Comedia Sosonia 2: Continúa la diversión

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Sonia de Arnau, 21 Octubre 2011.

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    Marina

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    Jajaja, otro divertido capítulo. Por un momento me puse en el lugar de Todd. Sí que ha de ser muy aburrido cuando el negocio no va muy bien y todas esas excusas que le dio Braket de por qué no podía cerrar el puesto de jugos me hicieron reír... aunque eran buenas excusas, ¿no? El puesto de donas y el de jugos son así como novios, ¿verdad? uno complementa el otro xD

    Y mira, su nuevo hobbie le resultó a Todd por completo infructífero. Un poco más y terminan por completo perdidos en el bosque misterioso. Qué bueno que Braket los encontró... oh, no, más bien dicho, ¡qué bueno que olvidaron el abrelatas! jajaja.

    Siempre me divierten las aventuras que viven los personajes de Sosonia, así que espero leer el que sigue.

    Sin más: TKM
     
    Última edición: 4 Julio 2014
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    ¡Ese Hijo es.... ahhgg! Me desespera así como me hace reír. ¿Casi decirle héroe a su padre? xDDD Ay, por Dios, es un convenenciero desvergonzado y atrevido. Otro de los personajes que ¡me encanta! Ps, de qué hablo, si todos aquí tienen su encanto. Braket por ejemplo que no sabe hacer nada más que exagerar las cosas como siempre y ponerse de dramático. Ay, lo que Master ha dicho de los puestos me hizo reír xD Creo que de alguna forma queda bien dado que los hijos de los dueños tienen ese papel de novios lol

    Aunque a quién engaño. Yo misma no habría ido a acampar con alguien inexperimentado como Todd y mucho menos en el bosque Misterioso o.o. No le tengo confianza a ese bosque por malos recuerdos (cortesía Triple, muchas gracias xD), así que en eso apoyo a Hijo. Pobre del Remus, su sueño se vio perdido en el fondo del bosque, pero al menos ahora sabe que no hay nadie como él para preparar jugos en Sosonia. Y lo sabes, me ha hecho reír como siempre. Espero con ansias el próximo. Te me cuidas.

    Hasta otra.

    P.D. Braket debería agradecerle al bosque porque Hijo lo abrazó xD Eso no todos los días, jajaja.
     
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  3. Threadmarks: Un día en la vida de Rayo
     
    Sonia de Arnau

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    Título:
    Sosonia 2: Continúa la diversión
    Clasificación:
    Para todas las edades
    Género:
    Comedia
    Total de capítulos:
    19
     
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    Bueno, después de mucho. Se ,e da el poder subir un capñitulo más :) Disculpen la demora. Disfrutenlo, por cierto, este episodio es especial para @Borealis Spiral se que te gusta mucho este personaje y que me pedias que lo sacara más, bueno, he aquí:

    UN DÍA EN LA VIDA DE RAYO
    En el hogar de los Veloz, la madre de Rayo limpiaba el piso de la casa y cuando terminó su labor, se dirigió a la sala donde se encontraba su único hijo sentado en el sillón de una sola persona, mientras veía la televisión. Era prácticamente todo lo que hacía en el día desde que se levantaba y él le decía constantemente que no le gustaba salir porque la gente de afuera era tonta y loca (y por gente se refería más que a nadie a Triple y a Michigan). Sin embargo, ella como madre siempre había estado preocupada porque temía que su hijo fuera un antisocial, ya que desde que era pequeño nunca le había gustado salir a jugar o hacer otras cosas con los demás niños; siempre hacía todo solo.

    —Hijo, me inquieta que no salgas de la casa —le dijo con un tono de voz dulce y suave.

    —No debería —fue la cortante respuesta de él.

    —Es malo no tener amistades —insistó la madre.

    —Te digo que no es para tanto —En ningún Rayo momento dejó de prestar atención a la televisión—. Además, sí tengo amistades.

    —¿En serio? Es grandioso escuchar eso. ¿Puedo conocerlos?

    —¿Conocerlos? —finalmente dejó de prestarle atención a la pantalla para mirar a su madre, quien mostraba en su rostro una alegría sin igual—. ¿Y para qué quieres hacer eso? —Rayo se preocupó porque le había mentido dado que no consideraba a nadie con ese calibre.

    —¿Cómo que para qué? Quiero saber cómo son tus amigos. Por favor, tráelos a casa, les prepararé galletas y café o chocolate, lo que prefieran.

    —Pero… —no pudo detenerla porque ya había desaparecido en la cocina, muy ansiosa de que la visitaran. Sin embargo, casi al instante sacó su cabeza para mirar que su hijo no había movido ni un milímetro de su cuerpo.

    —¿Sigues aquí? Anda, ve por ellos que los espero.

    Rayo suspiró y después de apagar el televisor con el control, se levantó del sillón y salió de casa para volver a suspirar. ¿Ahora de dónde iba a sacar amigos? Después de pensarlo detenidamente, se dirigió con las primeras dos personas que se le vinieron a la mente; las únicas dos personas que conocía, no mucho, pero lo suficiente para montar una farsa. Al percibir a Coletas e Hijo, se acercó a ellos.

    —¡Oigan! —les gritó para llamar su atención.

    —Rayos, es Rayo —mencionó Hijo asustado y desconfiado. Coletas se dirigió a él sin ninguna pena o temor.

    —Hola, Rayo, me alegra verte por aquí, ¿qué se te ofrece?

    —¿Les gustan las galletas y el café o chocolate?

    —¿Galletas? A mí sí —informó Hijo quitándose sus anteriores sentimientos por unos malos, a saber, alegría y hambre.

    —¿Quieren venir a mi casa?

    Hijo volvió con sus anteriores emociones. La manera en que pronunció “venir a mi casa”, le pareció sumamente sospechosa.

    —¿Por qué? —preguntó interesado el moreno.

    —Mi madre quiere conocer a mis amigos.

    —Ah, pues los saludas de mi parte.

    Hijo iba a caminar pero Rayo puso su brazo frente a él para evitar que siguiera el paso.

    —Ustedes van a hacerla de mis amigos.

    —Los amigos no se hacen en unos segundos —susurró Hijo.

    —¿Eh? ¿Has dicho algo? —Rayo se hizo el desinteresado.

    —Hijo tiene razón. ¿Por qué no le pides a Triple y a Michigan que te acompañen? Ellos son tus amigos, ¿no?

    —¿Ellos? —lo pensó bien unos instantes—. ¿Lo son? Los espero en quince minutos.

    Sin más, el brabucón se fue de allí y al perderlo de vista, Hijo le preguntó a Coletas:

    —¿Y ahora qué vamos a hacer?

    —Ir. Ya fuimos invitados y no podemos rechazar una invitación.

    Michigan pasaba por allí y había escuchado la conversación de los tres, así que cuando Rayo se fue, inmediatamente corrió a casa de Triple. Al llegar, tocó la puerta con fuerza.

    —¡Triple! ¡Triple! ¡Triple!

    El nombrado abrió la puerta, enojado, debido a que el escandaloso estuvo a punto de echarla abajo.

    —¡Michi, ¿ahora qué quieres?! Olvídalo si se trata de tus bosques.

    —Triple, Rayo invitó a unos amigos a su casa y no nos invitó a nosotros.

    —¿Y eso qué? Espera, ¿cómo dices? ¿Rayo tiene amigos?

    —¿Puedes creerlo? Y no nos invitó a nosotros —dijo Michigan, indignado.

    —Nosotros no somos amigos de él.

    —Pero si hasta hicimos un equipo.

    —Y ese equipo era un equipo de compromiso, sólo eso, un equipo de compromiso.

    Michigan se puso triste al saber eso.

    —¿Eso quiere decir que Coletas e Hijo son más sus amigos que nosotros?

    —Un segundo. ¿Has dicho Coletas? ¿Coletas está en casa de Rayo?

    —Así es.

    —¿Mi peor enemigo está en casa de alguien que nada tiene que ver conmigo? —inquirió Triple ahora también sintiéndose indignado.

    —Esa fue una pregunta extraña, pero sí.

    —No puedo permitir eso, que ese infeliz haya preferido a Coletas que a mí.

    Ante esto, el castaño junto al extranjero se dirigieron a casa de Rayo y al estar frente a la puerta, Triple la tocó.

    —¿Ahora qué? —dijo Rayo toscamente al abrirla y ver al par del otro lado.

    Sin decir nada o siquiera saludar, Michigan entró a la casa seguido de Triple.

    —¡Oigan! ¡Salgan de mi propiedad! —gritó enojado Rayo.

    —Ajá —exclamó Triple apuntando al par de chicos que yacían sentados en las sillas de la mesa del comedor, teniendo enfrente un plato de galletas con chispas de chocolate y a un lado de éste un vaso que tal vez contenía lecho o chocolate caliente.

    —¿Triple? —Dijeron al unísono el par de amigos—. Oh, y Michi también.

    —Hijo, no sabía que tenías otros amigos —dijo la señora de la casa saliendo de la cocina con una charola que contenía más galletas—. No seas mal educado y diles que tomen asiento.

    —Sí, madre —susurró Rayo con ahogada—. Por favor, tomen asiento —dijo entre dientes a Triple y compañía.

    —¿Gustan galletas?

    —Sí, señora, muchas gracias —habló Michigan alegre y con cordialidad tomando asiento a un lado de Hijo. Triple hizo lo mismo al sentarse del lado de Coletas, pero dejando una silla vacía de por medio y sin dejar de mirarlo amenazantemente.

    —Madre, déjame presentarte a mis otros amiguitos. Ellos son Bambi y Junior —comentó Rayo con sorna.

    —¡Hey! ¡Que no me llamen así! —se escucharón las quejas de ambos mirando con inconformidad al anfitrión.

    —Ah, pero qué simpáticos nombres, me recuerdan a… Oh, a que tengo que hacer más galletas. Iré a la cocina y ahora regreso. Cualquier cosa que se les ofrezca y no duden ir allí.

    La madre desapareció de la sala.

    —Ahora sí, ¡largo de aquí! —gritó Rayo por demás colérico a los dos no invitados.

    —¿Por qué no nos invitaste, Rayo? —preguntó decepcionado Michi.

    —¿Por qué invitaste a éste? —cuestionó ahora Triple señalando a su némesis despectivamente.

    —¡Hey! Este tiene nombre y es Coletas —se defendió el ofendido.

    Con esto, se declaró una discusión entre Michi, Hijo, Triple y Coletas.

    —¡Guarden silencio que están en casa ajena! —explotó irritado Veloz y se acercó al extranjero y tomándolo del cuello de la blusa lo acercó a su persona y con ojos llenos de amenaza, gritó—. ¡Largo de aquí! Ustedes no son invitados.

    —Oh, hijo, ¿sucede algo? —la madre se asomó de la cocina al escuchar la silla arrastrarse con brusquedad.

    —No es nada, mamá —en ese momento, el escurridizo de Michigan se escapó de las garras del joven rebelde, lo que hizo que al volver su vista a su víctima, se asombrara al ver su mano sola y a Michigan a un lado de Triple, quien dijo a Coletas:

    —Rayo es más conocido y amigo de nosotros que de ustedes dos.

    —Así es —afirmó a su amigo—. Por ejemplo, yo molesto más a Rayo que ustedes.

    —Y te sientes feliz por eso, ¿verdad? —preguntó para nada contento el del cabello bicolor.

    —Nosotros solo fuimos invitados por él —informó Coletas —y vinimos por ser educados.

    —Ustedes dos son solo una molestia aquí —habló Rayo con irritación, por demás cansado de escuchar las absurdas declaraciones de De Lizaldy y City.

    En eso, la señora Veloz salió de la cocina con más galletas y vasos que contenían bebida caliente, miró a su hijo y preguntó algo preocupada por ver sus ceño fruncido.

    —¿Sucede algo?

    —Nada —trató de tranquilizarse y continuó mirando a los intrusos —Es solo que ellos ya se iban.

    —¿Ya se iban? —la señora se sorprendió, pero también demostró algo de tristeza por eso —No por favor, sigan comiendo más galletitas, acabo de hacerlas.

    Veloz miró amenazantemente a Triple y a Michigan, quienes al sentir su mirada penetrante, tragaron saliva con dificultad y aun más cuando les sonrió; pero más que desmostar siquiera una sonrisa falsa, demostraba una mueca de furia. Rayo continuó con un nudo en la garganta, pues ganas de gritar no le faltaron.

    —Ya escucharon, tomen asiento y coman galletitas.

    Bastante asustados, los inoportunos hicieron caso y junto con los otros dos, comenzaron a comer de las ricas galletas de la señora Veloz. A los diez minutos, Coletas e Hijo se retiraron. Una vez se fueron, Rayo dirigió su vista a Triple y a Michigan pero de una escalofriante manera que casi se pareció a las tétricas miradas de una muñeca de las que salen en las películas de terror.

    —Ustedes ya se iban, ¿cierto?

    —No te preocupes —informó Michigan demasiado relajado—, no tengo nada más importante que hacer, me quedaré un rato más.

    —Eso es prefecto —la señora Veloz juntó las palmas de las manos realmente contenta de escuchar eso—. Si no les molesta, me gustaría enseñarles algunas fotos de cuando Rayo era un pequeño.

    —¿Rayo de niño? —Triple estaba apunto de mencionar que se iba a ir, cuando aquellas palabras lo hicieron meditar.

    —Madre, no hay necesidad de eso —dijo Rayo bastante nervioso y temeroso, una expresión que asombró a ambos espectadores.

    —¿Pero qué dices, hijo? Eras una lindura cuando niño. Eras la cosa más bella de la tierra —mencionaba la madre al momento que se levantaba y se dirigía a la sala teniendo definitivamente detrás a Triple y Michi, que estaban ansiosos por ver esas fotos prometedoras.

    La señora sacó del cajón de un mueble un álbum e invitó a que se sentaran. Abriendo el álbum de fotografías, comenzó a pasar cada una de las hojas una y otra vez, mas se extraño al ver que estaba por terminarlo y notar que algo faltaba.

    —Oh, es extraño —exclamó al darse cuenta que no había ninguna imagen de su hijo en su niñez o preadolecencia.

    No había recuerdo alguno plasmado en aquel libro de fotos. Tan solo de ella con su marido o de ella sola, y una de su hijo pero ya grande.

    —No hay ninguna tuya, hijo —se dirigió a Rayo.

    —Pues qué lástima.

    Él las había tirado, rompido, quemado, se deshizo de toda prueba de su niñez, ya que lo que menos deseaba era recordar esa etapa de su vida. Tan solo recordarlo lo hacía temblar. Eso se debía a que antes era demasiado gordo y todo por culpa de las galletas de su madre, que fue blanco de burla de sus compañeros. Sufrió siempre porque en los equipos nadie lo quería por su lentitud. Por esa razón buscó por todos los rincones de la casa para evitar dejar alguna evidencia.

    —Bueno —Rayo no evitó sonreír al escuchar a su progenitora decir eso pues pensó que se resignaría, pero su sonrisa se borró inmediatamente al escucharla continuar:—, creo que tengo una en mi bolsa.

    Era verdad, nunca revisó la bolsa de su madre.

    —Siempre he llevado a mi pequeño conmigo. Aquí está —la enseñó a sus invitados.

    Al ver al pequeño Rayo, ambos intentaron no carcajear, pero de sus gargantas salieron risillas. En la foto se podía observar a un niño gordo casi saliéndose de su vestimenta, con una camisa de rayas que no le favorecía en nada.

    —¿Él... él es Rayo? —preguntó entre risas Triple y mirando al actual Rayo, que en nada que se parecían.

    —Así es —afirmó con orgullo la señora—. Es mi dulce bomboncito, ¿verdad hijo?

    —¿Bomboncito? —repitió Michigan ya sin aguantar la risa, la peor risa del mundo, pues su risa era una risa que mataba; lo que era más, el pobre de Veloz sentía flechas atravesarle el pecho mientras le inyectaban vergüenza.


    A los minutos, tanto De Lizaldy como City salieron del hogar de los Veloz dispuestos a dirigirse a sus respectivos hogares. Así transcurrió un día más y en la mañana siguiente, Triple estando de lo más tranquilo en su humilde choza, se dirigió a la puerta al escuchar que alguien la tocaba. Al abrirla, se llevó la gran sorpresa de ver a Rayo del otro lado.

    —Hola, querido amigo —sonrió maléficamente y enseguida le atestó un doloroso puñetazo en el rostro— Eso es por entrar a mi casa ayer sin invitación o permiso —le propinó otro, esta vez borrando su sonrisa para poner un mohín serio—. Y ese fue por burlarte de mí.

    Se retiró del sitio dejando a un Triple revolcándose de dolor en el suelo, después se levantó y cerró la puerta, dispuesto a descansar cuando volvió a escuchar a alguien tocar la puerta; la hazaña provocó que Triple se sobresaltara al pensar en otro golpe, así que abrió la puerta con miedo descubriendo a Michigan.

    —Hola, Triple —saludó animado con los dos ojos moreteados —¿También te visitó Rayo?
     
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    Marina

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    Oh, vaya. Yo comprendo a la mamá de Rayo, eso de que se preocupe porque su hijo no tiene amigos, solo que si los tiene, deben ser buena compañía y mira qué cosa hizo Rayo, lo que me sacó un par de sonrisas: va e invita a Coletas y a Hijo a su casa, a comer galletas y chocolate. Se me hizo muy linda la escena de la madre horneando las galletas para su hijo y amigos.

    Me sorpendió que desechara a sus otros "amigos", Michi y Triple, pues es verdad que hasta un trío de la "maldad" hicieron. Cómo olvidar su intensa labor de apropiarse de Sosonia utilizando esa infernal máquina que hizo de las suyas.

    Jajaja, no soy afecta a la venganza, pero... bueno, Triple y Michi tuvieron su merecido por burlarse del antes bomboncito de Rayo xD. Seguro esos moretones les recordarán que no deben burlarse de nadie, cuando menos no de Rayo Veloz... En serio, los nombres no dejan de causarme gracia.

    Como siempre, me gustó el capítulo, si bien fue una aventura muy casera, tuvo su encanto.

    TKM. Nos vemos pronto.
     
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    Las madres son hermosas, ya no me queda duda xD Siempre listas a demostrar lo encantadores que han sido sus hijos desde el nacimiento. Ay, no sé por qué, pero he amado a la mamá de Rayo (tal vez por ser parte fundamental de la vida de él xD). Pero es en serio, me gusta mucho él, jejejeje y más que se formara este trío del mal que tanto me encanta *u* Aunque te diré que por un momento yo también pensé que Triple y Michi serían a quienes invitaría, pero nada xD

    Aww, me dio cosita que Triple y Michigan se buralran de Rayo por su anterior complexión física de ballenato :( De hecho, me molestó, me reí también sí, no lo negaré, pero pensé que no debían burlarse así de él ( ejem, miren quién habla). Al final, sonreí orgullosa de los golpazos que les dio xD Creo que mejor escarmiento, imposible. Es una pena que no esté el botón de "me encanta", pero sí, lo amé y gracias por dedicármelo :) Soy feliz. Sin más me despido y te me cuidas mucho. Nos estamos leyendo.

    Hasta otra.
     
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  6. Threadmarks: Una pelea es de dos
     
    Sonia de Arnau

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    Una pelea de dos

    Coletas Velasco e Hijo Wills estaban amenamente jugando fútbol soccer. Ambos estaban aprovechando la hora de descanso que se daba después de cada tres clases. Ambos dejaron de pasarse el balón al observar a Feliz, quien en una distancia prudente, jugaba con un balón de soccer. Ambos se quedaron embobados ante el juego que realizaba Feliz y no tanto por la destreza que mostraba el muchacho, lo que les llamó la atención fue que el joven pacifista jugaba con un llamativo balón color dorado.

    Los dos amigos se acercaron a él.

    —Hola, Feliz —saludó amablemente el moreno—, es un bonito balón.

    —Así es —el joven dejo de maniobrar la pelota para prestar atención a sus compañeros, y tan cordial como siempre es, informó—. Es un regalo de mi padre. Esta firmado por el mismísimo Claudio Estar.

    Tanto Coletas como Hijo se sorprendieron demostrando con una expresión de admiración, y es que Claudio Estar era el mejor jugador de fútbol soccer o por lo menos aquel jugador que los muchachos que gustan de ese deporte desean crecer y convertirse en él. Era increíble que alguien tuviera un balón fotografiado por él. Sí que Feliz era afortunado de tener un padre tan amoroso y sobre todo adinerado. Por que sí, todos en Sosonia sabían que el señor Forever tenía una gran empresa en la ciudad Ciudad, pero debido a eso siempre estaba ausente.

    —Eso es fabuloso —articuló emocionado Hijo— ¿Podemos jugar contigo, Feliz? —pidió casi suplicante y es que en verdad deseaba por lo menos tocar esa pelota con sus propias manos.

    Feliz les regaló una sonrisa y gustoso aceptó la invitación. Con ello, los tres jóvenes comenzaron a pasarse la pelota. En una de esas, cuando a Hijo le tocó tenerla, comenzó a maniobrarla.

    —Mira Coletas, mira Feliz —llamó su atención mientras se alejaba un poco de ellos para mostrarles como la pasaba de un pie a otro.

    —Oye, has mejorado mucho, Hijo —mencionó el moreno.

    —Vamos a seguir jugando juntos —propuso el dueño.

    Tras demostrarle a sus amigos lo increíble que era jugando, pateó el balón pero con tal fuerza que este atravesó los muros de la escuela hasta el otro lado de la pared. El vecino de la escuela tenía tres perros grandes que fácilmente podían jugar con el valioso balón dorado e ignorando lo caro que pudo haber sido, los animales emprendieron a morder el nuevo juguete que cayó del cielo.

    —¡Hijo! —gritó asombrado Coletas.

    Hijo se inclinó un poco y miró de reojo al dueño del balón, notando que se mantuvo quieto como una roca; estaba temblando, intentando evitar ponerse irritado o demostrar lo enojado que estaba. Sus ojos se dirigieron a Hijo y en ellos se podía ver que en cualquier segundoestallaría. Coletas se retiró un poco de él.

    —Creo que… iré por él —después de decir eso Hijo, corrió a la puerta de la escuela para salir e ir directo al vecino y pedir el balón de fútbol, para evitar alguna pelea con Forever.


    Las clases terminaron, Velazco y Wills habían salido 15 minutos antes y cómo el camión llegaba minutos después de la salida, para matar el tiempo ambos decidieron jugar al fútbol metiéndose goles. Defendiendo la portería. Cuando a Hijo le había tocado tirar, no pudo darle dentro de la portería y aunque Coletas detuvo su ataque o simplemente porque la falló. Estaba un poco molesto por eso, pero ahora que le tocaba a él defender la portería, no iba a permitir que su amigo metiera gol, pero los dos ataques que dio Coletas fueron victoriosos. Hijo tomó el balón para arrojarlo a su amigo.

    —¡Aquí va! Pero esta vez juega bien.

    —¿Jugar bien? —inquirió Coletas mientras maniobraba el balón— ¿De qué están hablando? Estoy jugando bien. ¿A caso me dices tramposo?

    —No sé… siempre ganas.

    —Eso es porque tú eres el que no juega bien. No sabes jugar a nada.

    —¡Eh! ¿Me estás diciendo bueno para nada? —preguntó ofendido Hijo.

    —Pues... para los deportes sí —Coletas cabeceó con el balón un par de veces sin mirarlo, lo que hizo que Hijo se molestara porque no tuvo el descaro de verlo ni siquiera a los ojos para decirle eso.

    —¡Cómo te a través a decir eso!

    Coletas dejo de hacer lo que hacía, agarró el balón con un brazo y miró a su compañero.

    —Admitámoslo, Hijo, eres un asco para los deportes. Solo eres bueno para comer.

    —¡Retráctate de lo que has dicho! —Will cortó distancia entre ambos.

    —¿Por qué? Si es la verdad.

    —Sabes que... no necesito amigos cómo tú —se atrevió a gritar.

    —Pues yo tampoco necesito amigos que cada vez que jugamos siempre me tienen que decir que hago trampa cada vez gano.

    —La honestidad ante todo —mencionó con descaro Hijo.

    —¡Olvídalo! No se puede razonar contigo. Eres muy... muy...

    —Muy, muy ¿qué? Y tampoco se puede jugar contigo a gusto. Ni cómo practica —repuso Wills, molesto.

    Con eso los dos tomaron diferentes caminos, para no volverse a hablar, no querían saber nada del otro, ya que no eran verdaderos amigos. Ese lazo se había roto con esa discusión. Al llegar el camión que se dirigía a Sosonia, los ex-amigos subieron a este, pero se sentaron en lugares diferentes.

    Hijo fue quien subió primero y tomó el lado de la ventana, siempre había querido ese lugar, pero como se sentaba junto a Coletas, él tomaba ese lugar, ahora se podía sentar donde quisiera. Coletas subió enseguida y se sentó tres filas más atrás.

    —Coletas —el nombrado escuchó una peculiar voz, la que inconscientemente le hizo sentir un escalofrío, se giró un poco para notar a la dueña de aquella dulce voz campante, llevándose la sorpresa de que era Dulce.

    Ella tomó asiento a su lado y con una sonrisa continuó con una dicha:

    —Por fin te veo solo.

    El moreno le regaló una sonrisa nerviosa.

    —¿Qué tal te ha ido en la escuela? —preguntó ella mientras le robaba espacio personal al joven.

    Esa 'distancia' no tan distante provocó que Coletas se alejara hasta obligarse a detener al tocar la ventana. No tenía salida, estaba totalmente acorralado. ¿Por qué le gustaba tanto sentarse en el lado de la ventana? Se maldijo por eso.

    —Bueno… bien —comenzó a sentirse acalorado.

    Su nerviosismo creció cuando vio a Rojita subir al autobús y con mirada veloz observó la incomoda escena en la que él estaba con Dulce para después aparentar no haber visto nada. Coletas maldijo por segunda vez.

    Por otro lado, Hijo quien también observaba la escena comprometedora, se compadeció de él, pero a los minutos cruzando los brazos y poniendo una mirada seria, recordó por qué estaban separados.

    —Ni modo, él se merece eso.. y más —se dijo.

    —¡Hola, compañero!

    Hijo sintió cómo aquella persona se sentó en la silla desocupada.

    —¿Cómo estas, Gordo? —el joven saludó amistosamente. Tan solo se trataba de Padilla, era un buen tipo.

    —Oye, Hijo, dime una cosa, ¿supiste lo de Martín y Mónica?

    Wills tragó saliva con dificultad, ahora recordaba algo de Padilla, él solía ser demasiado comunicativo, así que, se arrepentiría de la respuesta que iba a darle.

    —Creo que no.

    Hijo juraría que vio brillar los ojos de su compañero.

    —¿No lo sabes? De acuerdo, te mantendré al tanto. El otro día fueron a la plaza cerca de…. ¡Oh, espera! Eso me recordó la anécdota de Pablo —negó con la cabeza—. Bueno, esa te la contaré cuando termine con lo de Martín y Mónica. Lo que sucedió fue que ellos…

    Y con eso, el tiempo tortuoso para los dos jóvenes ex-amigos transcurrió en el camino que el camión llega a su destino, Sosonia. Una vez el transporte arribó al pueblo, Coletas e Hijo bajaron totalmente aturdidos y es que sus compañeros literalmente no los dejaron respirar, no había sido unos de sus mejores viajes.

    —Nos vemos mañana, Coletas —se despidió la rubia más feliz que una lombriz al haber estado con el chico.

    Coletas tan solo movió la cabeza indicando un “claro”. En el otro caso, Gordo se despedía de Wills.

    —Mañana te cuento lo de Catalina y Guillermo, oh,pero claro después de contarte lo que le sucedió a Marco —y con esa amenaza se alejó.

    Hijo suspiró cansinamente pues en el transcurso del viajeGordo le había contado como cuatro historia de pies a cabeza y con lujo de detalle. ¡Cómo podía! A pesar de ya no escucharlo, la voz de él seguía en su cabeza, taladrando con fuerza en cada uno de los rincones.

    Hijo y Coletas se miraron e ignorándose se fueron cada quien a su casa. Rojita y Flor, quienes los notaron diferentes, se dieron cuenta de lo que pasaba con esas últimas miradas.

    —¿Podría ser que se…? —Rojita no pudo terminar la oración porque no era necesario, ambas ya sabían la palabra faltante.

    Se miraron con preocupación y con un poco de incredulidad, pero sin decirse nada, ambas se separaron para cada quien ir a la casa de Coletas y la otra de Hijo, para así preguntar y poder ayudar a que la amistad de sus amigos volviera.

    Flor llegó a donde su novio, entró a la doneria y una vez Braket la vio, algo preocupado preguntó:

    —Flor, ¿todo está bien con hijo? ¿Han tenido alguna discusión?

    —No sé señor —respondió tan cortes como suele serlo— ¿Le mencionó algo?

    —No realmente, llegó y se vio molesto por algo. Siempre llega de la escuela y coge un par de cajas de donas y se las lleva a su cuarto, pero esta vez no lo hizo. ¿Se ha peleado? ¿Tuvieron una discusión?

    —Creo que sí. Pero no conmigo.

    Braket miró detenidamente a Flor.

    —¡Con Coletas! —gritó con sorpresa el mayor— ¿Se ha peleado con Coletas?

    —Eso parece, pero quiero saberlo bien, por eso, me gustaría hablar con él.

    —Claro, claro, sube —Flor asintió agradecida y subió las escaleras, pero sin antes tomar el par de cajas de donas que le entregó Braket para que le llevara a su hijo.

    Una vez arriba, vio a su novio pasar de la sala a su habitación, pero se detuvo para mirar a su novia.

    —Hola, Flor, ¿qué te trae por aquí? ¡Oh! Donas.

    —Sucede algo entre Coletas y tú, ¿verdad? —le preguntó sin más la morena una vez el joven se acercó a ella para tomar la caja.

    —Te amo a ti y solo a ti, Flor. ¡Lo juro! —fue lo que atinó a decir el joven con sorpresa al momento que tomaba la caja de donas y daba un paso hacía atrás.

    —No me refiero a eso. A que si algo anda mal entre ustedes.

    —¿Por qué preguntas eso? —cuestionó levantando la ceja mientras se llevaba una dona a su boca.

    —Rojita y yo los vimos que en el camión se sentaron en diferente lugares y que al bajar, no se hablaron, al contrario, se impidieron siquiera verse. Así que ambas concluimos que debieron haber discutido. Pero no estamos tan seguras, por eso vine contigo y preguntarte.

    —Tuvimos una pelea —dijo tras un suspiro.

    Las chicas daban miedo por aquel argumento que dieron por una sola mirada. Bueno, tal vez solo se trataba de que fueran más que obvios. Aun así, tarde o temprano el pueblo iba a llegar a enterarse, después de todo Sosonia es pequeño y los chismes —a su mente vino el hablador de Gordo —se esparcen muy rápido.

    —Él mencionó que era malísimo para jugar a los deportes —siguió en modo de queja y para que su novia se diera cuanta la justificación de sus hechos— ¿Verdad que eso no es cierto?

    Flor se limitó a verlo simplemente. El que calla otorga.

    —¡¿Crees que soy pésimo?!

    —Pensé que ya lo sabías. Además es verdad, pero no es para tanto, eres bueno para otras cosas, por ejemplo eres sin igual en la cocina.

    —Bueno —no evitó sonreír—, eso es verdad, ¡pero! Coletas igual.

    —Tal vez, pero no tanto como tú. Él sabrá cocinar, pero tú tienes un sazón especial que hace por mucho, tu comida más rica.

    Wills pensó en lo que escuchó y su novia —siempre tan inteligente —tenía razón; siempre le había justado cocinar, desde que tiene memoria desde pequeño él se ha hecho la mayoría de sus comidas —debido a que come más de tres veces al día —se obligó a cocinar para saciar su apetito e igual experimentar para probar diferentes sabores y sin contar que a los once años, fue por seis meses para ver como los chefs de los Mil Gustos trabajaban.

    —Tomemos en cuenta algo —prosiguió Flor—. Antes de que Coletas arribara a Sosonia, tú no salías de casa, mucho menos intentar jugar un deporte. Fue que decidiste al ver a Coletas hacerlo.

    Ahora recordó, esas fueron precisamente la razón por la que él había tomado por primera vez un balón, veían una y otra vez a Velasco jugar solo que tuvo la necesidad de jugar y prender las reglas de los juegos para poder ser compañero de él. Ayudarlo. Aunque días después apareció Triple deseoso de volver a ser el numero uno y ahora estaba Lin-Lin; ambos eran a la par con el moreno. Pero el caso, es que esas eran sus intenciones.

    Mientras esa plática se estaba llevando a cabo, Rojita había llegado a la casa de Velasco y el primero quién lo recibió fue Reloj, quien muy feliz de verla se levantó para que ella lo acariciara y así como lo hizo.

    —Que grande te has puesto —mencionó en voz baja acariciando el estómago del animal, lo que hacía que moviera la cola de aquí allá más feliz que una lombriz.

    Terminó de apapacharlo cuando observa que Coletas la estaba mirando desde una distancia prudente. Coletas desvió apenado su mirada al percatarse que la estaba viendo, pero también se extrañó que ella estuviera allí sola, sin Flor o alguien más, como acostumbra. Algo vino a su mente… acaso, podría ser que ella…

    —Estoy preocupada por ti —fue lo que dijo ella.

    —¿Por mí? —eso más que nada lo sorprendió de gran manera, haciendo que su corazón latiera mucho y de alegría.

    —Es que Flor y yo vimos cómo Hijo y tú no se hablaron.

    —Oh, eso —dijo en modo de susurró y decepcionado, se trataba de ese tema y el que creía que se trataría de otro tema—. Así es, no nos hablamos ahora, eso porque Hijo me ofendió diciéndome que soy un tramposo jugando.

    —Pero Hijo siempre hace esos comentarios —mencionó Rojita en tono suave mientras se inclinaba un poco para volver a acariciar a Reloj, quien no se movió de su lado.

    Coletas pensó es aquello. Asintió recordando esos comentarios.

    —Eso es cierto.

    —Pero sabemos que no lo hace adrede. La mayoría de sus comentarios los dice sin pensarlo, ya sabes cómo es, muy atrabancado y espontáneo.

    El joven meditó muy seriamente en lo que le estaban diciendo y es que era verdad, ¿esta vez que fue lo diferente? Hijo tenía esa forma —rara —de expresarse. El joven Wills era por mucho su mejor amigo, y los verdaderos amigos estaban para perdonarse y ayudarse mutuamente. Debía de tratar de ayudarlo a mejorar sus habilidades, no de juzgarlo, diciéndole sus verdades de una manera de burla. Coletas miró a Rojita quien ahora era ella quien lo miraba fijamente, el joven asintió.

    En la casa de los Wills, el hijo del dueño de la tienda de donas y su novia iban bajando los escalones para así salir e ir a donde Coletas para poder hablar con él de aquel asunto, fue la decisión que tomó Hijo. En ese momento al negocio entro alguien, por un momento Hijo pensó que se trataría de Coletas, pero no fue así, quien entro fue Benji Benjino quien acercándose al mostrador y saludar a Braket pidió el pastel —Braket decidió intentar hacer uno —de cereza que pidió su progenitor.

    Hijo suspiró amargamente, ¿por qué pensó que Coletas iría a disculparse? Como fuera Hijo y Flor salieron del negocio, donde allí se toparon con Rojita y Coletas, formándose el escenario perfecto para ambos para que se disculparan, pero no fue de esa manera, tanto Coletas como Hijo esperaban que el otro se disculpara.

    —¡Oh, no! —Las dos chicas observaron el orgullo varonil de los hombres. ¿Varonil? ¡Eso eran niñerías!

    —¿A qué has venido Coletas? —trató de sonar duro, indicando que estaba dispuesto a escuchar su disculpa.

    El joven no imagino la respuesta del moreno.

    —Vine a perdonarte, ¿sabes por qué? Porque soy un buen amigo.

    —¿Disculpa? Tú a mí. ¡Ja! No me hagas reír.

    —Claro que sí, el que empezó todo fuiste tú.

    —¡Pero tu terminaste! —se defendió Hijo no están muy seguro de su respuesta. Ni siquiera sabía si había terminado él.

    —¿Y eso qué tiene que ver? —cuestionó extrañado, sí que Hijo podía llegar a ser extraño.

    —Chicos, chicos —Rojita trató de llamar su atención, pero fue en vano.

    —No me importa no volver a ser tu amigo —las palabras de Hijo fueron un asombro para los tres.

    —¿Por qué? —preguntó Coletas fingiendo no afectarle.

    —Tengo un nuevo mejor amigo.

    —¿Así? —las dos chicas se miraron, confundidas y sin poder creerlo, ¿desde cuando se consigue un nuevo mejor amigo en minutos?

    —¿Y quién es? —Coletas estaba intrigado, al principio pensó que era verdad, ¡pero por favor! Se trataba de Hijo, una persona impulsiva que hablaba sin pensarlo dos... ni una vez.

    —¿Qué quién? Bueno, eseamigo, es, es…—casi esa pregunta fue para él mismo.

    Algo desesperado miró a su alrededor, deseoso de encontrar a ese nuevo “mejor amigo”, fue cuando observó a Benji salir de la tienda.

    —Hasta luego señor Braket y gracias por el pastel —se despidió Benjino y gustoso iba a ir a su casa, pero se extrañó cuando escuchó una voz gritar:

    —¡Es él!

    Hijo lo apuntó.

    —¿Yo? —Benji, ajeno a lo que sucedía, se apuntó confundido.

    —Así es —reafirmó el joven—, Yo es mi nuevo mejor amigo.

    —Eso es mentira —informó Flor disgustada.

    —¿Así? Yo también tengo un nuevo mejor amigo —ahora fue Coletas quien informó.

    Flor y Rojita bajaron sus rostro con una ligera vergüenza ajena. Sí que eran unos niños, tan solo se estaban celando.

    —¿Y quién es, esta vez? —esta vez fue Rojita quien preguntó, pero con un tonó sin darle mucha importancia, aquella “discusión” se convirtió en absurda por todas partes.

    —Feliz... Feliz es mi nuevo mejor amigo.

    —Para tu información Feliz no vive en estos lares —dijo lo obvio Hijo.

    —Vine para comprarle una caja de donas —fue la respuesta de Coletas—. Como un regalo de nuestra amistad.

    —¡Oye! —Hijo se sintió ofendido —Tu nunca me regalaste una.

    —Porque eres hijo del dueño.

    —A es verdad.

    —Ya es suficiente —comentó Rojita —Chicos, escuchen. Ustedes no se odian. Ni siquiera se caen mal.

    —Lo único que quieren en perdonarse y seguir como antes —prosiguió Flor—, es solo que ese orgullo no los deja. Olvídense de él y hablen del tema, como verdaderos amigos.

    —Lo que deberían hacer es despegar ese orgullo, y decir a lo alto “Siento mucho haber hecho eso, querido amigo” —mencionó Benji, aun no sabiendo que fue lo que sucedió, pero bueno.

    —Tienen razón, hasta Yo —admitió el comelón.

    —Mi nombre es Benji, no Yo.

    —Siento mucho a verte dicho tramposo, Coletas —se disculpó.

    —Tu deberá perdonarme —ahora se disculpó Coletas.

    —¿Amigos?

    —Amigos.

    Con eso los dos se dieron la mano y con ese gran y fuerte apretón, sus lazos de amistad volvió. Aunque siempre estuvo allí, solo que había tenido una pequeña riña como cualquier amigo puede tener. Así, nuestros cuatro amigos fueron al parque para disfrutar lo que quedaba del día, jugando una partida de baloncesto, en donde de nuevo, Coletas metió muchas canastas e Hijo apenas una. Como siempre, pero seguían siendo buenos amigos.
     
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    Borealis Spiral

    Borealis Spiral Fanático Comentarista destacado

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    XDDD Hijo, Hijo, Hijo, pero qué personaje, jajaja. Lo que le dijo a Flor de que la amaba a ella y solo ella cuando le preguntó si había algo entre Coletas y él fue graciocísimo. Es por eso que me reí como loca x'D Ay, adoro a este chico.

    Extrañaba tanto a mis queridos sosonianos *u* El principio seguro que fue atroz para Feliz, perder el valioso regalo que le dio su padre. Ah, Hijo es el único que logra sacarlo de sus casillas; apuesto a que muy en el interiro Forever lo odia xD
    La pelea que tuvieron, bueno, fue inmadura sí, pero capaz y hasta necesaria, pues al final los chicos aceptaron que tenían que soportarse en sus formas de ser, especialmente Coletas soportar a Hijo que a lo bien es medio... raro xD

    Amé que intentaran sacarse celos y ¡oh, my! Yo salió de nuevo, ¡yey! Mira que le desgració la vida a Triple en su momento, pero también cómo me gusta Yo :p Por cierto que también me gustó el papel de las chicas aquí, como buenas amigas y conciencias de sus respectivos enamorados. Lindo, lindo. Me encantó el capítulo y nada, me despido por el momento esperando el siguiente con ganas. Te cuidas.

    Hasta otra.
     
    Última edición: 22 Diciembre 2015
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Yo-yo, en esta ocasión más maduro que Coletas y Hijo, porque mira qué buen consejo les dio. También me gustó mucho el papel que las chicas tuvieron entre los dos ex amigos, jajaja, hasta leer el ex me da una risa, porque digo, ¿en serio? Ni siquiera ellos mismos se lo podían creer, ¿o sí? Bueno, digamos que por un momento, no obstante en el fondo saben que son los mejores amigos. Qué bueno que pudieron hacer las paces.

    Ya extrañaba la continuación de estos maravillosos chicos. Sus aventuras siempre me divierten, alegran mi rato, así que síguela xD Nos vemos en otro. TQM
     
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  9. Threadmarks: La pesca
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Para todas las edades
    Género:
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    Total de capítulos:
    19
     
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    Qué vergüenza, hace tiempo que no actualizo esto :) A ver que tal me va...


    La pesca

    Braket Wills alimentaba a Pluto; un pequeño pez dorado que adquirió días pasados. Admiraba la pequeña y esférica pecera que se mantenía sobre el mostrador, donde nadaba campantemente el animal. A veces sentía envidia por los peces. Nunca se cansaría de disfrutar de esa criatura, el pequeño pez comía las obleas con tal ímpetu, que embobaba a Braket. Levantó la vista hacia el ventanal y desde su posición observó a su hijo hablando con su mejor amigo. El primero abrió la puerta y asintió varias veces a lo que el moreno le decía.

    —Espera aquí que no tardaré —le dijo Hijo antes de cerrar la puerta.

    —¿Todo bien? —preguntó el padre.

    —Todo bien —contestó mientras se dirigía a las escaleras y subía por ellas.

    El mayor volvió su vista al cristal y observó a Coletas, le hizo una señal con la mano para indicarle que pasara, el joven negó con la cabeza a la vez que sonreía, agradecido por la atención del mayor. Las pisadas de Hijo desde la segunda planta se podían escuchar con total claridad, se le notaba apurado. Tal su ruido que Braket podía seguirlo con la vista; iba a su cuarto, luego a la cocina, para luego regresar al cuarto y de nuevo a la cocina... ¿?

    “¿Qué estás haciendo, hijo?” pensó. Era demasiado ruidoso, ya le había dicho contadas veces que no caminara de esa forma. Suspiró. Al par de minutos Hijo bajó con prisa, teniendo consigo un par de cómics mientras masticaba algo y lo tragaba.

    —Hijo, espera —lo detuvo antes de que saliera disparado como bala—. ¿Cuándo vas a limpiar tu habitación? Esta mañana me asomé y vi ese tiradero que...

    —Después lo haré, papá, de verdad. Ahora tengo prisa porque tengo que discutir con Coletas sobre qué superhéroe es el mejor, y no hay nada más evidente que las pruebas escritas aquí —Mostró uno de los cómics—. En este número el Sr. Espacio salvó la vida de no solo una ciudad o país, sino de dos planetas que estaban apunto de guerrear entre ellos, y Coletas anda diciendo que el mejor héroe es Dedos de Mantequilla.

    —Ah, okey, lo entiendo... pero, ¿qué no Dedos de Mantequilla es un villano?

    —¡Eso mismo digo yo! Pero no, él insiste en que desde el volumen 13, D.M. se redimió y ahora cuenta como un héroe, en esa lineal temporal y yo qué se que más excusas... pero todos el mundo sabe que los volúmenes 13, 14 y 15 no son canónicos porque su escritora es diferente. D.M es el villano de su obra y punto.

    —Admitamos que Dedos de Mantequilla si fue un gran héroe en esos volúmenes y es de las mejores historias de redención.

    —¿Tú también opinas eso? Lo que sea, Coletas excusa todo de D.M. ¿Quién es el mejor héroe? D.M. ¿Quién es el mejor villano? D.M. ¿Quién es el mejor personaje? ¿Adivina? Exacto, D.M. Dedos de Mantequilla que si esto y aquello. El Sr. Espacio es el mejor héroe que existe y ya.

    —Sí, sí, pero te recuerdo que el Sr Espacio se volvió al lado oscuro en el volumen seis de su historia, ¿o era en el siete?

    —Eso no cuenta, papá, porque fue controlado; actuando contra su voluntad. Además en términos generales, nunca diría que es el mejor villano, para eso está Val —Braket lo miró—. ¿Qué? No cuento el libro dos porque es una linear temporal diferente. Todos saben que los universos alternos no debe contarse en la historia original.

    Braket suspiró y retomó el tema principal.

    —En fin. Al punto al que quiero llegar es que, si te da vergüenza que tu amigo vea el tiradero de tu cuarto, ¿por qué no lo ordenas un poco? Pueden discutir eso en la comodidad de la habitación.

    Hijo miró a su padre, no estaba muy convencido de eso, así que solo se limitó a decir:

    —Para eso iremos a la comodidad de la casa de Coletas. Ahora vuelvo. Lo del cuarto lo hago por la noche, o mañana o un día de estos.

    Braket observó como su hijo salió del negocio y se iba junto a Coletas. Volvió su vista a Pluto y recargó su codo en el mostrador para soltar:

    —Así que nos volvemos a quedar solos de nuevo.

    Como tenía la televisión encendida, algo llamó su atención, una publicidad en particular; era un anuncio que vendía artículos de pesca, sin embargo, eso no fue lo que le interesó, fue ver a un hijo con su padre sobre un bote, parecían felices mientras tenían una conversación amena. Un viejo recuerdo llegó a su mente; hubo un tiempo cuando su padre lo llevaba a pescar con el objetivo de que su relación filial se volviera más profunda, y también para que no estuviera de flojo en casa. Aunque su principal objetivo era lo primero. Quizá era lo que a él y a Hijo les hacia falta, un poco más de conexión entre los dos pues últimamente sentía que estaban distanciados.

    Así que con eso en mente, decidido optó por llevar a Hijo a un día de pesca. Estando los dos en medio del lago sobre un bote podría ser el comienzo de una buena relación. Aquel día transcurrió de lo más normal. A la mañana siguiente, aprovechando que su hijo estaba en la escuela y queriendo que ese viaje fuera una sorpresa, se dispuso a preparar todo él solo. Recordó que su padre había dejado algunos artículos de pesca en la bóveda. Estaba muy emocionado de darle esa buena noticia. Si todo salía bien, ese fin de semana sería muy divertido.

    . . .​

    —¡Qué genial que Feliz nos haya invitado al parque acuático este finde! —decía emocionado Hijo mientras él y Coletas bajaban del autobús. y es que minutos atrás Feliz los invitó a ellos como a las chicas a acompañarlo al parque acuático de la ciudad, pues su padre le regaló entradas para invitar a sus amigos.

    —Es bueno que haya pensado en nosotros.

    —Ya deseo que llegue el domingo. ¡Nunca he ido a una parque acuático! ¿Cómo serán?

    —Son muy divertidos —comentó Coletas recordando cuando él fue a uno, ya hace tiempo—; hay un sinfín de atracciones; desde toboganes, hasta ríos artificiales, piscinas que generan olas, y un largo etc.

    —Suertudo fuiste de ya ir a uno porque eres capitalista.

    Coletas lo miró, extrañado.

    —Querrás decir capitalino, y tampoco lo soy, soy ciudadense. Aun así, fui en primero de secundaria y en grupo, así que solo me subí a un par de ellas. También estoy emocionado, tendremos un día completo para subirnos a cuantos juegos deseemos hasta el cansancio.

    Ambos se despidieron para cada uno ir a sus respectivos hogares, Hijo entró al negocio entusiasmado de contarle a su padre sobre su viaje a la ciudad ese fin de semana, pero quien recibió una noticia inesperada por parte de su progenitor fue él, quien al solo cruzar la puerta, Braket se levantó del asiento y miró a su hijo, emocionado de darle semejante noticia.

    —Hijo, te tengo una maravillosa noticia. Seguro que te encantará.

    Hijo se emocionó al pensar que se trataba de un regalo, dinero o comida, pero la realidad lo golpeó fuerte cuando continuó:

    —Estaba pensado en que tú y yo deberíamos hacer algo este fin de semana. Algo juntos como padre e hijo.

    —¿Eh? —Por unos segundos se hizo el desatendido—. ¡Claro, claro, el próximo fin de semana, será genial!

    —¿El próximo? Me refería a este fin de semana.

    —¿Este fin de semana? ¿Este que viene ahora? ¿Ese fin de semana? —Vio como Braket asentía—. Ah, te refieres al sábado, ¿verdad?

    —Eso es lo mejor, serán los dos días; sábado y domingo.

    —¿P-por qué este fin de semana? ¿De verdad no puede ser el próximo?

    Para ese punto Braket intuyó, por su expresión, que no le estaba agradando mucho la idea.

    —Bueno, mmm, es que quedé con el vecino y me hará el favor de quedarse en el negocio ese par de días.

    —Ah, es que... la verdad es que no creo poder ir.

    —¿Tienes planes?

    —El padre de Feliz le envió unos boletos para el parque acuático de la ciudad... iremos yo, Flor, Coletas, Rojita y la prima de ella y pues… —Al mirar a su padre se percató que el rostro que segundos antes reflejaba brillo ahora se había se opacado—… será en domingo y…

    —Oh, claro, claro, lo entiendo, lo entiendo —lo interrumpió antes de que continuara—. Quieres estar con tus amigos. Tú ya hiciste planes, así que… está bien. Debí haber preguntado antes. Para la próxima será. Así que, diviértete en esas albercas, hijo —Fingió emoción.

    Hijo dibujó una mueca al ver como su padre regresaba a la silla y se dejaba caer desanimado mientras suspiraba de forma triste.

    —En verdad quiero ir a a ese parque, nunca he ido a uno, y esta es una oportunidad única, será gratis y habrá comida... —continuó, como si quisiera decir una buena excusa para sí mismo.

    —Está bien, lo entiendo, de verdad. Le diré al vecino que me disculpe, quizá el tuvo que cambiar algo de su agenda, pero está bien, para la próxima te preguntaré primero.

    Hijo levantó la ceja, ahora sentía que estaba siendo amenazado por su padre. Podía leer entre líneas que el hombre gritaba: “Tú prefieres estar con tus amigos que con tu viejo, ¿verdad? Pues ve y que te remueva la conciencia por haber plantado a tu propio padre.”

    Para ese momento Hijo se sintió sofocado, como si estuviera entre la espada y la pared. Solo existía dos caminos y uno de ellos significaría ser un hijo malvado. El villano del cuento.

    “Puedes solo no darme permiso para ir, ¿sabes?” pensó, frustrado, pero aun así manteniéndose a la raya.

    —Bueno —continuó Braket mirando a su hijo de reojo—, cuando regreses de tu divertido viaje, ayúdame a regresar las cosas que preparé para el viaje de vuelta a la bóveda. ¿Le harías ese favor a tu viejo, hijo?

    Hijo dejó salir un suspiro, completamente rendido. Le ganó. Su padre sacó la carta ganadora, desde un principio esa guerra la iba a perder.

    —¿A dónde iremos?

    Braket se levantó muy entusiasmado de la silla y miró a su hijo de la misma forma.

    —¿De verdad me acompañaras?

    “No tengo otra opción, ¿o sí?”

    —Sí, se oye interesante, sea a donde sea que vayamos —terminó diciendo.

    —Es un secreto, pero iremos a un lugar donde tu abuelo me llevaba cuando tenía tu edad. Seguro que te encantará, ya verás, no te vas a arrepentir por tomar está decisión.

    Wow, que emoción, muero por saberlo, yupi.

    Pese a todo confió en que quizá ese fin de semana, aunque no vayan a un parque acuático, será entretenido. Además, su padre se le veía muy entusiasmado de mostrarle ese lugar especial al que su abuelo lo llevaba cuando joven. De esa forma el sábado llegó. Esa mañana se le veía muy cansado porque se tuvo que levantar temprano, pese a que no era día de escuela, así que modorro subió al vehículo y no deseó saber nada ni de nadie, intentó dormir un poco en el camino pero le fue imposible, primero porque su padre subió el volumen de la radio para no quedarse dormido y después algunos baches que movían el carro de forma muy brusca.

    Hijo miró hacia afuera por la ventana. El camino parecía de todo menos seguro.

    —¿Y? ¿A dónde vamos a ir? —preguntó el menor en busca de una forma de permanecer despierto—. ¿A las montañas cabezonas? ¿Al pueblo del chocolate? ¿Al Gran Acantilado? ¿A la Torre Chueca?

    —Vamos a ir a un lugar llamado Mar Superior… quería que fuera una sorpresa, pero está bien, te lo diré ahora; iremos a pescar.

    —¿A pescar? —Esas palabras le cayeron como balde de agua fría. No pudo creer lo que escucharon su oídos. Toda pizca de que ese fin de semana sería mínimamente entretenido se esfumó como la misma neblina al salir el sol—. ¿Hablas en serio? La pesca es lo más aburrido que existe en el mundo, lo es más que el golf. ¡Qué el golf, papá! ¡Qué el golf!

    —Hijo, por favor, no creo que exista algo más aburrido que el golf.

    —Sí lo hay; ¡la pesca! —dejó salir un suspiro de resignación—. Si tuvieras la opción de ir a ver un juego de golf o ver a dos viejos pescar, ¿a dónde irías?

    —No seas tan negativo, ya verás como nos divertiremos. No puedes decir que no te gustará algo hasta que lo intentes...

    —Papá… en serio, ¿a dónde irías tú? No me has respondido.

    —Créeme que al golf no. Ni verlo, ni jugarlo. Por lo menos pescar es más entretenido.

    —O sí, es más interesante esperar a que algo pesque a golpear una bola.

    Braket, todavía incrédulo por lo que escuchaba de la boca de su hijo, lo miró fugazmente y preguntó muy serio:

    —No puedes estar hablando en serio. Primero espera a intentarlo, ¿va?... el golf sigue siendo más aburrido.

    El transcurso del camino se la pasaron en silencio, Hijo sintiéndose traicionado por la poca confianza que le tuvo a su padre, así estuvieron hasta que arribaron al lago Mar Superior, Braket se estacionó en el estacionamiento. En ese momento solo se podía apreciar dos camionetas estacionadas, y una de ellas se veía muy sucia y hasta con un neumático pinchado. Los alrededores estaban vacíos y la vista era algo deprimente y muy diferente a lo que Braket recordaba, aquellos frondosos y relucientes árboles y arbustos se habían marchitado o estaban viejos y en muy mal estado. Más adelante, las bancas que alguna vez eran blancas, ahora estaban carcomidas y polvorientas. No era nada parecido a lo que recordaba en esos mozos años; un estacionamiento lleno de automóviles y familiar alrededor del lago en un día de pícnic mientras los niños iban y venía de aquí allá y mirando hacia el horizonte se le podía ver a los pescadores.

    Los Wills bajaron del vehículo con aquella inseguridad de que alguien podría asaltarlos en cualquier momento, se encaminaron a la lamentable tienda en donde se rentaban los botes como utensilios de buceo y pesca. Braket entró y reconoció al hombre ya de edad que se mantenía detrás del mostrador leyendo una revista mientras tenía de fondo la radio.

    El dueño del local levantó la vista para ver a los recién llegados.

    —Sea lo que sea que vendan, no lo compraré —fue de esa manera en que los recibió, apático.

    —No estamos vendiendo nada —dijo Braket—. Hemos venido a rentar un bote.

    El hombre lo miró con sorpresa, levantó la ceja casi como si dudara en lo que acababa de escuchar.

    —¿Rentarles un bote?

    Braket asintió a la vez que añadía:

    —A eso se dedica, ¿no? Rentar botes y otro tipo de utensilios.

    —¡De eso hace años! —comentó—. ¿Eras cliente o algo así? Es muy raro ver personas que vengan a eso hoy en día.

    —Soy Braket, hijo de Maxilar Wills.

    —¿De Wills? Oh, eres pequeño Maxi, bueno, ya no tan pequeño —Desvió su vista hacia Hijo—. Así que ahora pasas la tradición. Aunque me temo que este lugar ya no es como antes. Síganme. ¿Cómo está tu padre? —Los dos siguieron al hombre hacia afuera, guiándolos hacia uno de los tantos botes que encallaban en la orilla del lago.

    —Bien. Ahora viviendo en la ciudad.

    —Ya veo, ya veo, ese hombre se la pasó mudándose, como siempre. Las personas van cambiando al igual que sus gustos y sus pasatiempos —comentó al ver como padre e hijo miraban con desasosiego en lo que se convirtió esa atracción turística—. Ahora solo quedan algunos pescadores que llevan pescado a la Villa Rocosa. Nada más por eso estoy aquí, así que ya no me dedico a rentarles a nadie, pero ya que vinieron de tan lejos, y eres Maxi, les rentaré uno.

    —¿Maxi? —dijo Hijo un tanto divertido mientras subía al bote.

    —Los de por aquí me llamaban así por mi padre.

    —¿Y a mí cómo me hubieran llamado; Braketcito o solo el pequeño Braky? —comentó risueño.

    El lago Mar Superior era muy grande; era el lago más grande de esa zona y por mucho tiempo fue la fuente de trabajo de varios personas de Villa Rocosa, un pueblo situado al Oeste, eso le iba explicando Braket a Hijo a la vez que le enseñaba cómo utilizar la caña mientras el menor continuaba dudando que su padre supiera de todo eso. Minutos después hubo un silencio. Cada uno de ellos permanecía en un extremo del bote, dándose la espalda, esperando, esperando y esperando a que… ¿a qué? A que ocurriera algo, lo que fuera, pero que pasara algo pues Hijo comenzaba a pesarle los parpados.

    —¿Has pescado algo? —preguntó Braket.

    —Nada.

    —Ah.

    Cinco minutos después.

    —¿Qué te parece? ¿No te parece una experiencia increíble?

    Hijo frunció el ceño sin comprender, ¿dónde estaba lo emocionante o lo espectacular de estar sentado por horas esperando a que algún animal pesque el anzuelo? Es más, comenzaba a dudar si quiera que en esas aguas hubiera algún tipo de pez, sin contar que el sol de medio día comenzaba a quemarlo, a pesar de haberse puesto protector solar y un sombrero.

    “No” pensó, mas al final contestó:

    —¿Debería?

    —¡Claro! Estás intentando algo nuevo. Estás conociendo un nuevo lugar...

    —Pues no hay mucho que ver —contestó Hijo desanimado—, parece que estamos en un pueblo fantasma.

    Y si no fuera por los rugidos del estómago de Hijo, hubiera de nuevo un silencio. El menor tomó algunas frituras que habían llevado y un refresco de un hielera pequeña.

    —Mira, Hijo, mira, he pescado uno, mira —Braket le enseñó, era un pez algo pequeño.

    —Wow, qué bien... ¿lo usaremos de carnada o algo? Porque eso no funciona ni para el tentempié del tentempié.

    Los minutos que le parecían horas, transcurrieron, comenzó a desesperarse, le incomodaba estar allí sentado sin respaldo, la espalda le dolía, era medio día y el sol estaba en su punto más caliente. La sed lo atacó. Suspiró al pensar que todavía le faltaba medio día y un día completo más, deseó llorar al ya no sentir una de sus piernas. Inconscientemente comenzó a mover su pie de arriba abajo una y otra vez. Tenía que guardar la compostura, solo faltaría un día más. Ese infierno no dudaría toda la eternidad.

    No era necesario que dijera nada, sus suspiros y movimientos le indicaron a Braket que Hijo estaba aburrido, abrumado, cansado… no había sido buena idea traerlo. Hasta él comenzaba a molestarle la situación, a pesar de que estuvo muchos años viajando con su padre, ya estaba desacostumbrado a ese entorno, comprendió que para hijo esa experiencia era mucho peor que beneficiosa. Estar en esa situación, en silencio los dos pese a estar a tan solo un metro separados, le hizo darse cuenta, ¡no! reafirmó que él e Hijo estaban muy separado. Era cierto, a veces tenían charlas como la de varios días pasados, pero eran pláticas muy cotidianas o muy especificar. Pero siempre Hijo teniendo prisa. Aunque en realidad le hacia feliz verlo de esa forma.

    Sabía la razón por la que llegaron a esa situación, fue por lo inmaduro que actuó con su hijo cuando su esposa murió, porque hubo un tiempo en que se desatendió de él, como si ignorara que tuvo un hijo. A los dos les dolió la perdida de ella. A él le dolió, pero quizá quien sufrió más la perdida fue Hijo, porque él era el adulto y debió actuar como tal, pero no lo hizo. No pudo hacerlo porque temió a lo que significaba ser padre soltero. Pensó que si lo dejaba ser sería lo mejor, pero no, no fue así, hubo un tiempo en que Hijo se encerraba solo, sintiéndose desanimo por todo y cuando deseó hacer algo, se dio cuenta que un muro se había construido frente a ellos. Bajó la mirada, al final, quienes terminaron sacando a Hijo de ese agujero tenebroso fue Flor y Coletas, porque él no contribuyó a nada.

    —Lo siento, hijo —habló el mayor provocando que el menor le prestara atención—. Sé que arruiné tu fin de semana. Te obligué a venir a un lugar al que no quería venir. “Lamento no ser un buen padre”, terminó pensando.

    Hijo miró a su progenitor quien estaba muy abatido, y frunció el ceño un tanto confundido sin comprender por qué se disculpaba, realmente se le veía muy arrepentido, esa misma mañana se le veía como deseoso de que ese par de días fueran espectaculares y por circunstancias de la vida no lo fueron y sabía la razón.

    —No, yo lo siento —se disculpó Hijo bajando la mirada, avergonzado.

    Debía aceptar que tenía culpa de que hayan llegado a ese ambiente, sí, era cierto, estaba malhumorado y molesto por haber realizado ese viaje en vez de haber ido con sus amigos a la ciudad, pero tenía que intentar divertirse por esa nueva experiencia, en vez de darla por perdida desde el principio.

    —En realidad… yo arruiné el viaje por mi mala actitud.

    —Quizá los dos tuvimos parte de culpa.

    Hijo rio estando de acuerdo, que mejor que compartir parte de la culpa. El ambiente se había aligerado un poco.

    —Honestamente, lo que me sorprendió fue que conocieras este lugar y que supieras pescar, es más, las personas parecen conocerte. No conocía esa faceta tuya —comentó Hijo.

    —Como ya lo había dicho —comenzó a rememorar—, estuve viniendo con tu abuelo desde que cumplí los ocho años hasta los dieciséis. Me traía aquí a pescar una vez al mes. ¿Nunca te lo conté? Tu abuelo es originario de Villa Rocosa, así que nació conociendo este lugar —Apuntó hacia el lugar donde quedaba más o menos el pueblo.

    El menor se sorprendió de saber eso.

    —No sabía que el abuelo era de aquí, ¿entonces cómo llegaron a Sosonia?

    —La mayoría de los de Villa Rocosa se ganaban la vida pescando. La familia Wills se dedicó a ese negocio por varios años, décadas quizá, y además de vender a la Villa, viajaban a Sosonia por negocio. En uno de esos viajes conoció a tu abuela, empezaron a hablar de forma ocasional y esas conversaciones se convirtieron en citan y bueno, allí sucedió la magia. Al final tu abuelo se mudó a Sosonia por ella.

    Hijo se sorprendió de saber eso. Y ahora que lo pensaba, realmente no conocía nada de la familia Wills.

    —Algo similar pasó contigo y mamá, ¿verdad?

    —Sí, algo similar… como sabes, tu madre era de la ciudad y era maestra. Cuando se graduó decidió enseñar en la primaria de Sosonia, fue de esa forma en que la conocí.

    —Recuerdo que una vez mamá me contó que la primera vez que te conoció fue en la tienda de doña Eduviges, y que tiraste todo las cosas que tenías a la mano, ¿eso es cierto?

    Braket rio divertido al recordar esa anécdota.

    —No fue la mejor primera impresión… fue vergonzoso, en realidad, el galón de leche explotó y ensució sus zapatos y para colmo, cuando me agaché para hacer algo la golpeé porque ella hizo lo mismo...

    Sin darse cuenta las horas pasaron de forma rápida ante la conversación. Hijo aprovechó para preguntarle algunas cosas sobre su madre y también sobre su familia. A pesar de como comenzó ese día, se desenvolvió muy bien, por lo que cuando el sol iba escondiéndose en el horizonte, se dieron cuenta de lo tarde que era. Al día siguiente, Braket aprovechó y llevó a Hijo a conocer el pueblo que vio crecer a su abuelo, y con mejor ánimo, Hijo disfrutó mucho de ese viaje, disfrutó mucho conocer más acerca de sus raíces y era cierto, no estaba en el parque acuático pero, ese día no pensó en ello, se centro en que vendrían otros días para ir el parque con sus amigos.

    . . .​

    Una vez que llegó a Sosonia, se reunió con sus amigos y su novia cuando ellos habían llegado.

    —Te extrañe mucho, Hijo —le hizo saber Flor mientras lo abrazaba—. ¿Qué tal te fue?

    Se le vía muy feliz y fresco, sus facciones le indicaron que se la pasó muy bien y Flor se alegró por eso.

    —La verdad es que mucho mejor de lo que pensé. Me gustó, y hasta me atrevería a decir que otro viaje igual no estaría nada mal.

    —Eso es bueno —dijo Coletas.

    —¿Y a ustedes cómo les fue?

    —Bueno, bien —comentó la novia, aunque un tanto titubeante.

    —Y hablando de eso, ¿quién fue en mi lugar? —quiso saber Hijo.

    —Decidimos invitar a Mio, a petición de Feliz —comentó el moreno—. Y bueno, casi todo el viaje estuvo enfermo, descubrimos que no se le da muy bien el viajar largas distancias.

    —Y vomitó bastante... muchas, demasiadas veces —comentó Lin-Lin con cara que demostraba un tipo de trauma.

    —¿Algo le sucedió a Lin-Lin en ese viaje? —preguntó Hijo a su novia en susurró.

    —Digamos que sí —le respondió de la misma forma para al final decirle más alegre—. Para la próxima vayamos nosotros.




    . . .​
     
    Última edición: 9 Mayo 2021
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  10. Threadmarks: El restaurante (Parte 1)
     
    Sonia de Arnau

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    Gracias Marina por dejarme ese corazoncito y aún recordar cariñosamente este pueblo tan especial :) La verdad es que me resulta un tipo de desahogo escribir algo más lindo/divertido/cotidiano; para salir un poco de lo oscuro, dramático o edgy. De nuevo, gracias por continúar leyendo estas aventuras.


    El restaurante

    (Parte 1)



    Esa mañana pudo haber sido tan tranquila como siempre si no fuera por un peculiar suceso que pasaba en el centro del pueblo. Se estaba levantando un nuevo edificio. Los vehículos de carga que transportaban las tuberías, cables, puertas, ventanas y más cosas, junto con la maquinaria que ensamblaba los últimos retoques al esqueleto del edificio, hacían mucho ruido, por lo que los vecinos de alrededor habían salido de sus hogares para ver, en primera fila, lo que estaba sucediendo. Pese a lo que se podría pensar, ninguna de estas familias, que fueron obligadas a levantarse temprano ante el alboroto, estaban enojadas. Al contrario, las personas se encontraban absortas ante aquella construcción como si eso fuera un show de circo, como si nunca hubieran visto una construcción de esa magni… ¡y en realidad es que era eso! Para las personas de Sosonia la rapidez en la que se estaba construyendo el edificio les pareció impresionante. En tan solo ocho horas el edificio ya se encontraba en la fase tres.

    El grupo de amigos arribó a Sosonia después de un largo día de escuela, se extrañaron de ver un revuelo en el centro del pueblo por lo que, sin pensarlo dos veces, se dirigieron hacia allá, como los curiosos que eran.

    —Wow —se maravilló Hijo mirando a sus amigos—. Eso no estaba ayer, ¿o sí?

    —Eso no estaba esta mañana —agregó Rojita.

    Un señor, quien tomaba café de lo más tranquilo en una de las sillas de la plaza, comentó al ver la confusión en el rostro de los jóvenes.

    —¿No es increíble como la tecnología a avanzado al punto de que se puede construir un negocio en tan solo un día? A penas ayer se le vio al dueño hablando con el alcalde Mandamás en su despacho, y mira.

    —¿Sabe de qué será el negocio? —preguntó Coletas.

    —Por lo que escuché, será un restaurante —contestó después de darle un sorbo al café.

    —¿Un nuevo restaurante? —se preguntó el moreno volviendo su vista al otro extremo, desde allí se podía ver Los Mil Gustos, se sintió un poco preocupado por los cocineros. Ya una vez casi perdían su empleo, ¿qué sería de ellos ahora con un nuevo restaurante?

    —¿Te preocupan los chefs, Coletas? —preguntó Rojita al ver la cara abatida del nombrado.

    —Un poco, la verdad.

    —Amigo, no te preocupes por eso —dijo Hijo, intentando animarlo—. Es bueno ser una personas amable y atenta y todo eso, pero no siempre hay que pensar que todas las personas se van a tomar todo a mal. Estarán bien.

    —Tienes razón, tal vez me estoy preocupando de más.

    Hubo un silencio y unas cuantas miradas, Hijo dejó caer los hombros al decir:

    —Aún así quieres ir, ¿verdad?

    Pese a que las palabras de Hijo llevaban mucha razón, a peticion de Velasco, fueron al restaurante solo para ver cómo estaban ellos, sin embargo, todo parecía de lo más normal, quizá la preocupación del moreno era exagerada. Lin-Lin atendía a los clientes como de costumbre. Los clientes pedir y recibir su comida como siempre. Los tres cocineros, quienes estaban fuera de la cocina debido al alboroto que se formaba del otro extemo de la plaza, vieron al grupo de amigos acercándose.

    —Hola muchachos —saludó Jefe—. Deben tener hambre, ¿quieren comer algo?

    —¿Se enteraron que lo que están construyendo enfrente será un nuevo restaurante? —fue el saludo del moreno.

    —Sí, lo sabemos —afirmó Remmy dirigiendo su vista al edificio a medio construir—. El mismísimo señor Mandamás vino a decírnoslo esta mañana. Nos dejó saber un poco la situación. Quién lo hubiera imaginado, ¿verdad? Hace nada allí solo había una casa vieja y ahora está ese edificio.

    Los tres cocineros notaron que de los jóvenes, Coletas era a quien se le veía más preocupado por la situación, por lo que Jefe añadió:

    —No estamos en contra de la sana competencia, al contrario, podríamos sacar algo beneficioso de esta experiencias.

    —Con surte hasta inspiran a Remmy a crear más platillos —dijo Coo entre risas.

    —No hay que preocuparnos —continuó el líder de los cocineros—. La rica y saludable comida nunca será derrotada por comida chatarra.

    Al escuchar que el nuevo "restaurante" sería de comida rápida, su preocupación disminuyó, sin duda se había preocupado por nada, así que con esa explicación, el grupo de amigos ntraron al restaurante y se quedaron a comer. La tarde transcurrió de forma normal al igual que el día siguiente hasta el segundo día, cuando el nuevo restaurante, llamado; “Coráson”, inauguró sus puertas, para la sorpresa de nadie, pese a que se trababa de un lugar insólito, muy poca gente fue a provar la comida, quizás por la desconfianza o porque los pueblerinos estaba acostumbrados a ir a Los Mil Gustos. Como fuera, el primer día unos pocos aventureros se animaron a ir.

    En la casa Municipal.

    Reyd Mandamás dejó caer la pluma al momento que masajeaba su muñeca, lo que más odiaba de su trabajo era tener que firmar un sinfín de papeles, no tanto leerlos, sino tener que firmarlos porque éstos no solo ocupaban de un firma en el pie de página, ¡no!, tenía que rayar su nombre hasta tres veces en la misma página, pero ya estaba por terminar esos últimos documentos, así que dándose un pequeño lujo, se recargó en la silla para quizá, si era posible, descansar los ojos por unos segundos, o minutos, o si tenía suerte un par de horitas, y estaba apunto de hacer eso cuando vio caer unas nuevas carpetas al escritorio, levantó la vista para ver desde lo alto a su secretaria, quien le sonrió... maliciosamente, casi pudo leer su pensamiento que decía: "¿Le interrumpo algo?"

    Dejó escapar un suspiró.

    —Iré a estirarme un po...

    —Usted se queda allí, a terminar de leer y firma esos papeles —soltó la mujer regresándolo al asiento.

    —P-pero solo será un minuto, me estoy entumeciendo aquí —Miró la hora—, he sacrificado mi siesta por esto. Solo dame un minuto, por favor.

    —Eso fue lo que dijo la semana pasada con esta tanda. Y ésto es de esta semana. No se preocupe, que ahora mismos le traigo un poco de café.

    —No… no por favor —Comenzó a frotarse la cara y es que cuando su secretaria le proponía café era porque lo quería despierto sí o sí pues sabía que él no bebía cafeína—. Escuchar eso me entristece. Me da a entender que me quedaré hasta la noche.

    —Pues si se da prisa tal vez no.

    Entre el papeleo que ya había leído y firmado, tomó una hoja que llamó su atención. Era la del permiso de construcción del nuevo negocio de comida.

    —Por cierto, ¿cómo va la construcción de ese nuevo restaurante?

    —Al parecer ya inauguró.

    —Oh, vaya, eso fue rápido… espera, ¿no me invitaran a ella?

    —En realidad sí, lo hicieron.

    Reyd miró a la secretaria lleno de sorpresa.

    —¿A sí? No recuerdo.

    —Estaba dorm...

    —Ah ya lo recordé... Sí, es cierto, estaba ocupadísimo.

    —Señor, ¿usted cree que estuvo bien permitir un restaurante de este tipo? —preguntó la mujer antes de salir de la oficina, con un aire de preocupación.

    —Cada negocio es libre de manifestarse. La gente al final será quien decidirá si comprar o no dichos productos. Además, últimamente me preocupa que la mayoría de padres de familia se tengas que ir a la ciudad a conseguir trabajo, creo que tener más negocios aquí evitará que los del pueblo migren a otro lugar a trabajar —Tomó una de las hojas de la última semana que le faltaba firmar, se trataba de una solicitud—. Ah, por cierto, recuerdas que la señora Gloria Bas pidió permiso para empezar un gimnasio, estaría bien comenzar a ver eso. Al igual que algunas otras propuestas. Por ejemplo mira ésta, es buenisísa la del señor Ramos, un supermercado.

    —Es una buena idea, señor, sobretodo ahora que se acercan de nuevo las votaciones, para que lo reelijan.




    En el segundo día en que el nuevo restaurante Coráson había abiertos sus puertas más personas se fueron sumando. El tercer día la clientela aumentó el doble, y el cuarto la popularidad del sitió fue abismal pues los clientes iban aumentando mientras las mesas de Los Mil Gustos se iban quedando vacías.

    —¡Deben estar haciendo trampa! —gritó Remmy mientras arrugaba el periódico local y lo arrojaba al piso.

    —¿Cómo se podría hacer trampa y de qué manera? —preguntó Coo, aunque comprendía el pesar de su compañero, le pareció algo ilógico su pensar.

    —No lo sé, creando una promoción extraña o pagando mucho dinero para estar en la primera plana del periódico —Recogió la bola de periódico y lo desdobló para enseñárselo a Coo—. Me niego a pensar que estas palabras sean ciertas.

    La noticia se leía: “El nuevo restaurante; Coráson, a cautivado los corazones de todos los del pueblo de Sosonia. El 100% de los clientes dicen que es la mejor comida que han provado en mucho tiempo”.

    —Nosotros ni siquiera tuvimos algo así en nuestra inauguración. ¿Lo recuerdan? Solo una pequeña sección que decía; “Los Mil Gustos abren sus puertas, fin de semana de descuento”. ¡Bah!

    —Oh sí, lo recuerdo —rememoró Malecón—. Esos fines de semana fueron un infierno.

    Jefe suspiró mientras tomaba asiento.

    —Debemos admitir que hemos perdido, al final es el cliente el que decide que restaurante es bueno o no...

    —Me niego a rendirme —soltó Remmy cruzando los brazos, un tanto decepcionado por la actitud del chef líder.

    —Estoy de acuerdo —secundó Coo. Desvió la vista y miró hacia afuera, desde allí podía ver con claridad el local de comida rápida. Tomó una decisión—. Iré a comprobar si es verdad lo que dice ese periodico aunque aquí entre paréntesis te dija que "Ésto es 100% real no clickbait".

    Inconforme por lo que estaba ocurriendo, Coo se alistó para acercarse a trincheras enemigas, y sus compañeros decidieron esperar su veredicto. Al paso de poco más de treinta minutos, los cocineros vieron como su compañero regresaba.

    —¿Qué opinas? —preguntó inmediatamente Remmy—. Dudo que la comida de allí si quiera se acerque a lo que se prepara en Los Mil Gustos, ¿verdad?

    —Remmy, cálmate, deja que él nos lo diga.

    —La verdad es que… —Tragó saliva con dificultad mientras se frotaba las manos con un notable nerviosismo y es que se sentía realmente culpable por lo que estaba a apunto de decir. Levantó la mirada y miró a sus compañeros, quienes se mantenían en expectativa por saber su opinión. Entre miradas lo invitaron a continuar—. Esas alitas de pollo estaban muy buenas.

    —¿Alitas de pollo? —preguntó Picasso como quien queriendo confirmar que sus oídos escucharon bien.

    A su vez, Coo se llevó las manos a la cara y continuó con voz quebrada.

    —Estaban muy buenas. Demasiado ricas. Les juro que entré a ese lugar y pedí lo primero del menú con toda la intención de ser lo más crítico posible, tan respetable critico que el señor Vidal podría tener envídia, pero, ¿cómo podría mentir al decir que no fueron lo mejor que he probado si en realidad fue una gran sorpresa?

    —Lo dudo, no, no, no —Negaba una y otra vez—. ¿Alitas? ¿Alitas de pollo? Dudo que hayan sido solo alistas, ¿algo más? Debieron estar acompañadas con...

    Coo negó y colocó su mano sobre el hombro de su compañero.

    —Sé que eso ha golpeado tu orgullo artístico, amigo, pero hay que admitir que cuando algo está rico, está rico, sin importar que sean solo alitas de pollo.

    —Ah, ¿n-no me ha golpeado nada? O quizá un poquito… ¿cómo no me voy a molestar cuando me he desvelado por varias noches en crear un nuevo platillo? Ahora sé como se sintieron aquellos cocineros extranjeros.

    —No creo que ese sea el verdadero problema —opinó Jefe.

    —Entonces ¿qué propones? —preguntó Remmy, todavía sin rendirse.

    —Ir allá y comprobarlo por nosotros mismos.

    El señor Picasso golpeó la palma de su mano con su puño.

    —Ah, lo entiendo, tenemos que estar cerca del enemigo para aprender de él y así poder hacerle frente, me agrada esa plan, Jefe.

    —En pocas palabras intentaremos robar su receta secreta —comprimió Coo, ganándose una nada grata mirada por parte de sus compañeros.

    —Es para examinar —recalcó Huerta—. Iremos y comprobaremos su sazón, es todo. Igual, quizá aprenda algo nuevo.

    Sin más, esa tarde Los Mil Gustos cerraron sus puertas más temprano de lo normal y así los tres cocineros fueron al nuevo “restaurante” y se sorprendieron de ver el local lleno, miraron a caras conocidas, a esas personas que fueron una vez clientes recurrentes pero que ahora lo eran de allí.

    —¿Y? ¿Quién nos va a tender? Es más, ¿dónde nos vamos a sentra si ni siquiera hay mesas disponible —A diferencia de Los Mil Gustos, Coráson era un poco más pequeño.

    —Hoy como que amaneciste con una actitud muy seca, ¿no? —dijo Coo.

    —Lo siento, tienes razón —inhaló y exhaló para calmarse un poco—. Me cálmare, lo prometo. Estoy aquí en son de paz.

    —En esta clase de lugares se pide la comida —dijo Jefe—. No hay nadie que atienda al cliente y misma razón por la que no hay tantas mesas, se supone que es un local de comida rápida; se pide y se va.

    —Y ésta es la fila —señaló Coo, una fila muy larga a decir verdad.

    Se formaron y sí, también Coo pues ahora quería porbar otra cosa del menú.

    Una vez que se cruzaba la puerta, al lado derecho, por un pequeño pasillo se localizaban los baños para hombre y mujeres, al lado izquierdo se encontraba la sección de mesas, del otro extremo se encontraban dos cajas para atender a la clientela, detrás de éstos, se encontraba la cocina, aunque ésta no se podía ver, solo se podía ingresar por una puerta y solo el personal autorizado.

    —¿Qué pedirán? —preguntó Huerta para pasar el rato. Tenían de sobra para pensar en que pedir—. Yo… mmm, creo que pediré una pizza de salami. ¿Y tú, Remmy?

    —Definitivamente pediré lo más poco apetecible.

    Coo y Jefe lo miraron, fruncieron el ceño un tanto desconfiados.

    —¿Tanto han magullado tu orgullo artístico qué recurrirás a eso? ¿En serio?

    —Mira, Coo, aunque te burles, eso tiene su lógica, te la explicaré: Si me ganan con lo menos apetitoso, admitiré que este lugar es el mejor y que sirven mejor comida que mis platillos. Así que pediré eso; la sopa de brócoli y con aceitunas.

    —¿Con aceitunas? —Se sorprendió Jefe mientras Remmy asentía, confirmando que sí, había escuchando bien.

    —Así es, pediré esa sopa y con aceitunas —reafirmó.

    —¡¿Has perdido la cabeza?! —dijo Coo—. Será trampa, tú odias, detestas, aborreces, las aceitunas, a tal punto que ninguna de tus creaciones llevan aceitunas. Aunque después Jefe las añade, si así lo quiere el cliente. ¡Pero ese no es el punto! Eres melévolo.

    Dicho y hecho, cuando llegaron a la caja cada quien pidieó su orden, Jefe procuró apartar una mesa cuando una se desocupó, Remmy y Coo se acercaron con las bandejas de sus pedidos, tomaron asiento y comenzaron a disgustar, especialmente Remmy, quien con un ojo crítico saboreó la primera cucharada. Admirado miró aquel espeso caldo, volvió a probar y saborear mejor. Miró a sus compañeros y Jefe asintió una vez tragó su pedazo de pizza.

    —Está buena la pizza, ¿qué tal la sopa?

    No quería admitirlo.

    No quería decir que le gustó.

    Su mente gritaba con decir que no era lo mejor que había probado, no obstante, su garganta y su voz, como si hubieran adquirido vida propia, terminaron diciendo:

    —Deliciosa —Volvió a tomar otra cucharada como quien queriendo asegurar que su paladar le jugaba una cruel broma, más un par de cuchaardas más, se percató que no, su paladar no podía mentir.

    Sus compañeros se miraron, admirados por el inusual comportamiento de Picasso, después de todo, detestaba las aceitunas y se le veía muy campante comiéndolas, ni siquiera hubo platillo de su creación que llevara aceitunas sin que pusiera mala cara. ¡Era la sopa de aceitunas milagrosa! Un punto para el nuevo restaurante. Un hombre con un traje elegante se acercó a los tres cocineros.

    —Hola, mucho gusto señores, espero que estén disfrutando de la comida que preparamos aquí. Déjenme presentarme, yo soy Mónico Vespucio, el dueño de este restaurante.

    —Pido enormes disculpas por haber mencionado que este lugar era una farsa —se apresuró a decir Remmy poniéndose de pie y saludando a Vespucio—. Esta sopa, esta sopa… no sé que es lo que tenga… bueno sí, aceitunas y brócoli, pero a lo que me refiero es que, por extraño que se escuche, me ha gustado, tiene un sabor... un sabor indiscriptible y lo mejor de todo es que el sabor de la aceituna no arde en mi paladar.

    —Y esta ensalada de pollo. A pesar de ser simple, su aderezo tiene un sabor y olor exquisito.

    —Al igual que la salsa de tomate de la pizza, tiene un sabor peculiar.

    El dueño sonrió ante los halagos de los mejores cocineros del pueblo.

    —Me alegra mucho escuchar eso, y es todo un honor escuchar esas palabras de ustedes, los famosos cocineros de Los Mil Gustos. Sobre todo de usted, señor Picasso, tengo entendido que es un cocinero que ha preparado e inventado platillos para el deleite del paladar.

    —Gracias. ¿Cuál es su secreto? —inquirió Remmy.

    —Como comprenderán, ya que ustedes son cocineros, existen recetas que deben permanecer secretas. Son libres de venir cuanto lo deseen, como lo han podido notar en el menú, tenemos variedad de comidas.

    Remmy no insistió en eso porque comprendía la postura del dueño.

    Poco a poco el nuevo restaurante comenzó a tener más popularidad, para sorpresa de nadie, tanto incrementó su popularidad que Los Mil Gustos cerró sus puertas, sin embargo, para la sorpresa de todos, no fue solo porque la clientela menguó sino porque los tres cocineros, de forma unánime, decidieron hacer eso para seguir “investigando” los sabores que el nuevo restaurante de comida rápida ofrecía. Por que sí, Jefe, Remmy y Coo comenzaron a ir a comer allí.

    Coletas miró el letrero que portaba las puertas del restaurante: “Los Mil Gustos estará cerrado temporalmente. Disculpen las inconveniencias.” El moreno frunció el ceño al momento que desviaba su vista al nuevo local de comida rápida. La fila larga de personas ya salía del local y ésta no mentía; Coráson había ganado a la gente de Sosonia.

    Aquello lo preocupó demasiado. Por primera se dio cuenta que estaba luchando con un enemigo más poderoso. Algo de ese lugar le molestaba, no sabía que, pero no le agradaba nada lo que estaba sucediendo. Le parecía increíble el actuar del pueblo. Él, que era oriundo de la ciudad, nunca conoció un lugar de comida rápida que destronara a un lugar de buena comida, y eso que allá existía un sinfín de ellos.

    ¿Coráson se hizo famoso en Sosonia precisamente porque era el primer local de su tipo?



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    Borealis Spiral

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    añjsdklalsjdkaslj ¿Por qué no sabía que habías actualizado esto hasta ahora? ¿Eh? ¿Eh? ¡¡¡EH!!! ¡Explícame!
    OMG!!!! ¡¡¡¡MUJEEEEEEERRRRR!!!! Estoy llorando, en serio que sí... Bueno, no. Pero casi. Soy tan feliz. No puedo evitarlo. AMO esta historia y lo sabes. Es mi FAVORITA de todas las tuyas (sorry not sorry). Vivo para este pueblo y sus habitante, VIVO!!!!!!
    Pfff, okey, calma, calma.
    ADSDSFAIHAIERWE ¡¡¡NO PUEDO!!!! ARGHH!!!!! El pawa me consume..... AH!!!!!

    ...
    ...

    Listo. Ahora sí, dejando de lado esa actuación penosa de fangril desquiciada, sí es cierto lo que digo: Amo esta historia y estos dos capítulos sólo reafirman ese hecho.

    La pesca:
    Me encantó. Amé ver un lado de Braket que sinceramente no esperaba... Ahora sí pareció papá, ja. No, pero en serio, fue adorable que deseara tener un momento padre e hijo con Hijo (estos nombres xD). Pero sí, eso de la pesca ha de ser increíblemente aburrido, no puedo culpar a Hijo por su negativa inicial, pero me alegra que las cosas terminaran bien. Y de nuevo, los detalles que nos diste de Braket y parte de su familia fue genial. Creo que lo sentí más porque ya conozco a estos personajes desde hace mucho y ahora en serio quiero saber más y más de todos. ¡TODOS!
    Me rompió el corazón saber que Braket se culpa de la distancia actual con Hijo y lo peor es que sí es cierto: Braket es muy inmaduro (y exagerado), siempre lo has vendido así, pero saber la razón, que fue como un escudo contra la realidad de perder a su esposa, le da más profundidad al personaje y me encantó eso. Al menos intenta arreglarlo, más vale tarde que nunca.
    En serio, no puedo con estos nombres xDDDD

    Ese Hijo y sus ocurrencias. Es todo un caso. Me encanta. Y por cierto, Hijo, lo siento, pero Coletas tiene razón: Dedos de Mantequillas es el mejor. Punto.

    El restaurante:
    También amé este capítulo porque adoro a los chefs... Bien, ¿a quién no adoro de este pueblo? Ya, sí, a todos... pero tú me entiendes. Me gustó que los tres cocineros promuevan la competencia sana, se ve que no son egoístas... aunque admito que adoré que Remmy se pusiera tan pasivoagresivo contra el nuevo restaurante por las buenas críticas en el periódico xD De hecho, adoré que Picasso fuera el más afectado porque es obviamente un fuerte golpe a su orgullo como artista e inventor de platillos nuevos. Creo que se lo tomó bastante personal, jejeje.
    Pero bueno, al final resulta que la comida rápida es bastante buena y destronó a Los Mil Gustos... ¡Pamplinas! ¿Qué clase de brujería es esa? D: No te voy a mentir pero esa parte final del capítulo se me antojó de a tiro a novela de misterio y no sé por qué. Coletas lo hizo ver muy, muy intrigante, hm.
    Y hablando de Coletas. Hace rato que él me intriga. Sé que es extranjero y ya sé que viene de cuidad pero ¿por qué se mudó a Sosonia? ¿Y sus padres? Me imagino que tiene, ¿no? ¿Cómo lo dejaron vivir allí así como así? Quiero saber. La verdad es que leyendo este capítulo descubrí... no, ya lo sabía en realidad... más bien redescubrí que Coletas es un muy buen tipo. En serio, es bien buena gente. Es amable, se preocupa por lo demás, siempre toma la iniciativa para ayudarlos, puede parecer metiche por eso pero tiene las mejores intenciones en mente, no como otros cofcofTriplecofcof y la verdad es que me gusta el muchacho. Bastante, de hecho.
    Aun así, yo ya tengo un ídolo.
    Reyd es mi ÍDOLO. Es el mejor. Punto. ¡Lo amo! xDDDD
    No, pero en serio. Qué buena idea la suya de aumentar los negocios en el pueblo para que los habitantes no viajen hasta la Ciudad Ciudad (estos nombres!). Ja, tómela. ¿Quién dice que no se puede ser un gran líder y un gran perezoso? Si es que Reyd es la viva imagen de un bello líder durmiente.

    Y nada más. Ufff, este fue un masivo comentario. Si mi entusiasmo y amor por esta historia no quedó claro con esto, no sé qué lo hará. Pero bueno. Espero ansiosa la segunda parte de esta novela de misterio para revelar qué es lo que en verdad con ese restaurante malévolo. Yo me despido y ahí te ves, carnala.

    Hasta otra.
     
    Última edición: 20 Abril 2021
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  12. Threadmarks: El restaurante (Parte 2)
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Borealis Spiral ¡qué sorpresa! o quizá no. De verdad me sorprendió leer tu comentario, realmente me alegra saber que todavía si. Y no te preocupes, me emociona tu fangilismo hacia esta historia, para mí también ese espacial y por esa misma razón quisiera darle un final, no sé cada cuando subiré, pero continuaré hasta que finalice, y debo decir que solo me faltan dos capítulos (más sus respectivas partes).
    P.D: Jajaja, sí, lo de Reyd estuvo muy divertido, la verdad es que disfruté y me divertí mucho escribir esta primera parte del Restaurante.


    El restaurante
    (Parte 2)



    En la parada de autobuses, Coletas miró a ambos lados solo para cerciorarse de que se encontraba solo. No estaba Rojita, tampoco Dulce, ni Gordo, ni Mio, ni siquiera Feliz, quien era el más puntual y el primero en llegar, ni los demás chicos del pueblo. ¿Qué estaba sucediendo? Su vista se desvió a la solitaria figura de alguien acercándose; era Flor.

    —¿Dónde está, Hijo? —preguntó el moreno extrañado pues no era normal que ella llegara sola.

    Por el contrario, Flor negó con la cabeza, abatida.

    —Tengo todo el fin de semana que no lo veo.

    Coletas se sorprendió, aunque más que extrañado estaba preocupado pues había estado notando que poco a poco las calles del pueblo iban muriendo, como si Sosonia se estuviera transformando en un pueblo fantasma, y la sola idea de pensar en eso lo aterró. Al par de minutos, el único camión de pasajeros que pasaba a tan temprana hora, se detuvo y abrió sus puertas. El conductor observó a los dos únicos jóvenes y levantando la ceja, preguntó:

    —¿Solo ustedes irán a la escuela? ¿Qué pasó con los demás? Qué mal. La verdad no costea venir hasta aquí solo por ustedes dos —Cruzó los brazos—. Si los estudiantes no quieres ir a la escuela de Krill, tendré que dejar de venir, muchachos, no costea está levantada tan temprano, Reyd y yo teníamos un trato. Pues ni modo, súbanse por ahora, ya estoy aquí.

    Con aquel desaliento, Coletas y Flor subieron, aunque fue algo duro, el chófer tenía razón, no era factible levantarse tan temprano, conducir por más de media hora y gastar gasolina solo por dos estudiantes. Una vez finalizaron los estudios y Coletas y Flor arribaron a Sosonia, se encontraron con Li-Lin cuando se dirigían hacia la casa de los Wills.

    —¿Sabes algo de Rojita? —se apresuró a preguntarle, intranquilo.

    —Ella está… ¿bien?

    —¿Como que “bien”? ¿Se más clara?

    —Sí, Lin-Lin, no nos preocupes de esa forma —pidió Flor—. Al igual que con Hijo, y Rojita sea mi amiga, no sé nada de ella.

    —Lo siento, lo siento —Para ser honesta, le daba vergüenza tener que decirles que no estaba del todo segura, no solo porque eran parientes, sino porque actualmente vivían en la misma casa—. Es que, ella está bien porque está en casa pero… No ha salido hace como dos días de su habitación. Mi tía y yo hemos intentado sacarla, pero se rehúsa.

    Aquella aclaración asombró a los presentes.

    —Es rara esa actitud en ella —comentó Flor—. Casi que dudo, no es que dude de ti, es que me parecer algo poco usual en ella.

    Coletas asintió estando de acuerdo, a su vez, Lin-Lin cruzó los brazos, molesta.

    —Pues aunque no me crean, las únicas veces en la que sale del cuarto es cuando va al baño y sale a recibir esa comida del nuevo restaurante. ¿No lo han notado estos últimos días? No solo a Rojita, ¡la mitad del pueblo! No he visto ni al señor Braket, ni a los chefs, o siquiera al molesto de Triple. ¡Esa comida los está matando!

    Eras declaraciones muy fuertes, pero quizá algo de cierto tenía. No deseaban sonar muy conspiranoicos, pero...

    —Últimamente mi padre lo único que ha estado comiendo es esa comida —comentó Flor—, a veces lo obligo a comer de lo que yo cocino, pero se niega, suele decir que la comida allí, aunque simple, es muy deliciosa.

    —Como Los Mil Gustos cerró “temporalmente” —continuó Lin-Lin—: comencé a trabajar de repartidora en el nuevo, y no les miento, los últimos días me he dado cuenta que he ido a dejar comida como tres veces al día en una misma dirección. Eso es muy, pero muy extraño… y preocupante, sobre todo preocupante, ¿no lo creen? Estará buena y eso, pero creo que la gente está exagerando con eso, ¿no?

    —¿Tú la has probado, Lin-Lin? —preguntó la morena.

    —¡Claro que no! A mi nunca me ha gustado esa comida grasienta. Coletas, tú sabes que en la ciudad es muy típico ese tipo de locales pero nunca había visto una situación tan grave como la de aquí.

    —¿Crees que este fenómeno se deba a que Sosonia nunca había comido ese tipo de comidas? Después de todo, el único lugar al que podían comer fuera de casa era Los Mil Gustos, y es cierto que allí vendían hamburguesas o papas fritas y demás, pero eran lo más saludables posibles.

    —No lo sé. De lo único que estoy segura es que no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Tenemos que hacer algo. Incentivar a la gente a que vuelva a sus dieta normal. A mi no me gustará esa comida, pero tampoco estoy en contra de que la vendan y la coman, pero hay que tener equilibrio.

    —¿Qué podríamos hacer? —preguntó Flor—. No creo que a estas alturas la gente nos escuche. Lo digo porque a mí me está costando hacer que papá coma comida cacera una vez al día.

    —¿Has probado algo de allí? —preguntó el varón a Flor, cuya respuesta a su pregunta fue la misma a la de Cervantes.

    Diez minutos después se les vio a los tres adolescentes mirando un calzone que Flor pidió, se miraron como quien esperando a que alguien rompiera el hielo y fuera el primer en tomar un pedazo y comerlo.

    —Muy bien… sean libres de comer lo que quieran —invitó Lin-Lin—. No es la primera vez que comen un calzone, ¿o sí?

    Flor levantó la mano y Coletas la miró:

    —¿De verdad, nunca has comido uno, Flor?

    —Pues si tú ya lo has comido, adelante, sé el primero —invitó ella.

    Coletas volvió su vista a la caja pequeña en la que se refugiaba aquel platillo de origen italiano, levantó la mano con la intención de tomar un pedazo, pero tras un suspiro la dejó caer. No podía, era cierto que cuando vivía en la ciudad comió tres o cuatro veces, por raro que se escuchara tenía mucha desconfianza de lo que pudiera contener aquel platillo echo en Coráson, o tal vez, a lo que realmente temía era que le fascinara como a todos los demás.

    —Al final, nadie va a comer, ¿verdad? —dijo Lin-Lin.

    —¿Y qué vamos a hacer con ésto? No lo vamos a tirar, ¿verdad?

    —Claro que no, Flor.

    —Entonces, ¿puedo comerla yo?

    Los tres adolescentes se sobresaltaron al escuchar a Ironio, especialmente Coletas pues Iro estaba detrás de él.

    —Hola, Iro, ¿lo quieres?

    Era mejor regalarlo que tirarlo. Los tres observaron como el pequeño niño de diez años engullía el calzone.

    —¿Qué tal? —le preguntaron al unisono al ver como el pequeño terminaba de limpiar la excesiva grasa de sus dedos en una servilleta.

    Estaban atentos a lo que Ironio pudiera responder, como esperando a que dijera que definitivamente lo que acabó de comer fue algo digno de un manjar para reyes, no obstante, su respuesta los dejó más perplejos.

    —Es definitivo. No hay comparación con Los Mil Gustos.

    —¿No te gustó? —preguntó Coletas para reafirmar lo que acababa de escuchar puesto que Iro se comió todo el platillo.

    —Tiene un ligero sabor amargo que no me gusta. Extraño Los Mil Gustos.

    —Y yo también —dejó salir en suspiro Lin-Lin—. Oh, mira que hora es. Me regañarán, se supone que estoy en servicio.

    —Yo también me tengo que ir, si no llego a casa ahora es probable que mi padre pida de nuevo esa comida, igual, pasaré a llevarle algo a Hijo y a su padre.

    Una vez se quedó solo, Coletas cerró los ojos para dejar salir un suspiro de resignación, al final todo lo que hicieron no resultó en nada, aunque en realidad no esperaban sacar algo. ¿Qué podían hacer? Estaba a punto de retirarse a su hogar cuando Ironio lo detuvo al preguntarle:

    —¿Quieres que Los Mil Gustos vuelva a abrir sus puertas?

    —Claro —dijo dando la vuelta para mirarlo, por un instante había olvidado al chico, tenía una presencia muy baja.

    —¿Quieres que todo vuelva a la normalidad?

    —Por supuesto.

    Coletas le prestó mucha atención.

    —Mañana, a las cuatro y media, en esa zona, ven —Ironio levantó el brazo para apuntar y Coletas miró hacia esa dirección, le echó un vistazo, no era nada fuera de lo normal, eran unos arbustos que apuntaba a la calle, ¿o se refería al árbol o al banco que descansaba debajo de éste?

    —¿Qué va a pasar mañana a esa…?

    Para cuando se giró se dio cuenta que el niño de diez años ya no estaba. A veces comprendía porque a Hijo le daba miedo. Coletas se hubo ido a casa, pero sin dejar de pensar en las palabras que Ironio comentó, al día siguiente se levantó con eso en mente, se dirigió a la escuela con eso en mente, estuvo en clase con eso en mente, regresó a Sosonia con eso en mente, inconscientemente todo el día estuvo mirando el reloj para saber la hora, ¿qué iba a suceder a las cuatro en la plaza? Para cuando se dio cuenta las cuatro habían llegado y él se dirigió hacia ese lugar.

    Se detuvo y miró a sus lados, no había nada fuera de lo normal, desde allí se podía ver el frente de Coráson y del otro extremo Los Mil Gustos. No fue hasta que prestó atención hacia uno de los arbustos que adornaba la plaza que notó a una persona escondida detrás, al principió pensó que se trataba de Ironio jugando pero cuando se asomó y vio detenidamente a la persona, se sorprendió al reconocerlo.

    —¿Tú no eres el hermano de Triple?

    Fili ladeó la cabeza hacia el moreno y sonrió al mismo tiempo que se erguía.

    —Y tú eres el amigo de Triple, ¿verdad?

    —… ah, sí…., ¿qué haces?

    —Disculpa, he venido a visitar a mi hermanito, pero como no conozco muy bien el pueblo, terminé perdiéndome… qué distraído soy.

    —Él vive por allá, si quieres puedo encaminarte —Coletas estuvo a punto de caminar cuando desistió al ver a Fili quieto.

    —No pude evitar notar que ese edificio no estaba hace dos semanas —continuó el mayor, con un tono serio y mirando el nuevo restaurante—. ¡Qué impresionante! ¿Qué tal le va al negocio?

    —Diría que demasiado bien.

    Fili levantó la ceja al notar la nada alegría en la voz del chico.

    —Por lo que leí en los periódicos la gente del pueblo ama la comida, además, ¿un restaurante de comida rápida? Eso no es ni medio normal, debo decir. ¿No te parece un poco extraño?

    —Honestamente sí.

    Fili cruzó los brazos a la vez que asentía.

    —Sabes, en lo que respecta a mí, ese lugar esconde algo, ¿no te parece?

    —Quizá.

    —¿No te gustaría saber lo que esconde realmente?

    Coletas frunció el ceño.

    —¿Tú conoces al dueño?

    El hermano mayor de los de Lizaldy se encogió de hombros.

    —Probablemente. Aunque realmente quisiera saber sí en verdad es la persona que creo que es. ¿Me ayudarías a descubrir lo que el lugar esconde? Es muy probable que si desenmascaro al dueño, Sosonia regrese a su normalidad.

    Coletas no podía engañarse, la curiosidad por saber lo que ese lugar escondía lo carcomía, estaba de acuerdo en que algo no era normal en ese lugar.

    —¿Qué tendría que hacer? —preguntó Coletas al final.

    Fili le contó su plan, un plan que al transcurso en que se lo iba contando comenzaba a dudar poco a poco, pero al final ya había aceptado ayudarlo con la misión. Y aunque Fili le pidió a él que lo ayudara, tampoco le dijo que no podía llevar a alguien que lo ayudara a él, por lo que terminó contándoselo a Flor y a Lin-Lin, la última aceptó sin pensárselo mucho, le emocionó la idea de entrar a investigar, evidentemente, Flor fue la persona que se negó en participar directamente pues no le agradaba la idea de entrar a un lugar privado, sin embargo, no los detuvo porque en realidad estaba preocupaba por su padre y novio y si en verdad había algo malo con ese lugar, pues los pueblerinos tenían el derecho a saber lo que estaba comiendo.

    Con eso en mente, las diez de la noche llegó y los dos jóvenes, sintiéndose como en una película de misterio y acción, se dirigieron hacia el local. Según la idea de Fili, él llegaría primero para manipular la cerradura de la puerta trasera; la puerta que entraba directo a la cocina, para que él entrara y lo ayudara a estar de guardia, vigilar la zona. Como ninguno de los dos lo vio cerca, supusieron que Fili había logrado abrir la cerradura y ya estaba adentro.

    —¡Qué emoción! —chilló la joven muy emocionada—. De lo que se está perdiendo, Hijo.

    —Es el tipo de cosas que haría, definitivamente —opinó Coletas.

    Ambos estaban ocultos detrás de unos arbustos de la plaza, desde esa posición tenían visibilidad a la parte trasera, aunque no directamente a la puerta.

    —Entonces, ¿cuál es el siguiente paso?

    —Mmm —Coletas echó una mirada a su reloj, el que marcaba las 10 y 8—. Se supone que a estás horas él estaría aquí...

    —Tal vez ya está adentro —dijo la joven dirigiéndose hacia la puerta trasera—. Vamos.

    Coletas y Lin-Lin se acercaron de forma sigilosa, sintiéndose como un James Bond, Coletas fue el primero en tomar el picaporte e intentó abrir la puerta pero ésta no cedió. El moreno frunció el ceño a la vez que dirigía su vista a su amiga. Lin-Lin tomó el picaporte y volvió a darle vueltas y empujando la puerta por si esta solo estaba atorada, pero la puerta tenía llave.

    —A lo mejor se refería a la puerta principal —opinó ella, dirigiéndose hacía allá.

    Coletas la siguió sintiendo una mar de nerviosismo, sentía admiración por Lin-Lin, parecía estar disfrutando de ese momento. Ni tarda ni perezosa hizo lo mismos, intentó abrir y halar la puerta de cristal, pero ésta ni se movió un poco.

    —Qué raro, ¿será que tuvo algún contratiempo? —se preguntó el moreno al volver a mirar el reloj.

    —Yo no sé —soltó la joven colocando sus manos sobre sus caderas—. Yo no me fiaría de él, después de todo es hermano de Triple.

    Un ruido fuerte y sordo los sorprendió, aquello los asustó mucho y si no fuera porque el ruido los aturdió, hubieran salido corriendo en un segundo, a su vez, se miraron.

    —¿Qué fue eso? —preguntó Lin-Lin, asustada.

    —No lo sé, pero creo que mejor hay que irnos —opinó el varón.

    —¡Alto ahí! —se escuchó una voz potente, provocando que la piel de los jóvenes se erizara. Coletas cerró los ojos al saber en el problema en el que se habían metido—. ¿Qué se supone que están haciendo aquí, delincuentes? —interrogó muy molesto Mónico Vespucio.

    —Emm… amm, nos perdimos —fue lo que atinó a decir Lin-Lin.

    El dueño del restaurante entrecerró los ojos, evidenciando su incredulidad.

    —Cómo no. ¡¿Creen que nací ayer? Están aquí espiando. Vengan conmigo, muchachos, los llevaré con la autoridad —les amenazó mientras sacba su teléfono móvil y los obligaba a seguirlo.

    En la casa Municipal.

    Reyd, sentado detrás del escritorio, miraba descontento a los tres personajes presente; los dos jóvenes sentados con la cabeza agachada y el dueño del restaurante a un lado con los brazos cruzados, irradiando molestia ante la intromisión de ellos, había contado todo al alcalde y mientras Vespucio contaba, la expresión de Reyd cambiaba; desde molestia, aturdimiento, aburrimiento, impaciencia, de todo un poco.

    —Debería de darles vergüenza y también debería mandarlos a una correccional de menores —sentenció el mayor fulminándolos con la mirada.

    —Definitivamente —secundó Vespucio—. Es un delito el allanamiento a propiedad privada.

    —¡No! Por haberme despertado. ¿Qué hora son estás de hacer maldades? ¿No pudieron esperar a mañana por la tarde? Y tú —Ahora Mónico recibió la mirada fulminante de su parte—, ¿no pudiste esperar a mañana?

    Los chicos bajaron todavía más la cabeza, regañados, por el contrario, Mónico frunció el ceño.

    —Señor, disculpe, pero ésto es algo muy serio, ¿cómo esperar hasta mañana?

    —Por eso. Es muy serio que me despierten. En fin —Los miró detenidamente, ya un poco más sereno—. Estoy muy decepcionado de ustedes. Nunca me imaginé que harían algo cómo eso. Especialmente de ti, emmm… Cornelio...

    —Coletas, señor.

    —Sí, Coletas. Eres un chico muy trabajador y responsable, me ha sorprendido saber que estabas husmeando propiedad privada.

    Entre más y más escuchaba la reprensión del señor Mandamás, más se sentía mal por lo que había cometido. No era normal en él meterse en esos líos, pero su curiosidad fue más grande, se prometió que nunca más haría algo semejante, le daba vergüenza que no solo el alcalde sino su jefe y quien le dio la oportunidad de vivir en Sosonia y haberle dado un techo y trabajo, lo estuviera regañando.

    —Entonces de castigo deben ir a la correccional —sentenció Vespucio.

    —Sí, se la gravedad del asunto, pero es la primera vez que me despiertan así que los perdoné por esta vez.

    —No, señor, no me refiero a eso —dijo entre dientes el hombre, sintiendo un poco de desespero por el mayor—. Mi caso.

    —¿Qué estaban haciendo ahí? —preguntó Reyd a los dos muchachos, ahora quería conocer su versión.

    —Evidentemente quieren manipular la comida que vendo para arruinar mi negocio —respondió el dueño—. No les gusta que mi negocio este triunfando y haya derrotado a Los Mil Gustos, pero piensan eso porque no le han dado la oportunidad de probar la comida.

    —Señor, Vespucio, estoy hablando con los chicos, ¿me permite? —Volvió su mirada a ellos—. ¿Eso es cierto?

    —¡Claro que no! —se defendió Lin-Lin.

    —¿Entonces qué estaba haciendo allí, eh? ¿A ver? —insistió el hombre en saber.

    —Escuchen, por hoy, por esta noche, dejémoslo así —tomó la palabra el alcalde—. Señor Vespucio, entiendo su queja y su preocupación, pero entienda que así son los jóvenes, quizá no estaban ahí para hacer una maldad, como robar o pintar las paredes, quizá estaba allí por curiosos y ya.

    Lin-Lin asintió, luego miró al dueño y afirmó que Reyd tenía razón, que habían ido allí solo por mera curiosidad, no existía dobles intenciones. Al final, zanjaron la situación allí. No se les castigo, mas solo fueron regañados. Los próximos días la situación continuaba siendo la misma, ni peor ni mejor. Los pueblerinos poco salían de sus casas, no solo por la facilidad que le era la entrega a domicilio, sino porque el consumo de muchas calorías y mala alimentación que suponía la comida “chatarra” les hacía fatigarse de más, y sentirse cansados la mayoría del tiempo.

    En realidad, la comida que vendía Coráson era deliciosa ante el paladar de la gente, pero era muy perjudicial para la salud, eso lo dejaba saber el hecho de que la mayoría estaba subiendo de peso, sin embargo, no dejaban de comerla y ante ese hecho, las elecciones para elegir a un alcalde estaba a la vuelta de la esquina y Reyd no le daba tanta importancia a ese asunto pues estaba atareado con los preparativos.

    Dos días después llegó el día de las elecciones. Como se trataba de un evento especial (y porque se les prometió comida gratis) la mayoría del pueblo hizo un gran esfuerzo por salir de sus hogares y reunirse en la plaza del centro, lugar que se acondicionó para esa ese evento, esperando a que los candidatos expusieran sus razones para que la gente votaran por ellos, para la sorpresa de nadie, hubo solo dos postulantes; Reyd Mandamás y Mónico Vespucio, solo las personas oriundas de Sosonia podían postularse para alcalde del pueblo, la familia Vespucio era originaría de allí. La familia Vespucio y sus dos hijos, uno de ellos Mónico, quien era el mayor, se mudó cuando este último tenía diez años, por lo que era completamente legal que Mónico se postulara para ser el próximo alcalde.

    La gente estaba muy emocionada por las votaciones, pero a la vez un poco indecisa por los candidatos. Por un lado estaba Reyd Mandamás, quien pese a lo que cualquiera pudiera imaginar, en esos últimos cuatro años fue un buen líder, creó muchas nuevas reformas e igual (o irónicamente) incentivó a que los jóvenes hicieran deporte (Reyd fue quien creó los premios al “Mejor Atleta de Sosonia” y quien organizó el “Concurso” al rededor del lago MC, entre otras cosas), y del otro lado estaba el reciente dueño de Coráson, quien aunque era relativamente nuevo, se ganó el corazón (y estómago) de Sosonia.

    El primero en levantarse a dar su discurso fue Reyd Mandamás, quien siendo ya un veterano y su segunda postulación, comenzó:

    —Pueblo, gente de Sosonia, si vuelven a a elegirme como alcalde, les prometo que administraré el dinero para crear nuevos negocios para así generar más empleo a las personas, y de esta forma hacer un mejor lugar para que las familias no tengan que distanciarse más.

    Los presentes asintieron mientras se miraban entre sí, esa idea les fascinaba. Reyd salió del atril y dejó pasar a Mónico, quien aclarando su garganta, se acercó al micrófono, todos estaban atentos a lo que iba a decir el hombre.

    —Yo, gente, les prometo todo lo que anteriormente se dijo, más fines de semana de descuento en Coráson.

    La gente se volvió loca, no solo se miró entre sí sino que comenzó a apoyar a Vespucio y es que en tan solo unos cuantos días, el nombre de él se había elevado por la mayoría de la gente del pueblo. Muy pocos personas presentes estaban en desacuerdo con esa idea, Coletas, Flor y Lin-Lin, pero no podían hacer nada, a saber que eran menores de edad y que casi todo el pueblo estaba a favor de él y que votarían por el hombre, y hubiera sido así si no es porque alguien entre el publico levantó la mano para llamar la atención de todos, y llevándose un megáfono a la altura de la boca, dijo:

    —Me opongo a ese hombre.

    Todas la miradas se fueron contra la persona. Miraron con incredulidad al dueño, quien se oponía a la alcaldía de Mónico Vespucio, un personaje que no era oriundo de Sosonia. Fili se abrió entre la gente caminando hacia la plataforma.

    —Tú... ¿qué hace Luu aquí? —se preguntó en voz baja Vespucio, con una mueca en su rostro y un poco de miedo ante su presencia.

    —¡Este hombre los esta engañando¡ ¡Es un impostor! Él no es el verdadero Mónico Vespucio. La verdadera persona detrás de esta actuación es ¡Shark!

    Un bullicio de parte de los presentes no se hizo esperar, todos se miraron desilusionados, era cierto, no tenían ni idea de quien era Shark, pero sabían que no era Mónico Vespucio, pero uno de entre el publico hizo la pregunta del millón; ¿por qué deberían de creerle a un desconocido que no vivía allí y pregonaba que ese hombre era un impostor? Al saber la reacción que tendrían, Fili había comenzado a distribuir varios papeles a la mayoría.

    —El verdadero plan de él es hacerse con la alcaldía —añadió el castaño—, por eso, al percatarse de que las elecciones estaban a la vuelta de la esquina, hizo todo lo posible por ganarse el corazón de las personas, porque en realidad desea es conseguir los documentos que declarar a Sosonia como pueblo independiente, pues su verdadero objetivo es vender el terreno del pueblo al presidente de la ciudad para construir una fabrica de automóviles.

    —Ese loco presidente, ¿todavía sigue con esa idea? —chistó molesto Reyd, recordando a los licenciados.

    —Como pueden ver en esos papeles, señor Mandamás —continuó Fili—, lo que este hombre está vendiendo en su supuesto restaurante no es verdadera comida, tiene añadido un adictivo que en realidad es ilegal, por su alta dosis de azúcar, oligosacáridos y lactucina.

    El rostro del impostor dibujó una mueca de disgusto, preguntándose cómo fue que Luu había descubierto su "jugo" especial, a su mente llegó aquella noche en la que encontró a los jóvenes y comprendió que él solo los utilizó como una carnada, y era verdad, la verdadera intención de Fili al pedirle ayuda a Coletas fue verificar si el local tenía alarma, y al notar que Coletas y Lin-Lin se habían acercado a la puerta y no sonó ninguna alarma, le facilitaría el trabajo de entrar, y fue él mismo quien arrojó una piedra a la casa en la que Shark estaba rentando para despertarlo, y así aprovechando que se los llevó ante el alcalde, él entró y robó su “fórmula” secreta para mandarla a un laboratorio a examinarla.

    —Así es —afirmó Shark al ver que su plan había fallado ante la molesta e inoportuna aparición de su némesis—, y si no fuera por esos entrometidos y Luu…

    —Fili.

    —… mi plan hubiera funcionado. Era un plan perfecto. Todo el mundo sabe que para ganarse el corazón de las personas, primero se debe ganar el estómago.

    —Eso es cierto —dijo Hijo asintiendo a sus palabras. Miró como sus amigos lo mirabas—. ¿Qué? Es verdad, es mi filosofía de vida.

    —Pero esto no quedará así, regresaré —rio de forma maléfica mientras arrojaba una pequeña bolita de donde salió humo y luego huyó, detrás de él Fili para atraparlo, de esa forma dejaron a Reyd y a un pueblo preguntándose lo que había ocurrido.

    Reyd aclaró su garganta.

    —Bueno, ya que lo que representa la situación vivida y mostrada aquí en este papel firmada por la secretaria de salud de la ciudad Ciudad, es completamente ilegal lo que ese impostor ha construido y dado a comer al pueblo, procederé a cerrar indefinidamente el lugar y obligo a que los adictos tomen una rehabilitación obligatoria en Los Mil Gustos, evidentemente, el restaurante debe abrir sus puertas nuevamente. Declarando esto como el anterior alcalde, ahora, gente, deberán elegir a su nuevo re...

    —¡Reyd Mandamás! ¡Reyd Mandamás!

    —Bueno, bueno, tomaré esta segunda vez sus palabras —dijo el hombre sintiéndose alagado, a saber que en realidad solo quedaba él como candidato—. Comenzaré mi nueva gobernatura, con… señora Gloria Bas, usted solicitó un permiso para emprender un gimnasio, ¿no es así?

    —Así es.

    —Pues mi respuesta es que sí, y ya tiene un local nuevo —apuntó el restaurante de comida rápida; ya que estaba allí, lo aprovecharían e igual, dada la situación, empezar con un gimnacio sería lo mejor—. Sin más que decir. Me voy de aquí.

    La gente comenzó a aplaudir, contenta.

    —¿Alguién entendió lo que acaba de suceder? —inquirió Hijo, anonadado por lo que vio.

    Coletas y Lin-Lin se miraron, pues ellos aunque terminaron dandose cuenta que fueron "utilizados", les alegró saber que al final haber ido allí esa noche fue de ayuda.

    —Me alegra que ésto haya terminado —dijo Flor—, y que cierren ese lugar que estaba literalmente envenenando a la gente. No trajó nada bueno al pueblo.

    —A mí me sorprendió saber lo que realmente contenía esa comida —habló Rojita mirando la hoja que contenía los ingredientes de la comida de ese lugar, estaba algo avergonzada de haber sido una de las afectadas, sin querer se volvió a adicta a esa comida chatarra.

    —Pues que decir del show que se aventó el hermano de Triple —dijo Lin-Lin entre risas—. Nunca me imaginé que lo tenía todo planeado, ¿lo vez? Yo te lo dije, Coletas, no hay que fiarnos de él que se apellida como Triple.

    —¿En serio? ¿Están hablando de eso? —comentó Hijo, desilusionado—. ¿Y nadie habla de cómo el señor Reyd se vio profesional? ¿Cuándo habían visto algo como eso? ¿Eh?

    Los chicos comenzaron ha reír ante las ocurrencias de su amigo, estaban alegres de volver a juntarse y de escuchar de los disparates de Hijo. Comenzaron a caminar hacia Los Mil Gustos al momento que Hijo los seguía.

    —No es para reírse, hablo muy enserio, de todo, eso si fue lo verdaderamente sorpresivo...


    . . .

    "No te voy a mentir pero esa parte final del capítulo se me antojó de a tiro a novela de misterio y no sé por qué. Coletas lo hizo ver muy, muy intrigante, hm."
    ¿Qué te puedo decir? Cada vez que sale ese personaje (Sharl) tiene que haber un poco de misterio.
     
  13.  
    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

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    Ohhhh... Fili es mi héroe.

    Bien, los últimos capítulos fueron como siempre, divertidos y también intrigantes. ¿Qué está pasando?, me preguntaba también yo cuando toda la gente de Sosonia, incluidos los tres chefs quedaron eclipsados con la comida de Coráson, digo, a mí también me encanta esa comida chatarra, pero después de comerla quedo hasta la coronilla de la grasa que tiene y deben pasar días para que quiera volver a comerla, mas el pueblo de Sosonia estaba encantado, comiendo día a día. Los planes que tenía Shark eran maquiavélicos y con él en el poder, seguro que Sosonia hubiera dejado de ser ese hermoso pueblecito con crepúsculos arrebolados y unos arreboles en el amanecer... ammm, creo que esas son palabras de don Jaimito el cartero. Bueno, como sea, al final Fili, aprovechando la ayuda (bien pensada por Fili), de Coletas y Lin Lin, pudo descubrir todo el plan macabro de ese falso Mónico Vespucio. ¡Viva, los Mil Gustos por fin han vuelto!

    Claro que sí, mi querido Mandamás, justamente así es la burocracia.

    O todo el día, ¿no, Reyd? Pero no, ahí está esa eficiente secretaria, poniendo esa mirada de: ¿interrumpo algo? Ja, ja.

    Pero con todo y su pereza, me encanta Mandamás.

    Reyd hace cosas buenas por Sosonia, eso sin duda.

    Me gustó también la actitud de los chefs, digo, aceptaron que la competencia era "mejor" que ellos y no anduvieron ahí de rencorosos o vengativos ni nada de eso.

    Bueno, me encantó todo. Por eso, por aquí me pasará a leer la siguiente aventura de los habitantes de Sosonia.

    Hasta la vista. TQM
     
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  14. Threadmarks: Entre viajes, playas y concursos (Parte 1)
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Comedia
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    Entre viajes, playas y concursos

    Parte 1




    La máquina de sorteo mezclaba el montón de pequeñas pelotas hasta que se detuvo y una de ellas, color rosa, salió disparada de la cámara y rodando a través del tubo, terminó en un pequeño plato cuadrado.

    —¡Pero qué suerte tienen los de este pueblo! —soltó el hombre del negocio—. Éste es el segundo premio gordo que han sacado esta misma tarde. No renta trabajar aquí.

    Hijo tomó aquella pelotita y la miró detenidamente, sin saber exactamente que significaba sonrió victorioso al escuchar al hombre decir que se ganó el premio gordo.

    —¿Gané comida?

    El negociante negó varias veces antes de explicarle; señaló el póster que anunciaba sobre los seis tipos de premios que uno podía ganarse en la tómbola. El nivel de los premios dependía del color de la esfera que saliera de la cámara de la máquina; en ésta había varios colores, verde, azul, amarillo, rojo y café, cuyos premios variaban desde utensilios para la escuela, cocina, tecnológica como mp3, audífonos, USB, etc, mientras que las blancas, que solían ser la mitad de las esferas que había en la cámara, no se ganaba nada, y de entre esas cien esferas; solo dos eran color rosa cuya recompensa era el premio mayor. Hijo participó al creer que los premios serían comida y porque tenía dinero.

    —En pocas palabras: ganaste un viaje todo pagado a las playas de ciudad Caliente; dos días y una noche, para ti y otras cinco personas más.

    Hijo se asombró de la suerte que tuvo y tomando los seis boletos, se encaminó hacia Los Mil Gustos donde se había quedado en ver con sus amigos. Al llegar y verlos, les presumió el premió que con tanto esfuerzo se ganó, ellos se admiraron ante tal cosa, e inmediatamente comenzaron a planear el viaje hacia la playa, era la primera vez que todos iban a una.

    —Flor, tú ya has ido a ciudad Caliente, ¿no? —recordó Rojita.

    —Sí, a visitar a mis abuelos, aunque donde ellos viven está retirado de la playa, así que el par de veces que los he visitado, nunca he ido a la playa, así que sí, esta será la primera vez que iría.

    —¡Será una buena idea! —comentó Lin-Lin entusiasmada y es que la última vez que fue a una tenía tan solo ocho años, así que no recordaba mucho. Sería el mejor momento para tener bonitos recuerdos—. Entonces, quienes iríamos serían Rojita, Flor, Hijo, Coletas y yo, faltaría una persona más, ¿no?

    —No creo que sea obligatorio ser los seis —opinó el dueño mientras guardaba los boletos para no perderlos.

    —También opino lo mismo —dijo Rojita—, pero sería mucho mejor si aprovechamos ese sexto boleto, ¿no creen? Entre más personas seamos, será más divertido el viaje.

    Hijo meditó en eso ante de decir:

    —Quizá sí, pero también ser muchos nos quitaría protagonismo, ¿no creen? Como aquella vez que fuimos a las montañas.

    —¿De qué tanto hablas, Hijo? Creo que Rojita tiene razón —secundó Coletas y continuó pensativo—. Debemos aprovechar ese boleto. Pero, ¿a quién podríamos invitar?

    —Yo digo que nosotros cinco estamos bien —continuaba diciendo Hijo, todos lo miraron.

    Es más, en realidad quería reducir el número a tan solo dos personas; él y Flor, pero como le ganaron los deseos de andar presumiendo, ahora ya querían invitar a un sexto miembro.

    —No seas egoísta, Hijo —dijo su novia.

    Mientras el grupo medita en quién podría ser el sexto integrante, la primera persona en quien pensaron fue en Feliz, invitarlo sería una forma de agradecerle que haya pensado en ellos aquella vez que los invitó al balneario. Otro candidato fue Gordo, pues pocas veces se juntaban con él, por lo que esa oportunidad sería perfecta para socializar más con él, hasta propusieron a Ironio, a quien vieron como siempre sentado en su ya exclusiva mesa comiendo su ya representativo plato de comida. La comida que pidieron minutos antes ya había llegado por lo que aprovechando, Lin-Lin les preguntó si ya decidieron a quién invitarían, mas la respuesta de los cuatro fue negativa.

    —Bueno, si tanto se les hace difícil, yo propongo a alguien.

    Todas las miradas se fueron a ella.

    —¿Qué les parece Payaso?

    —¿Payaso? —inquirieron todos al unisono, sin dejar de mirar a la chica, algo incrédulos.

    —¿Qué? Hablo en serio. ¿No sería interesante socializar más con él? ¿No?

    —Bueno, bueno, ya que no nos decidimos, ¿qué les parece si lo dejamos al azar? Invitemos a la primera persona que entre al restaurante. —propuso Hijo al final—. Hay que arriesgarnos, sea quien sea, hasta si es el mismo Triple, ¿va? ¿Le parece?

    La idea era arriesgada pero divertida a la vez, así que, estando de acuerdo todos miraron hacia la entrada y expectantes por ver quien sería esa persona, vieron a Dulce ingresar al restaurante, quien al ver a Coletas, le sonrió y lo saludó solo a él, como si los demás no estuvieran presentes. Coletas comenzó a sudar frío mientras le regresaba el saludo. Nadie dijo nada, alguien tosió a lo lejos.

    —Sería bueno que el sexto integrante fuera varón, ¿no? —habló Flor para romper el extraño ambiente que se había formado—. Así seriamos tres hombres y tres mujeres.

    —Sí, es verdad —secundó inmediatamente Coletas—. Sí… eso. Tres y tres, buena idea.

    —Debimos aclarar eso desde el principio, ¿verdad? —dijo Rojita mirando a todos, quienes asentían.

    —Yo no me opongo.

    —Ni yo.

    —Bueno, entonces la siguiente personas que entre y sea varón, lo invitamos al viaje —dejó bien en claro el moreno.

    E inmediatamente entró Mio Nátan al restaurante.

    —Oh... es Mio —dijo Lin-Lin con rostro demasiado serio, sin gracia alguna.

    —¡Sí, Mio! —gritó Coletas—. Iré a hablar con él.

    Se apresuró para acercarse al nombrado, sin evitar dejar salir un suspiro de tranquilidad, no obstante, antes de llamar su atención sintió como toda su piel se erizaba al escuchar la peculiar voz de Dulce, llamándolo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de girarse para verla cuando la rubia terminó abrazando su brazo, sorprendiéndolo.

    —No debiste levantarte solo para saludarme —dijo ella, con aquel tono tan característico que la definía—. Por cierto, qué coincidencia, ¿verdad? Ambos estamos en Los Mil Gustos, ¿no crees que sea por algo?

    —Tal vez porque tuvimos hambre —decía mientras, disimuladamente, intentaba despegarse de ella, incómodo, mas el agarré de ella era fuerte, se aferraba más a él.

    —O por otra cosa —dijo ella sin dejar de mirarlo.

    No quería saber, por eso no preguntó nada. Coletas rió de forma nerviosa.

    —Me estás jalando un poco de más —terminó diciendo mientras de forma fugaz miraba a los lados como quien no queriendo que los vieran así e interpretaran mal la escena; pese a que, en realidad, sus ojos buscaban a Rojita.

    —Oh, lo siento —se disculpó y lo soltó—, fue sin querer. Suelo hacer eso cuando me emociono de más, ¿sabes?

    —Mmm… bueno, yo tengo que irme ahora.

    Coletas vio como Dulce daba media vuelta y regresaba a su mesa para tomar asiento, quien al hacerlo le volvió a sonreír y a saludarlo con la mano. Coletas dio media vuelta sorprendiéndose de ver a Mio mirándolo detenidamente. El moreno, sin saber la razón, se acercó un tanto incómodo y saludó al muchacho quien no dejaba de mirarlo:

    —Coletas, eres muy popular con la chicas, ¿verdad?…

    —No.

    —… me preguntaba que me haría falta a mí para ser así de popular, o por lo menos caerles bien o mínimo ser mejor chico.

    Coletas rio con nerviosismo, ya sabía como era el pensamiento negativo del joven, pero nunca se sorprendería de cuan negativos podían ser hacia su persona.

    —Yo no creo que tengas que mejorar algo, Mio. Eres bueno siendo tú. También estoy seguro que allá afuera existe alguien que aprecia al verdadero Mio Lemurs.

    El rubio rascó su cabeza a la vez que ladeaba la cabeza.

    —Creo que no me estás entendiendo —dijo—, soy completamente invisible para las chicas, quizá porque no destaco en nada.

    “Sí te entendí” pensó Coletas sin dejar de sonreír, “El que no entiende eres tú”.

    —Entonces, ¿qué consejo me darías para poder destacar?

    —No creo que aparentar ser alguien diferente sea lo mejor, si a eso te refieres. Tienes que ser tú mismo, y tener más confianza en ti. Antes que todo, la confianza debe llegar desde dentro de uno, y nunca, pero nunca debes pensar en cambiar por alguien, si esa personas quiere que seas diferente, pues no será la indicada.

    —Es que como me gusta Dulce...

    —¡A mi no me gusta ella! —aclaró de forma inmediata, con tal nerviosismos que sintió como su corazón latía como si no hubiera un mañana.

    Mio sonrió.

    —No me sorprende que ella sí, eres una persona muy segura, amable, atractiva y deportiva. Todo lo contrario a mí. Yo colecciono rocas —Señaló la bolsa llena de lo dicho, luego posó sus gises ojos al moreno antes de continuar—: ¿Qué me aconsejarías hacer?

    Coletas se encontró en un aprieto porque no sabía exactamente que decirle. Agradecía mucho que lo halagara de esa forma, aunque a la vez le hizo sentir aún más incomodo de lo que estaba, más que nada porque pensaba que lo estaba idealizando cuando en realidad era un ser humano normal y era lo último que deseaba. Coletas dejó escapar un suspiro, la mirada que le lanzaba Mio estaba llena de suplica y no podía no aconsejarle algo aunque no supiera qué, y lo que complicaba más la situación era que la persona que le gustaba era precisamente Dulce, aquella joven un tanto... complicada.

    —¿Algunas vez le has dicho lo que sientes? —preguntó al final.

    Él mismo lo sabía, no era precisamente el más indicado para decirle eso, pero tenía que empezar por algo, de lo que sí notó fue como Mio se estremecía.

    —¡No! Nunca lo he pensado —Se llevó las manos a la cabeza—: ¿y si me dice que no?

    —Entonces no hay que perder la esperanza. Mio, ten en cuanta que siempre habrá alguien a quien le gustemos. Lo primordial que debemos saber es la respuesta de esa persona, pero antes de declararse a alguien, se debe tener un poco de familiaridad con la persona. ¿Por qué no intentas esto? Júntate más con ella, háblale poco a poco, quizá empezando con pequeñas preguntas como sobre el clima o alguna noticia relevante del pueblo.

    Ahora que lo pensaba nunca lo ha visto hablar con ella o si quiera estar cerca de ella, es más, ahora que lo pensaba nunca había visto a Dulce con alguien, por lo que recuerda con las únicas personas que la ha visto juntarse con con dos chicas de Krill, pero no de Sosonia. Ahora que lo pensaba, en esos más de seis meses que ha estado en Sosonia, no conocía nada de ella.

    —Somos vecinos —dijo Mio, despertando a Coletas de sus pensamientos.

    —¡Perfecto! Pueden… hablar sobre eso.

    —¿La vecindad?

    —No necesariamente, de unos buenos días, cómo estás, a dónde vas, qué te pareció exis o tal cosa.

    —Pero eso ya lo hago.

    —¿Y cómo responde? —Para ese punto a Coletas se le veía más interesado.

    —Bien.

    —Bien ¿cómo? —invitó a que continuara.

    —Lo normal... un sí, no, ah, qué bien, interesante… lo normal.

    Coletas quedó completamente mudo, abrió la boca para decir algo pero al segundo la cerró, no dejaba de mirarlo y le nacieron unos intensos deseos de abrazarlo. Al ver que Coletas no decía nada, creyendo que era porque todavía tenía que decir más, Mio le dejó saber:

    —Antes era muy fácil hablar con ella, pero un tiempo para acá me resultaba más difícil hacerlo, siquiera acercarme y ella empezó a interesarse por otras cosas, que nuestros caminos terminaron separándose y ahora… es muy raro poder entablar conversación con ella de forma normal, y a ella se le ve tan ocupada en sus cosas que no quisiera perturbarla. Aunque de vez en cuando la saludo.

    —Entiendo —se dijo Coletas, pensativo, al comprender un poco más la situación.

    —No le gusto, ¿verdad? Es evidente —dijo el rubio al final, bajando al mirada—. ¿Cómo se fijaría en una tipo tan nerd, torpe y enfermizo como yo? No tengo oportunidad contra alguien como tú.

    —No puedes decir eso, Mio —Lo tomó del hombro, en una forma de animarlo un poco, a saber que él mismo estaba de acuerdo con esa idea—. Todavía no sabes lo que ella realmente piensa de ti.

    —¿Crees que tenga una pequeña oportunidad?

    —… sí. Pero siempre recuerda que, aunque la respuesta no sea la que esperas, habrá otras personas que te aprecien tal y como eres.

    Mio asintió a la vez que agradecía a Coletas por haberlo escuchado. A su vez, Coletas se dirigió de nuevo a la mesa de sus amigos sin evitar dejar escapar un suspiro y es que sentía algo de pena por él, pues estaba enamorado de Dulce y aunque no la conocía muy bien, podía decir que era un tanto complicada y que no creía que Mio fuera el tipo de chico que ella le atraían. El joven llegó a la mesa y se dejó caer en la silla. Su comida se había enfriado y ya los demás casi terminaban la suya.

    —Pues que respuesta tan más larga te dio, ¿eh? —comentó Hijo al ver como su mejor amigo había tardado.

    Coletas levantó la vista.

    —Por como te veo, un tanto desanimado, ¿te dijo que no? —preguntó Rojita, ahora ganándose la atención del moreno.

    —¡Ah! Se me olvidó por completo —soltó al recordar que nunca le mencionó nada del viaje. Tan rápido como pudo se levantó y se volvió a dirigir donde Mio para ahora sí, invitarlo a la playa de ciudad Caliente.

    Los tres amigos se miraron, confundidos.

    —Entonces ¿a qué fue? —preguntó Hijo cruzando los brazos.

    Las dos chicas se encogieron de hombros.



    Mientras tanto, del otro lado del pueblo, Triple se dirigía a su hogar con los boletos que había ganado en aquel negocio, meditando en quien invitaría, definitivamente pensó en Lin-Lin, sin embrago, hasta él mismo sabía que se negaría, así que la segunda opción era Jumbo, definitivamente Jumbo tenía que ir sí o sí pues era el que tenía licencia de manejo. Respecto a los cuatro restantes, llevaría a sus secuaces. Y con eso en mente, llegó hasta su casa, y emocionado por la noticia, les hizo saber:

    —Bueno, hoy estoy de muy buen humor, así que he decidido invitar a cuatro de ustedes a la playa.

    Los siete secuaces se miraron y Triple continuó:

    —Así que los afortunados son, redoblen los tambores; Salvador, Luis, Edwin y Sean —Aplaudió—. Felicidades.

    —Ahhh, jefe... Chava, Edwin y yo no podemos ir —dijo Luis, levantando la mano, siendo vocero de los nombrados.

    —¿Qué? —se sorprendió el castaño—. ¿Por qué? Es un viaje gratis, ¿qué cosa es más importante que ir a la playa ¡gratis!?

    —Lo que sucede es que le prometimos a Iro que lo ayudaríamos con algo —continuó Salvador.

    —¿Al niño raro? —Triple dejó escapar aire y luego miró a los otros dos—. Está bien, son afortunados, Billy y Lorenzo, nos acompañarán a Sean y a mí.

    —Yo tampoco puedo ir —se apresuró a decir Billy un tanto avergonzado, y para ese punto Triple había borrado todo rastro de felicidad de su rostro.

    —¿Por qué? —preguntó de forma seca.

    —Porque yo acompañaré a Chava, a Edwin y a Luis.

    —Ah, entiendo, entiendo —dijo entre dientes y sonriendo de forma forzada—. Una promesa es una promesa, bien por ustedes —Luego miró a los dos restantes, esperando que su respuesta fuera positiva.

    —Yo tengo que hacer trabajo comunitario —habló Sean—. Si no voy el señor Reyd me pondrá el doble de horas.

    Triple se pellizcó el puente de la nariz e intentó reprimir su enojo.

    —Volviste a juntarte con los vagabundos, ¿no es cierto? —preguntó.

    —No, fue por ayudar a Iro.

    Triple se masajeó la cara y sin dejar de hacerlo, preguntó al último de su secuaces, al menor de ellos y al más distraído de todos, teniendo esperanza en aquel joven muchacho.

    —Tú no me vas a fallar, ¿verdad, Lorenzo?

    —Prometí sacar a pasear a los perros de los vecinos el sábado. Me darán dinero a cambio.

    El castaño comenzó a reír, de forma muy falsa, mientras decía con aparente alegría lo contento que estaba de haberse ganado un viaje gratis a la playa de ciudad Caliente mientras se preguntaba quienes serían los afortunados que lo acompañarían, todo en voz alta, y fue cuando salió de la casa que cerrando la puerta tras de sí, comenzó a murmurar quién se creía ese Ironio para haberle quitado a sus lacayos, y eso no se iba a quedar así, un día de estos iría a hablar muy seriamente con él, pero por el momento, tenía que ir a buscar amigos. Con eso en mente, se dirigió al hogar Veloz. Siendo sinceros, no era precisamente la primera persona en la que pensaba cuando tenía planeado hacer algo, no obstante, aquella ocasión era especial y como ya se conocían, pues no iba a ser tan extraño invitarlo.

    Una vez frente la puerta, la tocó dos veces antes de que Rayo la abriera, ni siquiera le dio la oportunidad de hablar cuando el de la mirada seria cerró la puerta en las narices de Triple.

    —Ni siquiera he dicho nada —alzó la voz, molesto.

    —La respuesta es ¡no! —respondió Rayo desde el otro lado de la puerta—. ¡La respuesta siempre es no!

    Triple chistó molesto. Él se lo perdía. Perdería la oportunidad de ir a la playa de forma gratuita. Ignorando que fue a verlo, se encaminó hasta la casa de Michigan, sabía que él no se negaría, estaba más que seguro que Michi aceptaría sin pensárselo dos veces, por esa misma razón se atrevió a cruzar por todo el bosque hasta llegar a la mansión City. Con respiración entre cortada y sudando a mares y preguntándose por qué el extranjero tenía que vivir tan lejos del centro, se limpió el exceso de sudor con su playera, aclaró su garganta, tocó el timbre y esperó a que le abrieran. Quien salió fue el mayordomo.

    —Muy buenas tardes, Sebastián.

    —Buenas, señor, aunque mi nombre no es Sebastián —dijo el mayor en un vano intento de no sonar enojado por haber sido cambiado su nombre.

    —¿Ah no? Oh, lo siento, Alfred, me confundí.

    —Tampoco me llamo Alfred —sonrió sin gracia alguna.

    —¿James?, ¿Kato?, ¿Igor?, Ah, ya sé, Jaime, ¿no? Pues me doy.

    —Dejando de lado mi nombre. ¿Qué se le ofrece, señor?

    —¿Se encuentra Michigan? Quiero hablar con él.

    —El señorito no se encuentra ahora mismo porque fue a visitar a sus padres, así que no se encuentra en el país. ¿Quiere que le deje un recado para cuando regrese, señor?

    El mayordomo sacó una libreta de su bolsillo, listo para apuntar lo que le iban a dictar Triple para saber que posteriormente dejaría ese cuaderno arrumbado en un rincón de la casa, olvidando la nota que escribió, olvidando que tuvo esa visita, y finalmente olvidando que tenía que entregarle un recado a su jefe.

    —No, no tengo ningún recado —finalizó Triple, provocando que el mayor suspirara de tranquilidad, pues así continuaría demostrando ser un buen mayordomo al no olvidar esa nota que nunca existió.

    Por el contrario, Triple maldijo por lo bajo, evidenciando su molestia al haber caminado hasta ere recóndito lugar solo para darse cuenta que el señorito Bambi no se encontraba en casa y sin decir nada dio media vuelta y se fue. ¿Y ahora? ¿A quién iba a invitar? Ya que estaba por la zona e iba a pasar a invitar a Jumbo, se detuvo en el hogar de los tres vagabundos. Fea y Payaso se mantenían en la mesa jugando un juego de mesa mientras que Jumbo se mantenía acostado en una hamaca, balanceándose. Los tres se giraron al verlo.

    —Felicidades, ustedes han ganado…

    —¿Un auto? —preguntó Jumbo aparentando asombro.

    —Jumbo, por favor —dijo Fea algo divertida—, deja que terminé de hablar. ¿Qué lo trae por acá, jefe?

    Para ese momento ya estaba tan cansado de haber dado tantas vueltas por todo el pueblo, por lo que ya no estaba con los ánimos de fingir alegría, y se limitó a contarles lo del boleto y que si podían y deseaban podían acompañarlo.

    Fea sonrió ante tal noticia, y emocionada se dirigió a sus compañeros:

    —¡Qué emoción! Será la primera vez que iremos a la playa. Jumbo, vamos a la playa. Payaso, iremos a la playa.

    Payaso desvió la vista ante un efímero pensamiento.

    —T-traje de baño… —soltó el ex-cirquero.

    —¿En qué estás pensado, cochino? —le susurró Jumbo.

    —¡Qué no tenemos traje de baños! —se apresuró a decir el pelirrojo—. No queremos que sea como la vez anterior e ir sin la vestimenta adecuada y morirnos de… calor.

    —“Calor” de otro tipo querrás decir, ¿no?… auch.

    Payaso le dio un fuerte codazo en las costillas a su amigo.

    —Ya bajale a eso, Jumbo —pidió Payaso, en voz baja para que Fea no escuchara.

    —Eso sí dolió y mucho —dijo Jumbo de la misma forma.

    —Lo siento, es que no medí tu grasa… ¡oye!

    Ahora Jumbo aprovechó para darle un codazo a él.

    —Lo siento, no medí tus huesos —dijo Jumbo burlesco.

    Ambos amigos comenzaron una riña amistosa entre ellos.

    —Parece que los de atrás se están divirtiendo —comentó Triple.

    —Están emocionados porque iremos a la playa —dijo Fea contagiada por el buen animo de sus amigos—. Aunque ahora que lo mencionó Payaso, no tenemos ropa adecuada.

    —Sí, sobre eso… qué más da, la compraré yo —dijo al final Triple.

    —¿Iremos de compras? —inquirió la mujer con un brillo en sus ojos.

    Por alguna extraña razón Triple dudo, tuvo miedo de esa mirada y deseó negarse.

    —… sí.

    —¿Escucharon, muchachos? Iremos de compras.

    "¿Eh? ¿Muchachos? ¿Compras?" pensó el castaño.

    —S-solo los trajes de baño —advirtió a la vez que Fea y Jumbo lo jalaban para salir del bosque y dirigirse a la tienda.

    El castaño no evitó preocuparse ante el brillo en la mirada de Fea y, por extraño que parezca, la baba que se iba limpiando Jumbo mientras susurraba marcas de pastelitos y frituras.

    Payaso los seguía un par de pasos atrás, observando con diversión como sus dos amigos no soltaba a Triple, cada uno tomándolo de uno de los brazos como si temieran a que pudiera escapar si lo soltaba.

    —¿Será un viaje como cuando fuimos a las Montañas de Alisa? —preguntó él, recordando lo divertido que se la pasó esos días.

    —No —Triple borró toda sonrisa de su rostro cuando muchos fríos recuerdos le vinieron a la mente—. Será más cálido, definitivamente, mucho más cálido. Y sin multas. Y sin dedos aplastados… serán mejores vacaciones.

    Y de esa forma, los cuatro se dirigieron a la tienda a comprar lo necesario para embarcarse en esa nueva aventura. Al igual que el grupo de Coletas, quien los próximos días planeaban lo que harían una vez arribaran a la playa.




    . . .​
     
    Última edición: 10 Julio 2021
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    Marina

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    ¡Qué lindo capítulooooo!

    Primero, genial lo del premio. Que Hijo se ganara ese viaje a la playa de Ciudad Caliente, generó en el grupo de amigos ese debate. ¿Quién sería el sexto acompañante? Estuve a la expectativa de quién iba a ir con ellos. Cuando entró Dulce, pensé que sería ella y me dije, oh, no, pobre del morenazo, pero luego suspiré de alivio al quedar que debía ser un chico, así serían tres y tres. De ahí, llega Mío. ¡Vaya conversación que tuvo con Coletas! Fue muy tierno que le preguntara a este qué podía hacer para llamar la atención de las chicas... y no de cualquiera, sino de Dulce. Creo que Coletas le aconsejó bien. Por algo debe comenzarse para atraer la atención de alguien, aunque ese alguien no muestre todo el interés que se requiera. Mas también Coletas tiene razón al decir que existe una personita por ahí que quizá sí mostrará ese interés.

    Por otro lado y esa parte me hizo reír un buen, aparece Triple, el ganador de otro viaje a la playa. Cómo lo rechazaron sus secuaces fue sin duda bastante divertido, pero más al ir a buscar a otros que quisieran acompañarlo.


    ¡Ja, ja! En serio, a mí también me convenció que la respuesta será siempre ¡no!

    Y después de eso, mejoró la gracia aunque eso de "me doy" me recordó a alguien.

    Sobre todo Sebastián, el mayordomo estereotipado, ¿no?

    Espero que Jumbo, Payaso y Fea no hagan gastar tanto a Triple... aunque lo dudo. Ya para comenzar, Jumbo va relamiéndose los "bigotes". Pero... peeeeero, me encanta la idea de que esos tres vayan con Triple. Así también se le concederá el deseo a Lin Lin con respecto a Payaso. Ay, ya quiero leer lo que sigue. ¿Se van a encontrar en la playa? Que se mencione el viaje a las montañas, me hace pensar que se aproxima otra gran aventura pero en lugar de nieve y frío habrá arena, olas y calor... eso si no les llega un similar de katrina, Patricia o Manuel. Por cierto, qué pícaro Jumbo con eso de "otro tipo de calor". Menos mal que ambos se aplacaron "no midiendo muy bien grasa y huesos". ¡Ja!

    Nos vemos en el que sigue. TQM
     
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  16. Threadmarks: Entre viajes, playas y concursos (Parte 2)
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Marina Gracias por siempre dejarme un comentario :) Y sí, Triple desea que ese viaje sea más arena, calor y olas... aunque quizá al final se arrepienta xD

    Entre viajes, playas y concursos

    Parte 2


    Era muy de madrugada, ni los primeros rayos del sol se habían asomado por las calles del pueblo, cuando el grupo de jóvenes se preparaba para el viaje, estaban subiendo el equipaje en la furgoneta que Braket le prestó a Todd para que los llevara.

    —¿Me recuerdan por qué tenemos que irnos tan temprano? —preguntó Hijo, en un tono modorro pero molesto mientras intentaba peinar su alborotado cabello.

    —De mínimo te hubieras lavado la cara —dijo Lin-Lin—. ¡Todavía tienes la baba seca en la mejilla!

    —No me dio tiempo ni para comerme mi segundo plato de cereal, ¿y todavía me pides tiempo para lavarme la cara?

    Todas las mirada se enfocaron sobre él.

    —No estarás hablando en serio, ¿verdad? —preguntó, titubeante, Lin-Lin.

    —Obviamente que no. ¡No me dio tiempo de nada! —contestó mientras Flor le pasaba un paño húmedo para que se limpiara la cara.

    —Lo peor es que si te veo capaz de levantarte comiendo —dijo la joven en un suspiro.

    —Aprovecharemos que no hay tráfico a estás horas, así llegaremos a la playa lo más temprano posible —contestó Coletas a su amigo—. El viaje es de cuatro horas.

    Escuchar eso no lo ánimo en nada, al contrario, no le agradaba la idea de estar tanto tiempo sentado. Lo único que esperaba era que se detuvieran a cualquier lugar para comer algo, su estómago tenía que tener algo antes de las nueve.

    —¿Ya está todo listo, muchachos? —preguntó Todd subiendo al vehículo y cerrando la puerta.

    —Falta Mio —hizo saber Coletas mientras miraba el reloj.

    Habían decidido reunirse en casa de los Remus poco antes de las seis, pero el rubio aún no llegaba a pesar de que habían dado las seis y diez, aunque tampoco debía ser tan estricto teniendo en cuenta que todos los presentes vivían cerca del punto de partida. Coletas se quedó a dormir en casa de Hijo, y aunque también a él lo invitaron, se rehusó, a saber la razón. Al cabo de unos segundos, el nombrado hizo aparición cuando el auto del señor Lemurs se acercó, ayudó a su hijo a bajar una de las maletas de la parte trasera.

    —Disculpen la tardanza —saludó Mio, avergonzado.

    —Sabes que solo estaremos hoy y mañana, ¿verdad? —dijo Hijo, asombrado de ver que llevaría dos maletas como si el viaje fuera de semanas.

    —Sí, lo sé —Echó una mirada a las maletas—. Lo que llevó aquí no es solo ropa. Llevo medicamento de alergia de todo tipo posible, por si las necesito. Mi mamá se enteró que cerca de las playas crecen muchas flores y el polen me pone muy enfermo, y no sé cómo reaccioné a la brisa marina. Tampoco sé si puedo ser alérgico al agua salada o a otras cosas. Y la comida, no sé que vendan que pueda provocarme un malestar. También llevo agua embotellada porque no sé que tan purificada esté la que vendan allá, y esta vez preparé pastillas para el mareo.

    Sin perder más tiempo, el grupo de chicos subió a la furgoneta y de esa forma el viaje transcurrió de lo más normal, paralelamente el grupo de Triple también se había preparado para viajar, quien llegó media hora después que el grupo de Coletas. Una vez este último grupo se estacionó, los tres vagabundos bajaron emocionados, regresando a cuando eran niños. Era la primera vez que viajaban a un lugar similar, sintieron la cálida y arenosa brisa rozar sus rostros. Aprovecharían la amabilidad de Triple y disfrutarían ese par de días como si no hubiera una segunda vez. Todos se dirigieron a la recepción del hotel para avisar que llegaron y les dieran sus números de habitaciones. A su vez, Coletas, Hijo y Mio iban bajando hacia el primer piso, donde se encontraba la recepción, habían llevado sus cosas a las habitaciones y también se vistieron con sus trajes de baño, quedaron en reunirse con las chicas allí para irse a la playa.

    —Mira, Coletas, mira.

    El nombrado se detuvo ante el llamado de su amigo y giró hacia donde estaba apuntando, allí vio a Triple, a Fea, a Payaso y a Jumbo, no evitó sorprenderse de verlos en ese lugar.

    —¿No te parece ésto un Déjà vu? Al parecer no puedes tener vacaciones de él —comentó Hijo jocoso.

    —¿Me pregunto por qué estará aquí?

    —¿No es obvio? Seguro que se enteró que venías, como lo hizo cuando fuimos a la montañas.

    —¿Tú crees? —lo dudó un poco—. Podría estar por Lin-Lin, ¿no te parece?

    —Cual sea el motivo, no le quita lo acosador.

    Triple se giró al reconocer las voces de ciertas personas, frunció el ceño ante la presencia de Coletas e Hijo, se acercó a ellos.

    —¿Qué están haciendo aquí?

    —Eso mismo nos preguntamos nosotros —respondió Hijo.

    —¡Lin-Lin! —saludó alegremente a la joven, al verla e ignorando olímpicamente la respuesta de Hijo—. ¡Qué sorpresa verte aquí!

    La joven dejó escapar un suspiro al verlo y desde su punto de vista sus vacaciones se arruinaron.

    —Lo sorprendida soy yo, ¿qué haces aquí? —Sus ojos se desviaron a la figura de Payaso, le sonrió y lo saludó con la mano para hacerse notar.

    —Espero que no hayan venido aquí solo para arruinar nuestras vacaciones —comentó el castaño mirando directamente a Coletas, aquello provocó que Hijo diera un paso al frente y lo encarara.

    —Es lo mismo que nos preguntamos. No estarás planeando algo ¿o sí, Triple?

    —¡Para nada! —comentó el nombrado sintiéndose un poco ofendido ante esa insinuación—. ¿Creen que tengo el suficiente tiempo libre como para venir hasta aquí solo para molestar a mi archienemigo, Coletas?

    —Sí —dejó escapar Jumbo, sintiendo un codazo por parte de Fea y ganándose una fría mirada por parte de Triple.

    —Yo, Triple J. de Lizaldy, he venido legítimamente a descansar al haber ganado un premio.

    —Oh, así que tú fuiste el otro ganador —susurró Hijo, sorprendido.

    —Perdón por estar dudando de ti —dijo el moreno—, es que me pareció un poco extraño verte en este lugar, imaginé encontrándome contigo en cualquier lugar menos en la playa o parques acuáticos.

    Ni siquiera él se imaginó que se atrevería a viajar a un lugar así, pero como el viaje había sido gratis quiso aprovecharlo para tomarse un par de días libres, eso sí, nunca imaginó que se encontraría con Lin-Lin junto con Coletas y su séquito. En circunstancias normales, o mejor dicho, favorables, hubiera respondido a Coletas con cualquier cosa, mas sus ojos miraron fugazmente a Lin-Lin cuando ella se apresuró a preguntar:

    —¿Es verdad que le temes al agua? Pensé que era solo una exageración. ¿Le temes mucho?

    Tosió un par de veces antes de contestar. Estaba sudando la gota gorda.

    —Bueno, como bien dice un dicho; “un hombre debe madurar y para madurar debe enfrentarse a sus miedos”… así que, aquí estoy...

    La sonrisa en el rostro de la joven se amplió ante la evidente excusa del castaño, y con mirada maliciosa tomó el brazo del joven y mientras lo jalaba, le preguntó:

    —¿Te meterías conmigo a la piscina?

    El castaño comenzó a ponerse aún más nervioso, como nunca en su vida, empezó a sentir como su rostro se tornaba de un rojo vivo. Tragó saliva con dificultad al verse en un verdadero aprieto, ¿qué podía decirle? ¡Claro que deseaba decirle que sí!, pasar tiempo con ella sería su más grande sueño, pero su temor al agua era demasiado como para acompañarla. No podía decirle que no, ¿qué pensaría ella de él? Por el contrario, Fea frunció el ceño ante las malas intenciones de Cervantes, por lo que acercándose a Triple, lo tomó del otro brazo y jalándolo hacia ella, dijo sin dejar de mirar a Lin-Lin:

    —Por ahora nosotros tenemos que ver nuestros cuartos, tenernos que irnos, ¿cierto chicos?

    Y sin decir más, agarraron las maletas que habían dejado cerca de la recepción y se dirigieron hacia sus habitaciones a toda velocidad. Todo había sido tan rápido que Triple se dejó arrastrar por Fea y hasta que volvió en sí, se detuvo, provocando que ella también lo hiciera, lo miró un tanto extrañada y él le devolvió la mirada. En esos segundos no hubo palabra alguna, solo miradas.

    —Nuestras habitaciones están cerca —informó Payaso dando la vuelta al sentir que no lo seguían.

    —Gracias, Fea.

    La mirada llena de sorpresa de los presentes dejó ver lo asombrado que estaban de escuchar esas palabras salir de la boca de Triple. ¿Estaba agradeciendo a Fea? Él continuó:

    —Me ayudaste a no quedar mal con Lin-Lin —dejó escapar un suspiro y comenzó a sincerarse—. Por primera vez, hubiera deseado que ella no hubiera venido. No quisiera que vea mi lado más patético. Ahora tengo que pensar en como evadir que vea mi patético miedo. Maldigo el día en que me traume por el agua.

    —No hay de qué, jefe —fue lo único que ella pudo decir.

    Fea sonrió y Payaso bajó la mirada al saber que aquella sonrisa era falsa porque él conocía cuando ella sonreía de forma sincera. No evitó sentirse un poco molesto ante ese hecho.




    Coletas, Hijo, Flor y Rojita decidieron construir un castillo de arena mientras Mio y Lin-Lin aprovecharon para volar algunas cometas mientras se mojaban los pies en el agua. Hacía bastante calor, por lo que las aguas que habían llevado se les estaba terminando, así que Coletas decidió ir a un local para comprar más bebidas. Rojita decidió acompañarlo para que no cargara con tantas cosas y él le agradeció. Coletas miraba de reojo de vez en cuando a su compañera, quería iniciar una conversación, pero no sabía qué preguntarle.

    —Nunca había intentado hacer un castillo de arena —dijo ella—… nos está quedando fatal.

    —Sí, es verdad. Somos un desastre.

    —Si no es por la ayuda de Flor, lo que estemos construyendo sería todo menos un castillo.

    Coletas observó la alegría en el rostro de su compañera.

    —¿Ésta es la primera vez que vienes a la playa?

    —Diría que no, aunque vine con mi familia hace mucho tiempo, era muy pequeña, tendría unos cinco años, así que tengo vagos recuerdos. Sé que vine porque en casa hay un álbum donde estoy con mis primos cerca de un crucero y jugando en la arena.

    —¿Un álbum? Me encantaría conocer a la Rojita pequeña.

    Coletas desvió la vista con rapidez al percatarse que habló en voz alta algo que era para él, apuntó la tienda al momento que apresuraba el paso hacia ésta.

    —Y a mí me gustaría conocer al Coletas pequeño —soltó ella, risueña.

    Coletas comenzó a buscar en los refrigeradores las bebidas favoritas de sus amigos y para cambiar un poco el tema, preguntó a Rojita:

    —Entonces viniste con tus primos, ¿entre ellos estaba Lin-Lin?

    —Fueron con mis primos paternos, la familia de mi papá es muy grande. Lin-Lin es mi única prima materna. Mi mamá y su mamá son las únicas hermanas.

    —No lo sabía, entonces ¿Lin-Lin es hija única?

    Rojita asintió.

    —¿Y tú, Coletas? ¿Tu familia es grande?

    —Por lo que sé, sí. La familia más inmediata es la paterna… aunque nunca me relacioné mucho con ellos, menos con la materna, ellos viven en el otro extremo de la ciudad y otros en el extranjero. En las reuniones familiares no era de los que se juntaba con los primos.

    Rojita se sorprendió ante ese inesperado comentario, creía que Coletas era de los que socializaba mucho. Aunque ahora que lo pensaba, pese a los varios meses que tenía conviviendo con él, todavía no lo conocía del todo bien.

    —¿Por qué te mudaste a Sosonia? —se atrevió a preguntar.

    A Coletas le tomó por sorpresa la pregunta por lo que no pudo responder inmediatamente, tomó algunas botellas del refrigerador antes de mirarla.

    —Porque es divertida y aquí están mis mejores amigos —respondió con una gran sonrisa.

    Llevaron las bebidas a pagar.

    —¿Crees que sería bueno llevar una bolsa de hielos? —preguntó Rojita al recordar que los hielos de la hielera estaban por terminar.

    —No estaría mal.

    —Al parece se están divirtiendo.

    Ambos dieron media vuelta al reconocer al dueño de la voz, observaron como Triple se acercaba a la tienda para tomar una botella de agua. Estaba muy bronceado, demasiado bronceado.

    —No entiendo como existe gente que le guste broncearse, es doloroso.

    —Suenas como un anciano amargado —soltó Coletas en tono divertido.

    —¿Te quedaste dormido? —preguntó Rojita.

    —Tal vez.

    Desde su posición podía ver como los tres vagabundos se la estaban pasando de maravilla. Payaso y Fea corrían de Jumbo, quien se mojó completamente, se revolcó en la arena y ahora quería ensuciar a sus amigos pero éstos huían de él. Triple no evitó dejar escapar un suspiro desganado, desde que llegó se comenzó a sentirse un tanto incómodo, no es que le disgustara estar con ellos, pero sentía que no era bienvenido al grupo. Se sentía un extraño estando con ellos, porque ellos se llevaban tan bien que todo lo que hacían era muy natural y familiar. A tal extremo que se imaginó que el viaje sería más divertido si hubiera venido con Rayo o Michigan o con alguno de sus secuaces, pensar en solo hizo que se le helara la sangre. ¡No! Tenía que demostrar que se estaba divirtiendo. Se dirigió hacia Coletas, quien junto a Rojita, estaba dispuesto a regresar cuando él lo desafió a algo:

    —Te reto a ti y a tu equipo a competir contra nosotros en estas competencias —le enseñó una hoja.

    Coletas tomó el panfleto y comenzó a hojearlo. Se trataba sobre varias competencias que se celebraban todos los últimos fines de semana de los meses de Junio, Julio y Agosto, había desde competencias de la mejor escultura de arena, concurso de surf, carrera por la arena, entro otros, pero al que Triple se refería era al nombrado: “Competencia Caliente”, que era un enfrentamiento entre dos equipos para demostrar ser el mejor.

    —Es una buena idea, se escucha divertido —dijo la joven mirando a Coletas.

    —¿Tú crees?

    —Hijo y Lin-Lin aceptaran sin pensarlo, y a Flor le parecerá interesante, podemos preguntarle a Mio si le gustaría entrar.

    —Entonces, ¿aceptan? Además, no sé cual será el premio pero para hacer esto divertido, propongo apostar algo.

    —¿Y cual sería la apuesta? —inquirió Rojita.

    —Si yo gano, Coletas tendrá que admitir que yo soy mejor, además de que me dará su balón de básquetbol.

    —¿Y si nosotros ganamos? —preguntó el moreno.

    —Si es que llegan a eso, ¿qué propones?

    —Dejar de molestar a Lin-Lin y tu balón, ¿te parece?

    —Trato hecho.

    Decidido eso, los tres se dirigieron a la persona que atendía el negocio para preguntaron más acerca de esa competencia. Él les informó un poco más sobre el tema y sus reglas, los preinscribió a la vez que les daba una hoja impresa con cada una de las categorías en cuestión para que mañana registraran a los participantes en cada categoría. Cada grupo debía estar conformado por mínimo cuatro personas y máximo seis, y ningún integrando podía repetir en más de dos categorías. El premio mostrar la fotografía del equipo ganador en un mural, al lado de otros equipos ganadores.

    Dicho y hecho, Coletas y Rojita regresaron con sus amigos para hacerles saber lo sucedido y por supuesto, ninguno estaba obligado a concursar si no quería. Por ese día fueron a comer, regresaron al hotel para darse una ducha y decidieron reunirse en la habitación de los muchachos para ponerse de acuerdo en que categoría cada uno debía estar. Eras cinco concursos en total. El primero era el único que no tenía una categoría especifica, solo decía “sorpresa” . El segundo era armar un rompecabezas en el menor tiempo. Tercero, concurso de natación. El cuarto, Baloncesto (2 contra 2) y el último era una competencia de comida. Y como era de esperarse, Hijo propuso que él tenía que entrar sí o sí a esa última; era la competencia hecha para él por lo que nadie se negó.

    Estaban decidiendo quienes debían inscribirse para las demás categorías.

    —¿A ti donde te gustaría participar? —preguntó Flor al rubio.

    —Ah, bueno... en realidad, lo estuve pensando y creo que no podre ayudarles.

    Una idea había cruzado por su mente desde que Rojita y Coletas les informó sobre el concurso y aquella semillita comenzó a germinar hasta que tomó esa decisión.

    —¿Por qué no? —preguntó Lin-Lin, curiosa—. Anímate...

    —No, no es eso, es solo que…. —Miró de forma fugaz a Coletas.

    —Bueno, no hay que presionarlo —comentó Flor—. Tendrá sus motivos para no querer entrar.

    —Perdón, de verdad —se disculpó una vez más antes de salir de la habitación.

    Para ese momento veía a Coletas Velasco como un rival en el amor, por lo que se prometió a sí mismo que, aprovechando aquella competencia de equipos, si él ganaba se atrevería a declararsele a Dulce, y para poder “ganarle” debía estar en un equipo contrario, por esa razón, con pasos más decisivos que nunca, se encaminó hacia la habitación de Triple para pedirle que lo aceptara en su grupo. Una vez frente a ésta, tocó la puerta, estaba nervioso, demasiado nervioso porque no había pensado si éste lo aceptaría.

    ¿Qué tal si no? ¿Qué haría si lo rechazaban?

    Comenzó a abrumarse ante esas preguntas.

    —¿Mio? —se extrañó el castaño ante su presencia—. ¿Qué haces aquí?

    El nombrado alzó la vista para ver por detrás de su hombro a Fea, Jumbo y Payaso, se puso aún más inquieto al recordar que era la primera vez que interactuaría con ellos. ¿Y si no lo querían porque era una molestia? Por el contrario Triple arqueó la ceja mientras esperaba una respuesta del rubio.

    —Emm… ¿te puedo ayudar en algo? ¿Te has perdido?

    —Eh, no, este… —comenzó a tartamudear, no sabía por donde empezar—. Perdón por venir sin avisar… este, vine porque me enteré sobre el concurso.

    —¿Sí? —invitó a que continuara, sin embargo, quien se puso nervioso fue él cuando notó que el rubio caería desmayado en cualquier momento, por lo que lo invitó a pasar. Ya un poco más tranquilo, Mio les explicó por qué se encontraba allí.

    —Debemos tener cuidado, tal vez sea un espía —comentó Jumbo, receloso.

    Payaso lo miró para preguntarle:

    —¿Eres un espía?

    Mio negó rápidamente. Triple todavía no confiaba del todo. Se le hacía extraño que pidiera ser de su grupo, quizá era rebuscado pensar que fue enviado allí para sacarles información, pero conocía a su rival y sabía que Coletas no era ese tipo de persona, además, enviar a Mio como tal no era precisamente una carta de triunfo. También se le cruzó la idea de que tal vez se querían deshacer de él porque bueno es Mio, pero no, tampoco era algo que Coletas haría.

    —Tenemos que pensarlo, sabes, nos parece un poco raro que vengas de la nada a pedirle a los enemigos de tus amigos entrar al quipo.

    —No, bueno sí, son mis amigos pero ahora mismo los considero como rivales , a Coletas, por… algo personal —se sinceró el muchacho.

    Triple sonrió a la vez que abrazaba a Mio del cuello.

    —Así que ahora consideras a Coletas un rival, ¿eh? Pues se bienvenido, entonces.

    —¿Estás segura de eso, Jefe? —preguntó no muy convencido Jumbo.

    Triple se acercó a Jumbo para susurrarle:

    —Bueno, podemos ponerlo en la primera categoría. Así nosotros nos preocupamos por las otras.

    —Tampoco es mala idea tenerlo en nuestro grupo —comentó Fea—. Comparado con el grupo de Coletas nosotros somos menos, por lo menos con Mio aquí estaremos más parejos.

    —En eso tienes razón —Triple se dirigió a Mio—. Desconozco cual sea su rivalidad, pero si estás dispuesto a dar tu mayor esfuerzo para vencerlos, se bienvenido a Los Cuatro Tornados.

    —¿Cuatro tornados?

    —Sí, es el nombre de nuestro equipo —dijo Payaso—. Aunque pensándolo bien, ahora somos cinco integrantes. Tendremos que pensar en otro nombre.

    —Bueno, ya después pensaremos en uno mejor —prosiguió Triple—. Ahora mismo estábamos discutiendo quien jugará en las categorías. Jumbo entrará a la última competencia y por lógica Hijo estará allí. En baloncesto estaremos Payaso y yo...

    —¿De verdad tengo jugar yo? —inquirió Payaso desanimado. Intentó cuanto pudo convencerlo de que no lo dejara jugar, no era precisamente unos de los deportes que más le apasionaba, pero tampoco tenían muchas opciones. Prefería estar en el primero.

    —Eres el más indicado —dijo Jumbo—. ¡Solo mírame a mí! Fea en su vida a tocado un balón de esos y Mio… —Desvió la vista hacia el nombrado, quien negó con la cabeza—. Bueno, es Mio.

    —Además es el deporte en que Coletas y yo siempre estamos reñimos, así que tengo que ganarle sí o sí. Aunque me dolerá tener que enfrentarme a Lin-Lin. Fea estará en natación.

    —Es la mejor nadadora —comentó Jumbo orgulloso por ella—. Sacaba puro diez en esa materia.

    —Mio, de casualidad, no sabrás quién estará en esa categoría.

    —No, lo siento. Me fui antes.

    —Lo más seguro es que será Flor o la prima de Lin-Lin, como cualquiera de ambas puede estar en la categoría “secreto” —dijo Triple—. Así que Mio, tú estarás en esa categoría.

    —¿Eh, yo? ¿Están seguros? —El joven observó la hoja de las categorías—. Y en la categoría de rompecabezas, ¿quien estará?

    —Jumbo —dijeron al unisono Fea y Payaso.

    —¿Yo? —se preguntó Jumbo—. ¿Por qué yo?

    —Porque eres un friki de los rompecabezas —continuó Fea, estando de acuerdo Payaso.

    —Me opongo —dijo Jumbo cruzando los brazos—. Yo solo voy a estar en la última prueba.

    —Sí, Jumbo, pero un integrante puede participar dos veces —le recordó Fea.

    —Pues entonces que ese sea Payaso.

    —¿Yo? —se preguntó asombrado—. Pero yo no soy un friki de eso.

    —Pero te gusta, no me lo niegues.

    —Lo juego solo para ayudarte.

    —No mientas. Sé que te diviertes mucho armándolos. Yo lo he visto, he visto cuando tú solo te sientas para armar uno y eres el primero en ponerte recontento cuando se trae una nuevo.

    —No es verdad, ese eres tú. Tampoco es que en el bosque haya mucha opción de jugar a otras cosas.

    Sí, era verdad. Disfrutaba de hacer competencias con Jumbo en casa, pero este último tenía el mejor récord de armar un rompecabezas de 5, 000 piezas en Sosonia, comparado con él, el indicado para esa tarea definitivamente debía ser Jumbo. No se sentía muy bien que confiaran tanto en él, a diferencia de Jumbo, o de Triple que era bueno en el basquetbol, y de Fea quien es la mejor nadadora y pescadora a mano, él no destacaba en nada bueno, ni siquiera cuando vivía en el circo, pese a que intentó trabajar en todos los puestos, falló en sus intentos. Temía defraudar a su equipo, a sus amigos, a él mismo, temía ser una carga para Triple en el juego, de echar a perder la segunda categoría y regalarles un punto a sus enemigos.

    —Jumbo, juega tú, es evidente que ganaremos esa ronda si tú participas. Nadie en Sosonia es mejor que tú en…

    —¡Precisamente por eso! —Payaso se sobresaltó cuando sintió que su mejor amigo lo sujetó por los hombros—. ¿Estos últimos años con quién has competido? Has llegado casi a mis números, ¡no hay nadie en Sosonia que pueda superarme, excepto tú!

    Payaso lo miró con asombró más que nada porque comprendía lo que le estaba diciendo. Lo estaba animando. El pelirrojo solo pudo sonreír porque Jumbo ya lo conocía muy bien. Leía a través de él. Se había dado cuenta de su incómodidad desde que comenzaron a elegir quien participaría en cada categoría. Al final aceptó, daría lo mejor en sí en esa competición. Al jugar con Triple no lo sabía, pero en la de armar el rompecabezas definitivamente sí. No defraudaría a su mejor amigo.

    Si Jumbo confiaba en él, no lo defraudaría.



    . . .​
     
    Última edición: 10 Noviembre 2021
  17. Threadmarks: Entre viajes, playas y concursos (Parte 3)
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Hola, aquí subiendo la tercera parte de este arco, el que me está quedando largo, originalmente serían solo dos partes, pero se duplicó el asunto xD Aun así, la parte que viene será la última, me quede como me quede. En fin, si quitar más tiempo, dejó la actualización.


    Entre viajes, playas y concursos

    Parte 3

    Era una mañana muy agradable en las playas de las ciudad Caliente, y perfecto para festejar los tradicionales concursos de verano de la zona. Desde la madrugada la ciudad costera se preparaba para la festividad. En la zona las carpas se levantaron alrededor de la costa para que los comerciantes pudieran vender y promocionar sus productos. Era una celebración muy grande y esperada por los ciudadanos como turistas que viajaban específicamente en esa temporada para disfrutar de gran evento.

    Para ambos grupos, era la primera vez que veían algo tan grande como eso, razón por la que a primera hora se levantaron para indagan por los puestos. El lugar tenía un monto de variedad y como el concurso al que participaban daba comienzo a las once, aprovecharon el resto de la mañana para deambular por las tiendas.

    —Hijo, no comas demasiado que cuando te toque el concurso no podrás comer —le recordó su novia.

    —Eso comenzará tarde. Si no como algo ahorita no llegaré para participar.

    Flor rio divertida.

    —Tienes razón, pero tampoco abuses.

    Los minutos iban transcurriendo hasta que dieron las diez y media, fue a esa hora que todos se dirigieron hasta el lugar donde se presentarían a concursar. Los capitanes de cada equipo fueron a registrar a sus compañeros en sus respectivas categorías. Las posiciones quedaron de esta forma: Rojita vs Mio; Flor vs Payaso; Lin-Lin vs Fea; Hijo y Coletas vs Triple y Payaso; Hijo vs Jumbo.

    —Oye, oye, ¿por qué Lin-Lin no jugará al baloncesto? —se preguntó Triple una vez vio el orden de los participantes—. Lo más lógico es que ella juegue.

    —Pero eso es una buena noticia, en cierta forma —comentó Jumbo y luego se dirigió a Fea—. Jefa, tenga cuidado, quizá a Lin-Lin la pusieron allí porque es buena en natación.

    No se imaginó que terminaría enfrentándose a Lin-Lin. Todos pensaron que quizás se enfrentaría con Rojita o Flor. Sus labios dibujaron media sonrisa, no era del todo malo, aprovecharía esa oportunidad para ganarle, y tal vez Triple se fijé más en ella. Pensar en eso la motivó.

    La primera categoría estaba a punto de dar comienzo, cada representante se dirigió a su respectivo lugar, quedando frente a algo que era cubierto por una manta blanca y a sus lados había una pequeña mesa que también era cubierta. Ambos levantaron la vista, se podían ver ellos de frente. Las incógnitas de lo que trataría esa primera prueba iba en incremento, junto a la incertidumbre de dónde se habían metido.

    —¿Pero a quienes tenemos aquí, Larry? —preguntó el comentarista Harry desde su posición.

    —Qué grata sorpresa, compañero, tenemos a los muchachos de Sosonia, quién hubiera pensado que nos veríamos de nuevo aquí, ¿verdad?

    —Así que tenemos a ambos equipos —Harry miró las inscripciones—; el equipo de Triple versus el equipo de Coletas. ¡Este concurso promete! Sí que promete.

    —¡Pero por supuesto! Será que esta vez Triple no haga trampa, como la última vez, ¿lo recuerdas, Harry?

    —Cómo olvidarlo, cómo olvidarlo.

    —¡No lo haré! —gritó Triple desde su posición, molesto e indignado por tales comentarios—. ¡No haré trampa! —reafirmó.

    Harry se inclinó hacia el oído de Larry para susurrarle:

    —Al parecer alguien ha aprendido la lección de la peor manera.

    —Tal como dice el dicho compañero; “Crea fama y échate a dormir”.

    —¡Sé escucha todo por los micrófonos! —gritó el castaño.

    Mientras tanto.

    “Espero que no sea lo que creo que es”, pensó Rojita tragando saliva con dificultad al haber examinado lo que estaba a su alrededor. No obstante, una vez que éstos fueros descubiertos, se le cayó el mundo. Frente a ella estaba un lienzo y en la mesita pinturas y una paleta.

    —¡Da comienzo al primer concurso; pintura! —alzó la voz uno de los comentaristas con mucha emoción—. El tema a dibujar será: rosas. Tendrán diez minutos para terminarla.

    Pusieron un cronómetro, provocando que Rojita como Mio se sintieran bajo presión. Ella tomó la paleta y miró las pinturas. En su vida había tomado ese tipo de pintura, y mucho menos usar un lienzo, lo más a eso fue dibujar en una hoja de máquina y con crayones. La joven alcanzó a ver como Mio tomaba las pinturas y las iba colocando poco a poco sobre la paleta, tomaba un pincel y comenzaba a dibujar sobre la tela. De haber sabido que la primera categoría iba a ser pintar, la mejor opción hubiera sido Flor, del grupo, ella tenía más experiencia en ese tema, después de todo era la más creativa y a quien se le daba mejor las manualidades. No por nada esa primera categoría era sorpresa y por lo que supieron, cada día cambiaba, como el día de ayer, se enteraron que se llevó a cabo fotografía, pensaron que quizá hoy iba a ser el mismo tema.

    —Rojita sabe dibujar, ¿verdad, Flor? —preguntó Hijo—. Yo la he visto ayudándote a veces.

    —Es cierto, me ha ayudado —Miró con un poco de preocupación a su amiga. Y precisamente por eso, podía saber que no era muy buena dibujando ni en papel mucho menos con pinturas u óleo. Pero había algo que le preocupaba todavía más y era su rival.

    —Entonces no hay de que preocuparse, ella tiene más ventaja y experiencia —comentó Lin-Lin enfocando su vista en el contrincante—. Si ya a ayudado a Flor.

    —Lo dudo —dijo la morena, ganándose las miradas de sus compañeros—. Recuerdo que una vez Feliz me vio dibujar y me preguntó si alguna vez vi las pinturas que hacía Mio, y cuando le dije que no, el dijo que hacía unos dibujos y unas pinturas hermosas.

    Todos se sorprendieron ante tal comentario. Nunca se imaginaron que Mio tuviera ese pasatiempo.

    —Yo nunca he visto ninguno de sus dibujos ni a él dibujando —inquirió Hijo como quien dudando de ese hecho.

    —Por lo visto es demasiado tímido para enseñarlos. Cuando Feliz me contó eso, fui a buscarlo para preguntarle si me podía enseñar una de sus obras. Pero no quiso porque decía que eran horribles y que no eran buenas. Como no quise incomodarlo más, no insistí y me retiré.

    —En pocas palabras; esta categoría la ganará él.

    Flor asintió a Lin-Lin. Todos los espectadores se encontraban atentos a lo que ocurría mientras escuchaban a los comentaristas comentando los movimientos que iban haciendo los competidores, a veces de forma exagerado para ponerle un poco de emoción al asunto.

    —Bueno, bueno, al parecer Rojita fue la primera en terminar —comentó Larry mirando a su compañero, luego desvió su vista hacia el otro concursante—. Y Mio al parecer continúa, ¿crees que alcance a terminar antes de que el tiempo acabe?

    —Faltan dos minutos. Hay que dejar claro que si el dibujo está incompleto, habrá puntos negativos.

    Ante esa verdad Mio comenzó a ponerse nervioso, aunque intentó que no le afectara porque sabía que podría arruinar la obra, mezcló el color azul y rojo, pero no lo suficiente para convertirlo en morado y lo utilizó para parte del fondo. A su vez, Rojita le echaba el ojo de vez en cuando a Mio, quien seguía pintando, volvió su vista a su pintura y se preguntó si podía mejorarla. Levantó el pincel pero lo dejó cuando escuchó a uno de los comentaristas que faltaban 30 segundos. No tenía tiempo, además, ¿qué más podía hacer? ¿Cómo podía mejorar la rosa?

    Faltando tan solo 10 segundos, Mio dejó salir un suspiro a la vez que dejaba la paleta sobre la mesa y en eso el cronómetro se detuvo.

    —¡Abajo los pinceles que el tiempo terminó! —dijo Larry—. Ahora los jueces evaluarán las pinturas.

    Los dos jóvenes llevaron sus pinturas a los dos jueces que estaban allí para calificar el trabajo. Los jueces estuvieron observando las pinturas. Las dos eran bonitas a su modo, pero de quien en verdad se sorprendieron fue del rosal que había pintado Mio, pues a pesar de solo haber tenido diez minutos hizo un excelente trabajo, con más tiempo y poca presión hubieran podido decir que la pintura fue pintada por un profesional. Por el contrario, el trabajo de Rojita era mucho más simple y sencillo, siendo una rosa con un fondo azul. Por lo que sin dudarlo, declararon a Mio como el ganador de esa primera categoría.

    Todos los espectadores aplaudieron ante los dibujos una vez que a ambos los dejaron a vista de todos. El grupo de Triple se encontraba impresionado por el resultado pues no pensaron que Mio ganaría. Lo felicitaron cuando éste se acercó a ellos, encontrándose apenado al creer que no tenía el derecho de ser felicitado, pero agradeció humildemente las felicitaciones. Sin embargo, no podía ocultar su felicidad de no haberlos defraudado.

    Del otro lado, Rojita se acercó a sus amigos con rostro cabizbajo. Se encontraba apenada de haberlos hecho perder, se disculpó por su terrible pintura.

    —No tienes porque disculparte, Rojita —dijo Flor abrazándola—. Es el mejor trabajo que has hecho. Me has sorprendido.

    —Sí, no te desanime, Rojita —habló su prima —, por lo que nos contó Flor, Mio es un experto, él iba a ganar sí o sí.

    —Bueno, en cierta forma Mio también tuvo suerte, si Flor hubiera participado nosotros hubiéramos ganado —alardeó su novio.

    —Quien sabe —soltó Flor en voz baja mirando con detenimiento el rosal de Mio, “probablemente yo también hubiera perdido” pensó a la vez que se preguntaba dónde había aprendido a pintad de esa forma.



    Sintió una sofocante carga sobre sus hombros. Mio, la persona con quien sus compañeros no confiaron demasiado, había ganado la primera categoría haciendo un buen trabajo, y ahora le tocaba a él. Payaso tomó asiento frente a una mesa cuadrada y grande, su contrincante estaba del otro extremo, y sobre la mesa se encontraban todas las piezas de los rompecabezas que iban a armar. Éstos tenían el mismo dibujo; era una granja, cuya cantidad de piezas era la misma.

    —Hola —saludó el pelirrojo a la morena, fue lo único que atinó a decirle.

    Flor le sonrió al darse cuenta lo nervioso que se encontraba, le estrechó la mano.

    —Hagamos nuestro mayor esfuerzo y divirtámonos —le dijo.

    “Divertirse” Escuchar eso lo calmó.

    Payaso desvió su vista hacia donde estaban los demás, sus orbes caoba miraron a Fea, se le cruzó la loca idea de prometerse que si ganaba ese encuentro se le declararía, ante ese fugaz pensamiento movió la cabeza negativamente. No. Sería una mala idea porque quizá perdería intencionalmente. Enfocó su vista de nuevo a las piezas, debía concentrarse en su trabajo. Aunque el rompecabezas no era de muchas piezas, sería más difícil armarlo teniendo en cuenta que ambos rompecabezas estaban revueltas entre sí. Sin que se diera cuenta había una persona que lo estuvo observando, Lin-Lin no evitó bajar la mirada cuando se dio cuenta que el pelirrojo había mirado de manera muy intensa a Fea. Era más que obvio que a él le gustaba ella y en cierta forma eso le molestaba, aunque sabía que no tendría por qué, después de todo apenas interactuaban y Payaso y Fea se conocían de hace tiempo.

    La campana sonó y el segundo concurso dio comienzo.

    —¿Quién crees que ganará esta vez, Larry?

    —No lo sé, compañero, pero el equipo de Triple ya tiene un punto de ventaja, así que el equipo de Coletas debería de...

    —¡Para que les pusimos nombre a los equipos si solo nos van a llamar así! —gritó hijo desde la banca.

    Larry miró la hoja del registro para leer el nombre que el equipo de Coletas había seleccionado, carraspeó y luego continuó:

    —Como iba diciendo, el equipo de Coletas debería de ponerse las pilas si no quieren perder este encuentro.

    —Oigan, ¿saben cuánto tardamos en decidir ese nombre…!

    —Palabras muy ciertas —continuó Harry, ignorando olímpicamente las quejas de Wills—. Oh, pero mira, que sorpresa, tanto Flor como Payaso tienen casi la mita del marco del rompecabezas. Al parecer los dos pensaron en lo mismo.

    —No solo eso. Payaso comenzó a dividir los diferentes tipos de piezas mientras que Flor se está centrando en completar primero el cielo, piensa armarlo de arriba hacia bajo.

    —Su técnica es buena, pero su contrincante no se está quedando atrás, ahora comenzó a armar las esquinas del rompecabezas.

    Jumbo le había recomendado primero en centrarse en construir los bordes antes que nada, para así tener el tamaño y guia del rompecabezas a armar, después le recomendó separar las piezas todo lo que pudiera o tenerlas muy bien. Hizo lo primero y era cierto, ahora que las piezas estaban más o menos ordenas; piezas de cuatro entradas con las de cuatro entradas, piezas de dos entradas con dos salidas, etc, le sería una ventaja para Flor, aunque ella parecía enfocarse en las piezas de color claro. Otra recomendación que su amigo le dio fue empezar de las esquinas hacia adentro y eso es lo que estaba haciendo. El resto dependía de su velocidad y concentración.

    Sonrió al recordar cuando Jumbo le enseñó los tips.

    “Sosonia es un pueblo muy raro, pero sus habitantes los son aún más” pensó el pelirrojo mientras colocaba pieza por pieza.

    Ni en sus más locos sueños se imaginó que estaría compitiendo en algo similar, ni siquiera se le cruzó por la mente que iba a vivir en un bosque, o que su cama sería una hamaca o que su alimento sería mayoritariamente los peces que Fea pesca. Si años atrás alguien le hubiera dicho que terminaría haciendo esas cosas, se reiría por lo absurdo de la idea. Ahora se reía, sí, pero por diferentes motivos. Recordó aquel día, el día en que el circo en el que vivía arribó a Sosonia. Fea y Jumbo intentaron colarse en éste para ver la presentación gratis, pero cuando fueron acachados, huyeron, aunque a Jumbo lo terminaron atrapando porque en vez de huir fuera del lugar, "escapó" hacia el almacén, donde lo encontraron recogiendo comida. Cuando lo llevaron con el alcalde, como castigo, el señor Mandamás lo puso a ayudar en la limpieza del circo. Fea fue a ayudarlo, aunque parecía más que fue solo a reprenderlo.

    —“Oye, ¿no te aburres de estar allí parado?” —preguntó Jumbo a Payaso mientras dejaba la escoba recargada en la pared.

    El dueño del circo había mandado a Payaso a vigilar al castigado para que no escapara de su sanción. Fea se acercó para entregarle un trapo, estaba apunto de sacudir.

    —“¿Por qué no nos ayudas?”

    —“¿Cómo?” —Los miró incrédulos—. “¿Por qué tendría que ayudarlos yo cuando son ustedes los que se colaron sin pagar e intentaron robar comida?”

    —“Es que se te ve tan aburrido” —comentó Jumbo burlesco—. “Qué conste que pensamos en ti.”

    —“Como no voy a estar aburrido, si tengo que estar vigilándolos.”

    —“No nos vamos a escapar, te lo prometemos” —comentó Fea—. “Sabemos que tenemos que pagar por nuestros crímenes.”

    —“Pues si saben las consecuencias no deberían de hacer nada ilegal.”

    —“Pero es divertido” —dijo Jumbo.

    —“¿Divertido?” —desvió su vista hacia Fea y ella solo sonrió antes de decir:

    —“Es divertido jugar a policías y ladrones”.

    Qué retorcida forma de divertirse, fue su pensamiento. Eran raros, y tal vez por eso se interesó en ellos y quiso conocerlos un poco más y sin darse cuenta comenzó a reunirse con ellos. Era curioso, hasta cierto punto irónico, él trabajaba en un lugar que se creó para hacer divertir a las personas, pero allí dentro, él no se divertía nada, llegaba a sentirse una carga para los demás. Claro que agradecía profundamente al dueño que lo haya ayudado y le haya dado un hogar cuando quedó huérfano, pero había tomado una decisión cuando disfrutaba más la compañía de Fea y Jumbo, se quedó en Sosonia cuando el circo se fue de allí.

    “Me alegra haberlos conocido, aunque tengan pasatiempos raros, se diviertan molestando a los demás o vivan en un bosque”.

    Payaso tocó el timbre de su campana a la vez que Flor hacía lo mismo, ambas alarmas sonaron. Hubo un silencio sepulcral. El joven pelirrojo levantó la vista para ver a Flor, mas sus ojos se enfocaron en el rompecabezas que ella ya había terminado. ¿Los dos terminaron al mismo tiempo? ¿Los dos apretaron el botón? ¿Quién ganó? No estaban en el lujo de quedar empatados. Debía haber solo un ganador. Los dos jugadores se miraron.

    —¡Payaso ganó! —gritó Harry zarandeando a su compañero con gran emoción—. ¡Payaso ganó!

    —La batalla estuvo muy reñida. Hasta existía una posibilidad de que hubiera un empate, pero no, no fue así, por la diferencia de un segundo el chico pelirrojo apretó primero el timbre. ¡Fue impresionante. El equipo de Triple de nuevo fue el vencedor!

    —Hablo en serio, ¡para qué le pusimos nombre a los equipos si nos van a seguir diciendo por el nombre del capitán! —refunfuñó Hijo desde su lugar.

    Incrédulo, Payaso volvió su mirada a la chica y ella asintió, él apretó primero el botón. Flor se levantó mientras Fea, Triple y Mio se acercaban a abrazarlo, estaban realmente eufóricos ante la mejor competición que pudieron haber presenciado. Payaso miró a Jumbo, quien desde su posición levantó el pulgar en son de aprobación y fingía secarse una lágrima.

    —Estoy orgulloso de ti, amigo —susurró.

    Triple estaba por demás feliz, para su sorpresa la situación estaba a su favor. En lo planes originales solo habían ganado esa competencia, sin embargo, Mio lo asombró, así que ahora estaba feliz de que el joven tímido se haya unido a su equipo.

    —Estamos en la cabeza, pero no debemos bajar la guardia —les recordó Triple. Miró al grupo de su contrincante—. Desde ahora ellos se tomarían muy en serio las próximas competencias, van un punto abajo, saben que uno más y nosotros ganamos. Y estoy seguro que no se dejarán.

    Con Coletas y los demás.

    —Fui demasiado lenta —se disculpó Flor una vez se acercó a sus amigos. Estaba sudando, nunca se había concentrado tanto como ese día.

    —¿De qué hablas? Estuviste espectacular —dijo Rojita—. La confrontación fue muy emocionante pese a que se tratara de armar un rompecabezas. Los espectadores estaban muy a la expectativa y los comentaristas también lo hicieron fenomenal.

    —Teniendo en cuanta que pensábamos que Jumbo estaría en esta categoría, ya la veíamos perder —comentó Hijo, se sentía frustrado pese a que intentaba no demostrarlo porque al leer que Payaso participaría, tuvo la esperanza de que su novia podría ganar.

    —Pero estamos como pensamos íbamos a estar —dijo Lin-Lin mirando a Coletas y a Hijo—. Las próximas categorías son nuestro fuerte, ¿cierto muchachos?

    —Sí —dijeron al unisono.

    Dicho eso, se dirigieron a la próxima categoría; natación, donde a las participantes se les dio un tiempo para que se prepararan, lo que conllevaba vestir su respectivo bañador.

    —Qué linda se ve —comentó Triple.

    —Sí —dijo Payaso.

    Los dos se miraron, hubo un silencio algo incómodo y luego tosieron para cambiar de tema. Jumbo se aguantó la risa.

    —Damas y caballeros, señores y señoras, bienvenidos seas a la tercera categoría de este concurso tan aclamado por todos.

    —Desde la plataforma número uno tenemos a Fea Mebale del equipo de Triple y desde la plataforma número dos tenemos a Lin-Lin Cervantes. Quien llegue al otro extremo, toqué la pared y regresé, será la ganadora.

    Concentradas, se lanzaron al agua al mismo tiempo cuando escucharon al árbitro soplar el silbato, su determinación era muy grande, cada una se esforzaba. Lin-Lin no podía perder ese encuentro porque si lo hacían, el concurso lo perderían y era lo último que deseaba, el hecho de que haya, no estaba en una posición en la que pudiera , tenía que concentrase en su propio rendimiento. Por el contrario, Fea quería ganar porque quería que por una vez Triple la reconociera, la felicitara tal como lo hizo con Mio y Payaso, quienes hicieron un excelente trabajo. Si ella ganaba, el equipo ganaba. Tocó la pared y en cuanto lo hizo nadó hacia la plataforma de salida, estaba tan concentrada que ni siquiera escuchaba el vocifero de los espectadores ni la voz de sus comentaristas. En lo que se refería en nadar, ella siempre ha sido la mejor.

    —¡Y la ganadora es Lin-Lin Cervantes! —gritó Harry.

    Cuando escuchó aquello, Fea se detuvo y miró con gran decepción la distancia entre ambas, dos metros de diferencia. Lin-Lin demostró ser mejor que ella y ella estaba muy lejos de ser igual a la joven. Salió del agua, agitada. Perdió.

    —No te preocupes, Fea, si hubiera sido un concurso de buceo o aguantando la respiración, eres la mejor —intentó animar Payaso al notar que se encontraba afligida. Jumbo le pasó una toalla para que se secara.

    La joven no evitó desviar la vista hacia Triple cuando lo escuchó felicitar a Lin-Lin. Claro, ¿cómo no felicitarla cuando hizo un buen trabajo? Hasta ella haría lo mismo.

    En aquella categoría el equipo de Coletas ganó.



    Fin del capítulo.
     
  18. Threadmarks: Entre viajes, playas y concursos (Parte 4)
     
    Sonia de Arnau

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    Entre viajes, playas y concursos
    Parte 4


    Tanto el equipo de Coletas como el de Triple se encaminaron hasta donde había una cancha de basquetbol, ésta era más pequeña que una cancha profesional. Los participantes se estaban preparando para el juego que iba comenzar en cinco minutos.

    —Muy bien, Payaso, cuento contigo para derrotar a Coletas —Le dio una palmada en la espalda y luego se fue para hacer un poco de calentamiento.

    Fue en ese momento en que Jumbo se percató de la evidente molestia que mostraba su mejor amigo.

    —¿Quieres contarme algo? —preguntó Jumbo arqueando la ceja, la respuesta del pelirrojo fue una negativa—. ¿Quieres que te crea o insisto en que me lo cuentes?

    —No me gusta cómo Triple trata a Fea —terminó soltando, exhaló aire—. No entiendo cómo no se da cuenta cuánto ella lo estima.

    —Payaso —dijo Jumbo—, te comprendo, realmente lo hago, pero así es la realidad. Al jefe no le gusta ella, le gusta otra persona. Es su gusto, sea bueno o no, nos agrade o no, es su gusto. Tú y yo sabemos cuan amable es Fea, pero al jefe no le gustarán ese tipo de chicas, quizá su tipo es más como Lin-Lin, de carácter fuerte.

    —Pe-pero aun así, ¿cómo no se da cuenta que tiene allí a alguien tan buena como ella? Es un ciego.

    —Amigo, ¿quieres que te diga la verdad? Bueno, te la diré. Escucha con mucha atención, tú y ella hacen una bonita pareja, ¿sí?

    Payaso no evitó sonrojarse ante tales palabras, a ponerse nervioso y a tartamudear en una forma de intentar refutar lo irrefutable.

    —Deberías ser un poco más egoísta —continuó el mayor—, deja de preocuparte por ella y concentrarte en ti. ¿Por qué no le dices lo que sientes? ¿Cuándo se lo dirás? Si de verdad te molesta la actitud de Triple hacia ella, demuéstrale que tú también puedes decirle a la mujer que amar que la amas.

    —Se honesto, ¿crees que tenga alguna oportunidad?

    Jumbo se encogió de hombros.

    —Nunca lo sabremos si no lo intentas, así que, ándale, díselo. Tal vez ocurra un milagro.

    El pelirrojo se emocionó ante esas palabras.

    —Tienes razón —meditó—. No debo callarme. Ella tiene que saberlo.

    —¡Así se habla! Ahora ve, búscala y dile cuanto ella significa para ti.

    —Lo haré.

    —Entonces ve.

    —No ahora, más adelante —Lo miró. Sonrió un tanto nervioso, evidenciando su inseguridad—. Un día de estos, lo juro.

    Jumbo inhaló y exhaló pesadamente, miró al cielo y negó con la cabeza. Se había aventado todo un discurso para animarlo. Por eso decía que el amor romántico era una perdida de tiempo. Todos pierden la cabeza. No. No. No. No.

    —Dame paciencia con estos niños —susurró.

    Pese a eso, cuando se alejó su amigo para acompañar a Triple a hacer calentamiento, lo vio con el rostro más animado. Por el contrario, Payaso se alegró de haber soltado aquel malestar que lo había estado molestando desde hacía ya vario tiempo. Era cierto que no le agradable que Triple se comportara tan frío con Fea, pero tenía razón Jumbo, no era su culpa que a él no le gustara ella y le gustara otra persona. No se podía mandar en el corazón. Por esa razón, con la platica, decidió que ahora le tocaba abogar por su felicidad.

    —Míralo —susurraba Triple mirando a Coletas en el otro extremo de la cancha, calentando también—, se le ve tan feliz y sonriendo, espero que se haya tomado una foto como recuerdo, porque esta vez será la última vez que sonreirá de esa manera, pues yo, Triple J. de Lizaldy, seré el vencedor.

    Cuando llegó la hora, los cuatro participantes se adentraron a la cancha, hicieron un volado para ver quien tendría el balón, Hijo ganó, y cuando escucharon el silbato, comenzaron a jugar, había un árbitro que observaría y marcaría sus faltas.

    —Es la primera vez que veo jugar a Triple de forma seria —se dijo Lin-Lin a sí misma, sin dejar de prestar atención al juego—. A pesar de que Coletas es más bajo que él, su fortaleza es su salto, le roba el balón con fácilidad.

    Triple le hizo una finta a Coletas y desde su posición metió una canasta, su equipo ganó un punto.

    —Así que su fortaleza es el tiro, y tiene muy buena puntería y Coletas lo sabe, por eso se acerca demasiado a él y no lo deja—. Volvió su mirada a los otros dos jugadores. Estaba emocionada por el juego que estaban desempeñando—. Payaso se está tomando muy en serio su papel, se está esforzando por cubrir a Triple. Hijo, como siempre, juega fatal, pero también lo está dando todo.

    No solo era la primera vez que veía a de Lizaldy jugar, era primera vez que lo veía sonreír de esa manera, se estaba divirtiendo, a leguas se notaba que amaba el basquetbol y pese a lo que dijera, disfrutaba jugar con Coletas.

    —Oh, ¿lo vieron? El ataque de Payaso fue muy bueno y...

    —Oye, escucha, Lin-Lin —La nombrada se giró para ver como el comentarista Larry la observaba con seriedad, éste continuó—: Este es nuestro trabajo, no nos lo quites.

    —L-lo siento.

    Larry carraspeó mientras Harry reía desde su posición:

    —Muy bien, como íbamos comentando, ambos equipos, ambos capitanes, están dándolo todo en este juego.

    —Al parecer esto es muy personal, Coletas está atacando la defensa de Triple, éste lanza la pelota a Payaso y se acerca a la canasta y… ah, no logra encestar y Hijo toma el balón, quien se la pasa a Coletas y Coletas corre al otro extremo, pero Payaso le corta el camino, Coletas intenta encestar desde allí, ¡la falla! No encestó porque Triple alcanzó a rozar el balón.

    —Este juego no solo está calentando a los jugadores, también a los espectadores.

    —Es increíble como el equipo de Coletas está teniendo ventaja sobre el equipo de Triple, a pesar de que tenga a Hijo en su equipo.

    Hijo se detuvo y los miró sin gracia alguna:

    —¡Yo soy un buen jugador! —se defendió—. No se nota porque estoy al lado de monstruos. Pero no juego tan peor.

    —Triple vuelve a tener la pelota, hace una finta para engañar a su contrincante, ¡encesta! un punto más para el equipo de Triple, uff, el juega está intenso, ¿no compañero?

    —Efectivamente. El tiempo está por terminarse. Ahora el balón está en el poder del equipo de Coletas, ¿podrán obtener este punto?

    “Ya verán, lo obtendré” pensó Hijo mientras, en una jugada increíble, se escapó del agarre de Triple, “Ésta será mi revancha. Obtendré ese punto y demostraré que no soy tan peor.” Intentó acercarse lo más al aro, pero Payaso se interpuso en su camino, con la intención de quitarle el balón, Hijo saltó y lo lanzó hacia la canasta. El reloj del marcador sonó.

    —Y el balón se eleva hacia el aro y ¿asestará? ¿Tendrán ese punto? ¿Hijo logrará hacer un Buzzer Beater? Ohhh.

    El balón rebotó en la canasta y cayó al suelo.

    —Falló, falló, Hijo Wills ha fallado ese lanzamiento, y se le veía tan decidido —gritó Harry, un tanto decepcionado.

    —Es una verdadera lástima, perdieron ese punto… aun así el equipo de Coletas ganó este encuentro aunque Hijo haya fallado ese tiro.

    —¡Qué no soy un mal jugador! ¿¡Y por qué no nos llaman por nuestro nombre de equipo!?

    —Hijo —dijo Coletas con respiración entrecortada—, ¿no estás cansado? —Le impresionaba que pese a todo su amigo tuviera pulmones para gritar.

    —Es que estos comentaristas... me están sacando de quicio.

    Los cuatro estaban muy cansados, se secaban el sudor y su respiración delataban lo cansado que estaban, a pesar de solo haber tenido quince minutos de juego, los cuatro participantes dieron todo de sí, quizá tanto para Velasco como para de Lizaldy fue el mejor juego que jugaron entre los dos. Bebieron agua y secaron el exceso de sudor con las toallas que les dieron.

    —Qué no se te suba a la cabeza, Coletas —le advirtió Triple, señalándolo—. En la próxima prueba seremos los ganadores.

    Todos miraron el marcador. El equipo de Coletas había ganado solo por un puntos.

    —Pero qué sorpresa, ahora los marcadores del concurso en general están en un empate —comentó el comentarista Larry—. Por lo que la última categoría será la decisiva. ¿Quién crees que gane?

    —Cualquiera puede ganar. Ambos equipos tienen a verdaderos pesos pesados.



    —Escucha Jumbo —dijo Triple mientras masajeaba sus hombros como si se tratara de un boxeador apunto de entrar a la arena de boxeo—. ¿Me estás escuchando?

    —Ah, sí, sí, escucho, escucho —dijo el nombrado secándose la baba de la boca—. ¿Cuál es el plan?

    —El plan es, comer, comer y seguir comiendo hasta el cansancio.

    —¡Bien! Me agrada ese plan.

    Del otro lado, las tripas de Hijo gruñían como nunca en su vida lo habían hecho, demostrando su gran apetito.

    —Tengo mucha hambre, no he comido nada desde la mañana.

    Lin-Lin sonrió mientras negaba con la cabeza para luego añadir:

    —Quien hubiera pensado que tu plan de jugar con Coletas en el baloncesto era que te diera hambre.

    El nombrado la miró y sonrió victorioso.

    —A veces tengo buenos planes, ¿verdad? Pero también quería jugar con él, después de todo soy la primera persona que se atrevió a jugar con él cuando llegó a Sosonia. Debía ser yo quien lo acompaña en este concurso.

    —Sí, sí, Hijo, lo que tu digas, aunque sabemos la verdad —comentó la joven burlesca.

    De esa forma, hijo y Jumbo se sentaron frente a la cantidad desorbitada de un montón de perros calientes a sus frentes. A sus respectivos lados tenían bebidas para que se desatorara la comida, aunque utilizarla podría significar llenarse más rápido. Las reglas eran simples: los dos tenían la misma cantidad de perritos calientes más un marcador con un especifico tiempo. Ganaba el que terminara primero la cantidad de comida o el que aya comido más antes de que el tiempo en el marcador termine. Conociendo esas simples reglas, dio comienzo a la última categoría.

    —¿Qué opinas, compañero? —inquirió Harry con seriedad mientras veía como ambos se metían los hot-dogs a la boca.

    —Qué la pelea está muy reñida.

    Durante los primeros minutos ambos empezaron igual y dos minutos después continuaban con el mismo ritmo, ninguno de los dos desistía, ni desistiría. Sus compañeros contaban con esa victoria, quien ganara esa categoría, ganaba el concurso. Los dos tenían un gran peso sobre sus espaldas.

    —Es sorprendente la velocidad en la que están comiendo. Casi inhumana. ¿Será posible que puedan llegar a empate? —inquirió Larry.

    —No lo sé, pero a ninguno le conviene un empate. ¡La gente exige un ganador! ¡El pueblo quiere a un solo ganador! ¡Deben darnos un ganador!

    —Mira, Harry, en una vuelta para todos Jumbo se ha adelantado con un hot-dog. ¡Ahora tiene la ventaja!

    —Es cierto. Pero mira… Hijo no se queda atrás, se ha metido dos de un bocado.

    —¡Es impresionante! ¡Es impresionante! No quiere perder ventaja, está dispuesto a hacer lo que sea para obtener la victoria.

    —¡Solo queda un minuto y medio! En el plato de Hijo quedan dos hot-dog y en el de Jumbo tres, creo que ya tenemos a un evidente ganador. ¿O crees que Jumbo remonte?

    —Lo veo muy difícil, a Jumbo se le ve muy mal, e Hijo… tomó otro y lo esta comiendo.

    Jumbo miró el plato, tomó uno y se lo llevó a la boca, le fue muy difícil tragarlo. Debía de admitirlo, comer tantos hot-dogs en solo unos cuantos minutos no se imaginó que sería una tortura, por primera vez, ya no quería comer más. Desvió la vista, a Hijo tampoco se le veía bien, era normal, para ese punto los dos no estaba acostumbrados a comer tanto pan en una sentada, era un milagro que hayan comido lo que comieron, aunque a Wills solo le faltaba uno en el plato, y el marcador estaba apunto de llegar a cero. El mayor apretó el puño, no podía rendirse, no cuando llegaron tan lejos. No tenía el lujo de perder, Mio se esforzó pese a que no sabía que categoría le tocaría, Payaso hizo el mejor récord (claro, después de él), no podía dejar que Fea se sintiera mal por no haber ganado ese punto y por su puesto, quería regalarle a Triple su primera victoria ante su rival.

    La expresión de sorpresa que escuchó de los espectadores lo hizo regresar de sus pensamientos, sus orbes negros se dirigieron hacia donde su adversario, quedó igualmente sorprendido cuando vio como Hijo tomaba ese último hot-dog y le daba una mordida, estaba decidido a dejar comerse todo.

    —Esto es increíble, estamos presenciando algo que nunca olvidaremos —dijo Harry—. A pesar de que Hijo lleva la ventaja, éste quiere terminar la competencia de forma limpia, o mejor dicho, dejando el plato limpio, se quiere terminar todo antes de que el marcador llegue a cero.

    —¿De verdad se arriesgará? Si se obliga a comer y vomita todo, quedará automáticamente descalificado.

    Debía reconocerlo, Hijo Wills, era un verdadero monstruos.

    —Ya ganó —susurró Jumbo mirando los dos perros calientes de su plato.

    —¡Jumbo! —gritó Triple desde su posición—. ¡Aprovecha, que está será tu última comida gratis!

    Sus ojos se llenaron de un intenso fuego. Era cierto. Quizá nunca tendría la oportunidad de volver a comer de esta forma. Todas las vistas se enfocaron en su persona cuando escucharon un grito de guerra por parte de Villas.

    —¡Por mi último manjar! —Se llevaba los dos hot-dogs a la boca y lo tragó. El marcador llegó a ceros.

    —¡Y el ganador de este encuentro es Jumbo Villas! —alzó la voz Harry mientras se levantaba de la silla—. ¡Ganó en el último segundo!

    Larry haló a su compañero para regresarlo al asiento y tosiendo un par de veces, prosiguió:

    —Efectivamente, compañero. Los ganadores de este concurso Caliente fueron los “Cuatro Tornados y Medio” contra la “Fuerza Noble”.

    Los ojos de Hijo se humedecieron y luego dejó escapar un par de lágrimas, Flor se acercó a él para animarlo mientras lo sobada de la espalda.

    —No, no es eso —dijo él, con voz quebrada—, es que por fin nos llamaron por nuestro nombre de equipo.

    —Hijo... —Su novia sonrió.



    La tarde había llegado, las carpas aún continuaban en las playas, siendo el último día aprovecharías todo el tiempo. Al grupo ganador se los llevaron para tomarles las fotos y así ponerlos en el muro de los ganadores. Mio, Coletas, Hijo, Rojita, Flor y Lin-Lin vieron a Fea y a Payaso en un puesto, como habían también les dieron unos cupones para canjearlos en cualquier puesto para obtener comida gratis, estaban viendo que comer.

    —¿Y Jumbo? —preguntó Rojita a la mujer al no verlo con ellos.

    —Bueno, él se empacho, y por ahora no quiere ver comida —comentó ella algo divertida—. Creo que es la primera vez que sabe lo que es un empacho.

    Payaso miró a Hijo y levantó la ceja incrédulo al verlo con un helado en la mano.

    —Por lo visto a ti no te afectó tanto.

    —Él tiene una digestión anormal —comentó su novia.

    —El empacho me durará quizá unos cinco minutos —comentó él.

    El grupo rio divertido. A lo lejos vieron como Triple admiraba el muro donde habían colgado sus fotografiás. Todo el grupo se acercó para también verlas. Rojita se acercó a él y mostrándole la cámara, le preguntó:

    —¿Quieres que te tome una foto junto al mural?

    Triple asintió y posó, realmente feliz, orgulloso, por fin había obtenido su primera victoria contra su archienegimo Coletas.

    —No olvides la apuesta —le advirtió a Coletas ante de retirarse, Fea y Payaso fueron detrás de él.

    Aprovechando la puesta de sol, el grupo de seis se dirigió a la playa e hicieron una pequeña fogata para mantenerse calientes y observaron como último espectáculo la hermosa puesta de Sol. Rojita tomó fotos para el recuerdo. Se despedirían de la mejor manera, habían disfrutado del viaje y de aquel concurso, que aunque no ganaron, se llevarían buenos recuerdos. Ya reunidos todos alrededor de la fogata improvisada, decidieron quedarse un momento más para charlas un poco.

    —Qué buenas vacaciones he tenido —comentó Lin-Lin mientras se levantaba y se estiraba—. Bueno, me voy adelantando.

    —Te acompaño —dijo Mio poniéndose de pie—. Es que me tengo que tomar una pastilla a las siete, y también aprovecharé para guardar mis cosas.

    Los cuatro pares de ojos miraron la figura de la joven, desapareciendo de su vista, sabía que irían a guardar sus cosas porque a las ocho y media el señor Todd iría a recogerlos. No obstante, aquella mirada no fue por eso, fue porque notaron que cuando Lin-Lin dijo aquellas palabras, más que decirlas con un tono alegre, fue en un tono triste. Coletas tenía una ligera idea de la razón, pero quería corroborarla.

    —¿Cuándo es que se va? —se atrevió a preguntarle a Rojita.

    Hijo y Flor bajaron la mirada, ahora comprendiendo y es que habían olvidado que Lin-Lin solo había ido a Sosonia para visitar a su prima, y terminaría regresando a su casa. Se la habían pasado tan bien esos meses a su lado que olvidaron ese detalle.

    —Se supone que hace como dos semana atrás debieron recogerla, pero ella habló de nuevo con sus padres para pedir quedarse hasta que las clases comiencen.

    —Comienzan el próximo lunes, ¿verdad? —comentó Coletas. Rojita asintió antes de añadir:

    —Me dijo que el sábado por la mañana mi tío vendrá por ella. Quería irse hasta el domingo, pero mis tíos le dijeron que no, que tenía que arreglar sus utensilios.

    —Lo entiendo.

    —¿Y se irá solo así, sin decir nada? —inquirió Hijo.

    —Claro que no —dijo la prima—. Tiene pensado decirlo, pero querrá decirlo en un momento oportuno.

    Hubo un pequeño silencio, ya no podían imaginarse estar sin ella. Lin-Lin se había convertido en alguien muy importante para todos.

    —Deberíamos hacerle algo —dijo Coletas cuando se levantaron para regresar al hotel—. ¿Qué les parece una fiesta de despedida? —propuso el moreno.

    Los cuatro pares de ojos se miraron, no fue necesario decir nada, sus rostros dijeron todo. Le planearían una despedida sorpresa. Una vez desidioso eso, regresaron al hotel, para darse una ducha fugaz y arreglar sus maletas para regresar a Sosonia. Mañana tendrían que levantarse temprano para asistir a la escuela, advertencia de sus padres les advirtieron cuando los dejaron ir allí; qué pese al resultado, no faltarían a la escuela, los que estudiaban y al trabajo, los que trabajaban.


    . . .​
     
  19. Threadmarks: Adiós, Sosonia (Parte 1)
     
    Sonia de Arnau

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Éste será el último capítulo, el que estará dividido en dos partes, por lo que estamos en la racha final. Espero que hayan disfrutado de esta aventura tanto como yo al escribirla.


    Adiós, Sosonia

    Era un lunes por la tarde muy alegre en Sosonia, y Coletas se encamina hacia la casa de Triple con el balón de baloncesto en sus manos. Lo primero que hizo el moreno cuando regresó de la escuela, fue ir a su casa para tomar el balón e ir a entregárselo a Triple, resultado de la apuesta del concurso de la playa, quería quitarse eso de una vez porque tenía planeado reunirse con sus amigos a Los Mil Gustos para planear la despedida que le harían a Lin-Lin. Coletas miraba de vez en cuando el balón, en realidad le dolería tener que entregárselo porque era su favorito, era el balón que lo acompañó durante tanto tiempo y el que lo vio crecer como jugador, pero perdió la apuesta así que tenía que cumplir su palabra. Una vez que llegó, tocó la puerta y esperó a que salieran. Triple lo miró, por un momento arqueó la ceja ante su presencia, pero luego sus ojos se enfocaron el la pelota.

    —Oh —comenzó a reír, malvadamente—. Este balón será la prueba de que por fin te gané, Coletas. Y sabes, cuando vuelva a retarte, jugaré con este balón y cuando te vuelva a ganar, será mucho más humillante porque te habré ganado con tu ex-balón.

    Coletas simplemente negaba con la cabeza intentando no reír ante la dramática del castaño, pero definitivamente estará dispuesto a volver a jugar con él cuantas veces sean, pese a lo que pudieran pensar, le gustaba jugar baloncesto con él. Al pensar en eso, una duda lo asaltó, por lo que preguntó, curioso:

    —¿Por qué no apostaste que si perdíamos, dejara de jugar?

    Triple lo miró y levantó la ceja, como si realmente no creyera lo que estaba preguntando.

    —Si fuera así, ¿cómo te ganaría después? —respondió.

    —Tienes razón —razonó el moreno.

    —Además, tú y yo somos iguales. Amamos el basquetbol y somos realmente felices cuando estamos dentro de la cancha. No podría quitarte eso, ni yo podría dejarlo.

    Coletas sonrió ante ese comentario porque era muy cierto, era más que probable que si llegaba a apostar eso, se hubiera negado rotundamente sin saber el resultado final, tampoco él podría dejarlo o quitárselo a alguien que saber que ama ese deporte. Sin más, Coletas estaba apunto de retirarse como el castaño apunto de cerrar la puerta, cuando el primero recordó algo.

    —Ah, Triple… —No sabía si debía decírselo o no, pero pensaba que tenía el derecho a saberlo, después de todo a él le gustaba Lin-Lin.

    —¿Ajá? —invitó a Coletas a que continuara cuando se quedó callado.

    —No sé si sabes esto, pero Lin-Lin se va de Sosonia.

    El mayor lo tomó de los hombros y lo zarandeó, asombrado.

    —¡¿Y por qué no me lo dijiste?!

    —Lo estoy haciendo ahora.

    —Sí, bueno, sí… pero me refiero, ¿cuándo se va? Y... y, ¿por qué?

    —Bueno, se tiene que ir porque vino de vacaciones y el sábado por la mañana vendrán a buscarla.

    Triple dejó caer sus hombros, derrotado. No podía creer que su amada Lin-Lin se iba a ir de Sosonia. Estaba en shock ante esa verdad.

    —Y estamos pensando en hacerle una fiesta de despedida —continuó Coletas—. Va a ser una sorpresa. Así que por favor, no vayas a decir nada —suplicó.

    —No puede ser, no me lo puedo creer —suspiró, estando en su rollo, y volvió a suspirar ante la imagen de no volver a ver a Lin-Lin—. ¡Cómo es posible que se vaya a ir! ¿Y cuándo le van a hacer la despedida? Quisiera regalarle algo.

    Coletas terminó de informarle lo que tenían planeado, aunque todavía no sabían dónde la harían, querían que fuera en un lugar que pudieran celebrarlo sin que ella se diera cuenta. Una vez terminó de hablar con Triple, se reunió con Rojita, Flor e Hijo, quienes lo esperaban en el restaurante, procuraron no hablar del tema cuando Lin-Lin estuviera presente o cerca. En una de esas, Coo salió de la cocina para atender a un cliente ya que Lin-Lin salió a hacer un par de entregas, por lo que alcanzó a escuchar la conversación del grupo de amigos.

    —¿Una despedida? —preguntó Coo—. ¿De Lin-Lin?

    Los muchachos asintieron y Rojita preguntó, curiosa:

    —¿No les ha dicho nada?

    —No… bueno, a mí no —El cocinero se rascó la parte trasera de la cabeza y luego dirigió la mirada hacia la cocina—. Dame un minuto —Ingresó y casi de inmediato los tres cocineros salieron para acercarse al grupo de amigos.

    —¿Es verdad que Lin-Lin se va? —preguntó Jefe—. No nos dijo nada, a ninguno.

    —A lo mejor no ha visto el momento apropiado —dijo la prima.

    —Es que sus vacaciones se están terminando, se irá este sábado. Estamos pensando en hacerle una despedida, y por supuesto, ustedes están invitados.

    El rostro de los cocineros se tornó triste y es que además de perder a una empleada, perderían a una buena y responsable chica. Sin embargo, ellos lo sabían, cuando la contrataron fueron consientes que tarde o temprano se iría. Ahora tenían que buscar a un nuevo mesero.

    —¿Y dónde piensan hacer la despedida? —preguntó Remmy, interesado.

    —Es una lástima que aquí en Sosonia no haya un salón de fiestas —comentó Coletas—. Todavía no lo sabemos. Probablemente lo sea en mi casa.

    —¿Y creen que esa casa aguante tanto peso? —preguntó Coo.

    —La madera parece un poco fea y a veces rechina, pero es resistente —aseguró el moreno.

    —Háganla aquí —propuso Jefe.

    —Sí —insistió Remmy, de acuerdo con la idea—. Después de todo Lin-Lin es una excelente trabajadora y nos ayudó mucho estos meses que estuvo aquí, se lo agradecemos.

    —No queremos importunarlos —dijo Rojita un tanto avergonzada, aunque agradecida por el ofrecimiento.

    —Queremos hacerlo en un lugar donde ella no sospeche nada —dijo Hijo—. El restaurante sería un poco obvio, ¿no?

    —Cerramos ese día. Nos tomaremos ese día de descanso, ya estábamos pensando en eso, ¿cierto? —dijo Jefe mirando a sus amigos, quienes asintieron estando de acuerdo.

    Los cuatro amigos se miraron y aceptaron la oferta de los cocineros. Se alegraron de que por lo menos ya tenían el lugar, ahora lo demás sería más fácil.



    Mio Natán Lemurs a esas horas, después de comer, solía hacer las tareas escolares para después aprovechar el resto del día para pintar antes de ser la hora de dormir. No obstante, esa tarde, él se encontraba agachado, asomándose por la ventana de la sala; desde allí podía ver la calle principal y un poco más adelante las casas de sus vecinos, mas sus orbes grises observaban la casa de Dulce. Y es que estaba esperando el momento adecuando para pedirse ser su novia. Tragó saliva con nerviosismo, como un buen hombre debía cumplir sus promesas, por eso quería verla para decírselo. ¿Cuál podría ser el mejor momento para hacerlo? ¿Qué palabras tenía que utilizar? ¿Cómo debía dirigirse a ella? ¿Tenía que llevar algún regalo? Tantas preguntas comenzaron a abrumarlo.

    —Hijo, ¿te duele la barriga? —escuchó preguntar a su madre, preocupada.

    El rubio sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal porque lo tomó por sorpresa. Se irguió, se giró como si se tratara de un robot y la miró.

    —En realidad… sí —Se tomó el estómago, estaba realmente nervioso.

    —Hay cariño —La mujer le tomó la frente para medir su temperatura—. ¡Tienes fiebre!

    —No, no creo que se…

    —Sí, sí tienes, estás que ardes.

    La mujer lo tomó de la mano y lo haló, Mio se dejó llevar por su progenitora pero sin dejar de mirar por la ventana. Fue entonces que vio la silueta de Dulce, quiso dirigirse a la puerta para acercarse, pero sintió como su madre no tenía la intención de soltarlo.

    —Ah.

    Su madre le dio algunas pastillas para calmar su dolor estomacal y lo obligó a que reposara y le dijo que que si se continuaba sintiendo mal le avisara para llamar al doctor de la familia. Si ella se llegara a enterar que el origen del dolor de estómago que sufría su hijo se debía a los nervios de tener que declárarsele a la chica que le gusta, lo animaría a hacerlo, solo por el hecho de que ya no le doliera la panza. Así era la señora Dolores, muy precavida a la salud de sus hijos. Antes de acostarse, Mio decidió hablar con sus padre para pedir algunos consejos.

    —Papá, ¿puedo preguntarle algo?

    El hombre se encontraba en su estudio. A él siempre le gustó la lectura, por lo que cuando regresaba del trabajo, comía, le dedicaba tiempo a sus hijos y el resto de la noche lo dedicaba a leer.

    —Claro hijo, siéntate —Cerró el libro y prestó atención a su primogénito.

    El señor Lemurs era de una muy buena apariencia, alto, rubio y dueño de unos ojos color verde. En sus tiempos mozos, cuando asistía a la secundaria del pueblo, fue el chico más popular tanto por su atletismo, carisma y apariencia. Se dice que Gloria y Victoria; madres de Dulce y Feliz, respectivamente, llegaron a rivalizar entre ellas por quien se convertiría en la novia de él (porque ellas dos eran las más populares y bonitas). Mio había salido a su madre, quien era de una apariencia menuda, dueñas de unos ojos caídos de color gris, cabello corto y oscuro y algo enfermiza.

    El joven miró a su progenitor para luego preguntarle:

    —¿Có… cómo me le declaro a alguien?

    —Se honesto. No hay nada como ser honesto, ir directamente con la persona y decirle lo que sientes.

    —¿Y si te dice que no?

    —Va a doler, pero es una posibilidad —dijo de forma directa—. Escucha, hijo, lo importante es que esa persona lo sepa. Si te gusta alguien, lo mejor es dejárselo saber y si te dice que no, lo peor que uno puede hacer es ser muy insistente. Hay que saber cuando dejar. Así que, siempre hay que tener presente que habrá mujeres que estarán dispuestas a estar con uno por quienes somos en realidad y no por lo que aparentamos —Lo tomó del hombro, lo miró a los ojos y finalizó con un—: Te deseo lo mejor. Y sea cual sea el resultado, no te desanimes, pero tampoco pierdas la fe.

    Y es que sabía muy bien a que persona se refería Mio; Dulce Choki, por lo menos para la familia era muy obvio que le gustaba, no solo porque de un día para otro dejó de hablar y juntarse con ella porque él, junto con Feliz, llegaron a ser muy unidos cuando niños. Añadiendo que suele pintar retratos de ella y pinturas que aunque no parezca ella, definitivamente era ella. Con esas palabras un tanto animadoras, Mio salió del estudio y pudo conciliar el sueño, hasta la mañana siguiente, Mio se dirigió a la parada de autobuses, sin dejar de mirar a Dulce y es que se encontraba tan nervioso que solo mirándola podía calmar un poco sus nervios, irónicamente.

    La escuela transcurrió normalmente, hasta que terminó y el camión que dejaba a los estudiantes arribó a Sosonia. Feliz, Dulce y Mio solían irse juntos a casa después de clases, por lo que los tres caminaban, Dulce y Feliz casi al mismo paso mientras que Mio un poco más atrás. Por esa misma razón ayer Mio no pudo decirle nada porque allí estaba Feliz. Dejó salir un suspiro al pensar que de nuevo perdería la oportunidad, estaban a nada de llegar a casa cuando Feliz se detiene de forma repentina.

    —Ah, casi lo olvido —soltó en voz baja.

    Dulce se giró y Mio levantó la vista para mirarlo, Feliz continuó:

    —Había olvidado que se me terminaron unos hilos, iré a comprarlos.

    Diciendo eso, Feliz se dirigió hacia el centro mientras que Dulce continuó con su camino y Mio sonrió al ver la espalda de su amigo, por fin tendría un minuto a solas con ella, así que trotó un poco hasta llegar al lado de la joven, se mantuvo de esa forma hasta que a lo lejos vio las casas de ambos. Todo el camino en silencio hasta que él, tragando saliva y sudando a mares la llamó:

    —Dulce…

    La joven rubia, quien permanecía con el celular mandando mensajes, se detuvo, aunque continuaba pegada a la pantalla.

    —¿Sí? —preguntó.

    Mio se frotó las manos con frenesí, estaba muy nervioso como nunca en su vida, pero por fin se había plantado y estaba listo para decirlo. A su vez, Dulce despegó la vista del móvil al percatarse de la inusual actitud de su vecino, lo guardó y lo miró, esperando a que continuara y él lo hizo:

    —Dulce, me gustas. Me di cuenta cuando dejé de mirarte como una vecina o amiga —No deseó tartamudear, pero lo hizo en un par de ocasiones. La miró a los ojos.

    Aquellas palabra no se las imaginaba por parte de él, por lo que tomó a Dulce desprevenida.

    —Quizás no lo sabes… bueno, en realidad no —rio nervioso—, pero tú eres mi musa. Y... y me gustaría que me dieran una oportunidad.

    Todo aquello era muy repentino, no porque a ella nunca se le han declarado, al contrario, a tenido uno que otro pretendiente, pero ninguno de su agrado. Lo que realmente le sorprendió saber fue uno de ellos fuera Mio, porque siempre solía atraer a otro tipo de chicos. Sin embargo, sería la primera vez que no iba a ser tan cortante al decir un simple: “No, no me interesas”, probablemente porque se trataba de su vecino, y quien por muchos años fue su amigo de aventuras y travesuras.

    —Verás, Mio, creo que eres un tipo muy agradable, amable y muy introvertido, pero aparte de que me gusta Coletas, no eres lo que estoy buscando en un hombre.

    El rubio bajó la mirada, realmente le dolió el rechazo más de lo que imaginó, porque hasta él sabía la respuesta que le daría, pero comprendía sus palabras y sabía el tipo de chicos que buscaba ella con solo ver a Coletas. Él nunca llegaría a ser así ni aunque naciera de nuevo. Nadie manda en el corazón.

    Dulce siguió con su camino pero poco antes de entrar a su casa, miró una última vez a Mio, quien continuaba allí en la calle.

    “Pero me gustó tu valentía” pensó, porque lo conocía, sabía como era él y el plantarse ante ella para confesarle sus sentimientos, lo valoró mucho. Sí, porque los demás que se acercaban a ella eran muchachos con una muy alta superioridad, y a ella le gustaba rechazarlo por eso, además de que no le gustaban.



    En el hogar Nieves, cuando Lin-Lin regresó del trabajo, Rojita la estaba esperando, habló con ella un rato antes de desviar la conversación a la que quería llegar.

    —Hablando de eso, ¿ya le has dicho a los chefs qué te vas?

    La mayor tomó asiento en la cama mientras se quitaba los tenis para ponerse un calzado más cómodo, no respondió a su primera hasta que tomó sus chanclas blancas.

    —Todavía no.

    —¿Por qué? ¿No piensas decirles nada? —Observó como su prima se colocaba las chanclas en silencio y ella continuó—: El otro día, el domingo —especificó—, Coletas, Flor e Hijo, me lo preguntaron y se los tuve que decir. Ya sospechaban, pero creo que les hubiera encantado saber de tu boca.

    Rojita sabía que nadie, a parte de ella y su mamá, sabía de que se iría el sábado y eso porque eran familia, sino quizá. La pelirroja estaba esperando a que su prima lo dijera sola, pero veía que los días pasaban y no parecía decir algo.

    —Es que… —habló la de blanco, en voz muy baja como si no quisiera ser escuchada—… me da tristeza. Es que no me quiero ir, Rojita —dijo mientras se tiraba a la cama y miraba el techo, pensativa—. No es solo triste pensar que mis vacaciones están por terminar, es que me he encariñado tanto de este pueblo, que pensar en regresar a mi rutina, me pone triste. Siento que si me despido de todos… no los volveré a ver.

    Rojita comprendió, se había encariñado con las gente y también ella no deseaba que se fuera. Era la hermana que nunca tuvo y disfrutaba estar en su compañía y Flor también se lo había dicho. Sin embargo, la vida era así. La pelirroja tomó asiento en la cama y acompañó a su prima.

    —¿Por qué no vez esa “despedida” como un "hasta luego", en vez de un “adiós”? Claro que no será la última vez que vendrás. Siempre serán bienvenida y lo sabes.

    —Tienes razón —se levantó para mirar a su pariente a la cara, estaba un poco más animada. Tampoco estaba para preocupar a Rojita—: Iré con Flor, Coletas e Hijo a decírselos formalmente. A los chef, te prometo que mañana hablaré con ellos.

    Dicho y hecho, esa noche tarde se reunió con ellos para hablarles del tema.



    Se preguntaba por qué estaba en ese lugar, frente la casa de Triple, dejó escapar un suspiro y dudó en tocar la puerta. Recordó que su prima le insistió en que debía decírselo también a él, así que, solo a petición de su familiar se encontraba allí. El ojiverde abrió la puerta, sorprendiéndose de ver a Lin-Lin allí, con el puño levantado a la altura de su pecho. Los dos se miraron, ambos sorprendidos de verse.

    —Lin-Lin —la saludó, sonriéndole—. Qué milagro tenerte por aquí… no, es serio, qué milagro, nadie me dijo que hoy era el día de los tontos —Se giró a los lados en busca de una cámara secreta y tras percatarse de que no había nada, se dirigió su vista hacia Cervantes, sorprendido. No la esperaba ahí—. ¡Lin-Lin!

    —Yo solo pasaba por aquí para… para avisarte que me voy de Sosonia.

    El castaño abrió los ojos de par en par y se mordió la lengua al recordar lo que habló con Coletas; no podía decir nada o quizás soltaría lo de la fiesta, pero tampoco estaba en plan de que sospechara de que ya lo sabía, así que abrió la boca para dejar escapar un:

    —¡Qué tristeza! ¡No me lo puedo creer! —Mientras movía los brazos de un lado a otro.

    La joven entrecerró los ojos. No es que le importara ni nada pero, se imaginó que su reacción iba a ser más triste. Llegó a pensar que tratándose de él, iba a hacer algo más, ¿qué? No lo sabía, pero no solo mostrar sorpresa. Aunque en realidad no le importaba.

    —Ah, era eso. Adiós —Se giró y se fue de allí, extrañamente decepcionada.

    Por el contrario, Triple la miró alejarse y se maldijo no poder decir más.

    “Ah, mi bella Lin-Lin, ¿por qué? ¿Por qué te tienes que ir? Llévame contigo” se dijo así mismo, ¿por qué tuvo que saber lo de la despedida y por qué tuvo que haber ido precisamente ese día que tenía un pendiente que hacer? Que quisiera él acompañarla, pero tampoco, afortunadamente Salvador, uno se sus secuaces le comentó que había un viejo que trataba con joyería, así que fue a ir a verlo. Le dio los detalles de un anillo.

    —¿Me lo podrá tener para mañana?

    El viejo levantó el rostro y miró con cara no muy grata a de Lizaldy.

    —¿Sabe lo difícil que es conseguir oro real en este tiempo? Y luego me dice que quiere que el anillo sea de una medida especifica que no tengo a la mano. ¡Y para colmo, no tengo máquina para hacer el grabado que pide, así que tendría que mandárselo a un amigo de la ciudad para que lo haga….

    —¿A la ciudad? —Triple se llevó las manos a la cabeza—. ¿Y eso va a tardar mucho?

    —El pedido es muy repentino si lo quiere para mañana, zoquete. ¿De verdad piensa que eso se hace en un día?

    —¡¿Y yo que voy a saber?! Lo necesito para el viernes por la mañana.

    El hombre bufó. Triple arqueó la ceja, esperando una explicación de ese resoplo.

    —Venga ese día, por suerte lo tendría. Mandaré a llamar a un colega para que él lo haga, mi nieto irá en una hora a la ciudad. Es lo único que puedo hacer.

    —Se lo agradezco mucho, de verdad. Es el regalo para una amiga. Entonces pasaré el viernes por la mañana.



    Lin-Lin se dirigió hacia Los Mil Gustos y comenzó con su labor, como estaban a media hora de cerrar el local, la joven aprovecharía que para esa hora ya no tendrían más clientes y a saber que los cocineros estaban limpiando y guardando las cosas en la cocina, se adentró para poder hablar con ellos, como se lo prometió haría a su prima. En un principio no supo como abordarlo, pero al final se animó, así que se los dijo. Los tres la miraron y el primero en decir algo fue Coo.

    —No me lo puedo creer, qué pena.

    —¿Vas a regresar a la ciudad? —inquirió Jefe.

    Ella asintió.

    —Es algo inevitable —continuó Remmy—. Realmente te agradecemos por habernos dado una mano cuando más la necesitábamos.

    —¿Hasta cuando nos vas a ayudar? —preguntó el chef cabeza—. Como dijo Remmy, estamos agradecidos por tu ayuda. También si así lo deseas, puedes descansar el resto de días que te falten.

    Ella volvió a negar, quería continuar así hasta su último día. Nunca consideró el trabajar allí como una carga porque en realidad ellos le concedieron muchos días libres cuando ellas se los pedía, ni tampoco fueron exigentes con ella, pues a pesar de recibir un sueldo, eran conscientes que Lin-Lin estaba de vacaciones.

    —Me voy este sábado y me gustaría quedarme con ustedes hasta el viernes.

    Ella observó como los tres se miraban y luego Coo continuó:

    —Precisamente este viernes vamos a descansarlo, no abriremos.

    —Oh, entonces hasta el jueves será.

    Con eso, la joven se despidió de sus jefes por ese día y se dirigió a casa. Tal como se lo dijo a Rojita, le era muy difícil hacer eso, pero poco a poco iba diciéndoselo a todos.



    . . .​
     
    Última edición: 17 Junio 2022
  20. Threadmarks: Adiós, Sosonia (Parte 2)
     
    Sonia de Arnau

    Sonia de Arnau Let's go home Comentarista empedernido

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    Sosonia 2: Continúa la diversión
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    Y bueno, está es la última parte del último capítulo de esta historia. Agradezco el apoyo y la oportunidad que le diste a este historia. Sin más que agregar, dejo el capítulo.

    Adiós, Sosonia
    Parte 2


    En la hora del receso, Coletas, Hijo, Flor y Rojita empezar a planear lo de la fiesta. Hijo, una vez que habló con su padre, llevaría el pastel. Los cocineros prepararían un buffet. Flor y Rojita llevarían los materiales de decoración como guirnaldas, globos, serpentinas, etc, y Coletas ayudaría con la decoración del lugar. A los planes se les unió Gordo y Feliz quienes cooperarían económicamente o con cualquier cosa. Y para la sorpresa de todos, al día siguiente, se les unieron Salvador, Sean, Edwin, Billy hasta Ironio, quienes ayudarían a arreglar el restaurante el viernes temprano, para que los chicos que iban a la escuela, no estuvieran tan atareados ese día.

    El viernes por la tarde, cuando el autobús dejó a los estudiantes, mientras Coletas y el resto se encaminaban a Los Mil Gustos, Rojita se dirigió a su casa para buscar a su prima, quien la encontró ayudando a su mamá. Habló con ella normalmente a la vez que la animaba pues se le podía notar cabizbaja. La invitó a salir a caminar un rato y Lin-Lin accedió, al par de minutos Rojita insistió a su prima a pasar por Los Mil Gustos. Lin-Lin le recordó que ese día no trabajarían, pero Rojita le siguió insistiendo hasta que aceptó. La mayor se extrañó al ver las puertas del local abiertas.

    Y sin saber con lo que se encontraría, las dos primas se acercaron y la sorpresa en Lin-Lin no cabía en sí al entrar al restaurante. Sus ojos se cristalizaron al ver a todos sus amigos y conocidos en el lugar, desde el señor Braket, Todd hasta a Mio, a Feliz, Gordo como los tres cocineros y el señor Reyd. El local estaba decorado de forma muy bonita. En el centro un enorme pastel de cuatro niveles adornaba la mesa, el que estaba decorado con un texto que rezaba: “Te extrañaremos, Lin-Lin”.

    —No era necesario —dijo ella, emocional.

    No se lo esperaba, ni siquiera sospechó cuando Rojita le insistió en que bajaran al centro y en pasar por allí. Estaba impactada y no sabía cómo reaccionar o que decir sin terminar llorando, simplemente miró a sus amigos, muy agradecida.

    —En realidad si era necesario —contestó Rojita acercándose a ella, le entregó un pequeño álbum que tenía todas las fotos que tomó durante ese tiempo.

    —Gracias, Rojita. Gracias a todos.

    Sus ojos se enfocaron en cada uno de los presentes y ver como una pequeña fila se formaba para cada uno entregarle un regalo o recuerdo. Feliz le regaló una pequeña muñeca de tela que se parecía a ella. Mio le regaló un retrato de ella. Hijo y Flor le regalaron una taza personalizada. Gordo le regaló una pulsera, entre otros. Había llegado al pueblo sin nada, y ahora se iba con muchas cosas.

    —Esperamos que ésta no sea la última vez que te veamos —dijo Rojita por parte de todos.

    Ella también lo esperaba. Atesoraría esos recuerdos en su corazón. Ir a Sosonia a pasar esas vacaciones de verano había sido la mejor decisión que pudo haber tomado y no se arrepentía. Intentaría que no fuera la última vez, a pesar de que posiblemente se le dificultaría regresar porque cuando se graduara de la preparatoria ingresaría a la universidad, y eso significaba que dedicaría todo su tiempo y energías a los estudios. No le gustaban las despedidas porque siempre se le hicieron muy tristes, pero estaba muy agradecida por el detalle y por los buenos regalos.

    No obstante, faltaba alguien, y de forma inconsciente, ella buscó a esa persona entre las que estaban allí. Él no se encontraba a pesar de que cuatro de sus secuaces si estaban.

    —Falta alguien —susurró Hijo a su novia al no verlo allí.

    —Sí. ¿Creen que Lin-Lin no le haya dijo nada? —preguntó la morena al resto, en voz baja.

    —No creo que sea tan mala como para no haberle avisado, ¿o sí? —Rojita miró a Coletas—. O ¿alguien le aviso?

    El moreno se llevó el vaso a la boca para ocultar una sonrisa nerviosa y le dio un sorbo al refresco. Efectivamente, desconocía si Lin-Lin le haya avisado a Triple sobre su despedida a pesar de la insistencia de su prima, pero él si sabía que Triple sabía porque alguno de sus secuaces debió dejarle saber la hora de la despedida. De vez en cuando miraba hacia la puerta del local, como quien rogando que cruzara la puerta.


    Triple salió de la casa con rapidez, no para dirigirse a Los Mil Gustos sino a la casa de aquel anciano para recoger el anillo que mandó a hacer, y llevárselo a Lin-Lin, así que con pasos acelerados llegó hasta allá y tocó la puerta, pero al no notar respuesta inmediata, volvió a tocar y así una tercera vez.

    —Eh, que no estoy sordo, muchacho, ¿sabes? Mis piernas ya no trabajan como antes —saludó el señor, con el ceño fruncido.

    —Vengo por el anillo y para pagar el resto que falta.

    —Ah, sobre eso —El anciano se llevó la mano a la parte trasera de la cabeza—. Mi hijo llega hasta mañana.

    —¡Pero mañana será demasiado tarde! —gritó Triple al cielo.

    El viejo frunció aún más el ceño molesto ante el innecesario ruido del joven. Incrédulo, el castaño dejó caer los hombros, no podía ir a la despedida sin ese regalo.

    —Tenía que ser hoy —Miró al señor y pudo notar que al hombre se le veía preocupado también.

    —Lo siento —se disculpó, apenado, porque siendo una persona de palabra, no contó con ese detalle.

    —Mañana, ¿a qué hora sería? —preguntó el castaño, esperanzado.

    Todavía podía ver a Lin-Lin, no la vería hoy, pero mañana seguro que sí y no iría a verla con las manos vacías. Así que pese a su deseo de ir a verla en ese momento, y saber que quizá sería la última vez, decidió no ir, pero sí se prometió que la iría a ver mañana, muy temprano. Por lo que le informó Sean, recogerían a Li-Lin a las nueve de la mañana y el hijo del viejo llegaría al rededor de las ocho, le daría tiempo de ir por el regalo y luego ir a despedirse en persona, si se daba prisa.

    La mañana del sábado, lo primero que hizo Triple al levantarse fue dirigirse a la casa del joyero. El hijo del anciano acababa de llegar al mismo tiempo que él; eran las ocho y cuarto. Ahora se dirigía hacia la casa de las Nieves. Por una extraña razón, se sentía muy feliz por lo que comenzó a tararear una canción ante la imagen de Lin-Lin al ver su regalo, miraba el pequeño anillo con el grabado e iba a toda prisa y absorto en lo suyo, que no se fijó por donde caminaba y tropezó, dejando caer el anillo, se levantó tan rápido como sus sentidos se lo permitieron, pero para cuando lo hizo, se dio cuenta que el aro había caído en una alcantarilla. Se acercó y dejó escapar un grito de sorpresa y enojo.

    —¿Qué se supone que me pasa hoy? ¿Desde cuándo desempeño el papel de Mio?

    Se acuclilló mirando la oscura e infinita alcantarilla, era profunda y no tenía nada con el que pudiera recogerlo. Miró a sus lados, en busca de algo con lo que pudiera, tomó un pedazo de madera y lo metió, pero era en vano, no veía nada, aluzó con la linterna de su celular pero no alcanzaba a ver nada. Necesitaría un destornillador para remover la tapa.

    Maldijo por la mala suerte que se cargaba. Aquel día no podía ponerse peor, porque realmente no había nada más que perder. No podía verla sin llevarle aquel anillo, se llevó las manos a la cabeza, suspiró varias veces hasta que se cansó de hacerlo.

    —¿Qué haces?

    Triple brincó en su lugar al escuchar la repentina voz de Ironio, el chico estaba acuclillado mirando lo que él miraba.

    —No me asustes de esa forma, niño —luego respondió a su pregunta—. No lo sé, la verdad.

    Se irguió dejando escapar otro suspiro. El chico lo siguió con la mirada, pero permaneció en su lugar.

    —¿Sí sabes que Lin-Lin se va hoy, a las nueve?

    —Eso lo sé —El mayor frunció el ceño.

    —Ayer no te vi en la fiesta. ¿No piensas ir hoy tampoco?

    El castaño se acuclilló de nuevo para quedar a la altura del niño.

    —¿Ves esa profunda oscuridad de allí? Se comió el anillo.

    —¿Y es más importante que ella?

    El joven parpadeó varias veces, vio como Iro se incorporaba mientras él así lo mismo. Tenía razón, ¿qué es lo que estaba haciendo? Lo del regalo podía esperar, ahora tenía que ir a verla, así que sin dudarlo ni un segundo más, corrió hacia allá.



    —De verdad sigo sin creer que te vas a ir —dijo Hijo a la pelinegra—. Como decirlo, ahora será un poco extraño no verte. ¿Ahora quién le va a ganar a Coletas?

    —Oye, qué yo también le he ganado un par de veces —soltó el moreno.

    —De verdad espero que no sea la última vez que vengas —dijo Flor abrazándola una última vez.

    —Procuraré que no.

    —Hija, sabes que ésta es tu segunda casa —dijo Rosa a la vez que abrazaba a su sobrina—. Eres bienvenida cuando quieras.

    —Gracias tía. En verdad le agradezco que me haya aguantado tanto tiempo.

    —¿De que hablas? Eres como una hija para mí.

    —Así que serías como mi hermana —dijo Rojita abrazándola también.

    Los presentes se giraron al ver como un auto se iba acercando, era el señor Cervantes, y al ver a su padre tan cerca, su estómago se revolvió, realmente nunca pensó que iba a sentirse de esa forma ante su partida, pero la vida tenía que continuar. De nuevo faltaba alguien. La joven, se volvió de nuevo hacia los presentes, realmente creyó que por lo menos se despediría de ella. Pensó que si no había ido ayer a la despedida, ese día sí lo haría sin falta. Bueno, no era algo que le incumbiera, después de todo siempre lo trató de forma fría, así que, ¿por qué se despediría? Vio como su padre se estacionaba y bajaba para ayudarla a subir su maleta y bolsas al auto, poco después ella subió y de nuevo agradeció todo lo que hicieron. El vehículo comenzó a andar, alejándose poco a poco, se volvió una última vez y sus labios dibujaron una sonrisa al ver llegar a Triple. Los presentes se quedaron mirándolo con asombro, estaba sudoroso y con la respiración entrecortada, ya no podía correr más, estaba agotado.

    —¡Lin-Lin! —gritó a todo lo que sus cansados pulmones les permitió—. ¡Ten un buen viaje!

    —Llegaste tarde, tonto —susurró ella.

    Desde su posición, el padre de Lin-Lin la miró y le preguntó cómo le fue. Su sonrisa se amplió más en sus labios antes de contestar:

    —Me divertí mucho.

    A pesar de todo, estaba muy feliz porque se llevaría un gran tesoro, buenas amistades y agradables recuerdos. Sus días en Sosonia habían terminado, pero se aseguraría de que no fuera para siempre.



    Coletas se levantó e hizo un poco de estiramiento, como lo había estado haciendo costumbre, fue a la cocina para buscar algo que comer y luego le dio de comer a Reloj y le llenó su cuenco con agua limpia. Era domingo por la mañana y había amanecido con un gran deseo de jugar al basquetbol, hacia una semana que no jugaba debido a los planes que de la despedida de Lin-Lin. Así que con eso en mente, tomó un poco de dinero para comprarse un nuevo balón. Cuando iba en camino, se cruzó con Feliz, quien parecía se dirigía hacia a su casa.

    —Hola, Coletas, buenos días —lo saludó.

    —Buenos días, Feliz.

    —El señor Reyd me mandó a buscarte —le informó.

    Coletas se extrañó porque ese domingo no trabajaría y el señor Mandamás lo sabía, quizá había ocurrido algún tipo de emergencia y mientras se encaminaban a la presidencia, le preguntó a Feliz si sabía para que lo llamaba. Su compañero negó mientras añadía que estaba en la plaza de lo más tranquilo cuando vio salir a Reyd, quien al verlo lo llamó para decirle que fuera a buscarlo.

    En la plaza se encontraron con Hijo, Flor y Rojita, se acercaron al moreno. Feliz siguió con su camino.

    —A penas íbamos a ir a buscarte —se apresuró Hijo—. Estábamos pensando en ir al lago, a bucear un rato.

    “¿A bucear?” pensó a la vez que sonreía. Nunca se acostumbraría a los hábitos del pueblo.

    —Claro, aunque primero tengo que ir a ver al señor Reyd.

    —Espero que no hayas hecho algo malo —se burló su amigo—. Te esperamos aquí.

    Dicho y hecho, Velasco ingresó a la presidencia, se dirigió a donde estaba la secretaria.

    —El señor Mandamás me llamó a buscar.

    —Sí, está en la oficina, pasa.

    La oficina se encontraba cerrada por lo que antes de abrirla y entrar, tocó una vez para hacerse notar, y al asomarse se sorprendió de ver allí a sus padres, quienes se giraron al sentir que alguien entraba.

    —¿Q-qué hacen aquí?

    —¿Cómo que qué hacemos aquí? ¿Así es como recibes a tus padres? —preguntó la mujer levantándose de la silla y luego miró a su esposo—. Y tú, no te quedes callado y dile algo.

    —Hola, hijo —saludó el señor—. ¿Cómo va todo?

    La mujer dejó salir un suspiro y enseguida volvió la vista a su hijo.

    —Hemos venido por ti, ¿a qué más? Es increíble, increíble de verdad —Negaba—. Yo acepté en dejarte aquí porque creí que no durarías ni dos semanas y nos llamarías. Tu padre insistió en que estaban bien y que te dejáramos aquí hasta las vacaciones terminaran.

    Coletas no dejaba de mirarlos con la boca casi abierta, asombrado, realmente no los esperaba o probablemente sí, desvió su vista hacia donde Reyd descansaba.

    —Tus padres están aquí —dijo lo obvio, en son de cambiar un poco el ambiente—. Tu madre me ha dicho que las clases en Ciudad comienzan mañana.

    —Pe-pero ahora estoy estudiando.

    —¿Estudiando? —La mujer posó sus manos sobre sus caderas y sin dejar de mirar a su hijo, preguntó—: ¿Dónde?

    —En una preparatoria de Krill.

    —Hijo —La mujer se pellizcó el puente de la nariz al momento que dejaba salir un resoplo—, esas escuelas tecnológicas no sirven. Tú tienes que ir a la universidad. Ándale, vamos a recoger tus cosas, qué no vamos.

    Tomó a su hijo del brazo y lo haló para que fueran a donde se estaba quedando. Afuera, los tres amigos dejaron de platicar y prestaron atención cuando vieron a Coletas y a dos adultos salir de la presidencia. Se miraron con rostros preocupados y sin decir nada, se acercaron, Coletas los miró e iba decirles algo cuando su madre lo interrumpió para que los llevara a donde se hospedaba. Poco después Reyd Mandamás se asomó.

    —¿Qué sucede? —preguntó Rojita, llevándose la mano a la altura del pecho. No era necesario que explicara lo que sucedía porque se daban una idea, pero querían escucharlo de un adulto. Él les explicó que ellos eran los padres de Coletas y habían ido a llevarlo a casa.

    —¿No puede hacer algo? —se apresuró a preguntar la pelirroja.

    —No —Negó—. No puedo hacer nada, eso es cosa de padres e hijo. No me incumbe a mí decir o hacer algo.

    El mayor observó el rostro preocupado y cabizbajo del grupo de amigos, se sintió mal por ellos y entendió su pesar, sin embargo, era un tema que no podía meterse, ya que la educación de los padres era de ellos. Era un tema de padres e hijo debían abarcar y solucionar, nadie externo podía hacer nada. Rojita, Hijo y Flor siguieron a los Velasco. La mujer dejó salir un suspiro, ¡hasta donde es que mandaron a vivir a su hijo! No tenían consideración. Sus ojos crecieron con asombro ante la casa.

    —No me dirás que vives aquí, ¿o sí? —preguntó ella frunciendo el ceño.

    —Sí, es mi casa.

    —Ay, bendito, bendito, pero qué clase de gente permite vivir a un niño en estás condiciones —Ingresó a la casa tapándose la boca con un trapo—. Ay, no, no, no, no, esta casa es un peligro. Realmente la gente de este pueblo es muy inconsciente. Si quisiera puedo demandar por negligencia por permitir que un niño viva en estás condiciones.

    —La casa es sólida —dijo Coletas, inmediatamente—. Es algo común que el suelo rechine porque es de madera, pero es muy sólida.

    Escucharon el ladrido y las pisadas de Reloj, se abalanzó en Coletas, quien lo acarició y lo recibió con gusto.

    —Este es Reloj —Lo presentó a sus padres, sonriente, una sonrisa que se esfumo ante la mirada de su progenitora—. Tiene que venir conmigo, por favor —Volvió su vista a su padre—. Papá...

    —Hijo, escucha —habló la mujer—, sabes muy bien que donde vivimos no hay donde poner un perro y sabes que no quiero animales dentro de casa, ya habíamos hablado de eso. Dáselo a alguien.

    Coletas bajó la mirada, sabía de antemano la respuesta. Igual sabía que a su madre nunca le gustaron los animales como perros o gatos.

    La mujer negó un par de veces antes de ordenar:

    —Recoge tus cosas. Definitivamente aquí no es lugar para que estés. Las condiciones son pésimas.

    Ambos adultos salieron para esperarlo a fuera.

    —¿Son amigos de Coletas? —preguntó el señor al verlos. Los chicos asintieron.

    —¿Es verdad que se lo van a llevar? —preguntó Hijo.

    —Sí —respondió la mujer—. No me parece éste un lugar adecuado para que esté —Los miró—. No para él. Por cierto, dijeron que son amigos de mi hijo, ¿verdad? ¿Pueden quedarse con el perro?

    —¿No se lo van a llevar? —inquirió Hijo, a saber cuanto su amigo quería ese dalmata—. Es un regalo que le dio el señor Reyd.

    En eso Coletas salió y les explicó a sus amigos la situación, al igual que pedía si podían cuidar de Reloj, Rojita decidió hacerlo. Ante eso, todos los acompañaron hasta donde estaba el vehículo de los Velasco, en silencio, todavía procesando lo que estaba ocurriendo. Llegaron al centro y colocando sus pertenencias en la parte trasera, Coletas se despidió de Hijo, Flor y Rojita.

    Todo fue tan repentino, no hubo nada que decir o que hacer, ni una despedida, ni regalos ni palabras de agradecimiento. Nada. Solo un incómodo silencio. En menos de un día se habían llevado a Coletas, ni siquiera había salido de la despedida de Lin-Lin cuando Coletas también se tenía que ir. Coletas, quien estaba en la parte trasera del vehículo, se giró para ver por la ventana la silueta de sus amigos, inertes, aún incrédulos de lo que veían. Coletas lo sabía. Estaba más que consciente que ese día iba a llegar, pero no estaba preparado.

    —Adiós, Sosonia —susurró mientras se incorporaba en el asiento.


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    Última edición: 17 Junio 2022
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  1. Sonia de Arnau
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