Estaremos a salvo dentro de casa, dijeron. Pero, ¿cómo les explico que una naranja me habla? Abro hilo #Cuarentena #ConfinamientoObligatorio #OComoSeLeLlameEsto
La bastarda llegó dentro de mi bolsa de compras del mes, por esos días de Mayo. Sus hermanas, ácidas y de cáscara dura no pasaron de la semana. Las hice jugo. Me quedó una en el olvido en el frutero, entre las bananas que se ponían cada vez más negras con los días.
Soy una estudiante. No tengo nada mejor que hacer que realizar las entregas de los trabajos prácticos y escuchar los profesores. Me desvelo, es cierto. Parte de mi demencia habitual tiene que ver con los trabajos que no llego a mandar. Sueño con eso y ella se aprovechó de ello.
"Estás gorda", sí, esa fue su primera palabra de la maldita. Me tapé las lonjitas y miré hacia todas partes. Lo primero que pensé fue que había dejado la cámara y el micrófono encendidos. No, ¡pero claro que no! "Estás gorda" canturreó de nuevo. Ya para ese entonces tenía un cuchillo en la mano #QueNoEstoyLoca
Seguí la voz e.e. Me llevó directo al frutero donde estaba la naranja y las bananas. Era una locura pero, ¿a caso no se ha vuelto todo una locura? #YaSeVieneLaMejorParte
¡Oh Dios, no! Pensé que estaría conclusa la historia y resulta... ¡que ahora tendré pesadillas con esa naranja loca! O con la loca que escucha naranjas... No sé, pero pinta interesante la historia, tengo ganas de seguirte leyendo Pauli.
"Gorda, estás gorda" decía entre carcajadas. El cuchillo me temblaba entre las manos, pero seguí mi camino hacia el frutero. Con un dedo giré la maldita fruta y ¡ahí estaba! Mirándome con sus ojos siniestros y su boca gruesa #EraDiabólica
Agarré la abominación con una servilleta y la llevé directo al mesón. Le dije: "Te me callas o te hago jugo" y le acerqué el cuchillo lo suficiente para que esta dejara decirme gorda.
Cerró el pico obviamente. Ahora el problema era qué haría con esa cosa, no podía decirle a nadie sin sonar como una loca, y mientras pensaba nos mirábamos tipo:
Pero les juro que es verdad, la naranja de labios gruesos estaba allí mismo mirándome sin decir ni una sola palabra.
Al final, cuando estaba decidida darle el mismo destino que a sus hermanas, alguien tocó la puerta...
La condenada me miró, yo la miré, la puerta volvió a sonar. No tuve opción más que dejar el cuchillo en su lugar y caminar hacia la puerta. Cuando la abrí, se trataba de una anciana con una cara similar a:
"¿Puedo ayudarle, señora?" Le pregunté intentando descubrir cuál de sus ojos realmente me estaba mirando
"¿Por esas casualidades, mi niña, no se ha encontrado con alguna experiencia extraña en estos días?" Atiné a mirar hacia atrás, pero en su lugar respondí: "¿no?"
Lo último que necesitaba era que una señora extraña pensara que estaba loca. Sin embargo, la naranja gritó preguntando: "¡¿Clotilde eres tú?!" La señora prácticamente me empujó y yo quedé tipo, ayúdame, Jebus:
No sólo estaba haciendo algo ilegal, dado a las restricciones por la Pandemia, sino que ahora tenía una naranja que hablaba y una señora que, al igual que yo podía oírla.