—Jamás jugué al Stardew Valley —respondí, entretenido con la conversación—. Hay casi un culto en torno a ese juego en las redes sociales y nunca entendí por qué. Mi idea era que siguiera hablando sobre ello, claro, sólo no quería seguir haciéndole tantas preguntas directas y que esto pareciera un interrogatorio. Su broma sobre Kou me ensanchó la sonrisa y no me resultó extraño, al menos no mucho. Viendo lo extrovertida que Riamu era, si de repente se le había antojado seguir cayéndole no veía descabellado que Kou simplemente se hubiera adaptado a su energía. Además, aún pareciendo tener hormigas en el culo, en verdad se detenía a escucharme y esperaba a que cerrara las ideas cuando me tocaba hablar, cosa que no siempre la gente hacía. Al parecer recibí su aprobación de mi imitación de Kou, cosa que, más allá de que fuera una tontería, me alivió y también me dio un pequeño boost de confianza; fueran más o menos ruidosas las voces internas, estaba conociendo a alguien nuevo y eso siempre le agregaba una capa extra de preocupación a las cosas que decía y cómo las decía. Oír que le besuqueaba la cara me dibujó una imagen mental bastante graciosa y no pude evitar soltar una risa liviana. Con todo, advertí el tinte de su sonrisa al hablar sobre él y, en cierta forma, me dio tranquilidad. Finalmente Riamu me ganó de mano a la hora de pagar los postres y no quise armar una escena frente a la señora de la cafetería, así que tuve que dejarlo correr. Suponía que se lo podría compensar en el futuro, tal vez... ¿horneándole algo? Ya que le gustaban tanto las cosas dulces. Pero bueno, tocaría debatirlo más a fondo con la almohada, que me daba algo de vergüenza la idea de quedar como un intenso. Además, mira si no le gustaba lo que preparara. Le sonreí a la mujer y me despedí en voz baja, comenzando a caminar junto a Riamu. Ella llevaba la bandeja con todas las cosas y me sonreí al bajar la vista; realmente parecía de todo menos un almuerzo. Su voz captó mi atención y fui alternando la mirada entre ella y nuestra búsqueda por una mesa libre, en especial al notar el tinte tan diferente que había adquirido su voz. Finalmente identifiqué un lugar y digamos que me hice el loco un par de segundos pretendiendo concentrarme en alcanzarlo antes de que otra persona lo pillara. No que fuera información de Estado, pero... ¿estaba bien que hablara con Riamu de la vida privada de Kou? O sea, no había nada que contar realmente, eso no quitaba que se tratara de asuntos personales. Al sentarme frente a ella, solté un ligero suspiro y recorrí los postres con la vista. —¿Hay algo que te preocupe? —indagué en un tono más bien precavido, separando mi daifuku para deslizar la bandeja en su dirección. Contenido oculto tendría que haberlo cerrado, pero bueno JAJAJA pasaron cosas
—¡Pues es que es un juego muy entretenido! No es tan relajante como parece, en realidad... ¡pero tiene muchas cosas que hacer! Y claro, tú te pones a jugar, y pasan días en el juego porque tienes que hacer esto y aquello, luego lo otro, al día siguiente hay un evento... y para cuando te quieres dar cuenta, ¡llevas ya cinco horas jugando! Tiene un montón de contenido, en serio. Oh, si quieres probarlo alguna vez, puedes venir a mi casa y jugamos. ¡Podemos jugar a cualquier cosa, en realidad! A Thi no le gustan mucho los videojuegos y me da la sensación de que a Kouchii tampoco, así que no tengo mucha gente con la que jugar... No tenía ni idea de que Kakeru en realidad estaba nervioso por hablar conmigo, a decir verdad, porque de haberlo sabido... bueno, ¡hubiese hablado todavía más! No tenía ningún problema en hablar y hablar sin parar en tanto la otra persona mostrara un mínimo de interés en lo que estaba contando, y por eso mismo tampoco me hubiera molestado en lo más mínimo si él quería solo hacerme preguntas todo el rato. ¡Con lo que me gustaba hablarle a la gente de las cosas que me gustaban! Igual casi era mejor de esa forma, porque quizás lo hubiera acabado espantando en ese contexto... Sea como fuere, entre una cosa y otra, toda la conversación acabó derivando en la pregunta que decidí hacerle sobre Kou al final. El chico no me contestó al instante, aunque teniendo en cuenta que justo después lo seguí hacia una mesa libre que él había encontrado, no le dediqué demasiado pensamiento al asunto. Me acomodé frente a él y esperé a que se hiciera con su propio postre antes de que me extendiera la bandeja, momento en el que empecé a comer parte del trozo de tarta. >>Uhm... no es exactamente preocupación, solo me da curiosidad... —intenté justificar, aunque mi tono de voz se quedó a medio camino de sonar convincente—. Le podría preguntar yo misma, ¿eh? No es que me dé vergüenza ni nada. Pero lo que no tenemos no es serio y tampoco quiero que se haga ideas equivocadas, ¿sabes? —aquello último lo dije con el ceño ligeramente fruncido, llevándome la cucharita llena de pastel de nuevo a la boca—. ¡Da igual! Si no me lo quieres decir está bien, lo entiendo. ¡Lo que sí me tienes que decir es si te gusta el daifuku! Contenido oculto ayyyy, al final se me quedó super corto esto de los niños porque podría haber estado otras dos semanas enteras con ellos :((( this was super cute y me alegra mucho que por fin riri y kakeru se conozcan, so thank you for that <3 ya me los imaginé saliendo los dos con kouchii y siendo super adorables juntos, i cannot wait /\
Puede que fuese un delirio personal o que hubiese sido verdad, pero al aceptar su invitación a almorzar, luego de haberle sonreír y antes de empezar a andar creí notar la chispa de alegría que estuvo a nada de fundirse con su timidez. Haber reunido el impulso de invitarme debía haberle costado de por sí, por lo que la posibilidad no me pareció descabellada, aunque la verdad creía que dada un poco igual quién hubiese aparecido y a quién hubiese invitado. La alegría, al menos desde mi perspectiva, nada tenía que ver con que fuese yo, algo que no era malo en sí mismo. Preferí omitir el pensamiento de lo raro que era que me pusiera a tararear de la nada y lo que esperé fue que por el desastre del otro día, no se acordara que le había dicho que cuando tenía miedo recordaba música porque me ayudaba a calmarme. Al iniciar la melodía había sentido sus ojos encima, pero no la miré y cuando terminé percibí su movimiento, la suerte de latigazo del que se da cuenta que ha estado observando demasiado a alguien y tuve que contener una risilla, ni idea, solo me vino en gracia. A veces no era bueno ser tan consciente de uno mismo. El punto fue que el mecanismo cumplió con su función, tanto como podía ahora que tenía los sentidos menos embotados, y seguí con la caminata haciendo un esfuerzo consciente por anular cualquier idea que se enlazara con otra hasta iniciar el tren. En los intermedios Beatriz me fue contestado lo de la comida, las albóndigas tenían salsa española y ella misma respondió la duda que había generado. Bien podría haber sido solo experimento de cocina, pero tuvo más sentido saber que su madre era española. —Suena rico —concedí y el tono de mi voz me sonó un poco más normal que antes, menos dormido y molesto quería decir. Ya en la máquina el agua me revivió el cuerpo, terminó de despertarme y entonces vi a la niña mirar las botellas en la máquina, a saber si estaba cuestionándose si aceptar la oferta o cualquier otra cosa. Recordé con algo de retraso cómo había conocido a Hubert y lo que yo le había dicho de la amabilidad, del peligro que representaba y lo fácil que era caer. Suspiré con cierta pesadez, pero volví a sonreírle cuando me dijo qué quería de la máquina y asentí con una pizca de entusiasmo. Metí el dinero de nuevo, presioné el botón para el jugo de manzana y me agaché para tomarlo cuando cayó en el compartimento, para que no tuviera que hacerlo ella aunque técnicamente estaba más cerca del suelo. Una vez lo recogí, me enderecé y se lo extendí, esperé que lo tomara y tuve cuidado de no tocarla ni por accidente, a la pobre chica, a ver si no se infartaba por ahí. En cierta medida la entendía, a mí tampoco me gustaba que ciertas personas me tocaran. —La siguiente quest es la siguiente: ir a la cafetería por algo dulce —anuncié y tuve intención de empezar a caminar, pero de repente sopesé cómo le iría a Beatriz con los grupos de gente. No me atreví a preguntar, por lo que busqué otra opción—. En esta side quest, por fortuna, cuentas con un compañero que hará las transacciones por ti y junto al que puedes quedarte en caso de emergencia. ¿Estar en una cafetería con otras personas es una emergencia, te preguntas? Claro que cuenta como una. Con el anuncio hecho ahora sí me dispuse a caminar, esperando por el ritmo que ella llevara, para finalmente ir entrando a la cafetería. No tenía pinta de que hubiese mucha fila, por lo que no deberíamos tardar mucho aquí, pero de todas formas retomé algo de antes. —¿Entonces tú te criaste aquí en Japón o naciste en España?
Para Cayden se oía apetecible el contenido de mi bento, lo que esfumó por completo la incertidumbre de cuánto podría disfrutar del almuerzo que ofrecía. Su comentario fue suave, con la voz menos tensionada por el cansancio o la molestia. En ambas certezas encontré unas ligeras brisas de tranquilidad interior, que esperaba lograr aprovechar para que tuviésemos un receso… menos caótico de mi parte, ¿tal vez? Tras el instante de duda, elegí acompañar la generosidad del chico, por lo que pedí un jugo de manzana para mí. Di un paso hacia atrás para que Cayden tuviera mejor margen para usar la máquina expendedora. En mis oídos rebotó el impacto de la botella en el compartimiento y él evitó que me detuviera en una disyuntiva inoportuna, entre si retirar la bebida por mi cuenta o permitir que el chico lo hiciera, que fue lo que sucedió al final. Acepté la botella con un “Gracias” más bien quedo, sosteniéndola con el cuidado suficiente para no rozar sus dedos… Condicionada como estaba por el episodio del abrazo en la sala de arte, la vergüenza habría puesto mi actual tranquilidad en entredicho si nos tocábamos. Sus ánimos parecían renovados por el trago de su agua, fue lo que creí notar en el momento que anunció que iríamos a la cafetería, con una pequeña alusión a los videojuegos. Aunque asentí en respuesta, abrazando el jugo de manza junto con el resto de mis cosas… el miedo reptó, amenazante… Más que estar rodeada de gente, lo que me causó temor fue la idea de que podría incomodarlo, una vez más. No supe si algo de mis gestos o mi expresión delató la situación, pues Cayden reformuló su side quest. Me dijo que ahora tenía un compañero, él, que se encargaría de ayudarme y que me serviría de apoyo en una situación de emergencia... como lo era el estar en medio de grupos grandes. De alguna manera, Cayden había adivinado mi mala relación con las multitudes… y, pese a eso, buscó la opción que nos mantendría juntos, sin renunciar a la misión original. Me habló como si esto fuera un juego RPG, que era un genéro que nos gustaba mucho, con la intención de darle liviandad al asunto. Volví a sentirme conmovida por su enorme consideración hacia mí, la misma que me había mostrado en la sala de arte… No tuve palabras para responderle. Pero sí las fuerzas para sonreírle, una sonrisa muy pequeñita, con la que le agradecí. Lo seguí en silencio hasta al interior de la cafetería, donde me mantuve cerca suyo para no agobiarme por el resto de presencia.Allí, en la corta fila, me preguntó por mi origen. Lo miré. Como estábamos algo cerca, manteniendo la distancia justa, tuve que elevar ligeramente el mentón para lograr dar con sus ojos. —Nací y me crie aquí… en Tokio —respondí—. Soy japonesa, aunque… con ascendencia por completo española… Mis padres… —al nombrarlos, hubo una pausa involuntaria de la que me recobré rápidamente— E-Ellos… V-Vinieron de Sevilla, hace muchos años. Por eso… e-el español es mi lengua materna, junto con el japonés… La fila avanzó, obligándonos a hacer lo propio. En esta breve interrupción, respiré profundo para tranquilizarme; despacio, como decía Cayden. Nombrar a mis padres… implicaba que pensara en su divorcio, y en la ausencia de mi padre... En lo mucho que eso seguía doliéndome, años después. —Mi apellido, Luna… Significa "Tsuki" en japonés, también "Moon" si nos referimos al inglés —proseguí; hubo otra pausa, en la miré al techo pensativa, tratando de recordar; pronto, me volteé hacia Cayden, tímida—. C-creo que… no me has dicho tu apellido, ¿tal vez? Y… Eeeh… ¿también te criaste… en Japón?
Puede que fuese una mierda que me distrajera de las heridas que, necio, llevaba lamiendo más de una semana al encontrar a una pobre desgraciada que a mis ojos parecía más afectada que yo, pero así eran las cosas. Tenía que procurar no causarle un infarto, que sobreviviera el gentío y que llegara de una pieza al invernadero, incluso si no estaba seguro de querer ir allí yo mismo. Beatriz era la distracción más grande la historia en este momento y casi debía darle las gracias, porque no tenía muchas ganas de usar energía consciente en evitar que se me atravesara un pensamiento. Formulé todo el asunto como la misión de un videojuego con la idea de tan siquiera quitarle algo de peso y cuando nos dirigimos a la cafetería fui bebiendo sorbos de agua. Había notado su sonrisa, aunque pequeña, y la correspondí sin demasiado problema. Ya en el lugar ella se mantuvo cerca y yo me mantuve en el papel de acompañante que había dicho. Allí me contestó la pregunta, por la cercanía tuvo que alzar el mentón para mirarme y atendí a sus palabras. Resultaba que había nacido en Japón como yo y de padres extranjeros, noté la pausa y evité sacar conclusiones apresuradas de ninguna clase, me limité a seguir oyendo, resultaba que su lengua materna era el español por obvias razones, a parte del japonés porque ni modo. La fila fue avanzando, noté cómo respiraba y no supe si atribuir que acudiera a la herramienta al lugar donde estábamos o a la conversación, pero tampoco pregunté. No lo sabía, pero no solo el desastre emocional me unía a esta niña. —Es bonito que signifique eso tu apellido —comenté junto a una sonrisa modesta—. Me gusta la luna, bueno, creo que a cualquiera. Ella pareció oxigenar neuronas, me miró con un dejo de timidez y yo ladeé apenas la cabeza, esperando. Ni siquiera recordaba que no le había dicho mi apellido, lo que no era muy japonés de mi parte, pero que supiera disculparme, no recordaba al menos un cuarenta por ciento de las cosas que había hecho o no en estos días. Los recuerdos se revolvían o desaparecían por completo. —Dunn —contesté junto a una risa un poco avergonzada—. La historia es parecida. Nací y me crie aquí de padres irlandeses, la familia por parte de mi padre migró antes, creo que en la generación de mi bisabuelo o algo así. Mi madre y sus hermanos, mis tíos, migraron cuando estaban jóvenes, ella hizo la universidad y ellos terminaron la secundaria aquí. Y para equilibrar fun facts... Mi apellido se asocia al color marrón, lo que no tiene sentido, ya sé. Ni castaño salí. No me hacía mucha gracia referirme al viejo hijo de puta como padre, ya estaba visto, pero no iría a darle toda la cátedra en Tragedias Generacionales Dunn a la pobre mocosa, por lo que mantuve todo simple. Ni pestañeé, cualquiera se habría creído que éramos una familia funcional y no había estado peleándome con el tipo a las ocho de la mañana en la entrada de la escuela. Como fuese, pronto nos estaban atendiendo y le pedí a la señora varias galletas de chispas de chocolate, de las frescas, y luego miré a Beatriz. —Dime qué quieres, yo lo pido por ti —le dije mientras sacaba el dinero que me había dado Liam, al menos lo iba a despilfarrar en comida—. Con todo listo, el siguiente punto es el invernadero. Esperé a que eligiera para pasarle el teléfono escacharrado a la señora de la cafetería y fui recibiendo las cosas. Cuando estuvimos listos miré a Beatriz y señalé la salida con un movimiento de cabeza. Contenido oculto te regalo la misión de arrastrarlos porque me hizo más sentido postear acá (?