Crepúsculo Camuflaje

Tema en 'Fanfics sobre Libros' iniciado por Brunchi, 26 Agosto 2024.

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  1.  
    Brunchi

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    Título:
    Camuflaje
    Clasificación:
    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    454
    CAPÍTULO 20
    Eco llegó exhausta al borde del río, el sonido del agua era un consuelo a su agonía interior. Al otro lado, un imponente lobo negro observaba la escena con una mezcla de curiosidad y preocupación. Cuando se arrodilló, desbordando sus lágrimas, la frustración y el dolor eran evidentes. Se aferró a su pantalón, dejando que las lágrimas empaparan la arena y la tela, mientras su cuerpo se sacudía con el peso de su sufrimiento.

    El lobo, con sus ojos intensos y vigilantes, parecía inquieto. Su presencia era una distracción incómoda para Eco, que intentó alejarlo con un grito ahogado.

    — ¡Vete! ¡Quiero estar sola! —su voz estaba cargada de dolor y desesperación, mientras su angustia se reflejaba en sus rasguños sobre la tela y su piel.

    Alice, que había seguido la pista de Eco, se detuvo al borde del río, aliviada al finalmente encontrarla, pero frustrada por la imposibilidad de cruzar. El lobo negro, que era Sam Uley, había hecho que su aroma fuera insoportable para Alice, dificultando su búsqueda.

    — Eco... Sé que duele, pero sola no puedes estar... —dijo Alice con cautela, tratando de ofrecer consuelo.

    — Volveré a casa... Pero no ahora, no quiero... No quiero que me veas así. —respondió Eco, intentando secar sus lágrimas con la tela de su manga, aunque estas seguían fluyendo sin detenerse.

    Alice, con su tono suave y tranquilizador, trató de acercarse a Eco, aunque la joven no estaba dispuesta a ser consolada.

    — Eco... Aún así, con tus ojitos cristalinos eres bella, con esa nariz roja como Rodolfo el Reno, todo en ti siempre será hermoso para mí... —dijo Alice, esperando aliviar un poco el dolor de Eco.

    A pesar de las palabras de Alice, Eco no pudo evitar el impulso de buscar su espacio, necesitando desesperadamente estar sola para procesar su dolor.

    — Perdón... Pero debes entender cuando necesito mi espacio... Todos deben entenderlo... —sollozó Eco, visiblemente herida y cansada. Luego saltó al risco y se adentró en el río.

    — ¡Eco! —gritó Alice, angustiada, sabiendo que no podía seguirla debido a las limitaciones del territorio.

    Sam Uley, el lobo negro, observó la escena con creciente preocupación. Al ver la joven saltar al río, se acercó al final del agua, reflexionando sobre el extraño encuentro. Su mente estaba llena de preguntas sobre quién era la joven y por qué la chupasangre quería acercarse a ella.

    «¿Quién era ella? ¿Y por qué la chupasangre deseaba tanto tenerla cerca?» se preguntaba Sam, mientras se preparaba para seguir a Eco a una distancia segura, con la esperanza de entender mejor la situación y protegerla de cualquier peligro que pudiera enfrentar en su estado emocional y físico.
     
  2.  
    Brunchi

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    Título:
    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1745
    CAPÍTULO 21
    Quizás no había pensado muy bien en la idea de escapar; el viento y su pequeño peso en su forma de camaleón hicieron que el descenso al río fuera más rápido de lo que esperaba. El golpe del agua en su rostro fue tan fuerte que sin duda debió sonar como el impacto de una roca mediana y pesada chocando contra la superficie para luego hundirse. Y si eso fuera poco, las corrientes del arroyo la arrastraron más rápido de lo que podía intuir para salir a tomar algo de aire. No sabía cuántas veces pudo tragar agua, pero empezaba a sentirse más eufórica, nerviosa y miedosa. ¡Era una idiota por haber sido tan impulsiva!

    Cuando sintió que el aire se le escapaba bruscamente del estómago y el pecho, el duro golpe contra su piel reptil, sea cual fuera el objeto borroso, la hizo agarrarse fuertemente a esa superficie, aunque era bastante difícil debido a su incomodidad y el agua. El frío era más de lo que podía soportar. Su piel cambiaba de color rojo a azul, y de azul a rojo, casi amarillo de advertencia, tratando de llamar la atención de alguna persona o ser que la pudiera salvar de su estupidez.

    No fue hasta que perdió la audición por culpa del agua que la golpeaba, que sintió después de un tiempo las pisadas erráticas y pesadas que chocaban en el arroyo, para poco después sentir que parecían devorarla entre grandes fauces.

    Cerró los ojos, pensando que había acortado su tiempo de vida por ser tonta. Pero solo escuchó un sonido blanco que la dejó perdida por bastante tiempo en esa extraña oscuridad húmeda y cálida, aunque no pasó mucho tiempo hasta que lo que la mantenía húmeda la expulsó hacia afuera como si le diera asco.

    El gran lobo negro no había encontrado otra idea que mantenerla protegida entre sus fauces mientras salía del arroyo que parecía atormentar al reptil que vio caer. La sacó con cuidado al suelo, y luego fue directo a beber agua del río, tanto ruido hacía que parecía que hasta estaba haciendo gárgaras. Nada fuera de lo normal, y así duró por unos segundos.

    La pequeña camaleón miraba curiosa, callada y temblando al enorme lobo negro, que en cuanto sintió su mirada, fijó su atención en ella.

    «¿Te encuentras bien?»preguntó primero con duda, pero luego negó como si le hubiera sido absurdo haberlo dicho. «Qué idiota soy, ni que pudiera responder los reptiles»pensó el lobo negro.

    Sin embargo, a la camaleón le pareció tan tierno que hizo un sonido suave en forma de confirmación, para luego colocar su cabeza en posición diagonal y golpear con su patita verde en su sien, intentando quitar el agua de su cabeza.

    Cuando pudo, el lobo aún la miraba incrédulo, y realmente podía asegurar que era la primera vez que ella veía a un lobo tan grande como este, y tal vez era la primera vez que él veía un reptil como ella. Ahorita no era prudente cambiar a humano, porque probablemente él no la entendería, o bien, su ropa estaría toda mojada, y sería mejor no tentar a su suerte.

    «No sé si me he vuelto loco, pero esto no es normal» aseguró el lobo.

    La pequeña camaleón asintió confirmando la misma sospecha. Ninguno de los dos sabía el motivo por el cual estaba sucediendo ese fenómeno comunicacional.

    «No molestas, siento en mi naturaleza corresponder el acto de ayuda como nace en mí con los de mi tribu. Estás en tu derecho, eres un cambiaformas al igual que yo»respondió, bastante maduro y calmado. Mostrando con su hocico el bosque tras sus espaldas.

    «No me han hablado de ti, pero supe que no era un territorio para ellos al ver que Alice no iba a por mí. Es la principal persona que no da un respiro de espacio a sus cercanos»admitió, cayendo en cuenta en ese extraño motivo de actuar.

    «Es extraño escuchar hablar de una cara pálida. Nosotros habitualmente los conocemos como bebedores de sangre, caras pálidas, inmortales o chupasangre. Vampiros, gente que nunca podrá cruzar por estas tierras, a menos que desee morir en nuestras fauces»dijo bastante serio el lobo negro.

    «Perdón si te incomodé... No era mi intención»pensó la camaleón, haciéndose bolita al verlo tan intimidante desde su posición. De cierta forma, se le entiende, porque actualmente, aunque haya madurado físicamente en edad humana, eso no quiere decir que su forma de camaleón haya cambiado demasiado. De ser del tamaño de un dedo, ahora se aproximaba a sobrepasar el tamaño de una mano grande varonil, ejemplo más cercano el de Emmett.

    El lobo, al percatarse de la postura temerosa del reptil, se recompuso y bajó las orejas arrepentido.

    «Lo siento, no era mi intención asustarte. No me ha molestado, pero no son mi especie favorita»pensó.

    «Entiendo...»pensó tras unos momentos de reflexión, para luego caer en cuenta. «Una última cosa te diré acerca de ellos, y nada más lo prometo»dijo mientras ponía su patita de dos garras sobre su pecho verde, como un juramento solemne.

    Lo cual causó extrañamente ternura en el lobo negro.

    «Bien, bien. Aunque aún no me has dicho tu nombre»comentó Sam, bastante curioso por ese dato, no por los caras pálidas.

    «A eso voy. Cuando ellos me encontraron, me pusieron el nombre de Eco. Se los permití llamarme así porque no recordaba originalmente el mío. Mucho tiempo congelada tiene sus desventajas»comentó la camaleón bajando sus dos garras, que eran parte de su pata delantera.

    «Entonces... ¿Ya has recordado tu nombre original?»preguntó interesado, porque para ser sincero, Sam no veía relación entre su nombre y lo que ella era.

    «Sí... Y también hace unos días soñé con un pequeño recuerdo de mi antiguo hogar. Es bueno, pero también duele no recordar todo... es como si me estuviera cuidando de la cruda realidad»dijo mientras se frotaba las patas delanteras con cierta timidez.

    «Si duele, no lo digas. Hay cosas que es mejor que con el tiempo sanen, ¿sabes»pensó Sam.

    «Pero... siento que al llamarme Eco, creen que soy como ellos quieren. Y yo no soy así. Yo soy lo que dice mi nombre... Y ese es: Carole. Provengo de Madagascar, no sé dónde exactamente, pero quiero ser una mujer fuerte algún día, y que ya no manden sobre mi vida »admitió, extremadamente incómoda.

    «Solo hazlo, si te respetan, quédate. Sino lo hacen, tienes un lugar en este territorio para escapar de ellos»pensó Sam despreocupado«Te has ganado mi amistad con ese carácter fuerte que tienes. Además de ser agradable, nunca permitas que los estándares de vida te limiten. ¿Sí? »aconseja el lobo negro.

    «Entendido»responde la camaleón, haciendo un ruidito como un ronroneo tierno con su garganta.

    «¿Qué harás ahora que ya pareces sentirte mejor?»pregunta extrañado, porque no esperaría encontrar a ningún "cara pálida" en ese lugar.

    Si realmente fuera la camaleón alguien importante, nadie debería dejarla sola en un territorio enemigo. Él nunca lo haría con su pareja.

    «Decidí volver. He podido pensar claramente sobre lo que me molestaba... y, aunque no lo creas, hablar contigo me ha calmado. Sabes guiar muy bien, Sam. Gracias »agradece humildemente, poniendo su patita derecha sobre la gran pata del lobo. »¿Podrías hacerme un último favor?»pide con ojitos tiernos.

    O al menos así los percibe Sam, al ver que los abre y cierra lentamente a un ritmo que causa ternura, al igual que su lengua rosadita aventurándose por la orilla de su boca en esa piel verde escamosa de reptil.

    «Me alegra haber podido ayudarte. Y sí, sin problemas te ayudo a cruzar»piensa Sam, aunque en cuanto la busca no la encuentra«¿Dónde te has metido?»

    La pequeña camaleón se había camuflado con el ambiente, porque sabía que así como la había sacado del agua, así la iba a llevar. Y no quería tener que bañarse quinientas veces.

    «No me llevarás en tu boca, llévame entre tus manos, si es que puedes ser humano. Tu boca apesta a muerte, digo, sin ofender»piensa la pequeña camaleón.

    El lobo arruga su nariz, ofendido, pero decide callar para no asustarla. Por lo que se cambia tras unos árboles y arbustos, colocándose sus jeans cortos y tomando la forma de un humano nativo y moreno, con buena complexión muscular, cabello corto negro y ojos del mismo color.

    —Bien, ya estoy.

    La camaleón asiente y hace gestos lentos con sus patitas, mostrando los brazos hacia el suelo. Sam se confunde al ver que no logra entenderla como antes.

    —¿Qué quieres? —pregunta Sam. Sin embargo, el aroma a muerto lo hace gruñir por reflejo y girarse hacia la fuente de aquel olor.

    —Quiere que bajes tu brazo, para que pueda subir, y así puedas acercarla —dice la voz de un cobrizo, cara pálida de ojos dorados, desde el otro lado, del enemigo.

    Sam sabía que era ese dichoso cara pálida lector, por lo que, callando todo lo que podía, hizo lo que había traducido aquel susodicho. Bajó el brazo y esperó el tiempo necesario para sentir escalofríos cuando la piel rara de las garras del reptil se afianzó a su brazo como si fuera un tronco, y comenzó a caminar por él, hasta que ya no la vio moverse.

    Comprendiendo con esa dulce mirada y asentimiento que ya estaba lista, Sam comentó:

    —Al menos ya vinieron por ti.

    —Muchas gracias, Sam. Disculpa las posibles molestias —dice el cobrizo.

    —No las hubo. Es amiga, por ende, puede pasar las veces que quiera huir de su toxicidad —responde Sam, mientras pasa a Eco a manos del cobrizo y regresa a su lado del arroyo.

    Edward enseguida siente esa pesadumbre y molesta sensación de hace semanas, gruñendo.

    —Ella no irá más.

    «Oh, claro que sí lo haré. Es mi amigo y tú, ni nadie me la sacará»gruñe la pequeña camaleón.

    Edward la mira dolido, molesto, pero más con el moreno nativo.

    —Solo ella puede, es parte de nuestro tratado y similar a nosotros. No puedo delimitar el territorio como a ustedes. Sabes que es verdad —dice Sam, sin saber de la pequeña disputa que tenían entre el cobrizo y la reptil.

    —Le comunicaré a Carlisle.

    Y tras eso, el cobrizo se aleja del límite del tratado, con la pequeña Eco. Mientras tanto, Sam comienza a arrepentirse de haberla dejado en manos del cara pálida.
     
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    Brunchi

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    Camuflaje
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    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    425
    CAPÍTULO 22

    Edward había llegado a la casa sin demora alguna. Aunque la pequeña Eco se sentía feliz de que el cobrizo hubiera ido a su rescate, no podía evitar sentirse molesta ante el intento de Edward de prohibir su amistad con el lobo. La molestia palpitaba en su corazón y garganta, pero el contacto con la piel fría de su lector de mentes le daba comodidad; se sentía muy contrariada.

    El primero en verla al entrar a la casa fue Jasper, quien dejó de abrazar a Alice, que parecía más tranquila que antes.

    —Qué alivio verla con bien —dijo Jasper mientras se acercaba al camaleón para posar la mano cerca.

    Sin embargo, al estar cerca de la camaleón y Edward, percibió una molestia contundente. Ninguno parecía querer hablarse, así que, al sentir que la pequeña reptil verde se trasladaba a su brazo, no pudo preguntar nada sobre la molestia de su hermano, ya que se fue directo al despacho de Carlisle.

    —¿Qué has hecho, Eco? —preguntó Jasper, confundido.

    La camaleón solo emitió un sonido similar a un gruñido o croar de una rana, evidenciando una molestia palpable.

    —Edward hablará con Carlisle sobre una amistad que ha hecho Eco —explicó Alice, quien se encontraba extrañamente tranquila tras una visión.

    —¿Amistad? ¿Con quién? —preguntó Jasper con el ceño fruncido.

    —Con Sam Uley, el chucho del otro lado.

    Jasper, al escuchar aquello, miró a la camaleón con incredulidad.

    —¿Con nuestro enemigo natural? ¿Qué te hicimos para merecer ese escarmiento, pequeña?

    «Muchas cosas que ustedes no logran entender. No sé si alguna vez lo harán» pensó la camaleón.

    —Esa mirada parece decir algo, pero estás desilusionada... ¿Por qué? —preguntó Jasper, llamando la atención de Alice.

    —¿Desilusionada? —preguntó Alice.

    La camaleón negó y no deseaba hablar del asunto; tenía frío y estaba cansada. En ese momento, ambos cayeron en cuenta de su temperatura. Preocupados, actuaron rápidamente, introduciéndola en su terrario.

    Se habían olvidado por completo del salto al agua, del cual Alice había mencionado cómo la camaleón y el joven adolescente se habían escapado. Mientras Jasper intentaba entender la situación y cuidarla al mismo tiempo.

    «¿En cuanto se recupere, nos lo contará? ¿Nos explicará sus motivos?» se preguntó Jasper, comprensivo y preocupado.

    En cuanto a Rosalie, ella escuchaba todo con suma facilidad desde el cuarto de arriba, al igual que Emmett, quien se estaba aguantando la necesidad de ir a ofrecer su ayuda. La rubia y la camaleón tendrían que trabajar en solucionar su situación.
     
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    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    1013
    CAPÍTULO 23

    Carlisle alzó la vista hacia la entrada de su consultorio improvisado al sentir la presencia de su hijo. Edward entró con el rostro marcado por la molestia, y la manera en que sacudió su cabello cobrizo con ambas manos reveló su frustración evidente.

    —Edward, ¿ha ocurrido algo malo? —preguntó Carlisle con tono calmado, dejando de escribir en su diario de notas.

    Edward, con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, soltó la respuesta con amargura.

    —Sam Uley conoció a Eco.

    Carlisle alzó las cejas en una expresión de sorpresa.

    —¿Cómo ha sido eso posible?

    Edward dejó escapar un suspiro exasperado, antes de continuar con su explicación.

    —Rosalie y ella tuvieron una pelea desagradable. Después de eso, Eco escapó a través del bosque. Según lo que Alice pudo ver, Eco tuvo un colapso de ansiedad y nervios. Alice no podía ver su futuro por la presencia del lobo en los límites de nuestro territorio, así que no detectó la escapada de Eco hacia el arroyo. Saltó fuera del alcance de Alice. Cuando finalmente la encontró, Sam estaba con ella, y parecía que ambos se llevaban como si fueran viejos amigos.

    Carlisle apoyó su mentón en el dorso de su mano, evaluando la situación. La salud mental y física de Eco claramente no estaba en su mejor momento.

    —No parece estar en su mejor momento, dices —murmuró Carlisle, reflexionando en voz alta. Luego, alzó la mirada hacia su hijo—. ¿Crees que esto es solo un acto de rebeldía?

    Edward, con los ojos entornados, negros de frustración, respondió con una voz llena de incertidumbre.

    —No lo sé, padre. Estoy confundido. Ella... No pude leer sus pensamientos mientras estaba con el lobo. Solo escuchaba ruido blanco, excepto cuando intentaba comunicarse. ¿Cómo es posible?

    Carlisle lo observó con seriedad, pero su expresión seguía siendo pasiva.

    —¿Te molesta no saber lo que está pensando o... te molesta no poder controlarlo todo en ella?

    Edward tragó con dificultad, sintiendo un nudo en la garganta. No sabía cómo responder a eso, así que optó por enfocar su frustración en lo que le resultaba más sencillo.

    —Sam parece haber desarrollado un afecto hacia ella, como si fueran de la misma especie. Pero no lo son. Ella es un camaleón, y él es un lobo, nuestro enemigo natural. No la entiendo. ¿Por qué querría una amistad con él si ya nos tiene a nosotros?

    Carlisle frunció ligeramente el ceño, pero su tono siguió siendo analítico.

    —Es cierto que no son de la misma especie, pero si analizas bien, tienen costumbres similares. La tribu de Sam puede transformarse en lobos, y Eco puede cambiar a un camaleón. Son más parecidos de lo que quieres admitir, hijo.

    Un gruñido bajo se escapó de la garganta de Edward, resistiéndose a aceptar esa idea. No quería que esa amistad floreciera.

    —Sam... dijo que quiere renovar el tratado. Según él, Eco estaría bajo su protección al ser similares, y por lo tanto podría cruzar el límite cuando quiera. Dijo expresamente: "Es amiga, por ende, puede pasar las veces que quiera huir de su toxicidad". —Edward repitió las palabras de Sam con un tono monótono, imitando la voz del lobo—. ¿Toxicidad? Yo no soy tóxico con ella. Todo esto lo causó Rosalie, no yo. ¿Por qué soy yo quien paga las consecuencias? —preguntó, confundido y enfadado.

    Carlisle lo miró con una mezcla de sorpresa y reflexión. No esperaba tanta amabilidad por parte de los Quileute, pero comprendía que Eco tenía un efecto especial en quienes la conocían.

    —¿La has visto en malas condiciones anímicas estando con Sam? —preguntó Carlisle, tratando de desentrañar la situación.

    —No.

    —¿Tuvo problemas de comunicación cuando la viste con él?

    —No tantos. Estaba en su forma de camaleón mientras él permanecía en su forma humana. Pero cuando ambos estaban en su estado animal, se entendían como iguales —admitió Edward, aunque con evidente reticencia.

    —¿La viste obligada o manipulada para quedarse a su lado?

    —No, estaba tranquila... —respondió Edward, ahora confundido, sin entender por qué su padre hacía tantas preguntas que le generaban más dudas que respuestas.

    Carlisle lo observó directamente a los ojos, su expresión se tornó más seria.

    —¿Sientes que hay distancia afectiva entre Eco y tú?

    Edward asintió, sintiendo un vacío doloroso en su pecho.

    —Sí. No me ve como su amigo en estos momentos. No me ve como algo bueno. No quiere hablar conmigo. ¿Por qué tantas preguntas, Carlisle? —preguntó Edward, incapaz de ocultar su dolor.

    Carlisle suspiró, levantándose de su asiento para dirigirse a la ventana y observar el paisaje que rodeaba su hogar.

    —¿Qué es lo que pasa? ¿Qué estamos haciendo mal? —preguntó Edward, desesperado, con una expresión de seriedad en su rostro.

    —Sam ha notado algo que nosotros hemos pasado por alto. Todo es obvio, pero no lo vi ni actué acorde a la necesidad porque estaba más preocupado por su salud física. No estaba velando por la salud mental de nuestra pequeña Eco —suspiró Carlisle con tristeza, girándose para enfrentar a su hijo—. El ambiente en nuestra casa está afectando a Eco. Se siente mal, y es nuestra responsabilidad cambiar eso antes de que sea demasiado tarde.

    —¿Le estás creyendo al enemigo? —preguntó Edward, consternado.

    —No estoy creyendo ciegamente, pero sí estoy reconociendo que sus palabras tienen sentido. Eco ha estado deprimida desde antes de conocernos, y no hemos actuado como deberíamos. Ella es más que una mascota, Edward. Es humana, y necesita nuestro apoyo y comprensión. No necesitamos más problemas.

    Edward se mordió la lengua, viendo la expresión seria de su padre. Sin decir más, se dio la vuelta y salió del despacho, cruzando la casa rápidamente hasta perderse en el bosque, tal vez buscando cazar para calmar sus emociones.

    «Debes saber pensar en frío, no todo gira entorno a ti, hijo. También están los demás que nos llega la frialdad de Eco...»piensa Carlisle, observando su partida, se llevó una mano al pecho, sintiendo el dolor del vacío y la incomprensión que no era suyo, sino de la pequeña Eco.

     
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    Palabras:
    903
    CAPÍTULO 24


    Alice y Jasper se quedaron observando durante un buen rato el progreso de la temperatura en el terrario, con la ayuda de un termómetro que el veterinario, el Doctor Alexander Meyer, les había proporcionado para asegurarse de tomar correctamente la temperatura corporal del camaleón. [El Doctor Meyer, que trabajaba en la clínica "Colmillo Blanco" ubicada en una zona apartada de Denali, se había ganado la confianza de la familia debido a que, para su extraña fortuna, también era un vampiro. Especializado en animales exóticos, Meyer poseía un don que le permitía entender y tratar a estas criaturas de manera excepcional, algo que lo hacía invaluable para los Cullen. Con su cabello oscuro, ojos ambarinos y un porte elegante, Meyer destacaba tanto por su destreza médica como por su presencia imponente.]

    Volviendo al presente, la camaleón estaba dormitando, inducida a un estado de somnolencia por el frío. Afortunadamente, después de una hora, su temperatura comenzó a estabilizarse, revelando que el hambre empezaba a despertarse en ella.

    Poco a poco, fue abriendo los ojos, encontrándose esta vez con tres pares de ojos observándola, lo que le provocó una sensación de pequeñez y vulnerabilidad.

    —¿Qué ocurrió?—preguntó con una voz rasposa, notoriamente débil.

    Los tres vampiros suspiraron aliviados, especialmente porque la relación entre Edward y la pequeña no era la mejor en ese momento. Jasper, con una expresión seria pero cálida, abrió instintivamente la puerta superior del terrario y extendió su brazo, invitándola a salir.

    —Hablemos, pequeña. Me gustaría entenderte mejor. —expresó Jasper, transmitiendo con su tono una mezcla de curiosidad, preocupación y comprensión.

    —Me alegra ver que te sientes mejor. ¿Quieres comer saltamontes o prefieres la comida de Mamá?—preguntó Alice, con una sonrisa amable, lista para conseguir cualquiera de las opciones que ella eligiera.

    —¿Te sientes mejor, hija?—preguntó Carlisle con una mirada atenta, aunque su mente seguía inquieta por la conversación previa con Edward sobre el ambiente tóxico en el hogar.

    El pequeño camaleón verde, al percibir los diferentes enfoques de los tres vampiros, comenzó a sentirse más a gusto y, por primera vez en meses, pensó que tal vez no todo terminaría tan mal si simplemente hablaba sobre cómo se sentía. Quizás se había apresurado al pensar que la estaban presionando todo el tiempo.

    Suspiró y lentamente se desplazó hacia el brazo derecho de Jasper, hasta que él la ayudó a salir con cuidado del terrario, esperando pacientemente a que tomara su forma humana para facilitar la comunicación. Tras unos minutos de concentración, Eco saltó al suelo, transformándose en una joven de piel morena y ojos verdes, rodeada por un suave *puff*.

    —Me encantaría la comida de mamá. Esta noche comeré los nutrientes de la pesca de hoy, hadita. —dijo Eco jugueteando con sus dedos, revelando una sonrisa traviesa mientras sus ojos verdes brillaban.

    Alice le devolvió la sonrisa y rápidamente le dio un beso en la mejilla derecha antes de salir corriendo en busca de Esme, sabiendo que su madre no estaba en casa, ya que había salido de caza.

    —¿Soy tan predecible?—preguntó Eco, con una mezcla de sorpresa y diversión, mientras se quedaba con la sensación cálida del beso.

    —La mayoría de las veces, sí. Pero no tanto para mí. —admitió Jasper con su habitual porte recto, mirándola con ternura.

    Carlisle, por su parte, se sintió aliviado al ver a Eco más animada gracias a la energía positiva de Alice. Sin embargo, sus ojos verdes aún no reflejaban la plena confianza o felicidad que mostraba en los primeros meses que la habían cuidado. Preocupado, Carlisle se acercó y tomó suavemente el rostro de Eco entre sus manos, examinándola con atención.

    —¿Papá?—preguntó Eco, sorprendida por el gesto.

    —¿De verdad estás bien? ¿Te sientes lista para hablar con nosotros sobre temas serios?—preguntó Carlisle con cautela, mientras la miraba con una mezcla de preocupación y cariño.

    La joven, enternecida por la preocupación en los ojos de su figura paterna, sintió un nudo de nervios en el estómago ante la idea de abrirse con ellos.

    —Empezaré poco a poco, ¿sí?

    —Me parece perfecto. —respondió Carlisle, mostrando plena confianza en ella.

    Eco se sintió reconfortada por la respuesta de su padre y lanzó una mirada de reojo a Jasper, quien la observaba con ternura.

    —Después de comer, hablemos mejor. —dijo, antes de darle un rápido abrazo a Carlisle, depositando un beso en su mejilla, y luego se escabulló ágilmente de sus brazos para tomar la mano derecha de Jasper.

    Carlisle, tocándose la mejilla donde recibió el beso, esbozó una sonrisa que parecía aliviar parte de su preocupación.

    —Como usted desee, señorita Eco.

    Jasper aceptó el gesto de Eco y juntos se dirigieron hacia la cocina, esperando a Esme, quien llegó acompañada de Alice. La expresión y emoción en el rostro de Esme al verlos juntos era tan reconfortante que todos se sintieron más felices.

    Rosalie, por su parte, era consciente del ambiente en el piso de abajo, y aunque deseaba arreglar las cosas, su orgullo le impedía ceder tan fácilmente. Emmett permanecía a su lado, brindándole apoyo en su proceso de cambio, aunque deseaba con todo su corazón poder unirse al grupo y enterarse de los chismes. A ninguno le agradaba la idea de que Eco tuviera como amigo al "chucho" de la otra esquina, pero sabían que necesitarían tiempo y paciencia para aceptar la situación.
     
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    36
     
    Palabras:
    1161
    CAPÍTULO 25


    La joven, de piel morena clara, disfruta felizmente de uno de sus platillos favoritos que su mamá ha preparado. Esme ha hecho cuatro sándwiches de lechuga, tomate y jamón con queso, acompañados de un vaso de jugo de naranja y zanahoria licuada. La combinación parece gritar por los poros una pronta recuperación.

    Mientras la joven come, Carlisle aprovecha para buscar algo en un libro bastante viejo, sentado en el sillón de la sala. Jasper, por su parte, está abrazando a Alice, evitando que ella se levante a limpiar cada migaja de pan que cae sobre la ropa de la joven de ojos verdes.

    —Listo, muchas gracias, mamá. ¡Estuvo delicioso! —dice, satisfecha, mientras se limpia los residuos del jugo de sus comisuras con una servilleta.

    Esme sonríe, aliviada, pues temía haber perdido su toque en la cocina.

    —Gracias, cariño. Cualquier cosa, estoy lista para cuando necesites un poco más —responde mientras se seca las manos con un trapo.

    La joven baja de la banqueta y se dirige hacia la figura maternal, abrazándola como no lo hacía desde que tenía la apariencia de 11 años. Ahora, ya aparenta 17.

    Tras aquel dulce abrazo, se acerca al salón central y se sienta en un sillón oscuro donde caben al menos cinco personas. Frente a ella hay una hermosa mesa de madera lisa con frutas frescas. En la esquina diagonal izquierda-derecha desde su posición, se pueden ver un sofá oscuro y un enorme mueble dividido en dos, que almacena cinco hileras repletas de libros en cada lado. Mesitas de noche con lámparas de pie iluminan la sala con una luz tenue que proviene del foco sobre sus cabezas. Alice se sienta a su lado derecho y Jasper a su izquierdo.

    Carlisle se queda sentado en una silla en la posición diagonal derecha, aún con el libro reposando sobre su regazo.

    —Cuéntanos qué ocurrió hoy, hasta donde puedas, si te parece.

    La joven de ojos verdes asiente, su outfit consta de una simple sudadera negra regalo de Emmett, con una calza de licra verde limón regalo de Alice, y unas medias felpudas grises regalo de Jasper. Toma aire con el semblante pensativo, mientras sus manos enlazadas que rozan la orilla del sofá oscuro, están ubicadas entre sus muslos semiabiertos.

    —Discutí con Rosalie —susurra el nombre con dolor, pero trata de recomponerse apretando sus manos enlazadas—. Corrí al bosque en busca de aire, mucho aire tenso hay aquí... Llegué a un risco donde vi un lobo, pero no pude con tantas emociones y colapsé —traga saliva e inconscientemente se lleva las manos al cuello, recordando la aglomeración de emociones. Jasper salta en el sillón, soltando un jadeo, pero luego un refrescante toque de calma la inunda. Lo mira con ternura—. Perdón, Jas.

    —Tranquila, solo me sorprendió. Estoy bien... —susurra mientras le acaricia el cabello lacio y negro.

    Alice se mantiene perceptiva, observando en qué momento podría ser bueno darle el mismo cariño, sin ser demasiado intromisiva.

    —Ahm... Alice llegó, quiso calmarme, pero yo... En verdad necesito tiempo y espacio, silencio, para calmarme... Pero no pasó eso, entonces... —traga saliva y se rasca la mano como si tuviera un leve salpullido—. Salté al agua, fuera de su límite, al del lobo.

    Carlisle tensó ligeramente sus hombros, pero trata de disimularlo. La preocupación lo embarga. Esme llega a su rescate, con suavidad y dulzura acariciando sus hombros mientras se mantiene calmada. Esto alivia a la joven, así como a Carlisle, quien a ojos de la joven de ojos verdes no parece enojado con ella, aún.

    —No pasó nada grave, el lobo me rescató. Fue curioso poder escucharlo en mi mente cuando se regañaba por si acaso no lo pudiera entender —cuenta, sonriendo débilmente mientras recuerda aquella escena con gracia—. Analicé sus intenciones, eran buenas, su instinto y creo que el mío mismo, sentíamos empatía por el otro. En ningún momento me sentí como la presa; en cambio, Alice se sintió amenazada por ser su enemigo natural. Al parecer, no fue mi caso igual —admite.

    —Tienen genes similares. Ellos cambian a la forma lobuna, y tú a camaleón. Tienen la misma fase de conversión —comenta Carlisle, aceptando la información.

    —¿En ningún momento te mordió o mostró repugnancia al confundirte con un bicho? —pregunta Jasper, intrigado.

    —El único momento en que estuve en contacto con sus fauces fue cuando me rescató con su boca del agua a tierra firme. Los lobos tienen mal aliento, pero son cálidos —contesta, recordando la sensación y aroma.

    —Edward me habló de una conversación sobre un tratado. ¿Puedes explicarnos los detalles? —pregunta Carlisle con cautela.

    —Dijo que soy amiga, parte de los suyos y puedo cruzar a sus tierras si necesito espacio —cuenta la joven—. Incondicional estuvo para mí, y le conté cómo me sentía. Me siento cómoda con él.

    —¿Qué le contaste, si se puede saber? —pregunta Jasper, comprensivo.

    —La incomodidad de cómo me siento últimamente aquí, y que tuve un recuerdo de mi pasado. Uno que me da miedo revelarles, porque buscarán respuestas y no quiero ser hostigada. No estoy preparada para recordar lo olvidado —admite, sintiendo la necesidad de abrazarse ante el miedo de enfrentar la situación y que todo termine como su relación con Rosalie.

    —¿Te sientes insegura con nosotros, por lo de Rosalie? —pregunta Jasper, con una ligera molestia en la garganta.

    Eco baja la cabeza tímidamente, dando la razón y diciendo: —Temo que no me acepten como soy en realidad.

    Alice hace una mueca de disgusto ante la causa y, con delicadeza, toma las manos de su joven compañera. —Te aceptaremos tal cual quieras ser.

    Los ojos de la joven se iluminan con emoción positiva, y solloza tras una sonrisa ahogada. Es una emoción fugaz incapaz de ser descrita incluso para ella misma. Acepta el gesto y la cercanía de Alice con más confianza.

    —Recordé mi nombre verdadero. Y he estado en disputa conmigo misma, porque ustedes me adoptaron como Eco, pero mi nombre nunca ha sido ese. Siempre han optado por encima de mi conocimiento y juicio, lo que soy realmente, hasta hace poco impusieron cómo pensar, vivir y me sentí enjaulada. Mi especie no es feliz así; por mucho tiempo estuve congelada, pero quiero ser capaz de tener familia en ustedes siendo yo misma. Tal vez no recuerde a mi familia biológica, pero ustedes son mi presente. Quiero tener mi equilibrio personal —tras esas palabras sinceras, sin pausas ni silencios, todos quedan sorprendidos, mientras ella comienza a temblar nerviosa.

    El nerviosismo oculta, y ella no puede percibir, las miradas de culpabilidad en Carlisle, la mirada de ternura y comprensión en Jasper y Alice, y la dulce mirada de Esme queriendo abrazarla hasta que deje de temblar. No le gusta que tenga miedo de sus reacciones; nunca la lastimaron físicamente como para que se sintiera a la defensiva, pero el tema de Rosalie es muy reciente, y aquello es daño psicológico aún sin poder remediar.
     
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    Brunchi

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    CAPÍTULO 26
    Alice, con una mirada comprensiva, aprieta ligeramente la mano de la joven de ojos verdes mates, llamando su atención. La joven siente escalofríos de miedo por lo que Alice pudiera decirle, nunca sabía con qué sorpresa la vidente podría sorprenderla.

    —Ay, no te estreses tanto por ese nombre. No hay motivos para preocuparse.—comenta Alice con suavidad, mientras acaricia la mano cálida y medio humana de la joven camaleónica.

    —¿Por qué no?—pregunta la joven, con el corazón en la garganta.

    —Porque fue Alice quien te dio el nombre... Infringiste sobre nosotros una fuerza en efecto dominó, como un eco.—interviene Carlisle al recordar aquella primera semana de convivencia hace algunos años.

    La joven de ojos verdes la observa con sorpresa. No recordaba mucho de aquella primera vez, solo el miedo y la angustia que sentía en ese entonces. No tarda en sentir una ola de calma y seguridad proveniente de Jasper, que la mira con cierta preocupación; ella le agradece con una pequeña sonrisa.

    —Anuncié que te llamarías así porque fuiste capaz de transformar tu propio dolor en ese entonces. Sé que no deseas hacernos daño, pero lo que sientes emocionalmente afecta a todos nosotros más de lo que imaginas.—explica Alice.— Si prefieres que te llamemos de otra forma, solo dilo. No hay problema con eso.

    La joven camaleónica se alivia al escuchar esas palabras finales, aunque se siente apenada por haberlos dañado, aunque fuera inconscientemente.

    —¿Por qué tengo esa capacidad villánica sobre ustedes?—pregunta apenada e intimidada.

    Esme la mira con ternura y observa a los demás miembros de la familia en busca de una aceptación firme para admitir el motivo oculto. Ve nerviosismo en Jasper, en Rosalie y Emmett, y en Edward, el patriarca se mantiene neutro, en un estado pacífico.

    —No tenemos una explicación científica precisa. Pero creemos que es por una conexión especial contigo, cariño.—expresa la figura maternal.

    La joven camaleónica la mira con incredulidad, sin poder comprender la dulce expresión que revela el motivo, y aún no poder darle un justificante.

    —Lo que quiere decir es que, Alice te vio venir desde hace tiempo, supo que serías alguien muy especial para nosotros. Y te puedo asegurar que fue muy tarde para avisarnos, ya que solo Edward y Alice sabían del hecho.—se aventura a decir Carlisle.

    —Sabían que venías por una visión...—susurra, dándose cuenta.—¿Cómo me vieron?

    —No te vimos como tal, en tu forma de camaleón, sino que ya te vi como nuestra persona especial. Lo que pasó con Rose fue totalmente nuevo para mí. No te vi venir así.—explica Alice, sonriendo algo nerviosa.

    —¿Y al final, cómo me viste?—pregunta con el ceño fruncido, bastante confundida. Todo era demasiado intrigante y misterioso, y no entendía qué era lo especial del asunto.

    Edward se mantenía a distancia, escuchando desde su habitación, al igual que Rosalie y Emmett.

    —Con unos años más de los que tienes ahora, tal vez entre los 20 y 25 años humanos, haciendo berrinches con cada pareja que ya ves formada en la familia, pero sobre todo, anunciando una alegría significativa en la familia.—contesta Alice con una sonrisa cálida.

    —Wow...—exclamó la joven de ojos verdes ante tal revelación. «Si eso llegara a ocurrir, sería en unos años, ¿no?» se preguntó a sí misma. «Tal vez esa apariencia sea mi verdadera forma. Haber sido fosilizada en ese hielo puede ser la causa de esta forma. Mis pensamientos confirman que mi apariencia no refleja mi edad correcta.»

    Jasper, aliviado al sentir emoción y alivio tras lo dicho por su esposa, se anima a preguntar:

    —Mi querida señorita, ¿sabes a qué nos referimos con "alegría significativa" en la familia?—muestra una mirada curiosa, tratando de saber si tiene algún conocimiento sobre el apego y amor que sienten por ella.

    La joven camaleónica siente una vibración de emoción curiosa, igual que él, y sonríe con una ligera picardía que provoca una sensación de diversión e inocencia en los miembros patriarcales, confirmando esto con una pequeña risa.

    —¿De qué sirve negar, si sé que sabes que ya lo sé?—se encoge de hombros, dando por sentado la afirmación.— Jasper y Alice, Edward y Emmett con Rosalie...—accede a decir en voz alta con algo de dificultad— Sois personas especiales para mí... Los quiero como míos, mis compañeros de vida, mientras que con Carlisle y Esme, tengo una conexión muy fraternal.

    Esto deja a algunos miembros de la familia maravillados por la joven de piel color canela, ojos verdes mates y cabellos negros. Edward se siente frustrado en su cuarto, resoplando; parecía ser el único que no podía leer su mente, y no era sorprendente, considerando que estaban peleados.

    —¡Qué tierna eres, estando juguetona!—exclama Alice, completamente conmovida, mientras abraza a la joven con ternura.

    La joven de ojos verdes se tensa ante el abrazo inesperado, pero intenta aceptarlo a pesar de su incomodidad, dando palmaditas algo rígidas y casi apáticas. Aunque no era intencional, le resulta difícil ser tan abierta a los mimos, posiblemente por algún trauma infantil, pero espera poder ser receptiva a quienes le demuestren afecto; lo que le resulta conflictivo cuando la incomodidad no ocurre con Esme o Carlisle, una reacción afectiva extraña.

    —Perdón, no pude resistir.—dice Alice, nerviosa al notar la ligera molestia en su camaleónica favorita. Sin embargo, se siente feliz y aliviada al ver que no hay molestia evidente en el rostro de la joven.

    —Descuida, no estuvo mal... ¿Verdad?—pregunta, algo apenada por hacerla sentir así.

    —No, no. Estuvo genial. Esto es un avance que no vi venir, ¡y me encanta!—exclama Alice, mordiendo su labio para contener su emoción. Luego se aleja a una distancia prudente de la joven.

    Eso era algo positivo, pensó la familia en general. Al menos la voz alta de Alice no era tan estridente como la de Emmett en sus primeras veces, y el ruido no era tan incómodo para los camaleones debido a su sentido auditivo. Mientras no fuera muy alto, la joven no se ocultaría.

    Eso lo habían aprendido gracias a las múltiples veces que Emmett lo había hecho desde que convivían con ella.

    —Entonces... Perdón por insistir, pero no nos has dicho lo que recuerdas, hija mía.—comenta Carlisle, retomando la conversación tras un cómodo silencio.

    —Ah, eso. Lo diré, pero no me gustaría que personas ajenas a quienes tienen mi cariño conozcan dicha información. Lo poco que recuerdo me hace sentir mucha desconfianza de hacerlo público.—admite mientras se rasca las manos.

    —Por nuestra parte, tienes todo el apoyo para mantener ese nombre en privado.—dice Carlisle, conectando una mirada comprensiva con Esme.

    —Todo sea para que te sientas como en casa, cariño.—añade Esme con dulzura.

    —Cuenta conmigo, todo lo que desees decir no saldrá de mis labios.—responde Alice con total confianza.

    —Juro solemnemente que cuidaré esa información en total privacidad, siempre y cuando nos digas a quién ya se lo has revelado.—correspondió Carlisle, colocando su mano en el pecho.

    —¡Callado estaré, si tu muérdago siempre seré, pascalita!—exclama Emmett desde lejos, alborotando el momento.

    Esto hace que la joven se sobresalte, dando un salto de susto por la voz alta y fuerte. El sonido agitado de su corazón se empieza a escuchar en la casa de los Cullen.

    —Ups... Perdón, se me escapó.—dice Emmett, tras el golpe sordo que hizo al accidentarse.

    Todos en la casa tienen el oído muy afinado, por lo que no era necesario gritar con tanta emoción. Pero, ¿qué más se podía esperar de Emmett?

    Tras ese pensamiento, solo una persona en especial suelta una pequeña sonrisa de diversión y ternura. Con gracia y picardía, la joven de ojos verdes dice:

    —Descuida, siempre serás mi muérdago.

    Esto hace que el ambiente vuelva a tener un silencio cómodo, mientras cada quien espera el momento en que se revele el nombre.

    —Mi nombre será revelado, pero solo quienes yo desee podrán conocerlo. Quien quiera obtener dicha información de manera entrometida, encontrará un espacio vacío al buscarlo.—comienza a decir la joven de ojos verdes con un tono de voz dulce y aterciopelado, igual que el de un vampiro seductor e hipnótico. Sus ojos se iluminan con un ligero neón, y algunos mechones de su cabello adquieren un tono verde entre las hebras negras, sonando tan especial y mágico— Mamma me nombró Carole, de Madagascar. No deseo que investiguen más sobre mí; quiero que siga siendo un misterio, porque algo en mí grita: ¡No entres allí, no busques! Así que, les pido encarecidamente que respeten mi petición.

    El Clan Cullen había presenciado tal espectáculo, hasta Edward, quien se había acercado para observar, ya que la mente de todos se había vuelto un vacío en blanco tras escuchar aquella voz tan melodiosa. Edward se encontraba maravillado por la magia que envolvía a la joven, de quien sentía una gran necesidad de proteger.

    No podían creer que, con cada paso que daban junto a ella, se volvía más mágica y especial.

    —¿Qué acaba de pasar?

    —¿Qué fue eso?

    —Su peinado y color de cabello cambiaron. ¡Asombroso, pascalita!

    —¿Por qué no puedo leer sus mentes al intentar recordar el nombre? —preguntó Edward, nervioso.

    —¿Podrías explicarnos qué ocurrió, querida? —preguntó Carlisle, igualmente absorto e incrédulo.

    —Eso ha sido la promesa camaleónica. Sé que en vuestra raza hay lectores de mente que podrían acabar conmigo; no quiero volver a la esclavitud —admitió, nerviosa al decirlo en voz alta.

    —Si sabes eso, quiere decir que todo este tiempo estuviste fingiendo la pérdida de memoria, ¿no? —intervino Rosalie, histérica y con desconfianza. No podía entender cómo era posible que esa joven supiera más que ellos y su especie sin recordar su pasado. Algo extraño había en ella.

    Jasper, Edward y Alice se estremecieron al sentir un dolor ácido en sus corazones, mientras el único corazón vivo latía lento ante tal acusación.

    Los labios de la joven de ojos verdes, así como las manos que tenía apretadas, demostraban el coraje causado por aquella acusación. Enojada, se levantó del sillón para enfrentar a la rubia con tal furia que quienes estaban cerca vieron cómo su cabello negro con mechas verdes se transformaba en cabello pelirrojo.

    —No cruces la línea. Nunca les he dado motivos para eso —dijo la joven de ojos verdes con una voz firme y fría.

    —No te creo. Hablas de nuestra raza como si tuvieras más antigüedad que nosotros. Admito que te creí cuando te presentaste como una niña, pero ahora solo me confirmas que serás un peligro para mi familia. Sabes demasiado sobre ti misma como para tener amnesia —dijo Rosalie, con una mirada y voz llenas de desconfianza.

    —Tendrá sus motivos, Rosalie. Respétala, no deberías crear este tipo de conflictos ahora —dijo Alice, intentando calmar la situación y esperando que sus visiones cambiaran.

    —¡Siempre la apoyas! ¡Así que cállate, Alice! No la ves; eso tiene que indicar que podría ser un espía —exclamó Rosalie, apretando la pequeña muralla del pasillo de la planta alta hasta agrietarla.

    —¡No tienes idea de lo que me pasa, ni me das respiro! Eres... imposible —gruñó la joven, incómoda y molesta porque le hablaban así a Alice, aunque intentaba no dejarse llevar por el dolor que sentía al ser rechazada por Rosalie.

    —Pues dilo de una vez, dinos todo lo que sabes, porque te advierto que cada vez suenas más sospechosa —contraatacó Rosalie, igualmente molesta.

    —¡Más de lo que expreso no lo sé! Solo sé que si quiero recordar más, no puedo. ¡Eso es lo único que sé! Duele querer recordar o buscar algo en mi mente —exclamó, mientras los demás sentían un dolor punzante en sus corazones.

    —¡Pues inténtalo más! Porque todo lo que dices me suena a falsedad —replicó Rosalie, aunque con más dificultad, mordiendo su lengua al sentir una punzada en su corazón al ver la mirada fulminante pero claramente dolorida de la joven.

    —Eres tan egoísta. No voy a cumplir tus deseos tóxicos. Tal vez para ser bella haya que ver estrellas, pero el dolor que quieres que vea... No me sirve ni lo quiero conseguir solo para ver una estrella tan muerta como tú —dijo con frivolidad, aunque el dolor era evidente en cada palabra. —Y no te molestes más de lo que ya estás; me retiro por mi madre, para que ya no destruyas la casa.

    Dicho esto, la figura humana desapareció a simple vista, dejando solo vacío. Todos en la sala quedaron estáticos, incapaces de intervenir por el dolor lacerante en sus corazones, escuchando el corazón errático de la joven y viendo la puerta abrirse y cerrarse sin nadie cerca, sabiendo que había sido ella quien se había ido.

    —Eres una insensible, Rosalie. Si sigues así, perderás a tu compañera, y sé que no quieres eso, porque no solo te afecta a ti, sino a Emmett y a toda la familia —siseó Alice, enojada, saliendo rápidamente de la sala hacia el lugar por donde salió la joven.

    —Ya no hay palabras que decir, pero de hoy en adelante, no te permitiré hacerle más daño a mi compañera —dijo Jasper, decepcionado con su supuesta gemela, y fue tras Alice en busca de Eco.

    Rosalie, al escuchar cada palabra, empezó a darse cuenta de cómo había actuado. Siempre había sido desconfiada con lo desconocido, pero ¿por qué ahora nadie parecía comprenderla?

    Miró a Emmett buscando consuelo, pero él la miró con ojos cristalizados, decepcionado y dolido. —Te comprendo, eres precavida, pero... te has pasado. No puedo apoyarte en dañar a quien también es mía por milagro.

    —O-osito... yo...

    —Ahora te dejaré pensar mejor en soledad. Te he apoyado demasiado y nada a quien realmente lo necesita —dijo Emmett, alejándose de ella y de la casa, buscando espacio para recuperarse de lo ocurrido.

    Carlisle y Esme permanecieron de pie, observando a Rosalie y viceversa.

    —Esa pared la arreglas tú. Cada cosa que rompas será de tu cuenta, jovencita —dijo Esme con una voz antipática y decepcionada.

    —Pero... —dijo Rosalie, indignada.

    —Hazle caso a tu madre. Has superado mi límite de tolerancia. A partir de hoy, si vuelves a crear este tipo de ambiente, irás a terapia con los Denali. No me importa si no te gusta. Todos lo haremos, y si no logras comprender una idea para arreglar lo que has causado hoy y en estos últimos días en el hogar...

    —No puedes hacer eso... No... —dijo Rosalie, totalmente incrédula.

    —Puedo. Soy tu creador y, más que nada, legalmente el padre de esta familia. Así que hazlo por las buenas o vendrán las consecuencias, y en verdad, no nos gustará —dijo Carlisle con una voz bastante seria.

    Rosalie cruzó los brazos, mirándolo con coraje y enojo.

    —¿Y si no lo hago, qué?

    —Serás exiliada, con límite o sin límite de regreso al Clan.

    Esme se llevó la mano a la boca, horrorizada por la decisión, pero no podía intervenir; ella debía entrar en razón.

    Rosalie, dolida, se retiró a su cuarto y cerró la puerta, dejando a todos en un ambiente incómodo. «¿Por qué todo le salía mal y no como ella quería?» se preguntó, frustrada y dolida.
     
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    1324
    CAPÍTULO 27

    Alice y Jasper no tuvieron problema en encontrarla, ya que la joven, "invisible" o más bien camuflada con el entorno, había dejado pisadas profundas en la tierra mojada de Forks, todas dirigidas al tupido bosque. El aroma no podía guiarlos, porque el camuflaje de la joven camaleónica hacía que se mezclara con el aroma pesado del clima húmedo.

    Se tardaron aproximadamente una hora en encontrarla, suficiente para seguir el rastro de plantas rotas y pequeñas telas rasgadas. Finalmente, la encontraron arrojando piedritas a unos metros, farfullando.

    Ambos la miraron con cautela, preparándose para su próxima reacción. Jasper percibía enojo, molestia, dolor, coraje, tristeza y arrepentimiento en la joven. Ella empezó a dejarse ver, sentada sobre un tronco caído, con el cabello mitad negro y mitad rojo, lo que les permitió evaluar más o menos cuán molesta estaba por lo sucedido.

    —Me da gracia que, siendo vosotros vampiros, aún os cueste encontrarme —comenta en voz alta, sin mirarlos, con un toque de ironía cómica.

    —No es fácil, no te vemos ni olemos. Fue un milagro encontrar las pisadas y las pistas. Ni siquiera mis visiones ayudan, ¿sabes? —responde Alice, con un tono irónico y curioso.

    —Pero tienes a Jasper. Y mis latidos —añade la joven, tras una exhalación y girando la cabeza hacia ellos, inclinada hacia atrás sobre el tronco.

    Jasper traga saliva ante la elasticidad de la joven, aunque puede notar claramente los párpados hinchados por las lágrimas y las venas rojizas.

    —Es cierto, señorita, pero tu dolor es el mío, y costó seguirte el paso de esa forma —acota el sureño.

    La joven de ojos verdes intenta decir algo más, pero sus labios tiemblan, incapaz de articular palabras. Finalmente, en un susurro, dice:

    —Los... he... vuelto... a lastimar.

    Alice se acerca rápidamente, tomando su mano con mucha delicadeza. Jasper, por su parte, no puede evitar tomar la cabeza inclinada hacia atrás entre sus manos para besar dulcemente la frente.

    —Tranquila... Shhh... Estamos bien —susurra Jasper con cautela y cariño.

    —No sé cómo puedo evitar hacerles daño... Soy un monstruo... No debería estar con ustedes... Tal vez lo que ha dicho Rosalie sea verdad... Solo soy un problema más para...

    —Te prohíbo que termines esa frase —advierte Alice con dolor, sus ojos cristalizados sin lágrimas—. No eres un problema para la familia. Confía en lo que he visto. Eres una parte importante de nuestra felicidad.

    La joven llora sin poder evitarlo, sintiéndose culpable por seguir lastimándolos. Se siente muy culpable.

    —Carole, te diré algo, pero necesito que te calmes. Respira conmigo. Exhala los pensamientos negativos y tu respiración —sopla suavemente Jasper, intentando calmar su respiración errática y su llanto culpable. La joven lo sigue, creyendo fielmente en el sureño—. Inhala el aroma del bosque y lo que te parezca delicioso, lo que te tranquilice tener cerca. —Inhala aire sin necesidad, percibiendo el delicioso aroma a bosque y hojas de eucalipto de su compañera camaleónica, así como el perfume a limón de Alice—. Hazlo de esta forma hasta que puedas tranquilizarte.

    Carole sigue el consejo, percibiendo y cerrando los ojos ante la tranquilidad que le proporcionan Jasper y el agridulce aroma de Alice. En una serie de 10 respiraciones, logra calmarse en 2 a 5 minutos. La presencia de sus compañeros le ayuda mucho; sin ellos, podría haber tardado una hora en calmarse.

    Jasper y Alice, orgullosos de notar el cambio en el ánimo de Carole, se miran por un momento, compartiendo una emoción: amor. Luego, Carole se acomoda mejor en su lugar y acepta que ambos vampiros se sienten a su lado.

    —Ya estoy lista, creo.

    —Nos alegramos mucho, cariño —admite Alice con felicidad, sin poder contener su emoción.

    —Bien, lo que quería decirte, y esto lo quiero decir frente a ambos, es que hay una realidad que siempre intentamos esconder con nuestro estilo de vida, pero no podemos ser tan hipócritas; todos somos monstruos en el mundo humano, somos vampiros —dijo con determinación, enfocándose en Carole—. Eres un cambiaformas, eres distinta al humano promedio, y por ende, somos parte del mundo de «monstruos sobrenaturales» en el mundo mortal. Así que, si tu intención era usar eso como un insulto a ti misma, estarías insultando también nuestra naturaleza. ¿Lo entiendes, señorita? —comenta Jasper con sabiduría.

    —Pero... Rosalie dijo...

    —Mira, lo que ella diga, no tiene excusa válida en estos momentos. Ella no está en sus cabales correctos —dice Jasper con molestia al recordar a Rosalie.

    —Pero ella... me rechaza... Y yo...

    —Cariño, Rosalie está resentida contigo. Estoy segura de que, muy en el fondo, se arrepentirá de todo el daño que te ha hecho, pero no tiene ninguna credibilidad lo que te ha dicho. No eres mala, solo tienes que aprender a entenderte, y nosotros también deberíamos hacerlo —dice Alice con una sonrisa de disculpa infinita, temiendo que su pequeña compañera los abandone.

    La joven baja la mirada triste, pero asiente, comprendiendo el punto.

    —Carole, Alice y yo te reconocemos felizmente como nuestra compañera. No pienses en abandonarnos solo porque has discutido con ella. No nos dejes por una cuestión en la que los demás no tenemos la culpa de sus acciones. Si hay dolor en ti, nosotros lo sentimos. Aún es muy nueva esta información y nos cuesta digerirla, pero te prometo que la próxima vez ya no te dañarán de ninguna manera —asegura Jasper con firmeza digna de un teniente.

    —Aunque no lo pueda ver, sé que en el futuro que nos tocará vivir... podremos sobrellevar este asunto. Solo danos una oportunidad para intentarlo —pide Alice con total cautela.

    Ni Jasper ni ella sabían de dónde venía el impulso de ser tan sinceros con ella, pero de alguna forma, Carole sabía que era por ser compañeros, y eso la calmaba. Ellos eran buenos, ellos eran familia.

    —Comprendo que no... que no podré abandonarlos porque no podría... lo intentaría, pero no lo conseguiría. Pero no quiero estar donde está Rosalie, no puedo, no tengo fuerza ni ganas de sentir más dolor... —pide con voz lastimera, sin poder creer lo que decía, como si fuera una cruel pesadilla—. ¿Por qué me es tan difícil ver ese futuro que viste con mi llegada, Alice?

    —Porque solo veo atisbos del futuro. No veo expresamente cómo suceden. Tus decisiones y las nuestras son quienes dan guía, curso y camino hacia ese futuro —admite Alice con desánimo, aceptando la limitación de su don.

    —Tarde o temprano sabremos llegar a esa meta, y si cambia, será para mejor —se anima a decir Jasper.

    —No sé qué decir ni pensar ante ese futuro tan irreal, pero mi corazón siente que será difícil aceptarlo.

    —Nada en la vida ha sido sencillo de hacer o vivir. Lucha por ello y sé capaz de aceptar que mereces lo que logres —vuelve a decir Jasper.

    —Es una buena frase de reflexión, Jas.

    —Me gusta el desafío, señoritas —acepta el halago indirecto.

    —Oh, cierto, yo fui una al llegar a ti. Me hiciste esperar mucho tiempo —bromea Alice, guiñándole un ojo a Jasper.

    —Mil perdones, señorita.

    Una ligera sonrisa se escapa a Carole, que se encuentra en medio de ambos, soltando su molestia y preocupación para disfrutar del momento.

    —Algún día quiero saber disfrutar del amor como vosotros lo hacéis —admite con una mirada soñadora y una risueña sonrisa digna de un ruiseñor.

    —Habrá oportunidad, no cabe duda. Lo he visto —dice Alice mientras toma con suavidad la mano derecha de Carole.

    —Y si nos llegamos a tardar, es por mero paso humilde de cortejo hacia una gran joven como usted —explica Jasper con una sonrisa suave, besando la mano izquierda suavemente, para luego entrelazar sus dedos.

    —Gracias por tenerme paciencia, Jas y dulce hadita —dice Carole, afianzando con un apretón ligero pero posesivo en cada mano enlazada.

    Así, tras cada acción individual, logran un mismo final: una joven enternecida y emocionada por un amor verdadero, que pronto luchará por mantener.
     
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    Camuflaje
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    Para adolescentes maduros. 16 años y mayores
    Género:
    Fantasía
    Total de capítulos:
    36
     
    Palabras:
    693
    CAPÍTULO 28

    Carlisle Cullen había pasado semanas buscando entre sus contactos a alguien que pudiera ayudar con su problema familiar. Algunos clanes solo podían ser contactados en persona, y eso había demorado el proceso. A principios de agosto de 2004, logró viajar con Esme a Irlanda, donde finalmente encontró al Clan Irlandés. Después de una conversación amistosa sobre su situación y el tipo de ayuda que necesitaban, se encontraron con los líderes del clan.

    Los líderes eran Siobhan, una mujer de cabello castaño y ojos rojos, imponente y vegetariana, con el don de manipular el resultado mediante la visualización; y Liam, su compañero, de barba y cabello rojizo. Liam no poseía un don y era conocido por su resistencia al compartir la atención de Siobhan. Esta actitud se intensificó tras la conversión de Maggie, una joven de quince años que había vagado sola y moribunda por un barrio bajo de Irlanda. Siobhan, al notar el gran talento especial de Maggie, logró convencer a Liam para que aceptara a la joven en el clan. Tras su conversión, Maggie obtuvo el don de Detección de Mentiras.

    El clan quedó sorprendido al escuchar el problema familiar de Carlisle. Aunque no esperaban enfrentar tales complicaciones, entendieron que con tantos hijos, surgirían dificultades entre pensamientos diferentes y años distantes.

    —Hace poco terminé mis estudios en psicología. Podría ayudarte, Carlisle —dijo Maggie. Aunque aparentaba quince años, tenía alrededor de 172 años. Era joven en términos de inmortalidad, pero no tanto como para enfrentar problemas.

    —Muchas gracias, Maggie. Serías nuestra salvación. Necesito resolver estos problemas antes de que empeoren. Mi hija pequeña ha sido bastante dañada por Rosalie —dijo Carlisle, con gratitud en su expresión.

    —¿Pequeña hija? Eso es nuevo. ¿Es de los nuestros? —preguntó Siobhan, curiosa.

    —Ha estado en mi familia durante 10 años, y no, no es de nuestra especie. Es un cambiaformas —respondió Carlisle, guardando reserva sobre su hija.

    —¿Un lobo? Sabes que esa especie es nuestro enemigo natural. Los Vulturi no lo verían con buenos ojos —comentó Liam, con un tono peligroso.

    —No es un lobo, pero prefiero mantener la raza en confidencialidad. Ella es reservada y ha causado daños graves en la familia —se defendió Carlisle, protegiendo la privacidad de su hija.

    —Dices la verdad, aunque ocultas mucho. ¿Por qué deseas ese trato? —preguntó Maggie, intrigada.

    —Es una raza diferente, inofensiva para quienes conocemos. Pero más que nada, pido respeto por mi familia y por mí —explicó Carlisle, manteniendo la reserva.

    —¿Cómo deseas proceder? Aquí sería ideal, pero supongo que, dado que es pequeña, podría hacer una excepción y trasladarme allí un año, para que confíe en mí antes de movernos aquí. Si el caso es grave, necesitaré investigar para clarificar el problema —dijo Maggie, comprendiendo a Carlisle.

    —Podríamos ir de vacaciones a tu residencia —propuso Siobhan, pensativa.

    —¿Podemos estar seguros de que no habrá problemas con los Vulturi? Recuerda que siguen mi rastro, Carlisle —comentó Liam, inconforme con la idea de salir de su hogar.

    —Gracias por tu comprensión, Maggie. Estoy seguro de que no es algo que llame la atención de los Vulturi, al menos no al punto de exponer la raza —respondió Carlisle con seguridad.

    —Bien, iremos. Pero al primer indicio de peligro, regresaremos —dijo Liam, como líder del Clan Irlandés.

    —Cariño, no ocurrirá nada malo. Quizás hasta disfrutemos de esta corta vacación —intentó consolar Siobhan a su compañero.

    —Ya he dicho mi punto. Iremos.

    —Eres encantador, cariño. Gracias por siempre cuidarnos —le agradeció Siobhan, provocando una sonrisa en el rostro de Liam entre su barba rojiza.

    —Avisaré a mi familia que llegaremos esta semana —anunció Carlisle, tomando su teléfono Nokia.

    —Sin problemas, Carlisle. Mi casa es tu casa. Estaremos preparando nuestras cosas —dijo Siobhan con entusiasmo, llevando a su compañero a un lado para dar privacidad a su amigo.

    —¡Qué alegría! Este viaje de trabajo promete aventura —exclamó Maggie, dirigiéndose a su habitación para preparar sus cosas. —Por cierto, Carlisle, ¿dónde residís?

    —En Forks, Washington. Hace frío y llueve mucho.

    —¡Genial! Un lugar al que no hemos ido —se emocionó Maggie.

    Pronto comenzaría el tratamiento para resolver el problema familiar.
     
  10.  
    Brunchi

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    36
     
    Palabras:
    1175
    CAPÍTULO 29
    A una semana de terminar agosto del 2004, un miércoles, la pequeña camaleón se encontraba dormida en su terrario. Aunque le encantaba la experiencia de dormir en una cama, no se sentía cómoda en ese lugar; no lograba encontrar una posición adecuada. Los que estaban en la casa esperando el regreso de Carlisle y Esme eran Jasper y Alice.

    —Ya vienen. ¡Estoy tan nerviosa! —admite Alice, mirando al infinito.

    —Tranquila, cariño. Todo saldrá bien, espero. —intenta reconfortar Jasper, aunque él mismo está indeciso.

    —Así sea, porque no veo nada. ¡Qué nervios! —dice Alice, mordiéndose ligeramente el labio inferior.

    Tras la nerviosa actitud de la joven vidente, la pequeña camaleón despertó. Carlisle había dicho en una llamada que llegarían esa semana, pero no sabían cuándo. A pesar de que Alice era vidente, su don tenía limitaciones; no podía ver el futuro de la joven camaleónica debido a su mágico camuflaje, que ocultaba su destino de la vista de Alice.

    «¿Por qué tanta ansiedad?» piensa la pequeña al despertarse, abriendo la boquita como si fuera un bostezo, y moviendo la lengua y saliva sin tragar.

    No habían pasado más de veinte minutos desde que Alice expresó su ansiedad y nervios cuando se escuchó el sonido de ruedas de autos acercándose a la casa, seguido por el motor apagándose, las puertas abriéndose y varias pisadas acercándose.

    La pequeña camaleón percibió el aroma de sus padres, lo que llenó su espíritu de alegría, pero el miedo y la ansiedad la invadieron al percibir aromas y voces desconocidas.

    —Tranquila, no son malas personas. Lo percibo —susurra Jasper al notar las emociones de su joven compañera.

    Carlisle abrió la puerta, seguido por tres personas de ojos rojos, y Esme, quien cerró la puerta. Ambos respiraron el aire innecesario, buscando a su querida hija, y al sentir su aroma, se relajaron.

    Mientras tanto, las tres personas desconocidas para Jasper, Alice y Eco observaban con curiosidad, sin separarse, lo que indicaba que eran parte de un clan. ¿Pero de cuál clan? se preguntaban los dos vampiros.

    —Bienvenidos. Los estábamos esperando. —saluda entusiasta Alice, con una dulce sonrisa, mientras mantiene las manos sujetas detrás de su espalda.

    Jasper asiente a modo de saludo, desconfiado y reservado. Aunque fueran amigos de Carlisle, para él seguían siendo desconocidos. Debía estar preparado para defender a sus compañeras si surgía alguna amenaza.

    —Gracias, cariño. Estaba muy triste sin verlos. —dice Esme, acercándose para abrazar a su hija y darle una suave caricia en la mejilla derecha a Jasper. Luego, dirige una dulce y cálida mirada hacia el terrario.

    Esto hizo que la camaleón croara emocionada, saliendo de su escondite entre el pequeño arbusto en su terrario. «¡Mami, regresaste!» se alegra al verla con bien.

    —No están todos tus hijos. Comentaste que eran cinco, seis con la hija más joven de tu clan. —dice observando curiosa a la joven de apariencia de unos quince años, con cabello castaño rojizo, brillante y muy rizado, ojos rojos y piel pálida.

    «¿Quién será ella para papá?» se pregunta la pequeña camaleón, sin confiar en cambiar de forma.

    —Tres de ellos están en clases del instituto. Tenemos un estilo y rutina de vida diferente al vuestro. —explica Carlisle con cierta diversión en la mirada.

    —¿Quiénes son, Carlisle? —pregunta Jasper sin vergüenza.

    —Los presentaré. Ella es Maggie —dice, mirando a la joven de cabello rizado—. Es como la hija de Siobhan y Liam, líderes del Clan Irlandés. Son viejos amigos. —mientras presenta al señor con boina irlandesa de barba pelirroja incipiente, y a la mujer de presencia imponente.

    —Soy Alice Cullen, un placer conocerlos. —saluda la vidente con una sonrisa amable.— Él es mi compañero, Jasper, y ella es mi compañera Eco.

    Los presenta a ambos, cada uno por razones justificadas. Jasper, por cautela, ha elegido dejar que su esposa lo presente, mientras que Eco, por su forma camaleónica, no puede comunicarse directamente debido a la falta de habilidades telepáticas de los presentes.

    La camaleón solo sería llamada por su nombre original si ella lo permitía y conocía bien a la persona. Si no conocía a alguien, aceptaba ser llamada Eco, su nombre de respaldo. Esto se acordó para proteger a la compañera de todos aquellos a quienes pudieran conocer.

    —¿Eco? ¿Dónde? ¿Quién? —pregunta curiosa la mujer de presencia imponente, de cabello negro.

    Carlisle mira a Esme, quien, comprendiendo la petición silenciosa, se dirige al terrario, abre la compuerta y extiende el brazo delicadamente hacia la camaleón. La pequeña reptil sube lentamente ante la mirada intrigada del Clan Irlandés.

    —¿Eco... es la camaleón? —pregunta sorprendida Maggie, cruzándose de brazos pero con una ceja alzada.

    —Sí, ella es nuestra nueva integrante. También es mi pequeña hija. —dice orgullosa y protectora Esme, acariciando suavemente a la camaleón. La camaleón ronronea agradablemente antes de moverse del antebrazo al hombro derecho.

    —¿Acaso os estáis burlando? —pregunta impaciente Liam, el líder del Clan Irlandés, mirando escéptico. —¿Nos has hecho venir por un camaleón? No somos veterinarios, Carlisle. —reprocha.

    —Dale tiempo, cariño. Ni siquiera has dado tiempo para explicar la situación. —dice la imponente Siobhan, mientras se apega mimosa al brazo de su compañero, calmando su actitud defensiva.

    —Justamente a eso iba. Como bien he dicho, mi pequeña hija es muy reservada, por lo que deberán mantener la mente abierta y respetar la confidencialidad sobre lo que se exponga dentro de mi territorio. Y, sobre todo, tener paciencia. —dice Carlisle con voz amable pero dominante, actuando como líder protector.

    —Vaya, entonces, sorpréndenos. —dice Siobhan, dando el beneficio de la duda por su mera curiosidad.

    —Pequeña princesa, ¿podrías venir a charlar? Maggie es quien ayudará con el tema delicado y problemático. —explica Carlisle suavemente, pidiendo que cambie de forma reservada.

    La camaleón se roza ligeramente con el cuello de su mamá y resopla, como si no quisiera hacerlo.

    —Vamos, mi niña. Luego prepararemos juntas tu postre favorito. —propone Esme dulcemente para animarla.

    La propuesta funciona, y la camaleón emite un pequeño rugido de hambre. Rozando su rostro contra el de su mamá en un gesto que simula un beso, acepta la propuesta y salta al suelo.

    Con agilidad, cae bien y, poco después, su forma camaleónica se transforma en la de una joven de cabellos negros, ojos verdes y piel morena clara.

    —El precio es un abrazo, papá. —dice aún reacia a mostrarse así ante los "viejos amigos" de Carlisle.

    Carlisle, sin poder evitar reír, se acerca para abrazarla sin problemas. No podía engañar a nadie; la había extrañado, y todo esto era para que su pequeña fuera feliz.

    Mientras el Clan Irlandés se queda estupefacto ante lo visto, los ojos de la líder brillan con curiosidad, resistiendo las ganas de acercarse, ya que todos en la sala estaban atentos a cualquier movimiento.

    «Aquí hay gato encerrado», piensa Siobhan, mientras aún sostiene a su compañero del brazo. Jura que, si no lo estuviera reteniendo, él ya habría empezado a retroceder de la impresión y el peligro ante lo desconocido. Como siempre, actúa su querido Liam.
     
  11.  
    Brunchi

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    CAPÍTULO 30

    Maggie observaba con atención a la joven de ojos verdes; esos ojos eran tan hipnotizantes que sentía que podría perderse en ellos. Los Cullen habían decidido dejarlas solas para iniciar la conversación.

    —Hace un buen rato nos dieron la privacidad que pueden ofrecer. ¿Podrás responderme algunas preguntas? —preguntó la psicóloga irlandesa con tono profesional.

    —Si está en mis manos, bueno, mi conocimiento, te responderé —admitió la joven con sinceridad.

    Maggie confirmó su don y se preparó para la sesión.

    —¿Con quién te es muy difícil comunicar tus sentimientos? —preguntó mientras se sentaba frente a ella, tomando su agenda y un lápiz para anotar.

    La joven adolescente de ojos verdes se mordió el labio, como si le costara nombrar a la persona, y finalmente dijo:

    —Rosalie.

    —¿Y ella es tu hermana, verdad? —preguntó Maggie, intentando establecer un contexto.

    —No. Ella es alguien complicada. No quiero hablar de eso ahora —respondió con recelo y dolor.

    Maggie anotó en el papel: "Rosalie le ha causado mucho daño. Investigar más sobre la naturaleza de esta relación."

    —¿Con quién más tienes problemas de comunicación? —preguntó nuevamente.

    —Edward.

    —¿Y él quién es para ti?

    —Es mi compañero. Y yo soy su compañera —dijo con un tono receloso y posesivo—. Pero él no me entiende, me quiere controlar. ¡El amor no se controla! La amistad tampoco. ¿Por qué no lo quiere entender? Tengo derecho a tener amigos —exclamó mostrando su frustración.

    Maggie anotó: "Edward parece querer controlar sus relaciones, mostrando actitudes potencialmente tóxicas. Evaluar su impacto en la salud emocional de la paciente."

    —Entonces, ¿son esas las únicas personas con las que tienes problemas ahora mismo? —preguntó mientras la observaba, intentando no tocar temas demasiado sensibles.

    —Por ahora, son con quienes estoy teniendo problemas —admitió mientras jugaba con sus manos, incómoda. Exponer a quienes le dañaban no era algo que le gustara hacer, especialmente si eran sus compañeros.

    —Bien, con el tiempo podremos trabajar en estas diferencias o al menos intentar mejorar la comunicación —expresó con una actitud reconfortante.— ¿Y quiénes te comprenden sin necesidad de palabras?

    —Mis papás y Jasper.

    —Comprendo. ¿Y qué pasa con Alice y Emmett? —preguntó, consciente de que también estaban involucrados en la situación.

    —Ambos tienen dificultades para comunicarse bien conmigo. Aunque soy bastante transparente, con ellos no es fácil compartir mis emociones —admitió con cierta vergüenza.

    —¿Puedo preguntar por qué? ¿Qué les diferencia uno del otro? —preguntó Maggie, mostrando interés profesional.

    —Sí... Alice es muy impaciente, quiere satisfacer todas mis necesidades, pero al no conocer mi futuro, a veces sus decisiones resultan en tristeza. Gracias a Jasper, la entiendo mejor, pero me cuesta comprenderla completamente. —recordó mientras pensaba en una taza en forma de camaleón que Alice le había regalado.— Emmett, en cambio, es muy brusco. Su cariño puede ser doloroso, pero entiendo que soy frágil para ambos. No sé cómo lograr una buena comunicación con ellos.

    Maggie reflexionó sobre esto. Su experiencia como psicóloga le permitía entender cómo estas dinámicas familiares complicaban aún más la situación.

    —¿Esto te frustra mucho, verdad? ¿Cómo manejas esa frustración? —preguntó con empatía.

    —Sí, me oculto de todos y duermo. No quiero dañarlos más de lo que ya hago —respondió con una resignación que Maggie reconoció como un mecanismo de defensa.

    —¿Cómo que dañarlos? ¿No sabes que si te guardas tus emociones negativas y frustraciones, solo te haces más daño a ti misma y a los demás? —comentó Maggie, impresionada por la forma en que la joven lidiaba con sus emociones.— Reprimir tus sentimientos puede llevar a consecuencias serias para tu bienestar mental y emocional. Si realmente te importan, no es saludable actuar así.

    La joven se mostró incómoda, con los labios fruncidos. Aceptaba en parte lo que Maggie decía, pero cambiar un patrón aprendido era un desafío monumental. «¿Cómo puedo romper con lo que he aprendido y aprender una nueva forma de enfrentar mis emociones? Esto parece muy complicado» reflexionó Maggie, sintiendo una mezcla de preocupación y determinación profesional.

    —¿Cuándo comenzaremos? —preguntó, buscando cambiar de tema para evitar huir.

    —Cada persona tendrá una sesión individual para empezar con ejercicios que te ayudarán a sanar, si estás dispuesta. Si te cierras y niegas tratar estos temas, no avanzaremos. —Maggie se mostró firme y profesional, manteniendo un tono alentador.

    —No me siento muy segura con lo que propones...

    —Es normal tener miedo al enfrentamiento y al dolor. Pero enfrentarlos de manera estructurada puede ser más manejable —respondió Maggie con comprensión, viendo la incomodidad de la joven.

    —Ya están a punto de llegar. ¿Seguiremos hablando o puedo salir a respirar aire un momento? —preguntó, inquieta por los sonidos de los autos.

    Maggie también escuchó los autos y frunció el ceño, sabiendo que esto tomaría más tiempo del previsto.

    —Puedes salir. Hablaré un momento con ellos y luego regresarás para continuar. ¿Te parece bien? —preguntó la irlandesa.

    —Si eso crees que es lo mejor, trataré de ayudar, pero no prometo milagros —dijo antes de levantarse del sillón y dirigirse hacia la puerta de vidrio.— Iré con Jasper y regresaré en cuanto pueda. Gracias, Maggie.

    Se hizo invisible, sorprendiendo a los invitados al no verla más, y luego Jasper pareció seguir un camino sin persona dirigiendo. Alice hizo un pucherito al ver esto y se giró para mirar hacia los autos recién estacionados.

    —Debes hablar primero con Rosalie. Es ella quien tiene el problema más complicado y la que te puede dar más resistencia. Lo he visto —dijo la vidente, manteniendo sus manos detrás de su espalda, la mano derecha agarrando la muñeca de la izquierda.

    —Quisiera hablar con todos en general primero, como un aquelarre, y luego ir uno por uno, para finalmente hablar con la paciente en cuestión. ¿Te parece correcto, Carlisle? —preguntó Maggie, buscando consenso.

    El líder del clan suspiró, mirando a Edward, Rosalie y Emmett, quienes se mostraron incómodos y a la defensiva ante el clan irlandés presente.

    —¿Qué es esto, Carlisle? —preguntó Edward, sintiendo la tensión.

    —El Clan Irlandés son viejos amigos y nos ayudarán con los problemas que estamos enfrentando. Maggie será la doctora de Eco, y Siobhan y Liam son los líderes del clan —presentó nuevamente a los que faltaban presentar.— Maggie ya ha comenzado la consulta con nuestra joven Eco. Ahora, deben seguir la petición con calma y sin conflictos. No los hice venir para que se vayan sin abordar el tema —advirtió Carlisle con firmeza.

    Rosalie hizo una mueca de disgusto, Emmett una de incomodidad, y Edward se quedó callado, leyendo mentes y mostrando una mueca de dolor. La camaleónica había dicho cosas incómodas, pero necesarias, y el hecho de que una desconocida las hubiera expuesto le resultó particularmente molesto.

    —Bien, iré —dijo Rosalie a la defensiva, entrando a la casa.

    —Cada uno pasará después de que hable conmigo —explicó Maggie.— Pueden ir a alimentarse, pero eviten cruzarse con mi paciente. Necesita espacio, y si no se lo dan, no creo que tengamos un buen final del día.

    Todos aceptaron resignados, ante la mirada severa y calmada de Carlisle. Suspiraron, viendo cómo ambas mujeres entraban. Sabían que esto tomaría tiempo y debían estar alertas, especialmente si Rosalie perdía la compostura.
     
  12.  
    Brunchi

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    CAPÍTULO 31

    Casi al mismo tiempo, ambas mujeres se sentaron, mientras que el resto del grupo se dispersaba para realizar diferentes tareas, con el objetivo de no parecer demasiado curiosos o intrusivos.

    —Comienza, no tengo mucho tiempo para perder aquí —dijo Rosalie con un tono defensivo mientras se acomodaba en la silla con postura rígida, como si estuviera sentada en una audiencia.

    Maggie anotó en su cuaderno: "Modo defensivo en exceso. A examinar."

    —Bien, te haré algunas preguntas. Responde con toda la sinceridad posible —indicó Maggie, manteniendo la distancia para no invadir el espacio personal de Rosalie. Su tono era calmado y profesional.— ¿Cómo describirías tu comunicación con Carlisle y Esme?

    —La tenía, pero desde que llegó Eco, mi relación con ellos ha cambiado. —Rosalie respondió sin entrar en demasiados detalles, su voz contenía un matiz de resentimiento.

    —¿Entonces, antes de la llegada de Eco, la comunicación era buena? ¿Cómo era? —preguntó Maggie, tratando de entender la dinámica previa.

    —Carlisle me convirtió, era su princesa y su hija favorita. Luego llegó Alice, y con ella las cosas cambiaron. Ahora Esme pasa más tiempo con Eco y menos conmigo, como antes —respondió Rosalie, su tono reflejaba claramente su molestia.

    —Parece que sientes que te han desplazado de tu rol anterior. —comentó Maggie, reconociendo la actitud defensiva de Rosalie.

    —Ella oculta algo, no nos llevamos bien y, debido a Eco, Esme ya no está tan cerca de mí. Carlisle siempre parece enojado conmigo. Ellos no ven que intento protegerlos; creo que ella nos está haciendo daño —expresó Rosalie con frustración.

    —¿Has considerado enfrentar la situación sin ponerte a la defensiva? A veces, la calma puede proporcionar las respuestas que buscamos. —sugirió Maggie, con un enfoque constructivo.

    Rosalie estaba a punto de responder con un contraataque, pero se quedó en silencio, sin una respuesta inmediata.

    —Por eso, vamos a comenzar con el trabajo en tu comunicación. La calma puede ser una herramienta poderosa para mejorar tus relaciones —dijo Maggie en voz alta, mientras seguía escribiendo en su cuaderno.

    —¿Y cómo va a servir eso? Ella seguirá estando aquí, nada de lo que hagas cambiará eso —dijo Rosalie con un resentimiento palpable.

    Un siseo unísono se escuchó en el entorno, y el Clan Irlandés se sorprendió al notar la tensión creciente en la sala.

    —Bien, ¿con quiénes más tienes problemas de comunicación? —Maggie continuó con las preguntas, ignorando el comentario desalentador.

    —Edward, Alice, Jasper, Eco y Esme —mencionó Rosalie, mostrando resentimiento y cierta vergüenza por su nerviosismo, como se evidenciaba en el movimiento de su pierna derecha.

    —¿Y con Emmett? ¿Por qué no mencionas problemas con él? —preguntó Maggie, buscando aclarar el panorama.

    —No lo considero un problema ahora, pero volverá a mi cuando se dé cuenta de su error —dijo Rosalie con una seguridad que Maggie notó como una posible muestra de orgullo.

    Maggie anotó: "Soberbia y ego evidentes. Actitud tóxica potencial hacia aquellos que percibe como estables en su vida."

    Edward, al escuchar desde una distancia prudente, pensó que la situación podría complicarse aún más. La perspectiva de Maggie sobre el carácter de los miembros del clan era inquietante. Se preguntaba si la intervención realmente mejoraría la convivencia o si solo agravaría las tensiones existentes.

    Observando todo, Edward entendía que habría muchos problemas que resolver antes de alcanzar una estabilidad con la joven camaleónica. Esperaba que la ayuda de Maggie no desencadenara más disputas o complicaciones para Carlisle. Su reflexión le llevó a considerar que cada miembro del grupo tenía problemas de carácter y actitud, al menos según lo que había observado hasta ahora.
     
  13.  
    Brunchi

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    36
     
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    931
    CAPÍTULO 32

    —Comprendo —dijo Maggie, cerrando su cuaderno para formular una última pregunta que englobara el problema central.— En una escala del 1 al 10, ¿cuánto crees que el problema que causa tu hermana Eco afecta a la familia?

    Edward, Carlisle y Esme se tensaron al escuchar la pregunta. Aunque no conocían la profundidad del desagrado de Rosalie, sabían que si la joven irlandesa no manejaba la situación con cuidado, podrían surgir conflictos serios.

    Rosalie pensó detenidamente antes de responder. Sabía que la privacidad era relativa en este entorno y que todos estarían escuchando, pero expresar su incomodidad era parte de su carácter. Se levantó del sillón, visiblemente incómoda, pero abordó la pregunta con la actitud de alguien bien educada.

    —Cuatro.

    La respuesta fue directa y sincera. No había nada más que añadir. Si extendía su respuesta, podría provocar más molestias, pero sabía que si no respondía, Carlisle la amonestaría.

    —¿Deseas compartir algo más para cerrar esta primera sesión? —preguntó Maggie, aceptando la breve respuesta. Aunque no fue una sesión especialmente negativa, la actitud de Rosalie hacia Eco había sido un desafío.

    —No podrás solucionar nuestros problemas personales; aquí solo trabajas en el problema que presenta Eco para la familia. No cambiaré de parecer, soy muy orgullosa —dijo Rosalie, antes de retirarse, deseando no perder más tiempo en esto.

    La familia trató de disimular su alivio al saber que la sesión no había terminado en una discusión caótica. Suspiraron aliviados.

    —El siguiente será: Edward. Pase, por favor —anunció Maggie, trago saliva, pensativa y seria.

    Había mucho que hacer en este día, y esperaba que, una vez terminara la sesión inicial, pudiera trazar un plan de acción efectivo.

    —Sabes que hablar conmigo puede ser inútil, ¿verdad? —dijo Edward al entrar y cerrar la puerta, mientras se sentaba frente a Maggie con una actitud desafiante.

    —Lo sé, pero también estoy consciente de que si decides mentir, lo sabré —respondió Maggie con seguridad, enfrentándolo con una mirada seria.

    Edward le lanzó una mirada molesta, pero Maggie mantuvo su postura profesional.

    —Vamos a empezar. Las preguntas que haré no serán las mismas que las que se hicieron a Rosalie. Debes comprender que eres diferente a cada miembro de tu familia. El enfoque del problema que cada uno tiene con Eco es lo que los une, y para ayudarla, debo conocer su entorno —explicó Maggie, con tranquilidad y seguridad.

    —Espero que puedas ayudar, respeto tu profesión, pero lo que enfrentamos no es un problema fácil de resolver —respondió Edward, con desdén, mientras Maggie anotaba: "Carácter: conocedor, petulante, reacio".— Ten cuidado con lo que dices.

    —Respeta mis pensamientos; no tienes derecho a invadir mi espacio mental —siseó Maggie, manteniendo su postura tranquila y segura.— Bien, ¿por qué no tienes una buena relación comunicativa con la joven Eco?

    Edward bufó, visiblemente incómodo y molesto por la actitud de Maggie. Sin embargo, decidió ceder por el bien de su compañera y Carlisle.

    —Toda nuestra mala relación comenzó cuando ella se relacionó con el "chucho". Desde entonces, nuestras opiniones chocan. Ella escucha mis motivos y luego me ignora —dijo Edward, con frustración.

    —¿El "chucho"? ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Maggie, desconcertada. Sin embargo, observó indicios de mentiras en su aura.— Estás mintiendo. ¿Qué estás omitiendo, Cullen?

    Edward lo miró incrédulo, tragó saliva y trató de disimular su sorpresa.

    —No... estoy diciendo la verdad —dijo, dudando.

    —Entonces estás omitiendo algo. ¿Por qué no te escuchó? —preguntó Maggie, con una mirada inquisitiva.

    —Eso no te concierne —siseó Edward, visiblemente molesto.

    —Claro que sí. Si no tienes una buena relación con ella, este problema no se solucionará mágicamente. Sé maduro y acepta tu responsabilidad —dijo Maggie, igualmente molesta. No quería perder tiempo con excusas infantiles.

    Edward golpeó la mesa con frustración.

    —¡No soy un niño inmaduro! Ella no me escuchó porque le dije que no me gusta su compañía y que no quiero al "chucho" cerca de ella. Ella me respondió que es su vida y que no me meta —gritó, preocupado y molesto.

    —Entonces, es comprensible que te ignore. Nadie debería ser obligado a vivir según las decisiones de otros o ser tratado como un objeto de propiedad. Todos somos seres vivos con derecho a nuestras propias decisiones, incluso si somos vampiros —contestó Maggie, defendiendo los derechos individuales con firmeza.

    Siobhan y Liam sonrieron al escuchar el carácter decidido de su hija, orgullosos de su postura. Sin embargo, Maggie continuó con otra pregunta.

    —¿Quieres resolver la mala comunicación que tienes con ella? Si tu respuesta es sí, necesitarás trabajar en reducir tu actitud controladora y manipuladora. ¿Aceptas mi ayuda? —preguntó, levantándose de la silla para enfrentar a Edward con una expresión seria.

    «Solo no me hagas perder el tiempo si tu respuesta es no» pensó Maggie, manteniendo su seriedad.

    —Sí quiero arreglarlo, pero no soy lo que me acusas. Solo quiero protegerla del peligro. ¿Qué tiene de malo protegerla de los lobos? Ella es solo una niña —gritó Edward, mostrando su preocupación y frustración.

    De esta manera, dos cosas quedaron claras para todos, especialmente para Maggie: Edward Cullen había encontrado a su compañera y estaba preocupado por cómo cuidarla de manera saludable. Maggie se comprometió a ayudarlo a lograr una relación sana con Eco, y esperaba que, al encontrar a su propia pareja en el futuro, pudiera ofrecerle una actitud equilibrada y amorosa.

    Y, por último, Siobhan se mantendría alerta con Edward Cullen por su actitud hacia su hija Maggie, lo que llevaría a sesiones con choques entre la doctora y su paciente en las próximas sesiones.
     
  14.  
    Brunchi

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    Fantasía
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    36
     
    Palabras:
    950
    CAPÍTULO 33
    Tras unos minutos de intervención a manos de los líderes del Clan Irlandés, Maggie recién cayó en cuenta de cuánto tiempo había estado en sesión con dos de los hijos de Carlisle; apenas habían pasado dos horas. Si bien los hijos habían llegado de las clases a las 17:30, y ya estaban por ser las 19:00, había pasado un buen tiempo entre cada conversación investigativa.

    Ahora le tocaba a la pareja de la rubia, Emmett Cullen, quien parecía estar nervioso. Nunca antes había ido a una cita psicológica, y debido a su reciente lazo con su compañera Eco, le daba más miedo que la doctora le dijera que no era apto para estar con ella. Él mismo se menospreciaba por no saberla tratar como correspondía.

    —Bien, soy consciente de que has sido capaz de escuchar las sesiones anteriores, pero quiero volver a repetir que aquí no temas, no te menospreciaré. Estoy aquí para ayudar a que las cosas mejoren o al menos sean más amena la convivencia, por lo que cuéntame lo que quieras sobre tu relación con la joven Eco —empieza a decir Maggie, con una postura más tranquila. No estaba intimidada por el robusto cuerpo del chico; al contrario, estaba siendo comprensiva debido a que lo notaba muy tenso, mirando para todos lados menos a ella.

    Emmett exhaló aire de manera profunda, tratando de calmarse, mientras se rasca la nuca tratando de controlar su nerviosismo. Solo consigue sonreír avergonzado.

    —Gracias por la compasión, doc.

    —No hay de queso, nomás de papa —bromea un poco Maggie.

    —¡Exacto! —exclama, sintiendo más confianza en que la doctora no era tan estricta como se había escuchado anteriormente con su hermano y esposa.— Bueno, yo...uhm, mi relación con Eco está buena ahorita.

    —¿Ahora? ¿Antes no? —pregunta Maggie con suavidad.

    —Mire, doc, desde que Eco llegó a nuestra familia, solo he sido el humano ruidoso, gritón y molesto. Soy muy hiperactivo, me emociono y no niego que muchos de mis actos o festejos sean imprudentes, soy muy explosivo. Y como verá, Eco es un camaleón la mayoría del tiempo, es un animal muy sensible al ruido. Así que... Por mucho tiempo no nos llevamos muy bien, que digamos, porque, pues soy ruidoso, la asustaba con frecuencia. También la ofendí sin querer unas pocas veces más... Y así —cuenta con suma concentración, ceñudo y con la espalda encorvada hacia adelante, dejando sus antebrazos apoyados sobre sus piernas con las manos entrelazadas, aunque de vez en cuando juega con sus dedos, haciéndolos crujir para liberar tensión.

    Mientras tanto, Maggie anota en su cuaderno: "Emmett es un joven activo, hiperactivo, jovial y muy conversador si se siente en confianza..." Tras terminar de escribir, lo mira atenta.

    —¿Te consideras no apto para ella?

    —No le voy a mentir, doc, además no puedo, por su don, ya sabe —intenta bromear un poco—. Al principio me consideraba así, pero con ayuda de Alice y Jasper, aprendí que solo debo aprender de mis errores y ser cauteloso. Eco puede adaptarse a mí, pero yo también debería intentar hacerlo con ella. Así la química será igualada y algún día seremos los mejores amigos. Al menos a eso aspiro —admite avergonzado.

    Maggie se queda bastante sorprendida por cómo la actitud infantil del joven frente a ella se torna madura ante una propia reflexión. Tal vez no todo estaba perdido en la familia.

    —Si no te molesta, ¿me podrías comentar un poco de esos errores? —pregunta cautelosa.

    —La primera vez la asusté con mi voz alta, prácticamente festejé como un parlante. La segunda vez, la molesté tras pensar que una figurita de camaleón le hiciera compañía. Terminó mal porque creyó que la iba a reemplazar. No me perdonó por meses, hasta que me estudié todo acerca de los camaleones. Hasta aspiro a ser veterinario próximamente. Pero comprendí que no solo es aprender, sino saber escuchar y verla para saber qué es lo que realmente quiere —explica mientras se estira ansioso los dedos que van crujendo.— Sabe, doc, Eco es una persona muy sensible, tosca y fuerte, pero la mayoría del tiempo se calla por temor a dañar. La comprendo, pero por cuenta propia sé que si te callas, a largo plazo dañas más. En eso, realmente no sé cómo ayudarla.

    La tristeza y preocupación que Emmett expresó fue tan emotiva que Maggie se enterneció tras verlo así. Aunque le sorprendió que tuviera las mismas características de protección, amor y cuidado que si fuera su compañera. Pero un vampiro no puede tener más de una compañera, ¿o sí?

    Siendo así, la sesión con Emmett reveló algunas cosas:

    - Eco podría ser su compañera.
    - Emmett aprendió lo que otros no, tras muchas pruebas y errores.
    - Cuando empezaran la sesión individual, le aconsejaría tips para mejorar su autoestima.
    - Eco tenía muchos problemas emocionales, que estaban desgastando su salud mental.

    En cuanto, terminó de anotar, Emmett la mira expectante, en silencio.

    —Por ahora, está todo bien en ti. Esta sesión por el momento ha finalizado con broche de plata. Gracias por ser sincero, te ayudaré en lo que necesites para mejorar tú mismo y puedas disfrutar de la relación amistosa con Eco —dice mientras cierra su cuaderno y camina hacia la puerta.— La siguiente será Alice, pero puedes ir a buscar a Jasper y a la joven Eco, por mientras, en unas horas tocará la charla en conjunta.

    Emmett acepta animado, saliendo y deseándole fuerza a Alice, para luego buscar el aroma de Jasper y Eco. Sabía que se demoraría. Cuando Eco no quería que la encontraran, camuflaba el aroma con el del bosque. Estaría un buen rato buscándolos.
     
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    Brunchi

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    36
     
    Palabras:
    818
    CAPÍTULO 34
    — Bien, Alice, antes de comenzar, quiero agradecerte por tu paciencia. — Maggie habla con una voz calmada y conciliadora, mientras toma asiento frente a Alice. Su postura es atenta y abierta, con las piernas cruzadas y las manos reposando sobre su cuaderno de notas, que ha abierto frente a ella.

    — Claro, no hay problema. Estoy aquí para ayudar. — Alice responde con una leve sonrisa, aunque sus ojos reflejan una inquietud subyacente.

    — ¿Cómo te sientes en relación con Eco y la situación actual? Sé que has estado buscando ayuda para ella. — Maggie inclina ligeramente la cabeza, mostrando interés genuino. Su expresión es serena, con una mirada que transmite empatía.

    — Bueno, eso es complicado. Desde que Eco llegó, he intentado hacer todo lo posible para que se sienta bien. Pero su camuflaje mágico hace que no pueda ver su futuro claramente. Solo puedo ver instantes cortos, a veces solo minutos o una hora adelante. Eso me inquieta porque no puedo prever cómo estará en el futuro cercano. — Alice se pasa una mano por el cabello, su preocupación evidente.

    Maggie toma notas rápidamente en su cuaderno, su rostro refleja concentración mientras escribe: "Alice no puede prever el futuro de Eco debido a su camuflaje mágico. Esto le causa inquietud y una sensación de impotencia."

    — ¿Cómo te afecta eso personalmente? — pregunta Maggie, manteniendo la mirada fija en Alice, su expresión sigue siendo comprensiva.

    — Me preocupa no poder anticipar sus necesidades o problemas antes de que surjan. Me siento impotente. Quiero hacer todo lo posible para ayudarla, pero sin esa visión completa, me siento limitada. — Alice se muestra visiblemente estresada, sus manos juguetean nerviosamente con los pliegues de su vestido.

    — Entiendo. Es difícil cuando no puedes prever los eventos que afectan a alguien a quien te importa. Además, he notado que tiendes a querer controlar el entorno de Eco, incluso en aspectos como su vestimenta. ¿Puedes decirme más sobre esto? — Maggie observa atentamente, su ceño ligeramente fruncido mientras toma nota.

    — Sí, eso es verdad. A veces siento que intento satisfacer necesidades que tal vez no son mías para cubrir. Me fascina vestir a las personas y creo que eso también se refleja en cómo trato a Eco. Es mi manera de mostrarle mi cariño, pero a veces me pregunto si estoy cruzando una línea. — Alice parece pensativa, sus ojos evitan la mirada de Maggie mientras habla.

    Maggie anota cuidadosamente: "Alice muestra una actitud manipuladora en su deseo de controlar el entorno de Eco. Su fascinación por la moda puede ser vista como una forma de intentar ganar aprobación."

    — Parece que tu intención es buena, pero tu actitud podría ser interpretada como manipuladora. ¿Te preocupa cómo podría afectar eso a tu relación con Eco? — Maggie pregunta con una expresión suave, tratando de no juzgar, pero claramente preocupada.

    — Definitivamente. Quiero que Eco se sienta querida y aceptada, pero temo que mi deseo de ayudarla y de que le guste lo que hago podría estar sobrepasando sus necesidades reales. Me preocupa que eso la haga sentir presionada o que no pueda expresarse libremente. — Alice baja la mirada, sus dedos juguetean nerviosamente con un mechón de cabello.

    — Es comprensible. Noté que tienes una actitud protectora y un deseo profundo de cuidar a Eco. Esto es algo positivo en cuanto a tu intención de apoyarla, pero también es importante equilibrar esa protección con el respeto por sus deseos y espacio personal. — Maggie asiente lentamente, sus gestos indican que está tomando en cuenta cada palabra de Alice mientras escribe en su cuaderno.

    — Lo sé. Intento aprender y mejorar cada día. No quiero que mi impulso por ayudarla la haga sentir incómoda o atrapada. — Alice parece introspectiva, su rostro refleja una mezcla de preocupación y determinación.

    — También he notado que, a pesar de todo, te sientes muy apegada a Eco. ¿Cómo manejas esos sentimientos de preocupación y amor? — Maggie pregunta, su tono es de curiosidad y comprensión.

    — Me esfuerzo por mantener un equilibrio. Quiero que sepa que la amo y la valoro tal como es, y que mi deseo de ayudarla no es solo una forma de controlarla. Emmett y Edward han sido una gran ayuda en esto; ellos también se preocupan por ella y muestran su amor de formas que son más naturales y menos presionantes. — Alice sonríe débilmente, mostrando un atisbo de alivio.

    — Eso es importante, y tu esfuerzo por equilibrar tu deseo de ayudar con el respeto por las necesidades de Eco muestra un compromiso profundo. A veces, los mejores resultados vienen de permitir que las personas crezcan y se sientan aceptadas en sus propios términos. — Maggie cierra su cuaderno con una expresión de satisfacción, claramente impresionada por la autoevaluación de Alice.

    Alice asiente y se prepara para la siguiente etapa de la sesión, mientras Maggie continúa con sus anotaciones y reflexiones sobre la compleja red de relaciones y emociones en juego.
     
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    36
     
    Palabras:
    903
    CAPÍTULO 35

    Jasper Hale sabía que la sensación de curiosidad y entusiasmo que podía percibir de la joven irlandesa no le entusiasmaba demasiado. Sin embargo, trataría de tolerarlo por su compañera de ojos verdes, solo por ella. Miró por última vez a sus compañeras con cierta inquietud, pero Alice le había recibido tan dulce que lo pudo calmar. Sin embargo, pudo sentir la preocupación venir de Eco. Debía ser fuerte por ella; esto solo era un paso para ayudarla a sanar. Con eso en mente, se dispuso a ser flexible en lo posible con la psicóloga.

    —Bien, del 1 al 10... ¿cuán bien se lleva con la joven Eco? —pregunta Maggie mientras toma notas, su postura atenta y profesional, con una expresión de interés en su rostro.

    —Diez. —responde Jasper con una postura recta en el sillón, sus ojos mostrando una mezcla de determinación y lealtad.

    —¿Cómo es que lo consigues? Claro, si se puede saber. —pregunta nuevamente la irlandesa, inclinándose ligeramente hacia adelante. Su cuaderno está abierto, listo para registrar cualquier información relevante.

    —Soy empático, solo la comprendo como muchos no pueden. Bueno, no siempre, pero lo suficiente como para llevarme bien. —contesta Jasper, sus manos descansan sobre sus rodillas, su postura firme.

    —¿Se consideraría usted el favorito de la joven Eco? —pregunta Maggie, su mirada es inquisitiva, mientras ajusta sus gafas.

    —Lo soy. Antes éramos dos, pero Edward destruyó esa buena comunicación por su insegura autoestima. —responde Jasper con autosuficiencia, mostrando un orgullo sutil en su expresión.

    —Entiendo. Eran los favoritos por ser el lector que podía comunicar sus pensamientos en su otra forma, y usted, ¿cómo se sentía al respecto de la situación? —comenta Maggie mientras analiza lo dicho por el rubio, sus cejas ligeramente fruncidas en concentración.

    —Su pasado le causa estrés, a veces pesadillas. No sé cómo se llama lo que padece, pero puede evocar sin dificultad algunos sucesos anteriores ante el trauma. —comenta Jasper, su rostro muestra una mueca de preocupación por su pequeña compañera.

    —Creo saber qué sigue padeciendo; a eso que has descrito se le llama amnesia lacunar. Tiene imposibilidad de recordar conceptos o experiencias correspondientes a un determinado periodo de tiempo, pero puede recordar algunas cosas previas al suceso. —explica Maggie, su tono es informativo y tranquilizador mientras anota en su cuaderno: "Amnesia lacunar identificada en Eco."

    —Supongo que eso tiene tratamiento, ¿verdad? —pregunta Jasper, con una expresión de necesidad en su rostro.

    —Sí, lo tiene. Tranquilo, para todo hay solución, esto es un paso más hacia la mejora. Con tu ayuda, sabré cómo realizar una guía de intervención. —contesta Maggie con una sonrisa tranquilizadora, su postura relajada pero profesional.

    Jasper se acaricia el rostro por reflejo, sintiendo una ráfaga de calma y optimismo, que hacía mucho no sentía. Sabía que podía confiar en que ella los ayudaría, al menos los guiaría a un punto que fluya, no quedarían estancados como lo estaban.

    —¿Qué tal es la relación que tienes con tu hermana Rosalie? —pregunta Maggie, cambiando de tema mientras anota: "Relación con Rosalie parece tensa."

    —No es muy buena. La confianza no fluye si ella no sabe lo que es el respeto y espacio personal. —contesta Jasper con un tono gélido, mostrando su disgusto.

    Maggie no veía cabida de mentira. Por lo que continúa con las preguntas.

    —¿Solo con ella no es sana de convivencia?

    —Solo con ella. —responde Jasper, su tono es tajante, sus manos firmemente apoyadas en sus piernas.

    —¿Crees que ella tiene la culpa de que hoy día tengan problemas en la familia? —pregunta Maggie, intentando entender cada perspectiva de los Cullen.

    —Ella es la causante de la mayor parte del daño emocional que actualmente tiene Eco. Le es muy difícil pensar en otra persona que no sea ella misma. —admite Jasper con un tono bastante molesto, su expresión se endurece.

    —Comprendo. —Maggie asiente, mientras toma nota de los comentarios.

    —¿Qué quiere saber y la mantiene con una curiosidad insaciable? —pregunta Jasper, su voz refleja un leve cansancio.

    —¿Crees que tus propios problemas que envuelven la historia de tus cicatrices puedan crear problemas futuros con el lazo de compañera que tienes con ella? —pregunta Maggie elocuente, su mirada fija en Jasper.

    Jasper se sorprende por dicho cuestionamiento y observación hacia él, tragando saliva y bajando la mirada por unos instantes.

    —Probablemente. Pero no se trata de mí, se trata de ella. No le recomiendo que se enfoque en los demás, haga su trabajo y enfóquese en ella. —contesta Jasper, se levanta y se dirige hacia la salida.

    Carlisle, comprendiendo lo incómodo que fue el tema para su hijo, entra en la sala acompañado de Esme. Ambos se preparan para enfrentar su turno juntos.

    Mientras Jasper se dirige directamente a abrazar a su pequeña camaleónica compañera, no quería ni imaginar una situación en la que no la tuviera entre sus días eternos.

    —¿He tocado un tema delicado en él? —pregunta avergonzada Maggie, su expresión muestra preocupación.

    —Sí, su pasado no es muy agradable. Te pediría que no te enfoques en ese tema para evitar alguna confrontación incómoda. No podría saber qué sucedería si tocas una fibra sensible en alguno de mi familia, pero los protegeré a ti, como a ellos. —contesta Carlisle, pidiendo silenciosamente disculpas y respeto.

    —Entiendo. Lo lamento, no era esa mi intención. —responde Maggie rápidamente, visiblemente avergonzada.— En fin, comencemos la ronda de preguntas. ¿Están listos?
     
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  1. Pire
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