — No, la última vez que me dijeron eso me fue muy mal.

    — ¡Sube, que estoy estorbando!

    Corrió al lado del copiloto y abordó.

    — Qué mal genio, Senpai.

    — ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está el niño?

    — ¿Cuál niño? — Harumi la miró alzando las cejas. — Relájate, Senpai. Él está bien, solo no dormirá con nosotras hoy. — se volvió a poner los audífonos al ver que Harumi no le seguía la corriente.

    — ¿Así nada más?

    Matsuri abrió un juego en su móvil mientras se llevaba a la boca una goma de mascar. Por lo visto, cualquier intento de charla había quedado bloqueado.

    De vuelta en el departamento, Matsuri fue directo a su habitación y se acostó un rato. Harumi la observó, recordando lo que habían hablado con Mei. Definitivamente no parecía que Matsuri estuviera intentando corregir nada. Era pronto para hablar de segundas oportunidades, aunque fuera cierto que no podía borrar lo que sentía por Mizusawa. ¿Obligarse a tomar distancia? Sí. Tenía que ser la mejor opción.

    Matsuri se sentía agotada. Había llorado mucho y le había costado más el quitarse lo hinchado de los ojos, pero había funcionado porque Harumi ni siquiera lo había notado.
    No podía olvidar el rostro de Inori al ver que su mamá lo había ido a recoger. Era un niño muy noble e incapaz de guardar rencores en su pequeño corazón, sino que, por el contrario, quería ver a todos felices y se la pasaba haciendo monerías para lograrlo.
    Sabía que estaba equivocándose al aislarse de cualquier conversación, pero había alcanzado su límite del día y quería descansar. Estaba segura de que podría despertar con el ánimo renovado para, ahora sí, comenzar a corregir y reconstruir su vida. Además, también iba a necesitar toda la energía posible para llevar a la realidad aquella loca promesa de los mil músicos, y debía darse prisa para conseguir lograrlo antes del festival, pues quería robarse toda la atención, no había duda.
    En su fantasía, una foto gigante de Harumi se extendía por todo lo alto mientras todos los presentes cantaban palabras de amor escritas solo para ella. Sabía que iba a lograrlo, solo tenía que aplicarse y apegarse al mejor plan para llegar a su objetivo.

    Llegada la mañana, se levantó temprano y fue hasta la cocina a preparar el desayuno. Realmente no tenía la más mínima idea de qué hacer… Sus menús se reducían a huevos estrellados o hotcakes. Jamás había sido su fuerte eso de la cocina. Finalmente, se decidió y preparó la segunda opción, sirviendo también un café bien caliente y un vaso de jugo de naranja.

    Harumi se despertó al percibir el fuerte aroma de lo que llamaba su “elixir revitalizante”, el café, y se talló los ojos mientras bostezaba.

    — ¿Qué pasó? ¿Qué haces tan temprano en la cocina?

    — Preparo tu desayuno, Taniguchi.

    — ¿Y eso? Anoche no querías saber nada de nadie.

    — Es que me sentía agotada, tenía que recargar mi batería e instalar las actualizaciones. Ven, ya está tu plato.

    — Instalar actualizaciones… — repitió gruñendo. — Dame un momento, tengo que vestirme.

    — ¿A quién le importa eso? Vamos, se va a enfriar.

    — Bien, de acuerdo. Entonces solo voy por mi bata.

    — Como gustes.

    — ¿Y qué fue lo que pasó entonces? Te ves alegre.

    — Lo estoy. A partir de hoy, Senpai, tendrás el honor de tratar con mi nuevo “yo”.

    — Ah, caray…

    — Hoy pasaré por Inori a casa de mamá y me encargaré de las compras y el aseo del departamento. Por favor, no te preocupes por nada, enfócate en tus pendientes personales, y deja todo lo demás en mis manos.

    — No sé qué tan buena idea sea esa… No me has dicho qué pasó con el niño, ¿por qué se quedó ayer?

    — Hablé unas cosas con mamá y llegamos a un acuerdo para que el menos afectado sea Inori y, por supuesto, tampoco te molestemos tanto a ti. — Harumi la miró totalmente dubitativa. — Tranquila, Senpai. Verás que todo va a estar bien. Por cierto, saldré más temprano hoy. Básicamente solo quería esperar a darte tu desayuno para irme.

    — En verdad estás rara.

    — Y no iré a clases…

    — Eso ya me sonó más normal.

    — Es que me va a tomar mucho tiempo hacer mis pendientes.

    — Seguro. Matsuri, no sé qué intentas, pero las cosas no se borran así nada más…

    — Lo sé. Es por eso que quiero esforzarme. Cuando veas que puedo ser diferente, quizá tú… querrías…

    — No, Matsuri. No lo hagas por eso o vas a decepcionarte. Se terminó y ya, por favor, entiéndelo.

    — Entonces tendré dos metas por cumplir.

    — ¿A qué te refieres?

    — Me esforzaré para que dejes de preocuparte tanto y así pueda recuperar tu confianza. Y también… me esforzaré por reconquistarte.

    — Una de tus metas es imposible, lo lamento… — Matsuri se inclinó sobre la barra, apoyando los codos en ella y acercando su rostro a Harumi.

    — ¿Por qué aceptaste salir conmigo, en primer lugar? Siempre me sorprendió que aceptaras aquella primera cita conmigo, pero no quise detenerme a pensar tanto. Solo quería que disfrutáramos esa etapa y ya.

    — No quiero hablar de eso.

    — ¿Lo tengo todavía? — Harumi la miró con cierto nerviosismo sin poder responder. — Creo que sí, porque estás aquí. Y no me refiero al departamento, sino a tu presencia en mi vida. Desconozco por qué le habrás hecho caso a una niña desubicada y pervertida como yo, pero debe haber algo en esa esencia que te haya gustado.

    — Por favor, para…

    — Lo que haya sido, sé que no fue algo físico. Tuvo que ser otra cosa más intangible y, por lo tanto, más inherente a mi persona, lo suficientemente fuerte e importante para ti como para que sigas teniéndome paciencia. Si pudiera separar mis virtudes y afinarlas, sé que podría llegar a tu corazón de nuevo.

    Las palabras estaban agolpadas en la garganta de Taniguchi. Los ojos azules de Matsuri y su mirada traviesa y confiada, siempre tan irreverente, eran algo que le hacía estremecerse todavía después de haber dado por terminada su relación. Es que era verdad, Harumi no iba a engancharse con un físico y ya. No era tan superficial. Era cada pieza que conformaba el complejo rompecabezas llamado Matsuri lo que había aprendido a amar y ni siquiera podía explicarlo a otros. Ni siquiera podía decir que le disgustara su exceso de libido, o su humor negro y ácido. Tampoco su estoicismo absurdo…

    Repentinamente se descubrió empequeñecida frente a ella. No podía permitirse esa postura sumisa, así que aclaró su garganta y volvió a erguirse en la silla.

    — Te pido por favor que no conviertas esto en un tema, Matsuri. Me agradará mucho saber que corriges tus errores, pero nada más. Hazlo por y para ti, no por nadie más. — se levantó del banco y se retiró de la barra — Ve con cuidado a donde vayas a salir. Voy a ducharme.

    — ¿No terminas tu desayuno?

    — Ya se enfrió de todos modos. Cuando salga lo vuelvo a calentar.

    Entró al cuarto de baño, cerró la puerta y abrió la llave para llenar la bañera. Lo que quería era salir de la zona de peligro. Si Matsuri seguía mirándola de ese modo, no sería dueña de su propia voluntad y terminaría cediendo a ella. Quería hacerlo, lo anhelaba con el corazón… Pero no quería que se distrajera y perdiera la meta más importante: cambiar su estilo de vida. Matsuri tenía demasiado futuro por delante, no debía echarlo a perder con estupideces y malas decisiones.

    Es porque te quiero que necesito mantener mi distancia, Matsuri…



    Insisto- Thalizmente ft. Torreblanca
    Conjuro - Lila Downs
     

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