Aichi Chiryu

Tema en 'Prefecturas' iniciado por Amelie, 26 Enero 2021.

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    Insane

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    Natsu Gotho

    Frunció el ceño en demasía al escuchar a Rengo caer casi cerca suyo, mirándolo desde arriba con soberbia pese a estar por poco las mismas condiciones.

    —Idiota... ¿No podías quedarte arriba? Ya buscaría como salir de aquí yo solo —siseó recorriéndolo con la mirada de pies a cabeza, deteniéndose en uno de sus brazos a medida que entornaba los ojos.

    ¿Estaría roto también?

    Mierda.


    —Levántate.

    En cuanto estiró la mano hacia el kimono de Rengo para rasgar y limitar la extremidad afectada escuchó arriba a Kuroki hablar, elevando las filosas pupilas hacia arriba pese a no poder verlos directamente, sintiendo aquella molestia recorrerlo.

    El pequeño imbécil seguía en su camino.

    Era tan... Fastidioso.


    Después de ello la voz femenina se abrió paso, parecía llamarlos con todo lo que daban sus pulmones. Era tan extraño tener dos personas aparentemente preocupadas porque habían caído en un mísero abismo, como si en realidad sus patéticas vidas tuviesen algún valor.

    Ajustó el brazo del chico.

    —Mara, sacanos de aquí —gruñó para sí mismo de mal humor.
     
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    rapuma

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    Kenzaburo

    Miró al hombre de los establos mientras ingresaba lentamente, sintiendo la hierba crujiendo bajo sus sandalias. Inhaló aire con fuerza, sintiendo el olor a equino entrar en sus pulmones y lo soltó en un suspiro tranquilo. Asintió hacia las palabras del hombro; el ronin consideraba que la información general del mundo flotaba en el aire, se encontraba allí, esperando que alguien la oiga, estudie o hable de ella. Sin quererlo había aprendido una brevísima pero precisa lección de como cuidar un caballo. Sonrió levemente.

    —No tiene de qué preocuparse. Nunca vienen mal consejos hechos con buena intención. —golpeó levemente las patas traseras de su caballo; sintiendo la piel maciza por encima de los poderosos músculos traseros. —Y vengo a pedirle un favor. —sacó de sus ropas unas cien monedas de oro y se las lanzó al cuidador. —Cien monedas de oro para que este caballo que es mío, y este otro que es de la señorita que me acompaña, no les falte agua ni comida ni protección. Quiero custodia por estos animales. Estaré fuera de la ciudad y volveré al tiempo de dos días, quizá uno. Esas cien monedas pagan con creces los cuidados de estos animales.

    Lo miró expectante, no quería recurrir a su intimidación nata, quizá podría conseguir un mejor negocio de esta forma, a través de la confianza y el dinero, claro.
     
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    Amelie

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    La noche decendió en Chiryu.​

    Establos

    [Misato; Kenzaburo]

    El hombre afirmó de inmediato —Mi señor; por supuesto —Aquel hombre respetaba a los samurai, se le notaba con cada palabra —Sus caballos estarán bien cuidados —suspiró con tristeza —Hoy he tenido que enterrar a dos pobres de ellos, seguramente de personas inhumanas que explotan a sus montas para viajar más rápido; a veces los humanos no merecen criaturas tan nobles —acarició la nariz de uno de los caballos —Cuidaré de ellos como cuido de mis hijos y esposa; este trabajo es mi pasión, lo haré siempre con una sonrisa en el rostro. Ustedes pueden viajar con seguridad, aquí los esperarán sus caballos, fuertes para su siguiente viaje.





    Ruinas- abismo
    [Kuroki; Rengo]

    Rengo observó a Natsu adaptándose lentamente a la obscuridad de aquel sitio, lo escuchó hablar pero se limitó a responder; observó como rasgaba su kimono para ayudarlo a inmovilizar su ahora brazo roto; su rostro mostró dolor, no por el hueso roto, sino por su ropaje destruido, le había costado reponerlo en Gotenba y para colmo le había gustado demasiado, y ahora estaba incompleto y roto. Sonrió levemente al notar en las cosas tan ridículas que pensaba en un momento como ese, en como de nuevo quería desviar sus pensamientos de sus sentimientos. Estaba enojado.

    —Todo esto se hubiera evitado si nos quedábamos en el shukusha —no reclamó la mentira, no lo haría; aun así apartó levemente a Natsu, había algo de reticencia en él —El monje me dijo que bajara rápido si quería salvarte, o sufrirías las mismas consecuencias que sus amigos. Creo que eso te convierte a ti en el idiota mayor — respondió a la ofensiva de una manera infantil, aun así se notaba su molestia con la situación —Mara no puede hacer nada, aun no es corpóreo... — ambos volvieron a escuchar el cascabel —... y creo que seguirá así por un tiempo, porque no pudimos seguir sus instrucciones. Seguramente está molesto, no me ha respondido —Miró a Natsu —¿A ti?

    Las voces de Kuroki y Konoe se hicieron presentes —¡Necesito que bajen; en mi descenso limpié las piedras, será más fácil bajar ahora que no están resbalosas!

    Yugen Gigavehl tiren un dado de 50 caras
    1-14= Trastabillarás en las piedras pero logras mantener el equilibrio para volver a intentarlo (volver a tirar un dado de 50 caras)
    15-30= Logras bajar por las piedras pero al final caen encima de Rengo quien quedó en el final de estas (ninguno se lastima)
    31-50= Bajas al abismo con seguridad y maestría.

    Insane
     
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    Kuroki Fusatada

    Konoe al menos estaba bien, había tolerado bastante bien la situación de Rengo y Natsu, y lo agardecía, que si me interrogaba o algo, sin duda alguna me iba a dar lo primero que me viniera.
    Curiosamente Natsu no reaccionó como esperaba, mas escuché algo sobre Mara... ¿Sacarlo de ahí? Por favor, eso no va a pasar.

    Como fuese me alejé del borde para dejarlos hablar cuando miré el panorama, luego volví mi vista al absimo, acercándome al escuchar la exclamación de Rengo, volteando hacia el hueco para erguirme y acercarme ahí, revisando el sitio, yo que sabía de este tipo de cosas trataba de tantear el hueco para saber cómo bajar de manera segura, viendo a Rengo ahí de fondo.

    Miré a Konoe y le hice una ceña de que se aproximara, para después hablarle:
    —Sinceramente, prefiero que veas como bajo, si cometo un error procura no cometer lo mismo, que debo admitir esto esta muy tramposo y complicado, te lo dice alguien que lleva años entrenando en este tipo de cosas—. Dije sin realmente ánimos de presumir, mi tono era serio y de verdad no quería que se lastimara o algo.

    —Rengo, argh. Procura arrastrarte un poco más, no quiero caerme encima tuyo si fallo, no me voy a hacer responsable—. Dije para después proceder. A ver si por una vez algo hacía bien en este día de... milagros...

    Poco después de comenzar, pisé en falso y logré sostenerme, pero no por mucho ya que la piedra en la que me aferré se zafó y me hizo caer sobre Rengo tal y como veía ver venir encima.
    —Ay... Ya, ya entendí. Soy un inútil... Argh—. Gruñí claramente molesto... ¿Pero cuándo voy a dejar de cagarla?
     
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    Yugen

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    Konoe Suzumiya

    La noche se había cernido implacablemente sobre Chiryu. Todo lo que alcanzaba a oír era el distante croar de las ranas, tal vez el canto de los grillos, y por supuesto las voces de Natsu y Rengo. Había permanecido a un lado, ciertamente tensa, mientras veía a Kuroki bajar por la escalera de piedra.


    Apenas había cruzado los dedos para iniciar una oración cuando escuchó un ruido en el interior de hoyo y se aproximó con celeridad al borde del mismo.

    —¿Fusatada-san?—cuestionó en voz alta. La tenue luz platina de la luna mostró al muchacho de cabellos blancos sobre Rengo. Había resbalado con una piedra y caído, aunque no parecía lastimado. Oh, por todos los dioses. Iba a sufrir un paro cardíaco ahí. Buscó con la mirada algo que usar por los alrededores, tal vez una soga o similar. Pero no encontró nada. Sin cuerda, solo quedaba una solución posible. Se llevó la palma de mano al pecho e inhaló llenando su cuerpo de coraje—. Intentaré bajar yo. Esperen un poco más. Ya casi estoy ahí.

    A simple vista, no era un hoyo excesivamente profundo pero la caída debía ser de varios metros de altitud. Una caída semejante podía ocasionar lesiones severas y desconocía si Natsu o Rengo estaban heridos o no. Por otra parte, buscar ayuda solo los retrasaría más. No había tiempo. No era momento para pensar otras soluciones.


    Había que actuar ya.

    Cruzó las manos frente a su rostro y cerró los ojos. Y con una voz suave, casi átona, comenzó a murmurar:

    Kami-sama, lo suplico. Permítame bajar segura al fondo del pozo. Tengo que ayudarlos. Podrían estar gravemente heridos.


    Y de esa forma comenzó su descenso. Confiaba ciegamente en sus dioses, pero la oscuridad de la noche era traicionera y su pie trastabilló arrancándole una exclamación ahogada del fondo del pecho. Logró aferrarse a tiempo y descender pero pisó en falso y como Kuroki, su cuerpo fue a dar sobre Rengo.

    Oh, dioses.


    Se incorporó enseguida, conmocionada y ruborizada tanto por la brusquedad del acercamiento como del hecho de haber caído sobre él y pidió disculpas con una reverencia. El cabello le rozó las mejillas enrojecidas.

    L-lo lamento muchísimo—casi exclamó, alterada—. ¿Están bien? ¿Necesitan ayuda médica?

    Bueno, al menos estaba a salvo y no había sufrido rasguño alguno.
     
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    Natsu Gotho

    Se limitó a tan solo desviar la mirada al ser consciente plenamente de la razón que tenía Rengo, restándole importancia al volver a elevar las filosas pupilas ámbar al escuchar el cómo empezaba Kuroki a descender. Ya solo faltaba que el mocoso resbalara. Arrugó ligeramente el ceño al verlo desprenderse de las rocas y caer como un costal sobre el cuerpo de Rengo, tumbándolo nuevamente en el suelo con ambivalencia.

    Idiota.


    —Al menos te das cuenta de lo que eres —siseó ácido, escuchando ahora unos pasos más silentes y delicados, denotando la cabellera oscura menearse por el viento al notarse más precavida con cada movimiento que ejercía, como si tuviese miedo de lastimarse.

    Por un momento pensó que sería la única que podría llegar abajo sin más que las manos sucias, pero entonces notó el paso en falso, cayendo otra sobre el cuerpo de Rengo, como si éste ya no tuviese suficiente con un brazo roto.

    Tonta.

    Sus sentidos retornaron hacia el sonar del cascabel, aislando de sus tímpanos las palabras de Suzumiya.

    ¿Habría alguien más a parte de ellos ahí abajo?

    —Muévanse —murmuró comenzando a caminar, apoyándose en la katana del anciano, enderezándose pese a la molestia del dolor punzante en su pierna derecha. Al menos, no se había roto la pierna dominante.
     
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    Kenzaburô

    El ronin observó de reojo a su acompañante, la señorita Misato, mientras el cuidador los entretenía. Le hizo un gesto con el hombro, indicando que qué le iban a hacer; el sujeto era carismático. Hasta que oyó lo de los caballos muertos. Cerró los ojos con fuerza, intentando que al abrirlos la pregunta que rondaba por su cabeza se hubiera esfumado.

    Abrió los ojos.

    —¿Quién pudo venir con tanta urgencia a este sitio como para matar a los caballos? —preguntó y al mismo tiempo se quería ahorcar él mismo. Esa preguntaba estaba de más; el no se insmicuia y sabía, intuía, que esa pregunta le haría tener que seguir con cosas externas a su misión. Deseaba que no, pero ciertamente era curioso. ¿Quién estaba en Chiryu?
     
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    Kuroki Fusatada

    Después de quitarme sin problemas sobre Rengo, ya que, aunque un poco cruel, me sirvió para evitar que me rompiera algo, al menos ni siquiera el golpe dolió, esperaba pasara lo mismo con el chico de Mara. Después de acomodarme el haori negro y sacudirme, me aparté al ver las intenciones de Konoe sobre el desear bajar.
    —¡Estoy bien! Al menos físicamente...—. Dije aún frustrado. Me aparté lo suficiente y miré cómo Konoe comenzó el descenso, por fortuna en un momento dado, pese que resbaló, se aferró y pudo reincorporarse para intentarlo de nuevo.
    —Cuidado, Konoe. Esa es la parte má-
    No hubo ni tiempo de terminar la farse cuando pisó en falso y dió sobre Rengo también, pero bueno. ¿De verdad ese agujero era una manera segura de bajar? Porque era muy mediocre, digo, primero Rengo, luego yo y ahora Konoe...

    Me rasqué tras la nuca al ver su reacción tan ruborizada y miré al suelo, dejando la breve escena atrás.
    —Natsu sabe curar, deben estar bien—. Dije, omitiendo lo de la pierna pues tampoco quería ya preocuparla más, se la notaba de los nervios la pobre.

    Escuché el comentario ácido de Natsu mientras sonreía muy ligeramente, supongo era un inicio para empezar a comprendernos aunque sabía que de ser por el me molería a golpes ahora, por necio. Y lo merecía... que es lo peor.
    No fui capaz de escuchar nada ya que eso había pasado antes de mi descenso, pero noté el extraño movimiento de Natsu, como si algo lo hubiera llamado, le miré con rostro confuso, escuché su murmuro y vi que comenzó a avanzar. ¿Pero y este a dónde va? No... Definitivamente no lo iba a dejar solo, estoy de los nervios aún.
    —De acuerdo—. Respondí mientras miraba a Rengo y a Konoe, elevé y dejé caer mis brazos a mis costados, dudaba que Natsu se detuviera y tampoco quería dejarlo solo, por mucho que incomodara o estuviera de mal humor ahora, ambos, en realidad.

    Poco después comencé mi avance tras él, mano en el mango de mi katana si es que alguna actividad sospechosa se presentaba.

    Maldita sea, Natsu, acabo de salir de un Santuario para que me metas en otro. Uno vendado casi totalmente y el otro con pierna rota, y dudaba que esta fuera la salida, honestamente.
     
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    Amelie

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    [Misato; Kenzaburo]

    El hombre negó —No mi señor; los caballos no han sido asesinados por alguien aquí; esos pobre galoparon a tal velocidad que murieron al llegar aquí —mencionó con tristeza —Por desgracia es una práctica común, sobreexplotar a los caballos para llegar más rápido a un lugar, muy triste —suspiró nuevamente —Pero sus caballos no perecerán ante mi cuidado, no señor.




    Ruinas- abismo
    [Kuroki; Rengo]

    Rengo recibió el peso de Kuroki encima, volviendo a caer; como si los raspones y el brazo roto no fueran ya suficientes; Kuroki se apartó, Rengo no dijo nada, Natsu lo había dicho todo simplemente se levantó nuevamente; pero la gravedad lo llevó al suelo por segunda ocasión, esta vez por Konoe, quien también lo utilizó de amortiguador ante la caída, esta vez sonrió ante Konoe —Estoy bien Konoe; ha sido culpa mía por invitarte a este abismo— dijo para después agudizar su oído mientras limpiaba los rasguños con su ya destrozado kimono —Pero necesito que escuches con atención —detuvo del brazo a Natsu —Necesito que todos escuchen.

    Cerró los ojos —Este templo; cayó por un terremoto...— mencionó para callar unos instantes; el sonido de un cascabel, gotas de agua cayendo del techo —Debajo de este había una caverna natural, este sitio antes estaba repleto de agua; era un cause subterráneo —parecía estar repitiendo palabras que alguien mas le decía —Este sitio...

    Escucharon unos pasos acercarse a toda velocidad; una figura se aproximaba hacia ustedes. Esto obligó a que todos prestaran completa atención ante lo que estaba sucediendo. Una mujer, era una mujer; pero no cualquier mujer.



    [​IMG]

    Era el espíritu resentido de Hana Harima.

    —Aquellos que ocultan la verdad, deberán ser castigados por los Dioses

    Aquella aparición no parecía estar dispuesta a atacar, no aun.

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    Gigavehl Insane
     
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    Kuroki Fusatada

    Cuando apenas comenzábamos a avanzar, Rengo llegó a lado mío pero para parar a Natsu del brazo, por rebote hice lo mismo, me detuve, volteando hacia Rengo con gesto sorpresivo justo cuando al fin escuché algo... ¿era un cascabel?

    "Necesito que todos escuchen"

    Fruncí el ceño confuso, pero fue algo similar que pasó cuando me sujetó del hombro para escuchar al monje, aún así relajé mi postura y me erguí para guardar silencio sin dejar de mirar a Rengo.
    Al parecer... comenzó a relatar la leyenda del lugar, la que había escuchado de la gente mientras apenas arribaba con Misato y Kenzaburo aquí, aunque contaba algo nuevo. ¿Un cauce subterráneo? ¿Todo esto antes estaba inundado? Justo escuchaba gotas de agua caer. Eso explicaba el estado tan deplorable en que se hallaba el lugar, parecía que estaba por decir algo importante cuando alguien más comenzó a correr, obviamente me puse alerta y volteé hacia el origen del sonido, provenía del fondo de la cueva, allí donde la oscuridad crecía debido a que la noche ya había caído hace ya unos minutos.

    Aún así, de alguna manera pude y estoy seguro que todos pudimos empezar a notar que era una figura femenina, se acercaba aterradoramente rápido que cuando quise reaccionar ya había acortado la distancia lo suficiente para que pudieramos verla con claridad...

    En estos momentos, agradecía que Rengo me contara su historia, ya que nunca vi a "Miko" en Tsu, pero al conocer la vida de Rengo hizo que la pudiera reconocer. ¿Y como no hacerlo? Si tenía semejanzas con Takeda, ese pelo...
    —H-Hana...—. Musité del shock al verla ahí, sabía que no era del todo ella, sabía que no había sobrevivido, sangraba, como si hubiese tenido una pelea tan horrible que fue, definitivamente, el final de esta. No fui capaz de ver las reacciones del resto, estaba absorto en ella. En su porte tan deplorable y agónico, era obvio que era su espíritu. Uno que no dudaba estaba llena de cólera por las acciones de Rengo y de Natsu.

    —Hana, espera.—mas fue lo único que pude decir después de escuchar su comentario, no sabía qué decir. Estaba en shock y no parecía dispuesta a escucharme... ¡Maldita sea! ¡¡Es la última vez que voy a un maldito Santuario!! Esto simplemente ya era el colmo...
     
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    Kenzaburô

    Asintió varias veces a las palabras del hombre y antes de retirarse del lugar se dirigió a él con respeto.

    —Nuestras monturas están en buenas manos entonces. —hizo una pequeña reverencia y se giró para retirarse del lugar. Empujó levemente a Misato con él.

    Fuera la noche lo tomó desprevenido. ¿Cuanto tiempo habían estado dentro del establo? Observó las estrellas en el firmamento y sintió una pequeña nostalgia. ¿Mao se habría tomado a bien su ausencia? El ronin desconocía totalmente que ahora mismo se le estaba dando caza por traición.

    —Es la hora. —le dijo a su compañera y ambos se dirigieron de regreso al Shukusha. Kenzaburô estaba tenso, debían de cumplir su propósito y luego marchar de regreso para luchar en la guerra junto a los Minamoto. Estaban a contra reloj.

    El espadachín la guío según las indicaciones de Ayame, debían encontrar el pasaje secreto en los baños.
     
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    Insane

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    Natsu Gotho

    Sintió la mano de Rengo detenerlo, a lo cual lo miró entre las pestañas al no ser algo común entre ellos el estar deteniendo de lleno al otro, escuchando con parsimonia pese a la irritabilidad que comenzaba a sentir de estar tanto tiempo en un sitio sin poder salir, escuchando ese cascabel una y otra vez mientras el relato del chico comenzaba a ganar terreno, sin embargo sus palabras se detuvieron, llegando a él el paso suave de una quinta persona, provocando que sus filosas pupilas viajaran hacia el sonar de los pasos calmos y livianos, similar a los de Konoe.

    Debía tratarse de otra mujer.

    Fue entonces que la imagen de la mujer que cazó en Tsu invadió sus sentidos, recordando el olor metálico de la sangre, el peso del cuerpo liviano, los párpados abiertos hacia el cielo, la voz de Kawa, Mara premiándolo por el asesinato cometido, como un pergamino ilustrado en su cerebro. Se mantuvo quieto, escéptico de terminar envuelto en el poder de las creencias espirituales al tener ante él alguien que ya había muerto en sus manos.
     
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    Amelie

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    [​IMG]
    Shukusha

    [Misato; Kenzaburo]

    Entraron al shukusha; al tener ya una habitación allí, nadie los detuvo mientras se dirigían a los baños; Misato podía hacerlo de manera cautelosa; pero
    Kenzaburo era un poco más ruidoso; por fortuna no había personas en ese momento preciso, por ello pudieron buscar aquel pasaje que Ayame les indicó.

    Tardaron un poco pues al no tener ningún indicio, no esperaban tener que remover un poco algunas piedras fuera del descanso en las aguas; allí había unas escaleras que guiaban hacia el fondo, esta era una ruta planeada, no una simple coincidencia de la naturaleza.

    Bajaron lentamente; acostumbrándose a la obscuridad, no había mucha luz, pero algo entraba por el techo de la caverna, gracias a que la estructura tenía grietas ligeras hacia el exterior.

    El eco era abrumador, parecían escuchar voces a lo lejos.


    [​IMG]




    Ruinas- abismo
    [Kuroki; Rengo]

    Rengo tenía la misma reacción que Natsu, se mantuvo allí de pie; observando a aquella mujer. Habían escuchado sus pasos, pero al recorrerla con la mirada podían notar que aquella mujer no tenía pies.

    Volvió a cerrar los ojos —¿Cuál es tu propósito?

    —Castigaré al responsable de mi muerte.

    Se detuvo, sabía que tanto él como Natsu no podrían pelear adecuadamente —Cada quien es responsable de su destino —mencionó Rengo —¿Te has preguntado que hiciste tú para merecerlo?

    No hubo respuesta verbal. La mujer simplemente levantó su katana, estaba lista para atacar.

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    Kenzaburo

    Mientras descendían por la escalera y los pies del ronin tocaron tierra, el espadachín pensaba quién podría haber sido tan astuto para crear este pasadizo secreto. Era algo hecho a conciencia, ¿habría sido uno de los tantos pasajes secretos por los que Murai se escabullía y llegaba siempre tan rápido de un lugar a otro? ¿o había otra razón? Esos pensamientos flotaban en su cabeza pero se dispersaron al escuchar el eco de voces. Frunció el ceño. Siempre había algo que entorpecía su camino.

    —Silencio, señorita Misato y detrás de mí. —indicó ya con una mano en su katana e intentó orientarse, seguir alguna pista, algo que le sirviera para aprender el rastro que había dejado Ayame la última vez.
     
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    Ruinas- abismo - Pasadizo secreto
    [Kuroki; Rengo; Natsu; Kenzaburo; Konoe; Misato]

    Kenzaburo avanzó junto a Misato, el sonido los guio; un ligero sonido de un cascabel se escuchaba a lo lejos. Pero no fue eso lo que logró captar sus sentidos primero; fue la imagen fantasmagórica frente a ustedes.



    [​IMG]

    Kenzaburo la reconocía bien, era la mujer que había asustado aquel día en el santuario de Tsu; la madre de Takeda. Algo sintió Kenzaburo, no fue miedo ni tristeza; fue una presión, una que parecía estar ligada a su katana.

    Frente a aquel yurei; se encontraba Rengo; Kuroki; Natsu y Konoe, la mujer sacerdotiza que habían visto hablar con Rengo en el shukusha.

    Rengo observó hacia Kenzaburo, su mirada era seria, algo preocupada; después miró a Hana tapando sólo uno de sus oídos, siendo incapaz de mover su otro brazo; esto lo obligó a escuchar aunque no quisiera.

    —Son muchas voces —mencionó confundido —No puedo concentrarme.

    Hana observó a Kenzaburo. Después a Misato.

    —Sus katanas...— mencionó Hana —... ninguno de ustedes es su verdadero dueño.

    Desenfundó su katana lentamente, observó a cada uno de los presentes —Aquí presentes están varios de los que quisieron matarme; y uno lo logró —No sonreía, no se burlaba; simplemente permanecía inmutable —Vengan todos, tomen mi vida una vez mas.


     
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    Kuroki Fusatada

    Me sorprendía ver a Rengo mantener un porte calmado pese a la visión... Inclusive le dediqué una mirada de un instante, estaba creciendo mucho. Tanto que... de alguna manera, sentía que me estaba quedando atrás.
    Volví mi vista hacia Hana, esperando que Konoe dijera algo pero no sé qué le sucedía, parecía estar estática, probablemente anonadada, no lo sé, realmente no era capaz de verla con todo el shock encima. Si había alguien quien probablemente podía hacerla detenerse era ella pero parecía que no se podría contar con ella por ahora.

    Y como si el destino quisiese seguirme torturando por haber sobrevivido ante el encuentro de Kawa, se escucharon otros pasos, viniendo de donde Hana había salido, eran Misato y Kenzaburo...

    Es que esto ya era una jodida broma de muy mal gusto.

    No evité sacar el aire de frustración como de ira, apenas saltaba por poco la situación y ahora esto... Extrañamente parecía que Hana no sabía lo que había pasado, mas con tan solo que hablara, todo se me iba a venir abajo, y pasaría justo lo que quería evitar.
    Arrastrar al clan a esto, arrastrar a Misato, quien de verdad me sigue importando, arrastrar a alguien tan centrado como Kenzaburo. ¡¡Esto era un maldito caos!!
    Retrocedí un poco con intención de hacer espacio si se atrevía a ir encima mío, tomando una pose hostil al ver su katana, escuchando sus palabras, viendo también las reacciones de Rengo de reojo.
    ¿No puede escuchar bien? ¿Varios quisieron matarla? ¿Nadie es dueño de sus katanas? Pero...

    Como fuese, no parecía que hubiese forma de detenerla, aún así no toqué mi katana, aún pese a su pose hostil.
    —Por favor. Detente. Tuviste una muerte injusta, pero tampoco tuviste una serie de desciciones adecuada. Condenaste una vida por los caprichos de otros, sabías cómo parar con el ciclo y decidiste seguir adelante. Escucha, no necesitamos llegar a esto, sabías que tendrías este destino tarde o temprano, así como yo casi tengo el mío. No debes buscar venganza de algo que tú misma provocaste, pagaste lo que debías pagar. No conozco tu vida, lamentablemente... pero tampoco creo que hayas sido muy buena en vida, y lo digo con toda honestidad—. Dije, lo más críptico posible, mas que nada por Kenzaburo y Misato, después de todo Hana ya estaba diciendo demasiado, tener entre todos aquí al responsable de su muerte ya había sido demasiado, intentaba desviar la atención, intentaba de hecho echarme parte de esa culpa... ¡Lo que fuese! Este maldito día no puede ir a peor...

    No... de hecho si puede.
     
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    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburo

    Sentía una tensión eléctrica en la empuñadura de su katana que se trasladaba a su brazo derecho por medio de sus dedos, que estaban afirmados sobre la misma. Era la misma sensación extraña que sintió dentro de sí cuando vio a Hana por primera vez en en Tsu. La mujer había huido de él, aunque no precisamente por su persona; ya entendía a qué se debía la causa, era algo que se encontraba perfectamente tallado en su mente, como una partida de cartas Pero esto sí que lo descolocaba por completo: la mujer debería estar muerta, el asesino había dejado inconsciente a Takano y huido en la penumbra de la noche, de aquella maldita noche que él no fue partícipe, aunque luego lo encerrarían por asesinar a aquél chaval que había osado amenazarlo junto a Mao. Frunció aún más el ceño a encontrar a Kuroki junto con el equipo de Rengo. ¿Había sido todo una artimaña para dejarlos atrás? ¿Y qué hacían en aquella cueva? ¿Acaso el chico había contado el plan a Rengo y compañía? ¿Estaban allí por lo mismo? Gruñó al sacar conclusiones precipitadas, ahora mismo deseaba asesinarlos a todos... pero esa mujer fantasma lo dejaba perplejo.

    —¿Quién fue tu asesino? —su vozarrón se hizo presente, haciéndose eco en las paredes de la caverna. Miró al grupo que estaba justo por detrás del espíritu. —Dime quién fue y lo mataré yo mismo. De ese modo podré dejar en paz tu alma y poder decirle a tu hijo que su pena ya tiene un fin. —observó a Kuroki, luego a Rengo, Natsu y a la mujer. Realmente desconocía de qué hablaba Kuroki, había datos que desconocía pero no importaba, él era un fiel creyente a la causa Minamoto y haría lo que sea necesario para dejar limpio el honor de su señor. Después de todo, un samurái defendía el honor de su señor con mano firme aunque éste no estuviera a su lado. —Kuroki, vete por donde hemos llegado junto con Misato, hay una escalera que te llevará de nuevo a la superficie. Vete de aquí. —el guerrero no desconfiaba de Kuroki, sabía que el chico no mataría a la madre de Takeda; lo había visto muy sufrido luego de ese incidente. Solo quedaba Rengo, Natsu y la mujer, a la que no conocía de nada. Dio un paso hacia delante, no sabiendo bien qué cosa traía consigo el espíritu. ¿Se estaría enfrentando a lo mismo que Takeda en el bosque? Era irreal.

    —Señorita Misato, parece que siempre tenemos obstáculos en conseguir nuestro propósito. —le dedicó una sonrisa sincera, pero frustrada.
     
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    Amelie

    Amelie Game Master

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    [Kuroki; Rengo; Natsu; Kenzaburo; Konoe; Misato]

    Hana miró a Kuroki su mano temblaba mientras sujetaba su katana; la agitó con fuerza, levantando polvo en el suelo. Aquella mujer era un espectro; pero su energía era real, apretó sus labios, como si intentara decir algo y se estuviera conteniendo. Fue entonces que escuchó a Kenzaburo, lo miró, escuchó su pregunta.

    "¿Quién fue tu asesino?"

    Lentamente alejó su mirada para recorrer a los presentes; su katana se levantó y señaló a Kuroki, mientras derramaba una lágrima.

    Rengo observó esto; estaba comenzando a temblar él también, algo desorientado. Pero se colocó frente a Kuroki —¿Qué es lo que planeas? Kuroki no fue el culpable — observó a Kenzaburo —está tratando de manipularte —Rengo se notaba que estaba en una especie de agonía auditiva, no dejaba de intentar tapar sus oídos, algo que le resultaba imposible con su brazo roto. El cascabel volvió a sonar.

    Hana no bajó la katana, siguió apuntando a Kuroki, ahora con Rengo de frente.

    —Mara, por favor...—mencionó Rengo en voz baja, estaba asustado —¿Dónde estás?

     
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    Gigavehl

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    Kuroki Fusatada

    Y efectivamente... Todo se fue a peor...
    Si estuviese ganando dinero por cada predicción adecuada en este instante me estaría volviendo jodidamente rico, y no me hacía ni una pizca de gracia.


    "¿Quién fue tu asesino?"

    Esa simple pregunta me hizo suprimir mi respiración, me tensó severamente pero nunca despegué la vista de Hana... Su segunda frase solo me ponía más tenso, porque todo estaba pendiendo de un maldito hilo y realmente era inminente que se cortara ya.

    Kenzaburo técnciamente me estaba dejando la opción de no ver nada de ahí, como si el destino me gritara que no siguiese este camino... Pero... Shi. Esa maldita espada.

    No pude ser capaz de escuchar lo último, mas intuía no hacía falta, al menos no con la situación actual, noté las reacciones de Hana, algo iba mal, muy mal. De momentos de verdad pensaba que algo se estaba desmoronando y sentia que nadie se estaba dando cuenta. El templo... ¿Podría ser que este fuera una de las almas de los que lo protegían? Si bien no conocí a Hana, de alguna forma sentía que algo no cuadraba, algo iba mal.
    Argh, deja de delirar, Kuroki. ¡Concéntrate maldita sea!

    Aún así, no evité dejar caer ligeramente mi mandíbula cuando me señaló, retrocediendo muy ligeramente cuando la pregunta de quién la mató se presentó, ¡¿qué?! E-Estaba bien que me echaba parte de la culpa pero... ¿No reconocer a su asesino? Definitivamente esta era la señal que algo no cuadraba... ¿Ella en verdad es Hana? Hasta Rengo parecía darse cuenta. ¿Y si es un farol? ¿Y si apunta adrede a mí para provocar alguna reacción? ¿Acaso es este un especie de castigo por dejar el clan pero no en su totalidad? ¿O es que ese simple accionar y hasta la lágrima decían algo más?

    ¿Que iba a decir..? ¿Porqué temblaba? ¡¿Porqué actuaba como si de verdad yo la hubiese asesinado?!

    No solté mi gesto de seriedad pero también de sorpresa y tensión, luego miré a Rengo, a esas alturas era inevitable, vi como intentaba taparse los oídos, vi como parecía estarse muriendo por las voces... ¿Mara no le dice nada? ¿Pero... qué está pasando?

    En ese momento... no evité recordar la caja musical, esta tenía una extraña influencia del que inclusive afectó a Togashi y hasta a mí mismo. Afectó a Takeda, lo había atraído al dojo de Kato. Luego, al día siguiente, Kato la abrió para suprimir a Rengo y... provocar ese mismo efecto... taparse los oídos.

    "Aleja a los demonios" Esas eran las palabras de Kato.

    Pero no es un demonio, tal vez ser acompañado por uno sea distinto pero no lo es, maldición. Pero si hubiese una caja de musica ahora todo cambiaría... si ahora hubiese algo ma-

    Y nuevamente, ese maldito cascabel.

    Volteé hacia el origen del sonido, con gesto serio, mientras me quedaba ensimismado en esos pensamientos... ¿podría ser? ¿Era mucha coincidencia?
    Al demonio, no me voy a arriesgar a un combate ahora.

    Terminé por tomar a Rengo con cuidado para dejarselo a Natsu y mirarlo serio.
    —Tápale los oídos, no sé que significa todo esto pero ya es suficiente—. Dije para después desenfundar mi katana, pero no hacia Hana ni nadie, si no corriendo hacia el origen del sonido que era el cascabel, usando mis dotes de escalar para ir tras esa cosa.
    Si era una protección similar a la caja de música, la iba a destruir entonces, con suerte y tenía que ver con que Mara no hablara, con suerte y era lo que provocara que Hana apareciese, puede y sea mas bien la manifestación propia de mi coctél de emociones actuales y por eso justo me apuntaba a mí, puede y todo este maldito tiempo sea algo que ya directamente no entiendo como Kyogi dijo y odiaba dar la razón, a pesar de todo, porque sabía que me arriesgaba a esto y terminar pagando era lo que me carcomía.

    Gruñí, gruñí realmente furioso y frustrado, inclusive hasta se me escapó una lágrima de la misma frustración, buscando el condenado cascabel y si con suerte la veía, la iba a destruir de una buena vez por todas...
     
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  20.  
    rapuma

    rapuma Maestre

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    Kenzaburo

    Hubiera esperado cualquier respuesta, incluso estaba preparado para oír el nombre de Rengo; el ronin haría la tarea sin dudar, no importaba que se trataba del hermano menor de Takano, Kenzo lo mataría con tal de arreglar el honor de Takeda, o al menos, de cerrar un círculo de luto. Tampoco le importaba pasar por la espada a Natsu, que era del que más desconfiaba, no conocía sus planes, tampoco su verdadera razón de estar con los Minamoto. ¿Por qué lo habían aceptado? Ése era el error de Takeda, confiar en la gente, algo que él aprendió por las malas. Era muy mala idea confiar en alguien. Y luego estaba la mujer, que no le generaba nada, al menos de momento. Pero nunca hubiera esperado que la aparición de Hana señalara al chaval. Kenzaburo quedó en su sitio, alternando la visión entre Kuroki y Rengo, sintiendo con atención la voz del Harima al decirle que el espíritu quería manipularlo. ¿Estaría defendiendo a Kuroki sabiendo que él no era el culpable? ¿Quién lo era entonces? ¿Que estaba sucediendo?

    Y entonces Kuroki escapó, justo en la dirección opuesta. Esperó la reacción de Hana, aunque no sucedió nada. El ronin miró por encima de su hombro, mirando a Misato, rogando que la mujer le diera un punto de vista centrado.

    —Es un espíritu. No tiene por qué mentir. —dijo el ronin con voz autoritaria. —Al menos que alguien la esté controlando, como ocurrió con un enfrentamiento entre Takeda y Chikusa cuando el segundo murió en Nara. —luego miró a Hana, intentando enfocar los sentimientos que estaba teniendo en ese momento. —Hana. —llamó demandante a la mujer, o al menos lo que quedaba de ella. —¿Por qué estás aquí?
     
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