Dejar La niña miró entre sus manos al polluelo que ya podía volar, la madre de la pequeña acarició con mimos hombros y con gentileza, compasiva, lo reiteró: —Tienes que dejarle marchar... y que encuentre a su familia. Las dulces palabras de la mujer no podían combatir contra la amargura de la pequeña... y lo dejó ir... Lloró en el regazo de su madre, nostálgica en la escuela, recordando aquella criatura que nunca más volvió a ver... Aunque, un día ya más grande, observó la ventana y tras ella vio unos pájaros revolotear. Un nido... de alguna u otra manera... —Así que regresaron, eh... —soltó con una suave sonrisa, nostálgica. Compasiva y encantada como nunca antes se había sentido en su tan larga, aunque corta vida.