El lamento de Ariadna Lágrimas de cristal mojaban las sonrosadas mejillas de quién fuera la princesa del pueblo de Creta ¡Por Afrodita! El sol golpeaba fuertemente su rostro caliente, mas en su dolor, no le importó que su piel se quemara ni la arena pegada entre sus trenzas rubias. Su corazón no paraba de quejarse, de la misma forma en que las olas se quejan al romper contra las rocas de la peninsula, de llamarlo, de buscarlo. Teseo ¡Oh, mi querido Teseo! Benditas fueran las aguas cálidas del Egeo, mojando sus pies y llevándose su triste llanto, arrastrando las gotas tan lejos de ella, alejándose de la misma forma en que su amado lo hizo. Teseo ¿Por qué me dejaste? Las Nereidas que a su despertar jugaban y reían dulcemente, contemplaban su dolor desde la espuma del mar, sabedoras de la cruel noticia, testigos de la partida del joven Teseo, que sin duda alguna y sin mirar atrás, abandonó a tan dulce muchacha a la vera del mar antes de que el Helios reinara. ¡Oh, Teseo! Su vestido de seda bordado en hilos de oro bailaba junto al oleaje que mojaba sus muslos mientras se introducía en el mar ¡Como si de aquella manera pudiese alcanzar a su amado! ¿Cómo regresaría a casa ahora, abandonada en una isla tan lejos de Creta? Teseo, Teseo, sobre su nombre lloró Ariadna, una y otra vez. Estirando su mano hacia el horizonte donde hacían ya horas, el barco del héroe había desaparecido. Ariadna se lamentó su suerte y su destino mientras el Egeo se llevaba sus penurias. Tal vez, estas pudieran alcanzar a su amado.
Me gusta el retrato de los sentimientos que buscas expresar, se siente ese sentimiento de tragedia romántica. Me produjo algo de ternura, y creo que si fuera un relato más extenso genuinamente me encontraría muy conmovido. Tu prosa me ha generado buena impresión y ya quiero leer más de ti. Te mando mis buenos deseos.