Colección de Pokémon - One-Shots historias cortas

La tormenta de nieve azotaba con furia la cabaña del viejo, un hombre de 67 años que había conocido la felicidad en compañía de su esposa, quien había partido ese mismo día hace cinco años por una enfermedad que avanzó muy rápido. Algunos adjudicaban la velocidad del deterioro de la señora a la pérdida de su compañera de vida, Fennekin, unos meses antes de su muerte. La soledad parecía envolverlo en cada rincón de su hogar, un pequeño refugio en medio de un bosque cubierto de blanco. A través de la ventana, las copiosas ráfagas de viento apenas dejaban ver el mundo exterior, y el interior de la cabaña mal iluminada era lúgubre.

Esa noche, mientras el viento aullaba y la nieve caía sin compasión, un extraño sonido rompió el silencio. Al abrir la puerta, el viejo se encontró con un pequeño Larvitar, temblando de frío y lleno de heridas. Sin pensarlo dos veces, lo llevó adentro, le brindó calor y algo de comida. El pequeño Pokémon lo miraba con ojos agradecidos, y por un momento, y el sintió que su corazón se llenaba de vida nuevamente.

Sin embargo, al amanecer, el viejo sabía que debía llevar al Larvitar a un centro pokémon. La tormenta había amainado, pero la nieve aún cubría el camino. Ató un pañuelo a su cuello, guardó algunas cosas en los bolsillos de su abrigo, se armó de valor y salió en busca de ayuda.

La niebla matutina del bosque apenas se disipaba cuando el viejo comenzó su caminata con Larvitar en sus brazos. Los árboles altos y frondosos se alzaban como centinelas a su alrededor, sus ramas cubiertas de musgo y nieve formaban un dosel que bloqueaba la luz del sol, dejando que solo unos pocos rayos tímidos se filtraran. El viento suave traía consigo el sonido de hojas crujientes y el murmullo lejano de un riachuelo, mientras que en el suelo, las huellas frescas en la nieve de algún Pokémon salvaje mostraban que no estaba solo en este sendero.

El viaje era arduo. Cada paso que daba era una lucha contra el más de metro de nieve que se había acumulado en la tormenta, pero la determinación lo mantenía en marcha. Mientras avanzaba, se encontraba con recuerdos que lo acompañaban: las risas de su esposa, sus aventuras juntos, los gimnasios que conquistaron, y las batallas emocionantes que habían enfrentado. En medio del bosque, vislumbró a un Pidgey volando bajo, a un Snover escondido entre los árboles, y a un pequeño Swinub jugueteando en la nieve. Cada encuentro le recordaba lo que había amado de ser un entrenador.

De repente, en medio del bosque, se encontró con un grupo de jóvenes del Equipo Rocket que cortaban su camino. Sus miradas eran desafiantes y sus Pokémon, de tipo veneno, acechaban a su alrededor. Un Drapion, con su cuerpo oscuro y amenazante, se posicionó al frente, mientras un Crobat volaba en círculos, y un Seviper se deslizaba por el suelo, mostrando su afilada cola.

—Entrégalo, viejo —dijo el líder, con una sonrisa burlona—. No queremos hacerte daño, pero no dudes que lo haremos si te resistes.

-Ustedes le hicieron esto al pobrecito?- Dijo el viejo con voz temblorosa.

-Ese Larvitar es para nuestro jefe, entrégalo y volvé por donde viniste.-

El viejo sintió cómo la rabia y la protección brotaban en su interior. Metió su mano dentro del abrigo y de un bolsillo interno sacó una pokébola vieja, desgastada por el tiempo, y en un destello de luz, apareció Sceptile, listo para luchar.

La batalla empezó intensamente. Drapion lanzó un picotazo venenoso, pero Sceptile, con una velocidad asombrosa, esquivó el ataque y contraatacó con un ataque rapido que lo hizo retroceder unos pasos. El viejo recordó los momentos en que su esposa le enseñaba a ser estratégico, a pensar en cada movimiento.

Pero no había tiempo para rememorar, Crobat sobrevolaba la escena, y con un descenso rápido, usó ala de acero directo hacia Sceptile.

—¡Ahora, Ciclón de Hojas! —gritó el viejo que iba entrando en un ritmo que no llevaba hace años.

Las hojas a su alrededor comenzaron a girar como una tormenta verde, envolviendo a Crobat en su furia. El golpe fue certero, y el Pokémon cayó al suelo, derrotado. Pero la batalla no había terminado. Seviper aprovechó el momento de distracción y se lanzó con un ataque de cola venenosa por la espalda de Sceptile.

—¡Rápido, Hojas Navaja! —ordenó el viejo, sin perder el ritmo.

En un abrir y cerrar de ojos, las hojas afiladas volaron hacia Seviper, cortando el aire con velocidad y precisión. El pokémon no tuvo oportunidad de reaccionar, y con un último siseo, también fue derrotado. El viejo sintió una mezcla de nostalgia y orgullo al ver a su viejo compañero luchar con tanto fervor.

Sólo quedaba Drapion, que, herido y furioso, cargó de nuevo con todas sus fuerzas.

—¡Sceptile, Ataque Rápido una vez más! —gritó con un tono firme.

Sceptile, ágil como si fuese un pequeño Treecko, volvió a moverse con una velocidad imposible, impactando a Drapion antes de que pudiera lanzar otro ataque. El Pokémon venenoso finalmente cayó al suelo, debilitado.

Los entrenadores enemigos se quedaron sin palabras, observando cómo el viejo y su Sceptile se mantenían de pie, victoriosos. No dijeron nada más, simplemente tomaron a sus Pokémon debilitados y desaparecieron en el bosque.

El viejo respiró profundamente mientras veía cómo los árboles volvían a estar en calma. Se acercó a su Pokémon y acaricio su hombro. —Gran trabajo amigo, hace mucho no hacíamos esto, estuviste increíble — Le dijo. Con su corazón latiendo con fuerza, y sin perder más tiempo acomodó al Larvitar en sus brazos y continuó su camino, sintiéndose más vivo que nunca.

Finalmente, antes del atardecer llegó al centro Pokémon, donde el personal se encargó de curar al pequeño. Mientras el Larvitar recuperaba fuerzas, el viejo se sentó en una esquina, recordando los viajes que había hecho con su esposa, las risas compartidas, y las batallas emocionantes que habían enfrentado juntos y miró el pañuelo que había colgado de su cuello antes de salir. En el se leía la frase "Felicidades campeona de liga 1978", y recordó esa final contra su amada, como perdió la última batalla contra su magnífica Fennekin y las palabras que le dijo ella después de felicitarla.—Prometeme que vas a ser campeón vos también—.

Con el corazón renovado, el viejo decidió que no todo estaba perdido, y que aunque no hubiese cumplido su promesa hasta ese momento, aún no era tarde. Cuando Larvitar despertó, lo miró con gratitud y esperanza. El viejo sonrió y, con Sceptile a su lado, entendió que era hora de volver a empezar. No solo para él, sino también para el Larvitar, quien había llegado en el momento más oscuro de su vida.

—Vamos, amigos —dijo, sintiendo una chispa de emoción—. Hay un mundo entero esperándonos y yo todavía pienso dar pelea.