Prologo Cuatro años han pasado desde aquel día en el que el equipo 7 de Konoha se vió dividido. Naruto se marchó con el maestro Jiraiya para entrenarse y mejorar sus habilidades. Sasuke por su parte decidió seguir el camino de la oscuridad marchándose tras los pasos de Orochimaru como su maestro, el joven Uchiha, cegado por el deseo de venganza, no consideró las palabras de sus compañeros. Sakura fue la única que permaneció en Konoha bajo el mando y las enseñanzas de la Hokage buscando obtener la fuerza y habilidad para estar a la par de sus compañeros. La paz que tanto tiempo ha durado parece estar cerca de desaparecer, los peligros acechan aun por las tierras de los ninjas. El peligroso grupo Akatsuki recién ha hecho sus movimientos, sus miembros y motivaciones aún siguen siendo un misterio para aquellos que los investigan, lo único que pueden tener por seguro es que ninguna aldea puede escapar a ser objetivo de esta organización de criminales de rango S. El mundo de los ninjas que esta paz ha disfrutado desconoce la gran amenaza que se acerca a sus costas por el norte. Una flota de dimensiones nunca antes vistas se aproxima a toda velocidad con un brío embravecido, cargada de guerreros que solo desean una cosa, venganza y poder. Este continente, conformado por países y aldeas, fue en algún tiempo la cuna y tierra de nacimiento de aquellos que buscan esa venganza. Los samuráis han regresado después de siglos de exilio en una tierra asolada por la miseria y dificultad. Los ninjas de hoy lo desconocen por completo, pero su amada tierra fue dominada por los samuráis mucho tiempo atrás. Fueron amos y señores de todo en un principio hasta que guerras y rebeliones los debilitaron y los ninjas lograron expulsarlos reclamando para ellos este continente. Enviados a morir en el mar por sus vencedores los samuráis llegaron a un continente desconocido e inhóspito, la vida nunca fue más difícil para ellos, llegaron a una tierra basta pero plagada de peligros y criaturas aterradoras. Siglos habitaron ese lugar hasta poder llamarlo hogar. Los clanes se repartieron las tierras tratando de crear una armonía que les permitiera sobrevivir y prosperar, no obstante, para ellos la guerra es su forma de vida decenas de conflictos tuvieron que pasar hasta que los siete grandes clanes lograron la ansiada paz y la unión de los samuráis como una sola nación, una sola cultura, una sola facción, un solo ejército. La Gran Alianza Samurái se fundó en base a un ansiado deseo, un deseo anhelado por todos y cada uno de los líderes, acabar con la tiranía del clan dominante, regresar a su hogar y castigar a esos que los expulsaron hace ya tanto tiempo. Los mundos de los ninjas y el de los samuráis chocarán desatando el caos por todos lados pues más de uno buscará sacar provecho de tal situación. Aventúrate en esta historia y averigua que pasará. El odio, la furia, el temor, el amor, el drama, la amistad, las traiciones y las nuevas alianzas se verán inmersas en esta historia, donde solo una facción saldrá victoriosa.
Capítulo 1: La llegada Un día como cualquier otro inicia en la gran y bella Aldea Oculta entre las Hojas, mejor conocida como Konoha. El sol brilla en todo su esplendor y con gran fuerza pues la primavera está comenzando. Como siempre los aldeanos realizan sus rutinas con tranquilidad y sin problemas; las calles de la aldea son sin duda muy concurridas, los olores de las decenas de restaurantes y puestos de comida se mezclan perfectamente llegando a todas las personas abriendo el apetito. Si avanzamos más podemos ver el edificio central del Hokage o, mejor dicho, la hokage, pues como el monumento a los Hokages muestra, se trata de la famosa Tsunade Senju. Cabe mencionar la típica presencia de los ninjas de la aldea, quienes forman la fuerza militar de la aldea, la mayoría con sus chalecos verdes y sus bandas en la cabeza, u otras partes del cuerpo, pero a la vista. En síntesis, era un día bello y común en la aldea. Nos situamos pues en un lugar específico: la entrada. Esa misma donde sus dos vigilantes se encontraban, como es su labor diaria, sin hacer nada, solo quejándose de lo aburrido que puede ser ese día y ese trabajo que tanto tiempo han realizado. Sin embargo, se sorprenderían mucho al divisar dos figuras acercarse al pueblo, y conforme avanzaban pudieron reconocerlos. Un hombre alto y fornido de larga cabellera blanca vistiendo ropajes verdes con un chaleco rojo, además de calzar sandalias de madera. A su lado un joven bastante conocido por todos en la aldea; su cabello rubio, su camisa manga larga naranja con negro al igual que su pantalón, ojos azules, una gran y alegre sonrisa acompañada de unos bigotes bastante extraños, tres en cada mejilla, lo delatan al instante. –Oye, mira ¿son ellos? –preguntó Izumo sin dar crédito a lo que sus ojos veían, al tiempo que jalaba la camisa de su compañero para que viera también a aquel par. –Si, son ellos, ¡vaya! ¿cuánto tiempo ha pasado? –respondió el otro vigilante igual de incrédulo que el primero. –Hola, Izumo, Kotetsu, ¿cómo están? ustedes no han cambiado en nada, siguen siendo los vigilantes –sí, así es, es Naruto Uzumaki, junto el maestro Jiraiya. El joven había cambiado bastante en esos cuatro años que había estado ausente por su entrenamiento con “El Sabio de los Sapos” –Cielos Naruto, tu si has cambiado bastante en estos años, seguro te has vuelto muy fuerte –comentó Izumo sonriendo ante el regreso del joven rubio que bien conocía desde pequeño. –Claro que sí, he entrenado con el viejo pervertido y ahora soy más fuerte. Bueno, vamos a ver a la Hokage, nos vemos luego chicos, no se duerman –dijo el chico riendo un poco mientras se despedía y seguía su camino hacia el edificio principal de la aldea. La belleza del pueblo y los cambios casi nulos en la misma llenaban de emoción, nostalgia y alegría al ninja que por fin regresaba a su amado hogar, lo cual le hacía formar una enorme sonrisa en la cara. A su lado caminaba su maestro quien le miraba de reojo, sonreía al igual que Naruto pues sabía perfectamente lo que el chico sentía al volver, pues durante el entrenamiento el chico pasó algunos momentos de melancolía por no estar en casa. Siguieron avanzando sin decirse nada hasta llegar al edificio de la Hokage, donde todos los ninjas se sorprendieron de verlos volver al igual que se alegraban por ellos. Saludaron algunos y siguieron su camino, a los pocos minutos por los pasillos se toparon con Shizune, la fiel ayudante de la Hokage. En sus brazos llevaba a la mascota de Tsunade, una cerdita de nombre Tonton. La asistente no se había percatado de ese par hasta que estaban cara a cara y su sorpresa fue mayúscula. –Hola Shizune, ¿cómo estás? –dijeron ambos al mismo tiempo. La mujer se sorprendió tanto que dio un chillido pues la habían tomado por sorpresa, terminado por caer sentada en el suelo soltando a la cerdita que le refunfuñó por el golpe que se llevó. –¿Oye, estas bien? –Naruto se acercó para ayudarla a ponerse de pie–. No era nuestra intención asustarte, Shizune. –No, no. Fue mi culpa, me sorprendieron. Gracias Naruto –respondió sobándose un poco el trasero por el golpe. Y luego reaccionó–. ¿Naruto? ¡Naruto y el maestro Jiraiya! –exclamó regresando a su sorpresa –Volvieron, cielos, esto es increíble. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Has cambiado muchísimo! –sonrió extraordinariamente y con emoción, casi tubo el impulso de abrazarlos a los dos. –Cuatro años –respondieron los dos–. Tú no has cambiado nada que digamos. ¿cómo le haces para no envejecer? –Seguro haces las mismas artimañas que Tsunade, ¿verdad? –comentó El Sabio de los Sapos, de forma socarrona. –¡Claro que no, maestro Jiraiya! –alegó la pelinegra ofendida–. Solo me cuido bien, eso es todo. Pero bueno, dejando eso de lado. Vinieron a ver a lady Tsunade, ¿verdad? –sonrió olvidando las palabras de Jiraiya. –Si, así es, ¿está aquí? –preguntó Naruto. –Sí, claro. Está desocupada, estoy segura que se alegrará mucho al verlos otra vez, vengan –comentó la ayudante acompañándolos hasta la gran oficina de la Hokage. La hermosa rubia estaba tranquilamente en su escritorio leyendo y firmando documentos, vestía su típico traje de Hokage, se le notaba bastante aburrida recargando su sublime rostro en una de sus manos mientras firma con casi nada de ánimos. Escuchó a Shizune carraspear y levantó la mirada. Al instante se sorprendió de ver tanto a Jiraiya como a Naruto quienes sonreían al verla levantando una mano en forma de saludo. Estuvo a punto de saltar y abrazarlos con entusiasmo, pero eso no va con ella pensó, así que se mantuvo en su asiento solo con el rostro iluminado por una enorme y preciosa sonrisa enmarcada por el labial rojo que suele utilizar casi siempre. –¡Naruto, Jiraiya! –se levantó tranquilamente de su asiento, aunque la emoción afloró en su voz. Carraspeando un poco para recobrar su tono normal–. Vaya, y-ya volvieron. –Vamos Tsunade, no tienes por qué actuar, es obvio que estas emocionada por volver a vernos –rio El Sabio que la conocía perfectamente y sabia cuando sobreactuaba. –Si abuela Tsunade, casi saltas sobre el escritorio al vernos, estoy seguro que… –antes que siguiera hablando recibió un golpe en la cabeza por parte de la rubia que se movió como un rayo. –Aun sigues llamándome vieja, Naruto –gruñó molesta apretando el puño y resaltándose una vena en su frente. –Vamos lady Tsunade, no sea tan ruda con el chico, acaba de regresar a su hogar –se escuchó una voz detrás de ellos. Una voz calmada y bien conocida. En la ventana estaba El Ninja Copia en cuclillas sobre el borde la misma, no había cambiado nada tampoco, incluso en su mano derecha tenía el famoso libro que tanto le gustaba, y que era obra del Sabio de los Sapos aun que parecía una versión más reciente. –¡Kakashí sensei! –dijo con emoción el ninja rubio al ver a su otro maestro–. Usted tampoco ha cambiado nada, incluso sigue leyendo ese libro para pervertidos –comento contento. Jiraiya solo bufó cruzado de brazos arqueando la ceja, pues él consideraba sus libros obras de arte de gran prestigio y fama, quizás lo sean. –También me alegra verte Naruto, tu sí que has cambiado bastante en este tiempo –sonrió un poco el ninja de la máscara, aunque claro no es posible ver más que uno de sus ojos–. Hay alguien más que también se alegrará mucho de verte–. Señaló detrás de ellos a la entrada de la oficina. Allí una joven chica de cabello rosa y vestimenta roja entraba con un montón de libros en sus brazos, los cuales dejó en el suelo cerca de la entrada. Suspiró mostrando cierto cansancio. –Lady Tsunade, ya traje los libros que me pidió, creo que son… –en eso levantó la mirada quedándose muda al ver a su compañero de equipo otra vez. –Sakura –expresó Naruto sonriendo de forma aún más alegre al verla a ella. Era una sonrisa muy diferente. Se acercó hasta estar cara a cara. La joven kunoichi aún estaba muda ante la sorpresa, pues ella solo recordaba a aquel chico rubio entrometido que se fue a entrenar; ahora frente a ella había un hombre, lo primero que notó fue la altura de su compañero que ahora la rebasaba, también se mostraba un tanto fornido a pesar de las ropas holgada que suele usar. Se le ve más maduro. Su voz ya no era irritante como ella llegaba a pensar, era un tanto más grave y cálida. –Vaya, tu si has cambiado mucho Sakura –expresó el rubio mirándola a detalle. Al igual que ella, Naruto detallaba los cambios en su compañera, no solo su estatura, pues también creció y desarrolló su cuerpo dejando detrás la niñez y tornándose el cuerpo de una joven de gran belleza. Además, la notaba más fuerte, lo más relevante es que ya no era una niña mandona y gruñona como llegaba a pensar él, era toda una mujer. –Te vez muy linda Sakura –fue lo que dijo con un tono amable y bastante honesto. Esas palabras sorprendieron a los otros cuatro testigos de ese reencuentro, mientras que la joven ninja peli rosa fácilmente se sonrojo, no esperaba que él hiciera un cumplido de esa manera. Antes que aun pudiera decir algo él se acercó hasta poder abrazarla con efusividad. Descargando en ese gesto sus anhelos por reencontrarse. –N-Naruto –fue lo único que pudo decir, antes de reaccionar y sonreír. Correspondiendo al abrazo más que gustosa al abrazo–. Volviste –susurro tratando de contener las lágrimas que amenazaban con recorrer sus mejillas ante tal reencuentro. –Sabía que se alegrarían mucho al volver a verse –susurró Kakashi. De alguna manera enternecido por el rencuentro de sus alumnos. –Sin duda. Por otro lado, debo hablar con Jiraiya en privado –dijo Tsunade mientras regresaba a su escritorio. –Claro que si señora –asintió Kakashi mientras se acercaba a esos dos–. Naruto, Sakura, que tal si celebramos este recuentro comiendo en Ichiraku. Yo invito. –¡Claro que si Kakashi-sensei! –respondió emocionado y ansioso, pues no había comido nada en todo el día, y un delicioso ramen le hacía agua la boca. Los tres miembros del “Equipo 7” se retiraron de la oficina dejando solos a los dos legendarios ninjas, quienes en poco cambiaron sus semblantes de sonrisas a seriedad. –¿De que quieres hablar Tsunade? –cuestionó Jiraiya acercando una silla para sentarse frente a ella. –Es sobre las amenazas ante las que está la aldea –comentó ella de forma seria la mujer. –Entiendo. Los Akatsuki aún no han sido identificados, salvo dos miembros: Itachi Uchiha y Kisame Hoshigaki, de los que tampoco sabemos su paradero o sus motivaciones. Además, tenemos a Orochimaru quien convenció a Sasuke Uchiha para irse con él, eso también lo convierte en un potencial peligro para la aldea puesto que no conocemos su escondite –el Sabio hizo un repaso sobre las amenazas de la aldea que conocía. –Además hay otro riesgo, aunque solo sea un pequeño rumor venido de otras tierras –tomó una caja que estaba bajo su escritorio y la puso sobre este. –¿De qué se trata? ¿Y desde cuando crees en rumores? –preguntó extrañado acercándose para ver mejor esa caja. –Dime Jiraiya, ¿qué sabes sobre los samuráis? –ahora fue ella quien preguntó–. Los guerreros de la Era Antigua –enunció por primera vez con un tono de preocupación. –Realmente no se mucho, nadie sabe mucho de ellos. La Era Antigua acabó hace demasiado tiempo – Respondió confundido pero intrigado–. Aun así, no veo ningún riesgo en eso, los antiguos samuráis están extintos y nada queda de su civilización o historia. –¿Entonces puedes darme una explicación para esto? –abrió la caja. El Sabio de los Sapos se impactó abriendo los ojos a mas no poder al ver el contenido de esa caja. Era una espada, pero no era una espada común, no era una espada que alguno de ellos dos alguna vez hubiera visto, era una katana un arma diferente por su elaboración, características e incluso materiales. La empuñadura era negra y recubierta de cuero negro haciendo un diseño muy meticuloso, el guardamano era ovalado y con diseños de flores, muy artístico, finalmente a hoja era brillante y perfecta sin el menor daño o imperfección, sin dudas una técnica de forjado que desconocían los mejores herreros de esa aldea; y ni hablar de su filo. Era a capaz de cortar un cabello si este se dejaba caer sobre la hoja. En pocas palabras: un arma jamás antes vista por ellos. –¿Crees que solo son rumores Jiraiya? –volvió a preguntar la hokage mirando a su compañero, viendo su cara de atónito ante esa arma. –¿Dónde la encontraste Tsunade? –respondió aun mirándola a detalle tomándola para verla mejor, pensado que quizás, tan solo quizás, podía ser el trabajo de un herrero muy bueno. Sus manos nunca habían empuñado una herramienta como esa calidad que se notaba desde el peso de la misma, sumamente liviana. –Fue enviada por el señor feudal del País de los Campos de Arroz hace unas semanas, afirma que sus soldados capturaron a un extraño hombre que llegó del mar del norte. Dicho hombre llevaba esta arma y unas ropas muy extrañas, una clase de armadura. Afirmaba ser un “ashigaru explorador”, y no dio más información. –Jamás había oído ese término, ¿el sujeto dijo que significaba? –dejó la espada dentro de la caja, pues de alguna manera le causaba inquietud tenerla en sus manos. –No. Esa misma noche el sujeto, mientras estaba encerrado en su celda, sacó de sus ropas una espada similar, pero más pequeña, con la cual se suicidó cortándose el abdomen hasta desangrarse. Es inquietante que alguien sea capaz de suicidarse de una forma tan bestia –suspiró levantándose de su silla. Se acercó a la ventana desde donde miraba la aldea, Jiraiya se acercó a su lado también para observar. La aldea jamás había vivido tiempos tan buenos, una paz y prosperidad que tanto habían anhelado de jóvenes, pero ahora esta se ve amenazada por presagios del norte, presagios de un terror tan antiguo que casi todos lo han olvidado y se envuelve en mitos. –Jiraiya, en verdad siento que algo malo está por ocurrir, no sé cómo, ni donde, pero lo presiento –comentó la rubia cruzándose de brazos y tratando de ocultar el atisbo temor en su ser. –Sea lo que sea lo enfrentaremos y lo acabaremos, y si es posible, encontraremos la forma para evitarlo –le respondió aun conservado su serenidad. La rubia suspiro mientras asentía, tratando de sacar esos temores de su mente y creer las palabras de su compañero. Nos ausentamos de la aldea de Konoha, incluso del País del Fuego, y nos vamos más al norte, hasta llegar al inmenso mar. En este lugar el clima no es tan agradable pues el cielo está terriblemente nublado ocultado la mayor parte de la luz del sol; solo es cuestión de tiempo para que una fuerte lluvia se libere. Es pues que aquí somos testigos de algo más que increíble. Tan increíble como aterrador Surcando las grandes y agitadas olas del gran y poderoso mar del norte vemos una inmensa flota de barcos, cientos y cientos de barcos de madera hasta donde la vista alcanza; tantos que sus formas variaban de unos a otros, unos pequeños, otros grandes y uno que otro de tamaño colosal pues eran capaces de llevar sobre ellos torres grandes y en su interior a cientos de personas o cargas. Una poderosa flota de proporciones épicas se dirigía a toda velocidad hacia las naciones del mundo ninja. La gigantesca flota se agrupaba en siete conjuntos de barcos, en dichas embarcaciones se podían identificar siete estandartes diferentes. Vamos al buque insignia del conjunto de barcos que viajaban al frente de los demás, este es un barco de dimensiones inconmensurables muy alto y con una gran torre en su cubierta, en dicho barco los hombres de la tripulación lo preparaban para la tormenta que se acercaba, trabajando arduamente bajo órdenes de sus comandantes y oficiales. En la parte anterior del navío, justo en la punta, se encontraba un hombre tranquilamente sentado mientras bebía una taza de té ataviado con un elegante kimono masculino en color blanco con flores doradas. Este a su vez era resguardado por cuatro grandes y fuertes guerreros; guerreros que llevaban armaduras samurái de color blanco con dorado muy pesadas y gruesas. Los cuatro estaban arrodillados sosteniendo grandes lanzas con el estandarte de ese grupo en sus puntas: una flor dorada sobre un lienzo blanco. Mientras dicho hombre disfrutaba de su té y de la maravillosa vista del mar otro se acercó a él por detrás, este también vestido como samurái con los mismos colores, añadiendo una capa blanca a su indumentaria. –¿Padre? –llamó ese nuevo samurái–. ¿Qué haces aquí aun? La tormenta está a pocos minutos de comenzar debemos resguardarnos en la torre. –¿Sabes cuantas tormentas he visto en mi vida? Cientos, quizá miles –respondió dicho hombre forma muy tranquila y sonriente. No era para nada un joven, aunque su físico era rudo y forzudo, no podía ocultar el pasar del tiempo pues su edad rondaría los sesenta años. Su cabello había dejado de crecer y permanecía calvo a diferencia de su larga y frondosa barba que ya era cubierta por las canas; sus iris eran completamente blancos dejando solo ver sus pupilas, dando cierto temor a su mirada aun estando de buen humor. –Aun así, la lluvia podría enfermarte, regresemos al interior –insistió ese hombre, que por cierto no permitía ver su rostro pues llevaba el gran casco de los samuráis además una máscara. Dejó la taza en una pequeña mesa a su lado y luego se puso de pie; se estiró un poco pues llevaba ya allí un largo rato, al mismo tiempo sus guardias se levantaron en perfecta sincronía. El viejo hombre se acercó a su hijo, no había diferencia alguna entre sus alturas, y vaya que eran altos. –Creo que tienes razón hijo –sonrió el viejo colocando su mano en el hombro de él–. ¿Cuánto falta para llegar a nuestro objetivo? –Con este viento podremos llegar en tres o cuatro horas, padre. Es una pequeña aldea costera de un país llamado…hmmm: “País de los Campos de Arroz”. Según nuestros exploradores no serán un reto –comentó el hijo con seriedad militar. –Bien, bien, eso me gusta mucho. Ya sabes lo que hay que hacer hijo, deja solo con vida a unos pocos, aplica el “uno de cinco” ¿si sabes a qué me refiero? –le miró sonriendo y algo retador ante su pregunta. –Claro que lo sé, dejar solo con vida a uno de cada cinco habitantes. Haremos que la palabra “Samurái” vuelva a ser temida y respetada como en La Era Antigua. Esas personas entenderán que enfrentarse a los samuráis es como enfrentar al infierno –el hombre se veía más que decidido y listo para llevar acabo tan terribles órdenes. –¿“Enfrentarse a los samuráis es como enfrentarse al infierno”? –Repitió con cierta curiosidad e intriga el viejo–. Me gusta esa frase me gusta mucho, has que la graben en algún letrero cuando terminen con todo, ese será nuestro lema –dicho eso se retiró junto a sus guardias de regreso a la torre del barco. El hijo se quedó allí un momento, mirando el horizonte y el cielo que comenzaba a mostrar sus colmillos con los primeros relámpagos y truenos. Al poco tiempo la lluvia se hizo presente cayendo sobre toda la flota. El cielo mismo parecía llorar por lo que ocurriría.
Regresamos a La Aldea de la Hoja, más precisamente a cierto restaurante muy conocido y concurrido en la aldea, también el lugar favorito del rubio Uzumaki, quien, junto a su sensei y su compañera disfrutaba con gran satisfacción de la comida que allí se sirve. —¡Esto está aún más delicioso de lo que recuerdo! —Ese era ya el tercer tazón de ramen que Naruto devoraba, —Naruto no seas tan maleducado: no hables mientras comes, ni comas tan rápido, te hará daño — Le reprochó la pelirosa un poco molesta por los modales de su compañero, sin embargo, no podía evitar sonreír pues verlo le traía grandes recuerdos. —Lo siento, Sakura —Le respondió con un trozo de chuleta entre los labios—. Kakashi sensei no suele invitar la comida: debo aprovecharlo. —Eso es verdad. Aun así, no deberías abusar de Kakashí-sensei —A diferencia de él, ella se tomó su tiempo para culminar su único tazón de fideos. —Había olvidado lo mucho que comía Naruto —comentó el mentor contando las monedas en su pequeño bolso. —Por cierto, no lo he preguntado, ¿a qué se dedicaron durante este tiempo? —Preguntó Naruto obviando las dificultades económicas de su maestro. —Yo me dediqué a entrenar con lady Tsunade desde que nos separamos. he hecho muchos avances en mis habilidades, aunque Tsunade suele tratarme como su asistente más que como su aprendiz —Respondió Sakura recordando todas las labores que tenía que llevar a cabo casi todos los días en la oficina de la hokage. —Sí, creo que fuiste un gran alivio para Shizune, la pobre puede tomarse un descanso ocasionalmente gracias a ti —Agregó el sensei sirviéndose otro vaso de sake. —No se burle, sensei —Bufó un poco ofendida. —¿Y cómo están los demás? En verdad quisiera verlos. Shikamaru, Choji, Ino, Neji, Rock Lee, Tenten, Kiba, Hinata… creo que eran todos, ¿verdad? —La mayoría están muy dedicados a sus labores como ninjas. Deben estar en misiones en estos momentos, ha habido un aumento, últimamente. —Vaya, parece que todos han estado trabajando muy arduamente. Me alegro por ellos —Una sonrisa amplia y afable se dibujó en los labios de Naruto al recibir tan buenas noticias acerca de sus amigos. Al de escuchar eso Kakashí saltó de su silla dejando el dinero de los consumido en la barra. Se desvaneció casi de inmediato argumentando ocuparse en asuntos importantes y sin dar tiempo a sus alumnos de preguntar nada. —Típico de Kakashi-sensei. Sabía que su generosidad no duraría tanto —Sakura arqueo la ceja y soltó un suspiro. —Kakashi-sensei nunca cambiará —En el fondo Naruto solo había bromeado, y el resultado le pareció tremendamente gracioso. Ambos amigos terminaron y despidieron del dueño del local y su amigable hija. Salieron comenzaron a dar un paseo por las calles de la ciudad. El medio día estaba en su punto. Las calles eran concurridas, pero para tener un poco de paz tomaron un camino por una calle más tranquila. Naruto con las manos en su nunca miraba todo el lugar sin percatarse de la seriedad que teñía el semblante de Sakura. —No sabes cuánto deseaba volver a la aldea, Sakura —Comentó de forma alegre Naruto. —Si, este lugar no es igual sin ti, Naruto —respondió con desanimo agachando la mirada—. Desde que ustedes se fueron… solo esperaba volver a verlos. Naruto captó de inmediato el significado de esas palabras. Ambos dejaron de caminar y un silencio nuevo los envolvió unos instantes. —Sakura, ¿crees que él está bien? —susurró Naruto. —No lo sé. Han pasado cuatro años desde aquella noche, y nadie sabe nada de él o de Orochimaru. A veces he llegado a pensar que cuando lo vuelva a ver ya no será el mismo chico que compartió con nosotros tantos lindos recuerdos. El pensar en su rostro era el reflejo más claro de los sentimientos ahogados que resguardaba en su corazón. —Sasuke solo está confundido. Él es uno de nosotros: un ninja de la Aldea de la Hoja, de eso no hay duda —Se acercó a ella y colocó de forma suave su mano en el hombro de Sakura en darle tranquilidad. —¿Y si no es así? ¿Y si Orochimaru le hizo algo? ¿Qué tal si tomó su cuerpo?, no soportaría verlo de esa…—Las lágrimas no tardaron en nublar sus ojos claros y amenazaron con desbordar sobre sus mejillas. —No digas eso Sakura. Sasuke nunca permitiría que ese maldito tomara su cuerpo. Estoy seguro de que cuando obtenga lo que quiere de Orochimaru Sasuke se apartará de su lado. él no es como esa serpiente traidora. Mas fuerte que las preocupaciones de Sakura eran las palabras y la contundencia con la que Naruto las arrojaba. —¿Lo que quiere de él? Eso quiere decir que Sasuke obtendrá el poder que busca para luego enfrentarse a los akatsuki en busca de su hermano —Aunque le otorgó la razón, sus preocupaciones no menguaron. —Antes que haga esa locura yo lo encontraré, y si debe enfrentarse su hermano estaremos con a su lado para ayudarlo. El equipo 7 es el más fuerte de todos —Tomó suavemente el rostro de Sakura para que sus miradas se cruzaran y así imbuirla con su seguridad—. Antes de irme te hice una promesa, Sakura. —T-tu promesa —Los ojos azules de él la atraparon. Se vio transportada años atrás al momento en que el rubio dictó esa promesa. —Así es. Te prometí que traería a Sasuke de vuelta, y eso haré, esa es mi misión más importante ahora. Ya lo veras. Reuniré al equipo 7. Y con esas palabras las preocupaciones se desvanecieron y el semblante de Sakura se relajó, y una sonrisa le fue contagiada. Antes que Naruto dijera una sola palabra más ella se acercó a y lo abrazó con fuerza. Estar con él le daba una gran seguridad y ánimos, sentir que ese abrazo demostraba. El rubio compartió el gesto correspondiendo. Sin embargo, y sin que alguno de ellos dos lo hubiera notado, alguien los espiaba. No era una amenaza, era cierta chica de cabellera azulada y ojos color perla. La hermosa chica del clan Hyuga malinterpretó el abrazo comenzando a creer que, quizás, había algo más que amistad entre Naruto y Sakura, algo que le causaba dolor en el pecho. Sin que el otro par se percatara de la presencia de Hinata soltaron su abrazo para proseguir con su paseo por la aldea, dejando de lado esos temas. Su charla se dirigió a temas más amenos sobre sus entrenamientos y sus nuevas habilidades. Vaya que disfrutaron de esa gran conversación. Pasaron por diversos lugares de la aldea dejando que el tiempo corriera sin percatarse. Al notar la hora que era la pelirosa recordó sus deberes para con su maestra, deberes inconclusos ese día. Por otro lado, el rubio tenía intenciones de regresar al que era su departamento para reacomodar sus cosas. Ambos se separaron de momento, no sin antes despedirse. El rubio regresó por las calles en dirección a su antiguo hogar. Al llegar allí pudo ver a Hinata quien parecía solo pasar por allí por mera casualidad. Realmente le estaba esperando. Al verla se acercó de forma alegre. —Hola Hinata, ¿cómo estás? —Saludó él. —N-Naruto, llegaste, quiero decir, regresaste —Respondió, como de costumbre, con timidez y una linda voz, adornado sus mejillas con un notable rubor. —Si, regresé a la aldea esta mañana. Tú también has cambiado mucho. Ya no eres una niña, te vez muy linda con el cabello largo —Comentó sonriente diciendo lo primero que le venía a la mente, no obstante, lo hacía sin ninguna segunda intención. —¿E-en verdad lo crees? —Su sonrojó aumentó al escuchar tal halago—. Me alegra que hayas regresado a la aldea, Naruto, te extrañe mucho... ¡Digo!, ¡Te extrañamos!, todos te extrañamos, no solo yo —Trató de reacomodar sus palabras. —Si, lo sé, yo igual los extrañe a todos. Espero ver a los demás pronto, bueno, iré a descansar un poco, el viaje fue muy largo, nos vemos luego Hinata. —Naruto, espera —llamó ella—. M-me preguntaba algo, s-solo por curiosidad, ¿tú y Sakura tienen algo, algo especial? —Cuestionó aún más tímida jugando con sus dedos a la espera de la respuesta. —Claro que tenemos algo especial: es mi compañera de equipo, la quiero mucho, diría que es mi mejor amiga —respondió sin problemas. —¿Tu amiga, solo tu amiga? —Insistió. —Si, solo mi amiga —respondió algo extrañado por la insistencia—. Tu también eres mi amiga, Hinata, y te aprecio mucho. Nos vemos luego —Y pasó a su lado adentrándose en el edificio de apartamentos. La joven Hyuga se quedó pensativa. Solo la veía como una amiga, ¿eso era algo bueno o algo malo? No tuvo más opción que retirarse del lugar sin poder hablar más con él. Mientras un día soleado iluminaba la Aldea de la Hoja, muy al norte una tormenta acaecía en las costas del País de los Campos de Arroz. Para desgracia de los habitantes de un pequeño pueblo costero, su hogar fue designado como primero objetivo de los invasores. Casi toda la flota se había detenido, permaneciendo a pocos kilómetros de la playa. Solo una tercia de barcos pequeños se acercó para comenzar el ataque. Estos barcos pertenecen al clan Tokugawa, uno de los siete clanes de la Gran Alianza Samurái. Al tocar la playa la parte frontal de los barcos se abrió cual si fueran puentes y de ellos desembarcaron decenas y decenas de ashigarus. Estos son los soldados de más bajo nivel del ejército, no se les considera samuráis, para ello deben ganar fama, renombre y habilidad. A diferencia de los samuráis, los ashigaru portan armaduras muy rudimentarias y de baja calidad, algunos incluso corren descalzos. Su mayor característica es el sombrero de paja que todos deben portar, junto con los colores distintivos del clan al que sirven, en este caso, el blanco y dorado, propios del clan Tokugawa. Portan como armas principales las yaris, armas largas y enastadas similares a una lanza. No tenían una gran estrategia realmente. Para el hombre que dirigía esta misión, no era más que una simple tarea de acabar con todo lo que tuvieran a su paso. Los soldados solo tenían una simple orden; matar y saquear a voluntad. Tras el descenso de todos los ashigarus el comandante al mando de la misión bajó del barco. Era el mismo que horas atrás estaba en el barco junto a aquel anciano. Es un samurái de renombre e importancia pues se trata del heredero de un clan, su nombre es Kazuhiro Tokugawa, heredero del clan Tokugawa. A lomos de su caballo, y escoltado por su guardaespaldas, avanzó por el caos que los ashigarus sembraban a su paso. Kazuhiro vestía su armadura de color blanco con oro en algunos detalles y una larga capa. Decidió no usar el casco permitiéndonos ver su rostro. Se trata de un hombre de edad cercana a los treinta años, alto y de fornida complexión, con el cabello oscuro, bien peinado, con sus penetrantes ojos blancos como los de su padre. Por otro lado, su guardaespaldas era un completo monstruo. Su armadura era similar a la del heredero, salvo que él si portaba el casco, la máscara y no usaba capa. Su edad no era demasiado superior a la de su señor, pocos años mayor. Su principal y mayor característica es su enorme talla, superior a los dos metros, tamaño que lo hace lucir temible a la par de una gran musculatura, ganándose por eso su mote “El gigante de los Tokogawa”. El arma que blande en combate es una poco comun: un garrote de madera con esferas de acero por todos lados, esta arma se denomina tetsubo. Ambos avanzan por la playa en dirección al pueblo. Sin embargo, el guardaespaldas notó la actitud de su amo quien miraba todo con desinterés y bostezaba. —¿Pasa algo, mi señor? —cuestionó curioso acercándose a él. —Mi estimado Tetsuo. No me lo tomes a mal, pero, dirigir este ataque es por mucho lo más aburrido que pude hacer —Comentó Kazuhiro. —Pero, mi señor, su padre lo eligió a usted para ser el primer samurái en pisar las tierras ninjas: es un gran honor, ¿no lo cree? —Lo sé. Debería estar agradecido por tal honor, pero solo mira esa aldea: no hay nada de interés estoy seguro de que no hay uno solo de esos famosos ninjas que se supone rigen este continente —Agregó mirando con desprecio el pueblo que era presa de incendios. —Es probable. Igual usted podrá izar nuestro estandarte en la cima del ayuntamiento, o lo que sea que tengan similar —El gigante, a diferencia de su amo, se notaba animado. —Sabes, creo que incluso puede ser humillante. Ningún otro heredero aceptó venir a este asalto. ¿Eso me convierte en un samurái inferior? —Debatió frustrado. —¡Claro que no, mi señor! Usted es un heredero. Incluso los guerreros más fuertes debemos hacer cosas de bajo nivel en ocasiones. Otro hombre pasó justo a un lado de ellos caminando. No portaba ninguna armadura o distintivo, vestía la parte superior de un kimono en color blanco, unos pantalones negros, un haori negro y en su cintura una cinta en color rojo en la cual llevaba su katana, además calzaba unas sandalias de madera junto con los típicos calcetines tabi. Dicho hombre no se veía como un samurái común, tenía el cabello muy largo, llegando hasta su espalda, además de bastante desaliñado; sus cejas pobladas daban un aire muy serio a su mirar, aunados a un par de ojos negros. Su bigote muy poblado, su barba larga y deslucida. Era moderadamente alto y se notaba en plena forma, a pesar de su edad, unos cuarenta años. —¿Que puede saber de fuerza? Solo está aquí por su título, no por su habilidad. Incluso tiene el descaró de pensar que esto es un juego cuando personas están muriendo —Fue lo que comentó pasando a un lado del heredero. No dijo más y siguió su camino sin prestar atención a la reacción del heredero. —¡Como se atreve ese maldito! —Espetó molesto al oírlo—. Él es un traidor y sigue con vida, debería estar más que agradecido de que mi padre lo aceptara. —Quizás lo sea, mi señor. Sin embargo, el shogun perdonó sus crímenes y lord Tokugawa aceptó sus servicios. —¡No me importa! —Exclamó aún más molesto Kazuhiro, haciendo una rabieta propia de un niño—. ¡Es un hijo de puta traidor, no merece llamarse samurái, no merece pertenecer a nuestro clan y no merece seguir con vida! Los ashigaru, sedientos de renombre y sangre, atacaban indiscriminadamente a todos los que se encontraban a su paso. Los aterrados aldeanos trataban de huir, pero las yaris de sus atacantes eran agiles y salvajes. Atravesaban a cualquiera que pudieran y en el suelo los ejecutaban si fueran animales en un matadero. Con patadas furiosas irrumpían en las casas, jalaban de la ropa, del cabello o de las piernas a cualquiera arrojándolo a las calles donde no había suplica que detuviera a esos asesinos impíos. Los cadáveres comenzaban a acumularse por las calles; la sangre se mezclaba con el agua de lluvia creando canales rojos que surcaban las calles desembocando en los sembradíos de arroz tiñéndolos. La crueldad y barbarie cometida por esos hombres solo era superada por la indiferencia que Kazuhiro y su guardaespaldas sentían al pasar entre la vil carnicería como si caminaran por un campo de césped. Aquel hombre que se atrevió a ofender al heredero también deambulaba entre la masacre. Su mirada fría solo observaba la brutalidad cometida por aquellos que se supone son sus compañeros, sin embargo, a pesar de estar entre ellos, en ningún momento sacó su espada, en ningún momento atacó a alguien, era un mero testigo. Pudo escuchar algo en un callejón. Con curiosidad se acercó allí, había cajas y barriles. Movió las cajas descubriendo a un grupo de civiles escondidos; eran una mujer adulta, en sus brazos tenía un pequeño bebé envuelto en telas y a su lado un niño no mayor a los seis años. La mujer miró con tal terror que parecía ver a un demonio. —P-por favor… por favor tenga piedad… no nos lastime —suplicó mientras cubría al bebé. —Creo que es el peor lugar que pudiste elegir para esconderte —Dijo con una voz muy amable, por extraño que fuera—. Dime, ¿hay alguna aldea cercana a la que puedan escapar? La mujer se sorprendió ante esa pregunta. Dudó un poco, pero decidió decirle. Se puso de pie, aun temerosa y desconfiada, señaló un muro bastante alto al fondo del callejo el cual les impedía el escape. —En esa dirección, a algunas horas hay otra aldea —Respondió con una temblorosa voz. El hombre asintió y se acercó al muro, lo tocó, de alguna manera calculó la fuerza que necesitaría, levantó su pierna y con una simple, y algo floja patada, logró derruirlo. Volvió la mirada a los civiles y les indicó que huyeran. La mujer tomó a los niños y salió corriendo. Pasó a un lado de ese raro samurái agradeciendo la piedad. —Espera —Llamó él para que la chica se detuviera. Se acercó a ellos y se quitó su haori para dárselo al niño—. Lo noche será fría, busquen un lugar donde esconderse de la tormenta. La mujer emprendió su camino tan rápido como podía alejándose los más que pudo hasta perderse en la distancia. Luego de acabar con la mayoría de los aldeanos, el heredero y sus hombres se reunieron en la entrada de una empalizada. Sobre una colina cerca del pueblo había una especie de fuerte rodeado por una empalizada de madera, allí había una parte de los aldeanos escondidos y encerrados. —Si lo desea puedo abrir la puerta, mi señor —sugirió Tetsuo tomando su gran garrote. —No Tetsuo. No me interesan las vidas que hay allí —Negó el heredero mirando el lugar. —¿Les perdonará la vida, mi señor? —Inquirió sorprendió el guardaespaldas. —Claro que no. Los mataré a todos. ¡Ashigaru arqueros, al frente, prepárense! Con esa orden un grupo de arqueros se colocó en filas. Cargaron sus arcos y apuntaron. Solo la orden de su comandante. Un gesto vago de la mano de Kazuhiro fue la sentencia. Los arqueros soltaron una roda de flechas, aproximadamente cien, buscando que todas cayeran dentro del lugar sin preocuparse de si le daban a algo, solo importaba que estuvieran dentro. —¡Arte yumi, estilo de fuego! ¡Flecha explosiva! —Enunciaron los arqueros al unísono. Las flechas hicieron lo que debían: explotaron destrozando el lugar y a quien estuviera dentro. Se oyeron gritos desgarradores durante los primeros momentos. Cuando las explosiones terminaron todo quedó en silencio, el silencio que queda tras la muerte. —Excelente estrategia mi señor, sin dudas no quedó nadie con vida allí dentro —Felicitó el gigante a su amo. —No hay nada de gloria en asesinar insectos. Espero que los ninjas supongan mayor reto. Envíen la señal a los barcos: la flota puede atracar.
Con el final de la lluvia llegó el final del ataque. Y sobre la pacifica aldea costera se cernió el silencio de la masacre. Los ashigarus comenzaron a encender las antorchas para alumbrar lo que quedó del asentamiento. Otros se dedicaban a apilar cadáveres para quemarlos lo antes posible. Esas grandes piras colmadas de cadáveres vilmente asesinados fueron a su vez faros de luz que dieron la señal a la flota distante para acercarse. Kazuhiro daba una ronda por la calle principal acompañado de su fiel guardaespaldas. Su apatía permaneció hasta toparse con el samurái que ayudó a algunos a escapar. Ese hombre estaba sentado en la entrada de una casa pequeña que logró escapar a la vorágine de destrucción. —¿Y tú que haces aquí? —Reprochó el heredero de Tokugawa con altanería—. ¿Qué esperas para ponerte a trabajar con los ashigarus? —No tengo intención de hacer tal cosa —Respondió el apacible hombre—. Ellos causaron esto, que ellos lo limpien. —¿Quieres decirme que no asesinaste a nadie? —Inquirió arqueando la ceja. —Así es. No usé mi espada contra civiles inocentes; no haría tal atrocidad. —Tú no me vas a decir a mí o a mi padre como hacer las cosas. Somos el clan Tokugawa —Objetó. —Tu padre es un hombre inteligente, pero es también un hombre cruel y sanguinario. Tú solo eres un títere para él; cuando vea que eres un niño inútil te quitará del medio —A pesar de la severidad de sus palabras y acusaciones, no se inmutó al hablar, ni siquiera ante la mirada del gigante que protegía las espaldas de Kazuhiro. —Como te atreves maldito traidor —Bajó de su caballo para encarar al samurái irrespetuoso—. ¡¿Y tú que eres?! Tiraste a la basura todo lo que tenías, asesinaste a tu daimyo, entre muchas otras cosas crueles, barbáricas y deshonrosas que has hecho. ¿Quién te crees que eres para decirme a mí, o mi padre, lo que somos? —Nunca dije que fuera mejor que ustedes —De forma irónica soltó una risotada. En menos de un parpadeo se escucharía un fuerte estruendo que incluso destrozó varias ventanas cercanas. Kazuhiro había arrojado una poderosa patada a la cabeza de ese sujeto, sin embargo, este la detuvo con una sola mano. —Lo vez: solo eres un niño lleno de soberbia con una lujosa espada —Afirmó con tranquilidad. Con gran velocidad Kazuhiro desenvainó la espada. Arrojó un corte horizontal, este a su vez, cortó todo lo que estaba a su paso en varios metros incluida la casa volviéndola escombros en un segundo. Pero su objetivo desapareció. —Parece que tu espada no tiene un hokaku, ¿verdad? —Se escuchó la voz de ese sujeto a las espaldas del heredero. —¡Estilo de viento! ¡Hoja de aire! —Exclamó más furioso aún. Se dio la vuelta buscando atacarlo con una poderosa ventisca que emanó de su espada tras movimiento. Una vez más el objetivo escapó. La ventisca impactó otra casa destrozándola. El hombre había saltado y ahora estaba sobre otra casa. Cruzado de brazos miraba al heredero y como se frustraba. —Deje que yo me encargue, mi señor —Sugirió Tetsuo tomando su arma. —¡No te metas! —Espetó Kazuhiro—. ¡Yo me encargaré de ese hijo de puta! ¡Traidor, ven aquí y pelea como un samurái! —Un samurái debe saber cuándo su rival es demasiado para él. Al verte carecer de eso puedo afirmar que no eres un samurái de verdad. —¡Te mataré! —Gritó y saltó con todas sus fuerzas en su dirección—. ¡Estilo de viento! ¡Erizo de aire! Buscó conectar un nuevo ataque son su espada. Una vez más él simplemente desapareció. Cuando la espada del heredero tocó el techo de la casa cientos de cortes de aire comenzaron a emanar sin control sin lastimar a su usuario. Otra casa se volvió escombros mientras. —Tu espada no es más que un pedazo de metal lujoso. Deja de luchar: no tienes oportunidad contra mi —El misterioso hombre caminaba tranquilamente por la calle. —¡No me importa! —Una vez más saltó con fuerza en al aire—. ¡Estilo de fuego! ¡Gran caos ardiente! —Toda su espada se envolvió en fuego. Ganó mucho impulso por la llamarada de su arma. Se precipitó hacia su rival; atacó una vez más con un poderoso corte vertical. En el último momento se escuchó el sonido de un metal contra otro metal, sin embargo, el fuego se expandió cual violenta llamarada en todas direcciones negando la vista a lo que había ocurrido. La violenta y fogosa espada del heredero Tokugawa fue interceptada por la espada de ese hombre. Solo necesitó unos pocos centímetros de la hoja fuera de la funda para detener el ataque. —Lo vez: tu espada no es nada —Se escuchó la voz del misterioso hombre. Kazuhiro miraba lo que pasó con tal incredulidad; no sabía cómo había logrado detener uno de sus mejores ataques de una manera tan fácil. Antes que pudiera decir algo sintió como un poderoso puño impactaba su abdomen. Terminó por ser arrojado varios metros lejos. Tetsuo acudió en auxilio de su señor, preocupado por su estado de salud. El golpe fue sorprendente, pero estuvo lejos de ser mortal. El brazo derecho del hombre misterioso emanaba un fulgor amarillo que lentamente se apagó mientras que con su otra mano colocaba su espada una vez más en su cintura. —¿Cómo puede ser tan fuerte? —Kazuhiro no pudo incorporarse de inmediato debido al dolor. —Mi señor, él no es un samurái cualquiera, usted lo sabe —Dijo Tetsuo ayudando a Kazuhiro a levantarse—. Todos los rumores y leyendas sobre él no son mentiras o exageraciones; sus habilidades son legendarias: Hideo Fujigawara “El demonio sombra”. —¡No permitiré que nadie insulté a mi familia de esa forma! —El heredero se zafó de la ayuda de su guardaespaldas. Una vez más empuñó su espada. —Acabaremos con esto —Dijo Hideo—. Te mostraré la diferencia entre tú y yo. Empuñó su espada comenzando a desenvainarla lentamente, pero se detuvo cuando solo una pequeña parte estaba libre. Mostró los primeros diez centímetros de su espada. El heredero y el gigante se pusieron en guardia. En esa parte de la hoja que Hideo mostró apareció un ojo. Un ojo que miraba a todos lados, un ojo grande y perturbador al que era imposible no mirar, cosa que ambos hicieron. El ojo no dejaba de moverse mirando a todos lados como si buscara algo al tiempo que hacía vibrar la espada. El ambiente comenzó a sentirse caluroso y la luz de las antorchas desapareció, las nubes se volvieron negras y la luz de luna se desvaneció poco a poco. —¿Qué está pasando? ¿Qué poder es este? —Alegó atemorizado. —Es la habilidad de la espada del Demonio sombra —Respondió el gigante suspirando con frustración—. Lo siento, mi señor, no puedo ayudarlo en esto. —¿De qué hablas, Tetsuo? —Replicó nervioso y sintiendo más temor al ver como el cuerpo de su guardaespaldas desaparecía. Volvió la mirada hacia Hideo, este también había desaparecido y una oscuridad perpetua se acercaba a él. Una sombra apareció detrás del heredero a lo que él reaccionó mirando sobre su hombro. Era una sombra con un enorme ojo en toda la cabeza, un ojo negro que lo miraba. Lleno de terror intento cortarlo con su espada, pero solo era una sombra y nada hizo con ese ataque. Retrocedió aterrado, la sombra lo tomó por el cuello comenzando a asfixiarlo y por más que hiciera para zafarse o atacarlo no lograba nada. A los pocos segundos sintió como todo se volvía negro y caía inconsciente. Hideo caminaba hacia el cuerpo inerte del heredero. Al lado de este estaba el guardaespaldas arrodillado e inmóvil, o eso parecía. Hideo intentó tomar la espada de Kazuhiro. La fuerte mano de Tetsuo lo detuvo. —¿Crees que no noté que era una ilusión? —Dijo el gigante mientras se incorporaba sin soltarlo. —Era de esperarse de un campeón; del campeón del clan Tokugawa —Se liberó de forma brusca del agarre—. Es una pena que tu señor no fuera tan hábil. —Él no es como nosotros, Hideo. Tu y yo vivimos el Sengoku en carne propia, él solo fue un espectador lejano desde su castillo —El gigante tomó su tetsubo. —Lo sé. Solo buscaba sacarlo de sus casillas, no fue difícil lograrlo. —Si, lo lograste. Jugaste con su mente para que se desesperara, bien hecho. Pero conmigo no tendrás tanta suerte. Estilo de tierra, Roca asesina —Agitó salvajemente su garrote. A su paso y por decenas de metros brotaron estalagmitas puntiagudas de varios metros de altura. Terminado de destrozar las pocas casas que aún quedaban en pie. Ante tal ataque Hideo saltó alto para evitarlo, pero Tetsuo apareció a su lado arrojando un fuerte golpe el cual el demonio sombra tuvo que bloquear con su espada enfundada. Aun así, la fuerza fue suficiente para proyectarlo al suelo. Cayó en erguido, pero suelo cedió creando un cráter bajo sus pies. —Eres más fuerte de lo que pensé, Tetsuo —Se quitó la tierra de la ropa y recolocó su espada en la cinta de su cintura—. No tengo intenciones de luchar contigo. —¿De qué hablas? ¿Crees que te dejaré ir? —El enorme samurái cayó de pie levantando su arma para atacar. —Puedes detenerme si quieres, y entiendo si lo haces. De hacerlo, me veré obligado a luchar de verdad en busca de mi libertad y para eso tendré que matarte —Expresó mostrando un semblante serio y decidido. —Menuda soberbia. ¿Crees que no puedo vencerte? —No lo sé. Si lo deseas, tendrás que luchar arriesgando tu vida y creo que no estás listo para eso. Me retiro estimado Tetsuo —Con una sonrisa y una reverencia le dio la espalda. El guardaespaldas no pudo evitar darle la razón. Si bien Tetsuo no es débil, igualar la fuerza del Demonio sombra no era nada sencillo y como él lo dijo, si lo intenta y falla su único destino es la muerte. No lo admitiría, pero debió reconocer la superioridad de su adversario. —¿A dónde iras, Hideo? —Preguntó colocando su arma en su espalda decidido a dejarlo ir. —Voy a donde me lleve el viento. En estas tierras obtendré lo que he deseado —Entre los escombros de una casa divisó algo que le interesó. —¿Y eso es? —Volvió a preguntar. —Volver a comenzar. Es mi oportunidad de ser una persona pacífica y conocer estas tierras en donde nadie sabe quién soy y lo que hice. Quien sabe, quizás me consiga una linda casa en una colina donde construir un pequeño restaurante y un huerto —Lo que buscaba entre los escombros fue un humilde sombrero de paja, el cual se colocó en la cabeza. —Cometiste una seria falta contra el hijo de tu daimyo; irte así te convertirá en un traidor, y…en un ronin —Eso último lo dijo con bastante desprecio, casi asco. —Algún día todos los samuráis entenderán que ser un ronin no es un castigo., tampoco es humillante —Sonrió mirando al mar en donde divisó la gran flota acercarse—. Tetsuo, te lo diré a ti para que se lo digas a todos: ¡Yo, Hideo Fujigawara, elijo ser un ronin! ¡Elijo una nueva vida y elijo ser libre de toda maldad! Esas fueron sus últimas palabras, luego se alejó siguiendo una vereda que lo llevó a un bosque inmenso y oscuro. —Mi padre sabrá de esto, todos los daimyo sabrán de esto. Lo cazaron como un perro hasta que le corten la cabeza —Refunfuñaba el heredero sobando su cuello tras salir de la ilusión. Así el hombre misterioso dejó atrás a los que se podría decir que eran sus iguales, y junto a ellos dejó todas sus vivencias en aras de una nueva vida, una vida en la tierra de los ninjas. No miró atrás pues no había nadie que valiera la pena mirar. Con paso firme, y una sonrisa esperanzada en su rostro, se propuso buscar la paz que anhelaba. Horas después en la fría noche caminaba siguiendo esa vereda sin un rumbo fijo. —¿Me vas a decir que fue lo que te hizo temblar hace un rato? —Esto lo dijo Hideo. Su espada de la nada se salió por si sola de la funda, solo los primeros centímetros de la hoja. Donde antes había aparecido un ojo ahora apareció una boca, una boca de labios negros y colmillos en vez de dientes. —Lo siento, Hideo, no pude evitarlo. En el momento que me desenfundaste logré percibir unas presencias muy poderosas y grandes, aunque había algunos detalles con ellas que me desconcertaron —La boca tenía una voz bastante grave una que ningún humano podría tener. —¿Que tenían de especiales? —Cuestionó algo curioso. —Al parecer son seres de gran tamaño y de mucho poder, pero, están atrapados —Respondió notándose un tono de intriga. —¿Crees que los ninjas también tienen hokakus? —No lo sé, es probable. A diferencia de mí, o los demás hokakus de los samuráis, estos parecen estar atrapados en seres vivos, humanos para ser exactos. —¿Humanos hokakus? —Se dijo así mismo llevándose la mano a la barbilla—. Eso es… perturbador. —Olvidé decirlo, pero, creo que es muy posible que ellos también me detectaran a mí; con su tamaño deben de ser más perceptivos —Agregó la criatura. —¿Crees que nos traiga problemas? —Relájate Hideo, aunque me detecten no sabrán que soy o en donde estoy. Igual sabes que mientras esté dentro de mi funda soy imperceptible. —Entonces cállate y duerme otra vez. La idea de un hokaku humano me resulta preocupante. No quiero saber nada de ellos. —Dormiré hasta que vuelvas a necesitarme, sé que eso pasará tarde o temprano —Añadió riendo como si supiera que esa paz que Hideo anhela está aún lejos. El ronin bufó ofendido y lo empujó de nuevo guardándolo en la funda para que se callara. Inmersa en un inmenso e indómito desierto se encuentra una de las aldeas más importantes y fuertes del mundo: la Aldea Oculta de la Arena. Nos situamos en el edificio del kazekage, quien a pesar de la fría noche en la que se encuentra permanece a la intemperie mirando desde el gran balcón de su oficina. La vista no es lo que lo tiene allí realmente, es un mal presentimiento y las imágenes de una pesadilla recién soñada. A los pocos minutos se acercaron sus hermanos, Temari y Kankuro, quienes, por sus ropas, estaban a punto de irse a dormir. Notaron entonces la presencia de su hermano en el balcón. —¿Gaara? ¿Pasa algo? —Preguntó la hermana mayor acercándose a él. —Deberías estar en la cama, mañana tendrás un día muy pesado: mucho papeleo y labores por toda la aldea —Completó su hermano. —No puedo dormir —Expresó con su siniestra voz. —¿Y a qué se debe eso, olvidaste hacer algo? —Indagó la rubia quien por cierto llevaba el cabello suelto, lo que la hacía ver más linda. —No. Tuve una pesadilla singular —Reveló agachando la mirada, pues le avergonzaba preocupar a sus hermanos. —¿Una pesadilla? —Alegó incrédulo el marionetista—. Pero si el que causa las pesadillas eres tú —Bromeó un poco llevándose un golpe en la cabeza por parte de la mayor. —Fue extraño —Obvió las palabras de Kankuro—. Había una sombra encima de mi mientras yo estaba recostado, no tenía cara ni nada, solo un enorme ojo que me miraba fijamente, pero, cuando intentó tocarme el Shukaku apareció sobre nosotros rugiendo con fuerza, luego desperté. No sé qué significa. —Vamos Gaara, solo fue una simple pesadilla sin significado —Sugirió el marionetista dándole una palmada en la espalda. —Si, Kankuro tiene razón, solo fue algo pasajero. Vuelve a dormir y veras que todo está bien —Concordó la rubia sonriendo de forma amable a su hermano menor. Gaara los miró convenciéndose y asintió ante lo que proponían. Regresaron los tres juntos al interior del edificio con dirección a sus habitaciones. Naruto descansaba tranquilamente en su cama vistiendo su típico pijama con ese raro, pero gracioso sombrero en forma de perro. Su habitación permanecía a oscuras, solo iluminada por la luz tenue de la luna que entraba por la ventana. Todo parecía tranquilo y silencioso hasta que se escuchó algo caerse de una mesa. El sonido perturbó el sueño del rubio, quien lentamente se incorporó frotándose los ojos. —¿Qué pasa? —Articuló aun medio dormido mirando en dirección del sonido. Algunas cajas se habían caído de un estante, algo extraño pues parecían pesadas como para que el aire las hubiera tirado. El rubio se levantó sin preocuparse para ponerlas en su lugar. Apenas se puso de pie una sombra apareció detrás de él. Rápidamente reaccionó mirando sobre su hombro y logrando ver ese extraño ser negro con un ojo en la cara. El solo verlo logró que el rubio se paralizara, pero fue la aparición del Kyubi detrás de la sombra y su fuerte rugido lo que lograron hacerlo dar un grito de sorpresa el cual logró despertarlo pues todo esto había sido una pesadilla. El ninja había despertado por su propio grito. Su corazón estaba exaltado, sudaba frio y se apreciaba pálido. Miró en todas las direcciones esperando que solo hubiera sido una pesadilla, y para su suerte, así había sido. Estaba completamente solo en esa habitación. —¿Qué fue eso? —Se dijo así mismo mirando sus manos temblar aun—. ¿Qué era esa cosa?
Una mañana singularmente esplendorosa iluminaba la Aldea de la Hoja. Cierto ninja de ojos azules y alborotado cabello rubio no parecía disfrutar mucho el día primaveral. Deambulaba por las calles desconcentrado, sumido en sus pensamientos hasta el punto de no tener rumbo fijo. La pesadilla suscitada la noche anterior impregnaba sus pensamientos. Esa criatura negra de un solo ojo, luego al zorro de nueve colas, ¿significaba algo? No podía responder esa pregunta. Por otro lado, en la oficina de la hokage, Tsunade presidia una reunión a puerta cerrada con Jiraiya y Kakashi. El tema de dicho encuentro era Naruto. —Ha tenido un avance significativo en su entrenamiento; podría decir que su poder y habilidades han avanzado mucho. Ya no es un niño, y no veo la necesidad de estarlo restringiendo y protegiendo tanto —Expresó el sabio sentado en uno de los sofás. —Puede que tengas razón, Jiraiya, sin embargo, por más fuerte que sea Naruto sus principales enemigos son los akatsukis y, aun que desconocemos la identidad de todos los miembros, solo con Itachi Uchiha y Kisame Hoshigaki es suficiente para darnos cuenta de que son ninjas de muy alto nivel. Naruto, por más que haya mejorado, no deja de ser una presa fácil para ellos —Refutó de forma Kakashi. —No olvidemos a Orochimaru y Sasuke Uchiha; ese par es un riesgo igual —Agregó la hokage desde su escritorio—. Como va lo de Naruto con el zorro, ¿lograste algún avance? —Cero por ciento de avance —Respondió al instante Jiraiya, soltando un suspiro al final—. El chico rechaza por completo el uso del Kyubi. Lo detesta, lo odia profundamente y ni siquiera le agrada que lo mencionen. Naruto nunca usará el poder del zorro de forma voluntaria. —¿Usar el poder del zorro? —Intervino Kakashi sin entender de que hablaban. —Le ordené a Jiraiya que durante su entrenamiento con Naruto intentara desarrollar algún vínculo que le permita usar el poder del Kyubi. Si los akatsukis atacan necesitaremos todo el poder que tengamos para defendernos —Explicó Tsunade. —Habló usted de Naruto como si fuera un arma —Razonó el ninja de la máscara fingiendo incredulidad. —Nunca dije que Naruto fuera un arma, Kakashi —Sus motivos no eran fáciles de explicar, y comprendió el malentendido—. Él es un ninja, pero posee algo que nadie más posee; algo que puede ayudarnos a defender la aldea. —¿Obligándolo a usar el poder del zorro? Naruto detesta usar ese poder y detesta ser su portador. El único trabajo del chico es contener al zorro y lo ha hecho sin problemas durante los últimos años, no podemos obligarlo a usarlo —El tono de voz empleado por el jounin denotaba molestia. —¡Nunca dije nada de obligarlo! —Exclamó ante las réplicas de Kakashi—. Naruto es un ninja muy importante para nuestra aldea, y para mí; jamás lo obligaría a nada que él no quiera. Aun así, tenemos que entender que él puede ser lo único capaz salvar la aldea en el peor de los casos. Kakashi no tuvo más que asentir haciendo una reverencia. Luego dio media vuelta con intenciones de irse sin decir nada más, guardándose para sí sus opiniones. —Aun no te vas, Kakashi; no hemos terminado —Llamó Tsunade—. Jiraiya debe retirarse para buscar más información de los akatsukis. Naruto está ahora bajo tu mando. Kakashi asintió y miró a Jiraiya antes de irse, el sabio le guiñó el ojo demostrando que todo estaría bien y que no debía preocuparse. —Parece que Kakashi no se lo tomó tan bien como nosotros, ¿no? —Comentó Jiraiya. —Lo sé —suspiró la hokage tratando de relajarse—. Sé que no es tan fácil entenderlo, pero es algo necesario. No obstante, ya no estoy tan segura. —¿Tu?, ¿dudado? Eso sí que es raro —Dijo Jiraiya en forma de broma acercándose a ella—. Al principio tampoco me gustó la idea, usar a Naruto como un arma… —¡Él no es un arma! —Reclamó de inmediato. Ese exabrupto suscito un momento de silencio entre ambos compañeros. Mismo que Jiraiya rompió con una fable sonrisa y posó su mano sobre uno de los hombres de la mujer ofrendándole ánimos. —Es lo correcto, Tsunade. Naruto no es un arma, es quien puede salvar la aldea, y como dijo Kakashi, no lo obligaremos. Pero, conoces a Naruto, él es capaz de hacer lo que sea por su aldea, incluso olvidar el miedo y rencor que tiene con el zorro. —Si, es verdad. Él es así; capaz de hacer cualquier cosa por proteger a los suyos —Sonrió solo perdiéndose en los recuerdos de tiempos y personas entrañables. Horas más tarde, ya por el medio día, el ninja rubio se encontraba en una banca del parque, esto por indicaciones de Kakashi con quien se reuniría junto a Sakura. De momento Naruto estaba solo, sentado y mirando al cielo perdido en sus pensamientos que no eran otros que la búsqueda de una explicación para su reciente pesadilla. Para su infortunio cuando acudió a la oficina de la hokage en busca de su mentor se le informó que este había salido a una misión de la cual obviamente no se reveló ninguna información. Lo único que se le dijo al joven es que regresaba a integrar el equipo número siente en compañía de Sakura y su sensei, quien ahora fungiría como su líder de escuadrón. —Naruto, veo que ya llegaste antes —Saludó su compañera de cabellos rosas acercándose a él, notando de inmediato que no le hacía caso—. Naruto —Insistió sin resultado. Fácilmente encontró la forma de sacarlo de su trance y esta fue mediante un golpe en la cabeza, que, si bien le sacó un quejido, al menos lo hizo reaccionar. —¿Qué te pasa Sakura? —Alegó sobándose la cabeza—. Creo que cada vez golpeas con más fuerza. —¿Qué te pasa a ti?, estabas como tonto mirando al cielo. Además, ni te pegué tan fuerte —Respondió cruzada de brazos. —Lo siento, Sakura. Eso desconcertó a la chica. Lo normal hubiera sido tenerlo quejados por el “golpecito” que le dio durante un largo rato, pero parecía que no le importaba. —¿Naruto, estas bien?, te noto algo raro —Se sentó a su lado en la banca esperando su respuesta. —La verdad sí y no. Veras, Sakura, anoche tuve un sueño muy extraño que no puedo sacar de mi mente… más bien una pesadilla. —¿Una pesadilla? —Se dijo así misma—. ¿Puedo saber de qué se trataba? —Había un extraño ser detrás de mí en mi habitación; era completamente negro, como una sombra, lo único que se podía ver de él era un enorme ojo en toda su cara. Me miraba muy fijamente como si me analizara, como si buscara algo en mí. A pesar de que era un sueño lo sentí tan real. En seguida de eso apareció el zorro detrás de nosotros rugiéndole a esa cosa como si lo molestara Ahora los dos compartían un semblate serio y pensativo. —¿Hablaste con Jiraiya sobre eso?, quizás él pueda ayudarte a saber qué significa. —Jiraiya salió a una misión; pero estoy seguro de que no significa nada —En el fondo Naruto no creía sus propias palabras solo quería que ella no se preocupara. Sakura percibió la mentira. Ambos se quedaron allí en el parque en silencio, aguardando el arribo de su ahora capitán. En el País de los Campos de Arroz el proyecto de base avanzaba rápidamente. Aún estaban lejos de establecer lo que necesitan pues solo un tercio de la flota había tocado tierra, esto es porque la cantidad de personas es tan grande que necesitaban aclimatar toda la aldea y terrenos aledaños para que estos puedan asentarse. Bajo el mando del heredero del clan Tokugawa los ashigarus que había desembarcado trabajaban incesantemente en las remodelaciones y construcciones necesarias. En la cima de la colina, donde antes había una especie de ayuntamiento rodeado por una empalizada, Kazuhiro y Tetsuo supervisaban la construcción de una sala de reuniones en la cual se llevaría a cabo la primera reunión de los siete daimyos de la Gran Alianza Samurái. Todo parecía bastante pacifico hasta que cierto grupo de ninjas atacaron desde el bosque. Un escuadrón de ashigarus recolectaba comida en los bosques; estaban distraídos, incluso sin sus armas cerca, eran un escaso grupo de cinco hombres. Diez sombras se movían entre los árboles en silencio. Los ninjas del sonido tomaron posiciones rodeando a los incautos enemigos. De la nada, arrojaron kunais dando muerte a dos ashigarus quienes no tuvieron tiempo ni de reaccionar. Al oír los gritos de sus compañeros los otros tres corrieron a recuperar sus yaris que habían dejado clavadas en el suelo cerca de un árbol. Dos ninjas cayeron frente al primero atacándolo cuerpo a cuerpo con cuchillos. El ashigaru no tuvo oportunidad alguna de defenderse siendo brutalmente apuñalado por sus agresores. Otro de los ashigarus logró retomar su yari con la que se lanzó al ataque lanzando rápidas y fuertes estocadas. El ashigaru era hábil, pero no era más que un soldado inferior, incluso menor que un novato samurái. Sin problemas esquivan sus ataques o usaron sus kunais para desviar las estocadas. Otro de los ninjas bajó de los árboles por detrás del ashigaru y, mediante un extraño artefacto de metal en su brazo izquierdo, lo atacó con un sonido muy agudo y de baja frecuencia. Dicho sonido fue capaz de hacerlo soltar su arma y arrodillarlo por el dolor que destrozaba sus tímpanos. —Estos samuráis son unos debiluchos; si todos son así retomaremos la aldea en cuestión de minutos —Aseguró el ninja con aquella extraña arma sónica. Enfrascados en hacer sufrir a ese hombre se olvidaron del último quien no decidió luchar sino correr de regreso a la aldea para alertar todos. Cuando el líder avistó al que huía dejó la tortura y optado por acabar con la vida de su víctima que estaba en el suelo clavando un kunai en su cuello. Ordenó a todos sus seguidores que atraparan al sujeto que huía y lo asesinaran. El ashigaru restante corría y corría tanto como le era posible. Miró sobre su hombro logrando divisar a esos ninjas saltando entre los árboles detrás de él arrojándole kunais. Escapó del bosque corriendo por el camino que llevaba hasta el pequeño poblado y sin dilación corrió hacia la colina, allí comenzó a gritar a los cuatro vientos. Que estaban siendo atacados por ninjas. Los ninjas no se preocuparon por nada, lo siguieron pasando entre otros ashigarus que estaban trabajando en la construcción de edificios. El ashigaru llegó entonces hasta la colina donde divisó a su comandante: Kazuhiro. Había logrado llamar la atención del heredero, sin embargo, antes de terminar de hablar fue asesinado con un gran shuriken que se clavó en la parte posterior de su cabeza. El cuerpo quedó casi en los pies de Kazuhiro y detrás vio a los ninjas. Sin advertencia arrojaron sus kunais al heredero. Sin inmutarse, y con gran facilidad, desenvainó su espada y cortó todos los proyectiles. Todo en una fracción de segundo. Ante tal habilidad los ninjas se sorprendieron mirando incrédulos al espadachín. Sus armas estaban en el suelo hechas pedazos debido al abrumador filo de esa espada. —Así que estos son los famosos ninjas —Dijo Kazuhiro mientras agitaba su katana—. Tenía muchas ganas de conocerlos y probar sus habilidades. Espero no me decepcionen. Los ninjas dejaron de lado la sorpresa y se lanzaron al ataque corriendo hacia el samurái por diferentes direcciones tratando de buscar puntos ciegos. Sin problemas pudo prever todos sus ataques y no necesitó moverse de su posición. —Estilo de viento, Erizo de aire —Invocó una de sus técnicas. Golpeó el suelo con la punta de su espada y a su alrededor emergieron frenéticos cortes de aire que golpearon en todas direcciones. Logró desviar los kunais que le arrojaron, luego sirvió para herir a los ninjas que se acercaron demasiado obligándolos a alejarse. La sangre comenzó a manchar sus ropas y el suelo. —Este sujeto es diferente. ¿acaso los otros no eran samuráis? —Se cuestionó así mismo el capitán de los ninjas del sonido preparando su arma sónica. Antes que lograra hacer algo con ese artefacto un devastador tetsubo golpeó de forma descendente su brazo con una fuerza inhumana. El golpe fue tan bestial que no solo destrozo el artefacto en mil pedazos, también le arrancó el brazo desde el codo de forma. El capitán se derrumbó sobre la tierra gritando de dolor mientras su sangre emanaba a raudales llenándose y llenando el suelo de sangre. Frente a él estaba el gigante de los Tokugawa mirándolo con desprecio y altanería. —¿Acaso fue demasiado para un ninja? —Cuestionó a manera de burla. Dos ninjas creyeron que podían atacarlo por la espalda con sus cuchillos, pero no funcionó, el gigante agitó con fuerza su gran garrote logrando impactar al primero y este a su vez impactó al segundo estrellándolos a ambos contra la empalizada. El que recibió el golpe directo del arma sufrió fracturas mortales debido a la fuerza del impacto. El segundo unas pocas fracturas, cosa que no tendría que sufrir mucho tiempo; en un solo parpadeo el gigante estaba frente a ellos volviendo a atacar con su arma, esta vez dejándola caer sobre ambos. La fuerza fue tal que creo un cráter y derribó parte de la empalizada. Ambos ninjas quedaron hechos pedazos en el suelo. Los ninjas restantes vieron lo que ocurrió con sus compañeros; al verlos morir de esa forma ante la fuerza de ese samurái olvidaron que había otro frente a ellos y pagaron el precio por su insensatez. —¿Acaso me olvidaron? —Se escuchó la voz del heredero Tokugawa—. Haré que recuerden que su rival soy yo: Estilo de viento, Hoja de aire. Arrojó un feroz corte horizontal con su espada, el cual se extendió en el aire formado una peligrosa y letal hoja de aire que avanzó fugaz hacia los ninjas. Tres de ellos fueron cortados por la mitad de un solo tajo. Los demás entendieron que ir allí fue un completo error y no tenían una sola oportunidad contra ese par de samuráis. Solo quedaban cuatro de ellos en pie, hasta que el gigante se movió con su gran velocidad y con su garrote aplastó a otro de ellos restando solo tres. —Díganme que ustedes son ninjas de bajó nivel, porque si todos son tan inútiles como ustedes esta conquista será terriblemente aburrida —Bufó Kazuhiro. Los tres restantes, llenos de pánico, buscaron la forma de escapar soltando bombas de humo que cubrieran su escape. Los samuráis ni se inmutaron al verlos correr despavoridos saltando entre los techos de los edificios en construcción. —¿Qué hacemos, mi señor? —cuestionó Tetsuo esperando la orden. —Me aburrieron demasiado. Ve y destrózalos —Ordenó sin interés. No le importaban esos cobardes realmente, pero igual quería que murieran por hacerlo perder su tiempo. El gigante asintió y se lanzó tras ellos. Kazuhiro volvió la mirada al capitán de los ninjas quien seguía con vida con el brazo amputado dejando un rastro de sangre pues intentaba escapar. El dolor le impedía hacer movimientos muy brucos, por lo que no saltaba ni corría. El heredero se acercó tranquilamente y lo pateo con fuerza en la espalda para tirarlo al suelo. —Lord Orochimaru se enterará de esto —Gruñó tratando de contener el dolor de su brazo. —¿Quién? —Preguntó el Kazuhiro curioso poniendo su pie sobre la cabeza del ninja herido. —Mi señor, un aliado de estas tierras. Él te hará pagar por esta ofensa: vendrá y los matará a todos —Explicó gritando un poco pues el samurái aumentó la presión sobre su cráneo. —¿Es alguna clase de líder, general, gobernador o mercenario? —¡Es un ninja muy fuerte! ¡Uno de los más fuertes del mundo! Su solo nombre causa terror en los corazones de miles. —Eso suena interesante, pero no respondiste mi pregunta. ¿Qué es él? —Esa sutil descripción causó mucho interés en el samurái. —Es un criminal en algunos países, pero es un aliado del señor de estas tierras. En su tierra natal era raro escuchar de un criminal así. Ese lord quizás podría servirle o podría luchar contra el. Quitó su pie de la cabeza del capitán. —Bien, te dejaré ir, ve y dile a tu lord lo que pasó aquí y si realmente es tan fuerte quiero que venga y me enfrente —Dicho eso le dio la espalda y lo dejó escapar. El maltrecho ninja se levantó y apuró su paso antes que el heredero cambiara de opinión. Minutos después Tetsuo regresó con una gran sonrisa y sangre impregnada en su arma. —¿Acabaste con ellos? —Preguntó Kazuhiro sentado en una meza mientras tomaba una taza de té y su espada era limpiada por un sirviente. —Claro que sí, mi señor —Mostró su gran arma la cual estaba empapada de sangre—. Fue divertido, como cuando un niño mata insectos —Rio un poco por la comparación y se sentó junto a su señor—. ¿Por qué dejó ir al otro? —Porque su líder parece una persona interesante, y deseo conocerlo —Respondió tranquilo y sonriendo mientras daba un sorbo a su taza.
Un día nublado ensombrecía las actividades cotidianas de la Aldea de la Hoja. A pesar de las grises nubes la gente se desenvolvía con total tranquilidad y seguridad, ajenos a los sucesos que se gestaban en las costas del norte del continente. Un halcón negro pudo divisarse volando a toda velocidad en dirección a la torre de mensajería. Esa ave se posó en un pedestal y aguardó ser a atendida por los ninjas encargados. Fue un joven recién adherido a esa unidad quien se percató de su presencia y llamó su superior. El otro ninja encargado de la torre reconoció con gran asombro a esa ave, pues no se trataba de una de tantas si no de una muy especial. —Es Hinon, el ave más rápida del País de los Campos de Arroz —Comentó saltando de su asiento—. Tiene un listón negro con rojo —Agregó con aun mayor sorpresa. —¿Qué significa el listón negro con rojo? —Preguntó su joven subordinado. La respuesta fue el semblante adusto del encargado de la torre. Un listón rojo con negro advierte de una noticia que puede repercutir en la estabilidad política del continente. Mensajes enviados con este listón solo están autorizados a ser leídos por el kage de cada aldea. La rubia de cautivantes ojos castaños se encontraba, extrañamente, de buen humor ese día. Firmaba sin objeción o queja una pila completa de documentos administrativos y legales mientras degustaba unos dangos dulces acompañados de té verde. Tsunade es de esas personas que disfrutan los días nublados y calmos. Desde un librero, donde acomodaba algunos pergaminos y libros, la asistente de la hokage apreciaba con alegría la actitud afable de su señora. Toda esa quietud se vio interrumpida abruptamente por un fuerte portazo. El jefe de la torre de mensajería llegó con un pergamino negro y rojo en su mano. Se aproximó al escritorio de la mujer y entregó el mensaje tal como lo dicta el protocolo. —Proviene del País de los Campos de Arroz —Comentó el mensajero. Este era el primer pergamino de esa clase que la quinta hogake recibía. No necesitaba experiencia para deducir la importancia y el significado de este. Un suspiro de preocupación escapó de sus rojos labios y se preparó para leer el mensaje: “Por este medio comunico a los kages de todas las aldeas del mundo para transmitir un mensaje urgente. Hace unos días recibimos informes del ataque de una fuerza no identificada. El objetivo fue una aldea costera de pescadores. Los primeros informes señalan a un grupo de guerreros desconocidos y del que no tenemos registro previo. Luego de investigaciones y exploraciones, además de otros ataques a aldeas cercanas, determinamos la naturaleza de nuestro enemigo. Lo que a continuación informo puede ser algo difícil de entender, o creer, pues hablamos de gente que todos entendíamos extinta: El País de los Campos de Arroz está siendo invadido por un gran ejército y solicitamos apoyo de las grandes naciones. Los enemigos a los que nos enfrentamos son…” Tsunade leyó el mensaje en voz alta, sin embargo, al llegar final la palabra que debía leer era una que no se había usado en cientos de años, una que siempre fue relacionada solo con mitos y leyendas de una época antigua: una palabra extinta. Las manos de la rubia temblaron y sus ojos se abrieron en plenitud. —¿Qué ocurre, mi lady? —Preguntó la asistente sin entender que significaba esa expresión en el rosto de su señora. Tsunade tragó saliva y bajó el pergamino dejándolo en la mesa. Juntó sus manos tratando de controlar ese temblor que había comenzado de la nada. —El País de los Campos de Arroz fue atacado por un… ejército samurái. Un frio silencio se apoderó de la habitación. Los ninjas miraron a su señora. Todos los escenarios eran posibles, todos, meno ese. Los dos mensajeros no sabían que decir, aunque el miedo en sus caras era la mejor expresión acompañada de una incredulidad que jamás habían sentido pues desconocían el significado de samurái más allá de guerreros de una antigua época. Lo cierto es que ninguno de los allí presente, hokage incluida, comprendían la gravedad o la dimensión del acontecimiento. —Mi lady, eso no puede ser verdad. Los samuráis se extinguieron hace siglos. ¿Cómo es posible que ataquen ahora? —Cuestionó Shizune esperando que todo fuera una gran confusión. —No lo sé Shizune, pero es la verdad. Son ellos, nunca desaparecieron, debieron estar ocultos todo este tiempo en algún lugar que desconocemos. La hokage estaba frente a una situación que ninguno de sus predecesores había visto. En la edad antigua no existía ninguna aldea o país de la actualidad, es una era predecesora incluso a la época de los grandes clanes. Los samuráis son un terror y vestigio de tiempos poco estudiados, tiempos de maldad y esclavitud; tiempos de dolor y guerra; tiempos inexactos y validados únicamente por escasos documentos rescatados de ruinas y templos ancestrales. Tsunade se levantó de su asiento y se dirigió a la ventana. Las nubes se habían vuelto solo un poco más negras para dar comienzo a una leve llovizna. —¿Qué debemos hacer mi lady? —Preguntó la asistente esperando una respuesta firme, como esas que su mentora suele dictar. —No lo sé. Sabía que esto pasaría. Por días tuve un mal presentimiento desde que vi esa espada. —Susurró para sí misma, liberando tensión al morderse el labio. Se tomó un momento para respirar hondo. Luego de eso volvió a su escritorio para escribir un pergamino—. Necesitamos estar alerta. Ordeno una reunión con los ninjas de más alto rango y los encargados de cada división. El corazón de Shizune sintió gran regocijo al escuchar las órdenes y la voz determinada de su mentora. Ese mismo día la base de los invasores cambió mucho. Se habían construido casas de madera dignas para recibir a los guerreros samurái de bajo, medio y alto rango. Torres de vigilancia de diversos tamaños custodiaban una empalizada que rodeaba toda la bahía; Un muelle en el cual la inmensa flota desembarcaba poco a poco. En la cima de la colina se estaba llegando a la fase final de la construcción del centro de mando y reuniones de la Gran Alianza Samurái, se pretendía erigir una enorme y solida torre de madera y roca. Cerca de dicha construcción, Kazuhiro, el heredero del clan Tokugawa y encargado de la construcción de la base, descansaba junto con su guardaespaldas, el apodado Gigante de los Tokugawa. Ambos retozaban sentados en lo que luego sería un almacén. Se sentían en tal plenitud que no vestían sus armaduras solo sus ropas de descanso que son kimonos blancos con detalles en color dorado. Sus armas permanecían cerca en todo momento a pesar de la calma. Se les notaba muy relajados y de buen humor en medio de un tentempié y una charla amena. Su relajación se vio interrumpida por un par de presencias inesperadas, —Vaya, vaya —Se escuchó una voz—. No esperaba toparme con el heredero de los Tokugawa descansando en horas de trabajo. —No seas tan duro con el chico, seguro ser el encargado de esta mega construcción debe ser difícil —Agregó la voz de una mujer de forma irónica. Kazuhiro reconoció ese par de voces. —¿Qué hacen aquí?, ¿no deberían aguardar en sus barcos aun? Frete al heredero había un par de samuráis, pero no eran simples samuráis, eran campeones: guerreros de renombre muy allegados aun daimyo y considerados entre la elite de la jerarquía Samurái. —Disculpe, mi señor, espero que nuestra presencia no sea un infortunio —Comentó el hombre haciendo una reverencia como muestra de respeto hacia el heredero. Ese hombre vestía una armadura samurái completa, sin el casco, pero con una larga capa con el emblema de su clan y los colores de este: el blanco y el rojo. En su cintura no llevaba una katana porta una espada mucho más larga llamada nodachi. Su estatura no es fuera de lo ordinario y su complexión es delgada, podría deducirse que su estilo radica en la agilidad y no en la fuerza física. Su cabellera es corta y de color negro azabache y sus ojos son de un atípico color amarillo. —El campeón del clan Ashikaga: el poderoso y temido Kazuki Kisaragi. ¿Cómo es que te llamaban? ¿El rey de la gravedad? –No soy afín a los sobrenombres, aunque, acepto que ese hace honor a mi poder —No pudo evitar sonreír de forma soberbia ante aquella mención. —Déjate de tontería, Kazuki, responde lo que el heredero quiere saber —Bufó la mujer a su lado rodando los ojos y cruzando los brazos. Su acompañante no era tan diferente a él. Es una mujer, sí, pero, igual vestía una armadura de alta calidad, con los colores de su clan: amarillo y negro, con la larga capa con el emblema de su clan: el clan Oda. Su arma es una naginata de asta negra y hoja pulida, otro tipo de arma larga enastada. Es una mujer de estatura común y complexión delgada y femenina, al igual que sus rasgos faciales que la dotan de una gran belleza, a pesar de eso es una guerrera poderosa y afamada. Su cabellera es negra, lacia y muy larga, si la llevara suelta fácilmente llegaría hasta su cintura, así que la usa atada en una cola alta. Sus ojos son de un curioso color gris. —Ya te recuerdo —Dijo el gigante al verla a ella—. Tomoe Mizushima, a ti te apodaban “La niña de la naginata” Tú y yo luchamos juntos durante el sengoku, en la batalla de Awaki. Fue una gran batalla. —Si, lo recuerdo, una ciudad ardiendo y miles yaciendo en el suelo. No has cambiado mucho, eres igual de idiota, un poco más bajo, pero igual de idiota —Alegó sin reírse, más bien con seriedad. —Así como la ven, tiene por lo menos treinta años y… —¡Cállate, gigante idiota! —Exclamó para que no siguiera, pues le resultaba vergonzoso que revelaran su verdadera edad. —Bueno, ya dejen de discutir y molestarse —Interrumpo el heredero sonriendo por la reacción de la chica—. ¿Puedo saber a qué han venido? —El shogun me envió para cerciorarme que los preparativos para el centro de mando vayan conforme a sus planos: no quiere ningún error —Respondió Kazuki mirando la torre. —No es tan fácil. No trajimos materiales y los ashigaru hacen lo que pueden para conseguirlos —Aclaró el heredero—. Aun así, dudo que haya inconvenientes que molesten al shogun. —No, no los hay, estoy seguro de que mi señor quedará satisfecho con el trabajo del clan Tokugawa —Sonrió complacido de ver que todo iba a pedir de boca y se trabajaba arduamente para finiquitar la obra lo más pronto posible. —Si, y ya que solo vinimos a ver una tonta torre, qué tal si aprovechamos y nos dan algo de comer que no sea pescado —Comentó la campeona necesitada por comer algo diferente a su acostumbrada dieta del mar. Kazuhiro accedió y los llevó a una pequeña tienda donde les sirvieron la comida que había disponible. Asaltar aldeas y caravanas pronto dotó de una buena fuente de comida variada a la base. Todo era de lo mejor, las mejores verduras, arroz y un poco de sake. —Escuché una charla curiosa de un par de ashigarus cuando veníamos. Dijeron que El demonio sombra escapó el día que llegaron y que se volvió un ronin —Comentó Kazuki mientras comía de su cuenco de arroz. —No tengo intenciones de hablar de ese traidor, mucho menos durante la comida —Refunfuñó Kazuhiro con rencor. —¿En serio lucharon contra él? Tienen suerte de seguir vivos —agregó Tomoe con una sonrisa que requería más detalles. —No luchamos como tal. Hideo se mantuvo distante, no atacó en ningún momento, al final para evitar la pérdida de vidas innecesaria lo dejamos ir —Respondió Tetsuo antes que Kazuhiro dijera algo más—. ¿Ustedes lo enfrentaron alguna vez? —No, nunca tuve ese honor… o esa mala suerte —Negó la campeona del clan Oda, pero de reojo miró a Kazuki. —Yo sí —Respondió el campeón del clan Ashikaga con una seria mirada—. Fue hace más o menos diez años, en la batalla del castillo Echizen… fue una batalla difícil de olvidar. Los tres acompañantes lo miraron atentos. Era raro verlo tan serio e inmerso en sus recuerdos. Aquellos que conocieron al temido samurái Fujigawara no son capaces de olvidarlo. —Estábamos muy agotados, sin embargo, su ejército y compañeros ya habían caído, solo quedó él. Usó todo su poder restante para atraparme en una ilusión o algo así, cuando reaccioné había escapado. No volvimos a cruzar espadas después de eso. El silencio inundó el lugar, los recuerdos del sengoku no resultaban agradables para nadie; fueron años de caos, guerra, muerte y desgracia sin beneficios o gozo. No obstante, Tomoe miró con extrañes a Kisaragi, como si ella supiera que esa historia no era del todo correcta; no dijo nada para evitar arruinar el momento. —También escuchamos que lucharon contra unos ninjas —Dijo la campeona únicamente para desviar el tema. —No hay mucho que decir: eran insectos —Manifestó el gigante dando un gran trago a su sake. —Uno de esos me habló acerca de un temido ninja de nombre Orochimaru; aseguró que es muy poderoso. Envíe exploradores a averiguar sobre ese sujeto. Un viajero les habló sobre un grupo de ninjas renegados que se hacen llamar los akatsukis. —¿Akatsuki? —Repitió ella con intriga —Un grupo de mercenarios, o algo así, no se sabe bien quienes son o cuantos, pero se identifican con túnicas negras con nubes rojas. El viejo aseguraba que ellos y el supuesto Orochimaru son los mayores peligros para las naciones de este mundo —Explicó el heredero mirando a los campeones. Los campeones atendieron con interés la información que les ofrecía el heredero Tokugawa, aunque, a diferencia de él, ellos no estaban tan seguros de que entrar en contacto con esos ninjas pudiera ser beneficiosos para la alianza. De regreso en la Aldea de la Hoja, tal y como ordenó la hokage una reunión con los ninjas de mayor rango, capitanes de equipo y de división, se llevó a cabo en su oficina. Algo muy inusual y que no se hacía desde hace mucho tiempo. Entre todos podemos destacar a Kakashi Hatake, Gai Maito, Asuma Sarutobi, Kurenai Yuhi, Shikaku Nara, Inoichi Yamanaka, Choza Akimichi, Tsume Inuzuka, entre otros de igual importancia. Justo cuando Tsunade pretendía comenzar su discurso la puerta se abrió y un invitado no deseado se presentó como uno más de entre todos, aunque con justo derecho estaba allí. El temido y odiado Danzo Shimura junto con un par de sus fieles guardaespaldas. Como si fuera dueño del lugar entró y tomó asiento frente a la hokage, sin siquiera saludarla u ofrecerle una cordial reverencia. —Por favor, no se detenga, lamento haber llegado tarde —Fue lo único que dijo adornado sus palabras con una sonrisa falsa. Tsunade trató de hacer caso omiso ante la presencia de ese sujeto —Hoy por la mañana recibimos un mensaje del País de los Campos de Arroz, un mensaje negro con rojo. Rostros antes interrogantes se tornaron serios, pues el significado de dichos colores ya era una muestra de peligro. —Se informa a todos los kages de una gran amenaza. Un ejército de guerreros invadió una aldea costera y ha atacado otras. Este ejército está conformado, al parecer, por samuráis. Un silencio sepulcral se propagó al instante entre todos los presentes, las miradas solo expresaron desconcierto. Todos aguardaron a que su hokage hablará con mayor soltura y dictaminará algún plan. —Así es. Las leyendas y cuentos antiguos son verdad: los samuráis son reales y no estaban extintos, de alguna manera se ocultaron y han vuelto a emerger. Si son tan fuertes como las leyendas cuentan tenemos que prepararnos. No los conocemos, no conocemos su número ni su poder, ni siquiera como son o que los motiva… Danzo aclaró la garganta buscando llamar la atención. Se puso de pie frente a todos y se acercó a Tsunade. La mujer le dedicó una mirada irritada, Shizune, Kakashi y Gai lo miraron de igual forma ante esa falta de respeto. —¿Entonces lo samurái han resurgido? —Inquirió mirándola seriamente. A lo que ella, para evitar gritarle, solo asintió apretando los dientes—. Ya veo. Señores, estamos ante un gran problema. Los samuráis fueron, en su tiempo, la fuerza más grande y destructiva que jamás se haya visto sobre la tierra. El perverso hombre se ganó todas las miradas. Pronto demostró mayor conocimiento con respecto a estos misteriosos guerreros. —Las guerras del mundo ninja podrían palidecer si las comparamos con las guerras antiguas. Los samuráis eran guerreros temibles, con habilidades devastadoras y una sed de sangre inhumana. Y, para quien no lo sepa, los ninjas descendemos de ellos. Una revelación que hizo a mas de uno dudar de sus palabras. Por más increíble que fuera aquello, era la verdad, una verdad irrefutable para quien ha estudiado las antiguas crónicas.
Danzo continuó con su relato. Su presencia era ingrata, pero con la información que poseía fue tolerado y escuchado. Lo que el viejo hombre relataba era verdad. Eran relatos escritos en pergaminos antiguos a los que solo tiene acceso el consejo y sus miembros. Lo que molestaba a la hokage es que ella, a pesar de tener dicho acceso, no tuvo la idea de leerlos para conocer más de los samuráis. Probablemente ignoraba la existencia estos documentos. Con el orgullo herido decidió callar y escuchar. Danzó se explayó y reveló todo lo que conocía: Los samuráis son vestigio del mundo antiguo; cuando los ninjas aun no existíamos como tal y mucho menos nuestra cultura o costumbres. Ellos gobernaron estas tierras en su totalidad. Nunca crearon naciones, se rigieron por sistemas de clanes. El más grande era el clan Minamoto; tal era su poder que la mitad de nuestro mundo les perteneció solo a ellos. Los Minamoto tuvieron un poder inalcanzable. Todos los clanes estaban bajo su mando, y esto fue así durante siglos hasta que dos clanes se levantaron en su contra hartos de la opresión, estos fueron los Taira y los Fujigawara: así estalló una gran y cruel guerra por el dominio del mundo. Los Minamoto eran fuertes y poderosos, pero la alianza entre los Taira y los Fujigawara era solida e igualaba ese poder. Conforme la guerra aumentaba clanes menores tuvieron que elegir bandos, y así, todo el mundo entró en conflicto. Ni siquiera nuestras guerras se comparan a la devastación que sembró la guerra samurái. El estilo de combate de los samuráis se enfocaba en luchar de frente en grades números, y luchar así contra los Minamoto no era una gran forma de conseguir victorias, es por eso por lo que los Taira decidieron reclutar guerreros especializados en el sigilo y el combate estratégico a baja escala: los llamaron ninjas, guerreros entrenaros en el arte del sigilo y el engaño, fueron la forma perfecta para golpear a los Minamoto y debilitarlos. Fue la mejor y la peor idea. En ese momento los ninjas eran considerados asesinos o espías de bajo honor. Los aceptaron como miembros de su ejército e incluso ganaron poder, dinero, fama, respeto y autoridad. Para los samuráis los ninjas no tenían valor, eran solo herramientas, les encargaban las misiones más difíciles, casi suicidas, bajo amenazas. Los ninjas antiguos debían servir a sus amos hasta la muerte como leales canes. La guerra siguió y siguió por mucho tiempo, los samuráis comenzaron a debilitarse, y fue allí donde un clan fuerte y un monje se unieron para obtener un poder sin igual: un poder que acabaría con los samuráis. Kamataro, líder de un clan emergente, y sabio monje de llamado Hagoromo se aliaron para terminar la guerra de una vez por todas. Juntos robaron un poder inconmensurable, no se sabe que fue ni a quien se lo robaron, pero con ese poder despertaron a una bestia con diez colas: El Jubi. Ni todos los samuráis juntos lograron hacer frente a una bestia con tal poder. Los Minamoto, Taira, Fujigawara, y otros clanes, debieron unirse para tratar de detener el avance de los ninjas; era demasiado tarde. Su último intento fue sellar una vez más al Jubi, a lo que Hagoromo decidió dividir a la bestia en nueve más pequeñas, nueve bestias con cola, el evitó el sello fue inútil. La criatura exterminó a ocho clanes samurái en una sola noche, alrededor de unas cinco mil vidas cegadas por la tan aterradora bestia. La debacle obligó a los tres grandes clanes, Minamoto, Taira y Fujigawara a rendirse días después. Los ninjas se alzaron con el poder absoluto y la hegemonía samurái se derrumbó. El orgullo de los samuráis no les permitiría vivir sometidos. Zarparon en grandes flotas y se alejaron de nuestro mundo, nunca se supo a donde llegaron: fue un éxodo masivo. Así comenzó la era de los ninjas. Estoy seguro de que los nombres de Hagoromo y Kamataro no les suenan conocidos, y es comprensible. Hagoromo al término de la guerra se alejó del mundo con sus bestias viviendo en una montaña hasta el día de su muerte, y lo conoceríamos hoy en día como “El sabio de los seis caminos”. Kamataro se dedicó formar un mundo regido por los ninjas, y fue secundado por muchos clanes emergentes. El clan que lideraba este hombre era el clan Uchiha. Así concluyó el relato de Danzo. Dejando a todos sorprendido e intrigados. Sin que los miembros de la reunión lo supieran, fuera del edifico un grupo de jóvenes estaba reunido, deseando con ansias escuchar algo de lo que allí se hablaba, pero el acceso se les fue negado. —¿Qué tanto estarán hablando allí? No puedo aguantar esta curiosidad —Decía el ninja rubio revolviéndose el cabello. —Cálmate, Naruto, solo han pasado treinta minutos —Comentó Kiba, recostado en el suelo recargado sobre su gran perro Akamaru. —¿Es que acaso no quieres saber de lo que hablan allí dentro? —Cuestionó el rubio una vez más. —Sea lo que sea, Naruto, cuando salgan nos lo dirán, deja de ser tan molesto y escandaloso —Bufó Shikamaru recostado en el suelo solo mirando el nuboso cielo. —Ya me dio hambre, ¿qué tal si vas a comer algo y luego volvemos? —Estas palabras solo podían venir de cierto chico regordete y de cabellos castaños, Choji. —Tu siempre comiendo —Rezongó su compañera de ojos verdes y larga cabellera rubia, Ino. —Deberíamos entrenar en este momento chicos, cuando Gai sensei regrese volveremos al campo y haremos quinientas flexiones, correremos quince kilómetros y mucho entrenamiento de taijutsu —Dijo Rock Lee, quien era de los menos interesados en aguardar allí. —Lee llevamos toda la mañana entrenando, solo quiero volver a casa a descansar —Respondió Tenten denotando cansancio. —Esa forma de pensar hace que bajes tu nivel Tenten, de hecho, creo que has subido un poco de peso, deberías iniciar una buena dieta para…. —Reprendió de forma sabia Rock lee, aunque la respuesta no fue tan grata. —¡Cállate, Lee, tú no sabes nada, y no estoy subiendo de peso! —Exclamó molesta y le soltó un buen golpe en la cabeza. A pesar de los pequeños conflictos entre los jóvenes ninjas, todos compartían una gran amistad. Sin que nadie lo notara Naruto se había quedado callado, apreciando a todos y a cada uno de ellos, no pudo evitar sonreír al verlos a todos juntos en tan apacibles circunstancias. —¿Todo bien, Naruto? —Preguntó su compañera pelirosa al notarlo tan callado de la nada. —Si, es que —No podía expresar su sentimiento de alegría, salvo una gran sonrisa—. Todos siguen siendo ellos mismos, no han cambiado en nada. —Supongo que sí —Sonrió Sakura a su lado. —Chicos, los maestros están saliendo —Avisó Rock Lee al ver a los miembros de la reunión salir. Todos se levantaron para ir a hablar con sus respectivos capitanes. Naruto se proponía lo mismo cuando de la nada sintió una presencia y escuchó un muy leve susurro detrás de él, lo que le causó un escalofrió, volvió la mirada, logrando ver una sombra moverse por un callejón. Lleno de curiosidad la siguió. Escuchaba un susurro tan bajo que era incompresible. Siguió por esos extraños callejones tratando de alcanzar la sombra, al final llegó a un callejón cerrado. Ese lugar le pareció totalmente desconocido, y él conocía bien la ciudad. Algo se movió detrás de él. Al mirar sobre su hombro allí estaba esa sombra en forma de humana con ese enorme y perturbador ojo observándolo. El miedo lo invadió y dio un fuerte grito que terminó por despertarlo. Todo había sido un sueño una vez más. Estaba recostado en la grama donde minutos antes se había dormido. No estaba solo, a su lado estaba Sakura, arrodillada, quien le miraba preocupada. Lejos de la aldea, tan lejos que un cielo despejado y soleado reinaba; no hay rastro de ciudades o pueblos cercanos, solo un hermoso relieve hecho de pasto con escasos árboles y en la distancia imponentes montañas. Lo único hecho por el hombre es un sinuoso camino empedrado construido junto a un río de apacible agua cristalina. Es aquí donde el ronin Hideo se encontraba. Aprovechaba la soledad del entorno para ducharse en el río. En el agua se podía apreciar su esculpido torso, que, a pesar de su edad, se mantenía en plena forma con una notable musculatura tanto en el torso como en los brazos. En la orilla del río, bajo la sombra de un árbol, dejó sus ropas y su espada. Sin que él se diera cuenta, la criatura logró sacar la hoja de la funda liberando su tétrico ojo negro. El ronin salió del agua, tomando unas telas para cubrirse. Se tomó un momento para recostarse bajo la sombra del árbol y secarse con la brisa. —¡Oye! ¿Qué diablos haces? —Clamó al ver la hoja fuera de la funda—. Sabes que no puedes salirte cuando quieras. Te ordené dormir. —Lo siento, Hideo, no pude evitarlo —El ojo se volvió una boca—. Otra vez sentí una de las presencias y quise investigar. Creo que inconscientemente nos estamos acercando. —No me interesa. No quiero problemas con los ninjas ni con nadie. Más te vale dejar de meterte en problemas, lo digo en serio, Akumu. —… envié otra sombra para espiarlo —Rio por la reacción de su compañero. —¡¿Por qué?! —Grito aún más molesto—. No entiendes, ya no vamos a luchar, ya no formaremos parte de las guerras. —Es un chico —Sonrió de forma maliciosa—. Bastante joven, cabello rubio y… —¡No me importa! ¡No quiero saberlo y por nada del mundo iremos hacia él! —Las acciones de su hokaku lograban desesperarlo. Respiró hondo y se relajó —Por favor, Akumu, no quiero problemas, solo quiero paz y vivir mi vida de forma pacífica. La boca de la espada no dijo nada, resopló y se aguardó en la funda por si sola. El silenció envolvió al ronin. Se tomó un largo rato para disfrutar de la pasividad y la tranquilidad de ese lugar. Pronto retomaría su errático camino. En la Aldea de la Arena, en el edificio del Kazekage, se llevaba a cabo una reunión con todos los miembros del consejo ante la noticia de la amenaza invasora. A diferencia de la Aldea de la Hoja, ellos no contaban con alguna información acerca del pasado, se limitaban a los escasos conocimientos que se tenían en ese momento. Solo eran conscientes que había un ejército de guerreros desconocidos que amenazaba con ataques indiscriminados a cualquier nación. —Entonces, ¿no sabemos nada sobre ellos? —Resumió Temari al final del informe. —Me temo que no Temari, no tenemos idea de sus habilidades u objetivos. Solo sabemos que son muchos y son agresivos en combate —Agregó con frustración. —Sin esa información no podemos planear una estrategia —Dijo Kankuro cruzado de brazos—. Debemos enviar espías. —Se tardarían días en eso. Si los capturan revelarían la localización de nuestra aldea; es muy riesgoso —Alegó un miembro del consejo—. Debemos mejorar las defensas de la ciudad y las fortalezas cercanas. —Los samuráis no son el único riesgo, ¿ya se olvidaron de los akatsuki? Siguen escondidos, esperando un momento para atacar. Los samuráis están demasiado lejos aún, se enfrentarán a otras aldeas antes, entonces tendremos más información sobre ellos. Mantengámonos al margen —Sugirió otro consejero. Los miembros comenzaron a alegar entre ellos generando un pequeño alboroto en la sala. El sonido de un vaso dejado en la mesa con fuerza los calló. —Somos la Aldea de la Arena porque estamos a la mitad de un desierto —Comentó con su voz baja—. No porque nos ocultemos de los conflictos. Los samuráis se suponían extintos, ahora han regresado y dudo que sea con buenas intenciones. —¿Qué ordena, lord kazekage? —Cuestionaron los miembros del consejo. —Dos cosas, las únicas que podemos hacer de momento. Enviaremos escuadrones de elite para que vigilen las fronteras, día y noche. Además, quiero reunirme con la hokage, este conflicto nos concierne a todos, no solo a la Aldea de la Arena. Una alianza solida nos será de mucha utilidad. Dicho esto no hay más que agregar, pueden retirarse. Los consejeros no estaban del todo convencidos por ese plan. Ninguno se atrevió a cuestionar al kazekage. —¿Crees que los de la hoja sepan más sobre los samuráis que nosotros? —Preguntó Kankuro a su hermano menor. —Quizás sí, quizás no. Lo que me interesa es que juntos encontremos una solución. No sabemos cuáles son las intenciones de los invasores, pero debemos estar preparados para toda situación.
Días después del mensaje enviado desde el País de los Campos de la Aldea de la Hoja y de la Arena acordaron una reunión entre sus dos representantes con el objetivo de compartir información y planear estrategias conjuntas en contra de estos misteriosos invasores. Sin dilación la hokage organizó una escolta para acompañarla hasta las tierras del País del Viento. Eligió al equipo 7 y al equipo 9 para componer su comitiva, pues otorgaba gran confianza a los capitanes de esos equipos. En la retaguardia caminaban Sakura y Naruto. El rubio se mostraba dubitativo y serio. —¿Estás bien, Naruto? —Preguntó la joven de rosados cabellos rompiendo el silencio de repente. —Sí, claro, ¿por qué no habría de estarlo? —Naruto trató de fingir una sonrisa al escuchar la pregunta. —Pues no lo pareces. ¿Qué ocurre? —Insistió ella obviando su falso intento de aparentar. —Es sobre mis pesadillas —Suspiró revelando su aflicción. —¿Volviste a tener otra pesadilla con esa cosa? —Preguntó Sakura bajando la voz para no llamar la atención de los otros ninjas. —Si, otra vez —Agachó la mirada. Lo que incomodaba más a Naruto no eran las pesadillas si no preocupar a otros—-. Fue ayer en la noche mientras acampábamos. —¿Qué soñaste? —Indagó Kakashi manteniendo su serenidad. Naruto se sorprendió al notar que sus palabras llegaron a oídos de su sensei. Suspiró un poco para hacer memoria y comenzar a relatarles. La noche anterior todos los miembros de la escolta de Tsunade, y ella misma, descansaban después de un largo día de caminata. Una cabaña hecha por la madera de Yamato sería su refugio. De la nada el sueño de Naruto se vio interrumpido por un sonido repentino y extraño. Se levantó de repente, mirando en todas direcciones. Lo primero que vio fue la puerta de la cabaña abierta. Se asomó al exterior creyendo que, quizás, alguno de sus compañeros estaba fuera. No avistó a nadie. Una brisa fría sopló en ese momento, su cuerpo tiritó por el frio así que cerró la puerta y se dispuso a retornar a su bolsa de dormir. Al dar la espalda sintió algo detrás y rápidamente arrojó un par de kunais. Lo que estaba allí era, una vez más, ese ente negro con un gran ojo en la cabeza, a quien los kunais atravesaron como si un humo oscuro lo compusiera. Retrocedió, esta vez no se asustaría, tragó saliva y se armó de valor para encarar a su acechador. —Otra vez tú, monstruo —Le espetó apretando los dientes con enojo. El ente permaneció allí, de pie, en silencio mirándolo de pies a cabeza. —¡Ya me cansé de ti, imbécil! —Se aproximó a la criatura a toda prisa—. Esta vez serás tu que el que grite. Atacó ferozmente lanzando golpes y patadas. Era como luchar contra el humo, no hacía nada, solo lo atravesaba. Activó su jutsu de clones de sombra para aumentar el número y la cadencia de ataques físicos sin lograr resultado diferente. Cuando Naruto bajó la guardia para pensar en algo diferente, el ente se abalanzó en un parpadeo tomándolo por el cuello con fuerza, su mano se había hecho tangible, no obstante, el resto de su cuerpo seguía siendo humo, lo cual descubrió Naruto al tratar de zafarse de su agarre. —¿Quién eres? ¿Qué eres? —Preguntaba el ente con una voz susurrante y demasiado grave como para ser de un humano—. ¿Qué hay dentro de ti?, dime El ninja no entendía de qué hablaba esa criatura, no comprendía a qué se refería con: “dentro de ti”. El aire comenzaba a faltarle. Antes que se desmayará el Kyubi apareció detrás de ellos. —¡Allí está! —Dijo la criatura sin soltar a Naruto—. ¡¿Qué eres?! ¡¿Cuál es tu forma?! ¡No puedo verte, pero puedo sentirte y sé que estas frente a mí! El Kyubi lo miró con extrañes para luego rugir con todas sus fuerzas haciendo desaparecer al ente. Eso puso fin a la pesadilla y el Naruto despertó sudando frio y con el corazón acelerado. Eso fue lo que relató a su compañera y maestro mientras seguían el camino con los demás miembros de la escolta. Kakashi ocultaba su preocupación, y sobre todo su gran intriga, era muy claro que, sea lo que sea, esa criatura estaba detrás del Kyubi. Sakura miraba con inquietud a su amigo que tenía la mirada baja. Lo que le ocurría la Naruto la preocupaba mucho. —Tendremos que hablar con Tsunade por el momento; cuando el maestro Jiraiya regresé sabrá que hacer —Sugirió Kakashi para animar a Naruto mientras colocaba su mano sobre el hombre del chico—. No tienes que preocuparte Naruto, no es nada grave. —Sí, estoy segura de que el maestro Jiraiya sabrá que hacer. Lo que importa ahora es que te olvides de esas pesadillas y te animes, después de todo vamos a La Aldea de la Arena y será la primera vez que veamos a Gaara como Kazekage —Sakura quería distraer a Naruto para que olvidara esos pensamientos, adornado sus palabras con una bella sonrisa. —Es verdad, lo había olvidado. Gaara se volvió Kazekage durante estos años —Rápidamente sus inquietudes se desvanecieron al pensar en lo tanto que había avanzado su amigo—. Gaara, ¿qué tanto habrá cambiado? Hideo se había percatado que su espada había actuado, una vez más, a sus espaldas saliendo sola de la funda para volver a enviar sus sombras durante la noche. El ronin no pensaba seguir consintiendo las insubordinaciones de su hokaku. —¡Oye, ¿no hablaras en serio?! ¡No puede sellarme! ¡No seas injusto Hideo! —Gritaba la boca negra de la espada. Hideo colocó la espada en el suelo y se sentó frente a ella a una distancia de un par de metros. Juntó sus manos para concentrarse. —No me dejaste otra opción, Akumu. Te dije… te pedí por favor que dejaras en paz a esa persona, que no me interesa saber nada de su poder o de lo que alberga en su interior —Respondió tratando de concentrarse y relajarse. —Que ingrato eres, lo hago por los dos, es para… Trataba de excusarse, pero Hideo no estaba dispuesto a escucharlo. —¿Ingrato?, ¿por los dos? No me vas a engañar, te conozco desde hace treinta años: eres un entrometido, arrogante, sanguinario y cruel ser, solo quieres llegar a esa cosa para pelear con él o ella, o lo que sea —Refutó el ronin dejándose llevar por el enojo. —Carajo, me conoces muy bien, Hideo —La espada no pudo evitar reír—. Aun así, si me sellas no podrás disfrutar de mi hermosa y agraciada compañía, ni siquiera podrás usarme, estarás indefenso si alguien te ataca. —Lamentaré estar solo. No obstante, no necesito una espada: ya no volveré a luchar —Suspiró al no poder concentrarse por la discusión. Hideo estaba afligido por la necesidad de sellar a su amigo, pero no encontraba otra manera de controlarlo y evitar que pusiera en riesgo su anonimato. —Si ya no te agrado entonces abandóname en un oscuro bosque y consíguete una espada más bella y joven ¡Eso es lo que quieres! ¡Todos los humanos son iguales! Mi madre siempre me lo decía: “nunca confíes en un humano” —La espada fingía llorar, incluso, cambió su voz a la de una mujer. —¡Ya cállate! —Gritó molesto por tan burda e irritante situación—. ¡Deja de usar las voces de los muertos! —Es mi mejor actuación —Rompió en carcajadas ante la reacción del Fujigawara. Hideo suspiró pesadamente tratando de calmarse una vez más. —Akumu sé que nunca cambiaras, si te dejó así volverás a salirte mientras duermo para buscar a esa persona. Lo siento, pero eso ya no es parte de mí, ya no voy a luchar, ya no quiero derramar sangre, por eso no necesito una espada —Su voz se tornó relajada y suave—. Aun así, seguirás a mi lado por que hicimos un pacto y siempre estaremos juntos hasta el día de mi muerte; eso no lo voy a incumplir. Ahora, con todo el pesar de mi corazón, debo sellarte. Juntado sus palmas y cerró los ojos. La espada no se opuso esta vez, incluso guardó silencio aceptado los deseos de su portador. —Sello de tres puntos —Su energía comenzó a emanar de su cuerpo en forma de luz amarilla. Un triángulo se dibujó en el suelo con la espada en el centro, esta se enfundó sola y un símbolo apareció en la funda, el triángulo se hizo más pequeños hasta desaparecer y en cuestión de segundos el sello se había completado. Akumu estaba encerrado en la espada y no podría liberarse solo nunca. Hideo dejó salir su desconsuelo respirando y dejando que la fresca brisa acariciara su cabello y rostro. Se incorporó y colocó la espada en su cintura. Ahora estaba solo, completamente solo. Así se dispuso a proseguir su camino a lo desconocido. En otro lugar, en medio de un gran e inmenso bosque situado a los pies de una montaña, a través de una entrada secreta se puede encontrar una guardia construida bajo tierra. Un escondrijo carente de luz natural, iluminado solo por focos y antorchas. Compuesto por largos y estrechos pasillos, así como por decenas de habitaciones y varios niveles. En el centro de ese amasijo de corredores se encuentra una amplia sala de techo alto. Allí cierto ninja buscado por crímenes, y antiguo sannin, se encontraba supervisando un entrenamiento entre sus dos discípulos: Sasuke Uchiha y Kabuto Yakushi. Sasuke se lanzaba al ataque con su espada arrojando raudos cortes verticales y horizontales, que su adversario esquivaba de forma elegante, como si fueran pasos de baile, movimientos que frustraban al pelinegro. —A este paso jamás alcanzaras a tu hermano —Advirtió de forma cínica el ninja de las serpientes mientras bebía de té. Sasuke solo gruñó e insistió en la fiereza de sus agresiones. Saltó arrojando un corte vertical, Kabuto simplemente se hizo a un lado para evitarlo. Allí el Uchiha intentó un corte horizontal, más fuerte y veloz, el cual fue previsto por su adversario quien con un kunai lo desvió abriendo la guardia de Sasuke para conectarle un poderoso codazo en la quijada. Sasuke cayó de rodillas y perdió su arma. Intentó retomar la espada, pero Kabuto la apartó de una patada. Pronto levantó la mano para arrojar un rayo eléctrico que falló. —Jutsu Bola de fuego —Colocando su mano en su boca creó una bola de fuego. Kabuto di un gran salto y llegó al techo donde, como una araña, logró asirse con las manos y pies. Se situó sobre Sasuke y se dejó caer. Formó en ambas manos dos afiladas hojas de chakra con las que intentó cortarlo. Sasuke pudo prever todo con su sharingan saltando a tiempo para evitarlo. Kabuto no se detuvo y lo siguió tirando cortes veloces y certeros. Sasuke podía esquivarlos, pero la velocidad del enemigo no le permitía contraatacar. En un momento de desespero tuvo la oportunidad y se agachó tratando de patear las piernas de Kabuto, pero este retrocedió. —¡Jutsu Llamas de Fénix! —Exclamó Sasuke. Desde su boca comenzó a arrojar bolas de fuego, una tras otra. En los primeros momentos el de los anteojos las evadía sin problemas, sin embargo, la cadencia de estas iba en aumento hasta ponerlo en aprietos. —Te tengo. ¡Jutsu Fuego de dragón! Sasuke dejó de lado las pequeñas bolas de fuego para disparar desde su boca una avasalladora llamarada de gran tamaño. —¡Maldición! ¡Invocación, Rashomon rojo! Ese ataque era peligroso y no era posible esquivarlo. Kabuto recurrió a una invocación desesperada para salvarse. Frente a él emergió una puerta de roca con la cara de un ogro de color rojo. El fuego impactó en la piedra sin lograr pasarla. Aun así, Sasuke tenía otro plan. Preparó su mano derecha comenzando a cubrirla con electricidad hasta crear una esfera que irradiaba destellos. Había una diferencia con la técnica aprendida de Kakashi: esta versión era de color negro —Chidori Negro. Se lanzó al ataque corriendo a toda velocidad. Impactó la puerta con esa técnica consiguiendo destrozarla en pedazos. Cuando la puerta cayó pudo notar la ausencia de Kabuto. Percibió que estaba detrás de él y rápidamente arrojó un ataque. —¡Suficiente! —Ordenó Orochimaru a ambos, logrando que se detuvieran en el último momento. El puño de Sasuke estaba a escasos centímetros del rostro de Kabuto, no obstante, un kunai en manos de Kabuto estaba a nada de tocar el cuello de Sasuke. —Fue un buen entrenamiento. Acérquense —Ordenó el maestro de ambos jóvenes. Con el orgullo pateado por no lograr vencer a su rival, Sasuke no tuvo más opción que obedecer. —Sasuke has mejorado, pero aun estás lejos de lo que deseas. Tu ímpetu ya no parece ser el mismo. ¿Crees que vas a superar a Itachi? —Cuestionó La serpiente blanca con una mirada apacible. —Hago lo que puedo —Gruñó cruzándose de brazos—. Simplemente no tengo la misma motivación, estar aquí encerrado me vuelve loco. —El aislamiento le ha afectado psicológicamente, lord Orochimaru —Agregó Kabuto. —No necesito seguir encerrado y luchando contra este idiota o tus demás sirvientes; necesito un combate real para poder seguir mejorando. ¡Dame una misión! —Exigió el joven Uchiha. Orochimaru lo miró sonriente, su típica sonrisa macabra y retorcida. Acarició su barbilla un momento pensando. Antes que La serpiente blanca dijera algo su asistente y sirviente tuvo una idea. —Está lo de esos tres, mi señor —Sugirió Kabuto mientras daba un sorbo a su té. –¿“Esos tres”? ¿De qué se trata? —Preguntó Sasuke. —Será una buena misión para probar tus habilidades, Sasuke. Tu misión es liberar a una tercia de ninjas, estos serán tus nuevos compañeros. Cuando lo hagas entonces comenzarán tus verdaderas misiones —Explicó Orochimaru. —¿Qué clase de misiones? —Cuestionó Susuke. —Un paso a la vez, Sasuke —Respondió de forma tajante—. Lo importante ahora es reunir a un grupo de ninjas fuertes, peligrosos y leales. ¿Crees que estás listo? —Lo miró de forma desafiante, sabiendo bien su respuesta. —Estoy listo —Bufó dándole la espalda—. Iré a descansar, mañana saldré a liberar a esos tres. Espero sean competentes. El Uchiha, sin decir nada, se retiró de esa gran sala, dejando a su compañero y su maestro tomando el té y conversado acerca de otros temas. —¿Qué pasará con los invasores samuráis, mi lord? —Preguntó Kabuto momentos después de que Sasuke se alejó. —Esperaré que Sasuke arme a su equipo, luego dejaré que él se encargue de pelear con esos samuráis, pueden ser útiles —Respondió despreocupado, casi menospreciando a los invasores. Esa mima noche, en los bastos y silentes desiertos del País del Viento, cuatro sombras deambulan con rumbo directo a la Aldea de la Arena. Cuatro sombras cubiertas por túnicas negras con nubes rojas. —Mi estimado Sasori, ¿qué exquisitas obras has traído para esta misión? —Indagó el más joven del grupo, un hombre de larga cabellera rubia atada en una coleta alta y con un largo mechón cubriendo su ojo izquierdo. —Lo que ves es lo que usaré. Esta patética aldea no alberga ninjas que requieran más que mi Hiruko. Además, para algo los traje a ustedes conmigo —Respondió uno más bajo, en una especia de cuerpo amorfo y redondo, mostrando solo su rostro que no se veía muy humano. —Lo dices como si estuvieses a cargo —Bufó otro de los acompañantes. Poseedor de una grisácea cabellera peinada hacia atrás y en su espalda una guadaña con tres hojas rojas. —Hidan, te recuerdo que Sasori está al mando, así que cállate y obedece —Ordenó el cuarto miembro del escuadrón. El más alto, de piel oscura y rostro casi cubierto dejando visible solo sus verdes ojos. —¿Qué significa eso? ¿Por qué Deidara y yo no podemos estar al mando, Kakuzu? —Discutió Hidan cruzado de brazos. —Porque son jóvenes y estúpidos —Respondió Sasori haciendo reír a Kakuzu y molestando al otro par—. Llegamos, ¿recuerdan la misión? —Claro que sí: destrozar y matar todo lo que podamos, solo debemos asegurar al jinchuriki —Respondieron los otros tres estando ya frente a la entrada de la aldea de la arena. —Que la masacre comience —Ordenó Sasori.
Días atrás, cuando la noticia de los invasores llegó a todos los kages del mundo, el consejo de la Aldea de la Arena dictaminó un incremento en la seguridad, debido a esto la puerta principal del asentamiento estaba vigilada a toda hora por un par de docenas de ninjas. La brisa noctambula del árido entorno levantaba arena creando nubes a ras de suelo. Estas nubes fueron aprovechadas por los cuatro akatsukis para lograr acercarse a la entrada sin ser vistos. Sasori ordenó con un gesto que se diera inicio al ataque. Kakuzu y Hidan saltaron y se adentraron en las filas de los vigilantes. Kakuzu fue el primero en caer sobre la muralla. Dos ninjas se sobresaltaron al verlo. No tuvieron tiempo de dar la alerta, el akatsuki los tomó por el cuello con tal fuerza que podría partirles el cuello. Extendió sus brazos gracias su habilidad jiongu, y los arrojó por los aires. La alarma se hizo escuchar y los defensores entraron en acción. Una campana repicaba por toda la muralla y subsecuentemente por la aldea. Todos los efectivos disponibles en el pueblo debían preparase para luchar y tomar sus posiciones. —Supongo que se acabó el factor sorpresa —Se dijo a sí mismo Kakuzu. Se despojó de su túnica para liberar la primera de sus máscaras, la máscara de fuego, la cual cubriría su espalda en el combate. Los ninjas retrocedieron para analizar la situación, lo que no fue buena idea pues la mascará asaltó con una poderosa llamarada que atrapó a unos cuantos incautos. Kakuzu se arrojó a la ofensiva con su destreza en taijutsu. Golpe tras golpe extendía sus brazos y arrojaba enemigos por los aires. Los kunais y shurikens que le arrojaban se clavaban en su piel sin lograr detener su frenesí. Otro grupo de ninjas pereció ante el devastador fuego de su mascara. —Eres un presumido Kakuzu: siempre te gusta llevarte todas las miradas, ¿verdad? —Comentó Hidan. A sus pies yacían seis ninjas muertos, caídos ante el brutal filo de esa terrible guadaña de tres hojas. Un defensor se preparó para atacarlo por la esapalda. A penas concluía sus posiciones de manos cuando el aire fue rasgado por las hojas carmesí y su cráneo terminó perforado por una de estas. Hidan jaló su guadaña mediante el cable que la une a él logrando llevarse el cuerpo del ninja aun clavado. Comenzó a girarla por el aire regado la sangre por todos lados y sobre los demás ninjas que miraban con horror el cuerpo de su camarada girara y girar. La cabeza se desprendió del cuerpo y este salió volando. El akatsuki aprovechó esa distracción para arremeter contra los ninjas desprevenidos causando más bajas en las filas de la Aldea de la Arena. —Ese par siempre con sus locuras, ¿no, Sasori? —Comentó Deidara sobre una de sus creaciones de arcilla, una especie de ave blanca de gran tamaño. —Deja de mirar y ponte a trabajar, Deidara —Respondió su compañero quien caminaba con tranquilidad a través de la entrada principal. En el edificio central las tropas tomaban sus posiciones esperando las ordenes de sus capitanes. El temor y la incertidumbre era palpable en el ambiente pues no sabían que luchaban contra lo akatsukis. —Estamos listos, lord kazekage. Los civiles están siendo escoltados al refugio subterráneo y los escuadrones esperan órdenes —Informó Baki, como comandante de las defesas. Gaara miraba todo desde su balcón acompañado de sus hermanos. Su mirada era más seria de lo normal, la ira y la furia invadían su ser, pero sabía que debía controlarse. Esperaba solo una cosa para comenzar su contraofensiva: que los enemigos fueran identificados. Temari se mostraba ansiosa, más al ver las llamas ardiendo en la entrada, se desesperaba, quería lanzarse al ataque. Kankuro era más serio, su mirada estaba fija en lo que se movía en la muralla, que a esa distancia a penas vería pequeñas siluetas. —¿Baki? —Articuló con su lúgubre voz el kazekage mientras lo miraba de reojo. —Mi señor —En ese momento recibió un mensaje mediante el comunicador en su oreja—. ¡Mi señor, los atacantes visten túnicas negras con nubes rojas! —Akatsuki —Masculló Gaara apretando los puños—. Baki, dirige las defensas desde las torres y envía un escuadrón a proteger a los civiles que aún no han llegado al refugio. Temari, llévate al escuadrón 2: traten de retomar la muralla. Kankuro, llévate al 3 y 4: no dejes que avancen por las calles de la ciudad —Ordenó con voz firme y autoritaria, la voz del líder al que todos esperan seguir. —¡Ya era hora! —Asintió la rubia saliendo rápidamente mediante saltos en dirección a la muralla seguida de un grupo de ninjas. —No dejaré que esos bastardos avancen, yo me encargo —Sonrió con confianza el marionetista, aunque solo trataba de disimular el temor que crecía en él. —¿Usted qué hará, lord kazekage? —Preguntó Baki antes de ir a su posición. —Defenderé el cielo —Respondió mirando una extraña ave blanca que volaba sobre la aldea. La arena de su calabaza se juntó bajó sus pies creando una pequeña plataforma sobre la cual despegó con dirección a esa criatura. En la muralla, Kakuzu había terminado de asesinar a los ultimo defensores. El ninja zombi se notaba casi sin ningún daño. Por su lado Hidan estaba enfocado en apilar todos los cadáveres que había logrado recolectar. Tenía un cuchillo clavado en el cuello y tres kunais en la espalda, pero no le importaba en absoluto. —¿Se puede saber qué diablos haces, Hidan? —Cuestionó Kakuzu acercándose a él. —Ordeno un poco, Kakuzu, ofreceré estos cadáveres a mi señor Jashin —Respondió sonriendo, hasta que decidió sacarse el cuchillo del cuello—. Mira lo que hicieron estos idiotas, me dejaron un agujero en la garganta. Podrás suturarme, ¿verdad? —Luego. Debemos ir a buscar al jinchuriki —Ordenó el sombrío ninja. Antes que saltaran de la muralla recibieron una poderosa ventisca que casi los arroja al otro lado. Se arrodillaron y se aferraron al suelo. —¡No irán a ningún lado! —Se escuchó la voz de Temari. Apareció frente a ellos con su gran abanico desplegado y detrás de ella cinco ninjas con diferentes armas—. Lamentarán haber atacado esta aldea, malditos hijos de perra. Hidan se burló de ella con una risa irritable. Kakuzu apretó los puños y se preparó para luchar. Temari agitó su abanicó otra vez con más fuerza ahora creando una mayor corriente de viento logrando que Hidan saliera volando por estar distraído. Para su suerte Kakuzu lo atrapó por la pierna con su brazo extendido mientras con el otro se aferraba al suelo debiendo clavar los dedos en la roca. —¡No te distraigas en un combate, imbécil! —Reclamó el zombi a su compañero. Kakuzu usó el cuerpo de Hidan como arma. Intentó golpear a los ninjas rivales con él, pero estos lo esquivaron causando que Hidan fuera estrellado contra la roca de la muralla. —¡Kakuzu, hijo de puta! ¿Acaso me viste cara de garrote? —Gritó molesto mientras se acomodaba la mandíbula y se levantaba. Los ninjas liderados por Temari corrían a toda velocidad buscando acercarse a Kakuzu. Él saltó hacia atrás haciendo que su máscara de fuego tomara su lugar y arrojara una potente llamarada hacia ellos. —Jutsu, Pared de viento protector —Agitó su abanico creando un muro de viento que detuvo el fuego de la máscara antes de que alcanzar a sus compañeros. Aunque se salvaron del fuego, este fungió como un distractor que Kakuzu utilizó para moverse y atrapar a uno de los ninjas por el cuello con su brazo extendido. Temari fijó su mirada en Kakuzu y su compañero atrapado, olvidado a Hidan. El de la guadaña saltó detrás de ellos buscando clavar su arma en uno siguiente víctima. La rubia estuvo a nada de recibir el ataque, pero una de sus compañeras la empujó en el último momento siendo esta quien recibió la guadaña de Hidan por la espalda pereciendo casi al instante. Temari retrocedió con los ninjas que aún le quedaban. Kakuzu partió el cuello de su rehén y lo arrojó fuera de la muralla. —Hidan, estamos perdiendo el tiempo. Encárgate de ellos, yo avanzaré y buscaré al jinchuriki —Ordenó Kakuzu dándoles la espalda y saltando hacia los tejados. —¿Jinchuriki? —Repitió Temari— Gaara. Otro de los ninjas se lanzó sin pensar tratando de alcanzar a Kakuzu. Temari trató de detenerlo, pero fue de demasiado tarde. Antes de siquiera tocar el suelo la guadaña de Hidan lo había atrapado clavándose en su costado. Temari, titubeo, pero sabía que era su oportunidad pues su rival estaba con la guardia baja. —Jutsu, Viento cortante —Agitó su abanico de forma horizontal para generar una hoja de viento que avanzó hasta cortar el brazo izquierdo de Hidan, mismo que sostenía la cadena de su guadaña logrando desarmarlo. —¡Ahora, está desarmado! —Clamó la rubia a sus restantes compañeros. Los dos ninjas que estaban con ella se acercaron y atacaron con sus espadas. Lo rodearon y lo atraparon clavando una espada en su pecho y otra en la espalda. —¡Lo hicimos! —Exclamó Temari creyéndose victoriosa de ese combate. —¿Qué hicieron? —Preguntó Hidan como si nada—. No han logrado nada, solo me hicieron perder mi guadaña favorita. ¡Eso me molesta mucho! –E-es imposible, atravesé su corazón —Vaciló uno de los ninjas paralizado de miedo al verlo aún con vida. Él akatsuki solo se rio al ver las caras asustadas y petrificadas de sus rivales. Pateó a uno en el estómago y al otro le dio un fuerte cabezazo que le destrozó la nariz. En un parpadeo sacó una de las espadas de su cuerpo y la usó para cortar el cuello del que pateó primero, dio vuelta y logró atravesar al segundo en el pecho. Los dejó caer al suelo mientras se sacaba la otra espada de la espalda. Fijó su lunática mirada sobre su hombro. Temari no se movía, estaba impactada por lo que presenciaba. La risa maniática del inmortal se hizo escuchar al ver la expresión de Temari. Se volvió hacia ella lanzando golpes con su único brazo. La rubia reaccionó en el último momento retrocediendo para evitarlos. Con un ágil movimiento de piernas logró derribarla. Una vez en el suelo la pisoteo con dureza en el abdomen, volvió a intentar pisarla, pero ella interpuso su abanico y lo alejó. —Jutsu, Viento cortante —Pronunció con desesperación agitando su arma. Esta vez el viento cortó más arriba, justo el cuello de Hidan decapitándolo. La cabeza cayó y rodó unos metros por el suelo. El cuerpo se desplomó poco después. Temari sentía que había logrado acabar con su rival esta vez. Se tomó un momento para respirar y recuperarse del golpe recibido en el vientre. Poco duraría su tranquilad. Reaccionó al percibir que algo se movía. El cuerpo decapitado de Hidan se abalanzó sobre ella golpeándola en el abdomen con fuerza. Retomó la espada e intentó apuñalarla en el pecho. De forma automática ella trató de detenerlo, provocando que el arma del akatsuki le atravesara la palma de la mano. El grito de dolor resonó, aun así, usó sus piernas para alejarlo de ella mientras trataba de contener el dolor y la sangre que escapaba en abundancia de su mano perforada. —¿Qué pasa? ¿Acaso creíste que me habías ganado? —Se escuchó la voz de Hidan. Era su cabeza que seguía hablando desde el suelo. Temari estaba aterrada y herida. Logró ponerse de pie y trató de escapar. El cuerpo de Hidan recogió su cabeza, al tiempo que con la sangre de los cadáveres cercanos dibujaba un símbolo en el suelo, sobre el cual se situó después. Paso la espada que tenía la sangre de Temari por su boca chupando hasta la última gota. —¡No lograras escapar, preciosa! ¡Dedicó esta muerte a mi dios!, espero la reciba con el mismo gusto que yo la ofrezco —Gritaba mientras su cuerpo se tornaba negro con líneas blancas—. ¡Jutsu de maldición, Sangre poseída! Con fuerza se clavó el espada así mismo en el abdomen. Temari, no supo que, ni en qué momento, solo sintió un agudo dolor en su vientre. Detuvo su caminata cayendo de rodillas. Llevó sus manos a esa zona y sintió un líquido cálido que brotaba de ella y que empapaba sus ropas y manos. —¿Q-quiénes son estos monstruos? —Fueron sus últimas palabras antes de caer inconsciente. Hidan la vio desplomarse y asumió que había muerto, realmente no le importaba. Con su cabeza en mano se dirigió a la aldea. Sasori avanzaba por la calle principal a paso lento. Varios ninjas lo seguían en silencio desde los tejados a ambos lados del camino. El akatsuki era plenamente consciente que trataban de rodearlo, solo esperaba que ellos hicieran el primer movimiento. Se escuchó un traqueteo y un gran títere con forma de salamandra emergió del suelo frente Sasori. —¿Van a hacer algo o solo quieren molestar? —Desafió Sasori. Una lluvia de kunais fue dirigida hacia él. Agitó una enorme cola de metal logrando desviarlos todos con facilidad. Detrás de él aparecieron los otros dos títeres de Kankuro: Hormiga negra y el Cuervo. Abrieron sus articulaciones para arrojar bombas de humo que detonar envolviendo a Sasori en un denso humo gris. Los ninjas de las azoteas repitieron el ataque esta vez con papeles bomba asidos a sus kunais. Las detonaciones no tardaron en sentirse y el silencio sucedió a las detonaciones dando la ilusión de que habían logrado su objetivo. El humo se disipó y no vieron nada en el lugar del ataque. —No puede ser, ¿en qué momento se movió? —gruñó Kankuro sorprendido. El sujeto apareció detrás de los ninjas en el tejado contrario. Los tomó por sorpresa agitando su cola para cortarlos por la espalda logrando herirlos, pero no los mató. En ese momento Sasori se desprendió de su túnica mostrando su cuerpo. —¡Maldición, es un títere! —Señaló Kankuro. Sasori abrió la boca para disparar ajugas, era decenas y decenas a gran velocidad. Todos los ninjas se movieron en diferentes direcciones para evitarlas. Aunque todos, exceptuando a Kankuro, recibieron por lo menos alguna aguja. —¿Dónde está su titiritero? —Se preguntó Kankuro en el suelo. Buscaba en todas direcciones sin dar con el titiritero. Sasori bajó del techo de un salto para encararlo. Atacó con su cola con peligrosas estocadas. Kankuro jaló a la Salamandra desplegando su escudo frete a él para detener los ataques del akatsuki. —Siempre es agradable ver a un joven maestro en títeres; cada vez quedamos menos —Comentó Sasori con calma. —No tienes idea —Gruñó Kankuro—. Actualmente soy el mejor maestro en títeres de la aldea. Movió sus dedos haciendo al Cuervo y la Hormiga negra salir a los lados de Sasori y atacar arrojando kunais. Sasori batió su cola para desviarlos todos. El Cuervo se aproximó de nuevo sacando cuchillas de sus palmas intentado apuñalarlo. La cola de Sasori bloqueaba sus ataques uno tras otro, y con un rápido movimiento le partió un brazo al cuervo. Por otro lado, la Hormiga Negra, abrió su torso y arrojó cadenas para atrapar al enemigo. Sasori lo vio venir y arrojó una bomba de humo que lo cubrió todo. —¡Muy tarde! ¡No escaparas de las cadenas de la Hormiga negra! —Sentenció Kankuro confiado. Vio algo entrar en el torso del títere y este se cerró al instante—. ¡Jutsu secreto negro, Doncella de hierro! Los brazos del Cuervo se desarticularon y desplegaron cuchillas que se clavaron en el torso de la Hormiga negra apuñalando lo que estuviera dentro. —No tengo idea quien era ese sujeto, pero perdió a su títere, ahora debo encontrarlo a él —Kankuro bajó la guardia, confiado que lo había neutralizado. Algo surgió de la arena detrás de él, pudo escucharlo. Una poderosa cola de metal se acercó a él, trato de mover a la salamandra para cubrirse, no lo logró a tiempo. La cola lo impactó en el pecho causando una herida profunda en su pectoral derecho, además que la fuerza lo arrojó a varios metros de distancia. —¿Quieres saber quién soy? —Preguntó Sasori atacando con su cola a la Salamandra, golpeando puntos específicos que la desarmaron. —¿Qué? ¿Cómo? —Alegó Kankuro adolorido mientras llevaba su mano a la herida—. Si él está aquí, entonces… —Volvió la mirada a la Hormiga negra abriéndola para ver que había dentro—. ¡No puede ser! Dentro solo había un montón de arena, no solo eso, tenía un par de papeles bombas activos. Los papeles estallaron despedazando los títeres. Ahora Kankuro estaba indefenso y herido. —Yo soy Sasori de la Arena Roja, el mejor maestro en títeres de todos los tiempos. Estos juguetes que usas los hice cuando era un niño. Kankuro logró incorporarse, ahora estaba en indefenso, pero se preguntaba dónde estaban los ninjas que combatían a su lado. Miró sobre los tejados, todos estaban tirados e inertes. –Olvidé mencionarlo: todas mis armas están impregnadas con un veneno de mi invención, es una toxina única en su especie, mata en tres días, pero te hace sufrir como nunca durante ese tiempo. Kankuro comenzó a sentir entumecimiento en su cuerpo, su vista estaba nublada, así que trató de escapar. —N-no me siento bien —balbuceaba—. Lo siento, Gaara, esto queda en tus manos, hermano. Miró hacia el cielo donde estaba Deidara en su ave escapando de los ataques de arena del kazekage. Kankuro no pudo más y sucumbió quedando inconsciente. El marionetista de los akatsukis no le dio importancia a su rival. Le dio la espalda y siguió su camino por las calles de la aldea.
Deidara comenzó un bombardeo indiscriminado que sembró de caos y fuego la aldea. El kazekage se esforzaba en darle alcance cruzando los cielos. Las torres defensivas pronto se unieron a los esfuerzos de su líder bajo el mando de Baki. A la orden del jounin las balistas dispararon de enormes flechas cargadas con papeles bomba. La mayoría fallaban, pero detonaban cerca de Deidara logrando desestabilizar su vuelo y nublar su vista a causa del humo. —Que molestos resultaron ser esos tontos —Decía el akatsuki concentrado en evitar los disparos y los ataques de Gaara—. Me ocuparé de esos impertinentes. Metió sus manos en las bolsas que llevaba a cada lado de su cintura. Se aproximó a las torres a gran velocidad para escapar a los ataques de los artilleros. Arrojó sobre ellos pequeñas esferas de arcilla. Los artilleros guardaron su distancia pues les eran desconocidas esas cosas. Las bolas de arcilla se abrieron tomando forma de arañas. De pronto comenzaron a estallar con estrepito y potencia. Desde la distancia Baki fue testigo de las detonaciones y como las torres caían una tras otra. —¿Qué diablos fue eso? —Alegó sorprendido—. ¡¿Qué alguien me diga que carajos fue eso?! Buscó respuestas en sus camaradas cercanos, pero todos estaba igual de confundidos que él —¡Vuelvan a las armas! ¡Derriben a ese maldito! ¡Quiero que localicen a Temari y a Kankuro, los necesitamos aquí! —Capitán Baki, un equipo de ninjas me informa que la señorita Temari fue encontrada cerca de la muralla, está inconsciente y malherida; la están llevando a la enfermería —Comunicó uno de sus subalternos mediante un comunicador en su oído. —¿Qué? ¿Temari está herida?, ¿es grave? —Discutió sorprendido y preocupado por la que alguna vez fue su alumna—. ¿Qué hay de Kankuro? —No tengo información sobre él, capitán, pero todo su escuadrón está incomunicado —Respondió temeroso el joven shinobi. —Maldita sea. Manda a un equipo de rescate, deben encontrarlo, y si aún puede luchar que venga aquí —Ordenó frustrado mientras volvía la mirada a los cielos. La batalla entre Deidara y Gaara en los cielos se prolongaba. Deidara se elevó tanto como pudo en el cielo, perdiéndose de la vista del kazekage. Gaara miraba expectante, esperando el movimiento del akatsuki. Dos objetos comenzaron a caer a gran velocidad, uno era una esfera bastante grande de arcilla, el otro era el ave con Deidara sobre ella. Gaara arrojó su brazo de arena sobre el ave ignorando la otra esfera que impactó en el suelo. Con su brazo de arena atrapó al ave y a Deidara cubriéndolos. —Se acabó tu juego, ¡Ataúd de Arena! —Apretó su puño y a su vez la arena aplastó a Deidara y al ave. —Cayó en la trampa: atrapó a mi clon de arcilla —Deidara estaba en el suelo, emergiendo sano y salvo de la esfera de arcilla. Tomó un poco más de arcilla creando una gran cantidad de aves pequeñas que volaron raudas hasta Gaara. El pelirrojo pudo verlos llegar, usó su arena para cubrirse rápidamente creando una esfera. Las aves chocaron comenzando a estallar fuera de esa defensa. —Eso no funcionará, cuando Gaara se encierra en esa esfera de arena es inmune a cualquier ataque —Dijo Baki confiado de las habilidades de su discípulo. —¿Eso suena muy retador? —Detrás de Baki se escuchó la voz de Kakuzu. El jounin rápidamente volvió la mirada divisando al ninja zombi junto a su máscara de fuego que estaba a su lado. —Es obvio que Deidara tiene algo en mente; su kazekage solo le está siguiendo el juego —Aseveró Kakuzu. La máscara arrojó una llamarada hacia los que estaban en esa torre. Algunos lograron salvarse del voraz fuego saltando de la torre, entre ellos Baki, otros no tuvieron la suerte de salvarse. Gaara estaba encerrado en su esfera de arena esperando que las aves que envió Deidara se agotaran. Sin embargo, algo comenzó a moverse dentro de la esfera, saliendo de la arena: era una serpiente de arcilla —En el momento que aplastaste a mi clon de arcilla este se fragmento fundiéndose con tu arena —Deidara sonrió victorioso haciendo una posición de manos—. Mi arte es ¡Explosivo! La serpiente de arcilla detonó dentro de la esfera. Frente a los atónitos ojos de todos los ninjas sobrevivientes la arena que protegía a su kazekage se desmoronó y momentos después lo vieron caer al suelo inerte. Un escuadrón de ninjas se apresuró a la ubicación de su kazekage con la intención de rescatarlo. En dicho escuadrón se encontraba una joven chunin de cabellos castaños y ojos negros. Ella era quien más preocupada se notaba, era la joven aprendiz del kazekage. —Oye, Matsuri, no te salgas de la formación, vas demasiado rápido —Llamaba un mimbro de su escuadrón. —¡Pero tenemos que darnos prisa, el Kazekage puede estar herido y necita atención medica! —Razonó sin aminorar su velocidad. —Por eso necesita que lleguemos sanos y salvos; si rompes la formación nos pones en riesgo, esos malditos criminales siguen por allí —Insistió su superior. Al mismo tiempo que los ninjas iban a rescatarlo, los akatsuki también se aproximaban. Pasaron pocos minutos cuando los ninjas llegaron en su rescate. Uno de ellos, que era médico, se acercó para evaluar su condición —Esto no está nada bien. Está inconsciente y tiene varias fracturas; debemos llevarlo a la enfermería lo más pronto posible. —Señor Gaara —Murmuró la joven Matsuri muy preocupada por la condición de su maestro. —D-deben irse… deben irse ahora —Susurró Gaara abriendo un poco sus ojos. —Claro que no, maestro. No vamos a dejarlo, lo llevaremos a la enfermería y estará a salvo —Refutó Matsuri. —Es inútil. Ellos me buscan a mí. Si no me entrego destruirán la aldea —Intentó ponerse de pie, pero sus heridas no lo permitían. —Lord kazekage, sus heridas son serias, necesita atención médica. Déjenos llevarlo a la enfermería. —No irán a ningún lado, ese jinchuriki es nuestro —Se escuchó la voz de Sasori. Una lluvia de agujas se cernió sobre los ninjas obligándolos a retroceder, pero dos de ellos no escaparon al repentino ataque y perecieron casi al instante. Los otros tres se pusieron en guardia. Sobre un tejado frente a ellos estaba Sasori moviendo su cola de forma amenazante. —No se lo van a llevar —Advirtió Matsuri, tratando de ocultar su miedo. Se escuchó un ligero y rápido silbido. un kunai voló de forma fugas por el aire clavándose con fuerza en el corazón de otro de esos ninjas con tanta fuerza que casi lo perforó. —Escuchaste eso, esa linda chica tiene mucho valor, ¿no crees? —Una risa demencial acompañó esas palabras. El ninja medico pudo sentir que algo se pegaba a su espalda. Era una araña de arcilla escaló hasta llegar a su cara y, antes de intentar quitársela, estalló dándole una muerte instantánea y sangrienta. —¿Qué pasó amigo Hidan, otra vez te dejaron sin cabeza? —Deidara se hizo presente sobre el tejado de un edificio. —Matsuri, debes irte ahora —Murmuró Gaara. —No puedo dejarlo aquí, maestro —Respondió, y aunque sus palabras decían una cosa, el temblar de sus piernas y sus manos decía lo contrario. La máscara de fuego de Kakuzu apareció arrojando una poderosa llamarada que calcinaría a la joven chica. Solo se pudo escuchar su grito de terror y su figura fue cubierta por el fuego. —Que se supone que esperan para tomar al jinchuriki —Gruñó Kakuzu de brazos cruzados—. ¿Otra vez sin cabeza Hidan? —Ríanse todo lo que quieran, idiotas; al menos a mí no me pasa nada cuando me cortan la cabeza. —Pues claro que no; no tienes un cerebro útil dentro de esa cabeza —Respondió Sasori a manera de burla logrando hacer reír a los otros dos akatsukis. —¡Púdranse, malnacidos! —Profirió molesto. Pero su atención seria tomada por lo que vería. Antes que la llamarada de la máscara acabara con la joven, Gaara movió su arena, la misma que protegía su cuerpo, para crear una esfera que salvó a la chica. Esa acción le costó bastante de la poca fuerza que le quedaba, desmoronándose poco después del ataque revelando que Matsuri estaba ilesa. —Ya han asesinado muchos ninjas aquí hoy. Dejen que ella se vaya, y me entregaré sin oponer resistencia —Ofreció Gaara a los cuatro akatsukis. —Sí, claro. Igual podemos matarla y luego llevarte con nosotros —Bufó Hidan—. Quiero divertirme un poco con esa muñequita —Se relamió los labios de forma perversa. —Aceptamos —Respondió Sasori, dirigiéndose a Gaara—. Dile a la chica que se largue antes que cambie de opinión. —¡Oye! No dejaré que se vaya, yo la quiero —Refutó Hidan, bastante inconforme. —No tenemos tiempo para tus estupideces degeneradas, Hidan —Encaró el marionetista fulminando con la mirada a su compañero, quien no tuvo más remedio que aceptar. Matsuri miraba a los cuatro criminales con terror. La sola idea de enfrentarse a ellos era una estupidez, pero en el fondo no quería dejar a su maestro. —Matsuri, no te preocupes por mí, yo estaré bien. Vete ahora —Dijo su maestro con una mirada tranquila, casi pacífica. En el fondo Gaara sabía lo que buscaban, pero quería que la chica confiara y se fuera. Ella dudó, pero al final asintió levantándose para escapar tratando de no voltear hacia atrás y arrepentirse de abandonar a su maestro. —Eso fue raro viniendo de ti Sasori, ¿acaso te estas ablandando? —Cuestionó Kakuzu acercándose a Gaara. —Solo quiero largarme de aquí; ya me cansé de perder el tiempo —Fue lo que respondió el marionetista mientras daba la espalda y se alejaba. Kakuzu encaró al kazekage mirándose directamente a los ojos, un momento después le pateó la cara con fuerza para dejarlo inconsciente. Lo levantó del suelo sacándole el aire y se lo montó en el hombro. —Oye, Hidan. Encontré esto mientras caminaba por la aldea —Comentó Deidara con el brazo su compañero, entregándoselo. —Que bien, creí que lo había perdido. Oye, Kakuzu, ¿cuándo me vas a coser? Las cuatro sombras de akatsuki se retiraron de la aldea después de haberla destrozado. Dejaron detrás de ellos edificios destruidos, incendios, muerte y caos en general. La enfermería de la aldea estaba repleta de heridos, muchos de ellos agonizando, y una gran cantidad víctimas del veneno de Sasori. Baki se había llevado golpes y quemaduras, pero nada preocupante. Deambulaba por los pasillos buscando a Kankuro y Temari. Al llegar a un pasillo pudo ver a la rubia siendo llevada en una camilla de forma urgente al quirófano, logró ver como los médicos trataban de contener la sangre que brotaba de su abdomen —Señor Baki, encontramos a Kankuro, está siendo llevado a la de enfermería, parece estar envenenado —Comunicó un asistente. —¿Qué hay de Gaara? —Cuestionó yendo a esa sala para ver a su alumno. —Me temo que no sabemos nada, después de su caída… En ese momento pasaron por un pasillo un tanto oscuro donde oyeron unos sollozos que llamaron su atención. Era Matsuri, la chica estaba gimoteando, sentada en el suelo tratando de calmarse. —¿Matsuri? ¿Qué pasa? —Preguntó Baki acercándose a la chica. —S-señor Baki —Articulo con una voz temblorosa—. E-el maestro Gaara fue secuestrado —Agachaba la mirada para no ver a los ojos al capitán. —¡¿Se lo llevaron?! ¡¿Se llevaron a Gaara?! —Exclamó impactado por lo que la chica dijo—. ¡¿Y tú lo permitiste?! —Lo siento, hice lo que pude, pero eran demasiado fuertes; asesinaron a todo mi escuadrón —Se atemorizó por las duras palabras del su superior, las cuales acrecentaban el sentimiento de culpa en su interior—. Yo no quería escapar, pero el maestro Gaara me pidió que lo hiciera, pero yo no quería, lo juro Rompió en llanto cubriendo su rostro con las manos en un tierno intento de que no la vieran llorar. Baki dejó de lado su enojo por lo ocurrido. La chica no era culpable de lo que pasó, a penas y tuvo suerte de salir con vida. Suspiró y se acercó a ella poniendo su mano en la cabeza de ella suavemente. Ella alzó con cierto temor la mirada. —Yo soy quien lo siente. No es tu culpa, aunque te hubieras quedado defendiéndolo no habrías podido evitar nada y habría una ninja de la arena menos —Dijo con una voz comprensiva—. Debes recobrar tu valor, la aldea está en caos y nos necesita. La medianoche apenas llegaba y la Aldea de la Arena estaba derrotada y con su líder capturado por los akatsukis. En la distancia, a pocos kilómetros, en una zona boscosa, los ninjas de la hoja que acompañaban a la hokage descansaban en una cabaña creada por Yamato. Naruto, con dificultades para conciliar el sueño, se salió unos momentos y se tumbó en la entrada para apreciar el estrellado cielo nocturno. —¿Todo bien, Naruto? —Dijo su compañera de equipo. —Sí, claro —Respondió él con un rostro relajado. —Creí que habías tenido otra pesadilla —Sakura se acercó y se sentó junto a él —Por suerte no, lamento haberlos preocupado —Rio un poco, mientras se alborotaba el cabello—. Quizás solo fueron algo pasajero. —Eso espero. ¿Por qué estás aquí a estas horas? —Solo pensaba. Pensaba en lo rápido que Gaara ha logrado llegar a lo más alto de su aldea. Ya me ha superado en tan solo cuatro años. Me alegro por él, ansió volver a e ver a ese pelirrojo sombrío. —Si, Gaara nos sorprendió a todos cuando se nos anunció que era el nuevo kazekage. —Yo también debo trabajar mucho, Sakura. Algún día llegaré a la cima y seré el hokage. No me detendré hasta lograrlo —Miró al cielo, como si mirara su destino. El rubio jamás cambiaria de parecer, era la misma meta que se impuso de niño, solo que ahora sus palabras ya no sonaban tan infantiles. —Lo has dicho tantas veces que ya me has convencido, Naruto. Estoy segura de que serás un gran hokage —Concordó Sakura. Pasaron unos minutos sin decir nada hasta que Naruto rompió ese silencio con una pregunta un tanto intrigante, pero que era algo que tarde o temprano enfrentarían. —¿Qué tan poderosos crees que sean los akatsukis? —No tengo idea. Pero si son iguales a Itachi Uchiha será difícil acabar con ellos. Ese sujeto es demasiado fuerte, venció a Kakashi la última vez que se enfrentaron. —Si, cuando llegaron por mí. Buscan a los jinchurikis. A los que llevamos dentro a un biju —Llevó su mano a su abdomen donde llevaba ese sello maldito. —Por eso debemos detenerlos, antes que logren lo que desean. Cuando aparezcan acabaremos con ellos, tendrán que entender que la Aldea de la Hoja no se quedará de brazos cruzados cuando amenazan a uno de los nuestros —La chica se mostraba segura de sus palabras, y afirmaba su amenaza chocando los puños. Naruto se sorprendió, claramente hablaba de él al decir: “uno de los nuestros”. Era, quizás, la primera vez que Sakura decía algo así, que, en síntesis, se podría traducir como que lo protegería de ser necesario. —Cielos, Sakura, jamás te había oído hablar tan segura, casi haces que me sonroje —Trató de no mirarla, porque efectivamente, estaba ruborizado. —¿Qué? –preguntó ella sin entender exactamente a que se refería. —No es nada, vayamos dentro, mañana por la mañana habremos llegado —Se acercó y colocó su mano sobre la cabeza de ella suavemente como un gesto de aprecio—. Gracias, Sakura Sakura no comprendió la razón de ese gesto. Solo miró la sonrisa en los labios de su compañero.