Long-fic I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]

Tema en 'FullMetal Alchemist' iniciado por InunoTaisho, 10 Junio 2020.

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  1. Threadmarks: Parte 1
     
    InunoTaisho

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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    11
     
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    I have loved you all along (Roy x Riza)



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    Nota: espero no sea la última que escriba en FMA, prácticamente tuve unos días de gran inspiración después de chutarme el anime antes de la cuarentena (las dos versiones), leer el manga antes de la cuarentena, leer varios fics, ver AMV’s con bellas imágenes tanto de fanarts como las oficiales, en fin. He tratado de mantener una coherencia con mis dos escritos anteriores pero creo que yo misma me metí el pie con las fechas... ☺. En fin… sólo disfruten mis simplezas y sean felices. [Extra, extra, por si lo saben o no estamos celebrando la semana del Royai... ☺♥]





    ******** Parte 1 ********


    Era un lindo día en Ciudad Central, y en una pequeña cafetería alejada del bullicio del centro comercial se hallaba sentada una pareja de lo más peculiar. Se trataba de una viejecita menuda acompañada de su nieta, una señorita que ocultaba su cabello debajo de un sombrero de ala ancha; de hecho se encontraban bajo una sombrilla de las mesas exteriores del jardín disfrutando de unas humeantes tazas de té acompañadas por una bandeja de galletas, teniendo una plática bastante amena como toda abuelita tiene con su nietecita.



    ─… En serio, querida, yo sólo me preocupo un poco por tu bienestar y felicidad, y mira que aún eres joven y bonita ─le dijo la dulce anciana a la muchacha mirándola tiernamente a través de sus gafas de aumento─. Indudablemente que mi viejo amigo se sentirá entusiasmado si aceptas por lo menos una cita para conocerse mejor ─adicionó con complacencia intentando no sonar impositiva y pretenciosa.



    La realidad era muy diferente a lo que se ve a primera vista, pues se trataba nada más y nada menos que del viejo general Grumman, el Führer de Amestris, quien por pura precaución y para evadir las habladurías de la gente tuvo que disfrazarse para poder tener un encuentro con Riza Hawkeye, a la cual recientemente le había revelado su relación de parentesco como abuelo y nieta; de ahí a que tenían que mantener la discreción para no causarle problemas a la joven dadas las estrictas normas militares. Por cierto que ella evitó poner los ojos en blanco antes de responder a la petición a su parecer descabellada, pensando en la razón por la cual había aceptado tener esa charla con su abuelo.



    ─ La verdad le agradezco su preocupación, señor, pero es que realmente no necesito ni tengo ganas de conocer a ese amigo suyo ─respondió calmadamente tras soltar un discreto suspiro de incomodidad, tratando de no sonar grosera.



    Ciertamente se sentía un poco atosigada por la insistencia de su abuelo ya que no era la primera vez que se lo proponía, a razón de su inminente partida hacia el Comando del Este junto con el general Mustang y todo su escuadrón. Vamos, hacía apenas un par de meses que le había contado la verdad de su origen y ahora le estaba buscando marido; y por supuesto que el anciano, por más que fuera su abuelo, no tenía ningún derecho de opinar sobre su situación sentimental o su vida amorosa ya que esos asuntos eran privados.



    ─ Vamos, vamos, puedes llamarme abuelita cuando estemos a solas… por favor ─le pidió el anciano poniendo su mejor gesto dulce y sonrisa sincera haciendo su voz más chillona─. Sabes lo mucho que me gustaría contarles a todos que eres mi nieta perdida por tanto tiempo, pero ambas sabemos que por ahora eso es imposible ─adicionó pausadamente y le tomó una mano con delicadeza, dándole unas afectuosas palmaditas─. Hubiera sido tan feliz el verte crecer a mi lado y convertirte en la hermosa señorita que eres ahora… ─añadió un tanto melancólico.


    ─… Lo siento mucho, abuela, es que todavía no me acostumbro… ─bueno, Riza es en el fondo una mujer bondadosa y sentimental, así que le dedicó al octogenario una sonrisa dulce a modo de compensarle el ser tan correcta en su trato para con él. Sin embargo eso no significaba que le permitiría el tomarse ciertas libertades para con ella como una forma de demostrarle su amor, así que retomó la seriedad de su voz para defender su negativa─. Pero lo que no me parece es que quiera comprometerme en una cita con un perfecto desconocido para mí, sólo por el hecho de tratarse de un viejo amigo suyo ─adicionó.



    Porque si el viejo Grumman pensaba que esa era la mejor forma de compensarle por no estar a su lado, ofreciéndola en matrimonio arreglado con un señor cualquiera, estaba muy equivocado, ya que defendería su libertad de escoger si quería o no casarse. Ante esto el anciano le soltó la mano para ocultar una carcajada de diversión.



    ─ ¿Qué es lo que le parece tan gracioso… abuela? ─le preguntó la rubia, desconcertada por la reacción que no había esperado.


    ─ No es nada para preocuparse, querida, nada de verdad… Es sólo que me alegra mucho y me llena de orgullo el ver que eres una mujer decidida y con agallas que sabe lo que quiere, que no se deja intimidar por nada, y que no espera tener un hombre a su lado para sentirse realizada ─dijo él limpiándose la comisura de los ojos con la punta de la servilleta─. Puede que todas las vivencias que has tenido, como las de la guerra de Ishval, te hayan servido para madurar y trazar tu camino así no fueran muy agradables ─agregó con total amabilidad.


    ─ Por supuesto… por supuesto… ─Riza meditó un poco en esas palabras, y a su mente volvieron varios recuerdos: la muerte de su madre cuando ella tan solo era una niña pequeña, la enfermedad de su padre que lo fue consumiendo poco a poco, y sobre todo el haber conocido a Roy Mustang cuando llegó a su hogar como un adolescente entusiasta y soñador, para ser discípulo de su padre y dominar mejor la alquimia, aunado a los sucesos de la guerra que les hicieron cambiar su forma de ver la vida; toda esa consecución de experiencias la habían llevado a ser lo que es ahora.



    Y, además, muchas cosas que antes no entendía o que había tomado como un golpe de suerte ahora las veía más claras, y es que de alguna u otra forma su abuelo le había estado ayudando en la medida de sus posibilidades actuando de forma discreta para no ser descubierto por la alta cúpula militar de aquella época: como el hecho de haber ingresado en la academia militar sin tanto problema (cuando ella había pensado que la influencia de Roy Mustang era grande, sin embargo le pareció un poco ilógico dado que él no tenía mucho tiempo de graduado); o el hecho de reencontrarse con el Alquimista, recién nombrado Teniente Coronel después de la guerra, para formar parte de su escuadrón en el Este, aunque hubiera sido una petición de él no era seguro el que se lo permitieran por más héroe de guerra que fuera.



    ─ De todos modos, querida, no te pido que conozcas a mi amigo en próximos días ya que también es un hombre ocupado en su trabajo ─Grumman le concedió medio minuto de recuerdos antes de volver a hablar, saboreando unas galletas de la bandeja─. ¡Pero qué delicia! Definitivamente estas son las mejores galletas de Amestris ─exclamó después de beber un sorbo de té, relamiéndose de satisfacción.


    ─ Es un gusto que sean de su agrado, abuela ─observó Riza volviendo a sonreír con discreción soltando un discreto suspiro de conformidad, para posteriormente imitarle tomando su respectiva taza de té, sorbiendo con delicadeza.


    ─ Bueno, querida, como te decía, mi amigo es un hombre muy ocupado, muy ocupado con su profesión; así que no te preocupes pensando en la cita y mejor concéntrate en tu deber siendo el mejor apoyo para el general Mustang ─terminada su infusión, y tras limpiarse con la servilleta, el anciano Führer volvió a su dicho hablándole con total amabilidad.


    ─ Eso haré, abuela… ─respondió la joven y al momento se levantó de su asiento, dedicándole una reverencia al tomar su bolso de mano─. Nuevamente le agradezco la invitación y le ofrezco una disculpa por no poder quedarme más tiempo, pero tengo varios pendientes que arreglar aprovechando mi día libre ─se explicó con total educación.


    ─ Adelante, querida, yo pago… y si me haces el favor llévale estás deliciosas galletas al general Mustang como si fuera un regalo tuyo, así se sentirá más contento al verte mañana ─le dijo el viejo entregándole varias de las galletas envueltas en una servilleta, guiñándole un ojo pícaro.


    ─ Se las daré, no se preocupe… ─ella volvió a ocultar sus ganas de poner los ojos en blanco y, tomando las galletas para depositarlas en su bolso, se encaminó a la salida.



    Ya en la calle se quitó las gafas con las que se había disfrazado, lo mismo que el sombrero, soltando ahora sí el suspiro de pesadez que había estado guardando.



    ─ Mira que ocurrente es… querer buscarme un marido que no necesito porque ya tengo… ─se dijo a sí misma con la voz un poco irritada de la molestia, y su pensamiento le traicionó un momento vislumbrando frente a ella a Roy Mustang con una de sus mejores sonrisas, lo que le hizo sacudir un poco la cabeza para despejarse─. Ay, general, ¿cómo reaccionaría usted si supiera esta verdad? ─se preguntó con leve inquietud.



    Decidida a ya no divagar en esos preocupantes pensamientos encaminó sus pasos a la principal sucursal bancaria de Ciudad Central para realizar el encargo de Mustang sobre su cuenta bancaria, ya que esa era una tarea que no podía confiarle a nadie más que a ella.





    ****** Seis meses después ******



    ─ General Mustang, espero no haya olvidado cuando le comenté lo mucho que me gustaría que se casara con mi nieta ─el Führer abordó a Roy Mustang antes que salieran de la reunión trimestral del alto mando, la cual era programada para analizar todas las situaciones que se presentaban en las diversas regiones del país y así evitar un caos mayúsculo después de todo lo acontecido en el pasado cercano.



    En realidad no tenía mucha queja del trabajo realizado por el Alquimista de las Llamas y su escuadrón en la región Este, específicamente el área de Ishval, pues prácticamente todos los levantamientos en las distintas ciudades del área habían sido contenidos mediante una buena política sin tener que recurrir a la violencia armada. Eso era realmente un mérito digno de alabar y por ello el Führer sentía que podía confiar más abiertamente en el joven hasta el punto de recordar ese detalle.



    ─ Excelencia, me parece que este no es el momento para hablar de un tema tan delicado y personal como el matrimonio de su nieta ─respondió el aludido forzando una sonrisa tonta, pensando en lo ocurrente que se había vuelto el octogenario hombre─. Además, ni siquiera tengo el gusto de conocer a la bella señorita ─adicionó relajando un poco la voz, esperando que eso fuera suficiente para hacer desistir a Grumman de su ofrecimiento.


    ─ Oh, eso no es ningún problema ya que he hablado con ella sobre ti, así que tú sólo dime cuando y agendamos fecha para una cita ─el anciano no pareció preocupado por eso sonriendo grandemente, dándole una palmadita amistosa en el hombro─. Vas a ver que te caerá muy bien porque es muy linda y trabajadora ─agregó con total seguridad, empleando en esta ocasión un tono de voz levemente picaresco.


    ─… Claro, claro, señor, tratándose de su nieta no dudo en que sea linda… ─el pobre Mustang pareció algo contrariado por la insistencia y seguridad de su interlocutor─. Pero, como usted bien sabe, todavía hay asuntos que arreglar en la región del Este que me mantendrán ocupado, así que no creo conveniente agendar una cita para no desilusionarla ─puntualizó, tratando de sonar convincente hasta para sí.


    ─ Descuida, descuida, por eso no hay problema ya que ella tampoco se encuentra en Ciudad Central por motivos de trabajo ─respondió el anciano alegremente minimizando el hecho con un movimiento de la mano─. Como toda una mujer independiente no necesita vivir acá conmigo; de hecho hace mucho tiempo que no vive conmigo ─detalló sin borrar la sonrisa para ocultar un deje de melancolía.


    ─… Bien, siendo así espero que nuestras agendas puedan ajustarse algún día de estos ─observó el joven general recobrando la sonrisa tonta, mostrando así que se quedó sin argumentos para rebatir.


    ─ No hay prisa, termine su trabajo en el Este y ya podemos ir ajustando la fecha ─le despidió Grumman volviendo a palmearle el hombro. Dicho esto último se encaminó a su escritorio para tomar su lugar y así relajarse un poco, lanzándole una última mirada seria─. Bien, general Mustang, no me falle y siga cumpliendo con sus deberes como hasta ahora.


    ─ Como usted ordene, excelencia ─dijo el alquimista estatal cuadrándose con respeto a modo de despedida, para dirigirse presuroso a la salida retirándose por el pasillo.



    Ahora sí que tenía un dilema bien grande y no podía contárselo a su capitán Hawkeye dado que no quería agraviarla con sus indecisiones, y lo único que pudo hacer en el momento fue exhalar un suspiro de frustración intentando comprender el por qué el viejo sacaba a relucir un tema de tantos años atrás. En ese tiempo pensó que se trataba de una de las bromas de Grumman pero, al parecer, en realidad le había hablado en serio.



    ─ Diablos, a estas alturas cualquiera pensaría que ya le habría conseguido un buen marido a la dichosa nieta… ─se dijo a sí mismo soltando el suspiro, rascándose un poco el mentón a modo de representar su meditación─… ¿pues qué se traerá entre manos? ─agregó al final con gesto de rendición.






    Nota: ¿Hasta dónde llegará el viejo Grumman con tal de casar a su nieta? Es obvio que las intenciones de ese señor siempre fueron el que Roy tomara a Riza por esposa y hacerla así primera dama de Amestris a su debido tiempo (en el fondo él conocía de sus sentimientos por alguna razón que nosotros no alcanzamos a comprender del todo); y aquí juego un poco con eso debido a que en la historia original Arakawa no les dio ese final (de hecho no nos dio el gusto de la boda, ¡qué cruel!)

    Naturalmente que la abolición de la ley antifraternización del ejército no es algo que se pudiera arreglar en un día, así que estaré manejando amplios espacios de tiempo entre lo que presente en los siguientes capítulos (tres o cuatro capítulos más cuando mucho, estoy tratando de ordenar mis ideas... pero eso es un decir... ☺☺). Sean felices y sigan divirtiéndose con mis simplezas.
     
    Última edición: 15 Agosto 2020
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    la escritura esta bien detallada, no le vi el defecto, cada palabra que se menciona se entiende con claridad, al describir cierta palabra le da acción , en especial los movimientos y el comportamiento de los personajes.
     
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    InunoTaisho

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    ****** Parte 2 ******




    Un año ha pasado ya desde la partida del escuadrón de Roy Mustang hacia el Este, un año lleno de trabajo ya que no en todos los lugares visitados estaban de acuerdo en aceptar lo que ellos llamaban “La imposición de Ciudad Central” para volver a reconocer a Ishval y su gente como ciudadanos normales de Amestris; pero afortunadamente eran los mínimos y el avance en general había sido bastante productivo ya que, además de contar con el apoyo del capitán Miles de Briggs, un descendiente de ishvalianos bien adaptado a la cultura del país, y de Scar, el guerrero que les había ayudado durante los sucesos del “Día prometido”, tenían entre sus filas diplomáticas a varios refugiados reconocidos que consiguieron escapar de la guerra antes de la masacre. Eso había facilitado mucho la comunicación con los desplazados en las diversas ciudades de la región y áreas cercanas.



    Pero la cuestión importante a tratar ahora no es el hecho de llevar la paz, que en ello estaban trabajando con empeño, sino que a cada determinado tiempo el viejo Grumman les recordaba, tanto a Roy Mustang como a Riza Hawkeye, a cada quien por su lado y sin que ninguno estuviera al tanto de su doble juego, sobre el acto de comprometerse en matrimonio actuando como casamentero desinteresado buscando sólo su felicidad. En la última reunión trimestral en Central el general Mustang había acudido acompañado del capitán Miles por petición del Führer, a solicitud de la general Olivier Armstrong, la mano fuerte en el Norte (lo cual no era raro dado que el hombre era de todas las confianzas de la general por su capacidad de desenvolverse en los más variados ámbitos); sin embargo ello no le aliviaba la carga emocional al pobre alquimista después de soportar un cuarto de hora más en compañía del anciano, jugando ajedrez mientras le escuchaba hablar de lo maravillosa que era su hermosa nieta ─por enésima vez en el año─ y la razón del porqué debían tener una cita para poder comprometerse en lindo matrimonio, lo que le llevó a perder estrepitosamente la partida al desviar su concentración por imaginarse a la dichosa señorita como una versión refinada y femenina de Grumman… una visión realmente poco agraciada de ver.



    ─ No se le ve muy bien, señor ─le dijo Miles tras alcanzarle cuando lo vio salir de la oficina del Führer, haciendo la puntual observación con seriedad y tono respetuoso.


    ─ La verdad es que no me esperaba un encuentro de ajedrez hoy, pero es imposible decirle que no al Führer cuando se empeña en hacer algo ─respondió Mustang un tanto apesadumbrado por su pobre desempeño en el juego, más recobró el porte profesional casi de inmediato─. Tengo que agradecerle por todo su apoyo, capitán… si seguimos trabajando a buen ritmo lo más seguro es que terminemos toda la gestión diplomática en menos de dos años, ya la reconstrucción será más rápido ─añadió en tono más formal ajustándose el sombrero de general─. Ahora me queda más claro por qué la general Armstrong no quería prescindir de sus servicios y compañía ─puntualizó, caminando con paso firme por el pasillo que conducía a la salida.


    ─ Le agradezco la observación, señor, es parte de mi deber para con la general y el país que me ha dado todo ─contestó el aludido, marchando correctamente unos pasos atrás del superior─. Es por el apoyo de la general que he sido capaz de alcanzar mis metas y ayudar a mi pueblo ─recalcó con leve orgullo ishvaliano.


    ─ Por eso siempre he dicho que la general Armstrong es una gran mujer ─comentó el alquimista ocultando una risita burlona.


    ─ Sí que lo es ─acotó Miles sin darse por enterado.



    En el fondo Roy Mustang conocía de las intenciones de la general Olivier Armstrong sobre la obtención del puesto de Führer de Amestris en un futuro, y por ello es que se había puesto bastante renuente para cederle por un tiempo a su mejor hombre y mano derecha en Briggs ya que, de esa forma, él obtendría un mayor puntaje de aprobación en el ejército y con ello subiría a un rango superior por encima de ella y sus años de servicio; sin dejar de lado que la ciudadanía también podría apoyar su promoción a Jefe de Estado y Gobierno por ser un hombre más que conocido tras los acontecimientos del “Día prometido”.



    Por su parte el capitán Miles, aunque no estaba completamente enterado de los motivos de su jefa para odiar al alquimista, sabía lo suficiente para entender la hipócrita forma de actuar de ambos; el simple hecho de que el general no hubiera sido recíproco en cuanto a lo que los alquimistas llaman “Intercambio equivalente”, entregando en préstamo temporal al subteniente Vato Falman para que fuera el encargado de apoyar a la general durante su ausencia en lugar de enviar a la capitán Riza Hawkeye, quien todos decían era el mejor elemento del escuadrón Mustang, so pretexto de que el hombre en cuestión ya había estado en el Norte antes de los sucesos del “Día Prometido” y por lo cual conocía lo suficiente de Briggs que no necesitaba ser nuevamente entrenado. Era por ello que, a petición de su general, estaba muy al pendiente de los movimientos de Roy Mustang intentando atraparlo en algo comprometedor que pudiera usarse en su contra pero, hasta el momento, no tenía realmente nada sobre lo cual acusarle ya que realmente era bastante cuidadoso, analítico y detallista en su trabajo como líder del Comando del Este; además, que él supiera, no podían denunciarle por darse sus aires de galán con las damas de la zona porque para ello la capitán Hawkeye era experta en ponerlo en su lugar cuando la ocasión lo ameritaba.



    ─ Bien, capitán, a petición expresa y con toda amabilidad de la general, le concedo la noche libre para que pueda visitarla en su mansión ─las palabras de Roy Mustang trajeron al hombre nuevamente a la realidad, sacándolo de sus pensamientos─. Me pidió que la disculpara de antemano por no habérselo solicitado personalmente, usted sabe, ante todo el protocolo… ─agregó en tono amable deteniéndose cerca de la salida.


    ─… esto es… no sé qué decir… ─dijo el pobre capitán intentando no enrojecer puesto que no se esperaba una invitación de esa naturaleza.


    ─ Vamos, creo que la general tiene muchas cosas que hablar con usted, así que tómele la palabra porque no cualquiera es digno de recibir una invitación de su parte para conocer su hermosa mansión… mire que en todos estos años yo ni siquiera la conozco bien por fuera ─el alquimista miró al hombre dedicándole una breve sonrisa de confianza─. Aunque estoy convencido que la ha de tener al tanto de nuestro accionar en el Este, lo más seguro es que quiera escucharlo personalmente de su boca ─añadió un poco suspicaz.


    ─… amm, yo sólo estoy llevando una bitácora para anotar lo relevante, señor ─admitió el de piel oscura, un poco cohibido por verse descubierto.


    ─ Descuide, capitán, ya que nunca dejaré de agradecer todo el apoyo que hemos recibido de la general y sus hombres por más que ella deseé verme muerto ─respondió el de cabello negro soltando una pequeña risita de diversión─. Sigua cumpliendo con su papel que lo conveniente para todos es recobrar la armonía de Amestris ─puntualizó con total amabilidad.



    Justo entonces fueron alcanzados por el teniente coronel Alexander Louis Armstrong, el hermano menor de la general, quien les saludó educadamente dedicándoles la cortesía marcial.



    ─ General Mustang… capitán Miles… estoy aquí para cumplir el encargo que me hizo la general Armstrong ─dijo muy formalmente anunciando sus intenciones.


    ─ Por supuesto, teniente coronel, el capitán Miles ya se encuentra disponible ─respondió Roy con total complacencia y se volvió a su eventual subordinado─. Bien, capitán, como puede ver el teniente coronel Armstrong será el encargado de conducirle a la mansión familiar, así que relájese, disfrute la cena y nos vemos mañana a primera hora para abordar el tren con rumbo al Este ─añadió para despedirse, encaminándose al estacionamiento principal de Central.


    ─ ¡Qué tenga buena noche, general! ─le dijeron al unísono bien cuadrados en pose de firmes.



    Sin demorarse un segundo continuaron su rumbo hacia la salida, caminando con ligereza por el pasillo central. Bruscamente Armstrong le soltó una pregunta a Miles mientras le miraba con interés.



    ─ ¿Y cuáles son sus intenciones para con mi hermana, capitán Miles?


    ─… eee… ─el pobre tragó un poco de saliva sintiéndose intimidado por tan enorme sujeto, aunque en realidad no era tan aterrador como su general cuando estaba enfadada─… no es nada de lo que pueda usted pensar, teniente coronel. Yo sólo soy un humilde capitán al servicio de la general y de Amestris, además tengo una linda esposa esperándome en la Ciudad del Norte ─detalló a modo de explicación para aclarar que nunca, nunca, nunca, se atrevería a ver a su general de forma inapropiada, y menos faltarle el respeto a su mujer.


    ─… Mmm… es una lástima que Olivier sea tan estricta consigo misma, ya que usted me parecía un buen partido para sacarla de su soltería aunque sea muy joven para ella ─suspiró el aludido poniendo una momentánea mueca de pesadez ante el infortunio de la vida de su hermana mayor.


    ─ Gracias por su observación, teniente coronel, pero yo considero que la general ha actuado adecuadamente al dedicar su vida por nuestro país ─dijo Miles recobrando la seriedad y el porte.



    Un poco más tarde esa noche, Riza recibió una llamada de su abuelo cuando se disponía a tomar un largo baño tras darle su cena a Black Hayate.



    ─ Disculpa hablarte a esta hora, querida, sólo quería saber cómo te la estás pasando sin el general Mustang gimoteando a tu alrededor como niño regañado ─le dijo el anciano en tono alegre después de intercambiar los saludos.


    ─ No tengo queja ya que es un poco liberador no estar arreándole para trabajar en el papeleo diario ─reconoció la rubia con seriedad si bien en su rostro se dibujó una diminuta sonrisa─. Pero ciertamente me preocupa el que haya tenido que ver a la general Armstrong llevando al capitán Miles… aunque supongo que todo estuvo bien por allá porque, si no fuera así, ya me habría hablado quejándose de ella y su mala voluntad ─agregó a continuación aunque supo disimular una minúscula exhalación de desilusión porque Roy Mustang no le había llamado en todo el día. Era probable que su general había terminado en el bar de Madame para coquetear con alguna de las chicas y liberar la tensión provocada por su encuentro con la general Armstrong… sí, seguramente eso es lo que había pasado.


    ─ Tú relájate, querida, que el general Mustang y la general Armstrong no van a matarse todavía hasta que verdaderamente puedan pelear por mi puesto ─el octogenario hombre soltó una breve carcajada de diversión recordando algunos hilarantes momentos de la reunión, donde Olivier Armstrong y Roy Mustang fueron los principales debatientes─. En realidad te llamé para hacerte extensivos los saludos de mi viejo amigo, el cual espera liberarse en poco tiempo de la carga de trabajo para poder conocerte en persona a través de una cita ─agregó en tono complaciente y paternal.



    “Ahí vamos otra vez” pensó Riza haciendo una leve mueca de contrariedad, y sin variar el tono de voz seria pero amable, conteniendo las ganas de colgarle por impertinente, le respondió:



    ─ Abuelo, ya le dije que no estoy interesada en una cita a ciegas.


    ─ Vamos, querida, vamos, por lo menos podrías darle una oportunidad, eso es todo lo que te pido ─dijo Grumman, empleando en esta ocasión un tono de disculpa.


    ─… mmm… ─la joven únicamente soltó un sonido ahogado como si estuviera dudando de sus palabras.


    ─ Es en serio, Riza querida, si él no fuera un amigo de confianza créeme que jamás te pediría algo así; yo sólo quiero lo mejor para ti y nunca te obligaría a nada que no desees hacer ─adicionó el viejecito.



    Si lo pensaba detenidamente en realidad su abuelo no parecía querer forzarla a nada, entendiendo que su relación familiar aún no era del todo sólida como para pretender ordenarle la vida; sólo que tampoco podía negar que parecía algo insistente con el tema de la cita y un futuro matrimonio arreglado, mencionándolo cada que se daba la oportunidad de tener un contacto discreto.



    ─… Todavía tengo mucho trabajo acá en el Este, abuelo, y no puedo darle una respuesta afirmativa para concretar una cita con tu amigo ─dijo la chica en un tono más amable haciendo un mohín de resignación.


    ─ Te entiendo, querida, y no hay problema ya que mi amigo también lo entiende, y por eso es que le agrada la idea de conocerte en un futuro. Pero debes comprender a tu viejo abuelo ya que nada me daría más gusto que verte formar tu propia familia y así tener bisnietitos para consentir ─se explicó el anciano con calma, empleando nuevamente ese tono paternal de cariño como sólo los abuelos pueden hablarle a sus nietos.


    ─ No tiene que preocuparse por eso, abuelo, puesto que tengo una misión que cumplir con el ejército y, hasta que no consiga mi objetivo, no voy a desviarme de mi camino ─detalló la rubia con la voz más seria, para darle a entender que ella tenía cosas más importantes en mente antes de pensar en matrimonio.


    ─ Lo cual me parece loable, querida, y me llena de orgullo por ti ─le dijo Grumman sin cambiar el tono paternal de cariño, pero dándole a entender que tomaba sus prioridades en cuenta─. Y por ello debes continuar realizando tu trabajo al lado del general Mustang ya que sólo ustedes, que vivieron en carne propia los horrores de la guerra y conocieron de primera mano la corrupción en el ejército, son los indicados para levantar nuestra nación y llevarla a mejores glorias ─adicionó un poco más formal y marcial, como si estuviera dando uno de sus motivadores discursos en una plaza pública.


    ─ Cuente con nosotros, señor ─le respondió Riza con igual formalidad.


    ─ Bueno, bueno, no te quito más tiempo ya que mañana volverás a tener al perezoso de Mustang en la oficina, así que lo pones a trabajar como sólo tú sabes hacerlo o yo personalmente tendré que ir a castigarle ─dicho lo anterior el anciano volvió a relajar el tono expresándose de una manera más familiar, soltando una carcajada ya que para nadie en el Este era novedad que quien imponía la disciplina sobre el mismísimo general Mustang, el gran Alquimista de las Llamas y héroe de guerra sin tacha, era la capitán Hawkeye, lanzándole una sola mirada de advertencia cuando lo encontraba holgazaneando.


    ─ Y vaya que se acumuló algo de trabajo en estos dos días ─afirmó la joven recobrando también el tono amable y cortés, si bien disimuló un nuevo suspiro al pensar en su general y la cara que seguramente pondría al observar todo el papeleo sobre el escritorio. Indudablemente se dejaría caer abatido sobre el mueble haciéndose el muerto en vida para no trabajar.


    ─ Pues diviértanse mucho… ─volvió a reír su abuelo muy despacio─. Te hablaré en otra ocasión, querida, que tengas dulces sueños ─despidiéndose de ella muy cariñosamente.


    ─ Usted también descanse, abuelo ─la muchacha correspondió a la deferencia y colgó.



    Unos minutos más tarde tomaba el refrescante y merecido baño, meditando un poco en los dichos de su abuelo mientras su cuerpo se encontraba sumergido en el agua dentro de la tina.



    ─ De verdad mi abuelo está un poco loco… ─exhaló con leve pesadez después de imaginar al dichoso amigo de su abuelo como un viejecito de edad similar, con gesto amable y porte de gentilhombre. Claro que, por más que se tratara de un simpático ancianito, no dejaba de ser un hombre demasiado mayor de edad y ese no era el tipo de caballero romántico con el que soñó algún día de su niñez.



    Antes de siquiera poder ponerse el pijama en su recámara el teléfono volvió a sonar otra vez, haciéndole soltar un quejido de rendición. Sin más fue a contestar el aparato solo envuelta en su toalla.



    ─ ¿Diga? ─preguntó amablemente evitando bostezar.


    ─ Disculpe que le hable tan tarde, capitán… espero no ser inoportuno ─dijo una voz masculina del otro lado de la línea, empleando un tono de timidez.


    ─ ¿General? ─Riza reacomodó la toalla que cubría su femenina anatomía como si Roy estuviera ahí enfrente de ella, ocultando perfectamente el asombro en su voz; aun así no pudo evitar soltar una breve inspiración de conformidad por escucharle─. No me diga que tomó demasiadas copas con Madame después de haber discutido con la general Armstrong ─le regañó brevemente.


    ─ Vamos, capitán, usted sabe que mañana a primera hora el capitán Miles y yo tenemos que regresar al Este ─expresó el alquimista soltando una risita apenada y un hipido─. De manera que Madame misma me corrió temprano del bar y sólo me dejo tomar una copa ─añadió algo frustrado.


    ─ Me da pena por usted, señor ─observó la joven algo más alegre─. Entonces imagino que el motivo de su llamada a esta hora es para quejarse por la mala voluntad que le tiene la general Armstrong ─agregó retomando la seriedad.


    ─ La general Armstrong tiene un problema de personalidad, es en serio ─respondió el joven volviendo a reír un poco por lo bajo, soltando otro hipido─. Si vieras como me reclamó, por enésima ocasión en lo que va del año, que en vez de enviarte a Briggs como un intercambio equivalente por el capitán Miles le enviamos al subteniente Falman; claro que tuve que refrescarle la memoria recordándole lo mucho que Falman trabajó cuando estuvo por primera vez allá en Briggs ─le explicó con calma en tanto jugueteaba con el cordón del teléfono hablándole con más familiaridad, esa familiaridad que había entre ellos cuando charlaban a solas.


    ─ Supongo que no le agrado para nada el que la pusieras en su lugar ─Riza volvió a sonreír imaginándose el gesto levemente ofendido que tendría Roy cuando le respondió a la general Armstrong por esa afrenta, olvidándose de ajustar la toalla que se le había aflojado un poco.


    ─ Lo que creo es que la general está necesitada de una amiga con la cual platicar, ya que la pobre tiene que lidiar con todos esos hombres rudos de Briggs ─detalló el moreno, aguantando las ganas de burlarse más abiertamente de su rival por el puesto de Führer─; y si tú estuvieras con ella podrían hablar de tantas cosas que sólo las mujeres conocen… seguramente serían muy buenas amigas ─adicionó en tono jovial.


    ─ Ya lo creo… sería tan entretenido escucharla hablar pestes de ti y que me pidiera una opinión para saber si de verdad eres un pervertido como todo el mundo dice ─admitió la rubia soltando una risita de diversión.



    Ciertamente la general Armstrong le había preguntado en una ocasión sobre todos los rumores que corrían en Central y el Este acerca de la personalidad frívola del general Mustang, a lo que ella, muy profesionalmente y de forma educada, le respondió que esas eran cosas personales que no le incumbían en absoluto. Obviamente que el aludido no se había enterado de eso ─y posiblemente jamás se enteraría─, o muy probablemente se pavonearía más descaradamente delante de la general con el único propósito de molestarla para hacerla rabiar.



    ─ ¡Ouch!, ese fue un golpe muy bajo, mi capitán ─observó el alquimista haciendo un puchero, hablando en tono levemente ofendido, y después añadió con curiosidad─. ¿En verdad crees que soy un pervertido como todo mundo dice?


    ─ ¿Quieres la verdad con todas sus letras o seguimos siendo buenos compañeros? ─respondió ella alegremente conociendo la respuesta, vislumbrando el simpático mohín de enfado en su rostro.


    ─ Está bien, vamos a dejarlo así ─suspiró Roy con conformidad dándose por vencido, ya que realmente no le gustaría escucharla nunca llamándole pervertido mientras le miraba con reproche.



    Por unos segundos no se dijeron nada más, como si estuvieran buscando las palabras adecuadas para continuar platicando a pesar de que era cerca de la medianoche. Riza decidió hablar primero soltando un pequeño bostezo para indicar que ya era tarde.



    ─ Es mejor que descanses, que obviamente el capitán Miles pasará a recogerte temprano.


    ─ Si, tienes razón… ─admitió Roy recobrándose, bostezando también─. Ah, pero antes déjame contarte algo más… tal vez te parezca un poco tonto pero de verdad necesito contártelo ahora pues ya mañana será muy tarde ─añadió como si se despabilará de su sueño.


    ─ Claro, soy toda oídos ─indicó la muchacha con leve curiosidad. Si él decía que era importante es porque de verdad él lo consideraba importante, así que le daría un poco más de tiempo para desahogarse.


    ─ Verás, en el bar de Madame escuché una canción que no recuerdo haber escuchado antes, así que me gustaría cantarte un fragmento para ver si tú la conoces, ¿qué dices, me escucharás? ─le interrogó en tono curioso.


    ─ ¿En serio sólo te tomaste una copa con Madame? ─le cuestionó la joven con algo de suspicacia. Sabía que su general era un hombre de gustos algo cursis para su edad, pero nunca se había animado a cantar una canción, y menos a dedicarle una a ella por más borracho que estuviera.


    ─ Solo una, tienes mi palabra de honor… ─aseguró el moreno en tono sincero si bien volvió a soltar un pequeño hipido por lo bajo─. Entonces, ¿me permites cantarte la canción? ─agregó a continuación en voz más baja y apocada.


    ─ Adelante, sólo afina bien la voz para no romperme el tímpano con tus alaridos ─respondió ella soltando una nueva y pequeña carcajada burlona al tiempo que apartaba un poco la bocina de su oreja.


    ─ Muy graciosa… ─le replicó Roy evitando reírse también y, tras carraspear levemente para afinar tarareó las notas de una poco conocida canción de amor─ “… De rodillas voy a pedirte una última oportunidad para un último baile; porque a tu lado me mantengo de pie, cruzando todo el infierno para poder tomar tu mano. Yo daría todo, cualquier cosa por nosotros; y no me rendiré porque tú sabes, lo sabes, lo sabes…” ─y súbitamente se silenció como si estuviera a punto de decir algo indebido.


    ─… ¿General?... ¿le pasa algo? ─le preguntó Riza, un poco conmocionada por esas palabras. Si había escuchado bien eso le sonó como una declaración o algo similar.


    ─… la verdad es que ya no recuerdo cómo termina ese párrafo, lo siento ─respondió el alquimista disimulando su nerviosismo tras una risita tonta y un nuevo y oportuno hipido─. Creo que justo en ese momento Madame me dijo adiós llevándome afuera de una oreja, y ni siquiera pude terminar la copa ─admitió avergonzado.


    ─… Mmm… ya veo… entonces hágame caso por favor y váyase ya a dormir ─agregó ella tras soltar un suspiro de alivio y conformidad, poniéndose nuevamente seria y reconviniéndole en son de mando─. Tiene suerte que yo no soy Madame para jalarle de la oreja por indisciplinado.


    ─ Si, capitán, como usted ordene ─dijo el hombre en tono obediente─. Nuevamente discúlpeme por molestarla tan tarde con mis tonterías, que pase una buena noche y nos vemos mañana en la tarde ─añadió algo avergonzado.


    ─ Igualmente, general, nos vemos mañana ─dijo la rubia y colgó prontamente para no permitirle ni una palabra más.



    Por unos segundos se quedó mirando el aparato hasta que unas lágrimas rodaron por sus mejillas. Eran lágrimas mezcladas de alegría y tristeza ante los sentimientos que brotaban de su pecho.



    ─ ¿Por qué es usted así conmigo, general? ─se preguntó al tiempo que se secaba las lágrimas con el borde de la toalla, intentando no llorar más mientras una sonrisa amplia se dibujaba en su rostro─. Pero yo sí que soy tonta pues probablemente sólo quiso presumirme que sabe cantar para hacerme reír ─agregó volviendo a exhalar de resignación. Prontamente se acomodó la toalla encaminándose a su habitación para poder descansar y soñar con tiempos mejores.



    Del otro lado de la línea, Roy Mustang contemplaba la bocina en su mano como si estuviera mirando a Riza frente a él.



    ─… “Que te he amado, te he amado desde hace mucho tiempo y deseo estar contigo…” ─suspiró levemente enamorado antes de colgar también─. Ay, Riza, ahora has de pensar que estoy demente y encima borracho… de verdad lamento tanto el tener que ocultarte todo lo que siento desde hace años ya que no quiero afectar tu carrera porque te necesito a mi lado para alcanzar la cima; y sin ti y el apoyo de los demás no será lo mismo llegar a ser Führer algún día ─agregó en tono grave, levantándose de su asiento para seguir las sugerencias e ir a descansar.



    La tarde del siguiente día, cuando Roy Mustang y el capitán Miles se presentaron en la oficina tras llegar de su viaje, Riza tuvo que llamarle duramente la atención por haber olvidado algunos pendientes antes de irse, a lo que el alquimista sólo supo responder como mejor sabía hacerlo, o sea dejarse caer en el escritorio mientras lágrimas de angustia por el trabajo acumulado surcaban su rostro. De la conversación nocturna fue mejor no acordarse para no hacer variar su rutina ni pensar en cosas que jamás sucederían.







    Nota: tal vez no soy muy descriptiva en escenarios y lugares ya que considero que lo más importante de la trama que presento son las interacciones de los personajes, además de que no hay mucho que contar sobre el departamento de soltera de una chica o la sala de estar de la casita de un hombre soltero. Si me pongo a describir lugares se puede ir de largo y no pretendo hacerlo tan cansado.

    Lo importante es cómo van avanzando nuestros personajes al clímax… ¿en algún momento sabrán Roy y Riza sobre el juego de Grumman con ellos? ¿Cómo reaccionarán? ¿Se darán una oportunidad? Lo iremos descubriendo en los siguientes capítulos. Sólo sonrían y sean felices.


    Extra: me emocioné un poco con la semana Royai así que vine a dejar este avance, para lo demás me tomaré un tiempito más para pulir los detalles, así que mientras disfrútenlo.

    Ah, y el verso de la canción es de "Far away", una rola del grupo canadiense Nickelback, obviamente que en inglés suena armoniosa:

    ♪ On my knees I'll ask, "Last chance for one last dance?"
    'Cause with you, I'd withstand
    All of hell to hold your hand
    I'd give it all I'd give for us
    Give anything, but I won't give up
    'Cause you know you know, you know...
    That I love you, I have loved you all along and I miss you... ♪

    Jugué un poco con la traducción para que se viera más rítmica.
     
    Última edición: 29 Junio 2020
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    Escritora
    Título:
    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    4379
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    ****** Parte 3 ******


    Un nuevo año ha pasado, dos años desde que iniciaron las negociaciones en el Este, y todo marchaba bastante bien con la reconstrucción e integración de Isvhal a ser nuevamente parte de la nación de Amestris. Por ello el Führer Grumman sintió que era un importante momento para tener toda una semana de celebración conmemorando los sucesos del “Día Prometido” que permitieron el inicio de un nuevo rumbo para el país, primeramente con solemnes ceremonias en honor a los caídos en el golpe de Estado y después fiestas alegres en todos los rincones del territorio por los avances obtenidos en pro del futuro de la patria. Para ello nada mejor que una reunión extraordinaria con los altos mandos, con un mes de anticipación a los eventos planeados, y así poder comunicarles la decisión de llevarlos a cabo. Y claro que nadie pudo ni se opondría ante sus convincentes planteamientos, ni siquiera la estricta general Armstrong.



    Pero la reunión también fue aprovechada para tratar otro asunto de gran trascendencia, algo que debía cambiar muchas de las imperativas y poco populares normas del ejército con la convicción de irse abriendo hacia la democracia para dejar de ser un Estado militar y absoluto.



    ─… y nuestro siguiente asunto a tocar es este ─les dijo alcanzándoles a cada uno de ellos una especie de librito con un llamativo título─. Si me hacen el favor me gustaría que lo analizaran, pues personalmente creo ha llegado el momento de eliminar o modificar la Ley de antifraternización para una mejor comunicación entre todos nosotros ─puntualizó a modo de explicar su punto de vista.


    ─ Pues yo lo considero como algo innecesario, excelencia ─comentó la general Armstrong tras darle una hojeada rápida, mirándole muy seria─. La Ley de antifraternización nos ha permitido mantener bien definidos los límites entre los rangos ─detalló con firmeza.


    ─ Y eso no tiene necesariamente porque cambiar, general Armstrong, ya que solamente se daría un poco más de apertura a las relaciones de otro nivel ─dijo Grumman sin modificar también el tono formal─. Por ejemplo, me encantaría tanto invitarle a cenar uno de estos días ya que usted sigue siendo una dama muy bella a pesar de haber pasado la edad ideal para casarse y tener familia ─añadió un poco más amable y picaresco, dedicándole una sonrisita traviesa al tiempo que le guiñaba un ojo.


    ─… ─Olivier Armstrong se quedó sin palabras ante semejante y descarada petición, con un tic en la ceja que representaba su estupefacción.



    Los demás generales parecían sorprendidos ante el valiente atrevimiento del Führer para con la general de hielo, y Roy Mustang tuvo que taparse discretamente la boca para no soltar una risotada burlona ante el gesto de la rubia mujer. Con todo y sus arrebatos no cabía duda de que el viejo Grumman seguía siendo un zorro marrullero como los del desierto.



    ─ ¿Está usted consciente de lo que me está pidiendo… excelencia? ─respondió la general tras recuperarse fulminando al anciano con la mirada. Sin lugar a dudas, si pudiera hacerlo lo mataría por insolente.


    ─ Por supuesto que sé lo que hago, mi estimada general, y espero de verdad pueda darse el día en el que acepte mi invitación antes de que me muera ─le dijo el anciano sin modificar el tono picaresco y alegre, apoyado tranquilamente en el respaldo de su asiento. Después su gesto recuperó la seriedad profesional al agregar─. Por eso, caballeros, nuevamente les pido analizar las modificaciones que podrían hacerse a la Ley de antifraternización; estoy abierto a escuchar sus sugerencias para mejorar la redacción del escrito.


    ─ Por mi parte considero que lo más razonable sería consultar al personal de todos los niveles, excelencia ─intervino Roy tras carraspear brevemente para obtener la atención, evitando mirar directamente a Olivier Armstrong─. Si sienten que tomamos en cuenta su opinión, como lo es en una democracia, lo más seguro es que acepten las modificaciones que se pretendan realizar ─explicó, procurando no sonar como un sabihondo pretencioso.


    ─ Esa me parece una buena estrategia, general Mustang ─asintió el Führer con gesto de aprobación─. ¿Podría contar con usted para elaborar una encuesta? ─le preguntó.


    ─ Como usted guste, excelencia… aunque considero necesario escuchar la opinión de los demás presentes para ponernos de acuerdo en los detalles ─respondió el alquimista con total seguridad, mirando a los otros generales para invitarles a hablar.



    Al cabo de una hora más o menos, terminada la reunión, Grumman le detuvo otra vez antes de permitirle abandonar la sala de juntas.



    ─ Espere un momento, general Mustang, que necesito hablar con usted sobre algunos pormenores en lo que concierne a las negociaciones con el país de Xing ─le dijo, indicándole a los demás, con un leve gesto de cabeza, que podían retirarse.



    Todos le miraron con leve disgusto y se dispusieron a abandonar la estancia, ya que uno de los mayores secretos a voces entre los diversos comandos del ejército era que el viejo Grumman tenía un grado de favoritismo por el arribista de Mustang y nada parecía indicar que fuera mentira. Y Roy se guardó un suspiro de pesadez imaginando la verdadera razón de eso: seguramente el viejo quería aprovechar esa semana de fiesta para poder concretarle una cita con la desconocida nieta para él, y no había manera de excusarse dado que tenía que estar presente al ser parte de los altos mandos como líder del Comando del Este.



    ─… y por cierto, general, ¿no le parece una maravillosa coincidencia para tener al fin una cita con mi nieta que el aprovechar las fiestas por “La semana de Amestris”? Sería una cita bien empleada ─y ahí estaba la pregunta que el pobre alquimista había estado temiendo los últimos quince minutos a solas con el Führer, el cual parecía bastante contento al soltar una risita alegre.


    ─… Por supuesto que sí, excelencia, nada mejor que eso… ─declaró el joven moreno con una mal disimulada mueca boba de resignación, pensando en qué otra cosa podía hacer sino en cumplirle el capricho al viejo.


    ─ Sin embargo eso no se va a poder… ─añadió el anciano recomponiendo la seriedad en el rostro, lanzándole una discreta mirada escrutadora─. Francamente a mi nieta no le gustan este tipo de celebraciones populares por el exceso de ruido en todos lados, así que se excusó conmigo mandándole sus sinceras disculpas por no poder acompañarlo ─se explicó calmadamente sin dejar de observarle con atención.


    ─… aaa… ─por un momento Roy Mustang pareció azorado sin entender lo expresado por Grumman, o sea, ¿la desconocida nieta lo estaba rechazando cuando antes parecía entusiasmada por conocerle? ¿Pues qué significaba eso?─… perdone usted, excelencia, pero no creo haber entendido del todo lo que acaba de decirme ─se excusó tras parpadear confundido.


    ─ Mi nieta ha decidido pasar las celebraciones por alto pues no le gusta el bullicio, y menos el llamar la atención ahora ya que prácticamente nadie la conoce como mi nieta ─le repitió el octogenario hombre con total tranquilidad luego de carraspear un poco para disimular una risotada burlona─. Así que tiene usted la libertad de invitar a cualquier damita para acompañarle, como por ejemplo la capitán Hawkeye ─añadió en tono levemente burlón dedicándole una sonrisita cómplice─; o, si tiene suerte, tal vez la general Armstrong acepte salir con usted antes que conmigo ─agregó más socarrón, soltando esta vez una gran carcajada alegre.


    ─… sí, claro, tal vez la general Armstrong podría ser una buena opción, pero no para mí ─dijo Roy riendo igual de alegre, aunque un poco avergonzado porque el viejo Grumman le hiciera la sugerencia que ya tenía en mente desde el principio.


    ─ Bueno, general, ya no lo detengo más para que vaya pensando en su dama elegida para la fiesta y en la manera de realizar la encuesta… aquí nos vemos el siguiente mes ─para despedirse el anciano culminó su disertación recalcándole su deber, invitándole a retirarse de forma amable.


    ─ Como usted ordene, excelencia ─respondió el alquimista y, tras dedicarle el saludo marcial de despedida, salió de la oficina.



    Afuera, apoyada en una pared cerca de una ventana, Riza le esperaba, y le saludó en pose de firmes en cuanto le vio venir.



    ─ ¿Otra vez discutió con la general Armstrong, señor? ─le preguntó en tono educado acercándose a él.


    ─ Gracias por su paciencia, capitán… en realidad tuve que ignorar un poco a la general Armstrong pues los temas de la reunión fueron bastante interesantes ─le dijo el alquimista sin detenerse, para darle a entender que debían irse pronto. Así que ella le siguió guardando la distancia correspondiente a su rango para evitar las habladurías de los demás, porque indudablemente se cruzaron con varias personas en su camino hacia el acceso principal dado que todavía estaban en horario laboral─. Tenemos mucho trabajo que hacer ya que me he comprometido con el Führer con lo de la abolición de la Ley de antifraternización, para realizar una encuesta general aplicable en todas las sedes ─añadió profesionalmente dándose sus aires de importancia.


    ─ Es un gusto ver que le ha tomado amor a las tareas burocráticas, señor ─observó la joven agudamente, guardándose el suspiro de resignación por lo que se venía a continuación. Y es que, para variar, Roy dio un cómico traspié dado que no se había puesto a pensar en lo que implicaba el compromiso.


    ─ ¡Qué fastidio! ─exclamó en tanto en su rostro se dibujaba el habitual gesto de puchero cuando se le acumulaba papeleo, volviéndose un momento para verla─. Bien, capitán, necesitaré de toda su ayuda para sacar esto adelante antes de un mes ─le dijo con algo de severidad como si ella fuera la responsable de sus penas.


    ─ Pierda cuidado, señor, que eso es parte de mi obligación para con usted ─dijo la rubia sin modificar el tono respetuoso en la voz, dedicándole una vez más el saludo marcial como gesto de obediencia incondicional.


    ─ Entonces ya no hay problema ─el alquimista suspiró aliviado y retomó su andar con rumbo a la salida.



    Anduvieron el último trecho en silencio despidiéndose correctamente de acuerdo al protocolo, y así salieron al patio tomando el sendero que conducía hacia la avenida principal de Ciudad Central.



    ─ Tenemos dos horas para tomar el tren de la tarde con rumbo al Este así que te invito a comer, ¿qué dices? ─le preguntó Roy a Riza empleando en esta ocasión una entonación de voz más amable dado que ya estaban fuera de las instalaciones del Comando, deteniéndose a su lado antes de tomar un taxi.


    ─ Lo mejor es ir por el equipaje para que no se nos haga tarde, porque dos horas no es mucho tiempo para ir a otro lado, ¿no crees? ─fue la respuesta de ella dedicándole una sutil sonrisa suavizando también el tono de voz─. Así que nos vemos en media hora en el restaurante que está cerca de la estación ─añadió.


    ─ Mmm… tienes razón, entonces nos vemos allá ─meditó él antes de detener un taxi para que la llevara a su departamento.



    A la media hora ya se encontraban en el discreto restaurante cercano a la estación de trenes degustando de una comida sencilla, sentados en un rinconcito alejado de la entrada. Para no llamar tanto la atención ambos se habían cambiado el uniforme militar vistiéndose de civil, como si fueran una pareja de enamorados dispuestos a fugarse de casa de sus padres para irse a vivir juntos al campo.



    ─ Es que de verdad me cuesta creer que te hayas comprometido en algo tan pesado para ti ─le decía Riza a Roy después de reír brevemente ante lo que éste había hecho en la reunión.


    ─ Bueno, sólo quise presumir un poco ante los vejetes y no me puse a pensar en nada más ─se excusó el pobre sonriendo tontamente, sintiéndose como un tarado porque ella se burlara así de él. Aunque en realidad le gustaba verla contenta y relajada por lo que no le importaba mucho haber hecho el ridículo con tal de apreciar una sonrisa alegre en su bello rostro; además sabía que nunca lo dejaría morir solo─. De hecho, si hubieras visto la cara de la general Armstrong cuando el Führer le pidió una cita me entenderías… por ello tenía que tomar la oportunidad para quedar bien con el viejo zorro ─añadió con algo de modestia.


    ─ Ya me imagino, seguramente la general quería matarlo allí mismo… ─observó la joven poniendo levemente los ojos en blanco sin dejar de sonreír con aire de diversión. Indudablemente su abuelo en anonimato era un señor bastante atrevido como para andar arriesgando su vida de esa forma, intentando seducir a una mujer de exigente reputación.


    ─ Eso es seguro… ─opinó el joven y se echó un bocado del guisado que tenía servido frente a él, saboreándolo con calma─. Yo no sé porque nadie de la alta considera este un buen restaurante cuando la comida es exquisita ─dijo alegremente con voz de satisfacción tras pasarse el bocado por la garganta.


    ─ Será porque los de la alta no comen aquí ─respondió la rubia haciendo lo propio, y en el transcurso de media hora se perdieron en una charla trivial sobre una comparación entre la comida del Este con la de Central al tiempo que disfrutaban los manjares.



    Al cabo de una hora más ya viajaban con rumbo al Este, y el viaje fue tan tranquilo y sin novedades que a Roy Mustang le dio tiempo de echarse una larga siesta para relajarse de tanto estrés. Eso fue aprovechado también por Riza para meditar en la llamada de su abuelo la noche anterior a su llegada a Central, soltando una baja exhalación de resignación para no despertar al durmiente general.



    *********


    ─ ¿Diga? ─fue el saludo de la joven rubia con cortesía, sabiendo que él la llamaría por teléfono tarde o temprano esa noche ya que en la mañana había hablado con el general Mustang para pedirle su presencia a una reunión extraordinaria en Central, la cual se realizaría en dos días. Y obviamente ella era la primera opción para acompañarle al ser su mano derecha y “hombre” de toda su confianza.


    ─ Buenas noches, querida, espero ya tengas listo el equipaje para venir a Central con el inútil de Mustang, que sin ti no mueve un dedo ─le dijo alegremente Grumman, soltando una breve y alegre carcajada como si hubiera dicho el chiste del día.


    ─ No te preocupes por ello, abuelo, que sólo estaremos un día por allá ─respondió la aludida con una sonrisa despreocupada, puesto que en su departamento en Central había dejado guardadas algunas cosas por lo que no le era necesario llevar una maleta grande.


    ─ De todos modos, si te hace falta algo ya sabes que puedes contactarme a mi línea privada ─mencionó el anciano sin dejar de sonar contento y relajado.


    ─ Claro que no haré eso, faltaba más ─comentó la rubia minimizando el hecho con un movimiento de la mano. Indudablemente jamás llamaría a su abuelo para pedirle favores triviales.


    ─ Por cierto, déjame contarte un adelanto de lo que pienso hacer el siguiente mes, un privilegio que ni el general Mustang puede tener ─añadió el octogenario dándose sus aires de importancia, iniciando con su explicación─. He pensado en celebrar “La semana de Amestris” con ceremonias y fiestas conmemorando la diversidad de sucesos ocurridos el “Día prometido” y anteriores… tú sabes a lo que me refiero; por ello al final habrá un baile para un mayor acercamiento entre el ejército y la población, y este primer año me acompañarán aquí en Central toda la plana mayor que incluye al general Mustang como Comandante del Este.


    ─ Qué interesante… ─observó ella imaginando hacia donde quería conducir la charla su abuelo, guardándose el suspiro de fastidio para no oírse maleducada.


    ─ ¿Y no te parece fabuloso el aprovechar el baile para que al fin puedas conocer a mi viejo amigo, como si fuera una cita? Te aseguro que será encantador ─porque, efectivamente, Grumman no dejaría pasar la oportunidad de concretarle al fin la cita con el dichoso amigo pensando en su futuro y esperanzador matrimonio; un matrimonio arreglado al que Riza ya había decidido negarse así el hombre en cuestión fuera el más atractivo que pudiera encontrar.


    ─ Abuelo, por favor… ─dijo la joven poniendo los ojos en blanco momentáneamente, y de su garganta salió un sonido bajo como si fuera un quejido.


    ─ Pero no te aflijas, querida, ya que imagino estarás muy ocupada evitando que el general Mustang cometa alguna de sus indiscreciones durante el evento, así que no hay problema por mi amigo ─señaló el anciano soltando una nueva risita baja de diversión.


    ─… ─por un segundo la muchacha pareció extrañada ante el repentino cambio en el discurso de su abuelo─… ¿estás seguro de lo que dices, abuelo? ─le preguntó.


    ─ Por supuesto, además que sería muy complicado el presentarte como mi nieta en una ceremonia oficial cuando aún no se termina de modificar la Ley de antifraternización, por lo que mi amigo se disculpa contigo ya que no queremos obligarte a pasar un mal rato ─puntualizó Grumman con total calma como si fuera lo más simple de entender.


    ─ Cierto, tienes razón, todavía no ha llegado el momento en que todos lo sepan… ─razonó la rubia soltando esta vez el suspiro bajo de alivio por librarse de una situación comprometedora durante la fiesta.


    ─ Así que mejor relájate y cumple con tu deber, pero no olvides ponerte un lindo vestido para que el general Mustang se comporte bien en la fiesta ya que, al estar acompañado de una dama muy bella, lo pensará dos veces antes de andar haciendo tonterías ─completó el viejecito volviendo a reír jocosamente ante su ocurrencia.


    ─… como tú digas, abuelo, aunque no tengo la menor idea de cómo ocultar pistolas entre un vestido así que pasaré de eso ─dijo ella en tono resignado, ya que, para evitar las habladurías malintencionadas que la relacionaban como una de las amantes ocultas del general Mustang (las cuales de todos modos circulaban por los pasillos de Central y del Este así nadie hubiera comprobado su veracidad), solamente pensaba ir como guardaespaldas y en sus planes no estaba ponerse un vestido de fiesta y mucho menos tacones.


    ─ Bueno, no te entretengo más, querida, para que puedas descansar… dulces sueños ─se despidió el anciano alegremente sin fijarse mucho en su tono de voz.


    ─ Igualmente, abuelo ─contestó Riza y colgó lo más pronto que pudo.



    Black Hayate, su pequeño perro, había permanecido en silencio moviendo la cola, echado a su lado, y dio un ladrido en cuanto ella le prestó atención.



    ─ ¿Qué te parece, Black Hayate? ─le dijo como si el animalito pudiera entenderle─, menuda ocurrencia la de mi abuelo el pensar que iré al baile con el general solo para divertirme… ─agregó y volvió a suspirar mientras le acariciaba la cabeza al agacharse a su altura─. Si no fuera por la ley de antifraternización y el compromiso que tengo para con él como su guardaespaldas no dudaría en aceptar ser su pareja de baile, pero no quiero causarle problemas ni darles razones a los que buscan desprestigiarlo… ─añadió con resignación y leve tristeza.



    Por eso el perrito le dio unos lengüetazos amorosos en la mejilla tratando de hacerla sentir mejor a su manera, entendiendo que entre su ama y el general había cosas que no podían darse por alguna razón desconocida para él.



    **********



    En cuanto llegaron a la estación en el Este, Roy y Riza descendieron del tren y caminaron con algo de rapidez hacia el acceso que daba a la calle, esquivando a las personas mientras platicaban de forma superficial sobre algunos pendientes de trabajo. Se alejaron de la estación dado que ahí había aglomeración de gente que quería tomar un taxi dada la hora, no demasiado tarde en la noche pero tampoco muy temprano para andar fuera de casa; y se detuvieron en una esquina unas cuantas calles adelante donde ya estaba más despejado. Antes de animarse a parar un taxi para despedirse, él se armó de valor para hacerle la petición que había estado guardando desde que salieron de Central:



    ─ Por cierto, me sentiría muy honrado de que me acompañes a la fiesta que culminará “La semana de Amestris”… ya sabes, el baile y todo el show que les agrada tanto a los de la alta ─mencionó en tono casual y de forma bastante educada, como si en realidad no fuera algo de importancia.


    ─ Por supuesto que estaré contigo en el baile… ─respondió ella con suavidad y en entonación muy correcta pero sin mirarle directamente, puesto que era algo que se estaba temiendo y no quería delatarse con la mirada. Obviamente él sintió que su corazón saltaba en su pecho de la emoción, hasta que ella agregó lo siguiente─… como tu guardaespaldas, ese es mi deber.


    ─… amm… ─y claro que eso le cayó como un balde de agua fría, por lo que abrió y cerró la boca por unos segundos antes de comentar─… oh, vamos, es un baile, y se supone que en los bailes la gente va a divertirse sanamente sin tener la necesidad de un guardaespaldas que le estorbe en todo ─observó, con un leve tono de voz frustrado ante la negativa de la rubia… ¿por qué tenía que ser tan obstinada en momentos como ese?─. ¿O es que acaso piensas que la general Armstrong terminará de volverse loca e intentará asesinarme con su sable en plena celebración? ─añadió con sarcasmo.


    ─ No lo digo por la general Armstrong sino por tu bien ─puntualizó la joven un poco molesta poniendo las manos en sus caderas, lanzándole una mirada de reproche por su falta de buen juicio─. ¿O de verdad eres tan idiota para que no te importe el que muchos hablen mal de ti, a tus espaldas, por tu “enorme harem de fantasía” en el cual se me ha incluido?... No sabes lo incómodo que es el tener que escucharlo y disimular cuando creen que no los oigo ─le recriminó con agudeza, consiguiendo que el alquimista se encogiera un poco sobre sí mismo ante la mención de eso.


    ─ Tú sabes que nada de eso es cierto, pues yo solo… ─respondió Roy en voz muy baja a modo de defenderse de las calumnias inventadas por gente que no tenía otro quehacer, más que criticarle por su buena suerte antes de considerar su esfuerzo por ascender.


    ─ Como sea, lo que importa ahora es renovar la imagen que tienen de ti… ─le interrumpió Riza para evitar que dijera algo más comprometedor, pasando por alto el gesto de niño regañado que solía hacer cuando estaba enfurruñado─… por lo que me parece más sensato que invites a una dama de buena familia para que te acompañe ─adicionó.



    Claro está que por dentro se sentía muy contrariada al estar haciendo semejante sugerencia en vez de tomarle la palabra para ser su pareja, pero ante todo no debía permitir que se desviara de su objetivo así eso significara lanzarlo momentáneamente (o al menos eso quería suponer su corazón enamorado) a los brazos de otra mujer.



    ─ Preferiría pedirle eso a una de las chicas de Madame ya que todas ellas son muy lindas… o tal vez me enferme ese día ─dijo él en un murmullo ahogado mirándola con algo de desilusión, maldiciendo internamente a la Ley de antifraternización que sólo le dificultaba las cosas.


    ─ De verdad lamentaría mucho que eso te pasara, pero si fuera así puedes estar seguro que compraría tus medicinas y me aseguraría que las tomaras para curarte ─por lo que ella dulcificó el gesto, la voz y la mirada, regalándole una sonrisa tímida a modo de pedirle una disculpa por sus acciones.


    ─ Ni hablar, supongo que tienes razón en cuanto a mejorar mi prestigio ante el viejo Grumman y toda la gente envidiosa ─el moreno soltó un suspiro de rendición sonriéndole de igual manera, pues nunca había sido su intención el hacerle sentir mal con todas las mentiras que se inventaban de él.


    ─ Muchas gracias por entenderlo, eso es un gran paso para el futuro Fürher ─dijo la rubia dedicándole una mirada más dulce que lo hizo sentir mejor, pues eso significaba que, a pesar de esas difamaciones, ella seguiría a su lado apoyándole para llegar a lo más alto─. Por cierto, ¿qué me dices de pedirle a la señora Grecia que sea tu pareja de baile esa noche? ─mencionó a continuación, considerando a la viuda de Maes Hughes, el buen amigo de ellos asesinado en el cumplimiento de su deber, como una adecuada opción para salir a entretenerse los tres juntos sin tener que hacer mal tercio─. Y puedes decirle que también traiga a Elicia con toda confianza que yo con gusto jugaré con ella ─añadió un poco más alegre dado que, de igual forma, tenían una buena relación de amistad con la pequeña hija de esa pareja, la cual los consideraba parte de su familia.


    ─ Bueno… tal vez no sea mala idea después de todo, ya que tanto Grecia como Elicia merecen divertirse de vez en cuando y por supuesto que deben estar en la ceremonia en honor a Hughes, faltaba más ─aceptó el joven en entonación de conformidad, considerando que su gran amigo estaría agradecido porque tomaran en cuenta a su pequeña familia y no las hubiesen abandonado a su suerte.



    Sin más que decirse esa noche se despidieron cuando él paró un taxi que la llevara al pequeño departamento en el que vivía de momento, deseándose las buenas noches pues mañana les esperaba un día bastante agitado con toda la labor que tenían por delante.






    Nota: vamos avanzando y las cosas parecen complicarse para Roy y Riza, ya que si bien el viejo Grumman no insistió en las citas (por razones obvias para nosotros, pero no para ellos), indudablemente que para ir al baile no era razonable asistir como pareja por las cuestiones de la Ley (como ven todavía no ha sido abolida o modificada, y además Grumman tampoco se las iba a dar tan fácil por más que deseaba que Roy desposara a Riza… aun siendo el Führer no podía hacer todas las cosas que quisiera por sus calzones). ¿Cómo creen que será el baile? ¿Habrá alguna dificultad de por medio o todo será miel sobre hojuelas? ¿Y cómo terminará para ellos? Pensaba hacer sólo cuatro capítulos pero creo que se me fue un poco de largo, y eso que no estoy describiendo escenarios… ténganme paciencia, por favor, y sigan disfrutando de esto.
     
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    InunoTaisho

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    ****** Parte 4 ******




    A unos días de las celebraciones en Ciudad Central por “La semana de Amestris” Roy Mustang ya tenía elaborado el borrador de la encuesta sobre la abolición o modificación de la Ley de antifraternización gracias a la ayuda de Riza Hawkeye y todo su equipo. Así podía estar tranquilo pensando en la mejor forma de invitar a la viuda de Maes Hughes al baile sin que se sintiera incómoda; y no porque no tuviera ganas ni la confianza de hablarle sino porque aún no hallaba la forma de hacerlo correctamente.



    ─ ¿Hay algo que le preocupa, señor? ─le preguntó Havoc con leve curiosidad después de la hora de la comida de ese día, aprovechando que Riza había tenido el día libre para poder hablar mejor de algunas cosas personales cuando estaban solos entre hombres. Y eso también incluía al capitán Miles de Briggs, quien había ido al archivo por unos documentos, ya que él no tenía por qué enterarse de los asuntos privados de ellos como escuadrón.


    ─ En realidad sí, teniente Havoc, ya que todavía no he invitado a una linda dama al baile para “La semana de Amestris” ─les externó Roy a modo de explicación soltando un suspiro bajo de frustración.


    ─ ¿De todas sus opciones no ha invitado a ninguna, es en serio? ─le cuestionó Breda mirándole con extrañeza y algo de asombro pues nunca había esperado escuchar esas palabras de boca de su jefe, el galán con el que todas las mujeres en el Este y Central soñaban.


    ─ ¿Ni siquiera ha pensado en Elizabeth? ─preguntó Fuery igual de asombrado sin saber cómo tomar esa falta de carácter de su superior.


    ─ Por favor, antes de andar haciendo suposiciones tontas piensen un poco ─les regañó Mustang observándoles de forma escrutadora─. ¿Realmente me creen capaz de pasar por alto a una agraciada y hermosa doncella como mi Elizabeth? Qué poco me conocen ─cuestionó muy serio.



    Los otros se miraron entre ellos razonando el lógico argumento, y volvieron a verle pidiéndole disculpas con la mirada.



    ─ Seguramente ella le rechazó por… cuestiones de trabajo, ¿cierto? ─comentó Havoc en tono extremadamente educado, sintiéndose un poco mal por su general dado que la Ley de antrifraternización era escrupulosa en ese tipo de asuntos.


    ─ El trabajo, los rumores, las formas correctas de la maldita… bueno, ustedes entienden a lo que me refiero ─dijo el alquimista soltando un nuevo suspiro de contrariedad, echando la cabeza para atrás mientras en su rostro se dibujaba una mueca de irritación.



    Justo en ese momento entró Miles trayendo la nueva documentación para su revisión, y todos retomaron de inmediato sus posiciones formales para no darle a entender nada. De todos modos no pudieron ocultar todo a la perfección ya que el capitán tenía la sensibilidad de la gente de Isvhal; sin embargo decidió hacerse el desentendido sabiendo que nunca llegaría a ser completamente parte de ese grupo, y tampoco lo pretendía pues su lealtad estaba en Briggs y con la general Armstrong.



    ─ Señor, aquí está lo que me pidió ─dijo al entrar por completo, acercándose al escritorio para dejar los folios enfrente de Roy Mustang.


    ─ Gracias, capitán Miles, eso fue rápido ─respondió el general enderezándose para tomar uno de los folios y así revisarlo con detenimiento, mientras el hombre se mantenía respetuosamente al frente esperando una orden. Casi de inmediato el alquimista volvió a mirarle─. Por cierto, capitán, deberá venir también conmigo a Central ya que la general Armstrong quiere ver si está bien de salud después de tanto tiempo ─le dijo un poco más relajado.


    ─ Será todo un honor, señor ─expresó el aludido manteniéndose en pose de firmes.


    ─ Así podrá protegerla de todos los vejetes que quieren abusar de su confianza pues aún es bastante linda a pesar de su edad ─añadió Mustang soltando una risita baja y los demás pusieron discretamente los ojos en blanco ante ese atrevimiento de su parte.


    ─ Disculpe, señor, pero ese tipo de comentarios no me parecen propios ni geniales ─mencionó el capitán un poco más serio, levemente exasperado por esa burla hacia su general.


    ─ Tómelo con calma, capitán, pues ambos sabemos que la general Armstrong no es una mujer fácil que se deje convencer por cualquiera ─comentó el moreno dejando de reír, sin embargo no cambió el tono amable agregando lo siguiente─. De hecho no aceptó mi invitación al baile diciéndome que preferiría bailar con el hombre quimera más feo que pudiera encontrar antes que conmigo… ¿puede usted creerlo? ─añadió, personificando a la perfección un gesto ofendido ante semejante comparación hacia su persona. Nada mejor que hacerse el mortificado para hacer sobresalir a la general ante su leal subordinado.


    ─ Supongo que la general tiene sus razones para pensar así ─opinó Miles sin modificar ni un ápice su gesto serio, aunque internamente se burlaba de eso imaginando a su general dándole a Roy Mustang una lección de humildad por ser demasiado presuntuoso.


    ─ Como sea… no puedo negarle a la general esta petición ya que en realidad estoy muy agradecido por toda la ayuda que nos han dado ─agregó el alquimista sin dejar de sonar cordial.


    ─ Todos trabajamos por nuestro país, señor ─dijo el capitán con la voz levemente emocionada pero sin variar la formalidad.



    Un poco más tarde llegó la hora de la salida, y tanto Mustang como Miles se retirarían al haber cumplido su horario mientras los demás tendrían que quedarse una hora extra más por haberse entretenido en resolver el crucigrama del periódico matutino.



    ─ Bien, caballeros, más les vale tener listos esos informes a primera hora o ya verán como la capitán Hawkeye se molesta con ustedes ─les regañó el general con dureza en tanto tomaba su gabardina, acomodándose con prontitud el sombrero indicativo de su rango.


    ─ ¡A la orden, señor! ─respondieron al unísono cuadrándose respetuosamente.


    ─ Con su permiso, nos retiramos ─dijo por su parte Miles después de lanzarles una breve mirada de pena.


    ─ Que les vaya muy bien, señor… capitán Miles ─contestó Fuery amablemente despidiéndose con la cortesía militar requerida.


    ─ Tenga muy buena tarde, señor… capitán ─fue la despedida de Havoc sin querer quedarse atrás de su compañero.


    ─ Nos vemos mañana, señor… capitán ─y Breda hizo lo propio manteniendo la compostura.



    En cuanto los superiores salieron los hombres se dedicaron a lo suyo esperando la señal convenida. En menos de media hora sonó el teléfono y Havoc contestó.



    ─ Acá la oficina del general Mustang… ─respondió con total formalidad


    ─ A la hora de siempre en el lugar de siempre, no tarden ─dijo una voz masculina igual de seria desde el otro lado de la línea, colgando de inmediato.


    ─ Ya es la hora ─el rubio se volvió a los demás al tiempo que colgaba, y todos se levantaron con cuidado para no hacer demasiado ruido al acomodar sus cosas y cambiarse de ropa.



    En el lapso de quince minutos más abandonaron la oficina de uno en uno, con Breda a la cabeza siendo seguido posteriormente por Havoc, ya que Fuery tuvo que encargarse de cerrar perfectamente para evitar cualquier incidente que lamentar. Se reunieron en una de las esquinas más alejadas en el exterior del Comando del Este, a donde llegó un vehículo conducido por un hombre cuyo rostro venía oculto bajo un sombrero de ala ancha, y sin decir media palabra lo abordaron para alejarse de ahí hasta detenerse en un suburbio solitario de la ciudad, donde lo más sobresaliente de la cuadra era un letrero discretamente iluminado que señalaba la entrada de un bar. El individuo bajó y los demás le siguieron sigilosamente, sentándose en una de las mesitas alejadas de la entrada para poder charlar sin llamar demasiado la atención.



    ─ ¡Qué tal, cantinero, una ronda de su mejor bebida que el jefe invita hoy! ─dijo Havoc alegremente ni bien tomaron asiento llamando al encargado del lugar mediante señas de la mano, haciéndose el desentendido del gesto que pusieron sus compañeros ante su falta de buen juicio.


    ─ En seguida, señor ─respondió éste dedicándoles una reverencia. Es que claro, indudablemente ellos debían ser clientes frecuentes para que los atendiera con tal deferencia.



    Un par de chicas también se acercaron a la mesa para hacerles compañía y atenderles.



    ─ El servicio incluye buena botana ─dijo una de ella mirándoles de forma coqueta, especialmente porque el hombre del sombrero se había despojado de él revelando a Roy Mustang debajo de esa apariencia tan oscura.


    ─ Muchas gracias, preciosa dama, pero por ahora necesitamos hablar de aburridos negocios y no sería nada amable de nuestra parte el hacerles perder su valioso tiempo con esas tonterías ─le respondió el alquimista con una sonrisita alegre invitándole indirectamente a retirarse.


    ─ Pero, jefe, sólo una ronda de botanas, eso no es mucho ─Havoc se quejó con algo de desilusión dado que ya hablaba con la otra muchacha tratando de convencerla de sentarse a su lado.


    ─ No seas idiota, Jimmy, ¿qué parte de hablar de negocios no te quedó clara, eh? ─por lo que Breda le metió un zape en la cabeza anticipándose al jefe.


    ─ Ya podrás pedir la botana más tarde pero esa la pagarás de tu bolsillo, ¿está claro? ─porque sin más Mustang le lanzó una mirada fría y cruel a manera de llamarle la atención, hablándole en son de mando─. Además espero no se te haya olvidado que tú y los demás aquí presentes tienen que estar mañana en la oficina más temprano que de costumbre si no quieren ser sancionados por mi estricta Señora ─especificó en tono más mordaz.


    ─… a la orden, señor ─respondió el pobre rubio después de pasarse un poco de saliva por la garganta ante esa leve amenaza, y prontamente se volvió a Fuery para preguntarle─. Oye, Kenny, ¿podrías prestarme para completar la ronda de botanas? Así podemos compartir los dos.


    ─ Ya sabes que mi billetera sufre una crisis monetaria a fin de mes, así que no puedo prestarte ni cien cens ─confesó el joven de lentes con una sonrisita boba y apocada.


    ─ A mí ni me mires… ─negó Breda en tono cortante en cuanto Havoc le dirigió la mirada.


    ─ Qué cruel eres conmigo, Harry ─lloriqueó el pobre rubio haciendo un gesto de puchero al sentirse desamparado.


    ─ Sólo las bebidas, encanto ─le dijo Roy a la muchacha que le había sonreído, de una forma muy cortés y bastante educada sin dejar de sonar galán.


    ─ En seguida, señor ─respondió ella y ambas se retiraron soltando unas risitas bajas cotilleando entre ellas.



    En menos de dos minutos las bebidas estaban servidas y los hombres se dispusieron a hablar de negocios en cuanto Havoc encendió su primer cigarrillo.



    ─ Entonces, jefe, ¿de verdad aún no tienes a quien invitar al baile? ─le preguntó Breda a Mustang en cuanto la mesera volvió a alejarse tras dejarles el servicio.


    ─ De hecho si tengo a alguien, y es de Central… sólo he pospuesto la petición porque si lo hago antes posiblemente me rechace sin miramientos, aunque en realidad no la creo capaz de semejante crueldad hacia mi persona ─dijo el aludido tras darle un sorbo a la bebida relajando el gesto.


    ─ Interesante… ─ observó Havoc exhalando su primera bocanada de humo, poniendo el gesto pensativo.


    ─ ¿Es alguna de sus hermanas, jefe? ─le preguntó Fuery con curiosidad ya que eso en realidad le facilitaría las cosas.


    ─ Si fuera una de ella no tendría ningún problema en decirle algo, Kenny ─le respondió Roy sin variar el tono de conformidad, mirando a su subordinado con algo de pena por su falta de intuición.


    ─ ¿Y cuál es el problema, jefe? Porque si ya tienes a una prospecta significa que no es alguien que pueda afectar tu desempeño de acuerdo a la ley ─le cuestionó Breda muy seriamente tras echarse su respectivo trago.


    ─ Se trata de Elicia Hughes… ─respondió el moreno alquimista soltando una exhalación de rendición, guardándose una risita burlona ante los gestos de asombro de sus compañeros.


    ─ ¿La pequeña hija de…? ¿No es muy menor para ti? ─le interrogó Havoc entre toses ya que se había atragantado con el humo del cigarrillo, recibiendo de Fuery unas palmadas en la espalda para ayudarle a respirar mejor.


    ─ Guarda silencio, Jimmy, ante todo la discreción ─fue el llamado de atención de Mustang tras lanzarle una mirada irritada, luego de que algunos otros parroquianos voltearan a verles con curiosidad.


    ─ Lo siento mucho, jefe ─respondió el rubio jalando el aire para normalizar su respiración.


    ─ Esa sí que es una sorpresa ─mencionó Breda levemente absorto.


    ─ ¿Y su estricta Señora lo sabe… jefe? ─le preguntó Fuery sin saber cómo debía tomar la noticia.


    ─ Prácticamente fue mi estricta Señora quien lo sugirió ─respondió Roy poniendo gesto de abatimiento y pesadez, echando la cabeza para atrás y tapándose los ojos─. Si no fuera por esa dichosa ley tal vez no se haría la difícil conmigo ─añadió soltando un nuevo suspiro de frustración.


    ─ ¿Pero por qué Elicia Hughes?, ¿no te sería más fácil y hasta mejor visto invitar a su mamá? ─inquirió Havoc mirándole con duda.


    ─ Bueno, invitando directamente a Elicia es seguro que Grecia no se negará a acompañarme con tal de que su pequeña hija se divierta, porque si la invito solamente a ella es más probable que me dé una amable negativa como el de no querer ser una molestia o cualquiera de esos pretextos que usan las mujeres para rechazarte ─Mustang se enderezó para explicarse y le dio un nuevo sorbo a la bebida, saboreándola un poco─. Además que seguramente pensará en no hacer mal tercio entre mi estricta Señora y yo porque supongo que Hughes la convirtió en una fanática de emparejarnos ─complementó un poco melancólico, soltando un suspiro bajo de impotencia recordando también a su amigo y lo mucho que todavía le dolía el haberlo perdido.


    ─ Qué complicada es su vida, señor ─opinó Fuery con un deje de compasión en la voz.


    ─ De hecho a mí me parece una buena jugada… ─mencionó Breda tras haberlo meditado─… ya que se matan dos pájaros de un tiro porque por lo menos Grecia y su estricta Señora se llevan muy bien, así no habrá problemas de mujeres que puedan hacerle pasar una mala velada ─puntualizó.


    ─ Ahora entiendo… ─murmuró Havoc soltando una nueva bocanada de humo─… por eso es que su estricta Señora se lo sugirió de buenas a primeras, qué astuta…


    ─ ¿En serio no lo habías notado, Jimmy? ─le cuestionó Breda con un deje de burla.


    ─ Bueno, lo importante es hacerlo de forma tal que Grecia no pueda decir que no, y por ello no le diré nada hasta el día de la Ceremonia a los Caídos ─agregó Roy pasándose el último trago de la bebida─. Bien, si piden una nueva ronda de bebidas voy también a pagarla, pero nada de botanas que puedan distraernos de nuestro deber ─añadió algo alegre después de limpiarse la comisura de los labios con una servilleta.



    Por lo menos pudieron disfrutar de una hora más charlando trivialidades sin mucho sentido, hasta que el mismo Mustang decidió que había sido suficiente recordándoles que el día siguiente era laboral, por lo que tuvieron que abandonar el bar de mala gana.



    ***************



    “La semana de Amestris” dio inicio con una ceremonia solemne y luctuosa en honor a los caídos en el cumplimiento de su deber durante los sucesos del “Día prometido”; sin dejar de mencionar al General de Brigada Maes Hughes como el primer asesinado por descubrir las bases de la conspiración que pudo haber terminado en una masacre de mayores proporciones. De hecho el grueso de la población no estaba enterada de los detalles y continuaban venerando al antiguo Führer, King Bradley, como uno de los héroes caídos que habían llevado a la nación a ser más grande, y esa idea no era tan fácil de cambiar porque implicaría descubrir muchas cosas que no todo mundo entendería; así que lo mejor por el momento era mantener prudencia esperando a que un nuevo jefe de Estado, cuando llegara a instalarse la democracia en un futuro, pudiera exponer la verdad a todas luces por no haber sido nunca parte de un ejército corrupto.



    Durante la ceremonia fue Grecia Hughes la encargada de recibir el reconocimiento post mortem de su esposo, el cual agradeció grandemente entre lágrimas combinadas de dolor y alegría al tiempo que daba un pequeño discurso recordando toda su labor por amor a su nación. Posteriormente, terminados los honores, su pequeña hija Elicia se acercó a ella mientras jalaba de la mano a Roy Mustang, acompañados por Riza quien les seguía a una corta pero prudente distancia.



    ─ ¡Mami!, seguramente papi ha de estar muy feliz en el cielo porque ya reconocieron su trabajo ─declaró orgullosa mirando el diploma enmarcado en oro.


    ─ Eso es seguro ya que su sacrificio valió la pena ─afirmó la dama más que contenta secándose unas nuevas lágrimas─. Tengo que darles las gracias por cuidarnos todo este tiempo, de verdad mi querido esposo tenía grandes amigos ─añadió dirigiéndose a los militares, dedicándoles una sonrisa amable.


    ─ No tienes nada que agradecernos, Grecia, esto no es lo suficiente para compensarle a Hughes por todo; así que no dudes en que puedes confiar en nosotros ─le dijo el alquimista correspondiendo el gesto y después se agachó a la altura de la niña para hacerle la petición que ya había planeado con anticipación, empleando un tono de voz galante─. Por cierto, mi querida Elicia, ¿qué te parece si vienes conmigo al baile del fin de semana? Ya verás que vamos a divertirnos mucho ─y le guiñó un ojo travieso.


    ─… pero, ¿qué no la señorita Riza es su novia? Debería ir con ella ─le preguntó la chiquilla de forma inocente en tanto miraba a la rubia con un deje de extrañeza.


    ─ Para nada, Elicia, yo sólo soy una subordinada del general y estoy para cumplir sus órdenes ─se explicó la aludida con total tranquilidad disimulando muy bien su turbación tras un gesto cordial, aunque para Grecia no pasó desapercibido por lo cual le lanzó una miradita de incredulidad que la infanta no notó.


    ─ La capitán Hawkeye y yo no tenemos ese tipo de relación que te imaginas, así que no te preocupes de que se ponga celosa ─dijo por su parte el moreno general soltando a su vez una risita bobalicona para encubrir su bochorno ante la precisa observación de la chiquilla (“¿Pero qué diablos le contó Hughes a su hija?” se preguntó internamente, vislumbrando la cara burlona de su amigo con esa gran sonrisa de tonto que lo hacía ver como un retrasado mental), lanzándole con prontitud una mirada rápida de disculpa a su compañera por lo que iba a decir a continuación─. Además, para que lo sepas… no me gustan las rubias mandonas que se enojan por cualquier cosa ─le explicó en voz baja como si le estuviera contando un gran secreto.


    ─ Oh, ya entiendo… ─respondió Elicia en voz también baja abriendo los ojos como platos, sin creer que la señorita Riza Hawkeye pudiera ser tan mala persona.


    ─ Es usted muy gracioso, señor ─le dijo Riza a Roy simulando enfadarse, metiéndole un suave golpe en la cabeza a manera de castigarle por arruinar su imagen ante la pequeña.


    ─ ¿Ya ves a lo que me refiero, Elicia? ─se quejó el pobre hombre haciendo un gesto de dolor al tiempo que se sobaba la cabeza, poniéndose de pie─. Por eso es que la capitán no tiene novio ─agregó, recibiendo de parte de la rubia una mirada de reconvención.


    ─ Eres todo un caso, Roy Mustang ─Grecia se rió mirando al alquimista con algo de pena dado que también conocía lo de la Ley de antrifraternización del ejército y sus implicaciones en cuanto a las relaciones entre subordinados y superiores, comprendiendo el motivo de ese desliz de su parte─. ¿Por qué no me invitas también al baile? Así podrás bailar con las dos ─añadió a continuación sin borrar la sonrisa.


    ─ Pero mira que bien, una cita doble… ─dijo Mustang soltando una nueva risa de diversión, agradeciendo que la viuda de su amigo fuera una dama bastante entendida─. Entonces, mi estimada Grecia, ¿me haría usted el honor de acompañarme al baile junto con Elicia? ─le preguntó muy galante dedicándole una reverencia.


    ─ Por supuesto, faltaba más ─respondió ella alegremente sonrojándose un poco.


    ─ ¿De verdad puedo ir al baile, mami, de verdad? ─le preguntó Elicia muy emocionada.


    ─ Claro que sí ─indicó la señora mirándole con dulzura.


    ─ Y yo puedo cuidar de ti cuando el general y tu mami vayan a bailar, Elicia, así que no tienes de que preocuparte ─añadió Riza dedicándole también una sonrisa de confianza.


    ─ ¿Usted también va a ir, señorita Riza? ─a la pequeña le pareció extraño eso dado que no conocía las normas de la ley… o sea, si la rubia capitán iba a acompañarles, ¿no sería más lógico que fuera la pareja del general? De verdad que el mundo de los adultos era muy complicado.


    ─ Es sólo para cuidar que el general no vaya a cometer una falta por la que pudieran castigarlo, porque tiene la costumbre de portarse mal en las fiestas ─se explicó la aludida con amabilidad, indicando los pésimos hábitos de su jefe como una forma de cobrársela por haberla exhibido como una ogra.


    ─ A la capitán le gusta regañarme en todos lados ─externó el señalado, haciendo un gesto bobo de pena en tanto soltaba una nueva risita como para burlarse de sí mismo.


    ─ Bueno, Elicia, creo que ya es hora de irnos ya que el general Mustang y la capitán todavía tiene trabajo, además recuerda que Ed, Al y Winry quedaron de visitarnos después de la ceremonia, así que no podemos hacerles esperar más ─dijo Grecia tomando la mano de su hija para llevarla con ella.


    ─ ¡Es cierto, Winry-chan y mis hermanos van a ir a la casa! ─recordó la niña y sin más se puso a dar saltos de emoción─. ¡Vamos, mamá, vamos!


    ─ Nos vemos el día del baile, los espero en casa ─así que se despidieron alegremente de los militares para tomar su camino.



    Roy y Riza se fueron a continuar sus obligaciones y no notaron que alguien, un tipo sospechoso, siguió a Grecia para darle alcance antes de que abandonara la plaza, abordándola con un amable saludo y una leve reverencia pretendiendo ser caballeroso.



    ─ Perdone mi atrevimiento, señora Hughes, pero no pude dejar de admirar su belleza… ─le dijo al ponerse a su altura, sacándose el sombrero de su grado en la milicia a modo de mostrar su respeto, sonriéndole educadamente.


    ─ Muchas gracias por su apreciación, señor… ─respondió ésta un tanto incómoda dado que no le conocía. Elicia, por su parte, se abrazó a ella tomándola por la cintura, la altura a la cual llegaban sus bracitos, mirando al desconocido hombre con duda.


    ─ Oh, disculpe usted mi falta, soy el coronel Frank Archer perteneciente al Comando del Sur ─contestó el individuo volviendo a una postura más normal, ajustándose el sombrero─. Como usted ya sabe, el Führer nos invitó a todos los altos mandos para pasar una semana de celebración conviviendo con todos los residentes de Central, así que podemos disfrutar de una buena semana, ¿no cree? ─añadió en tono casual sin dejar de sonar amable.


    ─ Ya lo creo… ─dijo la dama con algo de apuro y, volviéndose para tomar la mano de su hija, se dispuso a retirarse─. Si me disculpa tengo algo de prisa ─explicó a modo de despedirse.


    ─ Descuide, solo una cosa más… puede parecerle algo atrevido pero me gustaría ser su acompañante en el baile del fin de semana porque en realidad no conozco a muchas personas acá en Central… ─se excusó Archer intentando darse un aire inocente para mostrarse como alguien digno de ser apreciado─… Además, es usted una mujer hermosa y yo… ─quiso agregar a modo de verse más que romántico.


    ─ De verdad lo siento mucho pero ya tengo un compromiso para el baile ─respondió Grecia levemente apenada pero con firmeza, ocultando muy bien su alivio ya que no le sería agradable ir con un sujeto al cual apenas había conocido. Siempre le había molestado el qué algunos militares fueran bastante osados suponiendo que todas las damas caerían redonditas ante el uniforme, y de hecho no le habían faltado algunas propuestas de ese tipo desde que su esposo falleciera dado que todavía es joven y bonita; pero era claro que las había pasado por alto manteniéndose fiel al recuerdo de su amado y jamás aceptaría ser la amante de un hombre cualquiera por más que se presente como general o lo que sea que fuera.


    ─ Entiendo, soy yo quien tiene que disculparse por este desatino de mi parte ─dijo el coronel recomponiendo una mueca de seriedad más acorde a la milicia, aunque por dentro no le había sentado nada bien el ser rechazado de esa forma─. Puedo suponer que irá con el general Mustang, y no la culpo pues tengo entendido que era un buen amigo de su difunto esposo ─añadió serenamente disimulando el malestar de su voz.


    ─ Así es, el general Mustang y mi esposo eran amigos desde la academia y nosotras, mi hija y yo, le tenemos en alta estima pues es un caballero muy amable ─reconoció la dama dándole un abrazo a su hija por los hombros, y la chiquilla confirmó el dicho de su mamá moviendo la cabeza en forma afirmativa─. Nuevamente me disculpo con usted agradeciéndole su apreciación, coronel Archer, pero tengo prisa ya que recibiré visitas en casa… vamos, Elicia, que se nos ha hecho tarde ─le indicó a la niña para que retomaran su camino, dedicándole al hombre una leve y educada reverencia.



    Éste les despidió tocando el ala de su sombrero como una forma de corresponder el gesto, volviendo pronto sobre sus pasos. Observando a lo lejos logró distinguir a Roy Mustang hablando con el Führer Grumman mientras Riza Hawkeye estaba con ellos, y su ceño se torció en un tic de irritación más pronunciado.



    ─ Indudablemente ese maldito perro de Mustang ya se siente el próximo Führer por contar con el apoyo del vejete de Grumman… ─masculló entre dientes soltando un bufido─… y, encima de todo, parece que los rumores sobre su enorme harem son más que simples rumores ─agregó, sintiendo el ácido de su estómago inundando su garganta.











    Nota: esto se me ha alargado porque quise tocar un punto sobre lo que podría ocasionar celos en Roy… claro, que otro hombre coqueteé con su Riza y en su cara (cofcofcofBarrytheChoppercofcofcof). Y es que, generalmente, es ella la que debe revestirse de paciencia al verlo galantear con otras, así que vamos a darle a él una probadita de su propio chocolate. Grumman va a disfrutar un poco de esto, y nosotros también.


    Sigan leyendo y sean felices.
     
    Última edición: 8 Julio 2020
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    ****** Parte 5 ******





    Terminada la Ceremonia a los Caídos encontramos que Roy Mustang y Riza Hawkeye se habían reunido con el Führer para ultimar los detalles del desfile de la tarde en donde participarían algunos de los miembros de cada comando, cuando fueron interrumpidos por alguien no esperado.



    ─ Excelencia, que gran ceremonia… ─dijo el recién llegado cuadrándose con respeto ante él, volviéndose brevemente hacia la pareja para saludarles con la misma deferencia dado que el alquimista también es su superior en grado─… general Mustang, un honor… capitán Hawkeye… ─recibiendo de la chica la cortesía correspondiente por ser ella de la menor estatus.


    ─ Ah, coronel Archer, es un gusto que se haya animado a venir y dejar la guerra de lado por lo menos esta semana ─le dijo Grumman con igual educación mirándole con suspicacia dado que el hombre en cuestión no le era de su total agrado, sin embargo lo mantenía en el puesto a falta de alguien disponible para el mismo después que el general Haruko fuera relegado de su cargo por ser parte de los mandos corruptos.


    ─ Es gracias a las negociaciones que hemos podido mantener el alto al fuego en varias zonas de la frontera, excelencia ─respondió el aludido con calma relajando el saludo a pose de firmes─. Pero el rey de Aurego es muy desconfiado y traicionero, así que no podemos esperar mucho de él ─agregó con seriedad dándose sus aires de importancia.



    Pero antes de continuar detengámonos un momento en explicar quién es Frank Archer, el coronel encargado del Comando del Sur de Amestris, un hombre amante de la guerra que en esos momentos veía su posición más vulnerable dadas las nuevas políticas de Central. Y es que la zona sur de Amestris es una región donde se han mantenido escaramuzas bélicas a menor escala en contra, principalmente, del reino de Aurego, un estado relativamente pequeño que también tiene ansias expansionistas como las tuvo el gobierno de Amestris en sus inicios, y busca a toda costa ampliar su territorio ganando espacio de las amplias mesetas que conforman la geografía sur de dicho país. Como es lógico pensar el gobierno anterior de Amestris no dudó en continuar con el conflicto ya que en sus planes también estaba extender sus fronteras hacia los demás países vecinos usando métodos de guerra nada ortodoxos como lo hicieron en la región de Ishval, para lo cual esperaban el momento adecuado de desplegar una vez más toda su armada de alquimistas estatales o el ejército de inmortales con el que experimentaban en sus laboratorios clandestinos.



    Menos mal que las cosas habían cambiado y ahora el Führer Grumman buscaba negociar con el rey de Aurego en busca de un arreglo adecuado a la contienda de años, razón por la cual había tenido una que otra desavenencia con Archer. Aunado a ello se sabía que el general Mustang también había intervenido, indirectamente por su forma de actuar en el Este, en dichas negociaciones con la intención, sin lugar a dudas, de obtener ventaja en sus aspiraciones al puesto de Führer; lo cual le hacía quedar una vez más como un sujeto arribista y sin nada de escrúpulos… o eso es lo que pensaban muchos que, como Archer, sólo juzgaban por las apariencias sin siquiera indagar en el contexto. Como sea, Frank Archer no era ni mucho menos un hombre honorable al que no pudiera señalarse una falta, pues ya tenía en su expediente algunas notas rojas por quejas de sus subordinados ahora que las políticas del ejército también se habían abierto a ese tipo de denuncias, dado que en el fondo es un sujeto arrogante que disfruta sobajar a las personas aprovechándose de su posición; y hasta ahora la suerte le había acompañado puesto que aún no se abría una completa inspección para comprobar todos los cargos, por ello todavía mantenía el puesto.



    Pues bien, Archer, al igual que muchos otros que estaban ahí para celebrar las fiestas, ya fueran solteros, viudos, divorciados, separados, o casados que no quisieron llevar a su esposa, buscaba alguna damita disponible para cortejar una noche y divertirse a sus anchas sin ningún compromiso de por medio. Sondeando entre la multitud de doncellas y señoras sus ojos se habían fijado en Grecia al escuchar que es la viuda de Maes Hughes, lo cual no significaría ningún problema dado que una mujer enlutada podía sentirse muy sola y necesitada de compañía; pero, al recibir la negativa de ella, se lo pensó mejor dado que en realidad una viuda con una hija no era la opción que realmente requería. Además, dentro de los rumores que corrían por Central había unos cuantos que la vinculaban como una más de las queridas de Roy Mustang (inclusive los hacían amantes desde que Hughes vivía, haciéndole ver como un pobre tonto engañado por su mejor amigo), malentendiendo el lazo de amistad de muchos años que se había formado entre ellos por medio del buen Hughes y sin tomar en cuenta que Mustang ya tenía un par de años fuera ocupado en el Este… para los envidiosos nada mejor que echarle más tierra a la reputación de alguien haciéndole quedar mal con todo mundo. Por ello no le sorprendió mucho el que Grecia le dijera que iría con Roy Mustang a la recepción, lo que le abría la posibilidad de acercarse a una dama más interesante como la capitán Riza Hawkeye, una mujer soltera, atractiva y, por lo que sabía, muy buena soldado de ética ejemplar y fuerte temperamento. Obviamente, al ser subordinada de gran cercanía con Roy Mustang no era de extrañarse que fuera incluida en el harem de éste último como la primera en el orden, sin embargo Archer no perdería la oportunidad para tal vez darse un gusto con tan linda doncella. Por lo demás la Ley de antrifraternización le tenía sin cuidado pues él sólo quería divertirse, y esperaba que la joven decidiera poner de su parte; y de ahí que tomara la decisión de aproximarse a ellos con la finalidad de tantear el ambiente para poder invitar a Riza al baile.



    ─ Ya veo… tal vez tenga que enviar al sur al general Mustang aquí presente para cuando termine en el Este… ─detalló el Führer tras meditar en los dichos de Archer por unos segundos, carraspeando para no reír con sarcasmo─. Tengo plena confianza en que él conseguiría mejorar los acuerdos para que el rey de Aurego cese con sus provocaciones de una buena vez, dado que ya tiene experiencia en sus tratos con la realeza de Xing puede que no haya problemas ─consiguiendo que el rostro de Archer se torciera levemente en una mueca de irritación aunque trató de disimularla lo mejor que pudo.


    ─ Vamos, excelencia, no creo que mi presencia en el sur sea necesaria pues considero que el coronel Archer ha hecho un buen trabajo; y si sigue como hasta ahora es sólo cuestión de tiempo para que el rey de Aurego entre en razón ─por supuesto que en los planes de Roy no estaba ir al sur ni mucho menos para detener una guerra contra un rey que a leguas se notaba era peor que Archer, por lo que dio una explicación de lo más profesional encubriendo su apuramiento… pues para ser una broma del viejo podía parecer una orden muy realista.


    ─ Bueno, ese es solo un plan de emergencia por si llegara a necesitarse… ─masculló Grumman soltando esta vez una risita de diversión ante el correcto actuar del alquimista─. Pero ahora estamos de fiesta así que, coronel Archer, espero se la pase muy bien y ya tenga pareja para el baile ─añadió más relajado mirándole con leve curiosidad.


    ─ En realidad pasé por alto el detalle del baile, qué descuido de mi parte… ─se lamentó el hombre haciendo un falso mohín de congoja por su mala suerte─. Pero imagino que usted, excelencia, puede recomendarme a alguien para invitar… me han dicho que tiene un exquisito gusto por las damas así que no le ha de ser difícil… ─mencionó algo más normal y hasta indiferente en tanto miraba de reojo a Riza, la cual se mantenía en pose de firmes y con el rostro inexpresivo a una distancia adecuada de acuerdo a su menor rango, evitando así intervenir en la charla a menos que se lo pidieran.



    Claro que el minúsculo movimiento ocular no fue imperceptible para Roy Mustang, lo que le hizo preguntarse internamente cuáles eran las verdaderas intenciones de ese sujeto para atreverse a mirar así a su capitán. Sin embargo no podía quejarse ni reclamarle por nada por… porque en realidad el tipo no había hecho nada malo de lo cual pudiera acusarle.



    ─ ¡Oh, no!, favor que me hacen pero eso no es verdad, aquí el experto en tratar con las damas es el general Mustang… ─por su parte el octogenario volvió a reír un poco más fuerte ante semejante ocurrencia, y de inmediato le lanzó la bola a Mustang poniéndolo en una postura incómoda─. Yo solo soy un anciano venerable que quiere terminar sus días sirviendo a su país ─aclaró con la voz un poco cansada.


    ─ Por favor, excelencia, usted todavía tiene la fuerza necesaria de un hombre joven para dirigir al país a nuevas y mejores glorias ─respondió por su parte el aludido guardándose las ganas de reclamarle por eso.


    ─ No intente desviar el tema, general, y ayude al buen coronel Archer a conseguir una pareja para el baile ─le dijo el viejo un poco serio como si se tratara de una cuestión de trabajo.


    ─… Bueno, ya que lo pide de esa forma… ─aguantando un suspiro de irritación el alquimista sacó una tarjetita de uno de los bolsillos de su gabardina, entregándosela a Archer de la forma más educada posible─. Mire usted, coronel, si llama a este teléfono le aseguro podrá contactar con alguna hermosa doncella de compañía para el baile… todas son muy buenas chicas y estarán encantadas de atenderlo como se merece ─le dijo, pensando en que después tendría que disculparse con Madame y las muchachas por comprometerlas con un individuo extraño de esa forma.


    ─ Muy amable, general ─el hombre recibió la tarjeta dándole un vistazo rápido antes de guardarla en su bolsillo. Sin embargo no estaba en sus planes rendirse así de fácil y, considerando que nadie se opondría directamente a su petición, sacó a relucir el tema de la Ley antes de dirigirse a Riza─. Por cierto, excelencia, ha sido algo muy bueno lo de abolir la Ley de antifraternización ya que de verdad nos complica varias cosas… por ejemplo, y si ustedes me lo permiten, espero que la capitán Hawkeye aquí presente pueda aceptar mi invitación al baile; claro, si no hay inconveniente de su parte… ¿qué dice, capitán? ─empleando para ello un tono de lo más amable y casual pretendiendo sonar galán cuando la joven le dirigió la mirada seria.



    Un pequeñísimo tic en la ceja de Roy indicaba su malestar ante semejante acto… o sea, ¿de verdad el tipejo ese le estaba pidiendo una cita a su capitán y en su cara, de verdad? Y Grumman tuvo que armarse de toda la entereza posible para no soltar una risotada burlona ante la demostración dada por los caballeros dado que, siendo un hombre con años de experiencia, no era nada nuevo para él ver cosas como esas.



    ─ Le agradezco su atención, coronel Archer, pero ya tengo un compromiso previo para el baile y no puedo fallar ─respondió por su parte la rubia con total educación y formalidad sin variar ni un ápice su postura ni su gesto, como todo buen soldado.


    ─ Disculpe mi atrevimiento, capitán, pero si cambia de opinión no dude en contactarme… ─por lo que Archer considero que ya no era razonable insistir así que decidió dar un paso atrás, sin embargo dejó claro que no cejaría en su intención de salir con ella─. De todos modos le agradezco nuevamente la información, general; ya me comunicaré con alguna doncella de compañía si la ocasión lo amerita ─declaró guardándose una risita burlona dado que, como hombre, también podía distinguir el recelo de otro varón cuando cortejaban a su prospecta.


    ─ Por nada, coronel; aunque yo le recomendaría contactar al teléfono lo más pronto posible pues conozco que son señoritas encantadoras que indudablemente tendrán muchas peticiones para una cita al baile ─mencionó Roy manteniendo también el aplomo y la cortesía militar como si nada le afectara, aunque por dentro tuviera ganas de golpearle.


    ─ Bueno, bueno, ya resuelto el asunto de la pareja lo mejor es ponerse a trabajar de una buena vez… No olviden que aún tenemos el desfile de la tarde, así que les sugiero vayan a organizar a sus batallones que debemos darles una buena demostración a los ciudadanos ─intervino Grumman tras carraspear sonoramente para llamar la atención de sus oficiales, dándose sus aires de importancia al emplear un serio tono de mando que no admite excusas.


    ─ En seguida, excelencia… ─respondieron los tres militares cuadrándose educadamente antes de tomar rumbos diferentes hacia el Cuartel Central donde les esperaban sus respectivas compañías.



    Tras andar unos cuantos metros en silencio alejándose tanto de Archer como de Grumman, los suficientes para perderse entre la multitud de curiosos que les miraban y señalaban, Riza se dirigió respetuosamente a Roy caminando como siempre detrás de él:



    ─ Señor… ─al tiempo que le miraba con leve duda.


    ─ Estoy bien, capitán, no tiene que preocuparse por las nimiedades sin sentido de un idiota como Archer… ─contestó el alquimista tratando de mantener la voz sosegada, sin embargo no pudo ocultar su molestia al final soltando un pequeño resoplido.


    ─ El coronel Archer no me preocupa para nada, señor… es sólo que hemos tomado la ruta larga hacia el cuartel en lugar de atravesar la plaza ─le explicó la joven con serenidad dando un énfasis de reconvención a su tono.


    ─ Ah, eso… bueno, después de todo no pensaba caminar junto a Archer por... bueno, ya no importa ─confesó el aludido un tanto avergonzado al darse cuenta de su desliz, tratando de explicarse ante ella al detenerse momentáneamente para voltear a mirarla de frente─. De todos modos necesito hacer una llamada a Madame y por supuesto que no sería correcto de mi parte el hablarle desde el comando ─agregó al final un poco más tranquilo en cuanto la muchacha se detuvo más cerca de él.


    ─ Tiene razón, señor, no sería correcto hacer una llamada personal desde el comando ─admitió seriamente dándole la razón, dedicándole una pequeña y discreta sonrisa cómplice.



    Juntos se encaminaron a una cabina telefónica cercana y, mientras él hacía la llamada, ella vigilaba con atención. Al poco tiempo volvieron sobre sus pasos dirigiéndose, ahora sí, hacia el Cuartel Central donde Havoc y algunos soldados más les esperaban para organizarse de acuerdo a los protocolos establecidos.



    En otro lugar de la ciudad una pequeña familia recibía a sus invitados para disfrutar una encantadora fiesta de té, saboreando un suculento pay de manzana a petición de los convidados.



    ─ Entonces, Winry nee-chan, ¿tú y Ed nii-chan van a ser pareja en el baile del fin de semana? ¿De verdad? ─Elicia observaba a su rubia amiga con una mezcla de asombro y felicidad reflejada en su carita, saboreando su correspondiente trozo de tarta.


    ─ Elicia, por favor… no hables con la boca llena ─le dijo su mamá en tono de regaño maternal mirándola con desaprobación.


    ─ Así es, Elicia… y mañana vamos a ir a comprar un hermoso vestido porque, como no voy mucho a fiestas allá en Resembol, pues no tengo nada adecuado que ponerme ─respondió por su parte la muchachita soltando una risita alegre, en tanto el mayor de los Elric enrojecía de las orejas de sólo pensar en el suplico que le esperaba el siguiente día.


    ─ Vamos, Winry, no creo necesario que te pruebes muchos vestidos para encontrar uno de tu talla… al fin que ni estás gorda como una vaca ─le dijo a modo de queja soltando un resoplido.


    ─ Eres un desconsiderado, Ed, eso es lo que eres ─respondió la chica lanzándole una mirada dura que lo hizo callar al momento.


    ─ Es por eso que mi Alphonse-sama es el mejor, nada que ver con el descortés de Edward-sama ─observó por su parte May Chang, la pequeña princesa de Xing que le había tomado un cariño muy especial al menor de los Elric cuando los conoció durante todos los acontecimientos anteriores al “Día prometido”. Y es que una comitiva invitada del reino de Xing, con el joven emperador Ling Yao a la cabeza, formaba parte de los invitados especiales a las celebraciones como un agradecimiento de Amestris por el apoyo personal que habían recibido de ellos durante ese problemático día. Por ello la joven princesa May, media hermana del emperador, estaba ahí disfrutando el té junto con sus nuevos amigos.



    ─ Oye, enanita, no tienes por qué decir esas cosas… ─le replicó el rubio en voz baja mirándole con desagrado. A pesar del tiempo transcurrido había momentos en los cuales sacaban a relucir sus diferencias de opinión.


    ─ Ya, ya, May, hermano… no hay porque discutir… ─por ello Al se vio obligado a intervenir al estar precisamente sentado entre ella y su hermano mayor, dedicándoles a ambos una sonrisita boba en tanto les pedía paz con las manos─. Mejor cuéntanos, Elicia, ¿tú vas a ir al baile? ─y se dirigió a la pequeña niña con amabilidad retomando la atención hacia el tema principal de la semana, el festejo al término de todas las celebraciones.


    ─ Claro que sí… mi mami y yo vamos a ir con el tío Roy porque él me invitó como su pareja especial, ¿pueden creerlo? También voy a usar un vestido nuevo ─respondió la chiquilla con su aire de inocencia y voz emocionada como corresponde a una pequeña de siete años sintiéndose importante, tras terminar su pedazo de pay y darle unos cuantos tragos a su bebida─. Y la señorita Riza va a ser mi niñera cuando mami y el tío Roy vayan a bailar ─adicionó, visiblemente contenta de ser tomada en cuenta para tan histórica ceremonia.



    Edward por poco se atraganta con el té por lo que Winry tuvo que meterle unos cuantos golpes cariñosos en la espalda para ayudarle a respirar, mientras que Alphonse puso un gesto bobo de azoramiento sin saber qué pensar al respecto.



    ─ ¡Ah, pero qué bien, Elicia! ─fue Winry la que habló aprovechando que Ed estaba ocupado limpiándose la boca tras armar semejante show─. Imagino que al general Mustang le gusta mucho consentirte… ─añadió con una sonrisita al tiempo que le dirigía una mirada de duda a la señora Grecia, tratando de entender la razón detrás de lo ilógico que sonaba ese argumento.


    ─ Así es, el general Mustang nos invitó al baile a Elicia y a mí para ser su pareja ─respondió la buena mujer a la pregunta no formulada, regalándoles una sonrisa para transmitirles confianza─. Por si no lo sabían he de contarles que el general es padrino de Elicia, siempre habla por teléfono cuando viene a Central por cuestiones de trabajo y nos manda regalos en nuestros cumpleaños. Por eso ahora quiso aprovechar la fiesta para que pudiéramos divertirnos todos juntos ─puntualizó amablemente.


    ─ Ya veo… ese es un gran detalle de su parte ─dijo la joven sonriendo también, pensando que el mayor Elric era un exagerado al desprestigiar a un buen hombre como el general Roy Mustang.


    ─ ¿Y la capitán, cómo es qué…? ─el menor Elric quería entender la razón por la que los militares no tomaban el camino más fácil y lógico de ir juntos y solos al baile; al fin de cuentas ya todos los del equipo (y tal vez algunos cuantos más fuera del mismo) conocían de su cercana relación de amistad [y tal vez algo más allá de eso] más allá del ámbito laboral. Y no es que menospreciara el hecho de que el general Mustang procurara a la familia de su difunto amigo Hughes sólo que, para ir a una fiesta nocturna, lo habitual era tener una pareja de baile y no la compañía de dos damas con una niña pequeña.


    ─ Bueno, Al, como bien explico Elicia será la capitán Hawkeye la que la cuide cuando el general y yo vayamos a bailar algunas cuantas piezas… De hecho ella se ofreció amablemente a acompañarnos de esa forma para que tanto mi hija como yo podamos estar en el baile sin preocuparnos ─Grecia no le dejó terminar dándole una explicación puntual sin variar el tono amable─. Porque de otra manera no estaría muy bien visto ya que la ley es muy estricta en varios puntos… si entienden a lo que me refiero ─adicionó algo seria para dar por zanjado el tema, considerando que, a estas alturas, ya los jóvenes estaban más que enterados de las implicaciones de la aún vigente Ley de antifraternización del ejército.


    ─ Y yo pensé que ese bastardo iba a hacer algo para pedirle a la capitán… ─masculló Ed un poco molesto por todo eso, puesto que, a su parecer, una manera de demostrar la valía de un hombre era hacer las cosas necesarias sin importar la opinión de los demás; y eso es lo que el general Mustang debería hacer que al cabo muchos en el ejército le tenían mala voluntad por muchos motivos. Uno más no haría ninguna diferencia.


    ─ Es fácil decirlo para ti, Ed, porque nosotros no estamos en sus zapatos ni hemos vivido lo que él ha vivido puesto que la vida activa en el ejército no es tan fácil… Si el general Mustang aspira a llegar a un puesto más alto le es más prudente mantener las formas, tanto para el mismo como para la capitán Hawkeye; y lo mejor para ambos es esperar que se concrete la abolición de la ley antes de dar un nuevo paso ya sin riesgos ─le dijo la señora Hughes con reconvención maternal mirándole fijamente─. ¿Quieres otro pedazo? ─rápidamente cambió el tema ofreciéndole más postre, volviendo a sonreír alegremente.


    ─ Sí, me encantaría… ─el joven rubio soltó un suspiro bajo de rendición al admitir que, ciertamente, Roy Mustang se jugaba el pellejo dentro del ejército como para actuar imprudentemente en un tema tan delicado que podía involucrar a la capitán Riza Hawkeye, así que recompuso el gesto por uno más tranquilo al tiempo que tomaba entre sus manos el plato con el pedazo de pay.


    ─ Y sólo entonces el tío Roy podrá casarse con la señorita Riza para tener lindos bebés… al menos eso me dijo mi papi antes de irse al cielo ─puntualizó Elicia muy contenta como una forma de continuar la disertación de su mamá. Aunque no entendía del todo sobre la complicada vida adulta sabía lo suficiente para darse cuenta que su padre no le había mentido en ese tema.



    Todos los demás soltaron risas alegres después de mirarla con estupefacción por unos segundos, divertidos ante su angelical pero precisa ocurrencia.




    **********




    La semana pasó lo suficientemente rápido como para no permitir que Roy Mustang asesinara a Frank Archer, quien había aprovechado todas y cada una de las oportunidades que se le presentaron para cruzarse con Riza y abordarla con cualquier pretexto en sus intentos por convencerla de aceptar ser su pareja de baile, a lo que la rubia tuvo que negarse en más de una ocasión intentando no sonar maleducada; porque claro, se le había vuelto algo penoso dado que estaba obligada a mantener la educación militar por respeto al grado superior del coronel, y por supuesto que no pensaba agobiar a su general con esas tonterías sin sentido para que las cosas no fueran a terminar mal. Y es que prácticamente se volvió una obsesión para el hombre pues se había propuesto el por lo menos bailar una pieza con ella y en las narices de Mustang, por lo que no le preocupaba hablarle aunque estuviera ocupada en su trabajo. Afortunadamente Jean Havoc se encontraba allí como parte del batallón representante del Comando del Este, e hizo entrar en razón a su jefe en más de una ocasión cuando parecía a punto de reventar de rabia ante semejante atrevimiento de Archer.



    Lo último sucedido antes de la culminación de los eventos con el baile ocurrió precisamente ese día en la mañana, cuando Mustang se enfrascó en una discusión verbal levemente subida de tono con la general Olivier Armstrong sobre el acomodo de sus respectivos escuadrones siguiendo un orden establecido, primero el Este y después el Norte; algo en lo que la mujer no se mostraba conforme porque, según ella, eso era darle más importancia al Este por sobre el Norte cuando en el Norte, más correctamente en la montañas de Briggs, ella y sus hombres se jugaban la vida por la defensa del país mientras que en el Este se la pasaban bomba firmando acuerdos de paz, a lo que Roy tuvo que contar mentalmente hasta veinte para no soltarle alguna mala palabra que pudiera ofenderla en gran medida. Porque claramente les era difícil ponerse de acuerdo en tan delicado tema, aunado a que ella le tenía mala voluntad sin un motivo acreditado. Al lado de la general Armstrong se encontraba el capitán Miles, dado que, a pesar de estar todavía de préstamo en el Este, seguía siendo miembro importante y principal del Escuadrón del Norte, y al lado del alquimista se encontraba su siempre fiel capitán Hawkeye; y los dos mantenían el porte marcial si bien por dentro se sentían bastante avergonzados por el actuar casi infantil de sus superiores. Havoc se acercó entonces y se dirigió a Riza hablándole unas palabras muy cerca del oído, no queriendo interrumpir la disertación de los generales para que su jefe no fuera a perder la controversia por desviar la concentración hacia otro tema.



    ─ Bien, iré enseguida… ─dijo la joven en forma discreta tras escucharle, dejándole encargado de acompañar a su general.



    Apenas avanzó unos diez metros cuando fue abordada una vez más por Archer, quien se hizo el aparecido por casualidad alegando que tenía algunos asuntos pendientes de trabajo con el general Mustang.



    ─ Es un gusto poder hablar nuevamente con usted después de lo de ayer en la tarde, capitán Hawkeye ─le dijo saludándola en cuanto ella le dedicó el tratamiento marcial de acuerdo a las normas, simulando perfectamente su incomodidad tras la seriedad de su rostro─. Y como veo que el general Mustang está bastante ocupado con la general Armstrong creo que puedo consultar con usted sobre la duda que tengo ─añadió a continuación, dedicándole una sutil sonrisa pretendiendo ser seductor.


    ─ Si puedo darle la información que necesita no creo que haya problema, coronel, así que escucharé su petición… ─respondió la joven evitando poner los ojos en blanco ante ese pobre intento de hacerse el hombre encantador. Indudablemente ese arte no lo dominaba cualquiera y tampoco era de utilidad con ella.


    ─ Bien, verá, mi duda es con respecto al orden de presentación de los batallones… no entiendo bien si nosotros los del Sur desfilaremos después de los del Oeste o antes que ellos ─indicó un poco más serio para verse más profesional.


    ─ ¿Acaso no les entregaron el cronograma de actividades? Tengo entendido que el Führer lo hizo llegar a todos antes del inicio de las acciones festivas ─ella le interrogó un tanto suspicaz pero sin mostrar alguna variación en su tono de voz monocorde, llevando entre sus brazos la correspondiente carpeta de documentos informativos sobre las tareas a realizar durante la semana.


    ─ Bueno, no tengo un asistente tan eficaz y competente como usted, y es por ello que me veo en la penosa necesidad de consultarle sobre esto ─el hombre se disculpó, encogiéndose levemente de hombros como si en realidad no le importara mucho.


    ─ Está bien… de acuerdo al cronograma de actividades primero desfilará el batallón representativo de Ciudad Central, que es el de mayor tamaño… si gusta puede quedarse con esto… ─guardándose un suspiro de pesadez Riza sacó el mencionado documento de entre los papeles que llevaba en el legajo, entregándoselo con prontitud para que lo leyera.



    Havoc había visto todo el montaje de Archer observando discretamente a la distancia, y esperaba que Roy Mustang no volteara hacia allá en cuanto notara que no era Riza la que estaba a su lado; sin embargo sus súplicas no fueron escuchadas ya que, ni bien terminó de pensarlo cuando, justo en ese mismo instante, pareciera como si el sensor indicativo de inminente peligro que poseía el alquimista se activara buscando a su preciada capitán ─“¿Por qué las cosas no salen como uno quiere?” razonó el pobre rubio disimulando su contrariedad─, virando un poco la cabeza al percatarse que el militar a su diestra no era la persona a la que había encomendado su espalda, pasando por alto las últimas palabras de la general Armstrong.



    ─ Teniente Havoc, ¿pero qué demo…? ─le dijo soltando un bufido, el cual fue silenciado de forma brusca al ver, a lo lejos, como su valiosa Riza era acosada, por enésima vez, por ese hombre engreído. Casi se rompe el cuello de la impresión por darle un giro de noventa grados para comprobar que sus ojos no le engañaban.


    ─ ¿Qué sucede, Mustang? ─preguntó a su vez Olivier Armstrong, mostrándose un poco confundida por la repentina ofuscación de su rival.


    ─ Teniente Havoc, encárguese de lo demás pues tengo prioridades que atender ahora… ─sin embargo Roy Mustang se olvidó completamente de ella, decidido a dirigirse hacia donde su Riza y Archer conversaban.


    ─ Señor, la general Armstrong está aquí… ─le recordó el nombrado intentando detenerle de esa forma.


    ─ Pues atiéndela como se merece, no tardaré ─lo cual fue en vano pues, antes que dejar a Riza a merced de ese Archer bastardo prefería darle la razón a Olivier. Y se encaminó con paso firme a rescatar a su prenda amada, soltando unos cuantos improperios en voz baja sobre los tíos idiotas que no entendían razones con buenas palabras.


    ─ ¿Soy yo o pareciera que el general Mustang está rodeado por la sombra de unas llamas? ─le preguntó Miles a nadie en particular mientras una gota anime bajaba por su frente en señal de estupefacción absoluta.


    ─ No eres solo tú, Miles, ya que yo también las veo… ─le comentó su general recuperándose de la impresión por ser dejada casi con la palabra en la boca. Dirigiéndose a Havoc le hizo el siguiente comentario─. Puedes decirle a tu general que seguiremos el protocolo establecido, así que ni se le ocurra llegar tarde o tendrá que sufrir las consecuencias de sus actos por faltarme al respeto de esta forma ─y, dando la vuelta, se marchó hacia su posición temporal dentro del área del Comando Central siendo seguida por Miles.


    ─ Como usted, diga, general Armstrong… ─respondió Havoc respetuosamente cuadrándose en señal de despedida. Después, soltando un suspiro bajo de rendición se dedicó a observar a la lejanía para intervenir si fuera necesario.



    Antes de llegar lo suficientemente cerca de Riza y Archer Roy alcanzó a escuchar cómo éste le hacía la propuesta de ser su pareja para por lo menos bailar una pieza en el baile, por reiterada ocasión en la semana, y ella le rechazaba de forma más que correcta repitiéndole que ya tenía un compromiso previo por lo que le era imposible aceptar su petición; así que, muy decidido a interrumpir, elevó la voz llamándole la atención a su colaboradora como una táctica de enmascarar su creciente exasperación hacia el atrevimiento del hombre ahí presente.



    ─ ¡Capitán Hawkeye, creo haberle pedido que se encargara de los pendientes en tanto yo resolvía ese asunto con la general Armstrong! ─le dijo duramente con toda la seriedad que le fue posible. Después fijó la vista en Archer como si apenas se percatara de su presencia─. Ah, coronel Archer, no sabía que estaba usted aquí… ─agregó fingiendo demencia pero sin variar la entonación severa.


    ─ General Mustang… ─respondió el aludido cuadrándose respetuosamente de acuerdo al protocolo en atención al mayor grado del alquimista, aunque por un momento sintió unas ganas locas de carcajearse en su cara entendiendo el motivo de su enfado.



    Sin embargo también percibió un estremecimiento recorrer su columna a manera de advertencia en cuanto comprendió, a través de la mirada de esos oscuros ojos que parecían a punto de lanzar un fuego ardiente, que realmente no debía hacerle estallar de verdad o podría resultar abrasado en un descuido. Aunado a ello también le pareció notar la sombra de unas salvajes llamas rodeando la silueta de su adversario, pero no era tan tonto para comprobar si eran de verdad o sólo un producto de su imaginación.



    ─ Discúlpeme, señor, ya estoy en ello… ─contestó la joven por su parte con total profesionalismo, recibiendo la llamada de atención sin chistar ni un poco. Dispuesta a retirarse les dedicó a ambos la cortesía marcial, pero antes de irse le dijo unas últimas palabras al coronel─. Espero que la información solicitada haya sido lo suficientemente clara, coronel Archer ─y se dio la vuelta con prontitud para alejarse con paso ligero y firme, soltando un suspiro muy bajito de alivio en cuanto tomó una distancia adecuada para que no la escucharan.


    ─ Dígame qué le era tan importante para tomarse la osadía de afectar el trabajo de mi subordinada, coronel Archer… ─en cuanto Riza dio un par de pasos Roy se volvió nuevamente al hombre para enfrentarlo y así hacerle abandonar el terreno con la cola entre las piernas, hablando en esta ocasión con un tono de irritación para que no cupiera duda que estaba molesto con su aparición.


    ─ Sólo necesitaba reafirmar el orden en que se presentarán los batallones al desfile, y como usted estaba muy ocupado puede que se me haya hecho fácil consultar mi duda con la capitán ya que yo no cuento con una buena asistente para tomar notas… ─mencionó el aludido de forma muy correcta y sin más se dispuso a volverse por donde había llegado, dirigiéndole el tratamiento militar antes de darle la espalda─. Me excuso por ello.


    ─ Que no vuelva a repetirse, se lo advierto ─le espetó Mustang guardándose un gruñido, indicándole que podía marcharse.



    Archer no esperaría que se lo repitieran así que regresó sobre sus pasos. En cuanto se alejó unos metros volvió discretamente la vista para observar que Roy Mustang seguía parado en el mismo lugar, vigilándolo de igual manera, así que decidió continuar su camino tras murmurar unas palabras despectivas entre dientes. Por su parte Havoc se acercó a su general tratando de mantener la calma para que no fuera a querer desquitarse con él.



    ─ Em, señor… la general Armstrong me encargó que le dijera… ─señaló al acercarse con total precaución.


    ─ Ya me imagino lo que quiere esa mujer, así que podemos darle el gusto para que esté contenta y deje de molestarme ─pero éste le detuvo soltando el resoplido que traía atravesado en la garganta, en tanto tomaba el camino por el cual Riza se había retirado no mucho tiempo atrás.


    ─ Bueno… en realidad dice que seguirá el protocolo de presentación para el desfile ─el rubio fue tras él manteniendo su distancia y soltó el comentario en cuanto percibió que se encontraba más tranquilo.


    ─ ¿Y para decirme eso tuvo que armarme todo un show? ─resopló el alquimista con frustración mientras su gesto se retraía en una mueca de contrariedad─. No cabe duda que a la general le hizo falta un buen marido para no ser tan amargada ─añadió con pesadez. Anduvieron unos metros más en silencio hasta que Havoc se animó a hablar otra vez.


    ─ Realmente, jefe, cuando algo relacionado con la capitán te molesta es muy difícil disimularlo… ─subrayó suspicazmente en voz baja.


    ─ ¿A qué te refieres exactamente con eso? ─alegó Roy mirándole de reojo sin subir la voz.


    ─ Es que parecías un dragón dispuesto a lanzar llamas por la boca para calcinar a Archer… ─mencionó el rubio disimulando una risita burlona─… y la verdad no me hubiera extrañado ya que la alquimia de la llama es en extremo una exageración hasta para los estándares normales ─complementó dándoselas de sabihondo.


    ─ Eres la mar de gracioso, Havoc ─masculló el alquimista lanzándole una mirada inquisidora.



    Alcanzaron a Riza cuando hablaba con los otros miembros del batallón dándoles las últimas instrucciones, y todos ellos se cuadraron respetuosamente al verlos llegar rindiendo los honores correspondientes a su general. Después de ultimar detalles los demás se retiraron presurosos para ocupar sus respectivos lugares y así no estar a deshora en la formación, concediéndoles un breve tiempo a Hawkeye y a Mustang para charlar a solas al ser los jefes directos en el Comando del Este.



    ─ Capitán, si usted siente que alguien la está molestando no dude en confiármelo para… ─le decía el alquimista a su auxiliar, esperando que ella se explayara para levantar una queja directa sobre el comportamiento de Archer.


    ─ No hay ningún problema con nada, señor… ─sin embargo la muchacha le interrumpió con el trato militar formal, dándole a entender que podía resolver sus asuntos personales sin tener que importunarle─. Lo importante ahora es preceder el desfile como es conveniente… y recuerde que el Führer lo espera en el atrio principal en menos de quince minutos ─precisó haciendo la puntual observación al tiempo que consultaba el programa, para recordarle que había cosas más relevantes en ese momento que preocuparse por el coronel Archer.


    ─… Es cierto, no sé en que estaba pensando… ─masculló el moreno consultando su reloj, internamente contrariado porque ella no quisiera confiarle su inquietud. Sin embargo, si la rubia no quería hablar, no había nada que pudiera hacer para levantar una sanción en contra del individuo ese─. Pues al mal paso darle prisa, así que sígame ─agregó apurando el paso para alcanzar a sus compañeros.


    ─ Como usted ordene, señor… ─respondió la joven en tono obediente, siguiéndole de cerca a buen ritmo.



    El desfile pasó sin más contratiempos y ahora sólo era cuestión de prepararse para el baile nocturno como una buena forma de cerrar las celebraciones en todo el territorio, para recordar que Amestris es un gran país lleno de valiosas personas a pesar de los sangrientos acontecimientos que le dieron nacimiento como una poderosa nación. Sin duda alguna una fiesta de esa categoría estará llena de sorpresas.









    Nota: Al fin, gracias al consejo de un buen amigo pude subir el capítulo (tuve que descargar Firefox para poder hacerlo sin problemas, ahora tengo otro buscador en mi PC... ☺)

    De verdad, después de pensarlo mucho, no me quedó de otra que desarrollar una historia más larga de la que me había planteado al principio; pero es que hay detalles y situaciones dignas de mencionar que la trama requería, así que espero las disfruten como yo al escribirlas y esto no se les haga aburrido.


    ¿Qué creen que pueda pasar en la fiesta? ¿Conseguirá Archer bailar con Riza aprovechando la distracción de Roy con Grecia y Elicia? ¿O la joven se mantendrá firme en sus convicciones? Podría ser fácil hacer que la rubia capitán bailará con el aprovechado coronel como para causarle celos a su general, pero sin lugar a dudas no le daría cabida al juego de Archer porque ese no es su estilo (a mi forma de ver jamás lo haría), manteniéndose fiel al alquimista así no sean aún una pareja con todas las de la ley. ¿Y qué dirá Grumman a todo esto, se mostrará de acuerdo en que Archer corteje a su nieta o hará algo? Esperen por la siguiente parte que voy puliendo el guión.
     
    Última edición: 25 Julio 2020
  7. Threadmarks: Parte 6
     
    InunoTaisho

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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Romance/Amor
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    ****** Parte 6 ******






    Una hora antes del inicio de la fiesta nocturna para culminar la semana de Amestris Riza Hawkeye recibió de parte de su abuelo en anonimato, el Führer Grumman, una gran caja de regalo en la que venía un lindo vestido de fiesta, a lo que la joven suspiró con leve pesadez después de leer la tarjeta: “Por favor, querida, dale un gusto a tu viejo abuelo y concédeme el honor de verte con este hermoso vestido… también para la alegría de tu general Mustang, quien sin duda estará agradecido al verte tan bella.”



    ─ No sé en que estaba pensando mi abuelo cuando compró esto… ─observó al sacarlo del envoltorio para admirarlo detenidamente, sintiéndose un poco avergonzada porque el vestido en cuestión fuera algo atrevido para su gusto.



    Decidida a complacer a su abuelo se dispuso a ponerse el atuendo pues en realidad no le quedaba de otra, dado que aún no había escogido su ajuar para la celebración porque ella no es de esas damas que andan socializando de fiesta en fiesta, por lo tanto no tenía atavíos apropiados para un evento social de ese tipo. Admirándose en el espejo de su cuarto no pudo evitar sonrojarse de más al comprobar sus sospechas sobre lo indiscreto que era el vestido.



    ─ De verdad necesito ponerme algo para cubrir la espalda… ─susurró por lo bajo dado que el vestido color vino de tela de encaje era de hombros ligeramente descubiertos, un sutil escote a la altura de su busto, y cuyo corte acentuaba su esbelta figura llegando a cubrir apenas las rodillas; algo sencillo pero elegante para la ocasión. Ni tarda ni perezosa buscó un chal a juego pero no pudo colocárselo ya que, en ese momento, sonó el timbre del departamento anunciando la llegada de Roy Mustang un poco antes de la hora convenida.



    Ciertamente Roy se presentó allí más que temprano dado que, al ser el último evento de la semana nacional, ya no había otra cosa oficial más en la que ocuparse para el siguiente día, por lo que le pareció adecuado poder darse un tiempo para charlar con la rubia y así quizás ella, también más aliviada por librarse de ocupaciones superfluas, se sentiría con confianza para tal vez animarse a levantar la denuncia contra Archer en cuanto hubiera la oportunidad. Se llevó una grata sorpresa al verla vestida de esa forma tan femenina ya que se había imaginado, conociéndola como la conocía, que iría a la fiesta utilizando una falda larga con su blusa blanca y sus cómodas botas negras, lo que le hizo parpadear confundido por un momento sin saber que decir.



    ─… amm… ─murmuró por lo bajo sin disimular para nada su embeleso, encantado por poder contemplar sus bien torneadas piernas y un poco de piel bajo el escote.


    ─ Muy buenas noches, general… le sugiero por favor cerrar la boca antes de entrar ─comentó la joven intentando inútilmente mostrarse seria y profesional ya que el rubor de sus mejillas era evidente, desviando la vista para no mirarlo de frente y así no darle a entender que se moría de la vergüenza─. Sólo deme un par de minutos para terminar, le prometo no tardar ─añadió antes de volver atropelladamente sobre sus pasos para encerrarse con prontitud en la habitación dando un portazo no muy suave.


    ─ Claro, claro, no hay problema… tómate tu tiempo que aún es temprano para pasar por Grecia… ─respondió el alquimista tras recuperar el sentido después de escuchar el golpe de la puerta, cerrando la correspondiente a la entrada con cuidado. Posteriormente se acomodó lo mejor que pudo en una de las pocas sillas disponibles que había en la pequeña estancia para recibir a los invitados, dispuesto a esperar lo necesario.



    Riza sí que se tomó su tiempo para arreglarse ocupándose en acomodar su equipaje como una forma de recuperar la calma y ecuanimidad, suspirando entrecortadamente en varias ocasiones para liberarse de la acalorada emoción del momento. En ese pequeño instante extrañó a Black Hayate, su perrito, puesto que con él podría desahogarse más rápido al contarle sus inquietudes con total confianza.



    ─ Cálmate, Riza, se trata de un baile y nada más… ─se dijo después de cepillar su cabello para acomodarlo en un peinado de media cola, retocándose levemente el tenue maquillaje que coloreaba su rostro─. Tú sólo tienes que divertirte con Elicia para que ella lo pase bien ─agregó al final desistiendo de guardar una pequeña pistola en el fondo de su pequeña bolsa de mano para mejor colocarla cuidadosamente al interior de su bota (con el seguro puesto), suspirando una vez más al pasar frente al espejo para mirarse por última vez… indudablemente, si quisiera, podría lucir mejor con el vestido, pero eso no era necesario para lo que iba a hacer en el baile.



    Por su parte Roy se puso a meditar en lo que hubiera pasado si es que acaso la desconocida y especial nieta de Grumman insistiera en tener una cita, pensando en matrimoniarse con él en cuanto su abuelo lo dispusiera… menos mal que pudo evitarse la pena de tener que mandar con prontitud a Riza de regreso al Este para no hacerle pasar un mal momento; porque, obviamente, aunque no se sentía muy seguro de cómo arreglarlo sin ofender a nadie, le era claro que en sus planes de llegar a Führer en un futuro no estaba casarse con una misteriosa dama así se tratara de la nieta del actual Führer y eso pudiera catapultar su carrera. Soltó un suspiro bajo entre el alivio de haber tenido suerte en el delicado tema, y la consternación porque su adorada capitán no hubiera accedido a ser su pareja de baile para pasarlo bien juntos y solos; de hecho también recordó a Black Hayate y no pudo evitar sonreír brevemente, imaginando que el perrito ladraría dándole su aprobación al confesarle los planes que pudo haber tenido para terminar la noche al lado de Riza.



    ─… o seguramente me regañarías si intentara ser demasiado fresco con tu dueña… ─murmuró al final soltando una risita baja de diversión. Al escuchar la puerta de la habitación abrirse se puso de pie para mostrar su caballerosidad.


    ─ Siento haberte hecho esperar demasiado… ─le saludó Riza un poco más tranquila y relajada aunque sin mostrarse demasiado abierta a charlar, ya que desvió un poco la vista con inconsciente coquetería en cuanto sintió que Roy la miraba con interés profesional.


    ─ No tienes de qué preocuparte, la espera valió la pena ya que luces más que divina con ese vestido, el color te favorece… ─expresó el alquimista un tanto pícaro─. No obstante pienso que tus bellas piernas se apreciarían mejor si fuera un poco más corto y en vez de calzarte las botas decidieras usar unos lindos tacones a juego; de hecho hay unos que no son tan altos y te quedarían perfectos… al menos de esos usan las muchachas de Madame ─adicionó empleando un tono de voz diferente como si fuera un crítico profesional de modas dando un veredicto en un concurso, acercándosele un poco para apreciarla mejor por el otro lado.


    ─ Déjate de bromas y mejor guárdate los piropos para Grecia y Elicia ─replicó la joven sin querer mirarlo de frente, evitando reírse de su ocurrencia para darle a entender que no había sido gracioso aunque lo fuera─. Y vámonos de una buena vez para no hacerlas esperar demasiado ─puntualizó, encaminándose con prontitud a la salida y dándole la vuelta para que ya no estuviera de mirón.


    ─ Como digas… ─respondió él guardándose un suspiro enamorado admirando la parte de atrás del vestido, siguiéndola a una distancia prudente y evitando decir algo más para no hacerla enfadar, no sea que fuera a darle un bofetón en la mejilla por querer mostrarse demasiado alegre y ello podría ocasionarle un enrojecimiento nada fácil de disimular─. Pero descuida, ya tengo preparados los halagos especialmente para ellas ─agregó con certeza después de cerrar la puerta con llave.



    Antes de subir al auto Riza le hizo la siguiente petición con la voz bastante seria y profesional de acuerdo a su papel de guardaespaldas, mirándole decidida:



    ─ Señor, mi sugerencia es que yo maneje para pasar por Grecia y Elicia, ese es mi papel esta noche.


    ─ Está bien, si así lo quieres no tengo porque oponerme… ─respondió Roy entregándole la llave del auto con resignación, teniendo que guardarse su caballerosidad para mejor ocasión (porque, indudablemente, ella sería la que abriría las puertas y todo lo demás). Sin más que decir se dispuso a tomar su lugar en el asiento del copiloto cuando su acompañante le detuvo al agregar lo siguiente.


    ─ Por favor, tome asiento en este lugar para acompañar a Grecia y Elicia y facilitarme el trabajo… no estaría nada bien dejarlas ir solas ─mencionando estas palabras al tiempo que abría la correspondiente puerta de atrás para indicarle que en ese espacio debía sentarse.


    ─… pero… ─y con ello mandaba por la borda las ilusiones que el alquimista se había hecho sobre utilizar el tiempo para recrearse la vista, observando su linda anatomía con mayor detenimiento desde la cabeza a los pies. La muchacha le miró en forma escrutadora interpretando muy bien el motivo de su queja─… OK., OK., no tienes por qué enojarte de esa forma… ─agregó obedientemente aunque mantuvo el gesto enfurruñado de la desilusión, acomodándose con prontitud en el asiento. Ni hablar, donde manda capitán no hay general que pueda hacerle frente.



    Hicieron el recorrido con algunos contratiempos por el exceso de personas y alharaca en las calles, ya que, al ser el baile la celebración que culminaba “La semana de Amestris”, se efectuarían verbenas populares en todas las plazas disponibles de la ciudad para el disfrute de los habitantes, por lo que tuvieron que dar un rodeo para llegar a tiempo al departamento de la familia Hughes.




    ─ Menuda concentración de gente… ─masculló Roy Mustang al descender del vehículo en cuanto Riza le abrió la puerta, acomodándose un poco el traje para no lucir desaliñado.


    ─ Recuerde que el Führer dio manga ancha para que toda la ciudadanía, aquí en Central y en todos los rincones del país, puedan acudir a las plazas públicas para divertirse en este último día de celebraciones… señor ─le explicó la rubia calmadamente, empleando el perfecto tono de maestra de escuela que a veces solía utilizar para llamarle la atención cuando se distraía mucho del trabajo. Cuidadosamente cerró la puerta colocándose detrás de él con discreción.


    ─ Que bueno es saber ese detalle… muchas gracias por recordármelo, capitán ─observó el alquimista un tanto mordaz mirándola de reojo antes de adentrarse con prontitud al edificio de departamentos donde vivía la familia, siendo seguido por ella.



    Al llegar fueron recibidos por una sonriente y efusiva Elicia quien ni tarda ni perezosa se abalanzó sobre Roy Mustang para darle un abrazo cariñoso, a lo que el hombre la levantó en brazos para corresponder el gesto con todo gusto.



    ─ ¡Tío Roy!... los vi llegar por la ventana ─le dijo alegremente después de plantarle un beso en la mejilla─. Me asomé para ver porque había tanto ruido en la calle, y entonces fue que los vi llegar ─se explicó de forma educada en cuanto entraron en tanto Riza cerraba la puerta sin hacer ruido, manteniéndose cerca de la misma para salir en cuanto se lo indicaran.


    ─ Ah, ya veo, y yo que quería darte una sorpresa… bueno, parece que la fiesta va a ser en toda la ciudad porque no toda la gente entraría en el salón de fiestas, además habrá un espectáculo de fuegos artificiales al final ─respondió el hombre tras colocarla nuevamente sobre sus pies, acariciándole la cabeza con cuidado para no despeinarla.


    ─ ¿De verdad? ─preguntó la pequeña con asombro sin borrar la sonrisa, imaginando lo bonito que se va a ver dicho espectáculo.


    ─ ¡Claro! ─afirmó el moreno sin dejar de sonar amable─. Por cierto déjame decirte que luces muy linda con ese vestido, hasta pareces una muñequita ─agregó en tono caballeroso obsequiándole una sonrisa traviesa.


    ─ Winry-chan me ayudó a escogerlo ─reveló la chiquilla muy orgullosa, dando algunas vueltas sobre sí misma para presumir; era un bonito vestido de flores adecuado para su edad y la ocasión, combinando a juego con sus zapatos y una pequeña bolsita para guardar sus cosas. Después de terminada su exhibición hizo la siguiente observación mirando a Riza con ojitos de admiración─. La señorita Riza también trae puesto un vestido muy bonito como el que va a usar mi mami.


    ─ Agradezco mucho tu apreciación, Elicia ─respondió la aludida de forma cortés y correcta, dedicándole un afirmativo movimiento de cabeza y una breve mirada de cariño.


    ─ Eso es lo que le dije a la capitán, sólo que se vería más linda si en lugar de usar esas botas tan largas se pusiera unos ligeros tacones ─admitió el alquimista alegremente regalándole a su compañera de armas un coqueto e imperceptible guiño pícaro para hacerla sonreír más abiertamente─. ¿O a poco no? ─complementó mirando una vez más a la niña con interés, pasando por alto la seriedad en el rostro de la rubia.


    ─ Mmm… ─ella pareció algo pensativa observando a la dama con mayor detenimiento─. Bueno, los tacones son muy elegantes pero mi mami dice que es muy cansado caminar con ellos por mucho tiempo, así que creo que las botas también se ven bien ─puntualizó con acento intelectual volviendo a sonreír complacida.


    ─ Tu mamá tiene mucha razón, además de que hay que aprender a caminar con tacones para verse bien ─dijo Riza soltando una discreta y baja risita en tanto miraba sutilmente a Roy de forma levemente burlona, ya que éste no había obtenido el voto favorable de la infanta para su causa.


    ─ Tal vez eso sea cierto, Elicia, pero una mujer en vestido luce más llamativa que una princesa cuando baila con tacones, y eso no es todos los días ─mencionó el moreno tras hacer una dramática mueca de desilusión por haber sido objetado, levantando una vez más a la chiquilla en brazos para bailar un poco con ella─. Por eso tú debes usar unos lindos tacones… cuando seas mayor te regalaré tus zapatillas de princesa y nos vamos juntos a bailar otra vez, ¿te parece? ─agregó alegremente en tono galán dando un par de giros al compás de una imaginaria melodía, haciéndola reír jovialmente.


    ─ ¡Sí, voy a ser una princesa de cuentos! ─exclamó la pequeña.


    ─ Pero mira nada más… no está nada bien que empiecen el baile sin mí ─en ese momento Grecia se presentó tras salir por el pasillo que conducía a las habitaciones, dedicándoles a todos una sonrisa amable─. Muy buenas noches y disculpen la tardanza, es que no encontraba mi bolso ─se explicó un poco apenada.


    ─ No te preocupes, Grecia, que aún estamos a tiempo para el inicio de la fiesta ─le respondió Roy bajando a Elicia con cuidado, brindándole una educada y cortés reverencia─. Y déjame decirte que, si a mi buen amigo Hughes le gustaba presumir fotos tuyas es porque siempre luces muy guapa… ─aseveró caballerosamente ofreciéndole el brazo derecho, a lo que ella le tomó complacida. Después le ofreció a la pequeñas su mano izquierda de forma más que respetuosa─. Lo mejor es irnos de una vez a la fiesta porque hay mucho tráfico en las calles, y no queremos llegar tarde para obtener buenos lugares ─adicionó a modo de explicación, dirigiéndose después a Riza con total seriedad profesional─. Muy bien, capitán, confiamos en su buen juicio para estar a tiempo en la fiesta.


    ─ Descuide, señor, ya tengo la mejor ruta trazada para no desviarnos tanto del camino ─respondió ella igual de correcta.


    ─ Uy, cuanta formalidad… ─observó Grecia soltando una breve risita.


    ─ Ese es mi trabajo, señora ─contestó la rubia cortésmente dedicándole una leve reverencia de cabeza.


    ─ Está bien, si así te sientes conforme no tengo porque quejarme ─agregó la señora Hughes poniendo los ojos levemente en blanco.



    No mucho tiempo después arribaron al principal salón de fiestas de Ciudad Central, contratado en exclusiva por el Führer para dar cierre a todos los eventos. Y, hablando del Führer, éste se encontraba ahí recibiendo a los invitados especiales, así que les saludó alegremente en cuanto los vio.



    ─ Me da tanto gusto que no se le haya hecho muy tarde, general Mustang… capitán Hawkeye, bienvenidos sean ─les dijo jovialmente al acercarse a ellos, y los militares no dudaron en otorgarle el tratamiento marcial correspondiente, de forma breve, a pesar de no estar en servicio a esa hora.


    ─ El gusto es nuestro, excelencia ─respondieron al unísono en pose de firmes.


    ─ Ah, pero que damas tan encantadoras te acompañan, Mustang… ─observó el anciano sin prestarles mucha atención en ese momento, saludando a las Hughes con una reverencia galante─. Sean bienvenidas y diviértanse mucho, señoritas, ese es el objetivo de este baile ─les dijo con cortesía.


    ─ Es todo un honor ser invitadas al baile, excelencia, y de mi parte le agradezco tanto el haber hecho todas estas celebraciones para recordar y festejar la grandeza de nuestro país ─Grecia correspondió el gesto con un leve movimiento de cabeza sin dejar de sonreír complacida y agradecida.


    ─ Pero por favor, pasen, mientras y si me lo permiten tengo algo importante que tratar con el general Mustang… asuntos de estado ─se explicó el octogenario hombre con total tranquilidad invitándoles a entrar, tomando a Roy por un brazo para llevarlo un poco aparte.


    ─ En seguida les alcanzo… no se apure, capitán, y consiga por favor buenos lugares para ir a bailar en cuanto la orquesta empiece a tocar ─dijo éste educadamente siguiéndole sin chistar, lanzándole a Riza una mirada de confianza ya que la rubia pareció un tanto desconcertada por ese movimiento inesperado.



    Las mujeres siguieron su camino y Grumman le dijo a Roy en voz muy baja con leve seriedad:



    ─ Bueno, bueno, por lo que veo los rumores no son tan falsos, ahora hasta sales con tres mujeres a la vez… Qué acaparador resultaste, muchacho, y eso no le va a gustar mucho a mi nieta… ─añadió al final, haciendo una mueca severa como si estuviera llamándole la atención por una falta grave.


    ─ Señor, la mayoría de las veces esos rumores son bastante exagerados, sobre todo cuando se me relaciona como con una veintena de damas desconocidas por mí ─opinó el alquimista riendo un poco de forma jovial y amable. No es que le molestaran mucho los rumores, pero tampoco quería causar una mala impresión a la nieta de Grumman aunque ya hubiera pensado en rechazarla como esposa en un futuro… ante todo le habían educado para ser un caballero─. Le pedí a Grecia Hughes que fuera mi pareja esta noche, pero, indudablemente, no podíamos dejar a su pequeña hija sola en casa, así que por ello la capitán Hawkeye nos acompaña para estar con ella cuando vayamos a bailar ─le explicó tranquilamente como si eso fuera lo más normal y lógico del mundo para entender.


    ─ Oh, entonces no habrá problema si me presta por un momento a la capitán Hawkeye para estrenar la pista, ya que mi pareja aún no se ha dignado en aparecer ─dijo el viejecillo en tono más que satisfecho y sin más tomó el camino hacia la mesa en donde ya se encontraban sentadas las aludidas mujeres, saludando al pasar a algunas cuantas personas más que iban llegando.


    ─ Amm… claro que no, excelencia, sin problema… ─contestó el moreno sintiéndose levemente desconcertado por esa solicitud algo absurda a su parecer. Si bien era cierto que el viejo Grumman le mostraba un poco de consideración a Riza Hawkeye, no era algo tan notorio como para suponer que la joven fuera de todas sus confianzas para pedirle algo así.


    ─ Mi estimada capitán Hawkeye, su general aquí presente me ha concedido el honor de prestármela por unos minutos para estrenar la pista de baile, espero no le incomode ya que quiero aprovechar la oportunidad antes de que la general Armstrong llegue con su familia ─le dijo de forma lo más galante posible para un hombre de su edad, ofreciéndole su mano derecha para ayudarla a levantarse. Por un breve segundo la chica le dirigió una mirada a Roy a manera de cuestionarle la verdad, y sin más se puso de pie aceptando la invitación del anciano.


    ─ Está bien, excelencia, con todo gusto voy a acompañarle ─respondió cortésmente tomándose de su brazo, despidiéndose de sus acompañantes con un gesto de cabeza.


    ─ No tardaremos, Mustang, mientras puedes ir preparando tus mejores pasos para cuando salgas a bailar con la bella señora Hughes… disfruten la noche, señoritas ─y el Führer hizo lo propio dedicándoles a las otras damas, Grecia y Elicia, una leve reverencia a modo de despedirse de ellas, retirándose con la rubia.


    ─ Veo que el Führer Grumman es un hombre muy simpático y alegre… ─mencionó Grecia con una sonrisa entre amable y divertida observando con atención el gesto atontado de Roy Mustang, quien miraba como su querida capitán era llevada nuevamente por otro hombre que no era él. Conociendo lo fresco que era Grumman imaginaba que no perdería la oportunidad para toquetear algunas de las partes más sobresalientes de la bella anatomía de Riza; claro, conociéndola a ella lo más seguro es que no se lo permitiría, aunque eso no le alegraba del todo dado que le hubiera gustado ser él quien bailara con ella toda la noche.


    ─ Yo pensé que los viejitos ya no podían bailar… ─dijo por su parte Elicia con toda la inocencia correspondiente a su edad.



    Al ver al Führer ir hacia la pista la orquesta empezó a tocar una melodía alegre pero suave para empezar a ponerle ambiente a la fiesta; así que Grumman se acomodó muy cerca de Riza tomándola delicadamente de la cintura para bailar con soltura.



    ─ Luce usted muy atractiva en vestido, capitán Hawkeye… ─le dijo galantemente en voz baja al tiempo que se deslizaban por la pista sin que nadie les importunara, dado que todavía el salón no se llenaba y varios de los invitados apenas estaban tomando sus lugares en las mesas para poder disfrutar la cena─… ¿acaso es un regalo de su general? ─añadió en tono picaresco con una gran sonrisa en el rostro.


    ─ Le agradezco la observación, excelencia, pero temo decirle que está equivocado puesto que la teniente Rebecca Catalina, una gran amiga mía, fue quien me ayudó a escoger este atuendo ─respondió ella de forma correcta evitando poner los ojos en blanco ante la ocurrencia de su abuelo, a la vez que se guardó de sonreír porque no sería lo adecuado según lo estipulado por la ley. Además no estaba dispuesta a seguirle el jueguito dado que no lo veía nada bien porque, sin lugar a dudas, las murmuraciones surgirían en menos de lo que esperaban.


    ─ Pero que buen gusto tiene la teniente Catalina… aunque, si me permite otra opinión, se vería mucho mejor y sus bellas piernas lucirían más usando unos lindos tacones ─dijo el anciano sin cambiar el tono educado pero alegre.


    ─ Ya me lo habían dicho también, sólo que los tacones no son de todo mi agrado ya que es difícil caminar con ellos ─comentó la rubia sin mudar el gesto circunspecto.



    Por lo menos bailaron un par de minutos antes de que otras parejas se animaran a seguirles, dando una vuelta completa a la pista; entonces Grumman dirigió la vista hacia la mesa donde Roy, Grecia y Elicia se encontraban sentados, y no pudo evitar carcajearse por lo bajo ante el gesto del alquimista.



    ─ Capitán, debería ver la cara de su general en este momento… prácticamente no ha dejado de mirarla como si de algo muy valioso se tratara, a pesar de estar acompañado de una señora tan bella como la viuda de Hughes ─le dijo alegremente en voz baja y tono juguetón.


    ─ Son imaginaciones suyas, excelencia, ya que el general Mustang y yo no tenemos ese tipo de relación que se rumora por ahí ─respondió la joven disimulando muy bien su turbación.



    Aunque le gustaría gritar su amor por el Alquimista de la Llama a los cuatro vientos estaba consiente que eso era algo imposible, así que prefería evitar fantasear con que él la mirara de forma distinta a ser compañeros de trabajo para no terminar desilusionada. Pero ciertamente Roy Mustang no había dejado de mirar a Riza desde que Grumman se la llevó, soltando un par de suspiros bajos de pesadumbre por no ser él quien estuviera allá con ella, mientras Grecia, estando consiente de ese hecho, distrajo la atención de Elicia señalándole los adornos del salón, algunos de los vestidos de las invitadas, y recordándole que Winry Rockbell y los hermanos Elric no tardarían en llegar ya que les harían compañía esa noche, consiguiendo que la chiquilla se desentendiera del alquimista para brindar su atención a las cosas importantes para ella fijando su vista en el acceso al salón.



    ─ General Mustang, se te puede salir el alma en uno de tus suspiros ─entonces la viuda le dedicó una sonrisa alegre al moreno tratando de no oírse burlona ni grosera, hablándole en voz baja con discreción.


    ─ Lo lamento, de verdad… ─respondió éste despabilándose de su estupor, volteando a verla con gesto levemente apenado─. Espero puedas disculpar mi desliz ya que no estoy siendo una buena compañía para el baile ─se excusó.


    ─ Descuida, yo sé que la capitán Hawkeye es una persona muy importante para ti… más que una simple subordinada en el trabajo ─respondió ella sin variar el semblante amable y comprensivo.


    ─ No te voy a negar que eso es verdad… si no fuera por lo irracional de la ley te aseguro le hubiera cumplido a Hughes su capricho de verme casado con mi capitán ─puntualizó el joven caballero un tanto más alegre al hacer mención de su buen amigo, quien no perdía la ocasión de importunarle cada dos por tres sobre el hecho de que debería matrimoniarse con la bella teniente Hawkeye (en su tiempo, antes de que muriera, ella tenía ese grado) en cuanto tuviera chance, o podría terminar como un tío amargado sin ilusiones si es que otro hombre se le adelantaba en su petición convenciéndola de abandonarlo.


    ─ Bueno, pero supongo que ese deseo también es tu deseo y, si la ley es abolida o modificada por el apoyo de la mayoría, me imagino que no dejarás pasar la oportunidad de pedírselo… ─comentó la dama soltando una risita baja. En ese momento la voz de su hija les hizo volver la vista dejando la conversación para mejor momento.


    ─ ¡Mami, mami, Winry-chan y mis hermanos ya llegaron! ─ya que Elicia, muy emocionada, se paró en su silla para hacerles señas y llamar su atención─. ¡Winry-chan, por acá!


    ─ Oh, Elicia, debes tener cuidado… ─dijo Grecia algo apurada al sostener la silla para evitarle una dolorosa caída.



    Muy pronto los recién llegados, Edward, Alphonse y Winry, estuvieron juntos a ellos saludándoles de forma amable y educada… bueno, en el caso de Ed tuvo que hacer su mejor esfuerzo para no soltarle un improperio acostumbrado a Roy, quien le dedicó un gesto levemente burlón inclinando la cabeza.



    ─ ¿Y dónde está tu novia, Al? ─le preguntó Elicia extrañada tras percatarse que May no se encontraba con ellos.


    ─ Es que May vendrá acompañando al emperador de Xing con toda su comitiva, así que llegarán un poco más tarde ─fue la respuesta del menor Elric con una sonrisita tímida y algo boba puesto que no pretendía lo emparejaran tan pronto con la joven princesa dado que apenas estaban fortaleciendo sus lazos de amistad, además de que ella prácticamente era todavía una niña.


    ─ Seguramente ese Ling sólo piensa en comer a costillas del Führer, y encima a de querer encontrar otra esposa… ─refunfuñó por su parte el mayor Elric tras tomar su lugar al lado de su amiga y oficialmente su novia, exhibiendo una leve mueca de molestia─. ¿Pues cuántas más pensará tener el muy idiota? ─se preguntó soltando un resoplido.



    ─ Según May, al parecer Ling pretende conseguir por lo menos unas diez esposas para asegurarse suficiente descendencia en su clan… ─comentó Al bastante apenado─… Al menos esa cantidad suena más razonable que tener treinta o cuarenta mujeres juntas ─agregó.


    ─ ¿Y por qué alguien quiere tener diez esposas?... ─le cuestionó Elicia intrigada sin comprender el fondo de asunto─. ¿Acaso no son muchas?


    ─ Porque ese Ling está loco de remate, por eso… ─fue la respuesta de Ed tras soltar un nuevo bufido, esta vez en entonación burlona. Ling Yao podría ser el emperador de todo Xing pero para él únicamente era un loquillo descerebrado y tragón.


    ─ No digas eso, Ed, esas son las costumbres de su país y debemos respetarlas sin criticar ─le dijo Winry en entonación reprobatoria metiéndole un suave golpe en la cabeza─; además, te guste o no, Ling es el emperador y no debes portarte como un igualado con él ─añadió en cuanto el rubio, sobándose el lugar lastimado, volteó a verla.


    ─ Eso me dolió, Winry… eres una pesada… ─le dijo mirándola con enfado, sin embargo no utilizó el acento descortés que antes solía emplear con frecuencia cuando discutía con ella, señal de que su relación de noviazgo se iba consolidando de a poco.


    ─ ¿Y dónde está la capitán? ─preguntó Al en ese momento al percatarse de la persona que hacía falta ahí.


    ─ Está bailando con el Führer… ─respondió Grecia muy contenta adelantándose a Roy, quien asintió suavemente con la cabeza en cuanto los tres jóvenes voltearon a verle con curiosidad; y es que no estaban del todo enterados de la buena relación de amistad entre el joven general y el actual Führer que por ello les pareció extraño el que se hubiera llevado a su preciada asistente con total confianza.


    ─ La capitán asintió en ir al bailar con el Führer como un favor especial debido a que la general Armstrong y su familia aún no han llegado ─les explicó calmadamente con una sonrisita de conformidad, a manera de disimular su leve desencanto por tener que prestar a su capitán como si fuera un objeto.


    ─ ¿¡La general Armstrong va a ser pareja del Führer, es en serio!? ─se preguntaron los dos Elric con extrañeza y después sintieron un ligero temblor recorriendo su espalda, recordando el terrible y energético carácter de la dama en cuestión.


    ─ Al Führer le gustan los retos, así que realmente es todo un logro el que haya convencido a la general de aceptar su petición a riesgo de morir en el intento ─el moreno alquimista se carcajeó brevemente con discreción rememorando la expresión de Olivier Armstrong cuando Grumman le pidió nuevamente el ser su pareja para el baile… ese gesto de horror, con los ojos bien abiertos y un tic en la ceja, era sin lugar a dudas algo para recordar en los momentos que quisiera divertirse a sus costillas.


    ─ Qué valor el del Führer, de verdad… ─murmuró Ed algo asombrado. Sin duda la general Armstrong pudo haber sido más bella cuando joven pero, indudablemente, no dejaba de ser una mujer que daba miedo en serio.


    ─ Si… un hombre muy valiente… ─adicionó Al con la voz embelesada de admiración.



    Justo en ese momento llegaron a la mesa Riza y Grumman, muy a tiempo debido a que en la entrada del salón se estaba armando un gran alboroto.



    ─ General Mustang, le agradezco haya permitido a su capitán acompañarme… ─dijo el anciano llevando a la joven de su brazo derecho. Ella lo soltó delicadamente y él les dedicó una pequeña reverencia a los demás a modo de saludarles─. Jóvenes Elric y hermosa señorita que les acompaña, sean bienvenidos… les ruego me disculpen pues me es necesario recibir a los invitados especiales que van llegando en este momento ─añadió sin perder el porte cortés y sin más les dio la espalda dirigiéndose a la entrada.


    ─ No hay problema, excelencia ─le despidió Roy educadamente para levantarse de inmediato y así seguirle, dado que, siendo el responsable de las negociaciones comerciales y demás, le era necesario estar acompañándole. Antes de irse se dirigió a Riza muy seriamente de forma profesional─. Le dejo encargada de la mesa, capitán, ya que seguramente el emperador de Xing ha llegado y debemos darle la bienvenida que se merece… regresaré en cuanto hayamos terminado ─añadió y rápidamente se alejó del lugar para darle alcance a Grumman.


    ─ Pierda cuidado, señor… ─fue la respuesta formal de la rubia dedicándole un leve tratamiento marcial, y después tomó su lugar para saludar a los jóvenes de Resembol con una sonrisa sincera y educada─. Es un gusto verlos, Edward… Alphonse… Winry…


    ─ Muy buenas noches también para usted, capitán ─ellos correspondieron el gesto sonriéndole también.



    Charlaron amenamente durante unos diez minutos más o menos, sobre lo que habían hecho de su vida en los últimos meses, cuando fueron interrumpidos por una vocecita emocionada que se acercaba a la mesa.



    ─ ¡Alphonse-sama… te he extrañado mucho! ─y es que May se les acercó, apartándose de la comitiva de Xing en cuanto pudo, arrojándose prácticamente sobre el menor Elric al darle un cariñoso beso en la mejilla, descolocándolo un poco de la silla.


    ─ May… apenas nos vimos ayer en la noche… Ah, hola también para ti, Xiao mei, me da gusto verte ─respondió el pobre haciendo su mejor esfuerzo para no caerse de golpe con ella al suelo ante esa efusiva demostración de cariño, y saludando de igual manera a la diminuta panda que venía acompañando a la niña, subida en su hombro. El gesto del mayor Elric, por su parte, se torció en una mueca de irritación mal disimulada ante semejante espectáculo, pero prefirió mantener la boca cerrada para no discutir ni con la pequeña oriental ni mucho menos con su novia.


    ─ Pues para Xiao mei y para mí ha sido mucho, mucho tiempo… ─dijo la muchachita sin inmutarse y, antes de sentarse a su lado, le hizo la siguiente pregunta sin dejar de mirarlo con alegría─. ¿Te gusta mi vestido nuevo?... recuerdo que me dijiste que el amarillo es tu color favorito ─dando un par de vueltas sobre sí misma con leve presunción en espera de su aprobación.


    ─ Es muy elegante y te ves muy bien… ─respondió él con las mejillas muy coloradas de la pena, sonriendo tontamente. Aunque le ganaba la vergüenza de vez en cuando no podía negar que le agradaba la idea que una linda niña lo considerara su novio sin ser demasiado exigente.


    ─ ¡Ay, pero qué precioso vestido, May!, ¿crees que puedas comprarme uno? ─opinó por su parte Winry con los ojos brillando de admiración, haciéndole la obligada pregunta con total confianza ya que, como futuras cuñadas, se entendían bastante bien a pesar de no haberse visto mucho. A todo ello el mohín de Ed se modificó a uno entre el fastidio y la alarma rogando, a quien correspondiera, que no fuera a pedirle su opinión sobre moda femenina.


    ─ No tienes que preocuparte, mi querida Winry, que recibirás uno de esos lindos vestidos por cortesía del emperador de Xing… qué tal, muy buenas noches tengan todos, encantadoras damas, bellas señoritas, Alphonse y… Ed ─la voz de Ling Yao llegó a sus oídos en esos momentos, dedicándoles a los presentes un saludo amistoso con una sonrisa de oreja a oreja. Riza y Grecia, como las adultas sensatas que son, correspondieron la deferencia dedicándole un sutil movimiento de cabeza, y Elicia lo quedó mirando con curiosidad manteniendo los ojos bien abiertos.


    ─ Oye, Ling, siendo el emperador de Xing, ¿no deberías estar con el Führer y todos esos viejitos de allá? ─fue la malhumorada respuesta del mayor Elric lanzándole una mirada indignada.



    Ciertamente, como el emperador de Xing desde hace un par de años (a pesar de no llegar aún a los veinte años), Ling Yao debía tomar muchas decisiones y hacer viajes protocolarios realizando negociaciones con los países fronterizos al gran territorio de su nación; y como parte de esas negociaciones había tenido tratos más cercanos con Roy Mustang al ser el representante del Führer de Amestris en el Este, lo que había derivado en la firma de varios convenios comerciales para próximas inversiones por ambos países. Aunque eso no significaba que el joven mantenía siempre la solemnidad, así que, nada más desocuparse un poco de los saludos ceremoniosos de presentación con otros generales de alto rango, se despojó momentáneamente de su pesada túnica imperial que representaba su alta investidura para ir hacia la mesa donde se encontraban sus viejos conocidos de Amestris, dejando a Lang Fan, su asistente y guardaespaldas personal, y a toda su aduladora comitiva, con un gesto de abatimiento en el rostro ante esa falta de cordura real.



    ─ Quise pasar a saludar a mis amigos, Ed, así que relájate y no te enojes porque podrías arrugarte y envejecer pronto ─respondió el joven oriental sin borrar la sonrisa picaresca y amable acercándose un poco más a donde Winry se encontraba sentada, mientras que May y Al ponían los ojos en blanco por una fracción de segundo─. Linda Winry… tú sólo dime tu talla y medidas y yo te mandaré el vestido vía correspondencia ─agregó muy quitado de la pena dedicándole una reverencia galante al tiempo que le besaba la mano.


    ─ Te estás pasando, Ling… ─exclamó Edward más que molesto levantándose de un salto para encararlo intentando verse intimidante, consiguiendo que diera un paso hacia atrás, aunque se guardó muy bien las ganas de golpearlo para no provocar un rompimiento en relaciones entre Xing y Amestris.


    ─ Edward… ─susurró Riza un poco preocupada puesto que, si acaso los jóvenes reñían en serio, el trabajo que Roy Mustang había hecho con respecto al imperio de Xing sería tirado por la borda, y eso significaría más horas laborales para todo su equipo y una llamada de atención nada amigable para con el rubio joven.


    ─ Vamos, Ed, no tienes por qué ponerte así… ─su novia le jaló del saco lanzándole una mirada de advertencia, volviéndose con prontitud hacia el otro─. Te lo agradezco de verdad, Ling, pero le pediré a Al que me compré uno la próxima vez que vaya a Xing ─le dijo muy correcta y seria.


    ─ Bueno, bueno, que conste que mi intención sólo era darte un regalo y nada más… pero es entendible que Ed sea un celoso pues ahora estás más bella que la última vez que nos vimos, así que no olviden invitarme a la boda cuando se casen ─respondió el aludido soltando una risita baja, consiguiendo que ambos rubios enrojecieran de la puritita vergüenza ante la mención del futuro matrimonio entre ellos.



    Para gran suerte de todos el Führer se presentó una vez más siendo acompañado por Roy, quien miró al joven Elric con leve curiosidad intentando adivinar el motivo de su sonrojo.



    ─ Bien, bien, ya veo que el general Mustang tenía razón, es todo un gusto saber que los hermanos Elric son grandes amigos del emperador de Xing ─dijo muy complacido y alegre, ya que una relación así de cercana sin duda era provechosa en muchos sentidos para ambas partes.


    ─ Por supuesto que sí, aquí los Elric y yo somos buenos camaradas y compartimos muchas aventuras juntos buscando la… bueno, usted sabe a qué me refiero, ¿verdad, Ed? ─respondió Ling muy sonriente según su costumbre y sin más le dio un abrazo amistoso a Edward tomándolo por los hombros. Y aunque sin duda Ed había crecido unos centímetros en los últimos dos años no alcanzaba la estatura de Ling, a pesar que éste es unos meses más joven que él, llegándole apenas a la altura del cuello.


    ─ Sí, claro… ─masculló con leve desgana y una sonrisa forzada al sentirse nuevamente como una pulga.


    ─… Su majestad, si me hace usted el honor de acompañarme a la mesa podremos servir la cena pronto… ─le dijo Grumman al joven oriental conservando la amabilidad, tras ser informado por un miembro de su propia guardia personal que ya todo estaba listo, dedicándole una breve reverencia para invitarle a seguirle.


    ─ ¡Oh, la cena, qué bien!... los manjares de Amestris son deliciosos aunque no saben mejor que los de Xing ─obviamente que el joven Ling seguía siendo aquel muchacho alegre y comelón que llegó una vez a Amestris como indocumentado, persiguiendo la inmortalidad para sanar a su padre y así asegurarse el trono de Xing por encima de sus cuarenta y dos hermanos; siendo catapultado a conseguirlo, después de los sucesos de “El Día prometido” en Amestris, a pesar de ser de los más jóvenes. Relamiéndose los labios soltó al mayor Elric para despedirse de todos─. Fue muy agradable saludarles, amigos, y si algún día quieren ir a Xing de vacaciones en cuanto se abra la ruta no duden que serán recibidos con mucho gusto… sólo contacten con Al y armamos una fiesta con comida para todos ─les dijo educadamente dedicándoles una leve reverencia, y en ese momento Lang Fan se le acercó llevando en sus brazos la túnica, entregándosela con una pronunciada genuflexión tocando casi el piso con las rodillas. Ceremoniosamente se la colocó encima y sin decir nada más, modificando el gesto por uno más propio a su cargo, se retiró con su séquito siguiéndole de cerca.


    ─ Disfrutemos la cena y ya después podremos bailar para sacarle fuego a la pista… nos vemos ─les dijo el anciano Führer alegremente tras mostrarse estupefacto por unos segundos ante el repentino cambio en el comportamiento del joven emperador, yendo tras él de inmediato.


    ─ Menos mal… creo que ha llegado el momento de empezar a divertirnos ─y Roy Mustang soltó una exhalación baja de alivio tomando su lugar cerca de Grecia, para esperar tranquilamente a que les sirvieran la cena.



    Con el salón casi lleno a reventar todos los invitados degustaron la deliciosa cena, siendo atendidos por un buen servicio de meseros, mientras conversaban amenamente de muchas cosas como las celebraciones por “La semana de Amestris”, las cuestiones de la moda citadina para hombres y mujeres ─lo que originó una breve discusión entre Winry y Ed por no ponerse de acuerdo sobre si los vestidos de fiesta eran o no adecuados, dado que al muchacho le parecían bastante exagerados además de ser muy caros─, o en lo que se habían ocupado durante los últimos tres meses antes de ser invitados para la celebración, lo cual fue aprovechado por Al para contar sus experiencias en Xing aprendiendo el difícil arte de la Alkaestria medicinal y curativa con intenciones de mejorar su propia práctica alquímica. Incluso rieron alegremente escuchando algunas anécdotas contadas por May sobre el hecho de que Ling buscaba a su sexta esposa tras tener ya cuatro con hijos y la última embarazada, esperando encontrar en Amestris alguna que aceptara su propuesta. Entre la buena plática Roy miraba de reojo a Riza sintiéndose satisfecho de verla feliz y sonriente, porque para él su sonrisa es la más linda de todo el mundo; aunque todo sería mucho mejor si ella hubiera aceptado ser su pareja, eso significaría que tanto Grecia como Elicia no estuvieran allí divirtiéndose con ellos, así que, al final, tenía que disfrutarlo también en memoria de su gran amigo Hughes.



    En cuanto la orquesta pudo constatar que la mayoría de los comensales habían terminado sus alimentos comenzaron nuevamente a tocar para invitarles a bailar, y ni tardo ni perezoso Ling Yao se dirigió a la pista llevando de acompañante a la joven Catherine Armstrong, la hermana menor de la general y el coronel Armstrong. Ambos parecían muy contentos y sin más empezaron a moverse siguiendo la melodía. El Führer no tardó en hacerles compañía llevando del brazo a una resignada Olivier, la cual lucía bastante bien en vestido de gala.



    ─ Ese Ling… ─masculló Ed con leve irritación.


    ─ Anda, Ed, yo también quiero bailar ─le dijo Winry mirándole con los ojos brillantes de la emoción.


    ─… Winry… ya te dije que no sé bailar… ─respondió éste enrojeciendo intensamente de las orejas porque ella lo mirara así.


    ─ Menudo caballero me saliste, Acero, ¿cómo es eso de que no sabes bailar, y te atreves a venir a un baile acompañado de una hermosa doncella? ─fue la burlona observación de Roy Mustang, lanzándole una breve mirada de reproche por su falta de caballerosidad─. De verdad me sorprende tu incapacidad ─agregó a modo de regaño.


    ─ Pues no sé bailar porque no me gusta bailar… ─resopló el rubio mirándole con leve enfado─… además, el automail de la pierna no es de mucha ayuda para estos casos porque no está hecho para estas cosas ─añadió, a modo de justificar que tuviera dos pies izquierdos porque Winry no hacía muy bien su trabajo de mecánica.


    ─… mmm… ─por un momento pareció que la chica le increparía enojada ante esa crítica a su trabajo, sin embargo únicamente soltó un pequeño resoplido antes de añadir lo siguiente─. Oh, vamos, Ed, no es tan difícil… tú sólo déjate guiar por mí, ¿sí? ─y sin más le obligó a levantarse jalándole de la mano para llevarlo al área de baile.


    ─ Oye, Winry, no… espera… me da pena… ─obviamente que sus súplicas fueron ignoradas por completo.


    ─ Así se hace, señorita Rockbell… ─lo que dio lugar a la aprobación del sonriente alquimista, quien de igual manera se levantó para hacerle la cortés petición a Grecia de forma más que galante─. Mi estimada Grecia, espero me concedas el honor de bailar esta pieza y la siguiente.


    ─ Por supuesto… ─respondió ella muy sonriente con las mejillas levemente enrojecidas, tomándole de la mano para dirigirse a la pista. Antes de irse se despidió de Elicia─. Pórtate bien con la capitán, Elicia, para que después puedas bailar con el tío Roy también.


    ─ Así es, Elicia, luego vengo por ti para divertirnos… ─fue lo que Roy le dijo a la pequeña guiñándole un ojo travieso─. Dejo todo bajo su vigilancia, capitán… ─añadió un poco más formal mirando a Riza.


    ─ Sí, mami, sí, tío… ─contestó la chiquilla muy sonriente y en tono infantil de obediencia.


    ─ Pierda cuidado, señor… señora Grecia, eso es parte de mi trabajo… ─expresó a su vez Riza con formal amabilidad, por lo que ambos se retiraron.


    ─ La verdad, capitán, yo pensé que usted y el general vendrían juntos como pareja… ─fue el comentario del menor Elric en cuanto la pareja se alejó, mirándole con una mezcla de duda y curiosidad.


    ─ ¿Por qué no llevas a May a bailar, Alphonse? Y no te preocupes porque Elicia y yo tenemos muchas cosas que platicar ─comentó la aludida por respuesta para evitar hablar del tema, dedicándoles a ambos una sonrisa.


    ─ Sí, sí, Alphonse-sama, yo también quiero bailar para lucir mi vestido… además a Xiao mei le gusta mucho la música ─comentó la jovencita mirándole con ojos soñadores, a lo que el chico no pudo negarse.


    ─ Está bien, May, vayamos a bailar ─así que sin más, sonriente pero algo abochornado, se fue con ella llevándola del brazo como todo buen caballero.


    ─ ¿Cómo te sientes, Elicia? ¿Te estás divirtiendo? ─le preguntó Riza dulcemente con cariño en cuanto Al y May se fueron.


    ─ Oh, sí, señorita Riza, me divierto mucho; todas las fiestas son muy alegres y a mí me gustan… ─dijo la niña más que sonriente moviendo la cabeza de forma afirmativa─… pero lo que más me gusta de las fiestas es comer pastel… ¿usted cree que pueda comer otro pedazo? ─le preguntó algo dudosa tras mirar su plato vacío.


    ─ Déjame preguntar… ─Riza llamó a un mesero con un movimiento de la mano haciéndole la petición─. Descuida, Elicia, enseguida te traerán otro pedazo ─le dijo amablemente en cuanto el mesero se retiró.


    ─ Muchas gracias, señorita Riza ─respondió la chiquilla igual de sonriente e inmediatamente añadió─. Mi papá siempre me dijo que usted es una mujer muy buena además de ser bonita.


    ─ Tu papá era muy adulador y educado ─comentó la rubia con cariño, recordando esa faceta tan agradable que caracterizaba al general de brigada Hughes y que le había ganado el aprecio de varios.


    ─ Eso dice mi mami, por eso lo queríamos mucho ─admitió la pequeña sin mostrarse triste. Con el paso de los años, y el apoyo de su madre y los amigos cercanos, había aprendido a reconocer la muerte de su padre como un acto de valentía en defensa de ella, de su familia, y de toda la nación, así que se mostraba muy orgullosa de eso al mencionarlo─. Por cierto, mi papi también me contó un secreto del tío Roy y usted… ¿quiere que se lo cuente? ─agregó, mirándole con curiosidad infantil.


    ─ Si es un secreto de tu papi lo mejor es que lo guardes ─comentó la capitán sin dejar de sonar amable, evitando poner los ojos en blanco imaginando el contenido de dicho secreto.


    ─ Es que mi papi me dijo que se lo podía contar algún día, así que quiero contárselo hoy ─Elicia insistió empleando su mejor vocecita infantil.


    ─… Está bien, si tu papi te dio permiso y tú quieres contármelo voy a escucharte ─tras soltar un suspiro bajo de resignación la rubia le dio su aprobación. Naturalmente no podía reprender a la infanta por algo que, en su inocencia, quería compartirle como muy importante.


    ─ Bueno… mi papá me dijo que el tío Roy está enamorado de usted, y qué algún día van a casarse para tener hermoso bebés… ─fue el comentario de Elicia hablándole al oído para que nadie les escuchara, y después agregó más emocionada aunque sin subir la voz, moviendo las piernitas bajo la mesa─. ¿No le parece lindo como un cuento de hadas?


    ─… Oh, a tu papi y a tío Roy siempre les gustaba contar cuentos locos para divertirse cuando se aburrían de tanto trabajar ─opinó la rubia con una risita baja a modo de minimizar el asunto, aunque en el fondo le gustaría que fuera verdad.


    ─ Yo no creo que mi papi me dijera mentiras porque siempre me decía que tenía que decir la verdad… además, la gente que no dice mentiras se va al cielo y mi papi también se fue al cielo, ¿no? ─la pequeña puso un gesto muy serio ya que ella consideraba las palabras de su padre como algo sagrado.


    ─ Claro que no, tu papi no pudo decirte una mentira… ─a lo que Riza tuvo que concederle la razón, después de todo la idea también era de su agrado─… sólo que tu tío Roy no me ha dicho nada de nada sobre casarnos, así que no puedo confirmar si eso es verdad o no… ─admitió discretamente para no mostrar del todo sus deseos más profundos.


    ─ Pero, ¿a usted también le gusta, verdad? ─le cuestionó la chiquilla con renovada curiosidad mirándole con ojitos brillantes─. Él es tan bueno y usted es tan linda que sin duda se verán muy bien juntos como esposos.


    ─… bueno, tu tío Roy es para mí el mejor hombre del mundo… ─asintió la joven poniendo un breve gesto de mujer enamorada, y sus pómulos enrojecieron levemente al expresar sus sentimientos tan abiertamente cuando antes nunca lo había hecho, al menos no con otra persona y ni siquiera consigo misma─… pero no vayas a decírselo, ese será nuestro secreto, ¿sí? ─añadió, guiñándole un ojo travieso a manera de pedirle el favor de mantener la discreción.


    ─ No se preocupe, señorita Riza, que no se lo diré… pero cuando se casen, ¿puedo ser la niña que reparte las flores? ─le consultó con inocencia y una sonrisa traviesa.


    ─ Por supuesto que sí, es seguro que a tu tío Roy le encantará la idea ─dijo la rubia sin dejar de sonreír complacida.


    ─ ¿Y puedo escoger mi vestido, puedo? ─preguntó Elicia mucho más contenta.


    ─ Claro ─le respondió Riza concediéndole su deseo.



    Mientras tanto, en la pista de baile se apreciaba la alegría de la gente danzando armoniosamente al ritmo de la música y, en el caso de Edward Elric, tropezándose con sus propios pies cada dos por tres intentando conservar el equilibrio. Roy Mustang sonrió brevemente al verle esforzarse por bailar adecuadamente más decidió no ayudarle para evitar avergonzarlo delante de su novia y todos los demás, siguiendo el compás de la melodía llevando a Grecia con soltura. Ella consideró era el momento adecuado para hacerle la obligada pregunta con curiosidad y en voz baja ni bien dieron la primera vuelta a la pista.



    ─ Y dígame una cosa, general Mustang, ¿acaso no ha pensado en sentar cabeza de una buena vez para disipar esos rumores tan malintencionados sobre su persona?


    ─ Los rumores suelen ser muy exagerados, mi estimada Grecia… yo sólo soy un hombre entregado a su trabajo por el bien de su país, así que no tengo tiempo para distracciones ─respondió éste alegremente soltando una suave carcajada a manera de minimizar el asunto.


    ─ De eso no tengo duda ─admitió la buena mujer sin modificar la sonrisa alegre y el aire de diversión─. Sin embargo, recuerdo que mi esposo me comentó algo sobre cierta dama a la cual le tienes gran aprecio… siempre me aseguró que terminarían casándose en un futuro no muy lejano ─añadió.


    ─ Vamos, vamos, ambos sabemos que Hughes tenía una gran imaginación para inventar cada historia rara… ─se explicó el hombre poniendo los ojos en blanco por un par de segundos, sospechando hacia donde quería dirigir Grecia la plática.


    ─ Oh, por favor, yo también puedo dar fe de ello… ¿o acaso ya no recuerdas el día en que Maes y yo nos casamos? Fuiste tan caballeroso con ella y prácticamente no dejaste que mi primo se le acercara a saludarla ─dijo ella soltando una risita cantarina, mirándole con curiosidad al refrescarle la memoria.


    ─ Cómo olvidarlo… ─contestó Roy, soltando un suspiro entre la nostalgia y la ilusión─. Ciertamente estuve a punto de declararle mis sentimientos pero… bueno, tú sabes bien que no era posible ni correcto hablar con ella sobre eso, por muchas cosas ─agregó, volviendo a sonreírle con timidez.



    **********



    No tenía ni cuatro meses de haber finalizado la guerra y ya Maes Hughes estaba más que decidido a casarse con el amor de su vida; después de todo se había propuesto a sí mismo sobrevivir a ese infierno para poder estar junto a ella por el resto de sus vidas, así que no había una razón para posponerlo por mucho tiempo. Pues bien, considerando que varios de sus camaradas se encontraban en Central aprovechó para repartir las invitaciones, empezando, obviamente, con su gran amigo Roy Mustang.



    ─ Vamos, Roy, no puedes negarte a ir, por favor… te lo dije desde hace mucho tiempo, ¿o acaso no recuerdas que te hablé por teléfono? ─le dijo con gesto de puchero en cuanto el alquimista le dijo que no estaría disponible para ese día en específico. En ese momento caminaban por uno de los pasillos de Central con rumbo al área de oficinas.


    ─ Sólo a ti se te ocurre llamarme por eso en horas de trabajo… pero de verdad lo siento, Hughes, ya que no estaré de vacaciones, así que no cuentes conmigo ─replicó el aludido, un poco irritado ante la insistencia y la falta de buen juicio de su compañero.


    ─ Pues pide un par de días de permiso, al fin que todavía no te asignan por completo al Comando del Este bajo las órdenes del general Grumman… sabes que a Grecia le dará mucho gusto verte y está ilusionada de que nos puedas acompañar ─le insistió Hughes con los ojos llorosos y gesto de cachorrito recién nacido─. Por favor, hazlo por ella, ¿sí?


    ─… mmm… ─bien, nadie puede decir que Roy Mustang no es un buen amigo, y menos que le haga un desprecio a una dama, así que soltó una exhalación de resignación y conformismo al responder─… Está bien, Hughes, pero que conste que sólo lo hago por Grecia ya que ella no tiene la culpa de que seas un pesado.


    ─ Como sea, de todos modos sabía que no me fallarías ─respondió un sonriente Maes Hughes dándole unas amistosas palmaditas en el hombro.



    Pronto llegaron a una oficina, la que les habían prestado de forma provisional antes de asignarles formalmente a sus respectivos comandos, con Hughes hablando hasta por los codos sobre los detalles de su boda y Roy escuchándole con gesto de sufrimiento. Al llegar ahí fueron recibidos por Riza Hawkeye, la cual esperaba por Mustang llevando una carpeta de documentos entre los brazos, documentos que les serían de utilidad en cuanto fueran ya designados al Este. Prontamente ella les dedicó el tratamiento marcial correspondiente parándose en pose de firmes.



    ─ Teniente Coronel Mustang… Mayor Hughes… sean bienvenidos ─les dijo muy correcta.


    ─ Descanse, subteniente, que todavía tengo unos asuntos que arreglar con el Mayor Hughes aquí presente, con respecto a esos documentos que usted trae ahí ─le dijo Roy de igual manera, formal y correcto, dirigiéndose con prontitud al escritorio para sentarse en la silla y así revisar los papeles. Pero no así Hughes, quien se acercó alegremente a la joven con total confianza rompiendo un poco el protocolo militar.


    ─ Dígame una cosa, subteniente Hawkeye, ¿a usted le gustan las fiestas? ─le preguntó con cortesía sonriéndole amablemente.


    ─ Oye, Hughes, tenemos trabajo que hacer ─a lo que el alquimista volteó lanzándole una mirada agria, sin permitir que la rubia expresara su opinión.


    ─ Espera, Roy, espera… ─le contestó su amigo con un movimiento de mano para pedirle silencio, pasando por alto su incomodidad─… sólo quiero saber si a la subteniente le gustaría acompañarte a la boda, ya que sería algo triste y fuera de lugar el que te presentaras sin compañía como perrito abandonado ─añadió muy quitado de la pena.


    ─ ¡Hughes! ─lo que hizo que el aludido diera un respingo de la impresión en tanto sus orejas enrojecían, mirando momentáneamente a su subordinada con bastante vergüenza─… Subteniente, no… no vaya usted a pensar que yo… que yo realmente… ─tartamudeó abochornado porque ella le mirara con duda.


    ─ Entonces, ¿qué dice, subteniente, acompañaría usted a su superior a una fiesta? Es sin afán de compromiso, sólo pura formalidad… ─su amigo le interrumpió interponiéndose entre su campo visual, y continuó sonriéndole a la joven con total amabilidad─. Fíjese que me caso en quince días, acá en Central, y me gustaría tanto que nos acompañaran; además, ya le he hablado a mi querida Grecia sobre usted y la gran ayuda que nos brindó a Roy y a mí en el campo de batalla protegiendo nuestras espaldas, y sin duda estará encantada de conocerla en persona ─le explicó, con ese aire dicharachero que solía caracterizarle.



    Antes de contestar Riza dio un pequeño paso de lado para poder mirar nuevamente a Roy, quien se encontraba más colorado que un jitomate maduro y deseaba en ese momento que la tierra se lo tragara porque ella le observara de esa forma, no sabía si de pena, de lástima o de molestia.



    ─ Descuide, Mayor, si el Teniente Coronel necesita y desea que le acompañe lo haré sin duda ─respondió volviendo a mirar a Hughes con total seriedad profesional─. Le agradezco su consideración hacia mi persona ─añadió.


    ─ Así se habla, subteniente, sin lugar a dudas es usted una de las mejores soldados, siempre al pendiente de su superior ─observó el de lentes tras soltar una risita baja y disimulada, sospechando que su amigo en el fondo se había sentido aliviado aunque tuviera ganas de matarlo─. Por cierto, y si me lo permite, me he enterado que Grecia tiene un par de primos jóvenes y solteros que tal vez pueda presentarle para iniciar una relación ─agregó, dedicándole un guiño travieso esperando que sonriera un poco. Sin embargo no tuvo suerte ya que el rostro de la joven permaneció impasible.


    ─ Hughes… en serio, se está haciendo tarde y no tengo ganas de trabajar horas extras ─le replicó Mustang con la voz más grave que le había escuchado, como si estuviera a punto de estallar de furia. Ahora el motivo de su enrojecimiento tirándole al tono morado no era precisamente por la pena.


    ─ Ya voy, ya voy… ─contestó su camarada de guerra y sin más, tomando la carpeta de documentos que Riza llevaba, se dirigió al escritorio evitando reírse.


    ─ Subteniente, ya puede retirarse… nos vemos más tarde ─le dijo Roy a la muchacha empleando nuevamente el tono profesional militar para disimular su enfado y turbación, acomodándose un poco el saco del uniforme a la altura del cuello como si tuviera mucho calor.


    ─ Como usted diga, señor… ─dijo la chica muy formal y sin más, después de cuadrarse a modo de despedida, salió de la oficina cerrando la puerta con cuidado.


    ─… Indudablemente la subteniente Hawkeye es tu chica… tan seria, tan callada, tan fiel a ti… ─opinó un pensativo Hughes ni bien la dama abandonó la estancia.


    ─ Hughes idiota… recuérdame porque somos amigos antes de que te queme el trasero, y lo digo en serio ─le espetó Roy Mustang mirándole con gesto de pocos amigos, arrebatándole la carpeta de las manos.


    ─ Porque compartimos el amor por el quiché, fuimos unos rebeldes en la academia que siempre peleábamos por ser el mejor en todo, estuvimos en la guerra… y celamos a nuestros amores si sentimos el peligro de otro hombre cerca de ellas ─respondió el aludido soltando la carcajada que se había estado guardando, alejándose un poco del escritorio al notar que su amigo sí se había molestado─. No te tomes tan en serio eso de los primos y pásalo bien con ella, que de eso se tratan las fiestas ─agregó dejando de reír, pidiéndole disculpas con las manos.


    ─ ¡Mph! ─resopló Roy comenzando a revisar los documentos.



    De sobra está decir que, obviamente, Hughes no pudo dejar de contarle la anécdota a Grecia y, después de lo sucedido en la boda, pudieron comprobar que al menos, a su manera, Roy y Riza mantenían una relación más personal de mucho tiempo si bien no podían admitirla abiertamente dentro del ejército.



    **********



    ─ ¿Y si la ley llegara a abolirse en su totalidad, o aunque sea una parte? ─volvió a preguntarle Grecia con interés intentando no sonar tan insistente─. ¿Acaso no vas a pedirle que se case contigo o de verdad prefieres seguir ocultándolo hasta llegar a Führer sólo por evitar el qué dirán? Mira que tal vez sea un poco tarde ya que muchas cosas pueden pasar; como lo ocurrido en “el Día Prometido”, donde, si no mal recuerdo, me dijiste que estuvo a punto de morir ─adicionó algo más seria ya que hubiera preferido no mencionar ese hecho.


    ─ Por supuesto pero, es que no sé, no estoy seguro si ella… ─suspiró el alquimista con leve pesadez desviando un poco la vista hacia la mesa donde Riza y Elicia platicaban animadamente, mirando a la rubia con sentimientos encontrados─… a veces creo que se merece a alguien mejor porque prácticamente la orillé a meterse a este ejército maldito, convenciéndola que le daría un buen uso a la investigación alquímica de su padre, y por… ah, soy un ser despreciable ─agregó al final soltando un pequeño bufido ahogado de frustración.


    ─ Hay muchas cosas que ni tú mismo sabías, así que nadie podría culparte de eso… ─le dijo Grecia comprensiva─. Pero veo que Maes tenía razón ya que te falta más confianza en ti mismo, ¿o crees que, con todos los años que lleva a tu lado sobrellevando tantas cosas juntos, no te ama? ─le cuestionó con leve entonación de reproche.


    ─ Bueno, yo… ─respondía el alquimista con la cabeza algo gacha, más en ese momento sintió que algo no estaba bien con su prenda amada, levantando nuevamente la vista para observar un cuadro poco agradable de ver─… ¿Pero quién se cree ese idiota de Archer para molestar a Riza? ─bufó indignado lanzando chispas por los ojos, puesto que Frank Archer se había acercado a la mesa donde su querida capitán se encontraba a su merced.










    Nota: Todo se alargó más de lo planeado, espero no les incomode leer mucho… ☺☺.

    Y es que prácticamente hay tantos detalles en cuanto a interacción de personajes que en realidad no quise dejar de mencionar, como Ling Yao, un súper personaje que se llevó mi admiración por su alegre personalidad y su sentido de compromiso, aun cuando fue poseído por Greed, el homúnculo de la Avaricia, nunca perdió en realidad su esencia e incluso logró convencer al homúnculo de sacrificarse por los demás (mejor véanlo en acción en el manga/anime, yo digo pura palabrería). Un recuerdo de Maes Hughes siempre es bienvenido (espero escribir algo de él pronto, ando puliéndolo), y por supuesto que Grecia y Elicia consiguiendo una confesión indirecta tanto de Roy como de Riza fue algo que estuve arreglando para que se escuchara lindo. Claro, no olvidé al villano de turno, así que Frank Archer llegó a complicar la noche. Esperen por el desenlace, que todavía no el último capítulo, en la siguiente entrega, así que sonrían y sean felices.
     
    Última edición: 31 Agosto 2020
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    InunoTaisho

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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Parte 7




    Previamente…

    ─ ¿Pero quién se cree ese idiota de Archer para molestar a Riza? ─bufó Roy Mustang con indignación, lanzando chispas por los ojos, al ver que Frank Archer se había acercado a la mesa donde su querida capitán se encontraba indefensa cuidando a Elicia Hughes.



    Ciertamente Frank Archer se encontraba rondando por ahí en busca de cumplir su enfermo anhelo de bailar con Riza Hawkeye así fuera a la fuerza, por lo que, sencillamente, no se había tomado la molestia de llamar al bar de Madame Christmas para solicitar los servicios de alguna damita de compañía. De alguna manera había llegado a la conclusión que, si la joven lo había rechazado, era simplemente por no molestar a su general para así no perder su posición de “favorita” en el “harem” de Mustang (un harem del cual nadie tenía idea si de verdad existía o no). Llegó en el momento justo de la cena sentándose en una mesa algo apartada de ellos para estudiar sus movimientos y atacar a la hora propicia. Así que, aparentando una aparición casual, saludó a Riza y sin más se dejó caer en la silla cercana sin que nadie le hubiera invitado a hacerlo.



    ─ Muy buenas noches, capitán Hawkeye, luce muy atractiva esta noche ─le dijo antes de sentarse, sin esperar que le respondiera se acomodó a sus anchas─, y, por lo que puedo ver, muy bien acompañada por “su compromiso inaplazable”, lo cual me desilusiona bastante ─puntualizó en tono socarrón mirando brevemente a Elicia con algo de molestia─. Dígame una cosa, ¿acaso únicamente está usted aquí para permitir que el general Mustang se divierta acompañado de una dama que pasa por alto sus obligaciones como la viuda de Hughes? ─señaló con total seriedad, observando por un momento hacia la pista de baile antes de fijar la mirada en la rubia.


    ─ Es una descortesía sentarse a la mesa sin haber sido invitado, coronel Archer ─le respondió ella en forma correctamente educada y seria mudando la sonrisa que segundos antes adornaba su rostro al platicar alegremente con Elicia, ya que se deleitaban comparando los vestidos y los peinados de fiesta para pasar el rato. La niña, por su parte, consideró adecuado el no decir nada dado que ese hombre no parecía una buena persona con la cual poder charlar de forma amable─. Y ciertamente tiene usted razón puesto que estoy aquí para cuidar de Elicia Hughes, pero eso no me molesta ya que también es parte de mi deber y compromiso para con el general Mustang y con la señora Hughes ─puntualizó a modo de explicación para dejar en claro que hacía su trabajo con todo gusto.


    ─ Vamos, vamos, capitán, no creo que le haga daño divertirse un poco ya que este baile es para la sana convivencia de la sociedad ─dijo Archer soltando una risotada baja con aire de diversión, ya que había notado a lo lejos como el gesto del Alquimista de la Llama se torcía en una mueca de enfado mal disimulada─. ¿Qué dice, me acompaña a bailar?, después de todo creo que la pequeña puede esperarle aquí y no pasaría nada porque es bastante conocida como la hija del difunto general de brigada Hughes, así que nadie podría robársela sin que nos enteremos ─agregó pretendiendo sonar galante, dedicándole una leve sonrisa seductora─. Además, se vería muy mal que el general Mustang le llame la atención por el hecho de querer divertirse en la fiesta como todos los demás.


    ─ Discúlpeme, coronel, pero como le dije antes tengo un compromiso que cumplir y no debo fallar, así que le sugiero busque a alguien más dispuesta para bailar con usted ─contestó Riza en ese tono circunspecto y monocorde de soldado, con el semblante totalmente serio en punto neutro. Aunque internamente sentía ganas de cachetearlo de una buena vez por atrevido y descortés, sabía que debía conservar la calma para no armar un show desagradable en el que se viera involucrada la pequeña Elicia.


    ─ Sólo le pido me conceda un baile, ¿qué tanto es tantito? ─porque claro, Frank Archer no perdió la oportunidad de colocar una de sus manos sobre una de las de ella con toda la intención de jalarla hacia la pista, siendo demasiado tarde para que la fémina la retirara.



    Afortunadamente la intervención de alguien le evitó la pena de tener que forcejear para que la liberara de su agarre.



    ─ Capitán, ¿todo está bien por acá? ─y es que Edward Elric llegó en ese momento acompañado por Winry, y le lanzó a Archer una mirada desagradable al tiempo que soltaba un bufido a modo de regular su respiración─. ¿Se le ofrecía algo a este “caballero”? ─espetó con ese tono incivilizado que suele emplear con la gente que no le agrada, intentando mantenerse tranquilo para no levantarle la voz más allá de lo permitido.



    Veamos, ¿qué había sucedido en la pista de baile para que el mayor de los Elric se presentara en el tiempo preciso? Porque, en cuanto Roy Mustang notó que Archer se sentó junto a su amada tuvo el impulso de dejar todo atrás y abalanzarse sobre él para golpearle la cara por cretino, más Grecia le contuvo a tiempo al decirle lo siguiente:



    ─ Considero que no es prudente hacer lo que piensas hacer, Roy.


    ─ Y yo no pienso dejar que ese bruto de Archer siga perturbando a Riza ─respondió éste chirriando los dientes de rabia mientras continuaban bailando, torciéndose nuevamente el cuello para no perderles de vista al tiempo que giraban recorriendo la pista─. Prácticamente estuvo asediándola toda la semana para pedirle una y otra vez que aceptara ser su pareja, aunque ella le rechazó en todas las ocasiones ─le explicó mirándola brevemente antes de volver nuevamente su atención hacia la mesa para no perder detalle de lo que sucedía.


    ─ Por eso mismo, debes confiar en el buen juicio de ella y no hagas una escena de celos que no te favorece en nada ─le dijo la dama en tono comprensivo para tranquilizarle─. Y tampoco creo que le parezca correcto el que me dejes aquí solo para ir a pelearte con un tipo tan insignificante como ese Archer ─puntualizó a manera de hacerle entender que cometería una imprudencia.


    ─ Pero es que… ─empezaba a decir el moreno en tanto torcía el gesto con frustración ya que nada parecía salirle bien.



    Al mismo tiempo Ed continuaba dando su mejor esfuerzo para seguir la melodía y no pisar a Winry en medio de toda la gente y, afortunadamente, parecía haberlo conseguido. Sin embargo, al dar un último giro él también pudo observar cómo Archer se sentaba a la mesa junto a Riza, y eso no le dio buena espina.



    ─ ¿Quién será ese tipo tan odioso? ¿Y para qué irá a molestar a la capitán? ─se preguntó soltando un bufido en entonación recelosa.


    ─ Pues no parece un sujeto muy amigable… al menos la capitán no se ve contenta de saludarle ─opinó Winry observándole también.


    ─ Diablos, seguramente es uno de esos tíos que odian al general bastardo… con eso de que tiene muchos enemigos por ser tan fantoche no me extrañaría que fuera así ─masculló el joven con inquietud─. Vamos, Winry, que ya no puedo bailar más porque el automail se ha aflojado… ─le dijo a su novia y sin más la llevó con él de la mano, dirigiéndose con paso decidido a la mesa.


    ─ Como tú digas, Ed ─respondió ella dejándose llevar sin molestarse.


    ─ Mira que bien… ahora también Ed se preocupa por la capitán, ¡qué chico tan dulce! ─el movimiento no pasó desapercibido para Roy y Grecia, así que la dama soltó un suspiro de tranquilidad mediante una risita cantarina.


    ─ Tendré que darle las gracias a Acero de alguna manera ─exhaló por su parte el moreno recomponiendo el gesto por uno de alivio.



    Ya en la mesa, regresando al tiempo donde el joven Elric se apareció de improviso…



    ─ Él es el coronel Archer, Edward, por el momento es responsable del Comando del Sur a falta de un general disponible que pueda asumir el mando. Como verás sólo pasó aquí para saludar ─Riza le dio una respuesta al joven rubio y también aprovechó la oportunidad para liberar, sin mucha delicadeza, la mano que el individuo se había atrevido a tomarle; acentuando un poco el tono de su voz para que sonara más grave pero sin mostrar su molestia para no preocupar demasiado a los adolescentes─. Seguramente ha escuchado hablar de los hermanos Elric, coronel, los más jóvenes alquimistas de Amestris, así que le presentó a Edward Elric, el mayor de los dos ─puntualizó con énfasis.


    ─ Es un gusto conocerle, joven Elric… ─respondió Archer con educada voz fingiendo interés profesional, aunque no pudo disimular bien su irritación por el hecho de no haber conseguido su objetivo.


    ─… ah, que bien, un coronel… ─fue la expresión del aludido sin dejar de mirar al hombre con desconfianza y desagrado ni moderar el timbre de voz levemente maleducado.


    ─ Por cierto, Winry-chan, ¿por qué ya no terminaron de bailar? ─la capitán desvió su atención de Archer para dirigirse amablemente a la rubia jovencita, quien se había dejado caer en la silla al otro lado de Elicia. Una forma de darle a entender, indirectamente, que se marchara porque su presencia estaba de más.


    ─ Es que Ed me pisó varias veces que por eso me duelen los pies… ─fue la excusa de la chica con una sonrisita boba.


    ─ Ya te dije que lo siento, Winry, en serio… el automail se aflojó que por eso me cuesta mucho moverme bien ─replicó el señalado mirándola brevemente sin atreverse a poner los ojos en blanco, para inmediatamente dirigirse una vez más a Archer─. Si no le molesta, “coronel”, ese lugar está ocupado y ya no tenemos espacio para alguien más ─le dijo sin moderarse expresando, a nombre de todos los demás presentes, que no era bienvenido allí.


    ─ Descuide, joven Elric, de todos modos sólo pasé a saludar a la capitán Hawkeye ya que somos buenos amigos ─contestó el hombre y sin más se puso de pie despidiéndose apuradamente de Riza al percatarse de que la pieza musical estaba por terminar, lo que significaba que Roy Mustang estaría ahí muy pronto y la verdad no se sentía con ganas ni con ventaja para liarse a golpes con el alquimista─. Con su permiso, fue un gusto ─añadió, alejándose con prontitud.



    Nadie se tomó la molestia de despedirle ya que tanto Riza como Elicia se enfrascaron junto a Winry en una charla de mujeres, y sólo Ed le miró con gesto malhumorado hasta perderlo de vista, y después soltó un suspiro de alivio ya que en ese momento Roy llegó acompañado de Grecia seguidos muy de cerca por Alphonse y May.



    ─ Capitán… ¿podría decirme la razón por la que Archer estaba aquí? ─le preguntó con leve dureza a su subordinada mirándole con el semblante muy serio, esperando que ella le diera las pautas necesarias para levantar una queja contra el coronel.


    ─ El coronel Archer sólo vino un momento a saludar, señor… eso es todo ─respondió la joven mostrándose igual de seria y profesional como si estuviera respondiendo un examen, dispuesta ante todo a no permitir que su superior arruinara la noche por una bobería que ella podía sobrellevar sin problemas. Los demás no dijeron nada y se limitaron a mirarles con nerviosismo.


    ─ Menos mal que el coronel Archer es un hombre educado… ─entonces Grecia consideró adecuado intervenir haciendo el comentario en voz calmada dispuesta a ocupar su lugar al lado de su hija, con lo que Winry se puso rápidamente en pie para cederle el espacio. Con esta acción se rompió la tensión y todos se relajaron, acomodándose en sus asientos para continuar disfrutando la fiesta.


    ─ Querida Elicia, sorpréndete porque vamos a ver un espectáculo circense con unos artistas de Xing, cortesía del emperador al que le gusta tanto presumir las habilidades de su gente ─así que, con más tranquilidad y una sonrisa amable en su rostro, Roy Mustang se dirigió a la pequeña niña haciéndole el comentario.


    ─ ¿En serio? ─la chiquilla abrió los ojos como platos mostrándose emocionada.


    ─ ¡Oh, es cierto, lo había olvidado! ¡Tengo que ir a cambiarme ya que estaré presente en la representación!─a lo que May se levantó de un salto y sin más se dispuso a retirarse dedicándoles una fugaz reverencia─. ¡Espero que te guste mucho mi actuación, Alphonse-sama! ─exclamó antes de irse corriendo con rumbo hacia donde parte de la comitiva de Xing se marchaba para iniciar con la función en cualquier momento.


    ─ Vaya, May no me había dicho nada de eso… ─murmuró el nombrado en tanto miraba a la niña alejarse, sonriendo un poco como tonto enamorado. A todo eso Edward sólo torció levemente el gesto como signo de irritación, ya que aún no alcanzaba a comprender del todo la razón de que su hermano menor se hubiera interesado tanto en esa niñita.


    ─ Es que May quería que fuera una sorpresa, Al… ─los demás sonrieron divertidos y Winry le dio unas palmadas cariñosas en el hombro mirándole de forma pícara─. ¿Por qué no le pides de una buena vez que sea tu novia, eh? ─añadió cantarinamente.


    ─ Eso no estaría nada bien, Winry… May todavía es muy joven y yo ya… bueno, apenas va a cumplir quince años y… no es como si ya pudiera casarse conmigo ahora… ─respondió el pobre con el semblante intensamente enrojecido de la pena, tartamudeando y desviando el rostro para que no lo miraran así.


    ─ ¡Pfff!, la enanita es un verdadero fastidio la mayor parte del tiempo, lo digo en serio… ─resopló su hermano con gesto de inconformidad. Ciertamente la jovencita había sido de gran ayuda cuando fue necesario durante los sucesos del “Día Prometido”, pero eso no significaba que estuviera muy de acuerdo en que acosara a su hermanito cada que lo veía por el simple hecho de haberse prendado de él sin motivo aparente.


    ─ Hermano... ─lo que hizo que Al le mirara con gesto abatido pues eso revelaba que su hermano mayor no estaba de acuerdo con su relación.


    ─ Eso es muy cruel de tu parte, Ed nii-chan, porque yo creo que May-chan es muy linda y se ve que quiere mucho a Al ─le replicó Elicia al mayor de los muchachos mirándole con reproche, adelantándose a Winry.


    ─… Pues no digo que sea fea pero… ─admitió el joven a regañadientes ya que, por obvias razones, no iba a discutir con una niña pequeña sobre los amoríos entre los jóvenes de su edad.


    ─ Muy bien dicho, Elicia, ante todo es deber de un caballero el no hablar mal de las damas y tratarlas como se merecen ─el alquimista le dio su aprobación a la infanta dedicándole un guiño cómplice antes de volverse al rubio en tono de circunspecto, con una mueca levemente mordaz dibujada en el rostro─. Acero, creo que te hace falta aprender mucho sobre los sentimientos de las mujeres para madurar ─le explicó intentando no sonar irónico.


    ─ Eso es cierto, Ed, no deberías ser tan descortés con May ya que siempre se ha portado tan bien con Al y contigo ─afirmó Grecia en tono de reproche maternal.


    ─ Lo cual te hace quedar muy mal como un hombre de principios que eres, Edward ─puntualizó Riza uniéndose al regaño, empleando su correcto tono de maestra de escuela llamándole la atención a un alumno desobligado.


    ─ Sí, Ed, todavía no se te quita lo insensible ─y Winry remató mirándole como si la hubiera ofendido.


    ─… Aahh… ─el pobre dirigió la mirada a su hermanito buscando su ayuda pero, evidentemente, Alphonse parecía desilusionado por su dicho─… está bien, está bien, Al, voy a disculparme con May y prometo ya no hacerla enojar con mis tonterías ─respondió tras soltar un resoplido de resignación, recomponiendo el gesto por uno de complacencia─. Después de todo no es que me caiga mal, sólo creo que es un poco… bueno, no importa ─añadió, sonriéndole a su hermanito a modo de pedirle disculpas.


    ─ Gracias, hermano, eso significa mucho para mí… y también para May ─respondió el señalado con alivio, recuperando la sonrisa sincera y alegre que lo caracteriza.


    ─ Bien, pero por favor… bueno, sólo no… es decir… no vayas a casarte antes que yo, ¿quieres? ─se explicó Edward algo abochornado por su propias palabras evitando mirar a su novia directamente, a lo que la chica sonrió más grandemente resistiendo las ganas de besarle para no avergonzarlo de más. Sus acompañantes también sonrieron divertidos porque las cosas fueran marchando bien para los jóvenes.


    ─ Descuida, hermano, aunque Ling dice que me puedo casar con May cuando quiera porque ya tengo su permiso la verdad es que… es decir, creo que eso sería… bueno, es que prefiero que May… bien, creo que ustedes me entienden, ¿verdad? ─el menor Elric dijo estas palabras antes de volver a enrojecer intensamente, soltando unas cuantas risitas nerviosas debido a lo que implicaban sus frases.



    Todos rieron jovialmente y se dispusieron a prestar atención al breve discurso que dio el emperador de Xing para dar inicio al show, mencionando su agradecimiento al Fürher y al general Mustang del Comando del Este por haber considerado el retomar y reforzar los vínculos que pudieran unir sus naciones en varios sentidos, e invitando a toda la concurrencia a la inauguración de la línea ferroviaria de pasajeros en aproximadamente seis meses, la cual cruzaría la zona desértica que los separaba, para que pudieran ir pronto a disfrutar de las bellezas de su país.



    La función fue entretenida e interesante durando alrededor de una hora, en donde los actores mostraron sus dotes y habilidades propias de la gente de Xing ─la que persevera en la práctica tras un arduo entrenamiento─, como malabares en el aire conservando el equilibrio, o combates con armas sincronizándose al ritmo de música tradicional. May se lució bastante mostrando toda su destreza con total precisión, vistiendo en esta ocasión un ajustado traje de brillante tela elástica para poder moverse con mayor soltura. Toda la concurrencia aplaudió con entusiasmo al término del espectáculo y Alphonse se puso de pie ovacionando efusivamente a su apreciada amiga. Ya retomada la calma la orquesta volvió a afinar para darle paso a la segunda parte de la fiesta, por lo que Roy Mustang se dirigió amablemente a Grecia solicitándole su permiso para bailar con la pequeña Elicia.



    ─ Bueno, mi estimada Grecia, espero no te moleste que me lleve a Elicia a bailar ─externó con una sonrisa amable.


    ─ Oh, sí, ¿ya puedo ir a bailar, mami? ─le preguntó la niña a su progenitora mirándola con ojitos emocionados.


    ─ Pero por supuesto que sí, Elicia… solo no vayan a tardarse porque yo también quiero seguir bailando ─respondió la dulce señora igual de sonriente y amable, dirigiéndose con prontitud a los jóvenes que les acompañaban─. Y ustedes, muchachos, no se queden sentados que las fiestas son para divertirse ─les indicó con cariño maternal.


    ─… Amm… Winry, ¿quieres ir a…? ─murmuró Ed un tanto apenado sin atreverse a mirar directamente a su novia, haciéndole la obligada pregunta en voz baja. Está vez se aseguraría de no quedar mal ante ella cumpliéndole su deseo.


    ─ Vamos, Ed, ya sabía yo que eso del automail era sólo un pretexto ─más ella no le dejó terminar y, tomándole de la mano, se encaminó con prontitud hacia la pista al tiempo que le dedicaba una sonrisa de felicidad que la hacía lucir más encantadora.


    ─… bueno, me has descubierto… ─respondió él soltando un suspiro de alivio, y sin quejarse se dejó llevar correspondiendo el gesto alegre.


    ─ Me da tanto gusto ver que Acero va creciendo como hombre… ─comentó Roy muy a la ligera y sin más se volvió a su ahijada para ofrecerle su mano derecha─. Bien, mi querida Elicia, ¿me harías el honor de concederme este baile? ─haciéndole la pregunta en tono galante pero paternal.


    ─ Claro que sí, tío Roy ─respondió la infanta y sin más se fue con él al tomarle de la mano, dándose sus aires al caminar en una imitación casi perfecta a una señorita de quince. Siendo una niña de escasos ocho años era lógico que se sintiera como una damita al usar un hermoso vestido de fiesta en una gala para adultos, y sobre todo ante el hecho de que un caballero la invitara a bailar.


    ─ ¡Alphonse-sama, ya regresé! ─May por poco choca con ellos en su alocada carrera, engalanada nuevamente en su vestido de fiesta color amarillo, abalanzándose una vez más sobre el menor de los Elric para darle sus atenciones. Esta vez el joven pudo levantarse a tiempo en cuanto la vio acercarse, para recibirla entre sus brazos y no caerse de la silla─. ¿Te gustó mi actuación, Alphonse-sama? ─le preguntó, con las mejillas enrojecidas entre el acaloramiento de su breve carrera y el que el rubio la sostuviera de esa forma al tiempo que le sonreía con cariño.


    ─ Estuvo fenomenal, May, es en serio… ─fue la respuesta de éste y sin más la colocó suavemente en el piso, ofreciéndole su brazo para caminar juntos con rumbo hacia la pista─. Vamos a bailar y me cuentas todo porque no me habías dicho que ibas a participar en el show…


    ─ ¡Muy bien, Alphonse-sama! ─respondió la chicuela y prontamente se fue con él sujetándole amorosamente.



    Con ello las dos mujeres adultas, Riza y Grecia, se quedaron solas en la mesa. Ambas se sonrieron y por un momento ninguna dijo nada pues las dos miraban hacia la pista, específicamente hacia donde Roy bailaba con Elicia llevándola prácticamente en brazos, y parecían charlar alegremente de algo en particular. Después Grecia comentó en tono amable:



    ─ Mi querido Maes siempre decía que Roy tiene un instinto paternal natural pero bien oculto… ─y soltó una risita traviesa volteando a mirar a Riza con curiosidad─. Ya me imagino cuando tenga un hijo propio, seguramente se volverá loco por él y lo presumirá por todos lados ─añadió como quien no quiere la cosa.


    ─ Supongo que tiene razón, señora Hughes, es seguro que el general será un buen padre algún día… ─afirmó la rubia sin atreverse a mirarla de frente, poniendo levemente los ojos en blanco y evitando suspirar al suponer, sin temor a equivocarse, que de alguna u otra forma madre e hija parecían haber acordado conseguir una declaración sobre sus sentimientos hacia Roy Mustang, y vaya que eran perspicaces.


    ─ ¿Y de verdad no te gustaría ser la madre de sus hijos?... ─y ciertamente, Grecia no se iba a andar con rodeos haciendo la pregunta directa. Si bien no podía decirse que fueran íntimas amigas por lo menos sí había un nivel de confianza suficiente para charlar de esa forma─. No me puedes negar que es un hombre atractivo, por ello es lógico que tenga muchas mujeres disputándose su atención con la esperanza de conseguir algo más que una cita esporádica ─agregó, empleando un razonamiento práctico imposible de refutar.


    ─ Bueno, ciertamente el general tiene… su encanto ─respondió la militar prestándole ahora sí atención a su interlocutora con la intención de dejar las cosas bien claras─; pero nuestra cercana relación es únicamente en el ámbito profesional ya que no es posible algo más por… somos respetuosos de la ley y como tal no podemos fallar, teniendo una misión que cumplir por encima de intereses personales ─añadió manteniendo el tono de voz ecuánime, en un intento de convencerse a sí misma de que lo único que había entre ella y su superior era el trabajo y nada más.


    ─ Eso no quita que pueda gustarte, ¿o sí? ─dijo la viuda de Hughes calmadamente después de soltar una nueva risita baja, haciendo que su acompañante se apenara por un momento enrojeciendo levemente de las mejillas─. Además me parece recordar que la abolición de la ley antifraternización es casi un hecho por lo que muchas cosas podrían pasar ya que, al parecer, no son los únicos militares que se beneficiarían cuando eso pase porque en muchos comandos se presentan algunas situaciones similares… al menos eso me contó Roy ─adicionó más que convencida.


    ─… ¿qué fue lo que dijo exactamente?... ─le interrogó Riza visiblemente más abochornada, de solo pensar que su general la mencionara con relación a la abolición de la ley le parecía una locura.


    ─ No te pongas nerviosa… en realidad no me comentó algo concerniente a ustedes dos, pero se veía bastante emocionado cuando me lo dijo así que asumí que era también algo que los favorecería ─expuso Grecia sin borrar la sonrisa cordial.


    ─… ─la rubia soltó ese suspiro que había estado conteniendo, levemente aliviada pero a la vez un tanto confundida, escondiendo el rostro entre sus manos─… la verdad no quiero hacerme falsas ilusiones ni pretendo ser un estorbo para los planes del general, los cuales yo misma me ofrecí a apoyar por sobre otras cosas así signifique que nunca… que nunca pueda declararle mis sentimientos… ─dijo en voz baja aguatando las ganas de llorar.


    ─ Deja de sufrir en silencio, Riza, aquí entre nos puedo suponer que no le eres indiferente a Roy que por ello te cuida mucho y se preocupa por ti; sin embargo también es un hombre respetuoso de la ley y sólo está esperando el momento preciso para decirte algo ─dijo Grecia amablemente dándole unas cuantas palmaditas en el hombro a manera de confortarla.


    ─… Prefiero no pensar en cosas que tal vez no vayan a darse nunca… ─comentó la rubia soltando un nuevo suspiro de rendición para contener las lágrimas, limpiándose con un pañuelo para disimular.


    ─ No seas tan pesimista y dale su tiempo, y ya verás que ni bien la ley sea abolida te pedirá formalmente el salir como pareja… ─replicó la viuda de Hughes conservando su amabilidad habitual─. Ahora que si no llega a darse, si Roy piensa esperar para declararte su amor hasta llegar a Fürher con tal de no afectar su desempeño laboral, por lo menos te mantendrás cerca de él, ¿no? ─agregó un poco suspicaz.


    ─ Indudablemente seguiré a su lado hasta cumplir nuestro objetivo ─respondió la capitán sin chistar.


    ─ Es bueno para Roy Mustang saber que siempre estarás ahí para él ─Grecia sonrió complacida ya que eso era un avance. Tan sólo faltaba que se diera el siguiente paso y confiaba en que no pasaría mucho tiempo para que sucediera, y así el deseo de su marido, de que su amigo también fuera feliz con la mujer que ama, podría hacerse realidad.



    Por su parte, allá en la pista de baile, en verdad Roy y Elicia departían alegremente sobre lo entretenidas que podían ser las fiestas para adultos, sobre lo fabuloso que eran los espectáculos a modo de circo, lo bonito y grande que era el salón de baile y todos los adornos, y una observación profesional de parte del alquimista sobre los hermosos vestidos de las damitas presentes, haciendo que la infanta riera divertida ante las amables comparaciones. En un momento de la conversación pareció recordar algo importante.



    ─ ¡Oh, tío, por poco se me olvida contarte! Es un secreto que mi papi me dijo sobre la señorita Riza y tú ─le dijo en tono emocionado.



    “¡Ah, ese maldito de Hughes también hizo de Elicia una fangirl!” pensó el moreno por una breve fracción de segundo evitando poner los ojos en blanco, imaginando a su amigo fallecido carcajeándose abiertamente de él donde quiera que se encontrara ahora. Manteniendo la sonrisa amable le respondió a la pequeña.



    ─ Elicia, un secreto es un secreto y debe guardarse con mucho cuidado o dejara de ser secreto ─hablándole en voz baja para asegurarse que nadie les escuchara.


    ─ Pero como el secreto se trata de ti sé que puedo contártelo… además, mi papi siempre me decía que tú eres un hombre de toda confianza y por eso eran amigos ─puntualizó la niña manteniendo también la voz baja en entonación de misterio.


    ─… ─Roy hizo su mejor esfuerzo para no suspirar ya que, en definitiva, no era su intención desilusionar a su ahijada. De todos modos haría un intento para desviar la conversación hacia otro tema─. Tu papá era un experto en inventar historias raras para distraernos en el trabajo, así que sin duda pudo contarte uno de sus mejores cuentos para hacerte dormir ─explicó alegremente con una risita levemente forzada.


    ─… ─claro que no tuvo éxito ya que la chiquilla le quedó mirando con total seriedad─. Mi papi me decía todos los días que no estaba bien decir mentiras ni contar chismes de la gente, y por eso se fue al cielo como todas las personas buenas que siempre decían la verdad, ¿o no? ─porque, indudablemente y como ya lo vimos, para Elicia todo lo que su papá le había contado era la más sacra de las verdades.


    ─… ─ni hablar, definitivamente Maes Hughes había hecho muy bien su labor convirtiendo a su hija en casamentera profesional a tan tierna edad, así que, sin más argumentos con los que debatir, el alquimista tuvo que ceder al acoso infantil─… por supuesto que tu papá no acostumbraba a decir mentiras, Elicia, así que, si quieres contarme algo te escucharé con todo gusto ─le respondió sin dejar de sonreírle ya de forma más natural, invitándole a continuar su charla.


    ─ Mi papi me dijo que estás enamorado de la señorita Riza y que algún día van a casarse para tener hermosos bebés… y cuando eso pase, ¿puedo ser la niña que repartirá las flores en la boda, puedo? ─expuso la infanta muy emocionada haciendo su petición.


    ─ Bueno, en serio ya no puedo esconderlo más… ─Roy soltó ese suspiro que había guardado, muy lentamente antes de poner expresión de perdido por unos segundos observando a lo lejos a Riza. Esa verdad podía contársela a la pequeña y no habría ningún problema─… Ciertamente la capitán es muy linda y sí, estoy enamorado de ella y espero que pronto podamos casarnos; pero no vayas a decírselo pues tengo que comprarle un hermoso anillo para pedírselo y quiero que sea una sorpresa, ¿de acuerdo? ─respondió guiñándole un ojo de forma cómplice─. Y claro que tendrás un bonito vestido con tus zapatitos, faltaba más ─añadió en tono paternal y cariñoso.


    ─ ¡Qué bien, voy a tener otro vestido nuevo! ─exclamó Elicia más que feliz.



    El baile continuó por lo menos un par de horas más sin contratiempos, donde nuestros personajes alternaron entre bailar alguna que otra pieza, charlar animadamente sobre las celebraciones en todos las plazas de Amestris, suponiendo que sus conocidos, como Havoc junto a Rebecca Catalina en el parque principal de Central, o Breda con Fuery allá en el Este, estarían divirtiéndose igual que ellos; recibir los saludos de viejas amistades como el teniente coronel Alex Armstrong, quien sin dudarlo apretujo en un abrazo a los hermanos Elric hasta casi asfixiarlos, o como Ling, quien fue nuevamente a platicar con todos por un par de minutos para agradecerle una vez más a Roy Mustang por su apoyo en las charlas diplomáticas … en fin, todo lo que puede hacerse al convivir y socializar entre amigos. Un poco más tarde Elicia empezó a bostezar pues el sueño amenazaba con cerrarle los ojos, así que su mamá tuvo que considerar en retirarse antes del espectáculo de fuegos artificiales para que pudiera dormir a gusto en su camita, sólo que la niña no pensaba igual ya que no quería perderse las hermosas luces de colores que alumbrarían el cielo donde ahora vivía su padre.



    ─ No voy a dormirme, mami, en serio quiero ver las luces de colores en el cielo ─dijo la chiquilla si bien se acurrucó en su regazo para descansar la cabeza.


    ─ Está bien, pero si te duermes nos vamos de inmediato ─le replicó Grecia con cariño acariciándola amorosamente, acomodándola junto a ella al tomarla en sus brazos.


    ─ Si, mami ─contestó la infanta más dormida que despierta.



    En ese momento Riza se puso de pie con cuidado tomando su bolso, dedicándoles una reverencia a todos.



    ─ Si me disculpan tengo que ir al tocador ─les dijo formalmente antes de retirarse con calma, y Roy la miró disimuladamente mientras bebía un poco de ron en las rocas, guardándose otro suspiro enamorado por lo bien que se veía en vestido. Justo en ese momento la orquesta volvió a afinar para la siguiente ronda de baile.


    ─ Nada más no vayas a tardarte ─le despidió la viuda de Hughes antes de dirigirse a sus jóvenes acompañantes─. Ustedes, muchachos, no dejen de pasarlo bien aunque los adultos tengamos que irnos ─les dijo amablemente.


    ─ Yo sí quiero ver los fuegos artificiales ─admitió Winry muy sonriente tras dejar su bebida refrescante.


    ─ Y yo también ─May se unió a la petición sonriéndole con prontitud a Alphonse─. ¿Nos vamos a bailar, Alphonse-sama?


    ─ ¿Por qué no? ─respondió el sonriente muchacho y sin más se fueron para ocupar un buen lugar en la pista junto a Ling, dejando a una fatigada Xiao mei durmiendo plácidamente en la mesa sobre una servilleta de tela.


    ─ ¿Y tú que estás esperando, Acero?, ¿acaso no piensas bailar con la señorita Rockbell? ─observó por su parte el alquimista después de terminar su bebida, mirando al mayor de los Elric con algo de escrutinio.


    ─ En serio voy a terminar muerto de tanto bailar… ─resopló el rubio apoyándose pesadamente en el respaldo de la silla como si ya no pudiera dar ni un paso.


    ─ Anda, Ed, o voy a pensar que te has vuelto tan apático como lo era tu padre ─mencionó su chica tras lanzarle una miradita reprobatoria cruzándose de brazos.


    ─ Oye, Winry, no me compares con Hohenheim porque... él era algo bobo ─bufó el chico a modo de mostrar su desacuerdo, ya que todavía no digería del todo el que le mencionaran el parecido que guardaba con su fallecido progenitor. Sin embargo se levantó de un salto y le dio la mano para ayudarle a ponerse de pie─. Yo soy mucho más interesante y guapo ─recalcó con el amago de una sonrisa en cuanto ella le dedicó una de forma dulce.


    ─ Por supuesto que eres más guapo, eso decía tu mamá ─dijo la muchacha aferrándose de su brazo, encaminándose con prontitud hacia la pista llena de parejas.


    ─ Jóvenes enamorados… ─opinó Grecia muy contenta sin dejar de arrullar a Elicia.


    ─ Es bueno ver que van desarrollándose como adultos… ─dijo Roy para después desviar la vista hacia el área de los baños, pues le había parecido ver a alguien no grato merodeando por ahí─. Mi estimada Grecia, me disculpo contigo por tener que dejarte un momento pero acabo de darme cuenta de una cosa… ─le dijo en tono cortés antes de ponerse de pie, dispuesto a tomar el asunto entre sus manos de una vez por todas.


    ─ No te preocupes por mí e invítala a bailar antes de que nos retiremos… después de todo no podrá negarse ya que tengo las manos ocupadas con Elicia ─respondió la siempre amable Grecia dedicándole una sonrisa comprensiva.


    ─ Pero antes de eso tengo un pequeño asunto que arreglar… ─mencionó el alquimista alejándose con paso firme.


    ─ Mucha suerte… ─adicionó la dama a modo de despedida.



    Ciertamente el coronel Frank Archer se encontraba aún en la fiesta, decidido a conseguir por lo menos robarle un beso a Riza ya que le había sentado muy mal el que lo desairara todo el tiempo, y por supuesto que buscaba cobrársela de alguna manera. Desde una mesa lejana, a donde había sido invitado por algunos conocidos suyos de facciones menores relacionadas con el Comando del Sur, acompañados de damitas que ofrecían sus servicios por una buena paga, se dedicó a observar discretamente en busca de la oportunidad perfecta para “atacar” sin tener que ser importunado por Roy Mustang o alguno de los hermanos Elric. Así se la pasó con sus camaradas, entre bailes y bebidas, intercambiando puntos de vista negativos sobre las políticas del Führer y otros generales que se habían aliado a él en un intento por desprestigiar al anterior Führer, King Bradley, y sus métodos algo oscuros para gobernar con firmeza y manejar el ejército a su antojo; y eso por supuesto que incluía a Roy Mustang señalándolo como el arribista más ambicioso, abusivo y aprovechado lamebotas en su intento de escalar a altas posiciones por su afán de llegar a lo más alto… posiblemente, si Grumman no cedía en un futuro a sus peticiones, tal vez también le armaría un golpe de estado más efectivo para hacerlo caer en redondo, lo cual podría no ser tan conveniente para ellos. En cuanto Archer se percató que Riza se alejaba de su mesa dirigiéndose al baño consideró que había llegado su momento, así que, envalentonado por haber bebido unas copas de más, se dispuso a “cazar” a su presa recibiendo algunas palabras de apoyo de los ahí presentes:



    ─ ¡Muy bien, Archer, rómpele la cara a ese Mustang bastardo! ─le dijo uno de ellos hipando alegremente en tanto levantaba su copa para brindar a su salud una vez más, mientras otros dos se iban a bailar con las damitas tras ofrecerle palmaditas de apoyo en el hombro.


    ─ Al fin que no podrá atacarte usando su alquimia porque no querrá quemar a nadie… ─le dijo otro igual de burlón sonriéndole tontamente, derramando la bebida sobre el mantel antes de echarse a dormir con pesadez.


    ─ Ya veremos qué pasa… ─respondió Archer por lo bajo marchándose, procurando pasar desapercibido ante los demás.



    Para su fortuna la orquesta ya tocaba a buen volumen invitando a la gente a bailar, y por supuesto que muchas personas, las que habían ido al baile para divertirse, no iban a dejar de hacerlo, por lo que las mesas y varias áreas estaban prácticamente vacías y sólo un par de doncellas lo miraron por curiosidad un momento en cuanto se apersonó frente al baño de damas, alejándose con prontitud de ahí pues algo en su rostro no les dio buena espina. No pasó mucho tiempo cuando Riza salió del baño reacomodando algo en su bolso que por eso Archer pudo tomarla por sorpresa, sujetándola fuertemente de las muñecas para impedirle hacer un movimiento brusco.



    ─ Me ha obligado a hacer una locura por impertinente, capitán Hawkeye, así que tendrá que tomar esto como una orden y obedecer ─le dijo gravemente intentando mantenerse sereno para no delatar su condición, sin embargo se notaba en su mirada que estaba ebrio y un hombre ebrio puede ser peligroso.


    ─ Usted está loco… es en serio… ─obviamente el asombro le duró a la rubia un parpadeo y sin más forcejeó para soltarse, mirando al hombre con verdadero enfado. Sin embargo, a pesar de tener varias copas encima, su atacante no disminuyó la presión de su agarre.


    ─ Ya no se resista y déjese llevar por mí para no armar un escándalo que pueda avergonzar a su general, recuerde que ante todo también soy su superior y puedo levantar un cargo en su contra por desobediencia ─Archer elevó un poco la voz para imponerse jalándola hacia él, contando con la ventaja de que nadie les prestaba atención─. ¿O acaso usted y Mustang si están violando la ley siendo amantes a escondidas, que por ello no aceptó mi invitación y utilizan a la viuda de Hughes como una distracción ante los demás? Mire que podrían enfrentar un tribunal de guerra si eso fuera cierto… ─puntualizó con acritud intentando besarla a la fuerza.


    ─ Esas son todas patrañas… ─respondió Riza dándole un empellón para apartarlo, consiguiendo que trastabillara un poco liberándole una mano─. El general Mustang sí que es un hombre honorable, no como usted… ─añadió en tono ofendido, dispuesta a darle la merecida cachetada que le tenía guardada.


    ─ ¡Archer, maldito, bastardo, más te vale que sueltes a mi capitán y vengas a enfrentarme como hombre! ─la voz grave y encolerizada de Roy Mustang llegó a sus oídos y, con esa exclamación, el aludido soltó su ansiado trofeo y ambos miraron al alquimista al tiempo que éste se acercaba a ellos con el semblante torcido en una mueca de rabia e indignación.


    ─ Vaya, así que al final parece que los rumores me dan la razón… ustedes son amantes sin lugar a dudas… ─masculló el hombre intentando ocultar su nerviosismo.



    Si bien con sus colegas habían estado alardeando sobre cómo machacaría a Roy Mustang si se le presentaba la oportunidad de verse las caras, en realidad es solo uno de esos tipos que hablan más de lo que actúan cuando se trata de darse un mano a mano a puño limpio; después de todo también estaba enterado que el Alquimista de la Llama no sólo era famoso por su alquimia sino porque es alguien que pelea de frente, por algo era conocido héroe en la guerra de Isvhal y sobreviviente de la misma.



    ─ Déjate de habladurías baratas y ven acá… ─le gruñó Roy deteniéndose a una distancia cercana y razonable para permitir que Riza pudiera irse de ahí, mirándola con seriedad antes de manifestarle lo siguiente con total formalidad─. Y usted, capitán, hágame el favor de retirarse ya que éste es un asunto entre hombres.



    El gesto de la joven rubia había cambiado en poco tiempo, pasando del enfado al asombro en cuanto su general se presentó ahí, y ahora se puso muy severo, tan severo como cuando le llamaba la atención si lo encontraba holgazaneando en la oficina, cosa que a Roy no pareció cuadrarle… ¿acaso no estaba agradecida con él por ir a rescatarla en el momento justo? ¿Pues qué otra cosa podía hacer, dejarla a merced de Archer? Ella caminó unos cuantos pasos dispuesta a obedecerle, y al llegar frente a él le dijo:



    ─ Señor, le pido me preste uno de sus guantes ─obviamente que dicha petición descolocó al moreno e incluso Archer pareció perplejo.


    ─ ¿Uno de… mis guantes? ─respondió anonadado sin entender qué tenían que ver sus guantes con todo eso.


    ─ Uno de sus guantes, señor, los trae en el bolsillo interior del saco ─replicó la joven muy correcta sin cambiar el tono de voz monocorde.


    ─… emm… aquí tiene, capitán… ─ni hablar, con todo cuidado sacó uno de sus guantes entregándoselo al momento.



    En cuanto Riza lo tuvo en su mano se volvió bruscamente a Archer dándole de lleno en la cara con la prenda empleando para ello todas sus fuerzas al tiempo que le lanzaba una mirada furiosa, con lo cual consiguió derribarle.



    ─ ¡Eso y más se merece por cretino!, ¿me oyó? ─le espetó coléricamente al verlo caer─. ¡Y no crea que sus amenazas me asustan pues yo misma levantaré una denuncia contra usted por acoso!, ¿cómo ve? ─puntualizó antes de darle la espalda, recomponiendo su semblante por uno más correcto al volver junto a Mustang─. Muchas gracias, señor, ya pueden continuar con sus asuntos de hombres ─le indicó al devolverle el accesorio para alejarse de ahí a paso firme.



    Tanto Roy como Archer, este último con el labio ensangrentado, el cachete amoratado y la nariz inflamada por el golpe, la observaron marchar mientras en sus rostros se dibujaba un gesto de asombro e incredulidad. Después Archer se quejó dolorosamente antes de levantarse, lo que hizo que Roy volviera a verlo con ira contenida.



    ─ Tienes suerte que no fui yo quien te golpeó, Archer, porque podríamos haber armado un tumulto de mayores dimensiones ─le dijo mientras guardaba el guante en su sitio, con ese tono grave de voz que suele emplear al enfadarse─. Y más vale que te prepares ya que en pocos días recibirás una amonestación por tu falta, de eso me encargo ─agregó en forma amenazadora, dándose la vuelta para seguir a su capitán sin preocuparle que pudieran verlos hablar con mayor cercanía y confianza.



    Riza detuvo su marchar para permitir que le alcanzara y, cuando estuvo cerca, tornó a verle con dulzura en la mirada.



    ─ Agradezco su ayuda, señor, y me disculpo por haberlo metido en esta situación tan penosa ─le dijo en tono más amable e informal dedicándole una pequeña y cariñosa sonrisa.


    ─ Descuide, capitán… solo me gustaría que confiara más en mí para solucionar los problemas de trabajo ─respondió él devolviéndole la sonrisa con discreción, y caminaron juntos hacia la mesa. Antes de llegar Roy recordó lo que Grecia le había dicho, así que era ahora o nunca para disfrutar un poco del baile ellos dos, juntos y solos─. Por cierto y si no le incomoda, sería todo un honor que me conceda esta pieza antes de retirarnos, pues Elicia se ha dormido sobre Grecia y lo más conveniente es llevarlas a su casa ─se explicó en tono casual esperando que ella no se negara.


    ─… ─Riza le miró con mayor intensidad y sus mejillas enrojecieron antes de responder─… bueno, está bien… después de todo solo será una pieza… ─añadió en voz baja desviando la vista con leve e inconsciente coquetería.


    ─ Entonces acompáñeme a la pista antes de que la pieza se termine ─Roy sintió su corazón agitarse dentro de su pecho por lo linda que se veía Riza con las mejillas encendidas así que galantemente la tomó del brazo conduciéndola a la pista, acomodándose no muy cerca del centro para no atraer las miradas.



    Suavemente la tomó de la cintura conteniendo las ganas de abrazarla más cerca como una expresión de amor, para empezar a bailar siguiendo el ritmo de la música. En pocos segundos se acoplaron a la sinfonía dejándose llevar, disfrutando de su compañía por medio de miradas discretas y afectuosas como si solo estuvieran ellos dos en el lugar. Sin embargo una voz conocida, bastante familiar para ambos, rompió el encanto del momento al pasar a su lado para comentar lo siguiente:



    ─ Es un gusto ver que la están pasando bien, Mustang… ─era Grumman, quien, bailando junto a Olivier Armstrong, decidió acercarse un poco para saludarles, dedicándole al moreno un guiño cómplice sin detener la danza. La rubia general, por su parte, no parecía nada contenta de verles e incluso le lanzó al alquimista una leve mirada reprobatoria antes de que pudieran alejarse.


    ─ El gusto es nuestro, excelencia… ─respondió el aludido sintiendo que le ganaba la vergüenza al ser descubierto infraganti, y por ende su acompañante se sentía igual de abochornada. Mentalmente se pusieron de acuerdo para retirarse aprovechando que la melodía estaba por terminar─. Creo que es mejor irnos ahora, capitán, no debemos dejar que la señora Grecia se canse de cargar a Elicia ─comentó muy correcto deteniéndose a la orilla de la pista.


    ─ Estoy de acuerdo con usted, señor, debemos llevarlas a descansar pues casi es medianoche ─afirmó ella y sin más se abrieron paso hacia la mesa.


    ─ ¿Qué pasó? ─les preguntó Grecia un poco asombrada al verlos regresar antes de siquiera concluir la pieza. No dudó en intuir, por el sutil enrojecimiento de sus rostros, que algún pensamiento subido de tono les había hecho sentirse incómodos frente a todos.


    ─ Mi estimada Grecia, la capitán y yo consideramos prudente el llevarlas a descansar para que Elicia pueda dormir en su cama ─le respondió Roy con total cortesía dedicándole una breve reverencia, recomponiendo el gesto por uno más formal─. Además que seguramente también estarás agotada por la hora… si me permites tomaré a Elicia ─agregó, inclinándose para sujetar a la niña dormida.


    ─ Muy bien… ciertamente ya es muy tarde para mí… ─respondió la aludida sin oponer resistencia al sonreír con amabilidad, permitiendo que el alquimista levantara a la infanta. Después de todo estaba segura que, en cuanto las dejaran en su departamento, estarían solos y tal vez aprovecharían muy bien el resto de la noche para pasarla muy juntitos ya sin preocuparse demasiado por el que dirán.



    Riza le ayudo a ponerse de pie retirándole la silla y fue entonces cuando la orquesta dejó de tocar para permitir que los presentes pudieran disfrutar en breve del espectáculo de fuegos artificiales, con lo que los hermanos Elric y sus parejas se acercaron a la mesa.



    ─ ¿Ya se van?... ─les preguntó Al un poco apocado pues le hubiera gustado que todos juntos terminaran la fiesta.


    ─ Nos es necesario retirarnos, Alphonse, ya que Elicia se ha dormido ─le dijo Roy con toda propiedad acomodándose suavemente a la niña dormida sobre uno de sus hombros, tal como lo haría un amoroso padre.


    ─ Pero ustedes no se preocupen, ya les dije que pueden y deben seguir disfrutando de la fiesta… ─les recalcó Grecia en cuanto se percató de que Ed quería decir algo, tomando su bolso de mano─… ya que, de todos modos, yo también me siento con ganas de dormir ─agregó, disimulando un pequeño bostezo tras una sonrisa maternal y complaciente.


    ─ Además de que pronto iniciará el espectáculo de fuegos artificiales y no deberían perdérselo ─remarcó Riza después de hacer lo propio con sus cosas, mostrándose muy correcta y amable.


    ─ Por supuesto que lo disfrutaremos ─les respondió Winry con una sonrisa apretando la mano de su novio, y May hizo lo propio dedicándoles una reverencia a modo de despedida.



    Así se retiraron despidiéndose de algunas cuantas personas más que se les acercaron, como el teniente coronel Armstrong junto con su hermana Catherine; en poco tiempo llegaron al departamento de la familia Hughes dado a que la mayoría de las personas en Central ya se encontraban en la plaza principal dispuestas a deleitarse con el show, por lo que las calles ya no estaban tan transitadas como al inicio de la fiesta. Solo Roy acompañó a Grecia hasta el departamento para acomodar a Elicia en su cama, despidiéndose caballerosamente de ella.



    ─ Muchísimas gracias por aceptar mi invitación, Grecia, fue todo un placer disfrutar la velada en su compañía ─le dijo en tono cortés tras besarle delicadamente el dorso de la mano izquierda como una señal cariñoso de amistad─. Le das mis saludos a Elicia cuando se despierte mañana ─agregó, acomodándose la gabardina para salir.


    ─ El gusto fue nuestro, y no te preocupes ya que le daré a Elicia tu recado… ─respondió la dama alegremente con las mejillas levemente coloradas─. Lo que deberías hacer para terminar la fiesta es llevar a tu capitán al parque para mirar los fuegos artificiales… o, mejor aún, desde la ventana de su apartamento, ¿no crees? ─añadió con leve picardía guiñándole un ojo, conduciéndole a la salida.


    ─ Tal vez lo haga si ella quiere… ─respondió él soltando un breve suspiro bajo de complacencia en tanto le dedicaba una sonrisa más abierta─. Nos vemos después ─y se retiró con paso ligero dado que su compañera le esperaba a la entrada.



    Roy decidió no llevarla al parque ya que, al siguiente día, tenían que regresar al Este antes de mediodía, por lo cual era mejor no arriesgarse a recibir una negativa y un regaño de su parte. Así que sin más condujo con rumbo al apartamento que Riza tenía en Central, y aprovecharon el rato para platicar sobre la denuncia que efectivamente levantarían contra Archer por su nefasta conducta. Casi cuando los fuegos artificiales comenzaban a iluminar el cielo nocturno con múltiples colores arribaron al edificio, por lo que consideraron adecuado disfrutar el show desde afuera.



    ─ Fue una suerte llegar ahora, así no nos perderemos el espectáculo… ─dijo el alquimista un poco emocionado tras bajar del auto, dando pronto la vuelta para abrirle la puerta y ayudarle a descender; el gesto de caballerosidad y cortesía que había estado guardando toda la noche para ella.


    ─ Sí, va a ser algo muy lindo… ─respondió la joven con admiración mirando hacia el cielo, aceptando su ayuda al darle la mano y no soltarle en cuanto se paró a su lado.



    Estaban tan encantados que se mantuvieron así, uno cerca del otro, durante aproximadamente quince minutos, el tiempo que duró el show, sonriéndose de vez en cuando mientras señalaban las imágenes que la pirotecnia iba formando en las alturas.



    ─ Me encantan las flores en el cielo… seguramente debe ser muy complicado darle a la pólvora la forma y los tonos adecuados para conseguir las figuras ─comentó Riza bastante alegre dirigiéndole una mirada más cariñosa.


    ─ Tienes razón, la combinación de colores es genial… ─remarcó Roy con embeleso antes de voltear a verla─. Esas son de las cosas hermosas que pueden hacerse con el fuego… ─añadió con voz más romántica apretándole la mano como una muestra de su afecto más profundo.


    ─ Es cierto... el fuego puede ser bello y maravilloso cuando se emplea para fines nobles… ─comentó la joven tras soltar un suspiro bajo correspondiendo el apretón, indudablemente un suspiro de amor.



    La atmósfera era perfecta, el momento era adecuado pues nadie los molestaría ni juzgaría por nada, así que no tendría nada de malo el darse el beso que hace tiempo venían anhelando; y ni siquiera sería necesario dejarse arrastrar por la pasión desenfrenada para decirse todos los sentimientos que guardaban el uno por la otra. El brillo de las luces en el cielo se reflejaba en sus pupilas mientras acortaban la distancia entre sus rostros… sólo unos centímetros les separaban de poder disfrutar la inocente y pura prueba de amor. Súbitamente un pensamiento cruzó por la mente de Riza haciéndole abrir los ojos, deteniéndose de súbito, “¿Pero qué estoy haciendo? Esto no está bien, no debo hacer esto o Roy va a pensar que estoy… simplemente no debemos hacerlo.”, se sermoneó con dureza en una breve fracción de segundo y con apuro cubrió sus labios con la mano que tenía libre, rompiendo el encanto del momento al decir en un susurro ahogado:



    ─ Señor… discúlpeme, señor, pues no sé en que estaba pensando… ─con sus mejillas enrojecidas intensamente de la pura vergüenza, desviando con prontitud la vista al soltarse con premura de la mano masculina.


    ─… yo no… ─obviamente que Roy se sintió confundido por su reacción y sin dudarlo dio unos pasos atrás, visiblemente abatido ante lo sucedido… ¡sí sólo eran unos centímetros de distancia!, ¿por qué no podían disfrutarlo? ¿O acaso estaba mal darle una oportunidad al amor si de todos modos ya hablaban de ellos como una pareja? Ahora más que nunca le era indispensable apoyar la modificación de esas detestables leyes, y tal así vez ella dejaría de preocuparse por guardar las formas en exceso tratando de evitar las habladurías de la gente que de todos modos hablaba por hablar─… perdóneme usted a mí, capitán, creo que bebí demasiado en la fiesta y ya no sé lo que estoy haciendo… ─le dijo a modo de disculpa mediante un carraspeo, tratando de disimular su desencanto al reacomodarse el saco.


    ─ Entonces no le quito más tiempo para que vaya a descansar; recuerde que mañana tenemos que salir para el Este ─comentó la rubia sin atreverse a mirarle buscando sus llaves en el interior de su bolso de mano, aguantando las ganas de llorar compungida para no delatar su pena. Realmente no quería ilusionarse ni pretendía ser un obstáculo para que su querido general llegara a lo más alto, y por ello lo mejor era resistir la tentación de caer ante su encanto masculino así su corazón le doliera dentro del pecho, pues si lo hubiera besado lo más seguro es que querría pasar el resto de la noche junto a él olvidándose de su deber.


    ─ Tiene razón, capitán… entonces nos vemos mañana temprano en el cuartel para levantar la denuncia contra Archer ─respondió el alquimista muy correcto y sin más abordó su auto para irse enseguida─. Que descanse ─despidiéndose seriamente sin dedicarle ya ni una sonrisa. Lo mejor que le quedaba por hacer era ir al bar de Madame para darse ánimos y pedirle algún consejo ante la duda que lo estaba matando, pero eso era algo que no tenía por qué contárselo a la joven.


    ─ Hasta mañana, señor ─le dijo ella viéndole marchar, y rápidamente entró en el edificio dirigiéndose a su apartamento para poder desahogarse con tranquilidad metida entre sus sábanas.



    El siguiente día se presentaron en el cuartel para exponer la denuncia contra Archer ante el Führer, manteniendo entre ellos la distancia correspondiente a su rango para no dar a entender nada, y ni siquiera tocaron el tema con toda la intención de dejarlo momentáneamente en el olvido. A mediodía partieron rumbo al Este acompañados por todos los del comando que les habían apoyado, incluyendo al capitán Miles de Briggs, y únicamente Havoc pudo percibir el leve malestar que había entre sus superiores debido al tiempo que llevaban trabajando juntos; mas decidió no hacerle a Mustang ningún comentario para evitar un descontento mayor y una llamada de atención sin merecerla. De todos modos estaba seguro que esa dificultad no dudaría mucho debido a que, ante todo, al general no le gustaba disgustarse con la capitán por el inmenso aprecio (y algo más) que sentía por ella, así que todo estaba bien.










    Nota: esto se ha alargado demasiado a lo que me había planteado, pero es que no me gustaría dejar esta historia a medias como otras que tengo inconclusas por el foro. La verdad van surgiendo varias ideas relacionadas conforme escribo y tengo que detenerme un poco para ordenarme otra vez, de ahí ha surgido toda esta trama levemente enredada cuyo desenlace puede parecerles previsible (por obvias razones Riza y Roy serán más pareja porque YOLO), pero estoy intentando darle un toque especial de acuerdo a mi estilo.



    ¿Qué sigue ahora? ¿Tendrá Grumman alguna otra brillante idea para que su nieta y Roy se conozcan en aras de matrimoniarles? ¿Y qué hará Roy al respecto cuando no tiene ni idea de quién es la nieta? ¿Aceptará un compromiso arreglado para asegurarse el puesto de Führer, o expondrá sus sentimientos aún a costa de ser castigado por violentar las leyes? ¿Y qué pasará con Riza, cederá a las presiones de su abuelo sobre un matrimonio arreglado con un hombre desconocido, o mostrará al fin su amor por su general sin importarle ser expulsada del ejército? Bueno, son preguntas que en algún momento obtendrán respuesta, mientras sigan divirtiéndose con mis ideas.
     
  9. Threadmarks: Parte 8
     
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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Romance/Amor
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    Parte 8


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    El tiempo ha transcurrido, dos semanas para ser exactos desde las festividades por “La semana de Amestris”; y ha sido todo un tiempo de trabajo puesto que la encuesta para conocer la opinión de todos los miembros del ejército con respecto a la modificación o abolición de las leyes de antifraternización ya ha sido aplicada, y sólo están en espera de los resultados. El Comando del Este no es la excepción pues, gracias a los fructíferos avances de paz obtenidos en la región de Ishval y zona circunvecina, aunado al acuerdo de cooperación comercial con el país de Xing, se respiraba un ambiente de armonía para la realización del trabajo con normalidad. En la oficina del general Mustang el día transcurre sin contratiempos, y fue después de la hora de comer, cuando todos se disponían a reanudar sus labores vespertinas, que el teléfono sonó rompiendo un poco la tranquilidad, a lo que Riza Hawkeye se dispone a contestar para permitir que su general ocupara su lugar.



    ─ Aquí la oficina del general Mustang… ─indica en forma correcta y cordial a manera de saludo, prestando atención a la persona al otro lado de la línea─… sí, en seguida le comunicaré con él… ─e inmediatamente se dirige a su superior sin perder el porte, alcanzándole el aparato para permitirle conversar sin levantarse─. Señor, su excelencia el Führer desea hablar con usted de un asunto urgente ─manteniéndose cerca del escritorio por si se le ofrecía algo más.


    ─ Muchas gracias, capitán… ─responde él igual de correcto y toma la bocina con mucho cuidado, guardándose muy bien el gesto de duda ante el hecho de que Grumman le hablara antes de lo previsto, considerando que apenas hace quince días atrás se habían visto y no le había comentado de ninguna urgencia─… A la orden, excelencia, le escucho… sí, por supuesto, de hecho ya lo estábamos esperando… claro, claro, si usted lo considera necesario estaré allá de inmediato… ─mencionó en tono respetuoso afirmando con la cabeza, escuchando la disertación de su interlocutor con total atención en tanto tomaba algunas notas.



    Sus compañeros no dijeron nada y cada quien reanudó lo suyo, y sólo les miraron discretamente tratando de notar algún sutil cambio de actitud. Desde que regresaron de Central parecían mucho más formales el uno con la otra, como en aquellos años cuando empezaron a trabajar juntos, pero, si lo que Havoc les había contado era cierto, posiblemente sus superiores hubieran pasado la última noche de fiesta a solas y muy juntitos, y únicamente intentaban mantener la cordura y las apariencias. Todo podía ser posible porque, al final y de acuerdo con la encuesta general aplicada a todo el ejército antes del evento, la mayor parte del personal mostraba su aprobación por modificar o anular las leyes de antifraternización que prohibían relaciones de “mayor confianza” entre correligionarios, lo cual podría dar lugar a que su general y la capitán pudieran formalizar esa relación romántica que para todos era un secreto a voces no comprobado.



    ─… ¿en serio?... descuide, excelencia, ya que no será ninguna molestia… usted sabe que puede contar con nuestro apoyo… por supuesto, faltaba más… de acuerdo, a inicios de la siguiente semana… cuente con ello, excelencia, y tenga muy buen día ─sin más Roy Mustang colgó el teléfono y miró a Riza con seriedad, sin prestar mucha atención a las miradas furtivas de los demás─. Capitán, la siguiente semana tendremos que ir nuevamente a Central ya que el Führer solicita nuestra ayuda para… hacer el conteo de los resultados de las encuestas y poder tener las estadísticas antes de presentar los resultados ─bufó al final con gesto abatido poniendo los ojos en blanco por un segundo. Eso significaba más papeleo y no creía poder soportarlo, lamentándose por haberle hecho al anciano semejante ofrecimiento.


    ─ Como usted ordene, señor ─le respondió la joven rubia sin variar el tono respetuoso de soldado modelo ni el gesto formal.


    ─ Usted también nos acompañará, capitán Miles, pues la general Armstrong ya lo espera al haber cumplido su tiempo de préstamo para con nuestro comando ─agregó el alquimista dirigiéndose en está ocasión al hombre que pertenecía a las filas del Norte─. De hecho se ha preparado una breve ceremonia de recepción para recibirle como se merece antes de su retorno a Briggs ─adicionó con leve amabilidad.


    ─ Ha sido un honor para mí el servir a mi país desde esta trinchera ─respondió el aludido con aplomo y respeto, cuadrándose al ponerse de pie.


    ─ El honor ha sido nuestro al contar con su valiosa ayuda, capitán Miles… ─dijo Roy sin dejar de sonar amable, ya que, indudablemente, extrañaría a ese sujeto tan capaz; sin embargo no había punto de comparación entre el capitán Miles y sus subordinados así estos últimos parecieran más perezosos, pues los unía un lazo mucho más fuerte que el simple compañerismo─… pero guardemos los cumplidos y las formalidades para la ceremonia y mejor sigamos trabajando, porque el tiempo corre y nadie quiere hacer horas extras, ¿verdad? ─puntualizó recobrando el gesto serio, reanudando la revisión de documentos que Riza le había dejado en el escritorio.



    Y la normalidad continuaría en el Comando del Este hasta la siguiente semana, cuando los superiores, acompañados del capitán Miles de Briggs, tomarían el tren de mediodía que los llevaría con rumbo a Central. Por cierto, la noche anterior a su partida, Riza Hawkeye recibió aquella llamada que había estado esperando con algo de inquietud.



    ─ ¿Diga? ─contestó el aparato empleando una voz bastante correcta.


    ─ Muy buenas noches, querida Riza, deberías relajarte un poco ya que no estás en horario laboral ─le saludó su abuelo, el viejo Grumman, dedicándole una sonrisa─. Espero no haberte despertado ─añadió a modo de disculpa.


    ─ No te preocupes, abuelo, acabo de darle su cena a Black Hayate, arreglé mi equipaje y voy a tomar un baño para descansar ─dijo la joven haciéndole caso al relajarse un poco, sonriendo de igual manera─. Ya sabes que mañana salimos para Central y no quiero que me agarren las prisas ─adicionó.


    ─ No sabes el gusto que me da el que vengas a visitarme, querida, así podremos platicar un poco más de tu vida en estos últimos días y de cómo va llevando el flojo de Mustang su trabajo ─se expresó el octogenario hombre con una risita de diversión.


    ─… Abuelo, tú bien sabes que este no es un viaje turístico como tal… ─la rubia soltó un suspiro bajo de rendición, poniendo los ojos en blanco por una fracción de segundo ante las ocurrencias de su precursor ─. Parte de mi deber es el ayudar al general Mustang en todas las labores que se presentan en la oficina ─añadió muy formal.


    ─ Cierto, querida, tienes razón, ya que todos sabemos que sin ti Mustang nada más no mueve un dedo ─afirmó Grumman sin dejar de sonar alegre─. Pero bueno, no creo que pase algo malo si vienes a darte una vuelta por la mansión para tomar el té ─disculpándose a continuación con vocecita apenada.


    ─ Descuida, abuelo, sé que tienes muchas ganas de saludarme pero, ante todo, debes ser el primero en respetar las leyes de antifraternización mientras no sean modificadas… ─comentó la joven volviendo a sonreír. Después de todo era comprensible el que a su abuelo le gustaría platicar con ella más abiertamente.


    ─ Eso no es ningún problema mientras seamos discretos… ─le concedió el anciano recuperando el tono alegre─. Lo que me gustaría es aprovechar la ocasión para que, al fin, puedas tener una cita con mi viejo amigo, ¿no te parece genial? ─se explicó a continuación.


    ─… mmm… ─”Aquí vamos otra vez…” pensó Riza soltando un pequeño e imperceptible suspiro de incomodidad─… abuelo, por favor, que voy a trabajar y no creo tener tiempo para… ─dijo, intentando no sonar grosera.


    ─ Vamos, vamos, puedes pedirle un día libre a Mustang que no va a morirse por eso… además tienes derecho ya que trabajas mucho más que todos ellos juntos ─mas Grumman le interrumpió soltando una nueva risita baja de diversión─. ¿Qué te parecería el siguiente sábado? Mi amigo me comentó que vendría unos días a Central por cuestiones de trabajo, y me daría mucho gusto el que al fin pudieran conocerse ─agregó muy feliz haciendo la sugerencia.



    Riza se guardó un nuevo suspiro de contrariedad meditando fugazmente en el asunto… sí, tal vez había llegado la hora de ponerle a su abuelo las cosas claras, tanto a él como a ese “viejo amigo”, y nada mejor que hacerle frente de una vez por todas.



    ─ Está bien, abuelo, si el general Mustang me concede el permiso podré ir a visitarte ese sábado sin ningún problema ─mencionó recuperando la amabilidad en su voz─. Después de todo si me gustaría hablar contigo sobre el matrimonio ─adicionó de forma casual.


    ─ Qué bien, querida, qué bien; ante todo sabes que me preocupo por tu bienestar como no pude hacerlo antes ─dijo el anciano hombre en tono satisfecho─. Entonces ya no te quito más el tiempo para que vayas a descansar, y nos vemos mañana ─despidiéndose cariñosamente de ella.


    ─ Usted también descanse, abuelo, buenas noches… ─fue la respuesta de la joven y sin, más que agregar, colgó con prontitud. En seguida soltó el quejido de desazón que había estado guardando─. Mi abuelo y sus ideas ─exclamó en voz baja dirigiéndose al baño.



    Meditando en la tina llena de agua, sumergida hasta el cuello, se dejó llevar por su imaginación: indudablemente le daría a ese “viejo amigo” de su abuelo ─al que no dejaba de ver como un ancianito simpático pero con las mismas malas costumbres de su pariente─ la negativa a su propuesta matrimonial, e incluso les llamaría la atención a ambos hombres por andar pensando en cosas impropias para su edad, al pretender involucrarla en un casamiento arreglado de esa forma sin tomar en cuenta su opinión personal. Posteriormente sus abstracciones la llevaron más allá del futuro, viéndose a sí misma muy feliz en su boda con Roy Mustang; eso le hizo sobresaltarse de forma tan abrupta que casi se ahoga en la bañera.



    ─ ¿En qué estás pensando, Riza? ─se regañó al tiempo que tosía un poco de agua después de salir a flote, y se enderezó con prontitud para tomar la toalla y salir de ahí─. Eso no puede ser, no puede… ser… ─y al instante soltó un nuevo suspiro ahogado para contener un sollozo, dirigiéndose a su habitación con la intención de dormir lo más pronto posible y olvidarse de todo.



    Ya era casi medianoche cuando al fin pudo conciliar el sueño, dejándose llevar a ese mundo de las fantasías y los deseos ocultos. Repentinamente se encontró frente a la puerta de aquella que había sido su casa, allá en su lejano pueblo natal, la que tuvo que vender para pagar las deudas de su padre y ser libre de esa carga así se quedara sin nada. Eso le provocó un sentimiento de nostalgia recordando los buenos momentos vividos allí.



    ─ ¿Por qué estoy aquí? ─se preguntó con duda admirando la fachada. Lucía como si estuviera recién pintada y el jardín se veía muy bien cuidado, como cuando su madre vivía ya que ella siempre cuidaba las flores; su semblante se entristeció un momento al traer la imagen materna a su memoria… tantos años pasados desde su partida, pero seguramente las cosas fueran diferentes si ella continuara con vida─. Muy posiblemente papá tampoco hubiera muerto, ni yo hubiera entrado al ejército, ni siquiera hubiera conocido al abuelo, y tal vez el general Mustang ya… ─evitó terminar la frase secándose unas cuantas lágrimas con el dorso de su mano, pues ahora es una mujer adulta que controla su vida sin tener que dar cuentas a nadie.



    Mirando nuevamente hacia la puerta le extrañó verla abierta, como si la casa la estuviera invitando a entrar.



    ─ No recuerdo que estuviera abierta… ─murmuró confundida.


    ─ Vamos, Riza, mi pequeña, ven a saludarme ─en ese momento se apareció, por el umbral de la puerta, una mujer bastante parecida a ella, relativamente joven, de rubia cabellera, de ojos azules y gran sonrisa, que la llamaba. Llevaba puesto un bonito vestido en color azul celeste a pesar de ser un modelo algo pasado de moda, que hacía resaltar la claridad de su piel.


    ─ ¿Mamá? ─preguntó la rubia abriendo los ojos con sorpresa─. ¿Acaso estoy soñando o es verdad? ─agregó a continuación sin animarse a dar un paso.



    No era la primera vez que soñaba con su fallecida madre; de hecho, cuando era niña, solía soñar con ella frecuentemente ante la poca atención que su padre le prodigaba al estar metido en su investigación alquímica, lo cual le otorgaba consuelo. Después de la guerra de Ishval sus sueños habían sido sustituidos por abundantes pesadillas que incluso se obligó a no soñar para evitar sufrir. Afortunadamente, en estos últimos años de trabajo en la reconstrucción de la región, las pesadillas habían aminorado bastante siendo sustituidas por sueños más tranquilos de paz, en los cuales seguía acompañando a Roy Mustang en su llegada a Führer; claro que también tenía sueños alocados con su general (últimamente con mayor frecuencia) que la habían hecho enrojecer de vergüenza en más de una ocasión, agradecida de que solo fueran sueños de los cuales él jamás se enteraría.



    ─ Por supuesto que es un sueño, mi pequeña… pero no tengas miedo y acércate, que sólo quiero abrazarte ─le contestó la buena mujer aproximándose a ella, rodeada de una tenue luz cálida y reconfortante.


    ─ ¡Mamá! ─por lo que Riza ya no se contuvo y fue a darle el abrazo solicitado con mucho cariño, soltando en esta ocasión varias lágrimas─. De verdad te he echado mucho de menos… ─le dijo entre sollozos.


    ─ Lo sé, Riza querida, lo sé… ─la dama correspondió el gesto acariciándole la espalda con ternura─. También me dolió mucho dejarte así, siendo sólo una niña, pero fue inevitable… aunque no vine aquí para recordar momentos tristes sino para ayudarte a aclarar tus sentimientos ─agregó a continuación separándose suavemente de ella, sonriéndole una vez más de forma cariñosa─. Me da tanto gusto el ver que has crecido y ya eres toda una mujer… y muy linda, por cierto. ¿Ya cuántos años tienes? ─añadió, guiñándole un ojo con picardía.


    ─ Gracias, mamá, no hace mucho cumplí veintinueve… ─respondió la militar secándose las lágrimas, sonriéndole de igual manera.


    ─ Muy buena edad… pero vamos adentro para platicar, que preparé las galletas que tanto te gustan ─su madre la tomó de la mano como cuando era una niña, y juntas caminaron hacia el interior del inmueble.


    ─ Pero, si estoy soñando, ¿cómo es que voy a comer? ─razonó la joven percatándose de la situación en que se encontraba, mirando a su progenitora con algo de extrañeza.


    ─ No preguntes y disfrútalo, mi pequeña, que ya habrá tiempo para meditar con lógica en cuanto despiertes, ¿sí? ─observó la dama antes de atravesar el umbral, y nadie se tomó la molestia de cerrar la puerta. De todos modos ésta se cerró como si entendiera que no llegaría nadie más, por lo que no había de que preocuparse. Ni bien entraron cuando los familiares ladridos de Black Hayate llegaron a los oídos de Riza.


    ─ ¡Oh, Black Hayate, también estás aquí! ─dijo muy contenta en cuanto su querida mascota se acercó haciéndole fiestas, agachándose a su altura para acariciar sus orejas ─. ¿Cómo es esto posible? ─interrogó a su mamá tras enderezarse, llevando al animalito en brazos.


    ─ Bueno, yo estoy aquí porque me necesitabas, mi pequeña… además, tanto los sueños como las pesadillas son parte de tus anhelos y vivencias, y de ti depende el disfrutarlos o sufrir con ellos ─fue la apacible respuesta de la buena mujer acariciando también al canino─. Él es un perrito adorable y ha venido muchas veces a visitarme para contarme muchas cosas… por algo es tu guardián ─agregó.


    ─ ¿Black Hayate habla contigo? ─preguntó la joven levemente asombrada.


    ─ En los sueños todas las cosas son posibles si tú quieres, Riza… ─confirmó la señora soltando una risita baja de diversión ante el gesto de su hija─. Mira, ya llegamos ─indicó a continuación.



    Black Hayate saltó de los brazos de Riza y se aproximó a la mesa del comedor moviendo la colita, ya que cerca de ella se hallaba su platito de croquetas listas para ser comidas. Las dos mujeres, por su parte, se dispusieron a saborear el menú que ya se encontraba servido, sentadas una al lado de la otra, y degustaron las galletas acompañadas de un delicioso té mientras revivían algunos de sus bellos momentos madre e hija, e incluso también mencionaron al señor Berthold Hawkeye en varias ocasiones con mucho cariño, sonriendo alegremente como solían hacerlo en aquellos años. Transcurridos varios minutos de tan animada charla Riza recordó algo:



    ─ Por cierto, mamá, me dijiste que me ayudarías a… aclarar mis sentimientos ─le comentó mirándole con duda─. ¿A qué te referías exactamente con eso? ─haciéndole la pregunta en espera de una respuesta precisa.


    ─ Por supuesto, mi pequeña, porque, ante todo, lo más importante es que seas feliz junto al hombre que amas, y eso es lo que me trajo aquí ─dijo la dama sin dejar de sonreír cariñosa─. Roy Mustang es sin duda un buen hombre, y Black Hayate me lo ha confirmado ─agregó al momento en tanto el can, sentado ya a su lado, ladraba de contento para dar su aprobación.


    ─ ¿Black Hayate dice eso, es en serio? ─la militar miró dudosa al animalito el cual festivamente movía la colita, ya que todavía le costaba creer que su mamá y él se entendieran.


    ─ También lo dice tu corazón, mi pequeña, pues he escuchado que late un poco más fuerte con sólo escuchar su nombre ─agregó la dulce señora soltando otra risita, lo que hizo que su hija enrojeciera con algo de intensidad ante el hecho de que su amor secreto fuese descubierto.


    ─ No sé de qué hablas, mamá… ─murmuró a continuación tratando de disimular.


    ─ Vamos, Riza, aquí no tienes que fingir… este es el mundo de tus sueños donde viven tus fantasías, anhelos y deseos, y nadie fuera de ellos puede venir a sancionarte por una ley terrenal que no aplica en este lugar ─esta vez el semblante de su progenitora se puso algo serio, haciéndole el llamado de atención como cuando era pequeña─. Además no olvides que soy tu madre y también una mujer, por lo que puedo comprenderte ─complementó, retornando a sonreírle con ternura─. Mi recuerdo vive en tu mente y en tu corazón, y he visto tus más puros e inmensos sentimientos de amor hacia Roy Mustang… ─tomándole una mano para acariciarla con todo su amor materno.


    ─… ─Riza soltó un suspiro profundo aceptando esa verdad, soltando nuevas lágrimas─… aunque amo a Roy Mustang con todo mi corazón simplemente no es posible… no quiero ni debo ser un estorbo para que él pueda cumplir sus metas, pues ante todo me he comprometido en ayudarle a llegar a lo más alto y así… ─y ya no pudo hablar más al doblarse sobre sí misma para llorar.


    ─ Riza, mi niña, eso es muy noble de tu parte, pero no tienes que sacrificar tu felicidad de esa manera cuando él también te ama (Black Hayate me dijo todo lo que sabe)… ─la buena mujer le dio unas suaves palmaditas en el dorso de la mano para consolarla, y Black Hayate se paró al lado de su ama mirándola con ojos tristes─. Por lo que tengo entendido sólo es cuestión de que la ley de antifraternización del ejército sea modificada o abolida para que pueda pedirte matrimonio, así que no hay porque llorar ─agregó muy segura para transmitirle confianza, y el can ladró suavemente a modo de dar su anuencia.


    ─ Mamá, yo no creo que eso… ─susurró la joven con voz ahogada sin levantar la vista.


    ─ Vamos, Riza, deja ya de engañarte a ti misma pues eso tampoco está bien, o terminarás como una mujer resentida de la vida afectando tu relación con Roy Mustang. Si ese hombre no te amara hace ya mucho tiempo se hubiera casado con otra, pues de que es encantador es encantador; o tal vez su famoso harem de fantasía sería una realidad, ¿o no? ─por lo que su madre tuvo que llamarle la atención una vez más obligándole a levantar la vista, empleando un tono serio de voz─. En el fondo de tu corazón tú también lo sabes, has sentido que te ama… ─agregó a continuación con dulzura, dedicándole una nueva sonrisa cariñosa.



    Riza no dijo nada más y sólo le bastó recordar un momento, sólo un breve momento en el que su vida había estado al límite, para comprender que no era la única que sentía en su corazón eso que llaman amor.



    **********​



    ─ ¡Teniente, no se vaya… no me deje! ─Roy Mustang casi se echa a llorar de dolor, rabia e impotencia mientras sostenía suavemente entre sus brazos a una agonizante Riza Hawkeye, a la cual se le escapaba la vida ante la pérdida de sangre por la gravedad de la herida que tenía en el cuello. Y no le importaba la lucha que se desarrollaba a su alrededor, no le importaba la amenaza que los rodeaba, no le importaba que su vida también peligrara, nada le era más importante que permanecer a su lado─. ¡Por favor… resista un poco más!



    La joven quería llorar y decirle que siguiera adelante, quería pedirle perdón por fallar a su promesa de acompañarle hasta el final, pero sus sentidos ya no querían responderle, su vista estaba nublada, se sentía muy cansada. Lo único bueno de todo eso es que moriría entre sus brazos, envuelta en un acogedor y reconfortante abrazo.



    ─ Riza… por favor, mírame… abre los ojos una vez más… ─le dijo Roy al oído aguantando las ganas de derrumbarse con ella y rendirse.


    ─ Rápido, señor, coloque a la señorita en el suelo que voy a tratar de cerrar su herida usando mi alkaestria… ─ella escuchó en ese momento, muy a lo lejos según su impresión, una aguda vocecita infantil, la cual sin duda pertenecía a una niña, y su coronel le hizo caso sin dudarlo acomodándola con mucho cuidado en medio del círculo de transmutación─. Sólo espero que no sea tarde… ─agregó la pequeña con seriedad.



    Una carga de energía cálida recorrió el cuerpo de la militar y su herida se cerró de inmediato deteniendo el sangrado, haciendo que soltara un suave quejido de dolor y al fin pudiera moverse un poco.



    ─ ¡Teniente! ─la emoción en la voz de Roy Mustang podía decir muchas cosas, y una vez más volvió a abrazarla con todo cariño ayudándole a enderezarse un poco, sosteniéndola muy cerca de su pecho─… menos mal que no te has ido ─agregó en un susurro.


    ─ Tenga mucho cuidado, señor, ya que la señorita perdió mucha sangre y va a necesitar varios cuidados para recuperarse del todo ─la niña le llamó la atención con un poco de nerviosismo, mirando hacia donde se efectuaba la pelea. Afortunadamente ninguno de los que combatían en ese momento parecía tomarles en cuenta.


    ─ De verdad te lo agradezco, pequeña… ─fue la amable respuesta de Mustang dedicándole a la chiquilla una sonrisa tímida, e inmediatamente volvió su atención a su subordinada con la alegría del amor reflejada en sus negros ojos─. Por un momento pensé que te perdería… ─le dijo en voz baja empleando un tono aliviado.


    ─ Te dije que estaré contigo siempre que me necesites ─fue la respuesta de ella con una débil y amorosa sonrisa, sintiéndose muy feliz de estar a su lado.



    Los sucesos posteriores del “Día Prometido” podría decirse que les unieron un poco más en muchos sentidos, y sin embargo era la ley de antrifraternización ─aunado a la confianza que sus compañeros habían depositado en ellos y en el proyecto de llegar a lo más alto─ lo que les contenía de dar un paso en falso que pudiera dar al traste con todo su esfuerzo y dedicación en el ejército.



    **********​



    El ladrido de Black Hayate hizo volver a Riza de sus recuerdos a la realidad en la que se encontraba en ese momento, y su madre seguía ahí frente a ella sonriéndole con amor maternal.



    ─ ¿Lo ves? Tú y Roy Mustang han tenido muchos momentos juntos, y siempre se han apoyado en las buenas y en las malas, cuando se han necesitado han estado muy cerca el uno del otro; ahora sí ha llegado la oportunidad y el momento de dar el siguiente paso, el que todos los amigos que los conocen han estado esperando… ─le dijo la buena mujer con toda la calma del mundo limpiándole las lágrimas con un pañuelo, ofreciéndoselo con posterioridad.


    ─ ¿Tú crees eso, mamá? ─observó la joven secándose las mejillas, ya sin mostrarse asombrada ni renuente de aceptar lo que sentía, ni aún ante el hecho de que sus conocidos más cercanos estuvieran al tanto de ello.


    ─ Por supuesto… ─rió la dama en tono alegre antes de volver a ponerse seria─. Y sobre lo que te ha dicho tu abuelo… me parece bien que lo pongas en su lugar sin aceptar sus ideas, defendiendo tu amor por Roy Mustang ─puntualizó.


    ─ ¿Cómo lo sabes? ─ante esa declaración Riza le miró con duda.



    Ahora ya conocía que la relación entre su madre y su abuelo no había terminado nada bien ante la negativa de Grumman de reconocer completamente a Berthold Hawkeye como su yerno, y la necedad de éste último para aceptar convertirse en alquimista estatal en aras de mejorar los ingresos con los cuales mantendría a su familia (si bien al final tuvo razón de sospechar del ejército), lo que condujo al quiebre de las relaciones familiares con dolorosos desenlaces. A pesar de todo no le parecía que su madre odiara a quien había sido su progenitor, aunque hubieran tenido que separarse por esos malos entendidos y sin darse la oportunidad de pedirse perdón mutuamente.



    ─ No olvides que vivo en tus recuerdos y pensamientos, mi pequeña, así que sé muy bien por lo que has pasado en todos estos años… Y también porque Black Hayate me lo ha dicho ─contestó la dama muy sonriente sirviéndole una nueva taza de té, dándole al perrito unas cuantas galletas─. Si tu abuelo aprendió la lección va a comprender tus sentimientos y les apoyará en su decisión, y si no… bueno, no creo que quiera que la historia se repita, así que no debería obligarte a aceptar un matrimonio arreglado… ─adicionó, retornando un poco a la seriedad en la mirada.


    ─ Mamá… no creo que mi abuelo sea capaz de cometer semejante atrocidad exigiendo que me case con su viejo amigo, por eso estoy segura que va a entenderme ─la rubia recuperó la confianza dedicándole a su madre una pequeña sonrisa dulce, regresándole el pañuelo─. Después de todo sé que está arrepentido por no haberles comprendido a papá y a ti… por ello quiere asegurar mi felicidad de la forma que él considera correcta ─añadió.


    ─ Salúdamelo mucho y dile que puede hablar conmigo en sus sueños, que voy a estar esperándole ─la buena señora recobró la sonrisa tras secarse discretamente una lágrima.


    ─ Lo haré, mamá, lo haré ─afirmó la joven apretándole la mano con la que tomaba la suya, como una prueba de su afecto.



    Después de tomar una nueva taza de té, comer más galletas y platicar otro poco Riza consideró que era hora de irse, así que se despidió alegremente de su mamá poniéndose de pie.



    ─ Mamá, ¿puedo verte otra vez? ─le preguntó al levantarse.


    ─ Todas las veces que quieras y necesites un consejo, mi pequeña princesa ─le respondió la dama imitándola, y sin dudarlo se dieron un nuevo abrazo más apretado.


    ─ De todos modos sigo extrañándote… ─la rubia soltó un breve sollozo ahogado, pero está vez se sentía alegre y liberada de una pesada carga.


    ─ Si recuerdas con cariño los mejores momentos que vivimos juntos, tu papá, tú y yo, siempre seguiré a tu lado, porque esos recuerdos son los que nos mantienen vivos ─le dijo la buena mujer dándole cariños en la espalda, y acto seguido le plantó un beso en la frente sonriéndole con todo amor─. No te aferres a la tristeza ni al dolor porque tienes que vivir tu vida, y mereces ser feliz como todos… y si tú eres feliz, en las buenas y en las malas, sin duda yo estaré en paz ─añadió.


    ─ Muchas gracias, mamá, te quiero mucho… ─Riza volvió a sonreír, depositando también un suave beso en la mejilla de su madre.


    ─ Yo también te quiero, mi niña linda…



    Ambas volvieron a abrazarse una vez más, manteniéndose así por varios minutos hasta que Black Hayate ladró exigiendo su correspondiente dosis de ternura, a lo que Riza se agachó a su altura proporcionándole caricias en la cabeza y las orejas. Posteriormente se enderezó para retirarse.



    ─ Nos vemos pronto, mamá ─y se dirigió a la puerta abierta para salir con prontitud por ella.


    ─ Acá te espero, mi pequeña ─fue el dicho de la buena mujer antes de que la puerta se cerrara tras su hija. Posteriormente se asomó a la ventana para decirle adiós con la mano, y se mantuvo allí hasta que la perdió de vista. Los ladridos del perrito le hicieron fijarse en el hombre que se acercaba a ella, al cual le dedicó una sutil sonrisa.


    ─ Este animal es muy ruidoso… ─dijo el señor tratando de espantar a Black Hayate, y lo único que consiguió fue que el can se colocará al lado de la dama sin guardar silencio ni dejar de mirarlo con aprensión.


    ─ Vamos, Berthold, que Black Hayate es un buen perro, muy fiel a nuestra Riza… tranquilo, Black Hayate, él es sólo el papá de Riza ─la señora le sonrió más abiertamente y se agachó para acariciar al canino pidiéndole silencio. Efectivamente se trataba de Berthold Hawkeye, el papá de Riza, quien no había tenido el valor para mostrarse frente a su hija por miedo a que le reprochara algo.


    ─ En serio debí quemarle el trasero a ese muchacho cretino de Mustang en cuanto tuve la oportunidad de hacerlo ─resopló el caballero cambiando de tema, sacando a colación su malestar. Si no hubiera muerto de esa forma tan repentina posiblemente su hija jamás habría entrado al ejército, así Roy Mustang quisiera engatusarla contándole grandes maravillas sobre él (sobre el ejército, aclaro).


    ─ Berthold, por favor, que ya hablamos de esto… al final terminaste aceptando que Roy Mustang es el mejor partido para nuestra Riza con muchos puntos a su favor ─fue el reproche tajante de su señora mirándole con leve dureza, cruzándose de brazos─. No quiero que mi hija termine su vida sola y amargada cuando puede tener a su lado a alguien que la valora ─añadió.


    ─… mph… ─el hombre soltó un bufido entre la contrariedad y la resignación─… pero eso no cambia el hecho de que, aprovechándose de su inocencia y juventud, la arrastrara consigo al peligro por… por sus tontos ideales sin sentido ─resaltó a modo de justificar su desagrado.


    ─ Bueno, creo que Riza era y es lo suficientemente madura para tomar sus propias decisiones, y fue ella quien decidió seguirlo aun sabiendo que sería arriesgado… ─le concedió la dama sin negar esa verdad. Después de todo estaba segura de que Roy Mustang hubiera hecho todo lo posible para evitar que Riza afrontara la guerra, pero no estaba en sus manos detenerla─. Además, los dos han pasado por muchas cosas en batalla, han sufrido y trabajado juntos por lograr un país mejor, y eso sin duda une más a las personas; pero lo más importante es que se aman y esa es la fortaleza que los impulsa a continuar ─recalcó más que convencida, siendo secundada por un suave ladrido de Black Hayate.


    ─… no sé… yo todavía no confío en Mustang… ─masculló el señor Hawkeye en voz baja manteniendo el semblante torcido en una mueca de descontento.


    ─ Si en realidad no confiaras en él no le hubieras encargado fervientemente a nuestra Riza cuando te fuiste del plano terrenal… ─le recordó su esposa soltando una risita baja, tomándole amorosamente de un brazo─. Porque no creo que hayas tatuado tu investigación en la espalda de ella para que fuera a mostrársela a un cualquiera que no fuera tu mejor estudiante, el único que podía entenderla a fondo… y me dijiste que Roy Mustang había sido tu mejor estudiante, ¿o acaso me equivoco? ─haciéndole la pregunta obligada de forma suspicaz.


    ─… es cierto, Roy Mustang es realmente brillante, como pocos alquimistas… y sólo él era digno de ver la investigación tatuada en la espalda de Riza porque podía llevarla al siguiente nivel… ─le concedió su esposo a regañadientes─. Nadie mejor que él para cuidar la investigación y por ende cuidar por completo a nuestra hija ─soltando al final un suspiro bajo de resignación encogiéndose de hombros.


    ─ Eres todo un amor, querido ─ganándose un beso en la mejilla y la aprobación de Black Hayate mediante un alegre movimiento de cola.



    Al siguiente día, antes del anochecer, Roy Mustang y sus acompañantes ya se encontraban en el Comando Central para hacer el intercambio acordado con la general Olivier Armstrong, regresándole al capitán Miles y recibiendo al subteniente Vato Falman en los términos establecidos con anterioridad, siendo el Führer el testigo de honor a cargo. La ceremonia fue breve llevándose a cabo en las oficinas principales, las ocupadas por el Führer, firmando cada uno de los involucrados la documentación requerida para hacerlo oficial.



    ─ Muchas gracias nuevamente por su apoyo, ya que sin él hubiera sido realmente difícil avanzar en las negociaciones como avanzamos… general Armstrong, capitán Miles… ─les dijo Mustang de forma muy formal y amable tras estampar su firma después de todos los demás, cediéndole el documento a Grumman.


    ─ Eso es seguro porque el capitán Miles siempre ha sido un hombre muy competente… y no puedo decir lo mismo de otros llorones ─respondió la mujer con aspereza tras lanzarle una última mirada de desagrado, y, pasando por alto tanto el gesto levemente consternado de Falman como la imperceptible mueca de desazón de Roy, se volvió hacia el anciano hablándole en tono marcial─. Si no hay otra cosa más en la que se requiera mi presencia, excelencia, planeo viajar esta noche de regreso a Briggs junto con mi subordinado.


    ─ Descuide, general Armstrong, le agradezco su atención a mi llamado. Ya el general Mustang y sus hombres están aquí para ayudarme, así que puede retirarse… Sólo espero verla pronto en la próxima reunión bimestral ─fue la respuesta del aludido disimulando una risita tras carraspear por lo bajo, haciendo el indicativo ademán de que podía salir cuando quisiera.


    ─ No dude que estaré puntual… Con su permiso ─afirmó la dama sin variar el gesto severo cuadrándose brevemente para despedirse de él, sin tomarse la molestia de despedirse de los otros dos presentes.


    ─ Excelencia… general Mustang… ─Miles la imitó al instante dedicando también el tratamiento marcial al superior al mando y posteriormente a Roy, siguiendo de cerca a su general que ya se había puesto en movimiento. Y Falman, al ser el de menor grado allí, se cuadró ante ambos y se mantuvo así hasta que salieron por la puerta, cerrándola con cuidado.



    En cuanto los de Briggs abandonaron la estancia Grumman se dejó caer pesadamente en su silla para estirarse a sus anchas, soltando una pequeña exhalación a modo de liberar la tensión del momento.



    ─… Menos mal que ya se fueron… ─dijo reacomodándose en el asiento─. A veces la general Armstrong es tan insufrible que puedo imaginar por qué no se casó, ¿o tú qué opinas, Mustang? ─añadió, dirigiéndose al alquimista con más confianza.


    ─ Prefiero guardar mi opinión sobre la general Armstrong y su vida amorosa, excelencia… ─respondió éste sacándole la vuelta al cuestionamiento levemente comprometedor, con el semblante más relajado─. Mejor dígame lo que tenemos que hacer para programar las actividades de estos días con mi equipo ─adicionó, empleando una entonación de voz más profesional.


    ─ Bien, bien… ─el anciano tomó una carpeta que se encontraba sobre el escritorio, entregándosela con cuidado─. Estos son los lineamientos a seguir para llevar un orden preciso, Mustang; pero tú puedes acomodarlo como mejor te parezca sin salirte demasiado de lo estipulado ─observó con total seriedad.


    ─ Sin problema, excelencia, trabajaremos en ello ─afirmó el moreno dándole un rápido vistazo al contenido de la primera hoja.


    ─ Excelente… entonces ya no les quito tiempo para que empiecen a definir la ruta de trabajo más corta ─señaló Grumman al final estirándose nuevamente para desperezarse─. Y, si me disculpan, ha sido muy cansado el tener cerca a la general Armstrong desde ayer en la tarde, así que pienso descansar temprano para recuperar energías… la edad ya no me ayuda mucho ─y bostezó disimuladamente a modo de representar su agotamiento.


    ─ Con su permiso, excelencia ─lo que fue entendido por los dos hombres como una solicitud para dejarlo dormir, cuadrándose rápidamente y saliendo de la oficina sin decir ni una palabra más, dirigiéndose a su propia oficina provisional donde Riza les esperaba.



    Recorrieron el tramo en silencio, con Falman siguiendo a Roy a la distancia adecuada entre superior y subordinado, saludando a algunos cuantos correligionarios conocidos, como el teniente coronel Armstrong, ya que todavía no era la hora de la salida habitual. Antes de llegar Mustang le habló a su acompañante de forma amable sin dejar de caminar.



    ─ Falman, no creo que pueda terminar de agradecerte por todo tu apoyo y comprensión en estos años, y lo digo en serio.


    ─ Ese es mi trabajo y lo hago con gusto, señor ─manifestó el hombre muy correcto y formal manteniendo la compostura─. Pero, y si no es mucho pedir, ¿podría darme vacaciones por quince días y una compensación adecuada por todo el sufrimiento que pase en Briggs? ─agregó en entonación doliente si bien no levantó la voz ni cambió el gesto.


    ─… mmm… ─a lo que el alquimista le lanzó una miradita escrutadora arqueando una ceja─. Ya hablaremos de eso en cuanto regresemos al Este, Falman… por ahora me eres necesario para terminar este trabajo con prontitud ─puntualizó, mostrándole la carpeta antes de abrir la puerta.


    ─ Si, señor, a la orden ─respondió el aludido retornando al profesionalismo.



    Riza les saludó en cuanto entraron, cuadrándose muy correcta para recibir a su general y recibiendo el mismo tratamiento de parte de Falman al ser ella de rango superior; después, relajando la postura, se aproximó a su compañero con confianza dedicándole una sonrisa sincera y amigable.



    ─ Es un gusto verte de nuevo después de tanto tiempo, Falman; los demás también te mandan saludos y esperan con ansias tu regreso.


    ─ Muchas gracias, capitán, yo también los extrañé por… ─respondió el aludido, y fue hasta ese momento que la voz se le quebró en tanto su gesto se torció en una mueca de dolor, soltándose a llorar como si fuera un niño pequeño─… ¡Briggs es un lugar horrible y… y hace mucho frío y… y la general es una mujer muy cruel y… y todos allí son tan diabólicos!


    ─ Ya, ya, Falman, ya pasó todo… lo importante es que has vuelto cumpliendo con tu deber con honor ─por lo que Roy se le acercó compasivamente para darle unas palmadas en la espalda─. Hablaré con el Führer para que me permita ascenderte al siguiente grado, no te apures ─añadió en tono de orgullo.


    ─ ¡Gracias, general, muchísimas gracias! ─a lo que su subalterno lo abrazó efusivamente sin dejar de llorar, y las gruesas lágrimas mojaron las estrellas distintivas del cargo en las hombreras del chaquetín del alquimista.


    ─ Toma, Falman, es mejor que seques tus lágrimas porque aún tenemos que trabajar ─Riza, muy atenta y comprensiva, le entregó con prontitud un pañuelo para evitar que otros amenazantes fluidos corporales pudieran ensuciar el traje de su líder; afortunadamente su colega entendió la indirecta soltando con prontitud al jefe.


    ─ Usted disculpe, señor, me dejé llevar por la emoción… ─se justificó al tiempo que sonaba discretamente su nariz.


    ─ No te preocupes, Falman, es entendible… ─respondió Roy minimizando el hecho, dirigiéndose al escritorio para tomar asiento. Revisó una vez más los papeles de la carpeta antes de volver a hablar, mientras sus asistentes esperaban la orden manteniendo la posición de firmes─. Bien, su excelencia nos ha confiado esta tarea para culminarla a más tardar en tres semanas, pero, personalmente, creo que podemos terminarla en dos si trabajamos de manera eficiente poniendo nuestro mejor esfuerzo… ¿cuento con ustedes? ─les dijo en tono profesional lleno de confianza, mirándoles fijamente.


    ─ ¡Por supuesto que sí, señor! ─respondieron ambos sin ninguna duda.


    ─ Bien… antes de irnos me gustaría definir detalles y separar tareas para no confundirnos en los datos… ─inmediatamente les entregó algunos folios para comenzar ya que al siguiente día, muy temprano, empezarían formalmente las actividades de captura de datos para la realización de las estadísticas, y lo conveniente era tener listo un cronograma para iniciar con el pie derecho.



    La mañana transcurrió sin muchas novedades con los del escuadrón de Mustang trabajando ordenadamente, cada quien realizando su tarea con precisión, haciendo algunas pausas para ir comparando avances y no registrar datos erróneos que pudieran alterar los resultados. Llegada la hora de la comida acudieron los tres juntos al comedor, saludando a varios de los presentes y departiendo con los colegas de mayor confianza, dígase el escuadrón del teniente coronel Alex Armstrong, con quien Roy intercambió algunos puntos de vista sobre las encuestas y los posibles resultados procurando ser cautelosos, ya que no querían armar un alboroto entre los curiosos a favor y en contra de modificar o eliminar las leyes de antifraternización.



    ─… Por el momento los resultados han sido favorables en todos los aspectos y, si la tendencia continúa como hasta ahora se hará realidad… ─le dijo el Alquimista de la Llama a su contraparte hablando en voz casi imperceptible en tanto saboreaba su almuerzo.


    ─… Eso se oye bastante bien… la verdad ya me muero de ganas de apadrinar una boda entre compañeros… ─respondió el Alquimista del Brazo Fuerte mirando discretamente a sus subordinados, la teniente Maria Ross y el subteniente Denny Brosch, los cuales charlaban de forma más abierta con Riza y Falman acerca de lo difícil que era armar y desarmar los rifles de nueva generación traídos de Xing para darles mantenimiento.


    ─ Esperemos que pronto suceda… ─comentó el moreno con una sonrisita pensando también en su futuro.



    Terminada la hora se dispusieron a volver a la oficina despidiéndose amablemente de sus camaradas. Más, antes siquiera de poder abandonar el comedor, Grumman se apersonó allí buscando a Roy, ocasionando que todos los presentes dejaran de hacer lo que estaban haciendo para cuadrarse con respeto a modo de darle la bienvenida.



    ─ ¡Ah, general Mustang, menos mal que pude alcanzarle!... descansen, señores, descansen… ─dijo el octogenario hombre aproximándose al alquimista, indicándole a los demás con un ademán de la mano que podían relajarse.


    ─ A sus órdenes, excelencia, dígame en qué puedo ayudarle… ─respondió éste muy correcto evitando sonar intrigado. En el fondo, conociendo al viejo Grumman como lo conocía, sospechaba que lo invitaría a su oficina para hablar de su tema favorito en los últimos años: la cita arreglada con su desconocida nieta en aras de formalizar un matrimonio.


    ─ Requiero se presente en mi oficina ya que necesito hablar con usted sobre algunos pendientes con respecto al tratado comercial con Xing, así que le agradeceré el que me acompañe ─y no se equivocó pues el Führer no se andaba con delicadezas en temas que él consideraba importantes aunque fueran irrelevantes para el trabajo del momento─. Pero no se preocupe por su trabajo que no voy a quitarle mucho tiempo ─añadió y sin más volvió sobre sus pasos, despidiéndose de los presentes con un leve movimiento de cabeza.


    ─ En seguida, excelencia… le encargo los pendientes, capitán ─contestó el moreno dándose apenas tiempo de volverse a Riza para dejarle las indicaciones, siguiendo con prontitud al anciano.


    ─ Delo por hecho, señor… ─respondió ella muy correcta manteniendo la seriedad profesional guardándose un suspiro de pesadez, pues en el fondo suponía que su abuelo en anonimato entretendría a su general por más tiempo de lo debido ya que le gustaba mucho jugar al ajedrez con él. Ni hablar, tenían trabajo que hacer y afortunadamente contaba con la ayuda de Falman para avanzar lo suficiente ese día.



    Ciertamente la charla acerca de los detalles para mejorar el acuerdo comercial con Xing no requirió de mucho tiempo, así que Grumman invitó a Roy a echarse una partida de ajedrez para empezar las labores del turno vespertino totalmente relajados ─y casualmente el tablero ya se encontraba preparado─. Se pasaron alrededor de media hora desarrollando la partida en silencio, planeando bien sus movimientos pues ninguno estaba dispuesto a perder frente al otro, tomándose su tiempo para realizar sus jugadas mientras analizaba la situación, definiendo sus maniobras de ataque en aras de sacrificar el menor número de piezas posibles para obtener la victoria sobre su rival. Al cabo de ese tiempo parecía que Roy se levantaría con el triunfo ya que su reina había alcanzado a eliminar varios obstáculos con una buena combinación de movimientos. Fue entonces cuando Grumman decidió cambiar de estrategia y lanzar un ataque directo para desconcentrarlo:



    ─ Dígame una cosa, Mustang, ¿no le parece que ya ha llegado la hora de tener al fin la cita con mi nieta? ─le cuestionó agudamente observándole con interés.


    ─… ─pregunta que obviamente le tomó desprevenido aunque ya la esperaba, haciéndole levantar la vista del tablero para mirarle con leve sorpresa─… Señor… no creo que este sea el momento para pensar en una cita… usted sabe que el trabajo es laborioso y debemos ser cuidadosos para no equivocarnos en… ─dijo a modo de excusarse, más, obviamente, fue interrumpido por la jocosa risa de su interlocutor.


    ─ Vamos, vamos, Mustang, que tienes todo el mes para terminar el trabajo, así que no hay pretexto que valga… ─el cual minimizó esas evasivas con un ligero movimiento de la mano─. Además no estás solo en esto pues tienes contigo a la capitán Hawkeye, tu siempre fiel asistente, y al subteniente Falman, quien si no mal recuerdo es todo un experto en el ordenamiento y procesamiento de datos ─agregó en tono levemente suspicaz.


    ─ Bueno, tiene razón en eso, señor… pero como su superior es mi deber poner el ejemplo y estar presente en todo momento ─disimulando muy bien su desesperación el alquimista buscaba la manera de negarse a lo inevitable… ¿Por qué precisamente ahora el viejo tenía que recordar esa cita, y por qué tanta insistencia en que conociera a su nieta? Definitivamente eso era bastante sospechoso porque no podía encontrar el motivo que justificara el actuar del anciano.


    ─ Por favor, Mustang, como si no lo hubieras hecho antes… abandonar de vez en cuando el trabajo por tener una cita con una linda damita es uno de tus distintivos, y supongo que tus subordinados no se quejarán de ti por dejarlos solos una tarde ─fue el reproche de Grumman poniéndose bastante serio, recargándose en el asiento y cruzándose de brazos─. Y creo que lo mejor para ambos es no convertir esto en una orden, ¿cierto? ─puntualizó algo tajante.


    ─ Claro que no, señor… ─Roy se guardó el bufido de fastidio que pugnaba por salir de su garganta, concediéndole la razón a su interlocutor.


    ─ Bien, Mustang, es bueno ponernos de acuerdo… ¿qué te parece si llegas a cenar el sábado? No tienes que dejarles el trabajo botado a tus subordinados, únicamente salir un poco más temprano para que puedas ir a casa y así arreglarte para la ocasión ─a lo que el octogenario hombre recobró el gesto amable y el buen humor haciendo la sugerencia en entonación alegre.


    ─ Me parece muy bien, excelencia ─respondió el aludido con una sonrisita tímida dibujada en sus labios… ¿qué otra cosa podía hacer?


    ─ Ah, y no olvides comprarle un ramo de flores, que has de saber es un buen detalle para enamorar a una dama ─agregó el buen hombre en tono complaciente.


    ─ Por supuesto, señor, indudablemente compraré un ramo de flores que haga juego con la hermosura de su nieta, faltaba más ─confirmó el alquimista sin deseos de negarle nada, recordando que su capitán no es muy afecta a recibir flores.


    ─ Correcto, entonces terminemos con este juego que aún tienes trabajo que hacer hoy ─dijo Grumman muy sonriente, confiando en dar la vuelta a la partida.



    Al cabo de diez minutos Roy Mustang se presentó en su oficina con un gesto que reflejaba la derrota, yendo al escritorio para dejarse caer pesadamente en la silla al tiempo que soltaba el quejido de contrariedad que había estado guardando. Falman y Riza le miraron con leve preocupación y fue ella quien se levantó con prontitud para ir en su auxilio (ya no era necesario definir quién socorrería al general puesto que todos los del comando lo sabían).



    ─ Señor, ¿acaso sucedió algo malo? ─le preguntó con calma al llegar frente al escritorio al tiempo que le lanzaba una discreta y tierna mirada de comprensión, sospechando que su querido abuelo le había dado una nueva “paliza” en el ajedrez.


    ─ Descuide, capitán, ya sabe usted que el Führer se pone intenso cuando juega una partida ─y ciertamente sus sospechas no estaban del todo erradas… aunque el fondo del asunto que lo tenía así de abatido, la cita arreglada, era algo que el alquimista nunca le diría a preciosa subordinada, y menos cuando ya había decidido declararle su amor escondido por años─. Mejor dígame cómo van los avances del trabajo para que no nos atrasemos indebidamente ─así que, enderezándose para recuperar el profesionalismo de su rango, empleando un tono de voz serio, le solicitó los pormenores sucedidos durante su ausencia.


    ─ En seguida, señor… ─respondió la joven sin perder el aplomo y prontamente le entregó una carpeta con documentos ya clasificados.



    El resto de la tarde transcurrió con la normalidad esperada sin ser interrumpidos, aunque Roy no dejaba de cavilar en la situación comprometedora en que lo había involucrado Grumman justo cuando los resultados de las encuestas estaban siendo más que propicios y favorables para su causa, y la ley de antrifraternización ya no sería un estorbo en sus planes de hacerle a Riza la petición formal de una relación romántica en aras de un futuro matrimonio. Por ello no se sentía nada bien en tener que inventar alguna excusa de esas para salir temprano el sábado, así fuera a rechazar educadamente a la dama desconocida como buen caballero que se respete.



    ─ Señor… ¿en serio se encuentra bien? ─y cómo se perdió un buen rato en sus pensamientos ella tuvo que hablarle con algo de severidad, observándole detenidamente ya que estaba nuevamente parada frente al escritorio.


    ─ Discúlpeme, capitán, no la escuché… ¿decía usted algo? ─a lo que él sacudió la cabeza para despabilarse, volviendo a dirigirle la mirada en tanto ponía el usual gesto de niño regañado cuando recibía su llamado de atención.


    ─ Le decía que solicito su permiso para ausentarme el día sábado, espero no haya inconveniente en dármelo como mi día libre ─repitió la rubia muy correcta y sin pestañear.


    ─… ¿El… sábado? ─consiguiendo que Roy se desconcertara un poco─. ¿Tiene que ser específicamente el sábado, este sábado? ─le preguntó dudoso intentando no mostrar nada diferente en su expresión.


    ─ Tiene que ser este sábado, señor, ya que debo llevar a Black Hayate al veterinario por sus vacunas y su tratamiento (el pobre había sido trasladado a Central con ellos para ese fin, ya que casualmente Fuery no podría cuidarlo durante su ausencia); y también tengo que arreglar unos pendientes bancarios y sólo ese día podrá atenderme el ejecutivo de cuenta ─respondió ella sin variar tampoco el tono monocorde y disciplinado de soldado modelo que la caracterizaba la mayor parte del tiempo.



    Roy Mustang no podía creer que la suerte estuviera de su lado… ¿o acaso era la casualidad? Lo importante era que el sábado podría irse a su cita concertada sin sentirse como un canalla por tener que mentirle. Así, más tarde, podría ver nuevamente el bello rostro de Riza sin nada de que arrepentirse, esperando pacientemente por la hora en la que al fin pudiera confesarle su amor.



    ─ Supongo que no habrá inconveniente si seguimos avanzando con el trabajo como hasta ahora, capitán, así que disponga usted del sábado libre para atender sus pendientes ─respondió al final con más tranquilidad, disimulando el suspiro de alivio que podría salir de su pecho en cualquier momento.


    ─ Le agradezco su comprensión, señor… y por favor no deje de revisar estos avances del Comando Sur para continuar con el siguiente paquete ─por una milésima de segundo al alquimista le pareció que ella le observaba con mayor detenimiento, como si supiera que en el fondo le estaba ocultando algo malo. Más sus dudas se disiparon en cuanto le respondió con total naturalidad al tiempo que le entregaba una nueva carpeta con documentos.


    ─ Por supuesto, capitán… ¿podría traerme un poco más de café para concentrarme mejor? ─le solicitó, dedicándole una sonrisita tímida a modo de pedir disculpa por su desatención.


    ─ En seguida, señor, no tardaré ─contestó la rubia con algo de informalidad al regalarle de igual manera una pequeña sonrisa, cuadrándose brevemente antes de retirarse.



    El día y el resto de la semana pasaron casi volando, y tanto Riza como Roy mantenían la correcta actitud avanzando en su trabajo con profesionalismo, aunque internamente ambos tenían sus conflictos mentales por el hecho de “traicionar la confianza” del otro, dado que no podían sincerarse sobre lo que acontecería el sábado ya que buena parte de su futuro dependía de ello. Para Falman no pasó completamente desapercibido que algo estaba ocurriéndoles a sus superiores, sobre todo porque conocía lo suficientemente bien a su general para saber que realmente le escondía algo a la capitán; sin embargo le era mejor mantenerse callado y hacer de cuenta que todo iba bien con tal de no enterarse de cosas indebidas por las cuales podría recibir un llamado de atención.



    La noche del viernes llegó y, después de salir del trabajo a la hora habitual, Roy Mustang se dirigió al bar de Madame con la intención de tomar algunas copas y pedirle a su tía un sabio consejo para darse ánimos, pues, aunque no lo pareciera, todavía no se sentía con el valor suficiente para rechazar de forma tajante a una dama inocente ─por más desconocida que fuera─, y así declararle su amor a la que era parte importante de su vida. Obviamente la buena mujer tuvo que regañarle como cuando era niño ante su falta de decisión.



    ─ Oh, Roy-boy, ¿cuándo aprenderás a tener más confianza en ti mismo y aceptar la felicidad que te mereces? ─le dijo severamente metiéndole un suave coscorrón en la cabeza, mirándole con dureza─. Este es el mejor momento para aclarar de una vez tus sentimientos con Elizabeth, no es tiempo de acobardarse por nimiedades ─añadió tajante.


    ─… eso me dolió… no digo que no tengas razón, Madame, es sólo que… ─el joven se quejó un poco sobándose el sitio lastimado, y al instante soltó un suspiro ahogado de contrariedad─… bueno, tal vez estoy viviendo una ilusión y en realidad he malinterpretado todo aferrándome a un sueño… porque mi Elizabeth sí que se merece a alguien mejor que yo… alguien que la haga feliz del todo… ─añadió, poniendo un mohín de desilusión y derrota.


    ─ Claro, claro, la preciosa Elizabeth podría haber encontrado un mejor hombre por el que no tuviera que sufrir, menos mal que lo reconoces ─admitió la dama al tiempo que bebía un trago, y el rostro de Roy pareció retorcerse en una mueca de contrariedad y dolor por esas palabras tan duras─. Sin embargo no lo ha hecho a pesar de que oportunidades y motivos para abandonarte no le faltaron, y tú sabes bien (aunque no te lo diga con palabras) que no se mantiene a tu lado únicamente por compartir tus ideales y querer ayudarte a llegar a la cima… porque eso podría hacerlo de todos modos aún si se hubiera casado con alguien más dado que te considera el mejor hombre para gobernar Amestris y lograr los cambios que se necesitan ─puntualizó firmemente suavizando el gesto y la mirada por una más amable, preguntándole a continuación─. Entonces, dime, ¿qué es lo que debes hacer?



    Roy no respondió inmediatamente trayendo a su memoria recuerdos de momentos vividos al lado de Riza. Sí, era muy cierto, ella había entrado al ejército para estar a su lado ─pasando por alto los deseos y la opinión de su fallecido padre─ porque estaba convencida de que unidos, empleando la Alquimia de las Llamas, podrían ayudar a las personas a vivir mejor. Y, a pesar de haber podido huir de la guerra, después de verle traicionar la confianza que le había dado al utilizar esa poderosa alquimia como un simple método de asesinato de masas, decidió continuar a su lado para así cargar juntos la culpa y sufrir el castigo que les impusieran como penitencia. La vida había dado vueltas y ella aún se mantenía cerca de él, apoyándole y haciéndole entrar en razón cuando era necesario sin que tuviera realmente alguna obligación de hacerlo. Bueno, si eso no significaba que lo amaba como creía tampoco es que se perdiera algo con intentarlo.



    ─… sin duda alguna, Madame, debo dejar de ser tan pesimista y declararle mis sentimientos a mi bella Elizabeth… ─contestó tras soltar una nueva exhalación, en esta ocasión de hombre enamorado─. Mañana sábado es el día perfecto y, después de despedirme de la nieta de Grumman, nada va a detenerme para verla… ─determinó convencido.


    ─ Así es como se habla… ─Madame le sonrió más abiertamente ofreciéndole un nuevo trago─. Ahora bébete esto y te me vas enseguida ya que mañana tienes trabajo… no debes llegar tarde a la oficina así Elizabeth no esté presente para increparte por perezoso ─señaló soltando una risita alegre.


    ─ Si, Madame, como usted diga ─respondió el alquimista igual de sonriente y sin más se hecho el trago de un solo golpe.



    Más tarde esa noche aún pensaba en las palabras adecuadas que debía emplear, tanto con una como con la otra dama, teniendo un sueño bastante agitado al sentir que se ahogaba… quién lo diría, el famoso casanova de Roy Mustang, el conquistador de mujeres, temblaba de pies a cabeza ante el hecho de no poder hablar sinceramente con una. Realmente le atemorizaba el llegar a ser rechazado por Riza, porque eso podría afectar su amistad y confianza de años. De repente se encontró en medio de un espacio completamente blanco al que no le veía fin, y por un segundo sintió un escalofrío recorrer su espalda ya que recordó haber estado en un lugar similar antes de perder la vista durante los sucesos del “Día Prometido”.



    ─ No tienes de que preocuparte, Roy, que ahora no va a ocurrirte nada malo ─el sonido de una voz bastante familiar detrás de él le hizo voltear con premura.


    ─ ¡¿Hughes?! ─preguntó asombrado parpadeando con confusión, frotándose los ojos─. ¿En serio eres tú?


    ─ En realidad no soy esa persona a la que llamas Hughes, solo soy tu conciencia─ respondió la aparición sonriendo grandemente como solía hacer su buen amigo en vida, acercándosele─. Y tomé prestado este aspecto en tus memorias ya que de esta forma te será más fácil hablar y contar tus preocupaciones ─agregó.


    ─ ¿De verdad lo crees así? La mayor parte del tiempo era un fastidio hablar con él… y todavía me pregunto por qué éramos amigos ─fue el cuestionamiento del alquimista un tanto sarcástico, cruzándose de brazos para mostrar su discrepancia.


    ─ Bueno, si no te parece puedo tomar fácilmente la apariencia de alguien de más confianza, como por ejemplo… ─la conciencia se encogió de hombros y rápidamente cambio su fisonomía por la de la tía Chris (e incluso la voz sonaba como la de ella) consiguiendo que el rostro de Roy se contrajera un poco con visible incomodidad─… aunque supongo que tal vez te gustaría más hablar de tus problemas de adulto con… ─y en menos de un segundo volvió a transformarse presentándose en esta ocasión como el joven Edward Elric, el cual sin dudarlo le dedicó una mueca burlona mostrándole la lengua─… o, mejor aún, tal vez te animes a contarme todo si me manifiesto ante ti como la persona más importante de tu vida… ─y una vez más mudó su imagen revelándose como Riza, luciendo el lindo vestido con el que había asistido a la fiesta por “La semana de Amestris”─… ¿Quería decirme algo, señor?... ─y le habló con voz dulce al tiempo que le dedicaba una coqueta caída de pestañas mirándole con ojos de borrego tierno.


    ─ Para ya, por favor… ─le suplicó Roy tapándose los ojos y desviando la cara, aguantando las ganas de cometer la locura de abrazar apasionadamente a su propia conciencia pretendiendo que de verdad fuera Riza─… Tienes toda la razón, pues si Hughes estuviera aquí indudablemente hablaría con él en busca de un consejo de amigos ─admitió apesadumbrado.


    ─ Lo sabía, por algo soy tu conciencia… ─dijo el ente interno retomando el físico de Hughes, y se aproximó más para darle unas amistosas palmadas en la espalda─. Tú tranquilo, Roy, ya sabes que puedes contarme lo que gustes… al fin de cuentas somos amigos y los amigos estamos para apoyarnos.


    ─ Gracias, Hughes, eso me hace sentir mejor ─respondió el alquimista más aliviado aspirando profundamente.


    ─ Entonces, cuéntame, ¿qué es lo que te preocupa? ─le interrogó su amigo sin dejar de sonreírle con amabilidad.


    ─ Bien… verás, lo que sucede es… mmm… ¿por dónde empiezo?... es un poco difícil decirlo, ¿sabes? ─tartamudeó el moreno volviendo a poner mohín de pesadumbre.


    ─ Vamos, vamos, que vivimos y compartimos muchas cosas juntos desde la academia, así que no te pongas nervioso que conmigo no tienes que fingir ─su interlocutor le animó a hablar sin pena.


    ─… lo siento… ─Mustang suspiró por aspiró una vez más para darse ánimo─… Bueno, seguramente no has olvidado aquella ocasión cuando decidí darte el avión admitiendo que mi subordinada si me gustaba… ─recordó al soltar el aire.


    ─ Ajá… en una de nuestras tantas salidas a divertirnos… ─respondió un poco divertido el de lentes sin dejar de observarle con amabilidad.


    ─… Ni lo menciones… ya hasta perdí la cuenta de todas esas veces… ─replicó Roy torciendo un poco el mohín, dado que en casi todas ellas Riza había tenido que ir a recogerle y llamarle la atención por caerse de borracho. Lo más vergonzoso de todo es que, en más de una ocasión, le había pedido matrimonio siendo incitado por un Hughes menos ebrio que él; y claro, ella sólo le había sonreído mirándole con pena, diciéndole que dejara de hablar tonterías.


    ─ Fueron buenos momentos sin duda… ─Hughes rió por lo bajo recordando lo mismo─. Pero el punto importante aquí es que si hay algo entre tu linda subordinada y tú, ¿o acaso me equivoco? ─adicionó levemente suspicaz.


    ─… pues… no, pero… sí… ─el alquimista volvió a tartamudear levemente avergonzado─… es que todavía no he podido… no he tenido…


    ─ ¿Me estás diciendo que el gran Roy Mustang, el Alquimista de la Llama, el héroe de la guerra de Ishval, el hombre codiciado por las mujeres y que tiene citas continuamente, de verdad no ha tenido el valor para hablar realmente de amor con la que sí le gusta, es en serio? ─le interrogó su amigo mudando su gesto por uno de asombro, evitando reírse más fuerte.


    ─ No te burles, Hughes… tú bien sabes que la ley esa… ─le reprochó el alquimista mudando el gesto abochornado por uno enfurruñado, y soltó un nuevo bufido de contrariedad─… además estamos hablando de algo serio, no sólo de una cita de oportunidad con cualquier otra mujer ─detalló con énfasis.


    ─ Eso ya es un gran progreso de tu parte, el reconocer que quieres algo serio y real con ella ─opinó entonces su buen amigo modificando también su gesto despreocupado por uno más formal, cruzándose de brazos─. Entonces, Roy, dime con sinceridad, ¿tú amas de verdad a esa mujer? ─haciéndole el cuestionamiento sin dejar de mirarle fijamente.


    ─ Cómo no amarla si es todo para mí… ─confirmó el aludido exhalando nuevamente desde el fondo de su alma.


    ─ ¿Y quieres complacerla del todo? ─recalcó el de lentes sin dejar de sonar serio.


    ─ Por supuesto ─admitió Roy sin titubear ni un ápice.


    ─ Pues creo que está más que claro lo que debes hacer para declararte ─Hughes, muy decidido, volvió a aproximarse a él… demasiado cerca para su gusto─. Vas a tomarla de las manos sin dejar de mirarla directamente a los ojos, que se note tu decisión… ─e hizo exactamente lo que estaba diciendo, de forma tal que le tomó las manos al tiempo que sus miradas se cruzaban─… y después, empleando tu mejor tono de voz varonil, pero sin sonar demasiado meloso y falso, debes decirle: “Riza, te amo como nunca he amado a ninguna otra”… y creo que sin lugar a dudas podrás besarla… ─recalcó al tiempo que su rostro se acercaba peligrosamente al de su amigo, el cual sin dudarlo se soltó bruscamente de su agarre mientras daba unos cuantos pasos atrás para alejarse.


    ─ Oye, Hughes, no necesitas ser tan gráfico para que te entienda… ─expresó con el gesto torcido en una leve mueca de asco, sacudiendo sus manos como si se hubieran ensuciado de algo.



    El de gafas se carcajeó abiertamente ante eso, visiblemente divertido.



    ─ ¡Deberías ver tu cara! ─dijo entrecortadamente sobándose el estómago.


    ─ No te rías así, idiota… ─replicó Roy dolido.


    ─ Perdón, perdón… ─contestó Hughes respirando hondo para serenarse, y después de un carraspeo agregó─. Lo verdaderamente importante es que no te eches para atrás en el último momento, que te mantengas firme para que así tu querida capitán vea que ahora sí le estás hablando en serio; y no vayas a tomar alcohol en la casa del Führer para darte valor porque eso no te hará ningún favor ─señaló al final, volviendo a palmear la espalda de su amigo de forma amable.


    ─… ─y éste volvió a soltar un suspiro de conformidad, sonriéndole de igual manera─. No hay duda de que me conoces bastante bien, Hughes… Agradezco tus palabras y puedes estar seguro que esta vez le diré a mi capitán cuanto la amo a la vez de pedirle matrimonio, para que, en cuanto la estúpida ley de antifraternización desaparezca, podamos casarnos sin problemas ─puntualizó con seguridad.


    ─ Así es como se habla… ─su compañero le abrazó por los hombros mostrándose complacido─. Ya lo veo, sí… Roy Mustang, el nuevo Führer de Amestris, trabajando al lado de su linda esposa, ha logrado los primeros avances políticos hacia la democracia… ─adicionó con voz embelesada señalando a la lejanía, como si en el fondo del lugar pudieran ver el futuro─. Suena bien, ¿no? ─comentó alegremente.


    ─ Sí… ─admitió Roy igual de deslumbrado, disfrutando de ese futuro que ya no le parecía tan lejano.


    ─ Muy bien, mañana es tu gran noche y, después de despedirte cortésmente de la nieta del viejo Grumman, darás el siguiente paso para alcanzar tu futura felicidad junto con tu bella capitán ─mencionó Hughes soltándolo con calma de su abrazo.


    ─ Claro, mañana a esta hora mi vida habrá cambiado cuando Riza conozca mis verdaderos sentimientos hacia ella ─repitió el alquimista muy contento y convencido, y su rostro reflejaba seguridad y confianza. Pero al siguiente segundo pareció preocupado por algo─. ¿Pero qué voy a hacer si me dice que no?


    ─ Anda, Roy, no seas pesado, que si no cambias esa actitud derrotista nada saldrá bien… ─por lo que su camarada tuvo que cuestionarle una vez más poniéndose serio─… ¿o es que acaso has hecho planes de guerra pensando en ser derrotado sin pelear?


    ─ No… por supuesto que nadie piensa en la derrota cuando… ─respondió el moreno avergonzado.



    Y es que siempre se dejaba abrumar por pensamientos negativos cuando de reconocer su amor por Riza se trataba, porque consideraba que había mejores hombres para ella que un simple asesino de guerra como él; sin tomar en cuenta que la joven había decidido libremente seguir su mismo camino porque confiaba y creía en sus sueños e ideales. En algún momento de ese camino la confianza que se profesaban había dado paso al amor puro y romántico, sólo que, por todo el entorno en que vivían, no podían externarlo abiertamente.



    ─ Entonces no lo pienses tanto y sólo actúa, recuerda que debes tomar las oportunidades que se presentan y esta es una de ellas, así que no la dejes ir sin luchar por ella ─dijo Hughes de forma puntual volviendo a palmearle la espalda, sonriéndole de vuelta para transmitirle seguridad.


    ─ Tienes razón una vez más, Hughes, como siempre… ─admitió Roy volviendo a exhalar aliviado, sonriendo con timidez.


    ─ Bien, Roy, mantén el espíritu en alto y deja que fluya con la vida… ─señaló su interlocutor sin dejar de sonreírle, dándole un suave empujón para animarle a continuar su camino─. Por lo tanto, ya sabes… ¡ve y dale, dale toda tu ternura! ─canturreó alegremente al final guiñándole un ojo travieso, haciendo un bailecito extraño antes de dedicarle el saludo marcial en pose de firmes.


    ─… ¿era necesario hacer eso? ─preguntó el alquimista parpadeando con leve confusión e incredulidad.


    ─ Por supuesto que sí… ─le respondió Hughes sin vacilar ni modificar la sonrisa─. Anda ya que se te hace tarde ─añadió indicándole el camino de regreso a lo lejos, y en ese momento apareció una puerta muy familiar para el alquimista.


    ─ Esa es… ─dijo asombrado.


    ─ Es la puerta de la verdad… tu puerta, ya que sólo a ti te indica el camino ─confirmó su amigo─. No te detengas y sigue adelante, que en algún momento de esta vida volveremos a cruzarnos sin duda ─adicionó un poco más relajado instándole a continuar con un ademán de la mano.


    ─ Nuevamente gracias, Hughes… ¿o debo decir conciencia? ─le preguntó Roy al final antes de decidirse a dar un paso.


    ─ Puedes dejarlo en Hughes que al final él actuaba para ti como lo hago yo, porque realmente te apreciaba ─expresó la conciencia manteniendo el aspecto del hombre de gafas, sin dejar de sonreírle con amabilidad.


    ─ Entonces nos vemos luego, Hughes… ─por lo que el moreno se despidió tras soltar una breve exhalación de conformidad, dirigiéndose hacia la puerta. Ésta se abrió en cuanto él llegó cerca para que pudiera avanzar sin detenerse, cerrándose al momento de que la hubo cruzado.


    ─ Mucha suerte, Roy, que yo seguiré esperándote aquí… ─agregó el Hughes conciencia hablando muy bajito, volviendo a dedicarle el saludo marcial al perderlo de vista.










    Nota de autor: ¡Uf, me fui de largo otra vez! (y sé que Roy perdió el alma entre tantos suspiros de amor… ☺). Tal vez mi planteamiento sea erróneo, tal vez la planeación del escrito, tal vez el desarrollo de la trama al pasar la transcripción… la verdad son tantas cosas que al final he terminado alargando todo esto a lo que tenía pensado en un principio. Pero creo que ha valido la pena pues no quedan muchos cabos sueltos. Ya casi llegamos al clímax y supongo que no hay mucho que esperar más que resolver el conflicto ocasionado por Grumman al querer una cita arreglada entre su nieta (Riza) y su viejo amigo el general (Roy) sin que ellos estén enterados de quién es la otra persona… ¿cómo se lo tomarán cuándo lo descubran? ¿Aceptarán el juego del viejo o, por el contrario, le sacarán la vuelta para hacerlo a su manera?



    No desesperen y diviértanse como yo, que he cocinado esto a fuego lento para darle más sabor.
     
  10. Threadmarks: Parte 9
     
    InunoTaisho

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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Romance/Amor
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    Parte 9




    Y al fin llegó el esperado día sábado…



    Desde la noche anterior, el viernes antes de dormir, Riza se disculpó ampliamente con Black Hayate por tener que utilizarle como pretexto para salir al paso, y enfrentar así su batalla personal sin tener que mortificar a su querido general. ¿Con qué cara le diría que en realidad iría a negarle la palabra de matrimonio dada por su abuelo a un viejo conocido suyo?... abuelo al cual obviamente el mundo no conocía puesto que, para todos, era una mujer huérfana y sin familia. Por ello era mejor hacerlo así, de forma clandestina, y ya después podrían arreglar sus diferencias esperando no dañar el cariño y compañerismo sincero que ambos se tienen.



    ─ Tranquilo, Black Hayate… de verdad lamento tener que someterte a ese tormento pero ya te dije que era necesario para poder resolver ese problema… ─así que, en la mañana antes del mediodía, ya se encontraban sentados en el consultorio del veterinario, y ella le acariciaba las orejas al animalito hablándole dulcemente en voz baja y cariñosa a modo de consolarle.



    Porque el pobre can se veía algo nervioso al lanzar unos cuantos gemidos compungidos dado que no le gustaban las inyecciones, pero no hizo ningún intento por escapar comprendiendo que la situación de su ama bien ameritaba su sacrificio. Lo mejor de todo eso fue que, terminada la revisión (la cual incluía una dolorosa vacuna, un baño desagradable y un amargo desparasitante) sería premiado con un suculento bocadillo perruno y un divertido paseo al parque por su buen comportamiento.



    Unas horas más adelante, aproximadamente a las cuatro de la tarde, Riza se dirigió con Black Hayate hacia la mansión de Führer ubicada en la proximidad de los terrenos del Comando Central, utilizando nuevamente un sutil disfraz para evitar ser reconocida. Como ya había acordado con su abuelo la hora de su llegada se presentó en un taxi siendo recibida por el mayordomo de la casa, quien únicamente sabía que dicha señorita era una invitada especial del Führer, lo cual no le extrañó mucho ya que el viejo Grumman también tenía su fama de casanova enamoradizo.



    ─ Espere aquí, por favor, que el Führer la recibirá enseguida ─le dijo el buen hombre al dejarla en la sala, dedicándole una reverencia al salir.


    ─ Muchas gracias ─respondió ella sin despojarse de su disfraz, el cual consistía en una peluca negra, sombrero y gafas de sol, sentándose en el sillón. Después de que el mayordomo salió soltó un breve suspiro al quitarse las gafas─. Bien, Riza, no te pongas nerviosa y expón tus argumentos sin titubear ─se dijo a sí misma retirando también el sombrero, recibiendo de parte de su mascota un pequeño ladrido de aprobación─. Gracias, Black Hayate, siempre es bueno saber que estás conmigo ─le dijo, dedicándole una sonrisa dulce.


    ─ Muy buenas tardes, querida, veo que llegaste muy bien acompañada… ─Grumman se presentó en ese instante junto con el mayordomo, y se veía muy feliz de verla─. Pero, considerando que tu velada con mi viejo amigo tendrá tintes románticos, lo más seguro es que pueda resultarle aburrido a nuestro amiguito, ¿no? ─agregó en tono divertido agachándose hasta quedar a la altura de la mascota─. ¿Tú qué dices, pequeño?, creo que estarás más contento jugando en el ancho jardín que viendo cosas de adultos humanos ─y le acarició la cabeza con cuidado dado que Black Hayate le miraba con leve recelo.


    ─ Descuida, Black Hayate, que nadie va a hacerme daño en este lugar… puedes ir a jugar con tranquilidad que yo tengo algunas cosas que arreglar, ¿sí? ─Riza también se agachó para acariciarle las orejas a modo de transmitirle confianza.



    El perrito movió la cola en señal de aprobación y se dejó llevar por el mayordomo tras despedirse dando unos cuantos ladridos más. En cuanto Riza y Grumman se quedaron solos éste aprovechó el momento para darle un abrazo efusivo y cariñoso, como los abuelitos suelen darles a los nietos que no han visto por mucho tiempo, el cual fue correspondido de igual manera.



    ─ Perdona mi atrevimiento, querida, pues realmente te he echado de menos ─le dijo, empleando esa entonación de viejecito alegre y consentidor que solía utilizar cuando podía platicar en confianza con ella─. ¿Y cómo va lo de la ley de antifraternización? ─le preguntó a continuación tras soltarla para permitirle respirar, dejándose caer en el sillón e invitándola también a hacerlo con un ademán de la mano.


    ─ Descuida, abuelo, que a mí también me gustaría abrazarte más seguido… ─respondió la rubia hablándole con dulzura, tomando asiento en el otro sillón que se encontraba a su lado─. Los avances en los resultados de las encuestas indican una abrumadora mayoría a favor de modificar o abolir la ley de antifraternización… podría asegurar que es más del noventa por ciento ─añadió al final, despojándose en esta ocasión de la peluca negra para sacudir su melena con suavidad.


    ─ Eso me parece magnifico ─dijo él en tono complaciente, recargándose a sus anchas en el respaldo y juntando las manos en señal de satisfacción─, porque significa que en pocos meses podré presentarte como mi nieta al anunciar tu compromiso matrimonial con mi amigo ─añadió al final de forma más que casual.


    ─ Precisamente quiero hablar contigo sobre ese asunto… sobre el matrimonio ─ya sabemos que, por obvias razones, la joven no estaba dispuesta a ceder a un casamiento arreglado de esa forma.


    ─ Me da tanto gusto el saber que estás dispuesta a casarte, querida… una dama tan encantadora como tú no debe terminar sus días como una simple solterona del montón sólo por pertenecer a la filas del ejército ─su abuelo le interrumpió moviendo la cabeza suavemente de manera afirmativa, teniendo los ojos cerrados─. Podré morir en paz cuando vea que eres feliz al lado de tu esposo, y por supuesto que teniendo dos o tres bisnietitos para consentir como no pude hacerlo contigo ─añadió, soltando un breve suspiro soñador.


    ─… ─por un momento Riza se debatió consigo misma ya que su intención tampoco era desilusionar a su pariente; sin embargo tuvo que levantar un poco la voz para sacarlo de sus ensoñaciones─… Abuelo, el punto es que no… ─consiguiendo que volviera a prestarle atención─… es que no pienso casarme con tu viejo amigo porque… ─pero no pudo terminar la frase ya que un suspiro profundo salió de su garganta haciéndola enrojecer brevemente de las mejillas.


    ─ Vamos, Riza querida, ni siquiera conoces bien a mi amigo… ¿ya te dije que es un buen sujeto, y muy trabajador? ─el anciano sonrió sutilmente mirándole con extrañeza e interés.


    ─… Eso no me importa pues yo… lo que quiero decir es… ─la joven trató de ocultar su bochorno sacudiendo levemente la cabeza, mostrándose un poco desesperada al elevar más la voz para después suavizar el gesto al agregar─… lo siento, es que yo… es sólo que… es sólo que ya hay un hombre en mi vida y lo amo con todo mi corazón ─bien, tartamudeando un poco consiguió soltar su confesión y sus pómulos se encendieron con mayor intensidad, por lo que tuvo que agachar la cabeza y ocultar el rostro entre sus manos para no mostrar su vergüenza.


    ─ Oh, vaya, jamás lo hubiera imaginado… ─por un momento Grumman pareció algo desconcertado, aunque después soltó una risita de diversión─. ¿No me digas que el general Mustang y tú sí son amantes de verdad? ─le preguntó con jovialidad.


    ─ ¡Claro que no! ─fue la tajante respuesta de Riza sin descubrir el rostro si bien levantó la cabeza─. El general Mustang y yo no tenemos ese tipo de relación que todo mundo dice ─añadió, y al siguiente segundo volvió la vista a su bolso para extraer de su interior un abanico con el cual refrescarse… ¿pues qué tan evidente era la relación más amistosa que ella y el general Mustang tenían fuera del cuartel? Las cosas que se inventaba la gente con tal de dejar en mal a alguien.


    ─ Estoy entendiendo que no es del general Mustang de quien estás enamorada… ¿pues entonces de quién se trata? ─le interrogó su abuelo sin mudar el gesto alegre.


    ─… ─ella volvió a suspirar sin atreverse a mirarle de frente, y en esta ocasión si fue un suspiro de amor─… No hay nadie más para mí que no sea el general Mustang, pero nunca hemos sido amantes ni nada de esas cosas fuera de la ley ─agregó con firmeza para que no cupiera duda de su rectitud, dirigiéndole la vista nuevamente─; simplemente nuestros lazos de compañeros se hicieron más fuertes porque hemos compartido varias cosas juntos, como el conocimiento de la Alquimia de Fuego, el haber estado al frente en la guerra de Ishval, el peso de nuestras culpas y el deseo de redimirnos pagando nuestros pecados, la intención de conseguir el poder para así realmente ayudar a las personas… el general Mustang necesita llegar a lo más alto sin que nada ni nadie le estorbe y yo tengo que ayudarle sin entorpecer su camino, ese es mi propósito y por ello me mantengo a su lado ─y al final pareció entristecer levemente al agachar una vez más la mirada.


    ─… ya veo… ─susurró el anciano modificando el gesto por uno de comprensión─. Y dime, ¿crees que él sienta lo mismo por ti? ─le preguntó curioso.


    ─ No puedo asegurarlo del todo… ─contestó ella exhalando aire una vez más─… pero mi intuición me dice que el general sí tiene algo que declararme, que algo puede pasar tras la anulación o abolición de la ley ─agregó tornado a mirarle─. ¿O acaso está mal tener algo de esperanza? ─le cuestionó a continuación procurando no llorar.


    ─ Por supuesto que no, querida, no hay nada mejor para mí que el tener tu confianza y saber que sí tienes un amor en tu vida, uno de verdad ─fue la respuesta de su abuelo mirándola con cariño, tomándole una mano para acariciarla suavemente a modo de transmitirle sus sentimientos de amor familiar─. Pero bueno, mientras esperamos a que el general Mustang se arme de valor para hablarte de amor creo que puedes conocer a mi amigo, ¿no? ─añadió a continuación volviendo a sonreír divertido.


    ─… Abuelo, yo no lo veo conveniente… ─por lo que Riza no pudo evitar poner los ojos en blanco.


    ─ Vamos, vamos, así le dices en su cara que ya tienes un hombre a tu lado y asunto arreglado ─le interrumpió Grumman con una risita traviesa─. Por cierto tengo una sorpresa para ti esperándonos allá arriba, ¿me acompañas? ─agregó amablemente invitándola a levantarse con él.


    ─ No te hubieras molestado, abuelo, en serio ─comentó la muchacha siguiéndole, imaginándose el tipo de sorpresa que le compraría su abuelo.


    ─ No es molestia, querida… ahora le pedí el favor a tu amiga, la teniente Catalina, para que me ayudara a escoger un hermoso vestido como regalo para mi nieta. Tenía que ser un vestido adecuado para una primera cita romántica, así que confié plenamente en su buen gusto ─añadió muy contento al tiempo que subían las escaleras para dirigirse a las habitaciones.


    ─ ¿Le dijiste a Rebecca Catalina que soy tu nieta? ─preguntó la rubia con un gesto de incredulidad en tono asombrado. Seguramente su apreciada amiga había dado un grito de asombro al enterarse de la verdad, y no tardaría en contarlo al primero que quisiera escucharla.


    ─ Por supuesto que no le dije quién es mi nieta, Riza, no señor, en eso he sido cuidadoso ─se explicó Grumman amablemente minimizando el hecho─. Es claro que le sorprendió saber que tengo una nieta dado que no muchos conocen mi pasado; pero no dudó en apoyarme en todo después que le dije que también se comprara un vestido como agradecimiento por su ayuda… y aceptó tener una cita conmigo en uno de estos días ─adicionó en tono picaresco.


    ─ Esa Rebecca… ─murmuró la aludida negando un poco con la cabeza. Conociendo los gustos de su amiga no le quedó duda en suponer los modelos de vestido que había escogido.



    Aunque Riza ya había estado antes en la mansión, en una época cuando estuvo “trabajando” para el anterior Führer, King Bradley, la verdad no la había recorrido en su totalidad; así que le asombró un poco el que tuviera tantas habitaciones muy limpias y arregladas. Al llegar frente a una de las habitaciones se detuvieron, y el anciano Führer le entregó una llave para que pudiera pasar.



    ─ Bien, querida, si gustas puedes tomar un baño para refrescarte, y ahí sobre la cama está la ropa para que te cambies… incluso, si así lo deseas, puedes descansar un rato ya que todavía falta tiempo para que llegue mi amigo ─le indicó con su habitual entonación cariñosa─. Estaré en el estudio revisando los últimos avances de esta semana presentados por tu general Mustang sobre la encuesta, pero tú siéntete como en casa.


    ─ Muchas gracias, abuelo, bajaré a buscarte en cuanto esté lista ─ella le dedicó una breve reverencia y entró cerrando la puerta con cuidado.



    Y sí, sus sospechas se hicieron realidad cuando se acercó a la cama para apreciar los atuendos. Los tres vestidos colocados en orden eran de estilo festivo, relativamente cortos por encima de la rodilla, y escotados tanto del frente como de la espalda, que hacían juego con unas sandalias de tacón alto dispuestas cerca de la cama.



    ─… Tenía que ser Rebecca Catalina… ─dijo gravemente al tomar uno de ellos y mirarlo con desaprobación─… y mi abuelo que le da alas…



    Inhalando profundamente para relajarse terminó escogiendo el que le pareció menos provocativo: uno negro con flores blancas de tamaño mediano.



    Ahora regresemos un tiempo antes para conocer lo que sucedió en el Cuartel Central.



    Roy Mustang se presentó temprano en la oficina para trabajar y, sin perder el tiempo, empezó a revisar los documentos y avances correspondientes del día anterior para así poder salir antes y sin remordimientos. Cuando Falman llegó le extrañó el encontrarlo laborar antes que nadie dado que no es su costumbre, pero inmediatamente sospechó que su jefe tenía algo que hacer en la tarde aprovechando la ausencia de la capitán… sin lugar a dudas era por ello que había estado un poco nervioso durante la semana. Bueno, entre hombres no le extrañaba que su líder quisiera disfrutar su estancia en Central consiguiendo una esporádica cita, cosa que se le daba con bastante facilidad, y por ello decidió no tocar el tema al momento de saludarle.



    ─ Muy buenos días, señor ─le dijo al entrar cuadrándose brevemente, cerrando la puerta con cuidado.


    ─ Muy buenos días para ti también, Falman ─Mustang correspondió el saludo levantando un segundo la vista, manteniendo el semblante serio y profesional acorde a su rango─. Necesito revise esto otra vez ya que, al parecer, hay discrepancias en algunos datos ─le indicó al entregarle con prontitud una carpeta, retornando a su deber.


    ─ En seguida, señor… ─respondió el aludido guardándose un pequeño suspiro, pues cuando su superior se ponía intenso realmente le prestaba atención a los detalles antes pasados por alto.


    ─ Recuerda que tenemos que ser cuidadosos para no atrasarnos o la capitán se podría molestar cuando encuentre la falla, y entonces tendríamos que trabajar tiempo extra para compensar el error ─puntualizó el alquimista sin distraerse de lo que estaba haciendo.



    La mañana transcurrió sin novedades que destacar y Roy prefirió no tomarse la hora para ir a comer en el comedor ─dado que no quería distraerse platicando con alguien─, encargándole a Falman que le llevara algo más tarde. Lo más importante era terminar su trabajo con tiempo de sobra y tal vez avanzar un poco más, así se iría temprano para poder buscar más tarde a Riza sin remordimientos. Tras checar su reloj de alquimista, cerca de las cinco de la tarde, acomodó las cosas que tenía en su escritorio despidiéndose del hombre que le acompañaba.



    ─ Tengo que retirarme ahora, Falman, pues hay un importante asunto que requiere mi atención sin demora…


    ─ ¿Se trata de una cita, señor? ─el aludido no se anduvo con tapujos lanzándole la pregunta directa.


    ─ Por supuesto que… ─respondió el general tras dar un respingo por verse descubierto, más enseguida soltó un suspiro de pesadez─. Es verdad, Falman, tengo una cita.


    ─ No parece muy contento, señor ─le dijo el subteniente contemplándole con algo de pena.


    ─ Eres muy observador, Falman ─le dijo Roy mirándole con seriedad, para después agregar en tono de fastidio─. Ciertamente no es una cita que me emocione en gran manera pues se trata de un compromiso arreglado por un viejo amigo y…


    ─ ¿Un compromiso arreglado?... ¿entonces va a dejar a Elizabeth por otra, y justo ahora que ya está más cerca de lograr su declaración? ─su compañero le interrumpió mirándole con gesto de incredulidad, sin poder creer que su jefe fuera capaz de semejante acto.


    ─ No saques conclusiones apresuradas, Falman… precisamente voy a la cita porque tengo que arreglar ese asunto, hablaré con mi amigo y me despediré de la dama a la cual no conozco en persona ─obviamente que el alquimista se defendió de la acusación, frunciendo el entrecejo a modo de representar su molestia─. Por ello era necesario que Elizabeth no se enterara de esto, porque así puedo moverme con libertad sin sentirme presionado con su presencia ─puntualizó al final.


    ─… Ah, entonces era por eso que no le negó nada a Elizabeth cuando le pidió… ─Falman soltó un suspiro de alivio mudando el gesto por uno más relajado─. Supongo que entonces irá a verla más tarde, ¿verdad? ─comentó un poco más alegre.


    ─ Tú si sabes, Falman… ─a lo que su líder le dedicó una sonrisita amistosa terminando de acomodar y guardar sus cosas─. Bien, mañana será otro día y ya te enteraras como fue todo… ─adicionó levantándose del asiento, dirigiéndose al perchero para tomar su gabardina y su sombrero. Pero, antes de salir, se volvió a su compañero haciéndole una pregunta con seriedad─. ¿Qué flores le regalarías a tu esposa para disculparte cuando haces alguna idiotez?


    ─… emm… bueno… no estoy seguro de ello, señor… no se me da eso de ser un romántico… ─tartamudeó el hombre con indecisión, justificándose por su torpeza masculina.


    ─ Margaritas, rosas blancas, claveles… un bello ramo combinando en tonos claros y suaves siempre causa una buena impresión, y sin duda alguna van a perdonarte por cualquier tontería ─recalcó Mustang con profesionalismo ajustándose las prendas antes mencionadas─. Tenlo muy presente, Falman ─puntualizó y salió con paso firme, dirigiéndose a la salida del cuartel.



    Despidiéndose apuradamente de las recepcionista, quienes le insistieron en charlar un poco sin poder convencerle, llegó al estacionamiento para subir a su auto soltando un suspiro bajo de alivio en cuanto salió de allí, no sin antes volver disimuladamente la vista hacia el área donde se encontraba ubicada la mansión del Führer pensando en lo que le esperaba más adelante… bueno, lo mejor era darse prisa para poner las cosas en claro con Grumman, y cuanto antes mejor. Después de tomar un baño refrescante en su casa y arreglarse de acuerdo para la ocasión, elegante pero sin exagerar, decidió pasar por la florería del centro antes de retornar al comando, dispuesto a comprar un ramo de flores para compensar a la dama por el desaire que le haría sin merecerlo. Prontamente entró en el local saludando con familiaridad a la señora dependiente.



    ─ Muy buenas tardes, mi estimada señora Daisy, vengo a llevarme un bello ramo de gerbeas blancas y jacintos azules.


    ─ Buenas tardes, general Mustang, es un gusto verle siempre tan apuesto… ─la buena mujer correspondió al saludo dedicándole una sonrisa maternal, disponiéndose a tomar las flores señaladas para empezar a armar el ramo─. ¿Acaso quiere reconciliarse con alguna de sus damas? ─le preguntó alegremente con curiosidad en tanto hacía su trabajo.


    ─ Sólo quiero disculparme con una dulce doncella a la cual no puedo darle mi amor… ─respondió Roy soltando una risita baja de alivio, ya que sabía que su marchante no andaría contando sus secretos ni aunque le pagaran por delatarlo.


    ─ Me da pena su caso, pobre… ─observó doña Daisy continuando con su labor, recortando cuidadosamente los tallos para emparejarlos.



    Mientras tanto el alquimista hecho un vistazo rápido al local buscando entre las demás flores una en particular, sonriendo más abiertamente al encontrarla.



    ─ ¡Ah, pero qué bien, eres justo lo que buscaba! ─llamando la atención de la señora.


    ─ ¿Necesita otras flores, general? ─le preguntó de forma amable y atenta dejando el ramo a medio hacer para atenderle.


    ─ Si no es mucha molestia me gustaría tanto un pequeño arreglo con esas gardenias de allá… que sean dos, y una rosa roja en medio de ellas ─señaló el hombre con breve emoción.


    ─ ¡Uy, qué picarón es usted, general!... así que sí va a conquistar a una linda señorita después de despedirse de la otra ─eso hizo que la dependiente soltara una risita traviesa, mirándole con picardía.


    ─ Espero que sea un buen principio ya que mi adorada damisela es levemente alérgica al perfume de las flores, y por eso no le doy un ramo más grande ─confirmó Roy riendo a la par de ella, sacando al momento su billetera─. Dígame cuanto le debo, por favor, y si no tengo todo el efectivo le pagaré mañana.


    ─ Serían mil cens por todo ─dijo la buena mujer tras tomar con sumo cuidado las gardenias y la rosa─. ¿Quiere que le ponga un moño rojo o una cinta blanca? ─le consultó a continuación antes de dirigirse una vez más a su área de trabajo.


    ─ Creo que un moño rojo haría resaltar más la blancura de las gardenias… ─confirmó el general soltando un suspiro bajo de complacencia. Si todo salía bien no dudaba en que Riza aceptaría las flores junto con sus sinceros sentimientos.



    Y así, con un ramo de flores en las manos, antes de las ocho de la noche, se presentó en la mansión del Führer para enfrentar una de sus batallas más delicadas.



    ─ ¡Bienvenido, general Mustang! Veo que llegas a buena hora y con un hermoso ramo de flores… eso habla bien de ti ─le dijo Grumman saludándole al recibirlo en la sala, invitándole a pasar─. Aunque me parece que esas no son las flores favoritas de mi nieta y no son las adecuadas para una primera cita ─añadió al final haciendo la observación puntual.


    ─ Bueno, señor, tengo que llevarle la contra dado que yo sí las considero adecuadas para declarar mis sentimientos ─respondió el aludido con delicadeza y cortesía para no sonar grosero.


    ─… Pero por favor, siéntate y tomemos una copa para celebrar mientras mi nieta termina de ponerse más bella ─tras lanzarle una fugaz mirada escrutadora el anciano decidió pasar por alto el detalle, sonriendo alegremente al acercarse al pequeño bar dispuesto en la estancia para escoger una botella y unas copas─. Ya sabes que a las mujeres les gusta tomarse su tiempo y darse su importancia… ¿quieres ron o whiskey? ─agregó con aire despreocupado haciéndole la pregunta obligada.


    ─ Señor, antes de cualquier cosa me gustaría escuchara lo que tengo que decirle, se trata de algo muy importante sobre el matrimonio ─el alquimista aspiró disimuladamente para darse valor, manteniendo el ramo entre sus manos.


    ─ Tranquilo, muchacho, tranquilo, sé muy bien que hablar de matrimonio pone nervioso a cualquiera… ─más Grumman no pareció interesado en eso al mostrarle la botella elegida─. Mira, este ron cosecha especial es muy bueno para lo que vamos a celebrar, así que deja esas flores sobre el sillón que no se irán a ningún lado.


    ─ Por favor, señor, sólo serán un par de minutos… estamos hablando de la felicidad de su nieta y yo no… ─bueno, esa actitud tan despreocupada le pareció muy desesperante a Roy, por lo que no pudo contener una exhalación de frustración.


    ─ No comas ansias, Mustang, que lo primero es conocerse bien ─a lo que el Führer soltó una risita baja, pensando en que todo en ese matrimonio pintaba para ser miel sobre hojuelas por muchas razones─. Pero créeme, sin duda vas a amarla porque es tan linda y adorable… ─adicionó al final modificando momentáneamente el gesto por uno lleno de ternura, el rostro perfecto de un abuelito hablando bien de su nieto (en este caso nieta) consentido.


    ─… ─el joven general volvió a soltar un suspiro bajo, poniendo un gesto serio y elevando el tono de voz─… No dudo de su palabra, señor, sin embargo mi deber es negarme a ese matrimonio porque ya tengo una mujer en mi vida, y no sería justo para su nieta el tener que vivir con un hombre que le entrega su amor a otra ─puntualizó con gravedad en cuanto el octogenario hombre le prestó por fin atención.


    ─… ¿O sea que si tiene una amante, Mustang? ─cuestionándole con suspicacia al tiempo que le miraba detenidamente, dejando el ron sobre la barra del bar─. ¿Acaso estamos hablando de tu capitán, Riza Hawkeye? ─añadió.


    ─ He de defender el honor de mi leal subordinada porque todos esos rumores que cuentan de nosotros son solo calumnias, pues la única relación que tenemos y hemos tenido desde la guerra es simplemente laboral ─respondió el aludido sin modificar el rictus de gravedad.


    ─ Entiendo… o sea que realmente no estás interesado en tu capitán como mujer ─observó el anciano con leve desilusión en la voz─. Eso sí que es una lástima porque se trata de una joven muy atractiva con la cual muchos han de querer salir; pero bueno, al menos la posibilidad quedará abierta para cortejarla ahora que la ley de antifraternización sea abolida ─adicionó empleando en esta ocasión una entonación sutilmente picaresca.



    El rostro de Roy se torció por un segundo en una mueca de molestia ante lo dicho con ligereza por el viejo Grumman, más tuvo que guardarse los reclamos pues por ninguna razón, por ninguna así ella rechazara su amor, dejaría a su capitán a merced de esos lobos rapaces del ejército. Aspirando profundamente una vez más dijo:



    ─ No existe ninguna otra mujer para mí que no sea mi querida capitán Riza Hawkeye; y si no fuera por la ley de antifraternización hace tiempo seriamos marido y mujer ─confirmó serenamente antes de recobrar el rostro serio─. Es por ello que vine a negarme sobre lo que usted se ha propuesto hacer con su nieta y conmigo, y no importa si me tomará diez años más llegar a Führer ─puntualizó sin chistar.



    Y mientras esto sucedía el ama de llaves de la mansión fue a llamar a Riza, tocando la puerta de la habitación y diciéndole que el viejo amigo del Führer ya se encontraba ahí, y que la estaban esperando para cenar.



    ─ Muchas gracias, en seguida bajaré ─respondió la joven desde adentro.



    Se había tomado su tiempo para escoger una vez más un vestido de las tres opciones que tenía probándoselos todos, hasta que realmente se convenció con cuál de ellos se veía menos atrevida (terminó usando el que ya había seleccionado al principio). A su vez practicó unos quince minutos el andar en tacones dado que no estaba acostumbrada a usarlos, pues no sería nada agradable dar un show si acaso se caía al caminar. Decidida al fin respiró profundamente varias veces y reacomodó su cabellera suelta, mirándose por última vez en el espejo de cuerpo entero.



    ─ Seguramente al general Mustang le parecerá un lindo vestido… ─soltando estas palabras con un nuevo suspiro entre la frustración y el agrado. Sacudió la cabeza un poco para despejar su mente y encaminó sus pasos hacia la sala, bajando cuidadosamente las escaleras. Si todo iba bien esa noche le llamaría a su general para… bueno, solo hablaría con él y lo demás se daría si tenía que darse.



    Regresemos a la sala mientras Riza recorre el camino, donde Roy y Grumman continuaban dialogando.



    ─ Muy bien, Mustang, muy bien… Supongo entonces que la capitán Hawkeye ha correspondido a sus cortejos, o no hablaría usted con tanta seguridad ─le dijo el anciano al joven mirándole de forma escrutadora.


    ─ No, señor, ella no sabe nada de nada porque, como le comentaba, he detenido mi confesión de amor porque no quiero presionarla o abrumarla… ─respondió el aludido sin chistar ni modificar la seriedad─… ya que, de acuerdo a lo estipulado por la ley de antifraternización (y usted lo sabe bien), podrían obligarla a abandonar el ejército despojándola de sus reconocimientos o inclusive nos someterían a un juicio por desacato si nos atrevemos a formalizar una relación como pareja en los términos actuales ─puntualizó.


    ─ Ya veo… supongo entonces que esto que pretendo hacer con la ley de antifraternización le cayó de perlas ─masculló el Führer aparentando meditar.


    ─ Efectivamente, señor… ─afirmó el alquimista evitando sonar demasiado alegre porque no pretendía ofender al viejo abusando de su confianza─. De hecho, si no se presentara está oportunidad que amablemente me brinda de abolir la ley de antifraternización me habría mantenido soltero y, en cuanto llegara a Führer, sería yo quien hiciera exactamente lo mismo para poder casarme al fin con mi capitán ─añadió.


    ─ Bien, pero eso no contesta mi pregunta, ¿cómo está seguro de que ella lo ama si ni siquiera le ha hablado de amor? ─insistió el octogenario hombre no muy convencido.


    ─ Hemos compartido muchas cosas desde la guerra, señor, y con tanto tiempo trabajando juntos me he dado cuenta de… algunas señales… usted sabe, miradas, gestos, sonrisas… ─señaló Roy sin titubear, Ahora más que nunca debía mostrarse seguro y sin temor para no darle al viejecillo la oportunidad de un contraataque─. Por ello me es necesario expresarle hoy mismo mis sentimientos, así que sólo vine a disculparme con su nieta ya que tengo que irme en seguida.


    ─ Bueno, bueno, bueno… me agrada tu sinceridad, Mustang, pero habría sido mejor que me lo dijeras desde un principio y así me evitaba esta vergüenza delante de mi nieta ─a lo que Grumman tornó a sonreír aliviado y sin más llenó las copas de ron, ofreciéndole una.


    ─ Disculpe mi reserva, señor, pero no podía decir nada de esto a nadie, y menos a un alto mando, puesto que comprometería la posición de mi bella capitán ─el aludido también sonrío aunque no de forma tan abierta, y agradecido tomó la copa aunque sin soltar el ramo con el que pensaba aclarar las cosas entre él y la desconocida nieta del veterano señor.



    Afortunadamente Grumman se había mostrado como un anciano razonable y eso le evitaría un desastre mayúsculo porque así todo sería más rápido, esperando que realmente la señorita en cuestión no se hubiera ilusionado demasiado. Justo entonces escucharon el sonido de unos tacones aproximándose por el pasillo… un armonioso taconeo que indicaba la llegada de la dama a la que estaban esperando.



    ─ Pero mira que bien, mi nieta viene llegando… mejor momento no pudo escoger ─dijo el hombre muy feliz, demasiado feliz para ser testigo de un “desistimiento matrimonial” hacia su nieta querida─. Ahora es cuando, Mustang, preséntate ante ella y sostén tus palabras.


    ─ Sí, señor… ─a lo que el alquimista se enderezó lo mejor que pudo, reacomodándose el traje con la mano que tenía libre tras dejar la copa en la barra, volviéndose hacia la entrada para recibir a la doncella con el ramo de flores al frente─. Muy buenas noches, señorita… ─carraspeó para escucharse mejor antes de enmudecer de la impresión.


    ─ Muy buenas noches, caballero… ─ya que fue Riza la que entró en ese momento, con el semblante serio y dispuesta a decirle sus verdades a ambos señores. Al ver a su general ahí sólo pudo preguntar con extrañeza lo siguiente al tiempo que sus mejillas se teñían de un rojo más encendido─… ¿Señor?...


    ─ Ca…capitán… ─susurró él por su parte sin salir de su asombro.


    ─… ¿qué está usted haciendo aquí?... ─se interrogaron al unísono sin hallar una respuesta lógica al hecho de verse en ese lugar, el último lugar dónde alguna vez pensaron en cruzarse fuera del horario laboral.



    Indudablemente que la carcajada alegre de Grumman ante lo cómico que le parecía la incómoda situación no se hizo esperar, lo que atrajo la mirada de sus acompañantes hacia él en espera de una explicación. Porque claro, el anciano tenía que estar detrás de todo esto.



    ─ ¡Esto está muy bien, muy bien! ─antes de responder la pregunta no hecha, sin sentirse para nada intimidado, el veterano hombre se reacomodó el bigote sin modificar la expresión de gozo, acercándose a Riza para darle un abrazo por la cintura ante el desconcierto de Roy─. Riza querida, te presentó a mi viejo amigo, el gran general Roy Mustang ─y posteriormente, sin apartarse de la joven, le dijo a éste─. General Mustang, le presentó a mi dulce y encantadora nieta Riza Hawkeye… ¿verdad que es tan linda como le había dicho? ─haciéndole el cuestionamiento en entonación picaresca.


    ─ Abuelo, por favor… eso fue de muy mal gusto ─la joven no pareció nada contenta y se separó suavemente de anciano mirándole con reproche.


    ─… ¿nieta?... ¿abuelo?... no entiendo lo que sucede… ─por su parte el alquimista parecía el más confundido de los dos al mirarles alternativamente, lo que hizo a la muchacha enrojecer de nuevo bastante apenada por lo sucedido.


    ─ Yo los dejaré un momento a solas para que se conozcan y puedan hablar de amor sin que nadie los moleste… aunque veo que ya se conocen ─y claro, Grumman no estaba dispuesto a explicar las cosas a la primera y sin cenar, así que con paso ligero salió de la estancia─. Veré si la cena ya está lista ─añadió en tanto se retiraba.



    Sin lugar a dudas este es uno de esos difíciles momentos en los que no sabes que decir, así que por un par de minutos, después de mirarse una vez más y desviar la vista como un par de adolescentes recién iniciados en el amor, permanecieron en silencio porque no tenían ni idea de cómo empezar… ¿Pues a qué había estado jugando el viejo Grumman todo este tiempo, y a razón de qué?







    Nota: ¡Al fin pude terminar con esto!... La cuestión laboral me ha pegado bastante que ya no puedo avanzar con mis escritos, ni hacer mis labores de orientadora, como antes; pero está vez si me comprometo conmigo misma a terminar esta historia aunque me lleve otro medio año (estoy exagerando ya que en sí no me falta mucho).



    Espero les vaya gustando la idea aunque el final vaya ser el cliché de “Vivieron felices para siempre…” porque la autora de FMA nos dejó este ship sin hacerlo canon de verdad… ¿qué le costaba confirmarnos, por lo menos, que se amaban pero por las cuestiones de la ley no podían casarse? He leído que no lo dijo explícitamente pero lo dio a entender, sin embargo me haría más feliz si hubiera confirmado el Royai como pareja oficial.



    En fin, por ahora solo queda resolver el conflicto provocado por Grumman y darle forma a la declaración de los sentimientos de ambos, así que sigan divirtiéndose con mi laaaaaarga trama y esperen por lo que sigue, ya el final.
     
    Última edición: 4 Marzo 2021
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    InunoTaisho

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    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
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    Género:
    Romance/Amor
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    11
     
    Palabras:
    5021
    Parte 10


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    Notas antes de empezar: espero que no les moleste un poco de OcC, especialmente en Riza, pero es que vamos a presentarla como la mujer que desde hace tiempo ha estado enamorada de Roy, su superior, y es obvio que tiene que mostrarse más abierta, femenina y coqueta para conseguir su declaración y expresarle a su vez lo que siente. Por parte de él no es tan difícil puesto que se le ha llegado a pintar como un hombre galán con las damas, aunque yo lo mantengo como alguien más bien recatado con su subordinada por las cuestiones de la ley y no porque no estuviera también enamorado de ella. Ya sin ley de por medio y con el permiso del Führer nada puede impedirles expresarse, sobre todo estando fuera del cuartel.

    Sin más mi deseo es que puedan disfrutarlo.





    Previamente…

    … después de mirarse una vez más y desviar la vista como un par de adolescentes recién iniciados en el amor, permanecieron en silencio porque no tenían ni idea de cómo empezar… ¿Pues a qué había estado jugando el viejo Grumman todo este tiempo, y a razón de qué?



    Al cabo de un par de minutos Roy se animó a tomar la iniciativa, carraspeando un poco para darse valor de hablar.



    ─… Capitán… es decir, Riza… ─más ella le interrumpió ofreciéndole la explicación hasta ahora desconocida para él.


    ─… Señor, me disculpo con usted por no haberle comentado nada de esto, pues por la ley de antrifraternización mi abuelo me pidió mantener el secreto ─manteniendo un tono de voz neutral y sosteniendo la mirada, aunque sus mejillas seguían muy coloradas.


    ─… eso explica muchas cosas… ─el general no pudo evitar soltar un pequeño suspiro ante lo linda que se veía su subordinada, con los pómulos encendidos, los labios pintados en un tono rosa suave y enfundada en ese coqueto vestido de flores que resaltaba la bella anatomía femenina. Más al instante recuperó la cordura porque en realidad eso no le esclarecía todo─. No, no es así… Capitán, ¿cómo es que el viejo Grumman resultó ser su abuelo?


    ─ Es una historia muy larga de contar, y espero que él nos dé una explicación concreta y razonable de sus motivos porque, por lo que estoy entendiendo, se supone que usted es el “viejo amigo” con el que pretendía casarme… y claro, también veo que estaba dispuesto a aceptar el compromiso sin chistar ─fue la respuesta de la joven soltando un pequeño bufido de molestia cruzándose de brazos, lanzándole una última mirada antes de desviar la vista avergonzada─. Pero no lo culpo dado que este puede ser el mejor camino para llegar a Führer más rápido, logrando así el objetivo por el que tanto hemos luchado estos años ─puntualizó al final aspirando profundamente, sintiéndose abatida por un momento.



    Durante una fracción de segundo Roy pareció algo consternado ante esas palabras, sin poder creer que Riza pensara así de él, más al instante sonrió en sus adentros porque las señales significaban que sus posibilidades con ella eran mejores de lo que suponía. Sin lugar a dudas tenía que declararle sus sentimientos esa noche, ya no había razones para esperar.



    ─ Vamos, Riza, me ofende que no me conozcas bien… en realidad yo sólo vine a disculparme con la hasta ahora desconocida nieta del viejo Grumman ya que mi amor y mi vida entera le pertenecen a otra mujer ─agregó en tono muy formal entregándole el ramo cuando ella volvió a verle otra vez─. Por favor, señorita Hawkeye, reciba este obsequio como una muestra de mis disculpas por no poder corresponderle como se merece.



    La muchacha lo tomó en sus manos sin decir más que “Gracias” en un susurro, meditando en lo que acababa de escuchar. Haciendo memoria recordó que, en alguna ocasión, en medio de una misión de rutina no muy importante, su general le había hablado sobre el simbolismo y el significado del lenguaje de las flores en particular, una charla casual entre compañeros en un momento trivial, y ese arreglo floral expresaba realmente una disculpa sincera por algo que no podría ser más allá de una amistad desinteresada si acaso la otra persona así lo aceptaba. En el fondo de su corazón se sintió aliviada, muy aliviada porque ello le traía muchas esperanzas, ya que a Roy no le interesaba una relación con ella por puro y simple compromiso arreglado. Abrazó el ramo por un momento antes de proferir lo siguiente:



    ─ Le agradezco su sinceridad, general Mustang, y como la nieta del Führer que usted no conocía recibo sus disculpas con todo gusto pues nunca fue mi intención incomodarle con las ideas de mi abuelo.


    ─ Es lo menos que podía hacer por usted, señorita Hawkeye, y si me permite tengo que continuar charlando con mi capitán para terminar de aclarar algunas dudas ─observó el alquimista relajándose un poco, sacudiendo una vez más su traje con discreción para verse impecable.


    ─ Claro, no hay problema… ─respondió la rubia y sin más fue a colocar el ramo sobre la barra del bar para liberarse, reacomodando asimismo su vestido en un gesto de leve coquetería─. Entonces, dígame, señor, ¿qué más necesita saber? ─le preguntó a continuación volviendo a mirarle de frente, manteniendo el semblante serio con la intención de no mostrarse una vez más avergonzada.


    ─ Bueno, también tengo curiosidad por saber si acaso usted aceptaría el matrimonio arreglado por su abuelo ─bien, Roy consideró que no estaba de más el querer confirmar sus sospechas, así que le lanzó a Riza la pregunta sin rodeos.


    ─ En absoluto, señor, mi intención únicamente era llamar la atención de dos viejos verdes y casanovas ante la ocurrencia de… ─fue la explicación de ella intentando sostener la mirada de forma impasible pero ya no pudo evitar sonrojarse puesto que él la observaba con curiosidad, lo que le llevó a desviarla una vez más. Y no era para menos dado que el ambiente se estaba poniendo un tanto “complicado”─… pretender matrimoniarme con un anciano al cual yo nunca podría amar como hombre.


    ─… Ya veo… ¿entonces pensabas que el amigo de tu abuelo era un anciano como él? ─como ya no había razones para continuar hablándose formalmente Roy volvió a utilizar el tono de familiaridad que solía emplear cuando Riza y él estaban fuera del cuartel, y, haciendo un esfuerzo para no reírse de lo divertida que le parecía ya la “casualidad” de estar ahí, considerando que nadie vislumbraría a un hombre relativamente joven como el viejo amigo de un anciano entrado en años, le hizo la pregunta del millón esperando una respuesta adecuada a lo que imaginaba.


    ─ No me culpes por pensarlo, después de todo mi abuelo siempre me remarcó el hecho de presentarme a “un viejo amigo” conocido suyo de muchos años, era obvio que yo pensara siempre en ese señor como un anciano muy simpático ─por supuesto que Riza no necesitaba ni mirarlo para interpretar correctamente que había estado a punto de reírse, así que volvió una vez más la vista lanzándole una leve mirada de reproche y cruzándose de brazos─. De haber sabido que me hablaba de ti tal vez… ─añadió pero al instante se silenció y el bochorno de sus mejillas se hizo más notorio, por lo que se obligó por enésima ocasión a darle la espalda sintiéndose muy acalorada.


    ─ Supongo que tienes razón, es difícil pensar que un veterano como tu abuelo considere “viejo amigo” a un hombre joven que bien podría ser su nieto… ─dijo el alquimista y recompuso el gesto por uno más serio, dado que no tenía la intención de hacerla enojar con tonterías. Sin dudarlo se aproximó más a donde ella estaba manteniendo una distancia razonable─. Bueno, señorita Hawkeye, tiene usted toda la libertad de decirme lo que pensaba decirme como viejo amigo de su abuelo, soy todo oídos ─dispuesto a recibir el merecido sermón por su atrevimiento.


    ─… Señor yo… yo no puedo hacer eso ya que usted no… usted no lo sabía… ─la rubia retornó a observarle con algo de consternación, deseando en ese momento tener un abanico en la mano… ¿y es qué cómo podría decirle a él todo lo que pensaba echarle en cara al sinvergüenza “viejo amigo” de su abuelo, al que siempre había vislumbrado como un octogenario señor? Definitivamente no podía hacerle eso.


    ─ Por favor, señorita Hawkeye, me es necesario recibir ese llamado de atención por haberla hecho pasar mucho tiempo en incertidumbre sin ser mi intención… ─opinó Roy impasible, dispuesto a dejar que se liberara de la presión ocasionada durante varios años por la broma del viejo Grumman.



    Riza suspiró muy bajito para darse nuevamente valor, después de todo él le había dado la razón de su presencia en la mansión, le había dicho lo que esperaba oír sobre sí había pensado en tener una relación con la desconocida nieta del Führer para él y sus intenciones para conseguir el puesto por ese medio, y sin lugar a dudas estaba siendo sincero al expresarle su negativa; por ello lo más justo era corresponder su petición sin acobardarse. Viéndole una vez más de frente, recomponiendo la serenidad de su rostro pero sin perder el color encendido, le expreso su sentir con total seriedad.



    ─… General Mustang, como la antes desconocida nieta del Führer lamento de verdad que mi abuelo le haya hecho perder el tiempo al asegurarle que podríamos casarnos algún día dado que yo ya… ─volvió a aspirar una leve bocanada de aire para no hiperventilar ni tartamudear─… estoy enamorada de otro hombre, un hombre maravilloso, y por lo cual jamás podría corresponderle como mujer ─puntualizó, haciendo un esfuerzo para mantenerse firme.


    ─ Ya veo, lo entiendo… ─el aludido disimuló una sonrisita antes de contestar, evitando de igual manera perder el porte antes de terminar de aclarar las cosas─. Descuide, señorita Hawkeye, puedo entrever que su abuelo pensaba que usted podía ser feliz con un viejo sin considerar sus afectos personales; ahora de verdad espero que ese hombre afortunado le declare pronto su amor ─remató al final.


    ─ Gracias por entenderlo, general, y yo también espero que ese hombre pueda ver lo que siento por él… ─admitió la joven con una leve sonrisa de amor, liberada de esa opresión, y al instante volvió a darle la espalda ocultando el rostro entre sus manos por haberse visto persuadida a expresarse en voz alta antes que él─… ¡Mira lo que me haces decir, pedazo de idiota!



    La mirada de Roy se enterneció sin prestarle la más mínima atención a la pequeña ofensa que Riza le dedicó, observándola con ojos de enamorado ya que así, con las mejillas encendidas de rubor natural, realmente lucía más femenina y encantadora de lo habitual. Y bueno, ya que Grumman les había metido en esa situación a base de engaños y ella no parecía realmente incómoda de estar cerca de él, lo mejor por hacer ahora era tomarle la palabra y declararle también sus pretensiones amorosas que después de todo era su objetivo de esa noche… el pequeño obsequio comprado para la ocasión podía esperar aún en el auto.



    ─ Riza, mis planes no eran quedarme mucho tiempo acá pues ya tenía decidido buscarte al departamento, ya que tengo algo muy importante que decirte… algo que me he guardado muy bien esperando el momento justo para hacerlo ─se explicó calmadamente dando otro discreto paso para estar más cerca de ella y así tal vez, si era conveniente, poder tomarle las manos para confirmar su sincero amor─. Y como no pensé encontrarte aquí no vengo del todo preparado, pues el regalo que te compré lo he dejado en el auto ─agregó al final con una sonrisa algo boba y tono avergonzado.



    Ella le miró de reojo descubriendo levemente el rostro, sonriéndole con cariño a través de sus dedos.



    ─ ¿En serio?... bueno, de hecho yo tampoco pensé en quedarme a cenar con mi abuelo y su viejo amigo ya que también quería hablarte por teléfono para… ─y volvió a guardarse sus palabras ahogando un suspiro muy bajo─. En verdad no tienes que molestarte en regalarme algo… ─desviando el tema hacia el asunto del regalo.


    ─… Mira, en vista de que ambos tenemos la necesidad de platicar entre nosotros me parece lo más sensato aprovechar este tiempo que tu abuelo nos ha brindado y, si así me lo permites, deseo ser el primero en hablar ─como todo un caballero que se respete Roy debía tomar la iniciativa, por lo que Riza asintió con la cabeza antes de descubrirse el rostro para volverle a ver de frente. Él carraspeó por lo bajo una vez más para darse ánimo mentalmente, guardándose muy bien las ganas de envolverla apasionadamente entre sus brazos ante lo despampanante que se veía en vestido y con los pómulos encendidos─. Riza… te ves verdaderamente maravillosa con ese vestido… ─no obstante el pensamiento lo traicionó al decir en voz alta, en tono de galán enamorado, el piropo que venía aplazando desde que la vio parada frente a él.


    ─… ¿es eso lo importante que ibas a decirme, de verdad? ─ella entrecerró un momento los párpados modificando el gesto por uno de incredulidad, cruzándose una vez más de brazos.


    ─ No… es decir… esto es sólo el principio de todo pues yo… ─a lo que él se rió un poco al tiempo que sus orejas enrojecían, avergonzado consigo mismo por descubrirse de esa forma. Sin embargo ya no daría marcha atrás, le era imperante continuar─… aunque eso es cierto, ya que siempre he pensado que tu figura se ve más atractiva cuando usas vestido ─añadió en tono despreocupado retomando el porte galante.


    ─… mmm… y yo considero que eres un adulador de lo peor porque no me impresionas… ─la joven retornó a sonreír con leve timidez sintiéndose acalorada por reiterada vez esa noche. Ella siempre había considerado como unas bobas a esas mujercitas que se entusiasmaban demasiado con sólo recibir un halago bastante chabacano de parte de su superior, y ahora se sentía igual por apenas poder controlar su emoción─. Pero si de verdad tienes algo mejor que contarme hazlo ahora, o tal vez recupere mi cordura y decida irme de aquí sin despedirme de nadie ─agregó dándose aires de diva para disimular su nerviosismo, desviando la vista una vez más con leve coquetería.



    Bueno, su momento al fin había llegado aunque no como lo había estado imaginando. Carraspeando disimuladamente una vez más, recomponiendo su mejor gesto de hombre serio y decidido, Roy dio unos pasos para colocarse frente a Riza y mirarla así cara a cara, consiguiendo que ella le observara con interés.



    ─ Riza… tal vez pienses que con esto me desviaré del objetivo que tenemos planeado desde hace años, pero sin duda este es realmente, gracias a la decisión de tu abuelo, el mejor momento para decirte lo que siento por ti ─le dijo en tono de gravedad sin titubear.


    ─… Roy… en realidad yo no lo veo… ─la rubia pensaba interrumpirle pues, aunque deseaba escuchar esa confesión de su parte también se sentía fuera de lugar estando en el salón de la mansión del Führer, quien indudablemente se presentaría de regreso en cualquier momento… todo sería diferente si estuvieran realmente solos en la sala de su departamento, libres de la indiscreción de alguien.


    ─ Claro que es necesario decirlo, ya no basta únicamente suponer que sentimos lo mismo el uno por el otro ─le refutó el alquimista calmadamente pero con firmeza. Inmediatamente le tomó las manos levantándolas un poco, y modificó el mohín por uno de sincera galantería─. Desde hace tiempo he querido confesarte mis sentimientos pero tuve que contener mis palabras, puesto que las consecuencias de la ley de antifraternización caerían primeramente sobre ti dada nuestra responsabilidad para con el ejército… ─y se hincó con una rodilla en el suelo sin soltarla, consiguiendo por una fracción de segundo que ella se turbara.


    ─… por favor no… no hagas eso… ─susurró, con las mejillas nuevamente enrojecidas.


    ─ Te amo… de verdad te amo y por muchos motivos ─sin embargo él pasó por alto eso y terminó besándole suavemente las manos─. No seré capaz de llegar a la cima si tú no estás a mi lado acompañándome como mi esposa y compañera de vida, y no únicamente como mi capitán subordinada a una relación de trabajo ─puntualizó levantando la vista, dedicándole una sonrisa levemente tímida y angelical.


    ─ Oh, Roy, esto es… ─la joven relajó el mohín al sonreírle dulcemente, con mirada de mujer enamorada─. ¿Me estás pidiendo matrimonio?


    ─ Sí, si tú me amas y estás dispuesta a que nos casemos en cuanto la ley de antifraternización sea abolida o modificada oficialmente ─admitió el alquimista poniéndose en pie, aún sin soltarle─. Entonces, ¿qué dices, me aceptas como tu esposo? ─agregó en tono alegre volviendo a besar sus manos.


    ─ Claro que sí… ─respondió la rubia soltando un suspiro, esperando a que le diera un beso más cercano.



    Tal vez el lugar no era ni mucho menos el mejor para declararse su amor en definitiva, pero ya no se negarían el beso que venían anhelando desde hace tanto tiempo… sus labios estaban a centímetros de hacer contacto cuando los ladridos de un perro les hicieron detenerse. Éste se dirigió al joven moreno moviendo la cola alegremente haciéndole fiestas, al parecer aliviado por ver que quien se encontraba con su amita era el mejor sujeto del mundo.



    ─ ¡Black Hayate! ─dijo Riza levemente asombrada de ver a su mascota ahí, ocultando su desilusión al soltar un nuevo suspiro pero esta vez de pesadez.


    ─ No creí encontrarte por acá, amigo ─le dijo a su vez Roy considerando que no había nada más por hacer que complacer al animalito, liberando las manos de ella para acariciar al can.


    ─… Abuelo, ¿acaso era necesario traer a Black Hayate aquí?… ─ella habló enfurruñada al momento que su pariente se apersonó en la estancia.


    ─ Lo siento mucho, querida, prácticamente he luchado con él por quince minutos… ya estaba haciendo mucho ruido y parecía desesperado por verte ─fue la excusa del anciano con una sonrisa apenada. Pero de inmediato se mostró aliviado al agregar─. Pero bueno, vine a decirles que la cena ya está lista, así que podemos pasar al comedor para que platiquemos de lo que gusten y quieran saber… ─agregó con jovialidad.



    Ambos jóvenes le miraron y se miraron fugazmente entre ellos, entendiéndose con ese intercambio, por lo que Riza fue la encargada en contestar:



    ─ Muy bien, abuelo, de hecho ya te estábamos esperando porque, indudablemente, le debes a Roy una explicación de motivos.


    ─ Claro, claro… entonces vengan conmigo y disfrutemos juntos los deliciosos manjares preparados especialmente por la mejor cocinera de Central ─opinó el viejo Führer y sin decir nada más caminó delante de ellos.



    La cena tuvo por demás una charla interesante sobre el pasado, donde Grumman le contó a Roy todos los pormenores necesarios de su relación familiar con Riza: el cómo conoció a Berthold Hawkeye; el cómo éste se casó con su única hija después de un par de años de trabajar para él; las desavenencias que tuvieron ante la sugerencia de que se hiciera Alquimista Estatal y su negativa; la separación familiar por demás dolorosa puesto que su hija no iba a abandonar a ese hombre estando ya embarazada, perdiéndoles la pista por varios años; la enfermedad de su esposa como consecuencia de la depresión; la intensa búsqueda que dio al final, tras largo tiempo, indicios de dónde podrían estar ocultos; la muerte de su esposa le obligó a guardar luto y posponer sus planes de recuperar a su hija y a su nieto (dado que en ese momento no sabía que era una niña); y, al final, pudo retomar sus pesquisas cuando lo conoció trabajando en el bar de Madame, ofreciéndose como su patrocinador y así enviarlo como estudiante de alquimia donde Berthold Hawkeye para tener noticias al día sobre su nietecita, Riza Hawkeye.



    ─ Ahora me siento un poco utilizado por usted, señor… ─comentó Roy con un poco de pesadez soltando un suspiro bajo, dedicándole a Riza una sonrisita tímida y disimulada.


    ─ No te quejes, muchacho, al final conseguiste lo que querías y hasta más de lo que soñaste… ─recalcó Grumman con una risita jocosa─… ¿o acaso vas a negarme que mi nieta es una gran mujer? ─recalcó, observando a su descendiente con cariño y orgullo.


    ─ Pero por supuesto que mi querida Riza es una gran mujer ─admitió el alquimista más alegre, mirándola a su vez con amor─. Si no fuera por ella yo no habría llegado tan lejos dentro del ejército.


    ─ No seas tan modesto y date algo de crédito, dado que eres tú el que ha trazado los planes con los que hemos avanzado hasta donde estamos ─a lo que la joven le reconvino con algo de firmeza si bien le sonreía.


    ─ Bueno, algo tenía que hacer bien aparte del papeleo, ¿o no? ─él le dedicó un guiño travieso sonriendo abiertamente.


    ─ Me da mucho gusto que se entiendan tan bien, así que ya podemos ir fijando la fecha de la boda ─les interrumpió Grumman rodeado de un brillo de felicidad, soltando una nueva risa.


    ─ Abuelo, en serio… ─Riza pareció un tanto contrariada por ese dicho.


    ─ Señor, no creo sea prudente anunciarlo tan pronto… ─y Roy, por su parte, sintió como sus orejas enrojecían intensamente. Aunque lo había pensado así la realidad le recomendaba actuar con calma.


    ─ Relájense, no se lo tomen tan a pecho… por lo menos se casarán antes de que me muera ─el anciano rió abiertamente, alegre de haber conseguido su objetivo. A pesar de todo no dejaría de hacer bromas a sus costillas de acuerdo a su costumbre, sí señor.



    Se pasaron otra media hora hablando de asuntos relacionados con el trabajo, en el Este y las negociaciones con Xing, de forma más relajada y libre de la presión del cuartel, hasta que Riza consideró que se estaba haciendo tarde y debían descansar ya que tenían que ir a trabajar al siguiente día ─a lo que Roy, como todo caballero, se ofreció a acompañarla a su departamento─, así que, después de ponerle la correa a Black Hayate, se despidió de su abuelo dándole un abrazo.



    ─ Pueden quedarse a dormir aquí, sin problemas, ya que hay muchas habitaciones que no se usan ─les dijo el anciano en tono picaresco correspondiendo el abrazo, guiñándole un ojo cómplice al alquimista─. Después de todo, un viejo como yo ya no se despierta tan fácilmente con cualquier ruido.


    ─ Señor, eso es… ─lo cual apenó al joven moreno en grado máximo tras tomar, por su parte, la correa de la mascota para llevarlo con él… o sea, no porque no quisiera darle su amor a su dama, pero nunca de esa manera.


    ─ Abuelo… te lo agradecemos pero no es nada correcto hacer lo que nos estás proponiendo… ─sin embargo la joven rubia no dudó en llamarle la atención con severidad cruzándose de brazos─. ¿O acaso te parece bien el que todos aquí en Central nos vean saliendo juntos de la mansión, sin siquiera haber hecho legal la anulación de la ley de antifraternización? ─remarcó.


    ─… Tienes razón, querida… discúlpame, no sé en qué estaba pensando… ─a lo que Grumman respondió en voz baja, visiblemente avergonzado de sí mismo.


    ─ Menos mal que lo reconoces ─dijo ella mudando el semblante, relajándose y volviendo a darle un abrazo.



    Correctamente se despidieron, ya pasadas las diez de la noche, dirigiéndose en el vehículo de Roy con rumbo al departamento de Riza (Black Hayate ladraba alegremente asomado por la ventana). Platicaron durante el trayecto de algunos otros puntos que sólo ellos sabían perfectamente de su relación a través del tiempo, puntos que no darían a conocer a Grumman ni a nadie más fuera del fallecido Hughes o la tía Chris, como el tatuaje en la espalda de Riza y su significado para ambos.



    En cuanto llegaron frente al edificio de departamentos en donde Riza vivía Roy le hablo muy seriamente antes de salir del auto, y hasta Black Hayate guardó silencio deduciendo que todavía tenían algunas cuantas cosas que aclarar.



    ─ Bueno, Riza, antes que nada tengo que dejar bien en claro que mi pretensión para contigo siempre ha sido noble y sincera ─mirándola fijamente hasta hacerla enrojecer por enésima ocasión en la noche.


    ─ Yo sé que sí lo es… ─fue su respuesta en voz calmada si bien volvió a desviar la vista con coquetería, guardándose un pequeño suspiro─… porque si no conociera de tu sinceridad jamás hubiera aceptado el trabajar contigo.


    ─ De verdad agradezco el voto de confianza a pesar de no merecerlo completamente ─observó el alquimista sonriendo tranquilo, haciendo que ella volviera a mirarle─. Pero aun así quiero dejarlo muy claro, porque no faltaran los rumores ni las murmuraciones malintencionadas sobre el hecho de haberme comprometido contigo para asegurarme el puesto de Führer en unos años más ─agregó.


    ─ De todos modos la gente siempre ha hablado de más, bien o mal, cuando se trata de ti… ─comentó ella sonriéndole de igual manera, minimizando el hecho─. Así que no dejemos nos afecte ya que nosotros sabemos que no es como ellos piensan ─añadió.


    ─ Tienes razón, como siempre… ─Roy se guardó un suspiro muy bajo de complacencia, orgulloso de saber que su decisión nunca había estado equivocada.


    ─ Es parte de mi trabajo… ─afirmó la chica en tono alegre.



    Roy descendió del auto para posteriormente abrirle la puerta trasera a Black Hayate, el cual descendió ladrando muy contento moviendo la cola, haciéndole fiestas a manera de recibir una caricia.



    ─ Permíteme un momento, amigo… ─le dijo el moreno tomando al mismo tiempo el obsequio que compró para Riza, las flores resguardadas dentro de una linda cajita, cerrando la puerta y volviéndose hacia ella con la intención de abrirle también la puerta a manera de mostrar su caballerosidad─. Mi querida Riza, yo sé que no es algo tan grande como el otro ramo pero este es más especial porque sí lo compré pensando en ti… ─añadió mirando a la joven con total ternura al tiempo que le extendía la mano para ayudarle, recibiendo de su parte una mirada y sonrisa enternecida de mujer enamorada.


    ─ Es tan lindo… ─confesó soltando un suspiro hondo, dándole la mano sin dudar.


    ─ Es lo menos que te mereces… ─añadió el alquimista más que emocionado, ya que al fin podría darle el beso que venía guardando desde hace mucho tiempo. Obviamente que no faltaba un poema romántico para la ocasión, algo que ya tenía bien memorizado de su repertorio.



    Bueno, a este punto Riza tampoco tenía que pensarlo demasiado, y ni bien se puso en pie se arrojó a sus brazos plantándole un suave beso en los labios, para enseguida abrazarle apoyando la cabeza en su pecho. Por el momento no necesitaba más que eso, sentirlo junto a ella como nunca antes.



    ─… Riza… ─dejándolo estático por unos segundos, embelesado y a la vez anonadado ante ese actuar poco común.


    ─… Roy, yo te amo y me siento tan feliz de estar a tu lado, en serio ─le dijo con voz dulce y una gran sonrisa dibujada en sus lindas facciones.


    ─ Yo también te amo ─respondió él románticamente cobijándola entre sus brazos, sujetándola por la cintura y acariciando a la vez su espalda como un gesto de cariño y protección─. Eres la única reina de mi vida ─añadió al final susurrándole amorosamente al oído, sin decir ni hacer nada más que disfrutar su compañía y el contacto cercano de sus cuerpos… bueno, no ocurriría nada si se guardaba el poema para otro día o podría pasar como un empalagoso.



    A todo esto Black Hayate volvió a silenciarse en el entendido de que no debía interrumpir esa muestra de amor entre sus amitos (porque claro, para el perrito ya no quedaba duda que Roy Mustang pronto sería su papá de verdad y vivirían todos juntos como una familia). Después de un par de minutos consideró que ya era demasiado tiempo para que lo ignoraran, y por ello no dudó en ladrar una vez más a manera de llamarles la atención por olvidarle, dando saltos alrededor de ellos.



    ─ Tranquilo, compañero… ─le dijo Roy tras separarse de Riza sin querer realmente hacerlo acariciando las orejas del perro al agacharse a su altura, recibiendo de su parte unos efusivos lengüetazos en las manos.


    ─ Black Hayate sabe que es hora de dormir… ─apreció la rubia con una sonrisa de complacencia en el rostro, ya que indudablemente tampoco hubiera querido separarse tan pronto de su amor.


    ─ Bueno, pues no se diga más… nadie quiere que Black Hayate se enferme por no dormir bien ─contestó el alquimista entendiendo que, lo mejor por ahora, era ir a descansar que para otras cosas pronto habría tiempo. Sin más se enderezó dándole un último y fugaz abrazo a la joven, recibiendo de su parte un pequeño beso en la mejilla─. Si nos damos prisa terminaremos con el tedioso trabajo de contar las encuestas antes de finalizar la siguiente semana, así podremos descansar unos días ─guiñándole un ojo con complicidad.


    ─ Así lo haremos, señor ─respondió ella dedicándole, al momento de separarse, un leve saludo marcial y una dulce sonrisa… al menos se había logrado el objetivo de esa noche.



    Retirándose en el auto Roy se dirigió al bar de su tía donde indudablemente daría rienda suelta a las ganas de brincar como loco de la inmensa felicidad que sentía, así perdiera el porte y la dignidad marcial… si ya había esperado una década de su vida por formalizar un compromiso matrimonial con Riza bien valía la pena soportar un par de meses más para que la ley de antifraternización fuera oficialmente modificada o abolida, así ya nadie podría juzgarles y vivirían abiertamente su amor.





    Nota final: cinco meses sin publicar... ¡cinco meses!
    Me disculpo profundamente con ustedes por haber ralentizado este fic, por muchos factores que no repetiré para no sonar excesivamente complaciente conmigo misma; sólo les pido que lo disfruten que en poco tiempo ya tendré la conclusión de la historia, un clásico cliché romántico que sin embargo esta pareja bien merece por todo lo que vivieron (para no quejarme que la autora no los haya casado pues los caso yo y asunto arreglado).




    Saludos y hasta la próxima.
     
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    InunoTaisho

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    Título:
    I have loved you all along (Roy M. x Riza H.)[FINALIZADO]
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    4391

    Nota de autor: con mi especial aprecio a javichulax , una motivación más para terminar esta historia.





    Parte 11



    [​IMG]





    Tras casi dos meses transcurridos desde la modificación de la ley de antifraternización, la cual ahora permitía relaciones más cercanas ─hasta de tintes románticos─ entre miembros de distintas facciones e incluso de un mismo comando con el debido permiso del oficial al mando, los compañeros de Mustang, Havoc, Breda, Falman y Fuery, esperaban que éste, libre ya de toda restricción, declarara al fin sus sentimientos de amor hacia Hawkeye. Pero fuera de algunos coqueteos más atrevidos del general hacia ella, y el hecho de que la capitán los tomara más a la ligera sin reñirle tanto como antaño, no parecía haber señales más claras de un acercamiento amoroso entre ambos.


    Para complicar las cosas y ante el asombro de todos ellos, Roy Mustang había decidido participar en el examen para renovar su licencia de alquimista, cuestión absolutamente trivial ya que el dominio que tenía sobre la misma había mejorado bastante a raíz de lo sucedido el “Día prometido” sumado con su prestigio como héroe de Amestris, por lo que no le encontraban ningún sentido a esmerarse tanto por ello… pero bueno, como ninguno de ellos sabe lo que realmente implica el estudio de la alquimia decidieron guardar silencio, haciendo apuestas en voz baja sobre cuánto tiempo más los tendrían en ascuas.



    Y esa tarde en especial, una hora después regresando del almuerzo…



    ─ ¡Al fin lo he conseguido!... No cabe duda que la plática con el coronel Armstrong fue de gran inspiración para mejorar detalles ─Roy salió al fin de su oficina privada, donde se había encerrado buena parte de la mañana ocupado en su proyecto, mostrándose bastante emocionado llevando unos manuscritos en mano sin mirar a nadie en particular.



    En ese momento preciso el teléfono sonó por lo que Riza contestó apresuradamente para evitar que su general se distrajera.



    ─ Oficina del general Mustang, capitán Hawkeye al habla… ─respondió, escuchando respetuosamente a la persona del otro lado de la línea─… un momento por favor, enseguida le comunico con él… ─añadió y enseguida se volvió a Roy para entregarle la bocina, dado que éste se le había acercado instintivamente pero sin despegar la vista de los papeles que llevaba a la mano, hablándole seriamente con su habitual profesionalismo─… Señor, su excelencia el Führer al teléfono.


    ─ Muchas gracias, capitán, como siempre tan eficiente… ─dijo el moreno tomando el aparato con cuidado después de entregarle los papeles, reacomodándose en el asiento de su escritorio para hablar con calma─… Aquí Mustang… el gusto es mío, su excelencia, precisamente tenía pensado hablar con usted sobre… claro, claro, usted dirá… ─y se abstrajo en una breve charla prestando toda su atención a su interlocutor─… no, no tengo ningún inconveniente… por supuesto, por supuesto, me parece un gran acierto de su parte el considerarlo…



    El resto del equipo continuó enfrascado en sus propios asuntos dado que, si querían salir temprano para poder ir a jugar un rato en las apuestas lo mejor era terminar su papeleo. Después de cinco minutos Roy Mustang colgó el teléfono y dejó escapar un ligero suspiro de pesadez antes de volverse a Riza, la cual continuaba cerca del escritorio esperando las nuevas órdenes.



    ─ Capitán…


    ─ Diga usted, señor…


    ─ Primeramente deberá usted llevar estos documentos al archivo para que sean almacenados de inmediato… ya están revisados, firmados y sellados por mí, así que no debe haber mayor problema ─dijo el general recomponiendo el gesto por uno de seriedad profesional al tiempo que le señalaba la carpeta que recién le había entregado.


    ─ Se hará como usted ha ordenado, señor… ─respondió la capitán sujetando con firmeza el legajo sin dejar de mirarle, a modo de esperar la siguiente orden─… ¿algo más que se le ofrezca? ─añadió tras un breve lapso.


    ─ Sí… el Führer solicita mi presencia estos días para ir detallando lo relacionado a la promoción de alquimistas estatales ─agregó él sin mostrar cambio en su semblante serio, aunque el tono de su voz revelaba que no le agradaba del todo la idea de ir a Central─, por lo que es necesario que usted me acompañe dado que sus servicios me son indispensables para ordenar todo… ─y en ese momento abrió uno de los cajones del mueble buscando algo, revolviendo un poco el contenido─… ¿dónde lo dejé?... ─haciéndose la pregunta en voz baja.


    ─ Si lo que está buscando es el reloj de alquimista déjeme recordarle que el día de ayer lo guardó en el escritorio del privado, porque no quería ensuciarlo mientras íbamos al entrenamiento de la tarde con Black Hayate ─mencionó ella en tono monocorde sin mostrar ninguna alteración en su rostro.



    Los demás disimularon risitas para que su superior no les oyera, imaginando lo que seguiría a continuación.



    ─ Es verdad, capitán, pero que olvidadizo me he vuelto con todo esto de la promoción para los alquimistas… ─dijo Roy tras darse un suave golpe en la frente─. En serio no sé qué sería de mi triste vida sin usted ─volviéndose inmediatamente a su asistente con una leve sonrisa en el rostro.


    ─ Se moriría sin ninguna duda… ─ a lo que Riza respondió con un suave regaño sin aparente cambio en su actitud marcial, si bien le brindó una pequeña mueca de diversión que los otros apenas si notaron─. Definitivamente tengo que ir con usted a Central o es capaz de perderse en los pasillos ─dedicándole el saludo correspondiente abandonó la oficina para dirigirse al archivo.


    ─ Bien, señores, como ya escucharon la capitán y yo estaremos el fin de semana en Central ─en cuanto ella salió el moreno se volvió a sus subalternos retomando nuevamente su porte─, así que espero podamos contar con su apoyo para mantener todo en orden.


    ─ ¡Sí, señor, como usted ordene! ─respondieron los cuatro saludando desde sus lugares.


    ─ Bien, bien… ─dicho esto se levantó de su asiento para volver una vez más a la oficina privada, no sin antes dejar algunos detalles claros─… Falman, serás el encargado de ordenar la documentación que clasifiquen estos días… Havoc, Breda, si no es mucho pedir tendrán que doblar sus deberes, ya después nos pondremos de acuerdo en la remuneración… Fuery, lo más importante es que te encargues de Black Hayate dado que tendremos días muy ocupados para llevarlo, y claro que también tendrás un extra por ese servicio, no lo dudes.


    ─ ¡Así se hará, señor! ─por un poco de dinero extra nadie se negaría a trabajar unas horas más.



    Esa tarde Roy y Riza viajaron con rumbo a Central, pasando desapercibidos entre la gente por ir disfrazados como una pareja de emocionados pueblerinos que visitarían por primera vez la ciudad capital del país. Así pudieron platicar holgadamente de varias cosas sin tocar asuntos de trabajo pero sin ir más allá de una discreta invitación a cenar al siguiente día, en cuanto terminaran el encargo del Führer y antes de regresar al Este, lejos de las indiscretas miradas de sus curiosos subordinados. Educadamente él la acompañó hasta su departamento, despidiéndose con prontitud dado que al siguiente día tendrían que presentarse en el comando a primera hora… ya habría tiempo para el romance más adelante, y para lo que Roy tenía en mente.



    ─ ¡Muy buenas noches, mis bellas damas!─dijo a modo de saludo a las jóvenes que laboraban en el bar con su tía, dirigiéndose a la barra tras soltar un bostezo de cansancio─. Madame, estoy muerto de sueño.


    ─ ¡Hola, Roy-boy! ¡Bienvenido! ─varias de las chicas le regalaron sonrisas pícaras y coquetos guiños de ojos sin dejar de atender a sus clientes, y las que estaban desocupadas se acercaron a saludarle dándole unos cuantos besos en las mejillas.


    ─ Hola, Vanessa… hola, Katie… hola, Jennifer… ─él correspondió los gestos con una sonrisa, dejándose consentir un poco.


    ─ Vamos, chicas, que tienen trabajo y éste desobligado no paga ni un quinto… ─a lo que la dueña del bar las reprendió un poco instándoles a que se fueran y los dejaran solos, y enseguida se volvió a él sirviéndole un aperitivo al tiempo que le llamaba la atención de forma severa pero cariñosa─. Espero que no hayas dejado que Elizabeth se fuera sola a casa, Roy-boy.


    ─ Me educaste para ser un caballero, Madame, así que no puedes poner en duda eso ─respondió el joven moreno tomando el licor con prontitud para pasarlo por su garganta de un trago, haciendo al final una mueca─. ¡Este si es fuerte! ─exclamó con voz ahogada.


    ─ Entonces, ¿al fin lo tienes listo? ─le cuestionó la dama a continuación sin hacer caso de su gesto, mirándole fijamente con curiosidad.


    ─ Claro que sí, Madame, puedes darle el visto bueno ─a lo que el alquimista extrajo del bolsillo de su gabardina una pequeña caja forrada de terciopelo negro, mostrándole el contenido─. Me llevó más tiempo de lo que esperaba pero creo que el resultado valió la pena por muchas cosas…



    La tía Chris lo observó detenidamente sin extraerlo del estuche, sonriendo de forma cómplice.



    ─ Sin duda alguna Elizabeth se sentirá honrada y feliz… y espero que algún día yo también reciba algo de tu cosecha, mi querido Roy-boy ─le dijo tras devolvérselo.


    ─ Por supuesto, mi querida Madame, no dudes que para ese gran día tú también estrenarás algo muy bonito, de mi cuenta corre ─expresó el aludido guardando el pequeño estuche, y después volvió a bostezar estirándose exageradamente─. No es que yo sea un descortés pero mañana me espera una jornada muy larga, y el Führer es más exigente que tú cuando se trata de trabajo especial…


    ─ Por mí no te detengas, que lo que nos sobra aquí es trabajo y mi tiempo es oro… ya sabes cuál es tu habitación ─respondió la señora con leve aspereza a modo de despedida al tiempo que una de las muchachas se aproximaba para entregar una cuenta.


    ─ Ya entendí, ya me voy… ─comentó el moreno tras soltar una risita baja y sin más se retiró al interior del bar, dispuesto ya a descansar.



    Al siguiente día Mustang se reunió en privado con el Führer Grumman pues tenían que tratar asuntos muy particulares, en tanto Riza fue enviada a clasificar parte de la importante documentación necesaria para el desarrollo de las promociones de alquimista de los candidatos que se presentarían ese año… el pretexto perfecto para ultimar detalles.



    ─ Entonces, Mustang, ¿cuándo puedo ir preparando la boda? ─fue la pregunta directa del anciano en cuanto el moreno entró en la oficina, mirándole fijamente de forma escrutadora─. Mira que te he concedido los dos meses de plazo que me pediste puesto que mi adorada nieta se merece lo mejor que pueda darle ─puntualizó muy serio con los brazos cruzados sobre el pecho.


    ─ Descuide, señor, descuide… como recordará no era prudente precipitarse para que nadie fuera a mal interpretar las cosas ─respondió el joven general aproximándose al escritorio, conservando la calma con una pequeña sonrisa dibujada en los labios.


    ─ Tienes razón, muchacho, aunque de todos modos la gente siempre ha hablado mucho de ti, para bien o para mal ─señaló el viejo en tono resignado descruzando sus brazos a modo de rendirse.


    ─ Lo que significa que mi actuación de flojo incompetente encantador de mujeres sigue siendo bastante creíble ─expresó Roy soltando una breve carcajada y, metiendo la mano en el interior de su chaquetín, tomó una cajita para entregársela a Grumman─. Olvidémonos de los demás, mejor disfruté la vista de lo que su nieta se merece… pienso entregárselo en cuanto terminemos el trabajo aquí, así ya podremos hacerlo oficial sin demasiados contratiempos.



    El viejo pareció complacido tomando el obsequio, admirando los finos detalles con ojo crítico.



    ─ Vaya, por lo que veo la charla que sostuviste con el coronel Armstrong hace unas semanas fue por esto… ─meditó con aire encantado en cuanto volvió a verle, regresándole la cajita.


    ─ Si, sus consejos me ayudaron mucho a mejorar el diseño y corregir ciertos errores de cálculo. Porque claro que mi amada Riza se merece lo mejor ─afirmó el alquimista con sonrisita de suficiencia guardándola con cuidado─. Ahora y si usted me lo permite, señor, ya podemos hablar sobre las cuestiones de trabajo pues es más que necesario contar con buenos alquimistas en esta ocasión para equilibrarnos ─añadió para dar por zanjado el tema, recobrando la seriedad profesional.


    ─ Bien, muy bien… ─Grumman se mostró de acuerdo con ello así que también recuperó el porte.



    Así pasaron dos días enfrascados en una labor de suma importancia que requería toda su atención, inclusive Mustang se comunicó vía telefónica con Edward Elric para solicitarle su apoyo en el asunto, recordándole que, a pesar del desenlace del “Día prometido”, seguían considerándole como un importante miembro del grupo de Alquimistas Estatales y que por ello, al concluir el evento, recibiría una buena compensación. Al final, como Roy y Riza ya habían acordado su cita con antelación no hubo necesidad de decirse nada más cuando se despidieron esa tarde al salir del cuartel, retirándose cada quien por su lado.



    Ya eran cerca de las nueve de la noche cuando alguien llamó a la puerta del departamento de Riza.



    ─ Llegaste justo a tiempo ─ella saludó al recién llegado con una sonrisa, permitiéndole pasar.


    ─ Menos mal que Madame tenía mi ropa lista… cuando quiere le gusta consentirme ─fue la respuesta de él adentrándose hasta el área donde se encontraba la mesa, colocando sobre la misma un paquete de tamaño mediano─. Por cierto encargo este postre especialmente para ti, espera que sea de tu agrado ─añadió, volteando a verla para dedicarle una sonrisa galante─. ¿Te he dicho ya que luces hermosa?


    ─ Muchas veces, adulador… ─comentó la joven con las mejillas levemente encendidas, acercándose a su lado después de cerrar la puerta─. Supongo que el postre servirá para completar la cena… ya sabes que yo no cocino muy bien.


    ─ Por lo menos tenemos asegurado un café para saborear el postre… ─Roy rio por lo bajo ante la modestia de Riza, recibiendo de su parte un suave coscorrón como castigo por burlarse indirectamente de su comida.



    Se pasaron más o menos una hora entre charlas diversas al tiempo que degustaban la sencilla cena preparada por la rubia, desde cosas tan superfluas como el nuevo peinado de Rebecca Catalina para conseguir novio o los rumores del cuartel Central sobre el hecho de que, al parecer, el Führer tenía un nuevo pasatiempo que incluía a la viuda del anterior Führer; hasta lo sorprendente del desarrollo científico que haría posible la transmisión de imágenes y sonido vía remota o la construcción de un vehículo volador con motor. Tantas cosas habían mejorado desde que cambiaron de gobierno, y ahora esperaban avanzar con mayor firmeza hacia una sociedad sin sangrientas guerras hasta llegar a la ansiada democracia.



    En algún momento Roy consideró que había de poner ambiente para lo que tenía en mente.



    ─… por cierto y si me lo permites creo que es la hora de las “Variedades Musicales” en Radio Capital ─diciendo esto mientras se ponía en pie para dirigirse al pequeño aparato de radio que Riza tenía sobre una repisa.


    ─ No sabía que hubiera un programa así en Radio Capital… ─manifestó la rubia con una sonrisa.


    ─ Madame siempre sintonizaba Radio Capital a estas horas, para distraer a los parroquianos en los días que el bar no estaba muy lleno ─expuso él tras encender el aparato.



    Tras un par de segundos encontró la señal que estaba buscando, justo cuando el locutor anunciaba la nueva pieza musical de su repertorio tras dar la hora y mandar algunos saludos.



    ─ Mira qué bien, esa es una gran melodía ─observó el alquimista sonriendo complacido. Galantemente le ofreció su mano derecha a Riza invitándola a ponerse de pie─. Mi bella dama, ¿me concede usted esta pieza?


    ─… ─ella pareció dudarlo por un momento dedicándole una leve mirada analítica; sin embargo aceptó la invitación tras volver a sonreír─… Bueno, caballero, acepto porque me lo pide amablemente.



    Así bailaron suavemente durante el tiempo que la canción estuvo sonando, siguiendo el ritmo en perfecta sincronía. Al cabo de unos minutos escucharon los compases finales y el locutor anuncio de inmediato el nombre de la siguiente pieza que ya empezaba a sonar; y por pura inercia se mantuvieron abrazados muy cerca aunque ya no bailaban y sólo giraban lentamente en círculos sobre sí mismos.



    ─ ¿Quieres seguir bailando? ─le preguntó él galantemente hablándole muy cerca del oído, con los ojos cerrados disfrutando el aroma de su perfume.


    ─ Quiero quedarme así contigo… ─respondió ella en un ronroneo dulce.



    Y al término de la canción el locutor dio paso al siguiente corte comercial de los patrocinadores, por lo que Roy consideró había llegado el momento. Apartando a Riza de forma gentil le dijo:



    ─ Amada mía, tengo este obsequio para ti y no es sólo por petición de tu abuelo… ─agachándose frente a ella con una rodilla en el suelo después de sacar la cajita negra del interior de su saco, abriéndola para mostrarle su contenido─… ya que uno de mis mayores anhelos es que al fin vivamos juntos como marido y mujer…


    ─… Oh, Roy, es tan… hermoso… ─obviamente la joven soltó una pequeña exclamación de sorpresa, alegría y ternura al admirar el precioso anillo de oro hecho con alquimia, como muestra de formalizar el compromiso matrimonial de unos meses atrás.


    ─ Esto y más te mereces, y de mi cuenta corre el que seamos felices juntos ─el alquimista se levantó y sin más le colocó el anillo en el dedo correspondiente, besándole la mano con suavidad─; claro, si aceptas ser mi compañera de vida ─añadió dedicándole una sonrisa picaresca.


    ─ Por supuesto que sí, tonto… ─respondió ella sollozando levemente de alegría, y prontamente rozó suave y apasionadamente sus labios tomándole delicadamente por las mejillas.



    Si no fuera porque en ese momento sonó el teléfono lo más seguro es que el beso se hubiera prolongado un poco.



    ─ Mi abuelo… ─Riza soltó un breve suspiro de resignación al apartarse de Roy.


    ─ Tu abuelo… ─dijo él al mismo tiempo dejando escapar un suspiro de pesadez. Prontamente agregó─. Lo mejor sería que le contestes o no dejará de insistir.


    ─ Tiene lógica que lo digas ─admitió ella y sin más se dirigió a contestar el aparato, con Roy siguiéndola de cerca para escuchar lo que el anciano tuviera que decir─. ¿Diga? ─preguntó cortesmente haciéndose la disimulada.


    ─ Riza, querida, soy tu abuelo… espero no estar interrumpiendo algo importante ─dijo Grumman alegremente con leve picardía.


    ─ La verdad sí, abuelo, precisamente ahora estoy muy ocupada y no puedo desviar mi atención… adiós ─confirmó la joven rubia con bastante seriedad y sin más que añadir colgó.


    ─ Eso fue bastante rápido… ─observó por su parte el alquimista sin poder aguantar una leve carcajada de diversión, imaginando el gesto sonriente del viejo ahora descompuesto en un puchero.


    ─ Así es como se hacen las cosas ─expresó la dama, volviendo a abrazarle al tiempo que le sonreía amorosa─. Entonces, ¿en qué estábamos?


    ─ En que accediste a ser mi esposa, así que… ─manifestó él de forma galante antes de volver a besarla.



    Por lo menos pudieron besarse medio minuto antes de que el teléfono volviera a timbrar.



    ─ ¿Quién podrá ser ahora? ─exhaló Riza con pesadez sin querer apartarse de su amado.


    ─ Sin temor a equivocarme puedo asegurar que tía Chris también quiere saber los pormenores… ─respondió Roy tratando de mantenerse sereno, pero en el fondo sintió ganas de soltar una palabrota ante la inoportunidad de la persona al teléfono.


    ─ Siendo así considero que debes ser tú el que conteste ─señaló ella y sin más le permitió acercarse al aparato.


    ─ Ya que… ─él soltó un gruñido ahogado y levantó la bocina, carraspeando para adquirir un tono de voz serio─. No estamos interesados en comprar bienes raíces en Xing, gracias… ─haciendo al momento un comentario absurdo y fuera de lugar evitando decirle a su tía nada que pudiera molestarla, pero consiguiendo que su acompañante se tapara la boca para disimular una carcajada.


    ─ No te hagas el payaso conmigo, Roy-boy… ─sin embargo Chris Mustang no pareció tomárselo con buen humor reconviniéndole en el acto.


    ─ Madame, no quiero ser grosero con usted pero me encuentro en una reunión muy importante para lograr un acuerdo mutuo de vida… tú sabes, las responsabilidades de un general son muchas ─él no se dio por nombrado así que no modificó la entonación de voz, dándose sus aires de importancia. Sin embargo, recobrando el tono juguetón, añadió─. Por cierto mi colega aquí presente está muy agradecida por el pay, ya que nos permitió terminar la cena de forma por demás deliciosa.


    ─ Siempre es un gusto saborear sus postres, Madame ─comentó Riza alegremente acercándose al altavoz para saludar a la señora, dándole un suave codazo a Roy en las costillas para que se dejara de bromas.


    ─ De verdad espero que ese desobligado ya haya cumplido con el trabajo que tenía pendiente para contigo, querida ─fue el comentario de la tía Chris soltando una risita.


    ─ Madame, por favor no pongas en duda mis capacidades ni me hagas quedar mal delante de mi futura esposa… y si nos disculpa tenemos un negocio que consumar, así que no me esperes despierta ─fue Roy el que terminó la plática empleando una vez más el acento grandilocuente, colgando la bocina tras despedirse.


    ─ Si lo dices de esa forma pareciera que nuestro negocio es un asunto muy sucio, y hasta es posible que Madame piense… cosas ─insinuó Riza riendo por lo bajo, abrazándose a Roy una vez más.


    ─ Cariño, si mi tía no me conociera lo suficiente tenlo por seguro que me hubiera gritado ─arguyó él sin darle mucha importancia, retribuyendo el abrazo─. Lo que sí me inquieta es que tu abuelo interprete lo que le dijiste de una forma… poco convencional ─adicionó risueño.


    ─ Bueno, entonces no le demos motivos para hacer volar su imaginación… ¿qué te pareces si vamos al nuevo club de baile? ─propuso su interlocutora para después besarle con suavidad.


    ─ Me parece perfecto para bajar la cena ─respondió el alquimista tras soltar un breve suspiro de satisfacción saboreando el beso.



    En poco tiempo ya se encontraban en el salón de baile, dispuestos a terminar una velada maravillosa de forma divertida.





    Epílogo:




    El tiempo ha seguido su curso y ahora nos encontramos a la pareja frente al altar de la capilla principal de la Ciudad del Este, para concretar al fin el matrimonio ante la sociedad. Entre los invitados especiales se puede ver por supuesto que al Fürher Grumman y a Madame Chritsmas sentados en primera fila, a Grecia y Elicia Hughes al lado de ellos, a Ling Yao con gran parte de su séquito de servidores de Xing, la viuda de Bradley acompañada por su hijo Selim, algunos miembros de la familia Armstrong, los señores Curtis, los integrantes del fiel escuadrón de Mustang con Rebecca Catalina, y por supuesto que los hermanos Elric acompañados por Pinako Rockbell, Winry y la joven May Chang, quienes habían fungido como damas de compañía de la novia.



    ─ General Mustang, ha llegado el momento de decir sus votos ─indicaba en ese momento el ministro del servicio dirigiéndose a Roy.


    ─ Antes que nada me permitiré dedicarle a mi querida Riza unos cuantos versos acordes con mis votos ─comentó él tomando la palabra, sorprendiéndola un poco por cambiar esa parte del protocolo.


    ─ Adelante ─indicó el señor ministro.


    ─ A ti doncella primorosa de digna belleza, que fuiste niña nacida en elegancia, que eres la dueña de la gracia y la delicadeza, que jamás titubeas frente a las desgracias… ─tras carraspear brevemente y tomar las manos de Riza entre las suyas, Roy comenzó su poema─. A ti, que llevas la jovialidad en los ojos, que te paras frente al espejo para mirar tu piel…



    Sentado en las bancas, en el sitio de los invitados, Edward Elric le masculló a su hermano las siguientes palabras manteniendo un gesto de estupefacción y leve desagrado:



    ─ No puedo creerlo, Al, de verdad no puedo creerlo.


    ─ ¿El qué, hermano? ─fue la respuesta de éste mirándole a través del rabillo del ojo ya que no quería perderse los detalles de la ceremonia.


    ─ El que ese hijo de… el bastardo de Mustang, haya logrado… casarse con la capitán… ─escupió el mayor Elric en voz baja ya que su novia volteó a verle en ese preciso instante.


    ─ ¿Decías algo, Ed? ─le cuestionó inquisidora.


    ─… que eres la franca razón de todo mi gozo, que conformas la imagen de una musa adorable… ─mientras la elegía de Roy seguía escuchándose en voz alta.


    ─ Nada, Winry, sólo es un comentario entre hermanos ─argumentó el aludido con total formalidad sin mirarla directamente, enrojeciendo de las orejas.



    Ante esto la joven no pareció muy convencida más sin embargo decidió no hacer otro comentario y pasarlo por alto, convencida de que se enteraría más tarde.



    ─ A mí me parece bien que el general y la capitán ya pudieran casarse sin preocupaciones ─añadió Alphonse inmediatamente respondiendo la observación de su hermano, como si no hubieran sido interrumpidos.


    ─ No digo que no me agrade, sólo creo que la capitán pudo… ─titubeó Ed avergonzado, para prontamente opinar lo siguiente─... ¿Acaso es necesario ser tan cursi como Mustang para casarse?


    ─… A ti van dedicados estos amables versos porque eres sabiduría e inspiración suprema, mujer, el motivo por el que existe el afecto, mujer, tu ser se muestra en este humilde poema ─ya que justo en ese momento el alquimista terminó su disertación arrancando varios suspiros y aplausos de las damas presentes.


    ─ ¡Pero qué romántico! ─fue el dicho de varias de ellas, incluidas Pinako, Winry, May e Izumi Curtis.



    Ya a la salida de la iglesia la pareja se besó nuevamente a petición de todos los presentes, confiados en el que juntos, con la ayuda de quienes como ellos ansiaban y deseaban lo mejor para toda la gente de Amestris, avanzarían hacia ese futuro soñado en libertad.





    Nota final: al fin he terminado con este escrito que me llevó bastante tiempo. Con todo lo cliché que pueda parecer ─ya no puedo abandonar mi fangirleo Royai, y aún así he procurado no ser empalagosa para no caer en OcC innecesario─ lo dejo aquí para que lo disfruten.


    Mi especial agradecimiento al negro Diccnero aka Luncheon Ticket (autor de los versos que recita Roy), y a la nueva amiguita que mencioné allá arriba por apoyar este proyecto con entusiasmo. Saludos y gracias a todos los lectores y seguidores de mi pequeño pero largo proyecto.
     
    Última edición: 8 Febrero 2022
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    javichulax

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    AYYY LO AMÉ NO SABES CUÁNTO DEFINITIVAMENTE MI FIC FAVORITO, ESTUVO HERMOSO!!!! muchas felicidades <3
     
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