Exterior Dojo de Kendo

Tema en 'Planta baja' iniciado por Yugen, 21 Abril 2020.

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    De la manera que fuese, si había una cosa segura era que Vero y Jez habían pensado en las mismas personas en su categoría de "Muertos de vergüenza", más que preocuparme me dio curiosidad, pero ya preguntaría más al respecto después. Vero se había quedado pensando en las alternativas, al menos me dio la sensación de que estaba con el cerebro a toda potencia y aunque la conocía hace poco, viendo cómo se comportaba conmigo supuse que no estaba teniendo mucho éxito en hacer el mapeo de una opción que no involucrara mucho contacto o palabras.

    El tiempo de pensamiento fue el que me permitió hacer la reverencia que se me había ocurrido, fue una tontería y por alguna razón me conectó conmigo misma, con una versión de mí que no vivía entre cuatro paredes con el corazón hecho un nudo en el pecho. A Vero se le notó el gusto, por supuesto, y cuando su comentario me alcanzó la sonrisa se me estiró en los labios.

    También aceptó la idea de las grullas de papel, bueno yo dije pajaritos, pero solo sabía hacer grullas así que esas serían. Se hizo todo el cuadro, evitarían la vergüenza y les haría ilusión al decirles que era una bendición de luz. Suponía que dependía de los vergonzosos en cuestión en realidad, pero eso sería un problema de las Jez, Vero y Laila del futuro, por supuesto.

    Como me había adelantado para entrar al dojo al abrir la puerta me comí el show de primera mano, creí haber escuchado ruido antes, pero no le di mucha importancia por estar hablando con las chicas. Eso cambió cuando pude ver el interior, donde había dos chicos enfrentándose entre sí. Había que reconocerles que incluso se habían preparado para la ocasión, no traían la camisa del uniforme. La chica, de cabello rosa, parecía más desgastada que él.

    Lo dicho, lo que a la muchacha le parecía faltar en fuerza lo tenía de escurridiza, algo que no era del todo raro en sí. Cuando carecíamos de fuerza como tal lo compensábamos de otras maneras, la velocidad entre ellas, un golpe enviado con la suficiente velocidad cargaba una fuerza que no se comparaba necesariamente con el cuerpo del que provenía. Era, de hecho, la lógica de varias aves de presa. Noqueaban aves en pleno vuelo así, incluso si no eran más grandes que un plato desechable.

    Bueno, igual para noquear al chico habría que arrojarse desde un poste o algo, pero la lógica se entendía. Al menos podía dar batalla, también arrojar golpes al pie. Alcé las cejas cuando vi que le dio, luego arrugué los gestos porque supuse que debía doler. Repararon en nosotras después, la chica preguntó quiénes éramos y entonces Jez, hasta ahora callada, se soltó del brazo de Vero, adelatándose un poco a nosotras dos y saludó con bastante entusiasmo al muchacho.

    —No creí encontrarte aquí, Ryuuji-kun, muchos menos así —dijo entonces, antes de enfocarse en la chica sin reaccionar en absoluto al intercambio de ambos—. Es un placer conocerte, ¿Koemi-chan entonces? Diste batalla, ¿a qué sí?

    —¿Ryuuji? —atajé desde mi posición, algunos pasos detrás todavía.

    —Oh, perdón. Recibimos a Ryuuji su primer día de clases, es de la clase de Vero.

    —¿Recibimos...?

    —Cay y yo —explicó ya habiéndose girado para mirarnos, sonrió con la dulzura de siempre y luego volvió al que ahora sabíamos era Ryuuji—. Aunque hoy no venimos con Cay, cuando salí creo que seguía en el aula. Ese día pareció que se llevaron bien, se quedaron charlando mientras me cambiaba los zapatos y nos saludaste cuando fuimos a buscar a Sugawara-kun. Como sea, ellas son mis amigas, Laila y Vero, y yo soy Jez.

    Al presentarse a sí misma había vuelto a mirar a Koemi y yo le sonreí a ambos, tranquila. Jez había pasado de usar dos sufijos con mucho esfuerzo consciente a dejarse nuestros apellidos en casa al presentarnos, pero no me importó demasiado. Era algo que solía pasarle, uno notaba que no era con malicia, la niña siempre había sido así.


    No puedo explicar la gracia que me hace el cerebro de Jez en este momento, la pobre criatura no tiene idea de nada JAJAJAJ
     
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    Hoy quería tomarme el día con más calmita, por lo que me escapé del aula quince minutos antes del receso, con la vieja y confiable excusa de ir al baño. Creía que estaba por disfrutar de un rato de silencio, de espacios vacíos, pero en el pasillo del segundo piso me la crucé a Koemi, que al parecer tuvo una idea parecida a la mía… con la diferencia de que hoy estaba con la mala hostia en su máximo esplendor. Ni recuerdo qué me dijo, porque mencionó un no se qué de Nakayama y automáticamente perdí el interés. Igual supuse que nuestra querida Taka-chan andaba ignorando a la enana esta, que se suponía fue su “amiga del alma” o una melosidad así, y pues eso debía caer como el culo a cualquiera. Koemi era caprichosa, impredecible, bastante arisca de a ratos; pero me había aprendido algunos patrones de su comportamiento… Un conocimiento que hoy me tuve que meter en los cuartos traseros porque, como acabo de ilustrar, era impredecible: la tipa me salió con que quería ir al dojo del colegio, porque necesitaba “desquitarse con alguien”. Lo que era lo mismo que decir que me iba a agarrar de saco de boxeo o costal de papas, vaya.

    Lo del dojo sonaba interesante, no imaginé que hubiera uno en la academia. El resto del plan me daba pereza, porque la haragana de Hayashi no era, lo que se dice, un desafío. Intenté salirme de la situación diciendo, sonrisa burlona mediante, que no quería manchar mi impecable camisa blanca… Pero la muy astuta me arrojó a la cara la camiseta deportiva que ahora llevaba puesta, ¿la cual me había comprado sólo para dejarme sin argumentos y atraparme en su capricho? Ah, tan típico de una niña rica y voluble como ella. Ni modo. Al menos tenía ropa nueva, y gratis.

    En el dojo mordió el polvo una y otra vez, casi literalmente. Consiguió tirarme en una oportunidad, después de varios intentos. Su pequeño logro no sirvió para calmarle las aguas, porque era muy competitiva y no toleraba perder, le jodía muchísimo eso. Pero había que reconocer que nunca se rendía, más por terquedad que por fuerza de voluntad. Llevábamos un largo rato así, y sólo paramos en cuanto Vólkov y sus amiguitas aparecieron. Vaya uno a saber cuánto llevaban comiéndose el espectáculo en primera fila, algo que me importaba más bien nada.

    Jézebel no pareció impresionarse por nuestra “amistosa” pelea, se acercó a saludarnos como quien se suma a una reunión del té. Me encogí de hombros cuando dijo que no creyó que nos reencontraríamos de este modo y, al mismo tiempo, reprimí una risa detrás de mis labios sonrientes mientras la miraba: si me lo preguntaban, un dojo con espadas de bambú y un tatami polvoriento era el último lugar en el que habría esperado encontrar a una persona como ella, tan pura y de aspecto frágil. Lo mismo podía llegar a pensar de las amiguitas a las que me presentó, Vero y Laila; que se le parecían en estatura, complexión y lo de tener un pelo largo enceguecedor.

    Qué adorable, ver que Vólkov se juntaba con otros conejitos.

    Koemi mantuvo el ceño fruncido al escuchar el comentario de que me había dado pelea, se limitó a hacer un mohín con los labios. Estaba clarísimo que seguía inconforme con su desempeño, pero no había nada que hacerle cuando nuestra diferencia de habilidad era tan abismal. Igual, el reconocimiento de Vólkov hizo que se le aflojara apenas la amargura, lo suficiente como para que las saludara con un quedo “Qué onda” cuando terminaron todas las presentaciones y explicaciones. Sobre esto último, noté que los ojos azules de la otra albina, Verónica, habían chispeado en cuanto saltó el nombre de Dunn en la conversación.

    —Es un gustazo poder hablar contigo por fin, Ryuu. Como ya dijo mi querida Jez, soy Verónica, pero me puedes decir Vero, Verito o como gustes —parloteó, acercándose a mí con una sonrisa resplandeciendo en su rostro paliducho; le dio una caricia en el brazo a Vólkov antes de seguir:— ¿Así que ella y Cay te recibieron apenas llegaste? Que sepas que eres el muchachote más afortunado del mundo. Son unas personitas muy dulces, no dudo que has tenido una buena charlita con mi leoncito.

    Hablaba bastante para ser ése apenas nuestro primer diálogo, me hacía sentir como si fuese su compinche de toda la vida o algo así. Pero tenía una vocecita bastante suave que ayudaba, digamos, a que no se volviera insoportable oírla. En cualquier caso, lo último que añadió hizo que alzara una ceja, interrogativo, lo de que eran dulcecitos. No hacía falta ser un genio para saber que el adjetivo le pegaba a Vólkov, pero… ¿Dunn, con la de mierdas oscuras que me dijo la otra vez? ¿Y qué coño era eso de “leoncito”? La sonrisa se me torció en el rostro, divertido. Koemi nos miraba en silencio, aún de brazos cruzados.

    —La verdad es que hicimos buenas migas —respondí—. ¿Vieron cuando te entiendes con alguien a la primera? Nuestra charla fue más o menos así, fue un buen comienzo —paseé la mirada entre el ámbar y el azul, acto seguido me reí por lo bajo— No me extraña que digas eso de Dunn, Vero-chan: parece que su carita angelical es muy convincente.

    Koemi me miró un instante y luego rodó los ojos, dándose cuenta de que me estaba montando otro de mis espectáculos crípticos.

    —No es sólo la carita, Cay es un amor en general, aunque algo tímido —replicó Verónica, mirándome directo a los ojos—. Igual admito que sí dan ganas de agarrarle las mejillas —bromeó al final, riéndose por lo bajo.

    Yo también me reí despacio, aunque poco me faltó para partirme el culo allí mismo. Qué imagen, eh, qué imagen.

    Por su parte, Hayashi frunció el ceño. Estaba confundida por semejante conversación, pero sólo ella y yo sabíamos el motivo.

    —Imagino que han venido a almorzar aquí, ¿no? —preguntó, tocándose el extremo de una trenza, mientras miraba los bentos que las chicas tenían en sus manos— ¿O planeaban hacer algo más?
     
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    El cuadro este era... pintoresco, por decir algo, teníamos a este muchacho con aires de animal asilvestrado, la niña de cabello rosa y ojos ámbar y un enfrentamiento a medio camino. Primero, la falta de reacción de Jez a la lucha como tal solo pude atribuirla al hecho de que conocía a Ryuuji y eso tenía más peso que cualquier otra cosa, lo que era peligroso, como siempre. Luego teníamos a la kohai que claramente conocía al nuevo de antes, en vistas de que Jez le había dado la bienvenida con Cayden, con el que solo recientemente hablaba más. No había mucho margen para jugar con la temporalidad. Lo tercero era con permiso de quién estaban metidos en el dojo, pero eso no lo sacaría ni en chiste. Técnicamente era un espacio libre.

    El saludo quedo de la chica, de Koemi, pareció estar motivado por el reconocimiento de Jez aunque fuese casi un disparate, pero le sonreí aunque su frase había rozado lo escueto. Cuando Vero habló entendí que seguro había querido hacerlo desde que llegó a la escuela, por demás se presentó, le dijo cómo podía llamarla y vi que le acariciaba el brazo a Jez antes de hablar de la bienvenida, los definió como dulces, Dunn incluido, y luego lo llamó leoncito que sonó como el sobrenombre más salido de la nada que podía uno pensar. Me cuestioné hasta dónde, por muy dulce que fuera, habría aceptado que lo llamaran leoncito a los cuatro vientos, aunque algo de león sí que tenía, con esa mata de pelo. En fin.

    Ryuuji dijo que hicieron buenas migas, que se había entendido con él a la primera y Jez, que seguía con el cuerpo medio girado hacia mí, sonrió con una alegría bastante transparente. Se me ocurrió que a sus ojos de repente los chicos tenían el potencial de ser buenos amigos, aunque a mí me parecía que no pegaban ni con pegamento industrial, y cuando le soltó a Vero que no le extrañaba que dijera eso del chico, que su cara de ángel era muy convincente me pregunté por qué debería serlo para empezar. Fue una disonancia un poco rara, ninguna de las albinas reparó en ella en verdad.

    Verónica dijo que era un amor en general, pero tímido, que daban ganas de agarrarle las mejillas y escuché a Jez reír, antes de hacer un gesto de "más o menos" con la mano libre. De repente esto era de lo más extraño y surreal, pero solo yo parecía darme cuenta o solo yo tenía paranoia suficiente en sangre, ni idea.

    —Puedes pasar a buscarlo a la clase cuando quieras, a veces no sale al receso —soltó Jez tan pancha, como si Dunn fuese su perrito y tuviera que presentarle a otros perritos en el parque, me tocó contener el impulso de llevarme la mano al rostro—. Seguro le alegra conversar contigo de nuevo.

    Madre mía, la cantidad de suposiciones que estaba haciendo esta chica. Dunn podría alegrarse o desear cavar una tumba, ni idea.

    —Ah, sí —comencé aprovechando la pregunta de Koemi y me adelanté colándome entre Jez y Vero—. También Vero me decía que quería limpiar un poco, quiere usar el espacio para la entrevista de su proyecto el lunes. Espero que no les moleste la interrupción.


    Laila ahora mismo:
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    Al final, dejarme arrastrar por Hayashi a este dojo estaba siendo provechoso, más de lo que podría haber concebido. Que las tres conejitas estuvieran presentes no me suponía una contrariedad ni nada por el estilo, ya que no me creía el dueño del lugar y, sobre todo, porque la repentina aparición de Vólkov y sus amigas había servido para detener la lucha tan aburrida en la que me tenía atrapado esta enana testaruda e insistente. Es más correcto decir que debería sentirme agradecido con ellas. Y no sólo por lo anteriormente mencionado. No, no~ Apenas las albinas se pusieron a hablar de Dunn, se me vinieron a la mente ciertas palabras pronunciadas por Akaisa en la azotea, bajo un sol mañanero que hacía resplandecer el humo de nuestros cigarrillos. ¿Cómo habían sido…? Ah, sí.

    “Su escolta de ese día es otra historia, un niño con cierta tendencia ilusionista…”

    También dijo que tenía costumbres cuestionables, cosa que me sabía de primera mano gracias a esa invaluable primera charla que mantuvimos entre los casilleros, a espaldas de Vólkov. Por eso sonó bastante hilarante que Maxwell lo incluyera en la categoría de “dulce” y que, para más jolgorio, se refiriera a él como “leoncito” (así, con diminutivo y todo) en la cara de unos perfectos desconocidos. Nada de eso se correspondía con el aroma a peste de Dunn, ni con su visión de que se podían romper las reglas sin librar nada al azar; no le hacía justicia a su figura al completo, no cuando había dicho una sentencia tan lapidaria como “no hay escapatoria”.

    Como no quería reírme en las caras de las albinas, porque nos estaban tratando con amabilidad y hasta con una alegría que no entendía de dónde carajo nacía, opté por volver a coquetear con la ambigüedad al momento de responderles, eso también era divertido. Pero la única que notó la disonancia además de Koemi, fue la chiquilla del cabello lila. Mi sonrisa se extendió ligeramente: consideraba una buena cualidad que tuviera los instintos afilados, pero no había mucho que ella pudiese concluir porque carecía de la información clave, así que al menos esperaba que tuviera para entretenerse un rato con sus posibles sospechas. En todo caso, Maxwell no pareció contentarse mucho con lo que dije sobre la carita de Dunn, pues se ocupó en aclarar que su apreciación por el zorro rojo se basaba en su actitud general, que consistía en… ¿ser un amor? ¿Y que le daban ganas de agarrarle las mejillas? Y para completar, Vólkov irradió una alegría genuina, sin máscaras, al saber que Dunn y yo nos habíamos comprendido de alguna forma, y hasta me sugirió que se pondría contento si volvíamos a hablar.

    Oh, por Buda, ¿tan fuerte era la ilusión?

    —Lo tendré en cuenta para los próximos días —respondí a lo de Jezebel, con la sonrisa ya no tan torcida, y eso que me hizo mucha gracia que hablara del muchacho como si fuera una mascota poco sociable—. Mándale saludos de mi parte cuando lo veas, luego del receso.

    Fue ahí cuando Koemi preguntó a las conejitas para qué habían venido, ante lo cual Laila por fin decidió unirse con su comitiva y aclaró el motivo de tan brillantes visitas. Hice una ligera negación con la cabeza, haciéndole saber que no me molestaba que vinieran a almorzar, además de lo otro.

    —Igual te digo: no hace falta tanta limpieza —mencioné, girando los ojos hacia Verónica, y señalé el tatami con una mano extendida, apuntando los grandes huecos en la capa de polvo—. Ya me estuve encargando de barrer el suelo con Koemi.

    El puño de la mencionada cruzó el aire y me dio de lleno en el hombro, pero me hizo reír más que otra cosa, jocoso.

    —Eres un imbécil —escupió, volviendo cruzarse de brazos con mucha molestia; miró a las tres chicas, como reclamándoles que dijeran algo en su defensa.

    —Pues… tú también tienes polvo en la ropa, ¿no? —intervino Verónica con calma, señalando hacia mi hombro y la zona lateral de mis costillas— Justo ahí, y aquí —Koemi asentía con energía, provocando que sus trenzas se mecieran en el aire—. ¿Acaso estaban teniendo un duelo de derribos? Digo, como dijiste hace un momento que no usaban golpes.

    Me reí por lo bajo.

    —Algo así… Las reglas las puso Koemi, pero ya ves que no es muy amiga de las mismas, ni siquiera de las suyas —golpeteé el tatami con los dedos de mi pie descalzo, el que la enana había pateado tan descaradamente—. En resumen, ganas si haces que el otro caiga de rodillas, abdomen, espalda, de costado… —hice una pausa para recorrerlas con la mirada… y mi sonrisa volvió adoptar ese tono enigmático— ¿A alguna le interesa reemplazar a Koemi como mi rival?

    La pregunta vino de la absolutamente nada. A Hayashi se le comprimieron las facciones en una expresión de marcada indignación mientras me dirigía otra mirada filosa, porque no podía creer que la considerara inferior a este trío de muchachitas bajitas, tan dulces y de apariencia delicada. Igual no entendía porque ponerse así, sólo estaba bromeando y me disponía a disfrutar de la reacción que se presentara en sus caritas, vaya. Además, dudaba que alguna accediera, viendo mis pintas.

    Sin embargo…

    —¿Puedo intentarlo? ¿Me dejas, Koe-chan?

    Nos giramos, no sin desconcierto, hacia la que había hablado: Maxwell. En sus ojos encontré un resplandor de entusiasmo y expectativa, además del tono entusiasmado que había adquirido, de pronto, su sonrisa. Me volteé hacia Jezebel y Laila con una ceja alzada y la expresión divertida, como queriendo confirmar si la conejita de ojos azules me estaba hablando en serio.
     
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    mom, new badflower song just dropped (!!)
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    A ver, igual todo parecía repentinamente anormal, pero también era cierto que yo no era un punto de referencia demasiado bueno. Veía amenazas en las esquinas con cierta frecuencia, me había vuelto loca al ver a Shawn con la chica aquella que luego simplemente se esfumó y luego había tenido crisis de ansiedad tras otra porque en casa, entre papá y Richard, tenían un desastre. ¿Qué era yo si no una chica que esperaba malos resultados de cualquier cosa?

    Yo, que no había notado las intenciones de alguien que debía velar por mi seguridad.

    Me había convertido en una criatura desconfiada.

    Eso no quitaba que hubiese algo fuera de lugar en todo esto, al menos en la figura de Ryuuji y los comentarios que soltaba, incluso si yo no había hablado con Dunn directamente como para saber si algo de la cosa tenía fundamento más allá de que parecía no poder pisar una hormiga sin echarse a llorar. El punto era que la estupidez de que la cara era convincente seguía rebotándome en la cabeza, necia.

    ¿De qué diablos hablaba este chico?

    Encima Jez y Verónica parecían tan ajenas e inmunes a la suerte de segunda intención que parecía existir en sus palabras, incluso si estaba dirigida a otro, no a ellas como tal que me hacían cuestionarme si era solo yo delirando. La imagen que ellas estaban formando del muchacho parecía quizás demasiado buena para ser real, quería decir, se parecía demasiado a sus propias actitudes hasta que metíamos en la ecuación la timidez que mencionaba Vero y la introversión que había resaltado Jez. Era como si la proyección se les estuviera escapando de las manos y entonces me cuestioné, de hecho, hasta dónde no debía ser esa la idea. Traté de sacarme esa noción de la cabeza porque me pareció raro estar asumiendo cosas de una persona con la que no hablaba, pero el pensamiento de que Dunn estaba reflejando a las chicas me alcanzó.

    Cuando uno ponía espejos en las ventanas de los edificios evitaba que lo que había dentro fuese visible, sin dejar de observar el exterior.

    —Claro, lo saludaré —respondió Jez, todavía de lo más encantada.

    El comentario de que no había que limpiar tanto porque ya había barrido el suelo con la chica me hizo deslizar la vista a ella y estaba por abrir la boca cuando lo hizo Vero, apuntando que él también tenía polvo encima. Oírla me hizo sonreír, divertida, y aunque no planeaba sustituir a Koemi en los derribos sabía que Verónica sí podía hacerlo. Se ofreció, Ryuuji nos miró como preguntando si iba en serio y estiré la sonrisa.

    —Somos algo así como las tres mosqueteras. Vero es nuestra ofensiva, ¿vas a aceptar a la rival que tú mismo pediste? —dije manteniendo el tono cordial y sosegado.

    —A mí me gustaría ver a Vero —secundó Jez antes de recorrer el espacio con la vista, al final caminó hasta uno de los laterales como si estuviera por sentarse en las graderías de un gimnasio—. ¿Te animas, Ryuuji-kun?

    Dejó el almuerzo en el suelo, solo entonces me di cuenta de que un libro se asomaba por la tela que cubría el bento, y ella antes de sentarse se volteó hacia nosotros de nuevo. Sus ojos, sin embargo, se detuvieron en Koemi y le hizo un gesto con la mano para que se acercara si quería.

    —El esfuerzo seguro te dejó con hambre, Koemi-chan, ¿quieres almorzar? Alcanza para las dos.
     
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    Que las tres chicas, Laila, Verónica y Jezebel llegaran al dojo; se me hizo extraño. O sea, no era sólo por parecer haditas brillantes. Me parecieron demasiado buenitas, sobre todo las albinas. Que sí, que sí, que según Ryuu eran mis senpais y todas esas formalidades que me importaban tres mierdas y media; pero es que incluso yo las superaba en altura. ¿Qué coño les pintó venir a un dojo? Pegaban más en el invernadero, con coronas de flores sobre sus cabezas. ¡¿Y por qué hablaban tan bien de ese tal Dunn?! Si Matsuo no hubiera salido con otro de sus estúpidos enigmas ocultos, habría pensado que estaban hablando de alguien diferente al delincuente juvenil que tenía en mente.

    Cuando el idiota se refirió a mí como si fuese su escoba, buena parte de la molestia que estuve acumulando en la semana… retornó de golpe. Hice un intento fallido por romperle el brazo de un puñetazo, a ver si así se le bajaban los humos un rato, pero sólo conseguí fastidiarme más al escuchar su risa de bobo. Al menos Verónica salió en mi defensa: que señalara el polvo en la ropa de Ryuu me hizo sentir tan reconocida como cuando Jez me habló, y hasta Laila sonrió con diversión. Pese a todo, la desventaja numérica no detuvo el hocico insolente de Matsuo, el hijo de puta me quiso buscar reemplazo. Quise arrojarme sobre él allí mismo, permitirme una buena dosis de violencia con público incluido. Es que… ¿En serio? ¡¿En serio?! ¿De verdad estaba insinuando que estas haditas serían un mayor desafío que yo? ¡Pero míralas nada más! ¿Creía que iban a luchar cuando se mostraban tan adorables y empalagosas? A Laila le veía más chances, vale decir, ya que su mirada era diferente... ¡Pero igual! Yo tenía tenía demasiado orgullo y era muy competitiva como para darme cuenta de que sólo se trataba de una tonta broma.

    Sea lo que sea que Ryuu y yo estuviésemos pensando en ese momento... casi nos caímos de culo al escuchar a Verónica.

    La miré con los ojos muy abiertos cuando me preguntó si no me importaba que tomara mi lugar. Terminé negando con la cabeza sin darme cuenta. Ryuuji también quedó descolocado, pero lo disimuló mucho mejor que yo y miró a las Laila y Jez, con la esperanza de que le dijeran que Vero le estaba viendo la cara de tonto o algo, porque en su cerebro no podía imaginar a tan encantadora chica peleando. Normal, creo que todos pensarían lo mismo nada más verla, y ni qué decir cuando abría la boca.

    Laila afirmó que eran como los tres mosqueteros, imagen que me sacó la primera sonrisa del día, porque tampoco les pegaba en mi mente prejuiciosa. Afirmó con total seguridad que Verónica era la parte ofensiva de las tres y hasta Jez aceptó con naturalidad la perspectiva de verla pelear. Sentí curiosidad, para qué mentir.

    Ryuuji terminó alzando la otra ceja. Disimuló la incredulidad mostrando una sonrisa aparentemente amigable, pero yo sabía que todavía dudaba sobre lo que estaba pasando, tan de pronto. La situación se había corrido de sus cálculos. Las tres muchachas acababan de pillarlo fuera de eje y… qué quieren que les diga, me divertía verlo así. Demasiado acostumbrado estaba a que fuera yo la que escapaba de su control, ya tocaba que le vinieran los tiros de otro lado, ¿no?

    —Claro que acepto y me animo, faltaba más —respondió hacia Jez y Laila tras algunos segundos, con una sonrisa jocosa en el rostro.

    —Y yo te cedo mi lugar con ganas, Verónica —secundé—. Muéstrame lo que tienes.

    —Intentaré no defraudarte —me respondió, a medio camino entre una broma y una promesa, haciendo que Ryuuji comenzara a mirarla con algo más de intriga; parecía que la cosa terminaba ahí, pero entonces la albina me apoyó una mano en el hombro sin previo aviso, miró mi cabello y soltó:— Por cierto, qué trenzas tan lindas tienes.

    —¡Quita, niña! —le aparté la mano— Pero sí, veo que tienes muy buen gusto. No como la mayoría.

    Ella se limitó a dedicarme otra sonrisa, me pidió disculpas por haberme tocado y luego se giró para seguir con lo suyo. Me quedé mirando su espalda, con una sonrisa extrañada en los labios. ¿Qué demonios fue ese comentario tan repentino? Esta chica se permitía unas confianzas algo raras. Supuse que era algo que iba a ver seguido aquí, con tantos extranjeros. Pero me puso de buen humor que apreciara mi peinado, eso me quitó de encima una buena porción de mis molestias internas, junto con el reconocimiento de Jez. Fue en ese momento que me di cuenta del hambre que tenía, por lo que la invitación de Vólkov me vino como anillo al dedo: no había traído mi bento, porque por culpa de Kaoru había perdido el apetito, la muy tonta me seguía ignorando.

    —Gracias, justo hoy no traje nada —le dije mientras me dejaba caer a su lado y miraba a Laila, como esperando a que ella hiciera lo mismo; cuando volví a girarme hacia la albina, noté que tenía algo más, aparte del almuerzo— ¿Mmmh? ¿Eso de ahí es un libro?

    Verónica, mientras tanto, había comenzado a descalzarse en un rincón, y Ryuuji la esperaba de brazos cruzados en el tatami.
     
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    Si algún día me daba cuenta de la imagen mental que Ryuuji le había hecho a Koemi de Dunn en contraposición a la que tenían Jez y Vero, quien sabe si me sorprendería o me reiría, porque había que reconocer que algo de hilarante tenía todo el asunto. Igual eso era una posibilidad más bien lejana, de momento viviría con mis confusiones actuales y las albinas en la absoluta ignorancia en que, en realidad, ya vivían siempre.

    Igual pobre Koemi, ¿no? Primero que barrían el dojo con ella y luego que le buscaban reemplazo, pero viendo que la chica de hecho había tenido dificultades me pareció que el relevo de Vero le vendría bien, no a ella, a Ryuuji. Tal vez dejara de reírse un poco cuando una chica con pintas de conejito lo derribara, como yo había hecho con Shawn en su momento.

    Los hombres eran todos iguales, qué tragedia.

    La forma en que Koemi apartó a Vero, en todo caso, llamó mi atención y noté que Jez también pareció quedarse atenta, por si debía intervenir o lo que fuese. Al final no fue necesario, le dijo que tenía buen gusto y luego aceptó la oferta de Jez del almuerzo, así que me acerqué a ellas para sentarme al otro lado de mi amiga.

    —Come todo lo que quieras —dijo para Koemi, tranquila, y asintió cuando preguntó lo del libro—. Creí que almorzaría sola y metí el libro, llevo leyéndolo a cachos desde principios de año.

    Al desenvolver el bento dejó el libro al frente, fue entonces que pude ver que el diseño exterior era de un crisantemo rojo, grande, que cubría toda una zona del libro y continuaba por su lomo. En la supuesta portada no tenía título, pero sí en el lomo: Kokoro, de Sōseki Natsume. No era usual que Jez leyera a japoneses más allá de asignaciones de la escuela, pero parecía guardarle cariño a la escritura de Sōseki. Creía haberla visto con al menos otros dos libros del hombre.

    —Koemi-chan —llamé a la chica antes de dedicarle una sonrisa, mientras esperábamos que Vero estuviera lista—. Me gusta el color de tu cabello, es muy bonito.

    —Y a mí también me gustan tus trenzas —acotó Jez detrás de mis palabras, extendiéndole unos palillos a Koemi—. Ah, ¡Vero hace trenzas muy bonitas! Deberías verlas un día, seguro te gustan.

    el libro en cuestión
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    Aparte del hambre, también tenía un dolor de los mil demonios. Me di cuenta cuando me dejé caer al lado de Jez y pareció que me azotaban las piernas y brazos con unos látigos invisibles. Reprimí el quejido que quiso escapar de mi garganta, muy necia como para reconocer que el enfrentamiento contra Ryuu me había dejado más tiesa de la cuenta. Igual esto era culpa mía, algo que tampoco iba a admitir. No tenía la mejor condición que digamos: me la pasaba mucho tiempo delante de computadoras y otros dispositivos varios, unas veces haciendo mi trabajo y otras tantas tonteando, mientras comía papitas, chuches y porquerías de esas. Mi actividad física era desquitarme con Ryuu cada vez que algo me ponía de mala ostia, lo que pasaba seguido porque no era difícil hacerme saltar los fusibles.

    La causa de hoy era Kaoru Nakayama, mi amiga de la infancia.

    Desde que nos reencontramos el lunes pasado en los casilleros, me ilusioné como una imbécil al pensar que por fin recuperaríamos la amistad que fue desintegrándose a lo largo de último año. Luego del desastre de su club de fútbol en Kioto, ella lentamente fue dejando de responder los mensajes que le enviaba, desde esta Tokio inundada de sombras y piedras negras. Y la comprendía, demonios, en serio llegaba a entender que se encerrara en sí misma: a Nakayama le había caído un mierdero que no se merecía, porque estaba rodeada de gente idiota, idiota, idiota. ¿Pero qué me quedaba a mí, que me jodía mucho que se distanciara precisamente conmigo? ¡Fuimos vecinas! ¡Crecimos juntas, maldición! ¡¿Entonces, por qué?! De verdad creía que eso cambiaría, ahora que éramos estudiantes de la misma academia, el Sakura. Estaba dispuesta a dejar mi enojo de lado. Pero terminé sintiéndome aún más estúpida, porque ahora Kaoru me evitaba, debido a la culpa que sentía, y eso irónicamente sólo nos hacía más daño.

    La gente bondadosa era problemática, de verdad.

    Por eso había querido venir a este dojo, para quitarme el humor de mierda de encima dándole su merecido a Ryuuji. El efecto fue el contrario, ya que el perro éste andaba más bocón de lo normal. Pero llegaron las haditas a valorar mis habilidades, ponerse de mi lado, halagar mis trenzas, ¡y hasta comida me ofrecían, toda la que quisiera! Qué decir, complacerme era tan fácil como provocarme ganas de desearte el peor de los infiernos. La gente decidía en qué lado de la balanza caer. Y estas chicas ya me habían metido en sus bolsillos gracias a su amabilidad, y hasta me ayudaron, sin saberlo, a no pensar tanto en mi problema con Nakayama.

    Si debía ser sincera, me interesaba más la comida que el libro, en realidad no me gustaba leer. Sólo me pareció llamativo que Jez hubiera traído uno cuando se supone que había llegado con compañía, y porque la veía tan charlatana como Vero; eso sí, en versión light. Lo dejó frente a nosotras para que pudiésemos verlo mejor. Lo miré sin tocarlo, como si la literatura tuviese el poder de quemarme. El crisantemo rojo atrapó mi atención, tanto como la falta de título, que me hizo fruncir el ceño una vez más. Incliné el torso hacia los lados, confundida, hasta que murmuré un “Ah” al encontrar el título. Igual no entendía lo de la flor, ¿no era más fácil poner un corazón y ya?

    —Se ve interesante —dije con sencillez, porque no se me ocurrió nada mejor.

    Laila me llamó y, ahora, me incliné para delante para poder verla bien, que Jez había quedado entre nosotras. Lo que dijo se acumuló con todo lo anterior, las cosas buenas que trajeron con su visita, quiero decir. Que le parecía bonito mi color de cabello, que a Jez también le gustaban mis trenzas. Me hicieron sonreír, ya fue inevitable a estas alturas. Y como dato de color, la albina añadió que Verónica sabía hacer trenzas muy buenas. Me volteé un momento para mirar a la chica, que en ese momento hacía unos estiramientos de piernas delante de Ryuuji; se había atado el cabello con una liga azul que combinaba con sus ojos, y sus zapatos, calcetines y bento quedaron a un costado del tatami. El otro bestia aguardaba en silencio, mirándonos de reojo cada tanto. Lo ignoré olímpicamente y seguí a lo mío, con Laila y Jez.

    —Así que tienen el mismo buen gusto que Vero-chan, eso explica que se lleven tan bien —respondí con una risa sin malicia, jugueteando con los palillos en una mano—. Cuesta mucho cuidar este pelo y los japoneses en general lo ven mal, ¡ya era hora de que alguien lo apreciara! ¡Ah! ¿Y les han dicho que ustedes brillan, como si fueran haditas mágicas o algo así? —me llevé una mano sobre los ojos, como quien mira al sol, mientras las observaba con párpados entrecerrados— Dios, es que me van a dejar ciega y todo.

    Me reí de mi propia broma. Llevé los palillos al bento de Jez y me hice con una porción generosa, que probé con un asentimiento. Estaba rico.

    —Hey, hey, ¿y a ustedes les hizo trenzas, entonces? —pregunté, señalando a Vero con los palillos; parecía estar terminando con los preparativos— ¿No habrá de casualidad alguna evidencia? Foto o fake, venga.

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    El apunte de Koemi sobre el libro fue sencillo, de los que soltábamos los que no leíamos mucho o nada para empezar, pero a Jez no pareció importarle y mantuvo su sonrisa como lo hacía siempre. En cualquier caso, ambas halagamos a la muchacha y pronto sonrió; parecía brusca de a ratos, pero los halagos y el reconocimiento parecían alcanzarla con relativa facilidad, lo que le daba cierto aire inocente a pesar de todo.

    Su comentario de que teníamos el mismo gusto que Vero, que por eso nos llevábamos bien, hizo que Jez y yo riéramos casi al mismo tiempo. Digamos que uno podía pensarlo así, pero realmente solo era una cosa de la vida, a Jez el campamento la había unido con ella y a mí lo de los clubes, en otro escenario tal vez nunca hubiéramos hablado la una con la otra, porque era poco probable que confluyéramos en los mismos espacios si sacábamos esas cosas de la ecuación.

    La chica siguió hablando, noté que Jez se había quedado mirando a Vero que estaba estirando, y aunque no lo dejé ver me puso un poco nerviosa lo que dijo Koemi o cómo lo dijo más bien. Igual era un chiste que ya habíamos internalizado entre las tres, pero sabía que cuando venía de un externo a veces... Digamos que le recordaba a Jez otras cosas. Con todo, parecía discernir más o menos bien cuando los comentarios pretendían herir o no, lo que era medio extraño viendo que no se daba cuenta cuando algo de lo que decía la gente tenía otra intención.

    —Bromeamos con que somos Las Lucecitas —apañó Jez al regresar la vista a Koemi, una risa se le escapó y yo pude respirar distinto—. Oh, yo sí tengo evidencia. Hace unos días fuimos al invernadero y Vero me hizo unas trenzas, luego nos tomamos una foto.

    Jez entonces sacó el móvil del bolsillo de la falda, lo desbloqueó y buscó la foto en cuestión, para mostrármela a mí y luego a Koemi. Salía ella con Vero, pero también tenían a Copito y me pareció muy bonita en general, ambas, en realidad hasta Copito, lucían contentos.

    —Jez, ¿y el almuerzo que traes? El bento no es de los de tu casa —pregunté husmeando la caja y la comida dentro.

    —Ah, me lo dio Altan cuando iba a salir. Hoy su grupo tenía la entrevista y no creyó que le diera tiempo de almorzar.

    Suspiré al escuchar el nombre de Altan, lo había visto con cara de muerto el día del evento en el patio, pero en sí Jez no lo mencionaba tanto ya. Era complicado, suponía, y no me gustaba meterme tanto, así que solo dejé el asunto allí y miré hacia donde estaba Vero.

    —Hoy tendrás porristas y todo, ¿qué te parece?
     
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    —“Las Lucecitas” les queda perfecto —comenté con una risa, inclinándome luego para mirar la selfie.

    La foto de las chicas transmitía una sensación de fuerte unión y, además, confirmaba lo dicho por Jez: su amiga hacía unas trenzas excelentes, hasta había usado su flequillo para armarlas. ¡Se veía divina! Y… Y… Al ver la forma en que sonreían, se me atravesó otra vez la imagen de Kaoru, junto con los recuerdos de cuando podíamos estar así: juntas y felices. El pensamiento propinó un latigazo directo al interior de mi pecho, dejó un hormigueo que estuvo a nada de hacerme estremecer, ya sea de rabia, de frustración o quizá de… Eh, cómo… ¡¿Qué?! Me acerqué más a la foto, con los ojos abiertos y mis labios formando una “O”.

    Eso que había en las manos de Jez, era… ¡¿era un pajarito?!

    Me quedé embobada en tan tremendo detalle. Me duró luego de que Jez guardara el móvil y tuviera un intercambio con Laila al que no presté mucha atención. Masticaba el arroz, pensando en qué coño hacía un pájaro tan tranquilo en esa foto. ¿Era de ellas? Nah, imposible, que estamos en la escuela. ¿Acaso se trataba de la mascota del invernadero o algo así? Sólo me recobré cuando escuché que Laila le hablaba a Verónica.

    Al alzar la cabeza, vi que la chica ya estaba de pie frente a Matsuo, a una cierta distancia. Cabello atado, pies descalzos y la camisa arremangada, nos sonrió con emoción contenida.

    —Tenerlas aquí me hará más fuerte sobre el tatami —declaró, y hasta un beso al aire nos tiró, vaya— Koe-chan, igual imagino que apoyarás a Ryuu, ¿verdad?

    Se me escapó una risotada repentina.

    —¿Yo? ¿Animar a la cosa esa? —señalé a Matsuo con los palillos— Que le pida al diablo que saque los pompones. ¡Aquí somos todas seguidoras de Vero! —proclamé alzando los palillos bien alto.

    Él se sonrió y encogió los hombros. Un claro mensaje de que le importaba un pimiento lo que quisiera hacer.

    —Bueno, Vero-chan —dijo, tronándose el cuello—. Ya dije las reglas antes. Un derribo vale un punto. ¿Te apetece que tengamos un “Mejor de 3”? ¿Estás segura? Mira que te puedes ensuciar el uniforme —completó con tono jocoso, lo que me hizo rodar los ojos.

    —Un Mejor de 3 me parece bien, sí —respondió Verónica, sonriente y sin inmutarse por la provocación— Y gracias por preocuparte, lindo. Daré lo mejor de mí para seguir viéndome impecable.

    Ryuuji dejó escapar una risa por la nariz y se quedó mirándola, sin saber si la chica se estaba burlando. No la conocía de nada, pero se me hacía que no, que no hubo mala fe en lo que dijo.

    —Bien —susurró; se inclinó hacia adelante, apoyó las manos sobre sus rodillas y, con el rostro directamente enfocado en ella, mostró los colmillos al sonreírle—. Comienza cuando quieras, Vero-chan~


    La sonrisa de la albina se amplió un poco más, como si le hubiera divertido la manera en que Ryuuji la invitó a lanzarse primero. El gesto fue retrocediendo lentamente cuando adoptó una posición que me pareció rara, pero de puro ignorante que era yo: adelantó ligeramente la parte superior del cuerpo, como si estuviera a punto de agacharse, dejando las manos adelantadas, pero con los codos más cerca de las costillas. Y más me confundió que no se lanzara contra Matsuo a toda potencia, como para tratar de hacerle perder el equilibrio con todo el poder de su cuerpo chiquito. No hizo eso, sino que comenzó a… ¿caminar hacia él? ¿Así, sin más?

    Y sus ojos… habían cambiado. Se la veía MUY centrada.

    Ryuu la esperó sin mover un pelo, manteniendo su pose inclinada para quedar a la altura de los ojos de Vero, que se detuvo a una distancia prudente. La albina avanzaba y retrocedía un paso, con el pie adelantado, como si estuviera buscando una reacción de su parte. El bobo sólo alzó una ceja y ladeó la sonrisa.

    —Venga, Vero-chan~ —dijo— Ansío ver lo que tienes para…


    Ninguno de nosotros logró seguirla con la mirada. El brazo derecho de Verónica se movió con la velocidad de una bala y, cuando quisimos darnos cuenta, estaba apoyando los dedos en el hombro derecho de Ryuu. El imbécil de Matsuo miró de reojo la mano pequeña y blanca. Vi en sus ojos una chispa de desconcierto y también... Una instintiva alarma… Y eso no fue todo: en medio de la confusión, Verónica coló la otra mano por debajo del brazo contrario y le atrapó la manga izquierda de la camiseta, desde atrás, ¡¿usando sólo el pulgar y el dedo índice?! Yo, que estaba a punto de tragar más comida, me quedé con los palillos suspendidos cerca de la boca.

    Ryuuji reaccionó rápido, como siempre. Apoyó la mano en uno de los hombros de Verónica para tratar de apartarla y… La hizo retroceder un poco, sí, pero por la manera en que alzó una ceja, me di cuenta de que el resultado no fue el que esperaba. El asunto, otra vez, estaba escapando por muy fuera de sus cálculos. Ni siquiera consiguió que la chica lo soltara, más bien hizo que su agarre se hiciese más firme. Entonces, Ryuu buscó agarrarla por la cintura para acentuar su intención de quitársela de encima, pero Vero… bloqueó cada intento usando el codo, con una precisión que me dejó boquiabierta.

    Verónica retrocedió dos pasos y tironeó hacia abajo, atrayéndolo. Abrí mucho los ojos al ver que consiguió hacer que Ryuu se inclinara y se viera forzado a tener que caminar para no perder el equilibrio. Intercambié una mirada con Jez y Laila, visiblemente sorprendida. ¿Cómo era posible que tuviera esa fuerza en un cuerpo tan pequeño? No podía decirles nada, pero Matsuo se había pasado la vida cagándose a palos en las calles y entrenaba con ferocidad ejemplar para sobrevivir. Su cuerpo era fornido, duro como una piedra, ¡y también pesaba como una!, o al menos para mí. ¿Qué le daban de comer a Vero para lograr moverlo así? Ryuuji se resistió, al final eligió agarrar los dos hombros de la muchacha y forcejearon algunos segundos, mirándose a los ojos.

    Y en cierto momento…

    Verónica se pegó al cuerpo de Ryuuji y le sonrió desde muy cerca, manteniendo la mano sobre su hombro y el agarre de la otra manga por detrás. Pensé, con bastante gracia, que ahora parecía que estaban a punto de bailar un vals. Acto seguido, la chica se movió hacia uno de los costados de Ryuu con una velocidad sorpresiva, que no le dio tiempo al otro de mantenerla quietita en su sitio. La chica le arrastró los hombros al moverse. El idiota quedó en una posición incómoda, con el torso girado pero los dedos de los pies apuntando adelante; el movimiento, por inercia, lo obligó a adaptarse. Matsuo giró la cadera y acomodó los pies para volver a quedar frente a Verónica… O eso quiso intentar...

    Antes de que consiguiera apoyar uno de sus pies, cuando faltaban sólo milímetros para que tocara el suelo… Verónica se lo barrió con el empeine. No fue una patada, la chica solamente arrastró el pie de Ryuu. En el proceso, como si fueran piezas de dominó, se llevó puesto el otro pie, las rodillas se chocaron entre sí y...


    Matsuo quedó en el aire, con los talones hacia adelante.


    ¡Y ahí no terminó todo! Mientras Ryuuji volaba, Verónica ejerció presión con la mano que apoyó en el hombro del chico, y tironeó hacia abajo la manga de la camiseta. Oooh, así que los agarres también servían para eso.

    Un ruido sordo rebotó en el silencio del dojo y el polvo se elevó sobre el tatami. Ryuuji Matsuo… ¿acababa de caer… contra una hadita? Vero se quedó agarrándolo de un brazo, mirándolo desde arriba con una sonrisa amable. Matsuo tenía el ceño muy, muy arrugado, silencioso. Incluso si el idiota había bajado la guardia por subestimarla, ni habiéndose fumado una hectárea de porros imaginaba que habría terminado así.

    —¡¿Eh?! ¡¿Terminó tan rápido?! —exclamé, la comida se me cayó de entre los palillos y fue a parar al suelo; me giré hacia Laila y Jez— Vi... ¿Vieron eso? ¡Lo hizo volar como una pluma!

    —1-0, bonito —escuché decir a Vero, que en ese momento ayudaba a Ryuu a sentarse y le sacudía el polvo de la ropa. El otro sólo la miraba, con el ceño fruncido.

     
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    A Koemi le tomó algunos segundos darse cuenta de que la foto incluí a Copito, cuando se acercó más al teléfono asumí que habría sido por eso y me tragué la gracia. Igual Jez no dio explicaciones, en sí porque la distraje con la pregunta, así que cuando guardó el móvil se había olvidado de dar contexto al asunto de por qué demonios tenía un gorrión en las manos.

    Vero me respondió, beso al aire incluido, y escuché que Jez aplaudía un par de veces de lo más encantada con el cuadro. Por ahora, estar aquí viéndola enfrentarse a Ryuuji era lo más parecido a acompañar a una competencia, así que de cierta manera entendí de dónde venía su entusiasmo. Koemi bien podría haber apoyado a su... digamos su amigo, pero se veía que le había tocado mucho los ovarios y se declaró seguidora de Vero sin una pizca de duda. La escena me arrancó una risa liviana y deslicé los ojos a Ryuuji, encogiéndome de hombros también en un gesto que cargó una mezcla de diversión y pena genuina.

    Vero tomó posición, seguí con cuidado la postura de su cuerpo y entendí que esperaba. Ryuuji habló y entonces pasó, el movimiento fue estúpidamente rápido, pero pescó al chico, consiguió que los ojos le chispearan un instante de puro desconcierto y la alarma, instintiva y animal, del que descubre que no posee el control que espera sobre su contrincante.

    Doblé las rodillas, descansé los brazos allí y la sonrisa que me alcanzó el rostro fue amplia, llena de satisfacción. Esta historia podría repetirse hasta el cansancio, la caída del idiota que se cree la gran cosa porque tiene más peso, cuerpo y supuesta habilidad que una chica de metro sesenta, pero la chica consigue tirarlo, y no perdería el encanto nunca. El chispazo de realización, a alarma y la incredulidad eran siempre divertidas.

    Bloqueó, tiró y lo forzó a caminar para no perder el balance. En determinado momento sentí la mirada de Koemi encima, fue un intercambio, pero mientras el enfrentamiento continuó hasta el inminente derribo de Ryuuji, con un barrido de Vero y el uso de los puntos de agarre que había establecido antes. El cuerpo del chico golpeó el suelo, levantó el polvo del tatami y tuvo tiempo para procesar lo que acababa de procesar mientras Vero lo ayudaba a enderezarse.

    —Lo dije al principio: ofensiva —apunté con sin disimular el gusto que sentía—. Podríamos decir que se lo advertí~

    —Cuidado con la comida, Koemi-chan —dijo Jez recogiendo lo que se había caído, dejándolo encima de la tela que traía envolviendo el bento y luego volvió a aplaudir para Vero, contenta—. Es la primera vez que la veo hacerlo también, ¡es genial!

    —¿Listo para la segunda ronda, Ryuuji-kun? —pregunté entonces, estirando la mano para tomar un pedacito de carne del bento.
     
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    En menos de un segundo, el tatami recibió mi espalda y la vista me quedó apuntando hacia el cielorraso del dojo. Demoré unos buenos segundos en procesar la posición en la que me hallaba, y arrugé las cejas al saberme derrotado…

    Todo había transcurrido con una celeridad tan absurda, que ni mi cerebro logró seguir el ritmo. Todavía estaba atascado en la serie de sorpresas previas, empezando por el momento en que la mano de Maxwell me alcanzó en menos de un parpadeo; sus yemas hundiéndose ligeramente en mi hombro, que era sólido de por sí, lograron dispararme las alarmas. Y ni hablemos de lo que descubrí, cuando apoyé mi respectiva mano sobre su clavícula para tratar de quitármela de encima sin éxito.

    Había unos músculos increíblemente firmes bajo su blanca piel de porcelana.

    De esos que consigues con muchos años de entrenamiento.

    Eso explicó la fuerza que poseía Verónica, con sus pintas de conejita mimosa. Y debía añadir que era bastante astuta la desgraciada, porque en ningún momento me permitió procesar la información, ni el alcance de sus habilidades. Me tironeó como quiso, forzándome a bailar a su ritmo. Un giro, unos pasos y, luego, su pie de acero llevándose por delante mis piernas, como si estuvieran hechas de mantequilla. Al desacomodar mi eje de apoyo, mi peso y tamaño hicieron el resto, Maxwell no necesitó intervenir más a partir de este punto.

    Sabía qué ladrillos quitar, para hacer sucumbir a las más grandes torres de piedra.

    El pensamiento atravesó mi mente cuando la muchachita albina se arrodilló a mi lado y comenzó a sacudirme el polvo del cuerpo, con una suavidad que en nada se comparaba a lo de hace un momento. Seguí mirándola con el ceño fruncido, ni siquiera reaccioné cuando anunció el marcador de esta contienda. No me sentía disgustado, ni humillado, ni mierdas de esas. El sentimiento que me palpitaba en el hecho iba, digamos, tomando otro derrotero.

    Un interés hecho de fuego.

    Maxwell se puso de pie y me ofreció una mano. Comúnmente me habría levantado por mi cuenta, era un negado a este tipo de cosas. Sin embargo, tomé sus dedos. No puse mucho de mi parte al incorporarme, permití que ella aplicara la fuerza necesaria para hacer que me irguiera. Me levantó como si nada, demostrando otra vez la fuerza de sus músculos, y entonces una sonrisa diferente me alcanzó los labios.

    Reflejaba motivación, hirviente, por haber encontrado una digna rival.

    Al costado de nuestro “campo de batalla”, Koemi se lamentó por el trozo de comida que había dejado caer, pero tardó una milésima de segundo en volver a llevarse más a la boca, la muy glotona. Se la estaba pasando pipa entre las conejitas, ¿verdad? Supuse que le venía bien el cambio de aires, entre el traslado de escuela, los líos de nuestro trabajo y su temita con Nakayama. Por otro lado, en el rostro de Laila había una satisfacción que ni se molestaba en disimular, cosa que estuvo a punto de matarme de la risa. Si creía que con esto se me había venido abajo el espíritu, los humos o lo que fuese, estaba más que equivocada. En ese sentido, pensé que ella y Koemi eran las que más chances de llevarse, con lo mal que parecía caerles mi figura.

    —Juro que no puedo esperar, Laila-chan~ —le respondí con la sonrisa ladina de siempre; mis ojos resplandecían, la llamarada violácea brillando al fondo de la mirada— Me queman las ganas de seguir descubriendo a tu amiga.

    Escuché a Verónica, que ya volvió a ocupar su lugar en el tatami, dejó escapar una risa picarona cuando me referí a ella. La sonrisa en el rostro de Koemi se esfumó ligeramente y me pareció notar que decía un “Oh, oh, ahora sí se encendió”, dirigido a las muchachitas. Las ignoré por completo, ahora mismo no me interesaban.

    Miré a Verónica, con los colmillos completamente expuestos en una sonrisa desafiante.

    —Lo has hecho bien, preciosa —dije—. Que sepas que esta vez no me contendré.

    —¿Ah, sí? —se sonrió Verónica, otra vez con esos ojos de cazadora— En ese caso, yo tampoco lo haré.


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    Un silencio profundo se elevó sobre nuestras cabecitas, no nos movimos por unos cuántos segundos. El ambiente debió sentirse un poquito pesado para Jez, Mey y Koe-chan.

    Adopté una postura más defensiva esta vez. En lugar de inclinar el torso hacia adelante, me posicioné ligeramente de costado, con un pie hacia atrás y las manos alzadas a la altura del hombro y de mi cintura. Era una guardia aprendida del Kyokushinkai, que estaba pensada para bloquear golpes, pero también serviría para desviar intentos de agarre, y escabullirme si fuese necesario. La adopté porque noté que un fuego muy intenso parecía desprenderse de los ojos de Ryuu. Si debía ser honesta, verlo tan motivado me encendió, hizo que mi espíritu vibrara por la emoción del exigente desafío que se me venía encima.

    Y vaya que se me vino encima.

    Corrió hacia mí con una rapidez que hacía justicia a sus músculos tan bien armados, los cuales había sentido bajo mis manitos cuando le sacudí el polvo de las ropas. Y lo mejor de todo fue que en ningún momento dejó de mirarme a los ojos, mientras se acercaba embravecido. Era una estrategia más que excelente: cuando las pupilas de un rival se desviaban hacia algún lado, una ya podía deducir que sucedería a continuación, desde dónde vendría un ataque. ¡Pero...! Los buenos peleadores sabían engañar a través de la mirada. Por suerte ya me había fijado en sus movimientos cuando lo vi pelear contra Koem-chan, también saqué información del primer round.

    Ryuu usaba más la mano izquierda para presionar.

    Esa misma mano salió disparada hacia el lazo bordeau de mi uniforme, como la zarpa de un tigre. Lo esquivé por nada y, usando el antebrazo, desvié la trayectoria de ataque de Ryuu. Pareció que iba a seguir de largo, pero entonces el muchachote dio media vuelta con una velocidad admirable, mostrándome esa sonrisita colmilluda tan savage, y volvió al ataque. Su otra mano quiso buscar mi codo, pero esta vez me alejé, impulsándome con el pie que había dejado detrás del cuerpo. ¡Pero…! No sé cómo, Ryuu aprovechó sus largas piernas para cortar distancias con un paso, extendió un pie e intentó barrerme un tobillo. Logró conectar apenas, pero fue suficiente para hacer que demorara un segundo de más en recuperar mi postura de combate.

    Ese segundo fue bien aprovechado por Ryuu. Era fuerte, veloz y sabía lo que hacía. Le faltaba un poquito de técnica y se valía de la fuerza bruta en apariencia, pero en realidad peleaba con cabeza. Cuando quise darme cuenta, sus dedos se habían cerrado alrededor de mi antebrazo derecho y su otra mano, ahora sí, logró apoderarse del lazo que decoraba mi camisa; cerró el puño, arrugándolo, y me sonrió con una mirada intensa.

    ¡Ups…! Estaba en problemas.

    —Mis garras son implacables, Vero-chan~ —me dijo, acercando su rostro al mío; vi el fuego ardiente de cerca y sentí los agarres afianzándose aún más—. No hay escapatoria.

    —Ay, que dramático —me reí, divertida, completamente ajena a que con la última frase estaba parafraseando a cierto muchachito adorable.

    Entramos en un nuevo forcejeo, que estuvo bastante parejo. Ryuuji aplicaba más fuerza que antes, por lo que debía valerme de mayores esfuerzos para tratar de zafar de sus agarres. El de la camisa era un poco difícil de librar, porque si me excedía con los movimientos, la ropa se me iba a correr más de la cuenta y me daría vergüencita. En cierto momento Ryuuji intentó hacer lo mismo que yo: pegarse a mi cuerpo. Pude mantener la distancia gracias a que cometió el error de dejar libre mi brazo izquierdo, el usé sin demora para agarrar uno de sus hombros y empujar. Ryuu tenía bastante ventaja igual, me obligaba a defender. Intentó hacerme zancadillas al mismo tiempo, yo tenía que usar los pies para bloquearle las intenciones, cosa que al mismo tiempo amenazaba mi equilibrio al quedarme, de a ratos, con un punto de apoyo menos... Y cuando vi la oportunidad, de imprevisto…


    Le di la espada.


    Era mi última chance. Aposté a que Ryuu, que parecía tener experiencia en luchas, ni por asomo iba a esperarse que un rival le diera la espalda. ¡Y acerté…! Con un movimiento de pies muy preciso, practicado desde que era pequeñita, me di media vuelta. Ryuu de seguro se distraería por medio segundo segundo ante esta movida, ¡tiempo suficiente para mí…! Arrastré sus manos en el proceso, por supuesto. El muchachote se quedó agarrado al lazo de mi cuellito, por lo que ahora pareció que me estaba abrazando desde atrás; acto seguido, llevé mi mano derecha para alcanzar el hombro de aquel brazo de Ryuu. La mano que sostenía mi antebrazo derecho quedó aprisionada entre mi espalda y su abdomen, en el preciso instante que me incliné hacia adelante. Estrellé las caderas contra sus piernas y, apenas sentí que sus pies se despegaban de suelo, eché todo peso de mi cuerpo hacia adelante, tomando su brazo con ambas manos. El cuerpo de Ryuu rodó sobre el mío. Se sentía bastante pesado. Pero yo me enorgullecía de mis piernas, que eran la parte más fuerte de mi cuerpo, por lo que logré sostenerme mientras aplicaba la técnica de derribo.

    Aterrizó de espaldas, otra vez. Como seguía con el puño cerrado en la tela de mi camisa, fui arrastrada por su caída. Me fui al suelo también, con mucho menos estrépito que él, y rodé una o dos veces de costado. Al final, mi uniforme sí se ensució con polvo, ¡ups!

    Ryuu se sentó de golpe y me miró, con las cejas alzadas, sonriendo con aire aprobatorio. Conecté con sus ojos, sentada sobre mis rodillas.

    —Eh… —comencé a decir, pensativa—. Caímos los dos, ¿qué regla se aplica en estos casos?

    El muchachote me miró como si estuviera loca, fue una reacción chistosa. Una risa se hizo escuchar por lo bajo. Se dejó caer sobre el tatami, con las manos detrás de la nuca.

    —El que primero cae, es el perdedor —dijo con un suspiro—. Buen trabajo, Vero-chan.

    Escucharlo hizo palpitar mi corazón de alegría. Me giré para mirar a las chicas, toda cubierta de polvo, con una sonrisa iluminándome el rostro. Alcé los puños a la altura de mi pecho, victoriosa.

    —Este triunfo se lo dedico a ustedes, preciosas.

    La técnica utilizada por Vero se llama Seoi Nage.

    Te dejo otro video de referencia abajo, que es un compilado. Es largo, pero alcanza con que mires el primer clip nomás, que así me imagino como fue este derribo de Vero, jaja.

     
    Última edición: 30 Junio 2024
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    Tampoco había que desorbitar las cosas, decir que Ryuuji me caía mal era una exageración bastante grande, me parecía un poco extraño con sus frases soltadas con tintes difíciles de definir y quería que Vero le bajara los humos solo por haberla subestimado por tener aspecto de conejito. Era un error común en realidad, tampoco debía lapidarlo tanto por ello, ¿pero eso quitaba la gracia que me hacía? En lo absoluto. Además, estaba viendo en práctica las posibilidades del arte marcial. Vero había usado la fuerza de Ryuuji y su peso en su contra.

    Igual esto de barrer el piso con alguien, de la manera que fuera, también cumplía una suerte de doble intención. En el enfrentamiento y el choque uno determinaba a los que se quebraban bajo presión y los que sabían reconocer, digamos, a un rival. Todos necesitábamos uno en casi cualquier deporte, luchar contra alguien que nos significara un verdadero reto significaba que todavía podíamos mejorar.

    Que podíamos hacernos más fuertes, más rápidos y más inteligentes.

    No, significaba que debíamos.

    —Pues venga. Dejar esperando a tantas damas es muy feo —apañé a su comentario y sentí que Jez me daba un codazo, pero me reí.

    Para la segunda ronda Ryuuji ya estaba hecho a la idea de que Vero no era lo que parecía, le dio más batalla y quedó claro que no se tiraba a pelear por hacerlo, algo de cabeza sí que tenía. Engañara o no, todos poníamos más fuerza en una de las manos, así que creía que eso podía orientar a Vero, pero incluso así él la pesco del lazo del uniforme y yo comprimí los gestos. Escuché que Jez, a mi lado, tomaba aire de golpe.

    —¡Tú puedes, Vero! —la animó apenas unos segundos después.

    En efecto pudo, aunque la movida de darle la espalda fue riesgosa supuse que su propósito lo cumplió, porque Ryuuji no pudo adaptarse a tiempo y ella entonces aplicó la fuerza necesaria para despegarlo del suelo. Lo pasó sobre sí, haciendo que cayera contra el tatami una vez más y el golpe fue igual de potente que la primera vez. El peso ajeno y la fuerza del movimiento acabaron haciendo que ella misma se fuera al suelo, pero Ryuuji había caído primero y a mí me valía.

    Él se enderezó de golpe, Vero preguntó por lo de la caída y escuché a Jez aplaudir, a lo que me sumé después. Cuando terminé pesqué otro pedacito de carne del almuerzo, me levanté de mi lugar con fluidez escuchando todavía la resolución del asunto, aunque era bastante obvia. Al estar de pie me sacudí el polvo de la falda, sin prisa.

    —Uno duerme más a gusto cuando una muchacha bonita y fuerte le dedica una victoria —resolví con calma, sin más y Jez todavía sentada en el suelo formó un corazón con las manos hacia Vero—. Fue genial, la verdad. Ver la técnica en directo es diferente de los vídeos o cualquier cosa.

    —¿Qué te parece? ¿Qué tal lo hizo Vero? —preguntó la albina hacia Koemi, entusiasmada.

    Yo seguí mi camino, me acerqué hasta el dúo y al estar cerca de Ryuuji incliné apenas el cuerpo para poder aparecer el rostro en su campo de visión, el cabello me rodeó la cara. Le di un golpecito de nada en el costado con la punta del zapato, apenas para atraer más su atención si era que hacía falta y le dediqué una sonrisa, ya no satisfecha por verlo salir volando por los aires, si no por haberle dado pelea a Vero.

    —Te adaptaste rápido a la sorpresa, más o menos —dije, todavía un poco entretenida con la tontería—. La ventaja es que si te ponemos a derribar a alguien más, posiblemente ahora tengas admiradoras.


    en efecto, es cine
     
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    Bruno TDF

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    Después del primer round, me había quedado patitiesa del asombro. Sencillamente no me podía creer lo que acababa de ver, ¡y ni cuenta me di de la comida que se me había caído de los palillos, tuvo que avisarme Jez sobre tan terrible tragedia! ¿Pero cómo era posible que Vero pudiera barrer las piernas de Matsuo así ? ¡Qué locura! ¡Si Ryuu pesaba una tonelada! Para hacerlo caer necesitabas fuerza, ¡mucha fuerza! También influían el ingenio y el ser muy técnicos con los movimientos, por supuesto, pero esos detalles me pasaban de largo. No entendía mucho de peleas, ¡y eso que disfrutaba ver a la gentuza que se daba palizas en el club todos los findes!

    Para el segundo round, fui inteligente y me llevé otro poco de comida a la boca antes de que comenzara. En todo ese rato donde hubo persecución, forcejeo y hasta una referencia a Dunn, me quedé con la punta de los palillos entre los labios, sin despegar la mirada de la hadita blanca desafiando a la infame Bestia de Ōtsu. ¡Y menos mal que me quedé así, eh! O quizá no, porque casi me atraganto cuando Vero se dio la vuelta y dejó a Ryuu patas arriba. Fue un lanzamiento espectacular, ¡tremendo!, hasta se sintió la vibración del impacto debajo de nuestros culos, creo.

    Las haditas aplaudieron a su compañera, mientras que ésta quería aclarar el tema de las caídas. Yo no la aplaudí, pues ocupé aquellos segundos para cagarme de la risa mientras señalaba a Matsuo con el dedo, lo habían ubicado al cabronazo este y se lo merecía por burlarse de mí. La lástima era que le gustaba encontrar gente que lo apaleara, así que ni modo, no vería una cara de perro castigado. Pero estaba mugroso de polvo, eso igual era satisfactorio, ¡hum!

    Vero nos dedicó su triunfo. Vaya, sí que era adorable que me incluyera, ¿verdad? Me conocía de hace menos de media hora y ya me trataba como una más de su grupo. Se sentía algo extraño, no iba a negarlo. Pero eso pasaba, más que nada, porque se conectaba con la actual lejanía de Kaoru…

    Como si no tuviéramos encima años y años y años de amistad. Maldita sea.

    La respuesta de Laila evitó que la cabeza se me fuera para cualquier parte. Al escuchar la primera frase de la hadita lila, Vero sonrió de lo más encantadísima por el halago recibido, le gustó tanto que se ruborizó un poco; al segundo siguiente, ya estaba devolviéndole a Jez un corazón hecho con las manos, mientras respondía al resto de las palabras de Laila con un asentimiento entusiasta. El cuadro me hizo soltar una sonora risa por la nariz. ¡Venga ya…! No podía culpar a Ryuuji por caer en la estupidez de subestimarla. ¡Había que mirarla nada más! Quién diría que Verónica, con esa cara y tamaño, sudando ternura a diestra y siniestra; tenía el poder para levantar por los aires a un animal salvaje y experimentado como Matsuo. Si hasta yo llegué a pensar que podía ganarle cuando la vi entrar con las chicas. Ahora me daba miedo verla enojada.

    Mientras Vero se levantaba para acomodar su uniforme y Laila se acercaba al Ryuu convertido en estropajo; Jez preguntó qué me pareció todo este espectáculo. Me giré hacia ella con una sonrisa satisfecha.

    —¡Desde ahora soy fan de Vero-chan! —me reí— Lo hizo genial, se vio fantástica. No entiendo un cuerno de estas cosas, pero me parece que sabe lo que hace —de pronto me alcanzó un pensamiento que pareció iluminarme las neuronas; abrí más los ojos y mi boca formó un “O”— ¿Acaso tú… también eres una luchadora fuertota?

    En mi cabeza tuvo todo el sentido del mundo, ahora que aprendimos a no subestimar a nadie por sus pintas de hada, de conejito o de lo que fuese.


    [​IMG]

    Primero el mundo se había reducido al techo del dojo, y ahora me lo dejaron de cabeza por espacio de algunos segundos.

    Me parecía increíble que jamás hubiera experimentado una mierda tan maravillosa como esta técnica, considerando la cantidad de grescas en las que me había metido por el puro placer de sentir el sabor de la sangre. Mi cuerpo había quedado muy acostumbrado al acto de romper caras y que me partiesen la mía, algo que no hacía con la frecuencia de antes… No en exceso y sin un objetivo, quiero decir. Con Maxwell sólo estábamos disfrutando de un buen desafío, se ve que lo dos amábamos descubrir oponentes fuertes. Con todo, la experiencia callejera le jugó una mala pasada a mis neuronas cegadas de adrenalina, porque en la puta vida se me habría ocurrido que esta chiquilla iba a darme la espalda, estando acorralada y todo. El resto… ya se sabe.

    Me quise mear de risa cuando preguntó sobre el tema de la doble caída, de verdad. La chica literalmente azotó el suelo conmigo, era clarísima vencedora… y lo más que le importaba era ser justa, con las reglas que Koemi se sacó del puto culo. Debo decir que me pareció bastante amable de su parte, si bien pensaba que no tenía sentido que se fijara en eso. Y esa muestra de amabilidad me hizo entender por qué parecía ser tan amiga de las otras dos, sobre todo con Vólkov. A Laila la incluía porque, aunque algo de mi figura le estaba haciendo ruido, se ocupó de mantener una cortesía salpicada de ironías sutiles, justo mis favoritas. Eran diferentes de Koemi, que se partía el culo por verme en el suelo una segunda vez.

    Así las cosas, tras declarar a Maxwell como la ganadora, me quedé recostado en el tatami como quien se va a dormir la siesta. De hecho, había cerrado los ojos y sólo los oídos fueron mi conexión con el ambiente. Oí a Laila halagando a mi oponente y hablando de su técnica, Vólkov y Hayashi intercambiando opiniones, no mucho más. Claro está que también percibí los pasos aproximándose a mi posición, pero me mantuve relajado y con los ojos cerrados, disfrutando los últimos restos de adrenalina. No hubiera separado los párpados, de no haber sentido la punta de un zapato dándome un toquecito en el costado.

    Me encontré con el rostro de Laila. Sus ojos del color de la sangre se derramaban sobre mi rostro, mientras que su carita quedaba enmarcada por las hebras lilas. La satisfacción prevalecía en su sonrisa. Aunque, por instinto, advertí que esta expresión guardaba una naturaleza diferente a la de hace unos momentos, por lo que alcé una ceja, indicándole que me interesaba lo que tuviese para decir. De este modo, primero reconoció que me había adaptado a la sorpresa; se atrevió a rematar con un “más o menos” que me hizo elevar una comisura de los labios. Lo más interesante fue lo que dijo a continuación, hizo chispear el violeta de mis ojos, destellando diversión.

    Con que admiradoras, eh…

    —Es lo que corresponde, Laila-chan. Juro que queda espacio para todas —respondí, con las manos todavía detrás de la nuca, flexioné una pierna y apoyé el talón sobre mi rodilla— ¿Y qué me dices de ti, te sabes cosas interesantes como Vero-chan? Me han dicho que soy el mejor animador que alguien puede pedir.

    —¿Seguro? Mira que con Jez y conmigo tendrás muchísima competencia.

    El rostro de Maxwell apareció desde el otro costado, su coronilla quedando en paralelo con la de Laila. El azul hizo un fuerte contraste con el rojo, no así el blanco con el lila. Vaya paleta de colores se traían estas muchachitas, eh, calzaban perfecto con Vólkov. En cuanto a lo que dijo, me encogí de hombros sin perder la sonrisa. Tampoco quería estirar tanto la tontería, más bien me estaba entrando hambre.

    —Quién sabe... —apañé.
     
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    No podía negar que me había hecho mucha ilusión haber encontrado aquí a Ryuuji, tal vez no tuviese las pintas más amistosas del mundo ni nada, pero me parecía simpático y como había conversado con Cay el otro día, pues a mí me valía, por rara que hubiese sido la conversación con el pelirrojo luego justificando sus comentarios como si Matsuo tuviese cinco años. Igual pobre Cay, no sabía la vergüenza que, sin querer, lo haríamos pasar, ¿pero alguien podía culparnos? Iba por ahí cantándole a pajaritos y esa clase de cosas, no era como que Vero y yo estuviéramos locas, ¿o sí?

    En fin, que encontrar a Ryuuji en pleno enfrentamiento con su amiga nos dio la oportunidad de ver a Vero en acción. Era algo que me emocionaba mucho desde que me había contado de la competencia, su nueva sensei y todo el asunto de las artes marciales en general. Sabía que era importante para ella, entonces lo era para mí y aunque fuese en el dojo de la escuela me ponía contenta poder animarla.

    El primer derribo fue sorprendente, se notaba que Ryuuji no se esperaba la fuerza y técnica de Vero, ¡pero el segundo fue mejor! Me asusté un poco cuando ella le dio la espalda, siendo que estaba acorralada de por sí, pero entonces lo despegó del suelo y Ryuu prácticamente voló. El golpe resonó en el dojo cuando el peso del chico cayó sobre el tatami, la fuerza arrastró a Vero en el movimiento, fue menos estrepitoso eso sí. Cuando se enderezaron preguntó quién ganaba, aunque era obvio que ganaba ella con semejante derribo.

    Encima de todo nos dedicó la victoria, así que hice un corazón con las manos y Laila respondió de una forma que se parecía más... Más a cómo hablaba con Amery, sabía que lo extrañaba incluso si no me lo decía, pero en el tiempo que estuvieron ocupados con el club, compitiendo entre sí, Laila había ganado mucha fuerza y no decía fuerza física. Su carácter se notaba más confiado, hasta perspicaz, y pensé que esa podía ser ella en verdad.

    No la chica de las crisis de ansiedad y los medicamentos sedantes.

    Me puso muy contenta verla bromeando con tonterías y tan confiada de repente, así que luego del primer codazo solo la dejé ser. Cuando ya todo pasó, me enfoqué en Koemi para preguntarle qué le había parecido el desempeño de Vero, la muchacha se declaró fan de nuestra Vero de lo más entusiasmada y a mí se me escapó una risa que casi se volvió una carcajada. Aún así cuando preguntó si yo era una luchadora super fuertota negué rápidamente con la cabeza.

    —Oh no, yo soy... Soy la lectora de las mosqueteras, leo todo lo que las chicas puedan necesitar, quizás. No soy fuerte ni nada —expliqué sin mucha complicación.

    —Jez es el pilar emocional —apañó Laila de repente, en un espacio de las respuestas de Ryuuji, ni siquiera nos miró pero lo dijo con una convicción exagerada—. Se te podrá caer el mundo, pero Jez no te dejará solo si se da cuenta que algo te pasa, incluso si no mereces ayuda alguna.

    Como el sacerdote que aparecía para confesar a los sentenciados a muerte.

    El comentario me lanzó algo de color al rostro, pero suspiré y me encogí de hombros, todavía atenta a Koemi. Ladeé apenas la cabeza, estirando la sonrisa y no la toqué por la reacción que había tenido al tacto de Vero antes.

    —No sé nada de artes marciales o deportes, pero es algo que es importante para mis amigas, así que las quiero apoyar siempre. Si tú te vuelves a enfrentar a Ryuuji-kun te haré porras también.

    Laila2.png

    Se me escapó una risa por la nariz al escucharlo decir tan pancho que "queda espacio para todas" aunque luego sumó la otra tontería, la de que era el mejor animador que alguien podía pedir. Iba a contestarle algo cuando escuché a Jez diciendo que era nuestra lectora, así que corregí esa noción tan simplista de su figura sin quitar la atención de Ryuuji, fue un segundo antes de que Vero apareciera también en nuestra conversación.

    —Creo que sería una competencia interesante —resolví con simpleza, aunque la sonrisa se me tiñó de diversión—. A Jez solo le falta una pancarta, no creo que quiera que alguien le robe su título de animadora.

    Había preguntado si yo sabía cosas interesantes como Vero, de momento había dado la sensación de que había ignorado el asunto, pero no fue el caso. No dije nada durante algunos segundos, pero me acomodé junto a Ryuuji, sentándome a su lado aunque el hombre estaba acostado a sus anchas. El comentario que pensé acabó por hacerme algo de gracia.

    —Puede que sepa una cosa interesante o dos —resolví y miré a Vero un segundo, divertida, antes de mirar a Ryuuji por el rabillo del ojo—. Aunque imagino que esa será una sorpresa para otro día.
     
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    Casi se carcajeó cuando me bauticé como seguidora de Verónica sin permiso de nadie. Su reacción me reforzó la idea de que ésta Vólkov era como un caramelito, si nos deteníamos a hablar de la actitud que vino mostrando hasta el momento. Como sus aires eran muy parecidos a los de Maxwell, se me ocurrió que bien podría estar viéndome las caras ante otra luchadora encubierta, ¡mira si era un Hidden Boss capaz de hacer pedazos a Matsuo! Pero se ve que no, porque Jez refutó sin demora mis suposiciones. Ladeé la cabeza con curiosidad cuando dijo que era la mosquetera lectora y que en verdad no era fuerte. Mientras la escuchaba, miré brevemente el libro que aún reposaba cerca de nosotras, el del crisantemo rojo, mientras pensaba la utilidad de comerte tantas páginas de papel. A mí se me hacía pesado, pero al final terminé asintiendo más para mí que para ella, pues me convencí de que lo suyo se basaba en recolectar información de utilidad.

    Era un recurso que, en el contexto donde nos movíamos, llegaba a tener más valor que la fuerza.

    Marcaba la diferencia entre devorar y ser devorados.
    No llegué a decirle que lo suyo servía por mucha fuerza que le faltara, pues... La voz de Laila colándose en nuestra charla, tan de pronto, me hizo respingar. Su tono fue contundente, seguro y cargó una convicción que ni chances a dudar nos dejaba. Y la verdad, la verdad… me gustó la noción de Jez como “pilar emocional”, también sonreí al ver cómo ahora le tocaba a ella ruborizarse (marcador: Laila 2 – 0 Albinas). Eso sí, me pregunté qué cosas le habrían llevado a decir cosas tan fuertes como “mundos caídos” y “no merecer ayuda”; los conceptos rozaron un poco al caso de Nakayama, al menos el de los mundos caídos. Preferí no pararme tanto en eso porque sonaba incómodo. En cambio, mis trenzas bailotearon cuando asentí, agradecida, al saber que Jez me apoyaría en otro encontronazo contra Ryuu. A decir verdad, no iba a ser ésta la última vez que nos encontraría dándonos de hostias, así me encantaba saber que al menos tendría algo más que las burlas del perro estúpido.

    —Qué genial que seas el soporte de estas chicas —le sonreí a Jez—. Eso es muy importante. Los buenos guerreros se fortalecen cuando saben que alguien está siempre ahí, para apoyarlos.

    Por eso Kaoru había caído en su desgracia... Nuestras familias debieron separarse por culpa de esos rusos y sus sirvientes ucranianos, nos patearon directo a Tokio con tal de reforzar las operaciones en esta ciudad. Fui una adolescente sometida por las decisiones de los adultos, así que no pude estar ahí para mi amiga, para abrazarla, consolarla. Ahora ella actuaba como un halcón herido: se veía tan imponente como siempre, pero con la cabeza escondida entre las alas. Algo tendría que hacer para que entendiera que seguía teniendo fuerzas para volar, de lo contrario jamás me quitaría esta mierda del pecho. Al menos me consolaba encontrar unas chicas que se apoyaban con tanto cariño. Las envidiaba.

    Deslicé el bento por suelo, deteniéndolo cerca de Jez.

    —Gracias por la comida, ya me llené —me reí, tras lo cual alcancé mis calcetines y zapatos para comenzar a ponérmelos, que en todo ese tiempo había estado descalza.


    [​IMG]

    Mi primera contestación le vino en gracia, como cabría de esperar. La actitud de esta muchacha, a partir de cierto punto, empezó a tener un aroma más placentero que el que me transmitió su inicial desconfianza hacia mí. Hallé delicia en el brillo escarlata, en la ironía con la que sus labios se mecían en esas sonrisas.

    Sabía a desafío.

    Alcé las cejas cuando se permitió un espacio para aclararle los tantos a Vólkov. Fue firme con sus palabras, en eso también hallé una cualidad que supe apreciar. Se podría decir que en ese momento Laila había deslizado buena parte de la seguridad que parecía guardar en su alma, lo que le dio una ligera fortaleza a su menuda figura. Y bueno, qué era yo, sino un amante de las personas fuertes. Me atraían más los músculos entrenados y bien usados, eso no se lo iba a negar a nadie; pero también tenía el cerebro suficiente para reconocer la fuerza emocional y hasta esa otra que venía de la inteligencia, de la que tanto le gustaba a Sorec.

    ¡Pero bueno! ¿Y esto? Después de hablarle a Jez, Laila había pasado olímpicamente por alto mi pregunta sobre si me dejaría conocer sus posible habilidades. Pareció que mi duda iba a quedar aún más en el aire cuando apareció Verónica a defender su lugar y el de Vólkov en la tribuna que apoyaba a Laila-chan. Qué chasco, oh, qué tragedia. Me quedaría sin saciar la curiosidad, que ni una pista me caería como bocadito para el hambre… Pero sí llego al final.

    Laila dijo que se sabía… una cosita o dos, ya veo. Dejé escapar un bufido de decepción apenas me dijo que la sorpresa quedaría para otro día, lo cual fue un teatro de lo más exagerado. Pero, ¡hey!, las ganas de que me sorprendieran fueron reales, me grabé sus palabras a fuego como si de una promesa se trataran.

    —Será mejor que no decepciones, Laila-chan, espero grandes cosas de ti —le advertí, para luego desviar la mirada hacia los ojitos más dulzones de Vero, que seguía de pie a mi lado—. Y tú, no sé qué onda con tu vida, pero sigue practicando esas técnicas sin descanso, te quiero más fuerte para la próxima vez.

    Una chispa de emoción y asintió, motivada. Vero entonces se sentó a mi lado, de la misma forma que había hecho Laila y, sin pedir permisos de ninguna índole, deslizó su manita por detrás de mi cabello para atraparme los dedos. Con la otra mano me cazó del codo, con una suavidad rallante en lo cariñosa, y me extendió todo el brazo hacia delante de mi cuerpo. Me lo tironeó ligeramente, como si fuera la señal de algo.

    —Levanta, Ryuu —dijo— Seguro que andas con hambre, ¿no? ¡Seguro que sí! Nuestra lucha me abrió el apetito, vaya —dejó escapar una risita por lo bajo— Nos queda algo de tiempo, te comparto de mi bento si no trajiste nada.

    —El bobo este nunca se trae nada —intervino Koemi.

    —Entonces ya está decidido. Ven, lindo, o me obligarás a usar la fuerza.

    —Vale, vale.

    Pero no me levanté enseguida. Deslicé los ojos hacia Laila y, con la diversión tiñéndome la sonrisa, quité la otra mano de detrás de mi nuca, para ofrecérsela.

    —¿Me ayudas a levantarme también?

    Y colorín colorado, con este post doy mi aporte por cerrado (?)

    Estoy MUY contento por cómo nos salió esta interacción, fue cine puro *Pacha meme*

    Y la pasé de maravillas, gracias por aceptar rolearlos y, sobre todo, por añadir a Jez uvu
     
    Última edición: 2 Julio 2024
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    Diez minutos antes de que comenzara al receso, pedí permiso para dejar el salón. Como mi justificación estaba relacionada con el proyecto escolar, el profesor a cargo no puso mucho reparo, o eso me pareció, tras lo cual caminé por los pasillos de la academia en relativa soledad, tarareando bajito. Lo cierto es que tenía pensado secuestrar a Jackie de su salón, pues el muchachote me había dicho que no conocía el camino hacia el dojo y tocaba hacerle de guía; para mi gran pena, ya había ido a saludarlo antes del comienzo de clases, sólo para encontrarme con que había faltado a la escuela. ¡Justo hoy! Ay, juro que mi corazoncito se estrujó un poco. Me había hecho mucha ilusión la idea de llevarlo a conocer ese lugar y, sobre todo, conocernos un cachito más, mirar esos ojos de colores dispares.

    ¡En fin, no quedaba otra que aceptar los hechos…!

    La cuestión es que pedí salir antes del aula para acondicionar el dojo y dejarlo listo para realizar la entrevista a mi sensei. Copito se unió a mí apenas salí del edificio de la academia, posándose en mi hombro para luego hacerse una bolita de plumas, que el intenso calor lo tenía adormecido. Así, dándonos nuestra compañía tan maravillosa e invaluable, llegamos al dojo, donde dejé las ventanas abiertas, le di una rápida barrida al piso y demás. Por último, en el centro del tatami acomodé cinco sillas en total; cuatro quedaron una junto a otra, mientras que la quinta la posicioné algo más adelante, enfrentándolas. Esta era la silla que ocuparía Anong-sensei, como la figura central de nuestro proyecto.

    Hecho todos los preparativos, sólo quedaba esperar. Mi sensei ya me había escrito para avisar que estaba en camino, pero que llegaría con retraso, así que los primeros en aparecer debían ser aquellos que integraban mi grupo. Decidí sentarme en las escalinatas de la entrada del dojo, momento que Copito aprovechó para posare en una de mis rodillas. Yo me había traído una botellita de agua, así que le serví un poco en la tapita. Mientras Copito se refrescaba con ganas, me mantuve atenta al camino de los cerezos.

    Amane Insane quem

    ¡Buenas! Esto es para darle al proyecto escolar del Grupo F uvu

    En unos días posteo la llegada de la sensei.
     
    Última edición: 8 Agosto 2024
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    Empecé a recoger mis cosas nada más la campana anunció el inicio del receso, pues resultaba que durante aquel receso íbamos a finalmente realizar la entrevista para el proyecto escolar y no quería ni contemplar la posibilidad de llegar tarde a la misma. Estaba saliendo del aula, de hecho, cuando noté que me teléfono empezaba a vibrar en el bolsillo, haciendo que lo sacara para poder comprobar que, efectivamente, estaba recibiendo una llamada.

    —¿Yerin-ah?

    —¡SinB! ¡Qué bien que me has respondido! Echaba tantísimo de menos escuchar tu voz...

    —Yo también te echaba de menos... —murmuré, no sin antes notar cómo un ligero rubor me alcanzaba las mejillas—. ¿Pero no tendrías que estar en clase?

    —Me he tenido que quedar en casa. Fuimos a la piscina durante el fin de semana y me he acabado resfriando con el aire acondicionado. ¡Tenía muchas ganas de hablar contigo! Mamá me dijo que no te llamara todavía porque te estarías acostumbrando a vivir ahí, ¡pero ya no podía aguantar más!

    —A mí me ha pasado lo mismo... Al principio de la mudanza llamé a mi padre y me di cuenta que me hizo más mal que bien, así que decidí que era mejor no llamarte a pesar de las ganas que tenía... ¿Qué tal todo, cariño? Tengo que reunirme con unos compañeros para un trabajo, pero puedo hablar un poco más.

    Yerin y yo nos pusimos un poco al día mientras me encaminaba al dojo, en una conversación simple que, sin embargo, hizo que sintiera un montón de cosas que ni siquiera sabía cómo verbalizar. Yerin era mi mejor amiga, a ratos incluso más que eso, y volver a escuchar su voz después de tanto tiempo se sentía bien, como si volviera a casa... a pesar de estar a kilómetros de ella; me dieron ganas de llorar y reír al mismo tiempo.

    >>Yerin-ah, ya he llegado y veo que hay una chica ya esperándome. ¿Crees que podríamos hacer una videollamada esta tarde? Sé que tienes que descansar, pero...

    —¡No, no! ¡Hagámosla! Me siento mucho mejor después de hablar contigo, ¡así que seguro que me curo con eso! Mucha suerte con tu trabajo~. ¡Te quiero un montón!

    —Yo también te quiero.

    Colgué sin poder reprimir el suspiro que se me escapó al mismo tiempo. La llamada me había hecho bien, sentía que se había curado algo que no sabía que estaba herido, pero por otro lado... ¿se suponía que ahora tenía que afrontar el proyecto así? Dioses...

    >>Buenas tardes, Maxwell-san —saludé a la muchacha una vez alcancé la escalinata donde estaba sentada, sonriéndole con educación—. ¿Hemos sido las primeras en llegar?
     
    Última edición: 13 Agosto 2024
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    Copito abrió sus alas, que resplandecieron con la luz solar que inundaba el camino de los cerezos, y echó a volar después de refrescarse con el agua que le había dado. Me entretuve con la visión de su cuerpito blanco, que iba y venía a lo largo del sendero que separaba este dojo de la academia; hasta que se detuvo en la rama de un cerezo cercano, donde fue más difícil notarlo porque se camuflaba con cierta facilidad entre los pétalos rosados. Me reí por lo bajo, al pensar que el pequeño rufián me estaba jugando una pequeña broma, regodeándose con mis intentos de divisarlo.

    Algunos minutos transcurrieron después del campanazo del receso. Me llegó el lejano rumor de la gentecita que había salido a pasar su descanso en el patio norte, pero no tardé en volver a centrar la atención en el camino de los cerezos, con mucha expectativa de ver a mis compas o mi sensei. Mientras tanto, terminé de beber la botella de agua, porque vaya que hacía calor; hasta me aflojé el moño del uniforme, con tal de permitirme algo de aire en la zona del cuello. Si no fuera porque estaba de lo más entusiasmada por el proyecto, bien podría haberme echado una siestita en la sombra que me ofrecía el techo del dojo.

    ¡Hasta que, finalmente…! En el camino apareció una silueta, la de una chica.

    Y a ver, partamos de la siguiente base: yo me ponía bastante chismosa cuando quería. Por eso sentí mucha curiosidad al notar, aún desde la lejanía, que Eun-bi parecía estar muy enfrascada en una conversación telefónica, que no tardó en finalizar frente a mi atenta mirada. Y… ¿eso fue, acaso, un suspiro? ¡Quién sabe…!

    Cuando llegó al pie de la escalinata, la miré con una amplia sonrisa. Me saludó con mucha formalidad, llamándome por mi apellido y el “-san” al final. ¡O sea…! Señorita Maxwell. Y la sonrisa tan cordial con la que habló, hizo que se filtrara la ternura en la mía. Ay, qué muchachita tan educada, me encantaba eso; sus modos recordaban mucho a los de Kaia-chan.

    —Somos las primeras, sí. Gracias por llegar tan pronto —respondí, contenta, mientras me ponía de pie; revisé por si acaso el móvil, y menos mal que lo hice porque había otro mensaje— ¿Vamos entrando? Mi sensei está a nada de caer; y espero que los demás aparezcan pronto, porque dudo que quiera esperarlos.

    Con un gestito de la mano la invité a pasar. El dojo estaba limpio, con un agradable aroma de madera vieja, y en el centro del tatami se veían las sillas dispuestas en una pequeña ronda. Miré a Eun-chan, siempre sonriente.

    —¿Has venido alguna vez aquí? —pregunté— Este dojo lo cuido junto con una amiga de la 3-1. Es un lugar muy especial para nosotras.


    En mi próximo post ya aparece la sensei aaa. Cualquier duda que quieras despejar de antemano, estoy a disposición uvu
     
    Última edición: 12 Agosto 2024
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    Apenas y había notado la presencia de Eda, pues se puso a mi costado cuando empezo el receso no le dije nada más bien seguí con los mío mirando algunas cosas que en algún momento hice cuando vivía en Francia porque para ser sincera nunca pensé que me mudaría a Alemania para que mi papá trabajará con el Don y el casi dueño de medio Alemania. Parpadee y suspire en cuanto mire la foto de mamá murió por protegerme de algo que iba directamente para mí, siempre fui un objetivo desde que mi padre paso a trabajar con el Don como su mano derecha yo no soy nadie en esa familia, pero me críe con Eda, Enzo, Kang y Ana amigos que nunca pensé tener, pero estaba agradecida aunque no lo pareciera pero lo estaba.

    Como fuese me levante del asiento antes de mirar a Eda.

    —Me voy tengo que estar presente en una entrevista —me miro de arriba abajo—. En el Dojo.

    Asistió.

    —Cuídate y compórtate, por favor —su mirada atravesó la mía—. Es una orden, ¿entendido?

    Fruncí el ceño por lo poco que confiaba a mí, aunque no era un ser devoto, pero por favor que creía Eda que traería el infierno a esta academia con mi presencia o que.

    —Entendido reina de los tableros —el apodo lo dije en alemán y salí del salón recorrí el pasillo con un caminar lento, le di un vistazo al salón de Enzo no encontré rastro de él, pero si de su amiguita, Adara, la chica que había sufrido por algo que tramo el idiota que tenía como padre la observe por poco y seguí con lo mío.

    Qué pena…

    Justamente antes de llegar pase por la cafetería y compre algo para tomar lo abrí antes de llegar al dojo era una especie de jugo, al terminarlo lo vote en algún bote de basura, antes de entrar mire por fuera todo el lugar lo recorrí la primera vez que pise un dojo fue en mi niñez por qué estaba practicando esgrima, pero lo dejé encontré pasión por las fotografías y con ser la ayudante de Eda y Anastasia, pero se sentía algo diferente.

    Ladee la cabeza y suspire antes de entrar, no si antes haber recorrido todo el lugar en un paneo. En eso miré a unas chicas que suponía que eran mis compañeras de grupo, esto sería algo difícil socializar, no era lo mío, pero lo intentaría.

    Compórtate Jean...

    —Buenas, perdón la demora —lo sentía, creía que así era—. Un gusto soy Jean Bernard.

    Eso lo dije en el momento que la chica albina, igual que Anastasia, le hacía un gesto con la mano. Supongo que era para que entraran.

    Holis uwu, Perdonen la demora <33
     
    Última edición: 14 Agosto 2024
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