Azotea

Tema en 'Cuarta planta' iniciado por Yugen, 9 Abril 2020.

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    Gigi Blanche

    Gigi Blanche Equipo administrativo Game Master

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    El pedido de Cayden, incluso si salió en inglés, fue lo suficientemente sencillo para comprenderlo incluso sin esfuerzo. Procesé la idea antes de ser consciente de ello, fue la mano que me detuvo de la muñeca y me interrumpió a medio camino en vez de seguir espiralando. Sonó bajo, sonó suave, y pensé que esta criatura no se merecía nada de esto. Pensé en su mata de cabello de fuego, esa que se borroneaba a un costado de mi visión, en sus ojos tan cálidos con cada sonrisa que me regalaba y en su silueta, algo pequeña y algo dubitativa, esperándome al pie de las escalinatas. No tenía perdón. Ese grandísimo hijo de puta no tenía perdón de Dios.

    No podía dañarlo así.

    No podía.

    Solté el aire un poco de golpe, deteniéndome al saber que Cay había notado mi frustración, y reajusté las clavijas a consciencia. La canción arribó desde una dirección lejana, quizá la susurró el viento y yo sólo obedecí. Había permanecido en mi familia por generaciones para que los niños se durmieran, para lavar los trastos o arreglar el jardín. Hablaba de la soledad de un halcón, de su tristeza al surcar el cielo y aquello que guardaba con recelo en su corazón. No era cálido ni alentador, imponía una noción densa de distancia e inevitabilidad, pero... me gustaba. Me gustaba cantarle a ese halcón y entender sus sentimientos, incluso si él jamás lo sabría. Era uno de mis mayores deseos al final del día.

    Comprender a quienes quería.

    El llanto por fin lo traspasó, recogió los brazos y lo sentí jalar de las solapas de mi blazer. No era ni más alto ni más grande que él, ni siquiera en edad, pero aún así intenté abrazarlo, rodearlo y conferirle un pequeño espacio seguro. Abarqué su espalda, la acaricié y hundí una mano en su nuca. Me mantuve en silencio el tiempo que resultó necesario, y me moví con delicadeza para girarnos y echarle mi peso a la reja. El entramado rebotó suavemente y lo mantuve pegado a mí. Respiré contra su cabello, cerré los ojos y acerqué los labios, dejándole besos livianos en la coronilla de tanto en tanto.

    Estoy aquí.

    Estoy aquí.

    Estoy aquí.

    Dejé que hablara, prácticamente que divagara, dejé que por fin soltara la mierda que tenía enredada en la garganta desde quién sabe cuánto tiempo. Mis fantasmas eran distintos a los suyos, quizá demasiado, y puede que en esa distancia nos hubiéramos perdido el uno al otro más de una vez; pero había una verdad que había permanecido y permanecería siempre, desde el día que Arata me arrastró al parque y topé con sus ojos de resina. Desde que lo reconocí al instante como aquel chico pelirrojo de mi escuela.

    —Hay algo en ti, Cay Cay —murmuré contra su pelo, sereno—. Probablemente tú no puedas verlo, pero yo sí. Yo y muchas otras personas, estoy seguro.

    Quédate.

    —El fuego que me prestaste, ¿lo recuerdas? Un año atrás temí que mi familia jamás regresara, que no supieran cómo hacerlo. Tuve que mantener la luz encendida para todos ellos, noche tras noche, hasta que fui yo quien se perdió.

    Por favor, no me dejes.

    —El fuego que me prestaste marca el camino a casa. Lo hace desde ese día, en el cerezo, puede que lo haga desde que te conocí, y lo hará siempre. Me lo prestaste pero es tuyo, tiene tu color, tu calidez, y de donde quitaste ese hay muchísimo más. Ese fuego se ve, Cay, aunque tú no lo encuentres.

    Lo abracé con un poco más de ganas y sonreí, descansando la frente cerca de la suya, entre el montón de cabello.

    —Es tuyo, y es brillante, y nada tiene que ver con el monstruo que no te deja dormir, con los golpes que ese cabrón te quiera dar. —Otro beso—. Estoy aquí y no voy a irme a ninguna parte. Estoy aquí, Cay Cay. Estoy aquí.

    Seguí repitiendo la frase a un volumen cada vez más bajo, arrullándolo suavemente, mientras esperaba que los miedos, al menos, le dolieran un poco menos.


    y siguen siendo las ocho de la mañana jsjsjs

    my precious bbys ;;
     
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    Había egoísmo en mi pedido, ¿no? Fui capaz de reconocerlo apenas me di cuenta de la manera en que me dirigí a él también y estuve a un pelo de quedarme atorado en el vórtice de nuevas cuentas, pero así como había peleado contra el metal de la guadaña, peleé contra mí mismo. Incluso si me habían sacado los ojos, si no tenía más que el tacto y el oído, entendía que a Ko le dolía verme en este estado como a mí me dolía saber lo frustrado que estaba. Era parte de nuestro contrato tácito, uno que nos superaba en el tiempo.

    Mi súplica inconsciente fue el equivalente de que lo sujetara de la muñeca antes de que se lo tragara el ojo del huracán, lo pesqué con las pocas fuerzas que tenía y tiré, regresándolo a mí incluso si eso lo arrancaba de la posibilidad de sentir un odio que, de hecho, estaba justificado. Lo traje de regreso incluso si había notado que se estaba forzando a no elevarse mucho más allá, para no dejarme. Yo no tenía derecho a arrastrarlo cuando era el mismo que había sido incapaz de lidiar con Shinomiya por un proyecto escolar solo por un montón de suposiciones, pero me daba igual.

    Regresa, le había dicho.

    Olvida eso y regresa conmigo.

    Cedió, siquiera puso resistencia, y algo se me aflojó en el cuerpo y en el corazón. La canción vino de ninguna parte y de todas a la vez, incluso si había cantado una parte aislada nada más encontré cierto consuelo a pesar de que no tenía pinta alguna de pretender ser uno. Sonaba melancólica, hablaba de una noción pesada de distancia, pero se me ocurrió que eso era importante también. Que Ko, incluso en su propia distancia, cantaba para alcanzar a los que a veces amenazábamos con volar lo bastante alto como para quedarnos sin oxígeno o lo bastante bajo para despedazarnos las alas contra el suelo.

    Incluso si no era demasiado diferente a mí, si éramos dos palos de dientes, si yo era mayor por unos meses y lo había dejado atrás por unos centímetros, todo eso dio igual. Él me concedió mi espacio seguro, me sostuvo, me acarició y evitó que más pedazos cayeran al suelo, me hizo un torniquete también y el flujo de sangre se detuvo. Incluso si me asusté al verlo aparecer, si no reaccioné de inmediato a su primer abrazo, ya no había resistencia que valiera.

    Lo dejé movernos, giró, se recostó en la reja y no me soltó un mísero instante. Sentí su respiración revolverme el cabello y comenzó a dejarme besos en la coronilla, que siguieron abriéndome la herida del corazón. No creía poder decírselo sin sentir que iba a morirme de vergüenza, pero me sentí querido, tan malditamente querido que el resto de pecados y delirios se rebalsaron y por eso vomité todo lo demás.

    Después de soltar lo que tenía atorado desde que podía recordar sentí que me había quedado vacío, que me había arrancado el corazón del pecho para arrojarlo sobre la mesa y ponerle un alfiler para señalar el defecto, la anomalía, la herida sin cerrar. Estaba allí, a ojos de Ko, y seguía terriblemente asustado porque nunca había querido reconocerme a mí mismo como dañado, como frágil o victimizado.


    Entre la víctima y el rebelde siempre había preferido la segunda.


    Me había quedado allí entre sus brazos, si acaso me pegué más a él ahora que sabía que algo le hacía de soporte en la espalda y cuando volvió a hablar se me cristalizaron los ojos otra vez. Hombre, comenzaba a parecer un ataque a traición y todo ya, entendía que había apuntado dónde me dolía, pero él parecía empeñado en sacar algo que no estuviese podrido en ese caos. Estaba escarbando entre los vidrios rotos del espejo y lo hizo hasta que encontró el que servía.

    Es este, solo este.

    Probablemente tú no puedas verlo, pero yo sí.

    No veas los demás reflejos, no hace falta.

    El fuego que me prestaste marca el camino a casa.

    Lo hace desde ese día, en el cerezo, puede que lo haga desde que te conocí, y lo hará siempre.

    Parpadeé, el cristal cedió otra vez y asentí muy despacio, apenas para que supiera que lo estaba oyendo. Lo recordaba, le había dicho que solo tomara el fuego, que era suyo después de todo y solo entonces fui consciente de que me habría arrancado un trozo inmenso del costado para dárselo, sin más. Porque no importaba si había llegado tarde, si no había podido sacarlo apenas todo sucedió, ahora podía e incluso si habían pretendido ejecutarme solo por existir, lo cierto era que solo esa versión de mí importaba de verdad. La que era capaz de iniciar un juego de luces por los suyos, que ese podía ser el Cayden real, no los cientos de reflejos con ojos de depredador.

    Estoy aquí, Cay Cay.

    Estoy aquí.

    Siguió repitiéndolo como si fuese un mantra, para que el miedo dejara de morder y de arañar, lo repitió para que no dudara más y las facciones se me descompusieron un momento. Tomé un montón de aire un poco de golpe, pude retener un sollozo a duras penas y después me forcé a respirar de manera más ordenada, al menos para llorar callado.

    Vete a saber cuánto tiempo me tomó, ni idea, pero cuando el caos me dio tregua solté su ropa para limpiarme el rostro con la manga de la chaqueta. No podía decir que los miedos habían desaparecido o que habían dejado de doler, además estaba hecho un destrozo y me daba vergüenza, pero no podía no hacerlo. Mi mano navegó el espacio, acunó su mejilla y me despegué de él lo suficiente para poder dejarle un beso en la contraria.

    —Eres lo mejor que me pasó nunca y espero que lo sepas —dije en un susurro, pegando la nariz a su mejilla y cerré los ojos sin dejar de hablar. Al mismo tiempo le acaricié el rostro aprovechando que había dejado la mano allí—. Espero que veas lo bueno y precioso que eres, porque no te habría prestado ese fuego de no ser así. Es tuyo ahora y hoy me lo prestaste tú para que pudiera salir.

    Me erguí como pude, desperezándome de su agarre con cuidado, y aunque seguí evitando sus ojos ya no era por el miedo terrible que había sentido al verlo aparecer por la puerta. Posé la otra mano en la mejilla donde le había dejado el beso y lo insté bajar la cabeza, apenas lo suficiente para darle un beso en la frente, entre el pelito de nube. Lo traté con un mimo estúpido que no me molesté en modular.

    —No te da miedo lo mismo que a mí, lo sé, pero también estoy aquí. Siempre voy a estar aquí para mi niño de las nubes. —Volví a besarlo en el mismo lugar—. Si cantas para mí sé a dónde debo volver, incluso si no veo nada.


    Fue más fuerte que yo y mi cinta deprimente *c infarta a las 8 am in-rol* i cannot explain how much i love them, my sweet bbys

    pretendí ir cerrando por el tiempo, pero sé que no lo logré i was too invested
     
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    Gigi Blanche

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    El tiempo se diluyó y comenzó a fluir invisible, lejos de nuestro alcance, lo suficiente para perder su importancia. ¿La campana había sonado ya? No lo sabía, qué más daba. No era un estudiante modelo ni un fanático de las reglas, no lo había sido nunca. Así como muchas otras cosas, puede que ya fuera una verdad escrita sobre piedra. Lo esperaría siempre, las veces que hicieran falta, el tiempo que resultara necesario. Lo esperaría una y otra vez, sea a la distancia, sea a su lado. Y él me esperaría a mí.

    Lo sabía.

    Su llanto mermó poco a poco, y al mismo ritmo fui relajando el abrazo. No lo solté, sin embargo. Cuando recogió los brazos para secarse el rostro, deslicé las manos por su espalda y las mantuve suspendidas cerca de sus hombros. No buscó mirarme, pero acunó mi mejilla y cerré los ojos brevemente al recibir su beso. Sonreí, tranquilo, y relajé mi cabeza contra la suya con suavidad. Me dijo que era lo mejor que le había pasado y no lo cuestioné ni un instante, sólo me dio una paz inmensa. Quizá fuera contradictorio viniendo de alguien tan desapegado,
    pero el cariño de las personas que me querían era increíblemente transparente y genuino ante mis ojos.

    —Sabes amar, Cay —respondí, en voz baja—. Amas con todo tu corazón, de una forma casi desgarradora. Eso es lo que te vuelve tú, lo que te diferencia de los demás. Es lo que te duele y también lo que te salva. No reniegues de ello.

    Abrí los ojos al notar su movimiento, aunque sólo me tomó del rostro y me instó a agachar la cabeza. Obedecí, pues, con una sonrisa pequeña plantada en los labios, y me distraje observando los detalles de los bordados en su chaqueta. ¿Cuáles eran mis miedos, exactamente? No estaba muy seguro. La muerte de Chiasa había sido una pesadilla que jamás había anticipado, una para la cual no estaba listo, y desde ese punto todo se volvió extraño. Había hecho las paces conmigo mismo, con el mundo, las estaciones habían vuelto a correr, y aún así...

    —Suerte para ti que me guste cantar —bromeé en voz baja, y colé los brazos por debajo de los suyos para darle un último abrazo. Inhalé cerca de su cuello y cerré los ojos—. Confía en mí, Cay. Confía en Yuzu, en Akkun, en tu mamá y tus tíos. Confía y préstale atención a las personas que te quieren, ahí está el único reflejo que importa. El punto de partida.

    Lo solté de a poco, en el retroceso le dejé un beso en la mejilla y devolví mi peso a la reja. Había notado que rehuía a mi mirada, pero de todas formas detallé su rostro y le sonreí con cariño.

    —Podemos saltarnos una clase, ¿qué dices? —ofrecí, alzando la mano para acariciarle la mejilla, y la voz se me tintó con un dejo de diversión—. Créeme, no querrás bajar así. Esperemos un rato y tomemos aire aquí.


    me quedó medio feo sowwy jsjs me ando muriendo con la regla pero no quería dejar colgado a cay cay
     
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    Zireael

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    Aterrado o no, sepultado por mis propias rocas o consumido vivo por mi incendio, puede que la única verdad absoluta en esta vida fuese que en tanto Ko apareciera podría sacarme. No significaba que fuese a voltear mi personalidad, que abandonara a mis fantasmas o que el demonio desaparecería, mucho menos podía prometer que dejaría de verlo en las esquinas de los espejos o en mi existencia entera. Estaba allí, físicamente era casi inseparable de él, pero si Ko seguía aquí, bueno, era porque algo estaba haciendo bien.

    Algo que me separaba de forma definitiva del viejo infeliz.

    Ya más tranquilo pude ser algo más consciente de la calidez de su cuerpo y cuando le dejé el beso en la mejilla, cuando apoyé allí la nariz y él relajó la cabeza contra la mía fui capaz de dar gracias porque fuese él que el apareció aquí. Fui ridículamente sincero con lo que le dije, lo hice porque Ko merecía esa sinceridad y yo también, así que supe que era lo correcto.

    Su primera respuesta fue un poco otro tiro a quemarropa, lo soltó como si me estuviera hablando del clima y pensé si la criatura era realmente consciente del peso de esa sentencia. El amor que sentía por los otros era mi condenada y mi salvación, era mi pilar y mi punto de quiebre. Ya me lo había dicho Yuzu, pero Ko insistía sobre la idea sin saberlo.

    De que debía amar a los otros y ya, que no moriría al hacerlo.

    Lo recibí cuando coló los brazos para abrazarme, lo rodeé suavemente y le dejé un beso en la coronilla, así como él había hecho conmigo. Su broma consiguió hacerme sonreír, pero luego volvió sobre la cosa seria e inhalé profundamente mientras lo escuchaba decirme que confiara en él y el resto, incluido el estúpido de Arata. Eran ellos los que tenían el único fragmento de espejo que importaba. No respondí como tal, pero asentí con la cabeza y lo dejé ir despacio cuando pretendió separarse, regresando el peso a la malla.

    —Presidente del Club de Apoyo te dicen, ¿no? —apañé cuando señaló que no querría bajar así y al idiota se le escuchó la diversión en la voz, con todo relajé el rostro contra su mano—. Ninguno aquí es estudiante ejemplar, así que te tomo la oferta.

    Reuní toda la fuerza de voluntad que me quedaba para mirarlo, le sonreí con suavidad y volví a invadir su espacio para darle otro beso en la mejilla. Fue una excusa, más o menos, solo usé la distancia consumida para decirle una última cosa antes de acomodarme a su lado en la reja.

    I love you.

    Fue estúpidamente transparente, no cargó ninguna intención particular ni pretendí nada al decirlo. No era más que una verdad asumida hace mucho tiempo. Todo lo que hice después de soltarlo fue buscar su mano para sujetarla y le di un apretón suave antes de cerrar los ojos un rato.


    no pasa nada <3 espero que te sientas mejor

    muchísimas gracias por caerme con el niño, really ;;
     
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    Amane

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    No había estado del todo en mis planes que la mañana acabase siendo tan entretenida, but alas, ¿acaso no era esa misma sorpresa lo que había contribuido a que fuese tan divertido? Estaba convencido de que sí. La cuestión era que Maze se había acoplado a mi tontería sin ningún problema, parecía bastante encantado con la misma de hecho, y solo aquel pequeño intercambio logró subirme los ánimos por el resto del día.

    Para cuando la campana anunciando el receso llegó, sin embargo, parte de la somnolencia inicial del día había vuelto a asolarme, hasta el punto de hacer preguntarme si merecía la pena pasar aquella hora echándome una siesta en la enfermería. Lo sopesé durante un buen rato, para ser honesto, pero al final desistí de la idea y, en su lugar, decidí subir a la azotea; quizás algo de aire fresco surtiría el mismo efecto.

    Hygge heyo, acudí a la siempre confiable azotea uwu7
     
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    Hygge

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    No era el ser más sociable del planeta ni buscaba conscientemente los focos, realmente era bastante pasota e iba a mi aire en todo. Si me hablaban me adaptaba, si no lo hacían disfrutaba de mi propia compañía.

    Había excepciones a la regla, como todo, y es que dejar a una señorita almorzar sola no estaba entre mis planes. En el fondo todos se movían tras una serie de intereses más o menos marcados, y, bueno. Yo no era muy distinto.

    Anisphia, pese a su visible carácter esquivo y su tendencia a aislarse de cualquier ser vivo para zambullirse en sus estudios, había aceptado acompañarme a almorzar en la azotea. Era la segunda vez que aceptaba una petición mía, y me pregunté si se debería a un golpe de suerte o si podría convertirlo en costumbre con el tiempo. Habíamos subido las escaleras en medio de una charla cualquiera, y al abrir la puerta la brisa fresca del día hizo que me recorriese un escalofrío por la espalda.

    —Tenía que haberme traído la chaqueta —Me lamenté, frotándome el brazo con la mano libre. ¿Cuándo acabarían estos cambios locos de temperatura, huh?—. ¿Dónde quieres sentarte, Müller?

    —Cualquier lugar está bien para mí —Admitió sin complicaciones. Repasó el lugar brevemente, recibiendo la atención de un chico que ya se encontraba por allí. Al conectar miradas la chica separó los labios, saludándolo con educación—. Buenas tardes.

    —Ah, hey —La apreciación de Müller me hizo darme cuenta tambien, y alcé la mano con tranquilidad, dándole un sorbo a la lata—. Parece que o somos los más listos de la academia por quedarnos con tremendas vistas para nosotros solos, o los más estúpidos por aguantar este frío, ¿eh?
     
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    Amane

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    Mi intención solo había sido estar un rato ahí arriba, pues tampoco pretendía enfriarme hasta el punto de enfermar, pero la verdad era que se estaba demasiado bien al aire libre como para abandonar la zona tan rápidamente. Sí que hacía algo de fresco, eso era innegable, pero me pareció que era bastante fácil de soportar por más de un par de minutos; dudaba, además, que mucha más gente tuviera la idea de subir por culpa del tiempo, así que me permití relajarme sin demasiada preocupación.

    Me sorprendió bastante, pues, cuando después de un rato escuché la puerta de la azotea abriéndose y las voces de, como mínimo, un par de alumnos colándose en el lugar. Giré la cabeza hacia el ruido desde mi posición, pues me había apoyado sobre una de las vallas, y descubrí que, efectivamente, un chico y una chica habían tenido la misma idea que yo. La última se percató antes de mi presencia y me saludó, a lo que correspondí con una sonrisa suave antes de escuchar al muchacho también, levantando la mano para devolverle de esa manera el saludo a él.

    —Quizás seamos lo suficientemente listos como para saber que merece la pena aguantar el frío con tal de poder apreciar el paisaje, ¿no crees? —contesté, con una ligera sonrisa divertida imprimiéndose de mis labios—. Me gusta pensar que soy una persona inteligente —añadí, encogiéndome de hombros, y la diversión de mi expresión flaqueó un poco cuando los repasé con la vista, llevándome las manos a los bolsillos del pantalón en el proceso—. ¿Queríais almorzar aquí? El sitio es grande, pero si queréis intimidad...
     
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    Hygge

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    La brisa fresca de aquel día particularmente frío nos recibió de lleno al llegar a la azotea. Era la primera vez que la visitaba en persona, pese a haber visto las instalaciones de la academia previamente en su página, y pensé que era mucho más espaciosa de lo que mostraba en sus fotos. El hecho de ser tan solo tres personas incrementaba esa sensación de amplitud.

    El joven que nos recibió, apoyado en una de las vallas, me sonrió, confiriendole cierta suavidad a sus rasgos. Se dirigió a Kagehira también, con su misma naturalidad, y cierta tensión me bañó los gestos ante la pregunta aparentemente inofensiva del desconocido. Mi acompañante se rio en respuesta, transparente como un libro abierto.

    —Bueno, no te voy a men...

    —En absoluto —atajé de lleno, frenando en seco sus intenciones. Fruncí el ceño con disimulo hacia Yuuto, reprochándole su actitud desinhibida, y relajé mis facciones al volver a mirar al muchacho de cabello gris—. Si no te importa, nos quedaremos por aquí también.

    Mientras tomaba asiento, recogiendo la falda con cuidado, Yuu y el chico compartieron una mirada fugaz, cómplice, donde el primero parecía decirle "Al menos se ha intentado, ¿no?". Kagehira siguió mis pasos poco después, cerca del otro estudiante, pero sin invadir tampoco demasiado su espacio. De eso teníamos para dar y regalar por aquí.

    —No me suena tu cara. Como la de media academia, también te digo, así que me vas a disculpar si estás en mi clase y ni te eché cuenta —comentó el chico, abriendo el paquete que guardaba el dulce que había traído de almuerzo—. Kagehira Yuu, de la 3-1.

    —Tampoco recuerdo haberte visto en mi aula —agregué, observándole detenidamente. ¿Sería un kohai, quizás? Tenía rasgos más maduros, se me hacía difícil imaginarlo—. Müller Anisphia, de la 3-2. Ambos ingresamos el viernes —puntualicé, dirigiéndole una sonrisa ligera—. Quizás eso nos justifique un poco.
     
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    Las reacciones tan dispares de la pareja lograron llamar mi atención, pues no había que ser ningún genio para percatarse de que el muchacho sí que estaba dispuesto a tomar mi oferta de dejarlos a solas, pero ella lo interrumpió antes de que pudiese completar la idea. Me hice el tonto un poco por la gracia, ladeando apenas la cabeza con una expresión de confusión en el rostro, pero no tuve mayor problema en corresponderle a la sonrisa cómplice del muchacho con un ligero encogimiento de hombros.

    Ya lo sentía por él, pero yo siempre iba a anteponer los deseos de una señorita~

    Sea como fuere, ambos se acercaron a la posición que me había adjudicado, lo suficientemente cerca como para permitirnos hablar sin tener que alzar la voz demasiado, pero también dejando algo de distancia extra para que ninguno estuviese invadiendo el espacio personal de los otros. El chico volvió a hablar después, comentando que no le sonaba mi cara, y ambos aprovecharon el momento para presentarse.

    —Thornton Kenneth, encantado —dije de primeras, sonriéndoles con calma tras haber escuchado sus respectivos nombres—. Tranquilos, voy a la 3-3, así que estáis a salvo —añadí, junto a una risilla ligera—. Así que sois nuevos... bienvenidos. ¿Os transferisteis juntos, entonces? ¿Y qué os está pareciendo la escuela? Supongo que es pronto para juzgarla, pero imagino que tendréis una opinión preliminar.
     
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    El chico parecía de lo más tranquilo. Probablemente existían de esos que buscaban pasar el receso en soledad, fumando o lo que sea, y que dos tipos le arruinasen de la nada la atmósfera chill les sacaría un poco de base. Por suerte no fue el caso, y aunque lo hubiese sido me hubiese dado un poco igual, no iba a engañar a nadie.

    —Parece que tenemos un representante de cada clase —comenté al aire, dándole un mordisco al dulce y limpiándome la comisura con el pulgar después. Qué rica estaba la crema—. Hagan su reporte, señores. ¿Aula ruidosa? ¿Aburrida?

    —La mía parece bastante tranquilita —añadió Müller, comenzando a comer de su bento—. Me dio la impresión cuando lo del evento que tenían cierta vibra familiar. Se pusieron a hacer avisos y a escribir en la pizarra la ubicación y todo, para que nadie se lo perdiese.

    —En mi caso me da la impresión de que la mía está algo más animada. O al menos esa es la sensación que me dio, observando a alguno que otro interactuar con los demás —Ni idea de cómo se llamaban la rubia y el moreno ese, pero parecían llevarse bien desde luego.

    Anisphia se volvió hacia Kenneth ante su pregunta, negando suavemente con la cabeza.

    —Mh-hm. Nos conocimos el primer día de casualidad, eso es todo —Tragó el puñado de arroz que se había llevado a los labios y prosiguió con sus respuestas—. Se ve que no escatimaron en detalles. Está bien cuidada y mantienen esa aura de prestigio que se ha ganado con el tiempo. Los profesores, de momento, parecen ir un poco en su linea.

    —No sé yo si estoy de acuerdo en eso —comenté, soltando una risa baja. Mi tutora era de todo menos "recatada y formal", eso desde luego. Pero seguramente si comentaba lo que pensaba de esa mujer Anis me lanzaría algo, así que mejor mantener mi integridad física intacta—. ¿Tú llevas mucho aquí, Thornton? ¿Tanto como para contarnos salseo de este sitio? Seguro que os sabéis trucos como la máquina expendedora con truco o cosas así.

    Perdona la tardanza Gabi ;-;
     
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    No iba a engañar a nadie, lo cierto es que también me hizo algo de gracia que acabáramos juntándonos un alumno de cada aula, y ni siquiera pretendí reprimir la ligera diversión que me permeó el rostro ante la idea de tener que dar reportes de cada una de ellas. Les cedí el primer turno a ellos, algo curioso por saber las impresiones iniciales que se habían llevado de sus compañeros, y fui asintiendo con la cabeza a medida que los iba escuchando; en grande, lo que yo mismo había aprendido coincidía bastante con lo que ellos habían dicho.

    —En mi clase hay un par de "chicos malos", digamos, pero en general el ambiente es bastante tranquilo —informé desde mi posición, haciendo comillas con los dedos al mencionar lo de los chicos malo, y después esperé a que me proporcionaran una repuesta a la pregunta que les había hecho antes de volver a hablar—. Ah, creo que tu tutora es la única medio decente, Anisphia. Se rumorea que el de mi clase está saliendo con una alumna y la de la 3-1... bueno, también es peculiar —compartí una mirada con el muchacho al decir aquello último, dedicándole una sonrisa de conocimiento.

    No tenía mucho que comentar sobre lo otro, pues consideraba cierto que el Sakura sabía estar a la altura de la imagen de prestigio que vendía. Quizás también era cierto que, una vez dentro, no era demasiado difícil notar que era una instituto lleno de adolescentes normales y corrientes, con los típicos dramas y líos de estas edades.

    >>Oh, realmente llevo aquí... ¿casi dos meses? —contesté, echando la vista al cielo para rememorar el tiempo que había pasado desde mi ingreso—. Salseo, ¿eh? Supongo que algo hay por ahí, aunque creo que es más divertido si lo descubrís por vosotros mismos~ Lo que sí puedo deciros es que la máquina que hay al lado de la cafetería es que la más veces se queda atrancada, ya que es la que más usan —añadí, guiñándoles apenas el ojo—. ¿Habéis tenido tiempo de ver los clubes? Hay... un montón, la verdad.

    no te preocupes, cielo <3 no sé si te dará tiempo a postear más; lo dejo con una pregunta en caso de que sí, pero si no, no pasa nada uwu
     
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    Después que dejamos a Eda en el casillero junto con Jean subimos sin ningún problema, obviamente no hablamos nada, ya que las dos no éramos muy fan estar juntas, sencillamente porque dos personas intensas casi nunca pueden estar reunidas en el mismo lugar. El día me lo tomé con normalidad igual que las clases aburridas como siempre, pero agradecida de que hoy haría algo que había dejado de hacer, así que apenas escuche la campana para el receso, salí después de rebuscar lo que había traído.

    Subí a la azotea sin ningún problema, el cielo estaba mejor que el de los otros días y tampoco me quejaba frío o calidez, pues no me molestaba, hice un paneo a todo el lugar por pura manía, revise la pared más cercana y camine hacia ella quedaba juntamente con la puerta de salida así que si alguien subía, pues tenía que distinguir bien antes de hacer algún movimiento quisiera. Sonreí antes acercarme a esta y colocar el papel de tiro al blanco, tenía una pega para poder a justarlo en la pared, normalmente usaba una similitud de una persona, pero estaba en la escuela y Eda simplemente no iba a dejar que trajera esas cosas aquí.

    A veces podía ser suicidad.

    Me alejé un poco antes de avanzar lo más lejos posible de esa pared y de la puerta, antes de empezar saque los cuchillos que prácticamente no parecían esos objetos, podían pasar desapercibidos para ser sincera, los rodé con mis dedos antes medir la distancia. Estaba excelente. Entonces lance el primero de pequeña, siempre practicaba con cuchillos que hacían que saliera herida, pero con Killian aprendí usarlos mejor y mejore mis habilidades, sonreí cuando dio en el blanco tanta práctica había tenido sus resultados.

    Ahora que lo pensaba bien, tal vez le diría a Laila que si iba a entrar al club de esgrima, una para ayudarla y segundo porque era algo que siempre había practicado con mi abuelo, pero después que él falleció, pues lo deje por un tiempo, y lo retome para practicarlo con el hermano de Eda. Tire el segundo, pero esta vez dio fuera del blanco suspire un poco antes de lanzar un tercero, pero al igual que el segundo no dio en el objetivo. Cerré un poco los ojos y respiré un hondo pensar en mi abuelo me desequilibraba por completo.

    Sin importar que, tire los dos últimos que me quedaban, pero simplemente me había desconcentrado. Camine hacia ellos y los saques para volver al puesto en el que estaba.

    Concéntrate Ana.

    Lo intenté una vez más, pero no le vi el caso, realmente me había desconcentrado, los deje ahí porque si y me acerque barandilla para mirar hacia el patio no había traído almuerzo y tampoco pensaba bajar para comprar, era demasiado perezosa para caminar así que seguiría tirando hasta que alguno me saliera. Regrese a ellos para sacarlos, los mire por algunos segundos para después regresar al puesto en el que había estado anteriormente antes de hacer algún movimiento, distinguí en poco que nadie subiera para no tirar chueco y pues para no lastimar a nadie.

    Suponía que esta era la vencida, ¿no?

    Aunque no lo creía, no era una persona que se rendía tan fácil.

    heyo uwu Zireael por aquí te dejo a la niña como hablamos por PM, ni idea de a quien tengas libre pero desde ya encantada <3.
     
    Última edición: 13 Diciembre 2023
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    Incluso después de que sonó la campana seguí dándole vueltas al asunto, ni siquiera supe por qué siendo que parecía un completo despropósito, pero la suavidad de los gestos de chico, el pedido de silencio y las galletas parecían responder todos a cosas distintas. Era contradictorio, confuso también, y no terminaba de entender cómo había sabido anticiparse a que, en efecto, podría soltar la lengua en cualquier instante.

    Cuando sonó la campana guardé mis cosas con calma, revisé el móvil para responderles unos mensajes a las chicas, saqué mi almuerzo, la bolsita de galletas y le tomé una foto disimulada a lo segundo. Rápidamente abrí el grupo con las chicas, les envié la foto donde se veía todavía el post-it y les dije quién me las había regalado. Tardaron la módica suma de cero segundos en desatarse con opiniones disparejas.

    Al final su desacuerdo no hizo más que seguirme confundiendo, así que les envié un sticker de un perrito tumbado y silencié el grupo. Ese retraso en mi salida le dio tiempo a otras cosas de suceder, una muchacha pelirroja se acercó a Mason creando una estampa de lo más bonita, Jezebel ya no estaba en el salón y Sonnen, que había despertado solo para volver a quedarse noqueado faltando media hora para el receso, se estaba enjuagando los ojos para despertarse.

    Me levanté con mis cosas, no muy segura de qué hacer con mi tiempo, y cuando estaba por salir percibí el chispazo de sangre del cabello de Cayden rebasándome. En la puerta se reunió con Mattsson, pero yo lo noté cuando ya tenía medio cuerpo afuera así que solo les sonreí a ambos para no detenerlos y me despedí con un movimiento de mano.

    Con eso hecho, el silencio mantenido, me quedé en el pasillo unos segundos antes de enderezar los pasos a la azotea sin esperar nada. Solo me pareció que el día estaba lindo, allí podría tomar algo de aire y ver el cielo, quizás me venía bien para mi confusión.

    Era una ingenua, Dios mío.

    Esta escuela estaba dominada por sombras.

    Me pareció escuchar un ruido venir del exterior, no supe darle forma, y cuando abrí la puerta para salir el sol le arrancó un chispazo al metal entre los dedos de la muchacha albina de mi clase, la otra quería decir. Me quedé plantada en la puerta, con la mano en el pomo, el almuerzo y las galletas sujetas a un costado de mi cuerpo y me pregunté, por primera vez de forma algo más seria, en qué clase de agujero había venido a meterme.

    Mis ojos se desviaron a la pared, apenas unos metros más allá estaba pegada una diana y contuve el impulso de suspirar, demasiado cansada de las cosas que sucedían a mi alrededor para que me importara. Aquí no tenía un bosque al que ir a meterme para pensar, todo lo que habían eran paredes, muchachitos pidiéndome favores y chicas arrojando cuchillos, y me daba la sensación de que la lista comenzaba a quedárseme corta.

    —Anastasia, ¿cierto? —pregunté sin alarmarme, en su lugar le dediqué una sonrisa a la chica y di un paso en la azotea para soltar la puerta, que volvió a cerrarse a mi espalda—. Lo siento, no quise interrumpirte.


    me quedaban tres y sentí que Ilana era la más neutral (?
     
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    Para ser sincera no podía ser tan ingenua al pensar que nadie subiría ahora a la azotea, después de todo el día estaba mucho mejor y ahora con el sol, pues era algo apropiado pensar que tal vez alguien vendría almorzar aquí, ¿no? No había terminado de lanzar el que suponía que tenía en mi mano en cuanto escuche pasos acercarse, lo deje suspendido y en sí, el sol dio justamente con él. Mire de arriba abajo a la creatura que había aparecido por la puerta, era la chica nueva de mi clase, la recorrí suavemente sin necesidad de ser alarmante o algo por estilo hacer cosas como esas ya las tenía acostumbradas.

    Note como sus ojos se desviaron a la pared donde tenía la diana, en ella solo estaba un cuchillo, el que había lanzado antes de que la chiquilla apareciera. Entonces decidí tirar el que tenía ahora en mis manos, dio en el blanco por puro milagro, suponía ya que él había lanzado antes de ese, dio afuera del objetivo, suspire en poco mientras regresaba mis ojos en la chica, decidí tranquilizarme un poco y dejar los tiros por unos segundos. Ella no tenía ni la mayor idea de quién era y no quería asustarla.

    Eda de seguro...

    No quería ni saber qué haría cuando se enterara de que estaba asustando a la gente porque sí.

    —Sí, y tú eres la chica nueva, Ilana ¿no?, mucho gusto — miré a mi alrededor, justamente cuando ella dio un paso para entrar a la azotea, cuando pidió disculpas por interrumpirme, le sonreí sin ninguna complicación—. No te preocupes —miré la diana—. Ya me había desconcentrado desde antes.

    Camine hacia la pared para sacar los dos cuchillos que había tirado antes.

    —Puedes almorzar sin ninguna complicación — murmuré sin más—. No quise asustarte si lo hice —ladee la cabeza—. Y tampoco cuando siga tirando estas cosas —le alce unos de los cuchillos sin mirarla aún.

    Entonces caminé de regreso al lugar en el que estaba a una distancia lejana de la diana y esta vez fije mi vista en ella, por algunos segundos.

    >> Y podemos mantener una conversación ¿si quieres? despues de todo somos compañeras de clases, y sin conocer esta escuela del todo.

    Había murmurado eso, ¿por qué me había dado la gana? Ni idea después lo descubriría.

    sincerándome si, la veo tranquila?)
     
    Última edición: 15 Diciembre 2023
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    Después de haber reparado en mi presencia arrojó el cuchillo que tenía en la mano, de inmediato el sonido quedó asociado a la actividad por si en el futuro próximo tenía que evitarme este tipo de demostraciones. No asocié mi falta de reacción a nada en particular más que cansancio y costumbre, quizás, con el trabajo de papá uno se acostumbra a escuchar muchas cosas, demasiadas tal vez.

    El asunto fue que a medio camino en mis divagaciones me di cuenta que con esto tendría otro secreto que guardarle a alguien, porque no era yo de andar pegando el chivatazo, y algo parecido a la molestia me corrió por el cuerpo. No estaba dirigido a ella, a Cayden tampoco aunque era la pieza inicial, sino más bien al espacio en general, a este edificio y lo que fuese que pasaba en él.

    —Sí, Ilana —confirmé desde mi posición y tuve que contener una risa cuando dijo que ya se había desconcentrado desde antes.

    Mi preocupación no había sido su desconcentración nunca, pero daba igual.

    Que me dijera que podía almorzar me recordó mi intención inicial y aunque atendí a su disculpa, o algo que fungió como tal, porque dijo que seguiría arrojando cuchillos como quien habla de ir a hacer la compra no respondí nada en sí. Solo negué con la cabeza, navegué el espacio hasta poner distancia entre la diana y yo y me acomodé a uno de los costados de la chica, a una distancia prudencial también.

    Apoyé la espalda en la reja, me deslicé al suelo y me acomodé allí. Ya sentada tomé la bolsa de galletas, la abrí despacio y saqué una para darle una mordida, tenía forma de estrella, chispas de colores por encima y estaba rica, aunque dudaba mucho que la criatura las hubiese preparado él solo. No tenía pinta de cocinar por hobby, la verdad, en realidad el chiquillo no tenía pinta de nada en general, más allá de la cara de bebé.

    No sabía que estaba metida con un cachorro del crimen organizado extranjero por un lado y ahora con la princesa de una vertiente distinta por el otro.

    —Supongo que sí —concedí a lo de la conversación y lo de ser nuevas, aunque no lo sabía—. ¿Entonces llegaste a la escuela antes que yo?


    ilana ahora mismo:
     
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    No dije nada cuando me confirmo su nombre desde la posición desde la que estaba, no murmure nada y tampoco vi que decir para ser sincera, sino que me fije en la diana, era lo que realmente me importaba ahora que todos los cuchillos dieran en el blanco. Entonces noté por puro reflejo sin mirarla que se movió hacia el costado y suponía que había sido a una distancia pronunciada desde donde yo estaba parada.

    No vi el caso girarme para saber que estaba haciendo, después de todo le había dicho que podía almorzar sin problema y suponía que eso era lo que estaba haciendo ni idea de cuantos segundos habían pasado, pero decidí retomar lo que estaba haciendo. Parpadee en poco mientras ladeaba un poco la cabeza, entonces tire dos cuchillos a la vez, dieron en el blanco, uno tras otro, sonreí.

    En eso escuche la voz de la chica, la mire por encima de mi hombro después de esparcir un poco de cabello hacia mi espalda. Sonreí para mis adentro, creo que nunca hubiera pisado esta academia, si no hubiera recibido una orden directa para ser sincera.

    —Sí — regresé mi mirada a la diana, antes de lanzar el penúltimo cuchillo—. Creo que ya ha pasado algunas semanas ¿Los días que has estado aquí los pasados bien? ¿Te ha interesado algún club?

    pobrecita yo estaría igual?)
     
    Última edición: 16 Diciembre 2023
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    No supe si tranquilizarme o seguir molestándome, pero las galletas sabían a, no sé, ¿a casa? ¿A cariño? Era una cosa de lo más abstracta y supe que incluso si no eran sus manos las que habían hecho el trabajo, las que sí lo habían hecho con amor y en su gesto había más de eso. Imaginé que le habría dado a otras personas, unas a las que tal vez les tuviera verdadero afecto en vez de solo agradecimiento y quise diferenciar, por fin, el regalo de lo más.

    Lo estaba justificando.

    Ya iba por mal camino, ¿no?

    El golpe de los cuchillos de Anastasia me tensó el cuerpo, me recordó dónde estaba y también lo demás, así que me forcé a ser menos... ¿Idealista? ¿Menos tonta? Yo qué sabía, pero sin duda me forcé a cambiar algo, lo que fuera, y dejé la bolsa a un lado para destapar mi almuerzo. Fue mi forma de desconectarme un momento de un lío para darle prioridad al otro.

    —Estoy desde el viernes nada más. Todos han sido amables conmigo a su manera —respondí luego de haber comido un poco—. Hablé con el presidente del club de fotografía así que igual y le echo un ojo, quizás sea el pasatiempo que necesito, quién sabe. ¿Tú? ¿El de esgrima, tal vez?
     
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    La diana no era lo que normalmente usaba para practicar con los cuchillos y en sí, los cuchillos tampoco eran con los que siempre usaba, pero estaba en la academia y simplemente no podía traer esas cosas aquí y peor si los iba a usar al aire libre. Mi vista estaba fija en el objetivo, mientras alzaba el último cuchillo que me quedaba, entonces escuche lo que la chiquilla me respondió a la pregunta que le había hecho antes.

    Cuando menciono lo del club de fotografía me hizo recordar a Jean, ella era una fanática a eso a pesar de tener un carácter de demonio. Entonces ella quiso saber qué club me interesaba, supongo y murmuro esgrima. La esgrima era algo que ya estaba en mí, lo practicaba desde pequeña con mi abuelo y después que él se fue, pues lo sigue practicando, con el hermano de Eda.

    —Si solo tengo que inscribirme ósea, hablar con la líder del club y confirmarle algo —el último cuchillo dio en el blanco, sonreí en poco antes de girarme hacia la chica—. ¿Y de dónde eres? ¿Estadounidense?

    Después de murmurar eso miré la diana de reojo.

    —Por cierto, ¿quieres tirar conmigo? —le apunté la diana con la barbilla y ni idea de donde venía esa pregunta—. No es tan difícil si quieres, te puedo enseñar si nunca lo has hecho, también es bueno para olvidarte de las cosas que te estresan.

    Aunque yo lo empecé a practicar por esa y otras razones.
     
    Última edición: 18 Diciembre 2023
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    Era raro que una chica de mi edad estuviera arrojando cuchillos en la escuela, pero habían tantas cosas fuera de lugar en estos espacios, en estas personas, que quizás no me alerté tanto como debería. Era hija de un policía, quizás algo de su idealismo y su intuición me había sido heredada, también cierta falta de asombro, pero digamos que esto de los cuchillos era una red flag del tamaño de un barco.

    Seguí concentrada en mi almuerzo, había dicho lo de la esgrima por los cuchillos nada más, si debía ser sincera, pero ella acabó por confirmarlo. Al parecer solo le faltaba hablar con la chica a cargo para confirmarle si quería ser parte o no, así que ya eso era más que mis nulos acercamientos. Quizás podría preguntar por quiénes usaban el observatorio, además de buscar a Joey otro día. ¿Igual podía combinar ambas cosas? Se me ocurrió de repente, ni idea.

    Su pregunta hizo que mi intención de llevarme algo más de comida a la boca no terminara en nada, regresé la cucharada al contenedor y aunque la miré con tranquilidad me pregunté hasta dónde estaba bromeando y hasta dónde realmente estaba dispuesta a enseñarle a alguien semejante cosa. Eso sí, no ponía en duda que la cosa debía ser una buena distracción.

    ¿Qué más daba? Un voto de silencio más, uno menos.

    No tenía mucho apetito tampoco, así que saqué el cubierto del bento, lo tapé y lo dejé allí. Antes de levantarme tomé la bolsa de galletas, donde quedaban cuatro, y me levanté para acercarme a Anastasia. Al estar a su lado estiré la bolsa abierta en su dirección y le dediqué una sonrisa que no correspondía con la inquietud real que sentía. Fue calma y suave, sin más.

    —¿Quieres una? —Le ofrecí y después deslicé los ojos a la diana—. Un humilde pago por una lección de cuchillos arrojadizos.
     
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    En sí me conocía demasiado bien como para saber si estaba bromeando o no, prácticamente era el tipo de persona que decía lo que le saliera en gana, hasta a veces me sorprendía de lo que llegaba a pesar o a decir al mismo tiempo. Pero sabía muy bien que si había decido querer enseñarle a tirar cuchillos a Ilana era porque prefería mil veces enseñar cualquier cosa que pensar en que más puedo añadirle a una conversación.

    Podía empezarla pero no seguirla.

    Además, esto se miraba mucho más entretenido. Note como dejo de comer cuando le hice la pregunta, lo que recibí de sus ojos fue tranquilidad y si se estaba preguntando si era broma, pues no bromeaba con ese tipo de cosas, seguí todos los movimientos que hizo hasta que llego a mí con una bolsa de galletas. La miré sin parpadear en cuanto extendió la bolsa abierta a mi dirección, no me moví ni nada, sino que mis ojos recorrieron sus facciones con cierta calma.

    En cuanto hizo la pregunta, pues no dije nada, solo me demore algunos segundos para asistir en modo de respuesta, extendí mi mano para así poder coger una, le di un mordisco, estaban ricas, le devolví la sonrisa y camine hacia la diana recogí los cuchillos y regrese a donde ella, pero esta vez no me puse al frente, sino que a lado termine de comer antes de pronunciar algo.

    —Gracias por la galleta — después de agradecerle miré al frente—. Entonces creo que podemos empezar, ¿no? —deje de hablar por un momento—. No puedo decirte que será fácil a la primera, pero tampoco están difícil si te gusta la matemática y eso pues, sabrás donde pararte y a que distancia —la mire de reojo—. Y claro, todo depende de que forma optes en ubicarte —eso lo murmure un poco fría.

    Entonces me pare como siempre lo hacía, tenía la costumbre de mover un pie atrás, ya que al hacerlo de esa forma era mucho más fácil, pero obviamente normalmente lo hacía sin moverme nada (en sí esa fue la forma en la que me lo enseño Killian), espere hasta que ella notara lo que estaba haciendo y lance el cuchillo y dio en el blanco, sonreí. Me moví un poco y me posicioné tras ella mientras llevaba un cuchillo a la mano que no tenía la bolsa de galletas; sin embargo, recogí la suya con el cuchillo, espere hasta que se moviera tal y como yo lo había hecho y tire con ella mire el resultado y asentí.

    El segundo cuchillo estaba a lado del que había tirado antes, en el blanco.

    >> Entonces creo que ahora puedes tirar sola ¿no? —eso lo murmure cuando regrese a mi puesto y le pase el penultimo objeto—. O si no pues te puedo hacer otras vez todo el movimiento que hice, aunque no creo que haya sido difícil.

    ¿Tenía paciencia para enseñar esto? Obviamente, creo que era lo único parte de la esgrima.
     
    Última edición: 20 Diciembre 2023
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